Pétalo Carmesí

N/A: Al final.

Aclaración:
Wiiiii, pensamientos

¡A desvariar!

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Pétalo Carmesí​

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Un Capítulo​

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Los pétalos se desprendían de las ramas y caían como lluvia, gotas carmesí que recordaban el paso de un tiempo inconstante, tan frágil como ellas. Una a una descansaba en la tierra de su madre, la misma que pronto las arrastraría a su matriz y absorbería la vida que vio nacer.

Sonrió con pesar al pensar que ella jamás sería parte del equilibrio universal del que por siglos los humanos habían rehuido. No. Ella era especial y como tal, ajena del pensamiento impuro, del sentimiento desbordante, del eterno final… Sin embargo, cómo anhelaba ser totalmente entregada a ese vacío desconocido, donde el destino podía dibujarse en el cielo y sus pisadas se perderían debajo del polvo de miles de otras. Si fuera así, sería capaz de arrancarse de todas aquellas capas de ropa y bailar con el viento de las montañas, apenas rozándolo, al compás de las hojas de colores, libres de perderse en donde la tierra no sigue las leyes de un mundo destrozado.

Se levantó con suavidad, apoyando la punta de sus delicados pies primero para evitar cualquier otro ruido que no fuera el de la seda acoplándose a su cuerpo, el movimiento fue tan sutil que las volutas de humo del incienso apenas se dispersaron, aun cuando la rodeaban por completo. Sus cortos pasitos apenas balanceaban su cuerpo y su movimiento era como el de una flor ligeramente mecida por la brisa. Bajó la pulcra escalerilla que la separaba de la exuberante tierra y la delgada suela de su zapato fue incapaz de detener a la humedad subiendo hasta su cabeza, despertándola. Sus manos soltaron el vestido y este se deslizó hasta la suciedad. Poco a poco sus pasos se volvieron más largos, el crujido de la tela más fuerte, y su voluntad más firme. Los cortes que deberían haberse llevado sus manos fueron recibidos por la seda; múltiples escudos protegiendo la piel jamás mancillada.

Más de prisa, más de prisa, más…

Sólo se detuvo en cuanto estuvo frente al abismo infinito, con un escaso paso de distancia del borde. Las finas hebras de su cabello serpentearon con la corriente que parecía acudir de todos lados para reunirse en la cima de la ausencia. Su mirada no se despegaba de la oscuridad, del fondo inexistente que parecía llamarla con gritos desesperados, ¿o era ella la que gritaba?

Se dejó empujar por el bosque y antes de darse cuenta caía, caía. Ahora era el viento, era las montañas, el vacío. Un susurro a sus espaldas le recordó por un segundo quién había sido y encontró sus pupilas con el rostro desconsolado. Después, la nada.

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Fin.​

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Me encuentro temerosa. Ésta historia, aunque muy pequeña, es una de mis favoritas, y creo que me refleja mucho, sin embargo, al publicarla en otros sitios ha quedado abandonada, inválida.

Espero que aquí sea diferente. Como sea, seguirá siendo un punto clave para mí.

Para cualquier pastelazo, galletazo, chocolatazo y demás, a dejar un comentario. ;D

Gracias por leer mis remendadas palabras.

Adieu.