Pasillo (Primera planta)

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    El esgrima era lo más importante que había tenido antes de que aconteciera lo del accidente, había dejado de prácticarlo por qué prácticamente a mi papá nunca le gusto la idea que lo hiciera y en si tuve que dejarlo. Pero si lo volvía a practicar no estaba segura que soportará tanto recuerdos, o más que bien iba hacer como antes.

    Escuché atenta a lo que dijo asintiendo en poco.

    —De seguro iré a buscarte, estuve practicandolo desde pequeña pero lo deje por circunstancias mayores así que —murmure en poco—. De seguro que si lo vuelvo a retomar no será tan malo.

    Le preste algo poco atención cuando menciono que compartiría espacio con la amiga de Jez, que parecía que estaba encargada del club de judo.

    —Espero pronto conocer a la chica que busca personas para el club de judo, —y lo decía por qué el judo era un deporte que me llamaba la atención y, conocía a una personita que le gustaria estar ahí también—. Conozco a una personita que le gustaría unirse.

    Y no hablaba de Fiorella.

    Sino de Sophie.

    «Entonces solo espero que tengas paciencia conmigo —sonrei con algo de calma, mirándola de reojo.

    Parpadee en poco ya que prácticamente paso algo que no me esperaba, alce una ceja al ver a la chiquilla que teníamos al frente ella se había chocado con Jez y había empezado a pedir disculpas, puede que cuando sus ojos se encontraron con nosotras pude ver algo de miedo y suponía que había sido cuando me miró, por qué tan solo mirar Laila y Jez pues se sentía pura tranquilidad trate de suavizar mi expresión o algo por estilo, y más bien no tuve tiempo de preguntarle si estaba bien por qué después que le hizo la pregunta a Jez sobre si le dolía o si la había lastimado pues salió disparada hacia su curso.

    Mire preocupada a la chica en poco, para después repasarla lentamente, miestras volvía mi atención al lugar en el que se había ido la chiquilla sin nombré.


    —Estas bien ¿no?.
     
    Última edición: 13 Noviembre 2023
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    No tenía un máster en relaciones interpersonales, justamente por eso estaba en este desastre, así que luego de la conversación en el patio frontal había mantenido mi distancia usual con Hubert y todo Dios. Además el día del evento estaba con Middel y Dunn, lo que ya volvía eso una multitud en mi estado, sin mencionar que Cayden andaba absolutamente descontrolado incluso si fingía normalidad con ciertas personas. En cierta manera se le daba bien mentir, pero era insostenible, fue evidente cuando dejó el patio después de que cambiaron el ritmo de la música.

    Tenía demasiados hilos enredados en el cuerpo, lo había notado desde que nos convocó. Era cuestión de tiempo para que uno lo ahorcara y si había sucedido, bueno, desconocía qué había sido el principio del fin pero su repentina desaparición y falta de insistencia a mi alrededor fueron un indicador de que había perdido su propia batalla.

    La distancia que puse de la gente al separarme de Anna ese día me había permitido ver ciertas cosas, sí. El ridículo de Arata, el escape de Dunn, a Pierce y a Mason y demás. No era información que me importara del todo, no, pero había querido ocupar la mente en algo hasta tener que volver a clase y solo tenía un montón de gente que ver.

    Como fuese, ya estaba claro que Maxwell tenía un torpedo en el culo y me sentí repentinamente cansado, pero lo disimulé porque esta chica, así como Makris, era importante para Jez. No importaba qué tanta distancia pretendiera poner con ella, seguía siendo mi mejor amiga y entendía la importancia de sus otras amistades, así que les debía un mínimo de decencia. No reaccioné cuando mencionó que podría ser mi compañera de baile, pero si había puesto un pie dentro de la línea roja había sido por Anna, nada más.

    —Ojalá que sí —dijo Ilana a lo de la repetición del evento—. Me gustaría ir a alguno, se oía divertido.

    Cuando estuvimos otra vez con Mattsson Verónica mencionó lo de Middel, lo molestó un poco y pensé que hasta cierto punto tenía sentido. Middel era serena, casi fría, y Hubert se echaba la vida hablando como un hombre del siglo XIX así que no desentonaban tantísimo. Igual el chiquillo dijo que las parejas fueron al azar, pero en efecto había arrastrado a todo el club de lectura presente y me habían puesto a Anna delante. Era entre azaroso y absolutamente organizado a traición, pero Ferrari no parecía tan listo, sin ofender.

    Cuando la albina me dijo Alty alcé las cejas, contrariado, y supuse que era mi karma por pensar que lo de Hubby daba risa. Sonaba terriblemente raro, estaba acostumbrado a que me cortaran el nombre a Al, nada más, pero esto era otro terreno y no sabía si me sentía incómodo o solo confundido. Encima preguntó si me había tocado bailar con alguien y se me fundieron un par de cables.

    —¿Yo? —pregunté como si la cosa no fuese conmigo y asentí con la cabeza después, algo más cohibido de lo que me habría gustado—. Con la amiga que bailaba en el evento. Baila más un poste que yo, pero ella fue paciente conmigo.

    Agradecí que desviara los tiros a Rockefeller, bendita fuese la pobre desgraciada que solo quería hacer buenas migas con sus compañeros y ahora era mi escudo humano, y me forcé a destensar el cuerpo ahora que la cosa no era conmigo. Me costaba un huevo hablar así de Anna, incluso si antes tampoco había podido darle un nombre diferente a la cosa, así que estaba usando demasiadas neuronas extra en parecer normal.

    —Claro que sí —contestó la rubia, hasta sonó feliz y giró en redondo para posicionarse frente a Maxwell—. Sería muy bonito que bailáramos juntas.

    Al volver al grupo, o lo que fuéramos porque no lo tenía muy claro, la mata de cabello rubio de Rockefeller rebotó tras ella y pensé que no parecía una mala chica, solo me había caído encima cuando estaba especialmente repugnante. Igual no dije nada y ella buscó mirar a Mattsson para preguntarle una tontería.

    —Y tú, si tuvieras que bailar con alguien además de tu compañera de club, ¿con quién sería?
     
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    Bruno TDF

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    Seguía sintiéndome particularmente emocionada por estar hablando con Alty. Las comisuras de mis labios se elevaban un poquito de más cada vez que centraba la atención en él. Si bien me parecía un chico muy atractivo, mi embelesamiento no iba más allá de la emoción de darnos a conocer y, por qué no, considerar esto como el primer cimiento de una futura gran amistad. ¡Pero…! Eso lo decidirían el tiempo y él mismo.

    Algunos deslices en su carita tan seria me dejaron la impresión de que se acomodaba como podía al ritmo con el que llevaba la interacción en el grupo, lo cual me causó ternura y… algo de penita, porque ahora mismo no planeaba contener mis impulsos. Se mostró algo tímido en algunos momentos, lo que lo hizo ver aún más adorable. Él no era consciente de que su semblante de acero estaba logrando un efecto contrario frente a mis ojos. Cuando le revelé su flamante nuevo apodo alzó las cejas con sorpresa y pareció dudar frente a mi pregunta sobre su pareja de baile, que resultó ser la famosa amiguita. ¿Cómo se llamaría ella? Si fue la gran protagonista del evento, no cabía dudas de que debía tratarse de la mejor bailarina que a uno podía tocarle. ¡Qué envidia!

    Por su parte,
    Ila pareció feliz con mi propuesta de bailar juntas. Mi idea no fue una ocurrencia venida de la nada, a ella también la estuve observando con bastante interés. Por algún motivo, instinto quizá, me daba la sensación de que esta chica se movería con mucha elegancia si se animaba a danzar, era muy esbelta además de dulce. Su respuesta tan sincera también me hizo sentir feliz, por lo que le sonreí con entusiasmo cuando se detuvo frente a mí.

    —Genial, podemos considerar esto como una pequeña promesa —le dije, visiblemente contenta.

    Seguimos avanzando por los pasillos y mostré interés por la pregunta que la chica le hizo a Hubby. Mi vecinito se llevó una mano al mentón, como todo un pensador de la antigüedad. No pasó mucho hasta que noté que me miraba de reojo, lo que hizo que mi sonrisita se ensanchara.

    —Creo que Verónica y yo seríamos una buena pareja de baile —dijo, con un dejo de diversión en su sonrisa. Se giró en mi dirección—. Es nuestra obligación como vecinos del mismo barrio… ¿Cómo era que nos llamabas…? —preguntó, aunque era más que claro que se acordaba y me estaba invitando a completar la frase.

    —El Fantástico Tridente de Bunkyō —pronuncié, llevando una mano otra vez hacia mi bufanda.

    Hubert asintió, a lo que siguió pensando.

    —Es seguro que también bailaría con Cayden —dijo al final, conteniendo una risa tras sus labios. Tendría que hacer algo con su manía de reprimir algo tan liberador como la risa. ¿Unas buenas cosquillas tendrían el poder suficiente?—. Aunque no sé qué tanto le guste la idea. A él le tocó bailar con Kashya, una amiga del Club de Lectura.

    Te reto a que speedruneemos esto, Rayo McQueen (?)
     
    Última edición: 14 Noviembre 2023
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    Gigi Blanche

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    Mi respuesta pareció no sólo tranquilizarla, sino también emocionarla un poco, ante lo cual mi sonrisa se suavizó ligeramente. Propuso algunos lugares, dijo de dejarlo al azar y yo asentí, abriendo el cuaderno que tenía a mano. Escribí varios nombres en una hoja, la arranqué y corté con cuidado, para hacer un bollito de cada opción y guardarlas todas en el cuenco de mis manos. Los agité porque sí, dejé una abertura y Emily sacó un papelito. El club de cocina. Alcé las cejas de repente, murmurando un "ah" bien bajito, y me estiré para alcanzar mi mochila del suelo.

    —Lo había olvidado, perdona —me disculpé en voz baja y una sonrisa ligeramente avergonzada, regresándole las llaves de la sala—. Y gracias otra vez por prestármelas.

    Era medio lo mismo dárselas ahora o después, de todos modos íbamos a tener que abrir la puerta, pero en el impulso preferí hacerlo de una vez. Mamá me había preparado un almuerzo la noche anterior, lo recogí junto a la botella de agua que traía y me incorporé, señalándole la puerta con una sonrisa y un movimiento de mano.

    —¿Cómo has estado? —le pregunté en el camino, haciendo conversación—. ¿Qué tal el fin de semana?

    Una vez llegamos al primer piso, me detuve frente al club y la miré, esperando que hiciera los honores.
     
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    Por parte de Yukkun recibí una contestación más bien silenciosa, porque hizo apenas una leve negación luego de que le preguntara sobre algún club del Musashi. En su rostro prevalecía un aire inconmovible que era bastante difícil de leer, por mucho que pusiera la plenitud de mis energías en advertir si el tour le resultaba fructífero o si, a lo mejor, debería considerar un cambio de estrategia. Se mostraba mucho más tranquilo que Kaia-chan, que también era suavecita pero se le filtraba la emoción en los gestos. No obstante, el chico colaboraba a su manera, nos respondía y, en general, el diálogo entre los tres era bastante ameno. Poco a poco asimilaba esas cositas que parecían inherentes a su carácter, no vacilo en afirmar me estaba agradando bastante.

    En cuanto a la siguiente pregunta, la de los clubes del Sakura, noté nuevamente el intercambio de mirada entre los Hattori, tras lo cual mi compañera volvió a tomar la palabra. Si la memoria no me fallaba, habían hecho lo mismo una o dos veces desde que comenzó nuestro recorrido por la academia, como si se cedieran la palabra sin hacer uso de esta. Me parecía algo hermoso que las personas lograran transmitirse mensajes... con el sólo abrigo del silencio. Un entendimiento de ese nivel sólo se alcanzaba cuando la unión era fuerte, como forjada en acero. Algo así me ocurría a mí con Valeria, con Kai, con Samantha. Por lo que seguro, ¡segurísimo!, no estaría equivocaba si afirmaba en voz alta lo mucho que estos primitos se querían. Me guardé el pensamiento para mí, claro está.

    Kaia-chan terminó por confirmar su inclinación hacia la música, además de un interés por la actividad física que captó mis sentidos de una manera más personal, apartándome ligeramente de mi figura de guía. Le clavé ojitos curiosos al recibir su pregunta.

    —Ah, entré hace nada al Club de Esgrima —empecé a contar mientras alcanzábamos la escalera para descender al siguiente pasillo—. Y hace un tiempo me anoté a un Club de Kickboxing que nunca vio la luz, ay, me quedé con muchísimas ganas de que abriera —contuve una risita tras los dedos, si bien mi lamento era bastante genuino—. Es que adoro entrenar y hacer ejercicio. En particular, tengo un fuerte vínculo con las artes marciales.

    Me giré hacia mi compañerita, con una amplia sonrisa iluminándome.

    —¿Así que también te interesa la actividad física, Kaia-chan? ¿No serás, acaso, mi gemela perdida? —bromeé, echando un leve vistazo a su cabello y sus ojos— Te cuento algo: también estoy trabajando para formalizar la apertura de un club, puede que te interese porque tiene que ver con eso; aunque ahora lo prioritario es que se adapten , obvio

    Asentí con cierto entusiasmo, hasta que recordé que estábamos en medio del tour. Señalé la puerta de la Enfermería.

    —Siempre podremos venir a la enfermería para tratar posibles lesiones y demás, tendremos buena cobertura ante cualquier intensidad de entrenamiento. Si un día se sienten malitos, esta puerta es su destino. También se usa para dormir siestas, según tengo entendido —añadi al final, divertida.
     
    Última edición: 22 Noviembre 2023
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    Asentí con calma cuando Verónica mencionó tanto el club de esgrima como el de kickboxing, y la verdadera reacción arribó al mencionar su vínculo con las artes marciales. Por el hecho de ser ella extranjera, quizá, no había barajado ni por un instante la idea de que la disciplina local le interesara. Alcé las cejas, abrí los ojos un poco más grandes y noté que Yuta también la miraba, sólo que con una expresión neutral. De curiosidad, quizá. A veces se comportaba como un gato, con todo lo que eso implicaba.

    Alcanzamos el primer piso y no tuve tiempo de preguntarle al respecto, pues la chica se giró hacia mí y siguió hablando. Lo de las gemelas perdidas me ensanchó la sonrisa, divertida, y al asentir cerré los ojos un instante.

    —Quizá lo seamos —convine, tranquila, y la ligera sorpresa volvió a permear mis facciones—. ¿Un club? ¿De qué estilo, Maxwell-san?

    ¿Esgrima, kickboxing, y fundar un tercero? Incluso si el segundo había sido un plan fallido sonaba a una gran inversión de tiempo y energía. Me gustaba su entusiasmo, la verdad, parecía muy genuino y su personalidad no era invasiva a pesar de ello. Por eso, suponía, también Yuta parecía estar cómodo en su presencia. Verónica nos señaló la enfermería y absorbimos la información sin más.

    —Hablando de eso —intervino él, mirando a nuestra guía—, Kai mencionó un dojo hoy a la mañana. ¿Podríamos ir a verlo luego?

    Old habits die hard, ¿no?
     
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    Bruno TDF

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    Las cejitas de Kaia-chan se alzaron con mi mención de las artes marciales, reacción que estuve a punto de imitar hasta que volví a ser consciente de la bandita en mi ceja, ups. La chica se me quedó mirando y, de soslayo, detecté el océano rojo de Yukkun. Fueron señales bastantes reveladoras, pero seguí hablando para no perder el hilo de lo que deseaba expresar a mi compañera. Kaia-chan me correspondió la broma haciendo que mi pecho se llenara de regocijo, que a su vez se mezcló con un marcado entusiasmo cuando recibí su interés por mi club. Pero antes de que pudiera acotar algo al respecto, Yukkun intervino para preguntar si podíamos ir a ver el dojo en cuanto surgiera la oportunidad.

    Su petición me hizo sentir una gran emoción que, a diferencia de mi compañerita, no contuve para nada. Debía tener un gran brillo en los ojos ahora mismo.

    —¿Les digo la verdad? Me moría de ganas de llevarlos hasta allá, y ahora mucho más —admití, complacida por la ruta que iba a tomar el tour—. Se encuentra frente a la academia, al final de un camino de cerezos. Están de suerte, porque el viernes realicé la limpieza del dojo junto con la presidenta del Club de Esgrima, llevaba un buen tiempo descuidado... Ahora recuperó su esplendor.

    Entonces, volví a intercambiar posiciones. Me quité de en medio de los Hattori para colocarme a un costado de Kaia-chan, quedando ella en el centro. De esta manera, podría mirarlos a ambos al hablarles.

    —En cuanto al club que planeo abrir... ¿Conocen el judo? —dije, aunque la pregunta era evidentemente retórica porque no tardé en proseguir— El arte marcial de proyecciones, lanzamientos, derribos e inmovilizaciones. En eso va a consistir, y estuve a pleno promocionándolo. De hecho, les cuento un secretito: —señalé la puerta con el cartel de “Club de Cocina”— en ese lugar, un buen amigo mío me ayudó a preparar ciertas sorpresas para atraer a la gente.

    Volví a sonreír, aunque en esta ocasión fue más para mí misma. Guardaba con especial cariño las sensaciones del jueves pasado, tras esa puerta. El encuentro con Shio y Pai, la emoción de aprender a hacer galletitas, la hermosura de mi nuevo delantal y la siempre dulce compañía de Fuji. Un combo exquisito y memorable... Por no mencionar lo atractivo que se veía con delantal, ejem. ¡La cuestión es...! Que estaba cada vez más convencida de que la cancelación del viernes pasado no se debía únicamente a su migraña. En ese momento hubo como... algo raro en el aire, que no se decía en voz alta. Me había quedado con la sensación de que Fuji cargaba un enorme peso en soledad, pero no me quedó más remedio que concederle su espacio para no agobiarlo. No me arrepentía de mi decisión porque la consideraba correcta, ¡pero…! La próxima vez me quedaría a su lado. Ya se lo había dicho: entre Copito y yo lo íbamos a cuidar.

    —Eso sí —continué, guiando a los primos por el pasillo—, al principio se me ocurrió que el club fuese de Kyokushinkai, que es el otro arte marcial que entreno actualmente. Soy 2º Dan en esta disciplina —mencioné como si nada, sin un ápice de arrogancia en la voz—. Pero el judo me pareció una opción más accesible para nuestros compañeritos de la academia, ya que el Kyokushinkai es un estilo de karate que demanda un ritmo de entrenamiento muy intenso y duro, además de que se lucha a corto rango sin protecciones y los golpes se dan con mucha potencia. Preferí evitar el riesgo de que alguien se lastimara y tuviese que llevar algo como esto —me señalé la bandita de la ceja, con una sonrisita bastante tranquila.

    El "2º Dan" es uno de los grados de Cinturón Negro. Hay hasta diez en karate kyokushin.

    Es muy poco habitual que un estudiante de secundaria haya alcanzado este rango, lo que habla bastante del carácter y la disciplina de Vero :P
     
    Última edición: 23 Noviembre 2023
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    ¿Esta niña practicaba artes marciales? No pretendía dudar de su palabra, quizás en el pasado la habría subestimado pero había aprendido mi lección por las malas después de entrenar junto a Kaia. La sorpresa simplemente vino de la coincidencia, tanto de su aspecto físico como de haber sido asignada a nuestro tour. Entre esto, el esgrima y el kickboxing descarté que tendría información del dojo institucional, y por eso pregunté. La petición le arrancó una emoción tan evidente que me cuestioné si la criatura era real o la habrían sacado de un adorno navideño.

    Retomamos la caminata, Maxwell se fue a un costado y nos preguntó si conocíamos el judo. Kaia asintió, serena, y mi sonrisa se torció en lo que regresaba la atención al frente. No tenía cómo saberlo, obviamente, pero preguntarle eso justo a un par de Hattori era de lo más adorable. De por sí a ningún civil le interesaba la estructura interna del ejército, a duras penas debían ubicar los cuarteles principales; imagina a un extranjero.

    En fin, que la chica quería abrir un club de judo. Señaló el club de cocina, estiré el cuello para husmear de pura manía y me hizo su debida gracia reconocer a Fujiwara, el perro leal de Dubois, almorzando adentro. También era hermano menor del Krait de Shinjuku, ¿no? Se había forjado aliados interesantes la criatura, fuera por herencia o casualidad, y eso que desconocía aún el lazo que lo unía a Shinomiya. Como fuera, Kaia también había mirado y compartimos un vistazo de nada antes de regresar a Maxwell. Los íbamos coleccionando como cromitos a los diablos, era hasta divertido.

    —Un club de judo suena muy bien —respondió Kaia, juntando las manos frente al pecho—, ¿verdad, Yu?

    Asentí, sin complicarme demasiado. Verónica mencionó la segunda disciplina que practicaba, donde ostentaba ya el rango de segundo Dan, y entonces sí la miré con una sombra de sorpresa en mi rostro. Kaia fue bastante más expresiva que yo, abrió los ojos y sonrió bien amplio.

    —¡Vaya! Eso es genial, Maxwell-san. —Deslizó la vista a su bandita y soltó una risa breve, probablemente de entendimiento—. ¿Esa herida te la hiciste entrenando? ¿O en un torneo, quizá?

    —El judo es más accesible, sí —convine—. El arte marcial ligera.

    Pretendí hacer una broma con el club de música, pero de ahí a que se notara...

    —Podemos ir directamente al dojo, si gustan —ofrecí, girando el cuerpo hacia las damas—. El resto de la escuela podemos husmearla por nuestra cuenta, dudo que nada desaparezca mañana.
     
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    Bruno TDF

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    Era una catarata de palabras cada vez que se tocaba el temita de las artes marciales en mis conversaciones, podía estar largo tiempo hablando de sus técnicas, filosofías y rutinas de entrenamiento; sin perder una gota de aliento. Hasta sería capaz de realizar demostraciones de capacidad física en medio del pasillo, mira lo que te digo. Por eso ofrecí a Kaia-chan y Yukkun una descripción super-breve del judo, aun siendo consciente de que podrían tener conocimiento previo considerando que eran residentes de Japón, la cuna de este gendai budō. ¡Y efectivamente…! Kaia-chan me lo confirmó con un asentimiento y Yukkun, fiel al enigmático carácter que exhibía, se limitó a regresar la vista al frente con una sonrisita de lado. Una agradable exaltación me sacudió por dentro y, a su vez, me despertó la esperanza de que fuesen potenciales miembros del Club de Judo. ¡Pero…! No era el momento ni el lugar para invitaciones... por ahora.

    Cuando les señalé el club de cocina, también estiré el cuello al notar que había personas en el lugar, sin ser consciente de que hacía el mismo movimiento que los Hattori y que nos enfocamos en la misma persona: Fuji. Sentado en la mesa del fondo de la sala, mi master chef almorzaba con una muchacha de largo cabello oscuro. No llegó a vernos pasar debido a nuestra posición. Comúnmente me habría detenido a saludarlo con mi entusiasmo de siempre, pero ahora me hallaba muy enfocada en la responsabilidad del tour, en velar por este par de primitos a los que no pensaba abandonar en su primer día. En todo caso… me tranquilizó inmensamente que Fuji no estuviese solo luego de cómo lo noté el viernes; ya tendríamos ocasión de vernos luego, incluso podría invitarlo a hacer algo fuera de la academia.

    Mientras tanto, la conversación siguió fluyendo. A Kaia-chan le gustaba cómo sonaba lo del club de judo y Yukkun… respondió al estilo Yukkun. No me molestaba que fuese así de inconmovible. ¡De hecho…! Me parecía un excelente rasgo de su personalidad. Si me detenía a pensarlo, era como si tuviese el carácter de un guerrero. De todos modos sentí un poquito de satisfacción cuando la mención de mi 2º Dan en Kyokushinkai arrojó una pizca chiquitita de sorpresa a su rostro, aunque esa jamás fue mi intención. Puntito para mí, supongo. Kaia-chan fue más efusiva y preguntó por la herida en mi ceja.

    Antes de contestarle llegué a oír la broma de su primo, lo de “Arte marcial
    ligera” me arrancó una risita.

    —Torneo —respondí—. Ayer participé en un campeonato juvenil de Karate Kyokushin que se celebró en el Gimnasio Metropolitano de Tokio. Fue mi primera competición de karate en Japón —asentí con entusiasmo—. Llegué a la final de mi categoría y me tocó enfrentarme a una chica de mi edad que, casualmente, también es 2º Dan. Himari Mizoroge —pronuncié el nombre con evidente admiración—. Fui derrotada tras un combate muy intenso y parejo. En un momento dado, me engañó con un amague y me propinó una fuerte patada en la frente que me hizo este corte en la ceja, ups —me acaricié bandita con un índice—. Luego del torneo charlamos un largo rato. Estoy feliz porque su sensei está interesada en entrenarme, este miércoles me hará una prueba. Desde que llegué a Japón, estuve mejorando mi karate por mi cuenta.

    >>Bueno, ahora sí, ¿vamos al Dojo? —invité mientras los conducìa a las escaleras para llegar a la planta baja.

    En breves posteo en el dojo :P
     
    Última edición: 25 Noviembre 2023
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    Gigi Blanche

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    La palabra que pescó de mi frase me hizo consciente de que la había dicho y me sentí pillado en una travesura que siquiera pretendía estar cometiendo; por una vez que no lo hacía, quería decir. Una risa vibró en mi garganta y su sonrisa se estiró, anunciando la tontería de turno. Me encogí de hombros, exagerando la indiferencia.

    —Se puede arreglar, pero ten cuidado: dicen que son peligrosos.

    ¿De qué forma, exactamente? Me ahorré las explicaciones directas, esta vez con plena intención, y fingí demencia. Luego me acabé mi comida y cuando estaba por incorporarme soltó que esperara, de repente y mortalmente seria. La miré, pillado por la pseudo urgencia del asunto, y cuando acabó siendo otra tontería se me aflojó una risa nasal que me cruzó la sonrisa ampliamente. Meneé la cabeza, aceptando la derrota, y me agradeció por el almuerzo compartido. Coñas aparte, lo sentí sincero y solté el aire por la nariz, mirándola.

    —No fue nada, Pinky —murmuré, con una sonrisa suave, y luego agregué—: Más bien, gracias a ti por haberme salvado del té embotellado. Me concediste otro día de vida, que lo sepas.

    Se acabó la comida, entonces, y me monté en el teatro al retomar el asunto anterior, el de los consejos de supervivencia. ¿Había otra posibilidad, de por sí?

    —Hmm... —murmuré, poniéndome en pie, y comencé a caminar a su lado con las manos en los bolsillos—. Ahora no me vienen, pero si luego recuerdo alguno te lo digo, ¿qué te parece?

    Completé la frase sacando el móvil y extendiéndoselo con un quiebre de muñeca. No le di ninguna clase de importancia aparente al asunto y seguimos nuestro camino con calma, pillando las escaleras.

    —A todo esto, ¿qué onda los clubes? ¿Le echaste el ojo a alguno?


    joseph smooth benjamin wickham
     
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    Gigi Blanche

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    La pobre criatura se puso un poco nerviosa con mi cumplido repentino y yo solté una risa liviana, no por su vergüenza en sí, sino por lo que respondió. Solía quitarle entidad a ciertas cosas, ciertos deslices o problemas ajenos, y no porque me resultaran indiferentes. La línea entre los verdaderos impedimentos y la auto compasión era delgada y ambigua, y quizá fuera un coping mechanism a secas, pero genuinamente creía que no darle tanta importancia a muchas cosas era la vía más saludable. No sabía si a Cayden le haría mejor o peor, sólo me gustaba creer que la gente se relajaba cuando no encontraba reflejados sus propios issues en el otro. Era un arma de doble filo.

    O se relajaban o se iban a la mierda, sin intermedios.

    —¿Y el problema cuál sería? —repliqué, divertida—. Maybe that's my job!

    Acabé distrayéndome con Maze, en todo caso, y al soltarle que luego lo recogería respondió que me esperaría. Medio de repente me acordé que le había prometido un baile y tuve que fingir demencia absoluta para que no me cayera la catarata de nervios encima. Con suerte y no se acordaba, ¿verdad? Yo no se lo iba a mencionar, eso era seguro.

    La tontería de Rowie fue tan ambigua y Cayden se acopló con tanta naturalidad que algún día sería consciente de que, en ese momento, nació la duda de si se conocían entre sí o no. Reí con liviandad a lo siguiente que dijo y me encogí de hombros, empezando a girar sobre mis talones.

    —Me gusta cumplir con ciertos estándares, ni modo —respondí por la gracia.

    Mientras iniciábamos el recorrido hice un paneo mental de nuestro archivo. Habíamos hablado por última vez en... el campamento, ¿cierto? Hacían dos semanas de eso. Había sido incluso antes de la prueba de valor, cuando lo usé de delivery de brownies y toda la tontería. Luego lo había visto bailar el viernes pasado y eso era todo. Seguía con la duda latente de si su relación con Arata se habría recompuesto o no, si el otro tonto habría hablado con él o seguiría haciéndose el imbécil, pero no era un tema que me correspondiera abordar y menos en una charla casual a las ocho de la mañana.

    —¿Las hiciste tú a las galletas? —le pregunté, girando el rostro hacia él—. Tienen mucha pinta, aún no las probé pero ya tendrás la review completa de una cookie maker experta, certificada, ¡certificadísima! por un montón de críos.
     
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  12.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Sabía que la aclaración de Kashya no había tenido ninguna intención más allá de informar de la situación, pero también podía entender que, con su poca expresividad natural, el mensaje podía llegar a sonar muy diferente para el resto de personas. Por suerte para todos, hubiera sido el caso o no, la chica reaccionó con bastante calma y Kashya simplemente asintió con la cabeza cuando se corrigió, haciendo que yo me sonriese con cierto alivio a su vez. Fue también ella la que aceptó mi propuesta de subir juntos, contándonos sobre cómo habían sido sus primeros días en la academia, y para ese momento ya había logrado hacerme una idea de la personalidad de cada uno.

    —La gente es muy amable aquí, sí. Imagino que porque es una escuela internacional —acordé, asintiendo apenas con la cabeza cuando ella terminó de hablar, y ensanché un poco la sonrisa al recibir el comentario sobre la academia en sí—. No sé qué clase de magia negra hace la directora, porque parece que saca lugares de donde no los hay si hacen falta. No sé si habéis visitado todavía el Observatorio, pero lo construyeron de la nada hace poco —les expliqué, habiendo bajado un poco la voz al principio de la oración, como si la posibilidad de que la directora hiciese magia fuese alguna especie de teoría conspiratoria peligrosa.

    Había notado que Kashya me dirigía una mirada al haber dicho aquello, una que supe era de reproche a pesar de que a simple vista no había ninguna indicación de ello, y me encogí de hombros con ligereza, sin perder la sonrisilla divertida, antes de escuchar la voz del muchacho dirigiéndose hacia mí y captando mi atención en el proceso. Sabía que Kashya le daba cierta importancia a todo lo relacionado con la hechicería, y a mí quizás me gustaba picarla un poco más de lo necesario con el asunto, simple y llanamente porque era su hermano mayor.

    >>Sí, hace un par de semanas. ¿Os gustan esa clase de eventos? Porque de ser el caso, aquí no os vais a aburrir. El mes pasado hubo un festival precioso al que fueron varios alumnos de aquí, y me han contado que hace unos meses unos alumnos se colaron para hacer un fiesta en la azotea y también que una chica hizo una mascarada en su casa —volví a sonreír con cierta gracia, intercalando una nueva ronda de miradas entre los dos hasta que me obligué a pararme en Yuta—. Antes me habéis dicho que os han separado, ¿cierto? ¿En qué clase te ha tocado a ti? Por curiosidad~
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La niña no cedió, o quizá lo hizo parcialmente, quién sabe. Parecía poseer un temperamento bastante despreocupado, cosa que en sí misma no me desagradaba. Incluso a sabiendas de que yo fácilmente caía en la categoría la mayoría del tiempo, no disfrutaba de tratar con cucharadas de moco. Era de aburrido a tedioso, sin grises intermedios. Empezamos a caminar, acompasamos el ritmo y la oí sin mirarla; eso, al menos, hasta que dijo que las fotos no me hacían justicia. Una sonrisa suave me torció la comisura de los labios y deslicé la vista a ella, de soslayo.

    —Me alegra que disfrutes las vistas~

    Coñas aparte, había alegado que mi existencia le daba curiosidad y no mucho más. Suponía que era motivación suficiente para personas como ella, en especial si acababa de llegar al país y tenía que abrirse camino por sí sola. Acercarse a mí era una carta relativamente segura, considerando los negocios de los que había parloteado Teruaki-san en una de las cenas en casa. Cómo le gustaba hablar a ese hombre. Con todo, había aprendido la decencia necesaria para tratar bien a los socios de la familia.

    De mi parte tocaba hospitalidad, ¿no?

    —He oído algo al respecto —concedí, tranquilo, al menos para salvar las apariencias del imbécil de mi tío—. Aunque no me he interiorizado, si te soy honesto. No tengo mucho tiempo para meter el hocico en el tablero grande aún.

    Autoconcedida o no, la realidad era que me había cargado al hombro la responsabilidad de enderezar a los Lobos, estabilizarlos y recuperar la reputación perdida. No estaba seguro cuánto tiempo llevaría, tampoco había prisa. Seguridad y paciencia, de eso se trataba todo.

    Esbocé una nueva sonrisa, la miré al hacerlo y en la voz se me filtró un dejo de diversión.

    —Pues bien, el Alfa de los Lobos, aquí lo tienes —ironicé, cargándole al apodo una cuota adrede de acidez; el apodo ya había calado, lo sabía, pero no sentía que me identificara en absoluto—. ¿Hiciste la tarea antes de venir, Diekmann? ¿O te gustaría hacerme un par de preguntas? Puedo echarte una mano, al menos por la buena relación de nuestras familias~


    we're alive aND I'M SPEED
     
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  14.  
    quem

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    Poco sabía yo que el chico no me estaba mirando cuando empecé hablar, o que cuando mencioné lo de las fotos allí recién lo hizo, y en sí lo había mencionado, porque sí, solo reí al escuchar lo que dijo y en la forma egocéntrica que sonó. No lo mire ni nada, sino que seguí con mi vista al frente mirando a mi alrededor, ya que ya estaba acostumbrada hacerlo era algo que mi papá me había enseñado.

    A veces los lobos se disfrazaban de ovejas, ¿no?

    Y qué ironía ya tenia uno cerca.

    Asentí en poco cuando dijo que aún no se había interiorizado con eso de los negocios que estaban haciendo nuestras familias, en sí lo entendía, claro había diferencia ahí entre él y yo, mi papá me había empapado de todo o si no estaba segura nunca hubiera pisado Tokio por voluntad propia. Nunca.

    Entonces cuando volvió hablar lo mire porque en sí sentí su mirada y claramente por la diversión que se filtró en su voz, cuando menciono lo de las tareas reí con cierta diversión alce una ceja mientras ladeaba la cabeza pensativa. ¿Si había hecho las tareas antes de venir? Obviamente, podía aparecer alguien despreocupada, pero con mis cosas era muy diferente, regrese mis ojos a él parpadeando en poco.

    —Ah, ¿las tareas? Si las hice —sonreí—. Aunque ahora que lo pienso bien si tengo algunas preguntas, pero el tiempo no me alcanza, —lleve un vistazo rápido a mi reloj por pura gracia antes de volver a mirarlo—. En sí, la principal de ellas es ¿Cómo llegaste a tanta responsabilidad con los lobos a tu edad? ¿Cuántos años tienes? ¿18? —busque confirmar por pura manía, claramente tenía un archivo lleno de sus datos, así como suponía que él también tenía de los míos.

    Y para no mentir la pregunta era un poco hipócrita, a mi edad había llegado alcanzar muchas cosas que nunca me imagine siendo la reina del tablero.

    Ah, perdón la demora <3.
     
    Última edición: 9 Diciembre 2023
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    Bruno TDF

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    Había algo contradictorio en mi hábito inconsciente de reprimir algunos gestos, tales como la gracia que se filtró por mi sonrisa o las carcajadas que desvanecía forzosamente antes de que brotaran junto con mi aliento. Por mucho tiempo, tuve la idea de que este tipo de situaciones eran impulsadas por algo similar a la timidez, pero tal teoría carecía de lógica en vistas de la facilidad con la que me acercaba a las personas y, sobre todo, por mi involucramiento en hechos impensados como la fiesta de la playa o nuestra danza en el patio norte. Era probable que este recato tuviera su origen en la sociedad sueca donde había crecido: estricta, formal y distante. Llevaba apenas medio año residiendo en Japón, por lo cual aún conservaba ciertas costumbres o nociones sociales que me impulsaban, sin que me diera cuenta, a mantener una imagen de moderación.

    Por esta razón me agradaba que Bleke tuviera más facilidad para deslizar la diversión en su gesto. Considerando su cortesía y la inmensa calma de su seriedad, el tono de su sonrisa era posiblemente más notorio de lo que ella podía suponer, incluso cuando era esgrimido con tanta sutileza. Mencionó la segunda canción del show, aquella en la que “Freakout” era el término predominante. En su momento me dispuse a que tomáramos la oportunidad de danzar con aquel nuevo ritmo, como si se tratara de un experimento destinado descubrir más sobre nosotros mismos; pero ahora que lo rememoraba en retrospectiva, me resultaba comprensible que Bleke tomara la postura de abandonar la pista. Tal como ella dijo, habríamos dado un espectáculo bastante más curioso… idea que terminó por volver a hacerme sonreír.

    —Por supuesto —respondí sobre el observatorio, prestando atención a las escaleras por las que subíamos—. Les resultó impresionante saber que la escuela cuenta con un espacio semejante, incluso yo desconocía su existencia hasta que me lo mostraste —asentí lentamente—. Mi padre fue el más entusiasta respecto al tema, como podrás suponer; además, me alentó a unirme a Club de Astronomía —añadí pensativo, girándome hacia ella—. Es una opción que estoy considerando, estoy seguro que dispongo de tiempo para estar en dos clubes. No obstante, el de Lectura será siempre mi prioridad.

    Luego de esta respuesta, sobrevino mi invitación a que hablara sobre fin su de semana. La manera heterodoxa en que le formulé este interés me permitió presenciar un atisbo de su confusión, lo cual cambió apenas le hice la debida especificación… Y su mirada descendió. Fue una caída fugaz, que apenas ocupó el leve espacio de un instante… No tardó en volver a centrarse hacia nuestro frente, para contarme sobre el silencio que hubo en su residencia y los motivos tras esa ausencia de palabras. Supe así que su padre viajaba por negocios y que tenía un hermano al que le gustaba salir, y de la misma forma noté que no hubo mención alguna sobre una figura importante: la de su madre. El hecho quedó atascado en algún espacio entre los engranajes de mi pensamiento, pero preferí centrarme en lo que Bleke me contaba: sus actividades, el jardín.

    Volví a reparar en su sonrisa. Comprendí que me estaba dando un pequeño aviso, por lo que la posterior cita no me tomó completamente desprevenido. Reconocí al instante que provenía de una de las novelas de Hesse, Narciso y Goldmundo, la cual había leído. Aunque sólo pude realizar la conexión con el jardín de su hogar en cuanto mencionó los narcisos floreciendo, a lo cual siguió su pregunta.

    —Me gustan, aunque reconozco que pocas veces me he detenido a observarlas —admití—. En la biblioteca de mi familia, allá en Suecia, tenemos un pequeño jardín central con una fuente modesta y una banca. El sonido del agua y saberme rodeado por los colores de las flores me resultaba siempre relajante. Buen ambiente para la lectura cuando no quería verme entre cuatro paredes.

    Tras una breve pausa, volví a girarme hacia Bleke.

    >>Te has centrado en los narcisos, ¿son especiales para tí?


    Sé que no pasa nada, pero me disculpo igualmente por la demora. Entre que se cayó el foro y tuve días agitados, quedé todo maltrecho unu (?)
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    ¿Qué si me importaba realmente la aparición de Welsh? En lo absoluto, la criatura se había manifestado y viéndola quizás se había tardado demasiado, ella o Rowan si debíamos ser honestos. Esta clase de mierdas solo ocurrían y yo, si resultaba metido en el campo de afectación por llamarlo de alguna manera, me dejaba arrastrar. Esa había sido más o menos la lógica de la estupidez con Manson, después de todo.

    En todo caso, dejé que Rowan hiciera el trabajo de socialización como ocurría siempre desde que tenía uso de razón y me limité a meter la cuchara cuando se me ocurrió que podía hacerlo sin esforzarme mucho. En algún momento terminé de contestar los mensajes y acompasé mejor los pasos de la rubita y los de Ro, para tampoco quedarme demasiado fuera de la interacción.

    —No sé qué es más terrible, que llamaras a Tora señorito o que ambos estén cuestionando mi concepto de diversión. —Se quejó él en voz alta, aunque era obvio que no iba en serio.

    Habíamos seguido el recorrido, la otra quedó de lo más contenta con la respuesta de Ro y él se dio por servido. Cuando quise acordar, de todas maneras, se había sujetado a ambos y tuve que contener el impulso inicial de apartarme, porque sentí el regaño de Rowan alcanzarme un rincón de la cabeza, como un latigazo. Todo lo que hice para deshacerme de la tensión inicial fue soltar el aire por la nariz.

    Ninguno de los dos reaccionó a la mención de la azotea, ni por asomo, y Ro se puso a asentir de lo más serio, como si estuviera guardando la información en el cajón más importante de su cerebro. Cada espacio tenía su uso, para sorpresa de absolutamente nadie, y me di cuenta que ambos miramos a la rubita a la vez cuando soltó tan pancha que si queríamos usar alguno le avisáramos, que igual era de ayuda.

    Sin ofender, pero no iba a ponerlo en duda.

    —Pero si no será esta la mejor bienvenida hasta ahora —apañé yo medio porque sí, medio por ver hasta dónde se estiraba la broma.

    Rowan no dijo nada, pero me pareció escucharlo reír y dejó un espacio de respuesta, tal vez por el mismo motivo que yo había hablado. No buscó soltarse de ella, ya que estábamos, y yo acabé por aclimatarme así que me daba igual, aunque no sabía hasta dónde era rentable esto para seguir caminando.

    —Gracias por poner a nuestro alcance el conocimiento ancestral —dijo Ikari por fin, con la risa permeándole la voz.

    Cayden.png

    No sería yo el que le aguara las ilusiones (que de por sí no sabía que tenía) a Hubert, eso seguro, pero Sonnen era una persona… complicada y que lo dijera yo que era otro desastre con patas daba de qué hablar. Era demasiado racional, demasiado cuadrado para su propio bien y cuando hacía clic con sus emociones parecía muy perdido como para funcionar, como si no supiese a dónde apuntar. No quería decir que fuese una piedra ni nada, Anna lo quería por algo, pero a mí se me antojaba más rígido e intimidante de lo que debía ser sano y ambos, a nuestra manera, nos negábamos a hincarnos frente a figuras de autoridad y por ello chocábamos constantemente. Yo no quería postrarme ante él y él, por rebote, seguía intentando colocarme donde creía que pertenecía.

    Bajo el dominio de alguien más grande, más fuerte y más inteligente que yo.

    Quería confiar en que, tal vez, Hubert le parecía muy inofensivo y flexible como para realmente pretender aplastarlo pero no estaba seguro de algo como eso, no podía estarlo. Lo había visto cagar a palos a un imbécil hace años y luego me había empujado para sacarme del alcance del yōkai en la prueba de valor. Incluso si la segunda cosa existía, si había una fracción de él que buscaba proteger, no podía anular de mi cuerpo el hecho de que Altan usaba el miedo de los otros como herramienta y entre más se hundiera en el agua, entre más solo se le dejara, se volvería más violento e iracundo; pero eran pocos los que podían entrar en el océano endemoniado sin morir en el intento y él estaba rechazando a una de esas personas.

    A este paso era cuestión de tiempo para que alguien se comiera un latigazo, uno que, justo como mi campo minado, quizás fuera inconsciente. El asunto era que si debía colar el cuerpo para sacar a Mattsson del área de impacto sabía que podía hacerlo.

    Hubert no era más que un mocoso metido entre nuestros líos sin querer.

    De la manera que fuese, quizás mi corrección a lo del príncipe escolta siguió el camino, necio, de la resistencia en todos los sentidos posibles. Primero me negaba a aceptar la suerte de cuidado de otro que parecía incluso más pequeño que yo, segundo insistía en aferrarme al cacho de espejo roto que me permitía vislumbrar mi propio fuego, uno que servía para abrigar a los otros. Me había aferrado a eso al hablar con el viejo y tenía el cuerpo del dragón, las escamas doradas, enredadas en el cuerpo para recordarme que había salido del cañón con vida. Puede que mi intento de seguir junto a este chico, uno contrario a lo que susurraban mis ecos, respondiera a la ilusión de que podía seguir diferenciándome de mi fantasma.

    Era mi intento de hacer las mierdas bien, incluso si estaba aterrado.

    Por otro lado, ¿los caballeros no tenían como que juramentos caballerescos y esas cosas? Estaba seguro que no se llamaban así, pero sabía que tenían virtudes, ideales, en fin algo que los guiaba. El punto era que dudaba mucho ir a jurar aceptar la escolta del supuesto príncipe a cuya causa servía.

    De todas maneras, no dije nada más y eso le dio tiempo a Hubert de pescar mis palabras. Señaló que cuando un lugar nos gustaba todas las veces que lo visitáramos eran valiosas y se me ocurrió que tenía sentido, pues aplicaba lo mismo a las personas. Cuando nos sentíamos cómodos con alguien siempre volvíamos, volvíamos a donde habíamos sido felices y ya. Encima al decir lo del cerezo el niño me leyó como un libro, justo como se me ocurrió ayer, y volví a sentir por tercera vez consecutiva en menos de cuarenta y dos horas que tenía el corazón pegado en la mesa de autopsia para que todo Dios lo viera. Que Ko, que mi madre y tío Dev, que Hubert.

    No señaló dónde dolía.

    Si no dónde dejaba de hacerlo.

    Por lo menos mis tonterías me permitieron fingir demencia, tan siquiera lo suficiente para que mi repentina vergüenza consiguiera girar hasta disiparse. Sonreí con cierta suavidad, absolutamente resignado a lo obvio de mis acciones y el hecho de que él asumiera esas cosas con un solo almuerzo previo, y asentí con la cabeza para decirle que sí, que me gustaría el cerezo. No dije nada porque no creí que hiciera falta y solo nos dispusimos a bajar.

    De repente me advirtió sobre Ferrari, fue una suerte de confidencia, y tuve que tragarme una risa. No le respondí en el momento, solo me detuve unos segundos para que él se adelantara un par de pasos y entonces le ajusté una mano en cada hombro. Tuve cuidado de que el bento que me quedó en la muñeca de la mano derecha no le golpeara la espalda y comencé a guiarlo con cierta prisa, para esquivar a Ferrari aunque no había rastro de la criatura.

    —¿Ahora se entiende mi punto? —le dije bajito, recortando algo de distancia para hablarle desde atrás—. Por ese tipo de peligros necesita un caballero que lo escolte, príncipe.

    La estupidez me arrancó una risa, pero le devolví su espacio aunque seguí guiándolo sin más, tomándome muy en serio mi trabajo. Cuando alcanzamos las escaleras a la primera planta esperé a que bajara algunos escalones y antes de volver a su lado pensé otra tontería, para variar, y se la dije volviendo a consumir algo de espacio para que fuese un secreto.

    —¿Y qué con el baile? —pregunté de lo más entretenido—. ¿Te pusiste nervioso? Te puedo enseñar, si quieres.

    Pobre niño, ¿quién me había dado derecho a molestarlo con semejante descaro? Al final se me estaban pegando las manías de Ko y de Arata, había que ver.

    —A bailar, digo. —Vete a saber a qué respondió la aclaración, eso sí—. Aunque no es que yo sea un bailarín de campeonato, pero creo que no tengo dos pies izquierdos.

    Con la nueva idiotez suspendida en el aire lo dejé tranquilo, le devolví su espacio, también rompí los puntos de contacto con sus hombros y regresé a su lado como si nada. No era una oferta real, solo se me antojó buscarle un poco las cosquillas, viendo lo formal que parecía todo el tiempo, tan contenido y compuesto.


    qué tremendo tochopost, perdóname

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  17.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Tantear límites había sido mi actividad favorita desde que tenía uso de razón y, por ello mismo, no me habían preocupado lo más mínimo las posibles reacciones de los chicos por mi obvia desfachatez. Ya me había hecho a la idea de que al pelirrojo no le molestaría, y en cuanto al rubio, bueno... le hubiera molestado o no mi cercanía, lo cierto es que tampoco hizo nada para evitarla, así que al final todo había salido a pedir de boca.

    Well, you know, siempre puedes demostrarnos lo divertido que realmente eres~ —comenté ante su pseudo-queja, guiñándole el ojo en el proceso y, por supuesto, finalizando todo el asunto con una sonrisa divertida.

    La información que les proporcioné no era ningún secreto de Estado y, de hecho, estaba bastante convencida de que ellos solitos habrían acabado descubriendo la mayor parte de la misma sin necesidad de mi ayuda; aun así, me agradó verlos igual de metidos en el teatro que yo. Para ser completamente sincera, mi intención principal había sido acabar con la insinuación (para nada sutil) con la que terminé, así que me di por más que satisfecha cuando la solté y recibí la atención de ambos al mismo tiempo por la misma.

    >>Of course, ¡soy experta en dar buenas bienvenidas! Y puede ser incluso mejor, if you wanna~—canturreé, echando la cabeza sobre el hombro de Tora, y pestañeé un par de veces entre medias de mis palabras—. My pleasure, son —añadí justo después, irguiéndome para poder dirigirme de nuevas cuentas hacia Rowan—. Me hago vieja y el legado debe continuar, as they say... —suspiré con pesadez, siendo mi único objetivo ponerle algo más de dramatismo al asunto, pero no mucho después recuperé la sonrisa divertida al buscar cambiar de rumbo la conversación—. ¿Vosotros sois amigos de hace mucho, entonces? Or maybe... something more? You can trust me, yeah? I'm an ally! I'm more than ally, in fact! ¡Me he besado con muchas chicas!
     
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    Bruno TDF

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    Lo de que no se volviese a perder se lo dije en broma, sin ninguna malicia. Me alegraba tanto volver a verlo que simplemente pasó eso, me nació un ligero impulso de ponerme a jugar con él mediante las palabras. Mis confianzas de siempre, vaya. Pero, eso sí, debía reconocer que decirle aquello también fue una suerte de pedido, como la expresión de un deseo. Yo era increíblemente sociable, así que, si alguien me caía bien, obviamente me daban ganas de regresar con esa persona todas las veces posibles… Pero, pues pasó esto: Zeld desapareció en el espacio-tiempo. Igual estaba siendo un poquito injusta con él, porque yo también me había medio perdido luego de hablar con él, entre los estudios y mis intensivos entrenamientos de judo y karate, ups. Así que cuando me llegó el reproche de Zeld, que dijo no habían ido a buscarlo a su salón, puse ojitos de fingida inocencia, acompañados de una sonrisita. Al menos conté con el acuerdo de Gen.

    Así las cosas, conformando un grupo tan lindo como espontáneo, comenzamos nuestra marcha. No tardamos nada en alcanzar el pasillo del segundo piso. Gen había atendido a mi pregunta durante el descenso por las escaleras. Tanto Zeld como yo habíamos quedado detrás de ella, por lo que debió mirarme por sobre su hombro para confirmar que me escuchaba. Dijo que estudiaba hace años con el muchacho que iba a mi lado, y también mencionaron a Zoldryc. Me reí con suavidad con el comentario de Zeld.

    —A tu hermano lo conozco de vista nada más, puedo ubicarlo rápido porque es increíblemente igualito a ti —le dije, recorriendo sus facciones con la mirada, a lo que siguió una risa suave brotando de entre mis labios—. De no ser por tus tatuajes, no me cabe duda de que lo habría confundido varias veces contigo. Supongo que debo darte las gracias por hacerte eso tan cool en el rostro —añadí, deslizando los índices sobre mi propia carita para trazar, como si fuera una imitación, las líneas que recorrían su mentón y el límite de sus mejillas.

    Mi atención regresó al frente para escuchar el comentario que hizo Gen sobre el hermano de Zeld. Dijo que era noble… y también dulce. Sonó muy sincera, casi me animaría a decir que la mención de Zoldryc la ponía suavecita. A sus espaldas, las reacciones fueron bastante dispares: Zeld torció los ojos, mientras que yo me llevé una mano a la mejilla con una sonrisa enternecida que estuvo a punto de cerrar los míos. No la conocía, pero se me hizo bonito que dijera aquello.

    —Ah, qué lástima que ya estamos algo lejos de nuestro salón —respondí a Gen, a la vez que bajamos por otra escalera y llegamos al pasillo de primero—. Podríamos haberlo invitado a venir con nosotros. ¡Pero…! Siempre habrá una próxima ocasión —me giré hacia Zeld con una sonrisa—. Y cuando llegue el momento pasaré a buscarte a tu salón, eh. O también puedo escribirte, que nos intercambiamos nuestros números cuando te pregunté por tu… club de kickboxing.
     
    Última edición: 24 Diciembre 2023
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    quem

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    Según yo estaba a punto de dejar atrás el tema del escaneo y eso, entonces Yu soltó algo que me pareció una tontería de turno para no mentir, y me fuera quedado estática en mi puesto de la impresión al de no haber sido porque al parecer la orden que recibió mi cuerpo fue obedecida no reí porque ya, solo lo observe de arriba abajo para después parpadear algo incrédula. ¿Qué pensaba que me había enamorado de él? ¿Enamorada de él? Eso ya sería algo loco de mi parte, por favor.

    Aunque el chico no estaba para nada mal.

    Pero simplemente no.

    En sí no supe que distinguir si en lo que dijo había alguna broma o quiso exagerar de más no dije nada, no vi que más agregar a eso y para ser sincera, me hizo recordar a Enzo, a veces no sabría decir si bromeaba o hablaba en serio. Deje eso por olvidado y me centré en Kai al ver el entusiasmo en su rostro después de mencionar el club de música ligera. Le sonreí mientras pensaba y repasaba la sala de música al escuchar su pregunta.

    Vamos Fiorella, no creo que no recuerdes que instrumentos tocan en club, perteneces a él.

    Más olvidadiza no podía ser, ¿no?

    —A ver —entonces por un momento recordé lo que había—. En sí, lo que hay en la sala es: un piano de cola, guitarras, bajos, instrumentos de cuerda frotada, viento metal y viento madera —murmuré eso con un tono de voz suave—. Aunque la otra vez hubo en evento en el cual solo se tocó el teclado y la trompeta, el teclado lo toque yo y la trompeta un chico —sonreí al recordar lo que tocaba Kohaku—. Y el líder toca la guitarra, pero su instrumento no participo en el evento.

    Obviamente, había más integrantes y claramente no podía olvidarme de lo que hizo Abby en la computadora. Solo parpadeé un poco al escuchar su pregunta, sobre si había alguno tradicional.

    >> No en si hasta ahora no he visto ninguno.

    Después de preguntar sobre los clubes que se habían unido o les había interesado, mire hacia al frente mientras terminábamos de subir las escaleras para caminar por el pasillo de la primera planta sin ningún problema. Cuando escuche la mención del club de esgrima los mire así sin más recordé a Adara, solo asentí para dar a saber que estaba escuchándolos.

    —Si práctico básquet después de clases con una amiga —respondí con tranquilidad después de escuchar la pregunta de Kai en eso los mire devuelta a los dos—. ¿Ustedes siempre han practicado el judo y la esgrima?
     
    Última edición: 7 Enero 2024
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Quizá debiera agradecer no haber mirado a nadie cuando solté semejante estupidez, porque la cara que habría encontrado en Kaia (y en Bianchi, ya que estábamos) habría sido un poema. No era de los que se alimentaban constantemente de reacciones ajenas, pero tenía la cara más dura que un zapato y, de vez en cuando, la desfachatez se entremezclaba con la soberbia. No recibí ninguna clase de respuesta, ni buena ni mala, y estuve tentado a voltearme; al final me contuve.

    Las chicas se habían puesto a hablar del club de música. Imaginaba que el interés de Kaia era real y, un poco por rebote, le presté atención a la respuesta de... ¿cómo había dicho que le llamaban sus mejores amigos? ¿Rojita? Qué gracia.

    —Vaya, está muy bien equipado —respondió Kaia, sorprendida, y soltó una risa breve—. Se nota que no escatiman en gastos. Me alegra que le presten atención a las artes.

    Nos mencionó un evento que, en base a las características, debía ser el mismo que había recordado nuestra querida Gaido-chan durante el tour. Sin embargo, tal y como había estimado, el club no poseía instrumentos tradicionales. Medio giré el rostro hacia ellas, la decepción de Kaia era palpable pero aún así no quiso verbalizarla. Ralenticé el ritmo de repente, quedando colado entre ambas, y sin preocuparme por el detalle señalé a mi prima con el mentón.

    —Toca el shakuhachi —le dije a Fiorella—. Y bastante bien, debo decir.

    —Pero entiendo que no combina bien en un club de música ligera —agregó Kaia, inclinándose hacia adelante con las manos a la espalda para mirar a la chica, y suspiró, regresando a su posición—. Es una pena que no haya un club de instrumentos tradicionales, de todos modos.

    —Únete a la movida de creación y resurgimiento de clubes, parece estar de moda.

    Kaia se rió, pese a que lo había dicho sin alteraciones en mi tono, y entonces sí se me aflojó la sonrisa, pequeña y ligeramente ladeada. ¿Debía aportar con mi propia inclinación artística? Bah, daba igual, ni siquiera lo consideraba arte en sí. Me partía el culo de imaginar la cara de los directivos si les ponía enfrente una solicitud del calibre, sólo por eso valdría la pena el show.

    —Algo así, sí —respondió Kaia sobre nuestra experiencia con los clubes donde planeábamos participar—. Es un poco diferente lo que hemos entrenado nosotros, pero ya estuvimos hablando con las presidentas de ambos clubes y veremos de combinar nuestros conocimientos. Seguro será muy divertido.

    —Nada como pincharse con espadas y lanzarse al suelo para fortalecer la amistad —murmuré al aire, divertido, y miré a Fiorella de reojo—. Pásate un día por el dojo, si estás aburrida. La gente suele encontrar una especie de... placer culposo en esa descarga de adrenalina.

    —Ese evento del viernes pasado, ¿seguirán haciendo cosas del estilo? —preguntó Kaia—. Me da mucha pena habérmelo perdido por tan poco tiempo.
     
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