Fantasía Pannecrópolis

Tema en 'Relatos' iniciado por Elliot, 25 Julio 2020.

  1.  
    Elliot

    Elliot Usuario común

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    Escritor
    Título:
    Pannecrópolis
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3679
    Un hombre despertó en una balsa flotando en medio de un río. Casi cae a sus aguas del susto y confusión que esto le dio. Al principio ni siquiera había identificado el agua de este como tal, pues era totalmente negra y opaca como si de alquitrán se tratara, pero con la inconfundible textura del agua. Esta extraña característica no se limitaba al río, el cielo estaba aún más negro que la noche, sin ninguna estrella a la vista a pesar de estar despejado de cualquier nube, y las costas que se alcanzaban a ver eran de una tierra gris y quemada de la que crecían, o más bien perecían, unos árboles sin hojas ni rastros de vida formados de una madera negra como de la que estaba hecha la balsa del hombre quien, a pesar de lo oscuro que pueda sonar este extraño mundo monocromático, podía ver sus alrededores con la mayor de las claridades, como si el aire mismo brindara una gentil iluminación homogénea a todos lados, lo bastante intensa para apreciar las cosas pero lo bastante leve para no ser cegado, dando como resultado que los objetos no dejaran sombras visibles.

    Cerca del hombre flotaban otras personas pero que, al no contar con ninguna balsa, estaban completamente envueltas en telas y rodeados de lindas flores. Seguramente se hubieran visto muy coloridos en algún otro lugar, pero aquí eran igual de monocromáticos que el resto del entorno. Lo único que parecía romper esta regla eran el hombre y sus prendas, cuyos colores naturales daban la sensación de ser chillones por su contraste con todo lo demás.

    "¿Pasará igual con las personas dentro de esas telas?" pensó el hombre, "espero que estén durmiendo".

    Unas figuras sombrías sin una forma clara empezaron a salir de las aguas a arrastrar a esas personas durmientes a las profundidades. Con intensiones de rescatar a al menos uno de estos humanos envueltos, el hombre de la balsa remó con sus brazos en dirección a uno de ellos. Antes de que alcanzara a tocar a una de esas personas flotantes, entre su mano y la tela se opuso la proa de un barco negro que parecía salido de la nada, el hombre no lo había visto venir y su en comparación humilde embarcación casi fue hundida por el choque con este. Una vez su balsa se estabilizó, el hombre levantó la mirada y pudo ver como la cubierta de la nave negra estaba siendo consumida por unas llamas de vivos colores rojos. Y no era la única, toda un flota de naves llameantes con cabezas de dragones talladas al frente había aparecido como de la nada en el río, al parecer espantando a los sombríos come hombres amorfos los cuales huyeron de la superficie y no volvieron a hacer acto de presencia. El hombre tuvo una reacción similar, decidiendo ir a tierra firme al considerar que su vida corría peligro en el río con tantas embarcaciones grandes pudiendo colisionar contra su débil balsa.

    Al pisar el carbonizado suelo el hombre fue alcanzado por una suave brisa de cenizas. Instintivamente tosió, pero al acercar sus manos a su boca y nariz notó que no estaba inhalando ni exhalando nada de aire. Se alarmó unos momentos, pero prefirió seguir explorando este sitio con la esperanza de que estuviera en un sueño. Contempló mejor el paisaje donde se encontraba, una pradera muerta negra hasta el horizonte y cuyos únicos vestigios de vida eran esos tétricos árboles desnudos. Sin embargo, cuando el hombre caminó a lo alto de una colina pudo ver a lo lejos algo diferente, aunque no estaba seguro de que se trataba; era alguna clase de estructura lo bastante grande para verla desde muy lejos pero que de algún modo no tenía una forma clara; aún así, el hombre sintió que esa gran estructura lejana lo estaba llamando, sentía como si perteneciera allí, así que se dirigió en esa dirección. Grande fue su sorpresa y confusión cuando al levantar la mirada nuevamente tras bajar la colina presenció frente a él un enorme terreno repleto de huesos limpios esparcidos por el suelo y que daba la impresión de haber desplazado a esa extraña estructura un poco más lejos. Empezó a recorrerlo, tratando de no pensar mucho sobre si esos incontables huesos pertenecían a humanos o no o como habían llegado allí, pero mientras más terreno recorría, más terreno le faltaba por recorrer, el montón de huesos se extendía a su paso. Durante su recorrido se encontró un par de veces con multitud de criaturas sombrías como aquellas del río, solo que estas caminaban en dos y cuatro patas y mascaban huesos en grupos numerosos con miembros de diversos tamaños en lugar de cazar en solitario. Al principio preocupaban al hombre, pero este pronto las ignoro al notar que a estas no parecían importarle su presencia en lo más mínimo, casi como si fuera invisible para ellas. Luego de un tiempo caminando el hombre se dio la vuelta para ver cuanto había recorrido; el río y el suelo anterior a los huesos ya no eran apreciables en lo absoluto. El hombre contempló su camino recorrido hasta que escuchó unos leves golpes secos que lo hicieron volver a mirar hacia adelante, desorientándose nuevamente al ahora presenciar ante él un infinito campo de lápidas simples que abarcaba más allá del horizonte, habiendo desplazado a la estructura extraña totalmente fuera de su vista.

    Con una sensación de derrota e impotencia, el hombre se mantuvo quieto parado en el sitio, preguntándose se tenía alguna utilidad continuar caminando. Mientras el hombre no avanzaba, cientos de huesos esparcidos en el suelo empezaron a moverse por si solos sigilosamente acomodándose en un esqueleto completo tumbado en el suelo. Con su mano huesuda, el esqueleto tomó el tobillo del hombre carnoso y le llamó la atención, a lo que el hombre, como si volviera a tomar en cuenta la posibilidad de que estuviera en un sueño o una alucinación, lo miró sin decir nada pensando en como debería reaccionar. Quizás un esqueleto más convencional lo hubiera asustado, pero la desastrosa composición de este concreto lo distrajo. Su cráneo estaba formado por trozos de varios otros que no encajaban bien entre si, uno de ellos tenía una enorme protuberancia ósea en su ceja derecha. El resto de su cuerpo no era mejor, sus extremidades tenían proporciones asimétricas, estaban adjuntadas a un torso con costillas y vértebras de tamaños inconsistentes en posiciones incorrectas. Lo más horroroso estéticamente era su boca, que a pesar de tener el número más o menos apropiado de dientes estos no tenían la cantidad correcta de cada uno y estaban con tamaños aún más inconsistentes y aún peor colocados que las vértebras. Era un milagro que este desastre de esqueleto lograra ponerse de pie frente al hombre sin desarmarse en el proceso.

    —... Considero que el que un montón de huesos se muevan solos ordenándose en un esqueleto completo ya es milagroso de por sí, pero supongo que todos son expertos a la hora de criticar —lanzó el esqueleto unas quejas al aire— Si, al aire... como sea, no hablemos de mi, hablemos de ti, hombre perdido. Puedo llevarte a aquello que buscas, solo trata de no ser prejuicioso con mi apariencia como lo han sido otros.

    El hombre aceptó la propuesta del esqueleto, aunque tampoco parecía tener muchas otras opciones ahora mismo. Su guía huesudo le dijo que lo llevaría por un atajo, y guió al hombre a una sección mucho más abarrotada de tumbas que el resto del terreno, una con tal densidad de lápidas, llegando a apilarse entre ellas en algunas partes, que era en extremo complicado de transitar.

    —El siguiente sitio es más fácil de recorrer, no te preocupes —expresó el esqueleto—. Volverán a haber huesos tirados por el piso, pero por la expresión que tenías antes creo que ya no es algo que te moleste, ¿verdad? —supuso, a lo que el hombre no supo bien que responder pues le incomodaba la idea de estarse acostumbrando tan rápido a un mundo así.

    El hombre pasó la mayoría del tiempo fijándose en el complicado suelo que pisaba tratando de no tropezarse, cuando pudo levantar la mirada vio a lo lejos lo que parecía ser un denso bosque. Al salir finalmente su compañero y él del tortuoso terreno de lápidas, se adentraron a ese denso bosque de árboles negros y desnudos. Como el esqueleto había prevenido, era más sencillo de transitar que el terreno anterior pero volvían a haber huesos humanos esparcidos por el suelo, mas no de forma caótica como en la tierra anterior a las lápidas, sino que estaban ordenados en esqueletos completos al costado de muchos de los árboles, haciendo más fácil el evitar pisarlos. A parte de estas facilidades, el hombre agradeció el que todos los restos humanos que había visto hasta ahora habían sido sólo huesos, pensaba que no hubiera podido soportar tan bien estas escenas de ser más sangrientas y viscerales.

    A continuación de pasar el extenso bosque, el par de caminantes se toparon con una planicie vacía, completamente carente de árboles, huesos o lápidas. En su lugar, lo único que allí había era un solitario portón metálico grande y elegante en medio de la nada.

    —No te preocupes, compañero, ¡tengo un truco para esto! —dijo el esqueleto antes de ponerse examinar atentamente los pequeños huesos de sus manos. Por mientras, el hombre hacía lo propio con la misteriosa puerta; trató de forzarla, miró a través de sus rejas, la rodeó, no fue capaz de ver que hubiera nada más allá, pero ya daba por hecho que eso cambiaría al abrirla, para lo cual no faltaba mucho—. ¡Ajá! —exclamó el esqueleto luego de encontrar al fin la pequeña pieza ósea que buscaba, aunque resultó que la tenía en su boca en lugar de sus manos— ¡Oye, me apuesto una clavícula a que tu también olvidas donde guardas tus cosas de vez en cuando! Pero aún así gracias por los ánimos de antes —añadió— Con permiso —dijo al hombre para apartarlo del cerrojo.

    Con un par de cuidadosos y bien calculados movimientos tras introducir un pequeño hueso de forma extraña en el cerrojo, el esqueleto logró abrir sin dificultad el misterioso portón. Esta vez el hombre no apartó la vista del sitio de interés en ningún momento, quería presenciar con toda claridad como aparecían lugares que daba por hecho que no estaban allí. Fue una confusa revelación cuando se dio cuenta que el paisaje no cambiaba repentinamente como si de fotogramas de un vídeo se tratara, sino que las imágenes de todos los sitios estaban presentes al mismo tiempo, y lo que veía dependía de como mirara. O eso empezaba a creer.

    La nueva imagen que ahora veía a través del portón abierto era la de una especie de ciudad espectral atiborrada de elegantes mausoleos cuyos variados tamaños iban de poco mayores que la casa de un perro al de una gran choza, todos con refinadas decoraciones cinceladas y talladas, muchos de ellos con estatuas angelicales sobre ellos vigilando autoritariamente el sitio acompañadas de figuras sombrías con ilustres y bien definidas siluetas cuadrúpedas de pequeño tamaño moviéndose de manera ágil por los techos de las construcciones. Lo más llamativo, sin embargo, era que las estructuras de este lugar tenían colores, apagados y débiles, si, pero solo con eso se destacaba aún más del resto de monocromáticos lugares de este mundo por los que el hombre había estado.

    —Bonito, ¿eh? —espetó el acompañante esquelético del hombre. Ambos entonces pasaron por la puerta y continuaron su camino a través de la laberíntica ciudad. Los mausoleos estaban mucho más ordenados que las caóticas tumbas anteriores o los árboles del bosque, dejando aplanados y rectos callejones entre ellos por los que pasear sin problemas, pero a través de los cuales era igualmente sencillo perderse.

    El hombre durante su recorrido, mientras estaba distraído observando las cruces y vigilantes estatuas en lo alto de los mausoleos, se estrelló contra un gran muro que, para variar, no vio venir. Un vistazo más destallado a la estructura lo hizo ver que era de una escala mucho mayor de la que pensó al inicio; el muro se erguía varios metros en el aire, dejando pequeño hasta a los mausoleos más grandes del lugar, y se extendía serpentinamente de una punta del horizonte a la otra, habiendo en ambos visibles extremos unas curiosas torres. El hombre se subió a uno de los mausoleos cercanos para tratar de ver más allá del muro, aún teniendo en cuenta que lo que sus ojos le mostraran podría no ser verdad. Logró apreciar la punta de la estructura amorfa a la que quería llegar, por instinto extendió la mano para tocarla aunque los separa la gran muralla china.

    —Saltarlo o rodearlo es una pérdida de tiempo —advirtió el esqueleto desde el suelo—. Baja de ahí y continuemos con el atajo, está cerca del muro.

    —Oh, creo que lo encontré —espetó el esqueleto una corta búsqueda más tarde. Abrió la pesada puerta de madera de uno de los mausoleos y luego movió la aún más maciza tapa de roca del ataúd de dentro. Sin embargo, no halló lo que esperaba. El ataúd contenía un esqueleto completo armado y bien vestido, lo cual no habría provocado más que una leve decepción en el hombre, ya empezando a acostumbrarse a ver esta clase de restos aunque no quisiera admitirlo, de no ser porque el cuerpo se hallaba en una escalofriante pose de desesperación arañando la tapa de su ataúd en un imponente intento en vida de volver al mundo exterior—. Ups, ataúd equivocado, ¡que vergonzoso! siento que vieras eso, compañero —se disculpó el guía huesudo luego volver a cerrar el cofre, sin saber que su compañero ya no estaba presente—. ¡¿Qué?! ¡tipo perdido! ¿a dónde te fuiste? —lo llamó a gritos en su búsqueda.

    Debido a la impresión que el contenido de ese cofre le dio, el hombre había huido tras el fallo del esqueleto a través de la laberíntica ciudad hasta agotarse, escondiéndose en un rincón perdido a descansar.

    —Podrías ser más específico con su locación —habló sólo el esqueleto, esperando obtener alguna pista sobre el paradero del hombre que se encontraba detrás del mausoleo de techo rojo con la estatua de un esqueleto encapuchado sosteniendo a una mujer—. ¡Gracias! —agradeció al aire.

    —¡Oye! —gritó el esqueleto a su compañero al hallarlo, quien saltó de susto.

    —... Eres rápido —comentó el hombre.

    —No tanto, es solo que cuando llevas tiempo aquí como yo aprendes algunos trucos, tu habilidad de esconderte tiene más mérito si me lo preguntas —respondió, a lo que el hombre se rió con incomodidad—... Mira, si no quieres que te siga acompañando solo dilo. Yo solo busco ayudar, pero si mi presencia te incomoda-

    —No, no —interrumpió el hombre—. Es solo que... necesitaba un pequeño descanso de esto, eso es todo. Continuemos.

    —¡Menos mal! —comentó el esqueleto aliviado—. Porque casi llegamos, sería un lástima que te perdieras sin mi guía habiendo estado tan cerca. Además, creo que el destino está de tu lado, ¡te escondiste justo detrás del mausoleo que estaba buscando!

    Al principio el hombreo creyó que esa era una mentira de su compañero para subirle el optimismo, pero sus sospechas se desvanecieron cuando al meterse este en el mausoleo como había hecho antes, esta vez había descubierto una entrada secreta en el ataúd.

    —¡Para adentro! —gritó el esqueleto zambulléndose de lleno hacia el subsuelo. Su compañero tuvo que ser más lento y precavido, no era una caía profunda pero aún así era merecedora de precauciones.

    Una vez allí abajo, el hombre se encontró en una gruta con incontables huesos apilados ordenada y estrechamente en sus paredes, con los cráneos mirando en dirección al centro de los pasadizos vagamente iluminados por antorchas de con vivas llamas, cuyos rojos se trataban de los únicos colores presentes en un ambiente nuevamente monocromático. Recorrieron los entramados caminos subterráneos un buen tiempo, entre un instante y una eternidad, con la compañía casi desapercibida de pequeñas figuras sombrías correteando por el subsuelo. Se encontraron en varias ocasiones con altares y pequeñas capillas de dudosa santidad a los cuales el esqueleto se subía sin cuidado en busca de algo en el techo, algo que acabó encontrando.

    —Bingo —exclamó tras encontrar una trampilla oculta por el polvo del techo— ¡Ah! aire que no es fresco pero que aún así lo siento de ese modo por el placebo, ¡ya lo echaba de menos! —espetó al sacar la mitad superior de su cuerpo de las catacumbas.

    Una vez que el hombre también salió del cementerio subterráneo, maravilló su vista con lo que se encontró al otro lado del enorme muro que habían atravesado por debajo.

    —Más bonito aún, ¿eh? —dijo el esqueleto.

    Efectivamente lo era, allí se encontraban decenas y decenas de enormes y lujosos palacios enormes en sus más vivos colores que dejaban en ridículo a los pequeños mausoleos de débiles colores al otro lado del muro, así como estos últimos empequeñecían a las sencillas lápidas grises en comparación. Algunos tenían arquitectura gótica, otros presentaban domos característicos de medio oriente, habían también edificios de estilo oriental, y quizás los más llamativos por su rareza entre los demás eran las grandes pirámides construidas milenios antes de la llegada del perdido a este mundo. Aparte de su grandeza, todas estas estructuras de las más altas clases compartían el echo de, pese a la apariencia de vivienda de muchas, ser monumentos funerarios, no tan distintas a las demás tumbas en ese aspecto.

    —Yo quería explicar eso último... —se quejó indirectamente el esqueleto—. Como sea, aun falta lo más importante y por lo que te trajimos aquí —continuó dirigiéndose al hombre. Tocó el hombro de este y señaló con su otra mano a la estructura más enorme del lugar que sin embargo pasaba desapercibida debido a que su tonalidad oscura la mimetizaba con los negros cielos— Esa es tuya —explicó dando unas pequeñas palmadas al hombro del hombre, quien se quedó mirando atónito admirando a la estructura metálica negra que se elevaba por encima de la oscura bóveda nocturna sobre su cabeza.

    El asombrado hombre se dirigió caminando hacia la base de esa construcción suya. Allí, grandes puertas corredizas se abrieran de lado a lado dándole la bienvenida a su habitante. El interior del lugar era alienígena comparado a lo que el hombre había visto en este mundo hasta ahora, pero que sin embargo sintió de inmediato una familiar nostalgia. En paredes, muebles y objetos, formados en gran parte por cristales y plásticos, predominaban los diseños de elegantes y complicadas curvas, así como un homogéneo color blanco más brillante y vivo que el mármol de los mausoleos al otro lado del mura. El hombre perdido volvía a sentirse en casa.

    —No hay apuro alguno, pero te informo que todavía no llegamos al sitio —comentó el huesudo ser a su acompañante.

    —No te preocupes, ya lo suponía —respondió el hombre con una calmada sonrisa—. Hay que ir por un ascensor, ¿verdad?

    —En efecto. Veo que ya estas empezando a recordar cosas.

    Tras tocar las teclas requeridas al lado de una pequeña puerta corrediza dentro del piso, esta se abrió dando paso hacia una pequeña sala de espera, en la que los visitantes entraron y se relajaron mientras eran elevados a velocidades exorbitantes como podían apreciar a través de unas ventanas. Normalmente una máquina así habría tardado un buen rato en llegar a su objetivo, como ambos de sus pasajeros se habían acostumbrado ya a este punto a las extrañas ilusiones espacio-temporales de la región pudieron haber echo de ese buen rato un mero ratito, pero la prisa les faltaba y el placer de ser llevados cómodamente en una bonita sala sin tener que mover ni un pie les sobraba.

    Finalmente llegaron el último piso de esta especie de torre divina desde las ventanas de la cual podían apreciar la tierra por la que habían rondado mucho tiempo. Allí desde lo alto apreciaban la macabra belleza de las decenas de distintos tipos de territorio mortuorios infinitamente extensos y en constante expansión que existían en los mismos sitios, solapando su existencia debido al, por ahora, muy limitado espacio.

    —Que bonito —expresó el hombre antes de dirigirse a un sarcófago de cristal rodeado de asientos y en medio de una espaciosa habitación circular repleta de decoraciones tan coloridas como culturalmente diversas—. Agradezco tu ayuda, compañero de calcio —agradeció el hombre deteniéndose antes de cerrar la tapa de su sarcófago en el que ahora se encontraba—. Tengo muchas preguntas sobre ti, pero como no quiero parecer un metiche me limitaré a la de ¿eres La Muerte?

    —Soy demasiado humilde para compararme a tal celebridad encapuchada de ojos brillantes. A lo mucho, si quieres, puedes llamarme Un Muerto—respondió—. O Unos Muertos ahora que lo pienso —añadió al recordar su estructura quimérica.

    —Tienes razón, perdón por la confusión. Tampoco hablas en mayúsculas, que despiste de mi parte.

    —Si... espera, ¿qué? —exclamó el esqueleto tan sorprendido como yo.

    —Nada —dijo el hombre entre risas—. Ay, espero que este lugar no sea muy ruidoso cuando empiece a llegar gente. En fin, buenas noches —se despidió antes de cerrar su sarcófago y sus ojos.

    —... Buenas noches —respondió el esqueleto en un tono alegre—... Como pasa el tiempo, recuerdo cuando enterrar a los muertos era una novedad, ahora me pregunto cuantos y que clase de nuevos cementerios habrán en el futuro con esto de la gente yendo a colonizar el espacio.

    FIN
    La inspiración para este relato nació de un top de cementerios en youtube, hasta usé parte de algunas de sus descripciones de los cementerios (solo algunas frases y fragmentos pequeños pero igual lo comento por si se considera plagio de otro modo). El vídeo en cuestión se trata de "Los 7 cementerios más terroríficos del mundo | DrossRotzank".
    Algunos de los cementerios mencionados en dicho vídeo y que más inspiraron los entornos de esta historia son el cementerio judío de Praga, las catacumbas de París y el cementerio de la Recoleta en Argentina.
     

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