Interior Pasillo (Planta baja)

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 10 Abril 2020.

  1.  
    Zireael

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    Se había transferido con alguien más lo que me hizo pensar que al menos no era tan raro el hecho de que yo me hubiese transferido con Rowan, aunque me pregunté quién era la dichosa Thi. No pregunté de inmediato, la dejé contabilizar y verla sacar cuentas con los dedos me hizo reír ligeramente, en sí la niña medio que tenía un torpedo en el culo, pero no era necesariamente molesto. Atendí cuando me mostró que llevaba tres meses aquí y dije que sí con la cabez ala escucharla decir que eso la volvía una veterana.

    —Cuando tenga una duda sobre la escuela ya sé a quién acudir entonces —respondí para seguir el hilo de la estupidez, aunque volví sobre sus palabras pues porque uno también podía ser un poco chismoso—. ¿Thi?

    Luego le solté lo del cabello, se llevó las manos al pelo y sonrió mientras jugaba un poco con él, la niña era una criatura de reacciones sencillas como una buena parte del mundo. Suponía que a todos les gustaban los halagos, yo qué sabía, pero me di por servido en cualquier caso. Digamos que siempre era más fácil tener a la gente contenta.

    —¿Qué otros colores llevaste? —Protocolos sociales a un lado, la pregunta fue sorprendentemente genuina viniendo de mí, por alguna razón no me imaginaba a la chica con otro color que no fuese rosa Barbie y me dio curiosidad qué otra combinación se habría echado encima. Su pregunta me vino en gracia de todas formas y agaché un poco la cabeza, debía tener algo de las raíces oscuras ya—. La primera vez que me hice las mechas fueron moradas, luego me cansé de la tontería de que se fuera el tinte por la ducha a las dos semanas y me limité a decolorarme las raíces cuando hiciera falta luego de que se me destiñeran.

    Entre la charla pronto fuimos llegando a la planta de abajo, así que dirigí los pasos hacia la expendedora donde me puse a husmear las opciones. Al final, porque se veía que no quería aburrirme demasiado, volví a mirar a Yumemi y le sonreí.

    —¿Y si mejor la veterana me recomienda qué tomar hoy?
     
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    Bruno TDF

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    Por la manera en que pronunció mi nombre, me quedó más que claro que este tipo era un extranjero con todas las letras, puede que un recién llegado a este averno. Pero bien podría pensar que en realidad había puesto mucho énfasis en la R con toda la intención del mundo, viendo los airecitos que se traía encima. No dije nada, sólo hice un movimiento con la mano como diciéndole que había estado “más o menos” y que podía mejorar, aunque la verdad es que me importaba un pepino si se tropezaba en una letra o dos sílabas.

    La mierda de los cómplices le provocó más gracia que confusión, lo cual para mí tenía la misma relevancia que el temita anterior. En el proceso noté que me pegó una ojeada con la que, para mí, trató de registrar algo en mi rostro, supuse que alguna pista sobre mi persona. No podía culpar su curiosidad, pobrecito, que después de todo le había soltado una frase de lo más ominosa, tal cual había hecho con el cachorrito Dunn. Ladeé mi sonrisita ladina como invitándolo a que mirara todo lo que quisiera, que no me molestaban que lo hiciera y menos que tuviese las ganas de considerarse mi amigo. Con la aclaración que hizo al final, pues me encogí de hombros: lo “mejor” amigo o no, ya corría por su cuenta.

    La charlita siguió, nuestra caminata también, atravesamos los pasillos siendo con nuestras sonrisas confiadas pegadas al rostro. Sin decirme su nombre, el muchacho este vino a confirmar mi sospecha de que era un recién llegado. Y para hacer el asunto más gracioso, estaba en la academia desde hace día y medio. O sea, que lo transfirieron el día después de mi ingreso y el de Koemi, cosa que este muchacho no tenía por qué saber, ¿verdad? Que se suponía que yo era su buen samaritano, el “veterano” que lo acogía, vaya.

    Criticó la comida del avión, luego describió el receso como una necesidad de almorzar y así. Asentí con unos distraídos “Ahá , ahá” y no pude evitar sonreírme fugazmente, recordando lo satisfactorio que había sido mi respectivo tour.

    Que me perdonase este hombre, pero consideraba que el mío había tenido… mayores delicias.

    Lo que dijo a lo último, lo de las malas influencias y la preocupación de su padre, me arrancó una risa contra mi voluntad. Oh, lord, ¿acaso se estaba oliendo algo? Lo miré, entre divertido y curioso por su comentario, y para más salsa me catalogó como un buen chico, pero quiso saber mi opinión. Hombre, me pareció que había ambigüedad en este punto, con lo que me gustaban estas cosas~

    —El bien y el mal son relativos, mi estimado. Sus fronteras cambian según la persona —respondí, mientras caminábamos entre los enanos de primer año—. Habrá quien te diga que soy lo mejor que se les cruzó por el camino, o chicas altas que me miran feo u hombrecitos que desean mi amistad. Si insistes con mi opinión, diría soy una experiencia interesante para cualquiera; si buena o mala, depende de quién y cómo lo mire.

    Con un movimiento de mano le pedí que aceleráramos un poco, que íbamos un poco panchos en cuanto a velocidad y me estaba asaltando el apetito. Comenzamos a descender por la siguiente escalera y llegamos a la planta baja.

    —¿Y tu viejo se preocupa porque te sueles meter en juntas que le parecen malitas? —pregunté, divertido— Hay que portarse bien, amigo mío.
     
    Última edición: 18 Mayo 2024
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    Amane

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    —¡Thi es mi amiga! Está en tu clase, de hecho. Su nombre completo es Alethea Ethans, ¡y es muy mona! Aunque es muy tranquila y en general le gusta pasar desapercibida, así que quizás no la termines de ubicar todavía —contesté, no sin antes haberle dedicado una sonrisa satisfecha por su aceptación de mi guía hiper-mega-profesional de la academia.

    No dije nada cuando me preguntó sobre qué otros colores había llevado, en gran parte porque él inclinó la cabeza en mi dirección y el gesto se llevó gran parte de mi atención. Repasé con la mirada la zona que me estaba enseñando, abriendo apenas la boca mientras dejaba salir un 'oh' de realización, y poco después fui asintiendo repetidas veces con la cabeza, dándole la razón a todas y cada una de sus palabras.

    >>Si te tiñes en una peluquería, el color suele durar mucho más y se ve mejor —le aconsejé, incluso si no parecía que quisiera recibir ningún consejo al respecto, y recuperé la sonrisa a los segundos, solo que en aquella ocasión fue con una chispa de diversión extra—. En cuanto a los colores que yo he llevado... lo siento, es información clasificada para mis amigos~

    En absoluto era algo tan relevante, pero me apetecía bromear un poco al respecto. Sea como fuere, con toda aquella conversación llegamos finalmente a la planta baja, y después de mirar un rato las opciones, el muchacho me cedió el honor de elegir su almuerzo. Volví a sonreírle con cierta gracia y me acerqué a la máquina, repasando bien concienzudamente lo que ofrecía de comida; como aquella mañana, vaya, solo que en aquella ocasión con la parte menos deliciosa.

    >>Mi recomendación es la cafetería, en realidad, que ahí la comida está mejor, pero... ¡el sándwich de atún tiene buena pinta! —seleccioné finalmente, apoyando el dedo índice sobre el cristal para señalarle el número antes de separarme para permitirle hacer la compra—. ¿Has hecho algún amigo en el tiempo que llevas aquí?
     
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    El mundo en realidad no era pequeño, pero con el tiempo que llevábamos en esta escuela ya había entendido que estos muros lo convertían un pañuelo, uno demasiado usado para el gusto de cualquier criatura con algo de sentido de la preservación. Al menos fue eso lo que pensé cuando resultó que la famosa Thi era Alethea, la pobre niña a la que le habían encasquetado mi tour y el de Rowan, el punto fue que la coincidencia me sacó una risa baja.

    —Alethea de hecho nos dio el tour del primer día. Fue muy amable —dije sin mucho problema, el apunte de la amabilidad de la chica fue cierto para variar. Igual me di cuenta que el plural era medio raro si no había explicado nada antes—. También me transferí con un amigo.

    No me respondió lo de los otros colores de cabello, tampoco le conferí mucha importancia, y ella me dijo lo de la peluquería. Era de lógica en realidad, pero aunque no era que me faltara pasta para ir a encargarle el embrollo a alguien que supiera al respecto desde que lo hice la primera vez mantuve el gusto por hacerlo yo mismo, aunque a mis padres no les gustaba mucho el destrozo posterior de la ducha bañada en morado. En parte por eso también fue que me limité a mantener el rubio decolorado, limpiar el baño no era lo que se dice divertido.

    —Me rompes el corazón, que lo sepas —solté con un pesar claramente impostado cuando dijo que lo de los colores era información clasificada.

    Dudaba que fuese tan importante en realidad, pero tampoco vi por qué no responderle algo en la misma línea de pensamiento. Le pasé la pelota de elegir por este asunto de la antigüedad en la escuela y la chica se puso a observar las opciones. A ver, realmente me refería más a bebidas, pero si me ahorraba la toma de decisiones tampoco iría a quejarme, qué va. Además tampoco era tuviera mucho apetito realmente.

    —He hablado un poco con Welsh, es bastante simpática —respondí mientras compraba la recomendación que ella me había hecho y sonreí para mí mismo más que para ella. El que decía simpática decía salida, pero esos eran detalles. Pensé en Pierce, pero el contacto era a través de Rowan y poco más, aunque la chica tenía un carácter bastante llevadero hasta que se ponía a dar pseudo-órdenes—. También con una chica de la 3-2, Manson. Bueno y me tragué toda mi vergüenza para invitarte a venir conmigo, ¿a qué sí?

    Antes le había echado tierra a la tontería, pero por alguna razón la pregunta me dio cierto margen para volver sobre la estupidez y así lo hice. Ella había preguntado por amigos, en sí dudaba poder decir que fuera por ahí haciendo amigos, tomaba lo que los otros me ofrecían y ya, pero tampoco había que ponernos tan específicos.

    —¿Pasamos a la cafetería entonces?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Mi réplica le iluminó el rostro con una sonrisa llena de diversión y la mía, serena, se ensanchó con un claro dejo de satisfacción. Me dijo que era un peligro, declaración que no confirmaría ni negaría, y pestañeé con parsimonia sin quitarle la vista de encima. Me regresó el espacio que había consumido, exhalé por la nariz y sugirió ir subiendo; bueno, la forma en que formuló la idea fue ligeramente diferente, pero estaba de buen humor. Además se suponía que me sabía las reglas de la alta sociedad, ¿no?

    Despegué la espalda de los casilleros sin responder nada concreto y saqué la mano izquierda, la enguantada, para alcanzar su muñeca. La envolví entre mis dedos y jalé de ella sin fuerza real; una vez estuvo caminando a mi lado, la solté y regresé a mi bolsillo. Al pasar junto a su amiguito, le eché un vistazo a la escena general y me sonreí sin poder evitarlo, divertido. Aguardé a estar en el pasillo para mirarla de soslayo.

    —Pobre chico, se tomó la molestia de invitarte y todo.

    Mi tono no se decantó en ninguna dirección particular. Atravesamos el pasillo hasta alcanzar el ascensor, el cual llamé y, mientras llegaba, aproveché para girar el rostro hacia la chica.

    —Me gusta el color de las hojas de los ginkgo en otoño —respondí por fin, sereno—. No vale decir un color plano, tienes que asociarlo a algo.


    Un poco ambiguo, quizá, o más bien indirecto, pero en definitiva mantuve mis ojos sobre ella.
     
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    Gigi Blanche

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    De la azotea seguí camino hacia la planta baja, para comprarme una bebida con la billetera que ya llevaba encima y de ahí regresar a la 3-1 y almorzar lo que me había preparado el servicio en casa. Era la rutina de todos los días, la tenía absurdamente internalizada y tuve que concederle tan escaso pensamiento que me distraje reproduciendo pequeños instantes de la conversación que acababa de tener con Kakeru. Qué desastre, había llegado con la pura intención de apretarle los huevos y le terminé dando vacaciones. Luego tendría que fabricarme un par de explicaciones para un par de personas.

    Ni modo, no era la primera ni sería la última vez.

    La criatura aún lidiaba con Hiradaira y probablemente se hubiera sumado a la ecuación el cuervo que seguía a la chiquilla como una sombra, casi una réplica del rol que Kakeru había aspirado a ostentar en el pasado. No era fácil enfrentarse a esa clase de siluetas, estar viviendo tu vida y que de repente un desconocido se colara por una hendija invisible y pusiera tus esquemas patas arriba. Tales disrupciones, tan pequeñas y aparentemente inofensivas, bastaban para recordarnos lo frágil que era cualquier estabilidad.

    Pero lo sacaría adelante.

    Ya no era el cobarde endeble del año pasado.

    Venía saltando de idea en idea cuando reconocí a la persona apostada frente a la expendedora que también era mi objetivo. Lo vi sacar una Coca-Cola y repasé levemente su silueta un rato antes de detenerme a su lado. De por sí no me quedaba de otra, y ahora que estábamos aquí... bueno, sólo era una intuición superficial.

    —Asmodeo. —El apodo estúpido de antes me vibró en la garganta, fue satisfactorio por algún motivo y me estiró la sonrisa con la eterna sorna—. Tanto tiempo.

    Pero dudaba que se fuera sin más.


    Insane wenas wenasss
     
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    Las clases habían sido lo mismo de siempre, apenas y presté atención a puntos intermedios en lo que me distraía mirando por la ventana pensando en lo que mi hermano había dicho el día anterior, eso de ir a cine y no sé qué, pero así que me pareciera buena idea que Kurosawa y Allen estuviese en el mismo espacio... no, incómodo y extraño -y para yo usar estos dos términos estabamos graves~-; pero bueno, a cada quién le tocaba lidiar con sus mierdas.

    Bajé las escaleras luego de saludar a Manson y echarle un vistazo superficial al tipo que no había visto antes. Parecía que la niña que se negaba a hablar con nadie al principio del ciclo escolar comenzaba a hacer nuevas amistadas ahora que me fijaba, que bonita~. Me esculqué el bolsillo al llegar a la planta baja, capturando el par de monedas, las introduje en la máquina marcando la Coca-Cola como opción y bostecé.

    Estaba más aburrido que de costumbre con la ausencia de Cathy, las novelas baratas que ofrecían en esta escuela no me enganchaban por más de dos minutos y bueno, no pasaba nada por aquí, no había material o qué sé yo. El sonar de la botella me hizo refresar las pupilas a la máquina, me dejé caer en cuclillas para sacarla, enderezándome de regreso con lentitud en lo que la voz me alcanzaba. La sonrisa se me dibujó sin permiso de nadie al reconocerlo, di dos pasos al costado en lo que destapaba la botella.

    >>Un principito tomando de una máquina expendedora, creía haber visto todo aquí~ —di un sorbo luego de la tontería del día, relamiéndome los labios con simpleza al sentirme más fresco de lo que había bajado.
     
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    Gigi Blanche

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    Kasun me recibió con la sonrisa de siempre, se hizo a un costado y pensé, vaya, que era un detalle muy diligente de su parte. Ocupé el espacio frente a la expendedora sin prisa, su comentario sonó burlón y se me ensanchó apenas la sonrisa en lo que sacaba la billetera de mi bolsillo.

    —¿Tienes algo mejor para ofrecerme? —repliqué, tranquilo, extrayendo las monedas.

    Prefería la expendedora de bebidas a la comida de la cafetería, eso seguro. No dejaban de ser los productos que uno compraba afuera, en definitiva, aunque los últimos años había cortado prácticamente de raíz el consumo de gaseosas, zumos, y básicamente cualquier mierda con tantos azúcares. Introduje el dinero, seleccioné una botella de agua simple y, una vez cayó, me agaché para recogerla. Al erguirme lo miré de soslayo y sonreí con cierta sorna. No me olvidaba lo que había hecho en los baños, el hijo de puta.

    —Qué solo te veo, Kasun. ¿La gente de esta escuela es poco para ti?

    Y no creía habérsela regresado lo suficiente.
     
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    Me preguntó si tenía algo mejor que ofrecerle, cuando estaba por responder noté a Craig pasar por el rabillo del ojo, tenía una botella de agua en la izquierda y los lentes puestos, perdiéndose escaleras arriba. Dejé ir el aire por la nariz con cierta satisfacción pese a que el muy ingrato me ignoraba como un mugre sobre la ventana; me pregunté si había hecho algo más que mirar como intimidaban a la chica o si seguía alejándose de los problemas al igual que el dia en que lo conocí.

    Para ser tan aparentemente amable era de los tipos más fríos que conocía, que desperdicio.

    Giré el mentón hacia Shinomiya, notando la sorna en la comisura de sus labios.

    —No hay mucho en estas paredes de cemento, además, el que me gusta ha estado ausente, ya sabes, poca comunicación —di otro sorbo a la bebida, hablando tras la lata pese a que busqué su mirada al referirme a él. Me tragué las ganas de reírme igual—. ¿crees que pueda compensarle el fastidio de una u otra forma?~

    Definitivamente sí, estaba tan aburrido que ya comenzaba a pensar en cumplir con la última apuesta perdida con mi hermano, esa de tinturarme el cabello.
     
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    Gigi Blanche

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    Su respuesta fue ambigua, recibí sus ojos miel en el momento preciso y, contando con su atención, modulé mi expresión en una muestra de simpatía y comprensión, juntando las cejas. No tenía forma de confirmar que se refería a mí, pero tampoco encontré problema adjudicándome la responsabilidad.

    —Pobrecillo, ¿te están ghosteando?

    ¿Compensarle el fastidio? Hice rebotar apenas la botella contra la cara externa de mi muslo y me encogí de hombros, fingiendo que ponderaba el asunto un par de segundos. Pensé que reaccionaría más arisco, vete a saber por qué. ¿Ofendido, quizá? La última vez que habíamos hablado recordaba haberlo tratado medio para la mierda. Bueno, ya no importaba mucho. En cualquier caso, sí que debía estar aburrido. En mi mente era la clase de persona que hablaba hasta con las paredes, ahora no estaba del todo seguro de mis preconceptos.

    —Depende de la persona, supongo —concedí con suavidad, claramente satisfecho por el cauce de la conversación—. Dicen que es preferible pedir perdón a pedir permiso, seguro comprendes bien la idea.

    ¿Lo estaba estirando demasiado? No lo veía particularmente afín a pedir disculpas, pero... bueno, lo descubriría pronto, ¿verdad? En buena teoría este asunto ya había quedado zanjado, se lo había señalado y él había accedido a no volver a hacerlo, pero le había dicho que me buscara cuando tuviera una mejor propuesta y... aquí estábamos.
     
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    Escondí la sonrisa ladina tras la late, el principito se desentendía a medias de la situación pero tampoco me echaba de aquí o se largaba, hasta me daba consejos el muy cabrón como todo niñato estirado. Que lindo~ Sorbí otro poco de la bebida y miré el espacio, más para ver dónde nos haríamos o qué porque quedarme aquí parado no me llamaba nada la atención.

    —Será buscar el momento para esas disculpas —murmuré pasando la punta de la lengua por la comisura izquierda de mi labio al irse algo de la gaseosa por ahí, descansé la lata a mi costado y moví la cabeza hacia fuera del edificio—. Pensaba irme para la piscina, parece que va a llover pero naj, lloverá por ahí en la noche creo.

    Ya era hasta un tipo del clima, deberían premiarme o llevarme a las noticias para asumir el cielo o algo,. Lo miré porque me plació, de sus ojos a sus labios y retornando donde inicié.

    >>Así que qué dices principito, ¿te animas a pasar el receso conmigo? Prometo portarme bien~
     
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    Gigi Blanche

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    Como siempre, Verónica se adecuó a mi broma sin problema y la miré con una pequeña sonrisa divertida plantada en los labios. Cambió la voz, agitó su cabello y toda la tontería. Contuve la risa para asentir, muy solemne, y le di dos palmaditas suaves a su mano.

    —El dojo será —concedí—, ¡pero primero! La Gran Expendedora.

    Debido al cambio de ritmo que había impuesto llegamos relativamente rápido a la planta baja. Nos guié hasta la máquina, donde solté a Verónica y, tras lanzarle un vistazo, crucé los brazos y me puse de espaldas.

    —Es el honor de este caballero ponerse en manos de la Señora —anuncié, aún tragándome la risa, y ya que estaba agregué—: ¿Ustedes cómo van con su proyecto?
     
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    Bruno TDF

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    Un momento especial requería de un lugar que estuviese a la altura. Por eso mismo me parecía una fantástica idea pasar nuestro receso en los terrenos del dojo, apreciando el encanto de las flores de cerezo. Fue en ese lugar donde Fuji y yo terminamos por acercarnos más, como si allí germinara una semilla que llevaba plantada desde el campamento, desde la noche de la prueba de valor. Entre esas paredes, me había dicho que estaba muy contento de haberme conocido, con una honestidad que jamás olvidé. Por eso era un sitio especial, adecuado para hacerle llegar la plenitud de mi agradecimiento. Por lo de Copito. Y muchas cosas más…

    Porque él también era especial.

    Así, mi caballero aceptó la propuesta de ir al dojo, tras darme dos palmaditas en la mano que me ensancharon aún más mi sonrisa. Eso sí, tampoco teníamos que obviar la necesidad de algo fresco con lo que acompañar la comida, por lo que llegamos a la máquina expendedora de abajo mucho antes de lo que había pensado. ¡Sí que habíamos subido el ritmo!

    Finalmente, nos separamos frente a la expendedora. Fuji me echó una miradita que vislumbré de soslayo y, acto seguido, le dio la espalda a la máquina mientras cruzaba los brazos. Miré su perfil, ahora invertido, con un dejo de curiosidad en el azul de mis ojos, hasta que sus palabras me obligaron a llevarme una mano a los labios para contener una risilla, que igual se hizo escuchar. Divertida y enternecida por igual.

    —La confianza que deposita en esta pequeña dama, hace que su corazón se llene de regocijo —respondí con una cortesía muy pronunciada, como para sonar formal.

    Me giré para introducir las monedas en la máquina expendedora, en el preciso momento que Fuji preguntó por el proyecto de mi grupo. Mis ojos no tardaron en brillar de entusiasmo.

    —Ya está casi todo hecho —respondí, seleccionando un jugo de naranja para él—. Busqué a mis compañeros uno por uno para organizarnos; me falta hablar con una chica de la 3-1, seguro la busco mañana —la botella cayó al compartimento inferior y no tardé en recogerla; para mí, toqué el botón de un jugo de pomelo, que hoy tenía ganas de sabores fuertes—. Todos estuvimos de acuerdo en entrevistar a mi nueva sensei de karate, el próximo lunes ¿Recuerdas que te hablé de ella? Anong Saenghiran se llama. La que organizó el inesperado viaje a Hakone, para entrenar.

    Me sonreí y negué ligeramente. Sí que había sido una odisea adecuarme a los repentinos preparativos de ese viaje. De a ratos, me preguntaba si se había tratado de otra cosa con la que Anong puso a prueba mi voluntad, tenacidad y capacidad de adaptación. Encima, momentos antes de toda la movida, tuve que lidiar con la súbita desaparición de Copito... Hasta que este chico, como venido del cielo, no sólo me avisó que estaba con él. Sino que, además, lo cuidó todos esos días…

    Guardé los jugos en la bolsa, con los bentos, tras lo cual di unos pasitos hacia atrás y uno al costado, quedando cara a cara con Fuji. Como era tan alto, alcé ligeramente el mentón para alcanzar sus ojos con el azul de los míos…

    Y mi sonrisa, así como mi mirada, se suavizaron.

    Alcé una mano lentamente, con el dorso hacia arriba y los dedos estirados. Se la estaba ofreciendo para que la tomara y me llevara hasta el dojo, de vuelta subida al teatro del caballero y su Señora (¡o Señorita, mejor dicho!).
     
    Última edición: 5 Junio 2024
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    Al se dio la vuelta con cierta urgencia, o quizá rigidez, y pensé que quizás estuviera muy distraído en sus pensamientos y lo había sobresaltado. Pretendí extenderle una disculpa silenciosa en mi sonrisa, aunque sus facciones se suavizaron y supuse que, fuera lo que hubiese sido, no era grave. Gracias a sus palabras lo imaginé hurtando fruta de la nevera a altas horas de la madrugada y se me aflojó una risa nasal, bastante liviana.

    —Que no se te haga costumbre, no quiero ser la culpable del misterioso desabastecimiento de fruta en tu casa —bromeé.

    Su sonrisa se ensanchó, una sensación contradictoria me cosquilleó en el estómago y deslicé la mirada a su casillero en cuanto amplió su apertura. Estaban allí todavía los imanes que se había quedado, los que había pegado del lado interno antes de regresarme el resto; reparé particularmente en el arcoíris y sonreí, consiguiendo distraerme al menos un tres por ciento de las estupideces atoradas en mi cabeza.

    —El otro día la oí quejarse de que no le alcanzaban las E para escribir "cereales". —Busqué sus ojos—. A mamá, digo. Me pregunto qué habrá sido de ellas...

    Retrocedí el paso que me había adelantado para husmear, volviendo al casillero de salida, y allí me clavé con las manos tras la espalda. Me preguntó qué tal la semana y si me acompañaba a clases. No era algo que tuviera que pedirme, honestamente, pero entendía de dónde surgía la necesidad. O la precaución, quizá. ¿Qué se suponía le dijera, de todos modos? Al lucía tan... ajeno, y estaba bien así. Estaba bien, ¿no?

    También dijo que le gustaría acompañarme, y la sensación contradictoria recrudeció. Solté el aire por la nariz, le sonreí y asentí, empezando a girar el cuerpo. Era una estúpida... y era débil.

    —Bien, normal —definí junto a un encogimiento de hombros—. El otro día nos montamos una fiesta de té con Emi en el invernadero, y la noticia del siglo: le hice puñito a Kashya ¡y me lo chocó! Estoy tan orgullosa de ese logro. Ah, y quedé con Mini Ishi para que me dé lecciones de guitarra. También... —Lo miré de reojo—. ¿Ubicas a una tal Pierce, de tercero?

    Omití la conversación con Jez por razones obvias. Dudaba que hubieran hablado ya, considerando que ninguno de los dos me había dicho nada al respecto, y no le veía sentido a traer un tema que pudiera ser delicado. Al se veía muy... normal, y no me había planteado un escenario donde Jez no le mencionara nuestra charla de la mañana.

    Claro que, bueno, estaba equivocada.
     
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  15.  
    Zireael

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    Ante su respuesta a lo de las frutas solté una risa por la nariz, me encogí de hombros y me permití unos segundos de pensamiento relativamente fingidos. No veía por qué no traerle más si le gustaban y tampoco creía que a nadie le importara lo suficiente la desaparición misteriosa no tan misteriosa, siendo que todos debían imaginar a dónde o más bien a quién se las estaba llevando.

    —Dejaré que el demonio de las frutas que me posee sea el que tome esas decisiones —respondí entonces, dejando la posibilidad abierta.

    Cuando abrí más la puerta del casillero Anna husmeó, lo que había sido la intención, y en el breve lapso en que miró los imanes yo la miré a ella sin pensarlo mucho, repasé su silueta, agradeciendo que estuviera aquí. Que su salud le permitiera estar aquí.

    —Pobres E, ¿dónde habrán ido a parar? —murmuré con cierto aire taciturno, mirando el "Welcome" ahí bien escrito en mi casillero antes de cerrarlo—. Tendré que reponerle los imanes, que eso de no poder escribir "cereales" no puede quedarse así.

    Por otro lado, una cosa era cierta, aunque me daba algo de pena que la madre de Anna no pudiera escribir en su refri, no era que me arrepintiera del todo. Ver los imanes hacía de punto de conexión con la carta pegada en mi habitación y en esa suerte de portal trataba de no olvidar que quería hacer las cosas diferente.

    Ahora era consciente de que debía mencionarle el asunto con Jez, no toda la historia sin sentido que había detrás, si no que había hablado con ella, le había pedido disculpas por ser un asno y había sido sincero respecto a lo demás. Aclarando la parte de que era algo que ya había quedado en el pasado, que ya no era parte de este presente. Eso sí, no tenía idea de por qué Jez se había guardado la información en todas direcciones, si estaba esperando que mí me iluminara mi yo superior era jugarse mucho el mazo de cartas, viendo lo imbécil que podía ser, esperar que tuviera comunicación asertiva. A ver, que me había iluminado, sí, pero ahora tenía que buscar un hueco donde decirlo. Era medio raro.

    Como fuese, claro que había seguido a Anna aunque tenía veinte pestañas abiertas en el cerebro. Era yo el que le había pedido acompañarla después de todo y que aceptara mermó algo de la ansiedad inconsciente, a pesar de que incluso era improbable que me dijera que no. De nuevo, eran sensaciones que no podíamos controlar.

    —¿Te chocó el puño? Esto tiene que ser como sacarse una de esas cartas brillantes del TCG de Pokémon, I swear —solté como si acabara de decirme que se había ganado la lotería cuando contó lo de Kashya, la cosa hasta me sacó de los pensamientos en segundo plano—. Y de las clases de guitarra con Ishi, vas a tener que enseñarme cuando te sepas un acorde al menos.

    Entre todo eso me preguntó por Sasha, ante lo que la miré un poco extrañado porque no pude imaginar qué la hacía preguntar por ella y asentí con la cabeza. Un recuerdo que me pareció bastante lejano me llegó a la cabeza, de cuando la chica dio conmigo en el armario de enseres y luego, en otro momento, nos vio a ambos en el pasillo. Igual la imagen más reciente que tenía era la de la muchacha en el campamento con Arata, que había resultado en el bullying más pintoresco de la historia, y puede que también la hubiese visto con Mason al menos de cuando pasaba por la clase.

    —Es amiga de Arata y de Mason, el otro pelirrojo de mi clase. ¿Qué pasa con ella?
     
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  16.  
    Insane

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    Accedió a un juguito luego de todo esto del proyecto, a lo cual estuve de acuerdo. Cuando le conté que miré un par de videos abrió su libreta, chismié acercándome un poco para mirar, porque si estaba buscando pues... era para mostrarme, ¿no? Tenía una caligrafía similar a la de Aleksander, cuestión que me vino en gracia pero no dije nada al respecto.

    —Ajá —murmuré para que se viera escuchado aunque estaba viendo a medias lo que él estaba leyendo, por lo que decidí regresar a mi espacio y dejarlo leerme porque comprendí a medias su caligrafía, y estar caminando no ayudaba mucho—. Oh, sí, sí, me parecen preguntas muy acertadas con respecto a su profesión. A fin de cuentas debe ser toda una creadora de mundos, y conocedora de otros.

    Me emocioné, escuché su risa y lo miré de perfil, encontrando sus ojos cuando buscó los míos.

    —Tendremos que descartar el plan B, no podemos hacer pasar vergüenza a nuestro compañero —ahora fui yo quien soltó una risa breve, regresando mi atención visual al frente—. Vi de esos videos donde llevan un invitado y le preguntan por su vida personal, es como una entrevista bastante extensa y poco superficial. Por ejemplo el de un médico, y fueron tantas preguntas que duró como hora y media.

    Llegamos al pasillo de la planta baja. Busqué la máquina expendedora y giré el cuerpo hacia Kakeru.

    —Ve por el agua —lo animé, un poco porque había comenzado a pensar que daría algo de pena llegar con las manos vacías, pero tampoco quería llegar sola—. Yo te espero aquí, aprovecha que no hay gente haciendo fila.
     
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    Bruno TDF

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    La facilidad con las que las chicas fluían conmigo me reconfortaba a niveles incalculables, y era uno de los tantos motivos por el que mi afecto hacia ellas crecía cada día más. Que se detuvieran conmigo para recibir el beso en sus manos, en el pasillo, daba cuenta de una confianza y cercanía que no tenía barreras, ya que el poco tiempo que llevábamos de conocernos no nos pesaba, ni influía al momento de recibir y/o dar cariño. Era algo maravilloso para una persona como yo, que aparte de mi naturaleza confianzuda y atrevida, también tendía a ser muy cariñosa. Me encantaba mimar, ser mimada y demás. Pero incluso si existía un aprecio mutuo, con algunas personas respetaba límites al momento de pretender ponerles las manos encima, como eran los casos de Hubby y Cay; con tal de no incomodarlos o hacerlos pasar vergüenza, que no sería la primera vez que me pasaba con los mimitos. Con Jez y Mey, en cambio, sentía que podía liberarme más: ser una Vero a pleno y sin frenos. Con la segunda todavía tanteaba límites, es verdad, pero hasta el momento encontré lindos avances. ¡Como hace un momento, antes de la bendición…! Que me dejó abrazarla por los hombros, el gesto hasta le cerró los ojitos.

    Ellas eran especiales, se los había dicho en la piscina cuando les regalé los postrecitos y sus dibujos. Mi explicación de la bendición, el hecho de que consistía en una forma de seguir estando con ambas incluso cuando no podíamos vernos, reforzaba esta apreciación. La bendición, además, también consistía en una forma de cuidarlas, pues servía como recordatorio de que contaban conmigo en caso de necesitarlo.

    Jez, al escucharme hablar, sonrió con muchísima dulzura y hasta me pareció que suspiró un poquito, fue tan suave que no estuve totalmente segura. La miré con ternura, justo en el momento en el que alzó su mano para acunar mi mejilla. Me dejé hacer de la misma manera que hizo ella hace un momento, disfrutando con los ojos cerrados de otro de sus besos en mi mejilla. Fue suavecito, cálido y percibí mucho afecto impreso en el contacto.

    Una Bendición de Jez.

    Para que mi vida estuviera repleta de luz y cariño. Eso fue lo que me dijo con una sonrisa, enredándose a mi brazo para continuar caminando. Sus palabras hicieron que mi sonrisa se extendiera considerablemente, al punto de casi cerrarme los ojos. Lo cierto es que ya me sentía bendecida por tener a una amiga como ella, pero que me dijera eso fue super lindo.

    —Eso me hace muy feliz —le dije, ablandada.

    Avanzamos a lo largo de otro pasillo, bajamos escaleras y finalmente alcanzamos la planta baja, cada vez faltaba menos para llegar al dojo. Mey entonces hizo una pregunta que me generó interés, para qué mentir.

    —Si existe una Bendición de Laila, me encantaría ser la primera en recibirla —respondí con una risita, y hasta alcé ligeramente la mano del bento para reforzar la broma—. Y si alguien tuviera nuestra triple bendición, sería invencible, ¡sin dudas...! Podríamos llamarla la Bendición de las Lucecitas. Hasta se me ocurren algunos candidatos para recibirla, aunque… —me lo pensé un par de segundos, luego me reí con una leve negación de cabeza— Les daría vergüencita.

    Seguía hablando en broma, claro está, pero igual tuve en consideración a Fuji, Hubby, Cay y Beauty. Ay, nuestra kohai no resistiría ni el primer besito, pobrecita; y a mi leoncito seguro le pasaba lo mismo.
     
    Última edición: 23 Junio 2024
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  18.  
    Gigi Blanche

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    Me sequé ligeramente el sudor de la frente, bajo el flequillo, con un pañuelo de bolsillo. Había tenido que apresurarme un poco más de la cuenta luego de dormirme quince minutos y los primeros retazos del verano no habían ayudado. Presioné el botón del agua y suspiré quedo, cerrando los ojos. Estaba cansada. Había tenido que reincorporarme al Paraja sábado y domingo como si nada, todos me trataron como si nada, y fingir demencia fue más agotador de lo que esperaba. No veía la hora de llegar a casa y dormir veinticinco años.

    Cuando el sonido de la botella golpeando la tapa inferior no me alcanzó transcurridos algunos segundos abrí los ojos, frunciendo el ceño. La máquina no había respondido. Volví a presionar el botón, emitió el pitido de siempre, pero el mecanismo siguió sin activarse. Solté el aire por la nariz con pesadez.

    C'mon...

    —Ah, ¿se puso rebelde?

    Había sentido la paciencia desbordándose por los costados, pero la repentina voz me arrancó de ese lugar. Giré el rostro, dando con una chica de cabello rosado que... me sonaba, sí, aunque no estaba segura de qué clase era. Su tono había sido liviano y mantenía una sonrisa jovial en su rostro, y me di cuenta que esto... no era realmente un problema grave. Era yo quien estaba irritable.

    —Sí, y justo hoy, con el calor que traigo —respondí, soltando una risa floja.

    —Correr a la escuela siempre es una forma triste de empezar la mañana, ¡pero a veces muy necesaria! Let me see, let me see.

    ¿Me habría visto? ¿O sólo lo dedujo? Como fuera, me hice un paso al costado y ella se plantó frente a la expendedora de brazos cruzados y masajeándose la barbilla, como si necesitara planear una estrategia para derrotar al final boss. La observó, observó y observó, se inclinó sobre la ranura de monedas, repasó las hileras de botones, se agachó y levantó la tapa. Al final, tan concentrada como al principio, acercó su dedo y... presionó el botón del agua. Otro pitido, sin reacción.

    ¿Su mejor estrategia había sido repetir la mía? Eso nos dejaba en una posición bastante desfavorable.

    I guess we're stuck here —murmuré.

    Not on my watch! ¿Tienes otra moneda? Ah, deja, mejor pruebo yo. —Sacó su monedero, introdujo dinero en la ranura y probó con un té matcha, y la expendedora volvió a la vida—. Voilà! Tal vez haya un problema con el agua por algún motivo.

    —Justo el agua...

    La chica recogió su botella, me miró y sonrió.

    —¿Te gusta el matcha? —preguntó, y alcé las cejas al adivinar sus intenciones.

    —No, no, no te preocupes, puedo-

    —¡Nada de eso! —Me estampó el té en el pecho y alzó su monedero como si fuese una espada—. No me iré de aquí hasta que la condenada escupa un agua. ¿Me oíste, expendedora?

    Tal y como prometió, la chica empezó a usar y usar sus monedas, intentando una y otra vez que el bendito botón maldito funcionara. A mí me estaba comiendo la vergüenza de a mordiscos, pero no me hacía caso por mucho que le pidiera que se detuviera.


    Lo que me costó inventar una excusa para juntar a estas dos JAJAJA pero estoy satisfecha con el resultado 10/10

    ahí quedan las pobres infelices luchando contra la máquina expendedora :D
     
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  19.  
    Zireael

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    Hombre, fue como si me tuviera un GPS metido en el culo, cuando apagué la moto Cayden apareció de la maldita nada como una tromba y poco le faltó para querer comerme de un bocado, reclamándome por los mensajes del viernes durante el receso, luego por la llamada a alguna hora de la noche y todo el cuento. En mi defensa, de verdad se me olvidó y de verdad me había ocupado con mamá, que tuvo una crisis de nervios, pero también entendía que al pobre imbécil debía haberlo dejado al borde del infarto entre que Shinzo me había pescado, no sabía nada desde el día que me habló por la mañana y así. También puede que solo quisiera reclamarle a alguien cualquier cosa, en fin, que lo dejé.

    La mención a mamá le bajó dos rayas a su espectáculo, aceptó la suerte de disculpas y luego me preguntó si había visto a Sasha el viernes, ante lo que negué con la cabeza, pero que nos habíamos mensajeado el sábado. Me dio la sensación de que algo más se le quedaba atorado en la garganta, como si quisiera decirlo y al final se lo tragara, antes de ofrecerme a ir adentro con él. Me negué, le dije que fuese primero y me quedé sopesando, ni puta idea, mi vida entera.

    El viernes me había caído un rebote de puta madre, cuando creí que ya iba saliendo de la mierda, y me eché el receso temblando como perro y sudando en el pupitre. Al menos se me había pasado cuando sonó la campana que anunciaba el fin del almuerzo, pero luchar con las horas de la tarde fue una puta misión sin fin.

    El fin de semana se diluyó, seguí en mi exorcismo y haciendo malabares entre el cansancio de Sei, los nervios de Izu y los de mamá. Otra vez era la misma mierda, lo mismo de hace años, casi me mataba en una seguidilla de tres días para revivir después y volver a la vida que me correspondía, más o menos, solo que ahora tenía que comerme a mamá llorando por un muerto que no merecía una puta lágrima.

    Qué pesadilla.

    Luego de mi reflexión entré al edificio, noté que Cay seguía en su casillero por matar tiempo o Dios sabría qué, luego vi la comitiva de Ko, Morgan, la conejita de nuestro salón y el del cigarro del día de la desgracia, aunque apenas me acordaba de su cara. Traté de usar las neuronas fundidas en alcohol de ese día en acordarme de su nombre, pero no hubo manera e igual no me detuve mucho, al pasar junto a todos solo alcé la voz y piqué a Kohaku en un brazo sin detenerme.

    —Buenas~

    Seguí al casillero, me cambié los zapatos y avancé hacia el pasillo donde noté la mata de pelo de Sasha, aunque lo más pintoresco fue la chica del evento de música del otro día. Estaba metiendo monedas como si se las sacara de las orejas y pude jurar que a Sasha le iba a dar un soponcio de la vergüenza nada más, ¿qué había pasado para empezar? Bueno, igual era mi excusa perfecta.

    —A mí me enseñaron a golpearlas —dije colando el rostro por un costado de Sasha, pero a mitad de la frase le eché el brazo encima y la atraje hacia mí, acariciándole el hombro con mimo—, aunque claro que seguro nos la cobran enterita. ¿Qué intentamos sacar?


    la pesada me dicen, pero *inhales* a
     
    • Sad Sad x 1
  20.  
    Gigi Blanche

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    Para la... tercera moneda me resigné a que esta chica no me escucharía, de por sí ni siquiera me había aceptado el té de regreso, y estaba por decirle que mejor comprara otra cosa y ya cuando una cara apareció junto a la mía. De primera mano me sobresalté, demasiado metida en mis nervios, y tras girar el rostro de un movimiento seco me lo quedé mirando como si fuera un fantasma al menos por un segundo. Era Arata.

    Sentí su brazo sobre los hombros, la sensación intentó superponerse con la de Joey pero la caricia posterior desvaneció el fantasma de un hachazo. Presioné ligeramente los labios como si temiera haber quedado boquiabierta, repasé su perfil y la voz racional de mi cabeza dijo que no era para tanto, que sólo eran unos días de la última vez que nos vimos, que estábamos en medio de la escuela. Pero su papá había muerto, creía conocer a los responsables, me había despertado bajo un techo desconocido y mi memoria del jueves estaba llena de agujeros. Lo único que se me había permitido era la débil certeza de un puñado de mensajes de texto. No era justo.

    —Agua —oí responder a la chica, y me pareció que le daba una patada suave a la máquina—. Y sí, fue mi primera opción, pero esa funciona mejor cuando está toda trabada, ¿no? Y sólo se la agarró con el agua, debe ser el botón.

    Le habría preguntado por qué seguía apretándolo, entonces, pero tras un breve debate mental amordacé a la voz irritante y simplemente abracé a Arata. Rodeé su cuello con ambos brazos y lo presioné con fuerza, escondiendo el rostro. Me dio vergüenza imaginar la escena, a la pobre chica sin entender nada, pero llevaba días queriendo abrazarlo así y no se me había permitido. No pude hacer nada contra eso, aún menos decir una sola palabra. Tenía un nudo doloroso atorado en la garganta.


    el sad es porque sasha me poseyó el alma and she wanna cry sO BADLY

    no tuve cómo ponerlo, pero Abby se queda mirando a Arata como diciendo "we, me quedo o me voy?" JAJAJA
     
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