Chiyoda Parque Hibiya [Parque]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Zireael, 14 Julio 2021.

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  1. Threadmarks: IV. Domingo 12 de julio [anochecer]
     
    Amane

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    ¿Cómo mierdas había acabado yo metida en esto? Ah, sí, por culpa de Aiden... as always.

    El domingo por la mañana me había despertado en la cama de Joey, quien la noche anterior había acabado ganando la discusión sobre qué casa era mejor opción para desayunar, y como buena lapa que podía llegar a ser, me acoplé en su apartamento durante el resto del día. ¡No era mi culpa, eh! Si no quería que me quedase tanto tiempo robándole espacio, ¿por qué me cocinaba siempre tan rico? ¡Daba para pensar! Anyways...

    Los domingos solían ser bastante lazy, en el sentido de que normalmente los pasábamos acurrucados en el sofá, comiendo guarrerías y viendo cualquier pavada que estuvieran echando en la tele. En eso estábamos, de hecho, cuando mi móvil empezó a vibrar de manera constante por notificaciones de mensajes. En un principio pretendí ignorarlo, pero en algún punto se volvió tan insistente que fue imposible no tener que hacerle caso; lo peor era que presentía quién podía estar detrás de aquello e iba a odiar tener la razón en aquella situación. Me excusé con Joey y me encerré en su cuarto para comprobar los mensajes, confirmando el remitente junto a un suspiro pesado. Estuve a punto de responderle que me dejara en paz cuando el móvil volvió a vibrarme en las manos, en aquella ocasión por una llamada, y resoplé con ligereza antes de obligarme a responderle. No iba a parar hasta que lo hiciera, ¿cierto?

    —¿Qué coño quieres, Aiden? Te aviso que no estoy de humor de aguantar tus estupideces.

    —Woah. Parece que cierto inglés no consiguió hacerte llegar anoche...

    —Tengo el dedo literalmente encima del botón de colgar.

    —¡Vale, vale! Necesito que me hagas un favorcito de nada. He quedado con alguien en un sitio y necesito tus inestimables conocimientos de la ciudad para llegar.

    —¿No sabes usar Google Maps...?

    —Tu voz me gusta mucho más~

    —Aiden, honestly... —murmuré con evidente hastío, llevándome la mano que tenía libre a la frente.

    —Ali, cariño. Tú no quieres que yo me presente en el Sakura y le diga a tu querido inglesito quién soy, ¿verdad?

    Tenía que admitirlo, me tenía bien cogida por los huevos.

    I hate your fucking guts so much...

    I know~

    Tiré el móvil a la cama tras colgar y dejé salir un quejido de absoluta impotencia. Me obligué a recobrarme prácticamente al segundo, eso sí, y recogí de nuevo mi teléfono para salir de la habitación lo más rápido posible. Me inventé una excusa absurda, que estaba segura que Joey no se iba a tragar, y salí de su piso de manera apresurada. Que Aiden me estuviera amenazando no significaba que fuera a estar menos molesta con su existencia, y pensaba dejárselo muy claro al recibirlo con el enfado impreso por todo mi semblante.

    —Esto está a literalmente media hora andando de aquí —dije, tras haberle pedido el móvil para comprobar la dirección de las narices.

    —¿En serio? ¡Qué práctico!

    —Pues sí. Así no tengo que ver tu cara más tiempo del necesario —espeté, clavándole el teléfono en el pecho con algo más de fuerza de la necesaria.

    Al menos tuvo la decencia de hacer la caminata sin tocarme demasiado las narices soltando tonterías, así que tuvimos algo de paz durante unos míseros treinta minutos. Me dispuse a irme en cuanto lo planté dentro del parque, pero él me cogió de la mano para evitarlo en cuanto captó mis intenciones.

    —Espera, espera. Tienes que quedarte por si me cambian el sitio a última hora, sorry~

    Me solté de su agarre de mala gana y me crucé de brazos, mirando a nuestro alrededor con evidente impaciencia. ¿Quién cojones sería el iluminado que habría quedado con este...?

    Gigi Blanche aaaaa omg, qué emoción más emocionante uwu
     
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    Gigi Blanche

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    Ir de casa al Hibiya era una caminata de más o menos cuarenta minutos que siempre hacía con gusto. Chiyoda era bonito, me gustaba vivir aquí, y este tramo concreto me permitía bordear la totalidad del Palacio Imperial. Mientras andaba disfruté del aire, ligeramente más fresco con la caída perezosa del sol. La tormenta del viernes parecía haberse marchado y con ello el clima había mejorado. Además, en líneas generales había sido un buen fin de semana. La vuelta a casa fue mucho menos complicada de lo que había temido, de hecho mamá me abrazó apenas verme y en sus brazos encontré una nueva clase de consuelo; uno que, fui consciente, me había estado negando a mí mismo.

    La abuela todavía no me hablaba mucho, pero sabía que con el tiempo cedería. Me había convertido en un buen hijo y pasé los días libres bebiendo el té con mi padre, leyendo con mamá o viendo tele con los niños. Sobre el domingo sonó mi móvil con el mensaje de un número desconocido y pensé, bueno, que ya había cumplido mi cuota de buena conducta, ¿cierto? Y negocios eran negocios, al fin y al cabo. Se sentía, también, como si la línea que había lanzado al mar hubiese picado.

    Me satisfacía, en definitiva.

    Acordé el Hibiya como punto de encuentro, cosa que tendía a repetir con mis clientes, y llegué a ritmo tranquilo cerca del anochecer. Papá me había preguntado adónde salía, claro, mamá también miró y les dije que me encontraba con mis amigos. Lo dudó un poco, cedió y me advirtió que no volviera tarde. ¿Abusaba de su confianza? Quizá siempre lo había hecho.

    Reconocí a Alisha con el rubito del otro día a cierta distancia y me hizo algo de gracia que hubiesen venido juntos. Al llegar frente a ellos, les sonreí y alterné la mirada entre ambos. Ella no parecía... muy contenta, vaya, y comenzaba a tener un déjà vu.

    —Buenas casi noches —saludé, con la liviandad usual, y me detuve en Welsh—. Ali-chan, qué bonita sorpresa~


    la ropita cuz why not

    [​IMG]
     
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    Amane

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    No estaba del todo seguro, pero algo me decía que mis mensajes no habían pillado a Ali aburrida en su casa como yo había supuesto (o, más bien, deseado) en un principio. No le di mayor importancia en el momento, quién sabía si más tarde la información acabaría molestándome de alguna manera, y decidí comportarme mientras caminábamos hacia el parque en cuestión. Por supuesto que ya había buscado la dirección y sabía que me quedaba relativamente cerca de casa, ¿pero qué diversión había en caminar media hora sin compañía alguna?

    No pasó demasiado tiempo hasta que el protagonista de la quedada apareció frente a nosotros, dedicándonos una sonrisa que yo no tuve problema en corresponder con una igual de liviana. Alisha, por su parte, se quedó mirando al chico con el ceño fruncido, en un claro gesto de confusión, e intercaló un par de miradas entre los dos, antes de suavizar por completo la expresión al dirigirse a su compañero de escuela.

    Yeah, I'm sure —soltó en un tono de voz irónico, acompañando las palabras de una risa nasal ligera que evidenció sus intenciones de broma sin mala voluntad—. Tú eres la cita misteriosa, ¿entonces?

    Asentí con la cabeza al recibir su vistazo de reojo, justo después de haber enunciado dicha pregunta. Pretendió hacerse la indiferente con el asunto, pero ya tenía experiencia descifrando sus gestos y, vaya, prácticamente podía ver todo lo que le estaba pasando por la cabecita. Por supuesto, no dijo nada al respecto, y en su lugar, vi como relajó el cuerpo antes de acercarse a Kohaku para... ¿tironearle de la mejilla? ¿Así como si nada?

    >>¡Qué envidia! Well, have fun~. Yo me voy ya, a ver si consigo pillar el tren a tiempo. Bye-bee!

    Se fue antes de que siquiera pudiera intentar despedirme, pero teniendo en cuenta que había cumplido el favor que le había pedido hasta el final... podía ser benevolente, suponía. Además, yo había venido a este parque con un objetivo en mente. Enfoqué mi atención en el muchacho que tenía delante, recuperando la sonrisa suave como si nada.

    —¿Quedas aquí con todos tus... clientes? —cuestioné, alzando apenas las cejas con curiosidad.

    me olvidé el outfit de la emoción, nooooo... aquí está uwu
     
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    Gigi Blanche

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    La sorpresa de Alisha al verme, o la confusión más bien, fue tan evidente que debí reprimir la diversión que me causó. La saludé con aires relajados, ella no pareció convencida de lo que le decía y parpadeé, aunque al final lo dejé correr. Siendo precisos, su segunda intervención fue más interesante que la primera. Elevé las cejas, alegando inocencia, y deslicé la mirada al muchacho.

    —¿Soy tu cita misteriosa? —busqué saber, como si la idea me causara ilusión, y la sonrisa me cerró los ojos un instante—. Qué honor~

    Recibí a Alisha sin inmutarme, con jalón de mejilla y todo, y me sorprendió un poco ver que se iba. Seguí su recorrido un par de segundos, hasta que el silencio del parque se asentó entre nosotros y volví el rostro hacia el muchacho. Bueno, no negaría que también me entusiasmaba quedarnos solos. Había sido, al fin y al cabo, mi expectativa inicial.

    —A menos que vivan muy lejos, sí —respondí con suavidad—. Mato el tiempo en el Hibiya desde que tengo uso de razón, ya lo conozco como la palma de mi mano y eso siempre viene bien en estos casos. ¿Te hice venir de muy lejos?

    Le imprimí a mi pregunta una pizca de preocupación, aún si no la sentía. Me había hecho gracia su pausa antes del "clientes", y de habérmelo permitido le habría reconocido la razón que llevaba. Muchas veces los límites se me desdibujaban.

    —Por cierto, ¿me dirías tu nombre? —pedí, con la sonrisa angelical de siempre.

    Había gente que me lo negaba y otra que cedía tras algo de tiempo e insistencia, por eso prefería preguntar.
     
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    Ser mencionado como una cita misteriosa pareció sorprender de manera agradable al muchacho, quien se giró en mi dirección para comprobar la veracidad de dicha información. Volví a asentir con la cabeza para confirmar la idea y me sonreí con evidente diversión, pues que dijera que lo consideraba un honor me resultó realmente gracioso. Poco después de que Ali se fuera, el muchacho me respondió a la pregunta que le hice y yo asentí un par de veces con la cabeza al escucharlo, atento a sus palabras.

    —Nope. Resulta que vivo a media hora de aquí, así que fue un bonito paseo~ —contesté, recuperando parte de la diversión en reacción a su aparente preocupación, y al poco rato fruncí el ceño con algo de contrariedad impostada—. Dice que te conoces el parque como la palma de tu mano... ¿me lo enseñas~? Hace poco que me mudé y me da algo de curiosidad la ciudad.

    Giré un poco el cuerpo hacia donde el camino en el que estábamos parecía dirigir, a la espera de que el chico aceptara o rechazara mi petición, y mientras tanto recibí su posterior pregunta. Al hacerlo, se echó encima una de las mejores sonrisas de niño bueno que había visto en mi vida, y en consecuencia dejé salir una ligera risa nasal, sin pretender esconder lo entretenido que estaba con todo el asunto. ¿La verdad? Podía entender por qué el negocio le iba bien.

    >>Aiden, un placer~. El tuyo es Kohaku, ¿verdad? Ali lo dijo el otro día. Ah, pero los japoneses sois un poco especiales con los apellidos, honoríficos y esas cosas, ¿cierto? ¿Cómo debería llamarte...?
     
    Última edición: 11 Marzo 2025
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    —¿Media hora? —repetí, elevando las cejas—. ¿Hacia dónde?

    Mi distancia hasta el Hibiya era similar, y la idea de que quizá viviéramos cerca picó mi curiosidad. La información no tenía por qué ser útil, claro, desde un principio había restringido la ubicación de mi casa sólo a mis amistades cercanas. No era recomendable en absoluto que nadie tuviera la dirección del camello, y menos si el camello ocupaba un santuario con toda su familia. Pero, vaya, si su piso me quedaba a diez o quince minutos, ¿quién sabe? Podrían ser buenas noticias a futuro. Podría... llevarle la hierba a domicilio, ¿no? ¿Qué mejor servicio que ese~?

    Más tarde me comentó que llevaba poco en la ciudad y me pidió un tour por el parque. Conservé la sonrisa inocente, como si no me enterara de nada, y eché un vistazo alrededor para definir el trayecto inicial. No me había pedido la hierba para marcharse y ya, así que tendría de dónde jalar. Eso era bueno.

    —Por aquí, entonces~

    Le mostré el camino con el brazo extendido y empezamos a caminar. Él y Alisha me habían esperado a pocos metros de la entrada Iwaida-mon, la que más cerca me quedaba de casa. Estaban a un costado del camino asfaltado y frente a un poste de megáfonos, justo antes de la primera bifurcación. Como primera parada, sin embargo, elegí descartar las posibilidades evidentes y seguí recto hacia la escalerilla de tierra y piedra que se introducía en una porción de césped, o más bien, de parque propiamente dicho.

    Aiden, se llamaba. Asentí para confirmarle que mi nombre era Kohaku y el resto de la cuestión renovó mi sonrisa. Una delgada farola alumbraba tenuemente el nacimiento de las escaleras. Este nuevo camino, angosto, era más robusto e iba abrazando al Monte Mikasa en su ascenso. A decir verdad, el nombre le quedaba un poco exagerado. Sólo era una elevación del terreno rodeada por árboles.

    —Pues sí, somos bastante especialillos, pero no me molesta que me llames por mi nombre. —Eso, y que no tenía intenciones de darle mi apellido—. Voy a una escuela internacional llena de extranjeros, ya estoy más que acostumbrado. Es más, invéntate un apodo, si quieres.

    Acompañé el comentario de una risa breve y, poco después, alcanzamos la cúspide del monte. Sólo era un pequeño círculo de tierra rodeado por rocas. Su atractivo radicaba en la vista que permitía del parque. Las farolas salpicaban el paisaje con sus luces intermitentes y, mucho más allá, los edificios brindaban un efecto similar. También se apreciaban con claridad las canchas de tenis y algunos de los caminos alternativos, esos que se colaban entre los árboles y daban una sensación sobrecogedora.

    —Primera parada~ —anuncié, risueño, de pie a su lado, y volteé el rostro en su dirección; la luz allí era más escasa y me permitió apreciar los destellos que le arrancaba a su cabello rubio—. Dices que llevas poco tiempo aquí. ¿Aquí en Tokio o aquí en Japón?

    Por el acento suponía que era la segunda opción, pero prefería que fuese él quien lo dijera.
     
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    Amane

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    Me giré sobre mis talones para buscar con la mirada la entrada por la que habíamos accedido al parque, intentando así ubicarme para poder indicarle la dirección de mi casa. El problema era que, uhm... al parecer, Ali me había metido en unos callejones para atajar y yo, la verdad, también había hecho el trayecto bastante distraído en cualquier cosa menos en la dirección que tomábamos. La cuestión era que no me acababa de ubicar del todo, así que al final volví a encarar al chico con una sonrisa algo derrotada, encogiéndome un poco de hombros también.

    —Vengo desde Chūō —contesté al final, recuperando la expresión tranquila de antes.

    No consideré necesario devolverle la pregunta, pues entendía a la perfección que no quisiera dar ese tipo de información a un completo desconocido; si hubiera querido que lo supiera, estaba convencido de que ya me lo habría hecho saber en el rato que llevábamos hablando. De momento no me importaba demasiado, por lo que simplemente lo seguí tras haber respondido la pregunta y, por supuesto, aproveché el paseo para observar el parque a mi alrededor. Claro que seguí prestándole atención a sus palabras en todo momento y, cuando me invitó a que me inventara un apodo, no pude evitar que una sonrisilla divertida me asomara por los labios, al mismo tiempo que devolvía la vista a su figura.

    >>Imagino que tus conocidos te llamaran por alguna abreviación de tu nombre, así que algo similar no es una opción... —murmuré, con evidente aire pensativo, y movido por un impulso que no supe muy bien de dónde salió, extendí una mano para pasar los dedos por un breve segundo entre algunos mechones de su pelo—. ¿Qué tal Hakuchino? No hay ningún motivo en particular, ¿pero a qué suena bien~?

    Mientras tanto, habíamos llegado a la cima de la pequeña escalera que habíamos empezado a subir, y la parada me permitió apreciar mejor el paisaje que el parque otorgaba. No era una persona que soliera dar paseos en parques o que apreciara ese tipo de vistas en su día a día, pero podía disfrutarlo si la situación se daba; saqué mi teléfono, pues, para hacerle una foto al panorama.

    >>Supongo que técnicamente ambos —contesté junto a una risa nasal, aunque pronto negué un par de veces con la cabeza y, al mismo tiempo, volví a guardar el móvil en mi bolsillo—. En Japón en general, sí. Mi japonés no es muy bueno, como seguro has podido apreciar... me disculpo por los destrozos que estoy haciendo con tu idioma —añadí, con una risilla ligera que le quitó cualquier clase de peso al asunto, y volví a girarme sobre mis talones para encararlo—. ¿Tienes algún otro sitio que me recomiendes visitar? Me aburro bastante cuando no estoy trabajando y no me importaría hacer algo de turismo, la verdad~.
     
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    Gigi Blanche

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    En cuanto él se giró hacia la entrada, supuse, con la esperanza de indicarme la dirección por donde habían venido, aguardé con calma y con la mirada puesta aún en su perfil. Pude prácticamente leerle los pensamientos conforme transcurrían los segundos y por ello recibí su derrota con una sonrisa relajada, apenas divertida. ¿Chūō? Viré el torso y le señalé en la dirección opuesta de la que habíamos venido.

    —Para allá, entonces —indiqué, volviendo a sus ojos, y señalé la entrada con la barbilla—. Yo sí vivo hacia allá, así que el parque fue realmente el punto ideal de encuentro. Juro que no sabía dónde vives.

    Solté la broma junto a una risa liviana y empezamos a andar. Mi oferta pareció entretenerle y, la verdad, que tocara mi cabello era algo que no había esperado para nada. No lo demostré, sin embargo, ni siquiera volteé a mirarlo; sólo recibí la suerte de caricia con gusto mientras una sonrisilla asomaba a mis labios. El apodo la transformó en una breve y no muy sonora carcajada.

    —Suena a Hachiko... o a cappuccino —anoté. ¿Era un perro ahora? ¿Un perro de café?—. Hmm, Haku sí que no suena tan mal. ¿Has visto El viaje de Chihiro? Haku, el niño, en realidad se llama Kohaku. Bueno, para ser exactos, Nigihayami Kohaku Nushi. Diría que estás avalado por el maestro Miyazaki.

    ¿Era una forma más que indirecta de decirle que Hakuchino no me gustaba? Tal vez. Tampoco me importaría demasiado si acababa adoptándolo, no creía que fuéramos a convertirnos en los mejores amigos ni nada. Tras alcanzar la cima del Mikasa, noté de reojo que Aiden le sacaba fotos al paisaje y deslicé la mirada a su perfil mientras hablaba. Su broma me ensanchó la sonrisa, mas no respondí. Entonces viró el cuerpo hacia mí y alcé las cejas.

    —Me pediste un tour, ¿recuerdas? —Pasando de su pregunta, giré sobre mis talones y empecé a descender por otro de los caminos estrechos que discurrían hacia abajo—. Y el Hibiya es grande, tendrás que aguantarme~

    Bordeamos las canchas de tenis desde el interior de la vegetación, que no era muy densa y permitía vislumbrar lo que había más allá en todas direcciones. El sendero desembocó directamente en otra pequeña porción circular de terreno donde, en su centro, se erigía una gran campana de bronce. A su alrededor había dispuestos bancos de madera, todos vacíos a esa hora.

    —La Campana de la Libertad —leí, agachándome sobre la placa metálica en la base del monumento—. Es una réplica de la campana que repiqueteó en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos. Fue un obsequio post guerra para ayudar en su reconstrucción. —Comencé a erguirme—. No sé cómo regalar una campana pueda ayudar a la reconstrucción de un país, pero bueno. Digamos que tenían buenas intenciones.

    Estiré el brazo para darle unos golpecitos a la placa informativa y busqué a Aiden con la mirada.

    —¿Trabajas, entonces?
     
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    Ante mi evidente confusión, Kohaku fue lo suficientemente amable como para señalarme la dirección desde la cuál yo debía haber venido (lo cual iba a agradecer en un par de horas, cuando tuviera que volver a casa) y poco después me hizo saber que él había venido desde un sentido del todo opuesto. Dejé salir un pequeño "own" apesadumbrado ante la relevación, aunque al segundo el gesto se transformó en una carcajada ligera en respuesta a su defensa repentina. La casualidad no me había preocupado, ¿pero acaso no era una pena que al final viviéramos en direcciones tan opuestas...?

    Sea como fuere, después empezamos a caminar por el parque y él me hizo el ofrecimiento de inventarme un apodo. No me respondió nada a la pregunta que le hice sobre mi maravilloso juego de palabras, por lo que supuse que no había calado tan bien como había esperado; en su lugar, empezó a hablar de una película que no conocía para nada. No le interrumpí en ningún momento, de todas formas, y fui asintiendo con la cabeza a medida que hablaba, con una sonrisa entretenida decorándome el rostro.

    —Haku, entonces. It sounds cute, just like you~ —añadí, aun a riesgo de que no me entendiera del todo, y levanté la mano para volver a llevarla a su cabello, en aquella ocasión con intención de revolvérselo un poco de manera juguetona.

    Una vez más, no recibí una respuesta demasiado concreta a mi pregunta, pues el chico alegó que le había pedido un tour y que todavía me quedaba aguantarlo un rato. Había querido ser más general con mi pregunta, pero en realidad no importaba demasiado, y para ser honesto, tampoco tenía ninguna queja por tener que pasar más tiempo con este chico; como él bien había dicho, yo había sido el que le había pedido el tour para empezar. Así pues, me llevó hacia una pequeña plaza con una campana de bronce en el centro, y como estaba muy interesado en la historia de aquel parque, no dudé en también inclinarme para poder ver la placa de cerca, quedándome prácticamente encima del cuerpo del muchacho a su vez.

    >>Vaya... de nada, ¿eh? —murmuré cerca de su oído, refiriéndome por supuesto al regalo que teníamos delante, y me erguí al mismo tiempo que él, con una nueva sonrisa sedosa revoloteándome los labios—. Sí, claro. Sé que no se me nota porque me cuido mucho, pero ya soy todo un adulto, ¿sabes? —contesté, aunque hubo un evidente tono de broma en mi voz—. ¿Y tú? Aparte de estudiar y traficar hierba, ¿tienes otros hobbies~?

    Cabía aclarar que en ningún momento había hecho siquiera el amago de poner algo de distancia entre nuestros cuerpos, claro.
     
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    Era gracioso que se fabricara algún tipo de pesar por la triste resolución de nuestros domicilios siendo que no se lo creía ni un instante, ni ebrio, ni dormido. Me daba toda la impresión de ser un player de pies a cabeza, con la suficiente autoestima de cualquier tío guapo para considerarse merecedor del trofeo que a él le apeteciera. Quizás Alisha fuese uno de ellos, quizá fuese más que eso, a mí me traía sin cuidado. Lo único relevante era que aún no lograba definir si tenía chances de despertar o no su interés, cosa que, de todos modos, no me preocupaba. La noche era larga, ¿cierto?

    Logramos consenso en torno al nuevo apodo y el inglés que coló en su frase no me pilló desprevenido, de a poco iba naturalizándolo cada vez más por ir al Sakura. También me hizo gracia que volviera a tocarme, así fuese por un acto espontáneo y aparentemente inofensivo, y por reafirmar su punto de que era cute le dediqué una sonrisa de ángel, de las mejores en el repertorio.

    —Qué toquetón —apunté, en tono inocente—. ¿Te gusta mi cabello?

    Independientemente de su respuesta, regresé la atención al frente y nuestro recorrido citadino nos llevó a la campana. Tras inclinarme y justo antes de empezar a leer fui consciente, demasiado, de que Aiden se había detenido a mi espalda. Fingí no inmutarme y recité el contenido de la placa como si nada, con la atención completamente dividida entre la información y la sensación de su cuerpo, fantasmal, casi tibia, aún si no me estaba tocando de ninguna forma. Su murmullo danzó contra mi oreja, un claro chispazo repicó a lo largo de mi espalda y exhalé por la nariz.

    Me erguí, él también, y recién entonces giré el rostro. Su primer comentario me había estirado una sonrisa floja y, al encontrar sus ojos, me tomé la pequeña libertad de repasar su gesto por encima. Él no retrocedió y a mis espaldas había un bloque de piedra, ¿qué iba a hacerle? Me revolqué en la cercanía, en el remanente de su voz sobre mi oído, y le pregunté si trabajaba.

    —¿Por eso viniste a Japón? Para trabajar, digo —aventuré, hablando en voz baja gracias a la escasa distancia, y luego asentí apenas—. Me gusta tocar la guitarra, cantar también. Estás ante el flamante presidente del club de música ligera~

    Por supuesto era un título tonto e inconsecuente, pero me sirvió para bromear, estirar la conversación y evitar que cualquier excusa rompiera la cercanía. Por debajo de mi piel aún palpitaba una sensación tibia, necia y gratificante.
     
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    El comentario que hice sobre su apariencia consiguió el efecto que había deseado, pues su sonrisa adoptó un aire tan inocente que no pude evitar soltar una risa nasal divertida. Era evidente que había decidido sacar sus mejores dote actorales para remarcar el punto en cuestión y, bueno, ¿quién era yo para no darle la razón? Suavicé un poco la sonrisa al escuchar su comentario y, dado que el mismo me pilló con la mano todavía sobre su cabello, aproveché para hundir un poco más los dedos en el mismo; por la gracia, también acerqué un poco el rostro para poder oler su fragancia.

    I like it, yes. Es muy suave y huele bien. De hecho... —le había respondido con aire risueño, aunque hacia el final no pude evitar fruncir un poco el ceño mientras me alejaba de nuevo—. Uhm... nevermind~

    Me comporté de manera decente el resto de la caminata, o por lo menos hasta que llegamos a nuestra siguiente parada. Yo quería ser un buen muchacho, de verdad que sí, ¿pero acaso no era humano caer en la tentación? Invadí su espacio en lo que se dedicaba a leer la placa, sintiéndome ligeramente decepcionado ante la falta de reacción evidente, y me mantuve en el sitio en todo momento, notando como esa mínima decepción inicial se transformaba en satisfacción, pues él tampoco parecía tener intenciones de acabar con nuestra cercanía.

    Respondí a su pregunta con un asentimiento de cabeza distraído, sin tener ganas de indagar mucho más en el asunto, y procuré prestarle toda mi atención a su siguiente tanda de información. La misma me hizo alzar ligeramente las cejas, en un evidente gesto de interés, y dejé salir un 'mhm' de nada mientras levanta un brazo en su dirección, empezando a juguetear con las solapas de su camisa entre mis dedos.

    >>¿En serio? Qué honor, entonces~ —murmuré, paseando la vista por sus facciones, y sonreí con suavidad cuando alcancé el ámbar de sus ojos una vez más—. ¿Y cómo es ser el presidente de un club de música? ¿Le das órdenes a los demás y les regañas cuando no cumplen? Y todavía más importante... ¿me dejarías escuchar tu linda voz en una canción~?
     
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    Gigi Blanche

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    A decir verdad, el asunto me tenía un poco desconcertado. Eran esas situaciones que parecían tan buenas que te hacían sospechar. Mis tonterías daban resultados demasiado favorables, ¿no? Y este chico, debía insistir, no tenía pinta de patear tan claramente hacia mi calle. Los líos, de una u otra forma, no iban a detenerme de disfrutar su atención, de que me tocara y hasta se acercara para... ¿para olerme el cabello? Pero bueno, ni yo llegaba tan lejos. La incredulidad se tradujo en una risilla y pestañeé con cierta lentitud cuando hundió aún más la mano en mi pelo.

    —Pero bueno —no pude evitar soltar, sin modular la gracia—, ¿acostumbras olfatear a desconocidos?

    Había notado la intención que mitigó a medio camino, y de momento lo dejé estar. Una vez junto a la campana, me giré para enfrentarlo y continuamos la conversación a la distancia que él había impuesto. De tanto en tanto amplié mi atención a los alrededores sólo por si acaso, que comenzaba a caer el sol pero aún no era tan tarde. El parque, sin embargo, conservaba la tranquilidad casi estática. Su respuesta fue extremadamente vaga, descarté la posibilidad de seguir indagando allí y pasamos a mí, que, siendo honestos, tampoco me mortificaba. Fuese genuino o no, su interés por mis hobbies me permitía hacer lo único que me interesaba: mantener su atención en mí.

    —Qué va —respondí a sus ideas inventadas, soltando una risa breve—. No hago mucho, la verdad. Por ahora el club es más una excusa para que cada quien vaya a su bola a tocar lo que le dé la gana. No nos hemos organizado como banda, ni concertamos ensayos, ni preparamos ningún show. Debería ocuparme, supongo, pero me da un poco de pereza. —Cuidando de moverme con lentitud para no romper el contacto de su mano, retrocedí hasta que mi espalda encontró el monumento—. Hace un tiempo participamos de un evento de baile que organizaron unos chicos de segundo, eso sí, y algunos miembros del club tocaron en vivo. Fue divertido colaborar de la organización y tal.

    Suspendí un breve silencio antes de atender su última pregunta porque sí, porque lo usé para sostenerle la mirada y, otra vez, intentar dilucidar sus intenciones. Me tenía de una pieza, pero no sería yo si no aprovechaba las oportunidades.

    —Puedo cantarte cuando quieras, aunque no he traído mi guitarra... —murmuré, fabricando cierta decepción—. Tendrá que ser la próxima vez.

    Llevé la mano a uno de los bolsillos de mi pantalón, donde cargaba mis cosas, y colé dos dedos para ir sacando la cajita de Altoids. Seguía sin ver aparecer un alma a la redonda. La abrí, extraje uno de los tres porros liados que tenía preparados dentro, y me lo llevé a los labios. Sin dilaciones lo encendí, inhalé y, mientras retenía el humo, busqué los ojos de Aiden.

    —¿Quieres? —ofrecí, girando el porro en su dirección, tras exhalar hacia un costado—. Cortesía de la casa, descuida~
     
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    Amane

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    —¿Quién sabe? Aunque, de todos modos... tú y yo ya nos somos desconocidos, ¿verdad~?

    Sabía que me estaba tomando toda clase de confianzas con el pobre chico, sobre todo teniendo en cuenta que nos habíamos visto las caras apenas un par de veces, ¿pero qué iba a hacerle? Él me estaba dando demasiada vía libre y yo me estaba divirtiendo un montón. Así fue como llegamos a la plaza de la campana, lugar en el que me corté todavía menos con las tonterías, y nos mantuvimos bien cerquita mientras él me contaba sobre aquel supuesto club de música.

    El club de música en cuestión resultó no ser un club en toda regla. O sea, sí se reunían, pero no había ninguna clase de organización, y el flamante presidente aquí presente confesó tener pereza de encargarse de ello. Se me escapó una carcajada divertida por sus palabras, negando ligeramente con la cabeza al mismo tiempo que mi mano subía por su prenda, hasta llegar a rozarle la piel del cuello con mi constante jugueteo con la tela.

    >>La próxima vez... —repliqué en un murmullo, suavizando la sonrisa al procesar el significado de su respuesta—. Lovely. Estaré esperando esa serenata con muchas ganas, Haku~

    Seguí después sus movimientos con la vista, sin disimular la curiosidad que sentí por sus intenciones. Lo que hizo fue sacar un porro y encendérselo para darle una calada, todo bajo mi más atenta mirada. Me lo ofreció al rato, de su muy amable cortesía, y ladeé la sonrisa antes de finalmente dejar su camisa en paz, aceptando la oferta encantado. Eso no implicó que me moviera de mi sitio, claro, por lo que permanecí ahí mientras le daba la primera calada al porro.

    >>Uhm... it's really good, indeed —afirmé con una expresión solemne, asintiendo con la cabeza una vez para reforzar el punto, y recuperé la sonrisa tras dejar salir el humo poco hacia el frente—. ¿Vendes mucho en la escuela esa de pjios? Ah, por si todavía no te lo ha dicho... estoy seguro que Ali te va a aceptar ese descuento que le ofreciste el otro día. If I know her enough, te aseguro que va a ser una clienta asidua. Y creo que yo también~
     
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    Gigi Blanche

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    Su declaración alzó mis cejas y sostuvo una leve vibración en mi pecho, conforme caminábamos y yo medio reflexionaba la cuestión, medio me hacía el interesante. El núcleo de mi respuesta era instintivo, sólo estaba repasando formas más interesantes de expresarlo. Personalmente no creía que dos palabras intercambiadas y algo de toqueteo nos corrieran de la casilla de desconocidos, pero cada quien con su juicio.

    —¿Tú dejas de desconocer a la gente tan rápido? —repliqué, impregnando mi tono de broma para evitar cualquier posible ofensa, y le puse ojos de cachorro—. Así ya no me sentiré especial...

    La parada en la campana se estaba prolongando más de lo estimado, pero ¿por qué habría de mellar en sus intenciones? Cuando se había acercado tanto, y ahora sus dedos rozaban mi cuello como quien no quiere la cosa. No sabía si sus tonterías eran descuidadas o planificadas, no lo sabía y a una parte de mí lo volvía casi loco. No acostumbraba saberme tan confundido frente a las intenciones de la gente y necesitaba dilucidarlo. Era un capricho, uno que bien podía disfrazar de probabilidades de negocio, pero capricho en fin. Además, los roces seguían electrizándome el cuerpo y no me apetecía interrumpirlo de ninguna manera.

    —Dime qué quieres que te toque —murmuré, suave, y me tragué la gracia del doble sentido como un hijo de puta—, y lo haré encantado.

    Aiden aceptó la hierba, alabó su calidad y yo sonreí, satisfecho. La nube de humo se suspendió brevemente entre nosotros y yo sólo pestañeé con un poco más de rapidez hasta que se disipara. La punta de los dedos me cosquilleaba levemente y ponderé la posibilidad de reflejar parte de sus movimientos anteriores. Sin embargo, la mención de Alisha me distrajo por un momento. Se me ocurrió todo un abanico de respuestas, desde "¿y tú por qué hablas por ella?" hasta "me importa un rábano que acepte o no el descuento". Como era lo usual, mantuve la sonrisa y, con cierta delicadeza, quité el porro de su mano. En el proceso, claro, entré en contacto con su piel.

    —No, realmente. —Le di la calada y la sonrisa me delató un segundo antes de inclinarme hacia él y soltarle el humo encima, despacio. Lo hice como una travesura, para devolverle la jugada, y regresé sobre mis talones—. Casi todos mis clientes son de afuera, de gente y grupos que he ido conociendo en la calle. Suelo quedar con mi primo y sus amigos, que son muy... digamos que son muy urbanos, y que conocen a muchas personas.

    Le ofrecí el porro mientras hablaba, y entonces subí a sus ojos.

    —No lo sé, aún no me has comprado nada —lo piqué, repasándolo brevemente con la mirada, y envolví su muñeca para alzar su brazo y ojear la hora en su reloj—. Y la economía está inestable, cada minuto cuenta.

    Pura mierda, sólo me había apetecido tocarlo. Al regresar a sus ojos, de hecho, me hice el tonto y no lo solté realmente. Me quedé jugueteando y paseando los dedos por su piel, alrededor de la muñeca y cerca de su mano.

    —Pero podemos trabajar en alguna medida, ya sabes, para compensar esos desbalances. Siempre velo por mis clientes.
     
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    Amane

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    Me encogí de hombros como toda respuesta a su pregunta, sin querer entrar en demasiado detalles de mi forma de desconocer a la gente; sí que le sonreí con cierta gracia cuando volvió a hacerme ojitos para alegar que eso le hacía no sentirse especial. Algo me decía que le encantaba usar su carita adorable para conseguir lo que le diera la gana y, bueno, no sería yo el que se quejara al respecto...

    La conversación que empezó siendo de su club de música derivó a algo completamente diferente, pues de repente la propuesta de cantarme en algún otro momento se transformó en una oferta de tocarme lo que quisiera. El contexto seguía siendo el mismo, pero el tono de voz que utilizo no dejaba lugar a dudas; el crío estaba siendo muy directo con sus intenciones y yo... bueno, no lo rechacé en ningún momento. Alcé un poco las cejas, algo sorprendido por la desfachatez, pero me tomó menos de un segundo suavizar de nuevo la expresión, aprovechando la postura para bajar la vista a lo largo de su cuerpo.

    —¿Cómo podría rechazar una oferta tan amable? —murmuré, regresando a sus ojos como si nada.

    No había sido mi intención devolverle el porro tan rápido, pero él se adelantó al quitármelo de la mano y no me quedó más remedio que ceder. Dejé que su nube de humo me alcanzara sin ninguna clase de problema, manteniendo la sonrisilla divertida en todo momento, y escuché con relativa atención el desglose de su clientela. Algo de su primo que conocía a muchas personas, ni idea; la realidad es que acabé bastante distraído por el movimiento de sus labios. Quizás... ¿estaba confundido o estaba jugando con él? Lo único que tenía claro era que me estaba divirtiendo mucho en esos momentos.

    >>Oh, no... ¿cómo me atrevo? —bromeé, todavía en voz baja, y dejé que hiciera lo que le diera la gana con mi mano.

    Había decidido ignorar el porro que me estaba volviendo a ofrecer hasta ese instante. Fui muy consciente del tacto que seguía manteniendo sobre mi muñeca y, con una sonrisa que no auguraba nada bueno, decidí hacia algo muy similar de mi lado. Levanté la mano que me quedó libre hasta rodear su muñeca con los dedos, le di la vuelta a la suya para acercarme el porro y le di una nueva calada, rozándole apenas la piel de los dedos con los labios.

    >>My, my... please, let me know what to do. Odiaría ser culpable de las pérdidas económicas de un chico tan lindo... —seguí murmurando, justo después de soltar otra tanda de humo y con el dedo pulgar subiendo lentamente a la palma de su mano.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Gigi Blanche

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    Su reacción inicial a mi falta de decoro me dio la seguridad de que había captado el doble sentido de mis palabras, y luego, antes que escandalizarse u ofenderse, el cabrón se me antojó más bien divertido... ¿o complacido? A gusto seguro. Paseó su mirada por mi cuerpo, el fantasma del recorrido me cosquilleó la piel y recibí sus ojos de regreso pestañeando con inocencia. Asentí, muy convencido.

    —No deberías, es verdad —acordé.

    Alcancé su mano, permanecí allí y él, en respuesta, hizo lo mismo con la mía. Sus dedos se afirmaron en torno a mi muñeca, la presión me lanzó un fino chispazo de estática y reajusté el agarre en el porro para permitirle fumar de allí. Lo miré al detalle, a cada segundo, sin molestarme en disimular que prácticamente me lo estaba comiendo con los ojos; mi pulgar, ya de paso, presionó suavemente en el centro de su palma y así agarré su otra mano poco a poco.

    El sonido de su voz me reconectó un par de cables y suavicé la presión. Habló en inglés, me soltó que era un niño bonito y empecé a convencerme con una firmeza irremediable de que el tío, estuviese o no jugando conmigo, tendría que atenerse a las consecuencias. Su pulgar se coló en mi palma y sonreí con ligereza. Comenzaba a esparcirse, la sensación relajándome los músculos uno a uno.

    —Pues saca la pasta y ya —resolví, junto a una risa liviana—. Si no...

    Me dejé el porro entre los labios y me tomé el atrevimiento de alzar la mano y comenzar a hundirla lentamente entre sus rizos dorados. La textura era suave, me hacía cosquillas, y seguí hasta alcanzar su nuca. Mientras tanto, me llené los pulmones de humo. Una vez me supe satisfecho, me desprendí de su mano para quitarme la hierba de la boca y, con una sonrisilla a labios cerrados, presioné la yema de los dedos en su nuca.

    La invitación era clara, ¿verdad?


    im sorry im so late pero vengo con más extremely gay behaviour!!!
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Amane

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    La respuesta tan convencida que me ofreció ante mi pregunta consiguió ensancharme la sonrisa con evidente satisfacción, haciéndome incluso asentir de manera algo distraída con la cabeza un par de veces. ¿Hacía falta seguir reafirmando el punto? Estaba bastante seguro de que no, pero no había mucho que hacerle; no lo estaba pensando en absoluto. Quizás más adelante me plantearía qué podía significar que le estuviese siguiendo tan encantado el juego a aquel crío... O quizás no, ¿quién podía decirlo~?

    Lo único que sabía con certeza era que, en aquel mismo instante, Kohaku se veía más que apetecible.

    El muchacho me permitió usar su mano para fumar sin ninguna clase de réplica, incluso ajustando su propia posición para permitirme mejor acceso, y fui consciente en todo momento del peso de su mirada sobre mí. La atención que me estaba dedicando logró cosquillearme la piel, tanto que por un segundo tuve que recordarme que seguíamos en un parque público, y fue cuando volví a hablar que algo de la tensión acumulada pareció disiparse. Fue solo por un par de segundos, claro, pues justo después sentí sus dedos enredándose en mi cabello y la sensación volvió con el doble de intensidad.

    Sonreí con cierta cuota de diversión ante su posterior comentario, alzando apenas las cejas para observar con genuina curiosidad cuáles serían sus próximas intenciones. Seguí sus movimientos con todo lujo de detalle, sin oponer ninguna clase de resistencia a nada, y aproveché el momento en el que liberó mi mano para alzar el brazo, apoyándolo sobre la base de la estatua por encima de su cabeza. La presión de sus dedos me lanzó un nuevo chispazo a lo largo de la espalda, la sonrisa se me suavizó en consecuencia, y no me hice de rogar al inclinarme en su dirección. Lo hice con la cabeza ligeramente ladeada, sin embargo, por lo que mi primer acercamiento fue rozando su mejilla para poder acercarme después a su oído.

    —¿Estás metiéndole prisas a un potencial cliente habitual~? —susurré con la voz algo ronca, dejando salir una risa nasal de nada.

    Al instante de hablar me moví en dirección a su boca, quedándome con los labios entreabiertos a apenas unos milímetros de la misma, expectante.

    la primera vez que leí el spoiler estaba dormida y leí que volviste con un gag and you know what? it made sense bc i was GAGGED
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Gigi Blanche

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    El brazo que alzó para apoyarse en el monumento proyectó una sombra que recortó la luz artificial bañando mi rostro hasta ese momento. Pestañeé, habituándome a la cuota de penumbra, y lo insté a inclinarse. De primera mano esquivó mi boca, cosa que me ensanchó la sonrisa, y me sentí un poco restringido al no ser capaz de formular palabra alguna. Mantuve los labios sellados, cosa de que el humo no se escapara, y relajé los dedos en su nuca una vez supe que el incentivo ya no sería necesario. Lo sentí rozar mi mejilla, parpadeé con pesadez y su voz, grave, me acarició la oreja en una exhalación cálida. Era pequeño frente a él, y su postura y el brazo sobre mi cabeza sólo contribuían a saberme encerrado entre su cuerpo y la campana. Usualmente me gustaba provocar a los demás hasta que dieran el primer paso.

    Pero, llegados a este punto, quedarme quieto era casi imposible.

    No pude responderle nada, supuse que se estaba aprovechando de mi evidente desventaja, y una oleada de calor me bañó el cuerpo conforme se deslizaba de regreso hasta detenerse a milímetros de mi boca. No tenía forma de enfocarlo, paseé la mirada por su piel y bajé los ojos a sus labios justo antes de estirar levemente el cuello. Mi mano se acomodó en el hueco de su cuello y, con suma delicadeza, le permití al humo abandonar mis pulmones poco a poco.

    La estática era insoportable, me embotó el cerebro y aplastó todos los interruptores de un manotazo. Cuando mi exhalación se acababa, cuando ya no encontré aire para entregarle, mandé los juegos y las pretensiones a la mierda y me estampé contra su boca. No fue delicado, ni sutil, ni paciente. Presioné la punta de los dedos en su cuello y lo atraje hacia mí, buscando retroceder hasta que el pilar y su cuerpo me anularan cualquier posibilidad de movimiento. En paralelo, atendí a sus reacciones. Esto seguía siendo una apuesta, después de todo, y el margen de error era estúpidamente molesto. Por ello, antes de que tuviera tiempo a decidir si le gustaba o no, ladeé la cabeza y me hundí en su boca. No para someterlo, sí para convencerlo.

    De que podía divertirse conmigo si le apetecía.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  19.  
    Amane

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    Nada de lo que sucedió a continuación fue imprevisible y, aun así, un pequeño atisbo de sorpresa me alcanzó el cuerpo al sentir sus labios sobre los míos. Primero fue mi tontería de hablarle al oído solo para seguir provocándole, incluso si era consciente de que no podía reaccionar de ninguna manera visible por el humo atrapado en su boca y mi propia posición sobre su cuerpo; después cumplió con lo prometido, pasando ese mismo humo hacia mis labios. Fue cuando terminó con aquella tarea que eliminó por completo la poca distancia que nos separaba, fundiéndose en mi boca con cierta... ansía.

    Podía haberme separado si lo hubiera querido, pues mi postura me lo habría permitido sin ningún problema, pero aquel no fue el caso. No había que ser ningún genio para captar que las intenciones del muchacho habían sido genuinas desde el principio, de por sí creía tener un buen historial sabiendo cuando querían ligar conmigo, y si le había seguido el juego hasta ahora, ¿no hubiera sido un poco cruel quitarle el premio? Tampoco podía negar que me estaba gustando.

    Los labios del muchacho eran suaves, aunque el beso estaba siendo todo lo contrario. Las ganas e impaciencia que le estaba imprimiendo a la unión me hicieron sentir una cuota de satisfacción extra, y la misma hizo que mi cuerpo se presionara con cierta insistencia contra el suyo, logrando así tenerlo todavía más atrapado contra la estatua. Le seguí el ritmo sin complicación y, aprovechando que se me había quedado libre, colé apenas la mano por debajo de su camiseta, hasta poder depositarla en su cintura.

    —Mhm... —murmuré tras un rato, habiéndome tenido que separar en busca de aire, y al mismo tiempo empecé a repartir caricias distraídas por su piel con el pulgar.

    Estuve un rato en silencio, con la mirada clavada en sus ojos, hasta que acabé por entornar los párpados y me pasé la lengua por los labios de manera pausada. No había movido el cuerpo ni un solo centímetro de su posición, por lo que el gesto también sirvió para rozar sus propios labios con mi lengua. Le sonreí encantado al acabar y finalmente me erguí, separando nuestros espacios personales; en el proceso, eso sí, volví a quitarle de la mano lo que quedaba de porro.

    >>Diría que de momento esta ha sido mi parada favorita —comenté con total normalidad, dando una calada profunda mientras echaba un vistazo a la campana—. ¿Crees que vas a poder superarlo con la siguiente~?
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    El beso si acaso me sirvió para confirmar que el tipo no estaba ni de casualidad tan metido en el rollo como yo. Me correspondió, sí, y sentí todo su cuerpo presionarse contra el mío, pero parecía estar calculando sus movimientos para adecuarse a los míos y poco más. El pensamiento no me quitó las ganas de comerle la boca, simplemente me aproveché del bug hasta que él se separó y entonces me quedé quieto y bien comportado, intentando regular mi respiración.

    Su mano se coló bajo mi ropa, estaba fría contra la tibieza de mi propia piel y un leve escalofrío me recorrió la espalda, haciéndome exhalar con algo más de pesadez. Estaba jugando conmigo, lo tenía bastante claro, pero no podía ni quería negar que no terminaba de importarme. Pasé saliva, seguí respirando por la boca y parpadeé lento, siendo estúpidamente consciente de las caricias de su pulgar.

    Él había permanecido allí, prácticamente pegado a mi rostro, y yo tampoco hice el amago de moverme. Se repasó los labios con la lengua, rozando los míos en el proceso, y el detalle me arrancó una risa nasal bastante floja. En cierta forma, interpreté que era su acto de cierre y empecé a relajar el cuerpo. Cuando se separó, parpadeé y eché un vistazo alrededor, recobrando noción del espacio y el tiempo. El cabrón aprovechó para quitarme el porro de la mano y me sonreí, incrédulo, mas lo dejé hacer. ¿Qué? ¿Se estaba cobrando el favor?

    Bien.

    —Haré lo mejor que pueda —respondí, también, con completa naturalidad. Le di unos golpecitos a la placa metálica de la campana y me separé de ella, empezando a caminar—. Muy poético lo nuestro, ¿no crees?

    Acompañé la broma de una risa liviana y rodeé el monumento, descendiendo por una escalerilla de piedras opuesta a la que habíamos tomado para llegar aquí; asumí que me seguiría y hundí las manos en los bolsillos. El camino de tierra y grava nos condujo a través de un espacio equipado con mesas y bancos de madera donde había algunas personas conversando y bebiendo. A nuestra derecha, resonaban los golpes de las raquetas en las canchas de tenis. Alcanzamos unos baños públicos y viramos también a la derecha, siendo que el camino opuesto nos llevaría de regreso al punto de partida. Aproveché los cestos de basura dispuestos en hilera para arrojar unos papelillos que daban vueltas en mi bolsillo de hacía una semana y tomamos un angosto pasaje de pavimento delimitado por las canchas de tenis, a un lado, y una plaza de juegos infantiles al otro.

    Pese a estar ya anocheciendo, en aquel sector del parque aún había bastante movimiento. Mi atención se absorbió en los matorrales de pequeñas flores amarillas de tallo largo que decoraban los bordes del camino. ¿Mostaza silvestre, quizá? De fondo se oían las risas de los niños y los característicos y cómicos gritos de los tenistas. Siempre me habían parecido unos exagerados.

    —¿Practicas algún deporte? —le pregunté a Aiden, tranquilo, rompiendo el silencio de repente.

    Cuando el sendero se bifurcó levemente en dos brazos casi paralelos, giré a la derecha y me detuve a pocos pasos. A nuestra izquierda tintineaban los faroles chōchin del pequeño y mítico kiosco del Hibiya. Si me habría aparecido aquí a comprar porquerías, desde caramelos hasta cigarros.

    —¿Quieres algo? —inquirí junto a una sonrisa, girando el cuerpo hacia el muchacho.
     
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