Pasillo (Primera planta)

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    Su reclamo a lo del demonio de las frutas consiguió arrancarme una risa, no fue especialmente sonora ni nada, pero de que me hizo gracia, me hizo gracia. Uno podría cuestionar hasta dónde las decisiones de cualquier demonio ficticio eran buenas, pero esos eran detalles. Igual luego me contestó también lo de los imanes, volví a fingir que me lo pensaba muy seriamente y al final suspiré, resignado.

    —Pues sí, si nos enfrentamos a un escáner entonces sigue siendo mejor culpar a los duendes —argumenté con la misma seriedad, como si fuese una cosa de vida o muerte.

    Por otro lado, a la pobre Kashya le iban a picar las orejas, ¿no? Mi sorpresa hizo que Anna asintiera con los ojos bien abiertos, así que debía insistir en esto de que cualquiera diría que se había pegado la lotería viendo nuestras reacciones, la pobre chiquilla solo era seria que daba gusto y aquí estábamos nosotros, viendo el choque del puño como un milagro. Kashya chocara puñitos o no, Anna siguió al tema de la guitarra y tuve que tragarme la risa al ver que la criatura lo había entendido de otra manera.

    No tenía intenciones de pedirle clases de guitarra a Ishi, ya me había rendido con los instrumentos, pero me quedé esperando por si a ella se le oxigenaba la neurona. Sucedió con algo de retraso, pero apenas se dio cuenta una sonrisa ligeramente divertida me alcanzó los labios y la modulé con mucha fuerza de voluntad al ver que se quedaba atorada al decirme que también podía pedírselo a él.

    —El martes lo escuché tocar en el patio norte, también estaba cantando con Morgan —dije regresando la mirada al frente, aunque la sonrisa no se me quitó del rostro. Me ahorré la parte de por qué había terminado allí, de momento no importaba mucho—. Así que no te salvas, no.

    Ya cuando íbamos subiendo fue que soltó lo de Sasha, dijo que Mason había sido compañero suyo en el campamento y traté de recordar los nombres en los demás grupos, pero solo pude alcanzar algunos. En todo caso, asentí con la cabeza cuando ella preguntó lo de Shimizu, porque sabía que sonaba inverosímil, y luego presté la atención que requería el asunto.

    Suspiré de forma audible cuando dijo que estaba escondiéndose en la enfermería, que al parecer tenía problemas en el trabajo y no quería ver a alguien; la cosa era tan abstracta que no tenía sentido. Dijo dos días, ¿no? Estábamos viernes... jueves, miércoles, ¿Cayden sí habló con ella el martes? ¿Pero qué tenía una cosa que ver con la otra de todas formas?

    No me di cuenta que había relentizado un poco los pasos, como si de repente ya no pudiera pensar y andar al mismo tiempo, y asentí cuando la escuché mencionar lo de que quedarse solo no hacía bien. Pasara lo que pasara, lo cierto era que Arata no podía estar con ella y Mason no sabía nada, o no estaría sentado tan pancho en clase. Anna se lo había contado a Hodges y ahora me lo contaba a mí, preguntándome directamente qué pensaba, si debería dejarlo estar o no. Puede que ella misma ya tuviera la respuesta, porque de hecho había tenido que hacer un balance incluso más pesado al elegir darle el empujón a Jez en mi dirección.

    —Verás... El martes la directora mandó a Arata a casa, el imbécil tiene un desastre encima y llegó aquí apestando a alcohol, borracho todavía diría yo. No vino el miércoles, asumo que tampoco ayer y no tengo ni idea de si vendrá hoy, Cayden le habrá contado a Sasha. Mason casi nunca falta a clases, así que el escondite de ella... bueno, podemos decir que sí sirvió en cierta medida —comencé a decir luego de darle vueltas un rato al asunto y me rasqué la nuca un momento antes de buscar su mirada—. Todos somos igual de cabezones, ¿no es así? Y nos empeñamos como estúpidos en no dejarnos alcanzar, quizás porque el problema no tiene remedio inmediato, no tiene arreglo del todo o solo porque... porque somos idiotas asumo, da igual.

    Tomé aire antes de seguir hilando ideas, porque en sí no tenía suficientes datos para dar una respuesta demasiado fundamentada. Todo lo que tenía era mi propia estupidez y quizás allí estuviera la respuesta, porque justo recordé a Dunn diciendo sin una pizca de duda en la voz que Arata amaba a Sasha. No sabía mucho de Mason, pero podía aplicar igual, después de todo no parecía relacionarse mucho con nadie más al menos en nuestra clase.

    —Podemos negociar tu posible ejecución con más caramelos si fuese necesario —solté para balancear un poco el asunto que de repente sonaba pesado que te cagas—. Tal vez no sea bueno solo dejarlo así, no si se está escondiendo a conciencia y las personas que se preocupan por ella no saben nada. Nada bueno sale de eso, ¿cierto? Lo sabemos bien.
     
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    Gigi Blanche

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    Manson rechazó mi idea con un argumento bastante coherente y el comentario posterior junto al vistazo me arrancaron una risa ligera. Suponía que ella podía adelantarse mientras yo iba a la máquina, al menos para llevarle una botella de agua a la señora. Comenzaba a hacer calor y había venido hasta aquí, me parecía adecuado de nuestra parte procurar que, al menos, no tuviera sed. Además tendría que estar hablando y, no sabía ella, pero yo de estar en su lugar me pondría nervioso. Los nervios secaban la garganta.

    Aún así asentí. Nada quitaba que fuera a la máquina dos veces, ¿verdad?

    —Zumito de recompensa por un trabajo hecho, suena bien —acordé, con gracia.

    Íbamos bajando cuando confesó haber visto videos al prepararse para la entrevista, o al menos a mí me sonó a confesión. O en mi caso lo habría sido. La miré con las cejas alzadas, modulé la sorpresa y abrí el cuaderno que hasta ahora había llevado bajo el brazo, buscando la página correcta. Anna siempre se había reído de mi letra, decía que parecía de niño y que le causaba ternura. Era algo desprolija y muchas veces me quedaban las oraciones chuecas, pero era lo que había. Nunca había podido mejorarla.

    —Ayer anoté algunas cosas que se me ocurrieron, como... —Entrecerré apenas los ojos, por costumbre más que nada—. Qué la impulsó a dedicarse a la escritura, si se dedica a la ficción o escribe otro tipo de contenido, y si es ficción, qué géneros le atraen más. Pensé que también podíamos preguntarle como lectora. —Busqué mirarla—. No hay ningún escritor que primero no haya sido lector, ¿verdad? Probablemente eso se enlace a la primera pregunta, sobre sus motivos para escribir, pero se me ocurrió que podía ser una pregunta... ¿menos obvia?

    Bajé ligeramente el cuaderno y se me escapó una risa breve.

    —El plan B es preguntarle su color favorito —bromeé, y busqué sus ojos—. ¿Qué videos viste?
     
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    Zireael

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    Tenía que reconocer que andaba perdida en el espacio con el proyecto, no iba a saltar a defenderme a mí misma en lo absoluto, y solo me puse a rezar para que todos estuviéramos igual. No me gustaba ser tan irresponsable, pero tampoco me sentía del todo bien todavía y había postergado y postergado el asunto hasta que el viernes llegó, y lo postergué un día más.

    Cuando salí lo hice con intenciones de ir a pasar el receso en cualquier parte que no fuese el salón, pero afuera estaban Jez y Vero yendo hacia mi clase así que hice dos más dos. Debía admitir que una parte de la idea me atravesó el pecho de nervios, fue involuntario e ilógico, pero traté de modularlo y me puse a bromear para tratar de no pensar demasiado en ello. Eran ellas, ¿a qué se supone que le tenía miedo?

    Mientras bajábamos al segundo piso el cuerpo se me reguló gradualmente, me acoplé a los pasos de las chicas y recibí el abrazo que me dio Vero, cerrando los ojos un instante. En casa estaba Richard, adaptándose a la misma ansiedad que yo, mi hermanastro se había subido al bote desgraciado que significaba no poder regularnos a nosotros mismos y papá trataba de no empeorarlo todo, pero algo se había quebrado en su relación. La fractura tensaba todo el espacio y aquí, en la escuela, veía los huecos de las personas que había querido. Solo quedaba Jez, inamovible, la eterna y paciente Jez.

    Recordé la bendición de Vero del otro día un poco de repente, así que se la agradecí porque me había parecido algo muy dulce de su parte, aunque eso significó confusión para Jez que buscó saber a qué me refería. La muchacha explicó entonces la Bendición de Verito, ante la cual Jez la miró bastante atónita como si de repente le estuvieran explicando un ritual ancestral con el que trascender al mismísimo Nirvana.

    Dijo que nos haría una demostración, así que ambas nos dejamos hacer y seguimos sus movimientos cuando se inclinó para besar los dorsos de nuestras manos. Hubo algo de solemne en el asunto, pero también, así como el otro día, percibí en él muchísimo cariño. El afecto de esta muchacha era fácil de ganar, pero eso no le quitaba crédito, pues era transparente y fuerte, como la corriente de un río.

    Noté que cuando Vero dijo lo de los besos en la mejilla Jez sonrió con mucha dulzura, también pareció extrañamente aliviada pues la chica había seguido hablando sobre cómo era una forma de estar con nosotras, incluso a la distancia. La escuché respirar, fue un suspiro liviano, y antes de que pudiéramos continuar nuestro camino hacia el dojo Jez estiró la mano que Verónica había besado, la posó en su mejilla y se inclinó para dejarle un beso en la contraria. La trató con gran cariño, como siempre.

    —Ahora tú tienes una Bendición de Jez —dijo sin alzar mucho la voz, sonriendo al regresarle su espacio, y al seguir andando volvió a enredarse a su brazo—. Para que tu vida esté llena de luz y cariño.

    Escucharla me hizo reír por lo bajo, el gesto no cargó ni una pizca de burla, y retomé la marcha junto a ellas una vez más. Me alegraba que Jez hubiera conocido a esta chica, porque sabía que yo no era lo que se dice la mejor de sus amigas, Sonnen era complicado en sí y a veces Jez, en su intento por alcanzar a todos, también descuidaba un poco a los que creía que podían medio sostenerse por sí mismos. Verónica era la que no requería de su sostén, pero también la que aceptaba su cariño sin filtros de ninguna clase. Quizás no lo supiera, pero eso le brindaba paz.

    —¿Habrá también una Bendición de Laila? —tonteé al aire, junto a una risa—. ¿Se imaginan recibir tres bendiciones en un día?


    a sus órdenes, compadre

    hay que admitir que la bendición de Verito tiene justamente esas vibes JAJAJAJA ahora solo falta que alguien las vea, como Kato
     
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    Gigi Blanche

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    —Te digo que no están tan fríos como siempre —insistí, girando el sorbete sobre su eje dentro del zumito—. O al menos el mío, claro. A ver el tuyo.

    Estiré la mano hacia Mini Ishi, quien me facilitó su jugo sin darme demasiada pelota; él tenía la otra mano ocupada con mi móvil, el cual llevaba pegado a la oreja. Subimos desde planta baja a paso de tortuga y me adecué a su ritmo, hasta que avanzó brevemente por el pasillo de primero y se detuvo. Apoyé la espalda en la pared, le di un trago a la bebida y me quedé mordisqueando el plástico mientras los acordes de guitarra me alcanzaban con sutileza. El mío era de naranja y el suyo, un sabor nuevo que... Leí el cartón con el ceño apenas fruncido. Limonada con jengibre, o algo así.

    Bebí de ambos zumitos, intentando comparar sus temperaturas, y me convencí de que el suyo estaba más frío. Obviamente no era culpa de la pobre criatura, pero eso no me detendría de quejarme.

    —Siempre tienes suerte. —Mi tono sonó a berrinche y él sonrió, despegándose por fin el móvil de la oreja—. ¿Es porque eres niño de santuario? ¿Es porque no le rezo a los dioses? Dime cuál es el más generoso, así empiezo por ese.

    Intercambiamos, yo le regresé su jugo y él, mi celular.

    —Hay siete dioses de la fortuna, no te veo con tanta paciencia —anotó, divertido, y su sonrisa se suavizó—. Es muy bonita. Quiero decir, se siente bonita, al menos. No entendí una palabra pero no parece difícil.

    —Te la podría traducir... —sopesé en voz alta, mirando la pantalla, donde había quedado la canción en pausa.

    Las clases de guitarra habían ido bien, o algo así. Nos habíamos divertido, por lo menos, y sobre el final bajamos a comprar un zumito. En el camino le había comentado de una canción que había recordado, de cuando vivía en Argentina, y le pregunté si podríamos aprenderla. Kohaku asintió, tranquilo, y despegué la espalda de la pared.

    —¿Hiradaira-chan?

    Un hombre se había detenido junto a nosotros, no parecía un profesor y tampoco me sonaba de nada. Intenté modular el desconcierto para no ser muy grosera y noté que Ko miraba por encima de mi hombro. Asentí hacia el sujeto.

    —Ah, ya me parecía. —Rió, aliviado—. Tienes los mismos ojos de tu tío, parecen calcados. Qué increíble.

    Ah, Jun.

    —¿Conoces a mi tío? —inquirí, con una sonrisa liviana.

    —¿A ese rufián? Pues claro, es uno de mis mejores amigos. —Alzó ligeramente las cejas—. Ah, perdona, yo soy Takeuchi Teruaki. Te había visto en algunas fotos familiares y me sorprendió mucho encontrarte aquí. Eres hija de Ema, ¿verdad?

    —Un gusto, Teruaki-san. Y sí, soy hija de Ema.

    —Sí, sí, sí, se te nota. Ahora que lo pienso, qué parecidos son los Hiradaira entre sí, ¿eh? Como si los hubiesen pasado por fotocopiadora. —Volvió a reírse, despreocupado, y revisó la hora en su reloj—. Perdóname, debo irme y se me hace tarde. Me alegra haberte conocido por fin... ¿puedo llamarte Anna-chan?

    Como si pudiera decir que no.

    —Claro. Nos vemos, Teruaki-san.

    —Adiós, Anna-chan. —Mientras se alejaba agregó—: ¡Saluda a Jun de mi parte! ¡Dile que deje de trabajar un rato a ese porfiado!

    En el proceso le había sonreído a Kohaku y, como apareció, se fue. Había sido tan repentino que recién en su ausencia procesé la incomodidad que sentía. Arrugué el ceño, todo mi semblante se tensó y bufé con pesadez. Sentí los ojos de Mini Ishi encima, le correspondí el gesto y me forcé a relajar un poco las facciones.

    —Plot twist —bromeé, soltando el aire de golpe.

    —Un plot twist extraño —murmuró, lanzando un vistazo sobre mi hombro de nuevo—. Salió de allá, lo vi conversar con Shinomiya en la puerta.

    —¿De verdad? —Me giré, sorprendida.

    —De verdad.

    Ya no había nada ni nadie, claro. ¿Qué coño significaba todo esto? ¿Significaba algo, en primer lugar? Quizá sólo fuera un amigo de Jun, ¿no? Que estaba aquí por algún motivo, y por algún motivo conocía a Kou. Kohaku presionó el índice en mi entrecejo, forzándome a relajarlo, y me sonrió con calidez.

    —Se te va a seguir calentando el zumito —anotó.

    Solté una risa nasal, le di un buen trago al jugo y retomamos nuestro camino hacia arriba. No tenía sentido darle más vueltas... al menos no de momento.
     
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    Gigi Blanche

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    Ah, bueno, ¿quién era yo para negarme al pedido de una dama? Por coñazo que fuera. Me daba muchísima pereza tener que llevar esa caja a la sala de profesores, pero aún así esbocé una sonrisa encantadora y murmuré un muy caballeresco "cómo no~". Qué más daba, se suponía que sería un trámite rápido, ¿no?

    A mitad de mañana Sasha cortó la monotonía de las clases con una retirada algo abrupta. No escuché qué le dijo a la profesora, pero recogió sus cosas y se fue a tal velocidad que, bueno, parecía grave. Tampoco importaba demasiado. Una parte de mí sabía que era absurdo y hasta enfermizo seguir prestándole atención, pero esa parte era demasiado pequeña y nunca ganaba la pulseada. De todas formas para el receso ya lo había olvidado y más bien me pregunté por qué esa condenada caja llena de papeles estaba tan pesada. ¿O era por mis brazos delgaditos? ¿Debería empezar el gimnasio?

    Estaba saliendo del aula muy tranquilo y casi, casi choqué con otro muchacho que, curiosamente, también llevaba una caja. Mira, aquí faltaba un policía de tránsito o un par de semáforos, porque el cabrón me fulminó con la mirada como si hubiese sido yo quien venía con exceso de velocidad. El detalle, sin embargo, me divirtió en vez de molestarme, y como me gustaba tocar cojones sonreí en automático.

    —Morir por un choque de cajas no es precisamente mi plan ideal de martes —canturreé, liviano, y empecé a caminar hacia las escaleras—. Fíjate por dónde vas la próxima vez, boxy boy.

    Conforme recorría mi camino hasta la sala de profesores noté que el tío siempre venía detrás mío. Husmeé sobre mi hombro un par de veces, dramatizando la situación en exceso, hasta que en medio del pasillo de primero me giré hacia él y lo enfrenté.

    —¡¿Por qué me estás siguiendo?! —reclamé, alterado—. ¿De veras planeas matarme?

    —¿No se te ocurrió que vamos al mismo lugar? —respondió, serio y ácido como él solo.

    —Puede ser, pero ¡¿y si es todo una coartada para matarme?!

    —Las coartadas suelen funcionar precisamente al revés.

    —¡Una estrategia, entonces!

    —¿Con una caja de cartón? ¿De verdad?

    —Con una caja de cartón llena de papeles. Subestimas su poder, pueden ser muy letales.

    Suspiró, fue el suspiro con más hartazgo que alguien pudo dedicarme en su vida, y dio un paso al costado para esquivarme. Paso que neutralicé.

    —¡Alto ahí, vaquero! Necesito asegurarme de que mi vida no corre peligro.

    —¿Y cómo harás eso, exactamente?

    —Un mago nunca revela sus secretos.

    Lo dije con mucha seriedad y él reanudó su andar, pretendiendo ignorarme. Era inútil, de todos modos, pues tuvimos que entrar a la misma sala y, para su desgracia, también salimos al mismo tiempo. Me lanzó un vistazo furtivo, seguramente intentando determinar mis intenciones pero evitando darme más cuerda, sin saber que la cuerda me la daba yo solito.

    —Esas cajas estaban más pesadas de lo que aparentaban, ¿verdad? —comenté, caminando a su lado.

    Él se detuvo en seco y me clavó los ojos encima.

    —¿Qué crees que haces?

    Ladeé la cabeza, parpadeando.

    —¿Hmm? ¿No te lo dije ya? ¡Salvar mi vida, por supuesto!


    los dados cada vez más imposibles

    Amane acá están JAJAJA i tried my best
     
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    Amane

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    Oh, Dios... qué relajada se sentía una cuando finalmente terminaba una tarea tan importante como lo era el proyecto escolar. La entrevista con papá había salido bien, tal y como debía haber salido, y ya solo me quedaba transcribir a limpio la grabación aquella tarde, para dejarlo todo bien preparado y listo para entregar. ¡Así que estaba muy tranquila y contenta! Por otro lado, sentía que poco a poco volvía a sentirme cómoda pasando el tiempo con Kohaku, sensación que me había preocupado mucho no ser capaz de recuperar, sobre todo teniendo en cuenta todo el tiempo que compartíamos en el invernadero.

    Así que me encontraba bastante feliz y, como tal, me sentía con ganas de pasar aquel receso con alguien más. La misión iba a ser un poco complicada de cumplir, eso sí, porque resultaba que Anna estaba ocupada aquel día y Kashya... bueno, en la biblioteca, como siempre. Sin embargo, mis creencias acabaron siendo erróneas, pues mientras bajaba las escaleras me di cuenta, por el rabillo del ojo y de puro milagro, que Joey estaba en el pasillo de primero. ¡Eso era perfecto! Todavía me daba un poco de vergüenza después de nuestro último encuentro, pero no podía negar que el chico me caía bien y, ni idea, quizás alguien tan animado como él era justamente la compañía que necesitaba.

    Me acerqué a su posición con paso relativamente decidido y una sonrisa en los labios, más que preparada para llamar su atención una vez estuviera lo suficientemente cerca. La cuestión fue que una vez eso pasó, me percaté de que el chico no estaba solo, y un escalofrío me recorrió la espalda al reconocer que su acompañante no era otro más que Haru. Para mi desgracia, todo aquello sucedió cuando ya no tenía escapatoria, por lo que no me quedó más que renovar la sonrisa y actuar como si nada pasara. No era algo que se me diera del todo mal, vaya...

    —¡Senpais, buenas tardes! —les saludé, haciendo una reverencia rápida al alcanzarlos—. Perdón por la interrupción... lo que pasa es que estaba bajando y me ha llamado mucho la atención veros juntos. ¿Sois amigos? ¡No tenía ni idea!

    ya me estoy partiendo de risa, los amo uwu
     
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    Gigi Blanche

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    Esto tenía que ser el equivalente a tener diez mosquitos sobrevolando tu oreja a las tres de la madrugada. Si el recadito del profesor no había bastado para tocarme los cojones, ahora estaba oficialmente condecorado. Para colmo, este imbécil no parecía fácil de tratar. Fácil de quitarse de encima, quería decir. Había gente que existía con el único propósito de joder a los demás y a mí no me entraba en la cabeza cómo se podía ser tan insoportable, pero hete aquí. Había sido bastante claro en lo poco que me entusiasmaba su presencia, ¿no?

    Aún así, era tan descarado que me forzaba a oscilar entre la molestia y la incredulidad. Estaba por responderle cuando noté de soslayo que alguien más se sumaba a la fiesta, y al girar el rostro por completo la recordé como una amiga de Kohaku y Hiradaira. ¿Amigos? Mi ceño se arrugó aún más y el payaso de aquí al lado me ganó de mano. Evidentemente también la conocía, para mi desgracia.

    —¡Emi-chan! —canturreó, muy contento, y cruzó los brazos bajo el pecho al impostarse un tono muy serio, incluso preocupado—. No, no, no, no somos amigos, nada de eso. De hecho, creo que intenta matarme.

    Aquello último lo "susurró" inclinándose hacia la niña. Solté el aire de golpe, conteniéndome de rodar los ojos.

    —Hodges —saludé, ignorando al imbécil.

    Él alternó su mirada entre ambos y se irguió, demostrando curiosidad.

    —Emi-chan, ¿y tú de dónde conoces al asesino? ¡¿Acaso eres su cómplice?!


    esto va a ser un show JAJAJAJA
     
    Elegir, al azar, de una lista

    De las opciones:

    • La escucha
    • No la escucha

    Ha salido: La escucha

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  8.  
    Amane

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    La alegría que sentí cuando el chico me correspondió el saludo se esfumó con bastante rapidez, pues justo después me soltó que creía que Sugawara estaba intentando matarle y, como bien cabía esperar, mi expresión pasó a ser una de completo desconcierto. Intercalé un par de miradas entre él y Haru, especialmente cuando este último pretendió saludarme como si nada, y casi al mismo tiempo que yo, Joey hizo lo propio entre nosotros dos.

    —¿E-eh? ¡No, no! —exclamé de manera apresurada, levantando las manos para negar con ellas de la misma manera—. Tenemos un amigo en común, nada más. ¡N-no somos cómplices de nada!

    Ni idea de por qué me preocupaba tanto por aclarar aquel detalle, si en principio debía ser obvio que era todo una broma por parte de Joey, pero... ¡estaba un poco nerviosa! No había esperado empezar el receso con un senpai acusándome de ser cómplice de su intento de asesinato, después de todo. ¡Y menos este senpai en concreto! P-por ningún motivo en particular, obvio...

    >>E-esto... sé que Sugawara-senpai es un poco serio y tiene mala cara... —murmuré en dirección a Joey, tapándome los labios de lado para intentar que el nombrado no escuchase aquello que decía de él—. ¡Pero no creo que tenga intenciones de matarte! ¿A qué no, senpai? —dije aquello último con la mirada centrada en Haru, claro, alzando apenas las cejas para indicarle que me diera la razón.

    Vaya espectáculo estábamos haciendo de gratis...
     
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  9.  
    Gigi Blanche

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    Joey 4.png

    Emily se puso claramente nerviosa ante mi acusación, cosa que era por demás adorable, pero tenía un deber que cumplir y por ello permanecí muy serio, casi indignado. Ella se negó, por supuesto, y yo la escruté con los ojos entrecerrados sin ningún apuro. Iba a hablar, pero empezó a decir que el tío a mi lado, que por fin tenía nombre, era serio y de cara de perro, y a mí se me aflojó la carcajada. El tal Sugawara frunció mucho el ceño.

    —¿Crees que tengo los oídos tapados o algo? —se quejó, de muy mala hostia.

    —Pues sí que es serio y tiene mala cara, ¡y yo creo que sí intenta asesinarme!

    —Igual te lo merecerías.

    Señalé a Sugawara mirando a Emily.

    —¡¿Ves?! ¡Te lo dije! —Al posar mis ojos en la chica, sin embargo, recordé algo y deshice el teatro de repente—. Por cierto, ¿precisabas algo, Emi-chan~?
     
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  10.  
    Amane

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    El exabrupto de Sugawara me tomó completamente desprevenida, clara muestra de ello fue el respingo que di inmediatamente después de que él alzara la voz, y como al parecer tener a Joey presente era una terrible influencia para mí, lo que acabé haciendo fue deslizarme hacia el lado para pretender esconderme detrás de él. Miré a Haru con los párpados entornados y un mohín de labios, exagerando un poquito más de lo necesario toda aquella fachada de niña asustada.

    —Le voy a decir a Kohaku que me has hablado mal... —acusé en su dirección, con un tono de voz quejumbroso.

    Claro que no iba a decirle nada a Kohaku y, para ser honesta, dudaba que implicara nada incluso si lo hacía, ¡pero, pero! ¡Todo era parte del teatro, nada más! De todos modos, Joey siguió un poco más con la tontería del asesinato antes de cambiar completamente de tema de conversación, girándose en mi dirección para preguntarme... bueno, qué hacía ahí con ellos. Me separé de su cuerpo con una sonrisilla ligera, algo avergonzada, y me llevé las manos tras la espalda mientras volvía a enfocar mi vida en ambos.

    >>Ah, sí. Había pensado en invitaros a almorzar conmigo hoy... ¡Bueno! Eso si no estáis muy ocupados, claro... —expliqué finalmente, bajando apenas la vista al especificar lo último.
     
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    Gigi Blanche

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    Lo único que me faltaba era tener a la niña hablando de mi puta cara como si yo no estuviese ahí. Que sí, no estaba mintiendo, pero ¿hacía falta? Le clavé la mirada encima con la seriedad habitual y no me compré ni por un segundo su show de cría asustada. ¿Esta no se suponía que era dulce y amable? ¿O le gustaba comportarse diferente dependiendo quien tenía enfrente? Barrí mentalmente las cosas que estaba pensando, mordaces, y la mención de Kohaku me arrancó una sonrisa torcida, bastante ácida.

    —¿Y le importará porque...?

    El chico podía no tener una gota de maldad en el cuerpo, pero también era desapegado que daba gusto. Jamás se metía en líos ajenos y a duras penas reconocía los propios. Lo que recibiría, a lo sumo, sería un regaño que con mucha suerte se diferenciaría de una broma. Al tipo jamás le había interesado o importado mi carácter.

    —¿Kohaku? ¿Quién es Kohaku? —indagó el otro idiota, claramente interesado.

    Maldije mentalmente a la niña por andar tan lengua suelta y oí que planeaba invitarnos a almorzar. La miré como si tuviera monos en la cara y abrí la boca, listo para negarme, pero el otro volvió a ganarme de mano. ¿Cómo rayos se llamaba? Me daba igual y también me irritaba no saberlo conforme él iba ganando más y más información mía.

    —¡Para nada! Nos habían encargado traer unas cosas aquí, pero ya lo hicimos y ahora estamos super libres. ¿Verdad, Suga-kun?

    —¿Dejé de ser el asesino?

    —¿Prefieres que te diga Satsujin-sha?

    Suspiré, pidiéndole paciencia a los Cielos.

    —Yo ya tengo planes, así que...

    —¿Cómo? ¿Planeas abandonarnos, Satsu-chan? —inquirió, al borde del llanto—. Y yo que había decidido perdonarte...

    ¿Existía la posibilidad de que este lunático me siguiera al invernadero? ¿Y Hodges le haría caso? A esta altura del partido incluso me preocupaba que efectivamente acabara conociendo a Kohaku. No podía creer la situación en la que había acabado... Bufé, incrédulo.

    —Eres un incordio, ¿lo sabías? —espeté.

    —Pues claro que sí —afirmó, muy orgulloso, y miró a Hodges—. ¿Tenías un lugar en mente, Emi-chan? Está bonito, o sea, hace calor pero está bonito, ¿les apetece ir afuera?
     
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    Amane

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    Era perfectamente consciente que mi pseudo amenaza no tenía ningún peso real, pero mentiría si dijese que la reacción del muchacho no me sentó un poco mal. Quería decir, sabía que estaba haciendo el tonto para molestarlo un poco, pero mis intenciones no eran malas... ¿y acaso no éramos amigos? ¿Aunque fuera un poquito? La expresión de tristeza que me había impuesto acabó tornándose genuina y me encogí de hombros como toda respuesta a su pregunta, con desgana.

    —Kohaku es el amigo que tenemos en común —aclaré en dirección a Joey, procurando recuperar el ánimo al hablarle—. Quizás no lo conozcas, va a la 3-3...

    Después de eso, vino mi oferta de almorzar juntos y, una vez más, Joey fue quien tomó la iniciativa aceptándola, incluso si me daba toda la sensación de que Haru hubiera preferido negarse. De hecho lo intentó, alegando que tenía otros planes, y yo quise decirle que no pasaba nada, pero al final Wickham consiguió convencerlo de alguna extraña manera. No lo entendía muy bien, ¡pero me alegraba aun así! Quería hacerme amiga de Haru, necesitaba saber que no le caía mal, e iba a aprovechar esa oportunidad para ganármelo aunque fuese un poquito.

    >>Uhm... ¿podríamos ir a la piscina? —propuse, tras pensarlo un par de segundos en silencio—. A estas horas el patio debe estar ya lleno, ¡y con el agua hace algo de fresquito! Ah, pensadlo y ahora me decís si os parece bien, ¡voy a por una cosa!

    Tras decir aquello me alejé a paso apresurado por el pasillo, en dirección al club de cocina. Ahora que empezaba a hacer tanto calor me aprovechaba de que tenía acceso para venir un poco antes y dejar mi almuerzo en la nevera; así me aseguraba de que se mantuviera en perfectas condiciones hasta el receso. Lo recogí, pues, y volví lo más rápido posible junto a los otros dos chicos, con una renovada sonrisa llena de emoción.

    >>¡Ya estoy! ¿Y qué tal todo, senpais? ¿Habéis hecho vuestras entrevistas ya, por cierto?

    te los puedes ir llevando hacia abajo, bebi <3
     
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    Amane

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    Riamu 3.png

    El debate sobre Kohaku siendo un rompecorazones acabó muriendo tras otro breve intercambio entre el acusado y Morgan, pues no consideré que hubiera nada más que yo pudiera aportar después de todo; sí que se me escapó una nueva risilla divertida tras escucharlos, pero poco más. De todos modos, mi atención se volvió por completo hacia Morgan cuando me preguntó si tenía algún problema con sus pasatiempos, momento en el que negué enérgicamente con la cabeza.

    —¡N-no quería decir eso! A mí también me gusta pasar tiempo en casa, viendo alguna peli o algo... —murmuré, bajando apenas la vista hacia el suelo.

    Como siempre, me había adelantado más de la cuenta con los hechos y no me había fijado en la sonrisa de Morgan, por lo que asumí de primeras cuentas que de verdad se había ofendido por mi comentario. Por suerte, mi posterior pregunta hizo que la atención de todos se redirigiera a un nuevo tema y, de hecho, la respuesta de Kohaku fue tan inesperada que la vergüenza del momento se me olvidó en un mero segundo. Lo miré con sorpresa, aunque luego suavicé la expresión para sonreír con algo de diversión, y finalmente centré toda mi atención en la respuesta de Morgan.

    Para ser completamente sincera, sin embargo, Morgana no me estaba ayudando para nada con mi tarea. Decía que no tenía mucha vida social y que nada de Tokio le llamaba la atención lo suficiente, así que... ¿cómo me aseguraba que podía organizar algo que le gustase? También era cierto que me había dicho que sus pasatiempos favoritos eran leer y ver películas, así que quizás por ahí podía sacar algo...

    Acabé tan metida en mis pensamientos con todo aquello que ni siquiera me di cuenta de que ambos habían centrado su atención en mí hasta un buen par de segundos después, cuando me di cuenta del silencio y tuve que intercalar un par de miradas entre los dos.

    >>¿Eh? ¡Oh! No, qué va —solté, junto a una risilla nerviosa—. Solo es curiosidad. Y no creo que yo pueda sobrevivir a Australia... las arañas esas enormes me dan mucho miedo a mí. Podéis preguntarme vosotros cosas, también, o podemos hablar de otra cosa, si queréis...
     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku 5.png

    La chica reaccionó instantáneamente al pseudo reclamo de Morgan, a quien la diversión se le notaba a kilómetros de distancia, y miré a Riamu con una pequeña sonrisa.

    —Sólo te está molestando —aclaré—. A decir verdad, creo que es literalmente imposible ofenderla. Yo no lo logré nunca ni he visto a nadie hacerlo. Es como un logro oculto.

    —Ofenderse es una pérdida de tiempo —murmuró ella, desde su posición—. Es tomar algo que no es tuyo, algo negativo, y hacerlo propio. Aún si mis pasatiempos te aburrieran, ¿qué más da? Estás en el derecho y a mí me seguirán gustando.

    La verdad era que apenas había escuchado su lección del día, pues me quedé haciendo memoria tras conservar la sensación de que, de hecho, sí la había visto ofendida. Cuando me iluminé alcé las cejas y casi di un respingo.

    —¡Ah, cierto! El señor y el helado —recordé, riéndome, y miré a Riamu—. Una vez un señor le ladró a su hermana y Morgan se ofendió mucho.

    —No fue ofensa —replicó, impasible, y una sonrisa curvó sus labios—. Eso fue liso y llano enfado.

    —¿No son un poco lo mismo? En ambos casos tomas algo ajeno y dejas que te afecte.

    —El asunto es que la ofensa persiste, ¿no? Se supone que el enfado sea una emoción pasajera. Si hubiese estado tres días enfadada con el imbécil sí se habría convertido en ofensa.

    Sonreí.

    —¿Y no sigues enfadada con él?

    Morgan arrugó un poco el ceño y suspiró.

    Well, I'm human too.

    Teníamos la costumbre de irnos por las ramas. Eventualmente regresamos al cauce original y, tras bromear con las encuestas, mantuvimos la atención sobre Riamu hasta que ésta se percató. Reaccionó como si la hubiésemos pillado in fraganti y seguí pensando que la notaba algo extraña, aún sin conocerla de nada. Miré a Morgan, pero Morgan sólo lucía encantada.

    —Ah, ya sé —resolvió, alzando las cejas—. ¿Quieres practicar para la entrevista, lassie?

    La mención repentina del proyecto me aplastó el corazón contra las costillas, fue un breve instante de malestar. Nuestro grupo ya había cumplido, lo sabía gracias a un mensaje de Shinomiya, pero era demasiado consciente de la forma en que había permitido que mi propio miedo me gobernara. No tenía que ver con la responsabilidad académica, era lisa y llana frustración. Me molestaba ser consciente del poder que aún ostentaba sobre mí.

    —Además de las arañas gigantes, ¿qué otra cosa te da miedo? —le pregunté a Riamu, ignorando la sensación.
     
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  15.  
    Amane

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    Había estado muy dispuesta a seguirle la tontería a Anna, sabiendo que era puro teatro para pasárnoslo bien a costa de una broma, pero mentiría si dijese que no sentí una pizca de nervios genuinos cuando noté que me dejaba un beso sobre el dorso de la mano. Ella solo estaba siguiendo el papel que se había autoimpuesto, claro, y a pesar de ser consciente de ello... bueno, el gesto me volvió a pillar desprevenida. Mi reacción fue más que evidente por el ligero sonrojo que se me subió a las mejillas, aunque tuve la suerte de poder recuperar la normalidad un par de segundos después.

    Me enganché de su brazo una vez recuperé los ánimos iniciales, y ella dirigió la caminata hacia la escalera, para empezar bajar juntas por la misma. Intenté echarle un vistazo furtivo a la pantalla de su móvil, pero la misión acabó resultándome imposible y me tuve que tragar la curiosidad; afortunadamente, me distraje con su comentario posterior, que logró sacarme una risilla divertida por la ocurrencia.

    —¿Una sorpresa? —repetí, levantando apenas las cejas mientras giraba la cabeza para mirarla—. ¿Y puede este pajarito darme una pista de lo que se trata~? —añadí, picándole el moflete con el dedo índice e indicándole así que el pajarito en cuestión era ella misma.
     
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    Bruno TDF

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    "La lluvia es el llanto del cielo, y nosotros usamos paraguas para que no nos contagie su desamparo."

    Mi padre dijo aquello una vez. Era una niña muy pequeña por entonces, pero la imagen que dibujó con sus palabras me dejó una impresión profunda, al punto de que seguía acompañándome en los días presentes. La inocencia de mi temprana infancia se había esfumado hace largo tiempo, pero las gotas que caían al otro lado de las ventanas del salón… seguían siendo, ante mis ojos, un enjambre de lágrimas. Ver tantas, así de juntas y ruidosas, despertaba una melancolía que se impregnaba en mi corazón, como las gotas que quedaban adheridas, lastimeras, sobre los fríos vidrios.

    Capté unas pocas frases, aisladas, de las clases matutinas. Por esta distracción misma, la campana del receso me hizo sobresaltar… hecho que no era novedad a estas alturas del año. Pasado el bochorno inicial, de mis labios brotó un suspiro largo y pesado. Sin alzar la mirada, saqué el bento de mi bolso y me incorporé de la silla casi de inmediato.

    En días como hoy, muchos estudiantes permanecían en el salón, a falta de lugares al aire libre. Para mí… B-bueno, todavía no era una opción pasar el tiempo libre rodeada por los demás, l-la sola idea me tensaba... ¡P-pero eso i-iba a cambiar…! S-sólo necesitaba más tiempo, todavía, ¿tal vez? Por lo que, con pasos discretos, pegada a las paredes, alcancé el umbral de mi salón…

    Noté, a través de la visión lateral, que el corredor se hallaba poco concurrido. Aquello hizo que me animara a alzar la mirada, con la esperanza de divisar un rostro conocido. Como siempre, pensando en mis amigos, Rowan y Jez; y hasta Katrina formaba parte de mis expectativas, aunque no fuera amiga ni supiese cómo abordarla…

    Pero nada me preparó para ver a Hubert de cerca, caminando justo frente a mis ojos.

    El corazón me dio muchos vuelcos apenas reconocí su suave perfil, como si estuviera brincando entre mis costillas. Cualquier pensamiento que estuviese atravesando mi mente en ese momento, desapareció por completo, para dar lugar a un blanco inmenso. Apenas sí pude recobrarme para notar que el chico, en ese momento, estaba manteniendo una conversación en su móvil, con el rostro girado hacía las ventanas del pasillo Tuve que dar las gracias en mi fuero interno, porque sentía que la cara me ardía.

    Hubert caminaba sin prisa, concentrado en su charla, aunque no tardó en dejarme atrás. Sin entender muy bien por qué, aquella posibilidad me comprimió el pecho. No obstante, él se detuvo a uno o dos metros de donde estaba, sin dejar de observar la lluvia. Fue entonces cuando me pregunté si… tal vez… ¿d-d-d-debería acercarme a…? ¿A saludarlo? ¿Sería en exceso descortés, considerando que estaba en medio de una llamada? N-no creía que Hubert lo viese de esa manera, porque su amabilidad era inconmensurable. P-p-pero aún así… Yo... Uh... Me ruboricé de sólo pensarlo...

    ¿Por qué me ponía así, de esta manera? Ya habíamos hablado en otras de ocasiones, y-y-y él mismo me dijo que era agradable conversar conmigo, ¡hasta me contó cuál era su flor favorita! No tenía por qué haber algo extraño en mí intención de darle los buenos días.

    S-s-sólo me parecía lindo. ¡N-n-nada más!

    Me peiné un mechón de cabello con los dedos de una mano, y por si acaso me aparté de la puerta de mi salón, así como de sus ventanas. Mientras tanto, mis ojos permanecían posados sobre Hubert, quien seguía su llamada con la vista puesta en el cielo grisáceo, casi negro como su cabello. Hasta que, en cierto momento… Él giró el rostro, regalándome, sin saberlo, su perfil suave. Vi sus labios curvados en esa sonrisa solemne, que para mí era tan única. Dejé de pensar en la cuestión del saludo sin darme cuenta y sólo... Tan sólo... Me centré allí.

    Y sin previo aviso, el chico dejó escapar una risa baja, algo contenida, pero que oí con claridad. Irradió un fuerte calor en mi corazón, que, con un solo latido, muy potente, se extendió por todo mi interior. Dejando atrás, incluso, a la melancolía que me aquejaba. Contuve la respiración al verlo así, sin importarme que él siguiera sin advertir mi presencia.

    El encanto sólo se rompió cuando Hubert, de imprevisto, retomó su marcha por el corredor. Parpadeé un par de veces, algo confundida y avergonzada por mis pensamientos, y lo vi marcharse. Mis ojos no se apartaron de la escalera, incluso después de que se fue, y terminé por llevarme una mano al pecho.

    —Es... tan lindo... —suspiré.

    Aquello no debió salir de mis labios. Se suponía que era un pensamiento... para mí misma.

    Y ni siquiera tuve ese privilegio...

     
    Última edición: 25 Septiembre 2024
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    Zireael

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    Ayer cuando terminamos la entrevista volví a la enfermería, dormí unos cuarenta minutos más y luego regresé al salón algo más fresco, al menos pude prestarle atención a las clases quería decir, pero el lío mental no me lo podía sacar. Incluso si lo pausaba, lo postergaba o hacía varias cosas a la vez para impedir que se me atravesara un pensamiento.

    La lluvia de hoy no ayudaba mucho al ánimo y eso cualquiera podría verlo, pero ni modo. Faltando unos diez minutos me escapé al baño, me encerré y me dediqué a quemarme los pulmones un rato. Para cuando Sonnen apareció pretendí irme, con la cabeza algo vuelta humo ya, pero me pidió fuego y lo demás solo pasó. Shimizu apareció, se quedó casi aplastado unos metros delante de la entrada y a mí... A mí el cuerpo me chispeó de ira, humillación y todo lo demás, fui demasiado consciente del golpeteo de mi propia sangre en mis extremidades y de mi corazón contra las costillas, de la jaula donde estaba metido para no molestar a una sola alma.

    Entonces mandé a la mierda el bozal y las cuerdas que me impedían reaccionar.

    No procesé lo que le había dicho a Arata ni lo que dije para ambos idiotas hasta que estuve cruzando el pasillo casi a zancadas. Básicamente les solté que no quería saber nada de ninguno de los dos, que cada quien siguiera en una esfera separada y nos olvidáramos del otro, porque no servíamos. Sonnen acabó metido en el saco, pero me refería a Arata, porque llevábamos ya un tiempo atascados en este maldito círculo y había tenido suficiente.

    Suficiente de ser el daño colateral porque la prioridad no me incluía.

    La prioridad no era yo.

    El pensamiento me rayó la cabeza, fue extraño y se aparejó con lo demás, así que procuré batearlo tan lejos como pude. Bajé por las escaleras y seguí caminando, pero sentí un nudo en la garganta, inmenso y me negué a liberarlo, porque no quería darle semejante poder a algo que ni siquiera debía importarme para empezar. Continué hasta las escaleras que me escupirían a las del primer piso y solo entonces tomé una pausa, pasé saliva y consumí distancia para meterme los baños otra vez. Casi me llevé puesto a un niño de primero, no me disculpé y solo me tomé un minuto para respirar, bueno, un minuto, cinco, diez. Ni idea, daba igual, me bajé el nudo de la garganta a la fuerza y reordené mis ideas hasta establecer una lista de cosas por hacer. Almuerzo, clases, casa, deberes, gatos, cena, negocios...

    Cuando salí de nuevo no me atreví a mirarme al espejo, porque estaba cansado de mí justo como había dicho. Caminé con cuidado de ya no llevarme a nadie por delante, en el mapeo automatizado del espacio juré haber notado la silueta de Hubert, el cuerpo se me tensó y fue esa distracción la que me impidió reparar en la chica, que era baja de por sí, hasta que la escuché y tuve apenas unos segundos para unir el camino de su mirada con la silueta del muchacho que ya se perdía escaleras abajo.

    Vaya, ¿no tendría que pensar en silencio?

    —¿Hubert? Puedes mirarlo mejor si le hablas —murmuré apenas un par de pasos tras la chica, aunque igual no tenía por qué meterme—. Es muy amable y es agradable estar con él.

    Quizás solo debí irme a la mierda, pero ni idea, el cuadro me hizo algo de gracia. Todo lo que esperaba era no verme igual que esta chica, porque con ella daba algo de ternura, yo seguro lucía patético.


    siempre uso el mismo vídeo pero

    Overthinker #1 conoce a Overthinker #2 (?
     
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    Bruno TDF

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    Si no fuese por… lo que estaba a punto de acontecer… Esta sensación habría perdurado por más tiempo del que me gustaría admitir. Las sonrisas de las personas causaban cierto efecto en alguien como yo: tenían el poder de tranquilizarme, cuando se esbozaban con un tono ameno. Me ocurrió con aquellos con quienes había mantenido conversaciones en éste último tiempo, contando a Jez, a Rowan y los demás. Hubert no fue la excepción a esta realidad. Aunque… Su sonrisa en particular podía llenar de paz a cualquiera, o a-al menos eso pensaba yo…. Como si ningún problema pudiese ser más fuerte que su gentileza ¿tal vez…? Pero, a su vez, Hubert era tan solemne y formal en su trato, que jamás lo imaginé riéndose de la forma en que atestigüé aquí mismo. Fue, para mí, todo un descubrimiento…

    Uno que alimentó… una tormenta distinta, hecha de deseo.

    Se desplegaba lentamente, con sus luces y, sobre todo… con sus sombras

    Hubert se perdió por las escaleras, dejándome atrás, con latidos que inundaban mi pecho de este extraño calor que me hacía suspirar. Cuando se me escaparon aquellas palabras de apreciación hacia su figura, fueron una extraña mezcla de lamento y embelesamiento. Y puede que algo deseosas, p…porque quería escucharlo reír de nuevo…

    Es tan lindo.

    De repente, una voz desconocida pronunció su nombre a mis espaldas, en un tono interrogativo. Todo mi cuerpo, sin exceptuar un solo centímetro, se puso rígido. La sangre pareció congelarse en mis venas, y con ello perdí el calor de hace un momento. Con una expresión de completa sorpresa, me giré con cierta dificultad, en dirección a quien hablaba. Su cabello era de un rojo más intenso que el de Rowan pero, a diferencia de él, tenía unos rasgos muy… eeeh… ¿demasiado juveniles? Y sus ojos cansados eran del color del ámbar, y me miraban…

    Aferré el bento contra mi pecho, quizá con demasiado ahínco, mientras me habló. ¿A… A… Acaba de decir podía “mirarlo mejor” a Hubert? ¿E-e-eso significaba que…? N-no puede ser…

    Mi corazón empezó a latir demasiado fuerte, a una velocidad en que nunca había experimentado Por un momento, creí que no iba a lograr sostenerme en pie, mas las piernas no me fallaron por obra de algún milagro. Con todo, no se podía evitar el pánico que se clavó en mis carnes, al saberme descubierta, de esta forma… ¿C-c-còmo pude haber sido así de descuidada? ¿Por qué… por qué no pensé… en que alguien podría estar mirándome? ¿Fue por… por verlo a él…? Moví los labios, pero ninguna palabra coherente emergió. Mis dedos se afianzaron alrededor del bento. Y, para poner las cosas peor, sentía el calor que crecía, lentamente, en mis mejillas.

    Este chico conocía a Hubert. Dios mío, lo conocía.

    —Y-yo… Yo -n-n-no… Yo… Eeeh… —balbuceé, agachando la cabeza con muchísima pena— Hu… Hu-Hubert sólo p-pasó y yo… Eeeh… Q-quería saludarlo y…. S-sólo eso… Yo…

    Apreté los labios. Sentí la tentación, muy poderosa, de escapar de allí. No estaba mintiendo, de verdad había considerado saludar a Hubert, pero eso no quitaba que la tentación se desvaneció porque… me distraje en su risa. Y ahora que lo pensaba… ¿a qué estaba respondiendo este chico…?

    Abrí muy grande los ojos, al darme cuenta de que… había pensado en voz alta... L-lo de que Hubert era lindo. Alcé la cabeza súbitamente, mirando al pelirrojo con muchísima vergüenza y miedo.

    —Tú… ¿E-Escuchaste… lo que d-dije?
     
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    Zireael

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    Veía lo que quería cuando quería y a veces, quizás por hábito, veía más de la cuenta o adquiría visión de túnel. La gente se descuidaba, cometía errores y allí entraba yo, arrebataba una billetera, un reloj mal puesto, un brazalete y la mierda que me pusieras por delante, desaparecía con lo que no me pertenecía y no necesitaba aprovechándome de esta clase de fallos. No que fuese a robarle nada a una chica de metro cincuenta y algo, pero las costumbres eran difíciles de modificar, como los vicios.

    Noté la tensión de su cuerpo, ni el pan más viejo de la semana habría estado tan tieso, y cuando la chica se giró con la sorpresa escrita en las facciones si acaso alcé apenas las cejas, cayendo en cuenta de que de verdad había pensado en voz alta sin pretenderlo. Noté el color de sus ojos, heterocromos como los de Akaisa, aunque los tonos estaban invertidos, y con solo el balde de tensión que tenía encima separé sus figuras arrojándolas a extremos opuestos.

    Mantuve los gestos relajados, más o menos, y así sostuve una expresión neutral que tal vez pudo pasar por indiferencia, pero no quise empeorar su desastre. Había aferrado el bento contra su pecho, movió los labios aunque no pudo decir nada y noté el sonrojo casi violento que le estaba alcanzando el rostro. Conocía esta clase de bochorno y desvié la vista incluso antes de que ella bajara la mirada, para conferirle algo de privacidad a su vergüenza.

    Por alguna razón que escapó a mi comprensión recordé el campamento, el rato de la mesa, y volví a pensar en lo patético de un cuadro como este. Lo peor era que tenía más de uno en el historial, se apilaban, como piezas de jenga, y había sido necio de mi parte restarle importancia a esa clase de obviedades.

    Ni modo, era lo que había.

    Se atropelló con las excusas, porque eso eran, solo después preguntó si había escuchado lo que dijo y regresé los ojos a ella. Choqué con su vergüenza, pero también con su miedo y entendí, bueno, que igual sí era así como me veía a los ojos de los demás. Confundido, avergonzado y siempre asustado.

    —Si te ayuda puedo fingir que no escuché nada —contesté suavizando el tono a conciencia incluso si no modifiqué las facciones, pero deslicé los ojos a las escaleras un instante y allí me permití el primer cambio, una simple sonrisa de resignación—. Al menos a mí me parece que podría ser más fácil así.
     
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    Gigi Blanche

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    Cuando Ilana mencionó el café asentí con cierta vehemencia, como diciendo que eso también era una buena idea. Incluso podíamos comprar una bebida caliente para todos, ¿no? De esa forma también se sentiría menos... ¿formal? Dependía del adulto, claro, pero en general me parecía razonable intentar descomprimir este tipo de escenarios. Estábamos llegando al primer piso cuando Rowan se ofreció a ir a la cafetería.

    Aren't you a sweetheart —lo molesté sin darle verdadera relevancia al comentario, de hecho lo solté girando el rostro hacia el pasillo—. Pues... eso se soluciona rápido.

    Me separé del grupo y toqué un par de veces en la puerta de la sala de entrevistas. Paré la oreja y al no recibir respuesta alguna, entreabrí para colar la cabeza; como supuse, estaba vacía. Terminé de abrirla y regresé junto a ellos.

    —¿Les parece si compramos café para todos? Bueno, café o té, digo cosas calentitas —propuse, y miré a Rowan—. Puedo ir contigo así te ayudo a subirlos.
     
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