One-shot Péndulos y Latidos [BTOOOM!]

Bueno, esto hubiera venido ideal si Andrea alguna vez se hubiese cruzado con Rachel, pero nunca va a ocurrir ahora, así que mejor lo suelto ahora. Sugiero dejar el sonido de los latidos en forma constante. Ayuda a la inmersión. Y también recomiendo leerlo un poco pausado, para intentar coordinarlo un poco con la música.

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Péndulos y Latidos​

Contenido oculto

La muerte cambia a las personas.

La habitación estaba tan silenciosa que se podían oír los latidos de su corazón. Rítmicos, incesantes, constantes. Tutum...tutum. El péndulo enfrente suyo se movía en coordinación con cada latido. Tutum...izquierda. Tutum… derecha. Tutum… izquierda. Tutum… derecha. Y el ciclo se repetía.

Afuera, el sol acariciaba el día con sus gentiles rayos, haciendo que la luz entrar por todas las ventanas. Pero por alguna razón, en esa habitación, todo era mucho más gris. Mucho más opaco. Como si la realidad hubiera sido expuesta a un filtro de blanco y negro, que ahogaba todos los colores. No había nada más en esa sala, no había muebles, no había paredes, no había techo, ni suelo. No había adornos. No había cuadros. Allí tan solo estaban el muchacho, los latidos incesantes, y el péndulo. Tutum...izquierda. Tutum... derecha.

Contenido oculto

El muchacho se encontraba arrodillado, sin poder decir nada, respirando de forma automática, con la boca abierta. Su pecho subía y bajaba ante cada bocanada de aire que lograba tomar para alimentar sus pulmones. Sus ojos estaban vacíos, sus pupilas apagadas, privadas de brillo y color, al igual que toda la habitación. Lo único que podía destacarse de ellos era la cantidad de lágrimas que habían desbordado, hasta tal punto que sus lagrimales quedaron casi secos. Los surcos que estas habían dejado se podían notar claramente en su rostro manchado, y en las marcas de gotas en el suelo. En su mano, una carta arrugada se encontraba, siendo apretada fuertemente por el puño cerrado, tembloroso. La carta era una confirmación de que aquel péndulo era su culpa, de que él había causado toda esa escena. Tutum...izquierda. Tutum... derecha.

La carta le había llegado por correo, al más puro estilo tradicional. A esa persona siempre le habían gustado esas cosas, ser más vintage. Decía que le daba un toque especial. Y vaya que se le dio. Porque le había asegurado el tiempo suficiente como para que el muchacho no llegara a tiempo. Ahora, todo lo que este podía hacer era simplemente quedarse boqueando, con lágrimas en el rostro, los ojos apagados, las rodillas contra el suelo, el papel aplastado en su mano, y sus latidos omnipresentes, que llenaban toda la habitación incolora. Tutum...izquierda. Tutum... derecha.

Había algo de color en toda la habitación, sin embargo. Un fuerte color carmesí contrastaba con todo el filtro gris. El charco que componía este color se encontraba rodeando una pequeña figura inerte, de cabello largo y rubio, y grandes orbes azules por ojos, que denotaban una cruenta expresión de terror. Se encontraba en posición fetal, como si se hubiera querido proteger de lo que fuera que le hubiera provocado esas horribles facciones en su rostro. El muchacho tenía una mano extendida hacia ella, pero no podía tocarla. Estaba paralizado, no podía moverse del lugar. Tutum...izquierda. Tutum... derecha.

Algo se había quebrado en su cabeza, sus capacidades motrices habían desaparecido, había perdido la facultad de hablar. Solo podía mantenerse en esa posición, las rodillas contra el suelo, la boca abierta, los ojos apagados, la carta arrugada, la mano extendida.

La muerte cambia a las personas. Andrea lo sabía bastante bien. A los 16 años lo había aprendido, cuando vislumbró el cadáver de su hermana en un charco de sangre, asesinada por un golpe en la cabeza, producto de la locura de su madre. Y el cuerpo de esta, colgada de una soga, meciéndose como un péndulo. Tutum...izquierda. Tutum... derecha.