Interior Pasillo (Planta baja)

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 10 Abril 2020.

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    Bruno TDF

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    A raíz de cierta experiencia reciente que aún debía ser resuelta, hoy día evitaba sacar conclusiones apresuradas sobre las personas con las que trataba, sin importar cuán seguro estuviese sobre lo que observaba o distinguía en mis interacciones sociales. Prefería conducirme con lo que los demás me habían otorgado, es decir, con los elementos más concretos y puros de sus esencias. Palabras, miradas, ademanes, gestos físicos.

    Para el caso particular de Jezebel Vólkov, conservaba de ella buenas impresiones: una chica sumamente amable, atenta con el prójimo. Tratar con ella era una experiencia amena y tranquilizadora. Esto fue lo que esbocé a partir de mi trato personal con la mencionada; porque, por otro lado, contaba con diversas referencias provenientes de Verónica, de cuya palabra no dudaba. La buena imagen en torno a Jezebel se reforzó cuando me recibió con una sonrisa y un asentimiento de cabeza, mostrando un sincero agrado por nuestro reencuentro.

    Eso sí, quizá correspondía añadir que contenía una soltura y confianza bastante similares a las de Verónica, aunque tal vez menos efusiva. Primero, porque no hubo vergüenza en su semblante al recibir el abrazo de Verónica, al que incluso correspondió de la mejor forma que pudo. Al verlas así fusionadas, mis labios se estiraron de forma involuntaria, trazando una sonrisa algo más amplia en mi rostro. Esta muestra tan pura de unión y cariño me resultó reconfortante. Respecto a la confianza que parecía integrar el espíritu de Jezebel, ésta se manifestó en la inmediata invitación que me hizo tras contestar mi pregunta.

    Mantuve la sonrisa al escucharla, mas no hubo una respuesta inmediata. Mis ojos se desviaron momentáneamente al cielo cubierto de nubes, del otro lado de las ventanas. Al final, llevé una mano a los cabellos de mi nuca.

    —Me dirigía a la biblioteca a estudiar —respondí en un tono de disculpas.

    Verónica emitió un sonido indefinible. Bostezo, suspiro, mezcla de ambas. Lo que estuvo claro fue que le apenó mi respuesta.

    —¿Estudiar en el receso? —dijo con una sonrisita; se había separado de Jezebel, pero continuaba sosteniendo su mano— Me da sueñito de solo pensarlo.

    Me reí por lo bajo. Sabía bien que Verónica no insistiría con la invitación porque, confianzuda y todo, en ocasiones respetaba ciertas cosas según la persona. Pero no dudaba que algo de curiosidad tendría.

    —No es para la academia, si eso te sirve de consuelo —contesté en una broma ligera.

    Enseñé la portada del libro que traía bajo el brazo: representaba un tablero dividido en cuadros con líneas negras, con piedras blancas y negras repartidas en los cruces de ésta, bajo un título que rezaba Estrategia y tácticas avanzadas del Go. Verónica se inclinó sobre la portada con ojos entrecerrados.

    —Déjame adivinar: hoy vuelves a enfrentarte a tu nuevo amiguito del club de Go, ¿no?

    —Llamarnos amigos es apresurado —apunté, algo avergonzado de que hubiese adivinado con tanta facilidad el motivo de mi lectura. Carraspeé un poco, antes de dirigirme a Jezebel para ofrecer una explicación que le permitiese entender nuestro intercambio— Asisto a un club de Go en Toshima, donde hay un jugador aparentemente imbatible que de vez en cuando me llama para jugar. Se podría decir que estamos entablando una amable rivalidad, por eso estudio constantemente con la idea de superarlo —sonreí, algo apenado—. Por eso, lamento mucho tener que rechazar tu invitación, Jezebel —hice una leve inclinación a modo de disculpas— Sin embargo…

    Hubo otra pequeña pausa de mi parte, en donde volví a mostrarme pensativo, mirando las nubes al otro lado de las ventanas del pasillo.

    —¿Están libres mañana, en el receso? —pregunté, intercambiando una mirada con las albinas— De ser así, permítanme que sea yo quien las invite. Me gustaría prepararles un almuerzo.

    Verónica alzó las cejas con visible sorpresa. Por un instante, pareció que el sueño se le había ido de golpe... Ahora que caía en cuenta, había algo de mí que nunca le había dicho…

    —Hubby… —musitó, con la lentitud de quien va uniendo puntos— No me digas que… ¿Acaso… cocinas?

    —Lo hago —respondí sonriendo con modestia; desde que era niño, ayudaba a mis padres en la cocina, y con el correr del tiempo les preparaba las comidas cuando estaban muy ocupados con sus profesiones—. ¿Qué les parece? Si aceptan, mañana no tendrían que traer sus bentos. Yo me encargaré de todo.

    Una sonrisa radiante asomó a los labios de Verónica, su rostro se veía ahora más iluminado a pesar de la falta de descanso. No dijo nada, no obstante, sino que se aferró al brazo de Jez para luego mirarla a los ojos, en espera de su respuesta.
     
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    Sabía que ninguno de los dos iría a manifestar algo malo respecto a mi idea, pero como me había venido un poco encima me limité a esperar. Hubert no respondió de inmediato, sus ojos se deslizaron al exterior que podía observarse desde la ventana y en ese breve momento lo repasé con la vista, quizás fuese la similitud física, pero me recordaba a Altan y en su amabilidad, tal vez, confluían otras figuras un poco menos rígidas e incluso la mía propia, algo ingenua e inexperta. Puede que fuese solo un delirio de todas maneras.

    Para el caso, respondió que iba a estudiar a la biblioteca y abrí los ojos un poco sorprendida, si me decía que iba a leer era esperable, ¿pero estudiar? Uno no estudiaba en el receso... Idealmente. No tanto porque diera sueño como decía Vero, sólo me parecía que el tiempo era muy poco como para aprenderse nada, pero pues cada quien con su cosa. Resultó que no era para la escuela, lo que me dio más curiosidad.

    —¿Go? —repliqué después de su explicación sobre su rivalidad amistosa con un jugador de Toshima—. ¿El juego de estrategia con piedras blancas y negras? ¿No es muy complicado?

    En automático había negado con la cabeza cuando dijo lamentar rechazar mi oferta, pues en verdad no era tan importante, y le dediqué una sonrisa que pretendía hacerle saber que todo estaba bien. El muchacho había hecho una pausa y mientras esperaba a que pensara ladeé apenas la cabeza, curiosa, sin soltar la mano de Vero que a pesar de haber interrumpido el abrazo no perdió ese punto de contacto.

    Hubert entonces preguntó si estábamos libres mañana, siquiera había seguido hablando y ya la sonrisa, enternecida, me había alcanzado el rostro. Además no era todo, él iba a preparar el almuerzo y me dio mucha más ternura que la oferta por sí sola, sin mencionar que se sintió muy bonito saber que estaba dispuesto a tener un gesto como ese con nosotras.

    Vero, claro, se sorprendió al saber que el muchacho cocinaba y escucharla me hizo soltar una risilla. De todas formas bastó ver la sonrisa de la chica para saber que le gustaba la idea, además de eso se había sostenido a mi brazo y me miró directamente.

    —Es muy lindo de tu parte ofrecerte a encargarte de todo, gracias. Nos encantaría almorzar contigo —concedí ampliando la sonrisa.

    Un par de segundos después un pensamiento me alcanzó la mente, recordé la huida de hoy y el día de la entrevista, la cosa parecía sostenida en el tiempo. Quizás se atravesara otro plan o pasara algo, pero nada se perdía por el intento, ¿no? Era peor no hacer nada. Como ahora Vero y yo iríamos al dojo, pues no había más metidas de pata que cometer.

    —¿No te molesta si invitamos también a otro amigo? Bueno, sí él estuviera libre para empezar. No hace falta que te encargues de los tres almuerzos, de eso me encargo yo si fuese necesario —dije con la mirada puesta en Hubert, luego giré la vista a Vero y aunque no hablé en secreto, sí que lo hice un poco más bajo al explicarme—. Cay lleva bastantes días algo apagado, creo que le vendría bien estar con alguien. Ya sabes, nada de preguntas, sólo un almuercito compartido.

    A ver, que había ido a beber con ella, pero uno podía hacer muchas cosas sin que la base de ciertas otras cambiara en verdad.


    no puedes escapar y yo tampoco
     
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    Bruno TDF

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    Vólkov reconoció el juego como aquel en el que se usaban piedras blancas y negras, lo que me sacó una leve sonrisa. Ante su pregunta de si era muy complicado, no asentí ni negué.

    —Es un juego muy complejo en su aparente simplicidad, muy diferente del ajedrez o el shogi —respondí, sereno—. Hace poco, le conté una amiga que ni siquiera la inteligencia artificial podía vencer a los humanos en el Go, y fue así hasta hace cuatro años apenas. Eso da cuenta del alto nivel de complejidad que posee este juego. Por lo mismo, aprenderlo es un desafío que considero satisfactorio —completé con naturalidad, sin arrogancia.

    En el intercambio, sobrevino mi pequeña disculpa por rechazar la invitación a almorzar con ellas. Apreciaba mucho la espontaneidad de Jezebel y su buena predisposición, también la amabilidad que parecía caracterizarla. La chica había negado con la cabeza en un intento por que no me preocupara al respecto, aunque… Mis pensamientos no se quedaron quietos, de todas maneras.

    Porque, precisamente, hace instantes estaba pensando en mi deseo de retomar contacto con las personas. De continuar generando y/o profundizando las conexiones. Sobre esta línea fue que nació la idea de hacerles mi respectiva invitación para mañana. Compensaría el rechazo de hoy, aunque eso, en todo caso, no era lo verdaderamente importante.

    Tan sólo quise tener un gesto amable con ambas chicas. Cocinarles y prepararles un almuerzo iba a ser una forma de expresarme. Por un lado, para apreciar y agradecer la amistad de Verónica y, por otro, para comenzar a construir una relación igual con Jezebel, y darle a entender que podíamos formar ese vínculo si así lo deseaba.

    Así las cosas, Maxwell reaccionó con alegría y Vólkov mostró ternura por la propuesta, para luego decir que les encantaría almorzar conmigo. Oír su confirmación me entrecerró los ojos un momento, debido a la sonrisa. Lo mismo le sucedió a Verónica, quien parecía a punto de derretirse sobre su amiga tan querida; ahora había apoyado la cabeza en su hombro, sin soltarle la mano. Era tan puro el blanco de sus cabellos, que se fusionaban en un solo manto luminoso cuando permanecían así de cerca. Ahora que les veía con más detenimiento, daba la sensación de que estas chicas parecían poseer una luz propia.

    —Lo mismo digo, será un almuerzo muy ameno —correspondí a las palabras de Jezebel—. Haré todo lo que esté a mi alcance para que lo disfruten con creces.

    No demoré en lo absoluto en notar su divagación interna, que derivó en la pregunta de si podríamos sumar otra persona al plan. Un amigo suyo. Con un gesto de la cabeza acepté sin demora, porque no tenía razones para negarme a la posibilidad, menos si se trataba de una amistad de personas así de amables. Si bien me veía con tiempo y energías para preparar tres almuerzos extra, acepté con otro asentimiento a que Jezebel colaborara con la comida, sólo por si acaso.

    Cuando se giró para hablarle a Verónica, pretendí desviar la atención en otra dirección al notar que el tono fue ligeramente más confidencial. Con todo, me fue inevitable retornar la vista a las albinas apenas escuché que nombraban a Cayden. Verónica volvió a tener otro brote de energía ante la mención del chico, aunque su expresión pronto se tornó pensativa al saber que estaba como “apagado”.... Lo cual también llegué a escuchar, inevitablemente.

    Ante mis ojos se manifestó, como un fantasma, la imagen de Altan deteriorándose. Suspiré sin darme cuenta.

    —Yo digo que le vendría bien para salir de su cabecita un rato —afirmó Verónica—. Además, tengo entendido que siempre le alegra verlo a Hubby, ¿no crees lo mismo? —la pregunta fue repentinamente dirigida a mí.

    Lo suyo estuvo a punto de sonsacarme otra risa ligera, más ahora me había quedado pensando en lo que había dicho Jezebel. Procuré no preocuparme en exceso, y seguir adelante con el plan que estábamos trazando en pleno pasillo.

    —Es posible —respondí a Verónica; luego miré a Jézebel—. Cayden también es amigo mío —revelé—. Nos conocimos en el campamento, durante la prueba de valor. Almorzamos en un par de ocasiones e incluso le enseñé el movimiento de las piezas de ajedrez —me permití una pequeña sonrisa—. Si algo le sucede, me gustaría pensar que con este almuerzo le ofreceremos un pequeño oasis donde permitirse un respiro. Trataré de prepararle un bento también.

    —Bueno, pero trata de no sobre-esforzarte, ¿sí? —intervino Verónica, reprimiendo un bostezo detrás de sus dedos; entonces, una sonrisa diferente asomó a sus labios— Mi leoncito y yo no tendríamos dramita en comer del mismo bento si llega a hacer falta.

    Me quedé mirándola, con la expresión ligeramente confundida. Su comentario no me habría repiqueteado en la mente si simplemente decía que a ella no le molestaba la idea de compartir bento, pero… incluyó a Cayden en la fórmula, con mucha convicción. Hasta donde tenía entendido, Dunn se mostraba tímido ante ciertas expresiones verbales y físicas de Verónica. Tal vez fuese, simplemente, otro de los arranques de confianza de la chica.

    Aunque… tendría más sentido si decía de compartir su bento con Jez, en vistas del amor con el que la estaba tratando enfrente de mis ojos.
     
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    Su respuesta sobre el Go me hizo sonreír de nuevo, no dudaba en lo absoluto de que el muchacho disfrutara de un juego así y mucho menos de lo inteligente que era en consecuencia. A pesar de todo me seguía sorprendiendo que a algunas personas le gustaran esa clase de juegos, a mí me parecían enrevesados. Era más de juegos de mesa sencillitos, pero eso era mi problema, claro.

    —Espero que el tiempo de estudio te aproveche entonces —añadí porque me pareció raro desearle suerte en un juego de estrategia.

    Que aceptáramos la invitación de Hubert hizo que Vero prácticamente se derritiera sobre mí, notarlo me hizo reír y giré la cabeza un momento para depositar un beso entre su cabello antes de asentir a las palabras del muchacho. Era exageradamente formal para hablar, era un poco simpático, pero jamás lo diría y seguramente debía saberlo él mismo.

    Después propuse lo de invitar a otra persona, le hablé a Vero y creí escuchar el suspiro del moreno aunque las reacciones de Vero me distrajeron un poco de ello. Sonreí ligeramente al escucharla decir que le vendría bien salir de su cabeza un rato, algo en lo que concordaba, pero la sonrisa se me disipó cuando dijo que a Cay siempre le alegraba ver a Hubert. Traté de hacer memoria y creí recordar de manera muy difusa haber oído su nombre junto al de Altan y el de Cay en los grupos de la prueba de valor, pero tenía algunos recuerdos algo borroneados.

    Al final él confirmó mi lejana sospecha, así que me arrepentí un poco de la... elección de palabras, ¿lo estaría preocupando de repente? ¿Siquiera había visto a su amigo últimamente? Al oírlo hablar diciendo que si algo le pasaba quizás el almuerzo ayudaría no pude hacer más que esbozar una sonrisa algo culpable, no creía que a Cay le hiciera mucha gracia que me hubiese ido de la lengua justo con eso, pero ya ni modo.

    —Si son amigos imagino que le hará mucha ilusión recibir algo preparado por ti, así que no puedo aguarle la oportunidad ahora, ¿o sí? —reflexioné luego del intercambio entre ellos y en una suerte de instinto moví el brazo, sin querer le di un toque ligero en las costillas a Vero que debió haber pasado por un "Ojo con lo que andas diciendo a los cuatro vientos"—. Para que no te esfuerces de más podemos llegar a alguna solución, ya veremos.

    Eso dejaba solucionado el asunto del almuerzo por ahora, ¿no? Ya si Mr. Huidas tenía planes, pues era otro asunto que escapaba nuestro control. Por ahora no creía que debiéramos retrasar más a Hubert con su sesión de estudio que era breve de por sí.

    —Podemos reunirnos aquí mañana y luego decidir dónde ir, ¿qué les parece? —sugerí sin demasiado problema—. Por ahora dejamos de robarte tiempo, tienes que estudiar, ¿no?

    La sonrisa que le dediqué me entrecerró los ojos un momento, una vez más el gesto se disipó gradualmente. Esta vez fui yo quien suspiró sin darse cuenta.

    —Lamento si te preocupé con lo que dije sobre Cay. No sabía que eran cercanos.
     
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    Bruno TDF

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    Fui registrando las pequeñas señales que se desplegaban con sutileza a lo largo de la conversación, algo que siempre sucedía por lo general de manera involuntaria, pero ante lo que no me quedaba ajeno la mayor parte de las veces. Sin ánimos de formarme ideas adelantadas, fui consciente de cómo la sonrisa de Jezebel si difuminó luego de que Verónica insinuara la amistad que mantenía con Cayden, la cual terminé confirmando. Aunque aquel gesto regresó a su semblante luego de mi respectiva intervención, fui consciente de que su expresión fue más dubitativa, como si algo estuviese apenándola en el fondo de su ser. Yo no había sido consciente del suspiro que dejé escapar al saber que Cayden no se hallaba bien de ánimos, pero llegué a cuestionarme si había sido evidente al respecto.

    Jezebel y yo estábamos manteniendo una buena reciprocidad, si hablábamos de amabilidad. A eso debíamos sumar el hecho de que yo también, al igual que ella, me inquieté por la posibilidad de haberla preocupado.

    Tal vez la intervención de Verónica, su afirmación de compartir su bento con Cayden; nos dio un instante de distensión para no dejarnos llevar por nuestra respectiva culpa, así fue mediante la confusión. Reconozco que sentí una profunda curiosidad por la seguridad con la que habló, como si asumiera que el chico aceptaría de buena gana. Según me dijo la propia Verónica, iba a respetar sus límites a pesar de lo mucho que la enternecía verlo cuando se ponía tímido, ¿entonces algo había cambiado durante mi breve ausencia? Tuve la impresión de que Jezebel se halló igual de desprevenida por el comentario, hasta le dio un toque en el costado en algo que interpreté como una pequeña advertencia, a la que Verónica respondió con una risa baja, que se me hizo traviesa. No dijo nada más, respetando la señal de su amiga.

    Cuando Jezebel me dijo que a Cayden le haría ilusión recibir algo preparado por mi mano, asentí con sereno entusiasmo (por contradictorio que sonara), aunque con un gesto silencioso le pedí que no hablara en términos de “aguarnos” la oportunidad.

    —Mantendré la intención de cocinar algo para Cayden. Pero también apreciaremos lo que tengas para aportar, Jezebel; podría ser nuestro intercambio, un bento por otro —convine con suma amabilidad, sonriéndole; cuando dijo de reunirnos en este mismo punto mañana, mostré mi acuerdo—. Las estaré esperando mañana.

    No creí que las chicas estuviesen quitándome tiempo, pero no dije nada. Hablar con ella fue refrescante y me había elevado los ánimos, que de por sí venían por buen puerto. Jez me dedicó una sonrisa que le llegó a entrecerrarle los ojos, pero yo seguía captando señales de que algo la inquietaba. Como confirmación a esta sospecha, la sonrisa de la albina se desvaneció con lentitud hasta que, finalmente… me pidió disculpas. Por haber dicho lo de Cay y la preocupación que eso debía traerme.

    Suspiré larga y lentamente, aunque no fue un suspiro pesado. Miré a Jezebel a los ojos, negué con un movimiento sutil y le dediqué una sonrisa amable, tranquilizadora.

    —Descuida, no hiciste nada malo —respondí—. Es natural preocuparse por los amigos y querer hacer lo posible para que estén bien —afirmé—. En realidad, agradezco que me lo hayas hecho saber, Jezebel.

    Verónica empezó a acariciarle la espalda con cariño, buscando aplacar la culpa que en realidad no debía sentir, y le dio un beso suave en la mejilla.

    —No hay nada que disculpar, preciosa —secundó en un tono cariñoso—. Ahora pensemos en mañana, seguro la vamos a pasar la mar de lindo. Por cierto… —sus ojos azules, somnolientos, se encontraron con los míos— ¿Podría ser yo quien le avise a Lionheart del almuercito?

    Hubo un segundo de silencio, el suficiente para permitirme repasar el comentario sobre el bento compartido.

    —Claro —concedí—. Pero con una condición: no le digas que voy a prepararlo yo. Quisiera que fuese una sorpresa.

    Verónica rió y me miró con mucha ternura.

    —Así será —dijo—. Me muero de ganas de ver la carita que pondrá cuando sepa que le cocinaste algo. Ay, es que ya se me derrite el corazoncito y todo de sólo pensarlo —se llevó las manos el pecho.

    Me reí por lo bajo. Me gustaba que Verónica fuese tan desenvuelta. Esa naturaleza tenía un efecto tranquilizador en los demás, o eso creía yo. Tras eso, les dediqué un gesto de cabeza, a modo de despedida.

    —Verónica, Jezebel. Pasen un buen receso, nos vemos mañana.

    Con estas palabras y una sonrisa, me despedí de las albinas y encaminé mis pasos a la biblioteca, tras retirar mi botella de agua de la máquina expendedora.

    Continúa en el Dojo de Kendo, te etiquetaré allá para proseguir uvu
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    —Qué lindo, Kouchii, todavía tienes esperanzas puestas en mí... —acoté, haciendo un puchero de nada con los labios mientras negaba ligeramente con la cabeza, y justo después le piqué la mejilla con el dedo índice, sonriendo como si nada—. ¡Prometo intentar con todas mis fuerzas no volver a salir desabrigada a la nieve! Solo para que te sientas orgulloso de mí, que sepas~


    Kou me dejó coger su mano mientras avanzábamos hacia el ascensor, y lo que me hizo todavía más ilusión, él mismo mantuvo la unión incluso cuando estuvimos dentro del habitáculo. Intenté no demostrarlo demasiado, pero la realidad era que me ponía muy contenta. ¿Había tenido que pasar por varios momentos de bajón hasta finalmente asegurarme de que podía ser más directa con esas muestras de cariño? Sí. ¿Pero había merecido la pena? ¡Por supuestísimo!

    >>¡No me digas! —exclamé, girando el cuerpo en su dirección para poder mostrarle la evidente sorpresa de mi rostro—. Nosotros vamos a Zermatt... ¡decidido, entonces! A la próxima te vienes conmigo. ¡Ya verás! Es una zona muy bonita y los restaurantes están muy bien. ¡Y tienen el mejor chocolate que he probado en mi vida!

    No me había pasado desapercibido el comentario en relación a sus padres, pero la verdad era que indagar al respecto de eso sí que me pareció cruzar una línea que de momento prefería no arriesgar. Eso no quitaba que me alegrara un poquito saber que se sentía lo suficientemente cómodo como para mencionarlo en mi presencia, claro. ¡Poco a poco! Tenía el lindo presentimiento de que iba a poder aprender más cosas de la vida de Kou con el tiempo.

    Una vez salimos del ascensor, distinguí la cabellera de Thi cerca de la entrada a la cafetería, así que volví a dirigir la marcha en esa misma dirección.

    —Oh. Buenas tardes, Shinomiya-kun —saludó la muchacha una vez alcanzamos su posición, sonriendo con suavidad tras superar la sorpresa inicial por mi compañía—. El patio está casi lleno, pero dentro de la cafetería también hay bastante gente, así que supongo que tendremos que tener un poco de suerte en lo que sea que elijamos.

    —¿Tú tienes alguna preferencia, Kouchii? —cuestioné, girando la cabeza para mirarlo a la espera de una respuesta.
     
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  7.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    ¿Esperanzas en ella? Difícilmente, pero por la gracia... Dejé que me picara la mejilla y la miré de soslayo, con una sonrisa divertida asomando en mis labios. Ponderé algunas posibles respuestas y al final me decanté por la que, estimé, más le gustaría.

    —Tendrás que enviarme una foto tuya cada día, o de lo contrario no podré enorgullecerme —comenté al aire, impostándole indiferencia.

    El sitio predilecto de mi familia pareció sorprenderla, pues giró el cuerpo por completo y yo hice lo mismo con mi rostro, suponiendo que su reacción se debía a cierta proximidad geográfica. Me lo confirmó sin demora y esbocé una pequeña sonrisa, asintiendo. Siendo francos todos esos resort de lujo tenían los mejores restaurantes, los mejores hoteles y las mejores tiendas, pero no me apetecía mellar en su emoción.

    —¿Te gusta el chocolate suizo? —pregunté, o más bien busqué confirmar, mientras las puertas del ascensor se abrían.

    Íbamos cruzando el pasillo cuando noté a Ethans más adelante y Riamu la llamó. Correspondí el saludo de la chica con una sonrisa y un asentimiento pronunciado, y entonces barajaron opciones para el almuerzo. Había abierto la boca para responder cuando un golpe captó mi atención a un costado. Era Wickham, el inglés de mi clase, quien había estampado su mano contra el vidrio de la máquina expendedora. Casi al mismo tiempo se agachó, recogió su compra y se alejó con zancadas amplias y veloces.

    —Podemos ir afuera —respondí, regresando a las chicas como si nada, y el déjà vu quiso darme gracia pese a todo—, sólo si conseguimos mesa.
     
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