Fantasía Otra historia de Abc

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Marina, 20 Febrero 2016.

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    Marina

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    Tauro
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    Escritora
    Título:
    Otra historia de Abc
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    27
     
    Palabras:
    594
    R de Rizo

    Lo llevó a una cueva situada sobre un risco. Para Baat no fue difícil introducirlo a la oscuridad del nicho, mucho menos darle calor, así que el niño, que había perdido el sentido cuando lo elevó a una altura considerada precisamente para desmayarlo, pues no dejaba de gritar por el pánico, estuvo con cierto confort.

    Baat, ¿qué pretendes?

    Le preguntó Richard, quien insistía en invadir sus momentos de meditación, pues ella, después de poner al muchacho sobre una piedra fría, pero plana, se quedó mirándolo, casi extasiada, recordando a su hijo. Su pequeño Rick que había muerto en ese accidente tan horrible. Lo rodeó como con brazos de luz, los que tenían la temperatura necesaria para que no tuviera frío, como si fuera su calefacción personal.

    La oscuridad en la cueva se había disipado, pues ahora ella la llenaba, así que resplandecía tanto, que si alguien pudiera ver desde afuera, podría notar que tal esplendor salía muchos metros por la amplia abertura.

    Baat, insistió Richard, ¿Qué piensas hacer con este pequeño? No es tu hijo.

    Sin responder, Baat utilizó un finísimo hilo de luz para mover un rizo que adornaba la frente de Collin, jugando con el ensortijado mechón, estirándolo y soltándolo después para que éste volviera a su condición normal, ignorando así el intento de Richard de llamar su atención, pero después de un largo rato, él volvió a hablar.

    Baat, te necesito.

    Hubo un pequeño titubeo en ella. No quería preguntar, no quería saber, pero ese “te necesito” había sonado en un tono desesperado. ¿Quién era ése que le hablaba? ¿Acaso no sentía la necesidad de saber por qué razón estaban conectados de esa manera? ¿Por qué seguía él empeñado en acompañarla?

    ¿Qué quieres de mí, Richard?

    No me llamo Richard”

    Baat se exasperó, pero no dijo nada, así que Richard continuó.

    Mi verdadero nombre es Savir”

    Así que sí eres hindú. ¿Qué quieres de mí?

    Quiero tu ayuda. Sólo tú puedes ayudarme. Lo supe cuando te sentí.

    ¿Me sentiste? ¿Cómo? ¿En dónde estás?

    Estoy en una base al norte de aquí. Me tienen prisionero, tal y cómo te querían tener apresada a ti.”

    Baat se sorprendió. Titubeó de nuevo, porque esta vez tuvo miedo de preguntar, mas no fue necesario que le hiciera la pregunta, pues Savir se la respondió de todos modos.

    Sí, Baat. Soy un engendro como tú, aunque diferente y no puedo escapar. Mis días ahí han sido muchos. Estoy cansado, muy cansado. Baat, ayúdame, por favor.

    Baat se mantuvo en silencio. Ahora es que comprendía muchas cosas, como por ejemplo, por qué razón Savir, tomando la voz de Richard, la instaba a despabilarse cuando vagaba en su mundo semi inconsciente, un mundo en el que, aunque no estaba del todo perdida de la conciencia —pues escuchaba todo afuera del cubículo donde estaba—, quería quedarse ahí. Savir había hecho todo lo posible por conseguir su ayuda, por eso también la insistencia de que se moviera de sobre el lugar de la explosión y ahora querría sacarla de esa cueva y la instaría a deshacerse del pequeño.

    Miró de nuevo al niño y se removió la ternura, o un sentimiento parecido, en ella. ¿Por qué podía sentir todavía tantas emociones si ya no era humana?

    Baat, si me ayudas, te diré por qué a nosotros nos ha sucedido esto.”

    Te ayudaré.”

    Fue todo lo que dijo y finalmente las mentes se quedaron en silencio.
     
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    Otra historia de Abc
    Clasificación:
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    S de Sensacional

    Sólo un día viajó Baat desplazándose por el cielo cuando su aparición se hizo presente a todo el mundo, pues los periódicos y los seriales de noticias en televisión e internet anunciaban que una gran mancha de color se desplazaba por el cielo, como una nube siendo movida por el viento. Los satélites sacaban fotos de ella, la tomaban incluso en vivo y su aparición había causado admiración, temor y curiosidad, impeliendo a la gente a ir hasta donde ella para verla en vivo, sin embargo, los admiradores eran contenidos por el ejército, que también la seguía. Pero lo que más asombro les causaba a todos, era el pequeño que, en una especie de burbuja, flotaba en medio de la nubosidad.

    Collin, al despertar en la cueva, había mostrado la continuación del anterior pánico, cuando fue raptado, pero al escuchar la dulce voz que salía de la nube diciéndole que no le haría daño, que más bien lo protegería, se calmó y hasta se animó a preguntar algo que estrujó los sentidos de Baat.

    —Tú perteneces al cielo. ¿Están mis padres contigo?

    Baat lo supo. Que ella había matado a los padres del pequeño. Estaba en deuda con él. Por su culpa, el pequeño había quedado huérfano y sufría por eso lo indecible.

    —No, no están conmigo, pero no te preocupes, están en un mejor lugar.

    Y cuando le respondió eso, pensó en sus muertos, que Richard, Rick y Odelia estaban bien donde quiera que estuvieran. Era un consuelo para la mujer pensar así, porque de ninguna manera quería pensar que ellos también se habían transformado en algo semejante a ella. Tenía muchas preguntas acerca de por qué ella y Savir eran lo que eran. ¿Por qué ellos? Necesitaba respuestas, por eso había aceptado ayudar a Savir. Así que por la mañana habían dejado la cueva, pero al ver que el ejército los seguían, pensó que no podían continuar así. Además, desde la altura podía ver a otras personas ajenas que habían sido atraídas, congregándose por donde iba pasando, sin que les importara morir de frío, así de sensacional era todo el asunto.

    Avanzada la tarde descendió, colándose por entre un bosque congelado de pinos en donde acampó. Collin dormía protegido en la burbuja, sin sufrir frío.

    Savir, no podemos continuar de esta manera. Se supone que debo llegar de incógnito a donde estás. ¿Falta mucho?

    Unas horas más, pero tienes razón. No puedes llegar con el ejército detrás de ti. Son solamente algunos del alto mando los que saben de mi existencia, pero echarán mano de toda la fuerza militar si saben sobre mi intento de escapar. Tendrás que tomar una forma humana.

    ¿Y de qué sirve? Seré sólo un cuerpo con apariencia humana brillante. ¡No pasaré desapercibida así!

    Lo harás porque tienes el poder de opacar toda esa luz si lo deseas. Lo único malo de que te hagas un cuerpo humano, será que tendrás que conseguir un medio de transporte”

    ¿De veras puedo ocultar los colores? ¿Cómo?”

    Concentración, novata. Podrás hacerlo tocando al niño”

    ¿En serio?” Lo he tocado todo el día y no ha sucedido nada.”

    No pasó nada porque no era necesario transformarte, pero ahora lo es. ¡Deséalo!

    Baat dudó. El niño dormía ya. No quería dañarlo, aunque comprendía que lo estaba haciendo. El pequeño necesitaba comer y beber. Un día sin hacerlo era mucho ya, no podía alimentarlo con su energía. Su cuerpo orgánico necesitaba comida orgánica, como ella misma en sus días lo necesitó.

    ¡Desea convertirte en humana! Con un cuerpo puedes ir al pueblo y conseguir alimento para él. ¿No quieres eso? ¿O piensas entrar así a la comunidad y aterrorizar a toda la población por un mendrugo de pan?

    Baat se airó porque ninguno de sus pensamientos pasaba por alto Savir. Era terrible no tener privacidad mental. Comenzaba a detestarlo por eso.

    Bien, lo haré, pero quiero que me prometas que cuando te rescate, dejarás de entrar a mi mente.”

    Savir no le respondió.

    Es la condición para ayudarte.”

    Savir tardó en responder, pero cuando lo hizo, su voz sonó molesta y muy alta.

    ¡Está bien! Cuando quede libre no volveré a inmiscuirme en tus pensamientos. ¡Ahora desea tener un cuerpo humano normal!

    Baat acarició a Collin y mientras lo hacía, deseo con todo su ser parecer humana e inesperadamente sintió una especie de cosquilleo, lo que le pareció ilógico, pero la sensación nadie se la quitó, luego vio cómo el halo de luz que acariciaba el sonrojado rostro de Collin iba tomando el color de la piel, extendiéndose a medida que ella misma se transformaba en la figura que ya extrañaba mucho. Su anterior imagen, la de Cristal. Era ella tal y como se recordaba antes de convertirse en Baat. Lo malo de su transformación fue que Collin se quedó sin su calefacción y lo peor, que ella estaba desnuda.

    —¡Genial! —exclamó al mirarse. Parecía normal, un cuerpo de carne y hueso desnudo... bien desnudo.
     
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    T de Tenebroso

    Cristal tuvo qué hacer algunas cosas después de volver a su frágil figura humana. La primera fue que despertó a Collin, quien obedeció la orden de no mirarla mientras lo despojaba de de su cazadora para cubrir un poco su desnudez. No fue que la prenda la cubriera mucho, pero sí lo que más le interesaba al envolverse en ella quedándole como un ajustado, corto y extraño vestido sin tirantes, las mangas cayendo a los costados. Después hizo que Collin se acercara a ella para transmitirle el calor que el niño necesitaba para no congelarse.

    Por su parte, Collin había perdido el miedo. La aventura en la que se había metido era mejor que vivir encerrado en el orfanato, además que con la mujer, se sentía bien. Ella lo había cuidado todo el tiempo para que no le pasara nada malo, aunque en ese momento tenía mucha hambre. No había comido nada en todo el día y su estómago le pedía alimento, no obstante, comprendía que estaban en una situación extraña. Alguna vez su madre le había leído cuentos fantásticos, de aventura y peligros y a él le parecía estar viviendo uno de esos cuentos. Obviamente que cuando la mujer lo despertó, él se asustó al no reconocerla como el ente de la luz, porque no parecía serlo, además de que se estaba enfriando rápidamente y el entorno le pareció tenebroso por la ya casi extinta luz del día que estaba por terminar, pero cuando ella le habló, reconoció su voz, así que su miedo se fue e hizo tal como ella le mandó.

    —Iremos al pueblo —le dijo ella— ¿Cómo te sientes?

    —Tengo hambre.

    Respondió Collin mirando a su alrededor. La noche había dominado y no pudo reprimir un trémulo de aprensión, así que permitió que ella lo acercara más a su cuerpo de modo que quedó sujeto por su brazo y él pudo sentir mejor la calidez que brotaba de su protectora.

    —Me llamo Collin, ¿y tú? —Le preguntó después de un prolongado silencio mientras caminaban entre los pinos.

    —Cristal... así me llamaba —susurró ella.

    —¿Te llamabas? ¿Ya no?

    —Puedes decirme Cristal.

    Collin asintió, pero ya no dijo nada más, sino que se dejó conducir por la mujer sin saber que ella a su vez, seguía las indicaciones de Savir para poder salir del blanco bosque sin que sus perseguidores lo supieran. Por fortuna no nevaba, así que la oscuridad lo cubría todo. Cuando nevaba de noche, lo blanco producía un resplandor que mitigaba la oscuridad, como si hubiera luna llena, pero en ese momento no había tal panorama, así que continuaron en la penumbra, guiados por Savir que parecía verlo todo. Era eso o conocía muy bien el terreno por donde los llevaba. Pero lo que más le ayudó a Cristal a huir de sus perseguidores, fue haberse refugiado entre los altos pinos, pues éstos, aunque estaban nevados, seguían conservando su follaje, así que podía ocultarse por si alguien desde el cielo o de cualquier otro lado la observaba. Así fueron tomando senderos que los alejaron de la milicia, pero realmente Cristal no sabía qué tan lejos estaba el pueblo más próximo. Además, no era fácil caminar entre la nieve y varias veces se hundieron en ella de manera peligrosa.

    Savir, ¿estás seguro de esto? Collin está agotado.”

    Sólo un poco más, no falta mucho.”

    Cristal observó entorno, buscando alguna luz artificial que le indicara que estaban cerca de la población, pero no había nada. Estaba preocupada por el niño. Su energía había disminuido bastante, quizás por falta de alimento. Un poco antes de la media noche tuvo que cargarlo y descubrió algo que la hizo maldecirse por estúpida. Cargar al pequeño no le supuso ningún problema, pues para ella fue como si levantara una pluma.

    Quería decírtelo, pero tú sola debes aprender a conocer tus poderes, Baat.”

    ¡Maldito! Permitiste que lo martirizara de esta manera. ¡Te odio!”

    Y tú me desesperas. No quieres aceptar que ahora eres esto. No quieres descubrir tu potencial. ¡No quieres saber de lo que eres capaz de hacer aún con ese inútil cuerpo humano!”

    ¡Cállate! No quiero seguir escuchándote.”

    Pues me callo. Sigue así si deseas. Tan fácil que es para ti elevarte.”

    ¡Claro que sí! ¡Cuando soy ese endemoniado ente!

    ¡Qué poca inteligencia tienes, Baat! ¡Sólo piensa un poquito! Por fuera eres humana, tu piel es sólo un cascarón, una finta. Tú sigues siendo ese ente con un disfraz. ¡Elévate!

    Un recuerdo inmovilizó a Cristal y entonces lo supo, que Savir tenía razón. Ella ya había estado suspendida en el aire con su figura humana. Fue ese primer día que comenzó su transformación, tras el ataque inicial de los lobos y aunque en esa ocasión el peso le ganó lanzándola al suelo, quizás esta vez fuera diferente, porque en aquél momento aún conservaba su cuerpo, pero ya no. Las declaración de Savir de que la apariencia de su piel era un cascarón, la entristeció. En el fondo creyó que recuperaría su ser anterior. Pero no era así. Ella ya no era humana aunque vistiera el disfraz. Había muerto esa noche después de probar el emparedado.

    Se sintió decepcionada de su oculta esperanza y también airada. Irritada en gran manera con Savir, porque jugaba con ella ocultándole cosas. La energía dentro de ella se agitó, pero logró controlarla para que no brotara, sin embargo, la ebullición permitió que comenzara a elevarse, volando con inseguridad al principio, pero al ir obteniendo el control, con mayor seguridad.

    Era genial ir sobre las copas de los pinos, en la oscuridad y sin que nadie la pudiera ver porque estaba aprendiendo a ocultar su luz, sin embargo, seguía detestando en lo que se había convertido.

    Esa cosa había matado a su mejor amiga.
     
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    U de Umbral

    Amanecía cuando entraron al establecimiento. La mujer mayor detrás de la barra les lanzó una mirada breve, pero casi de inmediato volvió su atención a la joven que le decía algo. Cristal, un paso detrás de Collin, suspiró de alivio al verse libre de la mirada. Por un instante pensó que la reconocería, pero en realidad nadie la conocía. La gente sólo había visto en sus televisores su forma de luz, así que estaban seguros por el momento. Además, Collin medio ocultaba su rostro debajo del protector gorro que le había hecho ponerse, uno robado también, como la ropa que ella vestía y los pocos billetes que había en la caja registradora, pues necesitaría dinero para la comida del niño.

    Al llegar a la comunidad, lo primero que Cristal hizo fue buscar una tienda de ropa, la que encontró en un Walmart ubicado fuera del centro de la pequeña ciudad. Para ella no fue difícil entrar, pues evitando las cámaras de seguridad, encontró una puerta angosta que estaba en la parte de atrás del enorme local y tocando la cerradura eléctrica que a su vez estaba comunicada con un sistema de alarma, descargó una cantidad suficiente de energía para dañarla, así como la alarma y de paso algunas cámaras que estaban en el interior. De esta manera le devolvió su abrigo a Collin cuando ella logró conseguir ropa apropiada que la cubriera.

    —¿Qué van a ordenar?

    La mesera —la joven que conversaba con la mujer mayor—, se había acercado a ellos en cuanto se sentaron ante una de las muchas mesas que había por el negocio, sin ocupar por el momento, pues hacía poco que habían abierto, pero seguro no tardaría en llenarse. Cristal lo miró un poco confundida al no saber qué pedir. Ella ya no disfrutaba de los manjares de los humanos. La última vez había vomitado al probar uno.

    —Traiga algo para el niño. Algo como... —Recordó lo que a Rick le gustaba—. Un sandwich integral con jamón de pavo, queso y rodajas de tomate, sumo de naranja, un vaso de leche y yogurt con cereal —Se volvió a Collin— ¿Te gustaría eso, cariño?

    Collin asintió y luego dijo:

    —Y gelatina.

    —Y gelatina —Anotó la mesera sonriendo ante el apetito del muchacho— Sólo tenemos de dos sabores. Frambuesa y Flan.

    —Frambuesa —respondió Collin.

    —Muy bien —Miró a Cristal— ¿Y para usted?

    A punto de decir que no apetecía nada, Cristal lo pensó mejor y decidió actuar con normalidad, así que pidió un café. La joven se marchó y mientras esperaban su pedido, un par de clientes entraron para ir a sentarse en una de las mesas al fondo. Cristal los miró de reojo. Eran dos hombres de edad madura, pero lo que le había llamado la atención de ellos, fue que se sentaron en un lugar que les permitía ver de manera discreta todo el lugar incluida la puerta, la que en ese instante se abrió haciendo sonar la campanita sobre ella. Era otro sujeto, pero éste se quedó en el umbral, recorriendo con la mirada el local, deteniéndose un momento sobre ella y Collin y luego en los dos hombres. Después de eso se introdujo y fue a la barra en donde se sentó en un banco para pedir un café y una dona a la mujer mayor.

    Cristal, aunque los hombres no volvieron a verlos, se sintió fuera de lugar. Se sintió acechada, en peligro y sintió temor de no controlarse si la atacaban. No quería volver a matar a nadie delante de Collin. Ese dulce niño que la había aceptado tal y como era ahora. Ese niño que removía su instinto maternal. No quería que la viera como un monstruo.

    Savir, ¿estás ahí?

    Lo llamó preocupada, pues hacía también varias horas que él no le hablaba, casi desde que tuvieran su última discusión. Él ya la había dejado tranquila por mucho rato. ¿Acaso se había enojado con ella por su ignorancia sobre cómo funcionaba en su nuevo ser?

    ¡Savir!, respóndeme!”

    Silencio. Savir no dio señales. La mesera volvió con el pedido e inmediatamente, Collin comió con apetito voraz, mientras que ella sólo se limitó a ver la humeante taza de café. Más clientes entraron y ella aprovechó para volver a mirar a los primeros hombres. Los de la mesa del fondo la veían y el de la barra parecía concentrado en comer su dona junto con su bebida. Al descubrir los hombres que se había dado cuenta de que la observaban, miraron a otro lado para después enfrascarse en la plática que tenían, la que por supuesto, no podía escuchar por la distancia que había entre ellos. Cristal observó su café, luego la comida del niño, la que estaba desapareciendo con rapidez. Bien por eso. Ya quería salir del lugar. Se sentía expuesta ante tanta gente, porque de pronto, el local rebosaba de clientes.

    —¿Terminaste? —Le preguntó a Collin aun cuando le faltaba terminar el yogurt con cereal.

    —Eh, sí. Éste me lo puedo llevar si ya quieres que nos vayamos —respondió pasivo.

    —Bien —sacó del bolsillo del pantalón los billetes que había robado esperando cubrir la suma y los arrojó a la mesa al momento de levantarse.

    En el momento en que Collin se levantó, el hombre de la barra también lo hizo. Cristal tomó a Collin de la mano y se apresuró a la salida, mientras que el hombre iba detrás de ellos. Salieron a la calle. Cristal tomó camino por la banqueta a la izquierda. El hombre de la barra también, entonces, al mirar para atrás, ella notó que salían también los otros dos hombres que se habían sentado en el fondo e iban detrás del que la seguía a ella.

    Obviamente, eso era una persecución. ¿La habían reconocido? ¿La habían asociado con el ente de la luz? ¿Sabían que Cristal Prat era esa criatura? ¿O tal vez habían reconocido a Collin?

    Lo que fuera, Cristal comenzó a sentirse muy alterada. No soportaba sentir ansiedad porque entonces perdía el control.

    "¡Savir!", gritó en su mente. "¿Quiénes son esos?

    Pero Savir no le respondió.
     
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    Marina

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    970
    V de Vehículo

    —Cristal ¡Me lastimas!

    La voz de Collin la hizo darse cuenta que casi corría, que lo iba prácticamente arrastrando y que había incrementado su temperatura, por lo que de inmediato se detuvo y lo soltó, ya que lo llevaba de sujeto. Collin se miró la mano, la que no alcanzó a quemarse, pero sí estaba muy enrojecida por el aumento de calor. Cristal miró la piel del niño y sintió mucha vergüenza; por no tener control sobre su temperamento y por haberlo dañado.

    —¡Señorita! —gritó el tipo que estaba más cerca— ¡Aguarda!

    —¡No te acerques! —Ordenó ella y una energía azul brotó de sus manos, como pequeñas llamas.

    Collin se retiró, impactado por el cambio en ella y el hombre titubeó, pero no se detuvo, sino que siguió avanzando al decir:

    —No te alteres, vengo de parte de Savir.

    —¿Savir?

    —Sí —El hombre se volvió a los otros dos que ya casi los alcanzaban—. Savir me mandó para conducirte a donde él está. ¿Ven esa todo terreno? Es mi vehículo. ¡Corran allá y suban!

    Cristal sintió que no era momento para dudar, porque los dos hombres se detuvieron a cinco metros del enviado de Savir y uno de ellos se acuclillaba en el suelo con el brazo levantado y la mano en un puño, entonces lo soltó con poder en el cemento de la banqueta y esta se quebró abriéndose en una profunda grieta que casi llegó hasta donde estaban. El temblor que se sintió por el golpe fue potente, tanto, que se tambalearon. Cristal tomó en brazos a Collin y retrocedió, doblegando su enorme deseo de prenderse en llamas o de congelar todo, por el niño, así que corrió al vehículo mientras que el enviado de Savir respondía el ataque con un extraño poder. El sujeto tocó el suelo con el dedo índice y de inmediato el material del suelo comenzó a derretirse, convirtiéndose en algo así como lava humeante que fue extendiéndose desde unos centímetros más allá de sus pies hacia donde estaban lo hombres y lo más extraordinario fue que aunque tenía la misma forma, se movía con rapidez, comiéndose para su propio crecimiento el suelo por el que se arrastraba, pero controlado a la vez por el hombre, pues la sustancia se había abierto para no derramarse por la grieta. En segundos, un pequeño lago de lava estuvo entre los perseguidores y ellos. El enviado de Savir y los otros se miraron unos instantes, después el primero se dio la vuelta y corrió a su vehículo, en donde ya estaban Cristal y Collin, mirando atónitos el suceso.

    —¿Quién eres? —le preguntó Cristal cuando el hombre se puso tras el volante y encendiendo el motor, lo puso en marcha, huyendo del lugar ante las miradas disgustadas de los hombres y de asombro incrédulo por aquellas personas que habían sido testigos.

    —Soy Fox, mucho gusto, señorita Aurora.

    —No soy Aurora, sino Cristal.

    —O Baat, como te dice Savir.

    —¿Cómo pudiste hacer eso? ¿Quién eres? ¿Eres como yo?

    Mientras se alejaban, los hombres se retiraron del lugar del acontecimiento y fue entonces que la lava se derramó por la grieta, perdiéndose en la profundidad.

    —No puedo decir que sea como tú —respondió él girando el volante para entrar a un callejón sin salida—. Mi poder no se iguala al tuyo. Tú eres grandiosa, pero tienes un obstáculo.

    Cristal frunció el ceño esperando que Fox le dijera más, pero él mantuvo el silencio manipulando un control que estaba encajado en la visera que estaba sobre el volante haciendo que un portón eléctrico —situado casi al final del callejón en medio de dos edificios— se abriera, así que giró el volante para entrar al local que daba acceso el portal y ya en el interior volvió a pulsar el botón para cerrarlo. De inmediato la penumbra lo envolvió todo, pero en cuanto Fox bajó, aplaudió y unas lámparas en el techo se encendieron iluminando la amplia estancia, una bodega al parecer abandonada, pues no había nada ahí, excepto una hummer H3.

    —Saban —les dijo Fox subiendo él primero.

    Collin corrió a treparse de inmediato, mientras que Cristal, mirando en torno, no supo cómo sentirse. Se había puesto en la manos de ese sujeto, pero al igual que Savir, parecía no querer decir mucho. Fox tocó el claxon para que se apresurara, así que no tuvo más remedio que ir a acomodarse al lado de Collin.

    —¿Qué quieres decir con eso de que tengo un obstáculo?

    —Tú sabes —Fox sintió la penetrante mirada de ella, pero no se la regresó, sino que mantuvo su atención al frente, por donde condujo la hummer una vez puesta en marcha.

    Los invitados pensaron que saldrían por donde entraron, pero no, sino que fox fue al otro extremo y allí abrió otro portal, saliendo por la parte de atrás, a otra calle. Ni Fox ni Cristal volvieron a cruzar palabras en un buen rato, pero al dejar la ciudad para tomar una de las carreteras secundarias, ella hizo otra pregunta.

    —¿A dónde vamos?

    —A donde debemos ir. Con Savir.

    Savir”, intentó llamarlo de nuevo. “Qué es todo esto? ¿Por qué no me respondes?

    Sabía que no le respondería, ni él ni Fox, así que no volvió a preguntar más. No quería irritarse de más, porque sí, le molestaba tanto secreto. Cerró los ojos sin ver el panorama extenso y blanco que resaltaba a ambos lados de la carretera. Una belleza para contemplar y no es que fuera a dormir, sino que por el momento, no quería saber nada más.

    ¿Podría acaso perderse un tiempo en su propio mundo? Ahí donde no había nada más que ella, su luz. Esa luz que parecía llamarla. ¿Acaso finalmente aceptaba en lo que se había convertido?

    Quizás.
     
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    W de Web

    Después de medio día, Fox detuvo la hummer al salir de la carretera. Ante la aguda mirada de Cristal que se había negado a proferir vocablo, descendió para ir a la parte de atrás del vehículo, abrió la puerta y tomando un receptor de señal, lo colocó sobre el techo abriendo una antena de abanico, luego se sentó en el piso de la hummer con una pequeña computadora portátil sobre las piernas. Al encenderla, le llegó la voz de Cristal que, tanto ella como Collin, se habían bajado para acercarse a ver qué hacía.

    —¿Qué haces? ¿Buscas un sitio Web en especial?

    —No me interesa la Web —le informó él señalando la antena—. Esa cosa sirve para robar la señal, además de bloquear la ubicación. Necesito entrar a su sistema.

    —¿A su sistema? ¿Qué sistema? Además, Savir me dijo que no estaba tan lejos. ¿Por qués estamos tardando tanto en llegar a donde está?

    —Tengo sed —dijo Collin sin dejar de ver el basto panorama, tan solitario como su vida sin sus padres.

    —Ven aquí —lo invitó Fox para que trepara al vehículo—. ¿Ves esa mochila? Ahí hay agua, galletas, barras de cereal, chocolates y otras golosinas. Toma lo que desees.

    —¡Gracias! —Animado, Collin se dirigió a cuatro pies a la mochila que estaba recargada en el asiento y se entretuvo con el contenido.

    —Savir estaba en una base al norte de BlackDay, pero lo han movido de ahí.

    —¿Cómo que lo han movido? ¿A dónde? ¿Por eso no me responde? ¿Y si te tiene a ti, por qué me necesita a mí para ayudarlo a escapar? Tú también tienes un poder.

    —Sí, pero... —Fox pulsó la teclas con rapidez y sin despegar la vista de la pantalla, suspiró—, ya te lo dije. Yo no soy como tú. Él te necesita.

    —¿Quién es Savir? ¿Quién eres tú? ¿Qué soy yo? ¿Qué somos nosotros?

    —¡Eureka! —exclamó Fox deteniendo el sondeo del teclado, congelando la pantalla en varios recuadros— ¡Sé a dónde lo han llevado! Vamos por buen camino.

    Cristal se inclinó para mirar la pantalla, pero no vio nada ahí.

    —Ahí no hay nada —dijo frunciendo el ceño, escudriñando el monitor.

    Fox deslizó la yema del dedo índice por la pantalla al momento de decir:

    —Usa tu imaginación. ¿Ves las líneas?

    Cristal las miró y los trazos cobraron forma. Eran varias partes de una edificación. La estructura no era muy grande y por sus muros blancos, así como los techos, se confundía con la blancura del campo. El entorno le servía como camuflaje, así que podía pasar invisible por cualquier ángulo que se le mirara. No supo cómo logró encontrarla el hombre.

    —¿Eres un hacker?

    —¿Por qué preguntas tanto?

    —Porque no me dices nada —respondió ella irguiéndose y cruzándose de brazos, informó—. No daré un paso más a menos que me informes de todo.

    —Te prometo que en cuanto rescatemos a Savir, él mismo te lo dirá. Yo no puedo decirte nada porque tampoco lo sé. Solamente sé que debía contactarte y que si lo hacía, yo también me enteraría del porqué.

    —Tengo frío —dijo ahora Collin acercándose a Savir, masticando un pedazo de barrita rellena de higo.

    Pero Cristal lo ignoró y lanzándole a Fox una irritada mirada, cuestionó:

    —¿Me quieres decir que tampoco sabes por qué eres lo que eres?

    —Eso es. Sé lo que era antes de... lo que soy ahora y sí, Savir me contactó también de igual forma que a ti. No sé quién es. Nunca lo he visto. Lo único que sé es que nos pasó esto por alguna razón y debemos ir a Savir.

    —¡Tengo frío! —gritó Collin.

    A su voz temblona, Cristal respondió acercándose al niño y tomando su mano, comenzó a darle calor.

    —Esa es la diferencia que hay entre tú y yo, Cristal —le dijo Fox cerrando la computadora para meterla en su propio bolso y levantándose, tomó la antena para plegarla colocándola después en un bolsillo lateral de la bolsa. Luego los movió a un lado para cerrar la puerta antes de continuar hablando—. Tú te aferras a tus recuerdos humanos mientras que yo los he olvidado.

    —¿Hace mucho que moriste? Supongo que lo hiciste, yo lo hice. Técnicamente mi cuerpo humano murió.

    Fox no respondió, sino que se colgó la bolsa en el hombro, acomodándola al costado derecho de manera que la correa quedó atravesada en su espalda y pecho. La miró y con una pícara sonrisa, le dijo.

    —Listo. Tendrás que llevarnos.

    Cristal casi bufó cuando preguntó.

    —¿Llevarlos? ¿A qué te refieres?

    —Por los cielos. Tendrás qué volar, con tu niño y conmigo. La hummer no va a ningún lado con esas llantas.

    Señaló el terreno, la nieve extendiéndose hasta casi el infinito, desde sus perspectivas. Cristal, aunque comprendía la situación, se exasperó. ¡No era el avión de nadie! Y mucho menos del corpulento hombre, porque ahora que lo miraba mejor, notó que era grande, fornido por lo amplio de sus hombros. También notó que, al igual que ella, no llevaba un abrigo grueso, sino sólo una gabardina negra sobre una playera y pantalones grises, estrecha en el tórax, pero con caída en A desde la angosta cintura hacia abajo, llegándole a las rodillas y sus pies calzaban unas botas altas. Cristal supuso que, al igual que ella, él, dado a su capacidad de generar fuego líquido, podía regular su temperatura.

    —¿Bromeas? —le preguntó mostrando su molestia.

    Él sonrió negando con la cabeza coronada por una buena melena castaña, cayendo los mechones sobre sus orejas y cuello, hasta los hombros. Sus orbes, del color de la lava, brillaron divertidos cuando alzó el pulgar derecho y moviéndolo hacia arriba, señaló el cielo.

    Cristal lo maldijo en silencio, pero en seguida se resignó. Ni siquiera dudó en poder con ambos, pues una vez que Fox se acomodó adelante de ella para que pudiera abrazarlo por el tórax, mientras que él a su vez tomaba al niño de igual manera, despegó del suelo con buena velocidad.
     
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    X de Xenón

    —¡Vuela bajo! —Le gritó Fox un par de horas después.

    Cristal descendió introduciéndose en un pinar.

    —Es para que no nos detecte el radar.

    Siguió informándole él mientras acurrucaba más en sus brazos a Collin para evitar que se enfriara. Fox no tenía la capacidad de transmitir calor como Cristal, así que ella de vez en cuando se las ingeniaba para tocar al niño y envolverlo con una poca de energía que se disipaba a los pocos minutos, dándole varias descargas durante el vuelo.

    Así volaron lo más bajo posible, protegidos también por los pinos que se levantaban sobre ellos, adornados con la nieve. Una media hora levitaron en el bosque hasta que Fox ordenó pisar suelo, quedando en el límite del bosque. Con cautela, otearon adelante de ellos, al campo raso donde se erguía la contrucción donde, según Fox, tenían a Savir.

    —¿Ves esos pilares? —El hombre señaló unas estructuras que tenían la forma de maderos, blancos como la nieve y al igual que la edificación, pasaban inadvertidos si no se observaban con cuidado.

    —Los veo —confirmó Cristal notando que rodeaban la estructura.

    —Son ćamaras. Ellos tienen vigilado todo el entorno. Cuando las cámaras detectan algo ajeno al panorama, los pilares se abren y dispara una cantidad de balas en ráfagas de ocho metros a ambos lados, así que para mí o cualquier otro será difícil acercarnos. Pero tú podrás hacerlo.

    Cristal miró brevemente a Fox. No comprendía cómo ella podía acercarse.

    —Nadie debe descubrirnos, Cristal. La vida de Savir depende de que entremos ahí de manera silenciosa. El rescate de Savir debe pasar inadvertido.

    —¿Por qué? —Lo miró con sospecha—. Tú sabes más de lo que me has dicho, ¿verdad?

    —¡No! Pero eso fue lo último que me dijo Savir. Que su rescate debía ser así. Si fallamos y nos descubren, pasará algo muy malo. ¡Y no me preguntes qué! ¡No lo sé!

    —Bien, supongamos que yo puedo ir a uno de esos pilares y dejarlo fuera de función, porque supongo que puedo desactivarlo, ¿verdad? ¿Cómo lo hago? ¿Cómo llego ahí? ¡A mí también me detectaría!

    —Se puede desactivar manualmente. Atrás del pilar está el control y sí te notaría tal como estás, e incluso si te conviertes en Aurora, pero no lo hará si tomas la otra forma.

    —¿La otra forma? ¿Te refieres a...?

    Se interrumpió. La otra forma que odiaba. Con esa había matado a Odelia y a todos los demás en aquél hospital. No quería usar ese método.

    —Tendrás que hacerlo, Cristal. Enfríate y deslízate. Sé una con la nieve. Y no te tardes o tu niño se congelaré sin ti.

    Cristal miró a Fox con gran disgusto, luego a Collin, quien asintió y después con su infantil voz, la animó.

    —Tú puedes hacerlo, Cristal. No sé qué forma es esa, pero prometo no asustarme.

    Cristal trató de sonreírle. Ni siquiera había pensado en esa posibilidad y al mirar sus ojos notó que sí, ya estaba asustado. Aunque no supo si era por la forma que ella tomaría o por ser descubiertos. Aspiró hondo, se separó de ellos y utilizando la humedad del ambiente, se cristalizó. Miró la nieve. Hielo y nieve, ambos agua congelada, pero uno solidificado y la otra suave y frágil. Ella necesitaba ser como la última, así que su figura de hielo se granuló, tomando la consistencia de la nieve y cuando lo hubo conseguido, su figura se desparramó en el suelo.

    Collin se tapó la boca para no gritar del susto, pues fue impactante ver como la silueta de nieve caía, la ropa de ella resaltando en la blancura, pero Fox puso su grande mano en su hombro y presionó un poco para darle estímulo, señalándole con el dedo índice derecho el movimiento en el suelo. Ambos miraron como parte de la nieve se deslizaba, un movimiento rápido, pero a la vez inadvertido, pues las cámaras no lo percibieron.

    Cristal fue deslizándose, sintiéndose extraña. Podía verlo todo, como lo hacía cuando era el ente de luz, pero no era la misma sensación. No podía asegurar que le doliera hacer el cambio, pero podía sentir el frío del ambiente, aunque no un frío que la matara, porque ella era parte de ese frío... ella podía matar con esa frialdad. Llegó a uno de los pilares y reptó atrás de éste, fuera del ojo de la cámara. Considerando que había pasado la zona de detección, formó su figura dejándola granulada, porque una vez más, estaba desnuda, así que sólo le dio consistencia sólida a su mano derecha, para poder maniobrar en la parte del pilar y desactivar la cámara.

    Sabía que debía moverse rápido, pues en cuanto perdieran la señal de esa cámara, saldrían a investigar, así que levitó y sin salirse del rango de la cámara inutilizada, voló hacia los varones. Collin le entregó su ropa y Cristal se la puso cuando recobró su disfraz humano valiéndose de nuevo del niño, quien tanto él como Fox, se volvieron de espalda a ella para no verla mientras se vestía rápido.

    Después de eso, Cristal tomó a los chicos y elevándose de nuevo, levitó rápido hacia el interior del patio. Ahí no había tanta vigilancia electrónica, pues seguro confiaban que con los pilares había más que suficiente, así que Cristal fue por uno de los muros buscando una puerta, la que no tardó en encontrar, pero en eso, la amplia hoja de metal comenzó abrirse hacia un lado y ella se elevó un poco más al tiempo que un par de hombres, armados y vestidos de blanco, salían para dirigirse hacia el pilar de la cámara manipulada. Cristal descendió y alcanzó a introducirse antes de que la puerta terminara de cerrarse. Adentro pudo bajarlos, pues el suelo era de cemento y aunque había residuos de nieve, también había un sin fin de pisadas sobre ésta. Ahí sus huellas pasarían inadvertidas.

    Ahora fue el turno de Fox guiarlos y lo hizo con mucho sigilo, dejando la enorme estancia que los recibió para tomar un pasillo, luego otros que los llevó a una especie de sótano. De éste salieron a una vereda ancha que descendía. Ahí la luz era escasa, pues sólo una lámpara colgaba del techo, por eso pudieron notar las luces que se acercaban por el amplio corredor. Los faros xenón del pequeño vehículo lanzaron su luz azulada casi sobre ellos, pero Cristal pudo reaccionar a tiempo y tomando otra vez a los chicos, se elevó y pegó en el techo, entre dos gruesas vigas de hierro. sólo esperando que el hombre que conducía el miniauto no los viera.

    No los vio y pasó de largo bajo ellos, dejando atrás las notas de la música que iba escuchando por el estéreo del vehículo a todo volumen. Cristal bajó y movió hacia atrás los hombros. Aunque no fuera ya humana, no podía dejar de sentir estrés por tales apuros.

    Continuaron adelante.
     
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    Y de Yacía

    —¿Y sabes a dónde vamos, Fox?

    La pregunta detuvo al hombre, quien miró a los lados notando varias entradas a diferentes grutas. Habían descendido bastante a lo profundo, internándose por cuevas y veredas anchas que funcionaban como una autopista de dos carriles para los pequeños autos que encontraron de nuevo en su camino. Entre más bajaban, más se notaba la actividad, pero la serie de cuevas les permitía esconderse para no ser descubiertos.

    —Savir me dijo que lo llevarían a ella en lo profundo, así que, ¿qué mejor lugar para encontrarlo que allá abajo?

    —¿Y cuándo te dijo eso? ¿Antes o después de que lo trajeran aquí?

    —Obviamente que antes, Cristal.

    —¿Por qué ya no se comunica con nosotros?

    —Porque lo tienen inactivo.

    —¿Cómo? ¿Qué es él?

    —No lo sé. ¡Ya te lo dije! Él sólo me dijo que iban a trasladarlo, me dio las coordenadas que tampoco sé cómo consiguió y su último pensamiento fue ése, que lo encontraría en lo profundo, donde está ella.

    —¿Y quién es ella?

    Fox suspiró, lanzó una maldición y dándole la espalda, le dijo:

    —¡Eres muy fastidiosa! ¡Deja ya de cuestionarme!

    —¡Sí, porque me fastidia no saber qué rayos es todo esto! Me siento como un peón en un tablero de ajedrez.

    —¡Pues eso somos, por si no lo sabías! —Se volvió de nuevo para envolverla en una mirada extremadamente molesta.

    —¡No, pues! ¡Con eso de que me tienen muy bien informada! —Cristal no pude sonar más sarcástica— ¡Púdrete!

    —Ya no peleen —dijo de pronto Collin, mirándolos desde abajo con mirada brillante por la ansiedad.

    Lo que estaba a punto de decir Fox, quedó entre dientes. Miró feroz a Cristal antes de dar media vuelta de nuevo y continuar con cuidado, analizando el terreno en torno. No quería que Cristal supiera que estaba desorientado, que no tener mayor información sobre el lugar exacto donde estaba Savir, lo hacía inquietarse, de qué manera iba casi a la deriva, dirigiéndose más que nada por la actividad de la gente del lugar. Algunos hombres caminaban por los corredores y otros andaban en los vehículos. Su incertidumbre lo hacía desear derretir todo, que todos ellos fueran comidos por su lava, pero Savir le había dicho que ni lo pensara siquiera. Él sólo recibía órdenes y las cumplía. Desde que se convirtiera en aquél que tiene el poder de transformar cualquier cosa sólida en magma, había quedado contra su voluntad atado a una voz que le hablaba: a Savir. Como Cristal, quería saber por qué le había pasado algo tan aterrador y también como ella, en algún momento deseó fervientemente volver a su humanidad, pero él más pronto que tarde había comprendido que eso era imposible, aunque conservara sentimientos, sueños y pesadillas.

    Pesadillas donde volvía a repetirse una y otra vez la muerte de Alice y la de él. Ambos cayendo al cráter de aquél volcán en un terrible accidente cuando estudiaban su dinámica actividad. Como vulcanólogos, sabían los riesgos, pero les gustaba lo que hacían. Años de estudios hicieron que los dos se enamoraran de los volcanes y por mucho tiempo trabajaron juntos hasta que sucedió la tragedia. Él salió de la caldera hirviente como un ente de lava, pero Alice se quedó ahí para siempre. ¿Quién decidió devolverlo a él pero a ella no? Jamás había encontrado la respuesta. Ni a esa ni a otras muchas interrogantes que se había hecho y aunque yacía en un estado de aceptación con respecto a lo que era ahora, le gustaría saber el cómo y el por qué de su cambio. Aunque él y Cristal eran muy diferentes, tanto en poder como en el disfraz. El disfraz de él, una vez que lo adquirió, fue permanente. No volvió a convertirse en lava, sino que más bien le había quedado la capacidad de convertir cualquier objeto sólido en ésta y por lo que había visto, Cristal podía transformarse. Era energía a los extremos.

    Ninguno de ellos podía saber que era justamente lo que había dicho Cristal: que eran simples peones en un tablero donde estaba a punto de comenzar una de las más grandes batallas. No sólo a nivel Planeta Tierra, sino más allá de ésta.

    Chicos”, escucharon de pronto aquella voz que sin desearlo, se había hecho parte de ellos. “Puedo sentirlos casi a mi lado, así que van bien.”

    ¡Savir!”, pensaron los dos y hasta entonces se dieron cuenta que lo habían echado de menos, luego Fox preguntó: “¿Dónde estás?

    Estoy aquí, detrás de esa pared frente a ustedes. Vengan, pero háganlo con cuidado.”
     
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    Z de Zorro

    El muro se extendía sin una salida a la vista, así que los tres infiltrados se movieron a la derecha, pero Savir los corrigió llevándolos a la izquierda.

    Si lo notan”, les dijo y el tono de su voz sonó alegre, “hacia donde van ya no hay más grutas. La única abertura que encontrarán será la entrada-salida a la cámara en donde estoy.

    Te escuchas muy contento”, le dijo Cristal, por alguna razón inquieta.

    Claro, Baat”, respondió Savir emitiendo una sonrisita que fue extraña en la percepción de Cristal. “Y mira, has traído a tu niño hasta aquí. Descuida, lo cuidaremos bien.

    Cristal y Fox se miraron. Vieron atrás y luego al frente y ambos pensaron lo mismo. Que era muy raro no haberse encontrado con alguien. El corredor por donde iban ya no tenía comunicación con otras cavernas ni senderos ni nada. Estaban en el lugar preciso para ser el cien por ciento descubiertos, pero no había nadie, o eso parecía. Con pasos lentos y silenciosos, continuaron adelante. Fox adelante, Collin detrás y después Cristal. Iban en fila india, como si así pudieran ocultarse, entonces ella, al mirar hacia arriba, al techo que era mucho más bajo que los anteriores, descubrió un objeto plano moviéndose sobre ellos.

    —Fox —susurró, alzando la mano para apuntar aquello—, ¿qué es eso?

    Fox y Collin levantaron la mirada, luego el hombre soltó una gran maldición, cosa que hizo que Collin se tapara los oídos.

    —Es una cámara —anunció asombrado—. ¡Saben que estamos aquí!

    Fue todo tan sorpresivo que ninguno pudo hacer nada. El aparato situado sobre ellos desparramó sobre sus personas una especie de campo de fuerza que los atrapó. Los tres tocaron las transparentes paredes, empujando para salir, pero el campo se redujo más, apretujándolos. Cristal, con las palmas de las manos en el campo, dejó salir un potente golpe de energía, pero la barrera la consumió sin dañarse. Por su parte, Fox quiso derretirlo, pero su poder no funcionó y cuando Cristal lo quiso congelar para romperlo, se dio cuenta que el congelamiento era sólo para ellos, así que desistió antes de matar a Collin.

    —¡Savir! —Rugió Fox encolerizado.

    Porque era obvio que les había tendido una trampa para atraparlos. Entonces el campo de fuerza los levantó y los condujo hasta el final del corredor en donde estaba el hueco que comunicaba a la cámara que buscaban y ahí los introdujo. Los situó en medio sin soltarlos, así que ellos observaron lo que pudieron descubriendo que era una estancia con muchos metros a la redonda por completo vacía, o eso les pareció por un momento, entonces, cuando sus ojos se hubieron acostumbrado a la penumbra del lugar, pues no había mucha luz ahí, descubrieron a una pareja, un hombre y una mujer, ambos sentados en asientos hechos con la misma piedra de la caverna, saliendo de la pared de manera artística. El hombre, uno de edad madura, cabello cano, facciones duras, regordete y bajo se levantó y mientras se acercaba a ellos, otro aparato plano entró llevando a otro cautivo.

    —Lo siento, compañeros —dijo y reconocieron la voz de Savir—. De verdad no quería hacerles esto. Vean lo positivo. Ya no estoy solo.

    Cristal miró con desdén a Savir. Un hindú delgado de estatura promedio y edad indefinida. Tenía el cabello oscuro y ondulado. Sus ojos eran grandes y negros. Las ojeras debajo de ellos podían notarse a pesar de su piel morena. Su vestimenta consistía en unos pantalones holgados de tela en color café y una túnica blanca que llegaba a sus muslos, adornada al frente con elaborados y discretos tejidos, abierta una cuarta desde la garganta hacia abajo.

    —No entiendo algo —habló Cristal tratando de dominar su mal humor, mirando sobre Savir la trampa que lo oprimía—. Si podían atraparnos así de fácil, ¿por qué no lo hicieron allá afuera? ¿Por qué hacernos venir hasta aquí para hacerlo?

    —Ah, mi querida niña —respondió el regordete hombre situándose enfrente y acariciando el campo, continuó—, los Camfuz no funcionan lejos de ella.

    —¿Ella? —inquirió Fox, luego dirigió su vista a la mujer que continuaba sentada.

    Ésta se levantó y Fox retuvo la respiración al verla. Ella, de raza negra, delgada y alta, luciendo sobre su cuello una piel de zorro blanco, un adorno que contrastaba con su ajustado y negro atuendo consistente en un vestido corto, un abrigo en corte inglés, mallas y botas planas, se acercó al hombre.

    —Hola, Fox —dijo con voz indiferente, pero sus labios rozaron una sonrisa.

    —¡Alice! —exclamó atónito, en algún lugar de él, vibrando la emoción de verla de nuevo.

    El hombre pasó el brazo por los hombros de Alice y dándose media vuelta, informó.

    —Ya no es Alice, como tú ya no eres Fox ni ella Cristal ni aquél Savir. Aquí el único genuino es ese muchacho. Y no, Piro no es esa ella.

    —¡Yo sigo siendo Savir! —gritó éste molesto—. ¡Lo seré hasta que me muera de nuevo!

    —¡Alice! —Gritó a su vez Fox.

    Pero Alice, alias Piro no se volvió a mirarlo más, sino que fue al asiento que había ocupado el hombre y pulsando de ahí una especie de botón, hizo funcionar un avanzado mecanismo oculto que abrió una de las grandes paredes, deslizándose hacia un lado y cuando se hubo abierto por completo, dejó ante ellos otra estancia, una mayor que les mostró algo sorprendente.

    —¡Ésa de ahí, es ella!

    Se las presentó el hombre y a continuación desapareció de él la piel para mostrar su verdadero ser. Un extraterrestre cabezón, ojos grandes, cuerpo desproporcionado por el tamaño de su cabeza, brazos largos así como los dedos y algo que no sabían si era su ropa o su piel, aunque tal vez era su ropa, pues se diferenciaba un poco el color del resto de su fisonomía. En general era de un azul descolorido.

    —¡Bienvenidos a ella!

    Los Camfuz se movieron y los llevaron a ella. Una enorme nave espacial intergaláctica, porque ninguno de los ahí presentes había visto en el planeta Tierra cosa igual.

    —¡Me gusta! —dijo Savir en cuanto entraron a la nave.

    Los demás prisioneros lo miraron con impaciencia, pero él no apagó su sonrisa. Sabía que estaban ahí por una buena razón y su futuro, junto con el de todos en la Tierra, dependía de ellos.

    Dependía de su elección.



    Fin del volumen 1
     
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    Borealis Spiral

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    ¿Me puedo declarar fan de Savir? xD No, en serio, el sujeto me ha gustado mucho. Ya me había gustado desde que empezó a salir, pero en este último capítulo se lleva el premio :P Ay, yo y mi debilidad por los tipos malos (? xD
    ¡Master! Sinceramente la historia me tiene muy entretenida, muy metida en ella, es cuestión de ponerme a leer y no desear para, en serio; me está gustando un montón xD Me imaginaba que habría algo de extraterrestres, pero cuando se me confirmó, ¡wow! Fue súper genial, aunque sinceramente no tengo idea de como continuará esto, jajaja. Vale, que el futuro de ellos y el de la Tierra parece estar en sus manos, ¿pero de qué forma? ¿Los Camfuz son conquistadores? No lo parece y de pronto siento que llevan en el planeta más tiempo del que creo, ¿o no? ¿Es por ellos que de algún modo los humanos consiguieron habilidades especiales? ¿O es por otra cosa? Hm, todavía tantas preguntas.

    Eso sí, me gustó que aparentemente los dones o poderes que las personas obtienen se deben debido a la "muerte" que tienen. Mira que Fox murió en un volcán y por eso ahora puede convertir todo en magma. Es como Cristal que murió en nieve y con la aurora o.o ¿Cuál es el poder de Savir? Porque debe tener uno, ¿no? Quiero que tenga uno, así bien cool >:v Okno xD
    E insisto, muy, muy interesante la historia y de mi agrado. Estaré esperando el próximo volumen con más ganas de las que imaginas, jojojo. Por el momento me despido. Te amo muchototote *u*

    Hasta otra.
     
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