Me hizo algo de gracia que la chica dijera que su padre prefería un café que algo de comer, porque me imaginé al pobre tipo matándose a tazas de café todos los días. Habían trabajos que requerían cafeína, alcohol o drogas para mantener a la gente funcionando, o todas juntas, pero digamos que no sentía tanta pena por los policías. —Of course I am —apañé a lo que dijo Sasha, divertido. La duda del espacio la resolvimos rápidamente, bueno, resolvimos sonaba a manada, Sasha fue la que revisó que la sala. Tocó la puerta, esperó y finalmente coló la cabeza, confirmado que estaba vacía. Abrió la puerta del todo, Ilana se acercó al umbral y giró el cuerpo para mirarnos. —Me gusta la idea, así tenemos como una fiesta de té en vez de una entrevista —dijo con entusiasmo. —Claro, no me alcanzarían las manos si voy solo de por sí —contesté a la oferta de Sasha junto a una risa floja—. ¿Quieres café o té, Ilana? —Té, gracias. ¿Seguros que no necesitan ayuda? Negué con la cabeza, pues no creía que fuese necesario que hiciéramos una comitiva. En ese mismo espacio de tiempo Tora carraspeó la garganta y nos despidió a los tres. —Suerte. Recuerden pasar a interrumpir mi preciosa siesta —bromeó antes de retirarse.