Pasillo (Primera planta)

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Verla sonreír hizo que se le iluminaran los ojos. Allí estaba, como un idiota de nuevo. ¿Iban a cocinarse ahora todos los días? Si ese era el caso, esperaba cocinar cosas de su agrado. Tendría que indagar algo más en ese sentido. ¿Y si tenía alguna alergia alimentaria? ¿Y si era intolerante a determinados alimentos?

    Joder.

    Se sentó sin más y desenvolvió el bento. Lo cierto es que desde el asunto de Hiradaira había sentido el estómago cerrado y no tenía realmente hambre. Pero en ese momento, al comprobar que todo estaba bien, que ella en particular parecía haberse calmado y recompuesto los pedazos fragmentados, se sentía como si no hubiera probado bocado en días.

    Era el alivio ¿no? Ya no sentía los nervios comprimiendo su estómago.

    Empezó a comer con esa evidente ansiedad, casi posesivo. Como un perro callejero al que le dan de comer y teme que vayan a quitárselo en algún momento de la boca. La comida casera de Kurosawa sabía a calor de hogar. A cariño genuino; era reconfortante como el fuego de la hoguera; era cálido y conciliador como un abrazo, como el atardecer en sus ojos de fogata. Podía sentir el amor que había puesto en la preparación de cada porción de comida en ese bento.

    Exhaló lentamente, casi con gratitud. Aliviado.

    —Eh, Shiori—terminó de masticar y tragar antes de seguir hablando porque al menos tenía esa decencia. La miró con cierta curiosidad en los ojos, interesado—. Estás en el club de cocina ¿no?

    Eran novios y realmente apenas sabían nada el uno del otro.

    ¿Encajaría él ahí, en el club? Probablemente ni de coña, pero buscar un tema de conversación nunca estaba de más. Quizás y de paso ayudase a calmar a la chiquilla de primero que había permanecido en silencio, como si temiese que le fuera a morder la mano de un momento a otro.
     
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    Lo observó de costado, era siempre igual, ¿no? Ambos hacían lo mismo con la comida que el otro preparaba, se la zampaban como si no hubieran probado bocado, como si temieran que alguien fuese a aparecer y arrebatárselas, y lo cierto es que le arrancarían la mano de cuajo a cualquiera que se atreviera a insinuar siquiera que debían compartirla.

    Ella sabía de sobra el cariño que implicaba cocinarle a otra persona, era uno de los gestos más genuinos que alguien podía permitirse. Implicaba esfuerzo, premeditación, planeación de principio a fin; era quizás en ese sentido similar a regalar una pintura o una manualidad, cosas hechas con las propias manos para otro, esperando que sea de su agrado, pero sobre todo que sea un recordatorio del inmenso cariño que se siente, de la disposición a cuidarlo, de velar por su bienestar.

    Sonrió apenas cuando lo escuchó exhalar, un suspiro de alivio.

    Debería empezar a preguntarle cuáles eran sus comidas favoritas, ¿no? Así podía dejar de improvisar, aunque tenía toda la pinta de que se podía comer cualquier tontería que le preparara.
    No pudo contener el impulso, incluso sabiendo que Nagi estaba allí con ellos, estiró la mano y le acarició el cabello con mimo antes de regresar la atención a la comida.

    —¿Hmh? —Bajó el bocado que estaba por llevarse a la boca y habló con cierto orgullo fingido en la voz—. Hiro, estás viendo a la presidenta del club~

    Soltó una risa floja justo después.

    —Pero sí, las galletas que te di el otro día las hicimos allí. Ah, Watanabe-chan también está y ayudó a hacerlas —añadió con voz suave—. Te habría guardado algo de ayer, pero al final cancelé la reunión porque estaba muy cansada.

    Se supone que la había cancelado para descansar pero al final eso era lo que menos había hecho, con la tontería de que él la había llevado a su casa.
     
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    Bruno TDF

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    Bergren Johansson

    Si alguien me decía que las clases de Gakkou no eran aburridas a más no poder, lo tomaría por mentiroso. La única razón por la que podría perdonar una posible ofensa como esta, sería si la persona en cuestión fuera una chica que me atrajera por algún u otro motivo, ahí me ahorraría cualquier comentario. Sea como sea, cerraba los ojos para perderme en la imagen de Satoko. Ella era un equilibrio difícil de hallar: dulzura, se sonrojaba fácil y, sobre todo, estaba buenísima, el sólo saber que había una personita así en la academia hizo que la clase fuera más pasable.

    Antes de despedirse, me había dicho que era de primer año. Si no me acordaba mal, Alisha me enseñó que las aulas de primer año se distribuían a lo largo de un pasillo del primer piso, así como las de segundo estaban en la segunda planta y la tercera, pues en la siguiente. Tanta importancia no le di en su momento, sólo me interesaban los besos, las caricias y el sexo salvaje que tuvimos momentos después. Pero esa información volvió a salir a la luz, como sacada de algún archivo perdido en el fondo de mi cabeza, por lo que me dirigí hacia el pasillo ese.

    Efectivamente, allí la divisé, a lo lejos, deslumbrante. Estaba hablando con otra chica, de cabellos verdes, piel muy suave y actitud extremadamente tímida. Me mordí ligeramente el dedo pulgar, seducido por la presencia de ambas. Pero tenía bien clarito mi objetivo de hoy, y probablemente el de toda la semana. Me acerqué a ambas, poniéndome a espaldas de Satoko.

    —Te encontré —dije con galantería, inclinándome ligeramente para que mi voz grave, que saboreaba su nombre, penetrara más en su oído. Me reí ligeramente cuando noté su respingo—. Perdón, Satoko, no eran mi intención asustarte, sólo estaba… saludando —entonces clavé mis ojos en la chica de los cabellos verdes, y le guiñé un ojo—. Un placer conocerte, mi nombre es Bergren —di un par de pasos, para colocarme de cara a ambas, tras lo cual me giré hacia Satoko. Le regalé la mejor de mis sonrisas, una con la que acostumbraba a derretir corazones—. No paré de pensar en ti durante las clases, me gustó mucho la forma en que nos conocimos. Por eso quería invitarte a almorzar… si es que no estás muy ocupada —alcé una mano hacia ella, señalándose con mis dedos índice y mayor— Si te digo la verdad, Bijesan y yo te extrañamos.

    Dicho esto, el lagarto rojo surgió desde la manga de mi chaqueta para ir a pararse sobre mis dedos, cerca de Satoko. Pareció saludarla con movimientos de su lengua de lagarto. Yo sabía bien que ella tenía ganas de acariciar el dragón.
     
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    Amane

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    Yo es que lo adoro, i'm so weak

    Satoko Shichimiya

    Mientras esperaba la respuesta de Yukie, una tercera presencia apareció repentinamente, provocándome un respingo al notar que lo hacía por mi espalda. Por suerte, pronto reconocí la voz del chico que había conocido aquella mañana y mi cuerpo rápidamente se relajó.

    Lo observé moverse con los ojos brillantes, con cierta emoción. ¡Había aceptado venir a verme! Qué ilusión~ Lo cierto es que sentí un sonrojo cuando dijo lo de haber estado pensando en mí pero pronto me olvidé de eso cuando vi al pequeño lagarto apareciendo de nuevo.

    No pude evitarlo, volví a prácticamente centrarme por completo en el animalillo, comenzando a acariciar su cabecita con mimo y una sonrisa enternecida en el rostro. ¡Es que era muy gracioso!

    Necesité unos segundos hasta que finalmente levanté el rostro de nuevo, aunque sin dejar de jugar con el lagarto, y asentí con la cabeza, sin perder la sonrisa.

    —Me encantaría, senpai~ Mira, ella es mi amiga, Yukie-chan, ¡podemos almorzar todos juntos! —me giré entonces hacia la nombrada con ilusión en los ojos—. Yukie-chan, mira que lagarto más mono~ Comamos todos juntos, ¿sí? ¿sí~?
     
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    Yugen

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    Estaba por responderle a Satoko cuando una nueva presencia se acercó por detrás de la joven. Yukie se tensó por puro instinto como un cervatillo ante la presencia de un lobo. Era el chico de la mañana, ese que había visto hablando con Shichimiya. Alto, de facciones armoniosas, con aquellos ojos rojos tintados de una chispa maliciosa.

    Le produjo un escalofrío y no precisamente de aquellos que Bergren buscaba provocar.

    Fue incapaz de mirarlo directamente por demasiado tiempo. Su rostro enrojeció por la vergüenza súbita y agachó rápidamente la cabeza. Incapaz de decir nada, presa de aquella extraña sensación, de frustración y enojo que había sentido en la mañana, apretó los labios. No le gustaba esa situación.

    Su voz grave y sedosa se deslizaba con la facilidad de una brisa de verano. No pudo esconder su desagrado, ni por mucho que tratara de ocultarlo. No era realmente buena disimulando sus emociones.

    —¿A-almorzar juntos? ¡¿Eh~?!—soltó rápidamente, asustada. No pudo detener el flujo de sus palabras que manaron de sus labios atropelladas, en un amago de chillido agudo. Enseguida se arrepintió de su exabrupto y volvió a agachar la cabeza. La acción tan repentina recordó a un conejito buscando refugio en su guarida.

    ¿Qué estaba haciendo?

    Dios.

    Era tan tonta.

    Se detuvo estática, tan tensa que podría partirse en dos y tan roja como un tomate maduro. Evitó mirarlos de forma directa, cohibida, contrariada, incluso su mirada vaciló cuando Satoko la miró con aquella ilusión casi infantil en los ojos. La vio por debajo del flequillo prolijo, tensa, incómoda—. H-hmm... Y-yo...

    ¿Cómo qué almorzar juntos? ¿Con... él? Ese no era el plan.

    Apretó inconscientemente sus dedos al asa del maletín. Odiaba esa clase de situaciones. Por lo general le costaba enormemente negarse, pero negarse a cualquier cosa que Satoko le pidiera era un intento inútil.

    Menos en momentos como esos, cuando parecía tan feliz. Tan entusiasmada. Cuando sus ojos brillaban como si contuviesen estrellas.

    No eres justa Satoko-chan.

    >>No paré de pensar en ti durante las clases, me gustó mucho la forma en que nos conocimos. Por eso quería invitarte a almorzar… si es que no estás muy ocupada<<

    Esas habían sido las palabras de él. Como si ella ni siquiera estuviese ahí.

    Había preparado onigiris para las dos. Se había quedado preparándolos toda la mañana. Su voz fue un murmullo bajo y titubeante y volvió a desviar la vista. Meció apenas el maletín.

    >>Q-quizás...
     
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    Bruno TDF

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    Bergren Johansson

    Bijesan cerraba los ojos ante el contacto de Satoko sobre su cabeza, no cabía duda de que la delicadeza con que la muchacha lo trataba le resultaba agradable y relajante. Yo los miraba con mi sonrisa en el rostro, mientras observaba con detenimiento su piel, su pelo y, sobre todo, el brillo en sus ojos. La chica ponía una cara de ilusión al ver al lagarto que me resultaba muy sexy.

    —El placer es mío, Yukie —respondí con una inclinación de cabeza cuando Satoko me presentó a su amiga.

    Aceptó mi invitación de comer juntos. Incluso le propuso a Yukie sumarse a nosotros, idea que me pareció muy alentadora y divertida: qué mejor que pasar esa hora compartiendo mesa con dos estudiantes tan lindas como ellas, tan suaves, tan esbeltas. De verdad que me hacía mucha ilusión… Pero distinto era el caso de la amiga de Satoko. Mientras ésta seguía acariciando a Bijesan, observé con una sonrisa la reacción de la chica de los cabellos verdes. Se comportaba como si hubiera habido una explosión muy cerca de nosotros, como si no supiera a dónde esconderse. Roja como una bella rosa de primavera. Yo no era ningún tonto, cachaba enseguida cuando una persona se sentía incómoda conmigo, pero es que Yukie también era bastante torpe para disimularlo. Aunque no entendía el por qué: era la primera vez que nos veíamos. Sin embargo, toda esa forma de ser le daba una belleza distintiva, única, y yo tenía una debilidad especial por las chicas tímidas. Pero más por Satoko, quien además era dulce como la miel y mimaba mucho a mi dragón. Al final, su respuesta fue un muy inseguro “Quizás”.

    —Venga, será divertido —alenté con suavidad— Soy nuevo en la Academia, empecé a venir ayer, no conozco a casi nadie. ¡Me hace mucha ilusión construir nuevos lazos desde un principio! Y más cuando ustedes dos parecen ser tan buenas y amables… Tengo mucha suerte, vaya que sí —les volví a guiñar un ojo, aunque Yukie seguramente no lo vio por su interés en el suelo— Además necesito que alguien juzgue lo que tengo acá guardado.

    Bijesan levantó la cabeza, alarmado, pero volvió a relajarse cuando vio que solamente me refería a una cajita que escondía en el interior de mi chaqueta, de cartón, envuelta en un pañuelo. Esto sin duda les gustaría…
     
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    Yugen

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    Cerró los ojos por reflejo cuando ella le revolvió el cabello y bufó al entreabrir uno de ellos, dorado como el sol intenso, como un niñito regañado. Se dejó hacer sin embargo. Por supuesto que se dejaría hacer.

    Siempre era tan cálido.

    Enarcó una ceja al escucharla mencionar con ese fingido tono orgulloso que era la presidenta del club de cocina. Teniendo en cuenta el carácter controlador y su determinación, no dudaba que tenía capacidad de liderazgo.

    Le gustaba ¿verdad?


    Tener el control.


    —¿Ah?—cuestionó y soltó una risa entre dientes, entre burlón y condescendiente. Dejó el bento sobre sus piernas y apoyando el puño en la mejilla la observó con los ojos entornados y una sonrisa casi socarrona. Era curioso, teniendo en cuenta que cada vez que ella pretendía tomar control con él lo terminaba perdiendo al poco tiempo y era él quien tenía que cederle nuevamente la correa. Y a él, al maldito cabrón que podía ser, le encantaba eso—. ¿En serio? Vaya. Kurobaka presi-chan~.

    Estaba de buen humor, no era algo que fuera a negar. No tenía motivos ni ganas de actuar como un jodido amargado en ese momento. No allí, en el pasillo, comiendo el bento que le había preparado Shiori. A pesar de todo lo sucedido con Hiradaira. Joder... estaba feliz. Esa muchacha rara le había cambiado la vida y le debía todo.

    Se irguió entonces y su semblante se endureció cuando cruzó una mirada con Watanabe. No era un gesto consciente, simplemente no podía actuar de la misma forma que lo hacía con Kurosawa. No tenía nada en contra de aquella niñita tímida... que no había pronunciado palabra desde que él llegó. Estaba molestando ¿acaso? Tampoco quería ser un maldito incordio. No era bueno tratando con la gente.

    Se pasó una mano por el revuelto flequillo y lo apartó de su frente con cierto hastío. Era un negado para ser sociable, un completo idiota. Pero no podía esperar aparecer cuando Shiori ya estaba acompañada, con su metro ochenta y su cara de oler mierda y caer bien sin más. Comprendía eso.

    Exhaló.

    >>Estaban buenas, Watanabe—comentó con su voz áspera y tomó un poco de arroz del bento con los palillos—. Las galletas del club.
     
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    Amane

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    Satoko Shichimiya

    Miré a Yukie con las cejas alzadas, sorprendida, pero finalmente acabé por dar un par de palmadas, emocionada, al oír que aceptaba. ¡Ah, que ilusión! ¿Se habrían ido ya Shirai-kun y Rachel? ¡Sería divertido si pudiésemos comer todos juntos, ¿no?!

    Mi atención, de todas formas, rápidamente se dirigió hacia la caja que el mayor sacó de su chaqueta. Me acerqué para observarla mejor, llevándome las manos tras la espalda, y girando la cabeza para verlo desde todos los puntos posibles.

    —¿Eh~? ¿Qué es eso~? ¿Tu almuerzo, senpai?

    La capacidad de todas mis niñas de ser tremendas pendejas (?)
     
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    Yugen

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    Su cuerpo se tensó aún más y apretó los labios al escuchar las palabras de Bergren. ¿Por qué le resultaba tan... inquietante de alguna manera? Parecía un chico extrovertido y alegre pero sentía que no podía relajarse a su alrededor, como si fuera un lobo aguardando el momento justo para cazar un conejo. Era la única que lo sentía ¿verdad? Esa sensación extraña, esa incomodidad y desagrado. Shichimiya era tan despreocupada, tan inocente.

    Miró a Satoko de reojo, ruborizada, evidentemente incómoda y la mención de la cajita de cartón le hizo dar un pequeño respingo
    . Se llevó la mano al pecho y la cerró en un puño prieto, tan asustada como curiosa. ¿Qué era... eso?
     
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    Luego de soltar la tontería había seguido comiendo, intentando bajarle la velocidad de forma consciente. Aún así sonreía cómo una chiquilla con cada bocado, absolutamente realizada con el hecho de que él le preparara el almuerzo. Como si le traía solo arroz, ella se lo iba a comer con la misma alegría.

    Se detuvo de repente y el color le subió al rostro al escuchar cómo le decía, con aquel tono burlón. ¿Ahora él iba a molestarla a ella?

    Infló las mejillas con fingida molestia y siguió comiendo como una niña enfurruñada.

    Además, ¿de verdad qué pasaba con eso de Kurobaka? ¡Si iba a decirle un apodo que no fuera el de Katrina! Podía buscarse otro, el que fuera.

    No era que quisiera ni nada, qué va. Bueno, quizás un poco, una parte de sí de repente era extrañamente débil a la idea de que Hiroki la llamara de alguna forma cariñosa, no como los apodos de Aika, no era eso de lo que hablaba.

    Era... Como ella diciéndole Hiro o cuando se le aflojaba la lengua y le decía cariño o cosas del estilo.

    Codicia.

    Como fuese tampoco iba a forzarlo, él no era así, y ya muchísimo significaba que, como el día anterior, la abrazara, la consolara y se abriera a ella o como en la mañana antes de la mierda de Hiradaira, la besara frente a todo el mundo, sin atadura alguna.

    Porque era su novia.

    Quizás no fue tan consciente de ello como en ese momento y de repente quiso rodar en el suelo, chillando como una jodida niña a la que le acaban de dar el regalo de Navidad por el que rogó todo el año.

    ¿Qué hacía pensando tanta mierda de la nada? Joder, ya estaba bien.

    Carraspeó de forma inconsciente, buscando poner en su lugar sus propios pensamientos, y sigo comiendo. No iba a interrumpir el intento del muchacho por mostrarle a Nagi que incluso si se aparecía con cara de culo, no significaba que fuese a morderla ni nada. Con todo en realidad Hiroki era bastante inofensivo, solo no sabía tratar con la gente ni tenía paciencia para intentarlo demasiado.

    Ahora que caía, había sentido vibrar el móvil una segunda vez pero evidentemente no era un mensaje de Usui, porque vaya, lo tenía al lado.
    Lo sacó sólo para darse cuenta de que era un texto de la reina de Roma, frunció el ceño ligeramente aunque relajó los gestos al continuar leyendo.

    ¿Qué un chico había hecho qué? ¿Iría en la clase de Hiroki?

    Con movimientos rápidos seleccionó el mensaje, le dio a la opción de reenviar y buscó el contacto de Altan, ajena a que le estaba enviado un mensaje al chico que le había tocado los cojones a Usui hace cosa de dos días y que había sido uno de los detonantes de todo. Bueno, ni que estuviera hablando con un traficante o algo.
    Altan era un pesado porque se aburría en exceso, pero seguía siendo su amigo.

    Añadió algo más al mensaje reenviado.

    Lo envía Akaisa.

    Estaba, por otro lado, el mensaje que le había enviado apenas salir de la clase, antes de siquiera dignarse a escribirle a Hiroki.
    Realmente solo quería hablar con Sonnen para disculparse con él y quizás... Quizás debía disculparse con el muchacho que tenía al lado también, pero no iba a hacerlo con Nagi allí. No quería que supiera lo que había pasado, al menos no todavía, sentía que si se lo contaba iba a terminar llorando de nuevo y ya había llorado mucho en un par de días.

    Retrocedió, buscó el mensaje reciente de Hiroki y tipeó de nuevo.

    Discúlpame por lo de la mañana. Yo... Lo siento, perdí la cabeza. Ya sabes por qué, no tengo que ponerte excusas ni nada.

    Enviar.

    Tampoco puedo prometer no reaccionar así de nuevo, pero prometo intentar controlar, no sé, mi recién descubierto mal carácter?

    Enviar.

    Te amo.

    Enviar.

    Sticker de gatito.

    Enviar.

    No, ese no.

    Enviar.

    Sticker de perrito.

    Enviar.

    Se regresó el objeto al bolsillo inmediatamente después, en silencio, dispuesta a terminarse el almuerzo.

    Que me clave un relleno bien sabroso dice

    Es para balancear la rage que ando escribiendo en un fic con la softness de esta niña (??)
     
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    Yugen

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    Intento de socializar: nulo.

    Watanabe no parecía tener intenciones de responder y Usui resopló con resignación llevándose otro poco de arroz a la boca. Bueno, lo había intentado. No podía negar que por lo menos había hecho eso. Si la niña no quería hablar no podía arrancarle las jodidas palabras de la boca.

    Seguía siendo un lobo. Y los lobos eran grandes y daban miedo.

    Se centró en la comida, en el cariño palpable que había puesto Shiori en su preparación y en el hambre que él mismo tenía. Sin embargo, mientras masticaba, por el rabillo del ojo pudo entrever el movimiento de Kurosawa y como se entretuvo unos segundos escribiendo en su móvil
    . Fue entonces cuando escuchó el propio vibrar en el bolsillo.

    —¿Ah?—murmuró.

    ¿Qué era eso tan importante y privado que no podía decir en frente de su amiga?

    Lo sacó y desbloqueó con movimientos rápidos, curioso. Había mil cosas que se le ocurrían pero ninguna tenía que ver con la cagada de Hiradaira.

    Una disculpa.

    Un te amo.

    Un sticker de un perrito.

    Se le escapó una risa por la nariz casi condescendiente antes de dejar el bento sobre sus piernas y echarle un brazo por los hombros, atrayéndola hacia sí. Era una tonta. Pero mierda, era adorable. Por su parte ese maldito asunto estaba cerrado. Le habló casi al oído. Pero no de forma directa porque era ese cabrón pero no tanto. Su voz tuvo ese tono ronco, áspero, ese que se asemejaban a un gruñido pero tenía la seriedad fraternal de un consejero.

    Solo para que ella lo escuchase.

    —Sabes que no tienes que disculparte conmigo, Shiori.

    Fue al cuervo al que casi le rajas el cuello.
     
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    Zireael

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    Casi se atraganta con el último bocado cuando lo sintió echarle el brazo encima de los hombros y atraerla hacia sí, realmente no esperaba ninguna reacción porque era algo que había hecho sin pensárselo demasiado, solo porque de repente le pareció correcto.
    Dejó la caja ahora vacía sobre la del almuerzo a medias que había cerrado antes.

    Estuvo por hacerlo a un lado de golpe cuando se dio cuenta de lo que estaba por hacer, pero no tuvo caso. Se había contenido, ciertamente, pero el cuerpo era siempre traidor. Atrajo las rodillas hacia su pecho, solo para pretender disimular el hecho de que había estado por presionar los muslos.
    Bufó por lo bajo y le respondió en el mismo tono, como si fuese una confidencia.

    —Iba a disculparme también con Al- —Se corrigió a sí misma de inmediato—. Con Sonnen-senpai, también con Izumi-san.

    Aika. Recordó de repente el llavero de Hachiko y giró el rostro casi con brusquedad hacia Hiroki.

    —¡Qué ahora tenemos llaveros iguales! —La mirada de atardecer había chispeado como el sol reflejado en un estanque, con una alegría tan genuina que casi podía ser abrumadora—. Si hasta es un akita como Ike~ Todo gracias a Izu-chan.

    Volvió a estirar las piernas, ahora que el escalofrío que el hecho de que Usui le hablara tan cerca del oído le provocó había desaparecido. Regresó la vista al frente, quieta bajo el brazo del muchacho.

    Cálido.

    —Ah, olvidé comentarlo hace días porque bueno... No supe cuándo decirlo. —Estaba hablando sin mirar a ninguno de los dos, solo en general, para que ambos la escucharan—. Voy a empezar a ir al club de esgrima, por si quieren ir a verme un día o algo. N-no es que interese.

    Tomó el mechón azul eléctrico de su cabello y jugó con él entre los dedos, como quien no quiere la cosa.
     
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    No lo pasó por alto.

    En lo absoluto.

    La forma en que Shiori reaccionó a su acercamiento, a aquel amago de susurro ronco tan cerca de su oído. En el fondo era un cabrón y disfrutaba como un maldito sádico ver el poder que ejercía sobre ella un acto tan simple como ese. Era meramente entretenido saber que le había puesto en las manos su propia correa y sin embargo el lobo podía doblegar al fuego indómito como si se tratase de la llama vacilante de una vela.

    En cualquier caso se apartó cuando tuvo su respuesta con una risa baja, entre dientes. Sonnen-senpai. Joder, el capullo le caía como la mierda pero le hizo bien saber que se disculparía con él.

    Izu-chan.

    Volvió a mirarla cuando ella lo hizo con sus ojos de atardeceder chispeantes de una emoción casi pueril. Se le escapó una risa por la nariz, condescendiente, y buscó en su bolsillo hasta sacar el llavero.

    Hachiko.

    Él mismo podía identificarse con él. Podía ser un lobo salvaje y agresivo pero también podía ser un cachorro fiel aguardando el regreso de su amo el tiempo que hiciera falta. Allí estaba, sin más. Porque ella se lo había pedido. La seguiría hasta el puto fin del mundo. Como hubiera hecho Hachiko con su amo.

    Regresó el llavero al bolsillo.

    También tendría que agradecerle a Izumi.

    Tomó nuevamente los palillos y se dispuso a terminar lo que quedaba del bento. Algo de arroz frito y carne. Se había relajado y ya no comía con la misma ansiedad y posesividad que antes, como un animal hambriento. Pero ese sentimiento cálido en su pecho no lo había abandonado un solo segundo.

    Y entonces la escuchó. Con aquel tono suave y tímido.

    El club de esgrima.

    —A mi me interesa—dijo de forma casi desinteresada y se llevó un poco de arroz a la boca. En ningún momento la miró pero el brazo sobre los hombros de ella la apretó contra sí inconscientemente—. Iré a verte.
     
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  14.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Había siempre algo casi reconfortante en verlo reír, así fuera una risa condescendiente, o una de verdad como cuando se le había carcajeado en la cara en la enfermería. Era asombrosamente cálido, como si por fin se permitiera poco a poco ser quien era realmente y no solo eso, era como si por fin se pudiera dar el gusto de actuar de acuerdo a la edad que tenía realmente.

    Le sonrió cuando lo vio sacar el llavero de nuevo y luego de que lo regresó a su bolsillo lo observó terminar de comer con el rabillo del ojo, como un vigía discreto.

    Dejó caer la cabeza sobre su hombro y las víboras oscuras lo bañaron, junto al relámpago azul.

    “A mí me interesa”.

    Esa sola sentencia le envió algo de sangre al rostro, tenue, sobre todo al sentir que la apretaba contra sí.

    “Iré a verte”.

    —Vale~ —Se enjuagó los ojos antes de enderezarse un poco, adormilada solo por el calor ajeno, y se estiró para dejarle un beso casto en la línea de la mandíbula—. Gracias por el almuerzo, estaba rico.


    i can't stop
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Se incorporó de la cama más o menos de un brinco, se acomodó un poco el uniforme y le sonrió a Alethea, jalándola de la muñeca con suavidad hasta el pasillo.

    —Bueno, bueno, veamos, no tengo su número ni la menor idea de dónde puede estar, ¡así que a buscar!

    Empezó a arrastrar a la chica por todo el pasillo, asomándose en cada puerta y, por si acaso, preguntándole a los estudiantes que se cruzara "por Suzumiya-senpai". Si es que a veces podía ser una confianzuda y todo. Pero bueno, igual no quería aburrir a su compañera detective así que más valía sacar conversación, ¿eh?

    —Así que, Chipe-chan —dijo, llevándola hacia las escaleras al no tener suerte en el primer piso—, tu primer día, ¿eh? ¿Por qué hoy, estabas enferma? Ah, también soy nueva, por cierto~ Y sí que me enfermé, al final acabé empezando tres días después.

    Amane démosle inicio a Las aventuras de Annita y Chipe-chan (????
     
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  16.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Alethea Ethans

    Me dejé guiar por la chica hacia el exterior de la enfermería y la observé con una ligera expresión de sorpresa. ¿No tenía su número ni sabía dónde podía estar? ¡Quizás ni siquiera seguía en la Academia! Más que enfadarme, sin embargo, acabé riendo ligeramente mientras la veía preguntando por la chica.

    Nunca había hecho algo sin ser planeado antes o sin saber hacia dónde ir, ¡parecía divertido!

    —Oh, ¿de verdad? Me alegra que estés mejor entonces —respondí, con expresión de genuino alivio, negando con la cabeza segundos después—. No, por suerte no estaba enferma. Mi amiga y yo tuvimos muchas cosas que preparar y, bueno, ha sido un poco difícil encontrar una escuela que nos aceptase teniendo en cuenta que quizás tengamos que faltar a menudo...

    Solté un suspiro tras explicar aquello pero rápidamente negué con la cabeza después, recuperando la alegría.

    >>Oye, ¿cómo es la chica que estamos buscando? Físicamente, digo. ¡Para saber en caso de que la vea!

    Por favor, las adoro ya (?
     
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  17.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Anna Hiradaira

    Despidió a Konoe y Balaam-senpai con la mano mientras las veía retirarse de la azotea. No era muy frecuente en ella ese tipo de paciencia, pero puede que el carácter sosegado de Suzumiya la ayudara a serlo. Algo así como la forma en que Jez la había ablandado apenas llegó a la Academia.

    Pero como no todo es color de rosas, esa calma la distrajo de sus obligaciones y, por alguna razón, recordó todo de repente.

    —¡Ah! —exclamó con los ojos bien abiertos, y se estampó una mano en la frente al ver la hora en su móvil—. Mierda, ¡me tengo que ir, Chipe-chan! ¡Trabajo!

    Se disculpó con la muchacha rápidamente y salió pitando por las escaleras. Como a mitad de camino se dio cuenta que tampoco tenía la mochila y mierda, mierda, mierda, ¿dónde podía haberla dejado? Entró a la enfermería como una tromba y se lanzó sobre la cama en la que había estado echada, encontrando el objeto en cuestión al otro lado, casi debajo del colchón. Suspiró aliviada, la agarró con una mano y salió al pasillo con la misma intensidad de hoy.

    Mierda, se había agitado un poco ¡pero no podía detenerse! Bueno, quizá bajar un poco la pata. Lo último que necesitaba era un ataque en ese momento.

    Yugen im so ready
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Menuda mierda de academia.

    Apenas llevaba unos días transferido y ya había llegado a la conclusión de que sus días ahí serían un puto infierno. Ni siquiera había podido hablar con Hiroki. Era ese, a fin de cuentas, la principal razón por la que estaba allí.



    Encontrar al lobito de Shibuya.

    No respondía llamadas ni mensajes. Había dejado Shibuya sin despedirse de ellos, sin avisar. Ni siquiera se había despedido del alfa de la manada. Había desaparecido sin dejar rastro, el muy cabrón. Tomoya se había pasado el resto del día las clases por las bolas, rondando la academia como un animal hambriento reconociendo el territorio. Sacó el móvil del bolsillo del pantalón y le echó un vistazo rápido. Una sonrisa de hiena se le dibujó en los labios.

    Y ya tenía el número de tres.

    Las tías eran tan fáciles.

    Como la puta adicta a la heroína de su madre.

    La luz anaranjada que se colaba por las ventanas del pasillo arrancó un brillo peligroso de sus ojos cuando alzó la cabeza de la pantalla y la vio.

    Allí, frente las escaleras.

    Menuda. Con el cabello negro teñido de rosa. Con aquella silueta delicada de muñequita de la calle. Y tan sola.

    Se lo habían dicho, claro. Los lobos tenían ojos y oídos en todas partes.

    Que la perra de Kakeru asistía al Sakura.

    Debía ser obra del destino verla allí, justo en ese momento, cuando llevaba tanto tiempo deseando clavarle los dientes en la yugular.

    Devorar. Romper. Rasgar. Hasta no dejar ni los huesos.

    Hideki Tomoya era por demás una bestia inmisericorde. Como las hienas jugaba con sus presas, persiguiéndolas, desgarrándolas y devorándolas cuando aún estaban vivas.

    Así la sangre era más fresca y caliente.

    —Vaya, vaya~—su voz era suave, claramente burlona. Nada en aquel chaval enclenque parecía una amaneza. Algo en su voz, sin embargo, sonaba como un gruñido famélico—. Dichosos los ojos.

    Sin quitarle la mirada de encima guardó el móvil en el bolsillo junto a sus manos y se le acercó casi despreocupadamente. Todo en él estaba siniestramente calculado, medido. Era alto, ligeramente encorvado. Su sombra en la pared, por un momento, recordó a la silueta de una hiena. Como si emitiera sus espeluznante chillidos asimilados a risas humanas a medida que se acercaba a ella.

    Se detuvo frente a Anna y le dirigió una sonrisa de ojos cerrados. Su gesto falsamente calmado recordaba a las expresiones amables de Kohaku. Pero era un mero teatro, puro cuento. No había una ínfima parte de amabilidad en el alma corrupta de la hiena negra.

    Ni la más mínima.

    Sin preguntar acercó la mano al cabello de Hiradaira y lo acarició con parsimonia, como quien toca a un cachorrillo indefenso dejándolo deslizarse por sus dedos como obsidiana líquida.

    Pero que bonita.

    Ah, pero que descortesía la mía—soltó una risa por la nariz y se agachó hasta estar a su altura—. ¿Te acuerdas de mí? Soy Tomo-chan. Hideki Tomoya. Es un placer volver a verte... Anna-chan.

    Se había abierto la veda de caza.


    Bueno nenas, fin del capi cinco.

    Shishi, podrás reaccionar a todo esto cuando sea el próximo día, que aún vas a tener mucho que lidiar con este capullo (?)

    Vuestras impresiones y demás podéis dejarlas en el tema off-rol. Abriré el día seis la próxima semana aunque seguro lo hago antes, pero oh well xD
     
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  19.  
    Insane

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    El ser sujetada la tomó por sorpresa, al ni siquiera conocerla en realidad, al menos, no había solicitado el permiso para saber sobre sus rasgos físicos, y tampoco se sentía con el atrevimiento de realizar preguntas referente a ello, dibujándola en su cabeza como un cuerpo blanco que hacía amena su estadía dentro del instituto, como Suzumiya, como Gotho, y ahora, Suiren. Se dejó llevar, procurando esperar a que la señorita Middel terminara de hablar.

    —Mi fin de semana —elevó el mentón como si comenzara a recordar lo que había hecho en aquellos días libres—, mi hermano acabó de trasladarse de Rusia, así que estuvimos con mi madre, cociné, pinté, llamé a Natsu —si no tuviese la venda, si aún conservara el azul celeste en sus pupilas, Bleke hubiese podido notar el brillo que relucía con cada palabra que daba—. Middel-san , ¿tú hiciste algo divertido este fin de semana?

    Quizá, más adelante... podría invitarla a casa.

    Su madre definitivamente estaría muy contenta con ello.
     
    Última edición: 28 Octubre 2020
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    Gigi Blanche

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    Se condujeron por las escaleras con suma calma, Bleke de por sí tendía a caminar a paso lento y andar del brazo con Violet le parecía razón más que suficiente para tomarse todo el tiempo del mundo.

    —Oh, ¿tu hermano? ¿Es, de casualidad, el muchacho que estaba recién contigo? Es que se parecen mucho. —Sonrió y volvió la vista al frente—. ¿Tus ojos son como los suyos, Balaam-senpai?

    ¿Por qué llevaba esa venda, de todos modos? ¿Habría tenido un accidente reciente? ¿Su ceguera llevaría tan poco tiempo ahí? Vaya, se le dificultaba imaginar lo que debía significar verse forzado a adaptarse ante semejante cambio. La pérdida de un sentido.

    Asintió, haciéndose una imagen mental de las cosas que Violet le contaba. Hornear, pintar, estar con tu familia, llamar a un amigo. Qué cosa curiosa, ¿no? Era una lista tan mundana y ella no podría tildar ni un solo ítem.

    —¿Te gusta hornear y pintar? —inquirió, aligerando su tono de voz, y le dio un apretón suave a su brazo—. ¿Algún día traerás galletas? Me gustaría probarlas.

    Máscaras.

    Tan sencillo.

    —¿Divertido? Hmm, la verdad que no. Estuve estudiando y, bueno, básicamente me quedé en casa. No soy de salir mucho. Pero estuvo tranquilo.

    Siempre, todo era tranquilo. Era la calma de las profundidades del océano, oscuras y densas, donde se te embotan los sentidos y podrías yacer eternamente sobre el lecho marítimo sin percatarte del paso del tiempo.

    Eso era una casa Middel.
     
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