Chiyoda Parque Hibiya [Parque]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Zireael, 14 Julio 2021.

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    Zireael

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    Ubicado en el corazón de Tokio, en Chiyoda, se trata de un parque de cerca de unos 40 acres entre los jardines Este del Palacio Imperial y el distrito Shinbashi. El parque es famoso por los diferentes monumentos que engloba, entre ellos el Shisei Kaikan y el estanque Unkei, por mencionar algunos. También se le conoce por sus plantaciones de tulipanes.

    Barrio de Tokio: Chiyoda.


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  2. Threadmarks: I. Sábado 18 de abril [noche]
     
    Zireael

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    La forma en que dormí el viernes no tuvo nombre, fue llegar a casa, cenar, tocar la almohada y morirme básicamente. El agotamiento que cargaba desde el lunes me noqueó por fin, luego de haber podido patear los miedos bajo la mesa y haber podido encender el fuego para Ko. Claro, la poca energía que me quedaba se la había chupado ese momento, haberme enterado que Chiasa había fallecido y todo lo demás que vino con ello, pero digamos que había logrado volver a centrarme a la fuerza.

    Pasé directo hasta el sábado pasadas las diez de la mañana. Cuando me desperté para ver si desayunaba o mejor solo me esperaba hasta el almuerzo vi que tenía varias llamadas perdidas de Arata y algunos mensajes. Al parecer había estado intentado hablarme por algo de Kurosawa y no sé qué mierdas, a lo que recordé sus mensajes que tenía sin leer.

    Los textos gritaban por todas partes que se habría clavado una cagada de proporciones colosales, así que me digné a llamarla y preguntarle qué coño había pasado. Me contó por encima que habían estado en el Hibiya, que ya Arata le había contado de su hermano y ya, aunque era claro que había más. No había mucho más que pudiese sacarle, en la voz le noté la calma de su hermano y desistí por los momentos. Sabía que no podía luchar contra la serenidad impostada de los Kurosawa.

    Me eché el resto del día dormitando todavía, medio vi un par de películas echado en el sofá y los gatos me durmieron casi encima no sé cuántas horas. Mi madre estaba trabajando, mis tíos igual así que no se pasarían a almorzar como sí solían hacer los domingos y bueno, la casa era para mí en resumidas cuentas. Para dormir como puto oso, ponerme música a todo volumen o comerme media alacena.

    Mi madre llegó por ahí de las seis de la tarde, ya cuando me había dignado a ducharme, encargarme de limpiar y medio hacer algo de comer. No que fuese un chef, claro, pero al menos sabía cocinar arroz y freír carnes. Ella se encargó de preparar una ensalada y le acercamos una sopa miso preparada a la carrera.

    Comimos, le conté por encima el asunto de Kohaku (porque ayer no me había dado el cansancio para contarle nada) y se emocionó como una cría cuando le dije que lo había invitado a venir la próxima semana. Para terminar de hacerla le conté que el Happy Meal había reaparecido y ya, fue su regalo de Navidad saber que tenía de regreso a mis amigos otra vez, es decir, más allá de los rescoldos de los chacales.

    Con Akaisa quedé prácticamente frente a su mansión pseudovictoriana, poco antes de las ocho treinta. Así que ya cerca de la hora me vestí, me metí en el bolsillo el móvil que usaba para los negocios nada más y llamé de paso a uno de los chóferes de mi padre, que ganas de usar el metro o pedir un Uber no tenía. Luego de eso el coche me dejó en el Hibiya, el chofer se fue porque le dije que ya vería yo cómo me regresaría a casa y es que obviamente no quería tener a un pobre desgraciado ahí esperando por mí como idiota. Era un niño mimado, no un desconsiderado.

    Caminé sin prisa hasta llegar a la fuente, había personas reunidas aquí y allá, todavía era relativamente temprano así que había un revoltijo de perros perdidos de mi calaña y algunas personas, bueno, normales. Para la gran gracia, detecté los tatuajes de Hikari no muy lejos, sentado en el borde de la fuente fumándose un cigarro.

    Lo alcancé, me dejé caer a su lado y le quité el objeto de entre los dedos para darle una calada. No era fan del tabaco, pero joder, ya la madrugada anterior y en la mañana había fumado hierba como un puto salido, así que tenía que bajarle las revoluciones.

    —¿A qué vienes, mariposita?

    —Un cabrón de la academia quería hierba y sabes que hay que ser puto imbécil para hacer negocios en un edificio educativo —contesté soltando el humo por la nariz.

    —Estás mejor —afirmó haciéndose con el cigarro de nuevas cuentas.

    —¿Ya no parezco muerto en vida dices? Sí, gracias, Hikkun.

    —¿A qué hora quedaste con el jodido este?

    —Faltan cinco minutos —respondí después de echarle un vistazo al móvil.


    Insane ola sabrás perdonar el tocho
     
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    Mi hermano se había llevado el auto y toda la vuelta, pero me daba igual, nada que un Uber no pudiese solucionar. Miré el reloj al estar aún acostado con las manos tras la nuca pese a ya estar listo y eso; ¿a qué hora había dicho el ratoncito que podía ir a cazarlo? Ah no, así no era~ Me sonreí apenas, viendo a los caninos acercarse a lo que se echaron en el suelo, uno en cada punta del sofá. Bostecé en lo que estiraba los brazos y me levantaba, encaminándome hasta la cocina para comerme una manzana antes de meterme las llaves en el bolsillo de la sudadera carmín, subir a la habitación a cepillarme los dientes y volver a bajar.

    ¿Qué traería puesto el chico?

    ¿Iría solo, acompañado, ennoviado, escoltado?


    Me despedí de los perros en lo que cerraba la puerta, pasando el seguro para echarme a caminar a la entrada en donde estaba un tipo en un auto esperándome. El pago se hacía por transacción así que ni me deparé a pensar en sacar la billetera y ponerme a contar los billetes, llevándome al parque que era risiblemente cerca de casa. No me puse la capucha ni nada, es más, arremangué hasta los codos la sudadera en lo que notaba que el horario en el parque continuaba siendo lo más de familiar, identificando la fuente en la que estaban dos tipos sentados, de espaldas a la dirección en la que venía.

    La sonrisa se estiró apenas.

    Miré mi reloj de mano. ¿Qué faltaba? ¿Un minuto? Rodeé la fuente entre tanto, elevando las cejas al dar con el ámbar ajeno, turnando apenas la mirada con el otro tipejo que también andaba todo tatuado. Pero mira nada más las amistades de este chico, si encacillaba perfectamente como su amigo viéndole las pintas al otro, y tan reacio que andaba con soltar su verdadero número. Mira que tenía que unirme con Tolvaj en algún momento para molestarlo en el instituto, claro, luego de ganarme algo de su confianza para que me permitiese hacerle un par de cosas.

    Le sonreí de igual forma, ladino en todo caso, apoyando la zapatilla a una distancia prudente de ambos, no fuese que espantara al pelirojo antes de tiempo, con lo bien que se veía esta noche. Me coloqué la capucha en la cabeza en lo que sacaba la billetera del bolsillo trasero.

    >>Sino te acercas no puedo pasarte el dinero, ¿sabes? —comenté tragándome la risa, más porque quería que fuese él quien volviese a estar cerca de la jaula, aquella en la que lo quería encerrar un rato.
     
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    Seguí conversando con Hikari de cosas sin importancia, que su trabajo, que la escuela y quizás hice un esfuerzo consciente por evitar darle más pie a la conversación sobre mi estado o nada de lo de Ko. No que creyera que no debía contarlo, sino que realmente no quería hacerlo ahora, sentía que había momentos para todo y allí, esperando por Kasun no se me apetecía.

    En algún punto subí la pierna al borde de la fuente, pasándola bajo el muslo, y me mantuve así, bastante tranquilo hasta que sentí ojos encima. Había que ver, bastaba quitarme parte del miedo, dormir como Dios mandaba y ya tenía los radares a toda potencia. No reaccioné visiblemente, quisiera o no estaba ya fusionado con las sombras, todo lo que hice fue acomodar las manos a los costados de mi cuerpo y descansar un poco la espalda.

    Hikari me miró de reojo, sacándose otro cigarro, en el momento que Kasun se apareció y estuve a un puto segundo de despegar las manos del borde de la fuente para aplaudirle por ser puntual. La cosa es que al final no me moví un ápice, si acaso parpadeé y ladeé la cabeza al ver que el otro idiota sonreía. A Hikari debieron sonarle todas las alarmas, claro, si el hijo de puta olía a Infierno, pero igual tampoco lo demostró.

    Nada nos sorprendía demasiado llegados a este punto.

    Lo vi sacarse la billetera del bolsillo, seguí sus movimientos con la manía de toda la vida y sin ninguna intención particular, cuando sus palabras me alcanzaron los oídos.

    Sino te acercas no puedo pasarte el dinero, ¿sabes?

    Se me afilaron ligeramente los ojos, solté una risa de nada y separé las manos del borde de cemento de la fuente solo para inclinarme apenas hacia Sugino, sentado a mi izquierda, y alcanzar el nuevo cigarro que se había encendido, le eché algo de mi peso encima casi sin querer. No reaccionó, si este tío cuando estaba tranquilo era una puta roca, y le di una calada antes de regresárselo y volver a mi espacio, soltando el humo sin prisa.

    Estaba significativamente más tranquilo que el día anterior, obvio, no significaba que me hubieran bajado dos rayitas de orgullo. Mucho menos frente a este cabronazo, que quién sabe qué ideas de mierda tenía además de comprar hierba.

    —Que yo sepa tienes piernas, devil —comenté con cierto dejo de diversión en la voz, sin sonar brusco ni nada y volví a relajar la espalda usando los brazos de apoyo—. Venga, ahórrame trabajo, igual y me caes mejor.


    pero bueno señor por qué de repente tan bitchy wtf
     
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    El ratoncito no parecía tener índice de mover ni un músculo, de igual forma me aventuré a probar la suerte, esa de la moneda en que siempre era cincuente/cincuenta, había apostado por cara y en esta ocasión giró hasta dar sello. Vaya, que se le iba a hacer, no es como sino estuviese disfrutando de sus pupilas afiladas, la risa que por primera vez le escuchaba, el que se le recostara al otro diablo encima, que ni puta idea de qué hubiese hecho el desconocido para ganarse la cercanía del chico, pero si me daba el secreto no sería yo quien me enojaría.

    Ladeé ligeramente la cabeza, moviendo un poco la punta de la zapatilla contra el borde de la fuente, por mero vicio quizá de notar que éste era otro orgulloso, quizá no a los niveles del principito, pero con el terror que lo describía Tolvaj, y la forma en que delimitó cualquier movimiento o palabra que soltaba en el instituto me daba un esquema mental, al menos de forma superficial se podía observar las llamas en las que se movía, aún así no dejaba de ser un cardenal que en el momento que atrapara... pfff~

    Como siempre, no tenía prisas, así que por la pura gracia relajé los hombros, caminando hasta estar frente a él. No deparé mucho en el otro nuevamente, pese a no perder los sentidos sobre su presencia.

    —Lo de la maría —le pasé los billetes sin complicarme ni nada. El clima estaba lo más de bien, y el ratoncito andaba con una pinta que no me molestaría invitarlo a pasar el resto de la noche en otro lado—. Hacer negocios y ya, que aburrido Cardenal —murmuré guardándome de regreso la billetera en el bolsillo trasero.

    Apenas y paseé la mirada por el parque, escuchando algunos perros ladrar aquí y allá.

    >>¿Vamos por unos tragos o qué? Yo invito~
     
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    Me daba que a este Tolvaj le había soltado la información a medias, como siempre hacía, quién sabe qué le habría dicho pero me apostaba las manos que en los planes no estaba que fuese tan respondón ni tan orgulloso. ¿Qué pasaba? Que eran de la misma especie, estos malditos desgraciados habían salido del mismo molde y se lo pasaban bomba con lo que les fuese cayendo. Se adaptaban, mutaban y jodían a su paso.

    Eran peligrosos que te cagas.

    Yo no iba a intimidar a nadie aquí ni en el otro lado del mundo, eso lo sabía bien, pero de nuevo, nunca en mi vida había pretendido valerme de características que no poseía para nada. Había límites para mi estupidez, claramente, no que fuese a darme de palos con este jodido ni nada, pero nada me impedía leerlo, ¿cierto? Como si pensaba que le estaba sacando radiografía me importaba tres mierdas, ya estaba claro que tenía un type y Kasun no entraba en esa categoría.

    Me iban los muchachitos bonitos, no Satanás encarnado.

    Además para mi fortuna o mi desgracia mi cueva seguía cubierta de punta a punta con serpientes de fuego, así que mi carácter ya de por sí inflexible estaba potenciado que daba gusto. Ya lo había pensado, ¿no? En medio de la cuestión con Kohaku, mi carácter resistía un montón de cosas que venían con los hilos. Era un perro de lo más obediente, Yako me había mantenido con ellos por eso, pero solo bajo las manos de quiénes yo aprobaba. Por demás solo era un lobo de sangre, de nuevo, sin fuerza física, pero me movía por ambiciones en su mayoría, si no tenía cables a tierra en el momento, todo el mundo se reducía a listas de objetivos.

    Listas, cientos de listas y si me salía del culo iba a tachar a este hijo de puta de mi vista y si no lo hacía yo, bueno, era una ventaja tener a gente como Hikari conmigo para sacar la basura.

    Como si no hubiese estado a punto de matar a Sonnen de por sí el cabrón este.

    Hikari siguió en sus cosas, fumando y hasta viendo los mensajes en el móvil en lo que el otro se acercaba por fin para alcanzarme la pasta. Sabía que aunque no parecía, le estaba prestando atención así como también debía estarlo haciendo Kasun o al menos se mantenían conscientes de la presencia del otro.

    Alcancé los billetes, los conté a una velocidad que solo la práctica y las manos livianas conferían sin prestarle especial atención a sus comentarios, para finalmente guardar el dinero en el bolsillo. Me levanté entonces por fin, repasé a Satanás con la vista y me tragué la gracia.

    —Bueno, ya me levanté, ¿está contento el señor? —Me sacaba un par de centímetros o al menos eso imaginé porque la ligera plataforma de las botas militares los había desaparecido. Claro que seguía siendo un puto palo de dientes en comparación a casi todo el mundo, eso nadie me lo quitaba.

    No que quisiera tocar a este hijo de puta y aunque el parque gradualmente comenzaría a vaciarse, bueno, siempre había que tener cautela. El siguiente movimiento fue fluido, de nuevo, era una mezcla de práctica y don natural, lo rodeé un par de pasos y así como robaba cosas de bolsos mal cerrados, colé la hierba en el bolsillo de su pantalón.

    —¿Conoces la ética profesional, devil? —pregunté regresándole su espacio y volviendo al mío junto a Hikari, sentado al borde de la fuente—. A mí me parece una de las cosas más maravillosas creadas nunca por el hombre. Así no tengo que intercambiar nada más que dinero con la gente... O con el diablo, en este caso.

    Dejé salir la risa por la nariz y en eso noté un chispazo blanco por el rabillo del ojo, salida de quién sabe dónde mierdas apareció Yuzu, con el cabello rebotando tras la espalda. Le dio una botella en una bolsa de papel a Hikari y salió pitando de nuevo, excusándose sobre la marcha que al final no podría quedarse porque le había surgido algo en casa y no sé qué.

    —Parece de todas formas, diablo —comenzó Hikari, con su tono naturalmente grave y tosco—, que es tu día de suerte. Eres extranjero, ¿no? Se te nota desde la otra calle. ¿Conoces las maravillas de beber en los parques japoneses?

    Le echó un vistazo a la bolsa, me pareció que era una botella de vodka de calidad intermedia.

    —Igual tendría que soltar pasta, Hikkun~ —comenté bastante al aire—, ya sabes cómo funciona, solo los que pagan beben. Ley de la calle.

    —Pues eso, suelta la pasta en la opción uno de buscar un bar de los de aquí cerca o la opción dos de bebida express, pero gratis no sale. Él verá.

    Me dedicó una mirada de soslayo que a pesar de su falta de expresividad, dijo a gritos que también estaba cazando al vuelo a Satanás y quizás hasta había hilado algo más fino. ¿Que Hikari podía haberse ido sin más? Posiblemente, que lo fuese a hacer era otra cosa. Vete a saber si para comerse el show o para vigilar la obra de teatro esta tan estúpida.
     
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    Esperaba que este par supiese que estaba lidiando con el holacausto en persona, si apestaba como el averno en cuanto Satanás había montado su trono y todo, vaya, solo me faltaba la mujer al lado, no sé, Tolvaj como compañera para liarla por ahí derecho, pero bueno, ni modo, no me quejaría nunca siempre y cuando siguiese disfrutando de las llamas podridas que podía crear a voluntad, esas que absorbían cualquier otra imitación de candela, porque la mía al menos, nunca corría el riesgo de apagarse. Me relamí con las manos en los bolsillos, si supiese que este chico tenía un tipo definido me cagaría de la risa, porque mira que Kou que al parecer también tenía un tipo como orientación había terminado viniéndose en mis manos.

    Vamos, que éxtasis era lo que mejor podría darle.

    Paso a paso, como quisiera me le amoldaba como gasolina.


    Claro, había un estorbo en el camino, pero no me lo tiraría encima si corría el riesgo de que el pajarito abriese sus alas y se alejara de mi tacto, al que de por sí le rehuía pese a no haber intentado nada todavía. Como Sallow, montando muros sin siquier haber movido un jodido dedo, que criaturas de lo más ariscas~ Seguí sus ojos en lo que me repasaba, como si fuese un espejo, provocando que la sonrisa cagada me decorara la cara.

    —God boy~ —murmuré en respuesta a eso de levantarse. El chiquillo no tendría ni idea de que a cualquier mierda podía sacarle un disfrute de lo más turbio. Le seguí los pasos por el rabillo del ojo en lo que me dejaba la droga dentro, que mira que para andar entregando las cosas así estaba cagado de ser descubierto.

    No sabía que se sentía eso en realidad, más que adrenalina y placer, así que bastante igual me daba.

    —De conocerla sí, de que me interese —pestañeé, burlón—, ya imaginarás la respuesta.

    En cuanto el cabello blanco se abrió paso un poco si que capturó mi atención; no sabía exactamente cuantos años me sacaba, pero de que no me importaría cambiar al ratoncito por esta hermosa mujer... bueno, siempre se debía ser flexible en la vida, aunque algo me decía que la oportunidad era nula. La cabrona nisiquiera se tardó, entregó algo y se largó con el viento a lo que el otro tipejo hablaba.

    —Ni idea —comenté desinteresado sobre la idea del parque, a lo que noté la botella de vodka dentro de la bolsa, de igual forma dudaba que el desconocido fuese a embriagarse con algo tan básico fácilmente, pasando de la voz de CayCay, dirigiendo el ámbar de mis pupilas al que me daba las vibras de pleno humo negro, era como si estuviese pero a la vez, sino hablaba ni se notaba—. Opción uno.

    Que si había viejas en tubo, ni me quejaría.

    Saqué el móvil del bolsillo, jugando con éste entre los dedos, volviendo mi atención al ratoncito, que bastante platicador estaba ahora, a ver qué tal luego de un par de tragos.

    >>A ver si los bares de por acá no son tan aburridos~
     
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    Si supiera solo la mitad de lo que este pedazo de mierda estaba pensando seguro se me hubiese pasado por la cabeza que le faltaban una o dos lecciones sobre respetar límites ajenos, consentimiento y, no sé, decencia. Mira que lo dijera un camello, carterista y vendedor de armas tenía tela, pero ya dicho estaba, tenía sombras conmigo, surgían de mí y engullían si me forzaba a los más terribles límites, pero en esencia no era ningún diablo.

    No como este desgraciado.

    Dios, de milagro no arrugaba la nariz con la peste.

    Ignoré su respuesta a mi estupidez de haberme levantado, porque de repente puso en movimiento un montón de hilos negros como el puto vantablack y si hubiera estado con la crisis existencial del resto de la semana y la misma mala leche seguro me habría revuelto como un perro atado. Le habría soltado una sarta de insultos en la cara, puesto distancia y quizás hasta cortaba el negocio de la hierba, que de por sí la pasta no me hacía falta.

    Era pura codicia.

    —¿El fact de que la ética te chupa los huevos en todos los ámbitos? —comenté por la gracia, me pareció que Hikari estuvo por soltar la risa pero solo se encendió el tercer cigarro—. Sí, se da cuenta todo Japón~ muy bonito.

    Me hubiese puto meado de risa si me daba cuenta que este pedazo de mierda era de la edad de Kurosawa, honestamente, pero suponía que la ignorancia era una cosa que a veces podía agradecerse. Lo mismo aplicaba para el hecho de que no nos molestamos en pensar que este le había echado el ojo a Yuzu, porque seguro ahí Hikari si se lo cargaba o por lo menos lo intentaba y yo, bueno, no sería el que lo evitara. No que Yuzu no fuese capaz de castrarlo de un movimiento, pero igual.

    Big sis era igual de sagrada que Yako para nosotros.

    No por nada él mismo había desterrado a cualquier que no le tuviese el respeto que merecía.

    El desinterés de Kasun a la sugerencia de Hikkun fue directamente proporcional al desinterés de él mismo por la vida entera, en tanto la gente lo dejara quieto a Hikari muchas cosas se la traían floja. Era desligado como Ko y como yo, solo que sin la calma y confianza que transmitía el primero y sin mi puto culo de attention whore, y con muchísima más ira en sangre si lo picabas, claro.

    Opción uno.

    Obvio, si este diablo era un niño pijo de los buenos y para la gracia yo también podía serlo, así que ni modo. Me encogí de hombros, porque mira, encima había dicho que invitaba y me conocía para saber que no se me iba a volar la pinza con este jodido salido como sí se me iba a la mierda con Kohaku, con o sin alcohol de por medio.

    Para sus gracias iba a tener que seguir probando suerte, como con la lotería.

    —Lo que queda más cerca es el Imperial, ¿cierto? —atajó Hikari abriendo la botella para pegarle un trago.

    —Ajá, doscientos metros como mucho —respondí quitándole la botella de la mano para beber un poco también, se la regresé junto a un billete—. ¿Te quedas solo, Hikari?

    —Qué va, Arata seguro aparece en un rato.

    Asentí con la cabeza, volví a levantarme, hundí las manos en los bolsillos del pantalón y suspiré con cierta pesadez.

    Come on, rude boy. Night waits no man —dije para Kasun, en el inglés sí se me notaba el acento del Reino Unido aunque se colara cierta pesadez del revoltijo de inglés escocés, con tintes claramente gaélicos puros, e irlandés que había aprendido de mi madre—, or devil, I guess.

    Enderecé los pasos para rodear la fuente, alcanzar el límite del parque y cruzar el paso de cebra que daba a la esquina de una de las calles que discurría hacia el sudoeste si no me fallaba la brújula interna. Como si me seguía, caminaba a mi lado o dónde coño quisiera me dio bastante igual, porque para la gracia íbamos a entrar al lounge del hotel Imperial de Chiyoda y mira, al menos había tenido la decencia de no ponerme una sukajan esa noche.

    Y gracias debería darme Kasun, con este apellido sucio.

    Al poner un pie en el lounge nos recibió un hombre, hizo una reverencia, si los tatuajes del castaño le provocaron algo no lo demostró, como buen profesional, y me explicó que tenían un evento en el lounge y que no tenían mesas disponibles.

    —Dunn Cayden —dije apenas terminó de excusarse.

    —¿Hijo del señor Dunn Liam? —buscó confirmar aunque lo tenía escrito en la cara literalmente, era una copia de hombre que ni me visitaba pero me permitía usar su apellido como me saliera del culo. Asentí con la cabeza de todas formas—. Una de las salas privadas está disponible, puede seguirme si gusta. Tiene vista al Hibiya, atención de la mejor calidad, asientos altos o sofás.

    Mymy~ tan extra como me gusta —comenté bastante al aire, con tono suave, y la cadena del saco tintineó al ritmo de mis pasos.


    pedazo de ida de olla, tuve que hasta buscar bares cerca del hibiya porque five se nace

    tremendo tocho *patea a cayden*
     
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    El que el chico tuviese el riesgo de creer en un caso hipótetico de que las lecciones castigarían algo a mí me harían cagarme de la risa, porque bueno, el consentimiento claro que lo buscaba, sino el placer de satisfacer a un contrario no sería ni de cerca tan exquisito como lo solía saborear entre los dientes, el ir procesando algo con quien me atrajese fisícamente, el que fuesen cediendo ya fuese de a poco o de golpe, me ponía, si se obligaba a alguien pues... eso hasta a mí me jodía, pero no tenía porque enterarse. Entre tanto sentí la brisa del viento en mis mejillas, visualizando el cómo el parque cada vez se iba poniendo más solitario.

    Preguntó por la ética y toda la mierda, como un ratoncito curioso.

    Con un viejo que en un par de años me cedería el trono político corrupto de un país entero... y el cardenal con estos juegos de niño pequeño.


    —Quién sabe~ —me limité a dejarlo hasta ahí, no fuese que la curiosidad matase el gato antes de tiempo, que si tan espantado lo tenía con solo mi presencia vete a saber si tenía el resto de la información en la cabeza.

    No por nada nuestras cuentas bancarías mantenían a reventar, los lujos que me daba, los caprichos que me permitía sin excepciones. El consumo medianamente activo, estarme tirando de barrancos como si fuese comprar una golosina, verme como me saliera de los huevos, con la cara tatuada porque las oportunidades las tenía ya en bandeja de plata. No me inmuté nisiquiera cuando Hikari dijo que se quedaría ahí, que luego llegaría el otro tipejo, ese de la clase de Gen, tragándome la sonrisa cagada de lobo al tener a solas al ratoncito.

    Venga, sabía que no caería a la primera, pero con conseguir algo, por minímo que fuera me traería una satisfacción del puto infierno encima.

    Caliente de por sí.


    Le seguí sin mucho teatro en lo que cambiaba el idioma, vete a saber como éste manojo de nervios se había conocido con Tolvaj, pero de seguro sus amistades tenían que ver en ello, que si la diabla esa no se había comido a la mitad de sus amigos me le reiría encima la próxima semana, porque bueno, que decepción~

    —A ver, a ver CayCay, guíame.

    Caminé a su lado, con las manos enterradas en los bolsillos en todo momento. No me esperaba que éste fuese a aceptar a la primera, a ver si luego, en el instituto lograba sacarle una segunda, una tercera. Quizá sin darme cuenta, hasta podría potenciar las víboras de fuego que emanaba este chico, de forma inconsciente, claro, opacar ese tono ámbar de sus pupilas, arrastrarlo a la oscuridad inminente. Ya tenía a su tipo definido, la luz y esa mierda de lo cual no sabía un culo, pero el otro lado era por demás interesante, si me siguiese dejando la puerta un poco entreabierta.

    Me colaría como el maldito que podía adaptarse a su ritmo.

    Conseguir su confianza.

    Que bajara las alarmas.

    El sitio no se veía de pudredumbre, depronto estaba hasta mejor de lo que me imaginaba. Un desconocido nos recibió con una negativa de forma inicial, pero luego el ratoncito soltó su nombre completo y mira nada más como las piezas se acomodaron en el puzzle; uy, andaba con un niño de bien y no lo sabía, qué cosas~. Les seguí a ambos en lo que paseaba la mirada por la parte interna del lugar.

    —Lindo gusto.

    Como tú, corderito.
     
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    Zireael

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    Bueno, qué hablaba yo de lecciones, si este jodido cabrón seguro se moría y le tenían parcela reservada en el puto Infierno, pero en fin, no que interesara. No a mí por lo menos, en tanto supiera mantener las manos donde pudiese verlas me daba igual lo que hiciera o dejara de hacer, no como Tolvaj que insistía en tocarme.

    De cualquier manera, incluso más que el tema de la edad, lo que hubiese sido para partirse el culo era el hecho de que no tuviéramos tantas diferencias apreciables si ignorábamos lo abrasivo de su personalidad. Si quitabas eso y me quitabas a mí el miedo, la ansiedad de mierda y el deseo de ser alabado, bueno, solo quedaban dos idiotas que le chupaban el dinero a sus viejos corruptos.

    No había mucho más.

    Lo que sí me tocó los huevos fue la forma en que me llamó, era el apodo de Ko y ahora a veces lo usaba Aleck, así que me fastidió que dio gusto que ese desgraciado lo soltara así y eso que me importaban tres mierdas cómo me llamaran en realidad. Cay, Swallowtail, mariposita, corderito, lo que fuese, pero ese... Joder, ese. No lo demostré, obviamente, que seguro solo le servía de combustible como todo lo demás, pero sí me llevó el puto diablo y el fuego repiqueteó en las paredes de roca viva de mi cueva.

    Deseando reducir algo a las cenizas.

    En fin, de haber venido solo seguramente lo habría planeado con anticipación, hubiese sabido que había un evento, me hubiese puesto el traje fino y me hubiese colado al evento. Fuese fiesta, reunión, poco importaba porque me hubiesen dejado pasar igual con el apellido y le habría vaciado los bolsillos a todos los ricachones en cosa de hora y media.

    Pero allí estaba, guiando a Satanás encarnado a una sala privada que venía a ser casi lo mismo en cuanto a peligros si ponía las cosas en una balanza. Podría haberlo llevado a uno de los pubs irlandeses de mi padre también, pero mira, teníamos que caminar bastante más de lo que sonaba agradable o ir en coche, así que una mierda. El Imperial hacía el trabajo más que bien y llevarlo a los pubs era el equivalente de meterlo a la madriguera de los chacales, así que no gracias.

    El hombre continuó guiándonos, pasando del comentario de Kasun, y yo solté una risa por la nariz, porque esa noche estaba hecho tremenda cocky bitch o algo... Sobre todo aquí, regodeándome en las llamas del viejo Dunn.

    —Obviamente, devil.

    El hombre abrió entonces una de las puertas, hizo otra reverencia y nos dejó pasar sin más.

    —Muchas gracias —dije en lo que entraba.

    El espacio no era demasiado grande, tenía una mesa pequeña cerca de la ventana, junto a un set de sillones con estampado oscuro y una barra con bancos altos en el otro extremo, como había dicho el que nos recibió. Las paredes eran de madera, de hecho la habitación olía a madera en sí misma, quizás por un revoltijo de esencia artificial y natural, y estaban iluminadas por lámparas amarillentas. Encima sonaba un jazz de lo más suavecito.

    ¿Fave Thing era eso?

    En fin.

    Caminé hasta la ventana sin prisa, observé las luces de Tokyo, el Hibiya más allá y por el reflejo del vidrio noté que un joven que tenía pintas de ser el que nos atendería se había quedado cerca de la puerta. Debieron decirle a quién atendería, porque bastó hacer contacto visual para que se acercara.

    —Un whiskey, por favor, en las rocas.

    —¿A nombre del señor Dunn?

    —No, esta noche invita el caballero aquí presente. Kasun. —El muchacho asintió con la cabeza y se quedó esperando lo que pidiese Satanás antes de retirarse.

    Pobre desgraciado, que lo tenían atendiendo a unos críos como si no fuese hasta ilegal con la edad del otro cabrón.
     
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    Uy, que suerte tenía el ratoncito que no supiese que le tocaba los huevos el ser llamado CayCay, porque de seguro en momento lo hubiese paladeado con un disfrute que hasta un escalofrío le sacaba. Entre el camino me entretuve con la decoración sofisticada, mira que me había vestido por demás deportivo creyendo que iríamos a un bar de mala muerte, o algún sitio con lindas chicas bailando en un tubo, pero ya conociendo un poco más este chico me iba intuyendo que de aquí a que asistieramos donde podrían bailarnos encima, éste preferiría quedarse encerrado en la puta casa antes de permitirlo. Ya me veía que ni Tolvaj había logrado robarle algo, y ni se me pasaba por la cabeza que Shimizu un beso que otro si le había llegado a sacar.

    De nuevo, que me dijesen su secreto para que el manojo de nervios se soltara un poco~

    El trabajador del sitio se detuvo frente a una de las puertas, abriéndolas después. La sonrisa ladina se me dibujó con la naturalidad risible, paseando las pupilas entre la buena vista que tenía, y no me refería solo a los edificios, si un poco deparé en la parte posterior de su nuca, continuando con su espalda, sus caderas y luego sus piernas. Era delgado el chico, de mi altura por lo que traía de zapatos aquella noche, con un gusto exquisito de vestimenta, y un cabello de un tono de lo más apetecible.

    Saqué las manos de los bolsillos del jean para deslizar la yema de los dedos por mi sudadera negra hasta llegar a la mitad, en donde me desprendí de ella para dejarla sobre uno de los sillones, cosquilleándome el aroma de cedro en la nariz. La música no estaba nada mal, era suave, relajante, perfecta para que este chico se sintiera cómodo o al menos ambientar en ese sentido.

    Caballero.

    Que bien se escuchaba viniendo de esa boca que solo soltaba ladridos de perro.


    —Un Manhattan —ordené sin mucho reparo en el por favor o las gracias, caminando hasta el ventanal que permitía observar la ciudad en el manto oscuro de la noche—. Me hubiese puesto saco y corbata —murmuré burlón estando ya a su lado, sin mirarlo realmente al tener las pupilas puestas en las luces de los edificios a lo lejos—, o al menos algo similar a lo tuyo, digo, te queda bien~

    Y ahora sí busqué sus pupilas en el ligero reflejo del cristal.
     
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    Zireael

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    Si me enteraba que este estaba esperando un lugar con chicas en tubos o un bar de cuarta no me hubiese sorprendido en lo más mínimo, pero para sus mierdas que mejor se juntara con Tolvaj, si quería intentar conseguir algo aquí pues que se subiera al escenario, que el teatro me lo iba a montar como a mí me saliera del culo. Era, a fin de cuentas, un exagerado para un montón de cosas, me gustaba la buena vida, la buena comida, el licor de calidad y los espacios donde no tuviese gente encima. Le hacía excepción a las discos de vez en cuando, como la noche del Maharaja, pero era cada muerte de obispo porque vendía como si no hubiese un mañana y encima casi siempre tenía a alguien de confianza cerca.

    Este podía seguir intentando, que ya estaba fichado.

    ¿Que si noté que me sacó radiografía el hijo de perra? Hombre sí, que tenía ojos en la puta nuca, de puro milagro no le pregunté si le gustaban las vistas con el mood tan cagado que tenía encima. Solo lo dejé correr, que total al menos eso le iba a rescatar, y es que me tenía el culo de necesitado de atención viviendo su mejor momento.

    Se sacó la sudadera, no me pudo importar menos, y seguí mirando la ciudad en lo que el otro ordenaba sin detenerse en las cosas mínima de educación, cosa que, de nuevo, no me sorprendía en lo más mínimo. Pasé como un campeón del hecho de que se acercara, ni siquiera me molesté en mirarlo como tal aunque solté una risa sin gracia a lo del saco y la corbata.

    —Hubieses parecido hijo consentido de la yakuza —respondí porque sí, al recordar a Arata con los tatuajes y el traje la noche de la mascarada.

    El desgraciado me soltó así por las buenas que me quedaba bien lo que traía puesto y los hilos negros volvieron a rastrillarse a toda velocidad contra el borde de alguna mesa, así como los que había visto cuando Shinomiya me miró en el patio y cuando Ko me soltó que era un jodido lobo. Si metía la mano seguro me abría la piel hasta el hueso, la ventaja era que no me interesaba hacerlo.

    Eso no significaba que no pudiese regodearme de la atención que este idiota me estaba echando encima, así que mira, esta vez sí solté la estupidez, encontrando sus ojos en el reflejo del cristal. Eran del mismo tono que los del príncipe francés para variar y que no se dudase que los había memorizado a pesar de que estaba ebrio, si le había besado la muñeca al hijo de puta. Era un dorado distinto al mío y al de Ko, más oscurecido, como de miel en vez de resina.

    Era empalagoso, la verdad.

    Y no en el buen sentido, como la sangre que había probado en los cubículos del Sakura.

    —¿Disfrutando las vistas, Kasun?

    Apenas terminé la frase tocaron a la puerta, el muchacho volvió con las bebidas y viendo que estábamos en la ventana dejó ambas allí, junto a un plato de cortes de pescado fresco, además de dos pares de palillos metálicos. Se retiró en silencio inmediatamente después, momento que aproveché para acercarme a la mesa, tomar unos de los palillos y llevarme un par de trozos de salmón a la boca.

    Delante de este cabrón tampoco iba a comer como lo hacía normalmente, como si me hubiesen tenido atado tres días, que el teatro uno se lo montaba bien. Así que mastiqué con calma, dejé los palillos a un lado del plato y hasta entonces tomé el vaso de whiskey, regresando sobre mis pasos a la ventana para sentarme en el borde de madera junto a ella. Le di un trago a la bebida, sin más, y me pregunté si no habría sido mejor ir a Shinjuku y beber un par de tragos servidos por el Krait.

    Que fuera coñas, el Krait le ganaba por mucho a Kasun. Es decir, si me fueran los veinteañeros y eso.

    Sí sí, no que fuese el caso de vez en cuando. Qué va.

    alguien que me quite a cayden de una vez, que por todo suelto tochos i hate it here
     
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    Pfff, si el ratoncito tenía más similitudes con el principito del que hubiese esperado en un principio, ese de sentirse el centro del mundo, soltar lo que quería escuchar, alimentarle cada pequeña partícula de ego en lo que se iba sumergiendo, y el cómo disfrutaba en complacer ese tipo de caprichos me lanzaba un placer de lo más cagado, fortalecer esa soberbia, altivez o poder que me limitaba a robarles descaradamente en otros ámbitos, me ponía.

    —Encajaría perfectamente en tu círculo entonces~ —solté por puro morbo de información al haber visto las pintas del otro tipejo de la fuente, pestañeando con parsimonia entre las luces que se reflejaban al otro lado del cristal poralizado.

    A ver si algún día conseguía puntos o algo vistiéndome a lo formal, aunque sabía de lleno que la corbata al menos en su explendor no me duraría más de un par de horas. Saqué las manos de los bolsillos en los deslizaba la tela carmín hasta la altura de mis codos, dejando los tribales de la muñeca descubiertos, como solía tenerlos, recibiendo la resina ámbar de sus pupilas a través del reflejo, escuchando su pregunta a lo que me relamí los labios, a punto de responder en lo que tocaron la puerta.

    Pero que gestión tan veloz.

    No me giré ni mucho menos, si acaso eché un ligero vistazo sobre el hombro en lo que el que nos atendía dejaba un aparitivo y los tragos, sin embargo si que noté al cardenal darse vuelta para caminar. Volví la vista al frente y me dediqué a ver el movimiento de su cuerpo en el cristal, acentuando la sonrisa en mofa que se estiró apenas en mis labios, fue entonces que imité el camino trazado hacia lo recién dejado, sujetando el vaso de cristal, moviéndolo apenas en lo que el hielo causaba una ligera onda en el líquido, y bebí sin perder rastro de sus movimiento, el cómo llevaba los palillos a sus labios, el masticar entorno al sushi, los movimientos gráciles y elegantes que mantenía como todo buen chico.

    Si lo único que estaba logrando es que se me antojara más tenerlo entre manos.

    Dejé la copa a la altura de mi cintura con la izquierda, manteniendo la derecha dentro del bolsillo del jean en lo que recostaba la espalda baja en el borde de uno de los sillones de cuero, viéndolo volver a caminar hasta posicionarse en el borde de la ventana, a lo que aproveché para retomar la conversación.

    >>Y qué ratoncito, ¿te van las apuestas?

    Porque eso de solo tomar... qué aburrido~
     
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    Zireael

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    Realmente yo no era un obseso del poder, para eso teníamos a Sonnen ya que o estaba en el mismo nivel que los demás o estaba por encima, pero nunca debajo de ningún pie. En grandes rasgos yo era mucho más básico, solo quería atención, validación, ser el centro de algo y me la traía floja si debía mis lealtades a alguien en tanto ese superior, digamos, me reconociera como una pieza del rompecabezas, del tablero del mundo y de la telaraña que discurría sobre todos nosotros.

    Como había hecho Yako.

    De ahí que tampoco me interesara demasiado ser un perrito de lo más obediente con la gente en la que confiaba ciegamente, esos a los que les podía dar un arma, decirles que me apuntaran entre las cejas y ni siquiera trastabillar al sentir el frío del cañón porque sabía que no iban a tirar del gatillo. Arata, Hikari, los Ootori, Fujioka y Ko por encima de todos esos incluso.

    ¿El diablo aquí presente? Posiblemente no presionara el gatillo en tanto le retribuyese el perdonarme la vida y yo de todos los hijos de puta odiaba la deuda. La deuda era una mierda, te convertía en un simple trapo, en un objeto, te robaba la dignidad digamos y para la gracia mejor morirse. Si con tal de no quedar en deuda le había tirado el dinero encima a Kurosawa y Alisha, así fuera un montón de pasta.

    Claro, si supiera que este cabrón me estaba comprando con Shinomiya ni idea de si me hubiese descojonado, muerto del coraje o sencillamente dado la razón. Ya lo había pensado en algún punto de la semana, podía haberme desligado de Shibuya, no haberme revuelto con sus diablos nunca, pero había vivido allí más de la mitad de mi vida y tenía sangre de lobo corriendo por las venas.

    Quería pensar que al menos mi moralidad conocía de límites.

    Pero había que ver hasta dónde había llegado por la dichosa admiración.

    Encajaría perfectamente en tu círculo entonces.

    No, no. A ver, encajarías perfectamente con cualquier pandilla.

    Y seguro serías de los preferidos de los demonios.

    No respondí, nada que añadir a eso obviamente. Por demás volví a sentir sus ojos encima cuando me acerqué a la mesa y luego cuando regresé a la ventana también, es que el cabrón me iba a sacar brillo de solo estarme mirando todo el rato, ¿no le habían enseñado a dejar algo a la imaginación? En fin.

    —Cardenal, ratoncito... A ver, decídete por una~ —dije como si nada, balanceando el vaso de whiskey en la mano—. ¿Qué pasa, Kasun? ¿No puedes dejar el culo del desastre quieto una noche que ya andas preguntando por apuestas? Dios, los extrovertidos siempre con las patas por delante.

    Regresé los ojos a la ventana, repasando las luces de nuevas cuentas, y luego encontré la silueta del diablo en el reflejo del vidrio.

    Que si me iban las apuestas.

    Era hijo del líder de la mafia irlandesa del corazón de Tokyo, que antes que todo era un corredor de apuestas, ¿cuál iba a ser la respuesta? Que para la gracia había sido por una apuesta que había terminado comiéndome la boca con Alisha el día de la mascarada.

    —¿Las apuestas? Podría decirse —añadí después de darle otro sorbo al trago—. ¿Con Satanás encarnado? Seré puto imbécil, pero tampoco soy tan suicida.

    Bastante tenía solo con Cerbero y Hades.
     
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    Insane

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    Tan pronto queriendo un mote fijo, pero a ver, que si tenía que escoger... bebí otro trago deslizando las pupilas hacia una de las lámparas del sitio en lo que traía a colación aquella ave de plumajes rojos, cantor de por sí, un tamaño pequeño que simboliza como tal la conexión con muertos que se quisieron en vida, aunque tenía también una connotación religiosa, siendo un ecleseástico de alto rango en la iglesia católica. Ya por otra parte venía a colación el ratón, el pequeño roedor perjudicial para la agricultura.

    Pfff, si ambos le quedaban como anillo al dedo.

    Aunque si tuviese que elegir alguno.

    Cardenal de sobra.

    La risa ronca se me escapó entre tanto, volviendo a sus orbes como quien no estuviese zorreándole desde que cruzamos palabra en el instituto, porque venga, eso de dejar el culo quieto era por demás aburrido, y si había algo que odiaba en mi puta vida era el aburrimiento. No por nada me la pasaba como un vicioso buscando las pequeñas válvulas que me bañaban de adrenalina, placer e inhibición. ¿Qué si podía caer en meterme a algún grupo delicuencial por ello? Un poco sí, pero me movía más por espectros individuales, no veía la necesidad de estar haciendo el trabajo sucios de otros como si necesitara los billetes que de por sí me sobraban.

    —El aburrimiento no es lo mío, CayCay~ —y di la última bebida al vaso de cristal, dejándolo sobre la mesa en lo que esperaba y viniese el tipejo que nos estaba atendiendo. No tenía hambre tampoco, así que no deparé en comer del sushi, que si fuese el caso preferiría que nos trajesen algo más dulce—. ¿Alguna vez te has divertido? Digo, ya que estás tan bien vestido, puedo prometer que no implicará ni una sola arruga en tu perfecto traje~

    Solté luego de que éste volviese al cristal, mirándome por el reflejo apenas, escuchándolo en lo que regresaba la izquierda al bolsillo. Venga, que no es como si fuese a morderlo apenas empezando, el diablo analizaba los pasos antes de darlos, no por nada planeó el robarse el trono de Dios con un ejercito, aunque lamentablemente perdió siendo desterrado al averno. Y este chico prefería simplemente no intentar, ni ganar ni perder, neutro por demás. bad boy~

    —Bueno, siempre se pueden hacer otras cosas para pasar el rato —en eso tocó la puerta quien nos atendía; hice un movimiento de cabeza a lo que se acercó—. Dos Johnnie walker gold.

    En cuanto se retiró volví el rostro al frente, buscando sus resinas de nueva cuenta.

    >>Ya que estamos, ¿qué te gusta hacer mientras bebes? Digo, eres el rey esta noche, así que te escucho~
     
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    Zireael

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    Lo de decirle que se decantara por ratoncito o cardenal había sido para rellenar diálogo, a quién iba a mentirle, igual me daba algo de curiosidad cuál decidía tomar. Si el pájaro o el que iba a caer en el saco con el resto de diminutivos que se sacaba la gente de los cojones. Dicho estaba ya, me daba igual realmente cómo me llamaran.

    Su risa me alcanzó los oídos a pesar de que pasé de ella como había pasado también de muchas cosas, tenía una lista y lo que me daba igual lo tachaba sin más, sin ninguna clase de remordimiento o pesar. Así como que este estuviese zorreando desde que se levantaba por las mañanas hasta que se dormía, es más, seguro zorreaba hasta en sus sueños.

    What a nasty boy.

    Era de lo más entretenido ver a los de su clase buscando, buscando y buscando, todo era el cuerpo, todo era el exterior y lo que sea que les provocaba. Era, de alguna manera, como si no fuesen capaces de encontrar nada que los entretuviese en soledad, sin la gente, sin picar y romper. Podían ser individualistas de cepa o no, como la misma Tolvaj que primero vendía a sus compañeros de equipo que cualquier cosa, pero el caso es que si los dejabas solos en una habitación... Quizás se murieran de aburrimiento.

    Que lo dijera yo, que vivía buscando la atención de la gente, era para mearse de risa obviamente... Pero estaba la cueva, la cueva en la que había nacido y la que regresaba cada vez que me hartaba del ruido que percibía en toda la gente. Solté una risa por la nariz, porque para este estarse quieto claro que era el equivalente de aburrimiento.

    ¿Alguna vez te has divertido?

    Le di un trago algo más largo al vaso, bajé la mano para seguir balanceando el objeto y que el hielo que quedaba se derritiera en el último par de tragos de licor. La definición de diversión que teníamos Kasun y yo posiblemente no coincidiera más que en puntos específicos de, no sé, dos líneas curvas que se rozan antes de ir a perderse para no tocarse nunca más.

    —Como mi sentido de diversión no va a coincidir con el tuyo la respuesta debe ser no.

    Claro, que se lo dijeran al cuarto de huéspedes de Akaisa y los cubículos del Sakura en las últimas dos semanas. Hombre, ¿se me había volado la puta pinza? Bueno sí.

    Me pasé la lengua por los dientes, sentí mis propios colmillos presionarse, y seguí mirando al cabrón por el reflejo del cristal, casi con pereza. Era posible que este salido y yo estuviéramos los dos hechos de fuego, era una mera suposición al ver su personalidad, pero la diferencia radicaba en que este tenía fuego puro... si acaso algo de aire consigo que le daba su capacidad adaptativa.

    Yo tenía las flamas y la roca viva, que a la temperatura suficiente se fundía. Puede que mi fuego no fuese vicioso, no buscara destrozar el mundo, pero ya no iba a dudar de su capacidad. De hecho nunca lo había hecho, temía usarlo por su poder real... y por eso vivía contenido, pero ahora, luego de saber que Chiasa estaba muerta y que Ko dijera que me necesitaba, las lenguas de fuego, las rocas hirviendo y próximas a derretirse estaban allí de forma constante.

    Quizás solo por esto estaba bailando con el diablo.

    La certeza de la muerte y la confianza de saberse necesitado creaban un combo de lo más jodido.

    Con todo y mi emocionalidad, con el chute de confianza que tenía encima ahora, cuando estaba con gente que no me importaba una mierda ni necesitaba ayuda de alguna clase desconectaba los cables. Me convertía casi en una máquina, si debía ser honesto, desactivaba las emociones que me movían y todo se reducía a negocios, metas, listas. Adquiría objetividad a costa de bloquearme a mí mismo del entorno y leerlo todo, ver las telarañas.

    Era mucho más fácil de lo que sonaba.

    —Suelta tu idea y ya veré yo si me interesa, devil —atajé subiendo la pierna para apoyar la pantorrilla en el muslo—. Si necesitas garantía de que me vaya a subir al tren, entonces mejor no gastes saliva.

    Lo escuché pedirle algo al muchacho que nos estaba atendiendo, volvió a encontrar mis ojos con su miel después y me digné a girar el rostro por fin, para dejar de verlo por el vidrio. Le eché encima una sonrisa que cargó un montón de mofa consigo, vete a saber si era dirigida a mí mismo o a él.

    —Hay algo maravilloso en beber sin estar haciendo un carajo. Ya sabes, cosas que hacen los aburridos como yo~

    Me bebí lo que quedaba del whiskey, bajé del borde de la ventana y me acerqué a la mesa de nuevas cuentas para dejar el vaso vacío. Volví a tomar los palillos, era claro que este no iba a tocar el pescado, así que ni siquiera le pregunté para comerme lo que quedaba con la calma de antes. Los dejé sobre el plato vacío, relamiéndome los labios.

    —Aprecio el silencio y la soledad, Kasun, incluso más que tener un reflector encima, cosa que también adoro como un malnacido, y sé que no eres imbécil para no haberte dado cuenta de eso, si acaso te haces el estúpido nada más. —Lo repasé con la vista, con los ojillos biónicos que había señalado Yako cuando era un crío de catorce. Soledad, silencio, reflectores... y categorizar información, esa era mi salsa—. Te llevas puntos por ser menos invasivo que Tolvaj, claro. Aún así... ¿Qué se supone que tenías en mente al ofrecerte a pagar unos tragos, campeón? No, la pregunta es qué lugar... Hmh, ¿un bar de cuarta de esos donde caben seis personas sentadas en la barra? ¿Una disco como las de Roppongi quizás?

    Se me iluminó la neurona de repente y estuve por soltar una carcajada, pero todo lo que hice fue ampliar la sonrisa, descubriendo los dientes.

    —No, no. ¿Un bar con chicas? —Japón tenía hasta de donde elegir para eso, porque ya no eran solo los night clubs, sino los hostess... aunque a este seguro le iban los primeros—. Me da a mí que no tienes ni edad para estar en uno de esos~ ni a ninguna de las opciones en realidad.

    Mira quién hablaba de leyes.
     
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    Me causaba gracia y todo imaginar que su concepto de diversión sería tumbarse en la cama a ver algua película estúpida, pasar tiempo con no sé, ¿gatos quizá? porque de que tuviese pinta de tener algún perro poca, y si acaso lo imaginaba con un chihuahua o un pinscher miniatura; y en el mejor de los casos metiéndose con algún niñito de carita de santo, más pasivo que él quizá, o vérsatil, vete a saber, tampoco me importaba si a fin de cuentas no tenía ni similitud fisíca y mucho menos de personalidad con lo que creía y le iba a este imbécil. Pfff, eso no significaba que fuese a tirar la toalla.

    No tan pronto al menos.

    Solo era dar con los interruptores, encender alguna maldita pizca que avivara algo de la lava en sus ojos, que se dejase fluir como un volcán a punto de erupcionar para permitirme moldear el fuego a voluntad, sacarlo del piloto automático que comenzaba a mostrar a través del reflejo del vidrio. Venga niño, ¿quién te ha dañado tanto para protegerte cuando nisiquiera he tratado de soplarte encima?~

    —¿Garantía? —murmuré travieso—, vamos cardenal, que si me moviese por garantías no me divertiría una jodida mierda.

    Solté el aire por la nariz luego de un rato, recibiendo su mirada con una sonrisa que me hizo tragarme las ganas de saborearme las muelas, si ya me lo estaba saboreando a él en la cabeza no tenía necesidad de más. Apoyé las palmas en el cuero por solo sentir la textura por mero vicio, echando un poco la espalda hacia atrás contra el respaldar pese a estar apenas apoyado contra el borde, sin perderlo de vista, que sus pupilas no las solía tener encima tanto como se me antojaba.

    Le seguí con la mirada en lo que venía a terminar de comerse los aperitivos, como había supuesto desde un principio. Se relamió los labios y todo al finalizar, a lo que una chispa se deslizó por mis neuronas, apeteciéndome el llevarla a cabo, pasando de su discurso pese a interiorizarlo en un instante como una jodida máquina, estirando la izquierda para hacer el amague de llegar a la comisura de sus labios, sin embargo en cuanto estuve a un puto milímetro regresé el brazo a mi bolsillos, extendiéndo la sonrisa como un cabrón en lo que entraba el tipejo con los dos tragos sobre la bandeja, dejándolos sobre la mesa para retirarse de nuevo.

    Claro que me llevaba puntos.

    Si de imbécil no tenía nada.


    —Uy, menos mal no te toqué entonces —murmuré lo más de entretenido—. Te quedó un trozo de arroz en la comisura del labio, aunque si quieres te lo quito, sin las manos, claro.

    Apenas y ladeé la cabeza sin quitarme la eterna burla en lo que sacaba conclusiones sobre el sitio en el que creí y nos meteríamos; tenía razón el chico, en un principio me inclinaba por esos lugares, pero bueno, no lo veía relevante ahora, mencionando ahora la edad que solía pasármela por el culo, porque de caras de críos pues el pajarito salía ganando aparentando menos, y por ahí derecho, de altura y contextura igual. Si facilmente podía decir que tenía dieciocho y la gente se lo tragaba entero. Deslicé entonces los ojos desde los suyos hasta el bolsillo de mi jean, el delantero del lado izquierdo.

    —Aquí tengo mi documento, digo, por si quieres verlo.

    Bienvenido seas en tocarme.

    Prometo no morder, no al inicio al menos~
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    I got one confession,
    a love deprivation.
    I got a jet-black heart,
    it's all fucked up, and it's falling apart.
    .
    Carry on, I'm stronger than you'll ever know.
    That's the deal, you get no respect.
    Cayden2.png
    Era imposible negar que la cosa se estaba convirtiendo en un tira y afloja de lo más raro o solo en un tirar y tirar, pero digamos que me había pillado en un buen día y en vez de irme a la mierda por cuestiones de orgullo solo estaba allí. Le ofrecía ciertas cuerdas para que las rozara, escuchara el sonido y luego las retraía de regreso, porque ni de coña lo iba a dejar reventar hilos a este desgraciado. Me dejaba tocar por mis chacales, me dejaba hacer cualquier mierda por ellos y ellos me dejaban a mí hacer mis cosas en paz, así de simple... Pero más no. Ya la gracia con la rubia había sido demasiado.

    Estábamos en dos extremos de la escala, Kasun era jodidamente corporal y se movía por otras emociones, mientras que yo con todo y mi emocionalidad, era una malditamente cuadrada y sobre todo me movía por miedo. Pensaba en probabilidades, en escenarios de mierda y descartaba información en base a eso, a qué tan mal podían salir las cosas. ¿Que si le tenía miedo Kasun? No, de estos habían hasta para tirar para arriba en la calle, así como chicas como Tolvaj, me tocaban los huevos (y no en el buen sentido) que era otra cosa.

    —En realidad me parece que si te movieras sin ellas te morirías de aburrimiento —respondí sin necesidad real, ya estaba visto que a este no le iban los argumentos—. Las garantías te aseguran deudas y las deudas cobros. Te lo puedes pasar de puta madre generando deudas en el aire y cobrando intereses al infinito.

    El jodido hijo de puta acercó la mano, no externalicé la tensión pero sí que la sentí, me bañó el cuerpo y estuve a nada de chasquear los dedos y soltar el fuego para quitarlo de un manotazo así se descojonara en mi cara. Sin embargo, se detuvo a última hora, regresando la mano al bolsillo con la diversión escrita en la cara en lo que entraba el muchacho con los tragos. Ese pobre tipo debía estarse cagando en sus muertos por estar atendiendo a un par de críos, pero sobre todo porque debía olerse la de estupideces que estaban pasando y eso que eran bastante light si debíamos ser honestos.

    —Prefiero romper la ventana y saltar desde aquí, gracias~ —respondí suavizando el tono a posta y me quité el grano de arroz con la lengua, sin más.

    Lo vi deslizar la vista al bolsillo de su pantalón y tuve que tragarme las ganas de mearme de risa, reduje todo a la sombra de una sonrisa mientras estiraba la mano para hacerme con uno de los tragos antes de dejarme caer en el sillón más cercano a la ventana. Le pegué un trago a la bebida, solté una risa baja por la nariz y lo miré de costado.

    —Suficiente tuve con meterte la hierba en el bolsillo, tus documentos puedes metértelos por donde no da el sol como ya haces de por sí. —Giré apenas el rostro para mirarlo de frente y le di otro sorbo al trago—. Además, con esta cara de cordero a medio morir con la que vendo hierba y todo el resto de mierdas no debería ni estar cuestionando tu infierno, devil.
     
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    Insane

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    Tenía razón en cierto aspecto, de por sí buscaba dejar a las personas con alguna deuda pendiente, sin embargo había un fallo que al menos por ahora el chico no tenía en cuenta, o no lo había mencionado, ya que aunque perdiese en el transcurso de una apuesta, que era suerte en mayor cantidad de veces, ganaba aunque aparentemente perdiese, si a fin de cuentas mientras sintiera satisfacción ni el puto de Dios me bajaría del trono de lujuria en el que solía moverme. Desviado y enfermo, innegable, pero complaciente hasta hacerte perder la razón y drisfrutar de lo más mundano.

    Me grababa en el cerebro de una forma o otra.

    Como si lo llevase en las venas, el fuego ardiente socorriendo de pies a cabeza, buscando incesantemente el placer, el llenar la mierda de agujero negro que traía a punta de excesos, de vicios, de sexo, de lo que me saliera de los huevos. No respondí a aquello, dejé que su perspectiva siguiese flotando en el aire a lo que no mostró ninguna señal de tensión, pero venga, que solo había que conocerlo superficialmente para intuir que se estaría cagando por dentro si en verdad apoyaba una mísera uña en algunaa parte de su dermis.

    —Que drástico, cardenal~

    Le seguí el movimiento en lo que sujetaba el trago, a lo que lo imité para llevar el cristal a mis labios, saboreando aquel ardor por mi garganta.

    —Entonces cuestionemos el tuyo ahora —murmuré enderezándome a lo que me posicioné en el asiento en que éste estaba, más bien en donde se podrían apoyar los brazos, apoyándome en el borde para mirarlo de frente al girar el rostro, desde arriba por la altura del apoyador de brazos de la silla—. Dijiste que hay algo maravilloso en beber sin hacer un culo, ¿no? Bueno, bebamos entonces sin hacer nada —jugué con la punta de la zapatilla en la madera, de forma superficial en lo que la chispa volvía a atravesarse en mi cabeza—. ¿Y hay vacantes en tu grupito de pandilleros?

    Poco sabía yo que éste chico y sus amigos tenían roces con el principito, un enrollo y toda la vuelta, aunque si lo llegase a saber tampoco me importaría, así de desligado solía ser. Con la derecha sostuve el trago, y la izquierda terminé deslizándola por el respaldar, a una distancia ridícula del cabello de fuego, rozándolo apenas.

    ¿Hacer nada? Pfff

    >>Uy, ¿será que estoy empezando a perder puntos?
     
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    Zireael

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    En el argumento no había valido mencionar que este, de nuevo así como Tolvaj, seguramente no perdía nunca, estaba implícito en el tema de los intereses de por sí. Uno cediera, se resistiera, hiciera lo que hiciera lo tomaban y lo disfrutaban, era de hecho ese su poder más grande, lo que los transformaba en genuinos diablos y lo que más aborrecibles los volvía. Amaban tensar cuerdas, romperlas o verlas aflojarse, adoraban todo lo que les significara una reacción por parte de los otros y se regodeaban de la miseria o el placer ajeno, que a veces podía amalgamarse.

    Dios, me ponían enfermo.

    Qué drástico, cardenal.

    No shit.


    El cabronazo obviamente se sentó en el brazo del sillón, me miró desde arriba y ni su vieja le creía con eso de decir que beberíamos sin hacer nada, si no podía dejar el culo quieto. Era la versión satánica de los que tenían pólvora en el trasero, para que se quedara quieto tenían que meterle una hostia que lo mandara a negro, así de sencillo, no era algo que llevara en los genes.

    Fruncí el ceño apenas cuando preguntó si había vacantes en mi grupito, no me molesté en contestarle un carajo porque primero, se veía que preguntaba por hacer el imbécil y segundo había que estar puto salido para considerar meter a este cabrón, eso sin siquiera mencionar que los chacales estaban disueltos en grandes rasgos. Si resucitaban o no bajo las manos de Sonnen solo se vería más tarde, meses más tarde seguramente.

    El jodido necio del culo deslizó la mano por el espaldar, me rozó el cabello y entonces el fuego, ya de por sí constante, estalló con fuerzas renovadas. Era de una naturaleza completamente distinta del que había encendido para Ko a pesar de ser el mismo, pero me quemó incluso a mí mismo y alcé la mano, pescándole la muñeca sin fuerza alguna y regresándole el brazo a su espacio, dejándolo ir al instante. Tomé aire, fue una inhalación pesada como la de un perro viejo harto de la vida misma y gracias tenía que dar que no era yo un salido del calibre de Sonnen o Sugino, porque le habría reventado el vaso en la cara.

    Ganas no me faltaron.

    El jodido fuego quería despedazar todo el espacio a mi alrededor, tragarse la madera, usarla de combustible y derretirle la piel hasta el hueso a este jodido necio, incluso sabiendo que era imposible porque lo habían sacado directo del infierno. Luego que por qué idiotas como Altan agarraban tíos a palos hasta joderles la mandíbula, hombre, ni modo. Algunos no se molestaban en entender los jodidos límites de la gente.

    —Voy a decirlo claro, Satanás, no quiero que me toques un puto pelo, ni un milímetro de tela de la ropa ni nada más. —Me bebí lo que quedaba del vaso de un par de tragos y me incliné para dejarlo en la mesa de un golpe seco—. ¿En japonés entiendes, te lo digo en inglés o te hago un infograma estilo Pictoline, con los dibujitos y todo?

    No me interesaba perder o ganar contra este demonio, como me rozara una segunda vez me iba a la mierda y punto. De por sí la pasta ya la tenía.
     
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