Interior Pasillo (Planta baja)

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 10 Abril 2020.

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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Literalmente; había dado vuelta su bolso sobre el escritorio. Cuadernos, lapiceras... Dos pasadores... ¿Servirían esos pasadores? Eran algo más gruesos de lo que seguramente necesitaba, pero no perdía nada por intentar.

    Echó dentro de su bolso vacío los dos pasadores, una lapicera azul que no sabía si serviría y... un solo cuaderno, por si a caso.

    Al bajar la escalera, vio el pasillo, y desde lejos la puerta de los baños. Frunció el ceño, asiendo un puchero, bufando con suavidad luego. Suspiró; tendría que salir al patio, ¿no? Eso hizo, y se demoró bastante en dar con la ventana para el baño de los chicos, pues prácticamente tuvo que rodear el establecimiento... Por suerte, y no pareció llamar la atención de nadie... ¿Le retarían si la encontraban "saltándose las clases"? Bueno, ¿qué más daba? Lo único que le importaba era no hacer enfadar a su madre; y ayudar a un compañero, no era motivo de reprimenda, ¿verdad?

    Observó la ventana, estaba abierta, pero... ¿Lograría lanzar las cosas hacia el otro lado? Era bastante altura, para alguien como ella... Infló las mejillas; tendría que intentarlo.

    Saltó, intentó escalar... Y al final, logró que la lapicera cayera por el otro lado, pero, terminó extraviando sus pasadores... Bueno, tampoco iban a servir de mucho, ¿no? Tomó su bolso y observó el cuaderno; no serviría lanzarlo por la ventana, mejor se lo dejaba, por si podía hacer algo con la cerradura desde fuera.


    —Ya está —comentó en cuanto volvió a estar nuevamente ante la puerta del baño, sonaba jadeante, como si estuviera recuperando aire. ¿Shirai se habría percatado de que estuvo intentando tirar las cosas por la ventana? —. Co-conseguí la lapicera; ¿la puedes ver? La... la tiré por la ventana.
     
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    Hygge

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    No supo muy bien cuánto tiempo pasó hasta que los objetos empezaron a golpear cerca de la ventana. Se había sentido eterno, y el silbato de la profesora a lo lejos lograba oprimir aún más su corazón angustiado. Vale, había dicho que perderse la clase tampoco era algo tan malo, pero pensándolo en frío... temía la reprimenda que pudiese recibir al aparecer sin ningún rasguño en las pruebas posteriores, luego de no haber dado señales de vida hasta entonces. ¿Cómo explicaba que se había quedado encerrado en el baño? ¿Podía siquiera reunir el valor para inventar una mentira?

    No, lo viese por donde lo viese, no sonaba convincente.

    De entre las cosas que comenzaron a golpear el cristal tan solo un bolígrafo azul logró caer frente a su campo de visión. Se levantó, presto, y al recoger el objeto pudo escuchar los quejidos de Nagi, intentando trepar para alcanzar la ventana. Tras unos segundos en silencio sacó el cartucho de tinta del bolígrafo y se dirigió sin vacilar hacia la cerradura, con una nueva determinación en mente; le debía una a la chica, y qué menos que hacerle sentir que su esfuerzo no fue en vano.

    ***

    "Ya está. Co-conseguí la lapicera; ¿la puedes ver? La... la tiré por la ventana".

    Los labios de Yule se arquearon en una ligera sonrisa, acuclillado frente a la puerta en el momento en el que Nagi alcanzó el lugar de vuelta. Necesitaba un objeto largo y delgado que fuera pequeño para encajar en el agujero, pero lo suficientemente fuerte para aplicar presión en el mecanismo de cierre. Dado que no contaba con demasiado, debía ser creativo y buscarle utilidad a lo más cotidiano: y esa era la función del cartucho de tinta.

    —Sí, la tengo. Buen lanzamiento —le agradeció, sin dejar de empujar y torcer el objeto a modo de pinza en el interior de la cerradura. Debía tantear el terreno y averiguar si se trataba de un mecanismo de cierre con presión o con torsión, aplicando la fuerza necesaria en cada caso, hasta escuchar un chasquido que le indicaría que la cerradura se liberó. A pesar de que estaba acostumbrado a aquellas situaciones, tener público hacía que le temblasen ligeramente las manos, restándole cierta precisión a su trabajo. La espera lo estaba matando, pero tener la cabeza ocupada le hacía sentir más cómodo—. Te sorprendería la de herramientas que puedes encontrar en una cartera escolar, algún día te mostraré lo que creé con tan solo los objetos de mi estuche. Vas a alucinar.

    Era tal su pasión por aquellos inventos que acabó agregando aquello sin ser consciente de ello, pero cuando se percató era demasiado tarde. Carraspeó, nervioso, pues no le gustaba reflejar mucho esa extraña faceta suya, y se mantuvo en silencio el resto del tiempo. Pasaron un par de minutos hasta que Yule logró ejercer la presión adecuada para mover el mecanismo de cierre de su lugar, abriendo la puerta con un clack. Soltó una exclamación ahogada y empujó la puerta con cuidado, recibiendo la luz del pasillo y a la joven que había hecho posible todo aquello.

    Se irguió, incapaz de dirigirle la mirada, preso de la vergüenza, y sacudió su pantalón en el proceso. Había recuperado parte de su humor con aquella pequeña victoria personal.

    —Problema resuelto; solo nos tomó... —miró su reloj, poniendo los ojos en blanco poco después—. ...no tiene importancia en verdad. Gracias por la ayuda, Watanabe-san. Y lo siento por la lapicera, la destrocé.

    El pobre cartucho reposaba en la mano del chico, doblado y retorcido sobre su eje. Por suerte la tinta no se esparció fuera del recipiente.

    >>Oh, y, uhm... Supongo que te debo una.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Si, la tengo —Escuchó Nagi, sonaba concentrado—. Buen lanzamiento —agregó de inmediato, y Watanabe notó como su rostro subía de temperatura junto a su impacto. "Qué va, me costó un montón" pensó, mientras juegeteaba nerviosa con el borde de su camiseta, repentinamente decaída.

    Empezó a divagar, y terminó cayendo en dos cosas que aumentaron su nerviosismo; encontrarse la cara de Shirai en cuanto abriera la puerta, y... ¿No era raro que supiera abrir puertas con algo tan sencillo cómo una lapicera? Hizo una mueca de desagrado; no por el chico en sí, si no por el pensamiento de otros chicos haciendo cosas con lapiceras y cerraduras.

    Pero no quería ser prejuiciosa con Shirai, porque hasta el momento, no había dado ningún motivo para pensar cosas desagradables de él. ¿Valía la pena hacer el esfuerzo? Eso no lo podía asegurar... Dependía de ella tener el valor para arriesgarse.

    Un problema mío, no de él.

    ... ¿Uh? ¿Cartuchera, estuches y creaciones? Frunció el ceño confundida, mirando la puerta... Se debía ver rarisima desde lejos; esperando a escasos centímetros quién sabe qué cosa, frente a la puerta del baños de los chicos. "Puedo decir que escuché un rumor de un Yokai, y algún procedimiento ridículo para invocarlo, y listo" ideó, en caso de que algún otro chico llegara para incordiarla, queriendo entrar al baño.

    Cuando escuchó como el cerrojo se abría, dio dos pasos atrás mientras escuchaba la puerta rechinar; haciendo total de tres en cuanto vio la cabellera bicolor de Shirai, mirando de inmediato el suelo después, antes que la mirada de él se encontrara con la suya.



    Manos tras la espalda, mirada enterrada en la cerámica, escuchó las últimas palabras del chico.

    —N-no, no te preocupes —murmulló, negando con ambas manos, a pesar de que no alzó la vista—. Es... Algo que hice... por voluntad propia. No me debes nada —siguió, cada vez con la voz más y más baja de lo que de por sí era, ignorando todo el asunto de la lapicera. La vergüenza que empezaba a tener ahí, por tener a Shirai ante ella ya sin una puerta de intermediaria, le estaba empezando a jugar en contra.

    >>No... Osea... Te ayudé, ¿no? Si alguien te ayuda, bueno... no le debes nada —miró de reojo al chico, mientras su largo flequillo se interponía ante sus ojos. Desvió la vista al suelo nuevamente, soltando un pesado suspiro—. No estaría ayudando, si después digo que me debes algo... Bu-bueno, es algo que he escuchado.

    Una mezcla de ideas, experiencias y recuerdos; no solo algo que escuchó. Apuntó al pasillo con el pulgar, en dirección a las escaleras.

    —Yo iré a la enfermería —susurró, aunque más claro que sus anteriores murmullos—. ¿No quieres ir? —alzó la mirada, claramente compungida, para luego desviarla con rapidez, sobándose la nuca tensa—... Bueno, tal vez ni te caíste.
     
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    Hygge

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    Cerró su mano en un puño cuando dejaron atrás el tema de la lapicera, ocultando en el bolsillo de su pantalón la prueba de su delito sin poder esconder su incomodidad al respecto. ¿Forzar una cerradura atascada se consideraba como dañar el material escolar? ¿Podían llamarle a inspectoría por ello? Su rostro palideció ligeramente ante la sola idea, escuchando de lejos las palabras de la castaña.

    Ah, sí, mierda; la enfermería.

    —Esa... parte sí era real. El pantalón se rasgó un poco en la zona de la rodilla —Alzó su pierna ligeramente mientras hablaba, al menos ya no le escocía tanto—. Tan solo quería limpiar la herida con agua, como aún quedan varias pruebas preferí dejar la visita para el final —se explicó con algo más de calma, pero seguía sin ser capaz de sostener su mirada. Se encogió de hombros, restándole importancia—. Pero puedo acompañarte. Al menos te debo eso.

    La enfermería parecía ser su próxima destino, pero Yule aún parecía anclado a su reciente aventura. Echando un último vistazo a la puerta comenzó a guiarla, dándole vueltas a algo más.

    >>¿Crees que puedan... y-yo que sé, expulsarme por eso?
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    ...Vaya, reacción nula ante todo su nerviosismo, o eso presintió. ¿Debería sentirse decepcionada o aliviada? Escuchó lo que dijo el chico, mientras le seguía el paso casi a un metro de distancia

    —¡Ahhhg, diablos, las pruebas! —masculló con rabia, soltando toda su frustración en un bufido, mientras echaba la cabeza hacia atrás llevándose las manos al rostro, cubriéndolo desde mentón hasta ojos; se había quedado al inicio de la escalera, escuchando a Shirai decir que la acompañaría a la enfermería.

    >>Ehhh... —tambaleó su voz, mientras volvía a aferrar sus manos al borde de su camiseta con lentitud, mirando verticalmente el suelo, finalizando con un puchero enfadado—. Creo... que mejor copio tú método; mejor descansar en el hospital de una, que por goteo en la enfermería —soltó hablando con desprecio, aunque no parecía estar enojada con él... más bien parecía estar odiando su propia situación.

    —¿Uh? —alzó la vista, tensando su ceño con confusión, pero dejando ir un poco de frustración ante un nuevo problema. Miró a sus espaldas, la puerta... Luego miró a Shirai con su ceño arqueados con preocupación, pero al final sonrió divertida— ¿Y qué tal si salimos al patio, y fingimos que ninguno pasó al baño? —comentó sin más, dándose media vuelta y empezando a caminar, con la esperanza de que el chico le siguiera—. Digo; no es tu culpa que la escuela tenga cerraduras estafadoras —comentó casi con alegría, regresando a un tono tranquilo, despojándose de a poco de los nervios—. Si te retaran por querer salir del baño, ellos estarían en mala posición —. Se detuvo, volteando a ver a Shirai sobre su hombro, con una sonrisa juguetona, aunque mantenía cierta seriedad.

    >> Después de todo... Tú solo estabas desesperado por salir, y hacer la maravillooosa prueba que tiene la Aka-Oni para nosotros, ¿ne? —finalizó con una mezcla de alegría y leve nerviosismo, había entrelazado los dedos tras su espalda mientras caminaba...


    Era Nagi Watanabe; la alumna menos esforzada de su clase, y una de las más molestada por sus compañeros; si algo había aprendido, era asumir el papel de víctima. Para algo debía funcionar, ¿no? Aunque no tuviera el valor de fingir ser algo que detestaba.


    —¡Te espero en el patio! —exclamó de repente, para quitarse de encima aquella actitud repentina que no estaba acostumbrada a tomar, trotando hacia la salida después; dirigiéndose a los casilleros y luego al patio frontal...

    Dios, se acordó de Natsumi y su manera de hablar entre bromas... ¿Qué diablos le pasaba ese día? El sentimiento de no actuar con "naturalidad", le estaba empezando a cohibir bastante, y llegaba a ser incomodo...

    ¿Haru y Natsu la reconocerían como "Aki", si le vieran en este momento?
     
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    Gigi Blanche

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    permiso, voy a aventarme un mini fic pal develop

    also primera persona porque yolo

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    El silencio y quietud del edificio era bastante llamativa, considerando que se trataba de una escuela. Los espacios vibrantes que de repente se vacían siempre dan esa sensación, ¿verdad? De ligera incomodidad, de incertidumbre. Como si le faltara una pieza al rompecabezas.

    Mis pasos amortiguados hacían un eco suave entre las paredes, y observé la forma en que la luz matutina se colaba dentro. Era cálida, rebotaba contra las ventanas y casilleros y recortaba sombras tímidas. Estaba cerca de mis cosas cuando la vibración en mi mano izquierda captó mi atención. Pobre aparato, iba apretándolo con una fuerza estúpida.

    Atendí a la llamada mientras abría mi casillero.

    —Eh, Rei. ¿Cómo va?

    —Bien, trabajando. Conseguí algo más o menos a medio tiempo en la tienda de mi tío. Ah, ya arrancaste las clases, ¿verdad? ¿Qué tal eso?

    —Eh~ —murmuré, algo distraída, mientras esculcaba dentro de mi mochila; mierda, nunca encontraba lo que necesitaba—. Bueno, genial. A ver cuándo me doy una vuelta para visitarte, verte con overol y todo. ¿Las clases? Sí, acá ando buscando unas putas tiritas. Mi mochila parece la maleta de Newt, te lo juro.

    Rei soltó una risa que me aflojó un poco la tensión del cuerpo.

    —Siempre fue un desastre, Anna, no tienes que decírmelo. ¿Los apuntes de Historia? Jamás los encontré. Desaparecidos en combate.

    —Sí, bueno, debería tomarme una tarde para tragarme todos esos videos que hay en YouTube para organizarte la vida. ¿Cómo era? ¿Método Mery Rondo?

    Marie Kondo, enana. —Oí cómo abría un paquete de plástico metálico y se llevaba algo crujiente a la boca. Uh, papitas—. ¿Adónde te transferiste, entonces?

    —Sakura Gakkuen. —Rei silbó y yo suspiré, sacando por fin mi pequeño neceser portátil—. Lo sé, queda en la loma del orto a la izquierda. Tengo que combinar tres líneas para llegar.

    —Me imagino, eh. Sí que querías irte a la mierda.

    Arrugué ligeramente el ceño mientras conseguía las benditas tiritas. Empecé a guardar todo lo demás en su lugar.

    —¿Puedes culparme?

    —Claro que no, aunque... —Permaneció pensativo unos cuantos segundos y luego agregó, con la boca llena—: Sakura Gakkuen, me suena. Creo que alguien iba ahí.

    Mis movimientos se detuvieron un instante y pasé saliva, repentinamente consciente de los latidos de mi corazón. Tenía que ser coña, ¿verdad? Tenía que serlo.

    —¿Alguien? —tanteé, precavida.

    —Eh, sí. Uno de los grandes de Shibuya, o algo así. Kakeru sabía bastante al respecto, pero hace mil años no hablo con él. ¿Tienes idea qué ha sido de su vida?

    —No —respondí quizá demasiado rápido—. No, ni idea. Tampoco mantuvimos el contacto.

    —Ah, qué pena~ —Una campanita suave se oyó detrás de Rei y la música ambiente, y noté cómo se incorporaba casi de un brinco—. Entró un cliente, Anna. Hablamos luego. Suerte en tu nueva vida escolar, enana.

    —Claro, Rei. Gracias por llamar. ¡Luego me pego una vuelta!

    —¡Más te vale hacerlo! Te invito una Coca sin que el viejo se entere.

    Y cortó. Me saqué el móvil de la oreja y observé la pantalla unos segundos antes de cerrar el casillero y enderezar mi camino de vuelta al patio. Aún me sentía bastante para la mierda, pero charlar un rato con Rei me había ayudado a relajarme. Quizá fuera parte del pasado que intentaba enterrar con tanta desesperación, la misma desesperación que me había impulsado a aplicar para una escuela en el medio de la nada. Aún así, al parecer, siempre habría retazos de ese mundo pisándome los talones. Uno de los grandes de Shibuya, ¿eh? Sí que estaba bien cagada.

    Bueno, con suerte y todo el tipo no tendría la menor idea de quién era.

    Solté el aire de golpe y estiré los brazos sobre mi cabeza, dando un pequeño saltito hacia el costado. Tengo que aceptarlo. Este veneno es mío, siempre lo ha sido; sólo tengo que aprender a controlarlo, a dejar de morderme la lengua con él y mezclarlo con mi sangre en la boca. A dejar de escupirlo como medida de defensa.

    Una Coca Cola gratis, ¿eh? No sonaba mal. Aspiré aire con fuerza y relajé un poco los músculos. Tenía ganas de practicar unos tiros.
     
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    Zireael

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    Vieron que gigi se aventó un fic pal develop? pues same porque quiero preparar el setup bien nice para el infierno con estas bitches
    katrina.png
    Me estaba terminando de colocar el uniforme de la academia nuevamente, con un cigarrillo encendido entre los labios, cuando escuché pasos entrar al baño. Reconocí las zapatillas de deporte.

    Abrí la puerta del cubículo, a pesar de que apenas estaba abotonándome la blusa y topé con los ojos de atardecer de Shiori Kurosawa, tenía los brazos cruzados bajo el pecho, e incluso ahora, su respiración aún parecía forzosa.

    Solté una risa sin gracia.

    —Dios, se nota desde una puta calle que te comieron la boca. —Me faltaron un par de botones, pero los dejé así, realmente ahora mismo podían irse a la mierda las normas de vestimenta de esa puta escuela—. Seguro si te besara ahora sería como besarlo a él también.

    Prácticamente me gruñó. Era su forma de anunciar que no me iba a dejar tocarlo, aunque no iba a intentarlo de por sí.

    —¿Y a ti qué te pasó, que tienes la mejilla enrojecida?

    —¿Ah? ¿No es obvio? Me abofeteó una celosa de mierda.

    —Tú fuiste el alboroto. —Se retiró el flequillo de la frente, a la vez que suspiraba con pesadez.

    —Qué mala~ Yo no toqué a nadie. —Regresé al cubículo y le lancé sus cosas, las recibió con cierta sorpresa.

    No dijo nada más, se limitó a imitarme y comenzar a colocarse el uniforme. Detallé las curvas de su cuerpo cuando se deshizo de la camiseta, lo tersa que parecía su piel y cómo aquella melena negra le rozaba la espalda, como un velo.

    —Bueno, ¿qué es lo que planeas tú y tu grupo de idiotas de turno? —preguntó luego de haber terminado con la camisa, mientras se colocaba la falda.

    —Tenemos las llaves de la academia —respondí mientras volvía a sentarme sobre el váter—. Solo queremos divertirnos un poco, ya sabes. Tú querías acompañarme alguna vez, ¿o no? Pues mejor que sea aquí en la academia que en otra parte.

    Le alcancé los zapatos empujándolos con los pies, mientras la veía debatirse mentalmente de repente. Apagué la colilla del cigarrillo contra la pared del cubículo a la vez que cruzaba una pierna sobre la otra.

    >>Iré a tu casa antes.

    —¿Para qué? —Sus movimientos se congelaron cuando se estaba poniéndose la chaqueta.

    —¿Para qué crees tú, Kurobaka? —Reí de nuevo, mientras me levantaba para rodearla, abrazándola por la espalda. Le acomodé la camisa dentro de la falda, casi como una madre preparando a su hija para la escuela—. Tienes algo que terminar, ¿o no? Va siendo hora de que te aproveches de esos atributos tuyos, niña. Seré tu supervisora, tu amable mentora si gustas~

    En el espejo noté que el color le había subido al rostro con una intensidad que nunca creí posible.
    Lo siguiente lo dije casi en un murmuro.

    >>Muestra algo más de piel, cariño, y lo tendrás encima cuando menos te des cuenta.

    Se deshizo de mi agarre casi con violencia, arrojándose sobre los lavamanos, buscando apoyarse en algo. Respiraba como un conejillo asustado y eso en definitiva no era culpa mía. Lo había imaginado todo, ¿no? De principio a fin.

    Vaya.

    Qué divertido.


    Cualquiera hubiese pensado que se había tirado a Altan Sonnen, pero era evidente que nunca había ocurrido, quizás por mutuo acuerdo. Así que allí estaba, incapaz de controlar su propio cuerpo, deseando que cierto individuo hiciera el favor de colmar sus necesidades más básicas de una buena vez. Hasta el puto cansancio.
    Necesidades que no había sentido tan vitales hasta el día de hoy.

    —Deja de decir estupideces, senpai. —La voz la traicionó, temblando al ritmo de su respiración.

    —La forma en que presionas los muslos me dice que no son estupideces. No puedes engañarme en mi propio juego, Kurosawa.

    Se sintió terriblemente expuesta puesto que evitó mirarme a adrede. Aún así, su voz sedosa, se alzó.

    —En vez de joderme la paciencia, ¿por qué no me dices por qué lloraste? A mí se me nota una cosa y a ti otra, estamos a mano.

    Fruncí el ceño inmediatamente. Shiori era una maldita rara, pero era perceptiva, sabía leer a la gente, por eso sincronizaba el corazón con el de otros.
    Yo sabía por qué había llorado, porque estaba jodidamente molesta, pero sobre todo porque los gritos de Rachel me lo habían recordado no mi ira, sino el hecho de que nunca actuaba para nadie más que no fuese yo misma.
    Creo que no me molestó hasta ese momento.

    Tenía una laguna mental, si era honesta, recordaba haber digitado el número de Shiori, pero colgar casi de inmediato hasta llegar al baño, en el trayecto haber visto la linda escenita de la enfermería, y luego... Negro. Cuando logré darle forma a lo que tenía alrededor, seguía con el móvil en la mano y fue cuando la llamé. Había sido útil para recordar cuáles eran los límites del mundo.

    —Deja de hablar estupideces —repetí sus exactas palabras—, jodida cachonda.

    Rio. Una sonrisa extraña, apagada y plana.

    —Te espero entonces en casa... senpai.

    Había perdido la puta cabeza.

    Y eso era, de hecho, toda una novedad.

    Nos esperaba una noche muy interesante.
     
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    Amane

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    La chica aceptó y ambas nos dirigimos hacia el exterior de la biblioteca, agradeciendo por mi parte que ahí la temperatura fuese algo más baja que en la sala anterior.

    Me giré para mirarla y respiré hondo, tomando aquello como impulso para comenzar a hablar. No me atreví a mirarla directamente a los ojos, pero intenté que mi atención estuviese en ella de alguna manera... así que me quedé mirándole los zapatos.

    —V-voy a decirlo todo de golpe porque si no me va a dar demasiada vergüenza, ¿v-vale? Uhm... Quería disculparte contigo, senpai. Anoche cuando salimos del aula y os vimos a ti y a Sonnen-senpai me dio la sensación de que estabais molestos, no sé si quizás conmigo o con Wickham-senpai, o con ambos... Qui-quizás solo fueron imaginaciones mías pero, aún así, me gustaría disculparme si quizás hice algo para molestarte.

    Tomé una bocanada de aire después de soltar aquello y con rapidez levanté el maletín para sacar mi móvil de él, extendiéndolo después hacia ella y girando la cabeza entonces hacia un lado.

    >>C-como sea... t-también me gustaría que fuésemos amigas así que, si te parece bien, p-puedes guardar tu número aquí... solo si quieres, claro...

    Hitori holi baby uwu
     
    Última edición: 25 Agosto 2020
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    Zireael

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    Había seguido los pasos de la morena hasta que estuvieron en el pasillo. Allí la lluvia era más audible que dentro de la biblioteca y ciertamente se sentía algo más de frío.
    Entrelazó las manos tras la espalda, enarcando una ceja en cuanto de dio cuenta de que la muchacha no se atrevía siquiera a mirarla a los ojos. Los suyos se abrieron con sorpresa al escuchar las palabras que le había soltado en tropel.

    ¿Tan evidente había sido? Claro, si tenía un vacío en la memoria, un borrón apenas detectable, porque Altan la volvió a estaquear al suelo cuando la hizo a un lado para golpear él la puerta.

    Sonrió, fue una sonrisa suave, casi resignada y con cierto aire condescendiente. Sin embargo, no era falsa.

    —No le prestes mucha atención a Al, es malhumorado por naturaleza. Lamento si te dimos esa sensación. —En realidad no tenía idea si se había molestado con ella o consigo misma por haber sido tan densa—. No te preocupes.

    Tomó el móvil que la muchacha extendió hacia ella y se anotó, registrándose como "Jez" casi mecánicamente. Luego se acercó a ella, le regresó el aparato y le acarició el brazo casi con mimo.

    >>Anda, relájate. Ni yo ni Al vamos a morderte, te lo prometo.
     
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  10.  
    Amane

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    Me sorprendí al ver que la albina aceptaba el móvil y lo cierto es que no pude esconder el alivio que se extendió por mi rostro, permitiéndome incluso sonreír y mirarla. ¿Estaba todo bien entonces? Eso parecía.

    Cogí el teléfono, mirando su contacto, y no me opuse a su acercamiento. En general me hubiese puesto nerviosa, pero por regla general Jezebel siempre me había parecido una chica muy cálida y tranquila... sin motivos aparentes como hacía unos minutos, lo cierto es que no podía tensarme estando con ella.

    —Está bien, lo tendré en cuenta... —dije, con un leve asentimiento de cabeza antes de guardar el móvil de nuevo en el maletín y mirarla, con una ligera sonrisa—. Esto... ¿cómo estás, senpai? Es que yo tengo una resaca terrible pero me he encontrado a Anna y estaba como una rosa, ¡me siento rara!

    Emi like: tranquila que ya te muerdo yo gr
     
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  11.  
    Zireael

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    Verla más relajada también la tranquilizó a ella, porque al final del día lo menos que quería era incomodar a una chica por sus tonterías que no venían ni a cuento. Además, Emily no parecía una mala chica, había hecho cosas raras, pero bueno, ella también.

    Balanceó el peso de un pie al otro, nerviosa, al recordar de nuevo aquel maldito beso que le había pedido a su mejor amigo.

    —Estoy agotada y me duele la cabeza desde que desperté —admitió, soltando una risa nerviosa—. ¿Anna? Bueno, ¿has visto la energía que tiene? No me sorprende que haya salido entera, a diferencia de nosotras.

    Se permitió una risa genuina esta vez, que al extinguirse permaneció en sus labios como una sonrisa delicada. De repente pareció recordar algo y posó sus ojos sobre ella, curiosa.

    >>Ah, ¿lo que me entregó Kashya era por esto?
     
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  12.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Emily Hodges

    Asentí con cierta energía al escucharle decir aquello, con una sonrisa enternecida después.

    —Sí, tiene más experiencia que nosotras bebiendo, eso seguro. Pero es muy linda, ¿sabes que me ha traído un zumo esta mañana? Para la resaca. Tenía para más gente también.

    Expliqué aquello sin pensar demasiado, contenta por haberme quitado aquel peso de encima. Seguramente si no hubiese sido por el alcohol, el pensamiento de haberla molestado me hubiese impedido dormir.

    Claro que eso no significaba que la cosa terminaba ahí y sentí un violento rubor apoderarse de mis mejillas cuando escuché su pregunta. Ah, no era tan difícil darse cuenta, ¿no?

    >>S-sí... —admití, finalmente, en voz baja y la vista hacia el suelo, jugueteando nerviosa con los dedos sobre el maletín—. Lo siento, f-fue una tontería. Esta mañana no sabía qué hacer y para cuando me quise dar cuenta ya lo había preparado y todo. No lo has abierto, ¿verdad? No tienes que hacerlo ya...
     
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  13.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    jez.png
    Sintió genuina alegría cuando escuchó lo que había hecho Anna, aquello de darle el zumo. Vaya que la había suavizado encontrar a alguien que la aceptara, a pesar de que le había costado lo suyo, al final andaba por la academia dándole jugos a sus nuevos amigos y eso, por Dios, eso era lo más precioso que había visto hacer a alguien en mucho tiempo.

    Vio a Emily ruborizarse de nuevo y soltó una risilla, porque le recordaba a sí misma.

    —Kashya me dijo que seguro hablarías conmigo, así que quise esperar —respondió y en ese momento Altan se apareció en el pasillo.

    —Ah, hola —saludó a la morena sin demasiado tacto. ¿Se había enterado siquiera de su nombre la noche anterior? No tenía ni puta idea. Se dirigió a Jez entonces—. Ten, Suzu estará en la cafetería. Iré adelantándome, ¿de acuerdo?

    Jez asintió mientras tomaba su maletín, guardó en este el libro y la lata de refresco, de forma que pudo conservar la bolsita en sus manos y abrirla, para darse cuenta de lo que se trataba.
    Sonrió, enternecida por el gesto, y regresó la vista a Emily.

    —Muchas gracias —murmuró volviendo a cerrarla con cuidado, como si temiera desarmar las figuras que la chica había preparado para ella. Las guardaría para después del almuerzo—. Iré con los chicos, por si quieres venir, si no tenías otros planes ya.

    No era que Jez fuese densa, porque lo era, pero ciertamente no era prejuiciosa y tampoco era grosera por puro gusto.
     
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  14.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Emily Hodges

    No pude evitar el respingo que di al escuchar la voz masculina dirigiéndose hacia mí. Jezebel podría decir lo que quisiese, Altan definitivamente parecía que iba a morderme en cualquier momento y no de la mejor manera.

    Aun así, fui capaz de devolver el saludo, porque dentro de no quería ser una maleducada. Escuché después a la chica, sintiendo que el sonrojo no tenía intenciones de abandonar mi rostro, pero al menos algo más aliviada al ver que le había gustado.

    Negué al final con la cabeza, suavemente, y me incliné ligeramente en una reverencia a modo de disculpa.

    —Justamente había quedado con Anna para almorzar hoy. La buscaré, quizás acabemos también en la cafetería, no sé. De todas formas, gracias por la invitación.

    Cuando finalmente la chica se fue hacia donde Sonnen-senpai se había alejado, volví a coger mi móvil y busqué el contacto de Anna entre los chats disponibles, redactándole un mensaje.

    "¿Sigue en pie lo de almorzar juntas? ¡Dime dónde estás y voy, si es que sí!"

    Añadí un emoji de una carita sonriendo algo sonrojada y se lo envié, suspirando después mientras me apoyaba en la pared con la espalda. ¡Qué difícil era intentar tener tantos amigos! Pero merecía la pena, desde luego.

     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    *prepara su alma para otro tocho y se replantea sus decisiones de vida cuando planeó todo este desmadre*

    [​IMG]

    Había salido de la cafetería como una tromba y se detuvo junto a la puerta, en el pasillo, viendo hacia todos lados. Kohaku la alcanzó unos segundos más tarde, siempre a su ritmo, y repasó el panorama imitándola.

    —¿Qué buscamos ahora?

    —¡A Emi-chan!

    Había recibido su mensaje y le había avisado que estaba en la cafetería, pero la cafetería era grande y quizá no la encontraba, de modo que había decidido esperarla en la entrada.

    —¿Y esa bolsa?

    —Salvavidas. —Kohaku arqueó una ceja, confundido, y Anna rió—. Ahora entenderás, ¡siempre fuiste muy listo, mini Ishikawa!

    Cuando se volvió hacia el pasillo no sólo distinguió a Emily, sino a muchas personas más. ¡Qué bueno! Podría hacer delivery express de casi todos los zumos.

    —¡Konoe-senpai! —exclamó animada, con el brazo en alto, para captar su atención y se acercó correteando hasta su posición. Rebuscó dentro de la bolsa y le extendió un juguito de manzana—. Aquí tienes, la casa invita. ¿Qué tal la mañana? Espero que haya sido lo menos horrible que puede ser, y si no, ¡un juguito de manzana siempre alegra los corazones!

    Se dirigió entonces a su próximo objetivo, que venía un poco atrás de Suzumiya. Sacó el zumo y prácticamente lo aplastó contra su pecho.

    —¡Ta-dá! No tenía muchas pistas, pero ayer te comiste la paleta de cereza así que fui a lo seguro. Zumito de cereza para la víctima de la noche~

    Realmente se refería a los seis shots de tequila, no tenía idea por todo lo que Sonnen había pasado. Jez se acercaba entonces y le sonrió mientras le alcanzaba un jugo multifruta.

    —¿Recuerdas que dije que tu cabello podría ser un arcoiris? Bueno, esto es como un arcoiris ¡pero de frutas! Están super fríos porque las señoras de la cafetería son bien majas y me los guardaron en la nevera hasta el almuerzo, así que parte del crédito se lo llevan ellas.

    Dios, se estaba clavando un pleno de aquellos; hacía mucho que no corría y hablaba tanto en tan poco tiempo. Pero estaba tan, tan contenta que decidió ignorar el aire que parecía resentirse en su garganta.

    —¡Emi-chan! —Trotó finalmente hacia Hodges y alcanzó sus manos para tomarlas entre las propias, sonriéndole amplio—. Te encontré~ Vayamos a la cafetería, que muero de hambre y, ¡ah! Este es Kohaku, un amigo mío. Es su primer día por motivos que aún desconozco y...

    Mierda.

    —Y anda algo perdido, pero es buen chico.

    Mierda, mierda, mierda.

    —Hola... ¿Emi de Emily? —La voz de Kohaku le resultó algo lejana—. Es un gusto, soy Ishikawa.

    Había intentado disimularlo, más bien se había empeñado en ignorarlo, porque estaba tan contenta y había hecho tantos amigos, y había comprado zumos para todos y sólo quería hacerlos sonreír. Nada más.

    Quería cuidarlos y transmitirles alegría. Quería ser esa persona para ellos.

    Nada más.

    —¿Anna?

    Se había aferrado a la manga del gakuran de Kohaku y alzó la vista hacia él, con la frente perlada y los dedos temblorosos. Palpó y palpó todos los bolsillos del uniforme pero no encontró nada. Estúpida de mierda, ¿dónde te lo dejaste?

    Kohaku comprendió de inmediato y su sonrisa se desvaneció.

    —¿La enfermería?

    Anna asintió, cada vez hacía más ruido para respirar y fue incapaz de dirigirle la mirada a nadie que no fuera Kohaku. Estaba furiosa, avergonzada y algo asustada. No poder respirar siempre la cagaba hasta las patas. Ishikawa la alzó del suelo como si fuera una pluma, se disculpó brevemente con Emily y trotó con cierta prisa, pero sin exacerbarse, camino a la enfermería. Anna sólo cerró los ojos y se dejó hacer, concentrándose en sus respiraciones cada vez más obstruidas.

    Puta madre.

    menuda ensalada y las etiqueto porque quiero y porque puedo Yugen Hitori Amane

    me disculpan el drama por doquier, im just bored
     
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  16.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Había salido como una tromba sintiendo que se ahogaba con el peso de sus propios sentimientos convulsos. Las palabras de Middel, calmas, calculadoras y metódicas se le clavaron en el pecho como dagas heladas.

    Pero no le respondió
    . Solo le dirigió una mirada breve, significativa, mientras abandonaba la biblioteca. Aquello era evidentemente mucho más que unas meras elecciones para Bleke. Era una guerra. Luchaba como una fiera embravecida por su territorio incluso cuando sus movimientos eran sigilosos como los de una víbora. Y no le importaba si usaba o no aquella información a su favor que después de todo y para ella tenía un peso brutal que la estaba desgarrando desde dentro.

    Cerró los ojos.

    >>Sin embargo, te aconsejo tranquilidad, senpai. ¿Cuál es el pecado de ir a una fiesta ordinaria y beber algo de alcohol? Ni siquiera yo podría arrojar la primera piedra. Somos jóvenes, al fin y al cabo.<<

    Una fiesta ordinaria.

    Qué ovarios.

    Había ocultado información a propósito para que su necesidad casi obsesiva por actuar acorde a las consecuencias de sus actos no salpicase a nadie más. Había evitado mencionar la azotea y la transgresión de las normas establecidas y el alcohol dentro de las inmediaciones de la academia para evitar enlazar a nadie más con ese desastre.

    ¿Quién era Middel dentro del esquema de Sonnen de todas formas? ¿Una Hidra? ¿Medusa? ¿Una Lamia? Su extremada calma era como el veneno silencioso del cianuro. No le preocupaba realmente. Si algo llamaba su atención en todo eso eran las razones de su comportamiento. Qué se ocultaba detrás de aquella chica aparentemente frágil de segundo.

    —¡Cerasus-chan!

    Detuvo sus pasos al escuchar aquella voz llamándola y permitió alcanzarla. Ai Mamiya había salido prácticamente corriendo detrás de ella. Perteneciendo a su mismo mundo y conociendo además que se ocultaba detrás de aquella confesión no había podido dejarla a su suerte.

    Un corazón hecho trizas.

    Una voz distinta, sin embargo, llamó su atención en el pasillo y se acercó trotando hasta su posición. Hiradaira. Se veía muchísimo mejor que ella, desde luego. La chica de los shots de tequila. Konoe se permitió una ligera sonrisa al verla y sintió sus mejillas arder antes el repentino recuerdo traidor de aquel beso. Se llevó, como era usual, un mechón oscuro tras la oreja.

    Podía lamentar muchísimas cosas pero jamás se arrepentiría de haberlos conocido a ellos.

    —Vólkov-san me dio esta mañana uno de naranja—le respondió calma. Su voz se había suavizado considerablemente, incluso se permitió una leve risa— pero por supuesto lo acepto. Muchas gracias Anna-san.

    Ai intercambió miradas entre ambas. Hizo un ligero puchero y llevándose el índice a los labios, ladeó la cabeza levemente y comentó con un tono fingidamente quejumbroso.

    —¿Para mí no hay zumitos~?

    Konoe suspiró.

    —Mamiya-san por favor.

    Observó a Anna alejarse. Era una persona encantadora y sumamente cálida ¿cierto? Como Jezebel, transmitía luz a donde quiera que fuese. Ese carácter vibrante era prácticamente un tesoro de incalculable valor dentro del Sakura.

    Giró sobre sus talones y cerró los ojos en un gesto claro de circunstancias.

    —¿Naranja o manzana?

    Ai Mamiya soltó una risita que sonó como un ronroneo mimoso.

    —Ah, ¿cual dices que te dio Lilium-chan?

    No pudo responder. El pasillo era amplio y las voces resonaban a lo largo y ancho de este. No necesitó más que unos breves segundos para darse cuenta de que algo no iba bien.

    Sus ojos se abrieron de súbito.

    —¿Anna-san?—murmuró casi sin aire.

    Su respiración se había vuelto ruidosa y turbulenta. Parecía necesitar hacer esfuerzos colosales por tomar aire. Ai se volvió en ese momento francamente preocupada y alcanzó a ver como el chico del cabello azul la tomaba en brazos y salía corriendo.

    Tenía una base de datos en su cabeza. Llena de datos absurdos, inútiles en su mayoría. Exactamente igual que Sonnen. La guardaba y archivada en su cerebro y la usaba cuando lo veía necesario. Sobre las normas. Los efectos del alcohol. Nombres de plantas. Tareas y exámenes.

    Problemas de salud.

    Sus músculos tensos actuaron por inercia y echó a correr tras sus pasos.

    Está prohibido correr por los pasillos.

    Ahora no, Dios.
    —¡Cerasus-chan!

    Ai Mamiya la miró incapaz de entender qué estaba ocurriendo. Su voz sonó como chillido urgente.

    —Es un ataque de asma—le explicó Konoe—. ¡Hiradaira-san es asmática!

    No podía dejarla sola.

    Debería pedirle después disculpas a Sonnen.
     
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  17.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Estaban a medio camino cuando la tromba de energía que era Hiradaira salió al pasillo y prácticamente los arrolló a todos en el proceso, dándole un jugo a cada uno. Que hablara como si fuese un loro le martilleó en la cabeza, pero ni siquiera le dio tiempo de poner cara de culo cuando ella prácticamente le empujó la caja de jugo contra el pecho, la tomó por puro impulso, para que no se fuera al suelo.

    Miró el objeto entre sus manos y, contra su voluntad, sus gestos se suavizaron.

    Hiradaira era una absoluta idiota.


    Gracias, tanuki.


    Se colocó la caja fría contra la frente y soltó un pesado suspiro, aliviado. Deseaba andar una bolsa de hielo contra la cabeza todo el día.

    Jez, por su parte, pareció iluminarse cuando vio a la chica aparecer y darle también un jugo, diciendo aquello del arcoiris. Altan abrió los ojos con cierta sorpresa, no precisamente por las palabras de Anna, sino porque aquel gesto le había enviado una oleada de calidez por el cuerpo, que en general sentía frío como había dicho Mamiya.

    Curioso.

    ¿Ternura, era eso?

    Vaya chiste. Era Hiradaira, con sus mechas pintadas y su energía caótica, ¿qué espacio había para la ternura?


    Soltó una risa nasal mientras se quitaba el jugo de la frente, para abrirlo y comenzar a beber. El resto pasó con una rapidez ridícula, que casi le impidió unir los hilos con la mente chamuscada como la tenía.
    No respiraba, ¿cierto? Se le habían cerrado las vías. La palabra le apareció en la cabeza justo en el momento en que Suzumiya la soltó.

    Asma.

    Joder.

    Era una suerte que la chiquilla tuviese a su amigo al lado, que la había comprendido con una sola mirada y la había levantado como si no pesara nada, porque sino habría tenido que hacerlo él.
    Era un brusco de mierda, un frío.

    Eléboro negro.

    Pero lo hubiera hecho, ya ni siquiera porque fuese amiga de Jez, lo hubiese hecho porque con todo y sus salidas de arisca de mierda, Anna se había permitido incluirlo en el círculo.
    Jez reaccionó a su lado.

    —¡Anna! —Jez iba a echar a correr, se dio cuenta, iba a ir tras ellos porque también Suzumiya lo había hecho.

    La sujetó por el brazo justo antes de que estuviese demasiado lejos. La ayuda podía transformarse en multitud y obstaculizar el proceso.

    —Déjala, Jez. Su amigo cuidará de ella, ¿lo viste? —No sonaba particularmente convencido, no porque dudara del chico, sino porque él mismo sintió una punzada de preocupación en el pecho—. Tranquila, ¿me oyes? Estará bien.

    Lo último lo había dicho mientras dejaba ir su brazo y le revolvía el cabello con la mano. La albina presionó el jugo que acababa de entregarle Anna contra su pecho.


    puto tocho me clavé como siempre
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Bajó las escaleras mientras se colocaba la chaqueta de cuero con calma, distrayéndose al vibrarle el celular sin detener el paso que aceleró un poco, caminando con la vista fija en la pantalla táctil hasta chocar con un cuerpo notablemente más pequeño que el suyo, provocando que su ceño se frunciera pese a que él tenía la culpa, estirando su mano a la muñeca ajena para evitar que el imbécil fuese a caer al suelo. Fue entonces que vio que no era un imbécil, era una estúpida.

    —Mira por donde te paras como una estatua —bufó esperando que ésta tan solo retrocediera y se hiciese a un lado mientras éste botaba en una cesta cercana el palillo del bombón que se comió en la enfermería—, ¿no te han dicho que los pasillos son para transitar? No para quedarse pétrea y atravesada al paso de los demás.

    No le importó el hecho de ser escuchado en caso de que alguien más estuviese cerca, su mal humor tan solo se incrementó al no poder continuar durmiendo plácidamente, aún negando el hecho de soltarlo con una chica dispuesta a ello, pero el que fuese tan sencillo le resultó sumamente aburrido. Entonces miró aquellos orbes verdes, osados.

    Quizá con ella, podía descargar su mal humor.

    Quizá estaba a la altura.


     
    Última edición: 30 Agosto 2020
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    Hygge

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    Salió de la cafetería colocándose los auriculares de mala gana, repudiando las masas de alumnos y sus estridentes voces congregadas en un espacio tan pequeño. Tenía una puta suerte de mierda y en su primer receso después de la expulsión del semestre pasado la obligaban a encerrarla entre cuatro paredes, en mitad de aquella cárcel de hormonas. Compartiendo el mismo espacio que aquel cretino que seguía trabajando en las aulas.

    Y así querían que se le calmasen los humos. La terapia de choque les iba a salir como el culo.

    Para nadie era sorpresa que Lena vivía emputada, pero el mundo parecía divertirse avivando las llamas a su costa y creyó que sería divertido enviar a un tipo para que se chocase con ella sin venir a cuento. Notó cómo tenían la delicadeza de evitar estamparla contra el suelo y se volvió con brusquedad hacia el causante, apartando la mano de su muñeca de un manotazo.

    Encima era un cabrón al que se le iba la fuerza por la boca. Sweet.

    —¿Suspendiste el examen de cómo esquivar a la gente mientras caminas, cariño? —encaró a Natsu con una sonrisa tensa, sus orbes destellando con fuerza. No le importaba una mierda que le doblase en altura, no iba a mover el culo de ahí—. Tranquilo, yo te enseño. Rodéame; ya estás tardando.
     
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    Insane

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    Sintió el manotazo y recostó la mano en la pared, mirándola desde arriba como si fuese una pequeña alimaña, de esas molestas que se debían aplastar o de lo contrario no te dejarían dormir en paz, sin embargo ladeó levemente la cabeza, sin apartarse ni un ápice mientras le sostenía la mirada penetrante, dejándose invadir de aquel verde esmeralda que ardía con fuerza, casi como el intenso de su ámbar.

    La hubiese dejado caer...

    —Pero qué clase de exámenes sueles tomar —siseó sin apartar su mirada de la de ella, como una pantera frente a otra—, qué IQ tan bajo tienes, tonta.

    Llevó su dedo índice derecho sobre la frente ajena, dando un suave toque sobre Lena -tal y como hacía con Violet-, apartándolo al presentir que quizá lo manotearía de nuevo; aún así alcanzó a tocar la parte superior de su semblante antes de llevar su mano dentro del bolsillo de su pantalón escolar.

    —Muévete y desaparece de mi vista.

    La intensidad de sus ojos lo único que no le causaba, era repelús.

    Interesante.
     
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