Chiyoda Parque Hibiya [Parque]

No sabía si era por la posición en dónde por estar bajo mi mentón no diese directamente con la tonalidad de mis pómulos, y agradecía algo de eso. Era leve pero ahí sentía un ligero calor. Relajé los hombros al sentir el tacto de sus finos dedos sobre los míos, dejándola hacer. Cuando mencionó que quizás fue ella la que preguntó se me activó la neurona.

—Recuerdo que me dijiste que te gustaban las gomitas —comenté, y el que ayudaba a sus padres en la tienda pero no lo mencioné al escuchar su siguiente pregunta. La puerta anunció que se abriría por una de las paradas. La moví un poco hacia adelante al igual que mis pasos en lo que pasaban las personas que buscaban abordar y ya luego regresé a mi lugar al ser la siguiente parada la nuestra, bueno, si recordaba como debía ser—. No era mi plan inicial que fuese en una sesión de estudios —divagué porque así funcioné en ese momento—. Pensaba invitarte a comer, como lo prometí la última vez.

Solté el aire por la nariz, mirando hacia una de las ventanas pese a que lo único que se veía en ese momento era el túnel gris que estábamos por atravesar al girar la cabeza a la izquierda con el rostro caliente, tampoco me había pasado desapercibido que me llamó como lo hacía Allen, pero era diferente la sensación al escucharlo con su voz.

Ridículo, diría mi hermano.

—En conclusión, quería verte y se tocaron los cosas.

La oscuridad invadió hasta las luces del tren, y podría dejar la boca cerrada pero también quería saber:

>>¿Por qué aceptaste un plan de estudio un domingo?

 

Al final solo me quedé sujetando su mano porque sí, tampoco le di mucha cabeza y ni siquiera pensé en el espectáculo que estábamos dando en pleno metro, pero no me interesaba demasiado de todas formas. Mis ojos se quedaron fijos en un punto de una de las ventanas, en nuestras siluetas reflejadas en el cristal, pero en sí no nos estaba observando a detalle ni nada.

En cualquier caso, lo que dije pareció oxigenarle la neurona ante lo que asentí suavemente con la cabeza, lo suficiente para no desacomodarlo ni nada. Me dejé hacer cuando me movió para que las personas pasaran, me permití suspirar con quién sabe qué propósito y sonreí al escuchar que había pensado en invitarme a comer como había prometido. Siendo honesta, yo ya lo había olvidado.

Me habían prometido cosas que nunca se habían cumplido, nadie podía culparme.

Las luces del tren titilaron, se me escapó una risa suave al escucharlo decir que quería verme, algo que había asumido de por sí cuando me llegó su mensaje, y las cosas solo habían coincidido. Fue una tontería, pero en esos instantes de oscuridad atraje su mano a mi cuerpo y cuando estuve por dejarla en mi cintura simplemente retrocedí a la posición anterior, sin concretar nada. ¿Por qué? Pues porque sí.

Escuché su pregunta, no respondí de inmediato si no hasta después de que el altavoz anunció nuestra parada. Cuando quedó el silencio del metro, porque los japoneses tendíamos a hablar entre poco y nada en los viajes, volví a abrir la boca para responderle en un murmuro y esta vez sí pretendí encontrar sus ojos en el reflejo del cristal.

—Porque asumí que querías verme —solté como si nada, con una sonrisa liviana en los labios. Cuando las puertas se abrieron me desperecé de él con cuidado, pero no solté su mano y giré para salir del metro guiándolo entre las personas. Ya afuera tuve que hablar con algo más de volumen—. ¿Y quién soy yo para privarte de ese deseo~?

 

No podía mentirme, el hecho de que sujetara mi mano en la oscuridad y la moviese en su dirección aceleró el pálpito, y por primera vez en algún tiempo estuve a la expectativa, se detuvo y aunque la mandíbula se tensó ligeramente me llegó el pensamiento que estábamos en un tren en movimiento, con gente por ahí y aquello disipó cualquier cosa que había paseado en mi cabeza.

Regresando la mirada al frente en lo que me topaba con el naranja de sus ojos, en un reflejo medianamente pobre se me dibujó una sonrisa, no sabría determinar de que tipo porque solo salió conforme lo que dijo, y sentía que escuchaba una Kurosawa distinta a la Kurosawa con la que había salido a comer ramen, o con la que me había topado en la escuela algunas veces.

Era un comentario más ¿caprichoso, creído? Lo gracioso era... Que me había gustado.

Se anunció la otra parada y aunque se alejó con gentileza siguió dueña de mi mano, y la dejé, continuando con otro comentario similar a lo que se me coló una risa entre la multitud.

—Suenas muy generosa conmigo.

En lo que salíamos de la estación del tren entrelacé mis dedos con los suyos, enterrando la mano libre en el bolsillo. Ya el sol estaba ocultándose y pese a eso el helado seguía siendo una buena idea, el verano parecía arremeter apenas iniciando.

—Ahora que lo pienso, el aire acondicionado de Craig no estaba mal —comenté divertido, en lo que pasábamos la calle hacia el parque, que no sabía si a ella le agradaba estos calores intensos por lo que pregunté curioso:— ¿Qué estación te gusta más?

 

Puede que fuese un mal hábito, de hecho me cuestionaba de vez en cuándo si esta era la manera en que se comportaba la gente de mi edad o no, pero ese poder de elección se me había sido revocado. Ostentaba una autonomía extraña, desligada y problemática que de vez en cuándo utilizaba a mi antojo, aunque no tanto como la usarían otros. El asunto era que no era la primera vez que me montaba este numerito, para nada.

Había lanzado líneas de pólvora en otros momentos de mi vida, esperando que los incendios ajenos hicieran ignición.

Sonaba a delirio de fiebre, pero la posición en la que él mismo nos había dejado me hizo sentir un fracción de la tensión en su mandíbula y cuando encontró mis ojos en el reflejo del vidrio parpadeé con cierta pesadez, entretenida con mi propia estupidez. Su sonrisa fue diferente, no supe especificar en tinte que tenía pero no importó demasiado y salí del metro sin más.

Para sorpresa de nadie, él se dejó hacer con bastante docilidad.

Su comentario me aflojó una risa baja, lo miré de costado y sonreí con suavidad, pero el gesto cargó un dejo de altanería imposible de disimular. La estación nos dejaba en uno de los extremos del Hibiya, así que cruzar fue una cosa bastante sencilla y mientras íbamos por el paso de cebra le contesté mientras le dedicaba una caricia en el dorso de la mano con el pulgar.

—Espero que no sea una queja —advertí tan bajo como me lo permitió el bullicio general de la ciudad—. Sería muy triste que lo fuese cuando ni siquiera te he mimado lo suficiente.

Lo que dijo del aire acondicionado de Craig me hizo voltear el chip, más o menos, y suspiré de forma audible a la vez que me pegaba un poco más a él. Lo que dije lo solté con tono infantil de una queja.

—Estaba un par de grados más frío de lo que me hubiese gustado —admití antes de responder a la pregunta que hizo después—. ¿Primavera quizás? ¿Y la tuya?

 

Denoté la sonrisa altiva, podría decir que estaba satisfecho con el matiz que me permitía conocer, uno de tantos que creía y poseía. Desde chico consideraba que como seres humanos podríamos mostrar distintas facetas, y ella me estaba dejando verlas, y a la vez consintiéndome con una caricia simple que no me pasó desapercibida; en algún momento en el que pasábamos la calle entorné los ojos ligeramente.

—Me dejaré mimar cada que decidas hacerlo —respondí, risueño de por sí.

Casi que avisando el que estaría dispuesto a recibir sus mimos cada que ella estuviese dispuesta a darlos. ¿Le estaba regalando un poder sobre mí? Posiblemente, y posiblemente no me arrepentiría pese a que podría acabar de cualquier forma, como entre nada y todo. Las luces de la ciudad me hicieron desviar la mirada hacia los árboles del parque, había una brisa ligera y cálida.

Kurosawa suspiró y relajé las facciones, se había pegado un poco más y yo no me moví más que para caminar, sintiendo su contacto en lo que continuaba hablando, con el tono de queja caprichoso la primera sonrisa torcida se me plasmó en la cara, asintiendo con lo de que estaba más frío de lo que le gustaría, y concordaba, tal y como se lo había dicho a Craig en su momento.

—Otoño —visualicé el puesto de helados que mencioné en su momento a unos cuantos pasos. Era una señora que los vendía con su hijo en una parte del parque, y la última vez que saqué a los perros los había probado y bueno, sabían muy caseros pero bastante cremosos—. Llegamos Shio —agregué, formándonos en la fila —, te mimaré un poco con lo del dulce, supongo que puedo otorgarme ese derecho~

Fue un comentario en tono jocoso, pero no falso.

 

Contenido oculto: only high vibes fr

Por lo general pongo canciones en posts más largos, pero desde temprano ando roleando con esta canción y uff tremendo mood

Tampoco me enorgullecía la manera en que me plantaba en las vidas de los otros, no cuando me sentaba a pensarlo con relativo detenimiento. Usaba mi personalidad cálida para acercarme, a la vez creaba una finísima red de hilos que luego tensaba o aflojaba más o menos de la forma que me diese la gana. Era mi forma de reducir la posibilidad de que algo se saliera de mi control y de conseguir lo que quisiera de ciertas personas.

Algo que ahora sabía no era demasiado diferente a lo que había hecho mi hermano a nuestras espaldas.

El tema fue que él aceptó los dichosos mimos en cuestión como si nada, diciendo que los aceptaría cuando quisiera dármelos y se me escapó una risa por la nariz, incrédula. No debía sorprenderme, este era el mismo chico que se había metido de cabeza en medio de mi incendio, como un maldito loco con cero sentido de la preservación. ¿Otorgarme poder? Ahora era una nimiedad.

Lo había hecho antes de siquiera ser consciente de ello.

Seguimos caminando, me respondió que su estación favorita era el otoño, concordamos en lo de la temperatura del aire acondicionado del albino y noté la sonrisa torcida que le alcanzó el rostro, aunque no reaccioné visiblemente. No mucho después llegamos al puesto de helados, era más común en verano y ya prácticamente lo teníamos encima, así nada más seguí los pasos del chico hasta alcanzar a formarnos en la pequeña fila. El Hibiya, después de todo, seguía en horario familiar.

Su comentario de consentirme con lo del dulce me regresó la sonrisa a los labios, la primera parte de mi respuesta fue encogerme de hombros y luego de echar un vistazo para notar que nosotros éramos los últimos en la fila, al menos por ahora, aproveché que seguía sin soltar su mano para arrastrarlo unos pasos atrás. Nos separé un poco de las personas que estaban delante sin desatender el orden para no perder el sitio y a la vez extendí la mano libre en su dirección, alcancé su mejilla, lo insté a mirarme un momento, le sonreí y me estiré el centímetro que me faltaba para dejarle un beso en la comisura de los labios.

—Puedes —dije en un murmuro y reí por lo bajo—, pero te advierto que acabarás mal acostumbrándome.

¿Bueno y estos aires que me estaba dando de repente? Qué más daba. Pude haber retrocedido sin más, pero usé la mano para girar apenas un milímetro más su rostro y le dejé un beso en los labios, liviano. Cuando me digné a regresar a mi espacio aparté el tacto de su rostro, también solté su mano y volví a husmear la fila, todo para soltarle una pregunta como si nada.

—¿Y qué sabor piensas pedir?

 

En lo que hacíamos la fila, empecé a pensar lo del sabor del helado, curiosamente me gustaban de por sí, mucho más en verano por razones obvias, por lo que estaba indeciso entre dos sabores en lo que sentí que Kurosawa me hizo retroceder cuatro a cinco pasos mal contados, eran casi nada al tener en cuenta que si llegaba alguien más por atrás seguíamos formando parte de la fila. Casi que de inmediato su tacto llegó a mi mejilla, provocando que entre abriera los labios para decir algo nte el brillo de sus orejas penetrando los míos, en lo que la palabra que estaba por murmurar murió siquiera antes de que mis cuerdas vocales se pusieran a funcionar.

Fue un beso de nada en la comisura de mis labios, funcionando por puro reflejo al sujetarla de la espalda baja en lo que murmuraba y reía con ligereza, volviendo a empinarse para imitar la sutileza del beso que le había dado en la casa de Craig. Mis mejillas ardieron, retirando mi palma de su cintura para llevarla a la altura del puente de mi nariz, dirigiendo la vista hacia la carretera porque sí, sintiendo después la otra mano libre.

No lo dije pero pensé el que terminaría encaprichado sería yo.

Solté el aire por la nariz al ya dejar las manos a mis costados, avanzando en lo que se movía la fila. Me había desordenado el pensamiento de que estaba entre el chocolate y el arequipe, terminando con un sabor que ni solía pedir:

—Vainilla —le notifiqué en lo que volvía a avanzar la fila y sentí la mirada de un par de ancianos que estaban sentados en una banca. El señor me sonrió casi con complicidad y sentí que me ahogué, trastabillando—. ¿Y tú?

El muchacho que atendía con la señora nos dió la bienvenida al puesto en lo que nos mostraba los helados disponibles, terminé pidiendo el que ya le había dicho a ella para no parecer un idiota y saque la billetera del bolsillo trasero, entregando un billete en lo que tomaban el pedido de Kurosawa.

—¿Quieres que nos sentemos en la banca de allá? —señalé una al lado contrario de la pareja de ancianos. Ya había desaparecido el sol dejando entrever el inicio de la noche.

 

Pobre criatura, le había interrumpido el tren de pensamiento sin siquiera pretenderlo, en realidad le corté como dos líneas de ideas una sobre la otra aunque solo fui consciente de la segunda. Había entreabierto los labios, pensé que diría algo pero las palabras nunca le llegaron al cerebro o se le quedaron atoradas en la garganta directamente.

Me sujetó por la espalda baja, la estupidez me recordó con algo de insistencia que seguíamos al ojo público y en parte por eso también fue que retrocedí. La sangre se le subió al rostro, ni modo, apartó el tacto de mi cuerpo y llevó la mano a su rostro, desviando la mirada. Honestamente, ¿era realmente culpable de molestarlo tanto? Era bastante adorable con sus ochenta bochornos diarios.

Respondió lo del sabor del helado, la vainilla no estaba mal aunque había gente que la calificaba de sin gracia. La verdad era que sin vainilla un montón de postres terminarían sin saber a nada, se usaba en muchas cosas y a mí me gustaba, aunque ya que estaba aquí aprovechándome de la bondad de (otro) senpai pues igual me permitía un capricho.

—Chocolate —respondí sin complicaciones.

Fue eso lo que pedí después de él, recibimos los helados y después me alcanzó su siguiente pregunta, la de la banca. Ojeé el espacio, por si había alguna que me gustara más, pero al final no fue el caso y accedí. Estiré la mano para volver a pescar la suya, la que tenía libre, y nos llevé hasta donde había indicado. Ya allí me dejé caer en la banca con algo de pesadez después de soltar su mano, dejé el bolso a un costado de mis piernas y lo invité a sentarse a mi lado.

—Gracias, por cierto —dije después de darle la primera probada al helado y sonreí para mí misma—. Está rico.

 

En cuanto recibí el helado le di una probada. No estaba mal, pero en definitiva hubiese preferiodo el que había pedido Kurosawa, aunque no lo demostré en ningún momento al ir de camino a la banca que ella ceptó ocupar.

De nuevo, tomados de la mano. Ya ni sabía si cada que saliesemos debía estar capturando alguna de sus palmas porque sí, por lo que por ahora me adaptaría a su ritmo, como llevaba haciendo desde que la conocí, era algo que se me facilitaba, ajustarme a los demás sin siquiera notarlo. Me soltó y tomó asiento, imitándola al dejar la mochila al lado libre y estirando las piernas un poco, que ahora que lo pensaba habíamos caminado algo, y estando de pie en el tren, bueno, era muy probable que durmiera profundo esta noche.

—De nada —respondí con una sonrisa que dejaba ver mi dentadura—. ¿Qué harás apenas llegues a casa?

Miré entonces su helado de chocolate y solté el aire por la nariz, podía decirse que en algún momento torcí la boca, como para morderme por dentro en lo que me animaba a decir, alaigerando los hombros al dejar caer mi espalda contra el respaldar:

>>¿Me das a probar del tuyo?

 

No supe si fue un chispazo de lucidez o un delirio, podía ser cualquiera de las dos, pero poco después de volver a tomar su mano para ir a la banca pensé que a este chico le estaba robando algo que no había podido fingir con Altan y algo que no había logrado alcanzar con Hiroki. Una me la había impedido yo misma, la otra me la habían arrebatado.

El tiempo, las citas y el contacto de una pareja normal.

Aunque no éramos nada realmente.​

¿Era egoísta? Lo era siempre, suponía, rompía contacto con las personas o lo exigía, aparecía en sus vidas esparcía los hilos y trataba de que todo estuviese bajo mi control. El problema yacía en que no era capaz de imaginar otra forma de hacer las cosas ni por asomo y aquí estaba. Aquí estaba, ¿y qué pretendía de este chico?

—Terminar algo de la limpieza que dejé a medias temprano, quizás, o estudiar un par de horas —respondí a la pregunta, soltando una risilla culpable y seguí comiendo en las pausas—. ¿Y tú? ¿Qué tal esta tarde viajando en metro por el corazón de Tokyo?

Dejé la pregunta suspendida allí, pero me alcanzó la suya de que si podía probar mi helado y tuve que tragarme la risa. Recosté la espalda, me acomodé un poco más cerca de él y estiré la mano en su dirección, dejando el helado a su alcance. Lo miré con cierta diversión impresa en los gestos y solté la tontería de turno.

—¿Quién eres y qué hiciste con el senpai que conocía?

 

Ninguno de sus dos planes sonaba particularmente entretenido, pero eran responsabilidades que debería tener cualquier ser funcional, por lo que me pensé por un momento si mi hermano habría llegado temprano para sacar a los canes o si era lo primero que debía hacer al llegar. Bueno, lo descubriría cuando llegase o enviándole un mensaje antes. Me sonreí con gracia.

—Si te soy sincero algo extraño. La gente sale y entra por esas puertas como si se les fuese a ir el tren —comenté—, aunque supongo que hoy estuvo más libre de como suele ser entresemana —agregué en lo que notaba su expresión divertida por pedirle que me compartiera.

En mi defensa, por la señorita aquí presente no había pedido el sabor que realmente me gustaba, por andar molestándome. Me relamí los labios, no supe ni el por qué en lo que me acercaba su helado, inclinándome apenas para alcanzar, pasando la lengua por el chocolate en lo que me preguntaba lo siguiente, innevitablemente la miré entre las pestañas y me reí entre dientes alejandome de su helado.

>>De seguro sabes mejor que yo que sucedió con ese Zoldryck —y ahí si solté la carcajada, regresando a mi helado—. Ah, no te había contestado pero ahora que llegue sino saco los perros, buscaré una película para ver, ¿alguna sugerencia?

 

A ver, lo cierto es que mis planes nunca sonaban divertidos, me pasaba atendiendo responsabilidades y salía poco de casa, iba a la escuela, regresaba y cuando salía la cagaba de alguna forma. La verdad era que para salir tan poco había terminado topando con personas bastante cuestionables y yo actuaba de forma bastante incomprensible en general. En fin, que seguro toda la gente que conocía tenía mejores planes de domingo en la noche que limpiar y estudiar, pero nada que hacerle.

Su respuesta a lo del metro me hizo reír por lo bajo, no respondí nada porque no me pareció necesario y atendí al pedido del helado. Vaya, igual era culpa mía con toda la estupidez sin fin, pero me andaba paseando por una cuerda demasiado delgada y cuando me miró mientras probaba el helado, bueno, me fui un poco a la mierda. Lo disimulé con la facilidad de siempre, claro, y regresé el brazo a mi espacio para seguir comiendo.

—Oh —exclamé por lo bajo antes de comer un poco más, tuve que tragarme una risa y lo miré un segundo antes de regresar la atención al postre—. ¿Insinúas que es culpa mía acaso~?

Entre la milésima tontería del día no atendí del todo a su respuesta de qué haría al llegar a casa, en su lugar estiré la mano libre para tomar la muñeca de la suya en la que sujetaba su propuo helado. Lo atraje en mi dirección, le di una probada y mientras liberaba su muñeca para dejarlo en paz me relamí los labios, tranquila. No lo miré ni nada, a sabiendas de que él me miraría a mí.

—¿Sugerencias de películas? —Busqué confirmar aunque no le di tiempo de respuesta como tal—. Con lo poco que miro pelis, por Dios. No sé, ¿y esa que gustó tanto el año pasado? Mis... Mido, ¿Midsommar se llamaba? No tengo idea, tampoco sé de qué iba.

La lengua se me enredó un poco con el nombre de la película, era medio extraño de por sí, pero al final le atiné con algo de dificultad. No era la mejor recomendación si no la había visto y no sabía de qué trataba, pero bueno, peor era nada.

 

En lo que me decía si era culpa de ella alcé los hombros, mostrándole los dientes en una sonrisa luego de reír. Ya ella lo sobreentendia, por lo que dejé el tema así. Iba a disponerme a continuar con mi helado en lo que su mano alcanzó la mía, no aflojé el agarre pero dejé hacer su movimiento, siguiéndola con las pupilas en lo que probaba de la vainilla, tragando grueso al sentir que el aire se evaporó en algún momento. En cuanto se alejó solté el aire, sintiendo calor en las orejas y mirando a otro lado porque sí.

—La he escuchado, sí, pero no la he visto —giré para encontrarme con sus ojos nuevamente—. Personalmente me gustan mucho las películas y series, por lo que me veo obligado a invitarte un día a ver alguna —dije al aire, risueño.

Y era cierto, el hecho de que me recomendara algo que ni siquiera se vio ocupaba un espacio entre lo gracioso y lo cuestionable. Además, como había prometido la vez pasada la invité a comer, no lo que me esperaba realmente, pero podía intentar otro día, películas y comida. ¿Por qué no?

Me terminé el helado y arrugué la servilleta, echando la cabeza hacia atrás en lo que veía el cielo estrellado. Ya había anochecido y se sentía tan bien el domingo que no quería que terminase.

—¿Dirías que sí? ¿Si te invito a salir? —y por el rabillo del ojos estuve a la expectativa de su respuesta.

 

Como había anticipado el chico, como cualquiera hubiese hecho, me observó mientras me montaba el numerito y yo me guardé la satisfacción para mí misma. Él entró en colapso como siempre, lo escuché soltar el aire y reí por lo bajo antes de atender a la pregunta que me había hecho y él contestó que no había visto la película que le dije así que supuse que servía.

Aproveché los instantes de silencio para terminar de comer también, al hacerlo me limpié con la servilleta y lo imité lanzando la cabeza hacia atrás en el respaldar de la banca. La tarde había dado lugar a la noche, los faros del Hibiya se encendieron y devoraron varias de las estrellas en el cielo, dejando algunas pocas. El centro de Tokyo con sus cientos de luces no era el mejor sitio de observación astronómica, qué va, pero peor era nada.

La nueva pregunta me alcanzó mientras tenía la vista puesta en el cielo, sonreí para mí misma y no respondí de inmediato. Este día parecía una mentira, ¿verdad? Dios, parecía una narración de casa de muñecas y aún así me negaba a dejar ir la ilusión, la farsa o la mierda que fuese. Este idiota había aparecido de la nada, me había hecho soltarle uno de los pecados que cargaba encima y yo había aparecido con mis hilos, fúrica, dispuesta a tomar lo que tuviese para ofrecer.

Sin importar lo que fuese.

—¿No te he dicho que sí ya dos veces? —pregunté por la gracia con la vista todavía puesta en el firmamento—. Aunque supongo que esta vez me lo debería pensar más, ¿no? Ah, no sé, depende~

 

Reí en mi posición, con las palmas sobre la banca en lo que relajaba las facciones. De nuevo con la atribuciones que no tenía problema en darle. Volví la vista al cielo; No sabía si tenía alguna estructura de gusto, pero de por sí las personalidades como la suya tenían un encanto extraño, que no podía determinar, es como si fuese un libro que dejaba ver de a páginas cada que me cruzaba con ella.

—A ver —murmuré, volviendo a mirarla de reojo—; ¿depende de si será mejor que un plan de estudio de domingo?

¿Qué si necesitaba su proceder antes de invitarla así ya me lo hubiese dado mil veces antes? Sí, era algo de necesidad, el saber si quería o no, y que me lo afirmara por cada plan que me iba surgiendo en la cabeza, quizás eso podría cambiar, pero aún no tenía la suficiente confianza. Me senté derecho entonces, ya iba siendo hora de la cena, yo vivía solo con mi hermano y de vez en cuando iba la persona encargada del aseo, pero Kurosawa vivía con sus padres, y por lo que veía en Japón pues... solían ser apegados a la norma. Desconocía si aplicaba, pero prefería curarme en salud.

Afiancé la mochila al hombro en lo que me levantaba de la banca.

—Te acompaño hasta tu casa —agregué—. Ah, y tomaré lo que dijiste como un sí, Shio~

 

Su respuesta me vino en gracia, solté una risa por la nariz y me encogí de hombros como toda respuesta. El punto era más o menos el mismo, si le había dicho que sí a un plan tan absurdo como venir a una reunión de estudio de un año superior era posible que le dijera que sí a cualquier otra estupidez. Puede que estuviese pecando de confiada e ingenua incluso, pero dudaba muchísimo que Zoldryck fuese capaz de ponerme en una situación que me incomodara de forma consciente. Es más, de haber sabido lo de Katrina y yo era posible que no me hubiese invitado.

Tenía su gracia que este chico estuviese ahí pensando en que era necesario tener en cuenta la etiqueta japonesa en cuanto a mi hora de llegada a casa o cualquier cosa relacionada, pero como no lo externalizó no pude aclararle la situación y se quedó así. Percibí su movimiento, se levantó y yo enderecé el cuello sin prisa antes de tomar el bolso del suelo para volver a colocármelo en el hombro.

Cuando por fin me levanté de la banca me adelanté unos pasos, me pasé la mano por la nuca para sacudirme el cabello que se había quedado medio desordenado por el respaldar del asiento y seguí andando, aunque no pretendía dejarlo atrás ni nada.

—Es media hora andando —le dije desde mi posición—, yendo alrededor de los jardines imperiales o no. Deberíamos pedir un Uber o algo, ¿no?

Cosa de medio metro más allá me detuve, medio giré el cuerpo en su dirección para mirarlo de refilón y suspiré con cierta decepción impostada. No podía solo dejar al pobre diablo en paz.

—¿Me llevarás a casa sin haber solucionado lo que empezaste? —pregunté tan bajo como me lo permitió la distancia y negué suavemente con la cabeza, como dando a entender que no tenía remedio—. Bueno, supongo que me conformaré con esos besos de mentiras mientras tanto~

 

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Shio,comoosasobligarmearolearconestodefondo

Seguí su movimiento con las pupilas en lo que se adelantaba unos cuantos pasos, y luego la cascada negra de su cabello escurrir por su espalda. Comencé a caminar entonces tras ella, dirigiéndonos a la avenida del parque, y su comentario del uber me hizo señalarse los taxys que estaban pasando. Suponía que podíamos tomar uno, dejarla en su casa y ya luego dar la vuelta para regresar a la mía al vivir cerca, pero del otro lado. Curioso turnaba la mirada entre su espalda y la avenida; estiré la mano para tomar un auto, pero en lo que se detenía el vehículo ella se giró hacia mí.

La sensación en el estómago surgió ante su pregunta y su comentario. Tenía ganas de reírme pero por puros nervios -que era más que obvio que estaba colorado-, porque ya no era Craig ni Akaisa empujándome a algo en lo que podía ocultarme tras la presión, cuando en realidad quería hacerlo, ya era directamente ella la que me molestaba con ello. El conductor del taxy nos abrió la puerta y carraspeó mi garganta.

—Shio, por favor sube —le invité.

Había familias en el parque, muchas personas de la tercera edad y eso, por lo que en cuanto se subió y cerré la puerta le indiqué al conductor la dirección de la casa de Kurosawa. Me la sabía, como pocas cosas en este país. Dejé el maletín en mis pies y en cuanto me enderecé en el asiento de atrás y el auto arrancó sujeté su muñeca, jalándola hacia mi para encontrar sus labios al ladear la cabeza.

No era lo mismo tener de público a un conductor, que a toda esa gente en ese parque, ¿cierto? o a dos estudiantes de escuela, a un conductor desconocido, ¿verdad? Si lo pensaba detenidamente, parecíamos destinados a tener público.

Aflojé el agarre al sentir el contacto, entreabriendo los labios para profundizar ligeramente el beso. Mis mejillas estaban tenuemente rojas pero por la oscuridad de los vidrios polarizados dudaba que se notasen, aunque era fácil de suponerlo.

 

Había cosas que simplemente asumía, iban desde que mis padres no preguntaban demasiado con quiénes andaba hasta el hecho de que Zoldryck iba a mirarme cuando me levantara de la banca y agitara el cabello. Sentí sus ojos en la espalda incluso si pretendió atender a mi idea de no irnos caminando y sonreí satisfecha, incluso si fue para mí misma únicamente.

Era un muchacho de lo más diligente, ¿no?

Noté que el auto se detuvo, el chófer nos abrió la puerta y atendí al llamado de Zoldryck cuando me dijo que subiera. ¿La verdad? Asumí que no haría nada en el parque porque había demasiada gente a esa hora todavía, no nos habíamos quedado para el cambio de función, a las horas que había estado con Altan, Cayden y Shimizu hace semanas, y que no haría nada en el auto porque... ¿Porque era un taxi?

Primer error.

Poco después de que me dejara el bolso en el regazo y el coche arrancara para llevarnos a mi dirección sentí el tacto del chico en mi muñeca, me atrajo en su dirección y encontró mis labios, ladeando la cabeza de inmediato. Hubo un brevísimo instante en el que el raciocinio me dijo a gritos que no era el lugar indicado para el numerito, fue un chispazo de cordura que pronto acabó zambullido en la oleada suave, casi palpitante, de calor que me corrió por el cuerpo.

Respiré contra su boca, no pude evitarlo porque me había pillado en frío, y apenas sentí que aflojó el agarre terminé de zafarme para permitirme el tacto del que me había privado antes. Estiré la mano en su dirección, encontré el costado de su cuello y la deslicé hasta su nuca usando el punto de ancla para atraerlo un poco más hacia mí.

Ya de por sí él había profundizado un poco el beso, pero mi movida insistió en eso y como era una cabrona (o estaba loca ya de plano, ni idea) tanteé apenas, pretendí rozar su lengua con la mía pero no concreté la cuestión. Mi propia gracia me hizo sonreír contra sus labios, reinicié el beso con la profundidad ligera que él había establecido y unos segundos más tarde retrocedí un poco, apenas para dejarme el espacio suficiente para inclinarme del lado del asiento para alcanzar a hablarle al oído.

—Ese estuvo mejor, cariño —le dije suavizando bastante el tono, dándole cierto aire sedoso a mis palabras.

Lo dejé en paz entonces, rompí el punto de contacto en su nuca y me acomodé en el asiento, desviando la mirada a la ventana. Miré al conductor por el espejo, pero el tipo parecía caballo con anteojeras y a mí se me escapó una risa nasal mientras observaba el paisaje de concreto en movimiento. Apenas unos segundos más tarde volví a estirar la mano hacia Zoldryck, solo para reposarla en su pierna, como si nada.

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ah caray

en este episodio de cambiando de cinta porque nunca me gustó ninguna, traigo la que sí sirve para este mood (?

 

Cuando capturé su boca sentí el como apenas coló la lengua y rozó la mía, llegando su tacto en mi cuello, desistiendo del hecho de posar mi mano en su cintura al seguir consciente de dónde estábamos; su sonrisa en el beso me hizo hacer espejo y terminó alejándose no mucho después. La sensación de calor en el cuerpo me era innegable en lo que sus palabras me alcanzaron conjunto al aire caliente de su aliento en mi oreja.

Dejé ir el aire pesado por la nariz ante su voz sedosa y eché la vista hacia mi ventana buscando pensar en otra cosa en lo que llegábamos a su casa. Ya no sabría ni qué tipo de películas vería al llegar. Relajé los hombros y en lo que el auto se detenía busqué su mirada desde mi posición.

—Te veo en la escuela —murmuré, parpadeando con pesadez y el rostro tenuemente sonrojado.

No me había puesto a pensar si ella ya había tenido algo similar en ese parque, ni mucho menos que fuese con alguno que otro de la escuela, pero tampoco era información que me interesaba saber si tuviese que ser sincero. Su pasado era totalmente suyo, y un poco buscaba seguir siendo parte de su presente.

Podía terminar convirtiéndose en un deseo constante, y decidía ignorarlo por ahora.

El señor del taxy quitó el seguro de la puerta, y le sonreí con suavidad, despidiéndome tranquilo al haberla traído hasta su casa, como la vez pasada.

>>Gracias por este día, Shio.

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por acá voy cerrando con el niño, encantada quedé con esta interacción, gracias <3

 

No iba a negar que me inflaba un poco el ego a partir de estas cosas, ya no solo con el rollo aquel de domar bestias, simplemente tener la atención de una persona y provocarle reacciones servía al propósito. Por eso absorbí cada reacción del cuerpo ajeno, la sonrisa, la manera en que respiró cuando retrocedí y el sonrojo que le cubría el rostro. Bueno, si retrocedíamos era culpa suya por haber cedido a la supuesta presión del otro par de amantes del desastre.

El trayecto en coche era rápido, así que el silencio que guardamos hasta que el taxi se detuvo frente a mi casa no fue demasiado extenso. Me miró entonces, al recibir sus ojos sonreí con suavidad y asentí a lo de vernos en la escuela aunque no le respondí nada directamente, luego lo escuché agradecerme por el día. Tampoco respondí como tal.

Me ajusté el bolso al hombro, abrí la puerta de auto y antes de cerrarla asomé la cabeza. Desde allí volví a sonreírle, el gesto fue un poco más amplio y tuve que tragarme una risa antes de hablarle.

—Ah, invítame a salir entonces. Lo estaré esperando~

Ni siquiera lo dejé responder, enderecé la espalda, cerré la puerta del coche con cuidado de no dar un portazo y entré a casa sin prisa. Esa limpieza que había quedado a medias no iba a hacerse sola después de todo.

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y por acá cierro yo con Shio también

me divertí con los niños <3 gracias por decirme de hacer la salita y tal