Pasado mañana (inu/kag,mir/san,sess/?)

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por InunoTaisho, 6 Agosto 2010.

  1.  
    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

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    6 Agosto 2010
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    Título:
    Pasado mañana (inu/kag,mir/san,sess/?)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    56
     
    Palabras:
    6955
    la conpara ustedes tinuación... que quedara en suspense por el otro fic.... auxilio, extraterrestres con aspecto de simios han invadido mi copu... los Saiyajins.

    Capítulo 29.

    Inuyasha y Sota tuvieron esa noche su plática de hombres y, para que no se enterara, el Hanyō fue por el jovencito un poco más tarde, en cuanto su amada pelinegra se durmió. Abrió la ventana con algo de cuidado para no hacer mucho ruido.

    ¡Pst, Sota! — le susurró parado junto a su cama — ¿Ya podemos hablar?

    Eee… ¡ajum! — el chicuelo abrió los ojos con pereza — Lo siento — se estiró — me quedé dormido.

    Eso no importa — lo jaló del pijama y, levantándolo rápidamente, bajó de un salto por la ventana.

    Al pobre chico le dio un mareo ante la brusquedad del movimiento, pero se aguantó de protestar, como todo un hombrecito. El ojidorado subió con el muchacho en su hombro hasta unas ramas algo altas.

    Dime de una buena vez lo que tengo que decir… — habló el peli plateado sin mostrar un poco de consideración por su pequeño cuñado — no quiero que nos descubran.

    Dame un minuto, — Sota cerró los ojos tratando de recuperar el piso, agarrándose fuertemente a la rama — no me agradan mucho las alturas… no soy tan valiente como Aome.

    Perdón… no lo sabía. — se disculpó el ojidorado mirándolo con algo de pena — Si quieres…

    No te apures. — contestó el niño abriendo los ojos — Te ayudaré como quedamos, únicamente necesito sentarme bien.

    El Hanyō lo acomodó mejor entre dos gruesas ramas para que el chico no se cayera.

    Entonces… — dijo el jovencito — mañana en la noche será la ceremonia…

    ¿Tan pronto? — preguntó espantado — ¿Por qué?

    Inuyasha… — Sota lo miró un poco apenado — Aome dice que en las noches de luna nueva eres un hombre normal… y por ello decidieron que sería mejor así, ¿no estabas de acuerdo?

    Eee… — tartamudeó algo cohibido — sí, eso es cierto — recordó lo que su chica le había dicho en el centro comercial — Se me había olvidado que ya era luna nueva.

    Fijó la vista en el cielo y, efectivamente, sólo se divisaba una delgadísima franja lunar. Después volvió la mirada al niño y le habló con tranquilidad.

    Muy bien, ¿qué es lo que debo decir? — dijo ya sin dudar.

    Verás, — dijo el pequeño sonriendo — tendrás que decir lo importante que es ella para ti, lo que sientes… y todas esas cosas… — ahora se sonrojó un poco — como… que la amarás y… — tartamudeó cohibido, no es él el que va a casarse — la protegerás en la salud y en la enfermedad y… bueno, ese tipo de palabras. — se le bajó el bochorno — El caso es que nadie dude que se casan porque ustedes se aman y no porque los obliguen a hacerlo.

    ¿Nada más… eso? — la mirada ambarina parecía cuestionarlo.

    Por lo menos… en la ceremonia sí. — afirmó el muchacho — ¿Ves que no es tan difícil?

    ¿Y después? — volvió a preguntar el ojidorado al cabo de un breve minuto de silencio en el que pareció procesar la información.

    Después… ¿después de qué? — ahora quien puso expresión de duda fue Sota.

    Que sigue después de la… ceremonia — el peli plateado había pensado en decir una palabrota pero se contuvo de hablar de más.

    Pues… creo que la fiesta. — meditó el niño tratando de no decir otro tipo de cosas — Y habrá mucha comida, ya me dijo mi mamá — y volvió a sonreír.

    Ah… bueno.

    El Hanyō volvió a mirar el cielo, fijándose una vez más en el fragmento visible de la luna. Sota no lo molestó en dos minutos, esperando a ver si su cuñado preguntaba o decía algo más. Pasado ese tiempo se animó a hablar.

    Oye Inuyasha… — dijo con timidez — no quiero importunarte pero… ¿podrías llevarme a mi cuarto? ¡Ajum! — bostezó sin querer, sintiendo como se le cerraban los párpados — Mañana temprano voy a clases.

    Si… tienes razón — le contestó un poco distraído, pero lo condujo a su habitación, y esta vez fue delicado.

    Gracias amigo. — el chicuelo se estiró al volver al alfombrado suelo de su recámara — De todos modos mañana te traeré alguna información útil que conseguí por Internet.

    ¿Inter… qué? — el de cabellera larga parpadeó asombrado, sin comprender a que se refería su cuñadito.

    Luego te explico… ¡ajum! — se botó en su cama — Creo que también deberías dormir.

    Tal vez más tarde — se dirigió nuevamente a la ventana, y se despidió antes de salir — Que descanses.

    En esta ocasión se encaminó al Árbol Sagrado con “Inu” haciéndole fiestas. Acarició brevemente al animal, y se dignó a hablarle al darse cuenta de que el can parecía dispuesto a no dejarle ir a menos que le contara algo.

    Ya está bueno “pulgoso”, — le dijo algo autoritario queriéndoselo quitar de los hombros — necesito pensar bien las cosas para no meter las “cuatro”… así que suéltame.

    El perro le ladró brevemente sin hacerle mucho caso, moviendo la cola y mirándolo como si quisiera dar su opinión.

    Oye, ni se porque te platico esto… — ahora lo miró con enfado — no eres más que un simple perro… no creo que me entiendas.

    “Inu” pareció ofenderse pero no se apartó del Hanyō, como diciéndole con sus ojos perrunos “Tú también pareces perro… así que ni me lo eches en cara”. El ojidorado lo observó más fijamente y recordó algo… Koga se entendía muy bien con sus “muchachos” lobos, ¿acaso él también podía hacer algo semejante?

    ¡Bah! — manoteó un poco, dándole unos golpes suaves al can en su cabeza peludita — Eso sólo lo hace el Sarnoso… tal vez hasta Sesshōmaru pudiera entender tus ladridos… si estuviera aquí.

    Ante la mención del gran demonio el animalito ladró otro poco más agudo y se sentó en sus cuatro traseros, sin dejar de ver al peli plateado, como si quisiera darle a entender que verdaderamente podía comprenderlo. A Inuyasha le sorprendió un poco el comportamiento de la mascota… pero por lo menos ya lo había soltado.

    Eee… — tartamudeó sin moverse bruscamente — bueno… tengo que… ir allá. — señaló arriba — Ahora se buen perro y… adiós.

    Trepó hábilmente hasta llegar a una rama alta, su favorita. El perro lo miró subir, sin dejar de menear la cola, y después se acomodó educadamente cerca de las raíces. El Hanyō volvió a verlo un instante para retornar la vista al cielo nocturno y meditar, hasta que el cansancio lo venció y se quedó dormido, teniendo un sueño más tranquilo y reparador. Al otro día despertó un poco sobresaltado en cuanto escuchó la voz de su amada pelinegra.

    ¡Inuyasha! — Aome le habló un poco fuerte para hacerlo reaccionar — ¿Qué haces allá arriba? — preguntó entre curiosa y enojada en cuanto él la miró — ¿Por qué no dormiste en tu cuarto?

    Eee… — sacudió la cabeza para despabilarse del todo y respondió con amabilidad — Quise… respirar aire fresco.

    Bajó y entró con la joven a la casa, para desayunar tan opíparamente como su querida suegra, la señora Naomi, lo tenía acostumbrado. Después fue a darse un baño, y se tardó un poco, dejando correr el agua de la regadera, volviendo a pensar en la importante y especial ceremonia que se celebraría en la noche. En realidad seguía sintiéndose nervioso ante la perspectiva de formalizar en esa época su unión con Aome… aunque para él no tenía sentido hacerlo de la forma acostumbrada en la actualidad, posiblemente la muchacha si quisiera… y no deseaba llegar a eso todavía, no de esa manera y mucho menos ahí, donde estaba la familia de ella. El matrimonio debe tener su “nidito de amor” privado… bien que lo había aprendido de su amigo el monje. ¿Qué podía hacer para no quedar mal con su amada, ni sentirse presionado? Unos toques a la puerta lo hicieron regresar a Tierra.

    Inuyasha… — habló la muchacha desde afuera, en tono de reproche — vas a acabarte toda el agua, llevas media hora con la llave abierta.

    Eee… — tartamudeó — perdón.

    Salió del baño y se dirigió al cuarto que le asignaron, vistiéndose con algo de ropa ligera que la joven le dejó a su disposición, debido a que su traje del Sengoku… lo lavaron. Aome decidió darle un poco de tiempo, notó que no estaba tranquilo. Terminó de ayudar a su mamá con los quehaceres del hogar en lo que el abuelo limpiaba el templo. Un rato más tarde fue a ver que es lo que le preocupaba a su amado peli plateado. Llamó a la puerta muy suavemente.

    ¿Inuyasha? — preguntó desde afuera, un tanto tímida — ¿puedo pasar?

    No obtuvo respuesta, por lo que se animó a abrir, y lo encontró echado en la cama… profundamente dormido. Su rostro parecía intranquilo. “¿Qué tendrá?” se dijo internamente y se acercó con cuidado para tocarlo… al parecer tenía algo de temperatura. “¿Tiene fiebre?” dudó “Nunca se ha enfermado… que yo recuerde.”

    Inuyasha… — le habló con cariño y despacio mientras lo sacudió levemente.

    ¿Mmm…? — reaccionó el aludido y volteó a verla — Aome… — dijo soñoliento — ¿Sucede algo? — preguntó abriendo bien los párpados, enderezándose cuanto pudo.

    Tienes fiebre. — le dijo algo preocupada — Eso es raro… estabas acostumbrado a dormir a la intemperie.

    ¿En serio? — él mismo se tocó la frente para cerciorarse — Descuida, es sólo que… me siento… — se sonrojó y desvió la vista muy aturullado — yo…

    Ella le dedicó una mirada más tierna y le dio un pequeño beso en los labios.

    Estás nervioso, ¿verdad? — le dijo amorosa.

    Aome… — trató de hacerse tantito atrás para no pasarse como cierto manolarga conocido de ellos… no estaría nada bien.

    Y es que la joven vestía en short y playera sin mangas, no porque quisiera provocarlo sino porque así era más cómodo hacer la limpieza.

    Lo siento, — ahora fue ella la que se ruborizó y se apartó — no quise incomodarte.

    Se quedaron un rato callados viendo en distintas direcciones, hasta que el peli plateado se animó a contestar la observación anterior de la muchacha, sin voltear a verla.

    Si estoy nervioso pero…

    Inuyasha… — le interrumpió sin fijar la vista en él, con las mejillas aun coloradas — no te preocupes… si no quieres…

    No dije que no quería, — levantó un poco la voz por sobre la de ella, está vez sí la miró y la atrajo hacia él — sabes que te amo y quiero que vivas conmigo… como mi mujer — y clavó las doradas pupilas en sus ojitos capuchinos.

    Nuevamente el silencio que no se atrevieron a romper… mirándose fijamente, perdiéndose en ellos mismos, aproximándose para besarse un poco más a profundidad… hasta que el llamado de la señora Naomi los volvió otra vez a esta dimensión.

    Aome, — habló desde afuera la buena mujer — ¿cómo está Inuyasha? — se oyó preocupada.

    Tiene un poco de fiebre, pero nada grave — contestó la joven apartándose y levantándose de la cama con cuidado para dirigirse a la puerta.

    El ojidorado se tumbó de lado para ocultar su bochorno. La señora asomó la cabeza en cuanto su hija abrió.

    Creo que le hará bien descansar — dijo Aome como queriendo evitar que su mamá entrara para no importunar a su amado.

    Inuyasha… cariño, ¿quieres algo para la fiebre o te preparo un té? — preguntó Naomi con cariño y amabilidad.

    Mmm… — aquel se hizo el medio dormido — ¿eh?

    Preparemos el té. — dijo la chica tomando a su mamá del brazo — Gracias mamá, eres muy amable… por eso Inuyasha te quiere.

    Y yo a él… es tan dulce — sonrió Naomi y cerraron la puerta.

    "¡Uf, qué cerca estuvo!" pensó el de ojos dorados, abriéndolos otra vez. Volvió a tocarse la frente para checar su temperatura. "¡Mierda! Son sólo palabras estúpidas las que tienes que decir…" se reprendió mentalmente "delante de… una bola de… ¡Carajo! Esto no es para que te pongas mal." se dijo un poco nervioso y malhumorado. "¡No eres un debilucho ni un cobarde!" Aome volvió a entrar trayendo una taza de té y una cápsula.

    Mamá te manda esto. — le dijo sentándose una vez más a su lado — Tómalo con cuidado y trágate la medicina.

    ¿Qué… es? — dijo dudoso.

    Ella suspiró un poco.

    Es para la fiebre… aunque no te ayudara mucho. — agregó y volvió a desviar la vista — Lo tuyo es psicológico y se te pasará en cuanto hayamos consumado… todo.

    ¿Psico… qué? — preguntó sorbiendo un poco de té… no estaba muy caliente y bien podía tomarlo.

    Es cuestión mental — sonrió la muchacha mirándolo otra vez, señalándose levemente la sien.

    ¿Insinúas que estoy zafado? — espetó un poco molesto ante la comparación.

    No Inuyasha, — dijo más seria — no es así… sólo que, por la boda, es por lo que no estas tranquilo. — volvió a mirarlo con cariño — Ahora debes tomar la cápsula sin morderla, — y, sin previo aviso, le apretó levemente los cachetes para meterle la medicina a la boca, cerrándola un poco de golpe — debes de tragarla o te sabrá feo.

    El pobre joven se atragantó por la sorpresa y por la cápsula.

    ¡Cof, cof! — tosió — Aome… — se le salieron unas lagrimitas.

    Bebe un sorbo más de té para pasarla. — le dijo comprensiva acariciándole el rostro — Mamá se ofenderá un poco si no te lo terminas.

    Se bebió todo el té y decidió salir un rato para tomar aire fresco y pasar un tiempo con "Inu", después de jurarle a su suegra que se sentía mucho mejor por su medicina y dejar que la buena señora le tomara la temperatura, poniéndole el termómetro en la boca. Aome se aguantó la risa ante la cara de vergüenza de su amado. En cuanto salió, Buyo se fue sigilosamente tras él… como buen felino metiche.

    Dime una cosa perro… — habló Inuyasha sentado en la banca cercana al Árbol Sagrado, acariciando la cabeza de la mascota un tanto distraído — ¿sabes lo que es estar nervioso?

    "Inu" movió la cola y ladró agudamente, como diciéndole que lo tomara con calma, mientras lo miraba fijamente, sentado en sus cuatro traseros. El gato se había recostado a los pies del joven, estirándose lentamente.

    No lo creo. — la conversación parecía tener sentido para ambos — Tú lo dices porque no tienes que comprometerte con nadie… eres libre de eso.

    El can dio un ladrido más grave y hasta pareció negar con la cabeza. Después ladró dos veces seguidas como reprochándole.

    Oye, no me regañes. — espetó mirándole un poco — No eres tú el que va a casarse.

    ¡Gua, gua, gua! — ladró el perro una vez más.

    ¡Quisieras, igualado! — está vez si volvió la vista hacia la mascota, visiblemente molesto.

    Ambos se gruñeron un poco y el minino se escondió debajo de la banca ante la fiereza perruna.

    ¡Hola Inuyasha! — saludó Sota, quien llegaba en ese momento de la escuela y se veía un poco apurado — Veo que entiendes a "Inu" tan bien como Aome… yo no puedo tener con él una conversación interesante.

    Eee… — el de cabellera plateada tartamudeó ante la observación… aunque no debía considerar anormal que un "semi demonio perro" pudiera comunicarse con los perros — si… claro.

    Te traje un texto que puede ayudarte con las "palabras de amor" en la ceremonia, por si no sabes como empezar. — dijo el jovencito sonriente — Pero vayamos a comer, tengo mucha hambre.

    "Inu" y Buyo corrieron por delante… tratándose de comida el gato también perdía la flojera… con eso de que había carne en abundancia hasta le habían tocado hígados de pollo y un buen pescado en su platito. Así que el Hanyō más consentido del planeta tragó tan "educadamente" como sólo el puede y acostumbra, devorando más de cinco platillos que un adulto normal, mientras Aome, Sota y su abuelo lo miraban con gesto entre resignado y asqueado, con una gran gota anime en lo alto de sus cabecitas. Más tarde el ojidorado volvió a encerrarse en el cuarto para tratar de entender alguno de los párrafos del texto que su joven cuñado le consiguió, en tanto las mujeres de la casa terminaron de adornar el área del patio en donde se llevaría a cabo la fiesta, el abuelo tomaba su siesta y Sota hacía su tarea. La lectura era un poco complicada. Un rato más tarde Aome fue a decirle que iría al salón de belleza y así arreglarse adecuadamente para la ceremonia.

    Te veo más tarde. — le dijo al despedirse de él, dándole un breve y suave abrazo — Voy a… ponerme más bonita para nuestra boda. — se ruborizó otra vez — Sota te ayudará y nos encontraremos en la capilla a las 7:30, cuando el sol ya se haya ocultado.

    Si… de acuerdo. — contestó cohibido y avergonzado, sin mirarla fijamente — Allá nos vemos.

    Antes de vestirse estuvo practicando frente al espejo como decir… lo que tenía que decir.

    Eee… — se miró nervioso — Aome, yo… — volvió la vista al folio — ¡Mierda, que complicado!

    Y es que Sota le consiguió un resumen de la "Epístola de Melchor Ocampo", el principal documento con el que se comprometían en matrimonio civil en México… actualmente ya en desuso. Releyó las primeras líneas y carraspeó volviendo a ver su imagen en el espejo.

    Ejem… Aome, prometo darte protección, alimento y dirección porque reconozco que la mujer es… ¡Suena muy falso! — arrugó la hoja y la tiró — Debo ser espontáneo, ya lo dije una vez.

    Sin embargo no le salió ni media palabra… declararle amor a tu imagen no es lo mejor, a menos que seas narcisista o extremadamente vanidoso. No tuvo más remedio que recoger la hoja y tratar de memorizar algunas de las palabras que le parecieron más cursis.

    A ver… — monologó otra vez, esta vez tumbado en la cama — la mujer es la parte más delicada, sensible y fina del… sus dotes son la belleza, la compasión, la ternura… el uno y la otra se deben respeto, confianza y fidelidad… ¡Keh! ¡Cómo les gusta complicar la vida! — se enojó — Miroku lo hizo ver tan fácil. — levantó los brazos y volvió a tirar la hoja — Hasta el Sarnoso no lo hizo tan mal… ¡Mierda!, ese Sarnoso no será nunca mejor que yo… no señor.

    Suspiró profundamente… definitivamente era mucha presión para él que lo hagan hablar delante de toda la gente lo que ya confesó en la intimidad… ¿no era suficiente para Aome? Tratar de entender a las mujeres y complacerlas era mucho más difícil de lo que parecía. Y lo que faltaba.

    Antes de las siete Sota le ayudaba a acomodarse el traje. El chico lucía un sencillo conjunto en azul eléctrico que le daban un aire de madurez… por algo esta entrando en la pubertad.

    ¡Permíteme! — el chicuelo le acomodó la corbata — Este traje es fenomenal… la tela es fina — apreció el muchacho.

    A mí me estorba un poco — se quejó el peli plateado.

    Me imagino — dijo el niño cepillando un poco la larga cabellera de su cuñado — A mí tampoco me gustan mucho, prefiero usar mezclilla.

    ¿No podría cambiarme? — dijo animado por la afirmación de Sota.

    Aome podría ofenderse… — observó el muchacho acercándole los zapatos — Estos zapatos son muy suaves, no te molestaran.

    Era un fino calzado de piel en color coordinado con el traje. Serían más que perfectos en cuanto perdiera las garras. Aunque, como no está acostumbrado a calzarse, se sentía un poco tonto. En cuanto estuvieron listos fueron hacia la capilla cercana junto con el abuelo. El señor Ryoga pasó por ellos para llevarlos en su vehículo.

    Suban que la novia no tardara en llegar. — dijo sonriente el buen hombre, yendo a auxiliar al abuelo — Se ve más bella de lo que ya es, — le guiñó pícaramente un ojo al peli plateado — te llevarás una grata sorpresa… y no vas a arrepentirte.

    Inuyasha no respondió, se mostró avergonzado y decidió no abrir la boca. El sol ya se había ocultado antes de llegar a la capilla, y nuestro amigo adquirió su humana fisonomía: larga y abundante cabellera color ébano, ojos oscuros y profundos, sin garras, sin orejas… ahora sí ya sintió más cómodos los zapatos y hasta pensó que en realidad el traje no estaba del todo mal.

    Verte así es un tanto sorprendente. — comentó el señor Hybiki al descender del auto — Menos mal que Rumiko supo plasmar tu esencia aun como humano… Bueno, por aquí por favor.

    Se encaminó delante de los jóvenes, ayudando nuevamente al anciano abuelo a subir las escalinatas que conducían al pequeño edificio. El Hanyō se quedó un tanto estático ante esas palabras pero recordó lo que le contaron del anime, más aparte que Sota le había mostrado algunas de las concepciones artísticas que la tal Rumiko le obsequió a Aome, y verdaderamente el dibujo era un retrato bastante fiel de su persona… aunque visto al natural es más atractivo. El asombro fue momentáneo y subieron tras los dos adultos. En la pequeña y modesta capilla, adornada sencillamente con flores blancas, se encontraban algunas personas a las que el de larga cabellera negra no les prestó mucha atención… sintiendo los intestinos revueltos de los nervios.

    ¡Hola Inuyasha! — saludaron las amigas de Aome, acercándosele acompañadas por un muchacho pecoso.

    Te ves guapísimo con la cabellera negra — observó la sonriente Ayumi.

    Houjo, él es el apuesto joven por el que Aome no te hizo caso. — señaló Eri al joven… el descendiente del tonto de Hakitoki — No puedes negar que es todo un galanazo.

    Eee… creo que sí. — tartamudeó el aludido en tanto que el de profundas pupilas negras tenía expresión de incredulidad en su rostro… las amigas de Aome estaban dementes — Mucho gusto… — saludó educadamente Houjo — ¿no nos hemos visto antes? — preguntó observándolo mejor.

    Eee… — ahora a Inuyasha se le enredó la lengua queriendo huir, no porque tuviera miedo sino porque empezaba a sentirse incómodo — Tal vez — fingió un poco de indiferencia.

    Chicos, por favor. — el señor Ryoga al rescate, imponiéndose un poco a la juventud al interrumpir amablemente el interrogatorio — El novio debe estar en su lugar de honor… y todos los invitados también debemos entrar a la capilla.

    Lo sentimos señor — dijeron las chicas al unísono y se llevaron a su amigo con ellas.

    ¡Ánimo Inuyasha! — dijo Ayumi al final, notando el nerviosismo reflejado en la cara del novio.

    Todos entraron a la pequeña construcción y tomaron sus lugares para estar listos en cuanto la novia hiciera su arribo. El señor Ryoga se quedó en la puerta para acompañar al abuelo, el cual entregaría a su nieta en ausencia del padre de la muchacha. Inuyasha pudo divisar que Sota se había sentado junto a unos niños bastante parecidos a un conocido del Sengoku… y una chiquilla de cabellos negros que le recordó a alguien de esa época… bueno, tal vez en el transcurso de sus aventuras se habían topado con más antepasados de personas de esa actualidad… la prueba de ello era el pobre chico que llegó a pretender a Aome, lo mismo que el tarado que tenía por antecesor. Decidió no preocuparse por ese detalle y concentró sus pensamientos en sus intestinos y en… la difícil prueba que se avecinaba. El pobre estaba tan concentrado en sí mismo que ni por enterado de un anciano hombre que se encontraba enfrente de él. No quedaba más que esperar.

    No pasó mucho tiempo para que Aome llegara junto a su madre. Se dirigió hasta el altar acompañada de su abuelo, en donde Inuyasha esperaba por ella, y de fondo pudieron oírse los acordes suaves de la marcha nupcial. Los negros ojos de él se perdieron por un momento en esa aparición celestial. La pelinegra lucía un sencillo pero bonito vestido de novia, en tela de raso aperlado, de corte tipo túnica pero que ajustaba lo suficiente a su bien formado cuerpecito, se acercaba por el pasillo principal, caminando con un aire de princesa e irradiando felicidad. Los largos cabellos se los habían peinado en una media cola, adornándolos con una pequeña tiara a la cual se enganchaba el finísimo velo de tul, que cubría delicadamente su rostro. Al llegar cerca de su amado le dedicó una pequeña sonrisa. El abuelo y la señora Naomi, junto al señor Hybiki, tomaron asiento en la banca del frente, muy cerca de Sota y sus acompañantes, que saludaron al hombre joven con un apretón de manos.

    Inuyasha sintió maripositas en el estómago y percibió que le subía el calor a la cabeza en cuanto Aome le habló en un susurro bajo, que sólo él pudo oír.

    Te ves como un príncipe — dijo dulcemente.

    Eee… — tartamudeó cohibido sin saber que contestar al halago.

    Inuyasha, — volvió a sonreírle tímidamente — levántame el velo para que puedas verme mejor.

    ¿Eh? — momentáneamente se había ido al espacio, pero no paso de la luna — sí, claro — contestó igual de bajo e hizo lo que ella le pidió… para verla extasiado por un instante, antes de ser interrumpido en sus nuevas ensoñaciones.

    Ejem… — un carraspeo al frente de ellos para llamar su atención — ¿Podemos comenzar? — era el encargado de oficiar la ceremonia.

    Disculpe usted — contestó la joven un poco avergonzada.

    El joven novio prefirió no hablar para ya no importunar a nadie. Además volvía a sentirse bastante apurado y deseaba terminar cuanto antes o tal vez… haría una barbaridad.

    Estamos todos reunidos para celebrar la unión de estas dos almas a través del sagrado vínculo matrimonial… — empezó a hablar el sacerdote con solemnidad.

    La imaginación del de oscura cabellera retrocedió un poco en el tiempo, a aquel momento en el cual fue testigo importante de un enlace como el que ahora protagonizaba… al parecer había ceremonias que no cambiaron mucho con el transcurso de los siglos. Ahora era su turno al fin, algo que también había anhelado, pero no de esa manera ni en esa época… rodeado por gente que realmente no conocía bien, fuera de la familia de su amada, en un periodo al que no pertenecía. Todo sería diferente en el Sengoku, no podía ser peor y se sentiría verdaderamente en confianza.

    Ahora el novio debe decir sus votos. — la voz autoritaria del sacerdote lo hizo volver a la actualidad — Si es tan amable jovencito… — indicó un poco más calmado en cuanto obtuvo la atención del novio — ya sabe lo que tiene que decir y hacer.

    “Ahí vamos” se dijo internamente y tomó con suavidad las pequeñas manos de su futura esposa entre las suyas.

    Aome… — la miró fijamente con ternura — yo… — y… enmudeció.

    “¡Mierda! No puedo hacerlo… ¡Carajo! ¿Por qué es tan difícil?” Pequeñas gotas de sudor recorrieron su frente y la sangre le subió a los pómulos. Ella fijó sus pupilas cafés en los negros ojos. Las bellas facciones de la muchacha resaltaban un poco más con ese maquillaje sutil que le daba a sus mejillas un tono sonrosado y lucía sus pestañas más coquetas. Le dedicó un parpadeo a su amor para animarlo a continuar. Todos los invitados estaban bastante callados, a la espera de oír las palabras de amor que sellarían la unión de esa linda pareja.

    Eee… — tartamudeó por enésima ocasión, al sentir fija en ellos la mirada de los demás — Aome… yo…

    Las piernas le temblaban, se le secó la garganta y decidió tragar saliva para poder hablar. La pelinegra lo miró ahora dudosa y preocupada.

    Inuyasha, — dijo ella un poco más alto — ¿qué pasa?

    Aome… yo… — tenía que sacarlo de una buena vez — ¡No puedo hacer esto! — soltó un poco más alto, haciendo que la muchacha abriera la boca con asombro y se apartara de él.

    ¿Qué? — preguntó conmocionada.

    ¡No puedo hacerlo delante de todos… estos! — espetó ofuscado — ¡No me obligues!

    Pero… — tartamudeó la joven muy consternada.

    Los presentes se quedaron en shock también, pues nadie dijo ni pío ni se movió de su lugar, observando la escena con cara de asombro. El de negros cabellos parecía a punto de salir corriendo cuando se acordó de algo.

    ¿¿Qué haces?? — Aome se sobresaltó más en cuanto Inuyasha la levantó un poco brusco, la colocó en su hombro y rápidamente huyó con ella de ese lugar.

    Y, a pesar de ser humano, sacó fuerzas de su interior para saltar a grandes zancadas hasta perderse de vista. Toda la concurrencia, incluido el sacerdote, se quedaron con la boca abierta por un buen lapso de tiempo, tratando de comprender que es lo que había pasado. La señora Naomi rompió el silencio después de cinco minutos.

    ¡Qué romántico! — dijo en tono soñador — ¡El novio se robó a la novia! Sería el argumento de una buena película.

    A todos les brotó una gota anime y sonrieron como bobitos para después recuperarse.

    El “tío abuelo” Inuyasha si que era especial — observó la pequeña Lin en tanto sus hermanos ya no pudieron aguantarse la risa.

    El abuelo tenía razón. — afirmó Rumiko suspirando levemente — Al “tío” Inuyasha no le gustaba mucho tratar con la gente.

    Y… ¿qué haremos ahora? — preguntó Sota mirando a su mamá.

    En vista de que la boda ya terminó… — Naomi le contestó a su hijo y, muy sonriente como es su costumbre, se dirigió a todos — Vayamos a la fiesta y brindemos por la felicidad de los novios… donde quiera que se hayan escondido. — pareció preocuparse un momento — Inuyasha se va a perder su pastel.

    Los aludidos no fueron a parar muy lejos. El esfuerzo agotó a Inuyasha, quien de por si esos días había estado con el alma en un hilo, así que únicamente llegaron a un parque arbolado, cercano a la casa de la joven. Dejó cuidadosamente a Aome en el suelo y se alejó un poco de ella para recuperar el aliento. La muchacha se veía visiblemente molesta. Se acomodó el vestido y fue a encararlo.

    ¡Inuyasha!, ¿cómo pudiste hacerme esto? — le reclamó.

    ¡Keh! Deja de gritarme Aome… — rezongó sin verla — Ya te dije porque, no hagas más preguntas tontas.

    ¿¿Preguntas tontas?? — dijo abriendo más sus ojitos — ¿Sabes lo que esto significaba para mi mamá?

    Ahora sí el muchacho la encaró, y en sus negras pupilas se reflejaba mucho disgusto.

    No me importa. — le espetó — Tal vez para ustedes sea de gran valor, pero no para mí.

    Aome parpadeó haciéndose para atrás, mirándolo de pies a cabeza. Sintió como si le hubiera lanzado un balde de agua fría.

    ¿No… te importa? — le tembló tantito la voz.

    Aome… — se dio cuenta de que la chica lo había malinterpretado, así que suavizó las facciones y el tono — yo no quise…

    ¿¿No quisiste qué, eh?? — ella se hizo más atrás — ¡¡Eres un desconsiderado con las personas!!

    ¡Tú no te quedas atrás! — la acercó jalándola un poco del brazo — ¡Sabes lo difícil que fue declararte mi amor porque no soy espontaneo y…! — la soltó y volvió a darle la espalda, alejándose también — Nunca me escuchaste, no te importó mi opinión.

    La pelinegra parpadeó y, al final, agachó la cara, aceptando el reproche de su amado. Era verdad… por querer cumplirle un deseo a su mamá había pasado por alto la incomodidad del dueño de su amor.

    Que él le hubiera dicho todos esos sentimientos salidos del fondo de su corazón había sido un verdadero logro para ambos. El Hanyō tuvo que hacer a un lado el orgullo estúpido que lo ha caracterizado, con el que cubre la “debilidad humana” ante los que llegaron a importunarlo a lo largo de su vida, para expresarle con palabras lo que a veces daba a entender con sus actos… aquellas palabras que nunca le dirigió a Kikyō.

    Inuyasha… — tartamudeó y se le acercó — lo siento tanto… yo sólo quería…

    El aludido la miró de soslayo por un instante… se veía tan bella con esa ropita blanca, se veía tan frágil y tan inocente… y sintió removerse sus intestinos una vez más, aunque en esta ocasión no era por los nervios. Poco a poco entendía más las reacciones un tanto bobas de su amigo manolarga y pervertido, y lo dulce que es el amor. Volteó rápidamente y la abrazó con cuidado… no quería lastimarla.

    Tonta — le dijo de forma tierna acariciándole la espalda con suavidad.

    Aome lanzó un suave suspiro y se apretó más a él. Ante ese contacto más cercano se besaron un tanto apasionados… y muchas imágenes pasaron por la mente del de negros cabellos mientras saboreaba la miel de la boca de su amada… Imágenes de sus cochambrosos compañeros de aventuras cuando hacían lo mismo en sus narices. Decidió borrar eso porque ya sabía lo que seguía después… y no era su tiempo todavía. Se apartaron en cuanto faltó un poco de oxígeno.

    Inuyasha… — la pelinegra aspiró una pequeña bocanada de aire, sonriéndole — te amo. ¿Podrás perdonarme por el mal momento? — dijo tímidamente.

    Olvídalo. Yo también te amo. — contestó sonriéndole también.

    Tal vez como humano podía explayarse más fácilmente, sus facciones no eran tan duras y sus negros ojos reflejaban el fondo de su alma… aun así, seguían gustándole más en tono dorado y cálido.

    ¿Crees que todavía haya pastel? — preguntó sin soltarla.

    ¡Tragón goloso! — reprochó Aome tiernamente — ¿Crees que haya fiesta después de que nos fugamos de esa manera?

    No creo que tiren la comida. — respondió y la cargó una vez más — ¿Quieres viajar en mi espalda o en mi hombro?

    ¡Animal! — le golpeó un poco el pecho con los puños cerrados — ¡No te atrevas a llevarme otra vez como costal! — y se le escapó una carcajada.

    Entonces acomódate bien — diciendo esto volvió a echarla al hombro, dirigiéndose al templo Higurashi.

    ¡Inuyasha! — gritó Aome sin dejar de reír — ¡Eres un bruto!

    Nota de la autora: Me concentré en darle una buena redacción a la primera boda… y ya ven el resultado… espero les haya agradado como todo lo demás, y que lo siguiente sea tan bien recibido como hasta ahora. En estos momentos pondré mi atención a la redacción de “Un juego por la vida de Naraku” y dejaré un poco aquí; para que no cierren el fic, porque la historia sigue, la comedia no termina y el show debe continuar… aun sin Naraku jajaja, pero ya saldrá, pues sin él no puede haber juego, además faltan los invitados especiales y muchas sorpresas. Arigato por comprender la vida del estudiante, gomenasai por hacer larga la espera, y sayo porque se que seguirán divirtiéndose con mis loqueras, y espero que los Saiyajins no conquisten mi mente jajaja. En cuanto este listo les avisare por la vía tradicional. Sean felices por siempre
     
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    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

    Virgo
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    holi!!!primera en postear!

    gracias por avisarme, aunque no lo creas, esperaba algo asi...ashhh inuyasha no es mas cobarde no mas porque no es mas viejo xDDD que horror!que gritara eso en la boda!!seguro kagome debio pensar que se arrepentia de casarse con ella!!, idiota, pero aunque su mama no la paso tan mal, le parecio bastante romantico el hecho de que se la robara, a mi tambien, aunque me hubiera gustado más que se la llevara en brazos y no como costal xDD y me nos en la noche.

    Jjujuu cuando sera la boda en el sengoku???anda no muero por saber que hara inu para tragarse la verguenza que seguramente le dara la noche de bodas (xD creo que debera sacrificarse) ni tanto, de que se la pasa bien, se la pasa bien xDDD

    Quiero la conti!!!quiero saber que pex con la boda en el sengoku y quiero ver que onda con la tornaboda!!
    XOXO
     
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  3.  
    kagomeG

    kagomeG Usuario común

    Piscis
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    Awwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwww!!!!!!! Pero que bello!!! Estoy conmocionada!!!
    Por un segundo lo quise golpear, ¡¿Como rayos se le ocurre decir eso frente de taaanta gente?! Por un segundo pensé cosas malas!! Uhh!! Y yo pensando y mortificando en el escandalo que se haría y lo enojada que se pondria la señora madre de kagome... Fiiiuu!!! Aun que tambien estresa que la señora esté feliz por todo... Lo que me mató de la risa fue esto:

    — ¡Qué romántico! — dijo en tono soñador — ¡El novio se robó a la novia! Sería el argumento de una buena película.

    Una pelicula?? ~.^?? Cual quier madre se atormentaria!!! Hay esa señora!! U.U
    Pues da gracia que Inuyasha siempre vaya con su consejero... Su cuñado, y está bien ¿Quien mejor conoceria a kagome que no fuera Souta? Podria ser la señora Naomi pero le daria mucha verguenza y ¡Ni se dija del abuelo!
    Y tambien me dió muuucha risa el que pudiera hablar con "Inu" hahahahahah!! "guau guau, ya quisieras! Perro igualado" hahahahha!! Que le habrá dicho?? Ademas de que ya el pobre handaba mal mentalmente... Hahahaha!!! Me lo imagino com el termometro y con cara de "Aome, ayudame" hahahhahahahaha!!! xD
    Pero bueno... Almenos tenemos el banquete... Aun que pensé que la señora Naomi se casaria al mismo tiempo que kagome... :S
    Gracias!!
     
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  4.  
    Yazkara

    Yazkara Entusiasta

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    Hola!!!!!!!
    rimero que nada gracias por el aviso y la invitacion. Te lo agradezco de todo corazon.
    No puedo creerlo a llegado el gran dia, ``la boda´´, que lindo estuvo todo =)
    Aunque Inuyasha tenia que ser tan bruto como para estropearlo todo en el ultimo momento robandose a la novia, afortunadamente su cariñosa suegra lo comprendio a la perfeccion.
    Pero eso no lo excusa de las burradas que a cometido y supongo cometera en el futuro, jajajajajaja.
    Esperare la conti, solo procura no tardar muuuuuchiisimo tiempo, cuidate y seguimos en contacto.
    oxoxoxoxoxoxoxoxox =P
    atte YAZZZZZZ
     
  5.  
    SangoxMiroKagoxInu

    SangoxMiroKagoxInu Entusiasta

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    jajaja!!! parce fue comiquisimo como se escaparon jajajja xDDD ahi ese Inu es un cuento! jajaj xDDDD ahi! pero me gusto que Inu le hubiera dicho eso a Kagome..esque ella aveces...que aveces! casi siempre es muy mandona! y pues...Inu aveces muy noble! tonces! por eso son las peleas entre ellos! solo por esa razzon! estuvo buenisimo el capi!! chica y pos te pido perdon por no haber comentado antes -.-
    bueno sayo!! cuidate! bss! y avisame para el sig capi!!
     
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  6.  
    Kai

    Kai Usuario VIP

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    Wow…Por Budda que InuYasha no puede ser más cabezota, pero tenéis razón (hay va el español). Kagome pensó en el deseo de su madre, aparte del de ella. Más bien Inuyasha se había esforzado demasiado para complacerla *ahh, el amor* Debió verlo así. Inuyasha se esfuerza al máximo asique no veo eso malo.
    La boda que me matará seguro será la del Sengoku..

    Eso aunque Inu no lo haya querido a mi me pareció de un romántico. Me entró la ternura. Si a mí, mi enamorado me hace eso me da de todo…Kyaaa…Me parto de la emoción de sólo pensar a a…alguien…*se sonroja* Bueno en algo así…Tan lindo, ahs, bueno será hasta que eso pase…
    Kyaa…

    Sayo.
     
  7.  
    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

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    Agradezco los comentarios y me disculpo una y mil veces por retrasarme... En mi mente se desarrolla una batalla entre Ozharus (Saiyajins) e Inugamis... ¿quien ganara? Aunque la balanza se inclina un poco más por los Inugamis, los Ozharus no ceden jejeje! En cuanto a la tónica de la fallida primera boda... la forma de huir de Inuyasha me pareció la adecuada, especialmente llevar a Aome como costal de papas, eso es muy de él y le permitía moverse mejor, sin dejar de tratarla con ternura y delicadeza... esa Aome a veces se pasa de mala, pero al fianl acaba entendiendolo. La boda en el Sengoku la estoy detallando de pelos (eso digo yo), no se casaran pronto pronto... y no les digo más para que sigan gozando el fic... ya veremos sobre los Saiyajins y sobre el fic de Sesshomaru, que ira más lento pero seguro, pues no quiero que el gran demonio blanco luzca como lo que no es... mi toque personal tiene que respetar su personalidad. Arigato.
     
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  8.  
    FrankieAnime

    FrankieAnime Iniciado

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    oww cositaa!!
    Me llevé un par de días llegar aqui pero.. alfin lo logré! Ows!!! Me encanta tu fic,es tan .... especial y diferente! Te lo juro que me encanta.. y vaya,que siempre intento ''hacerla seria'' para que no me juzguen de loca..pero no puedo evitarlo,me muero de risa!! Como no recuerdo en que episodio.. Alguien hacia la técnica del ''Tigre caído'' Hahaha!! Y de todas las miles de millones de frases posibles para declarar el amor precisamente Inu tuvo que decir la única que se aprendió.. ''Te gustaría tener un hermoso hijo conmigo??'' y Luego Aome todavía.. '' SI SI ME ENCANTARÍA!!'' xD hahaha Amo tu fic.. espero la continuacion!
     
  9.  
    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

    Leo
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    Título:
    Pasado mañana (inu/kag,mir/san,sess/?)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    56
     
    Palabras:
    5996
    Arigato a tod@s por su gran paciencia y por no perderle la pista a este fic... l@s quiero... con ustedes la conti...

    Capítulo 30

    Después de la precipitada y fallida boda en la época actual, Inuyasha y Aome estuvieron listos para regresar al Sengoku. Lo que sí habían disfrutado brevemente era la cena y hasta recibieron los obsequios que les habían llevado los invitados… y digo brevemente porque ambos se mostraron avergonzados al darse cuenta de que todos estaban ahí para esperarlos, por lo que el Hanyō se fugó a la primera oportunidad, para esconderse en su habitación. El obsequio que más destacó fue una pantalla de plasma de 40’’, marca SONHY, de lo más nuevo en el mercado, regalo de los hermanos Takahashi y sus primos Zaotome… con la venia de su querido abuelo.

    ¡Qué pena! — dijo Aome algo compungida, admirándola muy de cerca — En el Sengoku no hay electricidad ni señal de cable.

    ¡Qué bien! — exclamó Sota muy contento — ¡Disfrutare de mis programas favoritos en alta definición!

    Inuyasha sólo atinó a abrir la boca, completamente anonadado ante semejante armatoste… únicamente un anciano excéntrico y chiflado regalaría algo como eso. En fin… Al otro día, después de desayunar, volvieron por el pozo atravesando la barrera del tiempo, llevando una gran bolsa con varias cosas que la joven regalaría a sus amigos.

    Oye Aome… — dijo el Hanyō al momento de subir por el brocal del pozo con tremendo bulto — ¿qué tanta mierda tres aquí? — preguntó un poco enfadado.

    Ya te había dicho que traía obsequios para todos. — le contestó con paciencia — No rezongues y lleguemos donde la anciana Kaede… además también hay varias de tus sopas favoritas — agregó guiñándole un ojo, entre tierna y divertida.

    ¿En serio? — preguntó emocionado, ella afirmó con la cabeza y él volvió a colocarse el saco al hombro — Por ahí hubieras empezado… vamos que nos están esperando.

    La tomó de la mano y avanzaron con rumbo a la aldea. Iban muy contentos y de vez en cuando se lanzaban una que otra mirada cariñosa, sin decir nada para no interrumpir la magia del momento. Pero antes de entrar a la pequeña comunidad alguien los alcanzó.

    Ya era hora de que llegaran. — dijo Shippou a modo de reprochen cuando topó con ellos — Nos tenían preocupados.

    ¡Shippou! — Aome soltó a Inuyasha y abrazó tiernamente al pequeño zorro — ¿No deberías estar en la escuela? — le preguntó un poco dudosa, acariciándole la cabeza.

    Enano entrometido — masculló Inuyasha mirándolo de soslayo.

    Tenemos tres semanas de descanso para el siguiente examen… — dijo muy orgulloso y con aire de suficiencia — Las pruebas son más difíciles con cada nuevo grado, pero las superaré otra vez.

    ¡Keh! — ahora sí el ojidorado habló en voz alta mientras continuaban su camino — ¿No me dijiste que reprobaste el examen anterior? — preguntó un poco burlón.

    ¡Sólo me falló el último truco! — alegó el kitsune en su defensa — Pero todo lo demás lo hice mejor que varios de mis compañeritos.

    No te enojes Shippou. — le dijo comprensivamente Aome, dirigiéndole a su amado peli plateado una mirada de reproche — Inuyasha no sabe lo que es un examen y lo trabajoso que puede ser.

    ¡Keh! Ni me importa — rezongó el aludido y prefirió no hablar más.

    El pequeño zorro le mostró la lengua de manera ofensiva, teniendo la precaución de que la muchacha no lo viera, sabiendo que si el Hanyō le contestaba… la pelinegra lo mandaría de forma inmediata al suelo. El ojidorado le lanzó únicamente una mirada cruel. Llegaron a casa de la anciana Kaede, la cual los recibió amablemente junto con la pequeña Lin.

    Bienvenidos, — dijo la buena mujer — ya los esperábamos. Gracias Shippou por traerlos hasta aquí — se dirigió al kitsune con tono cordial.

    ¡Qué gusto verlos otra vez! — agregó la chicuela dándole un abrazo a la joven del futuro — Señorita Aome… señor Inuyasha, espero que su familia este bien — les dedicó una sonrisa.

    Gracias Lin, eres muy amable. — contestó ella el abrazo — Gracias anciana Kaede, espero no molestar — ahora le habló a la viejecita con tono respetuoso.

    No se preocupen. — sonrió la aludida — Están en su casa… Lin y yo iremos por hierbas medicinales donde Jinengi, regresamos hasta la tarde.

    Lo siento, — se excusó Aome visiblemente apenada — debería ser yo la que tendría que…

    Descuida, — le interrumpió Kaede sin dejar de sonreír — por ahora tienes otras ocupaciones… ya habrá tiempo para entrenar mejor. Nos vemos Inuyasha — se despidió del Hanyō y salió antes que la pequeña.

    ¡Adiós! — dijo Lin al salir tras su tutora.

    Yo voy con Sango, — dijo Shippou — espero verlos allá. ¡Espérame Lin! — gritó al salir también.

    Se quedaron solos y Aome decidió limpiar un poco el lugar para acomodar lo que trajeron, así que barrió y sacudió con algo de cuidado para no romper nada, tarareando una cancioncita que le gustaba desde pequeña, cuando le ayudaba a su mamá con los quehaceres de la casa. Inuyasha no salió pero tampoco hizo nada, únicamente se alejó un poco hacia el rincón más apartado, dedicándose a contemplarla y perdiéndose un poco en sus pensamientos. Rememoró algunos momentos especiales del matrimonio de sus antiguos camaradas de aventuras, aunque esta vez, en su imaginación, dichos momentos eran protagonizados por él y su amada pelinegra, y por un breve instante se vio haciendo las mismas mañas de su amigo el monje manolarga… hasta que la voz de su chica lo regresó a la realidad.

    Inuyasha… ¿sucede algo? — Aome lo miraba muy fijamente y se le había acercado bastante, con la duda reflejada en su carita.

    ¿Eh? — parpadeó y, al notar su cercanía, se alejó un poco, enrojecido de vergüenza — No… nada.

    Como que estabas perdido… en otra galaxia. — la pelinegra hizo la observación sin dejar de verlo — ¿Qué estabas pensando? — dijo un poco escrutadora, pues no era muy común que Inuyasha se “ausentara” de esa forma.

    En… — no podía contarle lo que recordó ni como lo cambió, o ella pensaría que ya se había vuelto pervertido como… o que su necesidad era muy grande — es que Miroku no ha regresado de donde su maestro. — dijo un tanto aliviado de tener a su amigo de pretexto — Me di cuenta porque no percibí su olor, y Shippou lo confirmó indirectamente al ir con Sango y no decirnos nada de él.

    Mmm… — la joven lo quedó viendo por un instante y después puso gesto preocupado — Tienes razón, me parece que debemos ir con Sango ahora… el monje Miroku la ha dejado muy sola por algo de tiempo.

    ¡Keh! Eso no es ningún problema… — agregó el ojidorado con un poco de ironía — Hasta les conviene para respetar la dichosa cuarentena o Sango se embarazaría otra vez en menos tiempo.

    Inuyasha… — la chica lo miró con reproche.

    Es cierto… — replicó en su defensa — ya conoces las mañas de Miroku… pero ella le da cuerda a su manera.

    Aun así es cosa que no nos compete. — dijo un tanto airada — El monje Miroku y Sango pueden hacer de su… vida matrimonial… — enrojeció visiblemente — lo que… crean conveniente.

    ¿Entonces por qué armas tanto escándalo? — le espetó — Si el calenturiento ese quiere veinte hijos y ella se los da es su cuete… a mi me vale m…

    ¡Osuwari! — lo mandó al suelo sin dejarlo terminar — ¡Grosero vulgar! — le dijo y salió llevándose algunas cosas que tenía listas para su amiga castaña.

    ¡Aome! — la llamó en voz alta al levantarse — ¿Por qué siempre me haces esto? — se fijó en algo que a él le gustaba mucho y, tomando varios de ellos, salió tras la muchacha — ¿A dónde crees que vas sin mi? — le gritó mientras la alcanzaba.

    Con paso firme llegaron a la casa de su amiga y encontraron a Shippou jugando con las pequeñas gemelas del matrimonio.

    ¡Niñas! — saludó la pelinegra al acercarse.

    Ellas levantaron la vista y los vieron. Sonrieron al reconocerlos.

    ¡”Perrito”! — dijeron al unísono, señalando a Inuyasha — ¡Novia! — completaron al señalar a Aome.

    ¿Dónde está Sango? — le preguntó la muchacha al zorrito, después de besar a las chiquillas y de obligar al Hanyō a “prestarles” sus orejas.

    Creo que terminando sus quehaceres… o atendiendo a Miatsu. — contestó el kitsune — Es más llorón de lo que fueron las gemelas — puso los ojos momentáneamente en blanco.

    Oigan chamacas… me duele. — se quejó el peli plateado en tanto las aludidas acariciaban sus apéndices auditivos con el “cariño” de siempre, no podía librarse porque traía las manos ocupadas con su importante carga — Suéltenme.

    “Perrito” “Perrito” — decían sin prestarle atención, ocupadas en la tarea de darle todo su afecto.

    Ahome… Kikyō, — les dijo la pelinegra mirándolas con ternura — les traje esto. — y sacó otros libros para colorear… estos estaban basados en el anime, y varias cajas con crayolas — Shippou puede ayudarles a pintar — le sonrió a su pequeño amigo.

    ¡Órale, que padres dibujos! — dijo el kitsune con los ojotes muy abiertos — ¡Somos nosotros! — agregó emocionado tomando uno de los libros.

    ¡Aaahhh! — exclamaron las pequeñas tomando el otro libro en sus manitas, olvidando completamente al ojidorado, pues concentraron su vista en el dibujo de la portada — ¡Señor Sesshōmaru! — dijeron muy contentas y volvieron a ver a Aome.

    Sango salió en ese momento, dedicándoles una sonrisa a sus hijas.

    Denle las gracias a tía Aome, — les dijo — y vayan con Shippou a pintar los dibujos para que queden muy bonitos, y se los enseñen a papi cuando regrese.

    ¡Gracias tía! — sonrieron muy contentas y, tomando los libros y los colores, se fueron al patio de atrás, seguidas del kitsune.

    Si te hacen travesuras me avisas — agregó la castaña mirando a su amiguito antes de que se fuera.

    No te preocupes, — dijo muy confiado el pequeño zorro — soy experto en cuidar a tus hijas.

    Pasen por favor, — se dirigió a los recién llegados — les esperaba.

    ¿Y el bebé? — preguntó Aome con curiosidad.

    Esta dormido, y espero que tarde algún tiempo en despertar. — contestó su amiga sonriendo un poco más — ¿Gustan desayunar? — les preguntó.

    Gracias, ya desayunamos con mi mamá.

    Oye Aome, — intervino Inuyasha, sacudiendo un poco la cabeza para acomodarse la melena que las gemelas le habían desordenado — yo si quiero comer rameen — y levantó los tres tazones desechables que llevaba en las manos.

    No podías dejar de ser tragón — le dijo la pelinegra un tanto resignada, mirándolo con algo de reproche.

    Descuida, — dijo Sango sin borrar la sonrisa — calentaré el agua para el té y para tu sopa. Permítanme.

    Ya acomodados en el área del comedor platicaron algunas cosas interesantes sobre las niñas, el desarrollo de Miatsu, la larga estancia de Miroku con su maestro enfermo, lo que tal vez implicaría algún cambio, sobre cómo les fue en la época actual… Aome evitó comentar sobre la fallida boda para no herir la susceptibilidad de Inuyasha, por lo menos no delante de él… ya hablaría con su amiga con más calma sobre esos detallitos, tal vez ella podría darle algún otro consejo.

    Por cierto Inuyasha, — Sango se dirigió a él — Miroku te espera en el templo del maestro Mushin para que vayan a la región Oeste.

    ¿Por qué carajo vamos a ir allá? — preguntó el aludido con la boca llena de sopa… su tercera ración.

    Recuerda que quedaron de ir nuevamente por ese rumbo, — observó con calma la castaña, aguantándose las ganas de carcajearse ante el desparpajo del ojidorado — para comprobar que todo sigue en calma y… cobrar los servicios pendientes.

    ¡Keh! — continuo tragando — A tu marido sólo le importa el dinero.

    De algo tenemos que vivir… y como sea te llevas siempre un porcentaje — dijo alegremente la castaña.
    ¡Keh! Por allá ya no hay nada… no es necesario que regresemos. — terminó su rameen y miró a la exterminadora con un poco de molestia — Parece que el Sarnoso de Koga cumplió con lo prometido a “su gran señor Sesshōmaru” — ironizó al final, poniendo un gesto que expresaba desagrado.

    ¿Pues qué fue lo que Sesshōmaru le pidió? — intervino Aome por fin, preguntando entre dudosa y asombrada… cualquier petición del gran demonio blanco podría considerarse peligrosa.

    Pura mierda… — espetó el ojidorado — para él todos los demás son sirvientes a su disposición, los que hacen el trabajo sucio. — y se sonrió un poco — Que bajo ha caído el Sarnoso.

    Las dos mujeres decidieron que era mejor guardarse su opinión… nada haría que el Hanyō cambiara de idea con respecto a lo que pensaba de su hermano Daiyōkai, a pesar de la ayuda que les brindó para acabar con Naraku y, al parecer, el sentimiento era mutuo. Cerraron momentáneamente los ojos y negaron con la cabeza.

    ¡Keh! — les reclamó el peli plateado, interpretando correctamente el significado del gesto — No me digan que ustedes también lo creen…

    Nadie dijo nada de eso. — le interrumpió la pelinegra levantando un poco la voz para imponerse — Creo que no está de más que acompañes al monje Miroku… aunque sólo sea a cobrar, mientras arreglamos todo lo de nuestra boda.

    Y lo miró tan fijamente que el ojidorado se sonrojó un poco y desvió la vista… Pensándolo bien no era mala idea, así despejaría un poco su cabeza y volvería a meditar sobre las palabras adecuadas para matrimoniarse, con un poco más de calma. Tal vez ahora sí la ayuda incondicional de su amigo el monje podía ser de utilidad, sin chismosos de por medio.

    Muy bien, — dijo levantándose un poco apurado — entonces me voy.

    ¿Cómo que te vas? — Aome lo miró sorprendida — Pero si acabamos de llegar.

    Entre más pronto terminemos con eso más pronto regresamos, y así Miroku deja de fastidiarme. — habló un tanto alto encaminándose a la salida — Estaremos de vuelta en dos o tres días.

    Se encarreró y rápidamente se alejó por el sendero.

    ¡Dile a mi marido que lo extrañamos! — le gritó Sango agitando la mano en señal de despedida.

    Inuyasha… — Aome sólo atinó a parpadear.

    Creo que es lo más sensato que pudo hacer ahora. — dijo la castaña mirando a su amiga con tranquilidad y comprensión — Así podremos planear algunos pormenores de la boda con calma… y que me cuentes lo demás que tienes oculto — le sonrió con un aire picaresco.

    Si… — afirmó la pelinegra soltando un largo suspiro — me parece que tienes razón.

    Por lo tanto se dedicaron a platicar sobre esos detalles omitidos acerca de su casi enlace matrimonial, en tanto Sango atendía al pequeño Miatsu, el cual había despertado exigiendo su alimento.

    Bueno Aome — dijo la exterminadora muy comprensiva en lo que cambiaba a su hijo de seno —, me parece que era lo más lógico que Inuyasha actuara así… creo que fue mucha presión para el pobre.

    Es verdad — contestó apenada la joven de negros cabellos, preparando el arroz para la comida —, me excedí en mi petición y en mi comportamiento… ¡pero el traje lo hacía lucir tan guapo — dijo emocionada —, como si fuera un príncipe!

    No lo dudo — volvió a sonreír su amiga —, de vez en cuando destaca su atractivo animal.

    Oye Sango — se quejó haciendo cara de puchero —, no le digas tan feo.

    Es un cumplido — observó la castaña sin borrar la sonrisa —. No negarás que es aire de familia… basta con ver a Sesshōmaru.

    Se carcajearon muy contentas ante la observación y disfrutaron de una tarde hermosa después de comer, pues fueron al arroyo a refrescarse, está vez acompañadas también por la pequeña Lin, Kohaku y Kirara, quienes llegaron de visita. Las gemelas gozaban chapoteando en el agua y hasta querían llevar a su hermanito con ellas, por lo cual su madre metió al nene para que "nadara" por primera vez en la corriente de agua, aunque fuera un rato porque el agua era demasiado fresca para el niño. Y la noche cayó…

    Entonces Aome… — preguntó Sango en lo que contemplaban el fragmento de la luna creciente que hacía un buen rato había asomado por el horizonte — ¿cuándo crees que sea sensato que Inuyasha y tú se casen en definitiva? — Y volvió la vista a su amiga.

    Me parece bien en dos meses… — respondió muy segura la aludida, sin apartar la mirada achocolatada del astro en el cielo — cuando sea luna nueva otra vez.

    ¿Se casarán de noche? — cuestionó la castaña algo sorprendida — Eso no es muy común aquí.

    No, nos casaremos en el día que sea la noche de luna nueva. — sonrió complacida la pelinegra, esta vez mirando a su amiga — Así Inuyasha podrá asimilar las cosas con más facilidad… y aguantarse los nervios.

    Ajá… — observó con picardía la exterminadora — y también podrán disfrutar la noche sin pendientes, ¿verdad? — Y guiñó pícaramente un ojo.

    Sango… — la del futuro se sonrojó — ¡qué pena! — y se tapó la cara con vergüenza.

    Aome por Dios — le dijo la de larga cabellera castaña, moviendo la cabeza un poco —, ya somos mujeres maduras y responsables que conocemos las implicaciones del matrimonio, además… — ahora la sonrojada fue otra — tienes más información que yo en esos temas. — Concluyó.

    Bueno… si, pero… — tartamudeó sin que le bajara el bochorno.

    Las dos se quedaron en silencio por un momento, como prestándole atención a los sonidos nocturnos. Los niños descansaban en el interior de la vivienda, el paseo los había agotado. Kohaku dormía cerca de las gemelas porque ellas se lo pidieron; Miatsu compartía la habitación con mamá, aprovechando la ausencia de papá. Aome volvió a hablar.

    Por cierto traje esto para ti. — Sacó de su bolsa varias cajitas de las que ya antes le había obsequiado a su amiga, y algunos paquetitos nuevos — No quise dártelas delante de Shippou para que no preguntara indiscreciones. — Agregó al entregárselas — Si podemos regresar te traeré más.

    Gracias eres muy amable. — Sango tomó los obsequios, parecía visiblemente aliviada y emocionada — Y… ¿estos qué son? — preguntó asombrada, admirando las cajitas de contenido desconocido para ella.

    Eee… — Aome sonrió tontamente — son los que te conté para los caballeros… adentro trae el instructivo. — Y volvió a sonrojarse — Espero que el monje Miroku no me odie por esto. — Susurró un poco alto.

    Mmm… — pareció examinarlos con un poco de detenimiento, como tratando de adivinar la forma del contenido de los paquetitos. Después le dirigió una mirada suspicaz a la pelinegra — ¿También traes para ti?

    ¡Sango! — la de negros cabellos se abanicó un poco con la mano después de dar un respingo y resoplar — No soy inconsciente y por supuesto que pienso cuidarme para no embarazarme pronto… me gustaría disfrutar de un buen tiempo a solas con Inuyasha.

    Un rato más tarde Aome se despidió de su amiga y volvió donde Kaede, dispuesta a descansar para iniciar nuevamente con su preparación de sacerdotisa.

    Y… ¿Qué es lo que ocurrió con los caballeros?

    Inuyasha apuró el paso en lo que retornaba a su memoria el bochornoso incidente de la boda en la rara y lejana época de Aome; esta vez tenía que ser perfecto, porque esta vez es significativo y definitivo.

    Ojalá que ese atarantado me ayude en serio, — murmuró para sí, al pensar también en alguna de las ocurrentes ideas de su amigo el monje — o voy a dudar de su vocación.

    Alrededor del mediodía arribó donde Mushin, y encontró a Hachi limpiando escrupulosamente los pasillos.

    Mapache… — dijo a modo de saludo — ¿dónde está Miroku?

    Señor Inuyasha… — respondió después de haber dado un respingo del susto, inclinándose respetuosamente — es un gusto que nos visite.

    No estoy de visita de cortesía. — rezongó con los brazos cruzados — Dime en donde se encuentra porque esta claro que aquí no está.

    El jefecito Miroku salió… — contestó apenado — a la aldea más cercana para comprar víveres.

    El anciano monje Mushin se asomó trabajosamente por una de las puertas… parecía tan briago como acostumbraba.

    Tú eres… — bizqueó un poco para enfocar bien la figura del Hanyō — Inuyasha, el amigo de Miroku. — dijo un poco emocionado — No esperaba encontrarte por estos rumbos.

    ¡Keh! Creo que iré a traer a ese loco — dijo dispuesto a irse, más el viejecito le tomó de la ancha manga de su traje.

    ¿Por qué no lo esperas? No ha de tardar — observó el hombre.

    Esta bien… — contestó soltándose con algo de brusquedad — Ya detecté su olor… se acerca.

    Efectivamente, en menos de cinco minutos el aludido se presentó con algunas cosas en los brazos.

    ¡Inuyasha, que agradable sorpresa! — dijo sonriéndole al notar su presencia — Veo que Sango te dio mi recado.

    ¡Keh! Vámonos de una buena vez — espetó "amablemente".

    No seas maleducado… — le dijo con calma al tiempo que se acercaba más — Maestro Mushin, — se dirigió respetuosamente al anciano — traigo lo que me pidió. — le entregó una de las bolsas — Pero por favor no se lo acabe pronto o tendré que ocultarlo.

    Eres muy amable. — dijo el viejo monje tomando su pedido y extrayéndolo del fondo de la bolsa… una botella de sake — Los dejo para que platiquen a gusto en lo que la comida está servida… estás en tu casa Inuyasha.

    Y se alejó de ellos dirigiéndose a un área ubicada del otro lado. El Hanyō parpadeó un tanto anonadado… si a leguas se veía que el hombre llevaba una semana bebiendo.

    Oye Miroku… — preguntó un poco dudoso — ¿no se supone que el vino lo está matando?

    No exactamente. — contestó el ojiazul sonriendo tontamente — Si no toma por lo menos una botella al día se pone irritable e insoportable. Vamos a comer… prepararé algo delicioso.

    ¡Jah! No me digas que tu cocinas — le dijo un poco burlón.

    Aunque lo dudes. — respondió el ojiazul con aires de suficiencia — Claro que no es tan bueno como lo que prepara mi querida mujer… — afirmó un poco apenado — pero es comestible. Vamos Hachi, — se dirigió al mapache, quien se encontraba a una distancia prudente para acudir al llamado de su jefe — tienes que ayudarme.

    Se adentraron en el templo, encaminándose al área que sería la cocina. El ojidorado les siguió después de encogerse un poco de hombros. Ya en el sitio habilitado para tal fin el monje preparó una delicia culinaria… arroz hervido con pescado asado.

    Por ahora es lo que tenemos, y agradezcamos por esta comida al Creador de todo. — dijo Miroku en forma seria y solemne, cuando se disponían a saborear tan delicadas viandas — Así que bendigo estos alimentos y las manos que los prepararon con tanto cuidado… Inuyasha, ya puedes hincarle el diente — se dirigió al peli plateado con aire de diversión.

    El aludido no espero que se lo repitieran dos veces cuando ya tenía medio pescado en la boca.

    ¡Chomp, chomp! — masticó ruidosamente y habló con la boca llena — Por lo menos se puede comer… — dijo atragantándose un poco — ¡chomp, chomp! — y continuó devorando su gran porción.

    El anciano Mushin parecía estar ausente en su mundo y no notar la pésima educación del ojidorado porque se encontraba muy calmado tomando sus sagrados alimentos. Hachi sólo miró de reojo al Hanyō antes de concentrarse también es su plato. El ojiazul aguantó las ganas de carcajearse dedicándose a masticar con más educación.

    Ya era tarde cuando al fin los dos amigos pudieron hablar en privado. Inuyasha se encontraba sentado en uno de los pasillos principales, mirando fijamente el fragmento de la luna en creciente. Miroku pudo desocuparse de su mentor al dejarlo dormido, encargándole al tanuki que lo vigilara y le avisara de cualquier anomalía. Se acercó donde el Hanyō y se acomodó cerca de él. Estuvieron en silencio por un buen rato hasta que el monje decidió romperlo, con su característico tono de voz, amable y comprensivo.

    Me imagino que ya tienen una fecha para casarse, — dijo sin voltear a ver al de doradas pupilas — ¿o acaso me equivoco?

    Pues… — el ojidorado tampoco quería verlo fijamente — yo… Aome… es decir… no — terminó enrojeciendo brevemente al recordar su torpeza en la época de la joven.

    Ya sabía que eras… lento, — suspiró levemente el de la coletita, cerrando momentáneamente las azules pupilas — pero esto es el colmo — y negó con la cabeza.

    Oye, no vine aquí para que me sermonearas, — espetó el de plateada cabellera con un poco de molestia — así que ahórrate el esfuerzo y déjame en paz — resopló.

    Si eso es lo que quieres… — el monje se encogió de hombros y pareció dispuesto a retirarse.

    Miroku… espera, yo no… — Inuyasha se preocupó cuando notó que su amigo lo dejaría solo, y eso no era lo que necesitaba en estos momentos — lo que pasa es que… — tartamudeó y volvió a enrojecer — bueno… tú sabes como me… cuesta… hablar de… eso — su bochorno creció otro poco.

    El aludido volvió a acomodarse a su lado, sonriéndole brevemente con aire de comprensión. Le palmeó el hombro para demostrarle su apoyo.

    Inuyasha, — dijo serenamente — antes de que la linda dama que amas se fuera la primera vez, le regaló a Sango un pequeño libro de su época, que tiene bellas enseñanzas de la vida. Nosotros lo hemos leído y hemos aprendido mucho. Tal vez… — lo miró fijamente — en él puedas encontrar las palabras adecuadas para el anhelado día en que ambos, la señorita Aome y tú, al fin se unan, como han deseado durante tanto tiempo.

    ¿De verdad lo crees? — el Hanyō habló esperanzado, ya no tenía caso ocultar lo que verdaderamente sentía por la pelinegra… sabía que podía contar siempre con la ayuda de su amigo, eso es lo que realmente esperaba.

    Confía en mí. — le guiñó un ojo ya de forma pícara — Aparte de vocablos bellos también encontrarás una explicación detallada sobre las bendiciones del matrimonio… y otras delicias.

    Tenías que ser… maniaco — espetó el de larga cabellera plateada levantándose con un poco de brusquedad, mirando a su interlocutor con un poco de reproche.

    Por favor Inuyasha, — Miroku continuó sentado, sonriendo más abiertamente ante la molestia de su amigo — no te hagas el que quiere conservar la castidad porque ni Sesshōmaru te lo creería… — pareció pensar en algo por un instante — a lo mejor de él me parecería más que probable.

    No me menciones a ese arrogante… — dijo dejándose caer para sentarse otra vez, esta vez cruzado de brazos — por mí mejor no tener que soportar alguna descendencia suya.

    Como digas. — opinó el monje sin querer agregar ni una palabra más para no provocarle un disgusto mayor a su colega — Mañana partiremos después de desayunar, — dijo como quien no quiere la cosa, para cambiar de tema — Hachi nos acompañará para no tardar mucho.

    ¿En serio tengo que ir? — preguntó sin cambiar el tono de molestia.

    Aunque aparentemente ha vuelto la paz a esa zona… — agregó el ojiazul en un tono profesional, con la seriedad de alguien que sabe a lo que se dedica — uno nunca sabe en que momento puedan atacar los espíritus, es mejor ir preparados para…

    ¡Keh! Seguramente que ese inútil de Koga ya arrasó con esas basuras, — interrumpió el ojidorado con sarcasmo — para eso le paga Sesshōmaru… — después se sonrió un poco más — o por lo menos lo tiene como su “lobito faldero” — casi se carcajea ante su observación, imaginándose al Ōkami menear la cola dócilmente frente al Daiyōkai.

    Aun así es mi deber. — ahora Miroku le interrumpió sus sueños guajiros — No creo que a esos pobres pueblerinos les haya agradado ver más yōkai en sus aldeas… especialmente ese tipo de yōkai tan peligrosos, por lo rápidos y organizados que son. Pero en algo sí estoy de acuerdo contigo… — volvió la vista a su amigo — Sesshōmaru no se mostraría ante los humanos, por ello me parece lógico que haya enviado a Koga y los suyos.

    ¡Keh! Siempre lo he dicho… es un maldito aprovechado que abusa de los débiles.

    Bueno, siendo justos… — opinó el de cortos cabellos una vez más — no sabemos a ciencia cierta lo que originó todo, pero creó que tu hermano se encargó de la raíz del problema.

    ¡Keh! Eso no me importa. — Inuyasha pareció molestarse una vez más — Nada me hará cambiar de idea… él tiene mucho que ver con todo ese alboroto, debido a que todo se originó en las alturas, donde aparentemente está la mansión celestial de su madre.

    Podría ser. — Miroku dio por zanjada la discusión — Entonces considero que es el momento adecuado para descansar… debemos levantarnos temprano, nos espera un largo día. — se levantó para dirigirse a su habitación — Se que te gusta dormir al aire libre, así que no hay problema si gustas quedarte aquí… pero si deseas un techo para sentirte más cómodo… — le indicó al Hanyō con su amabilidad característica.

    Prefiero… un cuarto en esta ocasión. — respondió el aludido después de meditarlo un poco — Y… ¿me prestarías ese… libro? — preguntó con un poco de timidez, tratando de disimular su interés.

    Por supuesto. — el monje sonrió levemente — Acompáñame por favor, te indicaré en donde descansarás.

    Lo condujo hasta una pequeña recámara y lo dejó ahí para que pudiera meditar en la Palabra… con la seguridad de que a través de ella encontraría la forma precisa de explayar ante todos, esta vez sin miedo, el amor que le profesaba a la joven del futuro. La señorita Aome e Inuyasha se merecían unos magníficos esponsales, y su deber como padrino de la pareja, como monje y como amigo, era asegurar de que así fuera.
     
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  10.  
    FrankieAnime

    FrankieAnime Iniciado

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    Hahahaha me encanta tu fic n_n

    Es un cumplido — observó la castaña sin borrar la sonrisa —. No negarás que es aire de familia… basta con ver a Sesshōmaru.

    No sé por qué pero me imaginé a Sango haciendo una cara coqueta asii bien como las fans de Sesshomaru (presente!) pero es que DIOS! es Sesshomaruu!! *¬*
    Okya se me empieza a pegar lo miroku...Eso se contagia! e.e Sango se volvió como él xD Bien pervertidos esos dos! e Inu todo rarito de la vida aún xD

    Conti! n_n
     
  11.  
    InunoTaisho

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    Gracias a tod@s mis lector@s, y por este medio me felicito a mi misma por un aniversario de esta historia, mis pininos cuando era Cemzoo.... ¡Ya un año de empezar la aventura de escribir!!! Me emociono tanto que hasta se me nubló más el cerebro jajajaja!. Estoy puliendo a Naraku y su regreso triunfal a la trama del juego por su vida jijiji. En cuanto este listo les aviso... nuevamente mi agradecimiento porque sin ustedes a veces no tendría caso estar en un foro como este, que se hizo para que algunos sean lectores aferrados y otros escritores esforzados... Sayonara.
     
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  12.  
    yuebella

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    Eres la ley tu fic me mata de risa xD. Ese libro… espero que sea las 1001 palabras del matrimonio…
    Sigue así eres genial!!! Espero conti con todas mis ganas y QUIEN ES LA NOVIA DE SESSH!!!
     
  13.  
    Kai

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    Bien, solo me había perdido un capítulo.
    Tal y como he dicho antes (en mis pocos comentarios), tienes talento hermosa. Ahora no sé, a esperar el asunto de la boda, y todos los pormenores.
    No tengo muchas palabras para desribir ya que encuentro tu escrito casi impecable. Digo casi por los guiones, son los correcto y bla bla bla...
    Lo qeu te falta, la puntuación va luego de la intervención del narrador...

    -Hola -dijo escueta-, ¿Cómo estás? -finalizó de la misma forma.

    Y eso, no encuentro palabras para describir el capi, pero si para ti. Excelente escritora. ^^
     
  14.  
    InunoTaisho

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    Título:
    Pasado mañana (inu/kag,mir/san,sess/?)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    56
     
    Palabras:
    4688
    Capítulo 30 (parte dos).

    Inuyasha se encontraba solo en la habitación que Miroku le había proporcionado. El templo custodiado por Mushin estaba alejado de las poblaciones, por lo que se escuchaban los sonidos nocturnos del bosque y el rumor de la caída de agua en la cascada cercana al lugar. En otras condiciones el ojidorado hubiera preferido dormir afuera, pero el ojiazul había despertado su curiosidad al mencionar sobre un libro que podría servirle como fuente de inspiración, para buscar las palabras adecuadas que decir el día de su boda con Aome…

    Su boda con Aome… no es que no deseara vivir con la pelinegra en todas las formas de la ley de esa época, pero le daba pánico pensar en lo que tendría que hacer después cuando… lo que menos quería era llegar a lastimarla y no estaba seguro de controlar a la bestia que residía en su interior una vez que el ambiente se pusiera… mejor ni pensarlo. Recostado en el futón que había en medio de la habitación se dispuso a leer.

    Que libro tan raro… — se dijo admirando el ejemplar, un pequeño y grueso libro encuadernado en piel —, no parece la gran cosa.

    Bueno… decidió echarle una hojeada general al contenido antes de centrarse más detalladamente en la sección que Miroku le había recomendado, señalándola mediante una nota en pergamino:

    “Que te sea de provecho todo este capítulo… y tal vez más, más adelante”.

    Al principio le pareció algo aburrido a la vez que un tanto… irreal, y hasta dramático en exceso. Aunque hay que considerar que si no lees algo con el afán de entender su contenido pues… no le vas a entender. Pasaba las páginas de diez en diez, deteniéndose un poco en algunas partes que creyó algo especiales…

    ¡Keh! — bufó un poco volviendo a pasar otros folios —, ¿qué clase de libro es este? — y continuó haciendo lo mismo —. No parece un manual de modales… no tiene dibujos — cerró momentáneamente el libro e inició desde el principio —. Mejor veré que es lo que a Miroku le pareció interesante para mí… sólo espero que no sean las cochinadas que le gustan.

    Así que volvió a pasar las páginas hasta llegar al inicio del capítulo escogido. Leyó el encabezado.

    Que título tan… chocante — pensó en voz alta.

    Comenzó con su lectura e inmediatamente se le subió la sangre a las mejillas… el lenguaje empleado en dicho texto era bastante diferente a lo que había leído, se diría que tenía forma poética, algo cursi tal vez y un tanto explícito en ciertas partes para la áspera mentalidad del ojidorado.

    ¡Carajo, qué porquería! — Inuyasha botó el librito como si le quemara los dedos, y eso que únicamente había leído una página —. ¡No tengo ganas de perder el tiempo!

    Se cruzó de brazos, en su gesto se reflejaba la molestia.

    Ese Miroku enfermo y sus cosas… — lanzó una palabrota altisonante.

    Cinco minutos después, sin embargo, volvió a tomar la obra para continuar con la lectura… la curiosidad era mayor que su irritación. El rubor no disminuyó, más antes se elevó haciendo que el tono rojo fuera más intenso, casi como si tuviera fiebre. Volvió a arrojarlo y cerró los ojos, sacudiendo la cabeza con presteza.

    ¡Mierda, mierda! — dijo bastante airado —. ¡Ahora voy a tener sueños cochinos por culpa de ese pervertido de Miroku y este libro de porquería!

    Se levantó de un salto y empezó a caminar de un lado a otro de la habitación. En su gesto se notaba su desagrado.

    Pero la culpa de todo la tiene Aome por… — trató de justificarse sin dejar de moverse — ¡Carajo, todas las mujeres son igual de problemáticas!

    Después de dar vueltas como por cinco minutos prefirió tumbarse en el futón para tratar de dormir, sin dejar de cavilar en todas las cosas estúpidas que tiene que hacer un hombre por quedar bien con la mujer que le gusta para compañera.

    Sólo al idiota de Miroku se le ocurre pensar que es buena idea… — masculló al cerrar los ambarinos ojos — y yo que le hago caso.

    A pesar de sentirse tan molesto no tardó mucho en caer rendido de cansancio.

    ********************

    El suave y delicado aroma de las flores de campanilla penetró por su respingada nariz y lo hizo abrir los ojos con sorpresa al reconocer el olor.

    ¿Dónde estoy? — miró extrañado a su alrededor, incorporándose de entre la hierba —. ¿Kikyō? — se preguntó buscándola con la mirada.

    A lo lejos divisó la esbelta silueta de su antiguo amor, vistiendo una túnica muy blanca y resplandeciente. Los largos y negros cabellos de la sacerdotisa muerta se agitaban suavemente con la brisa. El Hanyō pareció incrédulo por verla así tan tranquila, como si nada hubiera sucedido.

    ¿Ki… Kikyō? — volvió a preguntar acercándose con cautela donde la miko estaba parada.

    Tenía tiempo esperándote Inuyasha — contestó ella sin voltear a verlo, en su voz no se reflejaba ninguna emoción —. Tardaste mucho en tomar la decisión correcta… ahora no puedes renunciar ni echarte para atrás.

    ¿Qué haces aquí? — se detuvo un poco, aunque no le quitó la vista de encima —. Y… ¿qué hago yo aquí? — cuestionó en tono precavido… no quería creer que su cerebro o la sacerdotisa le jugaran una broma.

    Estamos en este lugar porque lo pediste desde el fondo de tu corazón — contestó la joven morena volteando a verlo esta vez, con esa mirada un tanto endurecida que había mostrado durante el tiempo en que su alma errante anhelaba vengarse de él —, yo sólo vine a abrirte los ojos al amor… — sonrió un poco irónica — debido a que a mi lado no lo conociste del todo.

    ¿A qué te refieres con eso? — el ojidorado pareció disgustarse ante esas palabras y se cruzó de brazos sin avanzar más.

    No tienes porque ofenderte — dijo Kikyō sin dejar de sonreír, y ahora ella avanzó hacia él —. Sígueme y te aclararé todo.

    Sin darle tiempo a protestar lo tomó del brazo y lo jaló con firmeza, llevándolo con ella como si fuera un muñeco.

    Oye… — es lo único que pudo murmurar Inuyasha, y se quedó perplejo al ver que no podía oponer resistencia.

    Siguieron por un estrecho sendero bordeado por esas pequeñas flores. En ese momento el rostro de Kikyō reflejaba felicidad… iba caminando junto al único hombre que podría decirse había amado con intensidad, aunque nunca lo había aceptado tal cual es pues temía que, al ser ella sacerdotisa y él un semidemonio, no conseguirían ser siempre felices; por ese motivo trató de convencerlo de pedir el deseo de ser humano en su totalidad, para que vivieran unidos sin preocuparse por las murmuraciones de las personas… un deseo egoísta que desató el caos posterior.

    Pero eso ya no importaba ahora… el destino se había encargado de enderezar todo con la llegada de su reencarnación. Aome estuvo ahí para solucionar los problemas desatados por las dudas de Kikyō, y hasta se quedó con el amor de Inuyasha. La antigua miko tuvo que morir para que la joven del futuro naciera y corrigiera el fallo. Si las cosas no hubieran sido así… el futuro sería incierto.

    Al fin llegaron a un pequeño templo, no muy alejado de donde empezaron a caminar. Las puertas se abrieron para cederles el paso, aunque no parecía que hubiera más seres vivos en ese lugar aparte de ellos. Entraron en una estancia no muy larga, donde se encontraba una mesa no muy grande, y había cojines cómodos para sentarse.

    Toma asiento Inuyasha — Kikyō lo soltó y retornó a la seriedad, dejándose caer suavemente frente al Hanyō, en la forma acostumbrada por las mujeres de la época —, y pregunta lo que necesites preguntar.

    El ojidorado se acomodó también sin haber cambiado el gesto de extrañeza, mirando hacia todos lados como deseando encontrar algo lógico en todo lo sucedido. El lugar no tenía más que una pequeña ventana y las paredes eran tan blancas… por un momento creyó que estaba en algún sitio donde las almas esperaban por ir al cielo.

    ¿Y bien? — la miko volvió a cuestionarlo mirándolo fijamente, sin inmutarse ni un poco por la reacción de él.

    ¿Qué? — Inuyasha volteó a verla como si apenas notara su presencia —. Perdón… — y pareció avergonzarse un poco — Decías que me… ¿ayudarías a…?

    Aclararé algunas de tus dudas y temores — le interrumpió la joven con gravedad — lo demás… depende de ti. Así que abre más tu corazón y exprésate — terminó como si estuviera regañándolo.

    El joven semidemonio abrió la boca como si fuera a rezongar, pero volvió a cerrarla y se quedó meditando un momento en las palabras de su antes amada Kikyō.

    Sus dudas y temores estaban más bien relacionados a la forma ideal de comportarse con Aome una vez que se hubieran casado como era debido. No quería mostrarse como un patán aprovechado e insensible, no quería lastimarla en lo más mínimo, quería ser para ella el marido ideal sin dejar de ser… él. Y eso le parecía algo complicado, pues las pocas veces que habían discutido últimamente, desde que la muchacha regresó de su época, era porque el peli plateado parecía ser demasiado fijado y criticón en lo relacionado a la bonita relación matrimonial de sus amigos Miroku y Sango.

    Ambos, Inuyasha y Aome, estaban de acuerdo en que el monje continuaba siendo un manolarga incontrolable a pesar de los tres años de feliz unión con la exterminadora, y no dudaban de que en la intimidad fuera mucho peor en ese sentido. Pero lo que para el Hanyō resultaba exasperante era el hecho de que el ojiazul se mostrara excesivamente cursi hasta en los momentos menos adecuados, y que a la castaña se le pegaran algunas de esas mañitas. Para la pelinegra no tenía nada de malo que sus amigos fueran un tanto cariñosos ante ellos y otros de sus conocidos, especialmente porque, en ese período, no era muy bien visto por la gente las muestras de cariño en público… al joven monje ese detallito no le preocupaba en absoluto, y no dudaba en demostrar lo mucho que amaba a su esposa y a sus hijos aunque se ganara un regaño por parte de ella.

    Es parte del meollo del asunto, ya que Inuyasha no se había visualizado en ese terreno… tal vez lo imaginó en alguna ocasión pero, ahora que podía decirse estaba a un paso del altar, no sabía que hacer, aunado al hecho de llegar a la intimidad… eso lo horrorizaba. Kikyō lo miraba escrutadoramente sonriendo un poco, pues el rostro del ojidorado reflejaba su lucha interna.

    Inuyasha… — interrumpió sus pensamientos, esta vez su tono era más amable — ¿por qué te atormentas tanto?

    ¿Eh? — el aludido levantó la vista y la miró, volviendo a avergonzarse —. No Kikyō… no me pasa… nada.

    No quieras mentirme — dijo ella —, nunca pudiste engañarme y no lo harás ahora.

    Yo… — se quedó momentáneamente callado.

    En realidad la forma en la que habían sido engañados por Naraku fue tan estúpida… a pesar del poco tiempo que llevaban de relación habían aprendido a interpretar sus gestos, y él siempre fue transparente con ella, no podía ocultarle nada. La joven pareció recordar lo mismo.

    Ya no te atormentes por el pasado — volvió a hablar Kikyō sin dejar de observarlo —. Tú tenías razones para desconfiar y yo me dejé llevar por la rabia de creerme engañada… dudé de ti y de tu amor. Pero eso no es relevante en este momento — continuó de forma amable una vez más —, así que no me niegues que tu problema es llegar a la intimidad con Aome — observó un tanto pícara… algo no muy común en ella.

    ¿¿Cómo lo supiste?? — al semidemonio se le subieron más intensamente los colores al rostro.

    Eso no es lo interesante — dijo la miko haciendo una seña con la mano de que se olvidara el asunto —. Pero antes necesito preguntarte algo importante… — y volvió a ponerse seria — cuando te pedí que vivieras a mi lado, ¿qué pensaste en realidad?

    Eee… — el pobre Hanyō hubiera querido ocultarse de esa mirada achocolatada que no reflejaba emociones ahora — ¿A qué viene esa idiotez? — soltó sin pensar, completamente abochornado.

    Los ojos serios y un poco fríos de la sacerdotisa parecieron llenarse de lágrimas. En un momento se puso a llorar en un típico gesto de Aome, ocultando el rostro entre las manos y agachándose.

    ¡Oh Inuyasha — dijo sollozante, aunque no tan fuerte ni tan agudo como acostumbraba a reprochar su reencarnación —, no sabes como me duele que me trates así!

    El ojidorado hizo un gesto de desesperación y se le bajó el rubor, nunca se imaginó que Kikyō pudiera actuar de forma similar a la pelinegra del futuro. Se acercó cautelosamente a la pálida muchacha y la tomó delicadamente por los hombros.

    Kikyō… no llores… no quería… — ya no sabía ni que decir para calmarla.

    Parecía que la sacerdotisa se ahogaría en su llanto, de sus labios salían lastimeros gemidos.

    Kikyō… por favor… — lo último que el semidemonio había pensado hacer era abrazarla, pero es lo que le pareció conveniente para tranquilizarla —, lo siento tanto.

    Súbitamente la aludida dejó de llorar y se soltó delicadamente de sus brazos, volviendo a sonreír un tanto irónica.

    No tenías porque molestarte Inuyasha — le dijo al apartarse —, de todos modos eso ya no me afecta.

    El ojidorado abrió momentáneamente la boca con un poco de asombro.

    ¿Para qué fue todo este teatro? — replicó enojado.

    Para comprobar si de verdad… estás dispuesto a abrirte de capa de una buena vez — contestó la sacerdotisa un tanto arrogante —. A veces eres un poco voluble… y eso no está bien. Ahora pon atención a lo que verás a continuación… como punto de partida.

    La joven se levantó con calma para sentarse en el extremo contrario de la mesa. El ojidorado no sabía ni que pensar ante esa rara situación, hasta se pellizcó el antebrazo para comprobar si era un sueño y, como no le dolió, llegó a la conclusión de que estaba dormido.

    No te distraigas — señaló amablemente la antigua miko —, ahora vas a recordar algunos sucesos pasados con Aome… y no me negarás que los recuerdas muy bien — volvió a sonreír con picardía inusual.

    En la blanca pared frente a la mesa se proyectaron algunas imágenes tan nítidas como en su memoria, a manera de que estuvieran viendo una película de estreno… bellos momentos, y quizá algunos malos, en los cuales empezó a sentir el revoloteo de las mariposas en su estómago cuando estaba cerca de la joven del futuro: la ocasión en que fueron a cuidar el cuerpo muerto de una princesa para evitar que su alma fuera robada, y Aome se apoyó en su hombro alegando que tenía miedo de que el cadáver se levantara de un momento a otro; el breve instante en que la vio desnuda sin querer, al tratar de rescatarla del ermitaño Tokajin; cuando al fin la rescató de Koga, la primera vez que toparon con el lobo, y el muy Sarnoso dijo que quería a la joven como su mujer, lo cual le hizo hacerse de palabras con el Ōkami; todas esas veces que el impertinente Sarnoso se cruzaba en su camino para “molestar” a Aome; cuando tuvo que enfrentarse a Cho – Kui – kai, porque el muy cerdo se llevó a la chica empleando un truco barato para obligarla a tener hijos con é; varias ocasiones en que fue con la muchacha a su época y tuvieron algunas peripecias… todas esas veces en que, de una forma u otra, Aome se las arreglaba para ser la “dama en peligro”… Se le subieron nuevamente los colores al rostro en tanto la sacerdotisa sonreía con discreción.

    ¿Hace cuanto tiempo te diste cuenta que la amabas más que a mí? — preguntó mirándolo fijamente en cuanto la pared volvió a ser blanca.

    Kikyō… yo… — el Hanyō volvió a mostrarse avergonzado y decidió desviar la vista del rostro pálido de su antiguo amor.

    No quiero tu lástima Inuyasha — le dijo ella hablando en tono más altanero —. Ahora no me dolerá que me lo digas… así que habla sin temor — agregó volviendo a ironizar un poco.

    No… no es lástima — dijo el ojidorado sin verla.

    ¿Acaso es miedo? — cuestionó mordazmente la joven —. ¿Es qué me amas aún?

    ¡No! — levantó la voz mirándola un poco enojado y después agachó la vista, avergonzándose otra vez —. Es decir… — tartamudeó.

    Kikyō se carcajeó un momento, tal vez con algo de sarcasmo.

    Por favor Inuyasha… — volvió a verlo — ¿Amas o no a Aome? — sonrió un poco más, aunque esta vez pareció delicada —. No te angusties por mi alma… ahora ella está tranquila, y lo estará más cuando vea que eres feliz al lado de la mujer que también te ama.

    El Hanyō afirmó con la cabeza, dedicándole a la sacerdotisa una mirada algo triste… no le negaría que de verdad ahora su corazón pertenecía a la del futuro, pero prefirió no decirlo en voz alta. Kikyō también afirmó y no le dijo nada más, esperando a que abriera la boca.

    Kikyō… — dijo al fin sin atreverse a mirarla de nuevo — yo… — suspiró un poco —, no me gustó que murieras por culpa de ese imbécil…

    Las cosas que tenían que pasar son las que pasaron — habló la miko con amabilidad, ya sin sonreír —. Naraku causó mucho daño y era mi responsabilidad detener lo que yo provoqué… de todas maneras tenía que morir para que Aome viviera, pues no debíamos estar juntas al mismo tiempo — está vez fue ella la que desvió la vista para disimular una pequeña lágrima.

    Kikyō… — Inuyasha la miró nuevamente con ojos un tanto temblorosos… el primer amor será siempre el primero y ocupará un lugar especial en tu corazón.

    Se feliz con Aome, Inuyasha querido — dijo la joven sin verlo —. Ella te ama por como eres y siempre sabrá perdonarte cuando te equivoques, porque aprendió a conocerte muy bien… no es cuestión de cambiar drásticamente tu forma de ser — y esta vez sí lo miró con cariño… una dulce mirada como la que le dedicaba en los felices días de antaño, cuando ellos eran pareja.

    Kikyō… — no pudo decir nada más, sólo la abrazó igual que antes, a lo que la antigua sacerdotisa correspondió esta vez.

    Se quedaron algunos minutos así, como liberando los últimos sentimientos de cariño entre ellos. Eso no significaba que el Hanyō la olvidaría… Kikyō fue la persona más importante en su vida, antes de la llegada de Aome y después de varios años sin su querida madre; la que le hizo apreciar el lado humano de su ser, como siempre lo hizo su amada progenitora en los pocos años que le duro… sin embargo, el asomo de la duda en el corazón de la miko fue lo que arruinó el bello sentimiento del amor puro, permitiendo que la envidia de Naraku fuera más fuerte.

    Ahora Inuyasha — se apartó una vez más con suavidad y volvió a la seriedad que acostumbraba en sus últimos días —, no tengas miedo de enfrentarte con las pasiones humanas… son parte de la vida.

    Eee… — el peli plateado enrojeció por enésima ocasión ante una observación tan directa —, es que yo…

    Recuerda lo que te ha dicho tu amigo el monje — continuó la pálida joven sin inmutarse —, dentro de un matrimonio es básico… el cuerpo lo pide — sonrió levemente ante el encendido tono carmín del ojidorado —. Así que quítate la vergüenza… sería una afrenta para Aome el que no quieras intimidad con ella, que no se hicieran una sola carne — volvió a decir con solemnidad.

    ¿Qué? — el joven abrió la boca con sorpresa —. ¿Desde cuando… aprendiste los discursos de Miroku?

    No es un discurso sin sentido el de su Excelencia — contestó la miko sin perder la calma —. Es la enseñanza más pura… porque el hombre y la mujer fueron creados para ser uno solo a través del amor… y el matrimonio es la representación del amor de Dios para con la humanidad.

    Eee… — Inuyasha pareció atónito, ¿acaso las cursilerías de su amigo manolarga… tenían una base espiritual?

    Te invito a que continúes con la lectura de las Sagradas Letras y abras tus pensamientos… — agregó la sacerdotisa —, te será de gran ayuda para que mejoren los dos, pues Aome debe madurar más a tu lado. Y nunca se guarden nada importante… hablen siempre con la verdad aunque sea dura — terminó de hablar y se silenció como para darle la oportunidad de pensar.

    Y si que necesitaba digerir lo que oyó.

    Así que el “manchadito” de Miroku no andaba nada errado en sus cosas… por algo había enamorado a Sango y ella lo aceptó a pesar de esos defectitos. El de plateada cabellera admitía que, en el fondo, llegó a comprender que era la inseguridad por su vida la que había hecho al monje actuar de forma tan libertina, pero ahora, aunque en apariencia parece comportarse igual que en esos locos días, en realidad ya no es así. Respeta a su familia, su mujer y sus tres hijos, y hasta toma las responsabilidades con mayor seriedad… no porque antes fuera un completo inconsciente, pero el sentar cabeza se ve reflejado en su actuar.

    El amor hace cosas maravillosas… sólo es cuestión de que él y Aome siempre se tuvieran confianza e hicieran a un lado sus temores y miedos… todo saldría bien si ambos así lo deseaba y ponían de su parte.

    ¿Necesitas algo más Inuyasha? — dijo Kikyō después de un breve lapso, volviendo a sonreír un tanto pícara —. Si gustas puedes ver algunos momentos románticos del monje y su esposa… para que te des una idea de lo bello que es amar sin inhibirse.

    ¡Por supuesto que no! — gritó un poco ofuscado, enrojeciendo por enésima ocasión —. No tengo porque ver… esas cosas — agregó en voz baja.

    Tranquilo — ella le pidió calma sin quitar la sonrisa —, era una sugerencia… ahora tengo que irme — se levantó con calma y agregó con más seriedad —. Ya no dudes más y sigue adelante… piensa en la felicidad que te espera al lado de Aome.

    Kikyō… — se levantó también recuperando el tono normal en la piel.

    Algún día volveremos a vernos — le sonrió un poco —, si me necesitas estaré cerca — y agregó borrando la sonrisa — Pero no te atormentes nunca más con el pasado… déjame ya descansar en verdadera paz.

    Yo… — tartamudeó el joven — siento no… haberte ayudado.

    Lo hiciste bien querido — volvió a sonar amable y le acarició una mejilla, con ese tacto tan suave que él recordaba —. Ahora se un buen hombre y hazla muy dichosa.

    Kikyō caminó rápidamente hacia la puerta y salió sin voltear y sin esperarlo, perdiéndose de vista entre las flores de campanilla que bordeaban el sendero. Inuyasha no pudo moverse… antes más bien sintió que el piso se hundía a sus pies.

    ********************

    Un alarido salió de su garganta y abrió los ojos con sorpresa.

    ¿Kikyō? — dijo enderezándose —. Fue un sueño… — suspiró con fuerza.

    A través de la ventana pudo observar el cielo aun oscurecido, señal de que faltaban algunas horas para el amanecer. Tal vez podía leer un poco antes que Miroku lo llamara para irse. Así que recogió el libro y continuó con su interrumpida lectura.

    Nota: A paso lento pero seguro… no pude resistir a la tentación de que fuera Kikyō la que lo animara a dar sin temor el último paso importante en su vida… no temerle a la intimidad con Aome… jajaja! Algo chusco pero yo pienso que en su rudeza es lo que le daba miedo de vivir al lado de la pelinegra, el consumar su amor y tal vez… no quería ni pensar que se le saldría lo “Bestia” jajaja!!!
    P.D. La enseñanza del amor es algo que todos debemos saber… Dios nos ama y el matrimonio es la representación de su amor, pues el hombre dejara a su padre y a su madre para ser una sola carne con su mujer… Saludos y sean felices.
     
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  15.  
    yuebella

    yuebella Entusiasta

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    Muchas gracias por el aviso Inu no taisho-sama. Aunque cuando termine de leer el capitulo me quede con cara de "yo creí que era el de la boda" y solté un ~guu(?) Debo decirte que tu forma de escribir es asombrosa y que Kikyo le dijera eso a Inuyasha… da mucho que pensar. Sigue como eres y no me sorprenderá llegar a ver tu nombre entre los mejores (si es que no lo estas ya) Muchas gracias!
     
  16.  
    Estrellita

    Estrellita Bel-Kuran

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    hola gracia por avisarme...guau me dejaste sorprendida me encanta como pones a Inuyasha en situaciones embarazosas y como se le sube el rubor jajaja solo pensar en que kikyo le dijo todo eso y como imitó a Aome jajaja que chiste bueno sigue así y espero te apresures con el siguiente capitulo...
    a por cierto no vi ninguna falta de ortografia y tampoco te desvias en la narracion eres muy buena en esto te felicito

    SAYONARA....
     
  17.  
    Kai

    Kai Usuario VIP

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    A pesar del el capi ser serio, sabes como ponerle tu toque cómico que lo hace único.
    Debes saber que Kikyo no es mi personaje favorito -sino ya lo sabes-, pero no por ello no me gustó, me encantó.
    Me pareció muy bien que la usaras en el capítulo, para atar cabos y por fin enterrar ese pasado que lo atormenta.

    Creo que, siendo ya la trama como es y sabiendo como va a terminar, deberías terminar pronto la historia, es decir, a pesar de los capítulos estar divididos, siguen siendo 40, es mucho y sin ser odiosa, se vuelve monótono leer algo que de ante mano sabes como va a terminar.

    Cuando se trabaja con comedia se debe tener el cuenta que no siempre tiene que ser cargada, ni menos durante todo el capítulo, eso lo demostraste acá, pero incluso a ti se te acaban las ideas. Para otra ocasión has algo más corto, dónde abarques lo que quieras sin caer en la monotonía. Tienes excelentes ideas, pero como pones a los personajes en las mismas situaciones te sueles atascar.

    Sigue ascendiendo, tu sempai te lee, cuidate.
     
  18.  
    Misaky-chan

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    Hola!! inu-chan no puedo creer que hallas puesto la continuacion de este maravilloso fic esta realmente genial pobre inuyasha siempre sufriendo pero que le vamos a hacer después de todo nunca tubo un amor de madre y cuando conocio su primer amor se le fue arrebatado creyendo que lo habían traicionado pero en fin al fin llego kagome y le enseño lo vello que es el amor y despues de muchos obstáculos pudieron estar junto que lindo pero siguieron teniendo problemas menores que era como se hiba a expresar el hanyou en fin ahora kikyo aclaro las dudas a inuyasha y le dio un empujoncito ahora es esperar que no le tenga miedo a la intimidad con kagome por que si no pobre de esta!!! Heheheh no mentiras solo espero que pronto se casen hahahaha tan lindas que son las hijas de miroku y sango son divinas me dan tanta ternuara sus hijas que pecado con el pobre de inuyasha se nota que las niñas tienen cierta obsecion con las pobres orejitas del hanyou pero en fin 1!! espero con ansias la continuacion espero que me puedas avisar por favor espero que no te demores hasta la proxima!!
    besos y cuidate!!!

    By: lovemile!!

    CUIDATE!!!
     
  19.  
    Naru-Chan

    Naru-Chan Usuario popular

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    Hola amiga n.n bueno yo leí todos los capítulos de este maravilloso fic, por que lo es, eres muy buena escribiendo comedias, eso lo déjate demostrado n.n y me encanta leerte :3
    En si Kikyo nunca me cayo bien, y menos que menos es mi personaje favorito, para nada, pero tengo que reconocer que la usaste muy bien en este capitulo, pudo arreglar las cosas que la tenían mal, y varias con Inu, y claro también los problemitas o miedo(?)que tenia el con la intimidad con Kagome-chan n.n
    En verdad sabes manejar bien a los personajes, y siempre pones a Inu en situaciones bastantes graciosas y haces que le suban esos adorables sonrojos n.n
    Bueno amigi, en verdad te felicito :3 cuando subas la conti avísame, un beso!
     
  20.  
    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

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    Título:
    Pasado mañana (inu/kag,mir/san,sess/?)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    56
     
    Palabras:
    9664
    Gracias a todos los lectores por su paciencia... este es mi primer fic y, aunque aparente tenerlo olvidado no es verdad... lo que pasa es que es mi orgullo y por eso quiero que este muy bien redactado... basta de palabrería, vamos a la conti!!!

    Capítulo 31

    Después de que Miroku e Inuyasha se dirigieran una vez más a la región Oeste para verificar los rumores sobre la retirada intempestiva de los yōkai… y cobrar por los servicios pendientes de la ocasión anterior, regresaron a la aldea.

    El monje se abstuvo de preguntarle a su amigo peli plateado si había leído el pequeño libro que le prestó, obsequiado generosamente a Sango por Aome. El Hanyō no dijo ni media palabra sobre el tema. Ya se vería el día en que celebraría su tan ansiado matrimonio con la joven del futuro, si es que encontró algo que fuera de utilidad. Por el momento era menester volver con sus seres queridos. El ojiazul llevaba como veinte días fuera de casa, sin estar con su amada esposa ni con sus tres hijos, así que los extrañaba como no tienen idea, y ellos también. Asimismo, el ojidorado quería estar con la pelinegra dueña de su corazón, para dejar muy en claro cuando será el momento ideal de unirse por el resto de sus vidas. Cada quien tomó su camino en cuanto llegaron a los límites del poblado. Hachi les acompañaba, por una petición especial de su “jefecito” Miroku.

    Bien Inuyasha — se despidió Miroku un tanto apresurado —, salúdame a la señorita Aome y tal vez nos veamos más tarde. Vamos Hachi — se dirigió a su sirviente para que apurara el paso.

    Nada más no te pases de… — respondió el aludido lanzándole a su amigo una mirada escrutadora.

    Eso será más adelante — contestó el monje con una sonrisa pícara en tanto se alejaba por la derecha —. Ya pronto pensarás lo mismo — y se carcajeó encaminándose a su hogar, ignorando el leve sonrojo de su amigo y de su sirviente ante sus palabras.

    ¡¡Eso quisieras!! — recuperándose casi al instante Inuyasha levantó la voz —. Idiota… — murmuró al final y se dirigió a la cabaña de la anciana Kaede, pues Aome había decidido permanecer al lado de la buena mujer mientras no estuvieran juntos como esposos.

    Olfateó un poco el aire para comprobar que sus ocupantes estuvieran ahí, pero sólo percibió el aroma de Lin.

    ¡Mierda! — se dijo a sí mismo —. ¿Dónde diablos se habrán largado Aome y la anciana?

    Bueno… era seguro que la jovencita sabía la respuesta. Abrió la “puerta” sin avisar y levantó un poco la voz para que lo oyera, procurando modularse para no espantarla. La pequeña se encontraba acomodando algunas hierbas medicinales dentro de una caja.

    ¡Oye Lin! — dijo lo más amable que pudo —, ¿dónde esta Aome?

    ¡Hola señor Inuyasha! — la niña le saludó con su acostumbrada sonrisa amable, como si estuviera esperando por su llegada —. La señorita Aome no está — respondió en tono tierno.

    Si… ya me había percatado de eso — el ojidorado se guardó una ironía y conservó el tono amable… recordaba que no debía herir la susceptibilidad de la chiquilla o podría ser gravemente lastimado por Sesshōmaru —. ¿A dónde se fue? — volvió a preguntar con calma.

    Fue con la anciana Kaede al antiguo templo en donde la señorita Kikyō se preparó como sacerdotisa — su interlocutora contestó con algo de entusiasmo —. Cuando yo sea más grande también entrenaré ahí — afirmó con emoción —. Dice la anciana Kaede que tengo un gran poder espiritual oculto. ¿No le parece maravilloso señor Inuyasha? — y le dirigió una mirada de complacencia, como si esperara su aprobación.

    Eee… si claro, ya veo — el de cabellera plateada pareció un poco perplejo ante el cúmulo de información no pedida y recordó que en ese lugar se enfrentaron con Tsubaki, una malvada sacerdotisa envidiosa de Kikyō, que buscó dañar también a Aome —. Me parece que mejor voy a buscarlas — trató de salir y alejarse de la pequeña pelinegra… la chiquilla hablaba hasta por los codos en su opinión.

    Ya no deben tardar señor Inuyasha — dijo Lin tomándole suavemente por la manga de la Hitoe —. Mejor cuénteme como le fue con su Excelencia… Ahome y Kikyō preguntaron mucho por su papá y hasta Miatsu lo extrañaba — dijo un poco seria —. Ya tiene mucho tiempo que su Excelencia se fue… ¿él también regresó o vino usted solo? — preguntó dudosa.

    No… también Mir… su Excelencia Miroku está aquí — tartamudeó un poco y afirmó con la cabeza. Decidió sentarse junto al fogón para acompañar a la niña.

    ¡Qué bueno! — la pelinegra se sentó a su lado y volvió a sonreír —. En los últimos días los tres estuvieron muy llorones… a veces la señorita Sango parecía desesperada.

    Me imagino — suspiró un poco el Hanyō.

    La pequeña le relató su última aventura con Sesshōmaru, recordando que el ojidorado y Aome habían pasado la última luna nueva en la época actual y que el Hanyō había ido por su Excelencia antes de que ella regresara, así que consideró importante contarle los detalles. Cada vez que Lin hablaba de Sesshōmaru, Inuyasha hacía una disimulada mueca de fastidio… se le hacía exagerada la actitud de la niña en torno a su gran hermano, pero prefirió dejarla hablar mientras su imaginación divagó un poco hacia un futuro que ahora no se veía tan lejano, evocando en su memoria esa imagen placentera que se le ocurrió casi tres años atrás, después de que nacieron las gemelas de Miroku y Sango: Aome cargando un bebé con orejitas, él muy sonriente y la criatura diciéndole “Papá”. Sacudió la cabeza un poco asustado, y se levantó precipitadamente inquietando a Lin.

    ¿Qué sucede señor Inuyasha? — se interrumpió la chiquilla y lo miró con preocupación.

    No… nada — contestó recobrando la conciencia del lugar donde estaba —. Aome y la anciana Kaede ya están cerca — olfateó un poco… ahora sí podría apartarse de la niña —. Iré a ayudarlas con lo que traigan — y salió sin más de la vivienda.

    Se encaminó hacia el sendero que conducía al Árbol Sagrado y se encaramó en él. El sentido no le había fallado… Aome se acercaba junto a Kaede, las dos parecían muy contentas. La joven vestía ya el típico traje de sacerdotisa. En opinión del Hanyō nunca se vería tan bien con esas prendas, pero en este momento su corazón brincó de gusto por verla. Ni tardo ni perezoso descendió de entre las ramas y en menos de un minuto las alcanzó.

    ¡Aome! — gritó emocionado al llegar de un salto frente a ellas.

    Ante la aparición tan repentina la primera reacción de las mujeres fue dar un rebote atrás, visiblemente asustadas.

    ¡Aahh! — gritó Aome más, cuando lo reconoció, se abalanzó sobre el peli plateado —. ¡Inuyasha! — se le colgó al cuello y ahora el sorprendido fue otro —. ¡Qué bueno que ya llegaron! — y le dio un pequeño beso en la mejilla.

    Bienvenido Inuyasha — dijo Kaede sonriendo aliviada —. Me imagino que su Excelencia ya está con la familia.

    Eee… — tartamudeó avergonzado de traer a la muchacha sobre él, sin embargo se sobrepuso a la vergüenza y la abrazó un poco — sí, él ya se encuentra también en casa.

    Pero cuéntanos como les fue — intervino la pelinegra muy sonriente, soltándolo de entre sus brazos y tomándole una mano —. ¿Pudieron acabar con los yōkai?

    Si… claro — contestó el ojidorado sin saber como empezar con lo importante.

    Hay que llegar para preparar la cena — habló Kaede una vez más, interviniendo al ver la cara ansiosa del ojidorado por tratar otro tema —. Lin nos espera y Shippou no ha de tardar.

    Le había prometido a Sango que iría a visitarla más tarde — murmuró Aome algo contrariada en lo que retomaban el camino.

    ¡Keh! Hoy va a estar muy ocupada — observó Inuyasha un tanto burlón mientras cargaba algunos costales que las mujeres traían con ellas —, creo que no va a poder dormir temprano como en los últimos días.

    Inuyasha… — le reprochó la joven — ¿ya vas a empezar?

    ¿Qué? — dijo maleducadamente en un tono que fingía inocencia —. Sabes que es verdad… la dichosa cuarentena ha concluido si no mal recuerdo — y luego agregó con fastidio —. Suerte tuvo ese pervertido de Miroku… que se me hace que fue plan con maña.

    Como sea, es asunto suyo — puntualizó la pelinegra.

    Aome tiene razón Inuyasha — interrumpió Kaede con seriedad, tratando de que ese par de peleoneros mantuviera la calma —. Es bueno que su Excelencia y su esposa tengan una vida matrimonial dichosa — subrayó sonriendo un poco.

    Si yo no digo que no — rezongó el aludido a modo de defensa —. Ultimadamente no me importa lo que hagan o dejen de hacer.

    Entonces no se diga más — puntualizó la muchacha para saldar la discusión —. No hagas más comentarios mordaces sobre ellos.

    Si fuiste tú la que empezó — el Hanyō la miró de fea manera —, preocupándote por ir precisamente hoy a ver a Sango, a sabiendas de que ese maniaco que tiene por marido va a querer recuperar el tiempo de separación.

    Oye, yo sólo mencioné que le prometí visitarla — Aome se ofendió por ese comentario y miró también a su amor con gesto retador… pensando en mandarlo de boca a comerse el polvo del sendero —. Si el monje Miroku no hubiera llegado por supuesto que iría a verla.

    Muchachos por favor… — Kaede tuvo que intervenir y les pidió serenidad agitando las manos — Estén tranquilos porque me imagino que tiene mucho que platicar entre ustedes, ¿o acaso me equivocó?

    Ambos enrojecieron ante estas palabras, y desviaron la vista momentáneamente.

    Lo siento anciana Kaede — dijo Aome un segundo después, a modo de disculpa —, lo siento Inuyasha — y lo miró apenadísima.

    No… yo fui el grosero — él también contestó abochornado —. Perdóname — y agachó las orejas.

    En silencio se encaminaron a la cabaña, a donde Shippou ya había llegado y le mostraba a Lin el pergamino con sus últimas calificaciones. Tuvieron una buena cena y el kitsune hizo una narración detallada del pesado examen que realizó para subir de grado. Hasta le habían dado también una felicitación por ser uno de los alumnos más avanzados. El pequeño zorro sabía emplearse a fondo cuando se lo proponía… estaba tan esponjado como pavo que ni le importó la mueca desdeñosa del Hanyō ante sus aventuras. Inuyasha prefirió no abrir la boca y dejarlo hablar, no obstante consideraba parte de la historia como exageraciones del chaparro. Lin miraba a Shippou con los grandes ojos abiertos como platos. Después de la cena, el ojidorado prefirió salir y dirigirse al Árbol Sagrado, despidiéndose de todos de la forma más cortés que pudo… incluso de Aome, aunque con una breve mirada le dio a entender que fuera a buscarlo en cuanto tuviera tiempo. Entre más privacidad tuvieran para hablar sería mejor.

    Recostado entre los ramales del árbol, específicamente en su rama favorita, pensaba muchas cosas. Hasta se divirtió un buen rato imaginando las barbaridades y ridiculeces que Miroku haría con Sango… le dio un poco de asco el “oírlo” hablar babosadas cursis. Pero… en cuanto percibió el aroma de la pelinegra acercándose por el sendero, estas imágenes fueron momentáneamente sustituidas con ellos dos como protagonistas. Sacudió la cabeza para borrar esas ideas cochambrosas de su cerebro y… se cayó de la rama.

    ¡¡Mierda!! — bufó antes de azotarse de espalda contra el suelo —. ¡¡La culpa es de ese par de calenturientos!! — pareció recriminarle al árbol, como si éste lo hubiera castigado por pensar de esa forma.

    ¡Inuyasha! — Aome se acercó a él a toda prisa, agachándose a su altura —. ¡¿Pero qué fue lo que te ocurrió?! — dijo asombrada de verlo en el piso, en esa posición tan rara —. ¡¿Acaso te caíste?!

    No Aome… — contestó un poco irónico mirándola fijamente con enfado — bajé a recibirte. ¿Qué no ves? — le recriminó.

    Mmm… — la joven hizo un mohín de disgusto ante el tono maleducado —. Entonces… me voy — se levantó y se apartó de su lado, dándole la espalda para volver sobre sus pasos.

    ¡Qué poco aguante! — el peli plateado se levantó de un salto y la agarró de una mano, atrayéndola con un poco de brusquedad hacia él —. Era un chiste — y esta vez la miró con un brillo de diversión en las doradas pupilas. Al instante la rodeó con un brazo —. Vamos arriba — agregó y, tomando impulso, dio un brinco alto —. Agárrate bien — le dijo con suavidad.

    Ella se abrazó a su cintura para permitirle libertad de movimiento, y así pudiera asirse de una rama. El ojidorado la acomodó en el mejor lugar y se quedó junto a ella, no demasiado cerca quizá, sentado en una posición un tanto incómoda, mirándola con fijeza.

    ¿Y bien? — la pelinegra también fijó la vista en su rostro —. ¿Has pensado en…? — y ya no pudo terminar la frase de la vergüenza que sentía, enrojeciendo como manzanita.

    Sí — contestó el muchacho sin quitarle la mirada de encima, guardando una sonrisa ante el sonrojo de la muchacha —. Ya pensé en ello.

    ¿Y…? — las pupilas achocolatadas reflejaron un poco de ansiedad.

    Pues… — ahora el enrojecido fue otro, esa bella mirada café siempre le había parecido linda — yo digo… — y se silenció por un instante.

    En realidad le gustaría que la boda fuera mañana mismo, pero estaba consiente que le eran necesarios unos días más para darse ánimo y hacerlo bien. Además, no quería que ella pensara mal de él si es que acaso volvía a regarla.

    Inuyasha… — la mirada de Aome se hizo tierna… la joven no quería presionarlo otra vez — si tú quieres… no nos casamos — susurró y suspiró un poco bajo.

    ¿Por qué dices semejante cosa? — inquirió dudosamente el Hanyō, en su rostro se reflejó una mueca de preocupación — ¿Es qué acaso…?

    No — dijo ella con firmeza, acercándosele un poco más —, no pienso dejarte porque te amo… es sólo que no quiero obligarte a hacer algo que te cueste trabajo — y le acarició una mejilla —. Podemos únicamente vivir juntos… en unión libre — concluyó sonrojándose otra vez y volviendo a su lugar inicial, desviando la mirada de las facciones varoniles.

    Y eso… ¿qué significa? — después de quedarse boquiabierto por una fracción de segundo, como procesando la información, el peli plateado preguntó con sorpresa.

    Pues que… — Aome tomó aire — no es necesario casarnos como Sango y el monje Miroku, podemos instalarnos en una choza y convivir como un matrimonio. Me imagino que así pensaste vivir con Kikyō — agregó a lo último para mirarlo otra vez, sin que el rubor bajara de sus mejillas.

    Eee… — tartamudeó cohibido por enésima ocasión — bueno… en realidad… nunca me dijo nada sobre… casarnos — y esta vez desvió la vista —. Ni yo… lo pensaba — afirmó avergonzado.

    Aome guardó silencio un instante. Volvió a acercarse otro poco a Inuyasha y apoyó su cabeza en el hombro masculino, sin preocuparse porque pudieran caerse.

    Lo verdaderamente importante es que estemos de acuerdo — dijo en un suspiro —. No te mortifiques más y solamente dime cuando es que deseas vivir a mi lado.

    Pero… — él aun se mantuvo un poco tieso… ¿de verdad la del futuro estaba dispuesta a olvidar la ilusión de la boda por complacerle? — ¿no estaría mal visto por los aldeanos? — hizo la observación… a veces las personas se dedicaban a juzgar sin conocer la verdad de las cosas, y él no quería dañar el prestigio de la joven sacerdotisa.

    Inuyasha… a mí no me inquieta mucho la opinión de ellos — dijo la pelinegra con un deje de seriedad —. Me interesas tú y tus sentimientos… quiero que seamos felices juntos, no es forzoso hacerlo así.

    No Aome… — una sensación de calor se apoderó de los sentidos del Hanyō. Aome siempre había sido tan especial pues, a pesar de todo, lo ha amado como es y, aunque le dolía en el fondo de su corazón los momentos de indecisión de él, permaneció fiel a su promesa de seguir a su lado… ella volvió para estar nuevamente unidos y ya no se iría hasta que realmente la separación fuera inevitable —, vamos a casarnos como se acostumbra aquí porque yo así lo quiero también — sus doradas pupilas brillaron al acercarla más a su cuerpo, para mirar sus pupilas achocolatadas tomándole suavemente el mentón —. No me preocupan tampoco los demás, tú eres lo primordial para mí y deseo hacer las cosas como deben ser… porque te amo.

    Iban a besarse cuando perdieron el equilibrio. Afortunadamente el Hanyō se movió más rápido en esta ocasión y pudo aterrizar con cuidado en el suelo, llevándola bien sujeta en sus brazos.

    ¡Qué susto! — dijo la chica colgada de su cuello, con los ojos desorbitados del asombro.

    Tranquila, ya sabes que soy experto en esto — ironizó sin soltarla de su abrazo, después volvió a la mirada de calidez que tenía antes de caer — Aome… — y le habló con ese tono tierno y salvaje a la vez.

    Ahora sí… fue un beso suave y lleno de amor, de profundidad de sensaciones que no podían expresarse con palabras.

    Bueno Inuyasha — le dijo Aome en cuanto se dejaron caer entre las raíces del Árbol Sagrado, sonriéndole con cariño y tomándole una mano —, entonces dime cuando sería para ti la fecha ideal de la boda.

    Aome… — el ojidorado la miró también y después desvió la vista hacia el pequeño fragmento de la luna en creciente —, ¿cuánto tiempo necesitas para tu entrenamiento básico de sacerdotisa? — preguntó volviendo a fijar los dorados orbes en el bello rostro de su amada.

    ¿Eh? — la aludida volvió a asombrarse ante esa pregunta tan fuera de lugar —. ¿Eso qué tiene que ver? — cuestionó intrigada por el cambio de tema.

    Quiero que primero dediques un tiempo a prepararte mejor, que te sientas más segura como la encargada de la aldea, para que los aldeanos confíen más en tus habilidades — contestó con serenidad —. Ya te espere tres años y puedo esperarte la vida entera — agregó acariciándole suavemente la mano que tenía entre la suya.

    Inuyasha… — sus orbes cafés retornaron a la ternura — son dos meses mínimo, debo permanecer en ese lejano templo y…

    Hazlo con calma — el peli plateado sonrió con sinceridad para brindarle confianza —. Así se organizará mejor la ceremonia y también… yo me preparó para hablar — agregó apenado.

    Inuyasha… — casi le salen lagrimitas de emoción.

    Ya vete a dormir — le dijo levantándose y levantándola, recuperando el tono irónico y un tanto duro —, o va a salir una bestia peligrosa y te comerá… y créeme que no estoy para salvar niñas bobas — agregó al final con un deje de burla, empujándola suavemente por el sendero.

    Oye… — la chica se quejó empleando un tono un tanto infantil —, no soy una niña boba.

    Pero yo sí soy una bestia peligrosa — dijo mordazmente mientras la empujaba —. Aunque… tal vez no te coma. No te ves nada bien — se carcajeó un poco.

    Tonto — la joven rió también.

    Tonta tú — le contestó y está vez la levantó como costal de papas —. Eres muy lenta Aome — expresó al acomodarla en su hombro y tomar un poco de velocidad.

    ¡Inuyasha, no hagas eso! — exclamó un poco alto —. ¡Así no me gusta!

    Ya cállate que vas a despertar a la gente con tus alaridos — el aludido le habló a modo de regaño —, van a decir que estas loca.

    Aome se debatió un momento entre mandarlo al suelo por bocón e impertinente, más se lo pensó mejor y decidió dejarlo hacer, aparte de que se la llevaría de corbata por la fuerza del conjuro. Tuvo que taparse la boca para acallar sus carcajadas… posiblemente eran las diez de la noche, una hora inadecuada para estar fuera de casa. Los aldeanos se asustarían si oían ruidos raros.

    Llegaron frente a la cabaña de Kaede. Inuyasha la depositó con suavidad en tierra y se fue rápidamente después de darle un fugaz beso de despedida en la mejilla, decidió hacerlo así o sí no… le tomaría la primera palabra y se la llevaría a vivir ya con él, y no quería romper el juramento dado.

    **************************************************************

    El tiempo pasó, la espera les pareció eterna al principio, pero la ansiada fecha se aproximó mucho más rápido de lo que se pensaba. Habían fijado el día especial cuando fuera la primera luna nueva después del regreso de la joven sacerdotisa.

    Ese periodo también fue aprovechado por el Hanyō para viajar a la región Oeste una vez más, ya sin el pendiente de que su amada lo esperaba. Quería enterarse personalmente, a través de Koga, lo sucedido en relación a Sesshōmaru y el ataque de los yōkai a esas tierras. Obviamente que el Ōkami no le contó casi nada, pues es fiel a su Gran Señor y no andaría divulgando sus asuntos privados. Así que no le quedó más que conformarse con la poca información y evitar una contienda, porque los “Sarnositos” mayores ya eran casi tan veloces como su padre a pesar de su corta edad, y le darían una buena pelea… no le gustaría que Aome se enfureciera con él por haber ido a provocar al lobo.

    Los pormenores de la ceremonia fueron minuciosamente supervisados y coordinados por Sango y Miroku, quienes voluntariamente se ofrecieron a ello, para permitir que su amiga se fuera tranquila y el ojidorado se dedicara a relajarse. La pareja de esposos había esperado por el feliz momento en el que al fin sus camaradas fueran un matrimonio. Claro que contaron también con la ayuda de Shippou, Kohaku con Kirara, Hachi y, por supuesto, Lin. El kitsune se dedicó a repartir las invitaciones a todos los conocidos en el transcurso de el viaje por la Shikon no Tama. Los otros apoyaron en diversidad de actividades, como los adornos, la comida, el “mobiliario” para la ocasión (sigo sin saber del todo como se preparaba una fiesta en el Sengoku…XD), etc. La boda sería igualmente en dos días, primero las personas y, al siguiente día, los yōkai, como antaño la del monje y la exterminadora. Esto se decidió así por la misma razón… a los pobladores aun no les pasaba del todo la relación entre demonios y humanos aunque Inuyasha fuera un Hanyō, tan humano como todos.

    Y al fin, después de tanta expectativa, el día señalado de la luna nueva llegó al lugar.

    Todos los últimos preparativos estaban listos. El gran banquete de boda consistiría en platillos de jabalí asado con arroz y otros complementos para los invitados… el novio se comería uno completo para tranquilizar sus nervios después de hablar frente a todos. Sin más preocupaciones nuestros amigos fueron a arreglarse de la forma adecuada para la ocasión, las damas se dirigieron a casa de Kaede y los caballeros a casa de su Excelencia. Miroku ayudaría a Inuyasha a vestirse con el elegante traje que habían traído de la época futura, no el color crema de su fallida boda, sino otro más apegado al estilo Sengoku, en tono azul oscuro, regalo incondicional del gerente y accionista mayoritario de la SONHY. El ojiazul se quedó con la boca abierta al contemplar el vestuario tan fino, soltando un silbido de admiración en cuanto el ojidorado se lo puso.

    Quien lo diría… pareces todo un terrateniente — dijo con tono divertido —. Date la vuelta para que pueda verte mejor.

    ¡Cállate Miroku, no te burles! — resopló el peli plateado fulminándolo con la mirada —. Me siento como payaso — se miró con gesto de desagrado.

    Por favor… — le reprochó un poco el monje — ese tipo de telas no se consiguen en esta época, se ve que es muy suave.

    A mi no me agrada… — puntualizó, e inmediatamente cambió su mueca por una de preocupación —. ¿De verdad… se ve perfecto? — preguntó dudoso.

    Oye, si dices que la señorita Aome te lo escogió… es porque ella consideró que te verías más guapo — sonrió ampliamente el ojiazul —. No lo dudes.

    Inuyasha se sonrojó ante estas palabras. Decidió manifestarle a Miroku cual era el motivo de su alteración.

    Tengo un poco de nervio — confesó hablando atropelladamente —, no me siento bien.

    El monje ya había percibido el estado del Hanyō, así que serenó un poco la expresión y habló con tono profesional, sin reprocharle por nada, adivinando que en esos momentos lo único que quería escuchar el futuro desposado eran palabras de aliento.

    Tranquilo Inuyasha — dijo al tiempo que se le acercaba para terminar de acomodarle la parte superior del traje —, es perfectamente normal que estés nervioso… sabes que yo pasé por lo mismo — y le palmeó suavemente el hombro para confortarlo —. Lo que debes hacer es relajarte y enfocar tu vista exclusivamente en la señorita Aome, nadie más debe existir en tu mente en esos momentos. Todo estará bien — finalizó y le volvió a dedicar una sonrisa sincera.

    ¡Keh! Es fácil para ti decirlo Miroku… — rezongó el Hanyō con su brusquedad habitual — A ti siempre se te ha dado bien eso de expresarse en público.

    Inuyasha, Inuyasha, Inuyasha… — el aludido volvió a su gesto profesional pidiéndole calma con un movimiento de la mano — el hecho de que yo hable sin inhibiciones no fue sencillo, se que es complicado y más si no estas acostumbrado a tratar con la gente. Pero ignora por un instante que estas acompañado, para ti únicamente es la señorita Aome frente a tus ojos, y esa es la imagen que debe dominar tu mente… ella y tú solos.

    El ojidorado tragó ruidosamente saliva al recordar a Aome y su angelical presencia en el lindo vestido blanco con el que pensó casarse en su época. Era una linda estampa que lo había acompañado desde entonces. El rubor volvió a colorear sus mejillas y ni se percató de la llegada de dos curiosos a la habitación.

    Eee… — tartamudeó ante ese argumento tan convincente — bien… pero no me molestes por ahora, tengo que digerirlo.

    Tomate un poco de tiempo más — el ojiazul encogió los hombros con resignación — para que afines detalles, nada más no exageres o se hará tarde. Bien, iré a ver lo lindas que han de estar mis mujeres… más bellas de lo habitual — se dirigió a la puerta sin disimular la cara de perversa satisfacción al imaginar a su guapa esposa en un trajecito fuera de lo común… un traje que Aome le obsequió a la castaña, traído de la época actual.

    Miroku… — el peli plateado no pudo disimular su molestia al percatarse de las morbosas ilusiones de su amigo — ¡deja tus marranadas para ti, pedazo de enfermo mental!

    No se enoje señor Inuyasha — Kohaku intervino en la conversación y se acercó cuidadosamente a su cuñado para evitar que el novio se arrojará sobre él, y es que Inuyasha tenía ganas de darle a Miroku unos buenos coscorrones por impertinente —. Será mejor que nos vayamos Excelencia, usted también debe arreglarse para la ceremonia — y lo jaló con cuidado de la túnica para conducirlo a la otra habitación —. Después podrá ver a mi hermana.
    Oye Inuyasha… — Shippou habló por primera vez en todo ese lapso, en cuanto los otros se habían retirado — creo que es mejor le hagas caso a los consejos sabios de Miroku, así que relájate y concentra tus pensamientos en Aome — dijo usando un tono de voz muy serio y maduro para un chico de su edad, fijando las verdes pupilas en el rostro de su amigo —. Aunque esta medio zafado no deja de tener razón la mayor parte del tiempo.

    El Hanyō soltó un suspiro y se dejó caer al piso sin mucho cuidado por arruinar el traje. Sus amigos estaban en lo cierto, lo verdaderamente importante en ese día era casarse con Aome, como Dios manda y como se lo había prometido… la bola de chismosos invitados no debía arruinarle el momento.

    Y pasando con las chicas… Sango terminó de arreglar a sus gemelas con unos de los lindos kimonos que Aome le había obsequiado, y ahora se dedicaba a su persona. Como la pelinegra le llevó varios vestidos de varias tallas, aun tenían algunos que no habían usado y parecían casi nuevos. Estos eran con un estampado floreado, blanco con azul para Kikyō y rojo con amarillo para Ahome. Las niñas se dejaron peinar por Lin, la cual presumía otro hermoso traje chino de seda, regalo de Sesshōmaru, pues en los últimos meses había estirado bastante… el kimono que usaba hace mucho tiempo ya no le quedaba para nada. Los tres sonreían en tanto las pequeñas se admiraban con los ojos tan abiertos como platos. Miatsu fue cambiado antes que sus hermanas y por el momento jugaba él solito con unas sonajas, regalo también de la pelinegra… lucía muy “mono” enfundado en un pequeño traje infantil de short y playera, con un dibujo de los Saiyajins de Dragon Ball, serie favorita de la joven del futuro allá en su no tan lejana infancia. Las niñas serían las encargadas de llevar la cola de la novia, por lo que también debían estar más que presentables.

    Quédense quietas niñas, para que Lin pueda acomodarles el cabello — dijo la ex - exterminadora mirando con un poco de seriedad a sus hijas, las cuales habían empezado a jalonearse el kimono la una a la otra —. Después van a ir por papi para que le presuman la ropa.

    Sí mami — dijeron al unísono y se sentaron tan tiesas como estatuas, levantando exageradamente la cabeza.

    Bien, así esta mejor — dijo sonriendo nuevamente —. Nada más no se alcen demasiado.

    Primero peinaré a Ahome — habló Lin después de soltar una breve risa, siendo secundada por sus “discípulas”. El nene trató de voltearse en su silla, mostrando curiosidad por lo que hacían sus hermanas —. Se ve usted muy elegante señorita Sango — le dirigió una mirada emotiva a la castaña —, por eso su Excelencia la quiere mucho.

    Gracias pequeña — la aludida se dirigió a acomodar a su retoño de forma adecuada para que no se cayera, hablando también con tono amable —, tú también estas muy linda… como toda una señorita.

    Y es que la de larga cabellera castaña ostentaba un lindo vestido de raso en color azul metálico, de los que acostumbran a utilizarse en ceremonias de este tipo, esos llamados “coctel”, y que le ajustaba bastante bien a su silueta. Asimismo calzaría un par de sandalias no muy altas y que combinaban a la perfección con la ropa. Causaría una sensación al igual que el vestido de la novia, pues Aome utilizaría el hermoso vestido blanco con el que estaba decidida a matrimoniarse. En ese momento acababa de aplicarse un ligero maquillaje para resaltar sus pómulos y sus labios. Lin terminó de peinar a las gemelas y también levantó sus negros cabellos en una cola alta.

    ¡Oooohhhh! — exclamaron las niñas mirando a su madre con la boca bien abierta — ¡Mami bonita! — señalaron con su dedito —. ¡Papi manolarga! — y rieron nuevamente al mencionar a su progenitor… tal vez no entendían del todo las excesivas mañas de su padre pero por lo menos estaban conscientes de que, a veces, mamá se enojaba con papá por eso.

    Espero que la señorita Aome ya no tarde — dijo Lin un tanto intranquila dirigiendo la vista hacia el fondo, hacia la habitación donde Aome y Kaede se encontraban, y en la que habían entrado por lo menos media hora antes que ellas —, o el señor Inuyasha se va a desesperar. Creo que ahora iré a ayudarle.

    Me parece bien… nada más no vayas a presionarla porque debe estar tranquila — observó Sango levantando a su pequeño hijo en brazos… el bebé había empezado a berrear exigiendo su alimento —. Ya Miatsu, no seas tan llorón — le habló con ternura en lo que se descubría el seno —. Estos atuendos son lindos pero nada convenientes — observó con tono resignado, pues el modelo del vestido no le permitía acomodarse bien en los “cojines” —. Ahorita vamos por papi — se dirigió a las gemelas, quienes ya querían salir de la habitación para seguir a su “maestra”. Las chiquillas se resignaron y se acomodaron junto a ella.

    ¿Se puede pasar? — preguntó alguien después de uno o dos minutos.

    ¡Papi! — Kikyō reconoció la voz de su padre, el cual saludó desde afuera para evitar algún disgusto.

    ¡Tío Kohaku! — dijo Ahome también… las dos chiquillas salieron disparadas.

    Menos mal… — suspiró Sango — sólo espero que ya este listo de verdad.

    ¡Papi, papi! — las niñas se abalanzaron sobre Miroku, casi lo tiran, y le plantaron un beso en las mejillas.

    ¡Mis mujeres! — aquel las levantó en un abrazo apretado —. Pero que lindas señoritas me encontré… — les dijo juguetón —. Díganme preciosas, ¿les gustaría vivir con un hombre tan guapo como yo? — y les guiñó un ojo travieso.

    Ambas se carcajearon y le tiraron suavemente de los cabellos. Kohaku entró un segundo después de que las niñas salieran de forma repentina, suspiró brevemente… sus sobrinas eran unos verdaderos torbellinos.

    ¡Papi! — dijeron las gemelas sin dejar de reír, maltratando cariñosamente a su padre por lo menos medio minuto —. ¡Mami bonita! — señalaron hacia adentro.

    Ouch… no hagan eso que me duele — les reprendió cariñosamente bajándolas en ese instante —. Me han despeinado — observó con resignación y, tomándolas de la mano, entró con ellas al interior de la vivienda.

    Hola hermana… — el joven exterminador había saludado a su consanguínea, sonrojándose por un momento al percatarse de la postura y la forma en que se encontraba —… perdón, no quise molestarte.

    No es molestia Kohaku, no seas tan tímido — ella le sonrió con ternura —. Sabes que Miatsu aun es bebé y no es la primera vez que me pone en esta situación… ¿Miroku ya está listo? — preguntó como si nada.

    Si — afirmó moviendo también la cabeza, y en ese momento entró el aludido con sus hijas.

    Amor mío… — iba a decirle algo mas, al verla en posición tan… provocativa para sus sentidos, se quedó un tanto lelo —. ¡Luces tan encantadora así! — exclamó en un murmullo soñador.

    Miroku… — la castaña enrojeció por un instante y después le dirigió una mirada de reproche a su amado — Serénate por favor que ya habrá tiempo… llévate a las niñas y enseguida los alcanzo… en cuanto termine con Miatsu — y desvió la mirada para acomodar al pequeño tragón en el otro seno, tratando de taparse el anteriormente descubierto.

    Vamos niñas — Kohaku fue el que tomó esta vez a las pequeñas entre sus brazos —, no vayan a ensuciar sus kimonos — saliendo con ellas tan rápidamente como pudo.

    El monje se extravió en su mundo de fantasías subidas de color sin dejar de mirar a su amada esposa… el término de la cuarentena había sido lo máximo para Miroku pues, gracias a los artilugios que la señorita Aome le había obsequiado en forma desinteresada y noble, Sango no había puesto muchos pretextos para deleitarse durante algunos intervalos de media luz, inmediatamente de que los niños se durmieran. Claro que ahora era más cuidadoso, ya que Miatsu se ganó el título de “hombrecito de la casa” a pulso; a veces hacía rabietas a altas horas de la noche, como si presintiera que su progenitor traía el ánimo a flor de piel… a su mamá no la compartía con nadie. Por ende, si el niño lloraba era seguro que las gemelas despertaban también, así que acontecía todo un show por recuperar la paz nocturna en esos días. La joven retornó nuevamente la vista a su marido, después de unos diez minutos, enfadándose un poco por verlo allí perdiendo el tiempo

    Miroku… — le habló con tono de molestia en tanto apartaba a su nene semidormido de su pecho —, carga a Miatsu por favor para que me arregle.

    ¿Eh? — reaccionó y enrojeció avergonzado por el regaño de su mujer —. Lo siento querida — y tomó delicadamente al niño en sus brazos, sobándole la espaldita para que sacara el aire, y así permitirle a su esposa acomodarse el vestido de forma adecuada — Que… bonita ropa te obsequió la señorita Aome, te ves tan seductora como siempre — dijo en un susurro.

    Eres un adulador — observó la castaña con un poco de seriedad, colocándose bien la parte de arriba de su vestuario. Volvió una vez más la mirada café a su amado y le sonrió con dulzura —. Mírate nada más — le acarició el copete alborotado —, seguramente las niñas te despeinaron — y trató de poner los mechones en su lugar.

    Un poco — le sonrió también.

    Bueno, ve con ellas y esperen por nosotras, Aome no ha de tardar y me parece oportuno que estés con Inuyasha en estos momentos — le quitó con delicadeza al bebé —. Acostaré a Miatsu en su “silla” — y pensaba alejarse para cumplir con su cometido, más su cónyuge la atrajo a él y le dio un pequeño y ardiente beso en los labios.

    ¿Sabes que es lo que me gustaría hacer está noche? — dijo en tono seductor.

    Miroku… — Sango lo miró apasionadamente por un segundo y, casi al instante, volvió a poner un leve y lindo mohín de disgusto — ¿podrías esperar hasta que estemos en casa? — le reprochó con ternura y se apartó dándole la espalda —. Inuyasha te espera — dijo acomodando al nene en su lugar.

    OK. ya entendí — el ojiazul se encogió de hombros y se encaminó a la puerta. Antes de salir le dirigió una mirada pícara —. Hablamos más tarde, por ahora tengo que cumplir con mis sagrados y espirituales deberes de monje… la carne viene después.

    ¡Apúrate! — ella se guardó una carcajada y le indicó con la mano que se fuera.

    En cuanto su amado salió, la ex – exterminadora pretendía dirigirse al fondo de la vivienda, para apoyar a su querida amiga Aome en los últimos toques de su arreglo personal. Este día es donde la joven pelinegra debía resaltar también por su belleza. Al momento en que Miroku se retiró llegó el anciano patriarca de la aldea… él sería el encargado de entregar a Aome en el altar, pues la joven no tiene parientes en esa época. Se dirigió amablemente a Sango asomando la cabeza entre la cortina que cubre la entrada:

    Dispense usted señora Sango, su Excelencia me dijo que podía pasar… ¿ya está lista la señorita Aome? — preguntó con educación.

    Descuide, me imagino que no ha de tardar — contestó la muchacha igual de atenta —. Precisamente iré a cerciorarme… permítame por favor.

    Adelante… por cierto disculpe una vez más mi atrevimiento pero luce usted bellísima — observó el viejecito en tono de justificación, agachando un poco la cabeza.

    No hay problema — sonrió Sango sonrojándose brevemente… nunca estuvo acostumbrada a ser piropeada hasta que Miroku le dedicó halagos subidos de tono, aun así no podía dejar de abochornarse un instante cada vez que su marido le dedicaba palabras lisonjeras. Pero nunca había imaginado que otro hombre le dijera lo bonita que era.

    Antes de que la castaña pudiera retirarse la novia salió de la habitación, ya estaba lista y se veía realmente espectacular. La pequeña Lin y la anciana Kaede, quien llevaba un nuevo traje de sacerdotisa, la acompañaban y se notaban muy contentas.

    ¡Wow! — la de larga cabellera castaña abrió sus bellos ojos con asombro al contemplar a su amiga —. ¡Luces maravillosa!... Me muero por ver la cara de Inuyasha… — agregó un tanto pícara al tiempo que sonreía con suficiencia.

    Gracias — Aome se mostró un poco apenada por el énfasis de su compañera ante la mención de su futuro esposo —. Y tú también te ves hermosa… me da gusto que el vestido te haya quedado bien.

    Te lo agradezco. Es muy bonito pero… — contestó con tono afable, más se mostró levemente contrariada cuando fue a recoger a su bebé de la silla — no fue muy cómodo en cuanto Miatsu me pidió de comer.

    Eee… — a la pelinegra le brotó una pequeña e imperceptible gota anime — sí, creo que tienes razón. No es el modelo adecuado para el periodo de lactancia.

    Bueno chicas — intervino Kaede después de haber intercambiado algunas palabras con el principal del poblado —, es mejor que nos apuremos o los hombres van a desesperarse… y lo digo principalmente por el novio.

    La abuela Kaede tiene razón — esta vez fue Lin la que opinó. Había escuchado la breve conversación de las amigas sin borrar la sonrisa en su rostro —, el señor Inuyasha es muy impaciente señorita Aome… puede hacer un berrinche si no llegamos ya.

    Es verdad… — meditó la joven pelinegra — No los hagamos esperar más… es usted muy amable patriarca — saludó dulcemente al anciano hombre que la llevaría, tomándose de su brazo y dedicándole una sonrisa sincera.

    Es un honor señorita Aome… — respondió el viejecito — una linda mujer como usted merece casarse como es debido.

    Salieron de la cabaña y se encaminaron al templo, en donde se oficiaría la ceremonia. Y antes de que arribaran al lugar… veamos lo que hacían los caballeros.

    Hacía más o menos veinte minutos que Inuyasha estaba ahí, dando vueltas como león enjaulado. Trataba de disimular su inquietud repasando mentalmente las palabras extravagantes que diría para sellar definitivamente su unión con Aome. Shippou estaba quietecito y no se atrevió a decir ni pío para no enfurecer a su amigo ojidorado y ganarse un “suave” coscorrón. Kohaku y las niñas habían llegado hace algún rato y tampoco se atrevieron a interrumpir las cavilaciones del Hanyō. El joven exterminador decidió llevar a sus pequeñas sobrinas a admirar más de cerca la decoración del templo, pues las chiquillas no podrían mantener la calma admirando al “Perrito” en ese estado de nerviosismo. Por cierto que ya se encontraban algunos invitados, los cuales también se abstuvieron de incomodar al novio y prefirieron ubicarse en un buen sitio para no perder detalle de la celebración. Todo estaba ordenado a la manera del Sengoku, bellamente adornado con flores típicas de la región y pequeñas farolas conmemorativas de rituales como estos. Miroku arribó al lugar y saludó con cortesía a las personas que ya los acompañaban, acercándose cuidadosamente al futuro desposado para brindarle sosiego a su alma expectante.

    Tranquilo Inuyasha — le habló con amabilidad y en tono bajo para evitar ser escuchados por los otros presentes. El peli plateado casi se comía las garras —, la señorita Aome ya no tarda, así que relájate y respira hondo.

    Inuyasha decidió seguir el consejo y aspiró una buena bocanada de aire para refrescar sus ideas. En ese instante llegó la anciana Kaede auxiliada por Lin; Sango venía detrás de ellas y se dirigió a Kohaku, indicándole en voz baja hacia donde debía llevar a las gemelas.

    Prepárese Excelencia — dijo Kaede con seriedad en cuanto tomó asiento. La pequeña pelinegra se retiró rápidamente en la misma dirección por la que su pecoso amigo salió con sus sobrinas —, y tú también Inuyasha… ya viene la novia.

    El monje se acomodó en su lugar después de palmearle el hombro a su amigo. Le dirigió un guiño pícaro a su esposa, la cual se había sentado en la parte de enfrente para estar cerca de sus amigos, y pudo gesto profesional y serio de acuerdo con la solemnidad del acto. Se veía tan diferente de cuando empezaron sus aventuras… la madurez de los años le ha asentado muy bien, y el entrenamiento espiritual le ha permitido ascender de nivel… ha cambiado el hábito morado por uno amarillo oro, señal de que ya puede hacerse cargo de un templo y tener discípulos. Pero eso es algo que por el momento no es relevante.

    Inuyasha tembló ligeramente y decidió pasarse un buen trago de saliva para darse valor. “Bien, tú puedes hacerlo, no vas a quedar como un idiota delante de ella y de todos estos…” se dijo mentalmente tratando de conservarse sereno también por fuera “Después podrás disfrutar del banquete, pero primero lo primero y ya no pienses en…” repasó antes de que la hermosa presencia de Aome llenará el lugar. Hasta se quedó momentáneamente sin respiración mientras los invitados dejaban escapar susurros y murmullos colectivos admirando tan bonito traje. La joven sacerdotisa lucía ese bonito y sencillo vestido que había adquirido en su época pero, al ser un modelo bastante fuera de lo común en ese período pues le daba un aire de “Princesa”. Todos los ojos se perdieron un momento en esa visión tan angelical, y el novio más que todos. Las gemelas de Miroku y Sango fueron las encargadas de llevar la cola del vestido y Lin tiraba pequeños puñados de arroz en el camino. Las tres niñas iban con grandes sonrisas en el rostro. El ojiazul tuvo que guardar la compostura para no soltar un suspiro también ante lo bonitas que se veían sus “pequeñas mujeres”… esperaba que fueran muchísimos años para que alguna de ellas hiciera lo mismo.

    Caminado al compás de una suave melodía nupcial, Aome se acercó al altar y se acomodó al lado de su querido ojidorado. Aquel estaba tan extraviado en sus ensoñaciones que no puso atención al breve sermón que su amigo y padrino oficiador de ceremonias decía en esos momentos. Su corazón latía casi a mil por hora, perdido en la dulce fragancia que desprendía la piel de su adorada pelinegra. El monje tuvo que darle un codazo disimulado para atraer su atención.

    Ejem… — carraspeó levemente para darle tiempo de volver a tierra — Joven Inuyasha, por favor, es la hora de decir sus votos — y le lanzó una mirada seria, como diciéndole que recordara que hacía ahí y por qué.

    ¿Qué? — parpadeó un poco — Lo siento — se excusó abochornándose un segundo.

    Sus amigos, sentados en los asientos de enfrente, disimularon una sonrisita boba ante ese lapsus.

    Aome… — tomó delicadamente las lindas y frágiles manos de ella entre las suyas, después de haber levantado cuidadosamente el velo que cubría el rostro de la joven — yo… — volvió a tragar saliva, pero esta vez continuó con lo que ya tenía planeado…

    Y las palabras fluyeron de su boca, palabras que expresaban un cúmulo de emociones guardadas en su interior:

    Eres hermosa, amada mía… Tus grandes ojos tras el velo son dos palomas, tus oscuros cabellos son como los rebaños de cabras que retozan en los montes… — soltó un suspiro imperceptible sin dejar de verla con cariño —. Toda tú eres hermosa amada mía, y en ti no hay defecto alguno… Tú eres lo más bello que alguna vez pude mirar.

    Pequeñas gotas brotaron de los achocolatados orbes de la pelinegra… esas palabras eran tan hermosas y sinceras como las que le había dicho la primera vez, esa vez en que le declaró al fin su amor, en una noche en medio del bosque. Inuyasha continuó hablando mientras le dedicó una suave caricia para limpiarle la mejilla.

    Prendiste mi corazón amada mía, has apresado mi alma con una mirada de tus ojos… ¡Cuan hermoso es tu amor, más agradable que el vino y más que toda especie de fragancia es tu aroma!... — las doradas pupilas tenían un resplandor cálido, ese resplandor que únicamente era dedicado a la joven —. Tus labios, novia mía, destilan miel y la fragancia de tus vestidos es perfume que me embriaga. Si… fue como un sueño lo que viví al verte cruzar, y mi corazón comenzó a latir cual nunca jamás… Por eso tomé la decisión de vivir a tu lado, y te pido te cases conmigo porque te amo.

    Todos los invitados dejaron escapar un “¡Aaahhh!” colectivo de emoción. Hasta Miroku se sorprendió un poco y disimulo una risita “Quien te viera Inuyasha… saliste peor de cursi que yo” se dijo a sí mismo para después dirigirse a la novia con la seriedad que impone el ritual. Los ojos de Aome no dejaban de temblar al estilo “Candy, Candy”, haciendo que el Hanyō volviera a avergonzarse.

    Señorita Aome, es su turno — dijo el ojiazul hablando con tono profesional —. Diga los votos salidos de su alma.

    Inuyasha… — su tono era tan emocionado que por un momento parecería que se desmayaría del shock — yo también te amo…

    Y soltó un sencillo y sensitivo discurso… la chica había aprovechado también el tiempo para poder decir con palabras algunos de los sentimientos que el ojidorado había despertado en su espíritu:

    Cuando te vi también sentí lo mismo, el tiempo se detuvo para mí — ella si dejó escapar un suspiro alto, casi se escuchaba el latir acompasado de su corazón —. El amor llegó sin pedir permiso, y desde entonces no podía dormir… sólo pensando en ti — no pudo reprimir un sollozo pero continuó hablando sin que le temblara la voz —. Quiero pasar mi vida entera a tu lado, vivir junto a ti y caminar unidos de la mano… mostrándonos amor sincero, eternamente enamorados — y el torrente de lágrimas de emoción ya no pudo contenerlo, la voz se le quebró tantito —. Tu amor es lo que anhelado… y el regalo que Dios me ha dado.

    Los murmullos y suspiros colectivos se hicieron presentes otra vez… todos se conmovieron ante el llanto sincero y las lágrimas de amor de la feliz desposada. Sango casi imita a su amiga, como recordando el instante en el que ella estuvo también ante el altar.

    Bien — Miroku interrumpió un momento las ganas de Inuyasha de darle a su amada Aome un apretón para confortarla, había que terminar como es debido, así que continuó con su tono solemne y profesional, como si no le afligiera demasiado el escándalo que daba la novia —, en este momento los declaro marido y mujer ante el Dios de las alturas y la sociedad… ya puedes besar a la novia Inuyasha — le dirigió una vez más una mirada pícara que sólo el ojidorado pudo notar.

    El sonrojó del aludido aumentó, más una vez más le tomó la palabra a su amigo y besó lenta y suavemente a la que ahora es su esposa, abrazándola con cuidado y acariciándole la espalda con mucha ternura. Los invitados prorrumpieron en aplausos.

    En cuanto la recién casada recuperó la tranquilidad se dirigieron a la fiesta.

    Nota: ¡Al fin, la boda más esperada de la historia!, el sueño de todos se hizo realidad y ya son un matrimonio. Más aquí no es el fin de este fic, pues aun tengo ideas locuaces para todos y también terminara en boda como lo sospecharon, pero no les digo de quién, pues es sorpresa. Las palabras de los contrayentes son fragmentos modificados del Cantar de los Cantares capítulo 4:1 – 11, y de la canción “Enamorados” de Tercer Cielo. Sean felices!!!!
     
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