Historia larga Pandemónium

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por chicoanime the only, 31 Agosto 2015.

  1.  
    Lariebel

    Lariebel Usuario popular Comentarista destacado

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    He vuelto, una vez más. ¡Me ha gustado el capítulo! La batalla ha sido medianamente interesante. Agradó más cómo iba aumentando la tensión al final. Lo malo es que noté que repites las palabras muy seguido, llegando a ser redundante. Tienes que encontrar la manera de evitar repetirla, ya sea con sinónimos, omisión, una palabra con un significado que lo englobe, etc. Hay varias opciones que podrías utilizar. Fuera de eso, noto mejoría en el capítulo, a comparación de los capítulos anteriores. ¡Te felicito!

    Me llena el corazón saber que Anya y Haruna se volvieron tan cercanas que arriesgan la vida por la otra. La amistad que se formó allí es una de las mejores del long-fic. :D

    Ifrit es un personaje que estoy segura que se quedará con el grupo. Haruna ganará y lo tendrá en su repertorio de cartas. Además, parece que es gracioso y muy fuerte. Será necesario. El problema al final es que algo le pasó a Haruna pero no sé qué es. ¿Será que su brazo terminó quemado por el ataque de Ifrit y por eso quedó negro? D:

    Bueno, ya lo veré con la continuación de la historia. ¡Sigue así, Abel! :3 ¡Saludos!
     
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    chicoanime the only

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    Buenas una vez más, al final me tardé más de lo que tenia pensado en un principio. Me dio un fuerte bloqueo y no sabía bien como afrontar el final de la batalla, no obstante, creo haber llegado a un final con el que estar contento. Quizás podría haber quedado mejor, lo dejo sujeto a revisiones para un futuro ^^


    Pandemónium capítulo 56: Todo para derrotarte, liberando el poder de Anuria.


    Ifrit yace en el suelo, sepultado bajo una enorme roca de hielo, observando con una sonrisa el semblante serio de Haruna.

    Ifrit ruge, levantando junto a su voz una llamarada al aire que destruye por completo la enorme roca. Con el brazo aún ensangrentado fija su mirada en la pequeña Haruna frente a él.

    —¿Entonces debo suponer que puedo ir con todo? —comenta con una risa altiva.
    —Si no lo haces, tal vez no quede nada de ti para establecer el contrato.

    Ifrit sonríe ampliamente.

    —Muéstramelo entonces, ¡muéstrame el poder de un invocador!

    Con una sonrisa, se lanza hacia Haruna preparando el puño para golpearla. Anuria aparece frente a él, introduciendo la mano en su armadura, que le abre paso como si la introdujera en un vaso de agua.

    Con gran agilidad, Ifrit la evita moviéndose a un lado y lanza un puñetazo contra Haruna. Con tranquilidad, Haruna coloca una carta frente a ella.

    —Carta del láser de agua.

    Los ojos de Ifrit se abren de repente y se detiene de golpe, colocando los puños frente a sí y liberando una gran columna de fuego. Un vórtice de agua se forma frente a Haruna y comienza a crecer a medida que la carta se consume. Cuando ésta desaparece, el vórtice es lanzado con enorme presión sobre el pilar de fuego, atravesándolo con facilidad y alcanzando a Ifrit.

    —Cómo demonios has creado un encantamiento así de poderoso.

    Ifrit clava sus pies en el suelo e introduce las manos dentro del vórtice. Con un fuerte movimiento, parte el torrente de aguan en dos, deteniéndolo por completo.

    —¡Ahora Anuria! —exclama Haruna.
    —No es fácil el crear un arma tan grande.

    Anuria aparece sobre Ifrit blandiendo una espada varias veces más grande que ella misma. Con gran fuerza, lanza un corte descendente. Ifrit esquiva con un salto atrás y contraataca con un puñetazo que golpea su vientre y la manda a volar.

    Sin embargo, Haruna salta sobre Anuria mientras esta en el aire, impulsándose hacia Ifrit.

    —Estás segura de esto Haruna —susurra Anuria mientras salta sobre ella.
    —No estoy segura de cuánto me queda, es lo único que puedo hacer.

    Durante el salto, Haruna empuña la enorme espada de Anuria con su mano negra, cuya oscuridad comenzaba a escalar a través de su brazo lentamente. En su otra mano, una carta desaparece.

    —¡Equipamiento, glaciar!

    El filo de la espada se transforma en una cuchilla de hielo. Blandiéndola con fuerza, Haruna lanza un corte horizontal a Ifrit.

    —Blandiendo un arma tan grande con tu pequeño cuerpo, ¿acaso estás desesperada?

    Ifrit esquiva el golpe, colocándose sobre ella con el puño preparado. En el último momento, la musculatura del brazo negro de Haruna cambia y, con precisión, dirige la espada hacia arriba, arrojándola con fuerza contra Ifrit.

    El arma se clava en su hombro, provocando una profunda herida.

    —¿Qué es ese brazo? —se pregunta a sí mismo mientras observa como la torcida muñeca de Haruna regresa a la normalidad con un grotesco crujido.

    Ifrit se saca la espada del hombro con una mueca de dolor y la arroja al suelo. Con una llamarada cauteriza su herida, que deja de sangrar en el acto.

    —¿Aún vas a subestimarme? —pregunta Haruna, sosteniendo su brazo adolorida.
    —¿Pretendes matarte a ti misma?
    —No deberías preocuparte por mi ahora.
    —Como quieras entonces.

    Anuria se lanza contra él con una espada corta, con agilidad, clava la espada en su brazo. Haruna aprovecha y se recompone mostrando una carta en su mano negra. Sin embargo, un profundo dolor la hace arrodillarse y la carta cae de su mano.

    —¡Haruna!

    Anuria acude rápida a su lado.

    —¿Qué estás haciendo? ¡Pelea! Yo estoy bien —dice con dolor, tratando de controlar su brazo, que comenzaba a perder el control.

    Ifrit permanece quieto, observando a ambas con una expresión de decepción en el rostro.

    —Así que esto es lo máximo que puedes alcanzar con el poder que posees ahora, Haruna —comenta con un atisbo de tristeza en su voz—. Desgraciadamente no estás a su nivel.
    —¿A su nivel? —pregunta incrédula, alzando la mirada para encontrarse con la del demonio—. ¿Al nivel de quién te refieres?

    El pulso de Haruna se acelera, su mirada se vuelve expectante y desesperada, en el fondo de su mente, rezaba por no oír el nombre de quién estaba a punto de escuchar.

    —Al nivel de Minerva.

    De golpe, la parte oscura escala por el brazo de Haruna hasta cubrir la mitad de su rostro. Su pupila se contrae, su globo ocular se torna amarillo y su mirada se transforma en la de una criatura demoníaca.

    —¡Haruna! —exclama Anya, agarrando los barrotes con fuerza mientras muerde su labio.

    Haruna comienza a jadear y se pone en pie con dificultad.

    —¿Qué sabes de ella? —Alza su amarillenta mirada, encontrándose con los ojos del demonio.
    —Te lo contaré si me derrotas, pero te aviso que desde este instante dejaré de contenerme.

    Haruna respira hondo, calmando sus temblores y cesando sus jadeos. Mira arriba y expira una sola vez antes de dirigirse a Anuria.

    —Anuria, retira la armadura —ordena con voz sosegada.
    —¿Estás segura? Liberar mi armadura reducirá tu control sobre mis poderes y aumentará el ritmo de tu demonificación.
    —Lo sé, acabaremos esto rápidamente. No tengo intención alguna de morir, necesito oír lo que tenga que decirme.

    Anuria agacha la cabeza durante un instante. Tras unos segundos, la armadura de Anuria estalla. De su interior emerge una criatura envuelta en sombras intermitentes, emitiendo un ruido de estática con cada pequeño movimiento.

    Haruna salta hacia Ifrit con gran velocidad, clavando sus garras demoníacas en su brazo y mostrando una carta en su mano humana. Ifrit trata de retroceder, pero las garras de Haruna ahondan en su carne, manteniéndose junto a él. Ifrit forma una bola de fuego en su mano.

    —Eres molesta.

    Ifrit golpea a Haruna con la bola de fuego de su mano, pero ésta no se separa y le dirige una sonrisa desafiante.

    —Tú, mocosa...
    —Carta torbellino de hielo

    La carta en la mano de Haruna resplandece y desaparece, invocando en su posición un torbellino de hielo que se traga a ambos. Frente a ellos, Anuria carga finalmente hacia adelante.

    El torbellino se disipa de repente con una explosión y es sustituido por un pilar de fuego. Haruna es despedida por la violencia de la explosión en dirección a Anuria. Ésta, fuera de control, la aparta de su camino y salta en dirección al pilar de fuego.

    Enormes bolas de fuego son despedidas desde el pilar en dirección a Anuria. De su cuerpo sale despedida una espada que estalla en una nube de hielo, congelando el orbe de fuego en el acto y cortándolo a la mitad.

    Ifrit, envuelto en llamas, emerge con un rugido del interior del pilar y embiste a Anuria. Sus muñecas y cuernos despiden intensas llamas.

    —Carta carámbano de hielo.

    Unos pasos atrás, una lluvia de carámbanos afilados de hielo llueve sobre Ifrit, quien con un furioso movimiento de su brazo lanza una lluvia de pequeñas virutas de fuego, que con precisión detienen los pequeños carámbanos.

    Anuria carga una vez más, corriendo a gran velocidad. Ifrit reacciona y la embiste con un cabezazo, dejando tras de sí un rastro de fuego. Al contacto, una explosión se libera.

    Haruna se coloca frente a Ifrit, empuñando en sus manos una carta que brilla con una intensa luz azulada.

    —Carta del géiser violento.

    Ifrit trata de retirarse, sin embargo Anuria lo toma de la cornamenta y golpea su rostro contra el suelo, impidiéndole el movimiento.

    Bajo el suelo, una corriente de agua comienza a abrirse paso entre la roca ceniza, emergiendo con furia bajo Ifrit, levantándole del suelo con gran fuerza junto a Anuria.

    Ifrit se recompone en pleno aire, manteniéndose durante un instante y cargando una colosal bola de fuego. Sin embargo, Anuria salta sobre su espalda y se eleva alta sobre su cabeza. Numerosas armas de todo tipo comienzan a salir de su cuerpo, rodeándola y orbitando a su alrededor.

    Con un movimiento de muñeca, seguido de un agudo sonido estático, las armas se precipitan sobre la espalda de Ifrit una tras otra, clavándose sin parar. Al contacto, la superficie se congela, aprisionándolo en una envoltura de hielo.

    El cuerpo de Ifrit cae al suelo parcialmente congelado sin signos de resistencia. Una carta brilla con intensidad en las manos de Haruna, un brillo blanco puro.

    —¡Carta lanzas sacras!

    Un círculo mágico se dibuja en el aire, de él, numerosas agujas de luz caen sobre el cuerpo de Ifrit, clavándose en su gruesa piel. Una gran espada con empuñadura alada sale lentamente del círculo mágico, cuando sale por completo, ésta precipita sobre Ifrit, clavándose en su espalda. El demonio emite un rugido de dolor antes de desmayarse sobre el suelo.

    La jaula que contiene a Anya se desintegra, liberándola. Tras caer al suelo, corre a toda velocidad hacia Haruna. Por su parte, ella sostenía la cabellera de Ifrit, dispuesta a dar el golpe final.

    —¡Haruna no!

    Anya embiste a Haruna, apartándola del lado de Ifrit y sosteniendo sus brazos contra el suelo. Su rostro se encontraba cubierto casi por completo por su lado demoníaco, dejando tan solo uno de sus ojos y numerosas manchas en su mejilla sin convertir.

    Haruna se revuelve mientras grita, tratando de zafarse de su agarre. Anuria desciende sobre ella empuñando en sus manos una lanza. Sin embargo, es apartada por el puño de Ifrit, quien, furioso, aparta a Anya y muerde a Haruna en el hombro causando un severo sangrado de color negro.

    —¿¡Qué estás haciendo!? —grita alterada.

    Ifrit coloca su mano para evitar que se acerque. Tras varios segundos, Haruna deja de gritar y su cuerpo comienza a retornar a la normalidad. Anuria, por su lado, desaparece con un ruido sordo.

    Ifrit separa sus dientes lentamente, dejando un profunda herida en el hombro de Haruna.

    —Será mejor que trates esa herida —le dice a Anya, limpiando sus labios de sangre con el brazo.

    Anya mira con confusión al demonio, pero decide confiar en sus palabras. Ifrit se apoya sobre su rodilla, sangrando abundantemente por su espalda.

    —No pensé que me fuera a infligir tremendo daño.
    —¿Por qué has hecho eso Ifrit? ¿Por qué la provocaste de ese modo?
    —Ha, ha. Como espíritu, mi deber es probar la valía de aquellos que quieran desafiarme. Muchos de mis compañeros ponen una simple prueba que cualquier estúpido podría superar. Acostumbrados a eso, los invocadores mueren cuando se enfrentan a un verdadero reto. Es por eso que cuando alguien viene a mi, yo me convierto en ese reto.

    Ifrit se pone en pie y mira a Anya.

    —Para nosotros, el contrato con nuestro invocador es una firma sagrada, es nuestro deber el luchar y morir por ellos. No pondré mi vida en manos de ningún debilucho.
    —Eso significa que aceptas la fuerza de Haruna.

    Ifrit niega con la cabeza.

    —Ella no es fuerte, si hubiera luchado seriamente desde el inicio, probablemente hubiera muerto con el primer... con el tercer o cuarto golpe. Reconozco su fortaleza y su capacidad para usar sus herramientas incluso en desventaja. Su fuerza supera mis expectativas, pero le queda un largo camino si su objetivo es Minerva.
    —¿Quién es esa tal Minerva y cuál es su relación con Haruna?
    —No puedo decir mucho sobre ella, le prometí a mi anterior amo que jamás hablaría de esto con ella. Minerva es, actualmente, la mayor y más poderosa invocadora sobre el continente.
    —Un segundo, ¿conocías a Haruna desde antes que llegásemos?
    —Ups, creo que hablé más de la cuenta.
    —Contesta —dice con hostilidad.
    —No puedo hablar de eso. Lo único que puedo decir es que conozco el potencial latente que posee esta niña —responde mientras la observa, tumbada sobre el suelo—. Si alguien es capaz de derrotar a Minerva, probablemente sea ella. No obstante, aún es débil.

    Anya observa el rostro apacible de Haruna, que ahora duerme con una tranquila expresión.

    —El poder latente de Haruna... —susurra para sí misma.
    —En cuanto despierte, firmaremos el contrato. Tsk —chasquea la lengua con descontento—. Espero que merezca la pena el estar con alguien tan débil como ella.

    Ifrit desaparece con un destello de fuego.

    Continuará...
     
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    Tras mucho tiempo regreso una vez más, es lo que tiene la vida, a veces te da una de cal y otras veces una de arena, es solo que la cal viene a montones bastante grandes. En fin, regreso una vez más, esta historia no es algo que vaya a dejar a medias, espero que la disfruten ^^


    Pandemónium capítulo 57: Misión: rescatar a Alice; irrumpir en la mansión del conde

    Alice se encuentra tumbada sobre el suelo, dentro de una celda con gruesos barrotes de acero. El suelo gris y la monótona habitación tan solo contaba con cama e inodoro. En la puerta, un par de guardias custodiaban la celda.

    —Se acerca la hora de tomar relevo —comenta uno de los guardias, vestido con una malla de hierro con unos guanteletes de acero brillante.
    —Tienes razón, ya está amaneciendo —le responde su compañero, quitándose el yelmo para mostrar un hombre de aspecto rudo, con una gran cicatriz cruzando su rostro—. Yo voy primero, quédate aquí hasta que lleguen los del cambio novato.
    —Hey espera un segundo —dice el chico preocupado—. ¿Me vas a dejar solo vigilándola? El jefe dijo que era peligrosa.

    El hombre ríe ante la mirada asustada del chico.

    —Sé que apenas has empezado en esto chico, pero déjame decirte que nadie es capaz de resistir esa droga. Dudo que se despierte en un par de días y cuando pase, créeme que estará en un lugar mucho peor que esta mazmorra de ricos.

    Despidiéndose con la mano, el guardia se marcha, dejando al chico solo en la puerta, observando a Alice.

    —Pero en serio, menudo desperdicio.

    De repente, Alice comienza a mover sus dedos.

    —Hey hey, apenas han pasado unas horas. ¿Qué demonios ha pasado con eso de que estará fuera por un par de días? —murmura el joven, tomando una lanza que se encontraba apoyada al costado de la pared.

    El guardia toma su lanza, que se encontraba apoyada sobre la pared a su lado.

    Alice rueda sobre su cuerpo y se coloca mirando hacia arriba, respirando agitada y empapada en sudor.

    —No puedo... moverme —logra articular con palabras cortadas, tratando de levantar su brazo frente a sí.
    —Será mejor que no lo hagas —dice el soldado con la voz temblorosa, apuntándola con su arma desde el otro lado de los barrotes.

    Alice rueda sobre el suelo, tratando de posar su vista sobre quien se dirigía a ella.

    —Ara —dice esbozando una sonrisa cansada—. Es cierto, estoy aquí encerrada.
    —No lo estarás por mucho tiempo, irrumpiste en el hogar de un miembro de la nobleza. El castigo por traición es la pena de muerte.

    Alice ríe cansada.

    —¿Qué te parece tan gracioso? —responde amenazante.
    —¿Te importaría ayudarme? —comenta, tratando de ponerse en pie con dificultad—. Necesito usar el baño.
    —¿Por qué habría de ayudar a escoria como tú?
    —¿Vas a dejar que una señorita haga sus necesidades en el suelo? —le responde con una nueva sonrisa—. ¿Por favor?

    El joven, refunfuñando, abre la puerta de la celda y se acerca a ella, empuñando su arma.

    —No intentes nada raro —advierte mientras la toma del brazo.

    De un solo tirón, el joven pone en pie a Alice sin dificultad. La piernas de Alice tiemblan, casi incapaces de sostener su peso.

    —Vaya —dice sorprendida—. Eres más fuerte de lo que aparentas, ¿te importaría ayudarme a alcanzar el baño?
    —Eres una molestia.

    El guarda lleva del brazo a Alice hacia el extremo de la habitación, donde se encontraba una letrina

    —Ahí tienes —dice el joven—. No tardes demasiado.
    —Eres muy amable —comenta, recostándose sobre él— Prometo que será rápido.

    Alice sonríe y toma al chico del rostro con fuerza. Electricidad comienza a chisporrotear por su cuerpo.

    —Tú...
    —Lo siento. Fluxio electrica

    Antes de que pudiera reaccionar, la electricidad se traspasa el cuerpo del chico, causándole un shock que le hace caer al suelo inconsciente.

    —Creo que logré controlarme lo suficiente —comenta a sí misma, recostándose contra la pared— ¿Pero en serio, que demonios llevaba esa cosa?

    Respirando agitada, Alice aparta un mechón empapado en sudor de su rostro.

    —Después de esto necesito un muy merecido baño.

    Tambaleándose, Alice se marcha fuera de la celda.

    Mientras tanto, Mayka y Verónica se preparan para asaltar la mansión del duque.

    Mayka toma su báculo, apoyado sobre la pared, mientras cubre su cuerpo con una túnica de tela marrón, usando la capucha para tapar su rostro.

    —¿Lo tienes todo listo? —pregunta a su compañera.

    Verónica tan solo vestida con su ropa interior, coloca un arnés repleto de fundas de cuchillos, uno a uno, los cuchillos y dagas van rellenando los espacios vacíos. Acto seguido se pone su ropa junto a una gran chaqueta para cubrir sus armas.

    —Todo listo —responde con seriedad.

    Ambas cruzan la mirada y salen del hogar de Verónica en dirección a Manarta.

    Una vez llegadas a la plaza central, ambas discuten el plan a seguir.

    —¿Lo haremos tal y como lo acordamos? —pregunta Verónica, jugando con una de sus dagas entre sus dedos, dirigiendo a Mayka una mirada de costado.

    Mayka asiente, cubierta por completo con la túnica.

    —Tú despejas la entrada para mí, yo me encargo de buscar a Alice mientras tu tratas de recuperar los documentos.
    —Me moveré rápido y me reuniré con vosotras dentro.
    —Más te vale que Alice se encuentre bien.
    —No debería ocurrirle nada, la droga la tendrá dormida hasta el momento del juicio. Puede que trabajen para mi padre, pero no dejan de ser respetables soldados de la ciudad, jamás le harían daño a una prisionera.

    Mayka esboza una amarga mueca antes de partir en dirección a la gran mansión, al este de la plaza central.

    Las calles resplandecen a su paso, la gloria del barrio rico de la ciudad se hace visible, los edificios reflejan el brillo de los cristales de lacrimosa que flotan alrededor. A medida que la mansión se hace visible, ambas se separan.

    Verónica corre y trepa por sobre los edificios mientras Mayka sigue el camino en dirección a la entrada principal.

    Verónica llega primero y salta al muro de la mansión, frente al jardín central. Cuatro guardias fuertemente armados con pesadas armaduras y grandes escudos la observan desde abajo.

    —¡Quién va! —exclama el más cercano—. ¡Tú!
    —¡Quién de vosotros fue el que ejecutó la orden! —exclama furiosa.
    —¡Cogedla!

    Verónica salta con rapidez, dos cuchillos vuelan en dirección al que dio la orden. Uno de ellos es apartado por el gran escudo, sin embargo, el otro impacta directo en una apertura de la armadura, junto al cuello. La cuchilla se clava en la carne con un grito de dolor; el soldado la toma y la lanza al suelo.

    —Zorra.

    Los soldados se lanzan hacia ella, sin embargo Veronica salta sobre la espalda de uno de ellos y trepa al tejado, corriendo sobre las cornisas. Los guardias la siguen. Al mismo tiempo, Mayka alcanza la entrada principal.

    Impulsio.

    Una nube blanca se forma bajo sus pies y, con una pequeña explosión, la impulsa hacia arriba, pasando por sobre la valla.

    —¿Qué demonios? —se sorprende un soldado de guardia.
    —Supongo que no son tan estúpidos como para dejarlo todo completamente desierto.
    —Primero aquella mujer y ahora esto —comenta irritado, desenvainando su espada.

    El guardia se lanza hacia Mayka, esta salta hacia atrás al tiempo que empuña su báculo.

    —No tengo tiempo para ti. Sagitta lucis.

    Una flecha de luz se crea en la punta del báculo, con precisión, la flecha impacta contra la armadura y detona en una explosión de luz. El guardia cae al suelo al tiempo que su armadura se resquebraja y varios pedazos se desprenden.

    —Aún así, me extraña que tan solo haya uno, ¿el resto de la hueste estará dentro?

    Mayka entra por la puerta principal, abriéndola con ambas manos. Tan pronto como pone un pie dentro, una espada oscila frente a ella, partiendo en dos la capucha que cubría su rostro.

    —Identifícate, o la próxima vez no fallaré.

    Un soldado vestido con una armadura diferente, hecha de numerosas placas de metal con aspecto ligero cubre su pecho, hombros, brazos y piernas, todos ellos con diferentes placas de metal, unidas por una malla de aspecto desgastado. Una enorme cicatriz cubre su rostro en forma diagonal dejando inutilizado uno de sus ojos. Su cabello es corto, de un color tan negro como el que sus ojos reflejan.

    Mayka se cruza de brazos.

    —Tú no pareces como los demás.

    El guardia apunta con la punta de su espada al rostro de Mayka.

    —Y yo que quería pasar desapercibida —comenta molesta, rascando su nuca antes de cruzar los brazos frente sí una vez más—. Mi nombre es Mayka, he sido contratada para desvelar una supuesta conspiración del duque contra el reino de Zonde.
    —Así que os habéis creído ese disparate y por eso habéis irrumpido aquí. Gracias a vuestra genialidad, ahora seréis acusadas de traición. Tú y todo Pandemónium.
    —Así que sabes donde está mi compañera, eso agiliza las cosas —Afila la mirada—. ¿Dónde está?
    —¿En esta mansión que cambia constantemente? Ni siquiera yo lo sé.
    —En ese caso, supongo que debo ir a buscarla.

    Antes de que pudiera dar un paso, el soldado lanza una estocada, sin embargo, lo único que logra atravesar es la túnica de Mayka, quien se desliza a un lado y lanza un puñetazo cargado de luz.

    ¡Dextra lucis!

    El puño de Mayka impacta sobre el costado de la armadura, buscando una de las secciones donde dos placas se unen, sin embargo, el puño queda retenido antes de alcanzar su cuerpo, para luego ser repelido con una explosión. Acto seguido, la empuñadura de la espada impacta sobre el rostro de Mayka, lanzándola con fuerza contra el suelo.

    Mayka se recompone, agazapada sobre sus rodillas y manos, con una pequeña herida en la mejilla, enrojecida por el golpe.

    —¿Qué demonios fue eso? —susurra para si misma.
    —Tienes mala suerte al haberte encontrado conmigo, la magia de luz no funciona contra mi.

    El soldado apunta con la palma de la mano a Mayka.

    —Castiga a mis enemigos con el poder de tu santa luz. Lux Flagellum.

    Luz se acumula en su mano, adquiriendo la forma de un látigo, con fuerza, extiende su nueva arma para aprisionar a Mayka.

    —¡Scutum! —exclama extendiendo su mano para proyectar el escudo.

    El látigo es detenido por su escudo, sin embargo, la espada del soldado vuela en su dirección, rozando su hombro, Mayka salta hacia atrás, poniendo distancia entre ambos.

    Cultri ventus

    De la mano del guardia salen disparadas numerosas ondas de viento, afiladas como cuchillas. La cuchillas impactan sobre la sorprendida Mayka, quien no puede hacer más que cubrirse con sus brazos.

    —¿Luz y viento? ¿Qué demonios eres?

    Mayka se apoya sobre una rodilla, llena de magulladuras.

    —Preferiría que te entregaras voluntariamente, hacer esto no resulta nada placentero para mi.
    —Déjame pasar entonces, ¿acaso no te has dado cuenta? Todo esto es demasiado extraño, ¿por qué tanta seguridad? ¿Por qué este mecanismo? No parece un disparate para mi.

    El soldado lanza su látigo, aprisionando a Mayka.

    —Qu... ¿Acaso me estás escuchando? —responde enfadada.
    —Me contrataron para cumplir con este trabajo, al igual que a ti.
    —¿Y si ese trabajo termina perjudicando a tu propio reino?
    —Entonces eso sería culpa del mismo reino que me ordenó proteger a este tipo.
    —Se acabó.

    Mayka se deshace de sus ataduras y se lanza hacia él empuñando su báculo.

    !Robus! —exclama al tiempo que un aura rodea su báculo.

    Con fuerza, Mayka golpea el rostro de su adversario con el báculo, apartándolo de su camino y emprende la huida.

    El soldado trata de seguirla, sin embargo, tres cuchillos se clavan frente a él, obligándole a detenerse.

    —Déjala marchar —dice Verónica, colgada de una de las lámparas del techo.

    Continuará...
     
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    Una vez más regreso para continuar lo que dejé a medias, y qué mejor que con un nuevo capítulo. Espero que les guste ^^


    Pandemónium capítulo 58: Una historia del pasado.


    —La vigilancia es menor de la que pensaba —piensa Mayka mientras corre por los interminables pasillos de la mansión.

    A cada lado, una mesita blanca y ostentosa sosteniendo un jarrón con un enorme ramo de flores rojas. El mismo patrón se repite a lo largo del pasillo, dando la sensación de no estar avanzando. A los laterales se pueden ver colgados diferentes cuadros, en todos ellos, el barón se encuentra en diferentes poses, en varias ocasiones sosteniendo una copa. Intercalados entre los cuadros y las mesas, puertas de un blanco impoluto daban paso a diferentes dormitorios y cuartos de la mansión.

    Mayka corre hacia adelante, ignorando las puertas a sus lados.

    —No terminaré nunca si reviso habitación por habitación. Verónica dijo que la mansión poseía una pequeña habitación que actuaba como celda. Espero que se encuentre donde creo que se encuentra.

    Mientras tanto Elora y Kaim se encuentran en la posada, encerrados en una habitación. Elora se encuentra sentada sobre la cama, mientras Kaim está en el suelo, sentado con el rostro enterrado entre sus rodillas.

    —Kaim... —pronuncia Elora gentilmente.

    Kaim ignora la llamada y aprieta sus brazos, escondiendo aún más su rostro.

    —¿No ha sido un sueño... verdad? —pregunta con la voz entrecortada.
    —Kaim... —vuelve a hablar Elora, con un tono más entristecido.
    —Sabía que había algo raro en mi cuerpo... pero jamás pensé que... con mis propias manos —comenta mientras separa su rostro levemente para observar sus manos.

    Los surcos de las lágrimas derramadas aún podían verse reflejados en su rostro. Sus ojos, vacíos, mirando a ninguna parte. Elora no puede evitar levantarse y tomarlo de los hombros.

    —Reacciona Kaim, por favor.
    —Soy un monstruo —Alza la cabeza y mira a los ojos de Elora—. No solo despedacé a todas esas personas, también traté de hacer lo mismo contigo.

    Elora abraza la cabeza de Kaim contra su pecho.

    —Ese no eras tú Kaim, algo poseyó tu cuerpo, no es tu culpa.

    Kaim la aparta bruscamente, lo que la hace caer sobre su trasero.

    —¡Tú no lo entiendes! —exclama enfadado—. Lo notó aquí dentro.

    Kaim agarra su pecho desesperadamente y con fuerza, arrugando sus ropas, su mirada se llena de miedo y lleva las manos la cabeza.

    —No lo entiendes.

    Kaim lleva el rostro al suelo, su mirada se desencaja presa del pánico, sus ojos miran de un lado a otro, incapaces de mantenerse quietos.

    —Lo disfrutaba, cada muerte, cada pedazo de carne arrancada con tan grotesco sonido, cada hueso quebrado. Quería... ansiaba más, quería que ese momento no terminase nunca... el momento en el que la vida se extinguía en mis manos.

    Kaim se lanza hacia Elora desesperado, las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos.

    —¿Qué puedo hacer Elora? ¿Qué hago si ese sentimiento aparece de nuevo? ¿Qué hago si termino haciéndoos daño a vosotras?
    —Si eso ocurre volveré a detenerte, Kaim —responde Elora, abrazando nuevamente su rostro.
    —No puedes estar vigilándome en todo momento.
    —Lo estaré —Aprieta su rostro con fuerza.
    —Qué ocurre si no puedes detenerme.
    —Lo haré... no importa cómo.
    —¿Cómo puedes estar tan segura?

    Elora se pone en pie de nuevo y toma asiento sobre la cama una vez más.

    —Deja que te cuente una historia que pocas personas conocen. Quizás yo sea la única que queda para recordarlo después de todo... —comenta en tono melancólico y mira al techo mientras balancea sus piernas.

    Elora, vestida con una armadura de metal color escarlata se encuentra corriendo a través de un amplio pasillo. Poco después, se detiene al frente de una enorme puerta de madera con adornos dorados.

    Asiente para sí misma y abre la puerta de un solo empujón. Una sala amplia e impecable se abre ante ella, el suelo resplandece con un majestuoso brillo, al centro destaca una alfombra roja que, siguiéndola, lleva a un trono dorado. Sentada sobre él, la reina de Zonde, ataviada con un vestido rojo y un recogido cabello rubio repleto de adornos y joyas.

    Elora avanza al frente hasta colocarse frente al trono. Acto seguido se arrodilla, inclinando la cabeza hacia el suelo

    —Majestad, ¿quería verme?

    La reina asiente y cierra los ojos durante unos segundos. Elora levanta la cabeza levemente antes de levantarse de forma abrupta.

    —¿¡A ocurrido algo en el frente!? —exclama repentinamente.
    —Recibimos la noticia hace unos días que clamaba la victoria para nuestras fuerzas.

    Durante unos segundos, una sonrisa se dibuja en el rostro de Elora.

    —¿Eso significa?...

    La reina muestra un sobre marcado con un sello.

    —El enemigo ha anunciado su rendición y hemos confirmado la retirada de sus tropas de nuestro reino.

    Elora suspira con la mano en su pecho, como si un peso se le hubiera quitado de encima. Sin embargo, su rostro se muestra confuso repentinamente.

    —Entonces, ¿porqué no habéis pedido la retirada de mis tropas y me habéis traído aquí sola?

    La reina se pone en pie y camina hacia Elora hasta colocarse justo a su lado.

    —Como dije, hace unos días que recibimos el anuncio. Pero no hemos recibido ni una sola noticia de Granbart ni de los soldados del frente después de eso. Ya deberían haber regresado —susurra en su oído.
    —¿Insinúa que puede haber ocurrido algo? —pregunta en el mismo tono de voz.

    La reina niega casi imperceptiblemente con la cabeza.

    —Granbart jamás ha tardado más de un par de días en regresar tras una batalla, ya lleva cinco fuera.
    —Entonces...

    La reina se gira y vuelve a tomar asiento.

    —Quiero que le lleves un mensaje —afila su mirada—. Llegas tarde.

    Elora lleva la mano a su pecho con fuerza, resonando el choque del metal de su armadura con el del metal de sus guantes.

    —Sí, mi reina.

    Elora se marcha con paso firme de la estancia. Tras pasar las puertas y cerrarlas tras de sí, corre apresurada hacia los establos.

    Un gran cobertizo en el patio del castillo hacía de establo para las monturas, criaturas cuadrúpedas con cuerpos esbeltos y alargados y tres pares de patas.

    Elora monta rápidamente una de las criaturas y sale del castillo a gran velocidad. Durante un día cabalga sin apenas descanso hasta que, finalmente, alcanza el lugar que hace unos días fue testigo de una gran batalla.

    Un desolado pueblo arrasado, los edificios reducidos a puñados de escombros, numerosas armas se encuentran tiradas y el suelo apesta con el hedor de la sangre, ya reseca.

    —No se encuentran aquí, ¿dónde demonios están?.

    De repente, una flecha impacta en la espalda de Elora, destrozándose al contacto con la armadura.

    —¿Enemigos? —susurra para sí misma—. ¿¡Atacando por la espalda como cobardes!? ¡Mostraos, Elora, capitana de Zonde acabará con vuestra patética resistencia.
    —¿Ha dicho Elora? —se oye susurrar a alguien tras unos pequeños escombros.
    —¡Capitana Elora! —exclama uno de los hombres desde los escombros, sin mostrarse—. ¿Cuál es su objetivo aquí?
    —¿Por qué no han regresado aún al castillo? La orden de retirada se envió hace días. ¿Donde está el general Granbart?

    Los soldados murmuran entre ellos.

    —¿Por qué os mantenéis escondidos de mi? —pregunta mientras se acerca a ellos.
    —¡No de un paso más!

    Uno de los soldados sale de su escondite apuntando con un arco a Elora. Sus magulladuras no justificaban el enorme temblor en sus manos ni el pavor en sus ojos.

    —¿Qué significa esto? ¿Osas alzar tu arma contra mi una segunda vez? —Elora alza su mano dispuesta a defenderse.

    Un hombre mayor, envuelto en vendas y sangrando abundantemente por el costado izquierdo. Uno de sus brazos había sido seccionado. Con paso calmado se acerca al soldado y baja su arma.

    —¡Capitán Dorlan! —exclama Elora con sorpresa.
    —Perdone a este hombre mi señora —pide con una reverencia—. Todos estamos asustados con lo que ha ocurrido.
    —Olvide eso, ¿quién le ha causado tan graves heridas?
    —Pase a nuestro refugio, se lo contaremos todo.

    Elora entra al pequeño edificio derruido y sigue al capitán. Una entrada subterránea se abre ante ella.

    —Fue gracias a que encontramos este refugio que pudimos evitar ser totalmente aniquilados.
    —Pero el reporte decía que habíais alcanzado la victoria en la batalla.
    —Así es...

    Elora y Dorlan continúan bajando hasta alcanzar una gran sala redonda, con las paredes revestidas de acero y numerosos estantes repletos de comida. Repartidos en diversas sábanas y camas por el suelo, numerosos heridos, muchos de ellos graves, yacen, algunos en silencio y otros delirando por las altas fiebres.

    —Lamento no poder ofrecerle más que el suelo como asiento, pero tenemos todo reservado para los heridos.
    —Explícame lo que ha ocurrido, ¿dónde está Granbart?

    Todos ahogan un grito de espanto al oír el nombre de su príncipe.

    —Te lo contaré todo —Aclara su garganta antes de acomodarse el bigote con la mano—. La batalla comenzó sin problema alguno, la estrategia del general era impecable, como siempre. Dominamos al enemigo sin apenas problema y decidieron firmar la rendición. Acordamos la fecha y hora para la firma, todo iba de acuerdo al plan, pero llegado el momento.

    El capitán hace una pequeña pausa para tragar saliva y agacha la cabeza, apretando el puño con fuerza.

    —El general... perdió el control.
    —¿Qué quieres decir?
    —De repente desenvaino su espada y comenzó a masacrar a todos indiscriminadamente, la capitana Sury y el capitán Marley me protegieron, si no hubieran actuado a tiempo yo no estaría aquí para contarlo.

    Los ojos de Elora se abren sorprendida.

    —¡Eso es imposible! ¡Él jamás haría algo así!
    —Yo tampoco podía creer lo que veían mis ojos pero... ese ya no es el Granbart que nosotros conocíamos.
    —¿Dónde está? ¡Necesito verle! —exclama alterada.
    —No lo sabemos, lo único que sabemos es que siempre que enviamos una patrulla a los bordes del campo de batalla pocos regresan. Ya nos hemos resignado a permanecer aquí hasta que nos encuentre, tenemos demasiados heridos como para movilizarnos, y no pienso abandonar a estos hombres.

    Elora cierra los ojos y aprieta los puños, tratando de contenerse.

    —Necesito verlo con mis propios ojos, no seré capaz de creerlo hasta que no lo haga...
    —Como quieras, si vas a buscarle, por favor detenle. Estoy seguro que lo que le está ocurriendo no es por voluntad propia. Ayúdale, por favor.

    El capitán inclina su cabeza, los soldados a su alrededor hacen lo mismo.

    —El general siempre ha sido un gran hombre, honorable y respetuoso, siempre cuidando de sus tropas como si fueran familia. Si alguien puede ayudarlo, eres tú Elora.
    —Lo traeré de vuelta... sea como sea.

    Elora sale del refugio acompañada por dos soldados. Tras asegurarse de que todos entran en el improvisado búnker, parte hacia el borde del campo de batalla. Al llegar, los pedazos de sus camaradas desmembrados pueblan el suelo empapado de sangre.

    —Granbart, ¿de verdad has hecho tu esto? —susurra con incredulidad, observando los cadáveres—. ¿¡Donde estás Granbart!? ¿¡De verdad has traicionado al reino!?

    De repente, una espada cae del cielo, atravesando la montura de Elora y haciéndola caer al suelo. Sobre ella, una figura envuelta en sombras cae dispuesto a golpearla con el puño.

    Elora gira sobre el suelo evitando el golpe, que impacta contra el suelo, destrozándolo y levantando una densa humareda.

    —¿Quien er... Granbart?

    La armadura no deja lugar a dudas, el color dorado, aunque devorado por las sombras, resplandece en su pecho junto con el emblema del reino. Junto a él, la famosa espada del príncipe, llave para activar el Gae Bolg.

    —No... tu no eres Granbart.

    La humareda comienza a disiparse, mostrando un hombre consumido por sombras. Sobre su cabeza resaltan unas largas orejas de sombra y en la parte baja de su espalda una pequeña esfera a modo de cola. Su rostro se encontraba deformado por las sombras, mostrando unos incisivos largos y afilados junto a unos ojos rojizos.

    —Eso es... —interviene Kaim, interrumpiendo el relato de Elora.

    Elora asiente con la cabeza.

    —Es la misma imagen que vi en ti cuando entre en el edificio solo que... tu te encontrabas en un estadío mucho más avanzado de lo que él estaba —responde a su inquietud, agarrando con fuerza su propio brazo—. Ahora me doy cuenta de que si hubiera actuado de la forma correcta tal vez hubiera podido salvarlo.

    Elora muerde su labio con impotencia, antes de continuar relatando su historia.

    Elora, petrificada, observa como su amado Granbart dirige a ella una mirada sin vida. Un escalofrío recorre su cuerpo y, al instante, Granbart salta una vez más.

    Antes de darse cuenta, Elora se encuentra en el suelo, el capitán de la división de Granbart está sobre ella, a su lado un enorme cráter en cuyo centro se encuentra Granbart, con los pies hundidos en el suelo por el golpe.

    —¡Elora! ¡Reacciona Elora! —grita el capitán, sacándola de su ensimismamiento.

    El hombre, con un brazo herido se pone en pie y empuña su espada.

    —Mi señora Elora, escucha lo que voy a decirte —vocifera sin perder a Granbart de vista—. Corre, corre al castillo y cuenta lo que has visto, encuentra la forma de salvarle.
    —¿Qué estás diciendo? ¿Por qué has salido de tu escondite?

    Elora mira a su alrededor, el cráter se encuentra rodeado de lo que queda de los soldados del príncipe, la mayoría, malheridos, apenas pueden sostener sus armas o vestir sus armaduras.

    —¿¡Qué estáis haciendo!? No estáis en condiciones de escapar de él, ¡volved al escondite!

    Sin embargo, ninguno de los soldados da media vuelta. Granbart, finalmente, salta fuera del cráter frente al capitán, esbozando una macabra sonrisa. De un golpe le aparta a un lado y observa a Elora.

    —Granbart...

    El capitán Dorlan reacciona y empuja a Granbart, sosteniéndolo contra el suelo.

    —Escuchadme soldados, ésta será mi última orden. Elora debe escapar, ¡a toda costa!

    Instantes después, la cabeza del capitán vuela por los aires. Los soldados, en lugar de espantarse, forman una pantalla frente a Elora, separándola de Granbart.

    —¿Qué hacéis? Debéis huir no sois rival para él.
    —Mi señora, siempre fuiste demasiado amable para el campo de batalla —comenta un soldado con el izquierdo vendado—. No hemos venido aquí a huir, Granbart en nuestro príncipe y usted será nuestra princesa y reina. Si no los protegen sus soldados, ¿quien lo hará?
    —No hablas en serio...
    —¡Adelante soldados! —grita alguien entre la multitud—. ¡Demostradle al general y a Lady Elora lo que significa ser un orgulloso soldado del gran reino de Zonde! ¡Protegedla con vuestra vida!

    Uno de los soldados empuja a Elora “corre” susurra antes de lanzarse de lleno al combate.

    Elora echa a correr, numerosas veces, Granbart se abalanza contra ella pero es repelido por los soldados. Nunca mira atrás, corre mientras grita y las lágrimas resbalan por su rostro. Lentamente, el sonido de la batalla queda atrás, hasta sólo ser un eco en la distancia.

    —Cuando llegué al palacio y les conté lo ocurrido, por alguna razón nadie dudó de mi palabra. Pasaron varios días sin noticias y sin que se me comentase nada al respecto.

    Elora pausa unos segundos, Kaim se mantiene en silencio, reflexionando sobre cada palabra.

    —Cuando recibí noticias de nuevo, no podían ser peores.

    Elora se encuentra en el palacio, vistiendo la armadura ceremonial dorada del reino.

    —Elora —llama la reina, elevando la voz, que resuena en la vacía estancia—. Nuestros espías nos han confirmado que Granbart ha cruzado la frontera y se encuentra en Arnor, sabes lo que eso significa, ¿verdad?

    Elora asiente sin pronunciar palabra alguna. La reina se levanta y camina hasta su lado, acercándole sus labios al oído.

    —Lamento tener que poner esta carga sobre tu consciencia, pero eres la única con el poder suficiente para derrotarle.
    —Estaba preparada para ello desde el mismo instante en que abandone a aquellos soldados. Tan solo... pensé que encontraría una forma de ayudarle antes de que llegase este día.
    —Por favor Elora... No puedo dejar que el reino caiga, aunque ello signifique sacrificar a mi propio hijo. Cuando seas reina entenderás este dolor.

    Elora se gira, dándole la espalda.

    —Entonces no creo que llegue a ser reina.

    Elora observa a Kaim, quien finalmente había sacado la cabeza de entre sus rodillas y ahora la observaba con atención. Le dirige una triste sonrisa.

    —Cuando llegué a Arnor la situación era peor de lo que esperaba. Un reguero de destrucción mostraba el camino por el que Granbart había pasado, pero seguirlo era doloroso. Era como revivir aquella masacre una vez más.

    Con el desierto al norte, Elora sigue el rastro hasta un pequeño poblado al sur, donde los soldados de Arnor luchaban contra Granbart.

    Elora toma aire y se introduce de lleno en la batalla. Tras aventurarse en el campo de batalla unos pasos, encuentra a Granbart, con sus rodillas apoyadas en el suelo. Frente a él, un hombre robusto portando una gruesa lanza apuntaba a su cuello.

    —¡Espera! —interrumpe Elora.

    El hombre se sorprende y baja la guardia, Granbart aprovecha la oportunidad para escapar. Elora es rodeada de inmediato por numerosos guardias, sin embargo aquel hombre levanta la mano y todos retiran sus armas.

    —Por lo que puedo llegar a ver, el hecho de que Granbart se encuentre aquí de ese modo no es ninguna muestra de hostilidad hacia nuestro reino, ¿verdad?
    —Así es, lamento haber detenido tu lanza, pero el acabar con él es mi misión. No puedo dejar que tomes su vida, Arleth Tan Moriet.
    —No es un oponente cualquiera, como sabrás, ¿estás segura de ser capaz de detenerle?
    —Puede que nuestra armada no sea tan poderosa como la vuestra, pero somos capaces de ocuparnos de nuestros propios problemas. De hecho, tengo un favor que pedirte.

    Elora observa sus manos, temblorosas.

    —Me enfrenté a él y... le maté. Con estas manos, con estos mismos guantes. Arrebaté la vida de la persona que más amaba en el mundo.
    —Pero, si fue Granbart quien arrasó Arnor, ¿por qué todos piensan que fuiste tú?
    —Ese fue el favor que pedí a Arleth, “Cuando acabe con él, acaba con mi vida y corre la voz de que fue Elora quien arrasó el reino”. Esas fueron las palabras exactas que le dije, parece ser que él lo comprendió en seguida. No hizo preguntas, se limitó a cumplir mi voluntad; ni siquiera ofrecí resistencia. Sin embargo, no sé por qué decidió conservar mi cuerpo en aquella tumba.

    Kaim se queda sin palabras.

    —¿Por qué hiciste algo así? —pregunta incrédulo.
    —Para salvar mi reino.

    Kaim es acallado por la contundente respuesta de Elora.

    —¿Comprendes lo que quiero decirte con esta historia Kaim? No pude salvar a Granbart, a pesar de que se encontraba frente a mi, al alcance de mi mano. No voy a dejar que ocurra otra vez.
    —Y cómo puedes saber que no ocurrirá la mismo otra vez. Cómo puedes estar segura.
    —Porque tu me salvaste cuando estaba a punto de ser ejecutada, tu me dijiste que tenía derecho a vivir, que tenía derecho a una nueva oportunidad. No dejaré que mi salvador se convierta en víctima otra vez, aunque deba dar mi vida para ello.

    Continuará...
     
  5.  
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    Y aquí volvemos con el capítulo 59, grandes cosas se vienen y el clímax del segundo arco argumental se acerca lentamente.


    Pandemónium capítulo 59: La disculpa del padre



    Mayka continúa su carrera por la enorme mansión, no obstante, esta comienza a cambiar de forma.

    —Maldita sea, ahora no —maldice Mayka, tratando de mantener el equilibrio.

    A su alrededor, todo comienza a girar, las salas se entrecruzan entre sí, dejando ver el mecanismo interno, un juego de engranajes y artilugios mágicos bombeando energía por doquier, mientras las salas se entrecruzan, una habitación capta la atención de Mayka.

    —Esto es un rompecabezas, es ahora o nunca. ¡Celeritas!

    Una densa nube amarillenta rodea sus pies y, de un salto, cruza entre los engranajes hasta aterrizar en la habitación deseada. Tras ella, el mecanismo se cierra y las paredes vuelven a ocupar su lugar, cesando los temblores.

    —No me puedo creer que haya hecho algo como eso —comenta mirando a su espalda—. Creo que se me está pegando la imprudencia de Kaim.

    Ante ella se dispone un largo pasillo repleto de celdas.

    —Pero al menos he llegado al fin a mi destino.

    Caminando a través del pasillo, en una de las última celdas, Mayka descubre un soldado desmayado sobre el suelo.

    —No puede ser.

    Mayka se apresura a su lado y, tras confirmar que no estaba muerto, le zarandea para despertarle. Tras unos cuantos gritos y zarandeos bruscos, el joven despierta.

    —¿Qué...? ¿Quién eres? —dice atontado.
    —Contéstame, ¿has encerrado aquí a una mujer rubia de grandes pechos? —pregunta, zarandeándolo una vez más.
    —¿Qué...? Es cierto, ¡esa arpía me noqueó! ¿Dónde se ha metido?

    Mayka golpea su cabeza con el báculo, dejándole inconsciente una vez más.

    —Maldita sea Alice, ¿no podías esperar sentada a que te rescatase?

    Mayka se voltea furiosa y comienza a caminar de vuelta por el mismo pasillo. Un estruendoso sonido la hace detenerse y cubrir sus oídos con ambas manos.

    —¿Sí, así es como funciona? —Se oye la voz de Alice a través de un sistema de megafonía.

    Un sonoro suspiro llena toda la estancia.

    —Ni siquiera sé por qué me preocupo por ella.

    Alice se encuentra sentada sobre una mesa con sus piernas cruzadas, sosteniendo en sus manos un micrófono y un puñado de documentos. Tras aclararse la garganta comienza a leer.

    —Duque Cameron Gradza, manténgase a la espera, pronto lanzaremos el ataque a la capital. Siga proveyendo al ejercito suministros e información. No se preocupe, si mantiene sus condiciones nosotros mantendremos nuestra promesa y le proporcionaremos un puesto digno de su poder. P. —Tras leer el documento, Alice se aclara la garganta una vez más—. Vaya, claro y conciso, así que un puesto digno de su poder —Se mofa—. ¿Y bien? ¿Qué tienes que decir a esto Duque Cameron Gradza?

    Alice cede el micrófono a quien se encuentra a su lado, un hombre vestido de ropas de seda descaradamente costosas, sentado sobre sus rodillas en el suelo.

    —N... No tengo idea de qué es ese documento.

    Su nerviosismo se refleja claramente en su rostro sudoroso.

    —¿Y como ha llegado esto a su caja fuerte entonces? Vamos ya eres mayor para estos jueguecitos. ¿Quién es P? ¿Un nombre? ¿Un grupo? O quizás es la inicial del Reino de Pristina.
    —N... No tengo idea de que me hablas.

    El rostro de Alice se llena de decepción ante la actitud del hombre.

    —¿Sabes? —comenta mientras zarandea los documentos de un lado a otro—. Aquí hay documentos más que suficientes para colgarte por traición al reino. Tanto si respondes como si no. ¿Por que no tratas de quedar bien y confesar todo lo que sepas? Quien sabe, quizás logres conservar la vida de ese modo.

    Un escalofrío recorre la espalda del duque.

    —¡Un encapuchado me traía estas cartas! ¡No tengo idea de quienes son, ni cuantos! —exclama exaltado, pasado unos segundos se calma y regresa a su posición—. Cierto día tan solo se presentaron y me amenazaron. Si hubieras visto lo que yo... tú también hubieras aceptado.
    —¿Qué viste? —pregunta con seriedad.

    El hombre lleva sus manos a la cabeza, con los ojos abiertos de terror.

    —Me mostró una imagen, aquello bastó para hacerme saber que no debía... que no podía llevarles la contraria. Mi hija... mi pequeña Verónica... siendo devorada por todo tipo de bestias... delante de mis propios ojos. —El hombre levanta la mirada con los ojos llorosos—. ¿Tienes idea de lo que significa esa imagen para un padre? Ella es mi única hija... sin ella no me quedaría nada.

    La puerta de la habitación se abre de un portazo.

    —¡Eres un mentiroso! —grita Verónica, vaciando sus pulmones al punto de tener que recuperar el aliento.
    —¡Verónica! —exclama sorprendido.
    —¡Ara! —exclama su vez Alice.

    Verónica, furiosa, se acerca a su padre con paso firme y el rostro lleno de odio.

    —¿Entonces por qué tenías pensado entregarme a ellos? —pregunta, tomándole por sus ropas y poniéndole en pie de un tirón.
    —Tuve que hacerlo Verónica, tenían pensado llevarte con ellos como seguro para que cumpliera mi palabra.
    —¿Qué...?
    —Si no hubiera dicho eso cuando escuchabas tras la puerta, si no te hubieras marchado... en este momento tú estarías en sus manos.

    Verónica le libera y retrocede.

    —Eso es mentira... ¡Mientes!
    —¿De verdad piensas que hubieras podido escapar si hubiera puesto todos los medios a mi disposición para encontrarte?
    —Pero... los ataques...
    —Todos fingidos, enviaba un puñado de soldados periódicamente para que no se te ocurriese regresar, pero aun así, siempre volvías a través del pasaje secreto.
    —Si eso es cierto entonces... ¿por qué? —Las lágrimas comienzan a recorrer su rostro—. ¿Por qué mandaste a tus hombres a matar a todos los lobos? Ellos fueron mi familia todo este tiempo, ¿por que tú?.

    Verónica se derrumba sobre el suelo.

    —¡Yo nunca envié a nadie a hacer algo como eso! —exclama, poniéndose en pie—. Jamás haría algo que pudiese hacerte tanto daño. Supe desde el inicio que esa manada fue tu apoyo, ¡jamás haría algo como eso!
    —¡Mientes! ¡No haces más que mentir! —grita, fuera de sí y con el rostro empapado en lágrimas—. ¡Había un anuncio en la plaza pidiendo la exterminación de los biolobos! ¡Tenía tu sello!

    El duque aprieta sus puños.

    —Él... él me pidió que le diera el sello, hace unas semanas.

    Verónica muerde su labio con fuerza, incapaz de reprimirse.

    —Pero... si todo lo que dices es cierto entonces... ¿dime contra quien debo dirigir este odio? Dime padre... ¿que he estado haciendo todo este tiempo?

    El Duque se acerca a ella y la abraza con firmeza, Verónica deja caer todo el peso de su cuerpo en sus brazos.

    —Buen trabajo sobreviviendo todo este tiempo, hija mía —comenta con voz suave, conteniendo sus lágrimas mientras acaricia el cabello de Verónica.

    Verónica llora desconsolada en sus brazos.

    Varios minutos pasan, en ese tiempo, los soldados de la mansión y Mayka se habían reunido en la habitación donde Alice, Cameron y Verónica se encontraban.

    —¿Y qué vamos a hacer ahora? —dice Mayka, rompiendo el silencio.
    —Según las últimas cartas que me enviaron, el ataque se producirá en apenas cinco días —responde el Duque Cameron—. Sé que no puedo reparar todo el daño que he hecho, pero agradecería que me llevaran al castillo para hablar con la reina, ella debe saberlo.
    —¿Estás seguro? Es posible que te ajusticien de inmediato si vas allí directamente.
    —Estoy bien con lo que sea que ocurra, debo responder por mis actos, además —mira a su hija, quien se encontraba a su lado y sonríe—. No me arrepiento de las decisiones que he tomado.
    —Mayka, ve a buscar al resto, partiremos de inmediato, tengo un mal presentimiento con respecto a ese grupo —ordena Alice mientras muerde una de sus uñas con preocupación.
    —Hacía tiempo que no te veía tan preocupada Alice.
    —Esta es algo grande Mayka, y vamos a meternos directos a ello. No sería humana si no me preocupase ante este tipo de situaciones —responde ahora con una sonrisa.

    Mayka asiente y sale de la mansión, en dirección a la posada de la abeja madre.

    —Realmente espero que todos se encuentren allí, no me gustaría tener que andar recorriendo la ciudad en su búsqueda.

    Varios minutos pasan hasta que finalmente alcanza la posada, tras pasar dentro, sube las escaleras en dirección a la habitaciones.

    —Anya y Haruna, ha ocurrido un imprevisto, preparad vuestras cosas, partiremos de inmediato —comenta tras llamar a la puerta de una de las habitaciones.

    Elora abre la puerta, mostrando una expresión preocupada.

    —Nosotros también tenemos problemas por aquí.

    Al pasar adentro, Haruna se encontraba tumbada sobre la cama, mientras Kaim se encontraba en una esquina, con el rostro oculto entre sus rodillas.

    —¿Qué demonios ha pasado aquí? —dice Mayka sorprendida.
    —Es una larga historia —responden Elora y Anya a la vez.

    Continuará...
     

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