Pasado mañana (inu/kag,mir/san,sess/?)

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por InunoTaisho, 6 Agosto 2010.

  1.  
    Kai

    Kai Usuario VIP

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    Ohhhh *suspira*
    Estaba llorando de felicidad *se seca una lagrima fugitiva*, shif shif. Creo que me iba a dar un paro cardiaco de la emoción.
    No quepo en gozo, está muy bien la manera como lo pusiste, sentí como si estuviese viendo nuevamente el fianl y lloré a mares...Bueno hay algo que no me gusto y te lo dije.
    Demande un beso y no me lo diste.*suena feo* Es decir que ellos no se besaron, ¡lo demande!, que pase o que pase, tu decides.
    -Pasado el ataque de histeria-
    Tan lindo eso, es decir la manera en que Sango y Miroku quieren el bien para ellos, son la familia dispareja mas unida que he visto, es una ternura inmensa.
    Tengo en precentiemeinto que los regalos, mayoriatariamente será par lon nenes, aunque a uno por alli no le vendría mal el ramen, y otras cositas o////o, no queires saber en que pensé...¿o si?
    Olvida eso, supongo que la alegria se me desborda, estoy súper impacient epor el otro capi.
    ¡Alli si hay beso1 en el presente pero lo hay, si no bueno...no queires saber lo qeu se me ocurrió.:mad:
     
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  2.  
    SangoxMiroKagoxInu

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    OMG!!!! (coro de angeles "AAAALELUYAAA AAAA LEUYA ALELUYA ALELUYA!!") Wiiiii Alfiiin!!! Wiiiii ahhh ya llego Kagome que lindo ^^ Inuyasha ya no se sentira solo
    hahahhaha xD esa china si nunca cambia NO JODA! jajajaj bno
    lo vas a continuar vdd? bno porqe quiero saber que pasa despues de llegar a la epoca actual jajaj
    me dio PIEDRAque Shippo interrumpiera ese BELLO MOMENTO DE INUXKAGO T.T mueee queria que se besaran
    sera que Inuyasha sera = que Miroku? yo si creo jajajaj pero no me lo puedo imaginar asi no se porque seria algo raro y comico pero lindo ^^ jajajjaaj muy muy muy muy muy muy dindo tu fic avisame si le pondras conti jejej bno crei que ya me despido jajaja xD
    SAYITO
    pd: te veo en el otro fic avisame cuando lo continues
    ahora si SAYO!!! BSS
     
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  3.  
    InunoTaisho

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    jueves o viernes la conti de esta historia, y agradezco a tod@s los que me leen y sobre todo a l@s que postean, mis fieles lectores como Kag love Inu, KagomeG, SangoxMiroKagoxInu, fandeinu, aomexinulove, etc. sus sugerencias y observaciones me animan tanto a continuar con esta historia y la otra, mis fics principales que no pienso dejar a medias, por ello aun no publico la historia de Sesshomaru, hasta que termine con este, para que no me gane el tiempo y quede mal con mis lector@s. Arigato por sus post y sayonara. Por aqui seguimos y les invito a mi pequeño fic de temporada de amor y amistad en el foro de Temática libre: "¡Al fin... la esperada confesión de amor!" (Ranma 1/2) http://fanficslandia.com/index.php?threads/¡al-fin-la-esperada-confesión-de-amor-ranma-1-2.15022/ les va a gustar, no saben lo que sufrí para verme cursi y acaramelada ¡agh!
     
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  4.  
    surisesshy

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    Kyaaaaaa, ami, estubo genial, por poco y se besan, eso hubiera querido verlo. "vallan a matar al zorro" jajajajaajjajaja, que cruel de parte de inu, pero ya shippo se lo merecia, no devio de haber hablado, me gusto el cambio que le hisiste, estubo lindo, yo digo que devio de ser así en el anime y kagome devió de despedirse de su familia, pero igual nos gusta.

    No espero por ver como va a querer Inuyasha comportarse como todo un romanticón, jajajajajajajaja, eso es seguro, no le saldrá para nada, el pobre, no ha tenido oportunidad de practicar, pero sera gracioso, eso si, espero la conti, sayo y gracias por avisar.
     
  5.  
    Cinderella

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    O_O OMG! ¿Ya se acabo? ;_;

    LOL! Por fin llegó Kagome, pensé que se quedaría mas tiempo e,e
    Ehm, Miroku tendrá que esperar un tanto para tener mas hijos. Aunque el tiene razón con lo de Inuyasha el debería ser mas romántico... Aunque eso es mas difícil ._."
    La llegada de Kagome fue un tanto rápida, lo que no entiendo ¿Por qué regresaron? ¿Buscaran a "Inu"?
    Trata de no cambiar tanto la historia, recuerda que no puedes cambiar mucho la historia.

    Hahaha! LOL! ¡Que corta nota! e,e Tenían que llegar, hubiese sido de lo mas genial que se besaran *---*
    ¿Y Sesshomaru? /Mode_fangirl_on.
    Seria genialosO antes de que se acabe el fic, una escena tierna entre ellos dos :3
    Lamento no haberme pasado antes T_T

    Saludos~
     
  6.  
    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

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    Título:
    Pasado mañana (inu/kag,mir/san,sess/?)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    56
     
    Palabras:
    5464
    Diviértanse con las nuevas ocurrencias antes de que se arme de valor para confesarle todo su amor.

    Capítulo 21 parte 1

    El movimiento de la chica había tomado desprevenido al muchacho, y en ese momento, en lo que cruzaban la barrera entre las dos épocas, pudo al fin hablar, cosa rara en él que casi nunca se queda callado.

    — Aome… ¿qué carajo…? — decía Inuyasha en el instante en que tocaron por fin el suelo, del otro lado del Sengoku.

    — ¡Apúrate, no tenemos mucho tiempo! — contestó la aludida disponiéndose a salir del pozo.

    — ¡Mierda Aome, espera! — la jaló suavemente de los hombros para detenerla — ¿Se puede saber qué te pasa?

    La miró profundamente con sus dorados ojos, entre molestos e inseguros. Ella reaccionó al verlo bien… ¿qué diablos estaba pensando cuando…?

    — Perdón… — susurró en voz muy baja, avergonzada de su comportamiento — no debí… ¡Pero es que es tan emocionante y los niños son tan lindos! — exclamó un poco alto y precipitado.

    — Oye, yo creí que tú… — dijo él con su cara de perro regañado.

    Aome se percató de lo que pasaba… regresó al pasado pensando en verlo y ahora resulta que se preocupaba por regalos para los hijos de sus amigos, los cuales de todos modos sabía que tendrían, porque conocía muy bien el carácter del pervertido monje y lo mucho que la exterminadora lo amaba. Abrazó efusivamente al ojidorado ocultando un poco el rostro sonrojado entre su pecho.

    — ¡Inuyasha, — dijo con algo de pena, haciéndolo sonrojar también — no se que me pasó!

    Ahora era cuando tenía que hablar. Nadie los molestaría porque no podían pasar por el pozo y la familia de la chica no sabía que estaban ahí. Tenía que sincerarse con ella y expresarle sus sentimientos.

    — Aome… — tartamudeó un poco y tragó saliva al sentir sobre él su mirada achocolatada.

    — ¿Si? — le dijo sin soltarlo, apartándose lo suficiente para ver sus ojos ambarinos.

    — Yo… — “¿cómo mierda hace Miroku para ser tan cursi?” se preguntó internamente mientras sentía unas pequeñas gotas de sudor por su frente, tratando de recordar alguna empalagosa escena de sus amigos… sin éxito.

    — ¿Qué te ocurre? — preguntó la pelinegra con una expresión de duda al ver su cara desesperada.

    Tal vez si la besara como aquella vez que fue por ella… pensando en no perderla, lo demás sería más fácil. Miró brevemente sus tiernos labios y… no podía hacerlo. “¿Por qué ese charlatán si puede, a pesar del salvajismo de Sango, y yo no?” pensó otra vez y cerró un poco los ojos.

    — Vamos a salir. — dijo aspirando una bocanada de aire — Y hacemos lo que sea que quieras hacer.

    Aome afirmó pero sin dejar de observarlo significativamente. Reconoció que ella no se había portado muy amable con él y se dejó llevar por las ganas que tenía de ver a todos sus amigos y hacerles obsequios… se había vuelto a comportar como una niña boba y ni siquiera le permitió disfrutar su compañía. Salieron del pozo y se encaminaron hacia la casa.

    — Inuyasha… — habló Aome, con la cara agachada y tartamudeando un poco — lo… lamento… no…

    El Hanyō la miró de reojo… no le gustaba verla triste, no ahora que estaría nuevamente a su lado; era mejor dejarla desahogarse para consentir un poco a los demás… y así se daría tiempo de pensar en la estrategia perfecta para expresarle al fin todo lo que guardaba por ella. Por el momento le permitiría hacer aquello que la había hecho volver atrás.

    — Descuida. — le soltó en tono sereno tomándola de los hombros con cuidado — Ellos también te extrañaron y se sentirán alegres por ti. Ya tendremos toda la vida por delante para… nosotros — enrojeció un poco otra vez, se estaba adelantando bastante y ni siquiera se lo había pedido de manera formal.

    Aome volvió a sonreír tímidamente al sentir su contacto. En el camino a la entrada, al pasar cerca del árbol sagrado, una criatura de pelaje blanco se abalanzó sobre la muchacha.

    — ¡“Inu”! — dijo Aome abrazando a su mascota — ¡Cálmate!

    “¿”Inu”?” pensó el ojidorado y se dio cuenta de que era… un perro. “¿Le puso “Inu” a… un perro… por qué?” Un hermoso can de blanco y suave pelaje y ojos vivarachos quería lamerle la cara a Aome y ella sonreía. Parecía… la versión perruna de Sesshōmaru, en tamaño reducido.

    — ¿Llamaste a un perro por mi nombre? — preguntó algo molesto.

    El animal lo miró brevemente y le gruñó un poco, como acostumbran este tipo de mascotas con alguien desconocido o que quiera entrar en sus territorios, a lo cual el ojidorado también le hizo un gesto similar, haciendo que “Inu” escondiera un poco la cola entre las patas traseras, en lo que Aome parpadeaba extrañada. Después… el perro movió la cola y le hizo fiestas al Hanyō, como si se conocieran, ladrándole con expresión contenta y echándosele encima.

    — Oye… — tartamudeó el peli plateado queriendo quitarse al can — no… bájate.

    — Le caíste bien. — habló Aome con expresión radiante — “Inu”, llévanos con mamá — le ordenó con firmeza pero con tono cariñoso.

    El animal dejó a Inuyasha y se encaminó hacia la casa, sin dejar de voltear a verlos a ver si lo seguían, y moviendo la cola.

    — ¿Por qué diablos lo llamaste así? — soltó Inuyasha con un poco de enfado, viendo fijamente a Aome — ¡Es un perro!

    — Tú nombre es… bonito. — se sonrojó ella sin dejar de observarlo — Además sus orejas se parecen a la tuyas y… — desvió un poco la vista — me acordaba siempre de ti.

    Mentira un poco descarada porque en realidad el perro sí tenía una apariencia muy similar a la forma real de su hermano, y sus orejas eran más largas y peluditas que las del ojidorado. El muchacho se avergonzó, ¿por qué demonios se molestaba por cosas insignificantes como un simple perro? Ella no lo había olvidado nunca y el nombrar así a su mascota era por tenerlo siempre presente. Tal vez eso explicaba un suceso de hace tiempo, en el que sintió su cercanía por primera vez después de que el pozo se selló.

    — ¿Te molesta? — preguntó Aome al mirarlo distraído en lo que meditaba.

    — No… — dijo él un poco más calmado — era curiosidad. — quiso cambiar de tema y aclarar de una buena vez la razón que la hizo volver precipitadamente al futuro que ya había abandonado — Por cierto, ¿a qué vinimos? — y la miró con expresión serena, animándola a hablar.

    — ¡Es verdad! — la muchacha volvió a emocionarse al sentir que el chico ya no se enojaría, y lo tomó una vez más de la mano, conduciéndolo — ¡Ya lo verás!

    Entraron atrás del can, que se había detenido a esperarlos sin dejar de mover la cola. La puerta estaba abierta dado que la señora Naomi estaba regando el jardín. La mujer parpadeó al verlos.

    — Aome… ¿qué…? — preguntó asombrada reconociendo a su hija, la cual no tenía ni una hora de haberse marchado.

    — ¡Mamá, Inuyasha esta aquí! — dijo ella sin soltar al muchacho, a manera de saludo — Necesito llevarme algunas cosas — afirmó al llegar frente a su madre.

    — ¡Hola Inuyasha! — saludó la señora Naomi con su misma dulce sonrisa, como si lo viera todos los días — Es un gusto verte otra vez después de tanto tiempo, ¿cómo estás? — le preguntó.

    — Eee… — tartamudeó un poco el ojidorado — Bien, gracias.

    — Me alegro.

    — Vamos Inuyasha. — dijo Aome jalándolo otra vez al ver que no diría nada más — Mamá, tomaré algunas de mis cosas y un poco de dinero. Necesito llevarles regalos a mis amigos. ¡Ya son padres! — volvió a emocionarse.

    — Con gusto. Si necesitas algo más me dices — respondió la mamá como si nada — Adelante Inuyasha, estás en tu casa — le dijo sin dejar de sonreír.

    — Gr… gracias — contestó y se dejó llevar por la pelinegra.

    Cruzaron por el acceso a la casa y caminaron por el pasillo. En la sala se encontraban, mirando la televisión, Sota, el abuelo, Buyo e “Inu”, que había entrado también y se recostó educadamente en su rincón.

    — ¡Hola, regresé un momento! — saludó Aome muy sonriente — ¡Inuyasha viene conmigo!

    Los dos voltearon a verlos con la boca abierta; el gato se estiró, indiferente como buen felino, pero brincó del sillón donde había estado acostado para frotarse en las piernas de la chica.

    — Buyo, me haces cosquillas. — le dijo a modo de reproche — Siéntate Inuyasha, voy a mi cuarto por dinero e iremos de compras.

    — ¿Hermana…? — se extrañó Sota después de parpadear — ¿Inuyasha…?

    — Hola… — tartamudeó el peli plateado un poco apenado.

    — ¿Aome qué…? — preguntaba el viejito.

    — Luego les cuento. — contestó la chica interrumpiéndolo — No me tardo Inuyasha, y te traeré tu gorra.

    — Eee… — volvió a tartamudear por respuesta en lo que la muchacha salió y subió las escaleras hacia su habitación.

    — Veamos… — se dijo Aome a sí misma entrando a su cuarto — llevare…

    Se encaminó a su mesa de trabajo y tomó una tarjeta… era de la cuenta en donde le depositaban las regalías de la historia. Compraría algunas cosas y no se acabaría el dinero.

    — OK., — volvió a decirse mirando la tarjeta — el monje Miroku y Sango bien se merecen algo… todos — se sonrió y la guardó en una bolsa de mano que tenía cerca.

    Sacó algunas cosas de su closet, algo de ropa y más para regalarle a las gemelas y Lin; sin olvidar su colección de poemas, su diario y el perrito de peluche que ganó en la feria un lejano día. Guardó todo con cuidado en su amplia mochila amarilla y la colocó cerca de la puerta. Tomó la gorra que siempre le daba al peli plateado, la cual estaba junto a su cama, y salió del cuarto.

    Mientras ella ordenaba lo que se llevaría… en la sala, Inuyasha se mostraba bastante avergonzado ante la escrutadora mirada del abuelo de Aome y la expresión absorta de Sota… se percató que el anciano parecía… más anciano, y el niño ya no era tan bajito. No cabía duda de que el tiempo corre.

    — Y bueno, — soltó el abuelo bastante serio — ¿has pensado sinceramente en hacer las cosas bien con mi nieta?

    El Hanyō se puso más colorado. Sí, quería formalizar su situación con ella y casarse lo antes posible… pero aún no se lo pedía de verdad. Se atragantó un poco al contestar.

    — Eee… — dijo nervioso con voz temblorosa — ¿a qué se refiere? — preguntó algo precipitado.

    — Vamos, no te hagas. — dijo el abuelo con suspicacia — Eres hombre y yo también fui joven.

    Hasta Sota enrojeció al pensar en su abuelo de joven y sus aventurillas, y que decir de Inuyasha.

    — Abuelo… — intervino el muchacho, bastante apenado.

    — Sota, tú también debes aprender. — contestó el viejito mirándolo un momento — Llegarás muy pronto a la edad de la punzada.

    — Sólo tengo 12 años — puntualizó el jovencito ya sin mirarlo, y con la cara ardiendo de vergüenza.

    — El tiempo pasa rápido. — continuó el anciano y volvió a fijarse en el colorado ojidorado — Así que no vayas a abusar de su confianza sin antes habérselo pedido con seriedad y responsabilidad.

    La expresión de Inuyasha no podía ser más obvia de querer que la tierra se lo tragara por atreverse a pensar… Recordó cuantas veces imaginó que él y Aome… por culpa de los calenturientos de Miroku y Sango, que eran demasiado evidentes. Se sintió como un pervertido porque el anciano le recordara que antes de… era necesario armarse de valor y pedírselo formalmente, como debe ser. ¡Qué difícil sería decirlo! Ya habían estado solos y no lo hizo.

    ¿Por qué demonios no se sinceró con Aome? ¿Por qué el mañoso sinvergüenza de Miroku, a pesar de su desfachatez y su descaro, había conseguido que Sango lo aceptara aun por encima de esas cosas? Bueno, la exterminadora era… algo tonta y agresiva, pero lo dominó bien y le quitó muchos defectos… en realidad sólo el que le molestaba a ella, lo mujeriego; por lo demás el monje seguía siendo igual de manolarga, encimoso, aprovechado, calenturiento… y al parecer eso le encantaba a la castaña aunque se empeñara en ocultarlo… en el fondo los dos son iguales, por eso se entendían muy bien. Él no podía ser así ni aunque quisiera, pero tenía que hacerlo para demostrarle a la pelinegra que deseaba vivir con ella el resto de su vida. Sacudió la cabeza con presteza porque había sudado un poco. “¿Cuáles fueron las palabras cursis que Miroku dijo cuando se casó con Sango?” pensó tratando de recordar… a lo mejor le servirían para dar el primer paso.

    — Bueno… — le contestó al anciano, aun con el tono subido como su traje — yo…

    La llegada de Aome lo salvó de decir algo frente a todos.

    — Ya podemos irnos, Inuyasha. — dijo la chica entrando con una sonrisa al recinto. Al verlo tan avergonzado preguntó dudosa — ¿Te pasa algo? — y luego miró a su abuelo — ¿Qué ocurre?

    — Sólo le pregunté sí ya había formalizado las cosas contigo. — dijo el anciano sin amedrentarse — Me preocupas hija.

    Ahora fue la muchacha la que enrojeció como tomate y le lanzó a su abuelo una mirada de reproche.

    — Abuelo, acabamos de vernos y no pensaras que… — se dirigió una vez más al peli plateado — Vámonos ya. — volvió a tomarle la mano y lo jaló, obligándolo a levantarse del sillón — Regresamos pronto.

    — Adiós… — dijo el Hanyō guardando un suspiro de alivio y colocándose la gorra.

    — Mi abuelo… — susurró Aome — y sus prejuicios.

    Salieron y vieron a la señora Naomi terminando de barrer el patio. El jardín se veía hermoso y fresco.

    — Mamá, — dijo la chica acercándose a su madre y abrazándola un momento — voy de compras y luego venimos para irnos otra vez con nuestros amigos. ¿Te puedo pedir un último favor?

    — Dime hija — afirmó la mujer con su sonrisa dulce.

    — ¿Tenemos ropa de Sota, de cuando era pequeño, y algunas de mis prendas infantiles?

    — Creo que guarde algo, ¿por? — preguntó curiosamente la señora.

    — Para los hijos de mis amigos… ¿me la obsequias? — dijo con mirada suplicante.

    — Por supuesto — sonrió la mamá nuevamente.

    — Gracias mamá. — la besó otra vez con efusividad — Nos vamos.

    — Cuídense y los esperamos a cenar — se despidió amablemente sin dejar de sonreír.

    — Adiós… — dijo Inuyasha agitando la mano, aun algo inseguro y tratando de adivinar cuales eran los pensamientos de Aome.

    Caminaron un tramo y llegaron a la parada del autobús. Era algo tarde, pues casi anochecía y las luces empezaban a iluminar la calle. Abordaron el vehículo que los llevaría al centro de Tokio. Iban sentados uno al lado del otro pero sin mirarse directamente. Los dos se veían más tranquilos y por el momento no se habían dicho nada. El ojidorado meditaba sobre lo que debería haber hecho ya, observándola de soslayo. Aome rompió el silencio.

    — Inuyasha… — dijo fijando su vista en él.

    No podía dejar de sentir algo… cuando ella lo veía con una mirada dulce y cargada de amor. Se atragantó un poquito. “¿Por qué carajo es tan complicado?” se preguntó una vez más.

    — ¿Qué pasa? — preguntó tratando de fingir indiferencia y sosteniendo su mirada en las pupilas de ella.

    — Lamento que mi abuelo… — se sonrojó un poco y desvió la vista de los orbes dorados — te haya importunado.

    — ¡Keh! No te fijes, — contestó, queriendo minimizar el asunto — ya esta ruco y piensa tonterías.

    — ¿Crees que es una tontería preocuparse por mí? — su mirada cambio por una de enfado.

    “¡Palabras inadecuadas!” pensó cambiando también su expresión por una de susto al verla molesta. Lo que menos deseaba era hacerla enojar porque si no… sería más difícil sincerarse.

    — No… quise decir eso, lo que… — tartamudeó y se atragantó otra vez — es que me dijo… — “¡Dile de una buena vez lo que sientes por ella!” se reprendió internamente y la miró con un poco de desesperación.

    Aome se extrañó un poco de verlo tan nervioso, y meditó que no era bueno enfadarse con él. Después de todo apenas acababan de verse y no debía ser fácil para el Hanyō tratar de ser más amable de lo que ya era… sobre todo considerando que ella ya lo había ignorado al ocuparse más de los demás. Volvió a dirigirle una mirada comprensiva y le sonrió algo apenada.

    — Tienes razón, discúlpame. — le dijo — Mi abuelo a veces dice cada cosa… ¡Ya llegamos! — volvió a tomarle la mano e hizo la parada para bajar.

    Descendieron y se encaminaron a un gran almacén donde vendían toda clase de productos que Inuyasha se pudiera imaginar. Parpadeó asombrado, ya había olvidado las cosas sorprendentes de la época de Aome.

    — Por aquí — dijo la chica sin dejar de sonreír y lo condujo hacia un lugar donde había… extrañas prendas diminutas.

    — Aome… ¿qué es…? — preguntó con tono dudoso.

    — Ropa de bebé. — contestó ella tomando una — Le llevaré algo a Sango y al monje Miroku para sus hijos.

    Recorrieron el lugar escogiendo varios artículos para las gemelas y Miatsu. Inuyasha le platicó sobre la vida familiar de sus amigos, cuándo y cómo se habían casado, el “martirio” de Sango para controlar los desenfrenos de Miroku en su afán de tener… 20 hijos; como se llamaban las niñas y el bebé; sobre Shippou y su escuela; sobre Lin; sobre Koga, su matrimonio con Ayame y sus dos camadas de lobitos… pero no le dijo nada de él y todo lo que sentía y guardaba por ella. Aome también le contó sobre como le fue en el Instituto, el club de arquería; sobre sus amigas y lo que estudiarían; sobre el manga y el anime… sin decirle del todo quien es el principal patrocinador del mismo, pues no quiso incomodarlo sobre Sesshōmaru y el hecho de que el Daiyōkai viviera todavía… y con familia.

    Salieron del lugar llevando varios paquetes para los hijos de sus amigos, regalos para los demás: Shippou, Kohaku, la anciana Kaede, Kirara y Lin; una buena cantidad de sopas instantáneas para el Hanyō (sólo por eso cargo con todo sin protestar demasiado) y otras pequeñas indiscreciones que Aome pensaba darle a su amiga castaña para ayudarla con su fogoso marido. Regresaron en un taxi al templo. La muchacha vio su reloj, no era tan tarde como pensaba, las 7:30 de la noche, así que en Sengoku aun estarían despiertos.

    — ¡Ya llegamos! — saludó Aome a su familia, que se encontraban en la cocina dispuestos a cenar.

    — Bienvenidos. — dijo la señora Naomi tan sonriente como siempre— Pasen que se enfría.

    — ¡Comida! — dijo Inuyasha a modo de saludo y rápidamente tomó asiento.

    — ¿Qué no…? — preguntó la muchacha al ver su actitud. Bueno, merecía que lo consintiera un poco también y así poder despedirse de mejor manera — ¡Inuyasha, lávate las manos! — lo reprendió tiernamente.

    Cenaron en lo que Aome platicaba animadamente de lo maravilloso que seguía el Sengoku, la buena noticia del matrimonio de sus amigos hace tres años, y con tres lindos hijos, que el kitsune iba a la escuela y… que había decidido llevarle regalos a todos.

    — Y… ¿cómo regresaste? — preguntó Sota dudoso en cuanto su hermana paró su parloteo, pues a veces le gusta hablar hasta por los codos — ¿Crees que puedan volver allá?

    Hasta entonces se dio cuenta de lo que había hecho… pero sonrió porque estaba más que segura del que el mejor lugar para vivir con su amado era el Sengoku y lo sabía… desde hace tiempo.

    — Regresé porque quise venir por obsequios para mis amigos. — observó con calma viendo a su hermano, terminando de comer su porción — Y volveremos porque allá es donde viviremos.

    — Suena… lógico — parpadeó Sota, tratando de verle la simplicidad al asunto como lo hacía Aome.

    La pelinegra ayudó a su mamá a limpiar la cocina y lavar los trastes. Subió por su mochila y acomodaron su equipaje. Después… volvió a abrazar a su familia despidiéndose, pero esta vez se sentía más tranquila por tener a Inuyasha con ella.

    — Ahora si nos vamos — dijo besándolos en cuanto los abrazó.

    — Vuelvan si pueden. — dijo la mamá con dulzura, y después miró al ojidorado sonriéndole como acostumbra al momento de darle un pequeño abrazo — Te la encargo, vivan felices como una nueva familia.

    Por enésima ocasión Inuyasha enrojeció brevemente. Vivir con Aome… lo había deseado muchas veces, más que Miroku y Sango le restregaban sin querer las dichas del matrimonio. Aunque ahora que… primero lo primero.

    — No se… preocupe — respondió avergonzado.

    — Cuídense, — dijo Sota a modo de despedida — y quiéranse mucho hermano Inuyasha — le sonrió igual que su madre.

    — Y no lo olvides, — agregó el abuelo mirándolo también, y después le palmeó la espalda con amabilidad — hazla feliz.

    Salieron llevando cada quien sus respectivos bultos, dirigiéndose nuevamente al pozo. En el camino se despidieron de “Inu” con una caricia. El perro movió la cola y los miró con afecto. Se apartó corriendo hacia la casa.

    — Ahora si ya es tarde. — murmuró Aome viendo su reloj — ¿Crees que estén despiertos?

    — Miroku y Sango sí — afirmó el muchacho y la levantó con cuidado de la cintura hasta el brocal. Ella le sonrió con ternura.

    Una vez se sintió acalorado, “¿Por qué diablos no hablas ahora?” se dijo internamente mirándola entre tierno y apenado.

    — Gracias. — le dijo la chica con cariño, y, al notar su expresión, le preguntó — ¿Sucede algo?

    — No… — “Cambio de tema” pensó rápidamente — es que no me gustaría… interrumpirlos en sus cosas… — “Buen pretexto” — porque ese Miroku luego no se mide.

    — ¿Qué no me contaste que apenas hace quince días nació el niño? — dijo extrañada — Y tú mismo me dijiste que Sango no lo dejaría abusar antes de la cuarentena.

    — Si… — “¡Diablos, lo olvide!” — es que… ya lo conoces… y Sango… lo aguanta.

    — Tienes razón. — Aome meditó un poco — En fin, vamos.

    Saltaron y atravesaron una vez más la barrera del tiempo. En ese lapso Inuyasha la miró de reojo. Había cambiado un poco y ya no tenía rasgos tan infantiles, se notaba la madurez de tres años, dieciocho es una buena edad. Aún así sus facciones seguían tan bonitas como antes y su mirada reflejaba la dulzura de la inocencia. Ella también lo había esperado y su corazón le pertenecía. El ojidorado sonrió otra vez.

    Llegaron y se encaminaron a la aldea, hacia la cabaña de sus amigos. Y si… la pareja estaba despierta. Al fin, después de un pesado día de travesuras, las niñas se durmieron en los brazos de su padre y Miatsu tomaba su última ración de leche del día. Miroku estaba de pie, muy cerca de su esposa y dirigiéndole miradas de amor a ella y de cariño a sus hijos. Sango arrullaba al bebé, acunándolo tiernamente y hablándole bajito, sentada en el acceso a la casa. La imagen familiar era una linda estampa a los ojos de la pelinegra.

    — Hola otra vez. — sonrió Aome bajando su mochila — Siento que nos fuimos de mala manera.

    Los esposos parpadearon al verlos y después… correspondieron su sonrisa.

    — Es un gusto verla nuevamente señorita Aome — dijo Miroku sin dejar de arrullar a sus hijas.

    — Me alegra que estés bien Aome — añadió Sango acariciando al pequeño tragón y mirando dulcemente a su amiga.

    La chica no se contuvo y se abalanzó primero sobre Sango, apretándola efusivamente pero con cuidado para no lastimar al bebé soñoliento.

    — ¡Sango, me da tanto gusto verte! — sollozó un poco — ¡Y que tengan tan lindos hijos!

    — Aome… gracias — le dijo también con unas cuantas lagrimitas pero sin abrazarla por tener las manos ocupadas.

    Se dirigió a Miroku y casi lo besa en el cachete de lo contenta que estaba.

    — ¡Monje Miroku! — le dijo apartándose con cuidado — ¡Qué buen padre es usted! ¿Puedo cargarlas? — miró a las pequeñas dormidas con mucha ternura.

    — Tome a la que guste y podemos pasar para acostarlas. — dijo el ojiazul sin dejar de sonreír — Bienvenido Inuyasha — miró a su amigo, que también ya había dejado en el suelo el bulto que cargaba.

    La pelinegra agarró cuidadosamente a una de las niñas y siguió al monje al interior de la vivienda. No era muy grande, pero si bien distribuida para que tuvieran comodidad, y muy limpia. Los esposos se preocupaban por vivir en las mejores condiciones para sus hijos y Sango era buena ama de casa, aunado a que Miroku le ayudaba cuando estaba con ella. Inuyasha se quedó afuera y, al fijarse bien en la castaña, que alimentaba a su bebé, volvió a enrojecer y desviar la mirada. Su amiga volvió a sonreír una vez más al notar su pena.

    — Adelante, — le dijo — acompaña a Aome.

    No tuvo que repetirlo, pues el ojidorado entró presuroso.

    — Es nuestro humilde hogar. — señaló Miroku a su amiga entrando al pequeño cuarto de las gemelas — No es un palacio pero…

    — Es bonito y acogedor, — contestó ella observándolo todo — perfecto para ustedes.

    — Sólo que si la familia crece más… — dijo el ojiazul acostando suavemente a su hija dormida — A ver señorita Aome, deme a Kikyō.

    — ¡Ay monje Miroku! — le reprochó con cariño entregándole a la chiquilla — ¿En serio quiere veinte hijos?

    En ese momento entró Inuyasha hablando un poco bajo.

    — Esa Sango es tan… — decía.

    — ¿Qué le criticas a mi mujer? — Miroku lo miró entre enfadado y divertido, ya sabía cual era la causa de su sonrojo.

    — ¿Qué tiene Sango? — preguntó Aome dudosa.

    — No… nada — reaccionó el peli plateado, recordando que Aome estaba allí.

    — Si usted lo hubiera visto señorita Aome… — se levantó Miroku después de terminar de acomodar a sus gemelas y arroparlas con ternura, para dirigirle una mirada pícara a Inuyasha — Vamos afuera a platicar, para no despertar a mis “mujercitas” — sonrió al notar la expresión de enfado del ojidorado.

    — Oye no empieces… — iba a replicar el aludido.

    — Afuera me gritas lo que quieras. — lo hizo callar Miroku con un gesto de la mano en lo que la pequeña Ahome se retorció un poco — Si las despiertas, tú las duermes. Señorita Aome, por favor — le indicó amablemente cediéndole el paso.

    Inuyasha cerró la boca porque conocía que esas pequeñas “diablitas” lo torturarían en grado máximo. Se fue detrás de Aome. Miroku no podía dejar de sonreír. Ya afuera, Sango tenía levantado a Miatsu sobándole la espaldita y sin haberse cubierto del todo. El pequeño parecía dormir plácidamente y con expresión satisfecha. Miroku tomó al niño con cuidado, el cual eructó y… se durmió al fin sin cambiar la carita. Sango se acomodó mejor la túnica y Aome miró al chiquillo con ojitos tiernos.

    — ¡Se parece a usted monje Miroku! — dijo con voz soñadora — ¿Puedo cargarlo?

    — Por supuesto — intervino la castaña y se levantó con cuidado.

    Miroku le entregó el pequeño a la pelinegra y abrazó a su esposa.

    — ¿Te ayudo a preparar el té? — le dijo amorosamente guiñándole un ojo, dándole a entender que dejaran un momento a sus amigos.

    — Claro amor. — contestó su amada, comprendiendo la indirecta y besándolo en los labios — No tardamos, siéntete en casa Aome.

    Entraron a la vivienda abrazados, dejando a sus amigos con su hijo. Aome los miró un momento y se sintió tan contenta de verlos tan unidos. Todos los problemas y las situaciones originados por Naraku quedaron atrás, y ahora el futuro le sonreía a esa linda pareja. Se sentó junto al peli plateado mirando absorta al nene dormido.

    — Es tan hermoso, — dijo en tono bajo y dulce — ¿no te parece Inuyasha? — y ahora lo miró a él con expresión de amor.

    Pues… viéndolo bien la escena era tan tierna… ya la había imaginado así, sólo que el niño tenía que ser de ellos, no de sus amigos. Aome se veía muy linda cargando al bebé, y eso le trajo de regreso a su memoria lo que debía haber hecho desde que la vio nuevamente.

    — Oye Aome… — dijo un poco apenado, y trató de sostener su mirada ante los ojos cafés — te… — volvió a sentir un nudo en la garganta “¿Por qué es tan difícil decirle lo que siento?” se preguntó por enésima vez.

    — ¿Qué te pasa Inuyasha? — preguntó la chica notando su expresión nerviosa — Te he notado extraño.

    El pequeño Miatsu interrumpió el momento al percatarse de que no eran los brazos de su madre los que lo acunaban y… lanzó un berrido, haciendo que los dos se sobresaltaran un poco.

    — ¡Tranquilo bebé! — Aome lo arrulló hablándole con cariño — No llores… Inuyasha, haz algo.

    — ¿Qué? — preguntó aquel sin saber de verdad que hacer.

    Afortunadamente Sango salió en ese instante, algo apurada y apenada.

    — Permíteme Aome. — y tomó delicadamente al pequeño gritón — Ya Miatsu, mami está aquí — le habló con dulzura acercándolo a su pecho.

    El nene se tranquilizó al reconocer el aroma de su mami y pareció dormirse otra vez. El ojidorado le lanzó a la castaña y al pequeño una mirada fea.

    — Se me hace que este chamaco es como su padre… — dijo de malos modos.

    — Sólo es un bebé — le reprochó Aome.

    — Tranquilos. — intervino Sango y entró con el pequeño — En seguida estará el té.

    Solos… por enésima ocasión. Tenía que aprovechar la oportunidad y sincerarse con ella de una buena vez por todas.

    — Aome… — volvió a tartamudear mirándola fijamente y tomando, ¡al fin!, sus manos; eso sí, con el tono tan encendido como su traje.

    — ¿Sí? — dijo ella con dulzura, sin quitarle la vista de encima, pero también bastante colorada.

    — Yo… — “¡Mierda!, ¿por qué Miroku lo hace parecer tan fácil?” pensó desesperado — quiero…

    Y, nuevamente, por enésima ocasión, fueron interrumpidos por… un alborotador que se abalanzó sobre la muchacha golpeando a Inuyasha sin querer en la cabeza, y haciéndolo cambiar su tierna expresión por una de verdadero enfado.

    Nota de la autora: Jajaja ¿ya ven que no iba a ser tan fácil?, porque Inuyasha no es cursi, es verdaderamente poco romántico y no encuentra la mejor forma y el momento oportuno para sincerarse con Aome, aunque tuvo muchos… tendrá que pedir ayuda desesperada al único que puede ayudarlo, el rey de la cursilería en esta historia (y de hecho en muchas, tengo varias ideas para ese monje ocurrente)… jajaja chequen lo demás que estará divertido antes de que al fin hablé, con apoyo de la pelinegra, que también tendrá que poner de su parte para que se de cuenta que el amor que siente por él es grande. Sayonara.
    P. Kag love Inu te debo el beso hasta que al fin le declare lo que siente… vamos a hacerlo sufrir un poco, pues él no es romántico ni directo en las cosas del corazón (de hecho ni yo jajaja, Miroku es más fácil porque si es cursi… pero Inuyasha no… lo que estoy sufriendo para sacar su lado romántico… y luego pensar en mi hijo mayor, cara de estatua y corazón de hielo…. su vida sentimental será un martirio para retratar jajaja)
     
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  7.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

    Virgo
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    hola!!!!!PRIMERA EN POSTEAR!!!!
    me encanto la conti!!!POR DIOS COMO PUEDE SER TAN COBARDE!!!
    es algo que no me entra en la cabeza!!!y repito como gritaba viendo el anime el orgullo no los hará felices!!no les dará hijos!!no les dará amor!!
    AL DIABLO EL ORGULLO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!jejejeje ni creas que me emociono!!!es que...es que no me desespera!!!miroku sera cursi pero el a donde a llegado por ser cursi ah???!!inu necesita unas clasesitass!!!!!!!espero con ansias el proximo capitulo!!!!y qye no haya mas interrupciones de parte de nadie ¬¬ ashh parece que les dan tarea (a ver quien logra interrumpir mas confesiones amorosas!!)sip bien dicho kimiko!!!bueno esperare!!!
    XOXO
    bye!!
     
  8.  
    Lucy J Watson

    Lucy J Watson Usuario común

    Aries
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    Hola estuvo muy bueno este capitulo
    Bueno pobre inuyasha quiere decirle sus sentimientos a kagome pero no puede por que se apena(es un cobarde).Espero que le diga pronto a kagome lo que siente(si sera muy romántico).
    continualo pronto.
     
  9.  
    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

    Escorpión
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    Jajajajajajajjaa, pobre Inu, todo lo que tiene que pasar, pasó practicamente el capi entero rojo de la vergüenza, jajajajajajajaajja, más pobre por las interupciones, me pregunto qué hubiera pasado si Inuyasha hubiera conocido al sesshomaru del futuro, seguro y sentiria celos, jajajajaajajaja, no, no lo creo.

    Que tierno, ya me lo imagino, ahome con el nene de Mirocu y Sango abrazada a Inu, eso se vio tann... Kyaaaaa... romantico, pobre de ti y lo que tendrás que soportar para haser que Inu se declare sin romper su modo de ser, y mas con nuestro frio Youkai (mas mio que de ustedes) otra vez le va a pedir consejo al monje, esto se va a complicar mas de lo necesario.

    Lo que de verdad me mató fue cuando Inu conoció a "Inu" jajajajajajaajajajaja, que se parece a Sesshy version chibi, ¿celos? jajajajaajajajaja, me gustó cuando ambos se gruñeron, pero Inuyasha le demostro quien es el jefe. Estubo buena la conti, siguela pronto, sayo.
     
  10.  
    Kai

    Kai Usuario VIP

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    Ohhh...Tranquila esperaré pacientemente el beso, espero qeu lo describas muy bien, te puedo ayudar..(deja de ser encimada) No soy encimada.
    Me gusta mucho como dominas a INuyasha no permites que su personalidad se modifique y eso me encanta.
    He de suponer que el que saltó encima de ellos era Shippo ¿no?, bueno tenía que estar feliz por ver a su "mamá" allí, y que se iba a quedar.
    PD: Seré paciente (yo lo dudo -.-) ¡Cumplo mis promesas, enserio!
    Sayo.
     
  11.  
    DanyNeko

    DanyNeko Tú imaginación es el camino a la felicidad

    Sagitario
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    Oh mi dios
    Ahy pobre de mi inu siempre lo interrumpen pobrecito my bebe.
    Yo pense que se iban a llevar a "inu" con ellos al sengoku, de seguro a shippo le caeria muy bn
    Hay miatsu si que se parece a su padre paro en lo metio.
    Y ahora es (me imagino) Shippo quien lo interrumpio dira -mami volviste-jajajaja(yo y mis lokuras)jajajaja
    Me dio risa cuando inu e "inu" se gruñeron el uno al otro e "inu" se quedo con la colita entre las patas jajaja
    Me pregunto que hubirera pasado si inuyasha uviera visto a sesshomaru????
    Esperare ese beso y esa declaracion con ansias
    Avisame cuando la continues plisssssssssssssss
    ATT: Dany-Chan​
     
  12.  
    kagomeG

    kagomeG Usuario común

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    *música de cuando gana tu equipo de fut boll* Oleeeee!!! Oleeee!!! Olee! Olee! Oleee! Oleee!
    Pensé que dejaría el orgullo por un lado... Aun que no creo que sea tanto el orgullo ah de ser la manera de sincerarse y eh de admitir que es PÉSIMO en eso... (eso si! Poblé una araña de 5 metros y no le costará nada matarla)
    Pero Aome le tiene que ayudar, sabe como es... Claro que no todo lo tiene que hacer ella pero si darle un comienzo y que el ya se deje llevar... Ummm...
    Al canijo lo único que lo salva son las interrupciones que a cada segundo tienen... Aun que la escena de el bebe con ellos se me hizo muy cómica... Ya los eh de ver...

    Según mis cálculos en unos marinemos diez o once meses tendrás que saber que hacer. Buahahaha!!!
    Luego lo del abuelo! Fue de lo mas cómico!!! (abuelito loco... InuYasha tiene razón... Ese anciano ya no sabe lo que dice) y luego la familia dándole consejos a la pareja, el abuelo diciendo que es hombre y tiene que ser firme con lo que le comprometa con su nieta... La mamá diciendoles que sean felices... ¡BUENO! Yo creo que el nunca extraño el sengoku como en ese momento... Me refiero a la pena que debió de haber afrontado (y yo que Aome... Bueno no estaría tan tranquila con los comentarios de la familia... Que pena!aun que sea mayor de edad... No quita que sea su familia)
    Ahhh!!! Ok ya me desquité!
    Y muero por el momento de que Inuyasha le toque estar con Aome en el parto... Buahahaha! Se tendrá que aguantar! Hahaha daría una fortuna por ver su cara!
    Gracias por avisarme amiga! Y espero la conti como nunca antes! Y también la de "un juego por la vida de... Naraku"

    KagomeG
     
  13.  
    Mar Sasha

    Mar Sasha Iniciado

    Piscis
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    ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡HOLA!!!!!!!!!!
    Soy yoplay oye te felicito
    Pobre Inu, no puede ser tan romantico como el pervertido de miroku
    Me matas, de la emocion[​IMG] quien sera el que los interrumpi?
    Al principio pense que era koga... pero Koga tiene que ocuparse de Ayame y sus cachorros
    Por lo que no tengo idea de quien sera
    bueno es todo
    ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡SAYO!!!!!!!!!!!!!Ç
    P.D. ¿ Cual es tu receta para la imaginaion? ver tele... oir musica... leer muchos fics... dormir más de 8 hrs., o que?
    Otra pregunta ¿quien es la esposa de Sesshomaru?
     
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  14.  
    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

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    Título:
    Pasado mañana (inu/kag,mir/san,sess/?)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    56
     
    Palabras:
    3284
    me di mi escapada gracias por sus comentarios y si adivinaron quien es el moleston.... matenlo!!!!! jajaja

    Capítulo 21 parte 2

    — ¡Aome! — gritó Shippou lanzándose sobre ella, apoyándose en la cabeza de Inuyasha — ¡Regresaste!

    — ¡Shippou! — reaccionó la muchacha y ya iba a agarrar al kitsune con expresión contenta, pero en ese momento…

    ¡PLONC! Al zorrito le brotaron como tres chichones en lo alto de su cabeza y comenzó a ver estrellas mientras sus ojos daban vueltas en remolino; la expresión del peli plateado era de ira contenida.

    — ¡Chaparro de mierda! — le espetó al golpearlo — ¿Por qué carajo me interrumpes en este asunto importante? — lo que hizo que la chica parpadeara un poco.

    Adentro de la cabaña… Miroku y Sango escucharon el golpazo y el grito de furia del Hanyō… e hicieron una cómica expresión resignada.

    — Shippou… — dijeron al unísono con la misma cara.

    — ¿Cuándo aprenderá a no ser tan inoportuno? — observó Miroku sin cambiar el gesto.

    — Creo que… — dijo Sango, y ella sí cambió el gesto por uno preocupado, acomodando a su hijo dormido, el cual llevaba en brazos — vamos ahora o Inuyasha terminara matándolo.

    — Eso si la señorita Aome lo deja.

    Tomaron unas “tazas” y una bandeja para llevarlas, junto con un recipiente para servir el té que les habían ofrecido a sus amigos, y esperando llegar a tiempo de evitar un final drástico para ese día.

    — Inuyasha… ¿por qué…? — decía la pelinegra tomando en brazos al pobre kitsune desmayado.

    — ¡Porque es un “metomentodo”! — soltó con enojo sin dejarla terminar — ¿Cómo se atreve a molestarnos en…? — y se calló al instante, cambiando su expresión de furia por una de vergüenza.

    Aome le lanzó una mirada de reproche sobando la cabeza del pequeño zorro y levantándose.

    — ¡No seas tan agresivo! — le dijo enfadada — ¡Sólo es un niño!

    — ¡Qué niño ni que nada! — volvió a enfurecerse levantándose también — ¡Es un miserable aprovechado!

    Los esposos salieron… era el momento preciso para evitar que la pelinegra se molestara más y mandara al ojidorado de cara al suelo, como hace tanto tiempo.

    — Eee… — dijo Miroku llevando la charola con las “tazas” — perdón, es que el agua tardaba en hervir…

    — … pero ya esta listo — completó Sango con una falsa sonrisa.

    La pareja de peleoneros volteó a verlos con sus caras molestas… pero se tranquilizaron al darse cuenta que sus amigos habían evitado un pleito entre ellos. Se pusieron colorados.

    — Gr… gracias — dijo Aome sentándose otra vez, algo aturullada y sin soltar a Shippou, que aún no se recuperaba. Le sobó los chichones.

    Inuyasha también se dejó caer al piso en su pose habitual y cruzado de brazos. La castaña sirvió cuidadosamente el té y el ojiazul le dio una “taza” a cada uno. Los esposos se sentaron juntos, un poco apartados de sus amigos. Nadie dijo nada y empezaron a beber, notando que la bebida no estaba tan caliente. El ojidorado miró a sus amigos de forma escrutadora en lo que la de ojos cafés sorbía el té. El matrimonio le sonrió al peli plateado con un poco de pena, sin dejar de tomar de sus respectivas “tazas”. Hasta ese rato hicieron como que no se daban cuenta que Shippou estaba ahí, y eso porque el zorrito se despabiló y se tocó los chichones de la cabeza lanzando un quejido.

    — Shippou… — dijo Miroku en tono serio, fingiendo sorprenderse ante su presencia — ¿no deberías estar dormido ya?

    — Podías esperar para saludar a Aome — puntualizó Sango con el mismo tono de su marido.

    — ¡Inuyasha!, — lloró el aludido sobándose a sí mismo la cabecita — ¿por qué me golpeaste? ¡Yo también quise saludar a Aome hoy!

    — Tranquilo Shippou… — dijo la aludida abrazándolo nuevamente.

    — ¡Keh! — espetó Inuyasha de mala manera — Eso te pasa por ser tan impertinente y metiche.

    — ¿Qué tiene de malo venir a saludarla? — lo encaró el pequeño sin apartarse de la pelinegra — No fuiste el único que la extrañó.

    — Miserable chaparro de mierda… — lo fulminó con su dorada mirada.

    — Por favor, no peleen — dijo Aome tratando de tranquilizar las cosas.

    A Miroku y Sango les brotó una gotita anime ante las palabras de los dos “animales” bravucones, después pusieron los ojos en blanco un breve instante y luego le lanzaron una mirada enojada al kitsune llorón. “Este jovencito no se da cuenta de nada” pensaron por igual.

    — ¿Por qué no… tomas un poco de té y te vas a dormir ya? — sugirió Miroku viendo a Shippou con una expresión terrorífica.

    — Los niños deben dormir temprano. — completó Sango, aunque su expresión no era tan terrible — Mañana platicarás todo lo que quieras.

    Aome parpadeó por enésima ocasión, sin comprender el por qué del comportamiento de sus amigos hacia el pequeño zorro. Lo soltó con cuidado dejándolo en el piso. El pobre kitsune también se espantó un poco al ver a los esposos enfadados con él como casi nunca. Inuyasha no pensaba decir nada más, únicamente le dedicó una mirada rabiosa al enano entrometido y le volteó el gesto. Aún así Shippou no se iba a ir sin antes aclarar algo que lo dejó intrigado por un instante. Así que le dirigió al Hanyō una mirada entre tímida y retadora.

    — Por cierto… ¿qué pensabas hacerle a Aome que le agarraste así las manos? — soltó hablando no muy alto y haciéndose para atrás.

    El ojidorado lo miró una vez más, ahora con cara de enfado y el tono súbitamente enrojecido. Se levantó de un salto para abalanzarse sobre él.

    — ¡Carajo Shippou, — dijo agresivamente como si lanzara un gruñido — a ti te vale m…!

    — ¡OSUWARI! — gritó Aome con enojo.

    ¡PAF! El azotón acostumbrado de hace tiempo… aún así nunca había olvidado lo que dolía. Shippou salió disparado hacia la cabaña de la anciana Kaede, pues notó que no era nada conveniente compartir el té con sus amigos. Miroku y Sango se abrazaron un poco, entrecerrando los ojos en el instante en que la pelinegra dijo el conjuro mágico; parpadearon al ver a su amigo peli plateado en el suelo, para después soltar un suspiro de resignación.

    — Aome… — dijo el Hanyō con la cara en el piso — ¿por qué lo hiciste?

    — ¿Por qué sigues siendo tan enojón? — le soltó la chica acercándose a él y mirándolo aun molesta.

    — Señorita Aome, — intervino el ojiazul tratando de suavizar la situación, sin haber soltado a su esposa — es que usted no sabe… como la extraño Inuyasha.

    El ojidorado se levantó presuroso… no permitiría que el monje charlatán se expresara por él. Tenía que decirlo personalmente, pero no frente a ellos.

    — ¡Cállate Miroku, — le soltó con enojo — no hables de más!

    — Inuyasha… — se sobresaltó un poco la muchacha porque estaba cerca de él, y suavizó su mirada — yo también te extrañé… mucho.

    Y volvió a abrazarlo, tomándolo por sorpresa y haciéndolo enrojecer otra vez, pero en esta ocasión porque sus amigos se encontraban ahí, los cuales hicieron el mismo gesto de tranquilidad al ver que por lo menos no pelearían. De adentro se escuchó un llanto… el bebé lloró al no sentir a su madre a su lado.

    — Miatsu… — dijeron los esposos y suspiraron resignados.

    Miroku ayudó a Sango a levantarse y ella entró presurosa.

    — Espero que Ahome y Kikyō no se despierten también. — observó el ojiazul volviendo a sentarse. Dirigió la vista a sus amigos — Bueno, creo que es tiempo de descansar… mañana será otro día para poder platicar.

    Aome había soltado a Inuyasha al momento de escuchar el llanto del niño. Vio entrar a su amiga a su hogar y pensó que su amigo estaba en lo cierto… el día de mañana se contarían varias cosas, sobre lo mucho que los había recordado. No volvería a dejar a su amado, eso era importante para ella.

    — El monje Miroku tiene razón, — confirmó dirigiéndose al peli plateado — ¿dónde voy a dormir? — lo miró profundamente.

    El Hanyō volvió a enrojecer. “¿Qué diablos piensa Aome?” se dijo internamente sintiendo como ardía su rostro.

    — ¿Por qué… me lo preguntas? — tartamudeó.

    — No voy a incomodar a nuestros amigos ni… — ahora ella sintió el nudo en la garganta, porque tampoco lo había pensado bien — a la anciana Kaede a estas horas de la noche.

    — No pensaras que… — Inuyasha desvió la dorada mirada de la muchacha — tú y yo…

    Miroku parpadeó un poco al observar sus reacciones, era más que obvio que Inuyasha no se había sincerado con ella y Aome no iba a ser la lanzada que se le ofreciera. Sería menester ayudarlos tantito.

    — Descuide señorita Aome, puede quedarse con nosotros. — afirmó con una sonrisa — Dormirá en el cuarto de las niñas, son muy quietecitas.

    — ¿No será mucha molestia? — dijo la aludida, mirándolo con pena.

    — Para nada, es usted bienvenida, no lo olvide. — se levantó — Le diré a Sango y le prepararé algo. Permítame.

    El peli plateado hizo malacara en lo que el monje entró a su vivienda. “¿Qué pretende ese libidinoso teniendo a Aome en su casa?” pensó.

    — Que pena — dijo ella, sacándolo de sus pensamientos.

    La miró y notó su azoramiento. Pero en este momento era razonable, no podría estar con ella hasta no formalizar nada; él no sería un pervertido… pero Miroku sí lo era, así que…

    — Oye Aome… — le dijo sin quitarle la vista de encima.

    — ¿Qué pasa? — preguntó dudosa.

    — No… nada — desvió la mirada, era a otro al que tenía que poner sobre aviso.

    El monje volvió a salir.

    — Puede pasar señorita Aome. — dijo y volvió a sentarse — Esperaré a que se cambie, no se preocupe. Ahome y Kikyō dormirán con nosotros.

    — ¿Se despertaron? — preguntó bastante apenada.

    — Fue por los gritos de su hermano. — sonrió otra vez — Ahora ya están los tres con Sango. Adelante, con confianza.

    — Gr… gracias — tartamudeó otra vez, tomando su equipaje.

    Inuyasha entró también por un instante, para colocar dentro el bulto que él había cargado. Después, al salir, miró a su amigo de forma escrutadora.

    — Óyeme bien libidinoso, — le soltó — donde quieras pasarte de listo…

    El ojiazul lo miró enojado.

    — ¿Quién crees que soy? — le espetó enfadado — Un hombre casado con familia que ama a su mujer. Me ofendes.

    — Será que te conozco — dijo sin inmutarse.

    — Pues no me conoces bien todavía. — le reprochó — Y debería darte vergüenza poner en entredicho la virtud de la señorita Aome y pensar que yo haga algo tan bajo, a ella y a mi esposa.

    Inuyasha bajó la vista avergonzado. ¿Cómo se le ocurrió pensar que Aome permitiría… que Miroku hiciera… que Sango…?

    — Lo… siento. — sacudió la cabeza — Es que…

    — Mis mañas de antes… eran por una razón tonta. — lo interrumpió el monje — Ahora tengo todo lo que quise con mi hermosa mujer, — suspiró un poco — y sería un idiota si anduviera buscando en otra lo que me brinda con tanto amor. — volvió a suspirar — Además respeto a la señorita Aome… tú lo sabes. — y lo miró, ya más tranquilo — Discúlpame si alguna vez me pasé… que fueron pocas antes de darme cuenta que Sango era tan especial para mí como ella para ti, aunque no querías admitirlo.

    Se silenciaron un momento, en lo que el peli plateado recordaba todas las cosas vividas en aquella época lejana. Era cierto que Miroku también le había insinuado a Aome esa petición sin nada serio de por medio, como hacía con todas las mujeres bonitas que conocía, sólo con el afán de dejar descendencia que pudiera continuar la lucha contra Naraku si él llegaba a morir antes de romper la maldición, y eso no excluyó a la exterminadora casi al principio de conocerla; pero, en cuanto fue tratando más a Sango, se dio cuenta de que ella era la mujer especial con quien verdaderamente quería vivir y compartir todo. Por eso a la castaña sí le pidió matrimonio, a su manera, un poco más confiado en que terminarían con el engendro que lo maldijo y sería libre para tener una familia.

    Aome salió en ese instante, vestida ya con su típica pijama y… abrazó a Inuyasha una vez más.

    — Que descanses Inuyasha. — le dijo con cariño — Nos vemos mañana.

    El Hanyō enrojeció hasta la cabeza… y también la abrazó con cuidado con un solo brazo, dirigiéndole al monje una mirada como diciéndole que no abriera la boca. El ojiazul sonrió una vez más y se levantó en silencio, haciéndole un gesto de despedida y entrando a la vivienda.

    — Buenas noches Aome — le dijo suavemente.

    Se quedaron un rato más así, en lo que sopló una suave y cálida brisa que agitó sus cabellos, hasta que Inuyasha se apartó cuidadosamente porque… no quería llevársela de mala manera con él. Le acarició la mejilla y se fue con rumbo al árbol sagrado. La pelinegra lo vio alejarse, sintiendo que su corazón latía con fuerza. Ya no se iría nunca y esperaba vivir junto a su amado en poco tiempo… sólo era cuestión de que se sinceraran… ambos.

    Entró y se fue a despedir de sus amigos con algo de pena. Las niñas ya se habían dormido otra vez y Miroku las acomodaba bien sobre la colchoneta en lo que Sango arrullaba al pequeño Miatsu cantándole en voz bajita y cariñosa.

    — Perdón… — dijo asomándose al cuarto — buenas noches y gracias.

    — Descansa Aome — contestó Sango con una sonrisa dulce.

    — Descuide señorita Aome, — dijo Miroku con el mismo tono amable de su esposa — no se preocupe por nada.

    — Bueno es que… — se sonrojó la pelinegra — no quise ser inoportuna.

    — Tranquilícese y mejor piense en como hacer que Inuyasha se sincere — intervino el ojiazul una vez más, dirigiéndole una sonrisa pícara.

    El sonrojó de la chica se acentuó.

    — Eee… — tartamudeó.

    — Miroku, — le dijo Sango a su marido con un poco de reproche — es asunto de ellos.

    — Aún así no dude en pedirnos ayuda, porque lo testarudo no se le quita del todo — afirmó el monje sin dejar de mirarla fijamente con picardía.

    — Si… gracias otra vez — contestó la aludida y se retiró algo apurada y bastante avergonzada.

    “¡Qué cosas se le ocurren al monje Miroku!” pensó al llegar al cuarto donde dormiría, para después suspirar por un breve instante, pues realmente quería aclarar las cosas con su amado Hanyō.

    — Miroku… — dijo la castaña sin cambiarle el gesto a su amado.

    — Amorcito… ¿puedes creer que no le ha dicho nada? — dijo el aludido en tono inocente y viéndola con ojitos tiernos de borrego — Y eso que anhelaba su regreso.

    — Bueno, Inuyasha no es… — afirmó Sango pensándolo un poco — muy abierto que digamos.

    — Si hasta poemas le escribió. — recordó el ojiazul sonriendo nuevamente, y tomó al pequeño dormilón entre sus brazos para que su esposa se acostara con cuidado — Y ni que decir las veces que nos espió para aprender algo. No cabe duda de que es… algo tímido todavía.

    — Ha de ser más difícil decirlo de frente para él — suspiró ella después de enrojecer un poco al recordar esa indiscreción de su amigo ojidorado, y se acomodó bien.

    El monje acomodó también al pequeño dormido al lado de su esposa, junto a las gemelas, y él se acostó del otro lado.

    — Pues habrá que darle un empujoncito… a los dos. “Vengaché pa’acá” vida mía. — abrazó cariñosamente a su amada mirándola con deseo contenido, atrayéndola a él y besándola con ternura y suavidad en los labios — Te voy a comer a besos — le susurró mañosamente plantándole varios ósculos en el cuello y las orejas de forma amorosa.

    — Miroku… amor… — sonrió Sango a la vez, retorciéndose un poco entre sus brazos como queriendo soltarse, aunque sin hacerlo realmente — me haces cosquillas… la cuarentena… los niños… Aome…

    — Sólo diez besitos más y a dormir — dijo pícaramente su amado apretándola más a su cuerpo, y la hizo callar con un beso profundo y apasionado en la boca, a lo que ella correspondió abrazándolo también con pasión.

    En el cuarto de las pequeñas, Aome meditaba sobre ciertas cosas. ¿Por qué Inuyasha se había comportado tan extraño? En realidad lo notó algo desesperado tratando de decirle… cosas importantes, ¿qué podría ser? ¿El monje Miroku y Sango lo sabían? Suspiró nuevamente y tomó el álbum con los poemas, tratando de leer a la luz de la vela. Leyó algunos cuantos y volvió a cerrarlo, guardándolo otra vez en el equipaje y tomando a su perrito de peluche, al cual abrazó con cuidado. Suspiró por enésima ocasión y se percató de que en ese lugar se respiraba amor… de pareja y de familia.

    — ¡Ay Inuyasha!, — se dijo en voz baja — te hace mucha falta este tipo de amor… — se sonrojó levemente — Ya estoy aquí… pero no se que hacer para…

    Se acomodó en la “cama” apagando la vela y tratando de encontrar la mejor forma de hacerle entender que el sentimiento seguía siendo el mismo, recíproco, y que no tema expresarlo de frente. Antes de caer dormida se imaginó viviendo con él como vivían sus amigos, en un ambiente de armonía. Sonrió complacida y se dejó llevar por sus sueños.

    Y en el árbol sagrado… Inuyasha también se encontraba sumido en sus pensamientos. Todo el tiempo a solas que estuvo con la pelinegra y no pudo expresarle lo que guardaba en su corazón y en su mente. Se sintió un poco estúpido al comprobar que todos sus esfuerzos… no le ayudaron a la hora de la verdad. “¡Carajo!,” pensó “ni aunque fui a escuchar a ese par de… decirse… sus cosas”. Se sonrojó otra vez recordando eso y lo que hicieron que se imaginara, y el escalofrío acostumbrado ante las indiscreciones de sus amigos, principalmente del monje, le recorrió la espalda. Volvió a sacudir la cabeza borrando la imagen de Aome en actitudes cariñosas como las de la castaña con su marido. “¡No pienses eso, tú no eres pervertido!” se reprendió duramente. Suspiró y dirigió la ambarina mirada a la luna en cuarto menguante. En menos de seis días sería luna nueva… tal vez como humano podría expresarse mejor.

    Nota de la autora: Hasta a mi me cuesta que Inuyasha exprese sus sentimientos porque nunca he pasado por una situación semejante… por eso me queda tan mal, pero se hace lo que se puede con ayuda profesional jajaja. Todavía otro poquito más de indecisión hasta la hora de la verdad y otras cositas para darle más interés a “Pasado mañana” que tendrá un final de telenovela (eso digo jajaja). Sayonara y diviértanse con “Un juego por la vida de Naraku” y su visión de comedia semirromántica. Arigato por leer mis loqueras.
     
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  15.  
    DanyNeko

    DanyNeko Tú imaginación es el camino a la felicidad

    Sagitario
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    Oh my god
    Yo si espero que en la luna nueva se exprese mejor ...y un poquito mas... (deja de decir tonterias) ... no son tonterias es la verdad
    ...
    bn en fin me encanto el capitulo y me dio mucha risa cuando inuyahsa le pego a shippo
    el bebe de sango y miroku es un chillon pero en momentos que uno no se imagina
    espero la conti con ansias ... besos
    bn lamento no escribir mas pero estoy de paso tengo que terminar la tarea
    DaNy- Chan​
     
  16.  
    SangoxMiroKagoxInu

    SangoxMiroKagoxInu Entusiasta

    Escorpión
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    Ahiii DIOS ese Miroku ahhh aguante tantito si? son solo 40 dias nada mas
    pobre de Shippo mmmm pero...quien lo manda a...INTERRUMPIR!!
    bueno e Inuyasha papito no sea tan TIMIDO si? algun dia va a tener que poner en practica lo de Miroku.... -.- buehh ya que
    hahah extrañaba que Kagome le dijera "OSWARI" a Inuyasha T.T que nostalgi *snif* bueno
    esta historia va a estar larga QE BUENO ^^ espero la conti prontito jejej sayito nos vemos ^^
     
  17.  
    Mar Sasha

    Mar Sasha Iniciado

    Piscis
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    ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡HOLITA!!!!!!!!!!!!!!
    me encanto el capi...
    Pobre Shippo me conpadesco de el.
    Yo ambien extrañaba que Kagome le dijera
    ¡¡OSWARI!!. cuantos intentos de romantisismo hara?
    Por cierto ¿Que significa esta palabra: "Metometodo"
    Bueno creo que es todo espero la conti
    ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡SAYONARA!!!!!!!!!!!!!!!!
     
  18.  
    kagomeG

    kagomeG Usuario común

    Piscis
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    oohh!!! hasta apenas pasandome! que verguenza!! :(
    Ame este capitulo, fue muy chistoso... pobresito no sabe ni como empezar... hahaha.
    Pensé que era Kouga... OVIO que no poda ser el... pero de momento no me llego a la mente Shippo... hahaha pobresito... creo que ya extra;aba esos "Osuwari!".
    Bueno... ahora hay que ver como se van tornando las cosas, tu sigue como vas... yo lo unico que ahorita quiero es que se casen (que presurosa eres) Es que antes un usuario, creo que "Exel"... ummm... no se, la cosa es que tenia un fic llamado "Nuestras nuevas aventuras" y no lo continuo... justo se quedo en la parte de cuando se casan... y despues... ni sus luces! (te traumaste -.- ) Era buen fic!! T.T
    Pero aqui mi querida Inu no Taisho... no me dejara con las ganas! yeiii!!
    Amiga gracias por avisarme y perdon por apenas aparecer... ya me voy con el otro fic...

    sayooo!!
     
  19.  
    Lucy J Watson

    Lucy J Watson Usuario común

    Aries
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    estuvo buenísimo(lastima que el estúpido zorro tuvo que interrumpir)no digas eso Hikaru,shippo solo extrañaba a kagome después de todo es como su mama(es verdad pero arruino el momento)pero también inuyasha es muy lento.A este paso kagome lo va a mandar al infierno con sus osuwaris antes de que diga sus sentimientos(es verdad) hay espero con ansias el día en que inuyasha se confiese(yo me muero de ganas)aunque admitamos que kagome esta siendo mas rápida que el(si,eso es por que kagome no teme decir sus sentimientos)
    bueno continualo pronto y avísame.
     
  20.  
    InunoTaisho

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    Escritora
    Título:
    Pasado mañana (inu/kag,mir/san,sess/?)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    56
     
    Palabras:
    5661
    Holaaaaa aqui estoy para poner el siguiente capitulo de esta historia:

    Capítulo 22


    Aome se despertó estirándose y un aroma delicioso le llegó al olfato. Se levantó y recordó que ya estaba en el Sengoku, con sus amigos y su amado Inuyasha. Salió presurosa de la habitación y se topó con una linda estampa. Sus amigos, el monje Miroku y Sango, tienen una bonita familia. Las gemelas estaban sentadas al lado de papá, el cual cargaba al pequeño Miatsu en brazos mientras mamá les servía el desayuno. El niño lloraba un poco exigiendo su ración correspondiente de leche.


    — Tranquilo Miatsu, — decía Miroku arrullándolo — enseguida desayunaras.

    — ¿Por qué mi hermano es llorón? — preguntó Kikyō mirando al pequeño con un poco de curiosidad y enojo en sus ojitos azules.

    — Porque es bebé y no puede comer otra cosa. — contestó Sango terminando de servir — Coman que se enfría — le sonrió a sus hijas acariciándoles la cabellera castaña.

    — ¡Buen provecho! — dijo Ahome y se comió un buen bocado de arroz… aunque tiró un poco en la mesa.


    Sango tomó amorosamente al chiquillo entre sus brazos, después de haber descubierto el seno, el cual ni tardó ni perezoso empezó a mamar ruidosamente, provocando una mirada escrutadora de Miroku.


    — Eres más tragón que tus hermanas. — dijo a modo de reproche tierno, y se dirigió a sus hijas — “Mujercitas”, la comida no se tira.

    — Lo sentimos papi manolarga — dijeron las gemelas al unísono, porque se habían lanzado mutuamente algunos granos de arroz.


    Su padre las miró seriamente. Aome sonrió al verlos y se dispuso a entrar, saludando alegremente.


    — ¡Muy buenos días! — dijo entrando a la estancia en donde comían — Siento no haberte ayudado Sango — miró apenada a su amiga.

    — Descuida. — le contestó sonriente la castaña sin dejar de acariciar al pequeño tragón — Buen día.

    — Buen día señorita Aome. — saludó amablemente el ojiazul — Ahome, Kikyō, ella es la novia de tío Inuyasha. Saluden.


    Las pequeñas la miraron un poco dudosas, pero, al ver que sus padres le hablaban con familiaridad y notar que es una buena persona, le sonrieron y hablaron de la mejor forma posible:


    — Hola — dijeron al unísono.

    — ¡Qué bonitas son! — contestó Aome sentándose junto a ellas también — Me llamó Aome como… ¿quién es Ahome? — se dirigió al monje.

    — Ella es Ahome, — sonrió el aludido en lo que la pequeña de ojos marrones se señalaba con su dedito — la otra es Kikyō.

    — ¡Tienen unos nombres muy lindos! — sonrió otra vez la pelinegra.

    — Señorita Aome, por favor. — le pasó Miroku un tazón con arroz y verduras — Coma usted, porque creo que Inuyasha no tarda en llegar.

    — No se moleste monje Miroku — se apenó la chica.

    — No es molestia — afirmó con la misma sonrisa amable que acostumbra para su amiga azabache.


    En ese preciso instante, una figura penetró en la estancia.


    — Aome, ¿ya estás despierta? — habló Inuyasha a modo de saludo.


    Parecía no haber tenido una buena noche, porque se notaba en su cara que no durmió bien. ¿Acaso se desveló pensando…? Miró fijamente a la muchacha por un instante, haciéndola enrojecer sutilmente.


    — Buen día enojón, — saludó Sango en lo volteaba a Miatsu de seno para que tomara leche del otro lado — ¿quieres desayunar?


    Inuyasha se fijó en ella, sonrojándose al ver por un momento su pecho desnudo. Desvió la vista diciendo bastante apenado:


    — Oye Sango, no me hables cuando estés así.


    Miroku se sonrió y las chiquillas también, pero se guardaron sus intenciones de levantarse e ir a abrazar al “Perrito”, saludándolo de forma acostumbrada, para que papi no se enojara:


    — “¡Perrito enojón!” — se rieron de su cara.


    Aome había parpadeado al verlo tan avergonzado y reaccionó en cuanto se percató que su amiga tenía el pecho semidescubierto alimentando al nene tragón, que hacía el ruido de succión como si no hubiera comido en su corta vida. La azabache también se avergonzó un poco, pues nunca se le hubiera ocurrido pensar que la exterminadora fuera tan desinhibida. Aunque con el marido que tiene… cualquier mala maña se le pegó en el transcurso de tres años de feliz unión. Sonrió levemente con expresión típica anime ante una situación semejante.


    — Siéntate Inuyasha, — se levantó Miroku para obligarlo a tomar un lugar — te serviré un poco para que comas, es menester no andar con el estómago vacío y lo sabes muy bien.


    El peli plateado se acomodó junto a la pelinegra, algo apartado de las gemelas, que lo observaban fijamente sin dejar de sonreír con picardía, como pensando cual sería el mejor momento para tomarlo de las orejitas. Sango desvió la vista de su amigo, mirando primero a sus hijas y después acarició al pequeño.


    — “Mujercitas”, no vayan a molestar a tío Inuyasha. — dijo Miroku alcanzándole un gran tazón de arroz y mirando a su pequeñas, como adivinando cuales eran sus “perversas” intenciones — Hoy va a estar muy ocupado — ahora le lanzó a su amigo una mirada pícara por otra cosa diferente a una simple travesura infantil.


    Por enésima ocasión Inuyasha enrojeció de vergüenza y de enojo. El monje estaba hablando demasiado en su opinión. Lo fulminó con sus doradas pupilas tomando el arroz.


    — ¡Keh! No empieces como el impertinente del enano. — dijo enfadado y se llevó un gran bocado de arroz a la boca, masticando ruidosamente como acostumbra — Yo… hablaré a su tiempo — y se dispuso a empinarse todo su platillo para no mirar a la azabache a los ojos.


    Aome y las pequeñas parpadearon ante la reacción del Hanyō. Las niñas se rieron otra vez después de ver al “Perrito enojón” tan avergonzado como pocas veces.


    — Oye Inuyasha, — preguntó la muchacha con tono dudoso — ¿qué te pasa? Te he notado…

    — Nada, nada. — le interrumpió levantándose bruscamente — Voy a… bañarme al río para despabilarme. Gracias.


    Salió rápidamente dejando a todos con expresión de sorpresa. Bueno, Miatsu seguía ocupado en desayunar y por un breve lapso de tiempo sólo se escuchó como se alimentaba.


    — Sango… monje Miroku, — la chica volteó a verlos con la misma cara de sorpresa — ¿ustedes saben que le pasa a Inuyasha?

    — Terminemos de desayunar y luego platicamos de eso. — intervino la castaña antes que su marido abriera la boca para hablar algo indebido — Miroku, amor, ¿puedes darle la leche a las niñas ahorita que terminen su arroz? — lo miró significativamente con ternura.

    — Como digas corazón. — contestó el aludido un poco apenado, comprendiendo que su mujer le impidió decir una indiscreción — Ya oyeron a mamá niñas. — vio a sus hijas con cariño, para después cambiarles un poco el gesto por uno de molestia ante su comportamiento, pues las gemelas masticaban sus verduras imitando de forma perfecta al “Perrito” — “Mujercitas”, así no se come — les reprochó con seriedad.

    — Aome, por favor, — dijo Sango a su amiga — desayuna con confianza, que tenemos tiempo de sobra — y le dirigió una bella sonrisa.


    La pelinegra empezó a comer después de una breve oración por los alimentos, y supuso que su amado Hanyō no encontraba la forma, lugar y momento adecuado para decir… lo que quisiera decir.


    Pero Inuyasha no se había alejado mucho. Sospechando que Miroku abriría su enorme boca para soltar la “sopa”, se fue atrás de la vivienda para escuchar un poco, debido a su fino oído. Suspiró aliviado al oír a Sango llamarle la atención indirectamente a su esposo. Con lo que no contaba era con la llegada de dos inocentes criaturas. Estaba más concentrado en eso que no se percató de su presencia.


    Lin, junto con Shippou, habían estado observado de lejos su comportamiento. Miraron extrañados como, al salir de la cabaña precipitadamente, dio un brusco viraje y se dirigió al traspatio. Así que el kitsune fue tras él, oculto un poco entre el follaje de los matorrales que crecían alrededor. La niña lo siguió de la misma forma. Al momento en que el peli plateado suspiró el zorrito se incorporó.


    — ¿Qué diablos te pasa Inuyasha? — le soltó un poco alto, pero sin salir de las plantas del todo.


    Eso hizo brincar de la sorpresa al aludido, un poco hacia adelante, porque no esperaba que alguien lo hubiera visto.


    — ¡Carajo Shippou! — le espetó al verlo bien, y se disponía a descargar un golpe furioso en su pequeña cabeza cuando…

    — ¡Buen día señor Inuyasha! — salió Lin también, impidiendo esa acción violenta — ¿Está jugando al escondite tan temprano? ¿Dónde está la señorita Aome? Yo también quiero saludarla.

    — Eee… — parpadeó al ver a la pequeña pelinegra, y se le bajó tantito el coraje. Delante de ella no quería ser tan brusco para no darle motivos de quejarse con su gran hermano — No, no estoy jugando… Aome está adentro.

    — Gracias, vamos Shippou. — le dedicó una mirada dulce y corrió con el kitsune hacia el otro lado, al acceso principal — No se vaya a ir que hay trabajo para usted — le puntualizó antes de entrar.


    “Ni hablar,” pensó recuperando la compostura y encaminándose también a la entrada de la casa con paso lento “tengo que encontrar la forma adecuada de hacerlo, después de que medio mundo la salude por su regreso”.


    — ¡Buen día! — saludó Lin al entrar — ¡Qué gusto verla otra vez señorita Aome! — dijo abrazándola — Ahora sí el señor Inuyasha podrá casarse con usted y estará más contento. Al Señor Sesshōmaru le dará mucho gusto — la miró muy sonriente.


    Sus inocentes palabras provocaron el sonrojo de la chica y sonrisas bobas en sus amigos, con gotita anime en lo alto de sus frentes, incluido Shippou que había entrado tras ella. Las gemelas la saludaron emocionadas.


    — ¡Hola Lin! — le dijeron sin hacer caso a las expresiones de los adultos.

    — ¡Hola niñas! — correspondió su saludo — Regresaré más tarde porque tengo que ayudar a la anciana Kaede. Excelencia, — se dirigió a Miroku, haciendo que el monje la mirara con atención — Kohaku trae noticias… sobre un trabajo para usted y el señor Inuyasha — especificó en cuanto el mencionado entró nuevamente, dejándose caer sentado en su pose habitual.

    — ¿Está lejos de aquí? — preguntó el ojiazul recuperando la compostura y adoptando una actitud más profesional.

    — Creo que si. — afirmó la chiquilla — Él está donde la anciana Kaede, esperándolos junto con Kirara. Le manda saludos señorita Aome, y en cuanto regresen vendrá a visitarlos. — miró una vez más a la pelinegra y después a la castaña — Creo que Miatsu ya se durmió señorita Sango — observó con su característica sonrisa.


    Efectivamente, el bebé se había dormido y tenía expresión complacida con su carita apoyada en el seno desnudo de su madre.


    — Miatsu es muy flojo — reprochó Ahome con su vocecita infantil.


    Kikyō afirmó junto con su gemela y las dos vieron a su hermano con ojos de puntito enojados.


    — Sólo es un bebé, — les dijo Sango mirándolas amorosamente, para inmediatamente levantar al niño dormido — no puede hacer muchas cosas aun.


    Miroku se levantó solícito, tomando cuidadosamente al pequeño dormilón para que su amada se acomodara mejor la túnica. Aome hizo ojitos tiernos y Shippou le lanzó una mirada escrutadora a Inuyasha, que había desviado la vista al momento.


    — Dile a Kohaku que no tardamos. — dijo amablemente el monje a la pequeña pelinegra en tanto sobaba la espaldita de su hijo para sacarle el aire — Ya tenemos todo listo.

    — Y también recuérdale que no me olvide, — dijo Sango arreglándose bien la ropa, estirándose un poco y mirando a la niña — para continuar con la escuela.

    — Descuide señorita Sango, — respondió Lin — ya sabe usted lo penoso que es, pero la quiere mucho y también a sus sobrinos. Hasta al rato señorita Aome, adiós niñas. Vamos Shippou.

    — Adiós Aome, iré a la escuela y en la tarde regreso — dijo el kitsune y salió tras la jovencita — ¡Espérame Lin!

    — Me lo temía. — suspiró el ojiazul después de que los pequeños salieron, y en cuanto su hijo eructó lo acomodó en su “sillita” — Sango, cariño, creo que nos ausentaremos por tres o cuatro días. Recuerda lo que te dije.

    — ¡¿Qué, qué?! — replicó Inuyasha un poco alto levantándose con algo de brusquedad — ¡¿Cómo?!

    — Tranquilo, ya te lo explicaré en el camino. Pero me imagino que también te percataste del alboroto — le recalcó el monje con calma.

    — Pues… ¿qué pasó? — intervino Aome un tanto preocupada.

    — No se angustie señorita Aome, lo arreglaremos. — la tranquilizó y después se agachó a abrazar a sus hijas, las cuales se veían algo asustadas por la reacción de su padre en un principio — Descuiden “mujercitas”, que papi, tío Kohaku y tío Inuyasha acabaran con los monstruos malos.

    — ¡Papi! — lo abrazaron también, ya más tranquilas al oírlo hablar en tono alegre.

    — ¿Les va a doler? — preguntó Kikyō inocentemente.

    — Y mucho. — sonrió su padre haciéndolas sonreír una vez más. Se dirigió a su amada viéndola con mucho amor — Te encargó a los niños… y lo demás — le sonrió con picardía y la abrazó suavemente tomándola por la cintura, guardando un poco la distancia de… la mejor parte de su anatomía, la que tanto le gusta.


    Su esposa le plantó un dulce y tierno beso cerca de la oreja y después en los labios.


    — Nada más no nos vayan a desesperar tomándose otro día ¿eh? — le dijo con cariño, y se separaron con lentitud.

    — Despídete tú también, grosero. — le reprochó el monje a su amigo ojidorado, levantándose y dirigiéndose a su cuarto — Arreglaré algunas cuantas cosas que necesitaremos.


    Inuyasha no había hablado pensando que diablos estaría pasando. Sí se había dado cuenta de movimientos inesperados de yōkai un poco más allá de la zona donde ellos habitaban, en un área algo cercana a la región Oeste… los dominios de Sesshōmaru, el cual al parecer no tenía gran interés por esas tierras. Por lo menos que él supiera su hermano no vivía en la región y, de acuerdo a lo que Koga le llegó a comentar en alguna ocasión, no era en tierra donde se ubicaba su “hogar”. Era de suponerse que también los yōkai inferiores notaron esta particularidad, por lo que se habían adentrado en ese específico lugar… eso debía ser la causa que los haría moverse de esa manera tan desafiante para el Daiyōkai, aunque seres insignificantes como esos no le harían cosquillas en absoluto, que a lo mejor hasta el gran demonio lo permitió. El ojidorado volvió a poner su mueca habitual con aire de superioridad por un momento.


    — ¡Keh! — soltó un poco alto — Esas basuras no serán problema.

    — Aun así debes despedirte. — le reprochó Sango mirándolo escrutadoramente, haciéndolo reaccionar — Aome va a estar esperándote. Niñas, alcancen a papi — les indicó a sus gemelas.


    El Hanyō enrojeció por enésima ocasión y dirigió la vista hacia la azabache, la cual también adquirió un tono rojizo en el rostro. Las chiquillas se levantaron y miraron con curiosidad sus reacciones. Después, al notar el azoramiento del peli plateado, se abalanzaron sobre él haciéndolo caer.


    — ¡”Perrito”! — le dijeron y lo besaron en las mejillas con cariño, para tomar sus orejas con fuerza — ¡Tiene novia! — y lo jalaron sincronizadamente como acostumbran.

    — No… deténganse — dijo tomándolas con un poco de cuidado del kimono y tratando de apartarlas de sus orejitas.

    — Niñas… — habló su mamá con más seriedad y mirándolas con molestia — dejen a tío Inuyasha y vayan a lavarse con papi.

    — Si mami, — dijeron las pequeñas avergonzadas y soltando a su “víctima” — sentirlo — y se fueron rápidamente al cuarto.


    Aome las vio irse, poniendo una carita de ternura, para inmediatamente avergonzarse otra vez al sentir a su amado cerca de ella, pues Inuyasha, sin levantarse del todo, se le acercó a gatas para despedirse como es debido.


    — Aome… — tartamudeó un poco — yo… — “¿Por qué no puedo hacerlo como ese pervertido?” se preguntó internamente sintiendo como le ardía la cara.

    — Cuídense. — lo interrumpió la chica abrazándolo con cariño — Espero ir la próxima vez con ustedes.


    El sonrojo le subió más al muchacho, hasta adquirir el tono de su traje, pero de pura pena ante la presencia de su amiga castaña, que se sonrió con complacencia y picardía, levantándose con cuidado y en silencio, para darles un chancecito solos… a ver si está vez su amigo se sinceraba con la azabache. Y ya iba a salir de la estancia cuando…


    — ¡Mami, protégete! — llegaron las gemelas corriendo, gritando y riendo, perseguidas por su padre, y llevando el báculo a modo de “caballito”.

    — ¡UAH! ¡Soy un monstruo aterrador, y me gusta comer mamás! — decía Miroku y agarró a su esposa, abrazándola fuerte y besándola en la mejilla — Las mamis son muy sabrosas — dijo pícaramente.


    Las niñas se rieron sonoramente en tanto que Aome e Inuyasha hicieron un gesto diferente. La chica miró a sus amigos con expresión entre tierna y complacida y el Hanyō puso cara de enojo ante la, en su opinión, ridiculez del ojiazul.


    — ¡No papi! — dijeron las pequeñas aun riendo.

    — Amor, — dijo Sango tratando de apartarse un poco de su marido, hablándole entre seria y cariñosa — Kohaku los está esperando.

    — ¡Qué me espere otro poco! — contestó aquel con su mañosa expresión de antaño, pues le acarició a su querida mujer… lo que más le gustaba agarrar desde el principio — Tengo que despedirme bien.


    La cara de la exterminadora también tomó una expresión de enfado como las de antes, y, aunque lo golpeó, trato de ser delicada frente a sus hijas, las cuales parpadearon de asombro. Sus amigos hicieron el mismo gesto antiguo de resignación cuando el monje salía con sus chistecitos.


    — ¡Miroku, — ¡PAF! le soltó la pequeña cachetada — no delante de las visitas ni… de las niñas! — dijo con enojo.

    — Perdón, — dijo el mañoso y se separó de ella con cuidado — sólo quise ser…

    — ¡Papi manolarga! — interrumpieron las gemelas volviendo a reír ruidosamente.

    — ¿Ya ves quién es el que les enseña? — dijo irónicamente el peli plateado mirándolo con ojos de puntito.

    — Monje Miroku… — Aome le dirigió una mirada similar a la del ojidorado.


    Sango empujó suavemente a su marido hacia la puerta de su hogar, entregándole el báculo. Las niñas hicieron un gesto de despedida con la mano, sin dejar de sonreír ante el gesto adolorido de su padre.


    — Anda cariño, — dijo ya más calmada — apúrense que se hace tarde.

    — Adiós papi manolarga. — dijeron las gemelas a modo de despedida — Adiós “Perrito” — también vieron al Hanyō.


    Inuyasha se levantó a la vez, dándole un rápido abrazo a la azabache y saliendo detrás del monje. Ambos hombres se encaminaron con rumbo a la cabaña de la anciana Kaede. Las dos mujeres suspiraron un poco.


    — Hay mañas que no han cambiado, ¿verdad? — preguntó Aome sonriendo como bobita.

    — No, — se sonrojó su amiga — aunque…

    — Papi manolarga, papi manolarga — dijeron las pequeñas canturreando.

    — Señoritas, ahora tenemos que limpiar el arroz que tiraron — les indicó su mami de forma dulce.


    Entre todas limpiaron la cabaña, aunque en realidad las niñas se aburrieron y salieron a jugar con la tierra del jardín. Su madre las miró seriamente y después exhaló una típica nubecita de alivio.


    — Ya las bañare — dijo resignada.


    Más tarde, Aome compartió el baño con las gemelas y les ayudó a asearse, en tanto que Sango bañó al pequeño llorón de Miatsu, pues era la hora y además se ensució en el pañal, provocando una carita de asco y un poco de molestia de parte de sus hermanas. Sango miró a sus hijas con expresión divertida ante el gesto similar al de su padre. Después del baño, la pelinegra entretuvo a las chiquillas mostrándoles todas las cosas que les regalaría, en lo que la castaña alimentaba nuevamente a su bebé. Las niñas y su madre tenían rostros de asombro al ver todos los presentes traídos de la época actual.


    — … y estás son muñecas con ropa para que las cambien, libros para colorear, colores por supuesto… — decía la azabache en lo que sacaba uno a uno los obsequios — ropa para ustedes, ¡se verán muy lindas!, esto es para su hermano… ¿te gusta Sango? — le mostró a su amiga un pequeño mameluco azul, con una bella sonrisa en el rostro.

    — Es muy bonito. — contestó la aludida muy sonriente también — No te hubieras molestado tanto, gracias.

    — No es molestia, — afirmó sacando otras cuantas cosas — ustedes se merecen más.

    — Aome… en serio, — dijo algo apenada la exterminadora — de verdad…

    — También te traje esto a ti, — le enseñó algunas cajas pequeñas — te serán útiles ahora que… termine la cuarentena. — se sonrojó un poco — Me imagino que sí te sirvieron mucho las que te di antes de irme, porque conociendo al monje Miroku…

    — Y que lo digas. — la sonrojada fue otra — Te agradezco también por eso.

    — Eee… oye Sango, no te ofendas pero… — tartamudeó un poco la pelinegra — ¿cómo fue?, ¿qué sentiste?


    Las gemelas habían estado muy entretenidas admirando todos los presentes para ellas y su hermano, y en ese momento miraron a su mami con expresión de duda al verla apenarse como nunca, ni con papi se ponía tan colorada.


    — Luego hablamos de eso Aome. — le sonrió como boba, y cambió al nene al otro lado para que continuara con su “importante” deber de alimentarse — Mejor platícame que más hiciste aparte de estudiar. Niñas, ¿por qué no pintan el libro que les trajo tía Aome? — se dirigió tiernamente a sus hijas — Se ve que está muy divertido, y luego le podrán enseñar a Lin todos sus regalos.

    — ¡Si mami! — contestaron al unísono, y tomaron las crayolas para empezar a pintar.

    — Y me dicen que es. — les sonrió — Cuéntame Aome, ¿extrañaste mucho a Inuyasha en ese tiempo? — miró a su amiga con curiosidad — Él te recordó bastante.

    — Si, yo también. — suspiró la aludida — Pensé mucho en Inuyasha, pero sentía que algún día regresaría porque… quiero vivir con él, como tú y el monje Miroku.

    — Parece que piensan lo mismo; a veces se veía muy seguro de tu regreso, — afirmó la exterminadora — aunque tenía sus ratos de melancolía. Pero dime… ¿por qué tardaste tanto?

    — Tenía que terminar mis estudios, para darle a mi familia el gusto de mi graduación y un buen ejemplo a mi hermano. — sonrió — Además yo también quería concluir el Instituto, por el cual me esforcé tanto para ingresar. Fueron tres años de estudio desde que volví allá, no podía abandonarlo a la mitad.

    — Supongo que tienes razón — meditó la castaña.


    Se quedaron un momento en silencio, observando a las gemelas, que coloreaban muy contentas las páginas del libro, y al pequeño, que parecía más dormido que despierto.


    — ¡Mira mami! — dijo Kikyō mostrando las dos páginas que rayoneó — ¡Es un arcoíris!

    — ¡El mío es un sol! — señaló Ahome lo que había pintado.

    — Se me hace que al arcoíris le falta color, — contestó, y le guiñó un ojo a su amiga — ¿verdad Aome?

    — Sí, — sonrió la aludida — y al sol le falta brillo.


    Así que la azabache les ayudó un poco a pintar, mostrándoles cómo se deben tomar los colores y cómo iluminar con cuidado. Sango llevó al pequeño a dormir en su “sillita” después de haberle sacado el aire, y fue a preparar de comer.


    Pasaron las primeras horas de la tarde, después de comer, jugando con las muñecas mientras Aome les contaba una historia divertida y romántica, personificándola con los juguetes, en lo que Sango tomó su baño. Miatsu se despertó por enésima ocasión para ser cambiado y alimentado, y… volver a dormirse. Lin llegó bien entrada la tarde, cerca del anochecer.


    — Hola, — saludó la jovencita — siento haber tardado, pero fuimos a un lugar un poco apartado.

    — ¡Lin! — gritaron las gemelas, y se abalanzaron sobre su amiga y “maestra” mostrándole una muñeca — ¡Mira lo que nos trajo la tía Aome!

    — ¡Qué bonita! — dijo ella emocionada, y después miró a la aludida y todas las cosas regadas en el piso — No sabía que todo esto fuera de su época — comentó asombrada.

    — También traje algo para ti. — sonrió dulcemente la azabache — Espero te agraden. — le dio varias prendas de vestir y algunos adornos para el cabello, que la niña tomó con cuidado, mirándolos absorta — Creo que a Sesshōmaru le va a gustar como te verás — afirmó sin dejar de sonreír.

    — ¡Son muy lindos! — la chiquilla también sonrió, y después preguntó con curiosidad — ¿Le trajo algo al Señor Sesshōmaru?

    — Eee… — tartamudeó Aome — no se que pueda gustarle…

    — Bueno, yo le preguntaré — meditó la niña.

    — ¡Vamos a jugar Lin! — dijo Kikyō exigiendo la atención de su amiguita.

    — Si, — intervino Ahome — juguemos con las muñecas.

    — Está bien. — sonrió la pequeña pelinegra una vez más — ¿Puedo guardar mis cosas aquí, señorita Sango?

    — Déjalas en el cuarto. — indicó amablemente la aludida — Niñas, no peleen y jueguen bien con Lin, sin ensuciarse mucho o me voy a enojar.

    — Si mami — respondió Kikyō.

    — No mami — dijo Ahome.


    Lin entró y salió rápidamente, y junto con las gemelas se llevaron varias muñecas y otros aditamentos para terminar la tarde de forma entretenida. Casi al mismo tiempo llegó Shippou, y se abalanzó sobre su amiga pelinegra.


    — ¡Aome! — dijo muy feliz, sabiendo que ya nadie lo golpearía — ¡Me da tanto gusto verte bien! Ayer no me dejaron saludarte como es debido — y le lanzó una mirada significativa a Sango.

    — Shippou, — contestó tranquilamente la aludida — es que a veces eres tan… impertinente, por eso Inuyasha se enoja contigo.

    — Inuyasha es un tonto, — afirmó el zorrito — ¿verdad Aome? — dirigió nuevamente su mirada esmeralda hacia la azabache.

    — Shippou, — dijo ella, acariciando su pequeña cabeza y sonriéndole con cariño — Sango tiene razón, no deberías hacer enojar a Inuyasha… ya lo conoces.

    — Ahora lo defiendes. — contestó el kitsune con tono ofendido — Dime, ¿ya se ha sincerado contigo y te ha dicho lo que siente? — la miró de forma escrutadora.

    — Eee… — tartamudeó sonrojándose otra vez, en lo que la castaña puso los ojos en blanco — no… me ha dicho… ¿a que te refieres? — preguntó con curiosidad.

    — A que más Aome, — resopló brevemente, al comprender que el torpe del Hanyō no se había abierto de capa — a lo que siente por ti desde h…


    Sango lo tomó y le tapó la boca, mirándolo con seriedad.


    — Shippou… — le dijo en tono tétrico — ¿por qué no dejas que sea el propio Inuyasha quién se exprese y… te vas a jugar con las niñas?


    Aome parpadeó ante esa reacción tan poco común en la exterminadora, la cual solía ser muy dulce con el kitsune. El aludido también puso carita de miedo. Su amiga castaña lo soltó sin dejar de verlo con seriedad.


    — Eee… — ahora el tartamudeo fue del pequeño zorro — bueno… ¿Vas a dormir con nosotros hoy Aome? Con la anciana Kaede y Lin.

    — Claro, y luego me cuentas de la escuela — le sonrió otra vez.

    — Hoy subí de grado, fue difícil — afirmó más contento.

    — Me alegro — intervino Sango más tranquila.

    — Y te traje regalos también — dijo Aome, y le entregó varias cajas de colores, hojas y libros para colorear.

    — ¡Gracias Aome, son muchisísimos colores! — los miró extasiado.

    — Diviértanse un rato más, — habló la castaña — que Aome y yo platicaremos… cosas de mujeres adultas.


    El sonrojo del kitsune no se hizo esperar, y se retiró con paso ligero hacia donde se encontraban las chiquillas.


    — Sango… — dijo Aome observando atentamente a su amiga — ¿de qué vamos a platicar?

    — Primeramente no debes darle alas a Shippou, o terminara por arruinarle todo a Inuyasha. — puntualizó la castaña mirándola también — Ha esperado mucho tiempo por tu regreso y me parece que lo correcto es dejarlo explayarse por sí mismo.

    — Creo que tienes razón — meditó un poco la azabache.

    — Aparte de que se pondría fúrico con el pequeño… — recalcó.

    — Es verdad — afirmó la pelinegra.

    — Así que, si más tarde Shippou pretende decirte algo por Inuyasha o seguir criticándolo… — especificó la exterminadora — mejor desvía el tema o dile que después hablarás de ello.

    — Sí… será lo adecuado.

    — Y en cuanto a lo que me preguntaste hace un rato… — Sango suspiró un poco, como recordando ese momento tan especial — para mí fue algo maravilloso, de hecho siempre es… fantástico — sonrió brevemente y se sonrojó, desviando un poco la mirada del rostro de su amiga.

    — ¿El monje Miroku es muy tierno… — Aome puso carita soñadora — o es… muy salvaje? — sonrió con picardía.


    — Aome… — el sonrojo aumentó — es… ambas cosas, y eso… — la castaña se abanicó un poco con la mano — ¡qué vergüenza!


    — Bueno, no tiene nada de malo siendo que ya es tu esposo… ¡Pillina!


    Sango aspiró una bocanada como si se hubiera quedado sin respirar por un instante, mientras Aome sonreía con complacencia, pues sabía que, muy en el fondo, a la exterminadora siempre le había gustado que el monje fuera algo “pasadito”, pero sólo con ella y, tal vez, de forma discreta. Así que no dudaba ni tantito que, desde que sus amigos se casaron, la castaña también se hubiera destrampado dejándose llevar por la fogosidad de su amado.


    — Y a todo esto, — se recuperó un poco — ¿por qué las preguntas? — la miró con suspicacia.

    — Eee… — tartamudeó la azabache — sólo curiosidad… para cuando… ¡ay, que pena! — se tapó la cara.



    — Aome… — Sango volvió a suspirar, pero esta vez con gesto de resignación — no quiero desilusionarte, no todos los hombres son iguales y… — la miró con cara seria — bueno, conoces que Miroku es… e Inuyasha… no lo presiones demasiado, sabes que le cuesta trabajo ser expresivo. — suspiró por enésima ocasión, desviando nuevamente la mirada de su amiga — ¡Ni porque nos espió se arma de valor para confesar lo que siente!

    — ¡¿Los espió?! — preguntó sorprendida la azabache — ¿Cuándo estaban…?

    — Sí, — afirmó enrojeciendo una vez más — pretendía aprender a ser cariñoso… como mi marido… y hasta le pidió ayuda para poder… escribirte poemas.

    — ¿Eso hizo Inuyasha para…?

    — Pero tú tranquila, — la interrumpió agitando una mano como saldando el tema — si lo dejas hacer las cosas a su manera no tardará en abrirse y sincerarse.


    La noche cayó sobre la aldea. Aome se fue con Shippou y Lin hacia la cabaña de la anciana Kaede. La azabache saludó con mucho gusto a la mujer, y se dedicaron a platicar muchas cosas en la cena. Nuestra amiga le pidió que la entrenara para mejorar y controlar sus poderes espirituales, y así llegar a ser la sacerdotisa de la aldea, debido a que la viejecita sabía que su tiempo en la vida era ya más corto y su poder espiritual nunca había sido tan grande como el de su hermana Kikyō; y a la pequeña Lin le faltaba más edad para poder siquiera aspirar a ese importante puesto, aunque ya había mostrado progresos al tener también dentro de ella una energía espiritual comparable con la de la chica del futuro. Shippou había insistido en platicar otro poco acerca del torpe de Inuyasha y su vergüenza, pero Aome, siguiendo el consejo de Sango, le dijo que sobre eso platicarían en otro momento, así que lo distrajo pidiéndole que le contara de la escuela de zorros, y el kitsune se enorgulleció contando sus logros.


    Llegada la hora de descansar, Aome levantó una silenciosa plegaria a Dios en agradecimiento por estar ahí, y pidiendo por sus amigos y su amado, para que no sufrieran ningún contratiempo. Después se dejó llevar al mundo de los sueños, en donde ya vivía junto a él.



    Nota de la autora: en la siguiente parte… Inuyasha pedirá la ayuda desesperada de su amigo para poder explayarse, por supuesto que recibirá primero un regaño y después… no se lo pierdan, para darle más sabor a esto nuestro Hanyō sufrirá la gota gorda, pero para ser sincero y cursi jajaja, sayo.
    P.D No quise cortar mucho esto, por eso quedó muy largo.
     
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