Pasillo (Primera planta)

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Miró con atención como Kurosawa se zampaba las galleta, ¿siempre comía así de rápido? No, claro que no. Kurosawa había comido más de una vez galletas en su casa, las preparadas por su madre, que según Nagi eran deliciosas; nunca comió de manera tan acelerada, su calma se transmitía en sus acciones. Infló el pecho al inhalar por la nariz, y lo dejó salir con suavidad por esta misma, para evitarse un suspiro.

    No pudo evitar sonreír ante la oferta de galletas a Kazuki.

    —Claro que le encantaría, más aún si son echas por ti. Ese niño te quiere bastante, ni idea por qué...— Se quedó un leve momento en silencio, observando el suelo. Kazuki era igual de animado con Kurosawa como lo fue alguna ves con Natsumi, aunque Nagi podía notar las no tan sutiles diferencias entre esas relaciones. Era mucho más recatado con Shiori, aunque no se notara.

    —¿Eh? —exclamo ante lo de no decirle nada a Honda, había que ver lo compleja que era. Otra leve sonrisita, haciendo el gesto de cremallera sobre sus labios—. No te preocupes, no diré nada. Tal vez con suerte y logro saludarla —comentó con calma, para luego dar una sonrisa nerviosa—, osea... aún me da algo de cosa dirigirme a ella, pero creo que... solo es cosa de tiempo —sonrió aún más, pues pensó que la rubia le daba algo de miedo, tal vez por el hecho de que "ladraba" demasiado, como un perro.

    —Oh —inhaló con sorpresa ante la última oferta, y una sonrisa exageradamente grande se le formó. Al percatarse de eso, volteó rápidamente a ver el pasillo, avergonzada de haber sonreído de tal manera. Por algún motivo, los nervios habían vuelto—. E-estaría encantada, si no te molesta, claro... Eh... —hablaba con cierta rapidez, jugueteando con sus dedos—. Tú... Tú puedes ir cuando quieras, Ku-kurosawa —disminuía el tono de su voz con cada palabra. En un momento se quedó en silencio, para luego voltear a ver a su senpai, con esa sonrisa nerviosa.

    >>Osea, paso más tiempo sola, ahora que Kazuki estudia en la tarde... Que me acompañaras de vez en cuando... En verdad me gustaría.
     
    Última edición: 21 Julio 2020
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    Tragó grueso, las galletas le habían secado la boca y no se había dado cuenta hasta que dejó de comer. No había punto intermedio, al parecer, el día anterior se había zampado un bento con la misma velocidad por razones completamente distintas.
    De alguna manera, estaba permitiéndose ser impulsiva, no es que fuera bueno como tal pero era diferente a su eterno autocontrol.

    Soltó una risa suave al escuchar lo de Kazuki, lo cierto es que ella también le tenía cariño al chiquillo. Era entretenido estar con él y seguirle el rollo, imaginaba que algo similar debió sentir Kaoru con ella cuando era pequeña.

    Tampoco pretendía forzar a Watanabe a acercarse a Honda, parecían ser los polos opuestos de una batería de todas formas, pero sabía que si empezaba a mejorar su relación con la rubia, Nagi se aflojaría un poco.
    La sonrisa que surgió después en la menor la desarmó completamente y arrojó su burbujeante ansiedad a algún lugar en el fondo de su mente, ayudando a acomodar sus emociones.

    Le empujó suavemente la frente con el dedo índice, riendo ligeramente.

    —No me molesta, por algo te lo estoy diciendo. —Regresó la mano hacia sí—. Cualquier día que quieras compañía en casa sabes que puedes escribirme y llegaré. Podemos hacer galletas o solo mirar una película, no sé, lo que quieras.
     
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  3.  
    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Cerró los ojos en cuanto Shiori le tocó la frente, y al escuchar la risa de su senpai volvió a sonreír, aunque con más suavidad. La observó alegre, escuchando las ideas que se le ocurrían. Su corazón también parecía haber agarrado vuelo, y no era incomodo como cuando se ponía nerviosa, más bien era algo vitalizante. Le daban ganas de reír.

    —¡Tan solo imagínate! —comentó alegre—, que llegue Kazuki a la tarde y se encuentre con una docena de galletas echas nada más, ni nada menos, que por su querida Onee-chan Shiori —finalizó con una leve carcajada—, sería de lo más divertido—. Después se calmó un poco, apaciguando sus energías.

    >>Bueno, tú solo dí un día que puedas venir. No es que yo tenga algo más que hacer aparte del Club de cocina, así que... ¿estoy libre, supongo? Puedes venir un fin de semana si lo deseas también —. Le dio una mordida a una de las galletas de Honda—. A mi madre le agradas, así que supongo que no habrá problemas. Oh, ¿quieres que almorcemos juntas hoy? —agregó, aprovechando el momento, pues le era más difícil al momento del recreo preguntarle de improviso.
     
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  4.  
    Zireael

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    Onee-chan Shiori.

    Algo en su corazón se sintió cálido, como cuando recibió las galletas de Honda, o le dio las suyas al trío de idiotas o le preparaba el almuerzo a sus padres. Cuidar de otros era eso, calidez, incluso si lo hacía porque tenía miedo de que las personas no pudiesen cuidar de sí mismas y porque no quería ver sus propias emociones.
    No lo sabía, pero era eso lo que la volvía similar a Jezebel Vólkov y quizás era el motivo por el que al final incluso las bestias más tozudas cedían a ella.

    —¿Almorzar juntas? —preguntó, como si de repente se le hubiese olvidado que tenía un día completo por delante—. ¡Claro!

    Respondió sin dudar siquiera y hasta después pensó en la cagada que acaba de pasar allá abajo, en los casilleros. No había remedio de por sí, ya le había dicho que la buscara cuando le diera la gana, con palabras menos bruscas, pero esa había sido la oración a fin de cuentas.

    Estaba por decirle a Watanabe que sería mejor que cada una fuese a su clase cuando escuchó el comunicado. Soltó un pesado suspiro, de todos los días, ¿por qué ese que había empezado con el pie izquierdo?
    Se pasó los dedos por el puente de la nariz y dirigió su mirada a la castaña.

    —Bueno, tenemos que ir, no queda de otra —dijo por fin—. Vamos a cambiarnos, Watanabe-chan.


    holi, postea tú en el patio frontal y me etiquetas, Morita ♥
    Edit: acabo de ver lo que te dijo Jen, así que asumo va a postear ella ya como si estuviéramos todos así que ignorame (??)
     
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  5.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Hiroki Usui

    La mano de Kurosawa. Cálida, firme, sosteniendo la suya como si fuese una cuestión de vida o muerte.

    Fue como si empujara de la correa que ataba el collar de cuero que tenía en el cuello.

    Como un perro.

    Un tirón brusco.

    —Kurosawa—soltó tomado por sorpresa incluso si había sido su idea, incluso si había sido él quien la había empujado al vacío. Esperaba una reacción positiva por su parte, el rubor casi agresivo de su rostro, pero no esa. Casi ansiosa y desesperada.

    Impetuosa como una llama viva.

    Casi podía escuchar su respiración agitada correr en el silencio como la de un conejo asustado.

    Ni siquiera miró hacia atrás cuando ella lo arrastró. ¿Para qué mierda iba a mirar a atrás? Todo lo que quería, su razón de estar allí, la tenía delante, cruzando la azotea como si el mundo fuera a acabarse de un momento a otro.

    Era como si hubiera activado algo o terminado de soltar las cadenas de la usualmente calmada Shiori. Quizás también tenía dos límites en su personalidad claramente diferenciados entre sí. O quizás su actitud atenta y cuidadora nacía de la necesidad, casi obsesiva, de control.

    Poder.

    Era una lucha constante.

    No era que quisiera irse y dejar atrás ese desastre. Había sido más ese impulso, ese calor ardiente en la piel que iniciaba la sola chispa. Volátil, imparable.

    El mismo que sentía él.

    La pieza que arrojaba por inercia todas las demás en un fatídico efecto dominó.

    Desde esa mañana en la enfermería algo se había desatado de forma brusca, liberado y aguardaba el momento justo en la oscuridad como una bestia hambrienta.

    El lobo.

    Quería devorarla.

    El fuego.

    Quería atrasarlo todo.

    Solo la luz platina y del alumbrado exterior que se colaba por las ventanas del pasillo fue testigo de la apresurada carrera de ambos hasta que bajaron las escaleras. Incluso después de la repentina aparición de Akaisa. Se detuvo el tiempo suficiente para verlas destellar por un momento. El brillo metálico que logró captar la atención de su ansiedad y la hizo revolverse dentro de sí como un animal.

    Las llaves.

    Las putas llaves de la enfermería.

    La muy cabrona de Akaisa lo sabía todo. Siempre estaba un paso por delante.

    Cuarta planta.

    Tercera.

    Segunda.

    Sujetó su mano y no la soltó en ningún momento como si hacerlo fuese a romper esa conexión extraña, casi repentina, ese impulso de valentía y coraje nacido de Dios sabría donde.

    Sabía perfectamente de dónde.

    Debería permitirse pensar con la cabeza sobre sus hombros... pero era francamente difícil.

    Primera.

    La enfermería. No podía ser otro puto sitio. Allí había empezado todo y allí acabaría. Cuando lo invitó a esa noche de fiesta y él aceptó ambos sellaron el pacto. Ni siquiera eran verdaderamente necesaria las palabras.

    Aquel era el summum de su extraña relación. Todas y cada una de sus interaciones había desembocado en eso. El bento, el pasillo con la lluvia, las galletas, los celos, el calor sobre aquellas sábanas.

    Había pensado contenerse. De verdad lo había pensado, estaba seguro de poder hacerlo hasta ese momento preciso. Pero cuando quedaron lejos del ojo de los demás, cuando la música de la azotea empezó a ser poco más que un murmullo ahogado resonando por los pasillos, la chispa volátil de imparable electricidad le estalló en el cuerpo de una sola vez.

    El lobo tenía hambre.

    Probablemente la pared del pasillo se sintió fría contra su espalda a través de la fina tela de la blusa. Esperó no ser muy brusco, esperó haber sido lo suficientemente cuidadoso para no empujarla, pero cuando su cuerpo se acercó al suyo y su boca impactó contra la de ella en un beso hambriento, ardiente, obligó a su cuerpo a retroceder y pegarse a la pared del pasillo.

    Se apretó.

    Mierda, si había extrañado esa boca.

    No esperó para profundizar el beso, desordenado y brusco, ni esperó para deslizar su lengua dentro de su boca. Caliente y húmeda. Como ella. No necesitaba ser un genio para notar en la ansiedad y casi desesperación de Shiori el mismo imperante deseo y excitación que él.

    No era un niño.

    No era nuevo.

    Sabía reconocer las señales.

    Suspiró de forma pesada al separarse. Un suspiro ronco, que le estremeció el pecho. Un suspiro de alivio que ni siquiera sabía haber estado conteniendo todo el día porque literalmente se estaba muriendo por eso. No se apartó de ella, tan siquiera un centímetro. Pero su boca cambió la dirección de sus besos.

    Nuevamente los labios. Un beso casi casto, un mero roce.

    La mejilla.

    La línea de la mandíbula.

    El cuello. A la luz tenue que se adentraba en el pasillo la piel nacarada de Kurosawa casi pareció resaltar con luz propia. Pudo sentir su pulso, desaforado. No mentiría si dijiese que su propio corazón buscaba escapar por la garganta.

    El lobo se estaba muriendo de hambre.

    No podía comparar a Kurosawa con nadie, daba igual las veces que hubiera hecho eso antes. No era lo mismo ni de lejos. Nunca. Le traía sin cuidado en aquellos momentos si Kurosawa había llegado hasta ese punto con el puto cuervo.

    Que le dieran a todo. Ahora era suya.

    Descendió las manos ávidas por los contornos de su cuerpo, la cintura, los muslos firmes, tensos bajo la falda. Quería tocarla por todas partes, no podía contener la ansiedad ni la libido desatada con la furia avasallante de un incendio forestal.

    —Joder Shiori.

    I'm so so so sorry Nagi, really I'm so sorry. Pero well, ya fue. Ya empezó esta locura.

    So Hitori-chan be nice with me que es la primera vez que roleo lemon o algo mínimamente parecido, ni idea de lo que salga de aquí (?)

    Pero jsjsjs *c mata*
     
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    Zireael

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    ¿Quién piensas que tiene el control?

    ¿Quién lo ha tenido todo este tiempo?

    Estirar.

    Estirar.

    Estirar.

    Hasta que se rompa.

    Allí estaba de nuevo, la figura del kitsune descubriendo los colmillos, con el fuego danzando a su alrededor como un juego de luces. Había manipulado las llamas por años, pero nunca había permitido que estas la consumieran también.

    Hasta ese puto momento.

    Lo había arrastrado como si no tuviera ninguna otra opción, como si el camino, antes bifurcado como la lengua de una serpiente, se hubiese fundido en uno solo. Había sido su puta culpa, ¿quién mierda lo mandaba a hablarle en el oído, después de lo de la mañana?
    No había tenido bastante, ¿verdad? Quería más, el jodido cachorro, y había intentado tensar su propia correa con tal de evitar presionarla, pero al final allí estaba.

    Y el problema era que ella también quería más.

    De todas las sensaciones de las que se había privado en la vida, definitivamente no esperaba que fuese esa la primera en arrasar con todo, pero podía ser, ¿no? Estaba bien. Katrina chasqueaba los dedos y consumía hasta la última cosa en pie, sin ceder ella misma a las llamas.
    ¿Algo debía aprender de Katrina Akaisa? ¿De la misma desquiciada que le había dado las putas llaves, sin disimular nada? Quizás.

    Para cuando se dio cuenta, fue él quien básicamente la arrastró y sabía perfectamente a dónde, tampoco era idiota, aunque podía jugar el papel perfectamente, como tantos otros.
    No le había permitido ni siquiera unos segundos para reaccionar cuando ya la había pegado a la pared, estampando la boca contra la suya, colándose dentro. Impaciente, brusco y quemaba como la mierda.

    Cuando se apretó contra ella se le escapó el primer suspiro traidor, el que delataba las ansias que había pretendido ignorar todo el día.
    Una corriente eléctrica le recorrió cada centímetro de piel y de no ser porque la detenía la pared y el cuerpo de Hiroki, probablemente se hubiese ido al suelo.

    Cuando él se separó estuvo por buscar sus labios de nuevo, hasta que repartió una nueva serie de besos. La mejilla, la mandíbula, el cuello.

    Otro suspiro.

    Fuego.

    Poder.

    Control.

    —Mierda. —La voz le salió como un sonido ahogado, directo de los pulmones.

    El cabrón le ponía una mano encima y ella se deshacía en cuestión de segundos, ni siquiera era normal.
    En cuanto sintió que recorría su cuerpo reaccionó de inmediato, cerró la mano en torno a su camiseta y lo atrajo aún más contra su cuerpo si es que era posible. En la mano contraria sintió el metal helado de la llave que le había entregado Katrina.
    Ansiosa, necesitada, con movimientos casi erráticos, unió sus labios de nuevo, sin molestarse tampoco en ser delicada o dulce, ni esperó ni pidió permiso para deslizarse en su boca de nuevo.

    Ardía.

    Ahora fue ella quien redireccionó sus labios; la mejilla, cerca del oído, la línea de la mandíbula, recorrió apenas una fracción de la piel de su cuello, dejando un reguero de besos húmedos.

    Y se detuvo. Respirando como un conejo arrinconado y es que, aunque no pretendiera ser el conejo, sí estaba arrinconada. Las palabras surgieron de sus labios sedosas como era usual, pero ligeramente roncas, opacadas por el deseo que le corría el cuerpo.

    —Dime qué quieres. —Otra orden, esta vez no era implícita, lo estaba exigiendo. Volvió a apretar la llave que conservaba en la mano y lo mismo hizo con su propio cuerpo, se presionó contra él.

    Loca de mierda.


    Bold of you to assume que yo sí he roleado algo así (?) pero bueno, seré gentil u///u *le suelta un zape a Shiori* que no se te vaya la olla, bitch
    Bueno, en realidad acabo de recordar ese momento en que a Jez perdió la cabeza en Fate, vaya (?) pero igual nunca pasó nada.

    Nagi I'm sorry x1000 jURO QUE SHIORI NO ESTABA MINTIENDO EN ESE MOMENTO
     
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  7.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Hiroki Usui

    Nunca había sido conocido por tener un gran autocontrol. Por eso se metía en peleas callejeras. Constantemente en líos desde los trece años. La línea de su paciencia era bastante ínfima por lo general.

    Aquella no fue la excepción.


    Coló sus manos bajo la blusa de ella deslizándolas por la piel ardiente. Quería arrancarle la ropa a mordiscos.

    Desgarrarla.

    Detalló las curvas sinuosas de sus caderas, su espalda baja, subiendo la blusa ligeramente en el proceso. No podía verla claramente en la penumbra del pasillo y lo detestó. Quería verla. Toda. Todas sus facetas, hasta el último rincón de su piel. Tenía la necesidad casi imperiosa de conocerla. No quería que le ocultase nada.

    No allí.

    No en ese momento.

    No a él.

    Podía tener todas las máscaras que quisiera e intercambiarlas entre sí para amoldarse a la situación como un puñetero kitsune, con cualquiera, menos con él. Quería ver a la verdadera Shiori Kurosawa. Esa que no era más que un conejo ansioso y asustado, tembloroso y enrojecido bajo su cuerpo.

    Esa que reaccionaba a su toque como si quisiera deshacerse.

    Soltó un suspiro pesado y todo el aire abandonó de golpe sus pulmones cuando ella lo besó. La boca. La mejilla. La línea de la mandíbula. Cerca de la oreja. El cuello. Trazaba un camino de fuego con su tacto, con sus labios, con su lengua, y sentía la piel arderle, quemarle donde fuese que ella lo tocaba incluso si era por solo un par de segundos.

    Pero eso hacía ¿verdad?

    Shiori.

    Marca.

    Lo tenía grabado a fuego en la piel.

    Se quitó los guantes sin dedos con los dientes y los arrojó al suelo. No podía pensar en nada más en aquellos momentos, en absolutamente nada que no fuera devorarla. Tuvo que hacer un esfuerzo prácticamente titánico para no quitarse también la chaqueta de cuero y los pantalones. Liberar al menos una parte de aquella presión, esa tensión casi asfixiante que lo estaba ahogando.

    Joder.

    Quería sentir piel contra piel. Él, que era pura electricidad volátil se estaba consumiendo en su fuego. Había saltado como un puto suicida sobre las llamas. Había accedido, había cedido, había sellado un pacto mutuo.

    Quería arder.

    "Lo que me haces hacer Kurosawa"

    Deslizó las manos ahora desnudas sobre su piel esa que quedaba al descubierto a medida que subía la blusa. Adoraba sentirla erizarse bajo el tacto de sus dedos. Puto cuerpo traidor. ¿Como pensaba pedirle contención cuando hacía esa clase de cosas?

    Hiroki.

    Gran chispa.

    Eran elementos impredecibles, caóticos. Chocaban con una virulencia animal.


    Hacia arriba. Más. Hasta que la yema de sus dedos rozó la suave tela de su sostén. No podía verla, no con claridad, pero notó las endurecidas protuberancias que se apretaban contra la tela. Buscando contacto, casi exigiéndolo a gritos. Incluso si sus palabras lo negaban la evidencia fehaciente de su cuerpo derrumbaría toda convicción deshonesta como un castillo de naipes.

    Tenía poder sobre ella.

    Lo sabía.

    Y le encantaba tenerlo.

    Deslizó el pulgar de forma casi tortuosa buscando arrancarle aquel gemido de los labios, ese que se moría por volver a oír. Ahuecó sus senos entre sus manos, los apretó.

    —¿Qué quiero?—repitió.

    Podría haber reído al escucharla, de verdad que sí, pero no se sentía como tal. No en ese momento. Incluso si la risa ronca e incrédula hubiese emergido de su garganta como un gruñido áspero. No era ninguna imbécil. Lo sabía de sobra. Solo lo estaba buscando desesperadamente. Era casi una necesidad.

    Poder.

    Control.

    "No preguntes cosas obvias Kurosawa".

    Su respiración sonó pesada cuando volvió a inclinarse, agitado, su voz ronca, opacada por la excitacion. Sobre ese puto punto débil del que iba a aprovecharse demasiado esa noche. Deseó sujetar el lóbulo entre sus dientes y tirar ligeramente de él.

    "Follarte"

    Su oído.

    Pero no. Ah, no.

    No se lo iba a dejar fácil. Ella tiraría de un lado de la cuerda y él lo haría en sentido opuesto, incluso si ella sostenía la correa que sujetaba el collar que llevaba al cuello. Era una lucha clara por poder. Algo en el lobo gruñía, satisfecho, al verla vulnerable, al escuchar sus suspiros, sus gemidos, esos sonidos que no le regalaba a nadie más. Algo en el lobo era altamente posesivo y dominante.

    La mañana en la enfermería lo había desatado.

    Un monstruo dormido.

    Ella se lo había dado todo. Lo había aceptado, lo había cuidado, le había dado hasta de comer. Le había abierto las putas puertas de par en par y ya no iba a contenerse.

    —Lo mismo que tú, Shiori.

    Shiori.

    Podía sentirlo ¿verdad? Y una mierda no iba a poder. Duro. Caliente. Se había apretado contra ella y su cuerpo ansioso había buscado acomodarse entre sus muslos incluso por encima de la ropa.

    Lo iba a matar.

    Estaba seguro de eso.
     
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    Zireael

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    Eran los dos extremos de una cuerda, ella lo sabía muy bien. Más bien, ella se había forzado a sí misma a estar en el extremo contrario.
    Hiroki no era precisamente paciente, si le preguntaban, le fallaba bastante el autocontrol. Mientras ella no había hecho nada más que encadenarse a sí misma a la ilusión de dominio de sus propias emociones. Si tenía que fingir que no había nada más allá de su eterno cuidado y calidez, iba a hacerlo. Eso la mantenía estable y además la dejaba colarse en las defensas de los demás y controlarlo todo de forma meticulosa.

    Pero él siempre le cambiaba todos los putos planes.

    Siempre.

    Y aún así siempre se iba de cabeza.


    Un suspiro ahogado le brotó de los labios en cuanto sintió sus manos hirviendo colarse bajo la blusa y se obligó a sí misma a guardar silencio cuando recorrió su piel con las manos desnudas. Sintió como si le hubiese arrancado el aire de los pulmones.

    No me tientes.

    No me obligues.

    Sawa.

    Pantano.

    Kuro.

    Negro.

    Puedo hundirte si me presionas lo suficiente.


    Y llegó. Llegó a una de tantas partes de su cuerpo que exigían su toque a gritos, que necesitaban siquiera algo de fricción y su cuerpo la traicionó por incontable vez en ese día cediendo a liberar el gemido que había buscado contener.
    Echó la cabeza hacia atrás, contra la pared, respirando como si hubiera estado por ahogarse y clavó su mirada oscurecida, de repente prácticamente roja, en él.

    “Lo mismo que tú, Shiori”.

    Fóllame.

    Atrévete.


    Rio, una risa ronca, casi ansiosa que incluso después se plantó en su rostro como una sonrisa altanera.
    Se apretó contra él aún más, si es que era posible. Suspiró con pesadez, lo sentía, por supuesto que lo hacía, y detonaba toda sus ansias, su prisa y sus impulsos más bajos.

    Había que ver lo que eran los instintos.

    Levantó la mano izquierda, esa donde sostenía la llave, y de nuevo la tenue luz que se filtraba le arrancó un destello. Podía dársela o abrir ella y ya estaba, pero no. Coló la mano bajo su propia ropa, guardando la llave en el sujetador, el metal frío le erizó la piel sensible de esa zona.

    Su mirada volvió a adquirir el aire felino de la mañana.

    —Vas a tener que tocarme un poco más si la quieres —ronroneó—, e incluso así, vas a tener que decírmelo.

    Pedírmelo.

    >>¿Qué es lo que quieres, Hiro?

    ¿Eso lo estaba haciendo una sola cerveza que había bebido en dos tractos? Ni de coña.

    Siempre había estado mal de la puta cabeza.


    yo: shiori don't
    shiori: you don't own me, bitch
     
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    Yugen

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    No. Se estaba prácticamente muriendo por hacerlo... pero no. El lobo respondía con un gruñido tosco y tozudo a su necesidad de poder y control.

    Soltó una risa ronca cuando la vio tomar la llave y esconderla en el sostén. Era una puta broma ¿verdad? Le iba a quitar esa mierda en menos de cinco segundos, incluso si tenía que hacerlo con los dientes. La besó nuevamente con más ansias que antes. Demandante, no esperó para deslizarse dentro. Estaba lleno de ansiedad. No la iba a morder si no se lo pedía pero morder no era lo único que podía hacer.

    En lo absoluto.

    El tacto de sus manos dejó de ser suficiente en poco tiempo. Ni siquiera iba a tocar su piel de forma directa si no se lo pedía, incluso si sentía que iba a perder la puta cabeza de un momento a otro si no. Pero ella estaba jugando, ella estaba provocándolo y tirando de la correa para que fuese un perro obediente. Quería que fuese un perro complaciente.

    Sumiso.

    Realmente no le daba la gana esa noche de ser sumiso.

    Era su dueña, no podía estar más claro. Pero iba a tener que ganárselo.

    Le llenó el cuello de besos húmedos, ardientes, hambrientos. Un clara muestra casi dominante, posesiva y animal.

    No la muerdas.

    No la marques.

    No si no te lo pide.

    Sería tan fácil, simplemente tan fácil colar las manos bajo la tela del sostén y sentirla directamente. Pero no. Ni de coña. No iba a ceder, no quería hacerlo. De modo que la besó. El delicado canal apretado que discurría entre sus senos, lo besó, y succionó la piel tierna y nacarada con velada ansiedad, respirando de forma pesada contra ella. Bajó las manos por sus caderas, sinuosas y acarició sus muslos de forma ansiosa, apretando la piel entre sus palmas con firmeza. Trazó con la punta de sus dedos un camino casi febril.

    Quería tocarla por todas partes.

    Más.

    El interior de sus muslos. Arriba, si acercaba tan solo un poco más la mano...

    Más.

    No mucho más.

    El también podía ser un cabrón cuando se lo proponía incluso si su cuerpo no era lo único que lo reclamaba a gritos. Era eso ¿verdad? Estaba locamente enamorado de Shiori Kurosawa. No supo en qué momento ocurrió o si había sido desde el primer segundo pero sinceramente no podía importarle menos.

    Se lo diría. Se lo diría mil veces si hacía falta.

    "Te amo, joder".

    Pero no ahora.

    Su boca continuó el camino de forma descendente hasta que fueron sus labios y no sus manos las que rozaron la molesta tela del sostén. Podía quitárselo. Deseaba hacerlo, desgarrarlo. Si lo hacía, las llaves de la enfermería caerían por inercia al suelo.

    La miró a los ojos y sonrió. Una sonrisa lobuna, de ojos brillantes oscurecidos por el deseo. Lo estaba disfrutando. Lo estaba disfrutando de una forma casi insana.

    Pero quería comérsela. Quería devorarla hasta no dejar nada de sí. Y deslizó la lengua de forma tortuosamente lenta sobre su pezón. Sus ojos, tan oscurecidos que parecían el atardecer de los suyos se clavaron en ella como un pozo insondable. Hasta la jodida boca le quemaba. Llevó sus manos a los glúteos, por debajo de la falda y la levantó usando la pared como apoyo, de forma repentina. Esperó que ella rodeara su cuello con sus brazos o que sus piernas se enredasen en torno a su cintura.

    Casi boqueó por aire. El contacto de su cuerpo ansioso y excitado le arrancó un jadeo ahogado de la garganta.

    Ardía. Ardía hasta el punto de resultar doloroso.

    Le daba igual. En la enfermería o en mitad del puto pasillo. No podía pensar con claridad. No podía pensar en general. No podía podía pensar en nada que no fuese ella.

    Joder Shiori.

    ¿Qué me haces?

    El sonido metálico impactó en el suelo.

    —Vaya.
     
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    Zireael

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    Más suspiros salieron sin permiso de su boca. No podía contenerlos, era la respuesta ansiosa de su cuerpo que ya no podía contener la excitación, el fuego que corría bajo su piel.

    No.

    No.
    No.


    Su lado racional, apenas funcional ya, impedía que cediera, no la dejaba transformarse en una criatura sumisa, incluso si eso le aseguraba que él iba a acabar con el fuego que le había comenzado a quemar todo el cuerpo.

    Control.

    Dominio.

    Posesividad.


    Sus manos se aferraron a la ropa ajena cuando sintió que redireccionó los besos a la sensible piel de sus senos y tragó grueso cuando recorrió sus muslos con las manos, apretando su piel con firmeza.

    Otra descarga eléctrica.

    Más.

    Su cuerpo se estremeció sin permiso de nadie cuando trazó aquel camino, como un circuito, y cuando recorrió el interior de sus muslos ya su respiración se había acelerado tanto que resultaba casi dolorosa.

    Por favor.

    La frase tuvo la fuerza de un pensamiento intrusivo, fue casi igual de violento, y apareció justo cuando él la miró, dedicándole aquella sonrisa que lo hizo ver como un genuino lobo hambriento.
    Sentía que ya el flequillo se le empezaba a pegar a la frente, perlada de sudor.

    Apretó el agarre en torno a la ropa ajena cuando la torturó de aquella forma, deslizando la lengua sobre el botón exageradamente sensible llegados a ese punto. El gemido que le brotó de la garganta fue casi un quejido de protesta.
    Cuando la levantó del suelo se enredó en su cuerpo como si la vida se le fuese en ello y dejó caer la frente sobre su hombro.

    Por favor.

    Y el sonido metálico contra el suelo no hizo más que avivar el calor que sentía allí, justo en medio de las piernas.

    Depredador.

    Presa.

    Ya el oxígeno no le llegaba al cerebro.


    De nuevo, un fragmento de la máscara cayó, a pesar de que era un trabajo casi perfecto, ya no había forma de que se sincronizara con las reacciones de su cuerpo.

    Al menos esa noche…

    había perdido.

    —Por favor —murmuró. Sonó totalmente derrotada, con la respiración colándose en sus palabras, vencida en el juego que ella misma había iniciado—. Levanta esa mierda del suelo. Ya no puedo más.
     
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    Zireael

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    Otra vez se tensó cuando lo sintió abrazarla a pesar de que se lo había pedido ella, pero fue cosa de segundos, antes de que cerrara los ojos, sintiendo el calor de sus brazos.

    Era reconfortante, tanto que daba sueño.

    "Debiste decírmelo Shiori".


    Pues claro que debió pero no le funcionaba muy bien la cabeza y es que ciertamente hasta ese momento le era casi indiferente la situación. No se había planteado antes nada al respecto, porque dentro de su perpetuo autocontrol las relaciones sexuales prácticamente no le iban ni le venían.
    No había pensado con quién lo haría, no había idealizado nada, ni pensado en lugares mejores. Por rebote, sólo había pasado con él porque... No tenía otra forma de ocurrir.

    Abrió los ojos cuando lo escuchó decir lo de la hora, topando con el móvil y la luz que le hizo arrugar los gestos.

    Dios, qué puto sueño.

    ¿Ah? ¿Acompañarla a casa?


    Sonrió con genuina ternura y lo siguió con la vista cuando se colocó la camiseta antes de salir.

    —Mierda —dijo mientras buscaba su propio móvil, sólo para verlo tirado en el suelo. Lo levantó y le marcó a Katrina.

    Presionó el aparato entre su hombro y su oreja, se acercó de nuevo a la camillas y ordenó las sábanas hechas un desastre.

    —Pero mira nada más quién regresó de entre los muertos —respondió la mayor al otro lado de la línea.

    —Yo diría que me uní a los muertos vivientes.

    —Joder, Kurosawa, si te ves igual a cómo suenas... —La escuchó detenerse, posiblemente para darle una calada al cigarrillo—. Bueno, parece ser que fuiste la que más provecho le sacó a esta noche maldita.

    —Katrina, tengo como media neurona funcional ahora mismo, ten piedad. —Se quejó a la vez que salía de la enfermería, cerrando con llave. Apoyó la espalda en la puerta cerrada y buscó con la mirada a Hiroki—. Te voy a devolver la llave ahora y me iré a casa, ¿de acuerdo? Estoy en el pasillo de abajo.

    No respondió, Akaisa colgó de inmediato y dejó la azotea. Debió bajar los escalones de dos en dos, porque en unos minutos ya estaba allí.

    —Dios Shiori —dijo al verla, conteniendo una risa y le extendió una lata de refresco que había tomado de arriba, antes de dirigirse a Hiroki—. La llevarás a casa, ¿no, Usui?

    ¿Y eso qué se supone que era? ¿Katrina velando por ella?
    Quiso preguntar qué había pasado arriba, pero incluso si le respondía no tenía energías para prestarle atención. Como fuese, asintió a la pregunta como si se la hubiese hecho a ella.
    Abrió la lata, dio un par de tragos largos y le regresó la llave a la mayor.

    —Gracias, Kat.

    Kat.

    La mayor se encogió de hombros y regresó sobre sus pasos a la azotea.

    —Nosotros también deberíamos ir moviendo el culo, si no nos van a pillar aquí como unos absolutos idiotas.

    Se despidió con movimiento de mano de ambos y volvió a desaparecer entre sombras.

    Shiori separó la espalda de la puerta entonces, para acercarse al muchacho y tomarlo de la mano. Le dedicó una de sus sonrisas de siempre, suaves y cálidas.

    —Listo entonces.

    No se lo había dicho, ¿cierto? Que también lo quería, que lo amaba. No tenía idea de cuándo iba a hacerlo tampoco.

    Apretó su mano apenas un poco.

    Pero esperaba que fuese obvio que lo hacía, incluso sin tener que decirlo.


    Relleno bien sabroso (???) Okno. Supongo que aquí termina el arco *sobs* I'm so soft, amo a estos pendejos.
    Puedes responderme o no babe, como tú veas uwu

    Me dormí a las 8 pm y aquí estoy chale *c muere*
     
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    Hygge

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    Era sorprendente, ¿no? Cómo una conversación fugaz podía cambiarte el humor de un simple chasquido. No fue consciente de ello hasta que pasó frente a las ventanas del salón, y su reflejo le devolvió una diminuta sonrisa, que casi parecía pasar desapercibida. Seguía muy nerviosa y avergonzada, sí, pero mucho más liviana de lo que se había sentido en la mañana.

    Estaba por dirigirse a su aula cuando reparó en aquella cabellera bicolor tan distintiva, encarando la máquina expendedora que recién habían añadido. Atraída por las luces y los dulces se acercó con cautela, pero aún con esas ambos se asustaron en el momento en el que Yule dio media vuelta.

    Ver su rostro enrojecer de esa forma le dio mucha ternura.

    —Disculpa, Shirai-kun —se excusó, con una pequeña inclinación, antes de asomarse para ver qué traía en sus manos—. ¿Acaso no traiste el almuerzo?

    —¿Qué? No, no es e... —se interrumpió al verla entrecerrar los ojos, derrotado—. Sí, sí es eso. Pero también quería probar la máquina, que conste.

    Rachel sonrió de vuelta, victoriosa.

    —Suena a un buen plan, ya me contarás si lo recomiendas —Fue su forma de despedirse, sabiendo que llegaría tarde, pero la voz del chico hizo que frenase sus pasos en el sitio. Lo vio dudar, repentinamente nervioso, en una lucha interna consigo mismo. Parpadeó, confusa—. ¿Q-Qué suced...?

    —Lo siento, ¿vale? —soltó, casi de mala gana, labio tembloroso. No fue capaz de mirarla. Solía ponerse nervioso con las chicas, pero no comprendía qué tenía Rachel que la volvía especialmente difícil de tratar. ¡Si no le hacía nada! ¿Qué demonios...?—. P-Por lo de ayer. Intentaste ayudarme y yo solo fui un... idiota.

    >>Pero deberías preocuparte más por ti misma, ¿sabes?

    Rach frunció ligeramente la nariz, molesta por el reproche. ¿Qué pasaba hoy que todos le reclamaban lo mismo? Sin embargo, suavizó su expresión al verle extender una moneda frente a ella.

    —¿Uh?

    —M-Me ha sobrado eso. Considéralo una disculpa, o lo que quieras, me da igual —intentó excusarse, y una vez tomó la moneda con duda comenzó a caminar lejos de allí, abochornado—. ¡Y-Ya estamos en paz!

    La rubia no supo bien cómo reaccionar. Lo vio perderse entre los alumnos, y observó la moneda en su mano sin saber muy bien qué hacer. Había sido un gesto muy lindo de su parte, pero ya había traído el almuerzo.

    ¿Quizás pudiese compartir un refresco con alguien más tarde?
     
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    Amane

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    No tardé en recibir la respuesta de Anna y una sonrisa alegre se dibujó en mis labios al verlo. El plan seguía en pie, menos mal. Además, parecía que efectivamente había pensado en la cafetería como sitio para almorzar así que aceleré el paso para alcanzar a Jezebel y todos los demás y así ir con ellos.

    Anna llegó junto a nosotros como un torbellino y una sonrisa llena de ternura me inundó cuando vi que repartía aquellos zumos entre todos los presentes. De verdad que era una chica atenta y amable.

    Dejé que agarrase mis manos y seguí sus movimientos aún con una sonrisa, dirigiendo la vista al chico que la acompañaba en cuanto me lo presentó. Asentí con la cabeza cuando lo escuché hablar.

    —Sí, viene de Emily, un placer.

    Sin embargo, antes de que pudiésemos seguir hablando, sentí como la chica liberaba el agarre de mis manos e intentaba sujetarse de la manga del uniforme del chico. Primero la miré con algo de sorpresa pero la preocupación no tardó en hacer extenderse por mi cuerpo y rostro, notando que claramente algo no estaba bien.

    >>Anna, ¿qué...?

    El chico se la llevó antes de que pudiese acabar mi frase y lo único que pude hacer fue soltar un "no pasa nada" en voz baja a su disculpa. Los vi alejarse con el ceño fruncido, anclada al suelo aun cuando tenía ganas de salir corriendo cómo lo había hecho Suzumiya-senpai.

    Asma.

    ¿Anna era asmática? ¿Quizás se había olvidado su inhalador? En la enfermería debían tener, ¿verdad? Además, el chico había sabido reaccionar con rapidez, cómo si supiese perfectamente lo que hacer, así que estaría bien.

    Iba a estar bien.

    Me giré para mirar a las personas que se habían quedado en la entrada de la cafetería, centrándome principalmente en Jezebel por ser la única que me inspiraba algo más de confianza de ahí.

    >>Iré a comprobar como está —dije, lo más calmada que pude—. Tranquilo, senpai, me quedaré fuera de la enfermería —aquello último lo dije con rapidez, dirigiéndome al chico—. Imagino que no es bueno agobiarla pero necesito saber que está bien. ¿Podéis buscar alguna mesa para cuando volvamos? Gracias, si me disculpáis.

    Y tras hacer una inclinación, me dirigí hacia las escaleras para subir al primer piso, llegando hasta la puerta de la enfermería. Asomé simplemente la cabeza para comprobar el panorama y me quedé a un lado, apoyada en la pared.

    Ah, Anna-chan, ¿de verdad era necesario esconderlo? Nos hubiésemos encargado de no dejarte correr así, tonta.

    Cuando avientas a la niña al desastre pero solo a medias (?)

    Gigi Blanche te etiqueto pues para que sepas donde está la niña por si lo necesitas saber (?
     
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    Zireael

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    Había dejado la clase apenas sonó la campana, evidentemente ansiosa. Ese maldito clima lluvioso que la mantenía encerrada en la academia sin poder salir a la azotea siempre le crispaba los nervios, porque significaba que no iba a poder fumar entre clases.
    Sus pasos la habían guiado automáticamente a la primera planta, camino a la sala de arte, allí donde había pasado cada día lluvioso desde que había entrado al Sakura, como si no tuviese más remedio.

    Sin embargo, esta vez su avance lo detuvo una cabellera azabache. Estaba allí, apoyada en la pared al lado de la puerta de la enfermería y adentro se escuchaba la presencia de varias personas.

    Vaya lugarcito habían elegido para congregarse, eh.

    Emi-chan~ —dijo mientras se acercaba a ella, se apoyó en la pared de la misma forma y así como había hecho Shiori apenas minutos atrás, rodeó su cintura con el brazo, atrayéndola hacia sí—. ¿Qué tal la resaca, preciosa?

    Lo segundo lo preguntó en voz baja, pretendiendo que nadie más fuese a escucharla. Si hubiera colado la mano bajo la ropa ajena como Kurosawa, Emily se habría dado cuenta de que, contrario al tacto cálido de su compañera de club, las manos de Katrina estaban frías, pero ciertamente no era momento.

    Todavía.

    ¿Dónde había quedado toda la culpa que había sentido la noche anterior?
     
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    Pude escuchar que el ambiente en la enfermería parecía animarse y lo cierto es que aquello me alivio bastante, sintiendo como mi cuerpo se relajaba también en respuesta.

    Un alivio que duró bastante poco.

    Sentí como un escalofrío me recorría la espalda al reconocer aquel tono de voz y, mierda, no debía ser sano sonrojarse tan violentamente tantas veces en un día. ¡Iba a tener que ir yo también a la enfermería a este paso!

    Tragué saliva con fuerza.

    —U-un poco mejor ahora... —respondí, en tono bajo, dirigiendo mi vista hacia algún punto del pasillo que no fuese la mayor—. P-pero aún un poco cansada, sí...

    Me llevé entonces un mechón de pelo detrás de la oreja, en un ademán tímido, intentando distraerme de la cercanía del cuerpo de Katrina. ¿Pero por qué era tan fácil ponerme así de nerviosa?

    >>¿Qué tal tú, s-senpai?
     
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    Ah, no perdía el encanto. Provocar a Emily era de lo más entretenido, siempre viendo esa reacciones, el color en su rostro, el temblor en su voz. Era un recordatorio del poder que tenía.
    Deslizó la mano acariciando el costado de su cuerpo, rozándola. ¿Quizás encontraba un botón mágico?

    —¿Yo? —preguntó casi en un ronroneo—. Estoy perfectamente, solo fastidiada por no poder salir a la azotea por esta maldita lluvia de mierda.

    Bueno, es que era como escuchar a un caminero hablando, ¿en serio era la heredera de los Akaisa?

    La apretó hacia sí, mirando con el rabillo del ojo hacia la puerta de la enfermería y en su rostro se formó una sonrisa altanera.

    >>¿Qué haces aquí, Emi-chan? —susurró—. ¿No querrás seguir los pasos de Kurobaka? Hay demasiada gente aquí y ahora están las cámaras. No sabía que te iban cosas tan raras~


    dios es que me descojono
     
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    Apreté los labios con fuerza cuando sentí el roce en el costado, notando como la piel se me erizaba con aquel pequeño contacto. Por suerte el uniforme permitía que solo se me notase en lo poco que quedaba expuesto en las piernas y Katrina no tenía porque notarlo... ¿verdad?

    Asentí con la cabeza, murmurando un "mhm" tras escucharla, algo distraída en realidad por intentar disimular aquellas reacciones tan vergonzosas. Ah, era lógico, ¿no? Katrina se movía por ese mundo así que debía estar acostumbrada a la resaca, aunque no había nada que pudiese hacer con el tiempo.

    Cuando entendí el significado de sus últimas palabras, sin embargo, sentí que todo mi cuerpo elevaba su temperatura de manera exponencial y, sinceramente, no hubiese descartado la opción de que me estuviese saliendo humillo de la cabeza.

    >>¡No, no, no! —prácticamente grité, pegando un salto que logró separarme algo de su cuerpo, moviendo las manos delante de mi rostro de forma enérgica—. ¡No me van esas cosas! Quiero decir, ¡yo no hago eso! ¡No así! ¡Ni de ninguna manera! O sea...

    Después de unos segundos de balbuceos, acabé por rendirme y dejé caer las manos como peso muerto, así como bajé el rostro completamente abochornada.

    >>S-solo estaba esperando a una amiga... —acabé por murmurar.

    El botón mágico lo tiene escondidito unu
     
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    De su pecho surgió una carcajada genuina, fresca como la que se había permitido la noche anterior en algún momento y liberó su agarre en torno al cuerpo de la chica. Podía haberse dejado comer por Wickham, pero no era más que una chiquilla a final de cuentas.
    Se apartó, permitiéndole espacio para normalizar sus reacciones si lo necesitaba.

    —Oh, vamos, Emi-chan~ solo estaba divirtiéndome un poco, no tienes que alterarte tanto —dijo entrelazando las manos tras la espalda—. No te me vayas a morir, cariño. Sería muy aburrido si no tuviese con quién entrenerme.

    Podía estar haciendo el imbécil, pero había agudizado el oído. Había dos voces masculinas, otras dos femeninas y una tercera, que era obviamente de Alisha pues había entrado hace poco.
    No pudo escuchar muy bien la conversación de los chicos, pero no importaba, pronto la voz de Suzumiya se hizo oír, era evidente que estaba reprendiendo a alguien. Al idiota que no pudo escuchar.

    Posó su mirada en la puerta al reconocer el apellido que pronunció Konoe y sonrió para sí con cierta sorna.

    Habría asomado la cabeza en la enfermería, solo para soplarle al imbécil que hablar de Vólkov y Sonnen frente a Suzumiya era el error más estúpido que pudo haber cometido, pero ya era bastante obvio de por sí.
    Ahora si el estúpido quería hacer su jugada, incluso si usaba un peón, tendría que buscar un hueco mucho más reducido por el que colarse. Además, también estaba la chiquilla de la coleta teñida, ¿no? Juraría haber escuchado su nombre.

    Qué cagada se había montado en dos segundos.

    Tendría que sortear ya no solo a Sonnen, sino a Konoe e incluso a Anna.


    El desastre que se gestaba en el Sakura cada vez se tornaba más y más divertido, sin dudas.

    —Bueno, Em. Parece que tu amiga ya va a salir.

    Hubiese podido retirarse pero no lo hizo, quería ver qué más ocurría.
     
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    Amane

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    Emily Hodges

    Agradecí que la chica me soltase en ese momento porque lo cierto es que me ayudó a calmarme bastante. P-por supuesto que sabía que era un b-broma... pero aun así...

    —L-lo siento...


    Comencé a juguetear con un mechón de pelo, aprovechando que Katrina había decidido mirar a través de la puerta, con un mohín. Solo era un entretenimiento para ella, ¿eh? No es que hubiese esperado otra cosa pero... ¿por qué a todo el mundo le entretenía ponerme nerviosa? ¡Jo~!

    Mis pensamientos, sin embargo, se vieron interrumpidos cuando escuché sus últimas palabras y rápidamente borré todo rastro de nervios de mi cuerpo para acercarme de nuevo a la puerta. Borré también la preocupación que había sentido inicialmente y lo único que mostré fue una sonrisa amable, esperando que las chicas apareciesen por la puerta.

    Tenía la sensación de que no le gustaría saber que nos había preocupado así que intentaría tranquilizarla lo mejor posible, con lo único que sabía hacer en esos casos: sonreír.

    Como no quiero asumir que saliste y tal pues ahí va uwu
     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Kobayashi

    En cuanto la sala se vio desprovista del docente, Masuyo sacó la caja de almuerzo de su bolso, la comida mezclaba frituras y verduras que desprendían buen aroma. Lo disfrutó con calma en su pupitre, procurando no ensuciar nada al poner una paño bajo el contenedor plástico, relajándose con el sonido de la lluvia. Guardó todas sus pertenencias en el bolso en cuanto terminó, saliendo del aula después.

    El corredor se veía bastante concurrido, con alumnos yendo de acá para allá, seguramente privados de sus lugares predilectos debido a la lluvia. Sus pasos se dirigieron al tablón de anuncios del lugar, había uno también en el pasillo de abajo, parecían estar en todos lados. Su vista viajó por los distintos folletos, en busca de algo que llamara su atención, deteniéndose en uno que exponía los distintos clubes disponibles. Jardinería y teatro, lectura y fotografía... tenían bastante variedad, pero no parecía haber nada relacionado a la natación, le sacó una mueca de decepción. Tendría que elegir otro club.

    A pesar de que el de cocina y basket le sonaban bastante agradables, el club de esgrima acaparó toda su atención. Nunca se le había presentado la oportunidad de participar en algo parecido, sonaba elegante y, desde su ignorancia, tenía pinta de que se ganaría menos moretones que en basket. No perdía nada por probar, si no le gustaba ya podría retirarse luego e intentar con otra cosa, ¿no?

    Shawn Amery, al parecer él presidiaba el Club, su nombre y el que le seguía no sonaban para nada japoneses, igual que otros que había notado en el resto de clubes. ¿Tendría que dirigirse a él para anotarse? No tenía idea ni de cómo lucía. Soltó un suspiro, sería una búsqueda larga.
     
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