Chiyoda Parque Hibiya [Parque]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Zireael, 14 Julio 2021.

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    Gigi Blanche

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    Las personas eran una mierda increíblemente maleable, como un montón de arcilla al que aplastas, divides, le das forma y de vuelta al principio. Siempre había mantenido una visión más rígida del mundo, lo había considerado mi última y más fiable línea de defensa; pero era inútil. Arata me había servido de excusa, aunque incluso antes de él había conocido a Sanji y había sido con él, técnicamente, que se me fue la mano floja a los bolsillos ajenos. Había empezado como un juego pero el resto de la historia se contó sola. Robaba, me subía a coches extraños y aceptaba invitación a clubes aún peores. Me juntaba con un jodido pandillero a las once y media de la noche, fumábamos y le ofrecía conseguirnos la bebida con un montón de imbéciles.

    Dios, a papá le daría un venazo del bueno.

    Y es que éramos un montón de arcilla.

    Arata me replicó de inmediato a lo de protegerle el orgullo y me hizo reír, pero decidí no prolongar la broma; ya me quedaba satisfecha estirándole la mejilla, básicamente. Luego alcanzamos el estanque, nos sentamos y escuchó mi idea. Echó la cabeza hacia atrás, se sonrió y supe, pensé, que este imbécil probablemente me dejara hacer la mierda que quisiera sin más. Un mero capricho a cambio de su protección.

    Peligroso, como mínimo.

    Que no me pusiera pegas fue satisfactorio a su manera, lo suficiente para no replantearme las minucias del plan. No era una idea brillante y mucho menos precavida, tampoco lo había sido robar el móvil de Alisha y de mi jefe. No me distinguían, pero seguían siendo estrategias, acciones dirigidas hacia objetivos concretos; y daba igual cual fuera, en tanto lo obtuviera me complacía.

    Servía a metas y propósitos, impuestos o inventados.

    Siempre orientada al éxito.

    Una risa baja vibró en mi pecho, dudaba conseguir pasta en efectivo o, al menos, tener ganas de hacer lo que eso ameritaría. Su análisis de la situación fue básicamente el mismo que yo había hecho y asentí sin prisa, ya bastante metida en el mood de mierda. Al final ese trago quizás había estado más fuerte de lo que había estimado, o quizá sólo me estaba permitiendo algo de diversión en medio del desastre. Acepté el cigarro y le señalé el bolsillo donde llevaba el paquete, para que me lo prestara. Fumé.

    No tenía idea.

    Volví a asentir ante sus últimas... advertencias, y le regresé el cigarro. Solté el humo por la nariz, le eché un último vistazo al grupo y me acomodé el top sin mucho pudor, lanzando mi cabello hacia atrás. Me incorporé.

    —No te atrevas a sonreír hasta que vuelva o te corto las pelotas, tú cara de que se murió tu madre —le advertí a la pasada, bastante divertida, guiñándole un ojo justo antes de erguirme y finalmente alejarme.

    No era ninguna experta, pero con los años había elaborado un par de conclusiones útiles; luego estaban los tips que había recibido hacía dos horas, de boca de profesionales. Había guardado los cigarros en el bolsillo trasero de mi jean, y cuando estuve lo suficientemente cerca como para que el grupo advirtiera mi presencia, llevé la mano hacia atrás.

    —Hey~ —solté en general, recibiendo la atención de todos, uno a uno; los que me habían dado la espalda se medio giraron y abrieron el círculo—. Perdónenme que los moleste, pero ¿tendrían fuego?

    Me detuve justo sobre la línea que me habían concedido. Eran seis muchachos, y ahora que los veía de cerca, no creía que ninguno superara los diecisiete. Había dos con sus bicicletas, uno con su patineta y el resto, bueno, tenían pinta de street boys de manual. Antes que nada, los noté sorprendidos por mi aparición. Se recompusieron rápidamente y los repasé, sus ojos se concentraron en uno de ellos tras oír mi pregunta.

    El líder, ¿eh?

    —Sí, claro.

    Se encogió de hombros y avanzó hacia el centro de la ronda, encendiendo su mechero de un movimiento fluido; me llevé un cigarro a los labios y él estiró el brazo, hasta que el incendio hizo lo suyo e inhalé.

    Gosh, thanks. No sé qué rayos le pasó al mío, lo compré hace nada y no funciona.

    Mezclar idiomas, checked.

    Meneé la cabeza, enganchando mi brazo libre con el otro justo debajo de mi pecho. Sabía que esa pequeña tontería resaltaba las vistas, y en mi mente comencé a tachar los ítems de mi lista.

    Fabricar una excusa, checked.

    —Ahora las mierdas vienen así —acordó el jefecito, regresando a su posición original en reversa—, compras tres y te fallan dos.

    —No eres de aquí, ¿cierto? —preguntó otro, el que tenía a la izquierda, y alcé a mirarlo. Era alto, el jodido.

    Mantener la conversación, checked.

    —Nop. ¡No me digas! ¿Cómo lo notaste? —bromeé, riéndome, y aproveché el movimiento para tocar muy brevemente su brazo—. Sí, vengo de Australia.

    —¿Vacaciones? —volvió el jefe.

    —Algo así, más bien... —Suspiré, volteando un instante hacia Arata, y los miré con cara compungida—. Vine a visitar unos amigos. Se suponía que nos divirtiéramos, y'know? Y ahora tengo a este pobre imbécil deprimido porque el novio lo cagó y dejó. En ese orden.

    Somos propiedades al final del día, así nos ven. Algunos disfrutan disputándose el terreno, pero la gran mayoría prefiere las cosas abandonadas o perdidas.

    Mostrar disponibilidad, checked.

    Es más fácil poseernos así.

    El jefecito soltó una risa por la nariz y le extendí mi cigarrillo tras darle una calada. Lo aceptó de inmediato.

    —Pobre cabrón —dijo porque sí.

    Yeah... Estaba viendo cómo podía animarlo, lo saqué a tomar aire a ver si se despeja. Quería conseguir algo para beber, también, pero no tengo idea de nada aquí. —Me regresó el cigarro, me acerqué para aceptarlo y, ahora sí, me puse la cara de borrega; medio los repasé a todos con la vista—. ¿Ustedes sabrían decirme dónde consigo alcohol a esta hora~?

    Pero no les basta con eso, si es que son insoportables. Quieren que seas sumisa pero no demasiado, que pidas pero no mucho. Cumplirte los caprichos los... realiza como hombres, pero sólo si no les significa una molestia. Analiza el entorno y enfócate en el pez gordo.
    Al imbécil se le estiró la sonrisa, fue lento y volteó hacia uno de los que andaba en bicicleta.

    Así, siempre habrá un lacayo que deba acatar sus órdenes.

    —Kashi, ¿le traes una botella a la señorita? Tú que irás rápido.

    Y tus caprichos nunca implicarán una molestia.

    Hacerlos mover el culo, checked.

    Really? —Fingí sorpresa, el famoso Kashi aceptó medio a regañadientes y codeó a su amigo, el de la otra bicicleta—. Oh, no quiero molestarlos, ¿me dejan al menos acompañarlos?

    Recuerda, sumisa pero no demasiado.

    —Pueden arreglárselas solos —intervino el líder, moviendo la mano para despacharlos—. ¿Una cerveza está bien?


    Pon en riesgo su ilusa propiedad y disfruta cómo se retuercen.

    Asentí, mostrándome aún algo contrariada por usarlos como mandaderos, y el alto a mi izquierda me dijo que no me preocupara, que estaban habituados o no sé qué. Daba igual. Me quedé conversando de cualquier mierda y fumando con ellos hasta que los pobres infelices regresaron. Cuando fui a sacar mi billetera, el líder se rió y meneó la cabeza. Había aprovechado el tiempo, claro, para prometerle que nos uniríamos a ellos. "Para animar a tu amigo", había dicho.

    Thanks guys... —murmuré, chequeando el contenido de la bolsa, y volví a sonreírles—. Bueno, veré qué opina él~ ¡Pero no prometo nada, eh! Miren que está muy, muy depre.

    —Sin presiones, linda —concedió, alzando las manos.

    Yeah, sure.

    La estupidez me había salido jodidamente bien, pero me tocaba bastante las pelotas que tuvieran chicos de los recados por la puta cara. Seguí moviéndome como si no me enterara de nada, me colé en medio del círculo y alcancé a los pobres infelices para darle un beso en la mejilla a cada uno.

    Thanks —repetí, en voz más baja, y les guiñé un ojo justo antes de retroceder.

    Los había pillado un poco en frío, así que tuve tiempo de brincar fuera de la ronda y alzar la mano en despedida, hasta finalmente darles la espalda. ¿Cuánto habían pasado, como quince minutos? Aguardé a recibir la atención de Arata para sacar la botella de la bolsa y mostrársela, triunfante. Me dejé caer a su lado.

    Nailed it~ —canturreé, divertida y, para qué mentir, jodidamente satisfecha—. Ah, ahora eres gay y estás con el corazón roto. Te aviso por si acaso.


    No sabía si narrar todo de una o no, pero si lo cortaba a la mitad te forzaba a escribir un relleno innecesario así que weno, al final ahí jue el fic JAJSJA no regrets

    hope he enjoyed the show (??
     
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    El mundo, a la larga, se dividía en ganadores y perdedores, aunque incluso así algunos de los del segundo grupo teníamos un poder de mierda para movernos como si fuésemos los putos reyes de la colina. No recibíamos nada del mundo, de las personas que estaban a poco de soltarnos un escupitajo, pero eligíamos víctimas y para fingir que habíamos nacido ganadores nos convertíamos en victimarios. Éramos los bullies, los cabecillas, los mismos que Yako había elegido como líderes de división.

    Tomaba a las bestias más salvajes y las sujetaba por los huevos, para darles una lección al resto.

    De lo que hacer y lo que no bajo sus ojos.

    Con esa ilusión de control, de dominación, había terminado de criarme y a la larga me las comencé a dar de ganador, a pesar de tener bien claro cuál era mi verdadero lugar en la clasificación dicotómica del mundo. Me daba objetivos, derechos inventados y un montón de mierdas más, que hacían el papel de droga sintética. Uno acababa por acostumbrarse a eso, a ser el agresor, el líder y a tener mensajeros, recaderos.

    Gente que muriera en nuestro lugar.

    Justo como pronto vería Sasha que lo tenía el líder del grupillo.

    Las cagadas a las que nos habíamos arrojado de cabeza jamás serían culpa de un trago cualquiera, esta chica era la misma que le había sacado el móvil a Alisha importándole todo tres mierdas, la misma que aceptaba ofertas de viejos del corazón de Tokyo y terminaba en un punto desconocido de la ciudad por ello. Por más rígida que fuese su forma de hacer algunas cosas y por más amabilidad que poseyera, también estaba salida que daba gusto.

    Puede que ese fuera su encanto.

    Recibí el cigarro de vuelta cuando así lo dispuso y me quedé serio como perro en bote como me dijo, pero no por ello me privé de deleitarme un poco con las vista cuando se acomodó el top como si nada. Despegué los codos de las rodillas, eché la espalda hacia atrás en el banco y me fumé lo que quedaba del cigarro sin prisa, pero con la cara de culo bien puesta aunque me estuviese comiendo el espectáculo.

    Tenía una puta checklist en la cabeza, ¿no?

    Llamó la atención de la manada de críos hormonales, como era de esperarse, y pronto el círculo se abrió dejándola entrar de forma casi automática. Tuve que contener la sonrisa, sin duda, porque solo me faltaban palomitas para la maldita película que se estaba montando. No escuchaba nada desde allí, pero los movimientos me los conocía de memoria y pronto el grupo delató a su cabecilla, el que aceptó a encender el cigarro de Sasha.

    La excusa.

    La conversación.

    Los pequeños toques en el espacio ajeno.

    Con el paso del tiempo uno se dejaba manipular a gusto, si cedías lo suficiente quizás tenías suerte, otras no tanto y así todo el rato. Uno se creía las historias que se inventaban, luego las reconocía y las dejaba correr igual, esperando por las condiciones del trato y luego, justo como le habían dicho, pretendíamos poseer a los otros como propiedades. Era un juego de no acabar.

    Me miró, no cambié la expresión y saqué el móvil para hacer tiempo, aunque seguí prestándole atención suficiente al grupo. El cabecilla puso a su lacayo en movimiento, por mucho que el otro no tuviese ganas, y me pasé la lengua por los dientes para relajar los músculos del rostro que seguían amenazando con hacerme sonreír para mí mismo.

    ¿Cuánto le tomó a los recaderos volver? Ni puñetera idea, pero lo hicieron y la satisfacción de mierda siguió corriéndome por el cuerpo, tibia. Guardé el teléfono cuando el teatro parecía estar terminando y puse toda mi atención en el asunto, así que vi cómo Sasha se colaba para dejarle un beso en la mejilla a los recaderos, la movida le dio el tiempo de retirarse. Sacó la botella, triunfante y por fin me permití soltar una risa, fue bastante floja, pero esperé a que se dejara caer en el banco antes de cualquier cosa.

    Estiré la mano para tomar la botella, la giré en mi mano y me desinflé los pulmones sin prisa, aunque alcé las cejas cuando soltó la estupidez que se había inventado para su espectáculo. Por un segundo pensé en dejarlo correr, de verdad que sí, pero ver todo el numerito me había dejado con la energía incorrecta rebotándome en el cuerpo.

    —¿De verdad? Joder, qué deprimente no saber que tenía novio y ahora venir a enterarme que cortamos —solté con pesar fingido, saqué las llaves de la moto y me las arreglé para destapar la botella con ellas y giré el rostro para mirar a Sasha, luego miré al grupo de críos con el rabillo del ojo—. Sin dudas estoy desconsolado, pero mi amiga es tan buena y consiguió algo de beber~

    Me incliné apenas hacia ella, invadiendo ligeramente su espacio y otra risa me vibró en el pecho. Ni siquiera me estaba cuestionando por qué había disfrutado tanto el espectáculo.

    —Igual un poquito de cariño me venía bien, ¿sabes? Lástima por tus admiradores de allá, claro, parecían tan ilusionados.


    pedazo de fic 20/10, there's so much going on i love it and so does my stupid son

    que si me levanté solo a responder esto? yes i did
     
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    Todo servía a propósitos, hasta las ilusiones que fabricábamos en aparentes lapsos de inestabilidad. Sobre el mundo tangible se sostenía el resto del asunto pero al mismo tiempo, muchas veces, quedaba reducido a eso: la base, la estructura. Imprescindible, pero incompleto. Era en las reglas de los juegos que inventábamos dentro donde se debatían las verdaderas batallas, las líneas se trazaban y los ganadores reinaban. Quizá, muy en el fondo, me la pasara resentida con las reglas del juego que me había tocado. Las opciones eran escasas: amoldarte o quebrarlo. Llevaba media vida amoldándome, media vida perdiendo.

    Quizá tocara quebrarlo y ver qué pasaba.

    No me creía la gran cosa por andar haciendo cosas que no debía, pero tampoco me pesaban lo suficiente en la conciencia para detenerme. El que encontrara diversión en esos espacios grises podía estar destinado o ser simple autoconvencimiento, no tenía idea y tampoco me importaba demasiado. Muchas veces la mente ocupaba callarse un rato y dejar de sobrecargarse para funcionar óptimamente, y si en la ruta alternativa debía llevarme un par de imbéciles por delante, pues... ¿qué más daba?

    Quizás en el fondo sí estuviera enfadada, pero la mierda evolucionaba sobre la superficie.

    Se enfriaba, como un cuerpo fuera de órbita.

    Arata me hizo caso y se puso la cara de perro viejo casi al instante, así que no tuve mayores problemas montándome la telenovela de turno. No pude echarle más de uno o dos vistazos en lo que duraba el show, pero en cierta forma la sonrisa de resignación y suficiencia siguió palpitando lo suficiente para hacérmelo saber. No había chance de que no lo estuviera disfrutando, el muy cabrón. Tampoco iba a culparlo. Era en estas ilusiones precisamente donde los perdedores nos revolcábamos para sentir que no lo éramos.

    Para servir a coronas de humo y olfatear el éxito.

    Era una jodida estupidez, pero haber cumplido mi objetivo era capaz de dejarme de buen humor la noche entera. Además lo sabía. La misma estrategia, las mismas líneas de acción, trasladadas a otro ámbito podían retribuir muchísimo mejor que... una botella de cerveza. Pero va, se lo había dicho a él, ¿no? Baby steps.

    Arata se hizo con la botella apenas me senté, clavé el codo en el espaldar para anclar la mano en mi cuello, servirme de soporte, y seguí sus movimientos. Fingí pesar a la par suya, luego sonreí muy orgullosa al mencionar que le había conseguido la mierda, y seguí ocupando mi espacio cuando se inclinó hacia mí. Fue sutil, la suerte de adrenalina me seguía rebotando en el cuerpo y sus palabras le lanzaron una pequeña chispa nueva a la corriente. Ni siquiera me molesté por echarle un vistazo al grupito de la desgracia.

    Hice un mohín y acuné su mejilla con la mano libre, arrugando el ceño.

    Don't worry, love, we'll get you something —murmuré, aún en la línea de mi telenovela, y me las arreglé para seguir disimulando la diversión que sentía—. La noche es joven, ¿no? Podemos declarar nuestro nuevo objetivo: conseguirte un muy buen ligue.

    Regresé la mano a mi espacio, echándole algo más de peso a mi brazo, y lo miré medio de costado. ¿Me estaba haciendo la tonta adrede? Hombre, por supuesto.

    —Ahora, necesito información para eso. ¿Cómo te gustan los tíos?


    Yo ya había hecho mi trabajo, después de todo~
     
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    Zireael

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    Era imposible que los que habíamos nacido perdedores nos habituáramos tan panchos a esa vida, era una puta mentira, por eso tenía tanta ira en sangre y por eso había acabado aquí metido en el Hibiya, entre pandillas y bajo el mando de un loco del poder y la manipulación. Uno elegía los elementos que servían que alimentar la ilusión, esos que a su manera nos ayudaban a no perder la cabeza.

    Podía haberme amoldado al cajón donde había nacido.

    Pero desde muy pequeño decidí romperlo, como todo lo que tocaba.

    Era un maldito amante de la destrucción.

    Si ni siquiera la misma Sasha se detenía demasiado a pensar en los motivos por los que acudía a estos espacios que eran una media tinta de lo más rara, mucho menos lo hacía yo. Los grises de mi moral era más amplios que esos teñidos de blanco y negro puro, puede que a secas no tuviese esa división y todo fuese gris, precisamente por eso esta chica podía decirme cualquier cosa y no iba a opinar nada de orden moral. Si le servía, pues excelente y si tenía que llevarse gente por delante, que lo hiciera.

    Porque era inevitable, si no lo hacía sería ella la que terminaría arrastrada.

    El espectáculo de Sasha hizo las veces del trono de humo de turno, incluso si no era yo el del numerito. Se lo había dicho, podía sacar ventaja y podía conseguir mucho más que una botella de cerveza si se le antojaba, pero tampoco había que empezar tan fuerte, ninguno lo hacía. Se iniciaba por objetivos relativamente sencillos, se seguían los pasos al pie de la letra y luego, cuando uno se habituaba, abría un poco más las fauces para cerrarlas sobre presas relativamente más grandes.

    Era una mierda que acabara llegando a esto, lo seguía pensando, pero si el espectáculo había comenzado no me quedaba más que permanecer aquí hasta el acto final. Ahora que ya no tenía las ganas de correr mordiéndome la yugular podía permitirme estas mierdas, sentarme a esperar por el desenlance de lo inevitable y a su vez, digamos, vigilar que la cosa no se saliera mucho de control.

    Todos habíamos tenido sombras que nos cubrían al empezar, cosa de salir enteros de la trampa de osos.

    Como fuese, al sentarse a mi lado se acomodó para poder usar su mano de soporte para el cuello y siguió haciendo el tonto (y haciéndose la tonta también) cuando le solté la tanda de estupideces de turno. Acunó mi mano, parpadeé con cierta pereza y me tragué la risa cuando soltó lo del ligue. En lo que volvía a su posición le di un trago a la botella y se la alcancé después.

    —No, no. Que estoy con el corazón demasiado roto para pensar en andar buscando ligues —dije aunque la risa se me coló en las palabras y cuando atendí a la pregunta de que cómo me gustaban los tíos la miré de costado, dedicándole una sonrisa un poco extraña—. Depende de a quién le preguntes o cuándo, Rojita, puede que me gusten los chicos con carita de no matar una mosca o el puto diablo encarnado.

    Ajusté la posición para colarme en su campo de visión, amplié la sonrisa y me quedé allí, mirándola. No pensé mucho en el porqué, solo lo hice.

    —Todo el mundo tiene cosas que ofrecer, al fin y al cabo, ¿no te parece? —Una risa me hizo vibrar el pecho y estiré la mano para anclarla en su rostro, lo hice sin fuerza de ninguna clase, pero la zarandeé suavemente antes de regresar a mi espacio.
     
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    Gigi Blanche

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    No creía realmente en la ausencia de moral, al menos si hablábamos del grueso de la población. Estaban los moldes y las reglas, quienes nacían escupidos justo donde querían, los que se adaptaban, otros tantos se rendían. Los polos existían y solían no servir de mucho más que límites lejanos; la respuesta casi siempre se hallaba en aquellos puntos tan difíciles de conseguir donde la balanza parecía congelarse, suspendida en el tiempo. Los métodos para alcanzar esa utopía variaban; algunos plantaban bombas, destruían todo y lo moldeaban de cero, pero eran los más afortunados. Los lunáticos también. La respuesta estaba en otra parte, en las mierdas que había sopesado frente al diablo de turno, en el café.

    Se trataba de pillar lo otorgado, darle la vuelta y colarte de todos modos, pero por otra puerta.

    La gran mayoría cargábamos con la desgracia de iniciarnos en partidas ya empezadas, daban igual las brechas de tiempo, de ahí la importancia de hacerlo con asistencia premeditada. No era que hubiera planeado todo esto ni de coña, si acaso mi estrategia se había agotado con los móviles y hasta eso me había hecho comerme un backlash de la hostia. ¿Importaba? No. Se lo había dicho a Arata. Podían hacerme lo que quisieran, no planeaba detenerme. Estaban los que nacían escupidos justo donde querían, los que se adaptaban, otros tantos se rendían.

    Y estaban las resistencias.

    Los perdedores con aires de grandeza.

    Sabía que éramos un chiste para las grandes ligas, que nuestros burdos intentos por sobrevivir y pagar las cuentas eran los centavos olvidados en los bolsillos de mucha gente. ¿Importaba? Tampoco. Se trataba de equilibrar la balanza, lograrlo y mantenerse de pie cuando todo lo demás se iba a la mierda. Fortaleza, en resumidas cuentas. Resistencia.

    Y de eso sabíamos un rato, ¿no?

    Esa mierda tan simple nos daba el derecho de subirnos a un escenario, hacer el tonto, rascar botellas de cerveza y creer que habíamos cometido la gran hazaña. Quién iba a juzgarnos, ¿no? Si de aquí volvíamos a lidiar con todos los problemas que no nos correspondían, que no habíamos pedido y aún así asumíamos. Era una estupidez, en especial considerando que hasta ayer había querido cortarle las pelotas a este imbécil, pero entendía sus sacrificios demasiado bien como para permanecer indemne a ellos. Quizá fuera la sombra y el guardián, la asistencia premeditada y el punto de partida, eso no me reducía. Me negaba a que lo hiciera, al menos. Le dio un trago a la cerveza, me la pasó y lo imité.

    Socios, habíamos dicho.

    Me hizo caso a la tontería que había soltado, así que recibí su mirada y si acaso ladeé un poco más la cabeza, sin modificar mi expresión. Murmuré un "hmm" bastante vago, rascándome el cuero cabelludo allí donde estaba mi mano. Estaba diciendo en palabras bonitas que probablemente le viniera bien cualquier cosa, ¿no? Bueno, tampoco tenía pinta de andar poniéndose exquisito.

    Lo cual, huh, me dejaba muy mal parada.

    —Depende el mood —concluí casi en un susurro, bastante tranquila—. Tiene sentido.

    Había desviado la mirada al decir aquello, y cuando noté que reajustaba la posición regresé a él. Mantuvo sus ojos en mí, yo hice lo mismo sin mayor conflicto y pensé que igual el cuentito del amigo gay se nos estaba yendo un poco a la mierda. Ni modo, ¿no? Inhalé, volvió a hablar y me dejé zarandear; la tontería me estiró un poquito más la sonrisa, fue breve y solté el aire por la nariz.

    —Te veo bastante contento, cielo, dadas las circunstancias. —Otra vez, hablé prácticamente en un susurro y estiré la botella en su dirección, sólo que sin desviarme de sus ojos—. ¿Me está saliendo bien esto de animarte un poco~?


    técnicamente el post anterior también se meressia el zukulemtho but im a dummie y la primera vez que lo leí no lo había entendido AJSJAJ *tiny tanuki*

    pd: tuve que corregir esta frase porque había puesto ganador en vez de zukulemtho, se confirma que im a dummie
     
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    Quizás esos grises morales no fuesen más que un mundo en el que establecíamos las reglas cómo nos saliera del culo, a lo que nos sirviera y lo que no. Claro que no correspondían con la moral social, esa que nos metían en la cabeza apenas nacer, pero es que también mucho de eso tenía que ver con dónde mierda nacíamos y con quiénes. El mundo criaba a los mismos que luego quería eliminar como si cargaran la peste.

    Los parias existíamos porque el sistema nos producía.

    Éramos los muñecos que los grandes necesitaban para poder triunfar sobre algo.

    Sin embargo, algunos les salíamos más duros de roer que otros, era como morder un puto pedazo de metal. Nos llevábamos hostias, fiascos, cosas capaces de rompernos y solo recogíamos nuestras mierdas para seguir moviéndonos. Algunas resistencias se manifestaban como torbellinos incansables, otras eran torres inamovibles. Era claro no estaban destinadas para ostentar el poder, existían en contraposición a él de hecho, pero cuando se juntaban las suficientes era posible iniciar un maremoto capaz de emular a los grandes demonios.

    Por eso existían los socios.

    Los cómplices.

    Así creábamos nuestros imperios de humo y polvo, no era nada para los que nos controlaban al final del día, pero eran suficiente para sobrevivir, para poder sentir que teníamos control sobre nuestras propias vidas. Con esa ilusión de control nos podíamos permitirnos algo remotamente parecido a la tranquilidad o el placer, a veces ambas juntas, otras tantas ni siquiera se tocaban entre sí.

    Pero era mejor que nada, como siempre.

    Atendió a mi respuesta de mierda, como siempre, se rascó la cabeza y después de eso me respondió. Lo cierto es que genuinamente no me ponía demasiado exquisito con mis... escogencias; no tenía tiempo para eso, en esencia porque nunca buscaba nada más que la certeza del contacto. Ella lo sabía, se lo había dicho y de por sí nunca me había molestado en ocultarlo.

    Si la historia del amigo gay con el corazón roto se nos estaba yendo al garete no importaba mucho, tampoco creía que un grupo de críos tuviese muchas ganas de pegar el grito al cielo y si lo hacían, pues mal por ellos. Además, alguien tenía que enseñarlos a enfriarse un poco los huevos antes de acceder a ciertas cosas, ¿no? Y eso solo se aprendía en la calle.

    El caso fue que Sasha se dejó zarandear, se le estiró la sonrisa y a mí me sucedió lo mismo. Su comentario me hizo reír por lo bajo en lo que aceptaba la botella para pegarle un trago, aunque no despegué los ojos de los suyos tampoco.

    —Ah, linda~ —solté de repente, aumentando un poco el volumen por el bien del teatro, aunque lo otro lo dije casi en un murmuro—. Te está saliendo de puta madre, la verdad.

    Me lo pensé más o menos cero segundos, pero me acomodé en la banca lo mejor que pude, me recosté aunque las piernas me quedaron colgando al otro lado y eché la cabeza en su regazo como si estuviese en mi jodida casa. El movimiento en sí no llevaba ninguna intención particular y de hecho una vez allí aflojé todo el cuerpo, solo me dejé la botella sobre el estómago un segundo antes de extenderla de vuelta en su dirección.

    —¿Y bien? ¿Qué tal el entrenamiento? El espectáculo fue una maravilla, pero quiero escucha la opinión de la actriz. Es muy importante para mí~


    oh no dos ~ he's in slut mode-

    JAJSHEJ
    yo: *soltando zukulemzias discretas*
    belu: *tiny tanuki*
     
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    Que soltara aquella exclamación casi al aire me hizo alzar las cejas, aunque me mantuve sumamente tranquila y aguardé, asumiendo que pretendía seguir hablando. El cambio en su volumen se lo adjudiqué pura y exclusivamente a las ganas de tocarle los huevos al grupito de allá, por supuesto, y no me importó en absoluto. Vete a saber en qué momento había dejado de juzgarlo o pretender dármelas de justiciera para divertirme con sus estupideces y ya.

    Igual mi cabeza había cambiado de configuración desde el cuarto oscuro, lo sabía.

    Aún no encontraba todos los fragmentos rotos.
    Que reconociera mis logros con tanta claridad me dejó sumamente satisfecha. Mi sonrisa seguro lo reflejó, la forma en que me estrechó los ojos, y no me dio tiempo a responderle. Más bien, guardé silencio en lo que notaba sus intenciones de moverse. El idiota se echó sobre el banco, dejó las piernas colgando y apoyó su cabeza en mi regazo. Lo miré desde arriba, sin despegar la mano de mi nuca, y solté una risa.

    He looked kinda cute, all of a sudden.

    Comfy, baby?

    Dejé pasar unos pocos segundos hasta botar el aire de los pulmones y reajustar la posición. Me enderecé mejor hacia adelante, relajé los brazos y mi mano derecha, sin molestarme en reflexionarlo, acabó hundida en su cabello. Con la otra acepté la botella y le di un trago, bajando la vista luego para atender a su pregunta.

    —Lo de siempre, supongo, sólo que esta vez me llevé algo a cambio —analicé, soné ligeramente resignada y al ser consciente lo dejé correr. Empecé a acariciar su cabello en un gesto distraído, sin alzar la voz—. Al mundo le encanta mirar cuando tienes algo que mostrar, lo hayas pedido o no, y esos críos definitivamente no me miraron lo suficiente a los ojos.

    Se me aflojó una risa vaga, con la vista puesta en los movimientos de mi mano.

    —En este caso supongo que está bien, si lo busqué a posta, vaya. Pero eso, lo de siempre. Ni trabajar en un café a las cuatro de la tarde te exime de ciertas cosas cuando eres mujer. Este... mundo tiene sus riesgos, eso no lo niego, pero cuando eres joven y bonita, pues... Los lobos están en todas partes, supongo. Y si aquí puedo rascar beneficios sometiéndome a lo mismo de siempre, ¿por qué debería no hacerlo?

    Supuse que la pregunta de Arata había pretendido ser más liviana pero no me interesó cortarme, la verdad, en especial siendo que... sonara como sonara, al final del día no me afectaba lo suficiente. Ya me había habituado, estaba archivado y daba igual. Vivía con eso y ya. Era parte de las reglas del juego.

    Y pretender romperlas, esas en particular, era un delirio de fiebre.

    —Igual me divertí —reconocí, deteniéndome un segundo en sus ojos antes de observar el lago; una sonrisa danzaba en mis labios—. Tiene su encanto sentir cierto poder sobre las personas, como si fueras una bruja o algo. Bates las pestañas, te haces la linda y ya está, hecho. Es una maldición y un bug en el sistema al mismo tiempo, así que tiene su encanto.

    En ningún momento había dejado de acariciar su cabello, en cierta forma me tranquilizaba hacerlo. Volví a empinarme la botella, la deposité suavemente sobre su estómago y le sonreí, usando la mano libre para pellizcarle ambas mejillas en pinza.

    —¿Así que disfrutaste el show? —Lo apretujé un poco, jugando con las caras que se le quedaban, y lo dejé en paz—. Entonces valió la pena el doble. Me gusta malcriarte, after all.
     
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    Zireael

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    Muchas cosas eran capaces de cambiarnos la configuración del cerebro con la contundencia de un disparo, lo sabía, y si la gracia de los imbéciles tenía que ver con la manera en que Sasha estaba acomplándose a mis estupideces sin importar demasiado lo que implicaran, bueno, tampoco acababa de corresponderme. Puede que más que eso simplemente fuese que me parecía una de las reacciones más aceptables.

    Que pasara por los fragmentos que seguían desperdigados en el suelo.

    No pretendía parchar lo que sea que estuviese ausente, fuera de lugar o perdido en algún luga del espacio, para nada, pero sí era cierto que había perdido sentido la idea de salir pitando y pretender ignorar toda la mierda. A su manera era menos angustiante también saber que estaba allí, que podía verla y anticiparme, por lo menos, a la forma en que parecía ir procesando cada uno de los desastres que la rodeaban.

    Por algo me habían usado de vigía por años, ¿no?

    Como fuese, noté lo satisfecha que parecía consigo misma por reconocerle los logros y algo en su figura, por un instante, se amalgamó con ciertos fantasmas. No fue malo como tal, solo me hizo darme cuenta de que a su manera me había rodeado de personas terriblemente orientadas al triunfo, de la clase que fuese, gente que no estaba dispuesta a ceder por mucho que parecieran vivir un eterno fin de los días. Al menos con Sasha tenía sentido, viendo lo que pretendía proteger, pero con otros no tanto.

    Asentí con la cabeza a su pregunta y la seguí mirando desde mi posición, al menos hasta que la sentí hundir los dedos en mi cabello lo que me hizo cerrar los ojos. Su respuesta a mi pregunta me alcanzó, sabía que me estaba metiendo en terreno pantanoso con la pregunta, así que la manera en que me contestó no terminó de sorprenderme y le presté atención, la misma de siempre.

    Aunque parte de sus palabras me arponearan el pecho y me recordaran la mierda que le había dicho a Wickham de la Barbie.

    Tomé aire despacio, lo solté de la misma forma y abrí los ojos con cierta pereza, aunque por las caricias en el pelo no acababa de apetecerme. Sabía que llevaba razón en cada una de las mierdas que estaba diciendo, jamás se lo iría a negar, era su propia manera de lidiar de forma algo más aceptable con algo a lo que de por sí debía resignarse. Había que pretender reventar los cimientos del mundo para cambiar algunas cosas y nosotros, los perdedores, las resistencias, carecíamos de ese poder.

    En el peor de los casos, alimentábamos los peligros que los grandes creaban.

    Por puro resentimiento con el mundo, hasta con los que no tenían la culpa.

    La muy estúpida soltó que se había divertido, yo suspiré, recibí la botella cuando me la alcanzó e iba a responderle algo en la misma línea cuando me pellizcó las mejillas, haciéndome reír. Su tontería medio me reseteó el cerebro, la dejé hacer lo que quisiera y cuando me dejó en paz inflé las mejillas un segundo, medio a modo de protesta por lo que me había hecho.

    —Siempre tiene su gracia ver la magia suceder, sobre todo cuando el embrujado no eres tú —bromeé y estiré la mano libre en su dirección, apenas para alcanzar a picarle la punta de la nariz con el índice—. Está bien aprovecharse de las cosas que en otras oportunidades son desventajas, la balanza se equilibra algunos segundos, pero tampoco te esfuerces demasiado.

    No me di cuenta, pero había usado el tono con el que le hablaba a mis hermanos, era bastante más sosegado y serio de algún modo, pero también mucho menos brusco que el timbre con el que hablaba normalmente. Puede que fuese el tono de la poca paciencia que me quedaba, no estaba muy seguro, o la configuración por defecto de hermano mayor.

    —Tienes un socio ahora, si usas eso a tu favor, podrás descansar de vez en cuando —dije sin pensarlo mucho, le pellizqué la nariz porque sí y luego me distraje tomando un mechón de su cabello entre los dedos—. En compensación, puedes seguir malcriándome. Aunque tal vez siempre haya sido un malcriado, habría que preguntarle a mi madre, así que la palabra correcta quizás sea consentir, pero podemos fingir demencia.

    Usé las puntas de su propio cabello para hacerle cosquillas en el rostro, sonreí para mí mismo y seguí con la tontería. Solo me detuve un segundo para medio enderezarme, darle un trago a la cerveza y retomar la estupidez al regresar la cabeza a su regazo.

    —Me gusta el rojo —divagué de la nada—. Hasta la puta moto es roja, ahora que lo pienso, así que tiene su gracia todo esto.
     
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    Gigi Blanche

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    Noté al instante que cerró los ojos apenas hundí la mano en su cabello, casi como si le hubiera bajado el interruptor. Pensé, entonces, que debía estar cansado. Había sido día de escuela, vete a saber a qué hora se había dormido ayer y por encima de todo, había estado trabajando hasta ahora. Era agotador, Dios, lo sabía. Llegaba la noche, llegabas a tu casa y sólo querías pegarte una ducha y morir en la cama. A veces se podía, y a veces ni eso. Por eso lo dejé.

    Quizá lo habría dejado incluso si genuinamente se dormía, vete a saber.

    Podía esperar, sabía hacerlo.

    Por la misma razón medio esperé a que volviera a abrir los ojos para hacer cualquier otra cosa además de hablar y acariciarle el pelo. Le pellizqué las mejillas, la tontería le arrancó una risa y luego tuve que alzar las cejas al verlo inflar los mofletes. No quedaba mucho rastro del bad boy con los cuchillitos locos, ¿eh? Sólo me confirmaba lo que ya sabía pero a veces olvidaba, la verdad.

    Éramos apenas unos niños.

    La mano malvada que había jugado con sus mejillas se quedó depositada sobre su pecho y prácticamente olvidé su existencia. Arrugué la nariz en cuanto me la picó, fue pura inercia y sonreí, soltando el aire. Su tono había cambiado, lo noté incluso antes de que entrara en la parte pesada de la advertencia/recomendación. Me seguía sorprendiendo que este chico fuera el mismo que había estado a dos días de salir pitando de mi vida, y aún no entendía muy bien por qué había cambiado de idea. Tampoco importaba demasiado. A veces era rencorosa y otras, jodidamente indulgente.

    —Tranquilo, conozco mis límites —respondí, tamborileando apenas los dedos sobre su pecho; distraje la vista ahí—. Últimamente han cambiado mucho, pero se siguen endureciendo apenas topan con... una energía extraña, supongo. Son una buena alarma.

    Se habían alzado a mi alrededor cuando lo de Daute.

    —¡Aunque nunca se activaron contigo! —analicé de repente, fue una suerte de epifanía que me hizo reír—. ¿Eso significa que no funcionan tan bien como creía o que tú no eres tan malo como aparentas?

    Era retórica, pero de responderme seguramente elegiría la primera opción; yo, la segunda.

    Esta vez me pellizcó la nariz y me removí un poco para liberarme, aunque no cargó fuerza ni molestia real. Algo de cabello se había derramado de tanto mirar hacia abajo, pilló un mechón y la imagen me encendió las neuronas, reanudando las caricias en su pelo. No tenía idea cuánta carga podía realmente aliviarnos el hecho de apoyarnos en el otro, pero ya no me interesaba resistirme a la idea. La mención de su madre me aflojó una risa breve y no hice mayor cosa ante las cosquillas. Fueron suavecitas.

    —Cortesía de mamá —murmuré en cuanto soltó el delirio de la nada, despegando la mano de su pecho para alzar mi cabello y darle algo de movimiento; volvió a derramarse sobre uno de mis hombros—. Con el tiempo llegó a gustarme, aunque cuando era pequeñita me hacían algo de bullying por ser pelirroja. Ahora veo en Instagram que es, como, ¿una maldición común para toda la comunidad pelirroja? No sé por qué.

    Noté algo, la tontería me amplió la sonrisa y deslicé la mano por su camiseta hasta cazar el borde de la chaqueta.

    —Pero te creo, eh, mira. —La zamarreé apenas, era roja y busqué quitarle la botella con movimientos suaves; le di un trago—. Hablando de Roma, hiciste bastante bombo con respecto a eso, así que más te vale presentarme a la niña.
     
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    Zireael

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    No sabía realmente cuándo había comenzado a ignorar mi cansancio, al menos el físico, y aunque puede que estuviese agotado seguía funcionando por inercia. A pesar de eso, no negaba que las caricias en el cabello de su parte me habían bajado un interruptor, justo como había pasado en la azotea con Riamu hace vete a saber cuánto tiempo. En ese tacto había algo capaz de bajarle un par de niveles a casi cualquier desastre, hacía las veces de un sedante.

    Eran las pequeñas pausas en un mundo que parecía no quedarse quieto un segundo.

    Estábamos allí moviéndonos de un espectro a otro de forma constante, aunque en este punto ya no lo analizaba demasiado, y es que por mucho que tuviéramos que tomar las funciones de las personas que ya no estaban, al final del día puede que solo hubiese una verdad. Éramos un par de críos, ¿no? Nos habían obligado a meternos en un saco que nos hacía olvidarlo, pero era el caso.

    Sin importar las mierdas que decidiéramos con tal de sobrevivir.

    Al final su mano quedó en mi pecho luego de la tontería y la dejé estar como era normal de por sí, su cuerpo en general estaba tibio y algo en eso, como en todo tipo de contacto, parecía distraer lo suficiente mi ira perenne como para poder funcionar con regularidad. A su manera también seguían filtrándose cosas por la ruptura que el desastre había dejado, era un revoltijo de esa fuga y la suerte de consuelo que existía al saberse cómplice de alguien.

    Me respondió a la advertencia con algo muy propio de ella, tamborileó en mi pecho con los dedos y solo me distraje cuando soltó que las alarmas nunca se le habían activado conmigo. En eso tenía razón y seguía pareciéndome un puto sinsentido, tenía todas las papeletas para que hasta la última alarma de las personas saltara y lo sabían incluso mis amistades más cercanas, pero aquí estaba esta chica, diciendo que las suyas nunca había sonado.

    —Los dos tenemos una respuesta a eso —sopesé un poco al aire.

    Era consciente de que yo me quedaba en la primera opción y ella, que todavía confiaba un poquito en ciertas fracciones del mundo o lo que fuese, quizás quisiera tomar la segunda. Lo dicho, era imbécil para muchas cosas, pero en lo que se refería a las relaciones con las personas, sus respuestas y reacciones a veces parecía capaz de conectar mejor las neuronas.

    Digamos que me habían entrenado para eso.

    Soltó que el cabello era cortesía de su madre, deslizó la mano por su cabello que se movió en respuesta y parpadeé un par de veces cuando dijo que la molestaban por ser pelirroja. Como buen bully, entendía que mucho de lo que hacíamos no tenía razón de ser, uno pillaba la primera cosa que parecía diferente y la usaba como munición.

    —A veces uno elige las mierdas más ilógicas para fastidiar, si te soy sincero —comenté con la vista puesta en su cabello todavía.

    Noté su sonrisa al caer en cuenta de algo, su mano viajó por mi camiseta, se detuvo en el borde de la chaqueta y siguió haciendo tonto. El gesto en sí me hizo algo de gracia, así que dejé salir una risa liviana y me encogí de hombros como pude en esa posición, sin poner resistencia cuando me quitó la botella de la mano. Lo demás que dijo me plantó una sonrisa en la cara.

    —¡Apúrate con esa cerveza entonces! ¡Que los bombos y platillos no se me vayan a desperdiciar! —solté con algo de risa colándose en mi voz—. Esto apenas era para calentar motores.


    dear lord im really sorry, la semana pasada estuvo hecha un desastre, el finde no estuve en casa y el cerebro no me funcionaba para hacer un post bonito, así que me quedé haciendo puro shitty post en los roles donde había que tirar dados y recién ayer me comencé a poner al día con los post más grandes ;;
     
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  11.  
    Gigi Blanche

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    Era probable que manejara una ensalada bastante interesante entre esperanza y resignación, como dos fuerzas obligadas a coexistir y desafiarse constantemente. También era, si se quiere, una contradicción. Una parte de mí creía que levantarse y seguir insistiendo todos los días era sinónimo de esperanza, aunque bien podía calificar de resignación. Era vivir y no vivir al mismo tiempo. ¿Dónde radicaba la diferencia, entonces? La naturaleza de nuestros motores, quizá. Arata claramente iba a elegir la primera opción, y así no lo hubiera sabido precisamente desde que lo conocí en la fiesta, él insistía por motivos muy similares a los míos. Esa era mi respuesta más coherente a por qué no le temía. Tendría la ira, pero sus motores no eran esos.

    Estaban en casa.

    Y en casa dejábamos el corazón, ¿no?

    También había un revoltijo de otras razones, como la utilidad que le encontré a su existencia, mi eterno orgullo y la constante necesidad por presentar resultados satisfactorios. Pero bueno, había una cuota de nobleza metida en la cuestión y lo sabía. Me tranquilizaba un poco, además.

    Noté que su atención se quedó en mi cabello, quizá pretendiendo descifrar qué exactamente de ese color podía llegar a molestar, pero al final él mismo dio con la respuesta: era ilógico y punto. Diferente, suponía. En el Sakura se disimulaba porque... vaya, de por sí era un lugar harto particular. De la forma que fuera, honestamente no le daba importancia. La relación con mamá me había trastocado la infancia y tampoco había sido Miss Simpatía en la escuela, así que, otra vez, fue un revoltijo de razones. Recién me pude establecer en un grupo decente de amigos como a los doce, trece años.

    Decentes por decir algo, claro.

    Como fuera, ya no me afectaba. Su respuesta, de hecho, me dio pie en otra dirección. Esbocé una sonrisa suave y volví a picarle la nariz, risueña.

    —¿Hmm? Cielo, no me digas que tú también eras de esos~

    Era jodidamente irónico, sabía a la perfección que Arata podía hacer las mismas mierdas que los idiotas de primaria o incluso Joey. Lo sabía, había algo que me lo decía. Con él bromeaba al respecto, sin embargo, y a los demás los condenaba. Vaya hipocresía, ¿eh?

    Tampoco me importaba.

    Luego le recordé la flamante existencia de su moto y su reacción, algo exagerada e incluso apremiante, me arrancó una risa que ahogué en el pico de la botella. Me la empiné, haciendo caso a su orden, y le di unos cuantos tragos hasta que ya no pude pasar más. La botella tampoco se inmutó demasiado. Volví a reírme al dejarla y se la extendí, instándolo con las piernas a que incorporara el torso. Luego medio lo sostuve en su lugar con una mano. Con toda la tontería noté que su rostro había quedado bastante cerca del mío, pero no le di importancia.

    —Ahí fue mi contribución a la causa. ¡Hasta el fondo, Shimizu! —exclamé, divertida—. No le puede quedar ni una gota, ¡vamos, vamos!
     
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  12.  
    Zireael

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    Había dos tipos de resistencias y lo sabía, una estaba movido por una insistencia emparentada a la esperanza y la otra pertenecía al campo de la ira. En la práctica era difícil diferenciar una de la otra y de hecho podíamos movernos entre ambas dependiendo de quién, cuándo y por qué se preguntara.

    Por eso mi existencia entera se movía por el resentimiento que guardaba hacia la sociedad que pretendía eliminar a los parias como yo, como mi familia, y a la vez por la intención de mantener a mis hermanos seguros, libres de los pecados que yo cometía y de los sacrificios que había hecho mi madre para criarnos. Allí la ira y la esperanza se revolvían, creaban una masa irreconocible que solo era incapaz de resignarse a la muerte que parecía pisarle los talones.

    La misma cosa que era mi único miedo esencial.

    Vivíamos de meter la cabeza en la mierda para evitar que las personas que más amábamos tuvieran que hacerlo y así, tan fácil como eso, acabábamos manchados de por vida. Los pecados que yo había cometido no se limpiaban con un par de gotas de nobleza en la poción del desastre ni con buenas intenciones, pero cuando llegara el día de mi juicio eso le correspondería evaluarlo a otros.

    Los barrotes de la prisión o el filo de un arma, todo me lo tendría merecido.

    Pero seguiría corriendo hasta entonces.

    Su comentario me hizo encogerme de hombros en mi lugar, me permití una risilla y pensé en la clase de crío que había sido desde que tenía uso de razón. Era insufrible, un puto dolor en el culo, y si decía que había hecho llorar a mis compañeros de clase era poca cosa. Adoraba picar y picar hasta que algo se quebrara, era esa clase de infeliz.

    Como si quisiera que todos fuesen tan miserables como lo era yo.

    Por eso era hipócrita que juzgara a Wickham, pero lo habia hecho porque me salía de los huevos y lo volvería a hacer. Era una estupidez, sabía que esta chica había acudido a mí porque era útil para ella, pero la complicidad que encontré en el acto bastó para lanzar una cuerda y atarla entre ambos. Esa suerte de sociedad, de unidad improvisada por la necesidad, me había hecho brindarle los mismos privilegios que le concedía a los clientes más fieles.

    Lealtad y protección.

    De cualquier manera, no creí que fuese a hacerme caso y empinarse la botella, pero hizo justamente eso y la miré con una sonrisa divertida todo el rato. Cuando la dejó me instó a erguir el torso, no me dejó mucha opción y al hacerlo me mantuvo en mi lugar, dejándome cerca de su rostro un poco por rebote y tampoco le di mucha importancia.

    Me senté, tomé la botella por fin y me la empiné también para bajarme lo que quedaba de unos tragos bastante importantes. Suponía que la práctica hacía al maestro, como siempre. Todo lo que hice al terminar fue estampar la botella vacía en un espacio libre de la banca, me puse de pie casi de un salto y me incliné para tomar a Sasha por los brazos, prácticamente arrastrándola.

    —¡Mueve el culo, Rojita! —dije mientras la levantaba—. Tenemos una importantísima misión por delante, ¡tu paseo en moto! Que te traje el casco y todo porque la seguridad de la señorita es lo primero, qué clase de caballero sería si no.

    Por la pura gracia busqué al grupillo al que Sasha le había sacado la botella de cerveza, dejé a la chica quieta y me llevé los dedos a la boca para silbar lo suficientemente fuerte para atraer la atención de los críos. Fue como sonar un silbato, volvieron a ver en sincronía y les guiñé un ojo porque sí, lo que pareció ponerlos incómodos. Notarlo me hizo sonreír con ganas.

    —Gracias por la caridad —solté alzando la voz y luego me dirigí a Sasha de nuevo, indicándole el camino que nos llevaría de regreso a la calle principal—. Adelante~
     
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    No me respondió nada a mi evidente intento por molestarlo, cosa que tenía el derecho de hacer, así que repasé su expresión, la risa ligera, y lo dejé estar por un rato hasta que volvimos a hablar. Me seguí distrayendo en su cabello y demás hasta que, animados por un chute de energía salido de God knows where, activamos la misión "Acabarnos la cerveza". El apuro me dejó riéndome al pasarle la botella, lo sostuve en su lugar y me seguí riendo al ver, a través del cristal verdoso y las luces del parque, cómo su contenido desaparecía.

    Mira, iba a sonar terriblemente mal, pero este chico sabía tragar.

    You're gonna fucking choke! —solté en algún punto de su récord guinness, agitando la mano libre y todo en una señal casi desesperada, pero eventualmente nadie se murió.

    Tenía el cuerpo blandito por la risa, así que, tras incorporarse de un brinco, no puse resistencia cuando me arrastró con él. Me sostuve de sus brazos para llegar a estabilizarme, bajando la vista a mis pies, y alcé el rostro de un movimiento seco al escuchar su chiflido. Dios santo, adiviné sus intenciones al instante y, aunque técnicamente demostré preocupación, la mierda me duró medio segundo. Seguí la dirección de sus ojos, di con el grupito y sonreí, entre divertida y algo soberbia. De repente me creía mejor que esos pobres imbéciles y no tenía sentido, ni fundamento, ni razón de ser; pero les había rascado una mísera botella de alcohol, y planeaba revolcarme en ese charquito de poder.

    Se nos habían quedado mirando, Arata alzó la voz y noté que la ronda medio se abría por insistencia del jefecito. No creía que fuera a venirse encima nuestro ni nada, aunque tampoco me quedé para averiguarlo. Se me ocurrió una tontería, una travesura, quizá: casi a la par de Arata, me puse de puntillas y les lancé un beso al aire.

    Sorry, he said no! —exclamé, sin poder (ni querer) tragarme la risa.

    Al tiempo que hablaba también había buscado la mano de Arata a tientas, así que fue cosa de cerrar la boca y... echar a correr. Lo dicho, no creía ni de coña que fueran a perseguirnos, pero tenía un montón de energía acumulada en el cuerpo y simplemente me apeteció. Se sintió bien, además. La rigidez del cemento, el viento frío pegándome en la cara, soplándome el cabello y la estúpida certeza de estar haciendo algo por el simple placer de querer hacerlo.

    Acabamos recorriendo en un santiamén el camino que habíamos hecho de ingreso, llegamos junto a la florería y por fin lo solté, respirando agitada. Dejé caer los brazos a los costados, con la sonrisa aún pegada en la cara, y me tomé un segundo para recuperar el aliento.

    —Por favor —solté, aún algo entrecortado—, dime que el casco no es rojo también. —No iba a seguir hablando, pero estaba aún bastante acelerada y agregué, sobre cualquier intento suyo de responderme—: ¡Si lo es, voy a tener que preocuparme por ti! Mira si eres rojo... fílico o algo. ¡Te llevo al médico, eh!

    Dudaba que existiera la mierda esa como antónimo de 'fobia', pero me acordé de estas membranas celulares hidrofóbicas o hidrofílicas que habíamos visto en Biología, ¡así que en teoría colaba!


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    Zireael

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    Tuve que dejar de prestarle atención para no descojonarme y, por defecto, atragantarme con la cerveza, pero sí que la escuché de fondo y aunque lo soltó en inglés era lo mismo que habían dicho otras personas en diferentes momentos. ¿Qué si alguna vez casi me había muerto por esa movida? Totalmente, no siempre se despertaba uno con el don para tragar tan eficiente como otros días, por mal que sonara, así que eran cosas que simplemente pasaban de vez en cuando.

    Para nuestra fortuna, hoy no me dio por morirme y podíamos seguir con los planes como estaban agendados.

    La risa la tenía con el cuerpo flojo, así que me di cuenta que no hubo ninguna clase de resistencia cuando la arrastré conmigo y la dejé sujetarse de mis brazos, que si no se me iba volando o algo. Noté también el movimiento brusco que hizo al mirarme al escucharme chiflar, no la estaba mirando ya pero imaginé que algo de preocupación se le habría colado en los gestos y yo, que había nacido para ser el puto bufón de todas las fiestas, me revolqué en la escena general como si fuera el mejor día de mi vida.

    En nuestro trono de humo podíamos fingir que éramos mejores que estos críos.

    Iba a tomarlo, lo tomaría todas las putas veces.

    La sonrisa de mierda me alcanzó el rostro en cuanto vi que la rueda se abrió, el jefe de los mocosos surgió del espacio y algo, una cosa de lo más oscura, me hizo creer que podía comérmelo de un bocado si me salía de los huevos. El mocoso que se las daba de rey de la colina no tenía nada que ver en mis mierdas, eso era obvio, pero encontraba las hebras de mis títeres en lugares de lo más triviales. No provocaba a los débiles para cagarlos a palos como hacía Sonnen en un mal día, pero si podía volcar un tarro de sal sobre un montón de babosas tampoco me detenía. Verlos revolcándose tenía su encanto, incluso sin tocarlos.

    Si la electricidad me mantenía el corazón funcionando tomaba cualquier cosa.

    No era más que un muñeco de cuerda.

    Sin embargo, Sasha me servía de cable a tierra, o de pararrayos, su presencia obligaba al montón de energía a girar sobre sí misma pero a no amenazar con alcanzar a nadie que no se lo hubiese buscado directamente. La noté ponerse de puntillas casi a mi lado, lanzó el beso al aire y soltó la estupidez, arrancándome una risa mucho más inocente que el resto de mis pensamientos.

    Su mano encontró la mía, apenas cerró la boca salió corriendo sin siquiera dejarme opción y la escena general me hizo gracia, porque muchas veces ese rollo medio metafórico de correr también era literal. Muchas veces me había dejado las piernas para huir de las sirenas, de los cabrones que eran más fuertes o más rápidos que yo, y tantas otras le había metido el gas a fondo a la moto por el mismo motivo. Lo que nunca había estado en los planes era salir pitando con esta chica, de la que había pretendido huir como un imbécil, pero ahora no me resistí.

    Prácticamente desaparecimos el trecho que habíamos hecho y pronto estuvimos de nuevo donde habíamos comenzado, junto a la florería, y allí me soltó. Me detuve a tomar aire unos segundos igual que ella y volteé a mirarla cuando habló, la voz le salió media entrecortada por el esfuerzo todavía y me tragué la risa.

    —¡No puede ser! —solté luego de que acabara de hablar, lo hice con drama extra—. ¡Llama a emergencias entonces!

    La estupidez me hizo reír, pero tampoco la di mucho tiempo de respuesta, la rodeé para quedar a su espalda y le encajé una mano en cada hombro, para hacerla caminar. Le puse algo de prisa también, pues porque se veía que a los dos nos habían metido un chute de energía de los grandes y todavía estaba inquieto, y así la comencé a guiar hacia el estacionamiento que estaba a poco más de doscientos metros.

    —¡¿Te imaginas no comprar el casco a juego?! ¡Blasfemia! —Me quejé mientras la seguía guiando, entramos y me puse a buscar la moto con la vista al ubicarla dejé quieta a Sasha para sacarme las llaves del bolsillo de la chaqueta—. Eso sí, evítame el internamiento. El encierro nunca se me ha dado muy bien, como podrás imaginar.

    Ubiqué la motocicleta unos pasos más allá, coloqué la llave pero no hice ignición y tomé el casco para regresar con la chica. Puede que fuese tosco para casi todo, pero tenía mis momentos brillantes de vez en cuando, así que le acomodé el cabello para que no se le fuese a colar mucho en la cara y le puse el casco con un cuidado y una concentración que rozaron lo ridículo. Se lo ajusté de la misma manera.

    —¿Cómo de buena eres con la adrenalina? —pregunté bastante serio mientras estaba en eso—. La primera vez que subí a Cayden el pobre imbécil se bajó blanco como papel. Preferiría no matarte la misma cantidad de neuronas apenas empezar, que eres la inteligente de este dúo.


    kACHOW pasé por un montón de moods por culpa de un cover versión metal de una canción en japonés, dont mind me

    wey según yo iba a meter aquí todo, viaje incluido, pero la cosa me iba a quedar kilométrica, además de que tendría que asumir muchas cosas y pues ya se me hacía un cacao mental aaa
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master yes, and?

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    ive been patiently waiting for the moto ride to put THIS song, ya cumplí mi misión

    Sasha 4.png

    Arata no había puesto pegas a la pequeña maratón improvisada, aunque tampoco era precisamente una novedad. Llevábamos un rato, desde el otro día quizá, sin ofrecer resistencia ante nada. Más o menos nos habíamos acomodado sobre el mismo flujo de energía, la misma carretera, y en tales condiciones solían ocurrir las peores cagadas, o las mejores quedadas, o ambas. Era una consecuencia prácticamente inherente a los sentimientos de pertenencia fuertes, las diferencias individuales se disolvían y pasabas a integrar una suerte de todo, un cúmulo de características compartidas.

    Pero no íbamos a ponernos nerd ahora, ¿eh?

    Su respuesta cargó una energía similar a la tontería que había dicho, pero de todas formas mi atención se volcó a sus movimientos. Lo seguí con la mirada hasta que desapareció a mis espaldas, acto siguiente sentí sus manos en mis hombros y sin pensarlo nada acabé cubriéndolas con las propias. Me reí, empezando a caminar, supuse, en dirección al estacionamiento.

    —Bueno, al menos no la tendré difícil pillándote algo de cumpleaños. —No venía al caso, pero advertí que no lo sabía y cambié totalmente de tema, ignorando el rollo de la internación, para agregar—: ¿Cuándo es tu cumpleaños, por cierto?

    Había medio girado el rostro hacia él, pero pocos segundos después volví a enderezar el cuello. Me detuve cuando él lo hizo, regresando las manos a los costados de mi cuerpo y viéndolo hacer. Buscó las llaves, se alejó de mí y, aún siendo una completa estupidez, sentí un chispazo de emoción ante la expectativa. No sabía nada de motos, pero a la que él se acercó tenía bastante pinta y, claro, era roja. La sensación debía ser la misma al correr o dejarse caer con la patineta calle abajo, al menos así la imaginé, y de ahí la emoción. Eran pequeños instantes que te hacían sentir más vivo que de costumbre, por corny que sonara, y la vida en Japón me los había arrebatado casi todos.

    Regresó a mi posición con el casco en mano, no puse resistencia y lo dejé acomodarme el cabello y todo el rollo, sin disimular la sonrisita entre sorprendida, satisfecha y divertida que se me había pegado en el rostro. Cuando me lo puso en la cabeza, subí las manos para correrle el visor y alcé ligeramente el mentón, cosa de facilitarle engancharlo.

    —Tanto joder con eso y al final sí se te pegó lo caballeresco —murmuré, bajando la vista hacia él.

    Con el casco ya en su lugar, lo tanteé un poco de pura manía y nos acercamos a la moto. Bueno, yo lo hice, asumí que Arata haría lo mismo. Su pregunta vino acompañada de una pequeña anécdota que me arrancó una risa breve, en lo que dejaba reposar la mano en uno de los manubrios. Las luces del parque brillaban sobre la pintura.

    —Tengo un par de talentos ocultos, ¿sabes? —dije medio en serio, medio en broma, buscando sus ojos—. En Sydney vivía muy cerca de la playa, que tenía una rambla llena de pistas y rampas, así que me pasaba el día metida ahí. Una mitad surfeando, la otra patinando. Una vez el old man de la tienda nos pilló robando golosinas y gosh, tuvimos que salir cagando en bici, patineta, lo que tuviéramos a mano. Casi me comí el asfalto un par de veces, pero fue muy divertido.

    El otro día había encontrado la cruiser en el ático, donde Eloise había armado su oficina. Estaba llena de polvo, así que la limpié y me la llevé para dejarla debajo de mi cama. Moverse por Tokyo estaba diseñado para usar el transporte público, la verdad, pero no quería perder las esperanzas.

    —Así que tranquilo, tú métele sin miedo. —Palmeé el asiento, esperando que se subiera para hacerlo yo detrás, y me eché el cabello a la espalda—. Scaredy-cats aren't allowed here!

    Lo declaré a viva voz, todo el acento se me coló en la frase y, como si literalmente le hubiera bajado a un interruptor, deslicé las manos con suavidad hacia el frente hasta sujetármelas al otro lado de su cuerpo; con la fluidez de ese movimiento también incliné el torso y le eché mi peso a su espalda, siendo consciente de lo que implicaba. Un aroma bastante sutil me alcanzó, uno que ya asociaba con Arata, y esbocé una sonrisa suave.

    Well, safety first, right~?

    —Así que... ¿adónde vamos? —inquirí en voz más baja, aún sin trabar el visor del casco—. Puede ser sorpresa también~


    yeh dw, habría sido muchito

    además no me ibas a dar tiempo de PONER EL SOUNDTRACK
     
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    Zireael

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    Arata 2.png

    Estaba acostumbrado a fluir, me había obligado a ello para evitarme los cacaos mentales que veía en mis contrapartes introvertidas y que parecían solo servir para quedarse atorados en bucles inútiles. Por eso mismo bastaba que alguien subiera a la carretera y se metiera a mi carril a la misma velocidad para que no pusiera casi ninguna pega. Lo que sea nos había hecho coincidir, mierdas de utilidad y lo que quisieras, ya había dejado de importar, incluso si parecíamos hechos de los elementos más dispares ahora nos habíamos sincronizado.

    Me bastaba por el momento.

    Sus manos alcanzaron las mías en sus hombros, su tacto se me antojó tan tibio como de costumbre y me permití una sonrisilla mientras la seguía empujando, aunque ella no había puesto resistencia. Su comentario me hizo soltar la risa por incontable vez en la noche e hice un sonido afirmativo a lo de pillarme algo para el cumpleaños, la verdad es que se lo había puesto muy fácil. La pregunta me hizo soltar el aire por la nariz, divertido, justo después de que regresara la vista al frente.

    —Linda, sí tuvimos esta conversación —concedí suavizando el tono sin darme cuenta y presioné apenas sus hombros un segundo antes de separarme de ella para todo el asunto de la moto, le fui contestando sobre la marcha—. El mismo día de tu tontería de la chispa de luz. Somos los dos de febrero, yo del trece y tú eras... Joder, espera, te prometo que me acuerdo, que no se me puede fundir la neurona luego de recordar todo eso por deporte. ¡Del cinco, del cinco! Te ofrecí un caramelo de una semana.

    Noté la sonrisilla que tenía en la cara cuando me acerqué para ponerle el casco, pero no dije nada ni cambié mi expresión, concentrado como estaba. Sabía que habían algunas mierdas en mi personalidad que no parecían coincidir con todo lo demás, las mantenía allí, a servicio de pocas personas y por eso cuando me las permitía no me sorprendía a mí mismo. Era selectivo que daba gusto, puede que fuese el mismo pecado que le restregaba a Wickham, pero era bastante concienzudo con el cuidado que le prestaba a los tres gatos que me interesaban o con los que conectaba.

    —¿Hmh? —solté ante su comentario, terminando de ajustarle el casco gracias a que había levantado el mentón para ahorrarme trabajo y reí por lo bajo—. Si tengo responsabilidades las atiendo. Ahora mismo se supone que tu seguridad me corresponde, porque la moto es mía, ¿no? Pero si te gusto más como caballero, puedes quedarte con eso.

    Lo solté porque sí, porque era esa clase de imbécil y solo conecté con sus ojos un segundo antes de regresarle su espacio para acercarnos a la moto. No creí que me fuese a soltar la anécdota como respuesta, pero la escuché e imaginarme la escena general me volvió a aflojar la risa, el cuerpo también y asentí como diciéndole que entendía la idea.

    —Ahora si alguien nos pilla va a ser la policía, así que le aumentamos algo de dificultad al reto —bromé en lo que me subía al asiento.

    El resto lo soltó en inglés, se le coló el acento que dio gusto, y casi detrás de la exclamación hizo lo que correspondía. Sentí sus manos, luego sus brazos al rodearme, finalmente su torso y me desinflé los pulmones despacio, pues porque la carne también era débil y eso. Igual la movida que hice después no tuvo nada que ver con esa cuestión, llevé las manos hacia atrás, encontré sus piernas y la hice ajustar la posición, sobre todo de la que quedaba cerca del tubo de escape.

    —No pongas el pie allí que se te derrite la suela del zapato y cuando te bajes, hazlo del otro lado de la moto. Si lo haces del lado del tubo puedes quemarte la pantorrilla —expliqué luego de regresarle su espacio—. Es una quemadura un poco fea.

    No le había contestado todavía la pregunta de adónde íbamos, pero cuando bajé el interruptor de niñero o lo que coño fuese, solté una risa antes de dignarme a decir nada. La verdad no me importaba decirle desde ya dónde mierda la estaba llevando, pero que me dijera que podía ser sorpresa me activó la neurona lo suficiente para pensar que también pintaba solo encender la moto y ya.

    —Que sea sorpresa entonces —concedí por fin, ahora sí llevando la mano a la llave de la moto y haciendo ignición—. Deberíamos llegar en quince minutos... Tal vez menos.

    Fue cosa de terminar de decirlo y acelerar a fondo, ni siquiera esperé, le tomé la palabra a Sasha. El rugido del motor se alzó sobre los sonidos de la ciudad, rasgó el aire y apenas unos segundos después dejé ir el freno para salir pitando el estacionamiento para colarme en la calle principal apenas tuve la oportunidad, dejando el Hibiya atrás.

    Nuestro destino, para la gracia, era Chūō aunque la pobre acababa de salir de allí y yo no lo sabía, porque de ser el caso no la habría hecho llegar al Hibiya. El local de Myska estaba zambullido en las callejuelas de Nihombashi, cerca del santuario Fukutoku, en un edificio compartido con una compañía pequeña de danza y un instituto de clases particulares de pintura y dibujo. Los murales que cubrían el edificio por fuera los había hecho ella, de hecho se parecían mucho a los tatuajes que yo llevaba encima.

    Ahora que lo pensaba nunca había preguntado mucho, parecía que Tess vivía en el mismo espacio donde trabajaba y la separación entre una cosa y la otra era un poco difusa. Igual la jodida era extranjera como tres cuartos de los estúpidos que conocía, así que sus ingresos y esas cosas eran un misterio. ¿La verdad? Yo solo llegaba a molestarla, incluso cuando no iba tatuarme.

    Como fuese, pronto la cabeza me quedó en blanco por el aire que casi amenazaba con cortarme el rostro y solté una risa que más que escuchar, Sasha debió sentir. Aquí estaba en mi puta salsa, era donde desconectaba de las mierdas que parecían perseguirme y era, quizás, porque parecía ser el único momento en que de verdad era lo bastante rápido para lograr huir de cuanta mierda pasaba, desde el desastre del estúpido de Ryouta hace días hasta la persecución de la misma Sasha.

    El rugido de un motor, las luces que se convertían en pequeñas serpientes a los costados y la capacidad de superar al mundo en velocidad eran un privilegio o la ilusión de uno que cumplía perfectamente su función de hacerme creer que tenía algún poder sobre lo que acontecía. Algo de una naturaleza parecida a haberle sacado la botella de cerveza a los mocosos del Hibiya.

    En uno de los pocos semáforos en rojo que no me pasé fue que tomé un montón de aire y me dirigí a ella, girando apenas la cabeza como si quisiera comprobar que no se me hubiese ido volando. Me permití una sonrisa incluso si no me estaba mirando.

    —¿Todo bien ahí atrás? —pregunté con algo de diversión en la voz—. Ya no falta casi nada.


    créditos a mi neuronita por recordar la conversación de estos dos, pero que pedazo de tOCHOPOST MADRE MÍA, aunque con el soundtrack no se podía esperar otra cosa-

    también me tuve que aventar a hacer research en mis propios delirios para ver dónde había establecido la mitad de weas que me inventé (?) ya casi abro la otra sala, pero pues tú decides dónde contestas y ya sabes, sin prisa que aquí todos andamos muriendo god save us
     
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    Insane

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    En cuanto estuvimos en el antejardín Craig le dijo a Kurosawa que disfrutarían comiendo el postre, le dio las gracias y por ahí derecho le comentó que en la escuela le pasaría la receta que había solicitado. El tipo no era muy demostrativo, pero podía notar que estaba ¿satisfecho? No sabía si con las clases en casa, el juego que habíamos pasado, o que un amigo suyo estuviese en la ciudad, a lo cual apuntaría a lo último, y los otros momentos como aporte extra en domingo. En cuanto alcé la mano para despedirme de él las palabras de Akaisa me llegaron. Era un apodo un tanto ridículo, pero tenía su gracia.

    inicié a caminar con el paso tranquilo de Kurosawa, con la mirada en los nulos autos que pasaban por la calle.

    —¿Y cómo la pasaste?

    Sabía llevar una conversación, obviamente, pero se me freía la cabeza si recordaba que hace menos de una hora me le había tirado encima con dos más ahí presentes.

    —Ahora que lo pienso nunca te he preguntado, ¿te gustan mucho los dulces, más o menos, o poco?

    BIENVENIDAALACITACUTE Zireael
     
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    Shio2.png

    Entre todo el asunto del amigo de Craig se me había olvidado lo de la receta, así que cuando me lo recordó le agradecí por eso en específico y le dije que por lo general estaba en mi clase, indicándole el número correspondiente. Con eso terminado sucedió la despedida de Katrina, la invitación de Zoldryck y el resto.

    Caminamos con calma hasta la estación, total nada era demasiado urgente, y en cierto punto me alcanzó la pregunta del muchacho. Me lo pensé un rato mientras seguíamos avanzando, no tardamos mucho en estar en la estación de la línea que nos regresaría a Chiyoda.

    —Depende, ¿hablamos de la sesión de estudio? —pregunté cuando estuvimos un poco revueltos en el gentío—. ¿O del hecho de que me besaste con dos pares de ojos encima?

    La estupidez la dije porque no podía parar quieta un segundo, ya estaba visto, y al hacerlo el tono me salió algo más sedoso de lo que pretendía. Total que cuando el metro apareció estiré la mano, sujeté su muñeca y prácticamente me lo arrastré.

    —No estuvo mal, de cualquier forma —añadí sin especificar a qué me refería y solté su brazo al ubicar unos asientos vacíos—. Además, me llamaste Shio. Eso me gustó.

    Al pobre desgraciado le estaba lanzando todas las bombas juntas, pero no me olvidaba de la segunda pregunta que me había hecho. Tuve un momento de lucidez o de delirio, vete a saber, pero me permití una risa y lo miré con el rabillo del ojo, incapaz de dejar de molestarlo.

    —¿No me preguntaste algo parecido en la otra cita? Digo, cuando comimos ramen —corregí de inmediato aunque fue evidente que lo dije con intención—. Me gustan bastante, sí.


    Momento patrocinado por la verdadera personalidad de Shio-

    Edit: inserté ahí el viaje en tren again porque mi sentido del orden lo exigía ahora sí (?
     
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    La estación no era un lugar que frecuentaba al no recurrir mucho al tren, por lo que en su momento solo tenía grabado la casa de Craig al éste enviarme la ubicación y el cómo podía llegar, pero la realidad era que el perderme sería bastante fácil, un poco ridículo si ella llegase a saberlo. Me detuve en dónde esperaríamos la ruta escuchando su pregunta a lo que busqué sus ojos, me puse risueño casi en automático y enterré las manos en los bolsillos.

    —No pude evitar hacer algo que quería hace un tiempo —confesé al aire, sintiendo el agarre de su mano en lo que la saqué del bolsillo, arrastrándome dentro.

    Había quedado con la puerta del tren cerrándose a mis espaldas y el bullicio de la multitud quedó atrás al iniciar el recorrido. Había visto los asientos vacíos, si, pero me apetecía estar de pie, vete a saber por qué. En cuanto me soltó la atraje de espaldas hacia mí, apoyando el mentón sobre su cabeza, aprovechando mi altura, entonando los ojos en lo que la escuchaba hablar.

    —Shio —repetí apenas—. Kurosawa me gusta también —admití con doble intención al tomarme mi tiempo pronunciandolo en un murmuro.

    Sentí que me miró por el rabillo del ojo y su risa me alcanzó. Era extraño que pese a que había algo de gente en el tren, sentía esto como ridículamente intimo.

    —Recuerdo preguntar series, creo que mi memoria se quedó a medio camino —bromeé, escuchando la voz pre-grabada anunciando la próxima parada.
     
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    Zireael

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    Imaginaba que no estaba demasiado familizarizado con el movimiento en metro, pero la ventaja era que andábamos juntos y yo me podía encargar de eso, de hecho lo hacía sin preguntar siquiera. En líneas generales siempre me encargaba de las cosas antes de preguntar si debía hacerlo o no.

    Ni idea de si fue un avance hacia alguna parte, pero luego de mi seguidilla de estupideces no se abochornó como esperaba. Su respuesta de que solo había hecho algo que quería desde hace tiempo me alcanzó y reí suavemente, satisfecha con la suerte de confesión.

    Se había quedado a mis espaldas, de hecho estuve por caminar hacia los asientos vacíos cuando percibí el movimiento de su cuerpo y me anticipé a lo que pretendía. Ajusté un poco mi postura, apenas para permitir que se acomodara, y recosté suavemente mi espalda en su torso.

    Kurosawa también me gusta.
    Para los estándares de comportamiento de este chico hoy andaba demasiado suelto, no era que me molestara, fue más una puntualización. Al escuchar esa tontería, que tuvo doble intención y nadie me diría lo contrario, aflojé la mano con que sujetaba el asa del bolso y la bajé antes de estirarla hacia atrás hasta encontrar la suya. Lo sujeté suavemente, jugueteé con sus dedos y me quedé allí sin responder nada a esas dos primeras confesiones.

    —Hmm, ¿igual fue que yo te lo pregunté a ti más bien? Sé que lo hablamos, pero no tengo idea de en qué dirección —contesté sin necesidad de alzar demasiado la voz por la cercanía. El altavoz ya había anunciado un par de paradas, después de una de esas lo llamé y le regresé otra pregunta sin darme cuenta que usé su nombre sin el honorífico—. Zold, ¿por qué me invitaste?
     
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