Interior Pasillo (Planta baja)

Mis días últimamente se reducían a tratar de desviar los tiros de mi padre, acertándole un golpe a su arma cada vez que ajustaba la mira, pasar el rato con Aaron cuando podía, luego digamos que picar a Sugawara entraba en la lista y así todo el rato, todo lo demás era exactamente igual. Tomar apuntes, pasarlos a limpio en casa, salir el fin de semana, fumar con la misma intensidad de siempre y retocar el tinte del pelo cada que hiciera falta para desaparecer las raíces y los colores lavados.

Me negaba como una desgraciada a volver a rubio natural.

La idea de las pruebas físicas no me emocionaba, aún así no había faltado a las anteriores, así que no pensaba faltar a estas por amor al arte, así que bajé, me cambié y salí del gimnasio atándome la melena corta con una liga para el cabello. Varios mechones quedaron por fuera, no cargaba pines para el pelo, así que allí se iban a quedar y la verdad tampoco molestaban mucho.

Una vez fuera tuve intenciones de seguir hacia el patio frontal, como el deber exigía, hasta que vi cerca de la máquina expendedora al castaño de mi clase. Podría haber seguido, pero la verdad es que si lo hacía no sería yo, así que desvié los pasos como si nada en su dirección y básicamente me monté el mismo numerito que con Haru. Eché el peso en el costado de la máquina y repasé al muchacho con la vista.

—Hola~ ¿Kasun era? Llevas ya varios días en la academia y no hemos hablado me parece.

Que me parecía decía, estaba más que segura.

No sabía que el crío era el muñequito de turno de Kurosawa, pero de haberme enterado seguro me hubiese divertido todavía más con el asunto y eso era mucho decir.

 

No esperaba que el otro me tuviese tan ubicada, es decir, sabía que la gente se graba mi cara sin querer por el tema de la heterocromía, las pintas y ya luego por la reputación que me cargaba, pero este no sé, no parecía haber prestado la atención suficiente para recordar mi nombre, pero allí estaba.

—La misma~ —confirmé y solté una risa baja ante su comentario—. Qué va, me había tardado nada más. Tarde o temprano hablo con todos.

Lo observé recoger la botella, luego insertar las monedas por otra y finalmente extenderla así mí, si debía ser honesta me hizo algo de gracia, pero acabé por estirar la mano y aceptarla sin mayor complicación.

—Gracias, qué amable~

Estaba por añadir algo más cuando una segunda persona se apareció un poco de la nada, la distinguí al notar la cascada de carbón atada en una coleta, agitándose como un péndulo. Kurosawa se acercó desde atrás alcanzó los hombros de Kasun y se puso de puntillas, lo suficiente para echarle algo de peso sobre la espalda, confianzuda que te cagas.

—Hola, Zold-senpai~—dijo con voz suave y solo se apartó cuando reparó en mí presencia por fin. Lo dejó ir y echó a andar hacia el patio, despidiéndose con un movimiento de mano—. Nos vemos.

Repasé la silueta de la chiquilla de pura manía, sin pizca real de pudor, y regresé los ojos a Kasun, sonriéndole con cierta diversión.

—¿Vamos caminando al patio?

Contenido oculto

Tenía que hacerlo (??

Te puedes arrastrar a Katrina uwu

 

Contenido oculto: abby rolitas locas

Quizá tenía un tornillo flojo o algo por entretenerme en vez de ofenderme con algunas de las respuestas de este chico, pero es que luego de verlo casi como su mami lo trajo al mundo y rojo como un tomate maduro, ¿cuán en serio me lo podía tomar? De por sí era muy difícil sacudirme la compostura, así que imagínate con semejante primera impresión. Probablemente me meara de risa cuando se lo contara a mamá esta noche, y a ver si no se me escapaba con los chicos que, bueno, un poco lengua suelta era.

Capté la burla en su comentario pero, lo dicho, no le agregué importancia. Seguí a lo mío, triste por no poder usar la gorra, y quejándose y todo igual sí que se la quedó, ¿eh? Si no sería un poquito deshonesto~ ¿Y eso de decirle tontos a los demás sería su motto o algo? Lo observé de soslayo, divertida, primero reparé en sus ojos carmín y luego bajé a su mano, la que apretaba el accesorio. La música seguía sonando en mi oído izquierdo y se me comenzó a pegar en el cuerpo, golpeteando el suelo con la punta de las sneakers.

No respondí nada como tal, me limité a ensanchar la sonrisa con una ligera chispa de burla que desapareció casi por completo al recibir su nombre. Extranjero, como había anticipado. Su última pregunta me arrancó una risa breve y me encogí de hombros, caminando con liviandad. Alterné algún paso diferente o lo que fuera que me naciera directamente de la música, murmurando la letra a un volumen moderado. Nada que hacerle, no por nada estudiaba baile y canto casi desde que había aprendido a caminar.

Scoot-scoot, boy, race up to the super-club.

Let rip, like you drank all of the tequila.

Get loose, streetfighter, tear it up.

Fresh footwear drippin' out of you onto the rug.​

—Nop~ —solté al aire, deslizándome ligeramente hacia un costado antes de enderezar el camino—. Soy nueva nuevita, empecé hoy.

Me detuve un poco de repente al llegar al pasillo y colé la mano en el bolsillo donde tenía el airpod libre, extendiéndoselo pues porque sí. Tremendo banger merecía ser compartido con el mundo. No le dije nada, sólo moví la cabeza para indicarle que lo tomara si quería.

 

Todo el rato fui caminando un poquito por delante de Aleksander, así que muchas de sus expresiones me las perdí en tanto no vinieran acompañadas de algún efecto de sonido que me permitiera imaginarlas. Ni se me ocurrió que siguiera atrapado en el incidente de las duchas, la verdad, con la tontería que a mí me había significado.

Pero bueno, siempre había sido un poquito self-centered.

Era curioso, gruñía y rezongaba como perro viejo pero aún así le hacía caso a todas mis tonterías. A ver, a ver, ¿y cómo se suponía que yo le dejara en paz así? Tuve la breve sensación de que algo lo bañó con una tensión medio jodida, y aunque no me diera la neurona para brindarle un motivo específico pues tampoco había que ser Sherlock para deducir que ese chico no debía simplemente aceptar a cualquiera en su espacio. ¡Y esas cosas había que respetarlas, sí, señor!

Preguntó de manía, ya me iba convenciendo de que le gustaba replicar las cosas por puro hobby, así que lo dejé correr y cuando encontró mis ojos le sonreí con un poquito más de ganas, casi alentándolo. Al final aceptó el airpod y regresé el brazo a mi espacio, esta vez acomodándome a su ritmo para chusmear su semblante de tanto en tanto. Le estaba confiando una de mis bandas sagradas, ¡más le valía tratarla con respeto!

El hecho de que identificara al otro artista me arrojó una chispa de emoción encima y asentí, pasando de largo su tono inquisitivo. Podría habermelas arreglado con eso, pero lo otro fue un insulto bastante más directo y arrugué el ceño, volviendo la vista al frente.

—Idiota tú por llamarme idiota —repliqué con la lógica de una cría, y luego seguí a lo mío como si nada—. Pues sí, de hecho con mis amigos nos echamos el rato montándonos competencias de free style. Es muy divertido~

Eran los mismos tontos con los que mataba el tiempo, hundidos en un sótano bastante chulo pero sótano en fin, comiendo porquería, enchufándonos gaseosas, alcohol o alguna mierda rara de las que Cory conseguía, y así corríamos y grabábamos lo que nos salía del culo.

—Así que sí, supongo que se puede considerar urbano. —Estiré la mano en su dirección, esperando por el airpod. Le había contado todo eso pero aún seguía un poquito ofendida—. Igual más que a Denzel, escucho mucho a la otra banda. ¿A ti también te gusta ese tipo de música?

 

Noté que la chica más o menos reflejaba mi postura y algo de gracia sí me hizo, porque de mí podía colar con la voz suave, el uniforme prolijo y el club de lectura, pero me daba que esta tía andaba más cerca del infierno que del cielo, por decir algo. Ya me había respondido, pero igual atendí al anuncio de Yoshida y me encogí de hombros. Vaya, como si nos hubiera oído y todo.

—Algo para beber será —murmuré, girando los talones en dirección al edificio. ¿Ese que había entrado hace poco no había sido Altan?

Ingresé a la zona de casilleros y seguí camino hasta el pasillo, hacia la máquina expendedora. Lo había supuesto, pero vivirlo de primera mano era diferente. Había algo... especial en encontrar vacíos los espacios que uno naturaliza llenos de gente y barullo.

—So quiet —solté al aire, junto a una suerte de suspiro, y le cedí el lugar frente a la máquina—. ¿Qué vas a pedirte~?

 

Apenas acabábamos a cerrar la boca cuando Yoshida soltó el anuncio, me hizo algo gracia la verdad y aflojé una risa baja casi a la vez que la morena se encogía de hombros. Además de sargento se veía que la señora era adivina o algo, aunque bueno, tampoco había que ser un genio para ver que los que quedaban fuera estábamos robando oxígeno y que a los que estaban esperando les iban a crecer hongos.

La chica tomó la oferta, así que giré el cuerpo para dirigirme también hacia el interior de la academia. Entramos por los casilleros, seguimos avanzando al pasillo y a la máquina expendedora de turno. Sin la gente el edificio estaba silencioso a cagar, era un poco aburrido a decir verdad, pero tampoco era que no pudiese lidiar con ello ni nada, así prefiriera el ruido.

—Como edificio abandonado~ —comenté después de ella y revisé las opciones de la máquina cuando me cedió el lugar—. Hmm, un té verde será.

En ese momento no me apetecía el chute de azúcar de la Coca-cola, vete a saber por qué, pero tampoco me lo pensé mucho ni nada e inserté el dinero para que al lata cayera. La tomé, la abrí y regresé la atención a ella.

—No eres una chica de deportes, ¿cierto? —pregunté un poco porque sí, la verdad—. ¿No te gustan o te dan pereza?

 

Aguardé con calma a que la chica eligiera y retirara la lata de té verde. Seguí sus movimientos bastante porque sí, en lo que abría el envase y le daba un trago. Luego recibí su pregunta y me cargué los pulmones de aire, acercándome a ella para hacerle entender que pretendía tomar su lugar frente a la máquina. No abrí la boca, la verdad, sólo me fijé en sus ojos verdes y le sonreí, esperando que retrocediera.

—Me dan mucha pereza, sí, además de que no son lo mío —murmuré, algo distraída en la selección de bebidas, y giré el rostro en su dirección—. ¿Está bueno ese té~?

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im really sowwy por la tardanza, se me había pasado esta interacción

 

La verdad es que con todo en ese momento no me perseguía ningún diablo, no tenía ninguna prisa con nada quizás por el poco de energía que gasté con mi breve espectáculo en los quemados. Un poco como un gato al que cansas jugando para que no te dé por culo a las tres de la mañana.

La morena se acercó a mi posición, así que le cedí el lugar en la máquina sin problema y atendí a su respuesta, que bueno, era lo que se veía venir. Me daba más las vibes de lectora que de deportista, no sé, igual era porque tenía unos aires ahí como de misterio o algo del rollo, no terminaba de encontrar la palabra que buscaba en realidad.

En sí a mí tampoco era que me emocionaran demasiado, pero terminaban vendiéndome el tema deportivo con lo de la competencia, porque me daba de hostias con cualquier cabrón así me sacara tres cabezas de altura. De la manera que fuese, solo asentí con la cabeza para que supiera que la escuchaba y acababa de bajarme otro trago de té cuando su pregunta me alcanzó y algo me hizo click en la cabeza.

Estiré la mano en su dirección, alcanzándole la lata, y le dediqué una sonrisa sin más.

—Según yo sí, pero pruébalo tú misma si quieres~

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no te preocupes uwu sabes que no pasa nada

 

No disimulé la cuota de satisfacción que sentí al ver que había captado mis intenciones al vuelo, de hecho la reflejé probablemente en mi sonrisa y estiré el brazo con los movimientos fluidos, casi delicados, de toda la vida. Había que ver, nada más, de dónde coño habría sacado los aires de princesa. Me daba bastante igual, en cualquier caso, así como casi todo en la vida: no lo cuestionaba y ya.

—Gracias~ —murmuré, risueña, y rocé sus dedos al hacerme con la lata.

Giré el torso en dirección al resto del pasillo en lo que bebía del té, sin ningún motivo particular. Noté la mirada de Kasun sobre nosotras, fiel a su estilo, y Cathy detrás suyo pasando de mi existencia como si fuera un fantasma. Bajé la lata con calma, relamiéndome, y me tragué la gracia al volverme hacia Eris para regresarle su bebida.

—Está rico, sí —anoté, un poco al aire, e introduje dos monedas en la máquina para elegir, de cualquier forma, un zumo de naranja.

Me daba la sensación que la había cagado con Cathy. No me importaba, realmente, tampoco era la primera vez que me quedaba sin entender qué coño había hecho para incurrir en alta ofensa, pero ya que estábamos... Bueno, digamos que estaba un poquito aburrida.

—Oye, linda —llamé a la chica, repasé su víbora albina y luego sus ojos, entornando ligeramente la mirada—. ¿No crees que sería mejor revisar ese golpe?

Kasun había dicho que a la enfermería, ¿verdad?​

Me acerqué a su posición sin prisa, y apenas con un dedo le corrí el cabello del hombro. Me entretuve en el movimiento, en deslizar la mirada por sus clavículas y su cuello antes de regresar a sus ojos.

—Porque yo creo que sí —agregué por la puta gracia, echándome encima una ligera nota de preocupación impostada.

 

Recibió la lata y la sonrisa se me amplió ligeramente al sentir que me rozó al tomarla, nada que fuera a volarme la pinza pero aún así no perdía la gracia. Seguí sus movimientos en gran parte porque era lo más interesante que tenía al frente, así fue que noté la presencia de Kasun con la castañita esta tan bonita y aunque no les presté particular atención, sí que encendí las antenas para medio escuchar.

Acepté la lata de té sin mayor complicación, dándole un nuevo trago, y poco o nada me causó ver que la otra elegía un zumo de naranja a pesar de todo. Lo que sí me tiró encima una diversión jodida fue ver que regresaba la atención a mí y soltaba lo de revisar el golpe. Joder, que no había que tener IQ de genio para pescar al menos parte de la intención en el aire.

Kasun había mencionado la enfermería después de todo.

La dejé hacer, que se acercara, me corriera el cabello del hombro y me repasara con la vista antes de echarse la preocupación en la voz. Cuando respiré lo que hice fue exhalar y estuve a nada de soltar una risa por la nariz, vete a saber cómo la contuve. Ladeé apenas la cabeza, a un pelo de poner ojos de cachorro y suspiré despacio.

—Quizás tengas razón —respondí sin problema y me prendé a sus ojos cuando la cara de inocencia impostada mutó a una de genuina diversión—. Te sigo~

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Nadie me preguntó pero miedo me dan estas dos JAJAJAJS

 

Quizá la niña acabara de sufrir una racha de despistes desafortunados que le costarían parte de la... ¿confianza? Bueno, si quedaba atada a pensar en ello el resto del día tampoco era un terreno donde pudiera hacer algo al respecto; eso, claro, considerando que me interesara hacerlo. De momento no era el caso. Puede que el resultado deseable hubiera sido mejorar mi empatía a raíz de mi historia familiar, pero vaya. Tampoco me mortificaba ser como era, pensar como pensaba y vivir en base a eso.

Dejar que las personas salieran solas de sus pozos.

Y si no lo lograban, entonces no eran dignos.​

Se siguió disculpando, así que no le vi sentido a insistir en lo que ya le había mencionado y decidí ignorarlo. Pestañeé con calma tras recibir su pregunta y comencé a caminar en dirección al pasillo. Asumí que me seguiría. Me detuve junto al tablón de anuncios y busqué el club de teatro para señalárselo con el dedo índice.

—Este de aquí —informé, buscando sus ojos—. ¿Haces alguna actividad fuera de la escuela, Yamanata-san?

 

Parpadeé, alzando apenas las cejas en un gesto realmente sutil al recibir su invitación para... ¿hacer algo luego de la escuela? ¿Era eso? Me sorprendió, no iba a negarlo nadie, además de que era genuinamente la primera vez que alguien se interesaba en considerarme dentro de sus planes. Fue una mezcla extraña de emociones, nada intenso, nada arrollador, pero me confundieron brevemente y no supe muy bien qué responder.

—¿Qué te gustaría, Yamanata-san? —indagué, mi tono no reflejó lo que acababa de ocurrirme—. Que hiciéramos juntas.

Luego me preguntó por el club de teatro una vez más y eso me permitió enderezar mi cauce. Respiré suavemente por la nariz y regresé la vista al tablón de anuncios, indicándole lo que mencionara.

—Bueno, puedes ir a una de nuestras reuniones y hablar con nuestro presidente, o buscarlo directamente en su clase. También puedes pedir más información en la Sala de profesores.

Contenido oculto

Si te interesa, mada, toda la información de los clubes la encuentras aquí <3

Contenido oculto: absolutely necesario

La vida podía sorprender, pero definitivamente no había esperado que llegaría el día en que el gangster boy me anduviera regañando por no hacerle caso a mi pierna. No me gustaba que me regañaran en absoluto, siendo claros, pero me pilló desprevenida y bueno, digamos que razón no le faltaba, así que en vez de molestarme como una cría acabé por desinflarme los pulmones también y esbozar una sonrisa tranquila, mezcla de "tienes razón" y "qué voy a hacerle". No lo había pensado, siendo honestos. No se me había cruzado por la cabeza ni un segundo que mis tonterías podían llegar a preocupar a Maze y un poco por reflejo desvié la mirada del rubio al casillero donde ahora aguardaba el montón de cookies.

A veces podía ser bien densa, eh.

—But I'm fine! —Igual por la gracia me metí un chute de energía y caminé un poco a su alrededor, estirando las piernas y casi dando saltitos—. ¿Ves? No es nada grave.

Tampoco le di tanta importancia al asunto como para darme cuenta que su tono se reflejó en el mío, lo dicho, no era la más avispada y menos en conversaciones totalmente cotidianas. En sí no esperé que la tontería de su nombre fuera a hacerle gracia, si lo ponía en perspectiva quizás habría estimado que lo usaría para mofarse un rato y ya luego me soltaría la pasta, pero en su lugar se le aflojó una risa genuina, nada loco pero me resultó bastante cristalina y en ese instante me di cuenta que realmente había estado queriendo quitarle algo de peso de encima. No tenía mucho sentido darle vueltas al asunto, ¿verdad?

Me gustaba ver feliz a la gente y ya.

—¡Es que ya es raro a secas! —me quejé por encima de su risa, como una cría, luego de que sí se concediera el placer de molestarme un poco.

Era una cosa extraña, nada particular con él, pero se basaba en este concepto que almacenábamos de las personas. En su tono de voz usual, los gestos y palabras, era la forma en que las reconocíamos, el safe space por el cual nos movíamos sin replantearnos mucho nada. El suelo de rocas. Luego caían las disrupciones, quizá no llegabas a darle entidad a lo que iba mal, sólo sentías que debajo de tus pies la mierda se tornaba inestable y un poco asustaba, ¿verdad? No saber si se rompería o volvería a la normalidad. Supongo que a todos nos gustaba mantener cierto nivel de estabilidad, así viniera en formas extrañas.

En pocas palabras, era agradable ver a alguien recuperándose a sí mismo, así fuera de a pedacitos, así no durara mucho o lo que fuera.

Cuando inhaló adiviné que ya se tomaría mi solicitud en serio, así que aguardé y realmente reflejé su sonrisa sin siquiera pensarlo. Me dio su nombre, no su apellido, y digamos que lo agradecí porque mi culo extranjero nunca se había habituado a llamar a la gente por sus apellidos. Se sentía super frío e impersonal. La tontería me recordó que aquí la gente se presentaba inclinándose y todo el rollo, ni siquiera se tocaban, y yo no era ninguna loca del contacto físico pero lo dicho. ¿Qué valía? ¿Un apretón de manos? Había otros lugares donde se daban un beso en la mejilla, en Francia eran dos, pero conocía otro saludo.

Suavicé la sonrisa, me adelanté un paso y prácticamente le pedí permiso con la mirada para tocarlo. No creía que fuera a rechazarlo, pero por educación. Alcé una mano y la deposité con cuidado en su pecho, la otra fue al mío, y presioné un poco las palmas hasta imprimir ambos latidos en mi piel. Sólo necesitaba uno, dos a lo sumo. Había cerrado los ojos un instante para enfocarme en la sensación y una vez los conseguí enfoqué mis manos. Se deslizaron con calma, buscando unirse entre sí. Mi meñique de la mano derecha permaneció en sus latidos, el pulgar izquierdo sobre los míos, y sus opuestos se estiraron hasta conectarse en el espacio intermedio. Hasta conectarnos. Mi sonrisa permaneció allí a todo momento y finalmente despegué las manos de nuestros pechos para deslizarlas entre sí, para concretar el encuentro y estrecharlas firmemente. Uno, dos segundos, como si aguardara a que algo se gestara allí dentro, y finalmente las presenté en forma de cuenco.

—En teoría ahora aquí debería haber una chispa de luz —aclaré junto a una risa suave, sin desarmar las manos—. Pero bueno, nos falta energía espiritual o lo que fuera. Mi abuela jura y perjura que ha visto un montón de luces diferentes, que hay una irrepetible para cada conexión. A veces es la mezcla de la luz de dos personas y a veces son luces totalmente nuevas, y todas se conservan en las estrellas.

Las presentaciones eran muy importantes para los koori, y por lo general cuando se conocían entre sí no se estrechaban las manos, ni se inclinaban o besaban, sino que primero se conectaban. Luego se saludaban.

—Pero no son eternas, no como las luces del espíritu, y por eso descienden para morir junto a nosotros. De ahí su importancia. —Por fin alcé la vista para encontrar sus ojos y ensanché la sonrisa, ladeando apenas la cabeza—. Un gusto conocerte, Arata.

Sabía que acababa de soltarle un montón de mierdas raras, pero eran las creencias de mi abuela y eso era algo que jamás me había avergonzado. Quizá no las sintiera como debía ni comprendiera en absoluto, quizá no lo hiciera nunca, pero no creía que eso fuera necesario para respetarlas e incluso atesorarlas.

Como el pequeño mundo de Danny.

Total el momento de calidad se interrumpió bastante de repente por el imbécil de Joey, que soltó la mierda de turno y le espeté que se callara. Luego sentí el toque de Arata en el hombro y me volví hacia él para recibir su invitación. La tontería me metió un chute de energía repentino, ni idea, y asentí de lo más contenta antes de darle la vuelta para empujarlo por los hombros desde atrás y en dirección al pasillo, como si fuéramos un tren o algo.

—¡Primera parada! —anuncié, estacionándolo frente a la máquina expendedora, y lo rodeé para recostarme en el aparato de costado y señalarle la lista de bebidas, cruzando los brazos bajo el pecho—. Elige algo, hoy invito yo y no se discute.

Igual me habían enchufado a la corriente y todo de repente, porque apenas unos segundos después volví a abrir la boca.

—Oye, ¿y cómo se escribe tu nombre?

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sowwy por el super tocho, tuve la idea loca y ofc me fui de cabeza cuz her two is woke *rueda*

 

No que yo fuese un maestro del autocuidado o el cuidado de otros, pero si algo había aprendido de Yako y de mi tiempo con los chacales en sí había sido a tan siquiera reducir las preocupaciones de la gente que nos guardaba aprecio de la clase que fuese. Igual era una cosa de sentido común, pero la mente era egoísta y muchas veces uno hacía cosas sin recordar qué podían generar en los otros.

En los que importaban, quería decir.

Por la forma en que la chica desvió la mirada al casillero asumí que era el del idiota y que no se le había ocurrido la posibilidad de preocuparlo. El otro parecía un montón de aire, pero tampoco había que tener ojos biónicos, sexto sentido o cerebro marca Sonnen para entender que de alguna forma se interesaba por esta chica, al menos por la forma en que la miraba.

La jodida se metió un chute de energía un poco de la nada, soltó que estaba bien y estuvo a nada de dar saltos a mi alrededor para demostrarlo. Ya estaba demostrado que cuando le salía del coño podía comportarse como una mocosa, pero no quitó la gracia que me causó eso y el medio reclamo por lo de mi nombre.

Reflejó mi sonrisa, no que esperara nada diferente, y aunque la tormenta eléctrica no amainaba al menos no continuaba avanzando y ya eso era algo. Su sonrisa se suavizó, entendí que pidió permiso para tocarme y la dejé ser, de por sí yo no era ningún loco del espacio personal. Su mano alcanzó mi pecho, no sentí ninguna tensión en el cuerpo, y me limité a seguir sus movimientos con una atención que rozaba lo estúpido.

El tacto se me antojó extrañamente cálido y fue una estupidez, pero recordé cómo me había recostado en el regazo de Riamu la otra vez y me pareció encontrar un calor parecido. Era tibio y ya, una pulsación de calor distinta a las que me rodeaban siempre, al fuego vicioso de algunos, la llama temerosa de los otros y el fuego que provocaba la electricidad al alcanzar la madera.

Nos conectó después, al menos eso sentí, como si hubiese unido el final de dos cables distintos. Algo chisporroteó, parte de la electricidad residual que tenía en el cuerpo tal vez, y luego de toda la parafernalia presentó las manos formando un cuenco.

Una chispa de luz.

Se conservan en las estrellas. ​

No que fuese yo un fanático de esas cosas místicas, si acaso tenía claro algunas de la cultura japonesa pues porque ni modo, pero la estupidez consiguió captar mi atención o mantenerla más bien. El siguiente relámpago que golpeó la tierra no despedazó nada en particular con su energía, pareció dispersarla en su lugar, como si algo hubiese hecho las veces de pararrayos.

Las luces de la abuela de Pierce, ¿eran lo que nuestros demonios conocían como telarañas? ¿Las hilachas que se enredaban, cortaban la respiración, cubrían el sol o atravesaban el pecho? Ni idea, pero encontré en las luces una similitud con lo que había dicho Hikkun en el Hibiya, de que la vida era un tablero encima de una tela de araña, como si las intersecciones fuesen esas chispas de luz y por eso cuando uno la palmaba la luz se iba con nosotros, así como desaparecía nuestro lugar en la red.

Total que con todo el espectáculo seguí aflojando los gestos, más que en un día normal incluso, y pude detener mi puto culo desastroso por unos instantes de forma completa. La electricidad dispersa se transformó en estática, me suspendió en el espacio y me ayudó a ampliar la sonrisa también.

—El gusto es mío, Sasha —respondí, tuve la decencia de llamarla por su nombre por fin y no sé, seguro le venía bien a la chispa de luz que existía ahora o algo.

Igual mi toque en el hombro le reinició el chute de energía, la hizo sacar la atención del inglés y me di por servido con eso. La rojita esta era buena persona, así que no valía la pena que anduviera regándose las bilis con Cerbero tan temprano y por otro lado, si me quedaba más rato tampoco me hacía responsable de nada. Que mira, era un insoportable y lo que quisieras, pero tampoco me le iba a ir encima al amigo de la Barbie así tan directamente.

Si Pierce hubiese conseguido su móvil sería otra historia, claro.

Como fuese, dejé a la pelirroja empujarme en dirección al pasillo y todo, por la pura gracia le dejé ir un poco el peso del cuerpo para que hiciera fuerza, pero no tardé nada en ceder. Me estacionó como si fuese un coche, se recostó en la máquina y me soltó que invitaba ella.

Hombre, tampoco era yo ningún rogado. Por mí como si me querían mantener un montón de muchachas bonitas.

—Qué amable~ —solté pues porque con todo no se me quitaba lo imbécil y estiré la mano para elegir un té, no quería más energía en el cuerpo con un chute de azúcar o de cafeína—. Cuidado, que después me malcrías.

Se veía que le había dado cuerda sin darme cuenta, porque no tardó mucho en hablar otra vez y su pregunta me sacó una risa baja. Me acerqué a ella, pues porque confianzudo se nacía, tomé su muñeca con la mano derecha y la hice estirar el brazo en mi dirección en lo que sacaba la mano vendada del bolsillo.

—¿Me estás entrevistando, Rojita? No puedo con esta fama. En fin, dos kanji —dije casi en un murmuro. La movida no cargó maña de ninguna clase, más bien fue parecida a cuando le expliqué algunas palabras a Allen. Tracé ambos con el índice, señalé el sitio donde debía estar el segundo y luego el primero antes de regresar la atención a sus ojos—. Gran tormenta.

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acabo de llegar a mi casita, tengo un chingo de sueño y mi wifi anda pendejo pERO ESTO ME REMOVIÓ POR DENTRO, PERMISO

perdón el tocho chale

 

En sí no me consideraba una tipa egoísta o desinteresada, el hecho de no haber reparado en la importancia que Maze podría darle a mi pierna probablemente nació del jodido pesimismo que, quisiera o no, seguía teniendo atado al cuerpo. No me consideraba una persona optimista, de esas que le buscan el lado bueno a la vida y amanecen todos los días con ganas de seguir adelante. Muchas veces la vida era una puta mierda, era insoportable y daban ganas de mandar todo al carajo. Si seguía era porque estaba configurada en piloto automático, porque no pensaba para evitar ahogarme y en el proceso, ya fuera empatía o utilidad, dejaba fuera a todos. Le pintarrajeaba la realidad a papá, a los niños ni hablar, y si no pensé en Maze seguramente fue porque, a pesar de que las palabras habían salido de su propia boca, aún no me lo creía.

Que permanecería a mi lado.

Y pensar que muchas veces me sentía como un cachorro abandonado era una jodidísima mierda, así que no lo pensaba en absoluto.

No tenía idea de su tormenta, de cómo estaba incluso reflejada en su propio nombre. No tenía idea de nada y aún así sentí que podría llegar a servirle de conducto, como un cable a tierra por el cual la electricidad fluyera sin necesidad de reventar la tierra, sólo enterrarse hasta morir en su propio frenesí. A veces hacía falta, ¿verdad? Una mano ajena, algo que nos impidiera salir volando o que nos conectara al suelo de la forma correcta. Cuando Danny me contó de su pequeño mundo, ese hecho de estrellas, había pensado que quizá lo mejor habría sido vivir siempre lo suficientemente lejos los unos de los otros para que nuestras explosiones no dañaran a nadie.

Pero si no nos alcanzábamos, entonces ¿cómo nos salvábamos?

No tenía idea de nada y no necesitaba hacerlo, me bastaba con canalizar parte de la energía que amenazaba con despedazarle el cuerpo.

Me di cuenta que el cabrón estaba poniendo resistencia a propósito para dificultarme el trámite de arrastrarlo al pasillo, y la tontería sólo me arrancó un quejido que de real no tuvo nada. Se puso medio imbécil ya de paso y se me asemejó mucho más al Arata que había conocido antes, aunque lo dejé correr y sonreí con cierta suficiencia.

—Ah, ¿que no lo sabías? Soy una malcriadora profesional, cariño, así que ni modo.

Y tan exagerado ni podía ser, entre lo mucho que consentía a los niños en todo lo que podía y cuánto atiborraba a Maze con galletas. Luego acabarían todos en el dentista con problemas de caries.

Que dijera que lo andaba entrevistando me arrancó una sonrisa divertida, y lo dejé disponer de mi brazo sin ningún problema. En sí no era una loca del espacio personal, sólo no me sentía del todo cómoda con demostraciones públicas de afecto y todo eso, así que no sentí ni un gramo de tensión y mantuve los ojos puestos en los kanjis que trazó encima del blazer. Luego subí a sus ojos y asentí. No se me ocurrió nada que acotar, de modo que me agarré de la gracia anterior y seguro se me notó en la cara la diversión.

—¿Fecha de cumpleaños? —proseguí con la entrevista, rompiendo el contacto con movimientos suaves para pagar su té y ya de paso introducir las monedas que me saldría mi zumo de... naranja.

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un adorable a Arata se siente igual de raro que los primeros adorables que le di a Altan JAJSJA