Anna Hiradaira Soria Uy, por un segundo pensé que a la chica iba a darle un ataque nervioso o algo, pero afortunadamente nada pasó. Me agradeció, lanzándome una chispa de alegría que se esparció por todo mi cuerpo, y le sonreí amplio. —Je, ¡no es nada! Mi trabajo es decir la verdad, tengo licencia y todo~ Y yo sí que creo que podrías ser una superhéroe, Ebihara-senpai. ¡Se necesita menos de lo que uno creería, en serio! No tenía ni idea, pobre senpai. Al fin y al cabo, ¿los trickster no éramos algo así como superhéroes? —Oye, senpai, ¿vas a la secundaria~? Contenido oculto Como Tom borró su post, edité el mío para sacar mi interacción con él *cries*
Miyuki no pudo evitarlo. Contra su mejor juicio, dejó escapar una risita ante las palabras de Anna. Rió, y luego se detuvo, sonrojándose levemente. —Pe-perdona... pero, gracias, Hiradaira-san... —dijo Miyuki, mirándola a los ojos por primera vez desde que habían salido del café—. V-voy a esforzarme... y tratar de ser una superheroína... >> E-esto... y... si no es mucho pedir... ¿podría yo... pedir tu ayuda? ¡N-no hace falta si no quieres! Pe-pero como dijiste... de superar mis mi-mi-miedos y eso... quería saber si... ¿querrías ser mi amiga? >> ¡Por supuesto que sí! >> Creí que ya éramos amigas. >> No.
Anna Hiradaira Soria Asentí con ganas al oírla decir que intentaría ser una superhéroe. ¡Sip, esa es la actitud! Luego mantuve mi atención sobre ella pues parecía querer pedirme algo y acabé pestañeando, hasta confundida y todo. ¿Pero y eso? Me llevé una mano al pecho, fingiendo profunda ofensa, y curvé las cejas en absoluta indignación. —¡Senpai! —exclamé, con el teatro montado, y en un chasquido mi expresión mutó a una mezcla de diversión y alegría. Le eché un brazo sobre los hombros, aunque tuve que seguir andando de puntillas para alcanzarla—. ¡Creí que ya éramos amigas! Así que no se diga más~ Se me ocurrió una estupidez. Fui junto al río, me mojé la mano y regresé. Le sonreí a la chica con una chispa de travesura y alcancé su frente para dibujarle, no lo sé, ¿una cruz? como si la estuviera bautizando o algo. —Y así, Miyuki Ebihara-senpai —entoné, en voz profunda y solemne—, queda oficialmente marcada como amiga de Anna Hiradaira Soria, ¡por siempre y para siempre! ¡Hasta que la muerte nos separe! Había mezclado todos los sacramentos, ¿a que sí?
—¿D-de verdad? —dijo Miyuki, sorprendida con las palabras de Anna. Y luego... le sonrió—. De a-acuerdo... ¡gracias, Hiradaira-san! Me esforzaré... me esforzaré para superarme y... y ser d-digna de tu a-a-amistad... La sonrisa de Miyuki le recordó que era la misma chica del maid café. Era ciertamente peculiar... pero parecía ser buena chica. Sentía como una especie de vínculo las unía ahora, una amistad que florecía entre ambas jóvenes... Contenido oculto "Tú eres yo... yo soy tú... Tú has establecido un nuevo vínculo... Se volverá las alas de la rebelión, que romperá las cadenas del cautiverio. Con el nacimiento de la Persona de la Templaza, tú has obtenido una bendición que llevará a la libertad y nuevo poder..." ¡Anna obtiene la Arcana The Tenperance! Tu ficha será actualizada para registar este logro. —S-se está haciendo tarde ya... —murmuró Miyuki—. Mejor voy volviendo a casa... ¡nos vemos p-pronto, Hiradaira-san! Y con eso dicho, la muchacha se despidió y siguió el camino donde el sendero se dividía, de regreso a su casa. Contenido oculto PD: El día terminará en breve.
Oreki Tojo Llego a la zona donde el río, al verlo comprobó lo caudaloso que podía ser, a su alrededor divisó zonas ya muy familiares en sus paseos, sea por diversión o por su tarea como Trickster. El parque y el puesto de Ramen eran lugares donde tuvo la dicha de conocer, pero aún el río que no parecia tener algo especial como Ramen o una multitud reunida en la zona. Pero más importante podría despejar su mente en compañía de algún aperitivo previo al regreso a casa...esa misma noche su prima Chiho seguramente trataría de retenerlo a la hora de comer. —Mmm como si eso fuera necesario ¡Fui dotado con no engordar ni un kilo!—dijo sentándose en la orilla, dejándose llevar por el ruido blanco que regalaba el río— Aún está molesta por no ayudarle a cocinar como se debe...algun día dejará su orgullo, ese día aprenderá a cocinar genial. Oreki finalmente se dejó caer de espalda arrullado por el aire puro de la naturaleza...Oreki seguía con el bocadillo en su boca, eso le ayudaría a no quedarse dormido en aquella zona aparentemente solitaria.
Shiori y Miyuki avanzaban a paso tranquilo a través de la orilla del Río Hanazawa. Shiori admiró el paisaje; la verdad que era muy bonito, el reflejo del sol del atardecer en el agua le daba un toque de belleza característico del pueblo al ambiente. Miyuki, por su parte, no había dicho una palabra en todo el trayecto. Ya no vestía su uniforme de trabajo sino ropas casuales, y caminaba enfocada en el suelo sin levantar la mirada. ¿Debía decirle algo? >> Que bonito paisaje. >> ¿Estás bien, Miyuki? >> Y, ¿qué haces en tu tiempo libre?
Shiori Kurosawa Recorrí el paisaje con la vista, los reflejos que el atardecer le arrancaba al agua y el tono rojizo del cielo. Balanceé el maletín de la escuela mientras caminaba junto a Ehibara y guardé silencio también, al menos hasta que vi que caminaba con la vista en el suelo. —Senpai —La llamé con voz suave, caminando algo más despacio—. ¿Estás bien?
—¡¿E-e-eh?! Miyuki pareció sorprenderse por la suave voz de Shiori, como si los nervios le hubiesen hecho olvidar cómo sonaba otra voz humana, y perdió el equilibrio. Se tambaleó y estuvo a punto de tropezar, pero logró mantenerse de pie milagrosamente. La chica se limpió el sudor de la frente y apartó la mirada avergonzada. —Oh, lo he hecho de nuevo... —musitó la chica—. Sabía que sólo podía controlar mis nervios con el uniforme de maid puesto, e igual invité a alguien a volver caminando juntas... y ahora sin el uniforme soy sólo una cobarde... lo siento Kurosawa-san, debo de parecer patética... >> No tienes por qué estar nerviosa. >> Prometo que no soy tan intimidante. >> La verdad que sí, eres un poco patética.
Shiori Kurosawa No contaba con ir a sorprenderla de esa manera, la pobre chica casi se va al suelo de la pura impresión y estuve por alcanzarla para al menos evitar que cayera aunque no sé ni cómo logró sostenerse en pie. Cuando comenzó a caminar sonreí ligeramente y negué con la cabeza. —Para nada. A veces algunas ropas u objetos nos hacen sentir más seguros de nosotros mismos, o al menos eso pienso. —Yo lo había llevado a otro nivel, claro, robándome el rostro de mi hermano fallecido pero eso no era algo que Ehibara tuviese que saber o nadie en realidad—. Pero no te preocupes, senpai, prometo que no soy tan intimidante~ Mentira no era. Entendía que estuviera nerviosa y de hecho pensaba que decirle que no tenía motivos para estarlo era una tontería, los nervios no funcionaban así, pero otra cosa era sacarla de dudas quizás de que mi presencia podía ser algún tipo de amenaza, porque no lo era. De hecho estaba disfrutando su compañía, teniendo en cuenta que parecía una chica bastante tranquila.
Sanji Allende — ¿Mar del Plata? Me suena de haberlo escuchado, pero no la conozco. Nunca fui a Argentina, la verdad. Nunca salí de mi ciudad, de hecho.— solté una carcajada.— Pero tu acento lo reconozco de inmediato. Había muchos turistas argentinos allá en Colombia. >> A diferencia de ti, yo no me he movido de un lado para el otro. En eso, podríamos decir que somos polos opuestos. Chasqueé la lengua, algo molesto, después del manotazo de la petisa. Vaya que saltaba alto. Ese podría ser un nuevo apodo. Saltamontes. Además, pegaba con todo el tema oriental de Japón y demás, ¿no? Era de una película. ¿El señor Miyagui era japonés? ¿O chino? Bueno, ni idea. Tomé mi ukelele entre las manos, me fijé que estuviera afinado a oído, y rasgué las cuerdas. "Somos una especie en viaje No tenemos pertenencias sino equipaje Vamos con el polen en el viento Estamos vivos porque estamos en movimiento Nunca estamos quietos, somos trashumantes Somos padres, hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes Es más mío le que sueño que lo que toco" — Es una canción interesante, la verdad. Mi abuela tenía un hostel, de esos que se llenan de extranjeros y mochileros, y pasaban esta canción cada dos por tres. Supongo que le daba el ambiente y demás.— comenté, bajando el instrumento. Solté una risa nasal ante lo siguiente.— ¿Tus kinks? Vaya, ahora de verdad estoy intrigado. ¿Quisieras iluminarme, coatí? Me encogí de hombros, siguiéndola. >> O bueno, si eso no se puede, ¿qué tienes en la mochila entonces? Se me ocurren cientos de cosas, pero dudo que algunas de ellas sea la respuesta correcta. Me tiré sobre el cesped, y me saqué los zapatos con los pies. Llevarlos desatados podía provocar que me diera un tremendo golpe en algún momento, pero no planeaba vivir mi vida de forma tan frenética como para que eso fuera una verdadera amenaza.
Anna Hiradaira Soria Meneé la cabeza mientras chasqueaba la lengua en un gesto reprobatorio que claramente iba en broma, mientras nos íbamos arrimando a la orilla. La tarde estaba apacible y el arrullo del agua resultaba casi dulce, cada vez más notable a mis oídos. Ya me había acostumbrado a hablar en español con una facilidad hasta ridícula. Era mi idioma madre, al fin y al cabo. —Sí, bueno, la gente tiende a confundir el acento porteño con el argentino, pero no voy a culparte por no ser la excepción~ No todos podemos ser únicos y detergentes, ¿sabés? En sí no respondí nada a su comentario sobre ser polos opuestos, ya que aún no me generaba mucha confianza hablar de mi vida en Argentina; no después de haberlo intentado y haber recibido, bueno, lo que recibí. Sólo dejé correr el agua bajo el puente junto a una sonrisa simpática. Y la conocía a la canción, nomás. Una chispa de emoción contenida me atravesó el gesto al notar que revisaba las cuerdas del ukelele y se puso a cantar sin más. Su voz era linda y armoniosa, además afinaba bastante bien. Es decir, parecía hacerlo sin esforzarse demasiado, algo así como mi tendencia a seguir el ritmo de cualquier música que alcanzara mis oídos. ¿Talentos naturales? Sonreí ampliamente mientras entonaba un par de estrofas, alternando la mirada entre él y el camino por delante, meciendo la cabeza al ritmo de la canción o murmurando alguna que otra línea en voz baja. Oí su anécdota con una atención hasta estúpida, imaginando vívidamente el escenario. El hostel, las buenas vibras de todos esos viajeros en busca de nuevas experiencias, la gente yendo y viniendo. Te enseñaban a entender que nada en la vida es eterno, que siempre todo se transforma y eso no significa que desaparezca. Era como atar hilos a cientos de personas, sí, pero esos hilos eran mutables, elásticos e invisibles. Aprendías a atesorar a las personas incluso estando lejos, sin saber de ellas, con la plena y ciega confianza de cerrar los ojos e imaginarlas en cualquier parte del mundo viviendo su vida mientras tú vives la tuya. Y puede que los hilos jamás vuelvan a brillar o acortarse, pero basta el recuerdo y la certeza de que siguen ahí afuera. Un poco me lo había enseñado vivir de viaje en viaje, otro poco lo había aprendido a fuerza de voluntad cuando me arrancaron de Argentina. El golpe había sido tan brusco que creí haber perdido los hilos, y enloquecí y me hundí. Pero seguían ahí, ¿verdad? Siempre seguirían ahí. Pestañeé. ¿Coatí? ¡Pero cómo hacía para sacarse siempre apodos nuevos de la manga! Debía ser su otro talento natural, definitivamente. Solté un resoplido cargado de mofa y entorné la mirada hacia él, suavizando el tono para molestarlo. —Eh~ ¿Interesado? Igual es un secreto de Estado, Colo, así que olvidate. ¡Ah, pero sobre esto! Me lancé al césped junto a él y acomodé la mochila en mi regazo, revolviendo la cantidad de mierdas que llevaba ahí adentro hasta conseguir lo que buscaba. —¡Tarán! —exclamé emocionada, sosteniendo un pequeño termo en una mano y el mate vacío en la otra—. Si conociste a tanto argentino alguna vez seguro tomaste mate, ¿no?
Sanji Allende Sonreí mientras el renacuajo cantaba al son de la canción un par de estrofas. Había notado que había ignorado algunos comentarios míos, aunque no sabía si era debido a que la habían molestado todas las remarcadas sobre su tamaño, o que simplemente no tenía ganas de hablar. Me encogí de hombros, mientras le daba los últimos acordes al ukelele y daba por cerrado la canción. — Obviamente estoy interesado. Me da harta curiosidad, y es material que podría utilizar para más adelante, minion. Supongo que tendré que contratar espías, si es tan secreto.— le saqué la lengua, mientras miraba algo curioso lo que estaba sacando de su mochila. O al menos, lo que intentaba sacar. Parecía que tenía un desastre ahí dentro. Recibí el mate y el termo con una mueca. >> Sí, obviamente los conozco. Es la forma de identificarlos a ustedes. Pueden estar en el medio del desierto y aún así tener un termo y un mate. No entiendo mucho los rituales que lo envuelven, eso sí. Es como una bebida sagrada para ustedes. Chasqueé la lengua, mientras me encogía de hombros y ponía las manos entrelazadas tras mi cabeza. Contemplé el cielo claro, las nubes que apenas se movían con el viento, e inspiré profundo. Que bien se estaba allí. — Sin embargo, nunca me terminó de gustar. Muy amargo para mí gusto. Aparte de que me quemé el paladar la primera vez que lo probé.— mencioné, guiñándole un ojo y soltando una pequeña risilla.— La llaga me duró por tres días. Fue horrible.
—A-ah, ¡n-no quise decir que lo fueras! ¡Perdón por decir algo t-tan insultante! —exclamó Miyuki de repente—. Ehm, pe-perdón, pero... gracias, Kurosawa-san... eres de verdad una persona muy amable... >> E-espero podamos seguir llevándonos bien... >> Por supuesto. >> Para eso son las amigas, ¿verdad? >> Deberíamos tener una cita.
Shiori Kurosawa Negué con la cabeza suavemente ante las palabras de Ehibara, buscando restarle importancia a lo que yo misma dije sobre ser intimidante y eso. A mí no me parecía insultante como tal, entendía que hablar con cualquier persona sin tener la seguridad que parecía brindarle el uniforme debía ser toda una misión. Ante sus siguientes palabras le dediqué una sonrisa bastante amplia. —¡Claro! Seguro nos seguiremos llevando bien —Ni siquiera me había dado cuenta que Hiradaira estaba por allí, me había volcado completamente en la chica que me acompañaba—. Para eso son las amigas, ¿verdad? Digo, espero que podamos ser amigas.