Pasillo (Segunda planta)

Sentí el móvil vibrar no mucho después de que le había enviando el mensaje, no creí que fuese nada de otro mundo así que lo dejé estar y entretuve la atención en la gente pasando, sin siquiera molestarme en posar la vista en las clases. De haberlo hecho hubiese notado que Anna no estaba adentro, pero tampoco se me podía pedir demasiado ese día, mucho hacía habiendo venido a la escuela.

¿Por qué coño no me habían educado en casa?

Si el mal carácter no me lo iba a quitar interactuar con otros.​

Repasé los diferentes tonos de gris en la gente, en las paredes, en el suelo, incluso el blanco del techo que era parecido al blanco de la luz y poco o nada hacía por iluminar realmente, sin color no tenía mucho sentido, de hecho prefería la oscuridad absoluta en su lugar. El blanco era cegador a secas, de hecho amenazaba con arrojarme encima una migraña de las buenas y quizás debí ir a la enfermería para buscar algo, pero solo lo dejé correr.

Mejor la migraña que el ataque de pánico, qué sé yo.

Me picaron las manos en los bolsillos, sintiendo la condenada cajetilla y el mechero pero me las arreglé para ignorar la puta ansiedad, la compulsión con la que buscaba aliviarla y me limité a esperar a que Anna saliera. La cosa es que el chispazo rosa que noté en las escaleras me hizo girar el rostro, me pregunté qué cojones hacía abajo pero lo dejé correr por el momento, recibiendo el golpecito con el blazer y me las arreglé por lo menos para dedicarle una sonrisa suave. ¿De dónde mierdas la saqué? Ni idea.

Pero luego de la puta epifanía era mínimo que podía hacer, ¿no?

—¿Hmh? —Fingí revisar el reloj en la muñeca aunque nunca me acostumbré a llevar uno realmente—. Sí, supongo que debo volver por ahí de las dos de la tarde.

Trastabillé, tuve el impulso de abrazarla o algo pero de nuevo me cayó la culpa y del disgusto que había sentido ayer en el armario por lo del día anterior, por no haberla escuchado, y sentí que no tenía derecho a tocarla, así que me lo arrebaté como me estaba arrancando del alcance de Jez. Había que ver lo autodestructivo que podía tornarme.

Se veía bastante dormida a decir verdad, tenía los ojos irritados de forma visible y un pensamiento me rayó la cabeza con más fuerza de la que hubiese querido, porque fue una suerte de espejo.

¿Había pasado algo?

—Me hubieras dicho que estabas abajo, para no hacerte subir —dije regresando las manos a los bolsillos y despegué la espalda de la pared—. Bueno, señorita, le ofrezco mi compañía en este pasillo, la cafetería, el patio o cualquier lugar que le apetezca.

¿Entregando la correa así por puro deporte? Bueno no es que interese ya.

 

Estaba allí, siguiendo sus movimientos sin mucha precisión, el caso es que me di cuenta que no le estaba prestando atención a nada más que él y me pregunté si era cagado o una bendición el hecho de poder hablarle con normalidad. ¿Qué iba a pasar si me mantenía por esta línea? ¿Sería capaz de forma natural, digamos, o tendría que forzarme hasta que doliera? Vete a saber.

Que me siguiera la gracia me arrancó una risa nasal bastante floja que rebotó en mi pecho y acabé desviando la vista un momento, bastante porque sí. No llevaba el blazer puesto y por ende no tenía bolsillos, de modo que crucé los brazos bajo el pecho y apoyé un hombro en la pared.

—Yo te despacho sin problema, entonces. Vas a volver a tu tumba en tiempo y forma.

Era un poco reír para no llorar, aunque no tuviera mucha idea de su situación y viceversa. Quizá lo percibiéramos en un lenguaje algo extraño, de esos que se cuelan por debajo de la piel; algo así como estímulos subliminales, quizá. ¿De repente me ponía toda sabionda? Venga.

Estábamos charlando con suma normalidad, como dos amigos comunes, vamos. En cierta medida percibí su reacción corporal, digamos que se removió y de inmediato volvió a quedarse quieto. No le di mayor importancia, no era tan avispada para darme cuenta de sus intenciones frustradas y quizá debiera agradecerlo. A veces la ignorancia es una virtud, ¿verdad?

Me encogí de hombros ante su comentario y luego acepté su ofrecimiento con una sonrisa suave, casi sedosa. ¿Quería pasar el receso con él a solas? Sí y no, obvio. Quizá más no que sí, si usaba la neurona dos segundos. Así y todo, no vi por dónde rechazarlo.

—No pasa nada —descarté con simpleza, bajando la vista un instante a mis zapatos; no me apetecía decirle que había estado en la enfermería, podía derivar en preguntas—. Bueno, podemos... Ah, sí.

Traje mi mochila al frente, le corrí la cremallera y hundí la mano dentro hasta hacerme con un cuaderno. Se lo extendí sin mayor complicación, regresando la mochila atrás de un movimiento de hombro.

—Me ha tocado en el proyecto con Kurosawa, son unos apuntes de la clase de ayer. ¿Podrías alcanzárselo? —Me di cuenta que podía quedar medio raro, entonces aclaré—: Digo, como son vecinos y eso no tienes que desviarte mucho, ¿no?

¿Estaba, también, tanteando el terreno? ¿Intentaba medir sus reacciones? Quizá sí, quizá no. Vete a saber, igual la chica hoy tampoco se había aparecido y mejor sería hacerle llegar eso de una u otra forma.

Había que ver nomás mi habilidad para ignorar el nudo en el estómago.

 

No sé ni de dónde había sacado la energía de seguir el rollo, fue casi un reflejo y el caso es que era una estupidez pero me sacó una ínfima cuota de tensión de encima, apenas para que dejara de sentir la presión en el entrecejo, la del principio de la migraña. Su respuesta me arrancó una risa bastante sin gracia, lo cierto es que sí, con ese aspecto debía conseguir el ataúd ya y todo.

Tampoco sabía que ella estaba haciéndose ahí un cacao mental de si pasar el receso conmigo a solas o no, así que solo seguí haciendo lo único que sabía hacer al parecer: acaparar. Aunque digamos que lo estaba haciendo a medias, por todo el otro asunto que me estaba rayando la cabeza, en sí no tenía ni la menor idea de qué cojones estaba haciendo o qué esperaba lograr o siquiera si ella seguía dispuesta hablar lo que sea por lo que me había enviado el mensaje, suponiendo que fuese algo diferente a lo del otro día.

Ya para el carro un puto segundo, Al.

Enarqué ligeramente las cejas al verla sacar el cuaderno de la mochila, sin entender muy bien qué iba a sacar. Cuando vi el cuaderno estiré la mano para tomarlo en lo que ella me explicaba el asunto.

¿Con Kurosawa? Dios, qué suerte de mierda.

Por otro lado, ¿de dónde había sacado lo de que éramos vecinos?

—Se lo paso a dejar más tarde entonces —respondí mientras me encajaba el cuaderno bajo el brazo. No había hablado con Kurosawa desde el día que nos fuimos a casa con Dunn, tampoco tenía idea que el idiota ya le había ido con la noticia de la mascarada y toda la cosa; la idea de tener que lidiar con ella tampoco me emocionaba demasiado en ese estado, pero bueno no iba a dejar colgada a Anna con que le pasara los apuntes—. Supongo que el lunes ya se aparecerá, tiene que estarse muriendo para dejar pasar un proyecto de clase.

En realidad no tenía idea.

Lo había soltado en el tono plano del resto de cosas porque la verdad me traía bastante sin cuidado, pero digamos que era para que Anna supiera que no era que la chica fuese a dejarla hacer todo el trabajo sola o con su otra compañera, porque aunque yo era el primero en dejar morir a los demás con los trabajos imaginaba que era una putada desde el otro lado.

Aunque igual Anna prefería eso que verle la cara, que también era normal.

 

Asimilé lo que dijo sin más, luego a lo segundo asentí sin mayor complicación. Me había puesto a fruncir los labios sin darme mucha cuenta y cuando despegué el hombro de la pared le agregué una ligera cuota de fuerza que no había planeado. Empecé a caminar en dirección a las escaleras y fue recién unos pasos después, al no detectar sonidos detrás, que me detuve y lo observé sobre el hombro. El blazer iba colgando en peso muerto de entre mis dedos, tan flojo que parecía a un descuido de caerse.

Tampoco dije nada, sólo me detuve en sus ojos y le indiqué con un movimiento de cabeza que moviera el culo. Retomé el camino pero a un ritmo más lento, esperando que me alcanzara.

—¿Vas a la fiesta, Al? —inquirí en un tono casual, agarrando hacia arriba por las escaleras—. La de mañana.

 

No tenía muchas pistas para esperar una reacción en particular, bueno, en realidad es que no tenía ninguna porque como andaba de imbécil poniendo distancias no tenía ni la menor idea de la información que Jez le había soltado a ella sin venir a cuenta y de forma bastante ambigua, aunque en sí mis señales también eran de lo más crípticas también, así que aunque noté la ligera fuerza que llevó su movimiento no supe atribuírselo a nada en particular y me quedé en mi lugar procesándolo quizás más rato del que pretendí.

Cuando la vi detenerse para mirar me puse en marcha, casi al mismo tiempo en que me indicó con la cabeza que la siguiera, no tardé demasiado en alcanzarla tampoco. No me molesté siquiera en preguntarle a dónde estábamos yendo.

Suspiré al escuchar su pregunta, pero no fue de hastío ni nada parecido, fue más bien como si me lo estuviese pensando un poco.

—Sí, ya me jodería haberme revuelto con Dunn y los otros tres imbéciles indirectamente para no ir. —Podía cagarle un poco la noche a alguno, pero más que eso iba a aprovechar la inversión en alcohol de Akaisa y su cuadrilla—. ¿Y tú? ¿Irás con Hodges o algo así?

No había que tener muchas neuronas funcionales para asumir que si iba, la otra también lo haría, si parecían un jodido chicle a medio mascar y todo.

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Te lo puedes arrastrar, ya sabes uwu ♥

 

La pausa que suspendió entre sus palabras me llamó la atención suficiente para volverme y mirarlo. Detallé la seriedad de su expresión y estuve a punto de preguntarme qué rayos ocurría cuando acabó la idea, silenciando mi tren de pensamientos. Me di cuenta al instante que simplemente jugaba conmigo, de hecho no logró contener la risa mucho tiempo y en cierto punto me resultó contagiosa. Esbocé una sonrisa liviana, meneando suavemente la cabeza, y no dije nada porque no sabía muy bien cómo responder a una broma así.

Se veía como un muchacho harto energético, no me extrañaría que en su rutina ordinaria practicara varios deportes o algo así. Nunca había sido esa clase de persona ni conocido alguna pero bueno, sabía que las había.

—¿Te gustan los deportes, Jack? —cuestioné, en tono casual, y lo miré de soslayo para agregar—: Es decir, podría apostar al respecto. Suena a un plan sólido para conseguir un zumo o algo así.

Tenía bastante energía, sí, y posiblemente hablara más de lo que tendía a agradarme, pero estaba bien. Me recordaba a Joey de cierta manera y compañías así de vez en cuando eran refrescantes. Asentí con calma a su tren de preguntas, deteniéndome en cuanto él lo hizo. Ya habíamos llegado al segundo piso.

—Trabajo —definí con simpleza—. Mi familia administra una empresa papelera desde hace muchas, muchas generaciones y mi abuelo vino a Japón para ampliar su alcance.

Somos papel.

La historia que lo había arrastrado al otro lado del mundo sonaba imprecisa que te cagas, pero tampoco era algo donde me interesara inmiscuirse de más. Fuera como fuera, algo quedaba claro.

—Vaya, suena bastante molesto —murmuré, con una sonrisa teñida de algo similar a la compasión.

Había vivido toda mi vida entre las mismas paredes, las mismas tradiciones. No imaginaba lo que debía sentirse ser arrancado de lo que siempre habías conocido de un día para el otro, pero fácil no podía ser nunca. Incluso para alguien acostumbrado a vivir saltando entre dos países. Aún me quedaba la duda de si su actitud desenfadada era genuina o sólo buscaba quitarle seriedad a las cosas importantes, pero en definitiva no era una mala postura.

Me encogí de hombros, echándole un vistazo a las escaleras, y me deslicé en dirección al tercer piso con una sonrisa dibujada en los labios. Seguro iba a rechazarme si le proponía acompañarlo, de modo que simplemente lo haría y ya.

—Japón puede ser un cambio muy abrupto si vienes de Europa u Occidente en general. Tienes pinta de adaptarte con facilidad a las cosas, pero de cualquier forma puedes contar conmigo si necesitas algo.

Era lo que cualquier presidente de Consejo decente haría, ¿verdad?

—¿Sabes japonés fluido? ¿Tuviste tiempo de estudiarlo?

 

Tuve que soltar la risa en cuanto noté su expresión porque, de verdad, era demasiado gracioso. Una pensaría que todo el aspecto de niño pijo lo había estado exagerando un poquito en la fiesta por todo el ambiente que había, pero definitivamente ese no era el caso. Nada de exageraciones, su personalidad era cien por cien natural.

—Un demonio, ¿eh? —repetí en el mismo murmullo, separándome después para poder girarme y dar un par de pasos hacia atrás—. ¿No irás a despedir a los pobres empleados que se olvidaron? Eso sería muy cruel~

No respondí directamente a su pregunta. Me quedé un rato parada en el sitio, momento en el que volví a levantar la mano pero en aquella ocasión para mover el dedo índice un par de veces, indicándole que me siguiese, y justo después me giré de nuevo sobre mis talones para comenzar a bajar las escaleras. Si iba a la cafetería, tenía que bajar sí o sí, y seguramente hubiese preferido coger el ascensor, pero podía asumir que me iba a hacer compañía, ¿verdad~?

>>Sí, claro —contesté finalmente, a medio camino de alcanzar el segundo piso—. No es un restaurante de tres estrellas michelín, pero tampoco está mal. A mi también se me ha olvidado el almuerzo, ¿me invitas a comer contigo~?

Bueno, olvidar tampoco se me había olvidado, pero detalles.

 

Me sonreí, figurándome la idea. ¿Despedir a los empleados por un descuido con un almuerzo? No, no. Ese no era mi trabajo, de eso se encargaba papá. Es decir, que alguna que otra vez se me hubiera escapado comentárselo en la cena no me volvía el perpetrador, ¿verdad?

¿O sí~?

Vete a saber de qué conversábamos hoy en la noche.​

No respondí nada directamente, me limité a encogerme de hombros y seguir sus movimientos. Mis ojos trazaron el camino de su índice por el aire con una sonrisilla pegada al rostro y cuando encaró hacia las escaleras la imité sin más. ¿Qué mierda tenía esta gente con usar las escaleras, habiendo un ascensor en perfectas condiciones al lado? No lo entendía.

¿Iba a creerle que se le había olvidado el almuerzo? Sí y no. No tenía forma de corroborarlo, digamos, aunque si conseguía que en algún punto del receso pisara el palito sería bastante divertido, ¿a que sí? Me acomodé a su lado, la observé de soslayo y envolví su cintura con un brazo, arrimándola suavemente hacia mí cuando pasamos a dos estudiantes subiendo. Fue cosa de segundos antes de regresar la mano a mi bolsillo.

¿Jugando a ser un caballero?

¿Qué? Aburrido no era.​

—Claro —accedí con la suavidad usual, regresando la vista al frente—. Tú pide lo que quieras, yo invito.

Es decir, las posibilidades se me limitaban estando el Sakura en el culo del mundo, porque si de mí se trataba podía ponerme harto creativo. De haber estado en Shibuya, por ejemplo, habría bastado con hacer una llamada telefónica para subirla a un coche polarizado y llevarla a un restaurante en lo que duraba el receso. Y no era broma, me gustaba hacer las cosas bien~

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Eh, bueno, al menos al blanquito le gustaban mis chistes. Tan mal trabajo como anfitriona no debía estar haciendo, ¿o no? Cuando dijo que nos invitaría a la comida luego del recorrido lo miré por encima del hombro, sonriente. Estábamos a punto de bajar las escaleras, motivo por el cual me detuve y lo observé un par de segundos antes de retomar el camino.

—Claro, ¿por qué no?

No era lo que se diría una persona modesta, al menos no falsamente. Me importaba bastante una mierda todo lo relacionado a la cortesía como para rechazar una oferta abierta que involucraba comida. Además, tenía algo de hambre.

—Muy bien, segundo piso. Las aulas, la sala multimedia, la de profesores, los baños, el salón del consejo estudiantil. En la sala multimedia se reúne el club de radio, si mal no recuerdo, por si a alguno le interesa.

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Reual Nathan Onyrian no quería seguir atrasando a Madara así que te arrastré al segundo piso, sowwy