One-shot de Inuyasha - [One-shot] Un verdadero yôkai

[One-shot] Un verdadero yôkai

Nota: Todo esto sucede antes de que Inu Yasha quedara sellado en el árbol y por consiguiente antes de que aparezca Kagome.​

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“Un verdadero yôkai”​

El gran Taiyôkai Sesshômaru siempre había despreciado a los humanos por el simple hecho de existir, no podía entender como unos seres tan débiles y susceptibles ante los sentimientos habían podido sobrevivir a tantos años de supremacía de los yôkais, simplemente era algo que se escapaba a su conocimiento.

Caminaba pensativo con su ya habitual paso lento y decido bajo la servicial mirada de su sirviente Jaken cuando escuchó un ruido a lo lejos. Parecía provenir del Norte y a su olfato llegó un olor a pólvora inconfundible mezclado con el aroma de un poderoso yôkai.

Su paso fue acelerándose poco a poco, aunque sin perder su impasibilidad ante lo sucedido, simplemente quería saber a qué se debía aquel estruendo que perturbo sus pensamientos y saber si ese yôkai era tan fuerte como parecía.

De nuevo el aire le trajo ese aroma conocido, ahora lograba reconocerlo: era el aroma de su medio-hermano. ¡Cómo había podido confundir el aroma de su medio-hermano con el de un poderoso yôkai! ¿Acaso estaba perdiendo facultades?

-Sesshômaru-sama –habló el sapo interrumpiendo sus pensamientos- Creo que deberíamos marcharnos de aquí.

-Márchate si temes por tu seguridad, nadie te obliga a quedarte.

-No temo por mi, señor. Es que tengo un mal presentimiento y he oído una leyenda que corre acerca de estos bosques y... –el sapo contempló la mirada impasible del yôkai una vez más- Quizás no la hay escuchado usted, señor pero dicen...

-¡Insinúas que debería tenerle miedo a una tonta superstición humana! –le interrumpió el pleliplateado antes de que su sirviente pudiese decir nada más y empeorar la situación- Sabes, Jaken, que si estás aquí es porque yo te lo permito, pero empiezo a creer que debería haber dejado que esos yôkais te mataran.

-Sesshômaru-sama, yo... lo siento, no volveré a decir una tontería como esa, mi señor, pero por favor quisiera permanecer a vuestro lado hasta cumplir la deuda que contraje con vos. –le rogó el sapo a su señor-

-Haz lo que quieras, por ahora no voy a obligarte a abandonarme, pero más te vale mantener esa boca cerrada, no me gustaría tener que deshacerme de ti.

-Si, Sesshômaru-sama.

El sapo no volvió a abrir la boca en lo que tardaron en llegar al lugar donde se oyó el ruido y, por supuesto, a su acompañante no le molestó, mas bien le agradó no tener que conversar más con un ser tan inferior a él.

Cuando llegaron a aquel lugar lo único que el gran Sesshômaru pudo observar fue como su hermano estaba fuera de control, intentando violar a una humana que se defendía como podía. Probablemente el hanyou acababa de ganar una batalla contra un ejército de humanos él solito y ahora estaba regocijándose con la hija de algún general.

-Definitivamente no te entiendo, hermano. –le dijo con tono desprecio- Eres tan poca cosa que no eres capaz ni de encontrar a una yôkai para cubrir tus necesidades y te desahogas con una simple humana.

-¡No te metas donde no te llaman, imbécil! –le gritó mientras sujetaba fuerte a la chica contra el suelo-

-Resulta que si que me llaman. No permitiré que la noble sangre de nuestro padre vuelva a mezclarse con la de una simple humana.

-¡Quién te crees que eres para impedirlo! No soy tu sirviente ni nada parecido y si me impides llevarlo acabo ahora no dudes que procuraré que muchas humanas prueben el “poder” de los Taisho, así que lárgate, imbécil.

-¡Osas amenazarme! Al parecer tus instintos te ciegan y no puedes ver que si quisiera matarte me bastaría con el simple movimiento de mi mano.

-No digas estupideces, no eres capaz de matarme y aunque así fuera ¿crees que te sería tan sencillo? –dijo con sorna el hanyou, que ya había soltado a la chica, la cual permanecía en el suelo a su lado muerta de miedo ante la presencia de esos hombres-

-No lo dudo, Inu Yasha. –dijo mientras desenfundaba su katana y con un rápido movimiento se situaba a la espalda de su medio-hermano y clavaba ligeramente su filo en ella- Te tengo en mis manos, hermanito. –el yôkai parecía estar disfrutando de aquello, pues una sonrisa maléfica se había dibujado en su rostro- No quería acabar contigo todavía, pero veo que no me dejas otra opción. Bueno, si que hay otra opción. –dijo con sarcasmo- Si aún quieres vivir podría simplemente castrarte para que no cometas una inmundicia.

-No digas estupideces, hermanito. ¿Crees que es tan fácil someterme? No seas iluso. –le dijo mientras lanzaba un codazo con dirección al estómago de el yôkai, el cual éste esquivó fácilmente sin siquiera moverse.

-Me subestimas, Inu Yasha. No lograrás librarte de mí y menos ahora que tengo una razón para matarte.

Eso fue lo último que escuchó el hanyou, pues seguidamente a estas palabras el chico clavó su katana justo en el corazón del joven. Inu Yasha cayó al suelo muerto poco después, cubierto de sangre.

-Te lo avisé. –le dijo simplemente al cadáver de su hermano- No debiste subestimarme. –añadió mientras sacaba su katana de su espalda y la limpiaba con el haori de su hermano- Vamos, Jaken, ya no tenemos nada que hacer aquí.

-Señor... no os valláis aún, yo quisiera agradeceros... –comenzó la humana-

-No malgastes saliva, humana.

-Pero señor, yo quisiera acompañaros a vuestro castillo, he oído que vos sois un poderoso Taiyôkai, dejadme acompañaros en vuestro viaje para salvar mi deuda, yo soy buena con las hierbas y podría curaros las heridas que os puedan producir.

-Haz lo que quieras, pero procura no molestarme o te daré una muerte lenta y dolorosa. Y quiero que te quede bien clara una cosa: jamás permitiré que una sucia humana me cure tan solo un rasguño. Jaken, nos vamos. –añadió dirigiéndose al sapo-

La humana los siguió durante días, observando cada uno de los movimientos de su señor. Un día el gran Sesshômaru volvió a percibir un olor de su interés. Esta vez se trataba de un olor que le resultaba familiar pues ese aroma estaba impregnado en las ropas de su hermano cuando lo mató, al parecer no había acabado con todos sus enemigos.

El gran Taiyôkai se dispuso nuevamente a buscar a aquel contrincante, que por su olor parecía digno de mantener una batalla con él. No tardó en encontrarlo pero aunque Sesshômaru era el más poderoso Taiyôkai nunca habría logrado estar preparado para lo que sucedió a continuación.

El peliplateado se acercó sigilosamente a unas mantas que había arrolladas junto a un árbol, pero ¿qué era aquello? no podía ser... era un bebé, un bebé de pelo plateado y ojos color ámbar, un bebé con la sangre de los Taisho. ¿Acaso Inu Yasha había logrado sobrevivir a su ataque? ¿o ya había tenido al niño antes de morir?

La mirada del yôkai se volvió ¿tierna? ¿Sesshômaru puede ser tierno? Nunca había visto un bebé hanyou tan de cerca, tan indefenso. Siempre los había visto como seres monstruosos que no merecían ningún sentimiento hacía ellos pero ese niño le recordaba mucho a cuando Inu Yasha era niño. Una vez vio a su padre acunando a su hermano a escondidas entre los árboles, nunca lo perdonó por eso y nunca logró entender los mimos que le dedicaba su padre.

-Humana, cuida al niño. –ordenó a la chica que aún lo acompañaba- Críalo como si fuera tu hijo y cuando crezca, dile que un poderoso Taiyôkai irá un día por él.

La muchacha abandonó ese mismo día a Sesshômaru y a Jaken, pero el yôkai la observaba a veces en la oscuridad, esperando a que el pequeño creciera para convertirlo en un yôkai de verdad pues un yôaki verdadero es aquel que tiene la fuerza necesaria para controlar sus sentimientos. Desde que su padre murió había querido encontrar a su hermano y quizás entrenarlo para que no fuera tan débil como llegó a ser, pero para cuando lo encontró ya estaba infectado de sentimientos y debilidades humanas, y lo odió por ello. Lo odió por dejarse corromper, pues por mucho que la noble sangre de los Taisho se mezclara siempre se podía llegar a ser un completo yôkai si se sabía ese gran secreto. Cuando el niño contara con cinco años iría a buscarlo, no cometería el mismo error que con su hermano, no permitiría que se desperdiciara la sangre de los Taisho.

FIN​

Aviso: La autora no se hace responsable de los traumas producidos por la muerte del hanyou.​