Interior Pasillo (Planta baja)

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 10 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Mi remedo de ironía le arrancó una risa nasal que en cierta medida supo satisfacerme. No iría a hartarse de mí, ¿verdad? No tan pronto, y no habiendo sido él quien apareció con toda la actitud desde un inicio. Luego volvió a reírse y yo empecé a caminar, sin llevarle mucho el apunte a ninguna de sus reacciones en general. Tras algunos pasos en los que aún no llegaba a mi lado lo busqué por sobre el hombro, de soslayo, y una sonrisa sutil me arqueó los labios. ¿Venía a mi espalda?

    —¿Ya practicando para el futuro, senpai?

    Me permití bromear sin una intención particular, lo dije un poco al aire y regresé la atención al frente. Cuando se dignó a venir a mi lado le concedí una sonrisa tranquila, como dándole la bienvenida, y me comentó que se había transferido junto a su hermana. No conocía nada de la chica por fuera de su nombre, su padre la había mencionado en casa, pero por la forma en que habló de ella me dio a entender que era menor que Enzo. De cualquier forma, no encontré nada que acotar al respecto.

    Llegando finalmente a planta baja me preguntó de dónde prefería las bebidas. Su tono se había neutralizado, fue un cambio evidente que agradecí para mis adentros. Me detuve y lo miré, para no seguir caminando de gusto. Si llevaba apenas dos días aquí dudaba que estuviera empapado de las pequeñas vicisitudes de la academia.

    —La cafetería suele llenarse de gente los primeros veinte minutos de receso, las filas son algo tediosas. Además, muchas de las bebidas se repiten. —Le eché un vistazo a la expendedora antes de regresar a él—. Mi recomendación es la máquina.

    Aún habiéndolo formulado así, lo cierto fue que reanudé el camino sin más. Me detuve junto a la máquina, giré los talones hacia Enzo y lo miré, con una pequeña sonrisa plantada en los labios. Había dicho que me invitaría, ¿cierto? Y no le veía utilidad a las falsas modestias; no en este escenario, al menos.

    —¿Dónde te gustaría ir? —Alcé brevemente las cejas—. Ah, deberíamos ir por mi almuerzo primero. Puedo compartirlo contigo, si quieres.
     
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    Zireael

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    Quizás mi respuesta, incluso si modulé el tono, cargó más acidez de la que habría gustado porque me había costado redirigir mi enfado. El fastidio no era con Paimon por sorprendente que sonara, aunque era él quien se pasaba pensando que venía del corazón del bosque o algo donde no había ni luz, pero de todo había en el camino del Señor. Si hace dos semanas me hubieran dicho que estaría rabiando por el muchachito con cara de bebé me habría reído.

    Lo que hiciera Paimon con la gente no era de mi incumbencia ni me importaba realmente, pero la invasión de mi espacio fue un poco extraña viniendo de él de por sí. Aunque pensándolo bien, en realidad no creía que mi fastidio le importara lo suficiente y tampoco la manera en que le hablé, así que me ahorré un viajecito de ansiedad gracias a que este chico demostraba ser el epítome de la indiferencia. Hace dos semanas tampoco se me habría ocurrido que la indiferencia de alguien me sirviera para algo.

    El caso era que llevaba un libro, lo apoyó en mi cabeza aunque ni siquiera teníamos una diferencia de estatura tan marcada y suspiré, estuve por apartarlo pero él mismo lo hizo al cabo de unos segundos. Dijo que me saldrían arrugas si fruncía el ceño seguido y el comentario, para sorpresa de nadie, me hizo comprimir los gestos otra vez.

    —Pues si me vuelvo una pasa para los treinta es mi asunto —señalé sin ser brusca realmente y cuando mencionó el observatorio me lo pensé unos segundos—. Cambia un poco de aires, aunque sea para encerrarte en otro lado, Pai.

    La verdad fue que no rechacé ni acepté de forma directa lo que obviamente era una invitación. Acomodé como pude la bolsa de la galleta entre la tela que envolvía mi almuerzo, liberándome la mano, y la estiré hacia él para pescarlo de la muñeca con suavidad. Comencé a andar, con intenciones de salir.

    —¿Te fijaste en el dojo? —dije mientras caminaba y pude jurar que sentí ojos encima, pero no di con nadie en realidad al pretender corroborarlo así que solo me hice la tonta—. No creo que nadie te moleste, que asumo es lo que buscas en los espacios cerrados.
     
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    Insane

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    Era un hombre de rutina, solía recorrer los mismo lugares que ya había conocido donde me sentía cómodo, especialmente si eran espacios cerrados alejados del ruido ambiental. Como fuese, Rockefeller continuó con el ligero fastidio en ella y no pudo ser menos gracioso el asunto, en donde me consideraba un espectador general aunque la había molestado un poco en el proceso.

    Digamos que me daba un poco lo mismo siempre y cuando -como bien había dicho-, no sintiera fastidio de terceros.

    —Supongo.

    Ya luego le escribiría a Craig en donde estaría, que a fin de cuentas el tenía algo de interés en conocer ese lugar.

    —Asumo que me acompañarás mientras leo —agregué sin tinte particular al recibir su mano sobre la mía, y solo me plació decirlo, aunque no esperaba una respuesta real sobre la observación.

    Te los puedes arrastrar <33
     
    Última edición: 3 Febrero 2024
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    Gigi Blanche

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    Tras despedir a Cayden pasó poco tiempo hasta que Ko finalmente apareció por la puerta. Le fruncí el ceño y solté un golpe suavecito sobre su cabeza, a lo que él se rió con la calma usual y se sobó la zona afectada, bien dramático.

    —¡Tardaste mucho!

    —¿Podrás perdonarme, An-chan?

    Con la tontería finalizada deshice mi ofensa y le conté los planes del almuerzo. Señalé a Emi y Kakeru, notando que había una chica albina con ellos, y mini Ishi aceptó sin problema alguno. Justo antes de empezar a caminar recordé lo que Cayden me había pedido y le pasé sus saludos; como Kohaku no preguntó nada asumí que nos habría visto en algún intermedio donde no le prestábamos atención. Viró sus ojos al fondo del pasillo un instante y murmuró un sonido afirmativo, renovando la sonrisa inmediatamente después. En el corto trayecto hacia la 3-2 solté al aire la duda de si habrían invitado a aquella chica al almuerzo.

    —Conociendo a Emily y Kakeru, te garantizo que sí —fue su respuesta.

    Nosotros éramos bastante más tontos o atropellados, pero tenía razón. Emi y Kakeru siempre habían sido muy considerados con los demás. Habiéndonos acercado lo suficiente noté el intercambio entre la chica y Kakeru, cómo él asintió con la cabeza y la sonrisa de la albina se ensanchó de una forma... bonita. Era bonita la palabra, sí, parecía llena de ilusión y la duda me picó en el cuerpo.

    ¿Quién era?

    No quise darle demasiada importancia a mi propia cabeza, por lo que me planté frente a la chica y la saludé con energía. Usó el apelativo que tendían a utilizar mis papás, el que me había identificado en Argentina, y permanecí en esa línea de pensamiento al conocer su nombre.

    —Ishikawa, Kohaku —intervino Ko entre medias, dedicándole una sonrisa.

    —Vero —murmuré, pronunciándolo desde mi español natal, y el recuerdo me hizo reír con cierta suavidad—. Conocí una Vero cuando era chiquita, y esa Vero tenía una hija que le decíamos Verito. No llegué a conocer a la nieta, o habría sido Veririto.

    Comenzamos a bajar todos juntos. Emi aprovechó un breve silencio para también presentarse y, mientras las chicas platicaban, me sentí repentinamente nerviosa al ser consciente de que Kakeru estaba a mi lado. Aún me daba vergüenza la conversación telefónica que habíamos mantenido la última vez que hablamos, incluso si él parecía no haberle dado relevancia. Le lancé un vistazo furtivo a los muchachos, quienes conversaban de no sé qué partido, y me pregunté si era la única haciéndome tantos líos mentales. Las chicas me arrancaron de mis vacilaciones, las noté cerquita y Emi bromeó respecto a nuestra nueva superioridad numérica. Solté una risa breve y Verónica dijo que estábamos bien cuidadas con ella aquí.

    —Ya lo creo —intervino Kakeru, en un tono relajado y divertido, y alternó su mirada entre la albina y yo—. No tenemos mucho que hacer frente a las hostias que saben repartir.

    Parpadeé y miré a Verónica, curiosa.

    —¿Practicas algún deporte? —le pregunté.


    me di cuenta re tarde que tendría que haber posteado esto también en el primer piso, así que los teletransporté a planta baja JAJAJA
     
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    La chica se presentó como Verónica, y aunque ella afirmó que podíamos llegar a usar cualquier diminutivo con su nombre, yo sabía que el hecho de usar el mismo en lugar de su apellido ya iba a ser un paso importante en mi caso. Sea como fuere, después de las correspondientes presentaciones, avanzamos por el pasillo hasta alcanzas las escaleras y bajamos en grupo mientras seguíamos hablando. Ante mi pequeña broma de enfrentarnos a los chicos, Verónica dijo que ahora estábamos protegidas gracias a ella, y Kakeru, en respuesta, añadió que ella y Anna podrían repartir buenos golpes.

    El comentario me hizo la suficiente gracia como para dejar escapar una risilla ligera, pero mientras Anna le dirigía una pregunta al respecto a la chica, yo me quedé pensando que, vaya, Kakeru parecía conocerla bastante bien. Había supuesto que serían amigos, teniendo en cuenta que los pillé hablando bastante cómodos, pero no sabía qué tan amigos... ah, suponía que tampoco era algo que me incumbiese directamente, ¿cierto?

    —¿Has oído eso? —murmuré, habiendo ralentizado un poco el paso para quedarme a la altura de Kohaku—. Ahora tengo a una senpai que me protege, así que ya no puedes burlarte de mí tan fácilmente~ —le dije, claramente en tono de broma, y hasta estiré la mano para picarle el brazo un par de veces, como si le estuviera acusando de ello.
     
    Última edición: 5 Febrero 2024
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    Bruno TDF

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    Durante el descenso por las escaleras había mantenido una sonrisa entre complacida y divertida, a raíz del recuerdo que mi nombre pareció haber desbloqueado en Annita; eso de que conoció a otra Vero cuando era pequeña, que a su hija le decían Verito y que a la nieta le habrían dicho Veririto, lo que finalmente me obligó a contener mi propia risa, también suave. Vaya, se escuchó como todo un Veroception. Fue realmente adorable la manera en que la chica me compartió eso.

    Y antes de eso, Mini Ishi se había presentado con su nombre completo. Obviamente le concedí mi atención para dedicarle un enérgico asentimiento, que acompañé con una sonrisa un poquito deslumbrante. Su nombre ya me lo sabía por los pases de lista, a los que prestaba más atención gracias mi encuentro con Haru y el comentario que me hizo al presentarse; aún me daba penita no haberlo reconocido aquella vez en el patio frontal, así que prefería evitar que tal situación se repitiera con el resto de mis compañeros. ¡Aunque…! A Kohaku lo identificaba más rápido porque me parecía el más lindo del salón… Y mira que estábamos a rebosar de gentecita guapa, eh.

    Luego vino lo de la presentación de Emi-chan que me hizo disculparme con ella y su posterior comentario sobre la superioridad numérica de las chicas. Me sumé a la gracia con muchísimas ganas, notoriamente contenta con el grupo que acaba de formarse. ¡Y además…! El hecho de que fuesen kohais llenaba mi pechito de inmensa ternura y me despertaba el impulso de cuidarlas, era mi deber como la mayorcita de las tres… Aunque, ¿protegerlas de qué, exactamente? Ni idea, hum… ¿Fuji nos mataría por exceso de dulzura? ¿Mini Ishi nos debilitaría con su sonrisa?

    El punto es que Fuji secundó mi comentario, para remarcar que tanto Annita como yo sabíamos dar buenos golpes. La chica me miró con curiosidad e hizo una pregunta que, por supuesto, me entusiasmó al instante.

    —Soy una apasionada de las artes marciales —le respondí, con una sonrisa radiante—. En concreto, hago judo y también me entreno en Kyokushinkai, que es un estilo de karate. Ah, y me sé algunas cositas sueltas de taekwondo —entonces la miré, con los ojitos llenos de expectativa—. Pero bueno, el señorito aquí presente también te nombró como una buena luchadora. ¿En qué disciplina te entrenas?

    Le hice la pregunta pese a que ya sabía la respuesta gracias a Ali-chan. Pero tenías ganas de escucharla por parte de Annita y, a su vez, ver con qué energía me hablaría sobre el kickboxing.
     
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    Mi acto de caminar detrás de ella en sí apenas lo había tomado en cuenta, como tal había sido como si fuera alguna clase de guardaespaldas, solo la miré con una ceja alzada y con algo de diversión en mi rostro, al notar como me miraba por encima del hombro, de soslayo, escuche lo que dijo sonó en broma no note alguna intención en particular, pero eso no quitaba el hecho de que recordara el porqué de haberla conocido de todo lo contrario nunca hubiera sabido de la existencia de los Middel. Lo dejé pasar hasta que decidí colocarme a lado de ella, note su sonrisa, la cual fue más como una bienvenida.

    —No creo que eso haya sido alguna práctica para el futuro señorita Middel —eso último lo murmure en italiano—. ¿Teniéndome aquí cerca? Puedes llamarme cuando quieras.

    Sonó a broma a cagar y con eso dejé el tema ahí hasta que llegamos a la planta baja, había neutralizado mi tono y mi rostro adquirió la seriedad con la que normalmente llevaba mencione lo de las bebidas en la cafetería o de por aquí lo cual la señorita aquí presente murmuro algunas cosas sobre que la cafetería solía llenarse de gente los primeros veinte minutos de receso. Asistí apenas ella se había detenido al explicarme eso, así que al retomar la caminata llegamos a la máquina, la que ella le había echado un vistazo.

    —Puedes escoger el que quieras, después de todo dije que te invitaría —saque de mi bolsillo lo que insertaría como pago, espere a que lo eligiera en lo que le respondía a su pregunta—. Algún lugar que no esté lleno de público —la mire fijo—. Pero antes te acompañó a ver tu almuerzo.

    Estaba muy complaciente

    *Inserte emoji de carita sonrojada* Ahhh perdóname la demora uwu.

    pd: sin mucho problema puedes suponer que Enzo, después de que Bleke eligiera su bebida, él la recoge para extendérsela <3
     
    Última edición: 6 Febrero 2024
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    Gigi Blanche

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    No estaba segura si habría preferido que fuera un robot estirado o esta clase de persona pero, visto lo visto, al menos con su sarcasmo podía entablar conversación y recibir respuestas más o menos interesantes. Ya había suficiente silencio en casa, ¿no? ¿Para qué desear más? Aguardó a estar a mi lado para responderme, gracias a ello pude mirarlo y lo último que agregó me robó una risa nasal liviana. La sonrisa permaneció en mi rostro, ligeramente divertida. Vaya, ¿y este servicio tan memorable?

    —Qué complaciente —murmuré al aire, y por la mera gracia agregué—: ¿Si quiero un jugo también?

    Ya en la máquina, él introdujo el dinero y yo seleccioné una botella de té helado. Había mencionado que prefería un lugar poco concurrido e hice un repaso mental de los espacios disponibles. Como tal había muchos, desde la piscina hasta la azotea. Mi primera opción fue la biblioteca, pero algunos recesos se poblaba más de la cuenta y no sabía cuál era la definición precisa de "poco concurrido" de este chico. Él se agachó y me alcanzó la bebida, a lo que busqué sus ojos para concederle una sonrisa honesta.

    —Gracias, senpai. —Viré el cuerpo para empezar a dirigirnos a las escaleras—. ¿La azotea te parece bien? No la visito con frecuencia, pero dudo que haya mucha gente.


    no pasa nada, no te preocupes linda <3 si querés, podés asumir que pasan a buscar el almuerzo de Bleke y postear directamente en la azotea, pero ya tenés una interacción ahí así que manejalo como te parezca. También pueden ir a otro lugar si lo preferís, i dont mind uwu
     
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    Zireael

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    Quizás la chica aquí presente no fuese una mente maestra ni nada, pero de que podía leer el ambiente pues sí y eso nadie se lo iba a quitar. Por desgracia los que leíamos el ambiente una buena parte del tiempo lo hacíamos para pura mierda, así que era medio indiferente, ella quería divertirse con la mirada que me había echado Katherin y podía hacerlo. A mí me daba bastante igual.

    La estupidez que le dije acabó por hacerla reír, a mí me ensanchó un poco la sonrisa de antes y la dejé regodearse en su charco, también el resto de la tontería. La ventaja de tener a Rowan de amigo y por la manera en que había acabado siéndolo era que al menos ahora me llevaba bien con el inglés, aunque tampoco era algo de vital importancia. No era que estuviera aquí esperando tener grandes charlas en otro idioma y lo sabíamos ambos.

    Parpadeé con algo de lentitud al sentir seguir con lo del cabello, solté el aire por la nariz e incluso de haber querido responder algo, bueno, las cosas pasaban. Sus ojos bajaron a mis labios así que fue inevitable, la recibí como si nada, correspondí adaptándome a la profundidad que parecía aceptable para estas horas de la mañana y mi mano se afianzó en su espalda baja.

    Qué decir, las oportunidades caían del cielo de vez en cuando.

    Se me escapó una risa por la nariz cuando se separó, la dejé ser y la vi cambiarse los zapatos como si nada. Accedí a acompañarla, pues porque si no sería bastante contradictorio con el hecho de que me hubiese acercado para empezar, aunque me acordé de repente que por hacer el imbécil ni siquiera me había cambiado los zapatos, así que me excusé para eso.

    —Planes de finde decías —retomé al volver junto a ella para seguir y le di un toquecito en el costado, por necedad más que nada—. Hace sed de la mala, Ali-chan, ¿no crees?

    Mira que entre el número de los casilleros y esto cualquiera que nos escuchara cuestionaría la conversación, a nosotros y todo lo que nos rodeara. No que importara, pero ser consciente de ello siempre daba un poco de risa.

    —¿Qué tienes planeado tú? ¿Algún pretendiente~?
     
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  10.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Una suerte de murmullo pensativo vibró en mi garganta al oír que quedaría a cargo del restaurante durante el fin de semana. No dudaba de las habilidades culinarias de Paimon, aún menos de su capacidad para lidiar con los empleados, sólo me seguía resultando curioso que le tuviera tanta confianza. Mi padre probablemente se cortara un brazo antes de dejarme a cargo de la empresa un par de días.

    —Te espera un fin de semana ajetreado, entonces —concedí, mirándolo de reojo—. ¿Ya está definido el menú?

    Me regresó la pregunta y yo devolví la mirada al frente en lo que descendíamos el último tramo de escaleras. Comprendía su hilo de pensamiento, en líneas generales cualquier familiar exitoso dentro de su campo cumpliría la tarea, pero Teruaki-san... bueno, digamos que sus actividades eran bastante más cuestionables que las del tío promedio. Además el cabrón era bastante impredecible, con tal de hacerme comer el momento de vergüenza era capaz de ventilar cualquier mierda.

    —Bien, también. Ocupado, como siempre, ahora están remodelando un club privado o algo así. —Sonreí, ligeramente divertido—. Y yo había pensado en tu padre. ¿Cómo resolvemos este conflicto ahora?
     
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  11.  
    Amane

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    Una nueva cuota de sorpresa me alcanzó el rostro al escuchar la respuesta de Anna y darme cuenta de que... oh, Dios, ¿me acaba de autoinvitar a su fin de semana? Había sido completamente inconsciente, a decir verdad, pues solo había pretendido saber si tenía algo planeado por curiosidad y ahora parecía que me había querido acoplar de nuevo a ella, cuando de por sí debía estar cansada de haberme visto tantos días seguidos y...

    Giré el rostro para verla, repasando a consciencia sus facciones en busca de cualquier muestra de molestia o hastío, pero todo lo que encontré fue una sonrisa genuina. Estaba... dándole demasiadas vueltas a todo de nuevo, ¿verdad? Había propuesto un sitio para ir al segundo de terminar mi frase, lo que solo podía significar que la idea le hacía ilusión y, bueno, no engañaría a nadie diciendo que no era igual para mí. Así que me obligué a salir de ahí, le correspondí a la sonrisa y apreté ligeramente su mano con la mía, en un gesto de cariño.

    —Nunca he ido, pero seguro que es bonito —le dije, antes de asentir con la cabeza ante la mención de los chicos—. Claro, suena bien. Nunca hemos quedado los cuatro fuera de la escuela, ¿cierto? Seguro nos divertimos~

    Renové la sonrisa al decir aquello último, convencida de que todo estaba bien, y mantuve el silencio un par de segundos extras antes de volver a hablar.

    >>Estuvo bien el almuerzo de ayer, ¿cierto? Yo... me lo pasé bien. ¿Y tú?
     
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  12.  
    Bruno TDF

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    El recuerdo de mi niñez con Valeria me había aflojado una risita cargada del inmenso afecto que profesaba por ella, la cual fue acompañada por las risas livianitas de Jez y Mey. Escuchar que las tres reíamos al unísono me llenó el pecho de una sensación bella. Fue de una calidez considerable, y en ese pequeño momento pensé en lo feliz que me hacía estar con ellas.

    También comprendía que lo de mi hermana les causara gracia. Para mí era un cuadro tierno y divertido a partes iguales: siempre que pescaba a Valeria sentada en el sofá o recostada en su cama leyendo un libro, yo me le acercaba cual ninja para trenzarle el pelo, mientras le hablaba sobre mi día o de lo mucho que la quería. ¡Es más…! Algunas veces le hice trenzas más finitas mientras dormía, me divertía ver cómo luego se las descubría frente al espejo.

    Y siguiendo en el tren de las trenzas (¿tren-citas, mejor dicho?), cuando respondí la pregunta de Mey aproveché para ofrecerle unas clases magistrales, fue una idea nacida de la nada que tomé sin pestañear. Mi oferta le provocó una ligera incredulidad. Fue bastante leve, pero bastó para estirarme la sonrisa porque sus ademanes me seguían pareciendo muy tiernos. Me dejó con la guardia tan baja, que no estuve preparada para escuchar que me dijera, de repente, sensei. ¡Y de trenzas, ni más ni menos…!

    El punto es que esa palabra aún seguía generándome un efecto peculiar. Mis hombros se encogieron levemente debido al cosquilleo que sentí en la nuca, reacción que se acrecentó cuando escuché a Jez halagando mi trabajo sobre su cabello y remarcando que, en efecto, era toda una sensei. Para este punto estaba sonriendo de oreja a oreja, embelesada.

    —¡Paren…! No me digan sensei tan de repente, así sea de trenzas, porque no resisto —bromeé, al tiempo que llegamos a la planta baja.

    En la entrada del pasillo de abajo, me deslicé junto con Mey para ubicarme entre ella y Jez. Miré los ojitos ámbar de mi querida lucecita, le acaricié el hombro y entonces también me enredé a su brazo con mimo. Pronuncié ligeramente el agarre, atrayendo a las chicas hacia a mí, en lo que fue un gesto cariñoso.

    —No sólo te puedo enseñar, también te dejaría practicar con mi cabello —proseguí hacia Mey, sonriéndole; esta propuesta también reflejaba la confianza que sentía hacia ella, porque eran muy pocas las personas que habían tocado mi manto albino—. Podrías comenzar con algunos mechones que yo pueda mirar de frente, y hacer trenzas pequeñas es un buen arranque —mi mirada se desvió, entonces, hacia su flequillo—. ¿Y me permitirías hacerte demostraciones con el tuyo? Es un lila muy encantador, por cierto, me gusta.

    En eso, pasamos junto a una figura menuda, acompañada de un muchacho pelirrojo bastante alto. Estaban junto a la máquina expendedora. Me giré unos instantes porque me pareció reconocerlos a ambos, aunque al instante noté que el pelirrojo no era Bergren. Sin embargo, a la chica sí que la identifiqué: era Beauty, la dulce pelotita de nervios. Ella nos estaba mirando de antes, cosa lógica teniendo en cuenta que éramos un grupo resplandeciente a la luz del sol; sus ojitos dispares reflejaron una pequeña cuota de sorpresa, y pareció reparar especialmente en Jez. Como sabía que era tímida y nerviosa, me limité a dedicarle una sonrisa suave a modo de saludo, que extendí también hacia el pelirrojo. Ella tardó uno o dos segundos en reaccionar, se encogió sobre sí misma, pero finalmente alzó una manito con timidez.

    Hecho el intercambio, ellos se quedaron en la máquina expendedora y nosotras seguimos de largo, yendo hacia la puerta de la cafetería.


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    De pronto advertí cuánto se me había acelerado el corazón desde que vi a Rowan afectado, pues sus latidos galopantes aminoraron el ritmo, producto del alivio que sentí al saber que había traído algo con lo que nutrirse. Deseé que la cantidad de alimento fuera suficiente para su cuerpo, si estaba tan cansado era importante que comiera bien para conseguir energías con las que sobrellevar las clases. Y… Y si era necesario… le compartiría de mi bento.

    Miró a su alrededor, imité su movimiento a falta de una mejor idea. Dijo que no se sentiría bien bajo el sol, pero… pero me cedió la elección de su lugar de descanso. Había imaginado que Rowan tendría una idea más clara de dónde prefería estar, hasta que recordé que llevaba menos de dos semanas en la academia, mientras que yo estaba aquí desde el inicio de año…

    —¿Yo? Eeeh…

    Mi mente se había quedado en blanco de repente. Miré en diferentes direcciones, sin detenerme en un punto concreto. Sólo estaba pensando en las mejores opciones, pero me mostré acelerada porque deseaba hacer lo que mejor pudiera por Rowan, y de inmediato. Pensé en el invernadero, el observatorio, incluso el dojo, pero para llegar a esos lugares deberíamos caminar bajo el sol. Cerré los ojos con algo de fuerza para seguir haciendo memoria, apreté el monedero contra mi pecho.

    Mi postura no tardó en relajarse cuando encontré una respuesta.

    —¿La sala de arte, tal vez? —propuse— Si cerramos las cortinas... no entrará tanto sol. Y podemos subir por el ascensor… así evitarás las escaleras. Y… Y… Y luego no tendrás que moverte tanto para llegar a tu salón.

    No sólo era extraño que hablara con fluidez, de pronto también lograba trazar un plan con claridad. Al darme cuenta de esto, me sentí como si acabara de descubrir una cualidad extraña, que nada tenía que ver conmigo. Cuando, en realidad, sí tenía la capacidad necesaria para encontrar soluciones a los problemas; era algo que no reconocía de mí, porque los nervios, la ansiedad y mis pensamientos anulaban las habilidades que poseía. Como ahora estaba más preocupada por Rowan que por mí misma, como mi objetivo primordial era ayudarlo a sentirse mejor, podía valerme de las mismas.

    Miré su rostro como si con eso pudiera encontrar señales de algo, lo que fuese. Tuve que contener la tentación de ponerme en puntas de pie para verlo mejor, algo como eso se vería muy extraño. En su lugar, miré hacia el pasillo que conectaba con los casilleros.

    —Antes… vayamos a la máquina expendedora, ¿sí? —le pedí— Déjame comprarte algo… por favor.

    Era probable que Rowan ya hubiese traído algo bebible, pero no sopesé esa posibilidad. Así, alcanzamos el lugar antes mencionado. Me concentré en hacer un repaso de las diferentes botellas que estaban a la vista, preguntándome cuál sería la más adecuada para alguien con cansancio. ¿Una lata de café caliente? ¿O era mejor una bebida isotónica? Quizá bastaba con agua, no tenía nada en claro, no sabía qué hacer. Al final preferí que él decidiera.

    Sin embargo, cuando alcé la vista en su dirección para preguntarle qué quería, vi tres destellos de color muy claro que captaron rápidamente mi atención. Una ligera sorpresa tiñó mi semblante en cuanto reconocí a las tres chicas. Eran Verónica y Jez, y también estaba la chica de cabello lila que había presenciado mi choque en el pasillo. De pronto sentí que me miraban, quizás podría haberme invadido una ligera oleada de nervios. Pero la sonrisa que Verónica me dedicó, tan suave, en conjunto con la amable presencia de las otras dos chicas, me tranquilizó de alguna manera. No supe muy bien qué hacer, tardé un par de segundo en entender que estaba recibiendo un saludo. Al saberlo, me encogí un poco sobre mí misma, tímida y avergonzada, pero al final logré corresponderles alzando la mano. Fue un saludo ligero, dubitativo, dirigida a las tres.

    Siguieron su camino, dejándonos atrás. Me quedé un instante mirando sus brillantes cabelleras, hasta que finalmente volví a centrarme en Rowan.

    —Eeeh… ¿Qué te gustaría tomar? —pregunté tras la peculiar escena.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Dejarle libertad de decisión a una persona tan nerviosa como Bea no era mi mejor carta, pero tampoco se me apetecía arrastrar a lugares llenos de personas porque era evidente que se sentiría incómoda, así que era mejor que ella dijera dónde podíamos pasar el receso. Luego de sopesar sus opciones, que no creía que fueran muchas, acabó por pensar en la sala de arte donde podíamos cerrar las cortinas y la miré. Era del tamaño de Katrina, pero por su personalidad daba la sensación de ser incluso más pequeña, pero estaba pendiente de lo que le decía y pensé que quizás algún día esta chica encontrara su fuerza en esas cosas. En cómo escuchaba al idiota que le decía que el sol lo hacía peor, cómo dejaba de tartamudear para prestarle atención al convaleciente y trazaba un plan para evitarle incomodidades.

    —Parece un buen plan. Gracias —contesté junto a una sonrisa tranquila.

    Sentí que me observó como si buscara respuestas de alguna clase y contuve el impulso de cortar algo de distancia para que me revisara si quería, otra vez solo porque no quería espantarla. Solo me quedé quieto, esperé que se diera cuenta de que realmente no era nada tan grave, que no me estaba muriendo ni nada. Así luego dijo lo de la expendedora, yo asentí y me ajusté la mochila antes de seguirla.

    A ver, no era por ser cruel, pero como era pequeñita podía caminar relativamente despacio y eso ayudó a que no me esforzara de más. Me acompasé a sus pasos, observé el espacio por si Tora aparecía por ahí, pero imaginé que habría optado por encerrarse, quedarse en el salón o molestar a pobres almas inocentes, así que ni modo. Tampoco era un niño al que tuviera que cuidar siempre.

    No me di cuenta de cuando Bea estuvo por alzar la vista hacia mí, ya cuando estábamos en la máquina, porque un chispazo de blanco atrajo mi atención y busqué su origen, que resultaron ser tres muchachas. Dos de ellas eran albinas, la otra era Meyer, la chica del cabello lila de mi clase aunque junto a las otras dos era casi igual en matiz. La primera en sonreírle a Bea fue la de ojos azules, luego la siguió la de mirada ámbar y Meyer, después de notar a sus amigas, también nos dedicó una sonrisa a modo de saludo.

    Beatriz dudó, pero consiguió alzar la mano y regresarles el saludo, con todo y dudas. El cuadro me hizo sentir algo cálido en el pecho, como cuando me di cuenta que Tora me escuchaba aunque fingía que no, y sonreí más para mí que para nadie. La chica regresó su atención a mí y yo miré en la máquina para tomar una decisión.

    —A ver... Igual me viene bien esto —dije señalando la bebida isotónica—. ¿Las conoces Bea? A las lucecitas.


    storytime que nadie pidió: ando jugado un juego narrativo que hasta ahora me está pareciendo maravilloso y justo antes de venir a ponerme al día me saltó una escena con esta belleza de canción y vine a escribir los posts con eso de fondo

    casi lloro (?) a las lucecitas me las voy a llevar a la cafetería, hold up
     
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    Amane

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    El muchacho dijo que tendría en cuenta mi invitación y con eso me di por satisfecha, dejando morir el tema ahí. De todas formas, tenía bastante más interés por saber qué andaba planeando con toda aquella invitación, por lo que preferí quedarme a la espera de aquella respuesta; la misma, sin embargo, me acabó dejando con más dudas que soluciones. Fruncí todavía más el ceño cuando mencionó al crush de Jackie-chan, dejando caer la cabeza hacia un lado en el proceso, y abrí los labios para empezar a decir algo, pero me corté a medio camino porque seguía sin entender nada... hasta que finalmente mencionó la pieza de información clave.

    Whaaat? ¿Otra vez un proyecto? Fucking hell, no nos dejan vivir en paz —me quejé, echando la cabeza hacia atrás contra el cristal, y resoplé antes de dirigirme hacia el pasillo cuando el ascensor llegó—. ¿Y dices que son entrevistas? Qué coñazo...

    Ya que nos habíamos dirigido hacia la planta baja, aproveché el camino por el pasillo para desviarme hacia el tablón de anuncios, donde revisé el grupo que me había tocado. Aparte de Suiren y Alethea, también estaban Maze (buah, perezaaa) y Abby, que quizás fuese la única que se salvaba de todo aquel cacao.

    >>¿Y tienes alguna propuesta de entrevistado? —le pregunté al muchacho una vez volvimos a reunirnos—. Abby me dijo que su madre era actriz, maybe podamos preguntarle si le gustaría entrevistarla.
     
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    Bruno TDF

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    Aguardé por su contestación con más expectativa de la necesaria, esperaba que no fuese demasiado evidente. Me había pedido que no me preocupara mucho por él, y pese a todo me hallaba prestándole una atención inusitada, tanto directa como indirectamente. No era tan sencillo para mí cumplirle su pedido, mi inquietud se sobreponía a cualquier intención porque… Yo era muy sensible, había ocasiones en las que me sentía extremadamente frágil; y aunque este rasgo de mi personalidad me trajo muchos momentos difíciles, creía que me había hecho desarrollar un fuerte sentido de la empatía. Era una empatía que jamás había podido depositar en nadie más que en mi familia, porque fuera de ella siempre estuve sola… Y ahora… ¿Podría decir que no lo estaba? Me faltaban certezas al respecto, seguía sin estar segura. Pero había querido volver a ver a Rowan, acabábamos de reencontrarnos y ambos nos alegramos por eso… Así que puede algo haya cambiado, ¿tal vez..? Un poquito... ¿tal vez?

    De lo que sí estaba segura era de que... no iba a dejarlo solo en este momento.

    Señaló una botella de bebida isotónica, la cual también habría sido de mi elección si me volvían a ceder la toma de una decisión. Asentí para darle a entender que lo había escuchado y rebusqué dentro de Planta Piraña, tratando de no pensar en cómo parecía estar comiéndose mis dedos. En ese momento escuché la pregunta de Rowan, por lo que alcé los ojos hacia él…

    —¿Lu… Lucecitas? —repetí, desviando la mirada hacia la puerta por donde se habían perdido de vista; hasta ahora no las había pensado de ese modo, pero… ¿tenía sentido, tal vez?

    Sin querer, me distraje. Me ojos permanecieron en esa dirección del pasillo, mientras seguía pensando en el saludo de hace unos momentos. Porque, a decir verdad, junto con la sorpresa de ver a las tres chicas, otros sentimientos estuvieron retumbando en mi pecho. Por empezar, me entusiasmó volver a ver a Jez; me había hecho sentir tan bien en el patio, que todos estos días estuve tratando de juntar valentía para s-s-subir a su salón e i-i-invi… ¿invitarla… a a-almorzar?, p-pero mi ansiedad social e inseguridades ganaron todas las pulseadas. Y por otro lado… me emocionó… que me saludaran… las tres… No me lo esperé para nada, motivo por el que apenas llegué a alzar una mano, como si con la misma me aferrara a eso que fue tan… lindo…

    Algo estaba cambiando, ¿tal vez...? Un poquito... ¿verdad?

    —S-sí —respondí finalmente, mientras depositaba las monedas pertinentes en la máquina expendedora—. Son V-Verónica-senpai y Jézebel-senpai... ¡l-las de ojos azules y ámbar, quiero decir, l-las albinas! La chica de cabello lila la reconozco de vista, no sé su nombre —puse una expresión apenada, creyéndome culpable de un pecado—. Hablé con ellas un poco… D-digo, me refiero a Vero y Jez... —aclaré con torpeza, sin darme cuenta que usé los diminutivos con los que ellas me habían permitido llamarlas.

    Seleccioné la bebida. Durante los segundos que la máquina activó sus mecanismos para depositarla en el compartimento inferior, miré de reojo a Rowan un par de veces.

    —¿Q-qué tal estuvo… tu semana? —pregunté— Yo… Yo hablé con bastantes personas… —al instante me arrepentí de decir aquello, charlar era algo demasiado común y corriente para la mayoría de la gente; empecé a frotar las manos sobre mi falda, buscando con apremio algo más que añadir— Y… Y… E-estuve j-jugando Ori and the blind forest, ¿re-recuerdas que me lo habías mencionado en… el invernadero?
     
    Última edición: 7 Marzo 2024
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Con la decisión de la bebida tomada, ella escarbó en el monedero y entonces le pregunté por las lucecitas, la extrañeza con que rebotó el apodo me hizo consciente de lo confianzudo que había sido al referirme a ellas de esa manera, siendo que solo conocía a Meyer, pero le resté importancia. Igual la distraje, me di cuenta, porque se quedó mirando el pasillo por donde las chicas se habían ido.

    No tenía idea que la niña estaba hecha un embrollo con la idea de invitar a almorzar a una de ellas, quizás de saberlo le habría ofrecido acompañarla al menos para que pudiera ir a buscarla sin sufrir un colapso nervioso al poner el primer pie en dirección hacia las escaleras que llevaban al pasillo de tercero, pero no era adivino ni nada, así que ni modo. Igual si me lo preguntaban, cualquiera de las tres parecía un pick bastante seguro. Quería decir, en comparación esta academia estaba llena de peste, ¿no?

    Tres chicas siendo eso, solo chicas, era casi un alivio.

    A pesar de la confusión inicial, Bea me contestó que sí y presentó a las albinas como Verónica y Jezebel, diferenciándolas por el color de ojos, a Meyer la tenía vista pero no sabía cómo se llamaba. También dijo haber hablado con las albinas, algo que asumí, pero noté que se refirió a ellas por diminutivos y volví a sonreír con cierto dejo de ternura del que no fui consciente.

    —La de cabello lila es Laila Meyer, va a mi clase. Parece muy amable y tranquila —expliqué aunque nadie me lo pidió, supuse que fue mi manera de sugerirle que podía hablar con ella algún día.

    Me preguntó por la semana, dijo que ella había hablado con bastantes personas lo que incluso a mí me parecía un logro, pues porque Bea era Bea, y estuve por preguntarle con quiénes había hablado cuando mencionó el Ori y tuve que contener el impulso de reaccionar de inmediato. A pesar de todo, la ilusión se me debió notar en la cara y hasta me olvidé del asunto de la bebida un momento.

    —¿De verdad? —pregunté con emoción contenida—. ¿Qué te ha parecido hasta ahora?


    Rowan se va a echar el resto de su año escolar tratando de no espantar a Bea por una reacción suya
     
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  17.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    La reacción de Ali fue por demás cómica, digamos que no me esperaba que ni siquiera estuviese enterada, la queja tipo capricho y el desgano que se le notó en todo el asunto me aflojó una risa ligera en lo que salíamos del ascensor. Personalmente me parecía más entretenido este proyecto que el anterior, así que me daba por bien servido con el tema.

    En lo que caminamos ella se desvió hacia el tablón de anuncios, la esperé con las manos en los bolsillos, recorriendo el espacio de manera superficial; parecía que los estudiantes ya estaba centrándose en el patio para almorzar, disminuyendo el flujo de los mismos. En cuanto regresó recibí su pregunta, estuve por negar con la cabeza pero ella luego dió una propuesta.

    —Sería entretenido de ser el caso, supongo que podemos preguntarle a Miller a ver si está de acuerdo —contesté retomando el camino hacia la cafetería—, tampoco creo que sea un proyecto muy tedioso, en una tarde podríamos terminarlo. Igual no sé si al grupo le gustaría reunirse un día después de la jornada.

    Porque tampoco me parecería justo dejarle todo el trabajo a mi compañera de clase.
     
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    Bruno TDF

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    Por fortuna, Rowan sabía el nombre de la chica de mirada roja porque era una compañera de su salón, lo que a su vez me dio la pista de que se trataba de otra senpai que casi me igualaba en estatura. Cuando me dijo que se llamaba Laila Meyer, una muy ligera sensación de alivio erradicó la culpa que buscaba pesar sobre mis hombros, pero también surgió el pensamiento de que estaba siendo absurda… otra vez. E-era incoherente que me preocupara de esta manera por no saber el nombre de una persona con la que jamás hablé, pero… no podía hacer mucho frente a mi tendencia a dar tantas vueltas a las cosas sencillas, a las ideas intrusivas que me castigaban. Al menos ahora tenía su nombre, con ella completaba la identidad de las tres lucecitas, y nuevamente era gracias a Rowan… Me pregunté si podría hablarle algún día, si me reconocería… ¿tal vez?

    Como me atasqué en este fugaz ráfaga de pensamientos, no mostré una reacción demasiado evidente al saber el nombre de Laila, porque casi al instante le pregunté por su semana. En ese solo interrogante se englobaron diversas intenciones de mi parte; fue una pequeña maniobra para salir de mi propia cabeza, así como un intento por hacer que Rowan no se concentrara en su cansancio y… también, eeeh… me daba curiosidad, ¿tal vez…? Q-quiero decir… que apenas terminé de pronunciar mi pregunta sentí un repentino interés en saber su rutina, cómo pasaba el tiempo… E intenté pensar que no había nada de malo en eso, que mi curiosidad no tenía por qué ser vista como algo invasivo.

    Querer conocer a otra persona era tan normal como charlar, ¿tal vez?

    Le hablé de mí, quizá movida por esta noción. No pensaba que lo mío fuese tan relevante ni destacable, aunque sí tuve la esperanza de que la mención del Ori resultase medianamente interesante, ya que… Bueno… Compartíamos el gusto por los videojuegos, ¿tal vez?

    Asumí que Rowan contestaría sobre sí mismo, por eso me tomó algo desprevenida que su atención quedara centrada en Ori and the Blind Forest. P-pero no solamente fue eso: su rostro pareció irradiar de ilusión, fue tan notoria que parpadeé un par de veces al mirarlo a los ojos y al creer percibir una pequeña cuota de emoción modulando su voz... El color me subió lentamente a las mejillas, separé los labios, pero de entre ellos sólo surgió silencio. Desvié mis ojos hacia las manos sobre mi falda, las cuales empecé a frotar en un intento por ordenar mi interior...

    Acababa de pensar… que su reacción fue adorable. ¡Q-Qué atrevida!

    —Me gusta… Me está gustando mucho… —dije tras unos segundos, con la voz un poco baja, mientras alzaba lentamente mis ojos—. L-lo empecé el fin de semana, estoy avanzando de a poco… —para cuando volví a conectar mi mirada con la suya, el sonrojo ya había cedido casi por completo—. Su música me parece dulce, tan bella y melancólica... Y el apartado visual, Ro-senpai, es increíble, me fascina. A… A veces me quedo quieta sólo para mirar los fondos… los colores… las sutiles animaciones. Es... un juego muy hermoso…

    Al hablar sobre el Ori, mi voz siguió conservando su tono sutil de siempre, que rozaba el murmullo. Sin embargo, mis palabras habían adquirido algo de energía, producto del entusiasmo; me gustaba hablar de videojuegos. Tampoco había bajado la mirada mientras contaba mis impresiones. Al darme cuenta de esto, volvió a embargarme la vergüenza, pues seguía siendo incapaz de mantener contactos visuales muy extensos. Disimulé el bochorno recogiendo la botella que había caído, hace unos minutos ya, en el fondo de la máquina expendedora.

    —Ten —dije, extendiéndosela entre mis manos, retornando a sus ojos otro instante—. Creo que… ya podemos ir al ascensor.
     
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  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Un proyecto, ¿eh? Intenté hacer memoria, me exprimí la neurona en busca de algún recuerdo reciente relacionado a esas keywords, pero incluso si lo habían hablado a mi alrededor... pues lo ignoré. Nunca había sido un estudiante modelo y acababa de transferirme, oye, ¿ni un poquito de consideración? ¿Qué pasaba con lo del período de adaptación?

    Inhalé por la nariz, hondo, y me desinflé el pecho poco a poco mientras a Kaia le caía encima el mini pánico de la semana. Bianchi nos proporcionó la información básica y acabé frunciendo el ceño, sin abrir la boca. Qué puto coñazo. Medio giré el torso hacia el pasillo cuando mencionó el tablón de anuncios, aunque luego nos ofreció su móvil y Kaia lo tomó, alternando su atención entre la pantalla y los ojos de Fiorella.

    —Ya veo... —murmuró, haciéndole zoom a la imagen, y miró a la pelirroja con una nota de disculpa, de petición también, impresa en el rostro—. Me gustaría ver el tablón, ¿te molestaría acompañarnos?

    Se preocupaba demasiado. Giré sobre mis talones en redondo apenas la escuché y empecé a caminar, asumiendo que me seguirían, hasta detenernos frente al dichoso tablón. Mantuve las manos en los bolsillos y me fui inclinando hasta encontrar mi grupo. Ver el nombre de Yaboku me arrancó una sonrisa automática, estaba permeada de ironía y seguí leyendo. Vólkov, Dunn, Yume... Ni puta idea. Sólo tenía más o menos ubicado al coloradito por su apellido, además de que Kaia lo había conocido el viernes y me lo había comentado.

    —Vaya, estuvo aquí todo el tiempo —murmuró Kaia, aún afectada por su desliz, y fabricó una sonrisa que dedicarle a Bianchi—. Bueno, al menos estamos juntas. Eso me alegra mucho.

    Esperaría a estar solos para recordarle que no tenía motivos para sentirse tan mal, no me gustaba hacer ese tipo de cosas frente a otra gente. Respecto a mi grupo... a ver, ¿el treinta había dicho Bianchi? Quedaba como una semana. Igual si nadie me había buscado aún eran o más imbéciles que yo o más irresponsables. ¿O lo estaban haciendo sin mí? Quién sabe.

    —¿Ya hablaste con alguien más de nuestro grupo, Bianchi-san? —siguió monologando Kaia; sonaba compuesta y tranquila, como siempre, pero la conocía y sabía que seguramente su cerebrito estuviese corriendo a toda velocidad en una mezcla de nervios y eficiencia—. Supongo que no, pero... —Le echó otro vistazo al tablón—. Ninguno es compañero nuestro, ¿verdad? ¿Conoces a alguno?


    no pasa nada, bebita <3 Ojalá te andes sintiendo un poco mejor *le hace un tecito*
     
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  20.  
    Bruno TDF

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    Esta charla compensaba con creces el disgusto de descubrir a Nakayama entre la gente, era el mérito que le reconocería a Dunn si me hubiera dado la gana. Pero, nah, me lo estaba pasando en grande con él, no valía la pena desperdiciar saliva en ese halcón caído que no hacía más que acicalarse las heridas. El irlandés poseía un carácter más fuerte, sus máscaras estaban mucho mejor colocadas y las deshacía a voluntad con una fluidez pasmosa; tenía la habilidad bien entrenada, el muy cabronazo.

    No me dejó ajeno que hubiese utilizado el término “ley” por sobre “regla”. Era sorprendente el poder que las palabras contenían, al extremo de que un cambio tan simple ganaba una contundencia sin igual, para darle más impacto a una idea. Encima habló con cara de no matar una mosca sin quebrarse por dentro, era para mearse de la risa. Dunn afirmó que las reglas limitaban el movimiento, y ante eso no pude menos que contestarle con un asentimiento de cabeza, pues porque pensábamos exactamente de la misma manera. Fue la única vez en la que parecimos entendernos, al menos desde mi punto de vista.

    Y sí, irónicamente existía un orden, de otra naturaleza, en el campo de las reglas quebrantadas, la ley rota.

    No hay escapatoria.

    La vi, la arrogancia que torció sus labios me había generado algo parecido a la expectativa. Y, así sin más, arrojó esa mierda entre los casilleros. Lo suyo sonó siniestro a cagarse, tan terrible, que lo disfruté esbozando una sonrisa enigmática... Era verdad, no podíamos irnos de ciertos ámbitos, pero…

    Si uno no quería marcharse, ¿se podía hablar de escapatoria? Era un dilema parecido al de las apuestas “garantizadas”.

    Muy a mi pesar, Dunn se quedaría con el privilegio de la última palabra, pues la albina apareció junto a él. El bastardo suavizó su sonrisa con una facilidad extraordinaria, aunque yo no tenía derecho a juzgarlo porque también opté por bajar mis humos. La diversión quedó permeando en mi sonrisa pese a todo, pero se le podía atribuir a cualquier cosa; la compensé con una ligera reverencia hacia la chica, bien a lo japonés, mientras añadía un escueto “Te sigo”.

    Hey, al menos podrían decir que éramos unos buenos muchachos, ¿a que sí?

    —Por cierto, Vólkov me suena a ruso, ¿tienes raíces de ese lado o algo? —comenté a medio camino, alcanzando el pasillo; miré de reojo su cabello, entrecerrando los ojos— Hay mucha nieve allá, para mí tiene sentido. ¡Mira cuánta blancura, nada más!

    El tono de mi voz indicaba que no estaba hablándole con malicia, pero bueno, con esta cara cualquier cosa podía tomarse como tal. Tampoco era que me parase a pensar tanto en lo que pasara por la cabeza de los demás, sólo estaba tirando una broma inocente y ya. Pero, así como me movía de esta manera entre las personas, podía llegar a ser un poco caótico.

    Como, por ejemplo, cuando el tablón de anuncios me llamó la atención, tanto como para pararme de repente, sin esperar la respuesta de la chica. Me puse a leer un enorme listado relacionado con un… Puf, ¿proyecto escolar? Me dediqué a leer con una mano en el mentón, ceño fruncido, quizá con mucho detenimiento

    Me detuve en cierto punto de la lista. Una risa se me escapó por la nariz.

    —¡Miren nada más! —exclamé, señalando con un dedo el “Grupo D”, y miré a mis escoltas— Están en el mismo grupo, qué bonito. Y yo quedé a tres personas de marcarme un pleno, pero con ustedes ya está bien, es mucha casualidad, ¿o no?
     
    Última edición: 26 Marzo 2024
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