Interior Pasillo (Planta baja)

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 10 Abril 2020.

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    quem

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    Lo seguí, cuando me hizo señas con la cabeza que lo hiciera, mire todo al mi alrededor me gustaba fijarme por donde caminaba, pues si no quería volver a molestar a alguien del instituto, tenia que aprenderme de memoria a donde quedaba cada área, según yo tenia buena memoria, era algo que aprendí a ejercer cuando tocaba el piano pues el maestro siempre me decía, que tenia que aprenderme donde estaba cada sonido del piano como: Do, Re mucho mas y claro también donde ponía mis dedos para que el piano sonora bien.

    Recordé mientras caminábamos, que me había dicho como se llamaba antes de salir del salón.

    ─ Aaron~.─ Musite.─ Bonito nombre, no tan difícil de pronunciar como el mío, y ni tan largo.─ Murmure aun siguiéndolo, parece que nos dirigíamos hacia la planta baja eso creía yo, pues parece que acerté cuando nos detuvimos cerca de los casilleros, bueno parecía que realmente la biblioteca no quedaba tan lejos.

    Asentí cuando me señalo donde quedaba la biblioteca, oh bueno ya la conocía, ahora ya tenia un lugar donde venir a leer cuando me encontrara aburrida, esa era mi distracción me encantaba leer, aparte de tocar piano y estar con las plantas.

    ─ No importa, estoy acostumbrada a estar sola siempre ha sido así en mi vida, acompañada de libros se que es lo que mas me alegraría el día.─ Sonreí un poco mirándolo de reojo.

    Pues esa era la verdad, casi no pasaba con mis padres las tardes, ya que ellos no pasaban en casa mi mayor compañía era el piano. Mire todo de reojo grabándome cada parte donde estaba parada, si quería volver sola caminado por aquí, era mejor para mi aprenderme todo.

    ─ No creo que me pierda, tengo buena memoria.~

    Y solo esperaba, que en el momento de volver por estos lugares no me traicionara.

    ─ ¿Otro lugar que quieras mostrarme?.
     
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    Gigi Blanche

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    No era muy necesario, pero cuando me respondió llegué a preguntarme qué coño hacía en el Sakura. Medio había asumido que sería una niña pija, ¿no? Sólo que rebelde. ¿Una beca? Venga, por mis muertos. ¿Por qué, entonces, andaba con hierba mediocre? Bueno, un padre no siempre cumplía todos los caprichos de su hijo, ¿verdad? Quizá tuviera dinero y ya, el suficiente para matricularse aquí pero no para despilfarrar sin que nadie se enterara. Igual y le estaba dando muchas vueltas, en resumen no estaba dispuesta a pagar más de lo que ya pagaba la hierba.

    Ahora que lo pensaba, no tenía idea si Kohaku nos cobraba lo mismo a nosotros que a cualquier imbécil random.

    Al final me hizo caso, vete a saber bajo qué designio divino, y se aprovechó de sus ventajas de persona alta para revolverme el pelo y echarme un brazo al hombro. No me molesté demasiado por evitar lo primero, aunque ante lo segundo esbocé una sonrisa algo socarrona y despegué su mano de mi cuerpo con movimientos delicados, buscando sus ojos de soslayo. En sí no era que me jodiera la cercanía física, pero aún llevaba los cascos al cuello y no confiaba en los reflejos de una tía que me superaba por veinte centímetros pasada de hierba.

    —Naranja, de hecho —repliqué, sin molestia real en el tono, y empecé a caminar asumiendo que vendría conmigo.

    Eché un vistazo alrededor en cuanto llegamos a los casilleros, fue mera inercia y saludé a Jez sin detenerme en cuanto reparé en ella. Estaba con el imbécil de Wickham, así que él se ganó un asentimiento de cabeza y seguimos. Alcanzando la máquina expendedora noté, también, el cabello de Kohaku, pero estaba cerca de las escaleras y demasiado lovey dovey con su Cay Cay como para entrometerme. En serio, kids these days~

    —Bueno, Su Majestad, aquí estamos. Manzana habías dicho, ¿no? —Colé las monedas correspondientes en la mierda y, luego de recogerlo, se lo lancé para que lo atajara con una sonrisa liviana pegada al rostro—. Deuda saldada~

    Solté el aire un poco de golpe, sentí una ligera resistencia en el pecho e inhalé por la nariz, a consciencia, en lo que compraba también mi zumo de naranja. Llevaba bastante tiempo invicta, no me daba la gana comer mierda.

    Eché la espalda contra la máquina expendedora, si alguien pretendía usarla tendría que disculparme, y mordisqueé mi sorbete en lo que miraba a Alisha. Mi sonrisa, vete a saber por qué, cargó una nota genuina de suavidad. Nada muy loco, pero estaba ahí.

    —¿Mejor ahora? —inquirí, sin el tono de enana insufrible.


    Kohaku 4.png

    ¿Supuse que Cay iba a ofrecerme su ayuda con las clases? Bastante, sí. La verdad, no imaginaba escenario posible donde se desentendiera del asunto, y me gustaba creer que no era una certeza surgida del ego o la vanidad. Era, simplemente, el cariño tan genuino que sabía transmitirme. Era un cumplido para él, no para mí, ya que dudaba ser capaz de una cosa similar; al menos no con la transparencia que él manejaba.

    Sonreí, el gesto cargó la ternura que me dio y me tragué las ganas de estrujarle las mejillas o algo. Si no sería adorable cuando quería.

    —Si quieres —resolví con simpleza, encogiéndome de hombros, y la diversión se me coló después—. Aunque te advierto que tendrías que sacar turno, mucha gente quiere ayudarme~

    No me creía nada especial por el hecho de que Morgan se aburriera conmigo, o Haru sacrificara sus recesos o Emily apareciera para dejarme postres e irse. No lo creía, y por eso bromeaba tan fresco al respecto. Era, además, una buena oportunidad para molestarlo, ¿no? Difícil dejarla pasar.

    Había pretendido accionar algún mecanismo de los suyos con mi comentario estúpido, ni idea cuál, esa sorpresa había preferido dejársela a él. Aguardé quieto, lo vi suspirar y cerré los ojos el momento que duró el beso. Poco a poco los demonios se alejaban, como si las paredes de su cueva los mantuvieran a raya, y su respuesta me arrancó una sonrisa prácticamente de crío. Lo sabía, ¿no? Que el imbécil me quería. Eso no significaba que oírlo perdiera el encanto.

    Que llegaba a extrañarme y esas cosas.

    A mí, un montón de aire.

    —Ya estás aquí —secundé, en voz baja y contento que te cagas, como si me hubieran regalado medio kiosco con seis años.

    Y con esas ideas en mente fue que por fin volteé y comprobé que Shinomiya se había retirado. Claro, ¿para qué iba a quedarse? Sólo había sido mi miedo estúpido. Me vacié los pulmones al corroborarlo, no fui muy consciente del hecho y le eché un brazo encima a Cayden para arrastrarlo hacia el pasillo. Ya alcanzando las escaleras, volví a abrir la boca.

    —Al final tu mamá no se molestó, ¿no? —La pregunta cargó preocupación real, aunque mantuve el tono liviano—. De que apareciera en tu casa a cualquier hora.
     
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    Amane

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    No era como que la chiquilla pudiese resistirse mucho a mis movidas, sacándole una cabeza entera de altura como hacía, pero no parecía que tuviese mucha intención de hacerlo aun así. Me dejó revolverle el pelo sin mayor problema, y si acaso, me apartó el brazo cuando decidí echárselo por encima de los hombros, logrando sacarme un puchero de labios, por el puro teatro y que apenas me duró unos segundos.

    —¿Naranja? —repetí en voz baja, alzando un poco las cejas, y solté una risa floja mientras me llevaba las manos a la espalda—. That's so boring~ —pero lo decía por decir, porque en verdad el jugo de naranja estaba bien rico y tampoco la iba a juzgar por sus gustos zumiles.

    La cuestión es que la seguí hacia el interior de la academia, sin añadir nada más al respecto, y tendría que ir a cagarme en todos los dioses posibles cuando volviese a casa, porque ya había que tener ganas de joderme aquel día en concreto para tener esa suerte. Joey estaba hablando con la conejita albina y no tenía ninguna intención de hacerles caso, por cosa de no hacerme aun más cacaos mentales, pero la tanuki esta parecía conocer a Jez y, bueno, el chiste se cuenta solo.

    No tenía idea de si Joey llegaría a sospechar algo sobre mis mierdas o no, o si quizás alguna vez se acabaría enterando de alguna manera, pero lo que tenía claro era que lo último que quería en esos momentos era que me notase de alguna manera diferente; suficiente tenía con Aiden apareciendo de la noche a la mañana y haciendo tambalear todo lo que había creído conseguir en aquellos años sin él. Así pues, me forcé a corresponderle a la sonrisa con el mismo aire liviano que él, repasé a Jez con la mirada como para darle mi aprobación, y seguí caminando junto a Anna hacia la máquina expendedora.

    Apoyé la espalda en la pared mientras la chica compraba los zumitos, aprovechando el momento para echar un vistazo general por el pasillo y acabar viendo la escenita de los homo-bros con una sonrisita divertida, que acabó transformándose en una risa de igual tono cuando Anna se refirió a mí como Su Majestad. ¿Qué tan malo era que la estupidez me hubiese lanzado un chispazo a lo largo de la espalda, así hubiese sido en broma? Diría que bastante, pero nada que me fuese a preocupar.

    Atrapé el cartón sin ninguna dificultad y comencé a beber del mismo en lo que ella se decidía, distrayéndome momentáneamente en el asunto en cuestión. Tanto así, que su pregunta y el tinte de su sonrisa me pilló bastante desprevenida una vez le presté la debida atención. Solté el aire en una especie de suspiro, mirándome los zapatos durante un segundo, y asentí con la cabeza antes de dignarme a responderle.

    >>Yep, much better. Gracias —contesté en un murmullo, y le dediqué una nueva sonrisa divertida cuando alcé de nuevo la vista—. ¡Me estaba empezando a deshidratar con este calor! Así que gracias por quitarme la calentura, supongo~

    Quién sabía si había sido por la compañía de esta enana en concreto o si cualquier persona me hubiese servido, si era porque sabía que en el Sakura estaba a salvo del núcleo de todos mis problemas o si estaba empezando a hacer efecto la hierba, pero realmente me sentía un poco mejor. Quizás fuese un cúmulo de todas o quizás fuese otra cosa, realmente lo único que sabía era que iba a aprovechar lo que fuese para no seguir dándole vueltas innecesarias al asunto y amargarme más de lo necesario.

    Suavicé un poco mi sonrisa, fue cosa de un segundo en realidad, y me separé de la pared para comenzar a dirigirme hacia las escaleras, dándole un empujoncito a Anna en el hombro en el proceso.

    >>C'mon, te acompaño a tu clase, tanuki. Y así de paso me cuentas algo interesante de tu vida, like I don't know... ¿qué haces para divertirte? Aparte de fumar buena hierba, digo.

    si te viene mal postear en el pasillo del primer piso, puedes hacerlo aquí y yo sigo para arriba o puedes postear directamente en el segundo, como tú prefieras bebi <3
     
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    Zireael

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    Si me detenía a pensarlo estábamos en extremos distintos por cualquier lado que se nos viera, incluso a plena vista. Aún así no había que ignorar que él se suavizaba un poco con mi presencia y yo, de alguna manera, conectaba un poco más con mi propio cuerpo, por raro que sonara. Si había puntos de conflicto y demás, al menos por ahora, no importaban lo suficiente.

    Además siempre había sido buena para hacer la vista gorda con ciertas cosas.

    —¿Estás llamándome mentirosa, Wickham? —salté a decir cuando preguntó que quién me andaba diciendo que se saltaba tareas—. ¡Se llama intuición!

    En síntesis, que me lo había sacado de la manga.

    La cuestión siguió fluyendo y solté el aire por la nariz cuando dijo que podía negarse con tal de que lo secuestrara. A este paso le iba a terminar preguntando si tantas ganas tenía de que me lo llevara a alguba parte, porque nos habíamos quedado atorados allí y comenzaba a hacerme cierta gracia, porque no era para nada mi punto y lo sabía.

    Si cualquier ser vivo, él incluido, se detenía a señalarme que andaba con las manos inquietas primero me hubiese muerto de vergüenza y segundo le habría dado razón. Yo misma sabía que se me podía salir de control, de hecho era en Japón donde había entendido que si me ofrecías el brazo te agarraba hasta el hombro.

    No en un sentido malo o consciente de aprovecharme de la gente, solo aflojaba los cables sin medir hasta dónde me aceptarían realmente las personas. A veces olvidaba que había gente que no le gustaba tanto el contacto o que le incomodaba a secas, o que estaba en una escuela a los cuatro vientos por decir algo.

    De todas formas, el caso fue se acomodó a mi lado y cuando me ofreció su brazo me enredé a él sin problema para comenzar a caminar. Su cuerpo se me antojó de lo más cálido y suspiré sin darme cuenta.

    —Qué amable~ —dije apenas un segundo después de haber comenzado a guiarlo al pasillo—. ¿Te han dicho alguna vez que te queda el rollo de caballero?


    Me hice cacao de si arrastrarlos a este pasillo o al del segundo piso porque acababa de postear con Cayden en el del primero AJSJAJ sowwy. Tú calculas a dónde respondes bby <3
     
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    Zireael

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    Poco me importaba que la otra me hubiese analizado ya, según ella, porque la verdad era que tampoco me había molestado demasiado en cubrir el sol con un dedo. Quería decir, podía pretender cierta decencia por llamarlo de alguna forma, pero no era algo que se dijese estaba en mis prioridades porque en esencia me resultaba aburrido a cagar. A veces lo hacía si me aseguraba algo, pero no era usual.

    Lo que sí era una cosa curiosa era la idea de que más de uno de nosotros, tocado por el diablo o no, sentía que los nombres que se nos habían asignado o no tenían nada que ver con lo que éramos o tenían todo que ver pero nos habían condenado también. Había algo en el nombrar, que alguien más lo hubiese hecho por nosotros, que nos marcaba en una dirección o la otra.

    Lo de si llamaba a los del club de radio raros por estar allí metidos o por otra cosa era, en realidad, un poco de ambas cosas. Metiche como era, ubicaba un par de caras, suficiente para hacer un juicio de esa clase tan siquiera.

    De cualquier manera, asentí con la cabeza cuando preguntó si continuábamos e hice una parada express en el pasillo de los de primero.

    —Club de cocina, sala de arte y enfermería —dije señalando cada una con la cabeza, antes de reiniciar la marcha. Imaginaba que por huevos habría pasado por el pasillo del la planta baja, pero nada decía que le habría prestado atención—. Aquí abajo están el resto de cosas, biblioteca, salón de actos, cafetería...

    Había seguido caminando sin especial prisa hasta llegar a la máquina expendedora del pasillo, así que escarbé en el bolsillo de la falda por algo de cambio y lo metí en la máquina para pedir una soda de limón.

    —Bien, Makris. Eso nos deja los espacios exteriores, el dojo que parece más viejo que toda esta construcción, la piscina, el patio norte que tiene el cerezo y el patio frontal que no tiene nada nuevo, lo cruzaste esta mañana para entrar —comenté luego de haber abierto la lata para darle un trago—. Alguno te debe llamar la atención, digo yo.

    Había dejado el invernadero fuera del saco un poco porque me era indiferente, a decir verdad.


    perdona la demora, los fines de semana y los lunes se me desordena todo siempre aaa me arrastré a la niña a este pasillo para no detenernos tanto, que no creí que hiciera falta realmente

    doble post furioso, sí
     
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    quem

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    Seguimos caminando después de segundos, o mas bien minutos, y llegamos al pasillo de los primeros prácticamente todo el recorrido a ese lugar me mantuve cayada no tenia nada que decir y tampoco de que hablar. No me consideraba cayada ni tímida ese lugar lo tenia mas bien Fiorella, pero eso no quitaba que ella no fuera una persona con carácter, aunque eso que tenia guardado amenazaba por salir ella sabia muy bien como controlarse, muy diferente a mi claro estaba.

    La seguí todavía en silencio, y asentí al momento que comenzó a señalarme cada lugar con movimientos de cabeza, sala de arte sonreí un poco al poner mi atención en ella me encantaba lo que tenia que ver con el arte y mas cuando se mesclaban los colores, era algo en lo que podía mostrarme como era yo realmente, aparte de la fotografía. Fije mi mirada en ella y eso ocasiono que mi sonrisa también se esfumara, mire que se acerco a la máquina expendedora para sacar algo de tomar cosa que no mostré interés si lo abrió o no, pues no tenia sed y no quería tampoco tomar algo.

    Busque en mi falda algo para amarrarme el pelo, solo encontré un moñito no se si me serviría pero igualmente lo usaría, lleve todo el cabello arriba para recogerlo tipo kótso mallión, así se llamaba en mi pais eso era mas bien como un tipo chongo, aunque no tenia la certeza si así se llamaba aquí en Tokio.

    Lleve mi mirada a ella cuando pronuncio mi apellido, y solté las manos de mi cabello amarrado poco a poco, mis ojos bajaron en la bebida de su mano y regresaron a ella creo que tendré que decirle que deje de pronunciar mi apellido.

    Me aburría
    Lo destetaba

    Y me cansaba.
    Simplemente por la jodida razón, que las personas pensaban que todo lo que había logrado a mi corta edad era por ese apellido.

    ─Adara σας παρακαλούμε ─Comente sacándome los auriculares para guardarlos, repase brevemente los lugares que me mencionó destetaba todo lo que tuviera que ver con dojo o esgrima, lo había practicado por obligación pero nunca me llamo la atención realmente, solo sonreí internamente por el cerezo del patio norte me hizo recordar a Fiorella a ella realmente le encantaba las flores, o arboles para resumirlo un poco todo lo que tuviera que ver con invernadero, en cambio a mi nunca me intereso nada de eso ─. El único lugar que me llama la atención es la piscina ─ Murmure.

    Tranquila uwu no hay prisa por parte mía talvez por la de Adara si, a esta niña no le gusta estar cerca de las personas ni por 5 minutos.
    upload_2022-5-30_23-27-33.png
    Algo así es el chongo que se hizo Adara uwu.
    σας παρακαλούμε = Por favor.
     
    Última edición: 31 Mayo 2022
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Había logrado en la chica justo el efecto que quería. Confusión. Pura e inigualable confusión. No me seguía el hilo de la conversación para nada, a juzgar por sus expresiones. Eso era bueno. Me permitía hacer trucos de prestidigitación completamente a mis anchas y a sus expensas. Había que ver cuando se daba cuenta de que le había quitado los aretes cuando le saqué mi sombrero de su cabeza. Lo bueno es que también había sacado un anzuelo: le había quitado los auriculares. Lo bueno de todas estas cosas japonesas es que todo era inalámbrico, así no tenía que renegar con desconectar cables y demás. Eso sí que hubiera sido complicado. Y engorroso. Al final, cuando mencioné lo del frío parecía que sus neuronas al fin hicieron click, y pude notar la expresión de diversión que la había embargado. Notado y escuchado, porque la verdad se rio de una manera bastante obvia.

    Le dediqué una sonrisa radiante en cuanto accedió a mi propuesta.

    — ¿Estás de mala hostia? Pues debe ser una hostia chiquita, no sé cuanta mala onda puede entrar ahí —junte ambas manos de golpe, haciendo que el sonido resonara en el lugar.— ¿Y toda oídos? No sé si me sirve eso. No quiero espiar a nadie, la verdad. Al menos por ahora. Y que yo sepa, un oído nunca cometió una felonía. Aunque siempre hay una primera vez. Bueno, andando entonces. El caos no se va a sembrar solo, por contra intuitivo que suene.

    Me di la media vuelta, y con las manos en la espalda, comencé a dirigirme hacia el pasillo, mientras hablaba. No me fijé si la chica me seguía o no. No hacía falta en sí. Sabía que lo haría.

    — Ahora bien, lo que queremos cometer sin crímenes menores, nada que nos haga salir en la primera plana del diario o algo por el estilo. Tampoco llamar demasiado la atención. Hay cámaras por todos lados en la escuela. Uno se pregunta si es por seguridad o para vigilar a los estudiantes. No viene al caso igual. De hecho, lo hace todo más divertido. Cuando uno está siendo constantemente observado es cuando puede de verdad practicar sus habilidades. Y también aprende a estar mucho más atento. Algo que a ti te hace falta, querida —dije, y le lancé los aretes por encima de su hombro. Me frené al lado de máquina expendedora, y giré sobre mis talones.— Vamos a empezar aquí. Me parece apropiado que sea con una máquina expendedora, teniendo en cuenta que en Japón puedes conseguir lo que sea de una máquina expendedora. A pesar de toda la tecnología y demás japonesa, toda máquina expendedora que funciona con billetes tiene una gran falla. Hay muchas maneras de engañarlas. Una clásica es usando un billete pegado a una tira de cinta de embalaje. Y es genial que yo posea ambas cosas listas ya.

    Saqué el susodicho billete, del cual se extendía una cola transparente, y lo puse en la máquina, sosteniéndolo luego de la cinta. En cuanto noté que fue leído, lo saqué de la máquina, seleccioné una gaseosa en lata, y apreté el botón para que me diera cambio. Le sonreí mientras tomaba mis monedas y la lata, y luego volví a girar sobre mí mismo con gracilidad, y seguí caminando, mientras agitaba la gaseosa con una mano.

    — ¿Pero qué tiene de divertido solamente engañar a una máquina expendedora? No, la idea es también arruinarle el día a alguien. No mucho, y hay que elegir bien el objetivo. Tenemos toda una escuela a nuestra predisposición —abrí los brazos, abarcando todo el pasillo, y en el mismo movimiento, dejé caer la lata agitada en el bolso abierto de uno de los estudiantes. No iba a explotarle allí dentro, pero en cuanto la sacara y la abriera... —Como ves, se tiene que actuar rápido. No podemos quedarnos mucho tiempo en el lugar del crimen. Ahora ven. Te voy a enseñar a trabar una cerradura.

    Con esas palabras, continué mi camino por el pasillo, buscando cual sería mi próximo objetivo.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La verdad era que había conseguido su objetivo bastante bien, por supuesto noté que me quitó los auriculares del cuello y me ocupé demasiado en recuperarlos como para prestar atención a que, de repente, los aretes ya no estaban en mis orejas. Al parecer se estaba haciendo habitué esto de meterse con mi tamaño, pero ya que se divertía a mis expensas con todo lo demás no iba a permitirle también ese placer.

    —Ah, te sorprenderías —le respondí, muy en serio—. ¿Recuerdas a Stitch? ¡No deberías subestimar a los Stitch del mundo!

    Luego fruncí el ceño, ladeando un poco la cabeza, aunque al final solté otra risa liviana, bastante más calmada que la anterior. ¿Felonía? ¿Por qué hablaba tan complicado? Bueno, se condecía con todo su teatro, si lo pensaba detenidamente. Igual no me dejó tiempo a procesar nada, cuando quise acordar ya se estaba yendo al pasillo y lo seguí de cerca, oyendo su discurso con... bueno, me gustaría decir que con mucha atención, pero un poco me distraje aquí y allá. No era su culpa (o quizá sí, por hablar tanto), yo me dispersaba con facilidad.

    En cualquier caso, vete a saber si porque lo notó o de casualidad, consiguió redirigir mis neuronas hacia él cuando advertí algo volando hacia mí. Lo atrapé entre ambas manos antes de siquiera identificar qué era y abrí bien grandes los ojos en cuanto le eché un vistazo. ¡Mis aretes! ¿Pero qué...? Me llevé una mano a una oreja, claro, y también abrí bien grande la boca al comprobar que, efectivamente, no estaban ahí.

    —¿Cómo-?

    Me mordí la lengua, en verdad no tenía sentido que preguntara. A ver, lo conocía de hacía cinco minutos, pero me daba toda la impresión de que no interrumpiría su escena ni aunque un meteorito cayera sobre la escuela. Me limité, pues, a reunirme junto a él en la máquina expendedora, y como si realmente estuviera en una clase de... felonías asentí con la cabeza, casi orgullosa, al darme cuenta lo que estaba haciendo.

    —¡Sí, ese lo conozco! —No que le importara, seguramente, pero en ese momento no lo pensé ni me interesó—. Mis amigos me lo enseñaron.

    Subaru, más bien, que era el de los pocos músculos y mucho cerebro, un día se cansó de que Rei anduviera pateando máquinas para rascarles una soda y nos compartió su truco secreto. El cabrón había llevado años guardándoselo y vete a saber por qué.

    Pensé que iba a terminar ahí, pero empezó a caminar de vuelta y, aunque fue muy rápido, alcancé a notar el movimiento de su mano. La soda agitada acabó dentro del bolso de otro estudiante y por absoluto instinto me alejé un paso de él. Me reí, sin embargo.

    —Mierda, zanahorita, recuérdame no hacerte enfadar.

    Y encima, no contento con eso, me adelantó su próxima hazaña. ¿Trabar cerraduras? Dios santo. Meneé la cabeza, sin dejar de seguir su mismo camino, y ahora que comenzaba a asimilar su dinámica pensé que no quería quedarme atrás. O sea, no contaba con sus habilidades, en su momento le había confesado a Cayden que yo de manos veloces nada, ¡pero eh! También podía tener lo mío.

    —¡Espera! —exclamé de repente, dispuesta a captar su atención, y me acerqué a él para engancharle los aretes en las orejas; eran a presión, así que no necesitaba estar horadado. Sonreí, satisfecha, y le di un golpecito a uno de los pompones—. Mira, ahora estás mucho más guapo y todo. No se pueden cometer crímenes sin lucir fabuloso, ¿o no~?
     
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    Amane

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    Al final, el revuelo alrededor del tablón fue tal, que me fue imposible resistir la curiosidad de no asomarme y ver qué demonios pasaba. Es decir, los idiotas estos no podían causar tanto espectáculos por un mísero proyecto, ¿verdad? Algo tenía que haber pasado con los grupos, o los temas... or something; estaría excesivamente decepcionada si no era el caso, a decir verdad.

    Y vaya que me decepcionó, qué sorpresa.

    Resoplé ligeramente al ver los nombres de las desgraciadas a las que le habían tocado hacer grupo conmigo, aunque de desgraciadas posiblemente iban a tener poco. A una no la conocía, con la otra no me iba a meter porque no era tan malnacida como para molestar a una ciega y la otra... bueno, la famosa conejita. Quizás en otro momento me hubiese jodido y aquella unión hubiese sido un desastre, pero en ese mismo instante no podía serme más indiferente su existencia.

    Ah, pero... ¿y eso~?

    Mi vista se deslizó por el resto de listados de tercero, con el simple objetivo de ubicar el nombre de Joey, y al encontrarlo noté como una sonrisa de lo más jodida asomaba por mis labios. Well, well, si el karma no sería una jodida mierda que no dejaba de jugarnos a favor, ¿eh?

    Estaba algo distraída asimilando la nueva información que había encontrado cuando escuché mi nombre por la zona, haciendo que girase la cabeza a ambos lados en busca del origen. No había sido una voz que me resultase conocida, y eso que tenía un buen registro de voces femeninas en mi memoria; cuando la encontré, confirmé que era una cara que no había visto aun por ahí. Esa sería... la tal Adara, ¿verdad?

    Alcé una ceja mientras la veía alejarse por el pasillo y, una vez se encontró a una distancia prudencial del grupo de alumnos, emprendí mi marcha por el mismo camino que había hecho ella. No me di mucha cuenta, pero fue justo en el momento en el que Arata apareció para hablar con la pelirroja que había estado junto a mi objetivo, así que bastante buen timing diría.

    —Hey~ —la saludé con una sonrisa, apareciendo repentinamente a su lado—. Os he escuchado a tu amiga y a ti hablando, y quería presentarme: soy Alisha~ —le hablé con un tono tan amable que casi podía parecer que no era una cabrona de manual, pero al final no pude disimular el brillo divertido que me brillo en los ojos al volver a abrir la boca—. Igual no te preocupes mucho por recordarme, porque seguramente no me veas apareciendo para el proyecto. See ya! —acabé por despedirme, con una nueva sonrisa brillante, antes de acelerar el paso para subir las escaleras.

    ¿Que si había escuchado su comentario sobre no pretender sacar menos de un nueve y quería dejarle claro que le iba a joder esos planes sin ninguna clase de remordimiento? Maybe~

    bueno, yo también quería ser popular (?) y ya pensé en hacer esto cuando leí el nombre de la niña, pero al final desistí... hasta ahora, cuz im weak for her (?)
     
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    quem

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    Segui mi camino por el pasillo miestras pensaba en el repentino encuentro con Fiorella, habia sido raro pero realmente me alegraba de haberla encontrado, oh bueno ella me encontro a mi, no sabria como decirlo, o llamarle a eso. Estaba tan entretenida, que solo supe que alguien estaba a lado mio cuando escuche su voz.

    Alce una ceja ante su presentacion pero no me intereso verla, asi que ella era Alisha o como se llamara esta chica, realmente no me interesaba para nada saber su nombre y rei cuando dijo que seguramente no la veria para el proyecto, ¿que se creia? ¿la presidenta del estado? dijo yo, para no presentarse en el proyecto, era porque tenia cosas mas importante que hacer, que el mismisimo proyecto. No dije nada en todo el recorrido, hasta que la vi desaparecer por la escaleras.

    La gente se creía muy importante, cuando realmente no sabían si a los demás les interesaba para algo sus miserables vidas, porque en mi caso me valía lo que los demás hicieran o dejaran de hacer. Subí las escaleras sin preocupación.

    Me vale que no aparezcas en el proyecto Alisha.

    Este es el personaje mas frio, aparte de las otras dos que tengo y todavia no pongo aqui en Gakkou, asi que podria decir que esta muchacha es el diablo encarnado en persona.
    Xd, hasta aqui llego con ella.
     
    Última edición: 4 Agosto 2022
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Mi atención se chisporroteó un poco de Emi cuando me pareció oír algo muy parecido a... problemas viniendo de afuera. Tenía la suficiente experiencia presenciando las razones estúpidas por las que un par de imbéciles llegaban a desgraciarse de noche, así que lo sentí en la piel prácticamente de inmediato y volteé el rostro en dirección a la puerta, intentando enfocar la mirada más allá. La melena rojiza de Cayden era fácil de identificar, junto a él estaba Arata y al frente, sin mover un músculo, Altan. El trío de las desgracias, en definitiva.

    Los observé un par de segundos hasta que la situación se disolvió y los dos primeros ingresaron a los casilleros. A Dunn se le notaba en la cara que había tenido una mala noche, fuera del fin de semana o si acaso del lunes, y regresé a Emi. Quizá pudiera preguntarle luego, pero de momento no era prioridad. La seguí en lo que se cambiaba los zapatos y suspiré, encogiéndome de hombros. Aproveché el movimiento para medio cruzarme de brazos.

    —Trasladado del todo, sí, con el uniforme de punta en blanco. —Ladeé ligeramente la cabeza y fruncí los labios, pensativa—. Se me ocurren un par de ideas vagas, supongo, que tampoco me gustan mucho, pero en definitiva no quiso decirme nada. Típico de él.

    Aquello último me había salido con una cuota de acidez, era consciente. Volví a suspirar, me enganché del brazo de Emi y comenzamos a caminar hacia el pasillo. Podía haber toneladas de mierda acumulada detrás de esa movida, pero eso no era lo que me interesaba ni quería compartir con Emi. Si me metía ahí, además, ¿dónde detenerme? ¿En la noche de la fiesta? ¿En la hiena? ¿Lo que había ocurrido en la Cámara?

    No, gracias.

    —No sé, estoy algo nerviosa. Él no sabe nada... ya sabes, de Al. Nunca se lo dije.

    Tampoco había nada que ventilar, ¿cierto? Kakeru no era el dueño de mi vida ni yo tenía la responsabilidad de contarle con cada persona que me liara. Además, siendo justos, con Altan no había nada oficial.

    —Y no sé, no sé qué hacer. ¿Debería decírselo? ¿Seguir como si nada? No es que tenga que decírselo, pero también siento feo tratarlo de imbécil. —Me detuve y volví a suspirar, esta vez con cierto aire quejoso—. ¿Qué opinas tú, Em?
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Me di cuenta de que, en algún momento de mi interrogatorio, la atención de Anna se iba a algún punto a mi espalda, pero la verdad era que estaba demasiado ocupada procesando la información que la chica acababa de darme como para otorgarle importancia demás a ese detalle. Aproveché el momento, eso sí, para hacer el cambio de zapatos antes de que se volviese un problema, y agradecí haberlo hecho ya cuando Anna se enganchó de mi brazo, llevándonos hacia el interior del pasillo.

    Al parecer, el muchacho sí que se había trasladado al Sakura y, encima, no ha querido decirle el motivo a Anna. Es decir, bien podría ser porque le hubiese apetecido estudiar en una academia de prestigio como lo era esta, pues era el motivo que muchos alumnos seguían para inscribirse o trasladarse, pero por la reacción de Anna podría casi asegurar que nada tenía que ver con eso. También fue bastante obvia la molestia que ese secretismo parecía despertar en la chica, pero definitivamente su tono de voz era también una alarma para que no me inmiscuyese más de la cuenta en ello.

    El verdadero problema de su presencia era otro, claro, y la chica me lo planteó no mucho después. Era de esperar, en realidad, que la perspectiva de tener a Kakeru merodeando por ahí cuando estaba intentando formar una relación más o menos estable (diría yo) con Altan no era algo agradable, especialmente si no le había dicho nada al respecto. La miré en cuanto nos paramos y me preguntó por mi opinión al respecto, tomándome un tiempo prudencial para sopesar la mejor respuesta que pudiese darle.

    —Uhm... quizás sea cierto que no estás en la obligación de decírselo, pero yo creo que tiene el derecho a saberlo —sentencié finalmente, con el tono de voz suave que solía utilizar en estas situaciones—. Especialmente porque Sonnen-senpai y tú lo estáis intentando en serio, ¿no? No es solo un lío pasajero, al fin y al cabo. Creo que sería lo justo para Kakeru, para ti y para senpai, también.

    Dejé salir un suspiro ligero después de responder, como si hubiese estado reprimiendo los nervios por tener que dar mi opinión de esa manera, e insté a Anna a retomar la marcha tras dedicarle una pequeña sonrisa de ánimo.

    >>Sé que no debe ser fácil decirle algo así, pero... Kakeru sigue siendo tu amigo, ¿cierto? Intenta pensarlo así, cómo si estuvieras contándole algo sin importancia a... Ko, por ejemplo, o a mí. Quizás eso te ayude.
     
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  13.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    No esperaba que Fujiwara percibiera ninguna disonancia en mí, al menos en este contexto, por mucho que en esta escuela pasaran muchas mierdas no dejaba de ser una escuela e incluso cuando demasiados apestábamos a azufre, la realidad era que pretendíamos ignorarlo o directamente en cierto punto éramos capaces de pasarlo por alto. Digamos que nos habituábamos a vivir en el volcán, aunque también era verdad que ninguno había hecho nada especialmente delator.

    La sombras solo palpitaban, pero la bomba real nunca estallaba.

    La gracia, eso sí, era que nos estábamos moviendo en una sintonía ligeramente similar, habían cosas que podíamos asumir del otro pero las dejábamos correr sin más. Digamos que no estaban en las primeras opciones, puede que ni en las segundas o siquiera estaban en la lista, pero surgían como posibilidades que se colaban por las rendijas como una brisa, así las alcanzáramos o no.

    La información siempre estaba allí, acceder a ella o no era otro tema.

    Mi broma o intento de tal, porque con este tono plano nunca se sabía, le había sacado una risa. A pesar de no estarlo mirando, noté por el rabillo del ojo que me repasaba con la vista, asumí que para comprobar mi propio argumento y su comentario, que arrastró cierto tono extraño consigo, me sacó una risa directo del pecho, no fue especialmente sonora ni nada, pero vibró con un tinte muy similar.

    —Quizás —respondí en más o menos el mismo volumen.

    Los puntos de conexión se nos seguían escapando entre los dedos, el club de Ishikawa entre ellos, y seguíamos balanceándonos en un punto extraño entre simpatizar y que nos diera exactamente lo mismo todo lo que estaba ocurriendo en esa conversación. La mecánica en cada pasillo iba siendo la misma y afuera la lluvia no parecía muy interesada en dar tregua tampoco, así que las opciones seguían recortadas.

    —Es un club secreto, pero tenemos integrantes destacados y todo en el club de mandarse cagadas. Puedo recomendarte cualquier buen día, dalo por hecho~

    De repente pensé en lo gracioso que debía verse todo este teatro desde fuera, con esta cara de moco haciéndole el recorrido al nuevo y todo el cuento. La verdad todo el asunto general era bastante risible, por decir algo, porque las posibilidades se habían retado a sí mismas desde un montón de aristas y pues, realmente, solo quedaba reírse.

    Eso o aceptar el miedo con los brazos abiertos.

    Nunca había sido demasiado amigo de tal cosa.

    La pregunta de si había caído de sorpresa lo hizo reír, estuvo a nada de ser una carcajada, y un poco de la gracia se me contagió porque tampoco era de piedra por mucho que pudiera parecerlo. Se veía que el cabrón tenía en máster en hablar pura mierda, por otra parte, lo hacía con una facilidad estúpida que uno ni se molestaba en cuestionar en realidad.

    —Slytherin —afirmé como si fuese la mierda más obvia del mundo—. En lo que respecta siempre me simpatizaron más las serpientes, ¿y a ti, Fujiwara?

    Pregunta de relleno, más o menos.

    —Bueno, era inevitable, ¿no? Eso de las sorpresas siempre es impredecible —respondí para rellenar—. Puedes redimirte en los próximas días, supongo.

    El famoso tour básicamente se iba acabando, en planta baja no había nada que no hubiese visto apenas llegar, así fuese de refilón. Mis pasos, de hecho, se desviaron a la expendedora del pasillo y luego de haber metido las monedas para una soda eché el peso del cuerpo contra la máquina.

    —Cafetería, biblioteca, salón de actos y poco más que no hayas ubicado temprano un poco por defecto. El resto se nos fue al traste por la lluvia, de no ser que quieras una ducha de la madre naturaleza. —Le pegué un trago a la soda—. Creo que recién abrieron un observatorio o algo así, ni idea, es de lo poco que tiene buena pinta si me preguntas. Como sea, Señor Nuevo, el servicio de guía seguramente tiene mejoras que hacer, pero el trabajo fue honesto.
     
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  14.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Vete a saber a qué vino la gracia de cuidarme el cuello, como si algo dentro del cerebro me estuviera gritando, gritando y gritando en frecuencias que no llegaba a oír; no de forma consciente, al menos, pero seguían ahí y provocaban las vibraciones suficientes para asemejarse a un temblor. Entre las paredes de la escuela, de ese mismo pasillo e incluso entre mis huesos, sacudiéndolos hasta su núcleo.

    Olía a mierda, ¿verdad? Aunque no lo pensara como tal.

    Olía a puto príncipe de las tinieblas.

    Este tipo no había aparecido en la famosa lista de nombres de Kou, pero quizá no haría mal preguntándole al respecto. De momento, podíamos seguir soplando humo y jugando al chico nuevo y su guía. Al menos, debía insistir, estaba soltando más la lengua y eso hacía el viajecito obligatorio más ameno. Una risa vibró en mi garganta para sumar a la broma estúpida del club de las cagadas.

    —Ah, sí, por favor. Vas a ver cómo me voy a los destacados sin escala.

    Había atinado a su casa, pero qué coincidencia. Que lo confirmara ensanchó ligeramente aquella sonrisa que tenía pegada en los labios, como si me mantuviera a medio centímetro de lanzarme a otro espectro, y su pregunta resonó en todos los costados de mi cuerpo. Cada maldito hueso, cada puta terminal nerviosa, las sacudió junto a cien voces y mil imágenes. Y lo hice.

    Me dejé caer al otro espectro.

    —¿Simpatizar? —saboreé la palabra, la siseé, el tatuaje palpitó en mi nuca y comencé a caminar, ya sin mirarlo directamente cuando agregué—: Soy una serpiente, Sonnen.

    Bajé entonces las escaleras que nos llevaban a planta baja, y tras recorrer el espacio con la vista lo seguí a la máquina expendedora. Básicamente lo imité cuando le echó su peso a la mierda, busqué unas monedas y seleccioné un café frío. La tontería de la lluvia me hizo sonreír tras la lata.

    —No me molesta la lluvia, pero tampoco planeo empaparme. —Lo miré de soslayo y me empiné el líquido antes de agregar—: No de gratis, al menos.

    Ya lo había dicho, ¿no? No era un modelo de ciudadano y tenía el ojo afilado para encontrar vacíos legales, pasadizos y facilidades. En parte necesidad, en parte manía. Hayato había seguido la misma visión y con ella fue que fundó el club de favores. De la forma que fuera, el tema corrió y la última mierda que dijo volvió a arrancarme una risa. Fue bastante fresca.

    —Qué va, lo hiciste más que bien. Yo te recomendaría con un... ¿siete cincuenta sobre diez? Negociable a ocho, aunque tendríamos que sentarnos a hablarlo.
     
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  15.  
    Zireael

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    Puede que no lo aceptara dentro de mí como tal, como siempre sucedía, habían cosas que uno no aceptaba de buenas a primeras por obvias que pudieran parecer, pero la estupidez de Fujiwara de cuidarse el cuello y mi respuesta palpitaban en la misma sintonía. Mi peste, esa que compartía con Arata, Dunn, el mismo Shinomiya y nuestra nueva serpiente, estaba siempre allí. La llevaba en cada centímetro del cuerpo, lo sabía yo, lo sabía mi propio padre y mi abuelo.

    La galaxia que yo anhelaba apestaba a Infierno, por mucho que hubiese rechazado a los Jackals.

    Incluso por mi cuenta, la peste no me abandonaba.

    Puede que una parte de mí lo deseara en realidad, sin adornos ni dobles intenciones, saltar en el cuello de nuestro famoso veinte de octubre y desperdigar la sangre en el suelo. Era un instinto extraño, agresivo y cliché de macho alfa promedio, tan ajeno a mí mismo como la sonrisa de lobo que surgía cuando me le iba encima a cualquier imbécil. No era parte de mí por completo, pero tampoco sabía rechazarlo, y la intención, como algo inconsciente, permanecía allí.

    Tenía su gracia que no estuviese en la lista del lobo, era un jodido chiste de campeonato mundial, porque a su vez tenía todo el sentido. Yo era un fantasma a mi propia manera, lo había sido desde la primera vez que me escapé de casa y desde entonces no había cambiado, porque era el mismo imbécil que tenía la vida arreglada pero a falta de una capacidad para percibir colores se aprovechaba de los desgraciados. No era más que un desperdicio de la sociedad, como todos los demás.

    Para qué adornarlo.

    Pasé del comentario del club de cagadas porque sentí que eso había muerto allí, pero el hijo de puta se dejó caer en el otro extremo de la escala con mi pregunta de las serpientes y la satisfacción me corrió por todo el cuerpo agitó lo suficiente mi represa para amenazar con dejar ir el río de sangre, y pasé la lengua por los dientes, paladeando la certeza que me habían brindado por fin. Era mi serpiente, sin espacio a dudas, era el desgraciado que así como yo se había cagado en todo en una noche. Las sombras palpitaron dentro de mi propio cuerpo, vibraron y estuvieron a nada de dejarse ir sobre el espacio, para absorber la poca luz que de por sí el clima permitía, como las alas de un cuervo.

    —Ah —solté con cierta cuota de ironía y me permití una risa—. Bienvenido a casa entonces, Snake.

    ¿Necesario? Totalmente.

    Lo de la lluvia me hizo desviar la vista a las ventanas una vez estuvimos los dos recostados a la máquina, observé las gotas cayendo como quien no quiere la cosa y pensé que quizás empaparse de gratis también tenía su encanto a medias, pero no el suficiente. Las paredes de la academia por ahora brindaban abrigo, bastante como para no pensar en llevar agua como imbéciles.

    Regresé la atención a Fujiwara cuando contestó a mi otra estupidez y suspiré con pesar impostado, volví a pegarle un trago a la soda mientras le daba vueltas a la mierda de si decírselo a Anna o no de nuevo. No sabía si iba a perseguirme más el decírselo o solo dejarlo allí, no tenía ni puta idea.

    —Hombre, eso apenas pasa el promedio. ¿Qué quieres para las negociaciones, para ver si me hago reputación de guía por lo menos?


    en este episodio de por qué no debería responder roles dizzy-
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La ironía que percibí en su tono bien pudo haber sido el sarcasmo base de cualquier imbécil prepotente mofándose de la tontería que acababa de soltar, si al fin y al cabo había dicho algo bastante extraño, pero las vibraciones me habían guiado y de repente, en ese espacio, los tonos de negro palpitaron por detrás de las esquinas. No tenía forma de definirlo, ni las palabras ni la idea concreta, pero algo en su tono me hizo deslizar la mirada hacia él. ¿Bienvenido a casa, decía? ¿Podía considerar así esta escuela de mierda?

    ¿Acaso... sabía algo que yo no?

    Me lo quedé mirando un par de segundos en relativa seriedad, hasta que esbocé otra sonrisa liviana y, en un auténtico parpadeo, las sombras desaparecieron.

    —Gracias~

    Era básicamente mi poder.

    Me encogí de hombros cuando se pseudo quejó de mi calificación. Tenía razón, sí, apenas superaba el mínimo, pero ¿iba a tener el coraje de pedirme algo mejor? ¿Con esa cara de culo? Al menos se montó a la tontería de las negociaciones, el detalle hizo vibrar una risa en mi garganta y despegué el hombro de la máquina. Me detuve frente a él con cierta indiferencia impostada y lo observé largo y tendido, ladeando ligeramente la cabeza. Parpadeé sin prisa.

    —Cumplirme un capricho, quizá —indiqué casi en un susurro, las palabras arrastrándose—. ¿Estás dispuesto, Sonnen?

    Era un fantasma, pero en ciertos momentos también sabía presionar. Analizar, fijar y escarbar. Conseguir lo que quisiera. ¿Deseaba algo concreto de este chico? No, no realmente. Era probable que su existencia desapareciera de mi mente para el final del día. Pero ya que el destino nos había unido y afuera llovía, ¿por qué no volver la conversación un poco más interesante?


    Era, al fin y al cabo, un puto bicho raro.
     
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  17.  
    Zireael

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    Mi comentario tenía gusto a ironía, a confirmación, aunque podía no significar nada en realidad. A pesar de la información que tuviera, bastante entrecortada cabía decir, no me atrevería del todo a afirmar algo como eso de buenas a primeras. ¿Si podía calificar estas paredes como una casa o algo remotamente parecido? Solo lo sabría el tiempo, pero en lo que a mí concernía, haber iniciado conmigo en la línea de bienvenida era, en sí mismo, un presagio de mierda.

    Sin embargo, estaba dispuesto a esperar para ver cómo sería recibido este peón junto al resto de piezas.

    Estaba dispuesto a observar, como hacían los demonios del corazón de Tokyo.

    Me miró con relativa seriedad y yo, sin ningún tipo de conflicto, sostuve el contacto visual. Este chico tampoco tenía demasiado color en él, ya no hablaba en sentido figurado ni nada de esas mierdas, era puramente literal, el cabello oscuro, la piel clara, los ojos que destellaban manchados de bronce y nada más. Era una sombra casi por completo y pensé por un instante que no podía ser de otra forma.

    Su agradecimiento a la estupidez me hizo soltar una risa por la nariz, no mucho más. Seguimos subidos al tren de las negociaciones, por estúpido que pareciera, y lo miré con interés impostado cuando se posicionó frente a mí. La mierda del capricho no me hizo reír como tal, pero sí logró que una sonrisa bastante más oscura se me extendiera por el rostro.

    —Un capricho —dije en un tono parecido, todavía con la sonrisa bien pegada en la cara.

    Bebí algo más de soda, despegué el cuerpo de la máquina después y mientras regresaba el brazo al costado de mi cuerpo me acerqué a Fujiwara. Invadí apenas su espacio, nada que fuese demasiado exagerado en realidad, y me permití la risa baja que parecía haber estado conteniendo hasta entonces. Repasé los destellos bronce en su mirada y finalmente volví a hablar.

    —Depende, Fujiwara. ¿Uno aburrido o medianamente divertido?
     
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  18.  
    Gigi Blanche

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    El cabrón este lucía repentinamente satisfecho con mis tonterías como para ser el mismo tío que había aceptado darme el tour por milagro divino. ¿Había encontrado algo en mí que le interesaba? ¿Divertía, acaso? Quizá sí, quizá no, a efectos prácticos no me hacía mayor diferencia. Lo vi claro en la sonrisa que me concedió, bastante oscura, y me pregunté si era mi mala suerte usual o si tenía un imán para los desviados.

    O quizá los buscara a pulso.

    Yo mismo lo estaba incentivando, ¿o no?

    Era y no era. Una suerte de tentación nata, imposible de explicar, que nos mantenía suspendidos a medio centímetro del vacío. Era la seducción que algunos encontraban en el poder y la autoridad; otros, bajo las tapaderas; algunos pocos, entre los cantos de sirena. Nos suspendíamos en un océano amplio y oscuro, flotábamos a la deriva y cerrábamos los ojos. La muerte nos tentaba.

    Y nosotros la tentábamos a ella.

    Seguí sus movimientos con calma, sin mover un músculo. Bebió de la soda, se despegó de la máquina y se inclinó hacia mí. Estaba cerca, lo suficiente para percibir parte de su aroma, y su risa navegó el espacio hasta alcanzarme los oídos como una caricia; un ronroneo, quizá. Sí, definitivamente había logrado entretenerlo. La idea me causó un chispazo de satisfacción extraño y aguardé, sosteniéndole la mirada sin problema. ¿Era un capricho aburrido? ¿Divertido? Pestañeé.

    Eso le tocaría definirlo a él.

    ¿Vivíamos en un sueño? ¿O la pesadilla era el temblor? ¿Adónde íbamos todos cuando todos dormían?

    Chasqueé los dedos de repente, junto a mi rostro.

    —Si te dijera que despiertes, ¿querrías hacerlo? —susurré, me humedecí ligeramente los labios y me apresuré por agregar—: No me respondas. No hace falta.

    Me estaba balanceando sobre la cuerda que apenas había reconocido bajo mis pies el año pasado, cuando encontré las pastillas en el botiquín de aquel imbécil de Bunkyo y, antes de razonarlo del todo, ya las había hundido en mi bolsillo. Era un pozo oscuro, una llave también, y al menos de momento sabía que no guardaba interés en volver. Pero lo había visto a los ojos, había seguido el canto de sirenas.

    Y había comprendido un par de cosas.

    —Te pedí que despertaras —proseguí, sin poner ni un centímetro de distancia—. Estás en un lugar, ¿cierto? Ese lugar, del uno al diez, ¿cuán oscuro es?

    Era un fantasma, sí, me había convertido en uno cuando abrí los ojos en un hospital y mamá, la madre que compraba cigarrillos primero, la cena después, se estaba deshaciendo en lágrimas. Había encontrado un poder extraño donde menos lo había buscado, ahora las sirenas cantaban a mi favor y había aprendido a manipularlas. Imitarlas. Lo estaba haciendo, al menos. Guardaban cualidades similares, ¿cierto?

    Las serpientes y las sirenas.

    —Y del uno al diez, también, ¿cuánto quieres despertar, exactamente? —Entrecerré apenas los ojos y una sonrisa suave decoró mis labios—. ¿Cuál de los dos gana, Sonnen?

    Cortesía de Frank, por supuesto.
     
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  19.  
    Zireael

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    No me molestaba en ocultarlo, de hecho por mi personalidad resultaba estúpidamente obvio cuando encontraba entretenimiento o interés en cualquier mierda, personas incluidas. Era, como siempre, un cuervo con sus baratijas y allí mismo, en el aburrimiento de ese día, el temor al poder de los fantasmas sobre los vivos y quién sabe qué más mierdas, Fujiwara se había convertido en una de ellas. No era una posesión, si acaso era el juguete de turno y poco más.

    Con todo, ya alguien debería aplaudirme el haberme subido tan fresco a las tonterías que soltaba este cabrón por amor al arte. De nuevo, era algo que solo la persona reconstruida que era en este punto podía permitirse, al menos a plena luz del día. No significaba demasiado a la larga, o eso me parecía a mí, por la manera en que las sombras seguían asumándose por las esquinas y cómo los trozos de oscuridad continuaban filtrándose en mis gestos, sin demasiados obstáculos.

    Con el rojo amenazando con aparecer en cualquier segundo.

    Y la ilusión de poder abrir las fauces para mostrarle a veinte de octubre la oscuridad.

    Una que debía conocer ya de antemano, nacida de los cantos de sirena.

    La misma atracción que encontraba en mis juegos de poder y autoridad, esos que satisfacían esa maldita vena dictatorial que se arrastraba por cada gota de sangre Sonnen que me corría por el cuerpo, lo encontraba en la violencia. No tenía puto sentido, lo sabía, la forma en que mis acciones contrastaban unas de otras en base a personas o experiencias debía dar para ensayo clínico, pero había dejado de cuestionármelo hace mucho tiempo.

    Había aceptado el mundo gris y al río de sangre.

    Una cosa también era segura, el numerito que nos estábamos montando debía verse rarísimo desde afuera. Pasaba que no me importaba lo suficiente, de ahí que cuando su susurro me alcanzó me quedase en mi lugar, esperando a que terminara de poner sus delirios sobre la mesa. No planeaba responderle incluso sin necesidad de que lo dijese, en esencia porque se veía que la cosa no había terminado allí, por lo que seguí esperando, quieto, respirando con un calma que quizás no sentía en realidad.

    Puede que solo fuese el estado natural del fondo del océano.

    Parpadeé con cierta pesadez, sus palabras se colaron por el espacio, me alcanzaron y rebotaron mientras yo seguía sin moverme de mi posición. El único movimiento que hice fue balancear la lata de soda en la mano que mantenía a un costado del cuerpo, se agitó como un péndulo que habría marcado el ritmo de un conteo, pero fue solo un segundo.

    ¿Qué tan oscuro?

    ¿Qué tanto querría despertar?

    El mundo bañando en grises que veía desde que creía recordar me había hecho la segunda pregunta muchas veces, era la duda que surgía en mi cerebro de preadolescente estúpido en cada habitación oscura. A lo mejor la pregunta también había aparecido en los recovecos de mi mente la primera vez que me salí de casa y volví para desvanecerme en el baño de arriba.

    ¿Deseaba realmente despertar? Solo sabía que si la muerte me pescaba la yugular, puede que no me resistiera demasiado.

    —Si al despertar abres los ojos en un lugar lo bastante oscuro —comencé en un murmuro como si la mierda fuese un secreto de Estado y me permití una sonrisa extraña, algo entre la burla y el pesar—, es como si no despertaras nunca, ¿no te parece, Fujiwara? Todo son ventajas al dejarla ganar.

    Inhalé despacio, volví a balancear la lata de soda y me incliné apenas un centímetro más en su dirección. Encontré mi reflejo en la oscuridad de su mirada y mi sonrisa se suavizó, no perdió el aire de burla de antes pero el pesar sí retrocedió para ser absorbido por las sombras y me quedé allí, sin más.

    ¿De qué depende el deseo de despertar si no es de la posibilidad de ver luz?

    —Haces preguntas un poco extrañas, serpiente —añadí regresándole el centímetro de espacio que le había robado—. Estás a medio camino de ser filósofo o un payaso.
     
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    Gigi Blanche

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    Sabía que estaba sonando como un auténtico lunático ahí, a mitad de la escuela, en cualquier minuto del mediodía. Esas cosas ya no me pesaban lo suficiente. De pequeño había aprendido a callar y pasar desapercibido, me sentía cómodo en esa posición y no la cuestionaba; pero la mierda se fue acumulando. Vete a saber si comenzó cuando me corrí del esquema para hablarle a Kou, cuando permanecí a su lado pese a las burlas de los demás. Creía haber encontrado una causa y me aferré a ella pues se sentía bien. Me sentía útil.

    O un héroe, quizá.

    Y de a poco, muy lentamente, fui permitiéndome pequeñas válvulas de escape. Empecé a arañar el cascarón en el que me había encerrado, puede que incluso haya despertado, y el mundo que me recibió... no era nada de lo que había imaginado. Estaba oscuro, tenía hambre y me tragó de un bocado.

    ¿Ahora? Bueno, seguía siendo el mismo imbécil de siempre. Ocurría que había topado con Frank y el hijo de puta, por alguna razón incierta, le tomó el gusto a incentivarme las tonterías. Se moldeó en un espejo, yo acabé haciendo lo mismo y ahí nos fuimos. Puede que las ideas originales hubieran sido mías, pero en cierto punto Frank comenzó a repetirlas sobre la oscuridad sucia de los callejones, en la pequeña intimidad del idiota que estuviéramos jodiendo, él y yo. Su voz se deslizaba suave, jocosa, mientras mi antebrazo presionaba y el tipo se revolvía como un puto animal salvaje. Intentando respirar.

    Era irónico, ¿no? Pero también consecuente.

    Yo había condenado a Anna con su maldito asma, después de todo.
    Y ahora me divertía, aunque no estuviera en un callejón, aunque no le arrancara a nadie el aire de los pulmones. Me divertía detectar la oscuridad en los demás, olfatearla y hacer las preguntitas de rutina. Sonaba como puto loco, sí; Frank lo estaba, después de todo. Ya no me importaba.

    Si al despertar abres los ojos en un lugar lo bastante oscuro, es como si no despertaras nunca.

    Sonreí, satisfecho.

    Todo son ventajas al dejarla ganar.

    Se había acercado aún más, de afuera debía parecer que nos estábamos tirando los perros o algo, y la simple idea me ensanchó la sonrisa. Su última acotación convirtió el gesto en una risa breve, pero fue suficiente para descubrirme la dentadura y vaciarme los pulmones. Me encogí de hombros, dándole un sorbo al café.

    —Buena respuesta, Sonnen —concedí, y lo señalé vagamente con el índice de la mano que sostenía la lata—. Pero déjame corregirte un pequeño detalle: nada, nunca, es pura ganancia. Hay una ley de intercambio equivalente, al menos así lo veo, y por más cómodo que parezca... en otra parte te lo están cobrando.

    No existe la puta paz, en pocas palabras.

    —Así que sólo nos queda apresurarnos, ¿no? Intentar sacar la mayor ventaja posible.

    Es una carrera contra el tiempo, el diablo y nosotros mismos.

    Respiré con calma, repasando el pasillo con la vista, y con el famoso sándwich de pollo en mente, retrocedí un paso. Ya lo había pensado, no planeaba aceptarle el favor ni borracho.

    —Supongo que aquí te libero de tus obligaciones turísticas —proclamé con cierto aire teatral, sonriendo ampliamente—. Fue un gusto, Sonnen. Definitivamente te recomendaré con amigos y familiares. Nos vemos~


    Giré y comencé a caminar tras dedicarle una última sonrisa, sacando el móvil para revisar los mensajes. A ver, a ver, podía caerle a Kohaku o quizás a Anna. Puede que estuvieran juntos, incluso. Sonreí y volví a beber de mi café, entrando al chat de ésta última.

    Sí, definitivamente me gustaba jugar al héroe.
     
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