Pasillo (Primera planta)

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    La vi tomar la caja y acercarse a mí, cuando realmente creí que iba a sentarse en el pupitre o a mi lado o lo que fuese, y se acomodó entre mis piernas como si nada, dándome la espalda. Recorrí su cabello con la vista, mientras estiraba la mano y me hacía con un mechón, lo solté no mucho después y me incliné apenas para descansar la cabeza en su hombro.

    —Tranquila, come tú —respondí en un murmuro, sin moverme sin un centímetro.

    Era innegable que era bastante cabrón cuando me daba la gana, pero la estupidez que pensé mientras estaba allí, recostado a ella, casi me arrancó una risa y me hizo retroceder a la oscuridad del puto cuarto.
    Le corrí el cabello con cuidado, haciéndome espacio, y luego de echar un vistazo de perro guardián hacia la puerta, le dejé un beso en el cuello.

    ¿Debía recordarle la marca?

    Quizás.

    Pero cerré la boca como el hijo de puta que podía ser.


    Me separé cuando intuí que ella iba a moverse, apoyé los brazos en la mesa para descansar la espalda y asentí a su pregunta sobre irnos para luego levantarme, volver a dejar la caja sobre mi pupitre y salir del aula.

    —Venga, me estoy cagando de sueño.

    Caminé en silencio de nuevo, si acaso un poco menos huraño a la presencia de personas que sentía a mi alrededor, pero bueno era imposible relajarme del todo. No era que quisiera estar entre la gente en ese momento específico, bajo la luz blanca, en lugar de las sombras que sentía casi como si fuesen mi hogar. Había puesto el primer pie en el pasillo de la primera planta, para caminar hacia la enfermería cuando me quedé congelado a medio camino no tanto por el víbora eléctrica y el rugido que habían cruzado el cielo.

    Y me habían regresado las sombras unos segundos.

    Sino porque Suzumiya había salido pitando de la enfermería, como una jodida loca, y ni siquiera pude verle la cara ni nada. Desapareció en cosa de segundos en dirección contraria, sin que pareciera tener realmente un destino fijo.
    Una parte de mí, extraña, quiso seguirla, saber qué mierda había pasado pero solo reinicié la marcha en dirección a la enfermería.

    Porque yo nunca preguntaba nada.
     
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    Amane

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    Alisha Welsh

    Vaya jodido infierno se había montado en dos segundos, si mi intención era coger las pastillas e irme a mi puta casa, por Dios.

    Dejé de jugar con el lazo y bajé la mano con un suspiro pesado, poniéndome en pie no mucho después. Noté que el agua había dejado de gotear de mi cuerpo, así que supuse que me había comenzado a secar... aunque igual seguía siendo desastre a simple vista, ¿verdad?

    —Eh, guapo, siento que hayas tenido que ver esto —murmuré al pasar cerca del chico que había aparecido, el de los ojos ambarinos, antes de dirigirme a la salida de la enfermería.

    No había motivo para ser maleducada tampoco, ¿no? Parecía amable, pero también parecía conocido o amigo de Natsu... no sabía qué pensar.

    Al salir al pasillo, tuve intenciones de simplemente dirigirme a las escaleras y salir antes de que las clases retomasen y me fuese imposible escapar. Sin embargo, nada más abrir la puerta y cansada como repentinamente estaba, no tuve los reflejos necesarios para esquivar al alemán que estaba intentando entrar, comiéndomelo en el proceso.

    >>Perdón —murmuré, echándome un paso hacia atrás después del choque, sin levantar del todo la vista.

    Adjunto lo que yo estoy escuchando bc idk es un temazo so (???

     
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    Gigi Blanche

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    Tal parece que era bastante difícil predecir al cabrón de Altan. Saltaba de un estado a otro como un jodido trampolín y claro, luego la errática era yo. De Hades a un niño perdido, a un perro huraño y de repente, porque le salía de los cojones, se encastró sobre la cabeza la corona del infierno otra vez.

    En cuanto me corrió el cabello del hombro me la vi venir y, aún así, el escalofrío que me recorrió la espalda fue más intenso de lo que esperaba. Sus labios sobre mi piel me inducían estas ganas de, bueno, volver a comerle la boca, pero me limité a esbozar una sonrisa torcida y seguir abocada a mi almuerzo.

    —¿Todavía con ganas de jugar, Sonnen? —susurré, dejando el tema morir ahí.

    Estaba medio idiota y entre el cansancio y la bruma de los recuerdos empañados ni siquiera reparé en la posibilidad de tener una jodida marca en el cuello, así que seguí como si nada. Al menos agradezco que no se me haya ocurrido atarme el cabello en una de mis coletas usuales por, no sé, milagro divino.

    El camino fue silencioso, supuse que Altan debía tener un sueño que se caía y lo dejé estar. El corazón me dio un pequeño vuelco cuando el rayo perforó la tierra, replicándose entre las paredes del pasillo, y reparé exactamente en lo mismo que él; como para no, es decir, parecía que Konoe había visto un auténtico fantasma o algo. Miré a Altan de soslayo, un poco para medir su reacción, pero no dijo nada y siguió caminando. Contuve un suspiro y lo imité.

    Seguía negándose a hablar con ella, ¿eh? A ver si podía sacudirle un poco la idiotez de encima.

    Tenía planeado platicarle sobre el tema ya en la enfermería, pero ahora me preguntaba qué mierda habría pasado ahí adentro. La respuesta no tardó en aparecer.

    O, bueno, al menos parte de ella.

    Alisha.

    Genuinamente sentí pena por Altan, al parecer la manada de elefantes había decidido empeñarse con él de un momento a otro. Me detuve en seco al ver el choque, casi sin respirar, como si una jodida bomba pudiera explotar a mi lado.

    Aunque me venía un poco en gracia.

    Y me tapé la boca, desviando la mirada, para que no fuera tan obvio.

    RELLENO SABROSO VEN A MÍ
     
    Última edición: 10 Noviembre 2020
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    Zireael

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    Me olía un poco la que me esperaba cuando a Anna se le ocurriera volver sobre el tema de Suzumiya, sobre todo ahora que los dos la habíamos visto salir así y yo no había movido el culo, ni reaccionado demasiado en general. Que me dijera lo que quisiera, ahora mismo estaba jodidamente muerto.
    Estaba por entrar, todavía con la atención puesta en la dirección de la chica, cuando sentí el choque contra mí. Por puro reflejo estiré las manos, que fueron a parar a los hombros ajenos, buscando volver a poner distancia aunque no tardó en dar un paso hacia atrás.

    "Perdón".

    Reconocí su voz de inmediato, dejé ir sus hombros como si me quemara y solté el suspiro más putamente hastiado que me pudo salir del cuerpo, mientras retrocedía un paso también. Por puro reflejo miré a Anna de soslayo, contando con la posibilidad de que fuese a descojonarse, pero al menos pudo contenerse.

    —Gringa —solté de mala gana y ya que no había ido tras Konoe, mínimo iba a hacer mis putas averiguaciones—. ¿Qué mierda pasó con Suzumiya? Parecía haber visto un muerto.

    Por puro reflejo busqué sus ojos, esperando encontrar el azul contaminado del viernes, pero la cabrona parecía hueca a secas.

    Y no sabía qué era peor.
     
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    Amane

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    Alisha Welsh

    Pues ya había que tener mala suerte para haberme chocado justamente con Altan de entre todas las jodidas personas de la Academia. Al menos no tenía muchas ganas de molestarlo ya así que mientras me dejase pasar...

    —¿Hm?

    Levanté finalmente la vista para clavarla en la suya y no fue hasta ese momento que también me percaté de la presencia de Anna. Fue inevitable que la mirada no se me clavase en su cuello durante un par de segundos demás, notando aquella marca tan reconocible.

    Intercalé un par de miradas entre ambos, dándome cuenta entonces de que venían juntos y... joder, qué cosa más curiosa. Al menos algunos se lo pasaban bien.

    >>Ah, yo y mi timing, alemán —respondí, en voz queda, cruzándome de brazos y centrándome de nuevo en él—. He venido a por... algo a la enfermería y me he encontrado con la bonita sorpresa de que Konoe y Natsu habían estado... bueno, creo que ya te lo puedes imaginar campeón, ¿no? Y que no me querían dejar coger lo que había ido a buscar, ¿te lo puedes creer? Pero al final lo he conseguido y... parece que no le ha sentado muy bien.

    ¿Por qué le estaba contando todo aquello a Altan? Quién sabe, me apetecía tentar un posible desastre, quizás aquello me hiciese sentir algo.
     
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    Zireael

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    Noté que la mirada se le paseó hacia Anna unos segundos y apenas antes de que empezara a responderme la pregunta, otra pieza del desastre dejó la enfermería. Noté su movimiento al rechazar algo de... ¿Qué mierda hacía Ishikawa ahí metido? ¿No había ido a almorzar con Akaisa y Hodges?

    Otro meado por elefantes.

    Incluso antes de que la gringa soltara toda la mierda, ya solo ver que había rechazado a Ishikawa de esa manera me tocó bastante los huevos, no había tenido ni la decencia de darle un gracias ni nada, si acaso le dijo algo que no alcancé a escuchar mientras veía al imbécil de Gotho salir. Sabiendo lo de Jez, lo de la otra chica y ahora viéndolo allí, todas las putas alertas de la calle se me encendieron en la cabeza, las mismas que me habían hecho salvarle el culo a Alisha.

    Que había venido por algo a la enfermería.

    ¿Qué, pastillas como la zorra de Tolvaj?

    Gringa, joder para el puto carro.

    Konoe y Natsu.

    Konoe y Natsu.

    Konoe y Natsu.
    Konoe
    y

    Natsu.

    Volví a sentir el asco en la boca del estómago, casi igual que hace un rato, en el jodido rellano, que por poco se me regresa la comida que había estado intentando bajarme, casi igual que el que me hizo lavarme los dientes tres putas veces al volver a casa luego de la cagada con la rubia. Se combinó con ira y me llevé las manos al rostro, quitándome el cabello de la frente mientras retrocedía unos pasos, antes de caminar como un puto león enjaulado, de aquí para allá en pasillo.

    ¿Qué mierda le había dicho el viernes? Que no tenía que aguantarse a Gotho, que claramente la incomodaba, por la tonta de Violet Balaam y ahora venía a enterarme que la jodida, la maldita muñeca, la niña perfecta que me había buscado arreglarme el uniforme, había terminado follando con ese mismo imbécil en la jodida enfermería de la escuela, con el putísimo circuito de cámaras.

    Esa mierda no se le hacía a una chica como Suzumiya, obsesionada al punto de la enfermedad con las reglas.

    El cerdo de Gotho, mínimo, había tenido que joderlas como yo había pensado joder la del club o haberle echado algo encima para convencer, precisamente a Suzumiya, de follar allí.

    Venga, que si del infierno se trataba no me quedaba atrás.

    ¿Qué mierda era eso, una novela de Wattpad? Mis putos cojones.

    ¿Y qué demonios tenía la idiota de Konoe en la cabeza, que había pasado de ser una romántica de mierda a follarse a Gotho?

    Misma pregunta me podía hacer yo.

    El rechazo de la gringa o algo peor, que no me interesaba. Hubiera preferido saber que Suzumiya había terminado en el puto armario de enseres con Welsh que saber que había cedido, que había aceptado a un cerdo como Gotho que era un acosador, que podía ser un peligro a secas, porque tan siquiera la rubia tonta, la cabeza de Cerbero, era su amiga incluso antes de haber sido el maldito amor de su vida o algo.

    Y la manía de Natsu, con el mismo tipo de chicas que lo rechazaban de buenas a primeras.

    ¿Qué pasa, jodido asqueroso, un Complejo de Edipo sin resolver?

    Me detuve entonces, soltando otro suspiro de hastío y miré a la rubia. Ya no me importaba que nos hubiésemos comido la boca cuando la estúpida estaba intoxicada, era el menor de mis problemas de repente.

    —Tu amiga, Akaisa —empecé aunque me importara un carajo que no fuesen amigas realmente—, me llegó un mensaje reenviado suyo. El viernes el inservible de Gotho metió a una chica a uno de los cuartuchos esos de limpieza, aparentemente no hizo nada más que pegarle un susto y asumo que Akaisa se lo sacó de encima o lo que sea, no tengo los detalles completos.

    Pero yo sabía que ese susto bastaba para joderlo todo.

    Lo sabía por Anna.


    Lo tenía tan claro que podía sentir un octavo del miedo que debían haber sentido ellas, si lo comparaba con el terror que me había arrojado que Balaam se me arrojara encima.

    —También intentó acercarse a Jez a pesar de que lo rechazó directamente. Como sea, entiendes el punto. Suzu acaba de follarse a un puto acosador de mierda, Alisha, eso es lo que acaba de pasar.

    Y le voy a reventar las putas pelotas.

    Si tiene suerte de que no le rompa un hueso.
     
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  7.  
    Gigi Blanche

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    Altan reaccionó a su encontronazo con Alisha como si tocar a la pobre idiota le quemara o algo, pero en el sentido desagradable. No reaccioné, supongo que una parte de mí estaba demasiado agotada para preocuparme por determinadas cosas.

    Ingenua yo.

    Si tendría densas las neuronas que no fue hasta oír la pregunta de Altan que me di cuenta que Alisha podría despejarnos las dudas sobre Suzumiya. La actitud de la rubia era distinta a lo que recordaba de la azotea y la enfermería, cuando tuve el ataque de asma y Konoe me llevó hasta allí, donde también estaba...

    Natsu Gotho.

    Jez.

    El amigo de Kohaku.

    La mierda del móvil.

    Konoe.

    Recordaba cómo Suzu se le había ido encima al saber que Kohaku y él estaban arreglando un dinero por conseguirle un número de teléfono. No sabía mucho más, no tenía todas las piezas del rompecabezas, pero la noticia cuanto menos me sorprendió. ¿Un tipo como Gotho y Konoe? No pegaban ni con adhesivo industrial en mi cabeza y no pude evitar la opresión que me rodeó la garganta, una mezcla de rechazo, disgusto y, si se quiere, un presentimiento de mierda.

    Estaba prejuzgando, Gotho tenía la pinta del pandillero promedio, huraño, malhablado, y ¿quién era yo para quejarme de malditos pandilleros? No guardaba el menor derecho, era irracional, pero me salió de los cojones y ya.

    Podría llamarlo, si se quiere, sexto sentido.

    O que estar hasta el cuello de pandillas de mierda me había enseñado a discriminarlos entre sí.

    Como fuera, la sangre ya me había empezado a burbujear en una mezcla de ansiedad y preocupación, y la reacción de Altan no hizo más que intensificarla. Se tapó el rostro, se puso a caminar de acá para allá, y juraría que por un momento temí que saliera corriendo detrás de Gotho para cagarlo a hostias o peor.

    Una parte de mí lo sabía, ¿verdad? Que Altan podía ser peligroso.

    El estómago me dio un puto vuelco cuando se detuvo y clavó su vista en Alisha; ni siquiera había notado que estaba conteniendo la respiración. El presentimiento, el puto presentimiento, fue tomando forma con cada palabra que salió de sus labios y la sangre burbujeó. Los dedos me cosquillearon. El corazón me martilleó.

    Chispazo.

    Suzu acaba de follarse a un puto acosador de mierda, Alisha.

    Eso es lo que acaba de pasar.

    Konoe no lo sabía, ¿verdad? La estúpida sabía lo de Jez pero, por Dios, que no supiera lo de la otra chica o tendría que enfurecerme con ella también. Y no quería. No quería volcarle ni un pelo de mi maldita furia, la energía volátil, el jodido incendio forestal, a una niña que sólo era una víctima de toda esta mierda.

    El puto almuerzo se me subió a la garganta.

    —Kohaku. —Mi voz se alzó con la severidad suficiente para que el pobre chico diera un respingo, desde su lugar bajo el umbral de la puerta—. Gotho es tu amigo, ¿no?

    Lanzó los ojos de lado a lado, indeciso, hasta que suspiró y se acercó con cierta pesadez. Lo sabía, estaba metiéndolo en mierdas que siempre le desagradaban, pero venga, cabrón, espabila. No puedes mantenerte siempre al costado del puto mundo.

    —No sé si mi amigo, pero-

    —Pero lo conoces, ¿verdad? —No reaccionó a que lo hubiese interrumpido, se limitó a asentir y enterrar las manos en los bolsillos; su sonrisa había desaparecido, por supuesto—. ¿De dónde?

    —Eh. —Se rascó las raíces del cabello—. Le vendo a sus amigos, él no fuma pero son más o menos un cliente frecuente, así que desde hace un tiempo me lo cruzo los fines de semana y tal.

    —¿Y? —Me miró, algo confundido, y no logré contener el suspiro de hastío que me rasgó la garganta; no quería ser injusta con él pero la maldita sangre me estaba quemando—. Kohaku, por el puto amor de Dios, tienes un jodido sexto sentido. ¿Es el hijo de puta que pintan?

    Silencio.

    Chispazo.

    Removí los dedos, inquieta, y me balanceé rápidamente sobre mis talones mientras me mordisqueaba la cara interna de la mejilla. ¿Qué? ¿Lo estaba defendiendo? ¿No quería involucrarse?

    ¿Acababa de escuchar todo lo que había hecho el maldito cabrón y, aún así, no quería involucrarse?

    —¿No vas a responder? —La voz se me asemejó al siseo amenazante de una serpiente y Kohaku volvió los ojos hacia mí, el ceño fruncido—. Kohaku, ¿en serio vas a mantener la puta boca cerrada?

    Algo pareció aflojarse en su templanza y chasqueó la lengua, los ojos le chispearon.

    —¡No lo sé, Anna! —Vaya, debía ser realmente la primera vez que lo oía alzar el tono—. ¿Qué quieres que te diga? Voy, les vendo hierba, me pagan, fin de la maldita historia. Nunca les presto atención, me da lo mismo lo que esos tipos hagan de sus vidas.

    Ahí iba de nuevo, la puta frustración.

    De no completar el rompecabezas.

    De no dar con la persona correcta.

    Hideki Tomoya.

    El hijo de puta me rayó la mente con una intensidad dolorosa, las vías respiratorias se me contrajeron, sentí sus manos de hiena sobre mí y estuve a medio pelo de que la garganta se me doblara con una arcada. Escuché su voz, volví a escuchar su maldita voz contra mis oídos. Sedosa, tierna, repulsiva.

    Chispazo.

    Llamarada.

    Incendio.

    Apreté los dientes y le di una patada al cubo de basura que había junto a mí, la mierda de plástico se fue de cara al suelo, se le aflojó la tapa y los papeles, latas, toda la mierda se desperdigó por el pasillo.

    Era una puta fuga de gas,
    un desastre andante, lo sabía.

    Me avergonzaba, me hacía odiarme, pero no podía controlar el incendio cuando los vientos se agitaban a su favor.

    Y estaba furiosa.

    Estampé la espalda contra la pared y me tapé el rostro con las manos, como Altan había hecho hace un rato. Apreté y apreté, hasta que los globos oculares me dolieron. En serio esperaba que nadie me tocara o probablemente se comería una hostia, toda mi piel era terreno inflamable y estaba al borde de prenderme fuego. Y quería calmarme. El costado racional de mi cerebro, prisionero ahora, se estaba haciendo mierda contra los barrotes con tal de liberarse. Un chispazo atrás de otro, el maldito aire que luchaba por llegar a mis pulmones.

    Miedo.

    Lobos.

    Astaroth.

    Hideki Tomoya.

    Natsu Gotho.

    Malditos hijos de puta, malditos hijos de su reputísima madre.

    Venga, pude calmarme. No sé ni cómo lo logré, pero me tomó algo de un minuto que el aire dejara de silbar entre mis dientes y eso me quitó el miedo de volver a tener un ataque, que a su vez me ayudó a aclarar la mente. Deslicé las manos por mi rostro, lo suficiente para descubrirme los ojos, y mi voz salió acolchada, baja, casi monocorde.

    —Hay que decirle a Konoe.

    Era lo más importante ahora mismo, ya luego podríamos encargarnos del jodido bastardo.
     
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    Destruyes todo lo que tocas, hija.

    Siempre había sido así, ¿verdad? Todo me era indiferente mientras me lo pasase bien. ¿Qué más daba lo que fuese a pasar al día siguiente? ¿Qué más daba lo que sintiesen los demás? No tenía aquella ira destructora de Katrina pero yo también consumía a las personas, me aprovechaba de ellas hasta que no me sirviesen y luego las desechaba, porque me daba igual.

    Me era indiferente hasta lo que sentían mis propios padres.

    Y papá tenía razón, destruía todo lo que tocaba, incluso a ellos.

    Por eso siempre eran polvos sin compromiso, por eso no había sentimientos en el mundo de las sombras, porque ahí todos éramos destructores pero uno no podía destruir lo que ya estaba roto, ¿verdad?

    Era la opción segura.

    ¿Por qué cojones me tenía que haber encariñado de alguien? Se suponía que no tenía que ser así, que no tenía que preocuparme por nadie y nadie se tenía que preocupar por mí.

    Se suponía que no iba a destruir lo único bueno que había conseguido, las únicas personas que no me resultaban indiferentes.

    ¿Por qué ni siquiera eso podía hacer bien?

    —Me cago en la puta madre que me parió, alemán.

    Aunque la pobre no tenía culpa de nada.

    Me llevé las manos a la cabeza, enredando los dedos en las raíces del cabello, y cerré los ojos. Joder, que puñetera migraña, de repente solo me apetecía dormir y no despertar en, no sé, ¿los próximos cinco meses?

    >>¿Me estás diciendo que he hecho que mi amiga se acostase con un puto acosador? —repetí, esperando que al hacerlo igual no sonase tan mal.

    Pero sonaba terriblemente mal.

    ¿Amiga? Sí, claro, por eso la había estado ignorando.

    Lo había dicho, ¿verdad? En la enfermería. Lo había llamado acosador, pero fue un impulso, like a fucking guess, una conexión estúpida entre su rechazo y sus palabras... nada más. ¿Y resultaba ser verdad? Qué mal momento para tener razón.


    Si hubiese sabido que Joey estaba un piso por debajo hablando con Eris, seguramente hubiese colapsado ahí mismo.

    Suspiré, arrastrando los dedos por el pelo hasta llegar al final, sintiendo como las gotas que aun quedaban por ahí me humedecían las manos. Qué jodidamente inoportuno, poder sentir de repente el jodido frío que estaba pasando.

    Anna entró en su propio desastre pero pareció calmarse lo suficiente para dar con la opción lógica.

    La opción... ¿correcta?

    >>Yo no puedo.

    Agaché la mirada, dejando que el flequillo me cubriese parte del rostro, y aunque hablé en voz algo baja las palabras sonaron contundentes, inalterables. Había sentido la chispa de crispación, había deseado partirle la cara... después de saber todo aquello, ¿no tendría que estar enfadada también? ¿No tendría que estar yendo detrás suya para desahogarme?


    ¿Con quién tendría que estar enfadada realmente?

    >>Lo siento, no puedo verle la cara a Konoe ahora.

    El jodido vacío en el pecho, no había manera de sustituirlo.

    >>Avisadla vosotros, por favor, estoy segura que no lo sabe... no lo hubiese hecho si lo hubiese sabido. Me apunto a partirle la cara a Natsu en cualquier otro momento, eso sí.

    Me abracé a mí misma y retomé el camino hacia las escaleras que daban al piso bajo.

    ¿Indiferente al resto? Qué va, solo era una jodida cobarde que tenía miedo y no quería sufrir.
     
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    Zireael

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    And when you die, the only kingdom you'll see
    is two foot wide and six foot deep.
    .
    These walls begin to cave in.
    The house of wolves you built,
    whispers in a thousand tongues.
    altan c2-1.png
    Bastó con que abriera la boca para que los hilos refulgieran por todas partes, de Welsh a Suzumiya, de Welsh a mí, de mí a Anna, de Anna a Ishikawa, de Ishikawa a Gotho, que ya se había largado y ni siquiera se había molestado en seguir a Konoe, a pesar de que el hijo de perra acababa de follársela.

    Qué pedazo de basura.

    Pero había uno extra, un maldito hilo extra que surgía de Anna y lo sabía, pero no podía encontrar a la persona a la que estaba unido. No era capaz de encontrar la intersección de la tela de araña, parecía suspendida en el aire, atada a ninguna parte.

    Con los hilos llegaron las reacciones a mi alrededor de las dos chicas, cada una en su propio mundo destrozado y sentí que iba a puto ahogarme de repente, entre sus desastres, el mío propio y la vida entera que no hacía más que demostrar una y otra vez que no había sentido alguno en ella. Que no había por qué esperar algo diferente, algo que no fuese el mundo de sombras, el infierno en el que había querido quedarme hace cosas de minutos.

    Tenía una habilidad jodidamente increíble para cagarlo todo con solo abrir la boca, pero en este caso era absolutamente necesario, tenía que. Alisha me cagaba con su mera existencia, pero le había salvado el culo, era amiga de Konoe y tenía que saber lo que acababa de ocurrir, Anna... Lo había sabido por rebote, porque le dije que me dejara ir con ella, y luego el infierno se desató.

    Pero ya no era el rojo primario.

    Era el maldito rojo profundo, el que corría bajo la piel de todos, el que se había esparcido por todo el pasillo y la enfermería entera.


    Anna se le fue encima a Ishikawa de una forma que me hizo pensar genuinamente en sacársela de encima, tuve toda la intención e incluso de un paso dentro de la enfermería para pretender hacerlo, pero entonces.... Mierda, la jodida gringa habló, y el ruido del mundo se tornó insoportable.

    Me cago en la puta madre que me parió, alemán.

    ¿Me estás diciendo que he hecho que mi amiga se acostase con un puto acosador?

    Y por primera vez sentí genuina pena por Alisha Welsh, sus palabras, que tensaron el hilo en la dirección en que Konoe se había alejado, me atravesaron el pecho de lado a lado, allí de dónde me había sacado el arpón de absoluto terror que me había dejado estaqueado al cuarto oscuro. Alisha se la había tirado, era demasiado obvio ahora.
    Qué putas ganas tenía de echar a correr como un jodido, encerrarme en el cuartucho de mierda, y no salir nunca más. Vivir en las sombras, en el fuego de mentiras, y dejarme ahogar por mi propio océano.

    El desastre de Anna siguió su curso, siguió hasta que consiguió alterar al eternamente centrado Ishikawa, haciéndolo levantar la voz y le soltó toda la mierda. Ishikawa era esa especie de pieza suelta que solía ser útil, pero ahora mismo, por su incapacidad para involucrarse, era totalmente inservible y Anna lo había picado lo suficiente.

    Y los vio.

    Supe que los vio.

    Los malditos lobos.

    Los jodidos malnacidos.

    Ira.

    Ira.

    Y más ira.

    Me estaba cargando como una maldita bomba nuclear, lo estaba sintiendo.

    Imitó mi propia reacción y deseé alcanzarla, joder, deseé hacerlo con tal fuerza pero me di cuenta que iba a terminar consumido por su fuego si me acercaba a ella en el momento incorrecto.
    El nombre suelto, la pieza sin hilos, de repente regresó a mi mente.

    Hideki Tomoya.
    Jodida mierda.

    Me saqué el móvil del bolsillo a tientas, sabiendo que estaba jugando con una maldita granada a la que ya se le había quitado el anillo, que me podía estallar en toda la puta cara. Las bases, la llave maestra, los documentos.

    Hideki Tomoya.
    Sakura Gakkuen.


    Y el rojo se volvió el más profundo de los negros.

    Un lobo de Shibuya.

    El hilo flojo que surgía desde Hiradaira se tensó al punto de amenazar con romperse y se abrió como una maldita flor de loto, los pétalos apuntaron en todas direcciones, sabiendo que el jodido podía estar en cualquier parte de la escuela.

    La voz de Anna me llegó de otro mundo, no me había dado ni cuenta cuándo me apoyé en la pared y me acuclillé, como si pretendiera desaparecer de allí así. Volví a llevarme las manos al rostro, con todo y móvil incluido, luego de ese gesto la voz de la gringa también me llegó de alguna parte.

    Hay que decirle a Konoe.

    Yo no puedo.

    Lo siento, no puedo verle la cara a Konoe ahora.

    No sé cómo mierda hice para levantarme, pero el cerebro todavía consumido por el fuego del puto cuarto oscuro y ahora también por ese giro de mierda en los acontecimientos, por al existencia del jodido repugnante de Natsu Gotho, me dio vueltas dentro del cráneo y sentí que iba a irme de boca al suelo.

    —¡Gringa! —La llamé, sonaba genuinamente desesperado—. ¡Mierda, Alisha! ¡Así tenga que arrastrarte a Konoe vas a tener que darle la puta cara también, no me interesa cuándo!

    Y yo tenía que darla igual.

    No tenía caso, ya se había ido a la mierda.
    Me sujeté al marco de la puerta como si de repente fuese la única mierda a la que podía anclarme, la cantidad de esfuerzo físico y mental que le había metido a mi maldito cuerpo lleno de humo, con resaca, poca comida y horas de sueño de verdad estaban a punto de conseguir noquearme, apagarme todas las luces y dejarme inútil

    ¿Partirle la cara a Natsu?

    No.

    Para nada, eso acababa de escalar al punto en que no iban a picarme las putas manos para despertar a todas las malditas piezas flojas que hicieran falta para que controlara su puto culo indiferente a la vida de una maldita vez por todas, para remover el fuego, sacar a los demonios y arrojárselos encima.

    Se me estaba yendo la cabeza, joder.

    ¿Era ese el imbécil del que estaba enamorada Violet Balaam?

    Iba a morirme de asco.

    Volví a buscar a Anna con la vista, conecté los ojos con Ishikawa un instante y luego la miré a ella, todavía con el corazón amenazando a salírseme por la garganta. De verdad, había que ver el poder destructivo que habían tenido unas cuántas palabras, una pequeña cucharada de lo que era la realidad del maldito mundo asqueroso y sin sentido.

    ¿Por eso Eris buscaba reducirlo todo a cenizas?

    —¿Decirle a Konoe? —murmuré, sin saber por qué lo estaba buscando corroborar.

    Había que decirle esa mierda.

    Y si no le interesaba aún así...

    ¿Quién cojones éramos nosotros para hablar con ciegos?

    Deja de ser tan puto cínico.

    A veces hay que abrir los ojos a la fuerza.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
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    Lo primero que encontré, o que busqué, quizás, al enfocar el mundo otra vez fue a Kohaku. Era una estupidez pero él ya había estado ahí antes, el idiota ya me había visto en la absoluta mierda y... se había quedado. Puede que como una figura silente, respetuosa, casi inmóvil, pero se había quedado.

    Conmigo, con todo mi desastre.

    Encontré sus ojos dorados envueltos en una extraña mezcla de contradicción y... ¿molestia? No. Era más parecido a la confusión sorda, a cierta incomodidad. Como cuando te ponen un espejo enfrente en tu peor momento. Mierda, entonces pensé cómo me vería allí, o pateándole las bolas a Astaroth, o escupiéndole en la cara a Usui y...

    —Ko —lo llamé, fue casi un susurro pero alcanzó para que fijara su atención en mí—. Perdona.

    Lo había añorado, pues Kohaku siempre había permanecido silente, respetuoso, casi inmóvil en mis peores momentos, pero de formas inexplicables había sabido alcanzarme la soga para escalar fuera del pozo. Esa vez, sin embargo, luego de estar tan, tan cerca de escupirle mi veneno encima, no había encontrado la soga por ninguna parte.

    Sentí que estuve a media uña de perderlo.

    Y mierda, era aterrador.

    Lo había presionado demasiado, fijé mi objetivo en la primera presa que vi y no medí las consecuencias porque también podía ser esa clase de injusta. Era un chico sensible, joder si yo lo sabía. Era estúpidamente sensible y puede que su aislamiento del mundo sólo fuera su escudo, la armadura, la espada y todo lo demás. Sus medios de supervivencia. No todos contaban con el fuego que me carcomía las venas, ese tan asfixiante como poderoso. Podía matarme, pero también me mantenía jodidamente viva.

    —Descuida. —La sonrisa aún no había regresado pero, si se quiere, alcancé a ablandar su mirada—. Entiendo, y perdón por no poder ayudar.

    —Está bien —respondí casi de inmediato.

    Tuve el impulso de buscar contacto, de acariciarle el brazo o algo, pero las palabras de Alisha que se habían solapado sobre nuestra conversación activaron a Altan y lo hicieron incorporarse. Dar la cara, ¿eh? Sí, ambos tenían que hacerlo.

    Me relamí los labios y me rasqué el brazo, repentinamente incómoda con mi propio cuerpo. Sentí los ojos de Altan sobre mí y le correspondí el gesto.

    ¿Decirle a Konoe?

    Asentí.

    —Lo haré yo, si hace falta —resolví, no sonaba particularmente molesta, al menos no con Altan, pero estaba claro cuán personal me tomaba siempre esas mierdas—. No pienso dejar que una amiga mía se siga revolviendo con un tipo sobre el que se dicen esas cosas. Vaya, que quizá hace oídos sordos y... —Apreté los dientes y sacudí la cabeza de un movimiento seco, buscando arrancarme los escalofríos—. Quizá sea inútil, pero se lo gritaré si hace falta. Me da igual.

    Me daba igual. Que se resintiera conmigo, que ya no quisiera ser mi amiga.

    Me daba exactamente igual, pondría el mundo de cabeza si eso significaba rescatarla del pozo donde se hubiera hundido.

    ¿No lo había deseado yo, cientos de veces? ¿Haber tenido a alguien que me arrastrara fuera de la madriguera de las serpientes a tiempo?

    Mierda.

    Suspiré con tanta fuerza que se asemejó a un bufido y me crucé de brazos. El incendio se había aplacado y le había dado paso a un frío helado, seco y avasallante, como siempre. Miré a Kohaku de soslayo, casi con vergüenza, quien se observó la punta de los zapatos y luego recuperó la sonrisa. Mierda, odiaba aferrarme a eso pero sus sonrisas siempre lograban calmarme el corazón.

    —Bueno, yo mejor volveré a la cafetería —anunció, devolviendo las manos a los bolsillos—. An-chan, ¿qué te parece si duermes un poco? Te hará bien.

    Casi resollé y la risa que se me escapó sonó más patética que la mierda. Me arrastré el flequillo con el dorso de la mano y asentí, devolviéndole la mejor sonrisa que pude. Idiota, no puedes estar dando siempre en la tecla.

    —Era, de hecho, lo que planeaba hacer. Dios, el cerebro ya no me da para nada.

    Y era cierto. A cada minuto que pasaba, a cada exabrupto que presentaba, me daba cuenta del agotamiento monumental que llevaba acumulando desde el viernes y, Dios, más me valía dormir un poco para calmarme el culo. Iba a explotar de verdad si seguía así.

    Kohaku alternó su mirada entre Altan y yo, inclinó la cabeza ligeramente y desapareció hacia las escaleras. El nuevo silencio fue un poco pesado y sorbí la nariz antes de agacharme para recoger toda la basura que había desperdigado al patear el cesto. Desde allí le hablé a Altan.

    ¿Disculparme? Quería, pero era patético.

    ¿Qué se suponía que dijera, de todas formas? ¿"Perdón por ser esto"?

    —¿Estás bien?
     
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    Insane

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    <<Asteria, pasa que no soy de clase. Te lo digo por si no se notaba o algo.>>

    Sin darme cuenta terminé con los dedos sobre mis labios, como si acabara de recibir la noticia más grande de mi vida, abriendo levemente los ojos mientras trataba de disimular mi reacción. ¿No eres de clase? Noah lo era, entonces no habría problema, podremos equilibrar el grupo de conocidos sin causar daños colaterales, siempre y cuando no seamos amigos todo ha de estar bien.

    —No te preocupes Cayden —hablé parpadeando con parsimonia. No todos eran tan afortunados como yo, así que podía comprenderlo—. Te guío, vamos —me animé a continuar hablando, estirando mi mano hasta la muñeca que recién él había enterrado en su bolsillo para sujetarla entre mis dedos, caminando por las escaleras sin soltarlo.

    Podía perderse, y no quería realmente que se perdiera conmigo como guía, aquello no sería nada cordial.

    —¿Dormiste bien? Leí que se debe dormir de siete a ocho horas, de lo contrario no podremos rendir adecuadamente —miré el sol colarse entre el vidrio de las ventanas, era un color precioso, como mis hebras capilares, como sus ojos—. Oh, también leí sobre un postre de manzana. ¿Qué fruta te gusta? —continué sin frenar mi caminar, moviéndose mi cabello de aquí para allá con cada paso—. ¿Tu cabello lo heredaste de tu padre o de tu madre? Mi cabello es de mi madre, realmente mi padre dice que me parezco mucho a ella. Pero te confieso que no la recuerdo mucho, aun así, papá dice que era encantadora. ¿Parezco encantadora? Lo sé, lo sé. Sé que sí lo parezco, no es necesario que respondas a ello —ahí iba de nuevo, la soberbia colándose—. ¿Tienes hermanos? Cuando te envío fotografías no me sueles hablar mucho, así que asumo que si los tienes, pero además... ¿podrías prometer que me escribirás más? —frené al percatarme de que estaba hablando sin parar, apartando mi tacto de él mientras desviaba la mirada—, lo siento, no quiero agobiarte.

     
    Última edición: 25 Noviembre 2020
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    Zireael

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    ¿Preocuparme? Me preocupaba por un montón de cosas, pero lo cierto es que parecer o no de clase no me interesaba hasta que el asunto lo ameritaba, o bueno, me gustaba parecer mi propia clase que era no necesariamente a la que pertenecía Asteria.

    Por eso las jodidas sukajan, que venga, baratas no eran.

    Anticipé su movimiento, como todo buen ansioso, pero aún así no tuve mucho tiempo de retirada. La chica me sujetó la muñeca y yo arrugué los gestos por reflejo, tenso de repente. Si fuera un grosero como los que conocía seguro la habría apartado de un manotazo, pero no era ese tipo de persona.
    Había fallado en evitarla, ahora pues nada, me comía una mierda.

    Justo después de eso entró en modo ametralladora de nuevo, soltó un montón de cosas y tuve que hacer un esfuerzo mental bastante importante para atajar la mitad de sus palabras y poder retenerlas.

    —De ambos —respondí a lo del cabello. En realidad, de lo que sabía era una copia de carbón del hombre que no había visto más allá que en fotografías, y bueno era cierto, pero mamá también era pelirroja. La diferencia era que tan siquiera el viejo Dunn tenía algo de músculo, yo había salido bastante flacucho como mamá, para la gracia también había heredado del señor el carácter arisco, poco dado a la gente—. Y no tengo hermanos.

    Tampoco era que me interesara hablarle de mi familia a nadie, quiero decir, en el sentido de que no había secretismo alguno que me motivara no hablar al respecto así que solo le respondí. Obviamente no iba a soltarle "ah sí, mi padre es un mafioso irlandés que ni recuerdo" pero las cosas básicas y normales no se las ocultaba a nadie.

    Cuando me dejó ir solté un suspiro aliviado, y retrocedí un paso, tratando de recuperar algo de mi espacio vital.

    ¿Qué no me quería agobiar? Madre de Dios, pues qué mal camino estábamos tomando. Me tenía la neurona frita.
    Aún así la miré unos segundos, antes de posar la vista en cualquier punto que no fuese ella.

    Como Don Hell's Kitchen viera que le escribía a su hija podía darme por muerto.

    Pero joder, el big bro complex estaba en llamas y por defecto pues mejor iba cavando la tumba, porque lo mínimo que podía hacer por esa chiquilla tonta era al menos pensarme lo que me estaba pidiendo.

    —¿Qué esperas que te escriba? —La pregunta no fue brusca ni grosera, era estúpidamente genuina, sólo esperaba una suerte de guía para tan siquiera intentarlo.
     
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    Insane

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    <<Y no tengo hermanos.>>

    Le miré extrañada.

    —Oh, yo tampoco, soy hija única.

    Di un respingo al verlo retroceder un paso, jugando con mis dedos sobre la tela de la falda.

    —¿Te incomodé? ¿Prefieres caminar solo? ¿Me marcho? —estaba preocupada, quizá se me escapada entre los dedos el no ponerme algo tonta cuando no deseaba dejar morir una conversación, pero tampoco quería forzarlo a estar si no se sentía seguro, hablando casi sobre sus palabras que procesé luego de un rato en silencio.

    <<¿Qué esperas que te escriba?>>

    De nuevo, las mejillas calientes. Tomé aire, recordando lo que me decía mi padre en caso de sentirme nerviosa: Mirar un punto fijo, ¿qué punto fijo? oh, sus ojos, sí. Le miré a los ojos aún con los dedos sobre la tela de la falta, como si estuviese manteniendo un ritmo entre ellos pese a no existir ninguno en realidad.

    —Sobre lo que sueles hacer —enumeré en mi cabeza, buscando ordenar mis pensamientos que paseaban de aquí para allá a una velocidad irrisoriamente estúpida—, sobre si te gustan los animales, por ejemplo... compartir, ¿eso estaría bien? —llevé un mechón tras mi oreja, algo insegura sobre si acercarme o mantenerme quieta, optando por lo segundo—, digo, los conocidos hacen esas cosas.
     
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    Zireael

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    Suspiré con pesadez al ver el efecto que mi paso hacia atrás había tenido y me rasqué la nuca con cierto nerviosismo que parecía inherente en mi persona, la verdad.

    —Lo preferiría, sí, quiero decir lo de caminar solo —admití sin problema, porque vamos tampoco quería que lo repitiera y que mi reacción la hiciera sentir mal.

    Hizo contacto visual entonces y no sé ni de qué manera fui capaz de mantenerlo, porque sorpresa, también podía llegar a incomodarme pero total la chiquilla parecía no solo tonta, sino casi más nerviosa que yo, cosa que había visto por encima el día en su casa pero no tanto con los mensajes, porque bueno ya ella lo había dicho, no hacía mucha conversación. No era tampoco que la dejara en visto, claro, pero me movía casi a puros monosílabos o stickers si estaba de humor.

    ¿Sobre lo que solía hacer? Era un maldito carroñero de cuidado, vendía cuanta mierda me robaba y eso era lo que solía hacer casi cada noche, no mucho más. No tenía pasatiempos importantes, no cocinaba, no solía leer, tampoco hacía deporte, si acaso miraba películas de vez en cuando y ya.

    Animales, bueno en casa teníamos un par de gatos en casa supongo que eso valía, ¿o no? Podía enviarle fotos... o empezar por contarle eso alguna vez, no tenía idea. Mis mensajes de texto, de nuevo, se limitaban a los cochinos negocios que hacía y nada más.

    —Eh, supongo que puedo intentarlo. —Regresé la mano al bolsillo. La escudriñé con la vista unos segundos, ni sé bien por qué—. Asteria, ten cuidado. ¿sí? No sé qué clase de gente haya en esta escuela.

    En realidad me hacía una idea bastante acertada, si estaban Sonnen y Maze y encima estaba yo, allí aceptaban a todo Dios y podía haber un montón de jodidos hijos de puta como con los que negociaba, con los que ciertamente no quería que Asteria se metiera porque era tan ingenua que parecía humanamente imposible.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    El tiempo transcurría tortuosamente lento, o por lo menos desde su percepción. No parecía importar que ayer se hubiera dormido temprano, a medida que los minutos pasaban sus párpados se tornaban más y más pesados, influenciados tanto por la voz monocorde del docente como por el calor que no hacía más que aumentar. Terminó más de una vez echada sobre su pupitre, batallando por mantenerse despierta, recibiendo un regaño conciso del profesor que no demoraba en retomar el hilo de la clase. Y a pesar del aburrimiento y casi caer dormida varias veces, logró atender y anotar más cosas que en otras clase, sin ser consciente de que prestarle los apuntes a Satoko había influido en ello, en querer tener unos algo más decentes.

    También se distrajo por pensar en Kurosawa, y no terminaba de entender por qué ese día le preocupaba tanto, si todo pintaba igual que siempre. En verdad esperaba que ese tipo de cabello cenizo hubiera llegado a la escuela, más ahora que era probable que no almorzara con ella.

    El sonido que daba paso al receso la sobresaltó como de costumbre, a pesar de que no se encontrara durmiendo. Se arregló los cabellos rebeldes y guardó sin prisas todo lo que había utilizado en clases, colgándose al final el bolso, pues ahí tenía su almuerzo.

    —Uhmm... —intercaló la mirada asustadiza entre Satoko y Yule, para luego inspirar despacio y apaciguar un poco los nervios que no deseaba tener, sonriendo algo tensa al final—, ¿vamos? —logró soltar con suavidad y la característica voz baja.

    Esperó a que ambos estuvieran listos y los siguió al salón 1-2, respaldándose en la pared un poco antes de la puerta del lugar, no vio necesario entrar o asomarse cuando Satoko y Yule eran quienes tenían a sus amigas ahí dentro. Con una mano se aferró al asa de su bolso y con la otra desbloqueó su teléfono, buscando el contacto de Shiori.

    "¿Tienes con quién almorzar, Senpai? Yo quedé con Satoko y, si hay suerte, se sumarán otros dos"

    Tecleó con lentitud, no era muy hábil con una mano, y se quedó mirando un tiempo lo redactado con preocupación, indecisa. Suspiró y se decidió por enviarlo, guardando acto seguido el aparato en su bolsillo. Se abstuvo de preguntar por Usui.

    Tras eso posó la cabeza en el vidrio, observando el cielo iluminado que se veía tras la ventana de en frente, con una mirada casi nostálgica.

    Amane , Hygge y Yugen , aquí mi niña dispuesta a un almuerzo entre los más peques del lugar uwu.

    Y etiqueto a Hitori por el mensaje de texto que le envío a su niña (?)
     
    Última edición: 5 Diciembre 2020
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  16.  
    Hygge

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    La clase, al contrario que muchos, se me pasó más rápido de lo que hubiese deseado. Cuando la campana sonó y los alumnos comenzaron a levantarse de sus asientos sentí una pesadez enorme sobre los hombros, y una parte de mí tuvo la necesidad de hacerse invisible y quedarse allí hasta que las clases continuasen de nuevo. La sola idea de tener que socializar no ya con una persona, si no con... ¿cuatro?, me drenaba las energías antes siquiera de haber empezado el almuerzo.

    "Uhm... ¿vamos?"

    La vocecilla de Nagi atrajo mi atención al igual que la de Satoko, y tras dudar por un instante, procesando más de mil excusas en mi cabeza, me levanté de mi asiento y les brindé una suerte de sonrisa que me salió algo incómoda de por sí.

    —...Claro, vamos.

    Ya había aceptado de todas formas, ¿no? Podía dejar de ser un maldito ermitaño por un solo día. Seguro que a Rachel le hacía feliz verme acompañado de alguien más para variar.

    Las chicas y yo aguardamos en el pasillo, frente a la puerta del aula 1-2. Satoko parecía buscar a su amiga y yo me incliné ligeramente detrás de ella, tratando de disimular mi interés por distinguir la cabellera dorada de la primera fila. El corazón me dio un vuelco en el pecho al notar que Rachel reparaba en nosotros con una sonrisa, y retrocedí un paso metiendo las manos en los bolsillos, aguardando a que ambas saliesen de la clase.

    —¡Shirai-kun! —la dulce voz de Gardner no tardó en hacerse oír y le devolví el gesto con torpeza, a pesar de que la chica era mucho más efusiva que yo y esperaba cualquier otra cosa. La jovencita balanceó la cartera animada al reparar en la presencia de Satoko y de Nagi—. ¡Shichimiya-chan también! ¡Buenos días! ¿Quién es vuestra amiga?

    La vi observar a la castaña, sus ojillos brillando con curiosidad, y carraspeé algo incómodo antes de hacer las presentaciones.

    —Ah, ella es Watanabe Nagi. Watanabe-san, ella es...

    —Rachel Gardner —concluyó para mi sorpresa. Solía ser algo tímida con los nuevos, pero verse rodeada de personas conocidas parecía ayudarla a desenvolverse mejor. Amplió su sonrisa al volverse hacia la chica—. Encantada de conocerte, Watanabe-chan —intercambió miradas entre nosotros, algo confusa—. ¿Hay... algún club que me haya perdido o algo así?

    —...Sí, bueno, sobre eso... —miré entonces a Satoko en busca de ayuda, a la espera de que encontrase a su amiga y las pusiese al corriente de todo.

    No, definitivamente no era bueno para esto. Mucho menos cuando todas eran, bueno, chicas.

    Ayuda.
     
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  17.  
    Zireael

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    Bajé a las clases de primero sin prisa realmente, con la mente puesta en un montón de cosas, incluso en el hecho de que iba a almorzar con un grupo de chiquillos, de que los iba a engañar a todos de una u otra manera para no ceder a los planes del maldito mondadientes, pero joder sentía el asco en la boca del estómago.

    Al llegar al pasillo distinguí a Watanabe, también a Shichimiya, y luego al otro chico. ¿No era el hermano del albino con el que se juntaba Meyer-senpai? No sabía su nombre, pero al menos de cara lo ubicaba. No podía decir lo mismo de la rubia con ojos de fuego azul.

    —Hola —saludé con una sonrisa al grupillo sacándome el tono de voz normal de vete a saber dónde—. Espero no incomodar, Watanabe-chan me escribió y bueno, no tenía planes todavía entonces bajé.

    No me había presentado siquiera, pero ya que hubiera conseguido hablar era algo que debía considerarse un logro.

    no me dejen fuera de la fiesta (????)

    pobre Yule tho JAJAJAJ mi bebito ;-;
     
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  18.  
    Kaisa Morinachi

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    Tauro
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    Nagi Watanabe

    Con solo ver la lluvia soleada a través del cristal era capaz de escuchar las cigarras, ahí, en el jardín de Haruka cuando la visitaba junto a Natsumi. Conversando trivialidades, cosechando las pequeñas hileras de verduras del lugar, o jugando alguno de los varios juegos de mesa que parecía coleccionar la casa de los Hayashi. Momentos tan pacíficos y sumamente cálidos, como la mayoría de las veces que estaban juntas en cuanto sus lazos se estrecharon. Y tal vez por mantener esas estancias tan confortables inmutables, Natsumi se mantenía con una sonrisa que siempre asumieron que estaría ahí.

    Hasta que un día alguien decidió terminar de romperla, y ninguna de las dos se lo vio venir, porque no fueron capaz de ver ninguna señal que alertara aquello. Natsumi no había permitido verlas. Y al final, el asunto había terminado por agrietarlas a todas en distintas intensidades. Soltó un suspiro pesado, totalmente inmersa en sus pensamientos tras enviar el mensaje.

    Era incapaz de confundirlas, una siendo ese día despejado de verano, la otra una fogata que podía reconfortante hasta en la noche más fría posible. Cálidas, cada una a su manera. Y cada una con ese estado que nadie en su sano juicio desearía ver.

    Una helada repentina.
    Un incendio incontrolable.
    Sin saberlo peligraba de presenciar por primera vez el segundo.
    Dió un respingo al escuchar como Shirai mencionaba su apellido, a pesar de que el chico ni siquiera había gritado, sintiendo como el calor subía con fuerza a su rostro, sacándola por fin de la silenciosa seriedad que había adquirido por unos momentos. Se encorvó un poco sin ser consciente de ello, volteando a ver con cierta timidez a la chica que había llegado, tragó grueso.

    Cabellera rubia, unos pozos azules que hasta parecían brillar, como una laguna reflejando la luna. Desorientada logró identificar el apellido, repitiendolo de inmediato en su mente. Gardner-san, Nagi tan solo la observó en silencio, pasmada y con cierta tensión en sus facciones. El corazón de repente había acelerado demasiado.

    —U-un gusto también, Ga-gardner-san —tartamudeó más roja que un tomate, cerrando los ojos y haciendo una leve reverencia, justo en ese momento sintió el vibrar de su celular.

    A la par que intentaba escuchar la duda que no comprendió de la chica, sacó con movimientos torpes el aparato de su bolsillo, casi botándolo en el proceso. Lo desbloqueó y al leer la respuesta sintió como se le helaba todo el cuerpo, ¿Kurosawa iba a bajar? Pero... eso significaba que el chico lobo no había venido, ¿verdad?, ¿qué diablos iba hacer ahora? No le había pasado desapercibida la tensión de Yule en el salón por todo el asunto y no había tenido tiempo de consultarle a nadie, porque en realidad no se esperaba que Kurosawa esta vez almorzara con ella, aunque fuera lo más común en realidad.

    Soltó el aire de manera temblorosa, tronando sus dedos en claro gesto nervioso tras guardar el aparato, y volteó a ver a la chica solo por que antes había hecho una pregunta.

    —¿Clu-club? —cuestionó en respuesta, aún desorientada—. Yo solo voy al Club de cocina con Shichimiya-san —respondió sin siquiera saber si a eso se refería. Miró a Satoko por sobre el hombro de Rachel, sin moverse de su lugar, con una expresión que parecía de súplica.

    Volvió a tragar grueso, parecía que la chica aún intentaba dar con Inuoe.

    >>Pu-pues... —siguió con voz temblorosa, intercambiando miradas entre la rubia y Shirai con rapidez, para luego bajar la vista y juguetear con sus dedos—, que-queríamos invitarlos a... a ti y a Shirai a almorzar con nosotras y... otra chica más—. A medida que hablaba su voz disminuyó al punto de soltar un murmullo casi inaudible, mirada clavada en la cerámica del suelo.

    Y entonces el "hola" tras su espalda la sobresaltó por completo, erizándole la piel logrando sacarle una inhalación aguda, provocando que se irguiera como correspondía. Volteó a verla, casi como si de un fantasma se tratase, y cuando las brazas de su mirada intercambiaron energías con la caoba de la propia entornó los ojos, volteándose por completo, puños cerrados.

    Solo un momento le sostuvo la mirada, con el ceño fruncido con preocupación. Soltó todo el aire contenido en una especie de bufido al tiempo que bajaba la vista, se cruzó de brazos y volvió a respaldarse en la pared del salón. Se veía acomplejada, aunque con facilidad podía pasar por enojada, y en verdad no deseaba que desde tan temprano el plan del almuerzo se viniera abajo.

    —Hace tanto calor —se quejó con voz casi cantarina, despeinándose el flequillo, intentando darles a entender así que su actual actitud era debido a eso, y no a qué el plan del almuerzo estuviera empezando a sobrepasarla de a poco.
     
    Última edición: 6 Diciembre 2020
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    La verdad es que estaba bastante desorientada una vez salí del aula. En primer lugar... ¡Yule había hecho amigas! ¿Pero cómo? ¿Cuándo? Solo había que mirarlo, encogido sobre sí sin saber dónde posar la mirada, como un animalillo asustado. Pero, con todo, estaba haciendo el esfuerzo por socializar. Por eso estaba allí, ¿no? No se había negado a su presencia, y eso era un avance. Me hacía muy feliz, y también me recordaba de alguna forma a mí en los últimos días con Katrina y compañía.

    Estamos dando pasitos de gigante, ¿no es así, Yule?

    Ya era hora.


    Sonreí con cierta ternura cuando Nagi me hizo una tímida reverencia y agité mi mano, restándole importancia. No creía acostumbrarme nunca a las formalidades de los japoneses, pero esperaba que ellos sí se acostumbrasen a la efusividad que traían los extranjeros. Eran todos tan tiernos, y ni siquiera sabía si darles un abrazo o engancharme a sus brazos les agradaría o les daría un cortocircuito en su defecto.

    —¿Oh? ¿A almorzar? —cuestioné sin contener cierta emoción en mi voz, mirando a Yule por inercia. El chico se sonrojó y enterró aún más las manos en los bolsillos del gakuran, aparentemente nervioso—. Eso estaría genial, Watanabe-chan. ¿Y Shirai-kun ha aceptado también?

    —...Sí, bueno, algo así —murmuró apenas, aliviándome de alguna forma. Bueno, al menos quedaba descartada la remota posibilidad de que lo estuviesen amenazando a muerte.

    —Entonces contad con nosotros —aprobé, animada, y les dirigí una sonrisa al resto de presentes mientras aguardábamos por Satoko—. ¿Falta alguien más entonces...?

    Fue en ese momento en el que apareció la que creí que era la última persona del club del almuerzo improvisado. Me sorprendió ver que se trataba de una senpai, de orbes anaranjados y sonrisa suave. Me sentí algo pequeña en comparación y parte de mi seguridad se esfumó pero logré mantener la sonrisa como pude, algo más reducida sin embargo.

    —Ah... Claro, no hay problema, senpai —le aseguré, amable, buscando la confirmación en el resto de presentes. Me sorprendió ver que Yule había entornado ligeramente la mirada durante un breve instante, algo incómodo de repente. Yo no era tan lista como él, pero seguro que se debía a la presencia de una chica tan linda con nosotros. ¡Solo había que verla!

    —...Por mí está bien —agregó, escueto, desviando la mirada de nuevo.

    Una lástima no ser tan perceptiva como él. Habría comprendido quizás que había algo extraño con la senpai que se había acercado. Pero prefería vivir en la ignorancia.
     
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    Zireael

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    Aunque no me sorprendía del todo la reacción de Nagi a mi aparición, si que no esperaba que pareciera casi, ¿enojada? No, ¿avergonzada tal vez? No se di cuenta hasta ese momento tampoco de otra cosa bastante importante, la mierda con Tomoya le había arrebatado parte de su habilidad de ave lira, estaba allí podía montarse el teatro pero los engranajes... No estaban funcionando del todo. No podía emparejar su pulso con el ajeno y por rebote no podía leer a Watanabe como hubiese querido.

    Inhaló aire con algo de fuerza, tratando de aflojar los engranajes repentinamente oxidados. La queja de la castaña sobre el calor le arrancó una risa ligera, ni siquiera se había parado a pensarlo en realidad.

    La que respondió luego fue la rubia con ojos de fuego azul. Noté que había reducido algo de su sonrisa, pero al responderme fue amable y conseguí regresarle la sonrisa. El siguiente en intervenir fue el único representante masculino del grupo, fue algo escueto pero no por ello maleducado. Evitaba mirarme, eso sí, pero quería asumir que era su personalidad no por nada que hubiese podido ver a través del teatro que me estaba montando.

    —Gracias por dejarme acompañarlos~ —respondí junto a una sonrisa de ojos cerrados.

    Al menos el agradecimiento sí era genuino.
     
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