Chiyoda Parque Hibiya [Parque]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Zireael, 14 Julio 2021.

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    Insane

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    Con un simple roce de un par de hebras el niñito se había puesto de lo más arisco, sin embargo el cómo disfruté de sus dedos sobre los míos no tenía ni nombre, dejándolo hacer al alejarme sin movilizar un solo músculo ajeno al de mis labios, que se estiraron como la sonrisa de un lobo que acababa de atajar un pedazo de carne entre sus colmillos, y por esa diminuta estupidez podía darme por bien servido, no es como si fuese a seguirle tocando los huevos para hacerlo largarse de un salto en donde no me volviese a vender hierba porque bueno, eso de conseguirla por otra parte cuando ya tenía un vendedor... sería muy aburrido.

    Ganas no le faltaron de clavarme algo en los ojos, lo noté en la chispa de sus pupilas, sin embargo aquello no removió ni un mísero atisbo de alarma en mí, si aquella mierda solo la conocía por parte de un cabrón que tenía más que fichado.

    Y este pajarito ni a los talones le llegaba.

    Estuve por articular palabra luego de su discurso de no sé qué mierda, creo explicarme que no le pusiese manos encima y toda la vuelta, que hasta señas para mudos me haría por ahí derecho, pero el sonar de mi móvil retumbó en mi bolsillo, estaba por ignorarlo y hasta cancelar la llamada, pero en eso vi el nombre de quién lo hacía. Me enderecé usando la mano como apoyo sobre el cuero en lo que contestaba.

    Disculpa si molesto. ¿Zold está contigo?

    Zold salió con Kuorsawa, por eso no ha de responderte.

    ¿Quién es Kurosawa?
    Su nueva amiga, creí que ya te la había presentado.

    No lo sabía...
    Bueno, ya lo sabes. ¿Quieres que vaya hoy?

    No es necesario, no importa.
    Regálame veinte minutos y te llego.


    El silencio del otro lado permaneció hasta un rato después en el que simplemente afirmó con una monosílaba, colgando. Me terminé el trago entonces sin tener conocimiento de que éste niñito y Kurosawa se conocían desde hace rato, aunque tampoco me importaba, los hilos que unía entre personas me tenía sin cuidado, así que tan solo volví a determinarlo con la energía del diablo que mantenía impregnada en cada partícula de mi ser.

    —Quién te habrá jodido tanto para que le tengas tanto pánico al contacto fisíco, pajarito, el cómo te revuelcas en el miedo, y ese manojo de nervios~ —comenté en mofa, pasando de todas las opciones brindadas—. Relájate un poco, digo, para que sigas conservando esa linda cara que tienes~ —me bajé, dejando el vaso vacío sobre la superficie, al lado del suyo, enterrando la mano luego en el bolsillo en lo que le pedía al tipejo la cuenta, sacando la billetera para sacar varios billetes de ésta.

    En cuanto recibí la cuenta le entregué el dinero, repasando la vista por el ventanal y luego por las botas que traía Dunn puestas, siguiendo por sus pantorrillas, muslos, cintura, pecho, su cuello, sus labios, y terminando en sus ojos.

    >>Un día que estés mal y quieras pasarla bien, búscame, te aseguro que te hago olvidar la mierda que sea.

    Un día en que estés jodido.

    Vuelto mierda.






     
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    Zireael

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    Que se diera por servido por haberme hecho tocarlo o no me daba igual, en realidad todo me daba igual en tanto me dejara puto quieto de una vez. Como si no conociera las sonrisas de lobos, como si no las hubiera visto desde los catorce y como si no me corrieran mil diablos más importantes que este. Estos ganaban y ganaban, así que me importaba tres mierdas y de nuevo, quizás hasta suerte tenía yo mismo de haberme quitado los miedos de encima antes de lidiar con este mano suelta.

    Tampoco tenía interés en imprimirle miedo a nadie, porque en esencia sabía que no tenía nada capaz de intimidar, pero aún así se me ocurrió que la chispa de amenaza me debió cruzar por los ojos, más que amenaza estaba asociada a una reacción de lucha. Debió ser la misma que me pasó por la mirada en la callejuela de Shinjuku hace años, cuando intenté zafarme del agarre de Arata el día que me arrastró con Yako.

    Como si me mataban por luchar.

    Que lo hicieran, que lo puto hicieran pero nunca iba a dejarme hacer con resignación. Me ponía malo no dar pelea incluso cuando no tenía fuerza física o psicológica, suponía que venía con el fuego o con las rocas hirviendo, qué cojones iba a saber, no interesaba. Escuchar el apellido de Shiori cuando atendió el teléfono solo siguió avivando el puto fuego, como si el de ella se transfiriera directo a mí en donde fuese que estuviese y me cagué en mis muertos al saber que este ya tenía ubicada a la mocosa. Los hilos se esparcieron por todo el espacio y tuve unas ganas insanas de quemarlos todos.

    Esta cría no elegía una sola buena opción.

    Su discurso me hizo soltar una risa ronca, me salió directo del pecho y fue burlona que te cagas. Que quién me habría jodido tanto, hijo, ¿quién coño necesita ayuda para joderse? Me había tenido a mí mismo para eso toda la vida. Venía defectuoso de fábrica, era la copia de carbón de mi padre, del hombre arisco que no había podido ni aceptar que tenía un hijo y quererlo como tal, su personalidad había saltado directo a mí.

    Desligado, metódico y huraño.

    Las sombras, mis propias sombras, palpitaron al ritmo de las llamas y mira, la verdad es que ya bastante había tenido de este cabronazo. Demasiado para mi gusto, así que iba a aplicar la ley que no le había aplicado a Eris de puro milagro, así le otorgara la victoria absoluta.

    My Lord, ¿también eso? Primero me mato de sobredosis, Kasun, hay que estar puto enfermo de verdad. Métete todas las ofertas por el culo —dije lo suficientemente alto para que me escuchara luego de que me sacara radiografía por segunda vez, todavía con la diversión de mierda impresa en la voz y la sonrisa jodida revoloteándome en los labios—. Disfruta la hierba, diablo, la próxima vas a tener que buscar otro camello.

    El chico había aceptado el dinero de Kasun, salió pero me pareció detectar que se quedaba afuera, a un costado de la puerta o al menos eso me dijo su sombra. Vete a saber si por haberse comido parte de la conversación y que le sonaran todas las alertas o porque sí, no importaba mucho.


    me fusioné muy cagado con cayden y kinda me está llevando el diablo también *mete su rage bajo la alfombra*
     
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    Insane

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    Solo tenía dos personas que me hacían irme de donde estuviese, así fuese que estuviese coqueteando, jodiendo, follando; habían dos personas que con solo llamarme y dar índice de que me necesitaban estaba ahí sin ninguna puta duda, bajándome los cambios en un dos por tres pese a no exteriorizarlo nunca en la vida; mi hermano y ahora, Génesis, que estaba colada por mi gemelo, y ya me veía venir el que hubiese preparado algo para ver películas al ser un día que se tomaba con más ligereza. De seguro estaría sentada en el marco de la ventana con el celular frente a sus pies, mirando los carros esperando que llegase alguno de los dos.

    Porque así fuese un demonio, tenía a quienes querer.

    Que sino fuese por ellos.

    Pfff, de seguro sería más porquería de lo que ya estaba hecho.


    Por otra parte el tipo éste estaba vuelto mierda ya en furia, vete a saber por qué, que con solo un par de palabras ya se revolcaba como perro arisco sin bozal. No tenía ni un minímo control sobre sí mismo, al menos no de su boca, y aquí me daba cuenta que compararlo con el principito había sido un error, porque Shinomiya al menos mantenía la compostura casi siempre, pero éste se iba de cabeza a un barranco por una cantidad de pequeñeces que daban gusto. Si sintiese algo de empatía por el cardenal me daría hasta lástima que se saboteara sus propias alas, pero como me importaba un culo pues, ni modo.

    Lo de my lord sonó exquisito de su boca, continuando luego con la aguja de lo de la maria.

    ¿Otro camello? De complicado no le veía nada pero me daba una pereza aquella tarea.

    —Ve a terapia, digo, parece que lo necesitas urgente~

    Caminé hasta la puerta, echándole un vistazo al tipo que nos estaba atendiendo a lo que solté una risa nasal por la situación en general que se había ido al demonio, y sin una pizca de esfuerzo. Tolvaj se cagaría de la risa cuando se lo mencionara.

    >>Como digas, de igual forma, las puertas siempre las tendrás abiertas.

    De esta agua no beberé... había escuchado eso tantas veces que deberían pagarme por ello. Me perdí por el pasillo en lo que sacaba el móvil, pidiendo un servicio de taxy.

    Por aquí termino con babyzeld
     
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    Zireael

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    Si algún día me enteraba que este diablo tenía sus propios talones de Aquiles iba a hacer poca o ninguna diferencia. La gente que nos rodeaba, cómo reaccionáramos a ella y qué tanto nos importaran no quitaban las cagadas que nos marcábamos. Si un día me agarraban por la hierba, por las armas o por robo no podía venir y quitarle seriedad al resto de mierdas porque quería a mi madre, porque dejaría a Kohaku atravesarme el pecho de un tiro o correría hasta el fin del mundo por cualquiera de mis chacales.

    Eran mis sombras, eran mis propios colmillos de lobo que había jugado por años a ser un canino inferior y moriría con ellas cuando correspondiera aunque me pasara el resto de la vida saltándome todas las putas cercas que intentaran contenerme. Como buen escapista, como todo animal a medio domesticar.

    Este no iba a entender ni aunque se lo explicara al nivel de niños de preescolar y no era porque le costara, era porque no le salía del culo hacerlo. Mi furia no venía de haber hablado con él, venía del contacto que nunca había aceptado y las insinuaciones de mierda que también rechazaba activamente pero con las que insistía. Picaba, picaba y picaba, esperando que el pez mordiera el anzuelo... Porque estaba acostumbrado a que la gente cediera. Se veía que no había topado con gente con tantita dignidad.

    Con las putas ganas se iba a quedar.

    Era para mearse la idea de que este estuviera pensando que me cortaba las alas yo solo, que a ver, en una mayoría importante del tiempo podría tener razón, pero ahora mismo... Encabronado y todo, estaba en mi jodido elemento. Posiblemente nunca en la vida hubiese podido caminar entre mi propio fuego de esta manera, libre del eterno miedo pero sin dejar de lado la autodefensa. Iba a morder todas la putas manos que me dieran la gana hasta que el mensaje quedara claro aquí y en el otro lado del mundo.

    Ve a terapia, digo, parece que lo necesitas urgente.

    Había que tener los huevos de un puto toro para decir eso sin mirarse en el reflejo de la ventana.


    —Entonces tenemos una única cosa en común, contra todo pronóstico~

    Una parte de mí tenía genuina curiosidad por saber qué le habría dicho Discordia o no, es decir de que se mearía al enterarse del numerito eso era innegable, pero quién sabe si el teatro habría alcanzado sus expectativas. Lo dejé largarse, obviamente, es más de milagro no le limpié el piso para que se fuera como un príncipe.

    Apenas estuvo fuera solté una risa sin gracia, rebotó en la madera de la sala privada, se mezcló con una canción en italiano que había comenzado a sonar de fondo y saqué un porro del bolsillo junto al mechero.

    —Nunca hubo puertas —murmuré encendiendo el cigarro, le di una calada profunda y liberé la nube blanquecina al dejar caer la cabeza sobre el respaldar—, diste de lleno con la roca, puto imbécil.

    Con las paredes de la cueva.

    Apagué el porro luego de una segunda calada, me retiré de la sala y le agradecí al muchacho que nos había estado atendiendo, para finalmente bajar al lobby del Imperial y regresar al Hibiya. En el camino me saqué el móvil del bolsillo, marqué de memoria el número de Hikkun y me atajó la llamada al segundo.

    —¿Cómo te fue? —preguntó, con la eterna apatía impresa en la voz.

    —Como podría irle a cualquiera con el diablo encarnado, ya se fue a la mierda, que de todas formas si no se iba él, me iba yo.

    —Puedes caernos, seguimos en el parque, estamos por el estanque.

    —¿Con Shimizu?

    —Y aparecieron los Ootori también, andan trayendo otra botella.

    —Cruzo el paso de cebra y ya casi llego entonces.

    Colgué para regresarme el aparato al bolsillo, hundí las manos en los bolsillos y después de cruzar la calle me perdí por los caminos del Hibiya con mis pasos livianos de fantasma. Avancé como un fuego fatuo, sin prisa, con la mata de pelo rojo reflejando el alumbrado amarillento.

    Digamos que me sentía tan en mi salsa en ese parque como en los hoteles pijos de Chiyoda y si algo me iba a sacar la mala hostia iba a ser beber un rato con ese grupo de idiotas, nada más.


    y por aquí cierro yo también (?

    a zold le contesto más tardito o mañana, porque el estado emocional de cay siempre me pega un huevo y medio asjabdjehs así que venir a mezclar su mala leche con la de shiori no suena prudente
     
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  5. Threadmarks: II. Viernes 22 de mayo [noche]
     
    Gigi Blanche

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    Pocas eran las veces que había pisado Chūō, estando sola quizá se reducían a tres y de noche... bueno, cualquiera lo adivinaría. Al menos era un viernes y las calles rebozaban de gente y energía, cosa que me permitió relajarme un poco. Había echado a caminar tras salir del casino hasta una avenida, buscando despejarme un poco. Me había dicho Minato, el muy cabrón, y ahora estábamos aquí. Suponía que era un tipo precavido, pero eso no quitaba la cuota de rabia que me provocaba. Suspiré, andando entre los grupos de jóvenes, los coches caros y los imponentes edificios llenos de luces. Era increíble la cantidad de extranjeros que se veían por aquí.

    Fue cruzando un puente por debajo que divisé el Hibiya a lo lejos, ubicándome mentalmente, y se me ocurrió que podía ser un punto de encuentro bastante razonable. Lo había dicho en broma y no había habido un contrato como tal, pero sí que se encargaron de recordarme que haría bien no abriendo la boca. Tampoco me apetecía hablar al respecto, la verdad, así que podíamos quedarnos todos tranquilos. Eso no me quitaba el peso de encima, claro. Hondo, en el centro del pecho.

    Saqué el móvil, disminuyendo el ritmo sin darme cuenta, y abrí el chat de Arata.

    No preguntes, pero estoy en el Hibiya 23:12
    Junto a la florería Kadan 23:12
    Me perdonas el ligero cambio de planes? 23:13


    Realmente no estaba lejos de Minato, pero nobleza obligaba. El Hibiya también lucía muy diferente a esas horas, ignoré unas cuantas miradas innecesarias y apoyé el hombro contra el lateral de la tienda que le había mencionado, cruzando los brazos bajo el pecho. La noche estaba cálida, al menos, y el cielo lucía despejado.


    El five lo demanda and also i wanna cuz god bless renata ri, el outfit de Sasha acá y acá uwu7

    ah memeo Yáahl casi olvido etiquetarte ajdkjsad
     
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    Lo que quedaba de la tarde y la noche se había pasado con relativa rapidez en el bar, sin mayores sobresaltos. El viernes era un día movido, eso lo sabía cualquiera, pero igual a mí me tenían medio supervisado para no ir a la cagarla ni nada. Tragos sencillos, pasar comida de la cocina a las mesas y la charla que hiciera falta con alguno de los viejos pijos que usaban esto de base.

    Ese día cerraban más tarde, lo sabía, pero a mi turno le había quitado unas cuantas horas que le meterían a todos los sábados de ahora en adelante así que cerca de las once y viente se apareció el gerente, me dijo que podía retirarme y así lo hice. Le agradecí con una reverencia, me despedí del tío que me estaba supervisando y dejé mi lugar detrás de la barra.

    Mientras me retiraba a la zona de atrás del bar, la que tenía una sola fila de taquilla para los empleados, me saqué el teléfono del bolsillo porque lo había sentido vibrar no hace mucho. Los mensajes eran de Sasha, obviamente, así que le respondí en lo que seguía caminando.

    No te preocupes, Rojita 23:18
    Espérame allí 23:18
    Llego en 15, apenas voy de salida. Quizás en 10 23:19
    Si alguien te molesta, le sueltas una hostia 23:19


    Aproveché que no había nadie más allí para cambiarme, porque no se me apetecía andar por la vida con estas pintas de bartender. Dejé la camisa en el fondo, me dejé la camiseta de tirantes de siempre y me puse los jeans que había dejado allí ayer, antes de cerrar la taquilla saqué la chaqueta roja y me la eché encima, también tomé las llaves de la moto y el casco. Lo dicho, no queríamos muchachas bonitas corriendo peligro de muerte.

    El Hibiya no quedaba demasiado lejos de Akasaka, menos en motocicleta, así que no era un gran cambio de planes y yo no era un loco del orden. Quería pensar que esa zona y las cuadras que la rodeaban eran relativamente seguras, pero luego del Incidente Cayden no tenía la mínima certeza y por eso agradecía que la pelirroja no tuviera que esperarme demasiado. No que fuese yo la cosa más intimidante, pero una cosa era estar en el barrio y otra andar con el barrio.

    Tomé la ruta más rápida y los pocos minutos conduciendo, con el viento amenazando con cortarme la piel, me sirvieron para reajustar las piezas que se salían de lugar al tener que fingir que, no sé, no tenía al diablo persiguiéndome durante las horas en el bar. Así cuando giré para tomar la calle noreste del Hibiya ya me sentía más como yo mismo, en vez de como un muñeco.

    A menos de doscientos metros de la florería el Hibiya tenía un estacionamiento, así que me metí allí para dejar la moto, casco incluido, y salir a buscar a Sasha. En el camino le pegué un jalón a un porro, que total a esa hora ya empezaba a dar un poco lo mismo lo que pasara en ese parque, y lo regresé al bolsillo junto al mechero, aunque antes aproveché para enviarle otro mensaje.

    Ya estoy cerca 23:30

    Regresé el móvil al bolsillo, le metí algo de prisa a la poca distancia que quedaba para alcanzar la tienda. Tampoco tuve que buscar demasiado, el cabello la delataba, así que apenas detecté la melena roja me tragué una risa y silbé para llamar su atención.

    —¿A qué hora vas por el pan? —pregunté alzando la voz, porque en hacer el imbécil me había titulado hace años, y regresé al tono normal cuando ya estuve cerca de ella—. Lamento haberte hecho esperar.


    man this stupid fucker is so lucky like ma'am im gay-

    a pedido del five que domina nuestras vidas, even tho casi no haría ni falta: here pero como parece mucho pedir la chaqueta here we have one
     
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    Gigi Blanche

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    Luego de haber enviado los mensajes y llegado al punto de encuentro, no quedaba mucho por hacer. Me sentía un poco alerta, no iba a negarlo nunca, y no ayudaban demasiado los grupos esporádicos que oía cruzando el Hibiya en diferentes direcciones. Al comienzo me empeñé en darle la espalda al parque, pero pasados algunos minutos cedí y me apoyé plenamente contra la pared de la florería, cosa de tener todos los flancos cubiertos. Mi móvil vibró en el bolsillo de mi pantalón y lo chequeé a velocidad, soltando el aire por la nariz. Bueno, era lo que era. Su último mensaje me arrancó una risa floja y meneé apenas la cabeza, mis uñas repiqueteando en la pantalla al tipear.

    As if 23:19
    Vale, aquí te espero entonces 23:19


    Me había tardado mucho más de lo que había anticipado dentro del club, así que no era culpa de nadie. Tampoco quería pensar en eso, así que regresé el móvil a mi bolsillo y me encendí un cigarro, cosa de ocupar las manos en algo y... no sé, ¿me fundía con el ambiente? En mi cabeza tenía sentido.

    Las miraditas a la pasada siguieron, aunque nadie se me acercó ni me dirigió la palabra y lo consideré una victoria. Ya estaba bastante acostumbrada, en verdad, la diferencia era que allí me sentía mucho más expuesta a causa de las circunstancias; si me convencía de que era la misma mierda de siempre, del café y las esperas por los trenes o los buses, podía manejarlo.

    Estaba demasiado atenta a los alrededores, incluso con el bullicio del barrio, así que estiré el cuello en cuanto me pareció oír el rugido de una motocicleta. Pasaron pocos segundos hasta que vibró mi móvil y le eché un vistazo, descomprimiendo los pulmones. La verdad, descomprimí el cuerpo entero. Me quedé allí, ya acabando el cigarro, hasta que su silueta apareció desde el fondo de la calle. Regresé el aparato a mi bolsillo, dejé caer la colilla en el suelo y la aplasté con el pie. Estaba en eso cuando oí su silbido y alcé a verlo, aún con la espalda contra la pared. Lo recibí con una sonrisa divertida, como si no hubiera estado esperando que me saltaran de cualquier esquina hasta hacía tres minutos.

    Disimular estaba entre mis mejores talentos desde siempre.

    Su comentario de manual no modificó mi expresión realmente, esperé a tenerlo frente a mí para que se disculpara por tardar y yo menear la cabeza, quitándole importancia al asunto. Despegué la espalda de la pared por fin, aproveché el vaivén para dejarle un beso en la mejilla y seguir caminando, hasta detenerme tras su espalda.

    —Es información clasificada, lamentablemente —respondí a la tontería del pan y hundí las manos en los bolsillos de la chaqueta blanca, esperando a recibir su atención—. ¿Todo bien, Hon?


    por qué ser gay cuando podemos ser bisexual-
     
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    Zireael

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    Obviamente esperar en el Hibiya ya a esas horas de la noche no tenía buena pinta, no iba a negarlo ni nada, y eso que ni le había dicho que el otro andaba con cara de saco de boxeo por andar haciendo el tonto en el barrio. Quizás por eso le metí algo más de gas a la moto, vete a saber, tampoco le prestaba demasiada atención a mis propias acciones como para enterarme de algo en la mayoría de los casos. La introspección se la dejaba a otros, a mí el autodescubrimiento casi me molestaba.

    No tenía tiempo para detenerme en grandes reflexiones sobre mí mismo y esas mierdas.

    En cualquier caso, no había revisado el móvil después de la primera tanda de mensajes y solo vi sus respuestas cuando le mandé el otro, el de que ya estaba cerca. Como iba a verle la cara en poco tiempo no vi por qué seguí haciendo el tonto por texto, quería decir, siendo que podía hacerlo en vivo y a todo color, así que regresé el teléfono al bolsillo para seguir con mis cosas.

    Cuando tuve a Sasha en el campo de visión me di cuenta de su movimiento, el de arrojar la colilla y aplastarla, honestamente cualquier se encendía un cigarro si tenía que esperar en el corazón de Triágulo del Dragón, así fueran tres minutos. Además más o menos servía de camuflaje, era un poco azarosa la cuestión, pero de que era mejor que estar mirando moscas, eso seguro.

    Noté su sonrisa divertida, la reflejé y la vi despegar la espalda de la pared de la tienda, colado en ese mismo movimiento me dejó el beso en la mejilla que recibí con toda la naturalidad del mundo y la seguí con el rabillo del ojo en lo que caminaba, hasta quedar a mi espalda. Respondió a mi estupidez del pan y yo me desinflé los pulmones, fingiendo decepción.

    —Joder, y yo que estaba dispuesto hasta a levantarme a las cinco de la mañana en domingo. —Me quejé en voz alta y giré el cuerpo en su dirección, por la gracia consumí la distancia y le dejé un beso en la mejilla también—. Todo bien, Rojita. ¿Tú qué tal?

    A ver, no tenía que soltarme toda la sopa y en sí imaginaba que no podía, por todos los rollos de confidencialidad con los que se movía esta gente, pero me valía cualquier cosa que me dijera, hasta si era mentira o protocolo. En gran parte me tranquilizaba que estuviese allí de una pieza, al menos de forma aparente, suponía que era mejor que nada.


    es usted toda una visionaria, cñorita oh yes
     
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    Gigi Blanche

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    Le había dejado el beso con la misma naturalidad que, sabía, iba a recibirlo; yo tampoco era lo que se dice la reina de la introspección, si no me estaba moviendo en piloto automático lo hacía por impulsos inmediatos y ya. No había mucho que analizar en la mayoría de las mierdas que hacíamos día a día, y no preocuparme por eso me dejaba espacio para todo lo demás que sí me concernía.

    Oí cómo se desinflaba los pulmones y la broma me arrancó una risa floja, aunque noté sus intenciones de acercarse y permanecí en silencio hasta recibir su beso de vuelta. Cuando volví a encontrar sus ojos estaba sonriendo casi como una niña pequeña que le prepararon waffles con chocolate, pero entorné apenas la mirada por el puro placer de seguir bromeando.

    —¿Hmm? Qué diligente —murmuré, estirando las manos hasta encontrar las solapas de su chaqueta, y se las acomodé porque sí, jalándolas suavemente—. Con tal nivel de sacrificio me lo pienso y todo.

    Mantuve la cercanía en lo que soltaba aquello, fue entonces que me separé y guardé las manos en mis bolsillos, empezando a caminar. No tenía un rumbo concreto, sólo me apeteció. Por suerte no tuve necesidad de mentirle, eso tampoco se me antojaba. Más allá de las implicancias de la situación en sí, no había sido excesivamente incómodo ni agobiante. Suponía que era un punto a favor.

    —Todo bien, sí —dije al aire, echando un vistazo al interior del parque. Ya con Arata lucía bastante menos amenazante—. Fue... lo que esperaba, básicamente. Pero eh, me invitaron un trago que estaba muy bueno. Y el lugar está bonito, very classy. ¿Tú trabajaste hoy? ¿No deberías estar en el bar a esta hora?
     
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    Esto de moverse en la inmediatez era un don y una maldición, ambos lo sabíamos, pero no era que hubiese mayores opciones para seguir funcionando. Si era lo más inteligente o no, bueno, que lo juzgara el resto de la gente y me llamaran cuando me importara lo suficiente. Tenía la dicha de no preocuparme por lo que la gente dijera o pensara, me había dado cuenta desde crío que era mucho más fácil así.

    Había cosas en las que no valía la pena desgastarse, ni más ni menos.

    Noté su sonrisa por la tontería del beso en la mejilla y me tragué una risa, como venía siendo tradición ya no hubo burla alguna en el gesto. Puede que me hubiese provocado algo bastante parecido a la ternura, no estaba muy seguro, y de todas formas no nos quedamos mucho allí. Su comentario hizo que una sonrisa más parecida a las de bufón de siempre me alcanzara los labios y me quedé en mi lugar viéndola acomodar las solapas de la chaqueta como si fuese lo más interesante del mundo.

    —Para que veas, Rojita, semejante nivel de sacrificio no se encuentra en cualquier lado —dije por seguir haciendo el tonto.

    Se separó de mí y comenzó a caminar, así que la seguí para acompasarme a su ritmo. Le presté el mismo nivel hasta estúpido de atención que en la piscina, así no tuviese pinta, porque la preocupación con toda esa oferta de mierda no me la sacaba de encima ni a hostias ya.

    En algún punto estiré la mano en su dirección, rodeé su cintura unos segundos y la atraje un poco hacia mí, al despegar la mano de ella le dediqué una caricia liviana en un punto muerto entre la espalda y la cadera. La movida no cargó maña alguna en realidad, fue si acaso una sugerencia silenciosa de que se mantuviera relativamente cerca.

    Conocía este parque, yo mismo era parte de la peste que poseía, así que también sabía cómo, cuándo y por qué nos comportábamos de vez en cuando. Yo la había invitado a hacer el tonto de noche, así que lo menos que podía hacer era prestarle la sombra que mis decisiones de mierda me habían conferido.

    —No puede ser —solté al aire, con cierto tono dramático—. ¿Vienes bajo los efectos del licor, Sasha? ¿No te parece una barbaridad?

    Algo de risa se me coló entre las palabras, nada muy loco, y suspiré después. La miré con el rabillo del ojo, me di por servido con su respuesta porque como le había dicho, era cosa de acostumbrarse, por desgracia.

    —Me alegro, linda. Quiero decir, de que al menos no haya sido tan terrible —dije bajando el tono y después atendí a su pregunta—. Ah, sí. Salí pitando de Akasaka después de que te contesté, estaba desde que abrieron. Todavía están viendo cómo cojones acomodarme el horario, por ahora me van a dejar huir antes los viernes y me van a meter horas el sábado amanecer domingo. Imagino que tendrán más clientes o qué se yo, tampoco puedo preguntar mucho o big sis se me pone espesa.

    Suponía que seguíamos caminando sin rumbo específico y tampoco me molestaba, así que lo dejé ser. A la larga este era mi hogar, sin importar si llevaba toda la vida en Shinjuku, en este pedazo de tierra tenía los mejores recuerdos de mi vida y de alguna forma me sosegaba el corazón, la ira que me corría por las venas. Al pensar en eso alcé la vista al cielo unos segundos, entre el montón de luces del corazón de Tokyo no había mucho que ver, pero qué más daba.

    —A ver, ¿alguna experiencia con la vida nocturna de Tokyo? ¡Necesito el reporte completo!
     
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  11.  
    Gigi Blanche

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    Habíamos comenzado a adentrarnos un poco en el parque, sin más razón que la de estirar las piernas y andar en vez de simplemente mirarnos las caras. Los espacios en el Hibiya eran bastante amplios y que fuera de noche, si se quiere, los extendía aún más. Que no hubiera casi nadie a la redonda no significaba exactamente que estuviéramos cien por ciento a salvo, aunque en compañía el detalle se me escapaba un poquito más que antes. Comprendí sus intenciones, sin embargo, al encontrar mi cintura e instarme a acercarme un poco. A la mañana ya había pensado todo el rollo de los portales y la dimensión paralela, y por delirante que sonara, ahora lo veía. Me había subido a ese coche y aquí estábamos, del otro lado.

    Uno que él conocía mucho mejor que yo.

    El gesto, aún así, me hizo voltear a verlo un segundo. La caricia ligera me reinició las neuronas, si se quiere, y alcé las cejas.

    Ah, I see, ¿haciendo valer tus derechos y obligaciones de caballero? —bromeé, sin necesidad de alzar la voz, y lo dejé estar.

    Que se pseudo indignara por un mísero trago se sincronizaba con la de estupideces que, al parecer, íbamos a seguir soltando. Me venía bien, mantenernos en esta capa de superficialidad. Ya habíamos... pelado demasiado la cebolla en la escuela, por bizarra que sonara la metáfora. Prefería quitarle peso al mundo y hacer de cuenta que todo era un poquito menos malo de lo que era.

    I would never! —repliqué, profundamente ofendida, y por el teatro no me quedó más que alejarme un poco; en lo que avanzaba agregué, con la diversión filtrándose progresivamente en mi tono—: Además... eso me salió mal la última vez, ¿no?

    Claro, ahora sí bromeaba con eso.

    Igual no pretendía andar de osada en un terreno desconocido ni ponerme en un plan que lo estresara, así que pronto regresé a su lado y le sonreí al oírlo decir que se alegraba, ya que lo sentí muy sincero. Oí el resto que me contó, había sacado las manos de los bolsillos para el numerito así que acabé enganchándolas a mi espalda.

    Había vuelto el rostro para hablarle, pero lo vi alzar la mirada al cielo y aguardé que regresara para hacerlo.

    —¿Big sis? —pregunté, con la misma curiosidad inocua de cuando indagué sobre el Triángulo—. ¿Es la que te consiguió el trabajo, estimo?

    Y seguimos por ahí, recorriendo un camino que vete a saber adónde llevaba; el Hibiya era bastante grande. Si alguien sabía ubicarse, supuse que sería él. Su pregunta me arrancó una risa breve y lo pensé un poco. Habían sido pocas, poquísimas las veces que había tenido tiempo o energía para salir con Daute, la verdad, y no habían sido cosas muy locas.

    —La verdad que no —confesé, encogiéndome de hombros—. Nada por fuera de algún bar en Suginami al que haya ido, y dudo que hagas algo- ¡Ah! Fui al Yozakura, en Taitō, para ver los fuegos artificiales. ¿Eso sirve?

    Ni siquiera era una evaluación que debiera superar, pero siendo justos, muchas veces interpretaba así las cosas. Deslicé la mirada a él, ladeé un poco la cabeza y busqué su brazo para engancharme de él con movimientos suaves.

    —Estoy en sus manos, Sir —murmuré como un angelito—. Tendrá que ser amable conmigo.

    ¿O quizá no~?
     
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  12.  
    Zireael

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    Era más fácil hablar como la gente decente, en vez de como el bufón de turno, cuando no tenía que ver a la gente directamente, así que puede que mucho de lo de caminar por el parque tuviera que ver con eso. Me permitía actuar de formas que quizás correspondían más a lo que había querido Yako de mí, o de la persona que podía ser si solo me centraba en ser un guardián de mis hermanos o de vigilar a Sonnen toda una noche, esperando que no la palmara luego de la paliza de Hikkun. Algo más parecido a un guardián que a un ejecutador.

    Pero el segundo papel me salía terriblemente bien.

    Como le había dicho en la piscina, mucho del peligro dependía de por dónde y con quiénes ingresaras al Infierno que conocíamos, que aceptábamos como nuestro hogar. Lo había dicho por Minato, que era un barrio neutral con Yuzu moviendo una buena parte del negocio, pero podía aplicar a cualquiera de los barrios, incluso para las ruinas abandonadas de Chiyoda.

    Aquí el portal era yo.

    Su broma respecto al gesto me sacó una risa nasal, me encogí de hombros y la miré de costado. Mi molde no correspondía a nada de eso, ya estaba dicho, ni siquiera sabía si podía encargarme en algún rol particular en este momento, siendo la persona que era, pero tontear con lo de ser un caballero tenía su gracia. Me quitaba un peso de los hombros, vete a saber cuál.

    —Pues claro, señorita. ¿Qué esperaba? Esta noche está bajo mi cargo —dije con cierto tono pomposo, traté de imitar los aires de grandeza de los niños pijos que conocía y me tuve que obligar a no soltar la risa.

    Se veía que hoy queríamos hacer el imbécil con ganas, porque replicó a mi estupidez del alcohol y hasta bromeó con algo más, que acabó por casi hacerme soltar la carcajada. Yo no me movía por orgullo ni nada de eso, de allí que pudiese reírme de tres cuartos de la vida con una facilidad que resultaba casi preocupante, pero que ella dijera eso me hizo más gracia de la debida, pero aún así no me reí con malicia alguna.

    —Ya, pero dicen que el que busca encuentra. Bueno, el que jode se da cuenta o como quieras decirlo —dije en medio de las risas—. Además, ¿te piensas que yo vine aquí en plan sobriedad y no sé qué? No no no, qué aburrido. Encima es tempranísimo.

    Se había alejado por el minidrama, pero volvió a mi lado no mucho después y noté su sonrisa cuando le dije que me alegraba, sabía que solo le estábamos quitando peso a las cosas, pero tampoco era un pecado, al menos a mí no me lo parecía. En los intermedios fue que alcé la vista y al volver a bajarla al frente, luego volteé el rostro para verla a ella cuando preguntó lo de big sis con la misma curiosidad que lo del Triángulo, haciéndome caer en cuenta que hasta ahora mencionaba a alguien de los chacales fuera de, bueno, los dos cachorros de la academia.

    —Lo es, sí —afirmé con calma y le sonreí—. No es secreto de Estado ni nada, estaba en una pandilla en todas las de la ley. Hace algunos años este parque era nuestro puto palacio, Rojita, pero la vida pasó y ahora solo queda el polvo. Algunos seguimos en contacto, otros se perdieron y lo que sea, pero bueno, big sis siempre se quedó allí para los que no nos movimos o los que fueron volviendo. Cuando necesitamos algo, ayuda desesperada, acudimos a ella. Fue lo que hice el día que me hablaste, cuando tenía la nariz reventada, y fue lo que hice luego de decirte que habláramos e irme. Está molesta por el golpe que se llevó Cayden, pero me ayudó de todas formas.

    No merecía esa clase de lealtad, pero la recibía y me aferraba a ella porque era todo lo que tenía.

    Puede que hiciera exactamente lo mismo con Sasha justo ahora.

    No tenía un rumbo particular, podía seguir los caminos hasta el estanque o seguir hacia cualquier otro lado, así que solo seguí caminando un poco por inercia luego de soltarle la sopa. Una parte de mí sintió cierto alivio al contárselo a otra persona por fin, como si un elefante me hubiese sacado el pie del pecho, porque iba allí el rollo de la pandilla, lo de Ryouta, la molestia de Yuzu por lo de Cay y otras mierdas.

    De igual forma le presté atención a su respuesta, la pregunta la había hecho yo después de todo y mandé lo de Suginami a la papelera casi de inmediato, no servía de mucho, pero di un respingo cuando cortó su propia idea. Regresé la vista a ella, mencionó el festival y se me iluminó la bombilla a medias, como si fuese un crío.

    —¿Fuiste al festival? —pregunté porque tenía su gracia que hubiéramos estado en el mismo espacio físico—. ¿Te gustó? ¿La pasaste bien? Si sirve, pues no creo, pero suelta la sopa igual.

    La tonta se enredó a mi abrazo, la recibí como era usual, y solté el aire por la nariz al escuchar lo de que estaba en mis manos y toda la estupidez. La repasé con la vista sin demasiado disimulo, pasando de un extremo al otro con una facilidad estúpida y me permití el comentario imbécil de turno, con algo más de intención.

    —No puedo prometer nada~
     
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  13.  
    Gigi Blanche

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    Su tono pomposo casi me arrancó una carcajada, fue extrañamente convincente pero viniendo de él, vamos, era comedia pura. El pensamiento me hizo repasarlo con una cuota extra de consciencia, ya que, extrañamente otra vez, no tenía tantas pintas de pandillero. No sé, igual yo había pecado de imaginarlo con esas chaquetas bordadas y toda la parafernalia, lo típico de las pelis. Normal que no anduvieran tan excéntricos en su día a día.

    Ah, so reliable~ —fue lo único que agregué a la broma, lo hice casi encima de sus propias palabras.

    Su risa fue casi una carcajada cuando bromeé sobre aquel incidente y no tuvo forma de encender ninguna alarma, cosa que noté de inmediato y me alegró internamente. Muchas veces acababa pareciéndome a una bestia del orgullo, puede que en el fondo fuera una, pero eso no significaba que me agradara. Su respuesta me alcanzó cuando había puesto algo de distancia, y me sirvió para voltear hacia él con el ímpetu justo y la cara de indignada. Los rizos rebotaron.

    —¿Me estás diciendo que consumiste alcohol en un bar de barrio, probablemente gratis, un viernes a la noche? How dare you!

    Luego regresé, él le echó un vistazo a las estrellas y respeté el pequeño espacio, pues si había algo que comprendía era eso. Era probable que todos, en mayor o menor medida, más o menos conscientes, buscáramos alguna clase de respuesta en el cielo, en su inmensidad y cuerpos celestes. Era irracional, un auténtico sinsentido, pero ¿qué bien nos hacía aferrarnos únicamente a la coherencia? Ninguno, vaya. Podía buscar la noche entera en el cielo, si quería. Lo entendía.

    E iba a esperarlo.

    Presté atención a su explicación, aunque fui alternando mis ojos entre él y el parque; más lo segundo, la verdad. Con oírlo bastaba. Repasé los alrededores en cuanto nombró al Hibiya como su antiguo palacio, pero la mención al polvo casi me cosquilleó en la nariz y no lo miré adrede. Dudaba que fuera un tema agradable para él y no quería husmear. Puse mis neuronas a trabajar cuando trajo a colación el día de la nariz partida, arrugué apenas el ceño en el proceso y fui haciendo las conexiones pertinentes. Él, esta chica, Cayden, habían sido una pandilla de... ¿Chiyoda, suponía? Por lo del Hibiya. No sabía a qué se refería con eso de haber acudido a su big sis el día de la nariz rota, pero sentí que no podía ser bueno. Nunca le había preguntado al respecto, de todos modos, y ya la hora se había pasado.

    Ya de paso, medio me confirmaba que el ojo morado de Dunn había sido consecuencia de... esta dimensión, si se quiere.

    Tomé aire, lo solté lentamente y me lo pensé un par de segundos. No sabía muy bien qué decir, si convenía hacerlo en absoluto, pero al final ganó lo que solía pesarme más: preocupación.

    —¿Sí quieres estar aquí, entonces? —inquirí en un murmullo, volviendo a verlo—. Podemos ir a cualquier otra parte, Tokyo está bastante grande.

    Luego me soltó la seguidilla de preguntas con respecto al festival y me reí; me había pillado desprevenida, pero fue de ternura más que otra cosa. De repente había sonado casi como un crío y ni idea por qué, yo no le veía mucho show a que hubiéramos ido ambos al festival. Había habido una cantidad estúpida de gente, al fin y al cabo.

    —La pasé lindo, sí. Fui con mi familia y allá me encontré con Maze y... uhm, conocí a otro chico; va a tu clase, ahora que lo pienso. ¿Kenneth Thornton? Bueno, ese. Los fuegos artificiales también me gustaron mucho. ¡Y compré esta pulsera! —Agité el brazo frente a su cara, sonriendo de oreja a oreja, la tontería me aflojó una risa breve y relajé el cuerpo, sopesando el resto de la información; la acción literalmente me hizo mecer la cabeza—. Y te cuento el chisme porque ya qué, también me topé con mi ex. Fue una noche bien movidita, como verás, pero valió la pena. ¿Tú qué tal la pasaste, cielo?

    Luego me marqué la tontería condecorada, quizá porque llevaba un buen tiempo ya sin ponerme en ese plan con nadie y francamente lo disfrutaba. El idiota me repasó con la vista, yo me revolqué en la mierda y seguí con la sonrisa de good girl, incluso tras escuchar su respuesta.

    —¿Eh~? ¿Debería preocuparme?
     
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  14.  
    Zireael

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    Tenía su gracia este rollo de la pandilla y toda la mierda, porque tenía más pintas de motociclista cualquiera que de pandillero directamente, ahora que lo pensaba, o de hijo de la yakuza si me ponía traje y todo el cuento como en la mascarada, ahí caía en otra categoría un poco sin escalas. La realidad es que ahora no pertenecía ni a una ni a la otra y el único que entraba en la estética media cinemática del rollo era, para la gran gracia, nuestra mariposita cuando se despertaba deseando ser extra, en eso se parecía a Yako. El resto, bueno, nos paseábamos por todas las escalas en términos de pintas urbanas, la cosa parecía una ensalada mal hecha.

    Igual lo cierto es que más que por las pintas nos reconocíamos y reconocíamos a los otros mediante el olfato, la peste a azufre que despedíamos. En algunos era apenas perceptible, en otros era capaz de ahogar y así todo el rato. Mucho del Hibiya olía a eso, al centro de un puto volcán, pero era lo normal incluso en los tiempos de gloria a estas horas.

    Su añadido a mi comentario con tono pomposo solo siguió apilando las tonterías y me obligó a que el esfuerzo por no reírme fuese todavía más consciente que antes. Lo dejamos correr de todas formas, pero no significó que le diéramos tregua a la estupidez. Reaccionó, volteó a mirarme y su cabello rebotó siguiendo el movimiento, ya de por sí dramático, y alcé las manos en señal de rendición.

    —¡Me declaro culpable, mi estimada señorita! —solté de inmediato—. ¡Necesitaba ese vodka para sobrevivir la noche en el bar pijo, pero nunca había estado tan sobrio un viernes de todas maneras!

    Le dediqué una sonrisa, fue relativamente suave y medio cargó la intención de que me perdonara, pero yo bien sabía que la cara de cachorro mojado no se me daba bien desde hace años, así que tampoco la forcé, simplemente relajé las facciones. Volví a bajar las manos no mucho después, poco antes de meterme en mi pequeña burbuja, el globo de vidrio que en vez de nieve artificial tenía polvo.

    Lo respetó y me esperó.

    Y no supe demasiado bien qué hacer con la realización.

    Sabía que no éramos de andar husmeando, pero incluso si lo hacía era posible que solo le hubiese seguido soltando la sopa, había soltado la boquilla del cilindro y el gas se me estaba escapando sin más. Desde lo de Kaoru pintado en el asfalto hasta lo de mi padre, puede hasta el porqué le debía a big sis más de una cosa para cuando llegué a pedirle el favor del trabajo. Hubiese vomitado todo allí, una mierda mala tras la otra, y quizás fue mejor que se quedara sin meter la cuchara porque tampoco le correspondía oír toda esa basura.

    No le correspondía a nadie realmente.

    Ni siquiera pensé que con lo que le había contado confirmaba que la hostia de Cayden, que ella le había visto también así como la mitad de la gente de tercero a este punto, era resultado de esta dimensión. De esta esfera al chocar con la otra, una donde no había olor a volcán, ni bestias buscando morder las costillas de nadie, haciendo que ambos mundos se revolvieran. Tampoco importaba mucho, a la larga la gente se daba cuenta.

    Noté que al final le ganó la preocupación, como parecía ser casi siempre, y su pregunta me hizo soltar una risa por la nariz, sonó algo resignada pero no pretendí burlarme de ella. Volteé a mirarla, repasé sus facciones y pensé que aunque tuviese un potencial de puta madre para este mundo, era una lástima que hubiese terminado arrastrada. No sabía si tenía fuego en el pecho, pero lo que sea que movía su preocupación y su cuidado debía ser muy parecido.

    Era terriblemente cálido.

    —Nunca pretendí huir del Hibiya, linda, no te preocupes —concedí con calma y bajé la vista al camino un segundo, luego regresé los ojos a ella—. Es mi casa.

    Mi seguidilla de preguntas la hizo reír, normal teniendo en cuenta que no era yo de andar preguntando muchas cosas, pero el festival era especial a su manera. Siempre llevaba a mis hermanos, incluso si yo andaba con cara de moco, pero no había faltado una sola vez en mucho tiempo y el de este año había sido diferente también, así que le guardaba cierto aprecio.

    Escuché su respuesta, lo de su familia, Mason y lo de chico de mi clase, el nuevo al que le había tenido que dar el tour y había estado algo más entretenido de lo que había pensado en un inicio. Asentí con la cabeza cuando dijo el nombre del chico, para no interrumpirle el resto del relato, y eché un poco la cabeza hacia atrás cuando agitó la mano para mostrarme su pulsera, lo que me dio algo de ternura, parecía una cría.

    —Está linda —añadí, lo dije de verdad, pero se me resetearon los sistemas cuando mencionó al ex y comprimí los gestos de forma inconsciente—. Pedazo de combo, ni una noche en una discoteca de Roppongi tiene semejante viaje de emociones, pero si tu conclusión es que valió la pena, entonces así fue. El tiempo con tu familia, con Mason y Thornton es lo que importa, el bache en la calle no hay que mirarlo tanto, ¿no crees?

    En medio de mi respuesta se me chasparreó la neurona y olvidé que me había regresado la pregunta, pero por suerte puse a funcionar el cerebro de nuevo antes de pasar a nada más.

    —Llevo a mis hermanos todos los años, les encantan los festivales desde críos. Nos topamos a un amigo y su primo, así que acabamos pasando el rato juntos y estuvo divertido, la verdad —respondí con la misma calma que le había dicho que el Hibiya era mi casa y confesé una sarta de cosas dignas de juzgado—. Luego me quedé en el parque con él y fue... No creo que la palabra sea bonito. Fue algo así como ahora que hablamos en la piscina o cuando me pillaste y me soltaste lo de la chispa de luz. Necesito una palabra para eso y si hace falta me la invento, pero como sea, que la pasé bien, sí. Quiero mucho al imbécil y tenía rato de no pasar tiempo con él.

    La forma en que me andaba balanceando de un extremo al otro era de película, pero no lo cuestionaba, me salía con una naturalidad que era casi risible y así continué haciéndolo cuando ella se subió al carro de mi siguiente estupidez. La sonrisita de niña que va a colegio católico no me pasó desapercibida, aunque la que yo me permití en contraposición tuvo apenas una pizca de, no sé, oscuridad.

    —Qué va, tampoco dije eso~ ¿O es que no confías en que a pesar de todo siga siendo tu caballero esta noche?


    ahí me disculpas el tochopost, acabé releyéndome partes del festival and i cried a little bit-
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    —Eso suena bastante desafortunado para tu hígado —murmuré, ya relajando bastante toda la cuestión del teatro, y habiendo regresado a su lado fue que... bueno, no lo calificaría de cordero degollado, pero su sonrisa sí fue bastante suave. Medio resoplé y rodé los ojos—. Fine, fine, we're even.

    Y no, no iba a reconocerle nunca que tuviera poder para hacerme perdonarlo, ¡jamás!

    Si tendría que haber preguntado o no daba igual, el asunto no se regía bajo esos parámetros; no con él, al menos. Quizá lo hubiera reducido inicialmente a un mero personaje o a una herramienta, y si de algo pecaba era de no haber sabido leerlo. No habría sido tarea fácil, por supuesto, el problema era que ni siquiera lo había intentado. Si algo rescataba de todo el desastre era que... había quedado una válvula abierta o algo, lo suficiente para mantener el cauce fluyendo. Ni muy fuerte, ni muy débil.

    Y por ese cauce, con la naturalidad del agua, iban las historias.

    Como... barquitos de papel al costado de la acera, si se quiere.

    Su risa ante mi evidente preocupación sonó de todo menos burlona, así que parpadeé ligeramente al recibir su atención y aguardé. Ya me había dado su respuesta incluso sin verbalizarla, lo vi en toda su expresión; aún así, no estuvo de más oírla. Sus palabras dibujaron una sonrisa suave en mi rostro y volví a repasar el parque con la vista. Podíamos sentirnos en casa dentro de los espacios más atípicos y al mismo tiempo habituales, yo lo sabía. Y si este montón de árboles, piedra y césped seguía siéndolo pese a todo, en ese caso...

    —Uno es de donde llora, aunque siempre querrá ir adonde ríe —recité en voz baja, sin recordar dónde había leído la frase, pero para la causa me servía—. Así que la mejor estrategia es reconciliarse, ¿no? Con el pasado y los fantasmas.

    Y mira quién lo decía.

    ¿Acaso le había dirigido la palabra a mamá en los últimos cuatro años?

    El gesto se le había contraído cuando le solté el chismecito y asentí casi al final de su conclusión. Era no sólo lo que había pensado esa noche, también lo había sentido. Aún sentía a Fanny entre mis brazos, los colores en el cielo giraban y todavía sentía cada segundo junto a Maze. Su abrazo en la terraza, el "te quiero" y la promesa tonta de las pulseras. Aún sentía todo eso.

    Iba a hacerlo mucho tiempo, vaya.

    Igual no me gustaba pensar a Daute como un bache, no sabía si tenía sentido o estaba siendo demasiado blanda, simplemente no me correspondía. Quería creer, además, en mi capacidad de perdonar y olvidar. ¿Qué le quedaba al corazón, en definitiva, si se ahogaba detrás de cada resentimiento? Absolutamente nada. Jamás había entendido nada, nunca nadie me había dado explicaciones, y así tocaba aceptarlo y seguir viviendo. De cualquier otra forma, la única que perdía era yo.

    Volteé a mirarlo cuando mencionó a sus hermanos, y sonreí casi sin darme cuenta al decir que los llevaba todos los años. Al parecer le había ocurrido algo importante esa noche, en el parque, algo para lo cual aún no encontraba palabra. Lo comparó con la conversación en la piscina, con la chispa de luz, y supuse que mi idea inicial se correspondía bastante bien.

    —¿Importante, quizá? —arriesgué—. Ya sabes, en un rango de prioridades. No importa si estuvo lindo o feo, tranquilo o agitado, porque antes que nada fue importante.

    Tampoco quería quedarme con la primera tontería atorada, honestamente siquiera recordaba si alguna vez se lo había dicho, pero ¿usando mis propias palabras? Me parecía importante.

    Also, such a good big bro —murmuré, dándole un apretón breve en su brazo—. Con esa cara y todo lo que quieras, da igual, estoy segura que ellos te hacen de espejo mucho mejor que ti mismo. ¿Qué edad tienen? No sé si imaginármelos de ocho o trece años, la verdad, y sabrás mejor que nadie la enorme diferencia que hay en ese span de tiempo.

    Estaba un poco enrevesado, porque le había dicho aquello precisamente usándome a mí de espejo; porque me pasaba casi todos los días desde hacía dos años y allí, con ellos, en casa, era donde siempre acababa buscándome. Donde encontraba la mejor versión de mí misma. Él tenía su casa en el Hibiya, acababa de decírmelo, pero seguía siendo un montón de polvo; también eran sus palabras. Me hacía ilusión que las paredes entre las que vivía, por destartaladas y viejas que estuvieran, cumplieran un rol similar.

    Luego de seguir con la tontería, de mi sonrisa inocente y la suya no tanto, la estupidez que soltó me desarmó el personaje. Me arrancó una risa bastante genuina y me encogí de hombros.

    —No sé, ¿qué cosas hacen los caballeros? Me vendría bien una checklist para evaluarte al cabo de la noche.


    te peleo el tochopost con otro tochopost
     
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    Zireael

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    El comentario de mi hígado me hizo gracia porque razón no le faltaba, pero eso había dejado de preocuparme hace tiempo y lo dejé correr, sobre todo porque la vi resoplar y rodar los ojos antes de soltar que quedábamos a mano. No iba a picarla más de la cuenta, pero sabía que mis gestos habían tenido que ver con eso y puede que lo usara en otro momento, pues porque podía y punto.

    Cómo hubiésemos terminado enredados era indiferente, a decir verdad, puede que fuese tan inevitable como los teléfonos robados, la oferta esa tan rara de trabajo y todo otro montón de mierdas. Herramienta o no, en medio del desastre algo se había salido de lugar dejando abierto un respiradero por donde salían y entraban cosas, más de las que uno podría estimar. Esta chica sabía de la existencia de mis hermanos, de que cuando estaba desesperado acudía a Yuzu y que este pedazo de tierra era mi casa.

    En el otro lado de la balanza, yo sabía de la existencia de los suyos, que la oferta había usado el nombre de Danny y había visto, aunque fuese una impresión, de lo que había pasado en el puto cuarto oscuro. Si quisiéramos matarnos el uno al otro, teníamos parte del poder para hacerlo y a su manera solo elegíamos dejarlo estar. Era así como uno se hacía amigo de la gente, suponía.

    Le dabas a alguien un arma cargada, esperando que no presionara el gatillo.

    Noté que repasaba el parque con la vista y pensé que uno podía sentirse en casa en cualquier lugar si tenía los recuerdos suficientes, de la clase que fuesen. Lo que había aquí, el alma de nuestro Kurosawa, había levantado murallas invisibles y nos había dejado atrapados, como si nos metiera en un domo o en un invernadero. Aquí adentro, en este espacio, los recuerdos estaban en bucle.

    Uno es de donde llora, aunque siempre querrá ir adonde ríe.

    Había hecho las dos cosas en este jodido parque.

    La frase me hizo sonreír con cierta resignación y lo demás me hizo pensar que siempre sabíamos qué era lo correcto, pero no necesariamente lo hacíamos, fuese de forma consciente o no. Era como la mierda de haber echado a correr, en el fondo siempre supe que era una idea de mierda, pero tuve que recibir un golpe en toda la cara para aceptarlo y por eso estaba aquí con ella.

    El tiempo de reconciliación con los fantasmas debía funcionar de forma parecida.

    Recordé un poco de repente lo que me había dicho en la piscina, que ya antes personas se habían ido y asumí que el famoso ex en cuestión era uno de esos. Era irresponsable a cagar, yo no tenía derecho a juzgarlo claro, pero puede que por eso mismo lo estuviese calificando de bache aunque ella no pensar igual. Los que nos zafábamos así éramos baches, lo tenía claro, al menos podíamos actuar como tales. No dabamos explicaciones, dejábamos puertas abiertas y preguntas sin respuesta.

    —Supongo que sí —respondí luego de darle un par de vueltas a la palabra que había puesto a mi alcance. Lo del parque con Ko y la conversación con ella habían sido importantes, el resto de emociones que hubiese allí eran secundarias de alguna manera—. Cuando hablas tantas estupideces como yo, las conversaciones de verdad tienden a pesar un poco más.

    El comentario de que era un buen hermano mayor y el apretón me hicieron suspirar, aunque giré a medias el rostro para mirarla apenas siguió hablando. No diría que mis hermanos me servían de espejo, si acaso entendía que quería sacarlos de aquí, de la misma vida que yo había tomado. Sin embargo, había sido Izumi el que dijo aquella tontería en medio de su fiebre, lo de que sabía que yo llegaría a ayudarlo a mi manera.

    Pero solo en casa sabía que había personas que confiaban en mí ciegamente.

    En mi capacidad para protegerlos incluso si debía reducirme a mí mismo a escombros.

    —¿Estás insinuando que no tengo cara de ser una persona responsable, Sasha Pierce? ¿Qué sentirías tú con semejante cosa? —atajé con indignación impostada, pero aún así el tono me salió relativamente suave y me reí antes de responderle la pregunta—. Tienen quince y deciséis, el span de tiempo es bastante más grande, pero se comportan más de acuerdo a su edad de lo que yo lo hacía por entonces, sin duda, así que me parecen un par de mocosos. ¿Los tuyos? Me imagino a tus hermanos pequeñitos, por esto de que se te atraviesa alguien que te agrade y te pones a repartir comida casera y todo el tema.

    Lo dije sin ninguna malicia como me venía moviendo ya de por sí, además de que no era mentira. Me parecía que Sasha era la hermana mayor que consentía a un montón de niños pequeños, en esencia porque consentía a la gente a su alrededor con una facilidad parecida. Le salía natural era lo que quería decir.

    Al final había continuado caminando sin rumbo particular, pero siguiendo los caminos del parque me di cuenta que estábamos avanzando hacia el estanque Unkei. Aquí y allá ubicaba grupos de gente, algunos más grandes que otros, y me distraje los segundos suficientes para que su risa me hiciera volver la atención a ella un poco de repente.

    —A mí no me mires, que yo llevo todo este rato improvisando —solté junto a una risa floja—. ¿Los cuentos de críos no dicen qué hacen los caballeros? No sé qué de proteger y esas cosas, bueno, aunque eso también lo puede hacer un guardaespaldas si me preguntas.
     
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    Gigi Blanche

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    Las conversaciones importantes eran medio una cagada la mayoría de las veces, así que no podía culparlo de que se le escaparan del compendio de cosas bonitas. Le ocurría especialmente a los imbéciles con problemas para echar un vistazo dentro de sus propias vidas, suponía, y en esa bolsa también entraba yo. Podía ver con buena cara muchas cosas, pero bastaba que alcanzaran una fibra de las que me rodeaban para que mi reacción se volviera casi impredecible. Me gustaba creer, sin embargo, que eso había empezado a cambiar. Un poco a la fuerza, pero estaba cambiando.

    Podíamos hacer mucho solos, y al mismo tiempo no hacíamos nada.

    No respondí nada a su reflexión, no lo vi necesario. Pensé que así, suspendida en el aire, ya cargaba con el suficiente peso. ¿Era importante de por sí hablar sobre conversaciones importantes? Tenía pinta. Lo miré de costado y sonreí.

    It's okay —prácticamente susurré, como si le fuera a contar un secreto—, you're doing great.

    Baby steps, ¿no?

    La tontería de su cara le arrancó una reacción bastante exagerada que me hizo reír al instante, así que tampoco pude responderle nada decente. Lo dejé allí, me habló de sus hermanos y asentí ligeramente. Vaya, estaban bastante grandecitos; aún así, comprendía que no todo se tratara de números. Ellos no eran pequeños, sino que nosotros habíamos dejado de ser adolescentes hace rato. La disparidad era artificial y te resentía los huesos. No tenía cura, si acaso paliativos.

    La mención de que repartía comida acá y allá me amplió la sonrisa, aunque la combiné con un ceño fruncido y lo zamarreé sin fuerza ni molestia verdadera. Exhalé por la nariz, me di cuenta que me sentía terriblemente tranquila y estiré un poco el cuello. Estábamos alcanzando un estanque.

    —Son pequeñitos, sí. Los mellizos tienen cinco y Danny, ocho. A veces es muy cansador por todo el tiempo que demandan, pero son... la luz de mi vida o algo así. Me moriría si algo les pasa.

    Era irónico, pues hablaba como una madre y muchas veces era lo que acababa siendo, en especial para los mellizos, que prácticamente no recordaban a Eloise; pero la idea me acechaba más de lo que quería admitir. No soportaba la posibilidad de reemplazarla, de ocupar su lugar en el corazón de los niños, cuando a ella la había visto amarlos inmensamente día tras día.

    —Así que sí, tengo la manía pequeñita de andar malcriando al que se me cruza —admití junto a una risa, juntando el pulgar y el índice frente a mi rostro, y seguí bromeando sin ninguna clase de seriedad—. Me imagino que para ti es un problema enorme, ¿cierto?

    Fui prestándole más atención al camino a medida que el estanque se extendía frente a nosotros. Lucía muy diferente de noche, y los grupitos de gente no ayudaban a darle el aspecto family friendly de las cuatro de la tarde. Aún así, las farolas brillaban tenues y el agua se mecía sin prisa, con la luz iluminando las crestas de cada pequeño oleaje. Había bancos de madera dispuestos alrededor del estanque, acabamos dirigiéndonos a uno por inercia. No me senté, sin embargo, solté a Arata para detenerme en el límite del agua. Me recordó al Sayama, en cierta forma, aunque había una diferencia inolvidable.

    Aquí no había luciérnagas.

    La respuesta de Arata me llegó medio desde atrás. Tenía las manos entrelazadas a la espalda y me reí. Hablé con la vista aún puesta en el agua.

    —Los caballeros son... leales a su Señor, básicamente. Valientes, gallardos, su honor recae en proteger la vida de aquel a quien juraron lealtad. O al menos eso dicen los libros. —Volví el torso, lo suficiente para encontrar sus ojos, y sonreí—. Así que sí, son protectores. Guardianes, si se quiere.

    Y para no perder las costumbres, agregué:

    —También tenían un código de castidad y todo eso, pero de eso no hay rastro aquí, ¿verdad?
     
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    Zireael

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    No sabía si sumarles peso a las conversaciones importantes o quitárselo al no tener tampoco demasiado con qué compararlas, si era honesto. Las cosas buenas estaban encerradas en su mayoría en este domo y las restantes, bueno, ya estaba visto. Saltaba de una semana de mierda a otra, como quien se cambia la ropa cada día, y seguía moviéndome. Así puede que hubiese evitado muchas de estas conversaciones y solo ahora, que me veía forzado a detenerme a atender mis cagadas, comenzaban a alcanzarme.

    Los hilos que se esparcían por el mundo al final siempre acababan juntándonos, obligándonos a conectar.

    Su respuesta a mi reflexión o lo que fuese, estuvo a nada de convertirse en un murmuro. Lo dijo como si fuese un secreto, en inglés, y así no lo supiera estaba acostumbrándome a este revoltijo de idiomas con demasiada facilidad, tanto que era posible que si algún día se le pifiaba un cable y dejaba el inglés por fuera seguro me preocupaba. En cualquier caso, el comentario hizo las veces de un par de palmaditas en la cabeza y suspiré, resignado, aunque me permití una sonrisa también.

    Esta chica iba a mal acostumbrarme a estas mierdas, se veía.

    Mi reacción la hizo reír, así que me di por servido y solté la sopa de mis hermanos, sabía que entendería mi punto. Si en algo me había servido de espejo Sasha desde el inicio era en esto, la mierda de haber dejado la adolescencia que nos correspondía atrás para salvaguardar la infancia y todo lo demás de los que venían detrás de nosotros. Era algo con lo que se vivía y ya, a veces dolía, otras tantas recordabas que valía la pena.

    Que quizás doliera más ver a los que nos seguían abandonar lo que merecían de la misma forma.

    Cuando le solté lo de la comida me zarandeó, arrancándome una risa, y la dejé ser ya que la vi estirando el cuello para ver a dónde mierdas íbamos. Después de eso me respondió lo de sus hermanos, confirmándome que estaban bastante pequeños, y respondiendo muchas más cosas con solo esa afirmación. Era innegable que tener que cuidar a tres niños pequeños era más difícil que cuidar a dos adolescentes.

    —Son super pequeños —solté más que un pensamiento en voz alta y la miré de costado cuando dijo que se moriría si algo les pasaba—. Se ve que los quieres mucho y los cuidas. Deben estar contentos de tener una hermana mayor tan buena.

    Entendía que uno solía hablar como la persona que ya no estaba, padre, madre, lo que fuese. No era el lugar que nos correspondía, tampoco pretendíamos llenarlo, pero era lo que tocaba. Los huecos que dejaban las personas nunca se llenaban, lo había visto en muchos chacales, en mí mismo y en quién sabe cuántos más. Puede que solo fuésemos un parche para algo que no podía repararse.

    Lo de la pequeñita manía de andar malcriando a quien fuese que se le cruzara me hizo soltar una risa por la nariz, fingí sorpresa y todo. Alcé la vista haciéndome el pensativo con lo de que para mí debía ser un problema enorme, como si me dejara la neurona en sopesar esa sola cosa.

    —¿Una muchacha bonita dispuesta a malcriarme? Qué difícil, me muero de vergüenza —reflexioné unos segundos después, soltando un suspiro medio exagerado—. Tendré que ocultar lo avergonzado que me siento~ porque rechazarlo también estaría muy feo.

    Ya cerca del estanque nos dirigimos a uno de los bancos por la misma inercia a la que habíamos llegado allí y ella se soltó para acercarse al borde del agua en lo que yo le respondía la tontería de los caballeros, aunque terminé siguiéndola no mucho después, quedándome algunos pasos atrás a pesar de todo. Miré el agua cerca de nuestra orilla primero, luego deslicé la mirada por el estanque, casi hasta el otro extremo, donde se reconocía la silueta de la grulla.

    Protectores.

    Guardianes, si se quiere.

    Reflejé su sonrisa sin darme cuenta, pensé que se quedaría en eso, pero su añadido me hizo fruncir el ceño y llevarme la mano al pecho.

    —¡¿Código de castidad?! Ya nos jodimos, no puede ser. —Me quejé en voz alta, aunque relajé la postura para ponerme a escarbar en los bolsillos de la chaqueta—. Bueno, pero podemos decir que eso se retira porque estaba obsoleto, ¿no? Joder, qué triste eso de ser caballero así.

    Luego de escarbar encontré la cajetilla de tabaco, tenía más o menos la mitad de los cigarros porque no era de fumar tanto, pero pues para tampoco andar demasiada hierba en el sistema sabiendo que tenía que manejar y toda la mierda. Lo dicho, algo de responsabilidad me quedaba cuando se trataba de la gente que andaba conmigo.

    Saqué uno, me lo coloqué entre los labios y luego de regresar la cajetilla a su lugar saqué el mechero para iniciar el pequeño incendio. Mientras guardaba el encendedor terminé de consumir los pasos de distancia que había dejado entre nosotros para acercarme a su lado, tenía la vista puesta en el agua todavía, pero luego de pegarle una segunda calada al cigarro estiré la mano hacia ella, alcanzándoselo.

    —¿No quieres beber algo? Ya que estamos aquí —pregunté ya sin la diversión tan impresa en el tono, aunque se me coló una risa en lo siguiente que dije—. No vayas a pensar mal, eh. No tengo intenciones de embriagarte todavía.
     
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    Gigi Blanche

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    Era bastante hilarante y casi patético pensar que me había tomado dos años abrir la boca sobre mis hermanos y mi vida en general, para recién ahora descubrir que ningún rayo iba a caer del cielo y partirme a la mitad si lo hacía. Las palabras salían, eran recibidas y ya, nada horrible ni agobiante ocurría. Era difícil, incluso, recordar exactamente a qué le había temido tanto. ¿A la compasión ajena? ¿Todo era culpa del jodido orgullo?

    Sonreí con cierto reparo al escucharlo, deslizando la mirada al suelo. Había algunas cosas, pocas, de las que no dudaba nunca. Una de ellas era el cariño que le guardaba a mis hermanos, lo mismo a la inversa. Teníamos problemas y a veces nos estresábamos un huevo, pero adoraba a mi familia. Todo iba bien cuando estaba con ellos.

    —Sí, me llevo muy bien con los mellizos. Danny... —Suspiré, pateando una piedrita hacia adelante, y despegué la vista del suelo—. Él tenía una conexión muy especial con Ellie, aún me cuesta mucho alcanzarlo. Pero es cuestión de paciencia, así que confío que todo irá bien.

    No podía evitar que siguieran perdiendo ni que sufrieran por ello, ese era un trabajo al cual todos estábamos atados. Podía, eso sí, permanecer junto a ellos y... hornearles veinte kilos de galletas, hacer maratones de Disney juntos, no lo sé. No planeaba soltarles la mano nunca, ni que tuvieran que escuchar verdades dolorosas desde atrás de la puerta. Seguían siendo niños.

    Eran luz pura y se merecían lo mismo a cambio.

    La tontería de andar malcriándolo me siguió haciendo gracia, y así no mencioné nada concreto respecto a eso, oye, ¿muchacha bonita? No iba a quejarme si me comían un poquito la oreja, le hacía bien al alma.

    Ah, poor thing, ¡mírate! Si estás ruborizado y todo —solté en coña, pero me valí del bug para estirar mi otra mano en su dirección y pellizcarle la mejilla—. Ni modo, tendré que dejar de mimarte. Hay que preservar tu orgullo de big boy.

    Su reacción a la mierda de la castidad me resultó tan exagerada como fidedigna, así que no me molesté en contener la risa divertida. Buscó entre sus bolsillos, se hizo con un cigarro y avanzó hasta posicionarse a mi lado. Regresé la vista al agua. Por el rabillo del ojo noté que me ofrecía el cigarrillo, incluso me alcanzó su aroma antes, así que lo acepté y busqué sus ojos, ya que también había hablado. ¿Beber algo? ¿Aquí? Inhalé y se lo regresé, deslizando mi atención detrás de él, hacia uno de los muchos grupitos que había desperdigados por el parque. Me había preguntado dónde se suponía que uno compraba alcohol aquí.

    Pero, para hacer el cuento corto, tuve una idea de mierda.

    —Hmm —murmuré ligeramente pensativa, medio giré el rostro para soltar el humo y el movimiento me dibujó una sonrisa en el rostro; no auguraba nada bueno o, digamos, inteligente—. ¿Sabes? El trabajo que me ofrecieron no parece muy complejo, aunque me dejaron una... to-do list de cosas en las que perfeccionarme. Dicho bonito, habilidades sociales.

    Y dicho para el culo, cómo manipular a los hombres.

    En algún punto me había girado para acercarme al banco de madera y sentarme. Palmeé el espacio a mi lado, invitándolo a acompañarme, y seguí mi idea.

    —El caso es que me dieron una semana para presentar avances, así que quizá podría comenzar, ¿no? I mean, si lo miras con buen ojo es prácticamente un campo de entrenamiento —interpreté, refiriéndome al parque, y me incliné hacia Arata para señalar más allá de él—. El grupito de allá, los que parecen de nuestra edad, quizás apenas menores. ¿Qué dices?

    Bajé el brazo y acentué mi sonrisa, bastante divertida. ¿Me estaba valiendo de la pseudo seguridad que me daba estar ahí con él?

    —¿Regreso con una botella~?

    Muy posiblemente.


    esta idea de mierda llega a ustedes patrocinada por mi pobre neuronita que se le ocurrió ayer pero tuvo que retenerla hasta ahora cuz fuckin migraine, muchas gracias por sintonizarnos
     
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    Zireael

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    Vete a saber qué mierdas hacía que uno cerrara la boca de la manera en que lo hacíamos en relación a nuestra familia, solo pasaba y ya. Era como si de alguna forma no se quisiera dar el brazo a torcer, lo que sea que significara en ese contexto, porque aquí estábamos hablando de eso y no había pasado nada que justificara el hecho de que guardáramos esa información con combinación. Aliviaba más de lo que angustiaba.

    Antes que dudar del cariño que esta chica le tenía a sus hermanos y viceversa seguro me cortaba una mano, porque luego de la ida de olla de Izumi había comprendido que por la forma en que uno se construía, si establecía ese vínculo, no había otra cosa que fuese más genuina. Era el imbécil que sacaba dinero de hasta debajo de las piedras, el que se había tatuado el tablero encima y no dejaba de ser el que le llevaba dulces a mis hermanos y el que había dormido con un ojo abierto por años.

    Una no quitaba la otra, lo sabía, pero con cierta gente una inclinaba lo suficiente la balanza.

    Escuché su respuesta sobre los mellizos y Danny, me permití una sonrisa bastante sosegada y asentí con la cabeza así no me estuviese mirando. Me faltaba un montón de información, pero tampoco tenía por qué dármela y aun así confiaba en que a pesar de las dificultades se las arreglaría. Si algo parecía tener Sasha era paciencia, así que si se trataba de Danny poco le faltaba para ser una santa a la jodida.

    Era de las que esperaban al borde del cañón, ¿cierto?

    Los que nos tirábamos de cabeza al vacío agradecíamos eso.

    Dejé el tema allí, no vi que fuese necesario añadir mucho más y si acaso hice un sonido afirmativo a lo de que era una cuestión de paciencia, porque en eso concordaba y lo demás siguió fluyendo. Lo siguiente que escuché fue su respuesta a mi tontería de la vergüenza, se subió al tren de un salto y hasta estiró la mano para pellizcarme la mejilla, cosa que ni siquiera rechacé.

    —¿El orgullo de big boy? —pregunté frunciendo ligeramente el ceño—. No, a ver. Ya me había preparado mentalmente para superar mi vergüenza, ahora no me puedes venir a cambiar los planes así.

    Mi reacción de la castidad le vino tan en gracia como todo lo demás y yo me seguí revolcando en el circo personal que me tenía montado desde que me junté con ella. De verdad que ya lo único que faltaba era que me pagaran por semejante espectáculo, porque no podía quedarme en una conversación seria más de cinco minutos.

    Como fuese, aceptó el cigarro cuando se lo acerqué y yo regresé la mano a mi espacio en lo que ella buscaba mis ojos. Me pareció encontrar una pregunta silenciosa en la plata de su mirada, pero lo dejé seguir cuando me regresó el cigarro y puse la atención en pegarle un jalón. Desvió la atención al grupo detrás de nosotros y yo seguía paseándola entre los que habían alrededor del estanque, esperando topar con alguna cara conocida.

    Solté el humo en la dirección contraria a Sasha, cosa de no dejárselo ir encima, y cuando regresé la atención a ella noté la sonrisa que solo anunciaba estupideces. Alcé apenas las cejas, me llevé el cigarro a los labios de nuevo y me quedé esperando que soltara su maravillosa idea, escuchándola con la atención estúpida de siempre. En algún punto fue al banco a sentarse, así que hice lo mismo luego de que se estirara para señalar el grupo más allá y me tragué la risa que quería soltar mientras seguía fumando.

    Campo de entrenamiento decía.

    Había tenido intenciones de sacar el móvil para llamar a alguno de los Ootori, a Hikari o a la misma Yuzu para ver si andaban por el barrio, pero con su idea de mierda lo descarté al instante. Dejé caer la cabeza hacia atrás, solté el humo de la calada por la nariz y me permití una risa que fue un revoltijo de resignación y suficiencia de lo más raro.

    Lo dicho, podía prestarle mi sombra si hacía falta.

    Para la mierda que fuese.

    —Todos los hombres pensamos con las pelotas —dije al aire antes de enderezarme y girar el rostro hacia ella, la sonrisa que me cruzó el rostro fue el presagio de una estupidez sin precedentes—. Eres bonita, extranjera y puedes poner cara de borrego a medio morir si te da la gana. Si se te va la mano consigues una botella y hasta la pasta de un par de imbéciles, pero tampoco venimos a presumir tus talentos, ¿o sí? Alguno de todos accederá tarde o temprano y se largará a comprar una botella en las licoreras donde no preguntan una mierda.

    Volví a acercarle el cigarrillo, lo hice casi en automático y me incliné apenas hacia adelante para apoyar los codos en las rodillas. Estudié por encima al grupillo, tratando de identificar la dinámica y solté una risa nasal.

    —Ya te vieron conmigo, ten eso en cuenta —sopesé unos segundos después, pero seguía entretenido con el asunto—. Si tus... habilidades sociales están en su punto, les importara entre poco y nada. Me haces una señal si tengo que empezar a arrojar cuchillos o algo, pero confío en tu talento, Rojita.


    me empezó a sonar sweatpants en medio del post, así que todavía más a gusto en este episodio de subirme al tren de ideas de mierda, tenemos a cuchillitos locos listo para el show

    *le pasa dROGAS para la migraña just in case*
     
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