KND: Los Chicos del Barrio Operación P.R.I.M.E.R.A V.E.Z

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por Fénix Kazeblade, 11 Agosto 2020.

  1.  
    Fénix Kazeblade

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    Operación P.R.I.M.E.R.A V.E.Z
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1478
    Misión para KND los chicos del Barrio, operación:


    P.R.I.M.E.R.A V.E.Z


    Principal

    Resultado

    Iniciar

    Movimiento

    Extraordinario

    Revolucionando

    Acciones


    Victoriosas

    Encontrando

    Zenit......



    Se veía entrar a un niño tímido y temeroso a una guardería, el niño llevaba el pelo bastante corto y una camisa color roja, iba sujeto de la mano de su padre un hombre con bigote, rollizo y bonachón; el infante tenía los ojos llorosos y mostrando un puchero a causa de tener que quedarse en ese lugar todo el día luego de que sus padres de iban a trabajar.


    — Será solo por unas horas hijo, papá debe de ir a su empleo— le explicó el hombre mientras se agachaba a su altura y le tomaba el hombro.


    — Pero papá, es que las señoras están locas y ese cuarto huele a chocolomo pasado— respondió el niño tallando su ojo.


    El hombre rió pensando que bromeaba, como generalmente se cree que ocurre con los niños de esa edad y no se les toma en serio.


    — Recuerda Miguel, tienes que ser un niño obediente ¿verdad que serás un niño obediente?— preguntó mientras alzaba sus cejas pobladas y lo miraba a los ojos.


    El niño afirmó cabizbajo, resignandose, suspirando separó su mano de la de su padre y tomó la huesuda mano de una de las cuidadoras.


    — Vaya con tranquilidad, estará bien cuidado—declaró la chica sonriendo.


    El hombre confiado se despidió de su hijo sin percatarse de que este reflejaba algo de miedo. Una vez que cerró la puerta la falsa sonrisa gentil de la chica se torció mientras veía al chiquillo mientras presionaba su brazo.


    Miguel fue empujado dentro de una habitación donde había otros niños. Había una niña con un vestido rosa y piel morena llorando, un niño fornido que chupaba un lego viendo al cielo, una niña de pelo negro que le había arrebatado la muñeca a la morena y otro niño que vestía con con olanes. La cuidadora, si podía llamarsele de esta manera, levantó la ceja dirigiendo su mirada a la muñeca que tenía la niña de pelo negro, caminó rapidamente hacia ella y se la arrebató de las manos, lo mismo hizo con el lego del niño y se dirigió en hacia una enorme estructura de metal que tenía la apariencia de un ropero, tomó una llave que colgaba de su cuello y lo habría, dentro en varios estantes había cientos de juguetes confiscados a lo largo de los años a los niños; Miguel sabía que se los confiscaban a los niños y luego le mentían a sus padres diciendo que los habían roto o perdido.


    La mujer los observó y bufó luego de cerrar la puerta y dejarlo solo, la niña de pelo negro se tiró en el suelo y se puso a llorar.


    Miguel vio a los niños sin saber que hacer, pensó en intentar decir algo pero suspiró, se encogió de hombros y se sentó cerca del rincón.


    Pasaron algunas horas cuando el niño de pelo corto y camisa roja dormitaba, el ruido de la puerta rechinando lo despertó y vio a la mujer entrar con una bandera.


    — Hora de la merienda — anunció con una voz cantarina.


    Puso la bandeja en una mesa pequeña donde los niños se congregaron para comer sin ganas, sus pequeños estómagos rugían de hambre pero sabían que se habían esforzado por darles algo poco apetitoso.


    Miguel vio unos pequeños vasos con un líquido gelatinoso con grandes trozos transparentes de algo parecido a plástico, el olor era malo y el sabor era aún peor.


    — ¡Pudín de tapioca sin azúcar!— exclamó furioso Miguel. — Pero si le digo, me dice, le digo…¡esto es una abominación vieja loca!.


    La mujer lo vio desconcertada, en todo sus años ningún niño se había revelado, los niños de igual manera lo miraban asustados pero sorprendidos y entusiasmados, al mismo tiempo.


    — Nos ha quitado nuestros juguetes, nos quiere mantener sentados sin poder saltar, jugar o correr, nos da comer comida horrible, somos niños señora, los niños no queremos nada de esto ¡osea hello!.


    — Miguel, quiero que te sientes en ¡este momento!— declaró la mujer— o no le prometiste a tu papá ¿qué serías obediente?


    Miguel entonces titubeó pensó en las palabras de su papá, en que cada cosa que sus padres le decían que hiciera él las cumplía.Sin embargo recordó algo muy importante, sus padres querían lo mejor para él, ellos lo cuidaban, lo concentían, lo valoraban, en cambio estas personas, nadie ellos eran así.


    — Verá señorita, erase una vez un niño muy guapo como yo que sus padres querían mucho, le enseñaron muchas cosas buenas y entonces sabe que todo esto es basura— le respondió pateando el insípido postre. — Vamos niños debemos defendernos, luchar.


    Los niños se miraron los unos a los otros inseguros sin moverse. La cuidadora de la guardería meneó la cabeza y se acercó al pequeño Miguel, lo cargó mientras buscaba a zafarse, lo llevó por pasillo mientras se encontraba con otras dos personas, otros dos cuidadores.


    — Vigilen al resto, llevaré a este pequeño revoltoso al cuarto de castigo.— les ordenó.


    El entusiasmo de Miguel fue desapareciendo mientras miraba la puerta cerrándose, se sentó ensimismandose, pensando que tal vez haber actuado así, había sido un error.


    No sabe en qué momento se quedó dormido, pero un ruido metálico como un martilleo, la puerta comenzó a deslizarse y se encontró uno sobre otro a dos de los niños de la habitación, la niña de piel morena lo miraba sonriendo con una especie de artefacto en las manos, debajo de esta estaba el niño gordito ahora con lentes.


    — Venimos a sacarte de aquí niño, siento que hayamos tardado en entender— dijo la niña morena.


    Miguel levantó la mirada y sonrió ampliamente.


    — ¿Qué es eso que tienes en la mano?— preguntó curioso.


    — Yo lo hice, con algunos legos y juguetes además de otras cosas ¿te gustan?


    — Están bárbaros.


    — ¡Agh! ¡Niños malditos quítense de encima!— exclamó una voz atrás.


    El hombre de los tres cuidadores estaba siendo atacado por el chico rubio que se había quitado ese “vestido” extraño de olanes y ahora llevaba una sudadera naranja, la niña de pelo negro ambos con artefactos también en las manos.


    — No te sueltes Kuki, casi lo alcanzo, toma esto cuidador malvado— dijo el niño rubio mientras disparaba bolas de chicle a la cara del cuidador provocando que cayera al piso.


    La niña de pelo negro daba un salto para no caer con él y terminaba dandole el golpe de gracia llenando su cara de crema batida.


    — Hicimos un buen trabajo Wero.


    — Tengo uno para ti amigo, por cierto, me llamo Guillermo, aunque mejor dime Memo.— dijo el niño de lentes entregandole algo que parecía una especie de pistola, aunque echa de madera.


    — Yo soy Abigail, mucho gusto— dijo la chica bajando.


    Los otros dos cuidadores entraron y fueron a enfrentarlo. Miguel respiró profundo y tomó con decisión el arma que le había dado.


    Miguel no lo recordaría en mucho tiempo, no lo sabría hasta luego de años cuando descubriera el mayor secreto de toda su vida, cuando descubriera que su padre era un legendario agente, el primero de todos ellos, entonces cuando lo leyó solo era su padre buscando un cuento para leer a su hijo y terminó uno que versaba aquel nombre que vino a su mente, uno que le pareció más que adecuado para ese momento, el que marcaría el principio de todo.


    — ¡Chicos del barrio a sus posiciones!— exclamó alzando su arma.


    Presionó el gatillo del arma, el arma se despegaba e impulsaba a una tabla golpeando al segundo de ellos con una cachetada, Abigail, tomó una cuerda para saltar y junto con Memo hizo caer de bruces a la cuidadora. Los otros niños sintieron una emoción en su interior, algo que desde siempre les llamaba como si formara parte de ellos.


    — Ahora sí, ¿dónde quieren sus pataditas?


    Los tres tiranicos cuidadores no fueron rivales para los cinco niños, que los vencieron con tiempo suficiente para fingir que dormían antes de que llegaran sus padres, la guardería siguió operando, pero para todos los niños que estaban y fueron llegando les fue mejor, ellos se encargaban de vigilar que fuera así. Entonces, los cinco comenzaron a ser amigos desde ese momento y empezaron a frecuentarse casi todos los días.


    La guardería quedó atrás, una nueva generación de niños los relevó haciendo lo que ellos hacían, para dar paso al jardín de niños y Miguel sabía que con esto debía dar un paso más


    — Bien Miguel, hijo está hecho— le señaló su papá con sus manos en cadera en forma de puños— la casa del árbol está lista para que tu y tus amigos puedan jugar en ella.


    — Gracias papá, eres el mejor—le dijo dándole una palmada— solo una cosa— sacó unas gafas negras y se las puso — desde hoy, soy número uno.
     
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    Fue nostálgico leerlo y recordar los gratos momentos vividos en las tardes después del colegio. Número Uno era especial, por algo era el jefe y con creces se ganó el título, indudablemente un buen momento de primera vez.

    Gracias por el recuerdo, buen vecino
     
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    La historia en sí es entretenida, de siempre me han gustado las ambientaciones que involucran las interacciones y acciones de los niños. La serie en la que se basa, me suena pero no la he visto, así que no me ha traído esa nostalgia como a Inuno, pero igualmente he disfrutado de la lectura. En algunas ocasiones me ha chocado la forma de expresarse de los niños, quizás es porque me los imagino muy pequeños y no lo son tanto pero, en varias ocasiones me ha sorprendido.

    Los personajes de las cuidadoras están bien logradas, unas claras antagonistas, ideales para que los niños se unan en su contra. Me ha gustado mucho el final, cómo esa "batalla" contra las personas que deberían cuidarlos en la que salen victoriosos les da poder sobre ellas y consiguen mantener el buen trato hacia ellos, y sobre todo, cómo está tarea va pasando de generación en generación.

    En cuanto a la redacción tienes alguna palabra sin acentuar, alguna falla de signos de puntuación y alguna palabra que se te ha escapado sin querer, poquitas la verdad. Pero en general se lee todo bien y la lectura es amena. Gracias por compartir el relato.
     
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