Interior Pasillo (Planta baja)

Catherine Whitman

Que no le molestara que Zeld hubiera decidido iniciar a secretear frente a ella fue un alivio, porque a ella en lo personal solía ponerla un poco nerviosa gracias a su tiempo de regreso en casa, era una oportunidad perfecta para decir en cierta forma que no eras parte ya de la conversación o en muchos de los casos que le sucedieron, indicarle de forma nada sútil que estaban comentando algo sobre ella y necesitaban tenerla allí en frente para comprobar ciertas cosas.

—Hace un excelente día, sí —Se despegó de la pared para acercarse a Morgan y sin pensarlo dos veces se abrazó de uno de sus brazos con cariño —, ya que no estamos teniendo tantos sería bueno aprovecharlos ahora que están aquí, me gusta la idea~

Sin esperar a más inició su andar aunque esta vez prefirió ir hacia el elevador para ahorrarles pasos hasta el primer piso y no como si deliberadamente hubiera decidido ese caminó para que fuera más cómoda la ida permaneciendo abrazada a ella porque no tendría que preocuparse por separarse para que la bajada fuera segura.

—¿Preferirías alguna mesa o simular como si fuera un picnic estando debajo de uno de los árboles del patio?—Preguntó con cierta curiosidad, no era una pregunta muy importante pero servía para conocer quizás algunas de sus preferencias.

 

Salió del salón de clases con su bento en el momento que sintió las mismas vibras extrañas de la azotea en la interacción de Katrina con el chico nuevo, si bien su plan había sido simplemente almorzar allí dentro aprovechando que realmente no tenía una gran comida o necesidad de salir del aula en general no quería verse otra película dramática como lo había hecho ese día o sentir que estaba de entrometido por el hecho de quedarse sentado en su banco como si no existiera.

Se dirigió entonces al primer piso para comprar algo de beber con las monedas sobrantes que traía, no porque sintiera que necesitaría de algo de beber cuando estaba acostumbrado en cierta parte a comer arroz sin ninguna clase de acompañamiento pero sentir la necesidad de tener algo que de cierta forma lo mantuviera ocupado si llegaba a terminar de comer pronto. Al llegar a la máquina pudo observar a uno de sus compañeros de clase cerca de esta, con aparente monedas en mano y aunque tenía una bebida ya no podía evitar preguntarse si estaba viendo otra cosa que comprarse o simplemente se quedó allí pasando el tiempo.

—¿Vas a comprar algo más o puedo usarla?

 

Ya estaba por acabarme la lata sin prestar atención en realidad a las personas que transcurrían de aquí para allá, permaneciendo recostado en la columna esperando que el café me fuese despertando gradualmente. Jugué a la vez con un par de monedas en la mano contraria, escuchando el sonar de éstas al chocar entre sí. Esperaba aquella noche poder dormir adecuadamente, de lo contrario terminaría buscando la enfermería para tumbarme y saltarme las clases, aunque fuese la última opción a considerar.

Fue entonces que alguien me habló, procediendo a mirarlo con una sonrisa amable.

—Utilízala, quizá compre otra cuando me termine esta.

Pestañeé al recordarlo, era el chico de mi clase, con el que Génesis había tenido una conversación poco amigable. Me pregunté si me recordaría siquiera o simplemente me había ignorado en todo aquello.

—Disculpa —comenté—. Por lo de mi amiga, la rubia. Fue una tontería así que, disculpa por ello.

 

Asintió sin creer que le fuera a sacar alguna especie de plática o algo, ingresando las monedas en la máquina para poder pedir uno de los té verde frio que ofrecía, tenía una rutina demasiado predecible aunque ya no estuviera viviendo con sus padres y tampoco sabía cuanto tiempo más lo mantendría o cuando dejaría de sentirlo como confort o comodidad para él cuando sus planes por muy básicos que fueran terminaban tomando una ruta que no planeó.

—¿Hm? —Lo miró desde abajo con cierta confusión, reincorporándose poco a poco una vez que ya tuvo la botella en sus manos y todo cobró sentido cuando lo escuchó por completo, aunque le daba cierta gracia que él fuera quien se estuviera disculpando —, me pregunto qué tan válido debería ser una disculpa si no viene de la persona que causó todo un problema solo porque aparentemente no leo suficientemente bien su cabeza. —Bufó levemente al recordarlo, seguía pareciendo surreal para él.

—De igual forma, ¿pudieron solucionarlo bien?

 

Relajé los hombros ante su primera respuesta, creyendo que aún no me identificaba o quizá no recordaba la situación, pero en cuanto prosiguió me reí apenas cubriéndome los labios con la lata de café. Había sonado similar a Allen, así que acostumbraba a divertirme cada que ella hacía ese tipo de cosas lo cual prefería y las discutiera conmigo antes que con cualquier otro que se lo tomara de forma personal.

—Creería yo que la intención suma peso, pero no te quito la razón en lo que dices —comenté risueño—. Sí, uno de los chicos nos ayudó con un audio leyendo un capítulo así que estuvo bien.

Al menos aquella situación no había continuado escalando en un bucle eterno.

—Lo olvidé. Mi nombre es Zoldryck pero llámame como quieras —miré entonces hacia las ventanas, denotando que el buen clima seguía presente—. ¿Tienes pensado almorzar afuera? Hace un buen clima.

 

—De nuevo, lamentablemente tu no eres dador de su voluntad o intenciones —Incluso si intuía que lo hacía con las mejores intenciones del mundo, no veía necesario que se fuera a disculpar en el nombre de nadie cuando tampoco había estado involucrado en nada de la discusión de la rubia, probablemente la única relación era que era su amiga y nada más —, eso es bueno, aunque si hay futuras complicaciones estoy seguro que un profesor estaria obligado a hacerles la vida algo más facil.

Con tantos estudiantes internacionales estaba seguro que pudieran tener medios para que su vida escolar no fuese un infierno total.

Se sorprendió cuando lo escuchó invitarlo a comer de esa forma tan sutil pero era cierto que tampoco tenía donde ir en realidad, probablemente se hubiera quedado alli mismo comiendo por la ventana del pasillo. —No tenía pensado nada en realidad pero, puedo seguir el tuyo, supongo que si hace un buen clima.

 

—En realidad... pagamos un profesor privado, le vemos dos veces por semana de forma virtual —comenté entre divertido y avergonzado ya que era cuestión de que se nos dificultaban los idiomas a Génesis y a mí en demasía—. Supongo que debemos tratar otra forma, algo más interactivo y menos cuadriculado, pero al menos ya sostengo medianamente una conversación.

Comenté pese a lo obvio al poder hablar con él, aunque se debía en parte de que el chico no hablaba deprisa. Me tomé el último sorbo de la lata, encestándola en el bote de basura que no estaba muy lejos de nosotros. En cuanto él volvió a tomar la palabra elevé las cejas ligeramente ya que ni siquiera había pensando en almorzar como tal, pero tampoco quería subir hasta el salón de clase y escuchar a Génesis hablar del proyecto, hasta había imaginado terminar vagando por ahí.

Ya me sentía muy congestionado a nivel académico si tenía que ser sincero.

—No conozco mucho la escuela a decir verdad, pero podemos ir hacia por allá —moví la cabeza hacia la ventana en donde se veía a la distancia algunas bancas ocupadas—. Si tenemos suerte quizá encontremos una vacía.

Despegué la espalda de la pared para sacar las monedas e introducirlas en la máquina, seleccionando otra lata de cafeína que rebotó ligeramente al caer. Me incliné tomándola con la derecha mientras la izquierda la mantenía dentro del bolsillo. Le sonreí entonces con ligereza.

—Te sigo.

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Puedes arrastrártelo Nekilandia<333

 

— ¿Un chismoso de primera? Pero que bien me conoces, Pinchitos. Soy de primera categoría, obviamente —comenté, ignorando de manera soberana el tono de voz amenazante del otro.

Intentó darme luego un manotazo cuando realicé mi pequeña actuación con su frente y mis dedos, pero lo que el rubio no sabía era que tenía demasiada experiencia molestando a la gente, y por lo tanto, esquivando golpes. Podía escuchar como mi pequeño protégé comenzaba a bullir en aguas de enojo y molestia, y eso era delicioso. Era obvio que no me estaba prestando ni cinco de atención a todas las indicaciones que le estaba dando, lo cual era algo bastante maleducado de su parte, la verdad. Uno se esforzaba por encontrar epítetos y descripciones que pudieran pinchar al otro. Al menos me debían un mínimo de atención.

— ¿Qué no te vuelva a tocar? Tranquilo, no creo que lo vuelva a hacer. Tu frente estaba hirviendo. Casi me quemo la mano —señalé, agitándola como si intentara refrescarla.— Tal vez si dejas de fruncir tanto el ceño, la cara no se te caliente tanto.

Pasamos al primer piso, y me dispuse a señalar cada una de las cosas en detalle.

— Bueno, aquí tenemos las aulas, los baños, el ascensor, el club de cocina, la sala de arte, y una enfermería. Puedes ir a dormir una siesta ahí, si quieres. La enfermera brilla por su ausencia. No física, obviamente, está ahí. Pero nos presta la misma atención que tú me estás dando en estos momentos conmigo, así que no deberías tener ningún problema —me giré, para mirarlo cara a cara.— Ah, una advertencia. No entres con la Sala de Arte, a menos que de verdad quieras tener ciertos problemas. Parece que a ti te gusta meterte en ellos, pero bueno, nunca viene de más.

Le dediqué una sonrisa dentada y brillante, giré sobre mí mismo, y me fui hacia las escaleras para descender al fin a la planta baja.

— Bueno, y llegamos al final a la planta baja. Por allí tienes tu bendita cafetería. Es increíble que no supieras en donde se encontraba. Tiene un cartel grande y todo. Es medio obvio. Además, uno tiene que seguir la marea de estudiantes y ya está. En serio, si no fruncieras tanto el ceño, podrías ver algo mejor. Abrir los ojos. Sé que dicen a donde vayas, haz lo que veas, pero tampoco debes intentar encoger los ojos como la gente de acá. Eso es racista —me di media vuelta, me saqué la gorra de mi cabeza (que se la había robado a él) y lo saludé.— Me encantaría seguir pinchándote el globo, Mechita, pero la verdad es que tengo cosas algo mejor que hacer. Pero te agradezco, ¡ha sido revigorizante! Espero que nos volvamos a ver.

Le arrojé la gorra de vuelta, le palmeé la mejilla, y me alejé de allí, silbando tranquilo, con mis manos en los bolsillos. La verdad, me había levantado los ánimos. Debería hacerlo más seguido.

 

Esperé al final de la zona de casilleros a que el pelirrojo cambiara su calzado por el reglamentario, aparentemente no era el único que tenía problemas con ello. Había escuchado como el chico había mencionado que 'popular', y probablemente tuviera razón. Era como yo en mi antigua escuela: Le gente me conocía, pero era difícil decir si les agradaba.

Opté por pasar por alto aquello, así como había pasado por alto otras ciertas cosas que comenzaba a notar de la academia. Las actitudes de ciertos alumnos y profesores al pasar, el hecho de que muchos ni siquiera usan el uniforme completo. Creía que me había metido a una academia de lo más estricta y severa, pero parece que aquí la mayoría va a un ritmo mucho más calmado. Bueno, tal vez no calma, solo diferente.

Mientras seguíamos avanzando las ganas de preguntarle a Cay que rayos le ocurría me carcomían por dentro. Fueguín no se veía bien, algo lo estaba devorando por dentro tanto como mis ganas de preguntarle que era lo que lo aquejaba, pero no podía, tenía literalmente un par de minutos que me había reencontrado con él. Debía confiar en que estaría bien y que encontraría el momento ideal para preguntar. Además, aun teníamos que ponernos al día en muchas cosas.

El Pelo de Fuego me explico que el tampoco tenía mucho de haberse cambiado a esta escuela. Otra preguntas más para la lista: ¿Por qué había dejado su otra escuela? Yo tenía mis propios motivos, ¿Pero él? Cambiarse en pleno ciclo escolar ya es raro de por sí.

Le presté toda mi atención mientras avanzábamos por el lugar. La verdad es que la academia estaba muchísimo mejor equipada de lo que yo podía imaginar.

— Oye, oye, ¿Dijiste invernadero? ¿La escuela tiene su propio invernadero? ¡Viejo, eso es genial! No tendrán un club de jardinería o algo por el estilo ¿Cierto? —inquirí con ese bobo entusiasmo mío. Podía no parecerlo, pero tenía aficiones más allá de beber whisky. Cosas como la jardinería me ayudaban a desestresarme. Aun cuando el jardín en mi antiguo hogar no era muy grande, disfrutaba pasar horas cuidando y atendiendo las plantas, documentando su desarrollo. Era complicado de explicar, pero sentía que tenía un cierto vinculo con la botánica, aunque no podía estar seguro del porqué.

—Eh, Cay...E-esto, ¿Cómo esta tu madre? La linda señora Neve Keane. Espero que se encuentre bien. ¿Sigue siendo tan amable con los niños aleatorios del parque? —pregunté mientras desviaba un poco la mirada. Aun con el paso del tiempo no había olvidado a aquella señora tan amable que básicamente sentó las bases para que pudiera formar una amistad con Cay. Me preguntó si ella aun me recordará a mí...Y a mí abuelo.

—La escuela sí que es grande ¿Eh? Ya veo porqué decías que era para niños pijos. Me veo venir que me voy a acabar perdiendo los primeros días seguro. ¿Subimos al primer piso? Necesito aprenderme el orden de los salón para evitar pasar vergüenzas.

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Porqué Aleck nunca se olvidará de la jefecita de Cay y lo amable que fue ;w;

 

Pero si la niña de modesta no tenía nada. Continué bajando las gradas con las manos enterradas en los bolsillos mientras escuchaba la palabrería, preguntándome en cierto momento que clase de mascota tendría en casa, a lo que imaginé que sería un perro, si ese fuese el caso en algún momento podría presentarle a su canino los dos que tenía en casa, pero lo dejaría para otra ocasión.

—Quién sabe~ —comenté sarcástico, sacando la izquierda del bolsillo para ponerle la mano sobre la cabeza, desordenando ligeramennte su cabello como si fuese una mocosa—. Así que aquí acaba nuestro recorrido, Vero —volví la mano al bolsillo, echándome a caminar para dejarla atrás, elevando ligeramente la voz—. Nos vemos en el club.

Me moví entre las personas que estorbaban por ahí al ya haber identificado el cabello castaño de Cathy, deteniendo los pasos al llegar hasta ella, recordando el nombre del lugar que le había mencionado a mi hermano en la noche, no el del cementerio, obvio, sino el otro.

—Cathy-Cathy~ —moví la cabeza hacia el patio frontal que conectaba con la piscina, como indicación de que continuaramos al destino para retomar la marcha—. Y yo que creía que las princesas no solían esperar tanto~ —le sonreí torcido, como acostumbraba a hacerlo.

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Nekita Cathylandia

 

Así como había sucedido con Emily, me sorprendí al encontrarme a otra kohai en el piso de los de tercero, debía estar super despistada al no darme cuenta que obviamente no iba al mismo curso, y hasta a lo mejor se conocían. Era una linda kohai que me había llamado senpai con su bonita sonrisa. Se había presentado a sí misma y a su nuevo acompañante, agarrándolo de la misma forma que yo hacía con Haru, y pronto Altan había rodeado sus hombros con lo que noté era cariño.

—Tehee, nuestros nombres empiezan por la letra a —reí levemente mirando a mi hermano en el proceso, y le saqué la lengua. Mi vista volvió a ella, no quería seguir insistiendo así que aceptaba sus palabras esta vez—. Me relajo pero porque alguien está aquí para cuidarte.

Alcé mi mano para acariciarle con suavidad el cabello antes de al fin dar un paso alejándome con Haru de la mano. Me despedí con mi mano libre y le sonreí al muchacho antes de dirigirme hacia las escaleras.

—Es posible que nos veamos de nuevo, hay un par de personitas que debo saludar en la 3-2~

Altan se veía realmente alto si lo ponías justo al lado de Anna, y se notaba todavía más en la lejanía, se sentía como si quisiera protegerla con su gran espalda, y aquello me dejó bastante tranquila.

—¿Crees que ellos también están saliendo? —Le murmuré a Haru cuando creí que estábamos lo suficientemente lejos como para ser escuchados, no me podía contener en pensar de esa forma cuando veía ciertas acciones, podían ser solo amigos pero nadie me quitaba lo cotilla—. Ya sabes, como Emily y Kohaku, si hasta parece que se conocen por lo que escuché. ¿Estarán comiendo juntos por ahí?

Al darme cuenta ya habíamos alcanzado la planta baja. Mi idea era seguir con el tour, pero era algo un poco complicado porque no sabía realmente por dónde meterme, y de todas formas los pisos anteriores eran puras aulas, la sala de profesores y los clubs, que todavía teníamos que revisar.

Que hablando de revisar, me había parado en frente del tablón de anuncios, que hasta entonces no le había prestado atención en ningún momento. Había varios anuncios que me llamaban la atención, inscripciones para clubs y hasta una convocatoria a las elecciones estudiantiles. Al leer eso sentí en mi pecho un pequeño peso de responsabilidad, quizá porque mamá siempre me decía de intentar ir a lo más alto que pudiese, ser la mejor, que yo era capaz y probablemente si lo hacía eso le enorgullecería. Igual admitía que la idea me atraía, al menos intentarlo, quizá aquello me permitiría conocer más personas, ayudarlas y sentir un curso escolar más completo y satisfactorio.

—Hey, mira, ¡parece que Emily es la presidenta del club de cocina! Al menos por ahora —reí con suavidad, eso me hizo asumir que el bento de ayer lo había preparado ella para compartir con Kohaku, debía ser precioso estar enamorado. Meterme en el club de cocina sonaba tan tentador ahora—. ¿Mañana me acompañas a la sala de profesores? Podríamos aprovechar de inscribirnos en algún club también, ¿has pensado en alguno?

Tiré de su brazo de nuevo para seguir, en la planta baja habíamos localizado algunos lugares de interés como la biblioteca, que ya la habíamos conocido el día anterior, y la cafetería, donde podríamos sentarnos a comer pero no estaba segura de querer meter a Haru en un lugar tan bullicioso y con tanta gente. Hasta a mí me resultaba molesto y agobiante.

—¿Quieres salir afuera y hablarlo con calma ahí? Parece que por la cafetería podemos salir.

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No lo releí porque sé que si lo hago lo borro todo pero cualquier cosa dime y lo cambio o algo uwu Gigi Blanche come here babe *c va a leer el manhwa*

 

—Ahá, con que te gusta jugar al misterio —dije por su contestación, mientras seguía caminando a su lado.

La sonrisa se me borró del rostro cuando noté su mano revolviendo mis cabellos. Miré hacia arriba, su antebrazo haciendo sombra sobre mi rostro, que expresaba una confusión muy visible. Era un gesto que consideraba muy atrevido por parte de Zeldryc, muy pocas personas en mi vida habían tocado mi pelo; pero creo que me enredaba más el hecho de que él, al que veía como un chico duro por sus tatuajes, hiciera algo como eso. Se sentía como si me estuviera tratando como una niña, o como una hermana pequeña a la que quería molestar.

Lo miré marcharse con mis cabellos despeinados y el ceño fruncido.

—¡Claro, nos vemos en el club! —me despedí.

Cuando le perdí de vista, no pude evitar una sonrisa y me reí un poco. De entre los cabellos que caían sobre uno de mis hombros, Verito, mi gorrión, asomó la cabeza; Zeldryc nunca supo que estuvo con nosotros todo este tiempo. Miré de reojo al pajarito.

—Es un chico raro, pero no parece malo —comenté, volviendo a acomodar mi cabello mientras Verito inflaba el pecho, molesto, no le había caído muy bien nuestro nuevo amigo. Suspiré— Ya se llevarán bien ustedes, hum. Pero ahora vamos a comer algo, tengo hambre.

Dicho eso, me dirigí a la cafetería de la Academia, pensando alternativas nutritivas de cara al entrenamiento con Zeldryc y las demás personas del club.