Chiyoda Parque Hibiya [Parque]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Zireael, 14 Julio 2021.

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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado gnarly

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    El crío era adorable, en serio. Lo pensé mientras observaba todas y cada una de sus reacciones tras el beso, sin poder hacer nada para evitarlo. No estaba siendo nada demasiado evidente y, aun así, fui consciente de cada detalle: la respiración acelerada, el parpadeo pesado, el contacto tibio de su piel contra mi pulgar y su boca entreabierta. Hubo un breve instante en el que una pequeña parte de mí quiso retomar el beso, lo que acabó sacándome una risa nasal que, para mi fortuna, se acopló a la suya mientras acababa por separarme de su cuerpo. Funny that, huh?

    —Sacado del más puro romance, truly —murmuré en respuesta a su comentario, sonriendo con evidente diversión antes de girarme para volver a seguir sus pasos.

    Aproveché que el chico parecía haberse rendido para terminarme el porro a solas, tirando la colilla a una papelera cercana que encontré por el camino. La mayoría del mismo lo hice en silencio, observando con genuina curiosidad nuestro alrededor; a veces mi mirada se distraía en dirección al muchacho, quien caminaba con tranquilidad a escasos centímetros de mí, y no podía evitar sonreírme con un deje de incredulidad, justo antes de regresar la atención al parque como si nada. No tenía problema en admitir que aquella había sido mi primera vez besando a un chico, tampoco que me había gustado... lo que me hacía un poco de gracia era la maldita diferencia de edad. The fucking odds, really.

    >>Si ir de aquí para allá por el trabajo cuenta como deporte, sí —contesté, sin perder la diversión de mi tono de voz en ningún momento—. En cualquier otro caso... la verdad es que no. Soy más de quedarme jugando videojuegos, por ejemplo. ¿Y tú? ¿Deporte o videojuegos? ¿Quizás ambas~?

    Mientras tanto, habíamos llegado a lo que parecía ser un quiosco de la zona. El muchacho se paró, así que yo hice lo mismo, y recibí su nueva pregunta con curiosidad renovada. Era una tontería, pero repasé su figura con la mirada con una sonrisa ligera, antes de hundir la mano en uno de los bolsillos de mi pantalón.

    >>Una botella de agua estaría bien, me he quedado seco... ¿Es esto suficiente? —comenté, y en ese instante también saqué unas cuantas monedas que tenía sueltas, extendiéndolas en su dirección sobre la palma de mi mano—. Por cierto, este sitio es enorme. Me temo que voy a tener que robarte otro par de noches para que me lo muestres todo bien, ¿no crees~?
     
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    Gigi Blanche

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    Retomamos la caminata en bastante silencio, cosa que nunca me había molestado. De tanto en tanto creía haber notado su mirada sobre mí por el rabillo del ojo, y aún a sabiendas de que no tenía forma de comprobarlo, decidí atenerme a esa teoría. Así era más divertido, ¿no? El aroma de la hierba me alcanzaba conforme soltaba el humo y giré el rostro hacia él para preguntarle si practicaba deportes. Esbocé una sonrisa relajada, entretenida.

    —No me digas, ¿te tienen esclavizado? —dramaticé sin modificar el tono y regresé la vista al frente; mi sonrisa se ensanchó apenas—. Ambas. Si el cardio en casa cuenta como deporte, claro.

    Dejé la idea suspendida allí, porque sí, como si ignorara sus muchas implicancias, y murmuré un sonido reflexivo.

    —Pero prefiero los videojuegos, sí. Tengo una Switch con algún Pokémon instalado desde que me funciona la memoria. ¿Qué juegos te gustan a ti?

    Cuando finalmente nos detuvimos frente al kiosco, el recorrido que me hicieron sus ojos fue muy evidente; pero, contrario a lo usual, no logré atribuírselo a nada. Bajé la vista a las monedas que me mostró y extraje de mi propio bolsillo un par extra. Su comentario de las próximas visitas al parque me hizo cierta gracia, mas no dije nada. ¿Tenía que ser de noche?

    —Qué aburrido~ ¿No prefieres unas cervezas? —lo piqué, dejando el cambio sobre su palma; no me molesté en evitar su piel—. Yo no puedo comprarlas, así que ¿me harías el favor, Carter-kun?

    Por supuesto, y por si hacía falta, le concedí una de las sonrisas de niño bueno.
     
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    Amane

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    —No te haces idea —repliqué con tono quejumbroso, desinflando el cuerpo en un claro gesto de cansancio, y justo después dejé salir una risa nasal derrotada, sacando apenas el móvil de mi bolsillo para mirar la pantalla con una ceja alzada—. De hecho, estoy bastante sorprendido de que todavía no me hayan interrumpido esta noche... —murmuré, aunque no tuve problema en encogerme de hombros con algo de indiferencia; no iría a quejarme por tener tiempo libre, qué va.

    Sus palabras posteriores me sacaron una nueva risa, en aquella ocasión con un claro deje de incredulidad, y no tardé en asentir un par de veces con la cabeza, dándole la razón. Vaya fallo el mío no haber caído en esa especificación, a decir verdad, pues mi respuesta hubiera variado bastante de haber sido el caso... oh, well! Kohaku extendió su contestación justo después, de todos modos, así que seguí prestándole mi atención mientras hablaba. ¿Así que le gustaba Pokémon? Qué lindo.

    >>Sobre todo, me gustan los juegos de carreras, y también juego bastante a shooters. Y ahora que lo he dicho en voz alta, acabo de darme cuenta que sueno bastante básico —comenté, dejando salir una carcajada ligera—. Well... no puedo hacer nada si es lo que me gusta, ¿cierto?

    Después llegamos al pequeño quiosco, y mi pedido por una inocente botella de agua pareció ser suficiente motivo de ofensa para el muchacho. Me reí apenas ante su comentario, aceptando sus monedas a la vez que negaba ligeramente con la cabeza, y me incliné sobre su cuerpo para poder hablarle cerca del oído.

    >>¿Alguna vez te han dicho que eres una mala influencia? —susurré, sin un atisbo de queja en mi tono de voz.

    Me separé después, como si nada, y fui hacia la tiendecita para comprar las bebidas en cuestión. No era de extrañar que lo primero que hubiera aprendido a decir en japonés fuera "me gustaría comprar un par de cerveza" o cualquier otra bebida alcohólica que acostumbrara a pedirme, por lo que aquella transacción fue rápida, eficaz y sin ningún problema de por medio. Volví junto a Kohaku con paso ligero, sonriente, y acerqué uno de los botellines a su mejilla, aunque no hice el amago de dárselo todavía.

    >>No me apetece que el señor de allá llame a la policía para denunciarme por andar emborrachando a un menor —expliqué, sin esconder el tono de diversión en ningún momento—. Así que... ¿alguna idea de un sitio apartado para poder hacerlo? Y romántico, a ser posible~
     
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    Gigi Blanche

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    Me permití echarle un vistazo al móvil de Aiden cuando él mismo lo revisó, por chequear también la hora antes que cualquier otra cosa, y calculé que, si quería portarme bien, debía volver a casa dentro de poco. Me daba pena, pero también me daría mucha pereza levantarme para la escuela habiendo dormido sólo un par de horas. Sonreí al oírlo, manteniendo la vista en los alrededores.

    —¿Trabajas hasta los domingos? —cuestioné, algo sorprendido.

    Luego me mencionó sus géneros de videojuegos favoritos, y la conclusión que alcanzó me arrancó una risa floja. Asentí, dándole la razón.

    —¿Qué más da, en tanto lo disfrutes? —respaldé, tranquilo.

    Era una filosofía de vida que respetaba religiosamente desde que tenía memoria, como si la llevara impresa en la sangre. Desde pequeño, cuando elegía las flores en vez de las pelotas de fútbol, y cuando mi cuerpo se empeñó en mantenerse delgado y mis facciones, de bordes suaves y poco masculinos, despertaban las burlas ajenas. ¿Quién sabe? Tal vez fue porque me dijeron "maricón" tantas veces que le presté genuina atención al asunto y acabé comiéndome a un amigo mayor que yo teniendo catorce años. O, tal vez, lo llevaba también en la sangre. Para el caso no me importaba.

    Hacía lo que quería, y lo disfrutaba.

    En ningún momento dudé que Aiden accedería a comprar las cervezas. Su reacción fue esperable a estas alturas, empezaba a trazar patrones en su comportamiento. Iba entendiendo, por ejemplo, que le entretenía mi desfachatez. Se inclinó sobre mi oído y la sensación repiqueteó en mi cuerpo, mas decidí reprimirla.

    —Muchas veces —afirmé, en voz baja también, y al encontrar sus ojos agregué—: Pero cada quien escoge su veneno, ¿no?

    Sabía que era caprichoso y engreído a mi manera, que las jugadas tendían a salirme bien y depositaba una confianza casi ridícula en mis habilidades, cualesquiera fueran. Por mucho que las personas se quejaran, sin importar lo incorrecto que vieran en mis acciones, se quedaban. Y quienes se iban, honestamente, no me quitaban el sueño. Puede que nada en esta vida lo hiciera, de ahí el problema.

    Y la ventaja, también.

    Lo esperé mientras compraba las cervezas, de pie donde había quedado, y acabé relajando las manos en los bolsillos del pantalón. Lo recibí de regreso con una sonrisa serena y, al estirar la mano para tomar mi botellín, él me lo negó. Lo miré a los ojos, expectante, y la resolución me regresó la sonrisa al rostro. ¿Se había echado todo el camino de ida y de regreso fabricando la excusa? ¿O se la acababa de sacar del culo para seguir jugando conmigo? Bueno, me daba igual.

    —¿Hacer qué? —tanteé, y solté una risilla que fui incapaz de contener—. De romance no sé mucho, pero de lugares apartados sí. Y bastante.

    Viré a la derecha. El camino, aún pavimentado, era amplio y lo circulaba bastante gente a esa hora. Se veían muchos oficinistas yendo y viniendo. Fueron unos pocos metros hasta que giré a la izquierda en un camino alternativo.

    —Por allá alcanzas la fuente —le indiqué una bifurcación angosta que se abría hacia el lado opuesto, cada vez menos visible entre los árboles—. Es bastante grande y la suelen decorar muy bonita para algunos festivales. El agua cambia de colores y lo sincronizan con la música, y también montan un escenario al frente donde bailan danzas tradicionales. He venido a esas cosas desde que tengo memoria. —Miré a Aiden—. ¿Hay alguna costumbre que extrañes de Estados Unidos?

    En cierto punto rebasamos una gran porción de parque decorada con canteros llenos de flores, y lo conduje hasta desviarnos por un camino angosto, a la izquierda. La pequeña cafetería de azulejos blancos estaba cerrando sus puertas, las empleadas se encontraban levantando las sillas e ingresando los muebles de exterior. Señalé hacia adelante con la barbilla.

    —Ya estamos cerca~
     
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    —No tengo horarios demasiado fijos, así que podría ser una posibilidad... —contesté un poco al aire, encogiéndome de hombros al mismo tiempo, y poco después le dediqué una sonrisa animada mientras asentía con la cabeza, con evidente emoción por que estuviera dándome razón en cuanto a mis gustos.

    Aquella era la manera bonita de decir que dependía por completo de los cambios de humor de Frank, vaya, y Frank... bueno, no era una persona que destacase por su estabilidad emocional. Era cierto que los domingos solían ser más tranquilos, así que en realidad no estaba tan preocupado como había pretendido hacer ver, pero también era verdad que nunca se sabía del todo con ellos... en definitiva, agradecía mi suerte de aquella noche.

    La respuesta que me otorgó tras mi pseudo-acusación me hizo ensanchar la sonrisa, en especial al escuchar su comentario final, y me alejé hacia el quiosco sin sentir la necesidad de añadir nada más. Que le negara la cerveza al volver a su lado pareció sorprenderle, aunque mi justificación no tardó en hacerle recuperar la sonrisa, y justo después mis labios se acoplaron a su gesto, siendo esa la única respuesta que le di. ¿Qué podíamos hacer en un lugar apartado? Las opciones no eran escasas, desde luego.

    Así pues, me quedé en posesión de los dos botellines mientras retomábamos la marcha, y debía admitir que en aquella ocasión sentí una expectación extra por lo que teníamos como meta. Aun así, procuré seguir prestándole atención a lo que me iba contando de camino, y fue por ello que llevé mi vista hacia la bifurcación que me señaló en algún punto, con algo de curiosidad.

    >>Oh, me gustaría ver algún festival de los vuestros alguna vez. He oído que son muy bonitos —comenté, justo antes de volver a mirarlo con una sonrisa ligera—. Diría que no tenemos tantas tradiciones allá, aunque eché algo en falta las celebraciones del 4 de julio. Mi casera me invitaba a su barbacoa, veíamos los fuegos artificiales juntos y después me iba con sus hijos a cualquier fiesta que pilláramos. Fue un poco raro no hacer lo mismo este año...

    Tampoco era algo que me quitase el sueño, de todas formas. Mientras le contaba aquella anécdota, eso sí, decidí pasar el brazo por encima de sus hombros y me permití volver a enredar los dedos en su cabello, de manera algo distraída. Ya se lo había dicho, no era mi culpa que estuviese tan suave...

    >>A ver, mi querido Haku... ¿a cuánta gente has traído a este lugar apartado para hacer cosas indecorosas? Sé honesto, ¿eh~?
     
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    Gigi Blanche

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    La idea de los horarios volubles no tenía por qué corresponder a la espontaneidad de la cual él se quejaba, pero tampoco me extrañaría que acabara sometido a... ¿qué serían? ¿Los caprichos de su jefe? ¿De los clientes? ¿En qué trabajaba, para empezar? No me interesaba y dudaba que me respondiera con pelos y señales, así que ¿por qué molestarme?

    —Deberías ser tu propio jefe —solté, sin motivos o intenciones reales, y me reí en voz baja—. Explotar tus habilidades, ya sabes. Seguro tienes muchas.

    No que pudiera hacer la gran cosa un extranjero recién llegado al país que ni siquiera era fluido en japonés, pero por bromear. Mientras caminábamos, dijo que los festivales aquí eran bonitos y echó en falta las celebraciones estadounidenses del cuatro de julio. Era por la independencia, ¿cierto? A cualquier país le gustaba celebrar su independencia.

    —Son bonitos, sí —convine a las festividades locales—. Y abundan, la verdad. Aquí, en Tokio, si te lo propones podrías ir a un festival prácticamente todos los fines de semana, sean grandes o pequeños. Durante la Golden Week, que vendría a ser... como su spring break, ¿no? Hubo un festival grande en Taitō. Los de Año Nuevo también destacan.

    Preferí omitir los festivales que organizábamos en casa por evitar darle información innecesaria de mi vida. Giré el rostro hacia él al mismo tiempo que su brazo rodeaba mis hombros. Sentí sus dedos entre el cabello y la sensación necia de antes repiqueteó, pero me hice el loco. Se sentía bien, la verdad. Seguía haciéndolo.

    —Es un poco extraño preguntarlo siendo que acabas de llegar, pero ¿tienes planes de regresar? ¿Un boleto comprado, al menos?

    Su última pregunta me aflojó una risilla que, de primera mano, no evidenció intención alguna de respuesta. Tras algunos pasos me detuve, eché un vistazo alrededor y giré a la derecha, tomando un camino aún más angosto que reemplazaba el pavimento por tierra pisada. De un lado teníamos la cafetería blanca sobre una plataforma y, al otro, el estanque Shinji-ike. Rebasamos unas escalerillas de piedra que descendían a la orilla. Sobre nuestras cabezas, los árboles empezaban a bloquear el cielo casi nocturno.

    —Si te lo dijera, ¿te pondrías celoso? —murmuré al aire.

    Le eché un vistazo al busto de este señor, el tal José Rizal, y pocos metros adelante me detuve. Una pared de piedra se alzaba a nuestra izquierda, bloqueando la vista del estanque, y por su superficie trepaban unos peldaños rocosos algo pequeños y escabrosos. Me solté del agarre de Aiden y empecé a ascender con cuidado, apoyando una mano en la pared. A mitad de camino me detuve y me giré, ofreciéndole mi otra mano.

    —¿Necesitas ayuda, anciano~? Ya casi llegamos, esta vez en serio.

    No era necesario el momento de parkour, la verdad, sólo era un atajo para evitarnos el rodeo largo. Arriba nos recibió un mirador del estanque, angosto y delimitado por unas barandas metálicas negras. Había bancos dispuestos en duplas y árboles salpicados entre el suelo de adoquines. Las farolas, ahora prendidas, iluminaban tenuemente de a intervalos regulares, sin embargo... Le lancé un vistazo a Aiden, una sonrisilla también, y comencé a recorrer el mirador hacia la izquierda. Al fondo, la porción de terreno acababa en un pequeño semicírculo desprovisto de bancos, de árboles y de farolas. Era gracioso y hasta entretenido, pues la altitud daba una vista privilegiada del parque y del estanque, y a plena luz del día cualquiera nos vería; pero de noche la historia cambiaba.

    —¿Esto es lo suficientemente apartado para ti? —inquirí, girándome para apoyar las caderas en la barandilla; no hizo falta elevar el tono, allí había bastante silencio.

    La finalización del mirador interrumpía la circulación de gente, y como no había bancos tampoco venían hacia acá a menos que quisieran hacer algo particular. Era el pequeño spot ideal de los traficantes y los adolescentes, y me alegraba haberlo pillado vacío.

    toda esta aventura del Hibiya patrocinada por lugares canónicos del Hibiya irl vuelve la experiencia aún más satisfactoria JAJAJA *belu, muchos años, se recorrió un parque japonés entero en el street view buscando un lugar en lo oscurito*
     
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    Amane

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    Su conclusión de hacerme mi propio jefe me sacó una carcajada cristalina, en la que pudo notarse la diversión genuina que sentí por su apunte, y no tardé en responderle con un "lo tendré en cuenta" que pretendió sonar malicioso en ningún momento. No mentía en que tenía muchas habilidades que explotar, pero había tantas otras cosas externas que lo complicaban, así que de momento... Sea como fuere, a continuación me habló más en detalle sobre los festivales de la ciudad y yo le presté toda mi atención, pues era algo que de verdad me interesaba.

    —¿Acaso me estás invitando a ir juntos al próximo festival que haya~? —le cuestioné por la más absoluta cara, sonriendo con inocencia impostada, y al poco rato volví a mirarlo con las cejas ligeramente alzadas, sin parar en ningún momento el movimiento de mis dedos en su cabello—. Missing me already, hon~? —canturreé, sin poder disimular la diversión en mi tono de voz ni la risilla que acompañó mis palabras—. Nope, de momento no tengo intenciones de volver.

    Mi pregunta, del todo inocente, no recibió respuesta alguna por su parte; no más allá de una simple risa, quería decir. Aquello me decepcionó, por supuesto, aunque no reaccioné de ninguna manera visible al respecto. Al parecer, el muchachito solo estaba jugando conmigo, pues al rato sí que me contestó, y lo que dijo solo logró que sonriera con todavía más ganas. Dejé salir un "hmmm" pensativo, echando la vista al cielo, y al final murmuré un "quizás" quedo, si bien ligeramente cantarín.

    Tras otro rato caminando, Kohaku se liberó de mi agarre y me hizo avanzar por un camino... curioso, cuanto menos. Lo seguí con la vista mientras subía los peldaños, esperando que en cualquier momento se diese la vuelta para confirmar que solo bromeaba, pero pasó todo lo contrario cuando se giró a mirarme. Me hubiese gustado decir que mi orgullo no era tan grande como para caer en aquel pique tan simple, pero la realidad era la que era. Acepté su mano, aun así, y una vez llegamos al final de trayecto, silbé flojito al mirar a nuestro alrededor.

    >>Desde luego que sí, muy bien hecho. Y mira las vistas del parque... sí que sabes de romanticismo, pillín~ —añadí eso último guiñando un ojo en su dirección.

    Abrí los dos botellines con el pequeño abridor que traía en las llaves y me acerqué al chico para ofrecerle al fin la suya, sonriente. Una vez frente a él, me permití apoyar la mano que tenía libre sobre la barandilla, atrapándolo de nuevo gracias a mi propio cuerpo, y ladeé apenas la cabeza al levantar la cerveza entre nosotros.

    >>¿Un brindis? Por una relación profesional fructífera~
     
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    Gigi Blanche

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    —No, realmente —contesté al instante, y me tomé un segundo para voltear a mirarlo—. A menos que tú quieras, claro.

    Parpadeé un poco más lento producto de las caricias al regresar los ojos al frente, y el apunte que soltó en inglés hizo vibrar una risa en mi garganta. Sólo me estaba molestando y obviamente sabíamos que si mañana le daba por pillarse un avión de regreso no podría importarme menos, pero decir algo como eso mataría el ambiente tan bonito que habíamos logrado, ¿cierto? Había verdades que servían mejor a buen recaudo. Por otro lado, me pregunté qué lo habría traído aquí. ¿Buscaba algo en Japón o sólo escapaba de Estados Unidos? Quién sabe.

    —Rezaré por ti, entonces —bromeé, divertido con el detalle reservado de que el chiste hacía más sentido por vivir en un santuario.

    Sus respuestas a mis estupideces también eran bastante vagas, así que no me amedrentaba pagarle con la misma moneda. Tras alcanzar el spot que él mismo había requerido, mantuve la vista en su rostro a la espera de sus reacciones. Silbó, me guiñó el ojo y toda la tontería. Mi sonrisa se ensanchó.

    —No lo sé —murmuré, echando un vistazo sobre mi hombro, al estanque oscuro—. Este lugar es tan usado por camellos y grupos de mala monta que no puedo verle lo romántico, pero... puede que lo sea un poco.

    Le eché ganas para echarle una luz diferente al rincón endemoniado, como que una parejita de tórtolos lo descubriera de casualidad y se empeñaran aquí en abrazarse y susurrarse cosas bonitas. Arrugué la nariz, repentinamente asqueado por la imagen, y regresé la atención a Aiden conforme él se acercaba. Acepté por fin la cerveza y murmuré un simple "gracias", bajando la vista al líquido. Lo mecí, tranquilo, y vi entonces su malo colarse en mi campo de visión, afirmándose en la barandilla a mi lado. Me sonreí, entretenido, y regresé a sus ojos sin prisa.

    —Salud~

    Choqué mi cerveza con la suya y ladeé el rostro para empinármela, sin dejar de mirarlo. Le di un par de buenos tragos y la bajé, apoyando el codo en la baranda. Carraspeé apenas la garganta, inhalé hondo y solté el aire poco a poco, sin intenciones de moverme de mi lugar.

    —¿Es un hábito tuyo esto de apresar a las personas? —lo molesté, risueño.
     
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    Su negativa inicial me hizo fruncir los labios, en un gesto que hubiera sido un puchero en todo regla si el muchacho no hubiera intervenido a tiempo; sobraba decir que pasé a sonreírle con emoción, asintiendo un par de veces con la cabeza para confirmar que era algo que me gustaría. ¿Quién sabe? Quizás fuera una experiencia divertida y todo. De momento, sin embargo, teníamos otros planes entre manos~

    —¿No crees que hay algo de romántico en los crímenes? —comenté con cierto aire risueño, deslizando también la mirada hacia el estanque a sus espaldas—. Como Bonnie y Clyde, ya sabes~ —añadí, volviendo la vista hacia él con una sonrisa renovada.

    Le di un pequeño sorbo a mi cerveza tras el brindis que hicimos, sin poder evitar que casi toda mi atención se viera atrapada por los movimientos que él estaba haciendo. Mantuve la sonrisa de puro encanto en todo momento, desde los tragos pronunciados que le dio a la bebida hasta la inspiración profunda que hizo, sin perder detalle de cada pequeño gesto gracias a la cercanía que me estaba permitiendo mantener.

    >>Solo a las personas que me gustan —aclaré al instante de recibir su pregunta, sin dudarlo ni un segundo, y le di un nuevo trago a la cerveza antes de inclinarme para poder rozar su cuello con los labios—. ¿Te molesta~?

    no sé si voy a poder hacer otro post más aquí, so just in case porque no quiero cerrarlo sin el spoiler, te digo en este que me lo he pasado super bien uwu no sabía qué esperar de esta interacción, pero desde luego no esperaba que aiden saliera con una crisis de identidad sexual JAJAJAJ but you know what? i love that for us (???

    anyways, siempre es un placer rolear contigo, sea lo que sea, so thank you very much por aceptarme this one <3
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    La emoción que demostró ante la idea del festival me forzó a disimular la incredulidad que intentó colarse en mi semblante. Parecía... más honesto que antes, pero ¿por qué? ¿Sería verdad que le entusiasmaban los festivales locales? Vaya. No había considerado ni por un segundo tomarme la molestia de invitarlo a uno de verdad, pero si en verdad le hacía ilusión quizá pudiera hacer una excepción, ¿verdad? Tal vez fuera divertido.

    Ya en el mirador, destacó que los crímenes también podían ser románticos y lo miré, sin disimular mi diversión. Probablemente sólo fuera de coña, pero ¿qué más daba? Tenía el espacio perfecto para molestarlo.

    —No parecías un romántico empedernido, Carter-kun —murmuré, ladeando la cabeza—. ¿Acaso juzgué mal tu carácter?

    Su respuesta fue inmediata y me mantuve en sus ojos, intentando medir la veracidad de sus palabras. Él, sin embargo, desapareció en mi cuello y la movida fue tan repentina que me tensó el cuerpo por un instante. Pestañeé lento, solté el aire por la nariz y alcé apenas la barbilla, dejándole un poco de espacio extra. Su aliento me acarició la piel y paseé la mirada por el parque oscuro tras su espalda, por demás distraído.

    —Si dijera que sí, ¿me dejarías en paz? —musité, esbozando una sonrisa floja.

    En paralelo a mis palabras, sin embargo, despegué un codo de la barandilla y colé los dedos por debajo de su camiseta negra. Tanteé hasta rozar la piel de su costado, fue sutil y fui deslizando la mano suavemente hasta apoyarla por completo. Estaba tibia, casi caliente.

    qué? cerrar la sala? spoilers de despedida y agradecimiento? i dont speak that language
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    La diversión que mi comentario le provocó fue bastante evidente, lo que en consecuencia consiguió que yo mismo ensanchara la sonrisa de la misma manera. Por otro lado, su posterior acusación me resultó francamente ofensiva, y por ello fue que tuve que llevarme la mano hacia el pecho, abriendo la boca lo suficiente como para dejar ver lo consternado que me encontraba ante tales palabras.

    Honestly, that's too much... —me quejé, metido por completo en el papel, y justo después adopté un tono de regaño para añadir—: Pues sí, me has juzgado muy, muy mal. ¡Soy la epítome del romance, Haku! ¡Un Romeo del siglo 21, incluso! —acoté, sonando tan convencido de mi mismo que cualquiera podría creerse que lo que decía era del todo cierto; cualquiera que no me conociera lo suficiente, claro.

    El teatro me duró más bien poco, de todas formas, pues una vez atrapé su cuerpo contra la barandilla, otro tipo de sensaciones se apoderaron del mío. Me acordé del extraño impulso que había sentid antes al pasar la mirada por sus labios, aunque volví a reprimirme al preferir hundirme en su cuello. ¿Qué era todo aquello? ¿Curiosidad? ¿Simple deseo? No lo entendía en absoluto, pero tampoco me preocupaba demasiado.

    >>Si me dijeras un sí convincente, por supuesto —respondí, sin poder controlar la sonrisa divertida que me asomó por los labios.

    Había dicho eso, pero su cuerpo se estaba comportando de manera muy diferente. Noté el movimiento de su barbilla, el que me dejó más libertad en su cuello, y no dudé en aprovecharla para dejar un beso de nada sobre su piel. Después vino su pregunta, aunque al mismo tiempo sentí su mano colándose por debajo de mi camiseta; eso me hizo sonreír incluso más, si es que era posible. Llevé mi mano libre a su espalda, confiriéndole un apoyo extra al mismo tiempo que mi cuerpo buscaba presionarse más contra el suyo, y dejé un reguero de besos suaves en ascenso, hasta alcanzarle el lóbulo de la oreja.

    >>Entonces... ¿quieres que pare? Recuerda ser convincente~

    ¿despedida? no sé de qué me hablas *finge demencia para evitar la vergüenza*
     
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    Gigi Blanche

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    Su indignación fue tan palpable que quiso robarme una risa, en su lugar me limité a mantener las cejas alzadas y seguir cada uno de sus movimientos con cara de "¿ah, sí?". Lo conocía de hacía dos horas, pero no creía necesitar más para, al menos, asumir ese detalle de su personalidad. Que me regañara no había formado parte del paquete que esperaba y mi sonrisa, incrédula, se estiró fugazmente con evidente diversión.

    —Vale, Romeo, estuve mal —cedí, y tamborileé los dedos contra el botellín mientras lo miraba. Pasados unos segundos, ladeé apenas la cabeza y renové la sonrisa inocente—. ¿Me perdonas~?

    El imbécil me seguía confundiendo con sus idas y venidas, impidiéndome confirmar la naturaleza de sus intenciones, pero ¿honestamente? Me importaba bastante poco. Así hubiera alguna clase de objetivo ulterior, así se creyera capaz de obtener algún beneficio, podía hundirse en mi cuello, presionarse contra mi cuerpo, y luego debatíamos el resto. Por irónico que sonara, sabía trazar una línea entre los negocios y el placer. Torcida, quizá, o absolutamente desviada de la media, pero existía.

    —Me imagino, sí —respondí al aire, junto a una risa muy floja.

    Estaba bastante más concentrado en... todo lo demás. El primer beso fue superficial, casi inocente, pero mi piel cosquilleó y parpadeé con pesadez. Colé la mano en su camiseta, sentí la suya en la espalda, la presión renovada de su cuerpo, y acabé cerrando los ojos, completamente ido en el camino de sus labios. El calor lamiéndome suavemente la piel, los pequeños estallidos de expectativa antes de cada beso, el cosquilleo incesante y el aire que se escapó de mi boca sobre el final. Lo disfruté como un hijo de puta y entreabrí los ojos al oír su voz en mi oreja. Mi mano se había afianzado en la piel de su cintura y la relajé levemente para dedicarle caricias vagas.

    Me reí, en voz baja.

    —¿Parar? Quizás en la próxima —murmuré, bajando la vista a su propio cuello, tan cerca de mi boca, y el impulso me escoció en todo el cuerpo—. Ahora me da curiosidad...

    Me repasé los labios con la lengua, repentinamente secos, y me estiré para dejarle un beso. Fue igual a los suyos, superficial, pero encima de ese dejé otro un poco más húmedo. Presioné los dedos en su cintura, arrastré la mano por su contorno, despacio, y respiré contra su piel. Habría seguido, honestamente. Le habría comido el cuello de punta a punta, y habría jalado de su camiseta y habría bajado, pero a veces un hombre debía armarse de paciencia.

    —Dime, Romeo —susurré allí, rozándolo con los labios húmedos—, ¿qué sigue?
     
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    Amane

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    —Claro que te perdono —cedí, prácticamente al segundo de escuchar su petición, y dejé salir una risa nasal de pura diversión antes de sonreírle como si nada—. Es imposible seguir molesto cuando pones esos ojitos, ¿sabes? —le informé en tono jocoso, a pesar de que en realidad no estaba diciendo ninguna mentira.

    A pesar de su supuesta queja inicial, el muchacho me aceptó en su espacio sin ninguna clase de problema; sus movimientos, de hecho, me invitaron a acrecentar todavía más la unión entre nuestros cuerpos. Me sonreí contra su cuello al sentir el tacto de su mano en mi piel, especialmente cuando este se fue afianzando con cada beso que iba dejándole, y no fue hasta que paré para hablarle que el agarre se transformó en ligeras caricias, sacándome un suspiro de nada que chocó contra su propia piel.

    Se negó a que parara, y a pesar de lo predecible que aquello fue, no pude evitar que mi sonrisa se ensanchara al oír que lo decía. Dejé salir un "mhm" gutural cuando siguió hablando, curioso por su propia curiosidad, y el gesto se transformó al instante un suspiro placentero, pues no podía negar que el beso que me dejó en el cuello se sintió estúpidamente bien. ¿Se suponía que debía sentirse así de bien? Pestañeé con pesadez, subiendo sin prisa la mano a lo largo de su espalda, y fue justo cuando me lanzó la pregunta del millón que alcancé su nuca.

    >>Ahora... —susurré con voz algo ronca, hundiendo apenas las yemas de los dedos en su cabello mientras me alejaba de su cuello—. Ahora sigue esto —respondí, prácticamente sobre sus labios.

    Me hundí en su boca sin preámbulos, y dado que no era nuestro primer beso de la noche, no tuve reparo alguno en colar la lengua nada más unirnos. No supe de donde surgió la intensidad, aunque tampoco me interesó demasiado; lo único que sí supe es que la manera en la que lo besé bien podría considerarse como que le estaba comiendo la boca. Fue casi hambriento, fue de hecho una suerte que tuviera la barandilla a sus espaldas, y cuando finalmente tuve que separarme en busca de aire, lo hice jadeando con algo de pesadez.

    >>Estás más convencido ahora de mis dotes como amante, ¿cierto? —cuestioné con una sonrisa ladeada, tras haberme humedecido los labios con la lengua.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  14.  
    Gigi Blanche

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    —¿Cuáles ojitos? —repliqué al instante, haciéndome el imbécil con tanto descaro que la simple idea me estiró la sonrisa, desbaratándome parte del teatro.

    No me quedaba demasiada fuerza de voluntad para nada decente, no al oírlo suspirar y permitirme creer que yo, también, podía ser capaz de arrancarle esas reacciones. Me había dedicado la noche entera a probar botones, tensar diferentes cables y medir sus reacciones. Si al tío se le aflojaba la pinza y me libraba de dudas, ¿qué más quedaba? Seguir provocándolo, por supuesto. Empujar, empujar y empujar, como un necio, en la dirección que yo quería.

    Los dedos me cosquillearon, el cuerpo entero. Al besarle el cuello, al escuchar su segundo suspiro, la satisfacción que sentí fue tan repentina y marcada que estuve a punto de volver a hundirme allí, probar su piel con la lengua, recorrerla de punta a punta y bajar, en una solicitud y también una oferta evidente. Quería escucharlo, quería que se pegara a mi oreja y se le derritiera el cerebro, que fuese incapaz de contenerlo. Quería que perdiera la cabeza.

    Y que fuera gracias a mí.

    Exhalé sobre su piel húmeda, fue pesado y cerré los ojos sin pretenderlo al seguir el recorrido de su mano por mi espalda. Su voz sonaba baja, ronca, y me estaba fundiendo el raciocinio. Parpadeé al notar que reajustaba la posición, topé con su rostro desenfocado por la cercanía y bajé la vista a sus labios. Si acaso llegué a soltar una risa floja. La hierba me había aflojado el cuerpo, los tragos de cerveza no ayudaron a espabilarme, y el deseo de comerle la boca me rayó el cerebro con tanta violencia que no tuve idea quién besó a quién.

    Su lengua se coló dentro de mi boca, fue repentino y la acaricié con la mía, reajustando el beso para devolverle la jugada con una cuota de fuerza agregada. Lo besé como me dio la gana, con la misma intensidad que él le estaba imprimiendo, lo que resultó en una mierda estúpidamente profunda, desordenada y placentera. El calor me lamía el cuerpo, me cosquilleaba en la entrepierna, me tenía el corazón latiendo desaforado y arrastré la mano por toda su espalda, en direcciones azarosas. Sólo quería tocarlo, recorrer su piel. Le estiré la camiseta de aquí para allá, alcancé sus omóplatos y bajé en picado, presionando sobre la línea de su pantalón con la yema de los dedos. Cedí, mandé todo a la mierda y seguí. Lo estrujé sobre la ropa y lo empujé contra mí, moviendo las caderas a la par. ¿Quería jugar? Que jugara, entonces.

    Que me sintiera.

    Cuando se separó, necesité un par de segundos para reajustarme a la realidad. Enfoqué su rostro, subí a sus ojos y seguí respirando por la boca, agitado. Tuve la decencia de aflojar la mano y regresarla a su cintura, pero no la despegué de su piel.

    —Nunca lo cuestioné, ¿o esto... te parece romántico? —bromeé, junto a una sonrisa floja—. ¿Me leerás tu poesía, Romeo? ¿Me dibujarás como a una de tus chicas francesas?

    Sentía el cerebro vuelto aire, irremediablemente. No sabía dónde trazar la línea, si detenerme o seguir empujando, si colar la mano dentro de su pantalón aquí mismo o pedirle que me mostrara su casa, o sacar la hierba, tomar el dinero y largarme al santuario.

    —Estoy bastante convencido de un par de cosas —continué, deslizando la mano entre nosotros para juguetear sobre las presillas de su pantalón, y volví a acercarme a su cuello—, creo que puedo convencerte a ti de un par más.

    Enganché un dedo y jalé en mi dirección, aprovechando el vaivén para abrir la boca y besarle la piel. Fue amplio, húmedo y lento, insistí en la presilla y luego lo solté, subiendo la mano hasta encajarla al otro lado de su cuello. Me valí del contacto para besarlo con aún más ganas, me estiré hasta la base de su mandíbula y lo mordisqueé suavemente, presionando la lengua aquí y allá. Me separé unos pocos centímetros, respiré y me cambié la cerveza de mano por detrás de su cuerpo. Ahora, sí, tiré del cuello de su camiseta y besé su clavícula, y jalé un poco más y me aventuré hacia el inicio de sus pectorales. La cadenita que llevaba colgada se metió en mi camino y me reí, en voz baja. La enganché en mi índice y me separé, regresando la espalda a la barandilla. Lo traje conmigo, por supuesto.

    —¿Qué hacemos, Romeo? ¿Cerramos el negocio y cada quien a su casa? —murmuré, sedoso, y la sonrisa me descubrió la dentadura—. No tengo problema, pero sólo accederé si me prometes una cosa.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Amane

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    Kohaku intentó negar que estuviera haciéndome ojitos para que le perdonara, a lo que solo pude reaccionar con una ligera risa nasal de pura diversión. Ambos sabíamos que aquello no iba a colar ni de coña, pero tampoco era que me importaba demasiado; había cosas más importantes en las que centrar mi atención, después de todo. La posición que había adoptado no me permitía disfrutar del espectáculo que tendría que ser su rostro, aunque eso no me impidió deleitarme con otro tipo de sensaciones.

    El cabrón se lo estaba pasando bien, no había que ser ningún genio para darse cuenta. Lo supe al notar su mirada en mis labios justo antes de besarnos, y también cuando me correspondió al mismo con una intensidad digan de elogio. El muchacho no dudó en acoplarse a mi ritmo casi desenfrenado, lo que en consecuencia hizo que yo mismo me presionara todavía más en su boca, y sentir su mano buscando recorrer cada centímetro de mi espalda solo me incitó a profundizar más la unión. Que tanteara el límite de mi pantalón no me sorprendió especialmente, aunque sí lo hizo un poco sentir el movimiento de sus caderas contra las mías; una vez más, no fue una sorpresa desagradable.

    Llevé mi mano a su mejilla cuando nos separamos, acariciándole el pómulo un par de veces con el pulgar, y dejé salir una risa nasal de renovada diversión al escuchar su ronda de preguntas, aprovechando el gesto para también liberar algo de la tensión acumulada.

    —Tiempo al tiempo~ —fue todo lo que le dije, inclinándome para dejarle un beso de nada sobre la comisura de los labios, y la sonrisa socarrona volvió a los míos tras incorporarme, pues sentí su mano volviendo a la acción—. ¿Ah, sí? —tanteé, riendo apenas, justo antes de que me atrajera en su dirección.

    El beso de antes había sido intenso, pero lo que Kohaku decidió hacerme en el cuello lo superó con creces. No hubo preámbulo alguno, lo que no me molestó en lo más mínimo, y el chico se veía tan compenetrado en la acción, que no tuve más remedio que dejarle hacer sin inconvenientes. De alguna manera conseguí acordarme de que seguía teniendo una mano ocupada con la cerveza, pero la otra no tardó en viajar de nuevo a su cabello, ya que hundí ahí los dedos para presionarlo hacia mí cuando lo considerara necesario; exceptuando eso, le dejé total libertad con mi cuerpo, y él supo aprovecharla de la mejor manera posible. Sentí como la respiración se me iba acelerando a medida que él movía sus labios por mi piel, y de igual manera lo hizo el cosquilleo que se me empezó a formar, extendiéndose por mi cuerpo hasta que se apoderó por completo del mismo.

    >>¿Mhm?

    Su voz me pilló algo ido, no iba a mentir. A medida que sus besos iban bajando, mi mente se fue convenciendo de que saldría de aquel parque mucho más satisfecho de lo que había planeado en un inicio, y que él parara no consiguió que los escenarios de mi cabeza lo hicieran. Regresé la vista a sus ojos tras pestañear un poco, procurando no parecer demasiado decepcionado con aquel desenlace, pero al escucharlo no pude controlar la risa incrédula que se me escapó.

    >>That's... —empecé a quejarme, llevándome la mano hacia mi propio cabello, pero al final desistí, negando un par de veces con la cabeza—. Bueno, es para lo que hemos quedado, ¿cierto? —acordé, separándome un poco para poder darle un trago a la cerveza, y permití que algo de curiosidad se me colara en el semblante al mencionar una promesa—. A ver... pide por esa boquita~
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  16.  
    Gigi Blanche

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    Más allá de lo que pensara o sintiera, su cuerpo no reaccionó negativamente a ninguna de mis acciones y hasta ahí alcanzaban mis preocupaciones. Al separarnos del beso, su mano acunó mi mejilla y, así él no lo pretendiera, el gesto fusionó el placer físico con un cariño que obviamente no sentía, pero que se me antojó cálido y reconfortante. Sonreí, cerrando los ojos un instante, y apoyé aún más mi rostro contra su mano. Lo molesté, Aiden se rió y reanudé las mierdas; todo muy bonito, sí, eso no quitaba que siguiera bastante puesto.

    Mientras le comía el cuello noté cómo su mano se afianzaba en mi cabello y atendí a sus indicaciones silenciosas, presionándome contra su piel o besándolo con más ahínco. Su respiración se había estropeado, decidí interrumpir el numerito y su murmullo, a riesgo de equivocarme, sonó algo desconectado. La idea me ensanchó la sonrisa con cierta diversión, satisfacción también, y reposé la mano libre sobre su pecho.

    Me mantuve atento a sus reacciones, intentando definir su calibre, y pensé que algo de paciencia, probablemente, fuera una buena idea a largo plazo. Además, se suponía que me portara bien, ¿cierto? Y mañana tenía clases. Redibujé la sonrisa inocente en mi rostro y asentí, aprovechando el espacio que él amplió entre nuestros cuerpos para darle un trago a mi cerveza. Me palpé la ropa luego y esculqué hasta extenderle una pequeña bolsita transparente.

    —Mejor olvídalo —concluí tras pensarlo unos segundos, y al mirarlo a los ojos mi sonrisa se ensanchó—. De todos modos ocurrirá. Y cuando lo haga, te lo haré saber~

    La sangre lentamente regresaba a fluir dentro de mi cabeza y no entre mis piernas. Me permití aquel momento para repasar sus facciones y felicitarme mentalmente. Lo bueno que estaba el cabrón era digno de elogio y pretendía llevarme este premio a casa.

    —Ha sido un placer hacer negocios contigo —definí, hundiendo el puñado de billetes en mi bolsillo y aprovechando la movida para sacar el móvil; seguí hablando mientras lo desbloqueaba y la luz cerúlea bañaba mi rostro—. Confío que sabrás volver desde aquí, ¿cierto? —Miré sobre su hombro y señalé detrás suyo—. Si sigues derecho, saldrás enseguida a la avenida.

    Tenía algunos mensajes. Bajé el aparato sin apagarlo, lo sostuve en la misma mano de la cerveza y apoyé la libre en su cintura. Me estiré, me acerqué a su cuello y antes de tocarlo subí, dejándole el beso en la comisura de los labios.

    —Nos vemos, Romeo —susurré, divertido, y por fin abandoné el angosto espacio entre la barandilla y su cuerpo—. Regresa a salvo a casa~

    Agité la mano sobre mi cabeza y, mientras me alejaba, volví a empinarme el botellín. Bueno, había acabado el fin de semana con dinero extra y algo de acción. No podía quejarme de nada, honestamente.


    Bueno, ahora sí JAJAJA. Cierro la salita con mucha honra, it was amazing y me la pasé super bien uwu7 Te agradezco haberme puesto el husbando a disposición para ligármelo descaradamente :D ko is satisfieeeed
     
    • Fangirl Fangirl x 1
  17.  
    Amane

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    Apenas Kohaku apoyó su mano en mi pecho, pude sentir como el cosquilleo se me intensificó en esa misma zona y, por algún motivo que tendría que analizar más tarde, tuve que hacer un esfuerzo enorme por reprimir las ganas de volver a besarlo; el trago de cerveza no ayudó demasiado. De todos modos, acabé por mirarlo con el ceño ligeramente fruncido cuando lo escuché cambiar de opinión, y en cualquier otra situación me hubiera quejado de que me dejara con la curiosidad, pero habían sucedido tantas cosas en la última hora que preferí dejarlo pasar por esa vez.

    Hicimos el intercambio correspondiente, al fin, y me quedé prendado de su rostro iluminado durante un par de segundos, hasta que me señaló el camino de vuelta a casa y tuve que girar la cabeza para comprobar la dirección que me estaba enseñando. No me preocupaba demasiado volver, pues había aprendido a orientarme bastante bien gracias a los constantes viajes que Frank hacía, pero la preocupación del crío me resultó adorable, así que simplemente asentí con la cabeza al volver a mirarlo, sonriendo con ligereza. Me giré en el momento perfecto para recibir su beso, también, y aunque el mismo fue mucho más inocente que lo que habíamos hecho hasta el momento, igualmente consiguió ensancharme la sonrisa con satisfacción.

    See you soon, Haku~ —me despedí sin perder la sonrisa, antes de ver cómo se alejaba hasta perderse en la oscuridad del parque.

    Algo me decía que nos volveríamos a ver, desde luego.

    well, like I DIDN'T SAY, the pleasure was all mine, honey uwu me divertí muchísimo jugando con las hormonas de Kohaku y ligándomelo descaradamente, IT WAS ABOUT TIME, YOU KNOW??? A la próxima... ya sabes u///u
     
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