[One-shot] [Song-fic] Eclipse de silencios [NarxKagxInu]

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Tara, 24 Julio 2007.

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    [One-shot] [Song-fic] Eclipse de silencios [NarxKagxInu]
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    [One-shot] [Song-fic] Eclipse de silencios [NarxKagxInu]

    [FONT=Lucida Calligraphy,Courier New]
    Eclipse de silencios​
    [/FONT]Una chica de unos 25 años entró en el estudio, iluminado por una tibia luz.
    Se sentó tímidamente, como si temiera que alguien la pudiera descubrir, aunque, por supuesto, lo había comentado con el hanyou. Por sus ojos comenzaron a correr cientos de lágrimas, que ella no intentaba esconder de las sombras que sentía que la acechan.
    Sus labios carnosos y sus sonrojadas mejillas recordaban a los de una niña, una niña a la que obligaron a crecer demasiado pronto, una niña con un corazón roto.
    Suavemente cogió su pluma y un folio. Cerró los ojos, pensativa. Más serena volvió a abrirlos segundos después, y con pena y alegría a la vez comenzó a escribir.
    ----- -----​
    Un joven hanyou se encontraba tirado en la hierba, mientras la miko Kagome cogía una flecha, dispuesta a lanzarla contra su agresor.
    Ese malvado ser que nuevamente la atormenta e intentaba destruir al ser que más amaba, Naraku, el hanyou que más odiaba en el mundo, ¿acababa de protegerla? Su carácter era diferente y el aura maligna que lo rodeaba tenía un tibio color grisáceo que solo Kagome podía ver.
    El corazón de la miko latía a mil por hora mientras contemplaba a ese hanyou. ¿Por qué su aura estaba cambiando? ¿Por qué la había protegido? Quizá... quizá Naraku pudiera ser bueno... Quizá ella pudiera hacer florecer la bondad que eclipsaba su mitad demonio.
    Lo miró a los ojos. Esos ojos escondían una gran tristeza, la tristeza de su parte humana, por no poder salir a la luz. Su parte humana estaba demasiado oprimida por su maldad.
    La miko ni siquiera sabía de la existencia de esa tristeza. Tampoco era consciente de que su parte humana fuera tan fuerte en su interior, tan fuerte como para que ella pudiera divisarla en esos ojos negros.
    Su mitad demonio... esa mitad de la que deseaba deshacerse para estar con ella. El humano que había en su interior se había enamorado de la miko desde la lejanía. Algunas noches no podía controlarla e iba a espiarla, la miraba en la oscuridad con sus amigos. Kagome era muy tierna, pero ese hanyou... no soportaba que estuviera tan cerca de ella, sabiendo que él nunca podría acercarse de esa forma a la morena
    Kagura... qué idiota había sido. Ni siquiera las extensiones de Naraku sabían de sus sentimientos hacia Kagome y por eso Kagura cometió ese error que le costó la vida.
    La extensión lanzó una de sus plumas hacia Kagome, con la intención de matarla, sin embargo para su sorpresa Naraku se interpuso, clavando después sus garras en su pecho.
    Ese acto fue la perdición del hanyou, pues a pesar de sus sentimientos humanos, raramente la había protegido. Eso fortaleció su mitad humana. Eso haría que más tarde la perdiera.
    La miko no podía creer lo que Naraku acababa de hacer, lanzó su flecha hacia él, tratando de entretenerlo porque sabía que no podría matarlo de esa forma. Naraku la esquivó fácilmente, consciente de que no podría dañarlo.
    Al protegerla había demostrado que ella era su debilidad. Cualquier demonio que se enterara de aquello podría utilizarla fácilmente, podría secuestrarla para destruirlo a él. No podía permitir aquello, Kagome iría con él y la mataría, no permitiría que un youkai se aprovechara de su parte humana.
    -Vendrás conmigo. –le dijo secamente a la miko que ahora estaba con su cabeza apoyada en el pecho de Inu Yasha, había desistido de tratar de huir por ahora-
    -¿¡Qué!? –contestó la chica, sorprendida por sus palabras, mientras levantaba su rostro y miraba de nuevo aquellos ojos negros-
    -He dicho que vendrás conmigo. –repitió alzando un poco la voz ante la estupidez de la morena-
    -No puedes obligarme. –respondió mientras comenzaba una carrera por su vida a través del bosque, abandonando a merced de los youkais el cuerpo del peliplateado-
    -No puedes huir de mí. –le advirtió mientras desaparecía entre una nube de veneno-
    La chica corría, esquivando las ramas de árboles que se interponían en su camino. Sabía que no podía huir de aquel ser, pero Inu Yasha le hizo prometer que nunca se rendiría antes de morir, y no pensaba faltar a su promesa.
    Algo la detuvo de repente. El aire ya no era igual, una fina capa verdosa la envolvía suavemente, ensoñeciéndola.
    Sus ojos le pesaban demasiado, sus músculos ya no respondían a las órdenes de su cerebro. Sus rodillas se doblaban bajo el peso de su cuerpo.
    -Ya te tengo. –le dijo a su presa mientras impedía que ésta cayera-
    La calidez de Kagome invadió el cuerpo frío del hanyou. El pelinegro no supo entonces qué era aquello, pero le gustó sentirlo, le gustaba tener a la miko entre sus brazos y protegerla.
    ----- -----​
    Su olfato era infalible y en el aire ya no percibía el desagradable olor de su medio-hermano. ¿Qué le habría pasado al estúpido de Inu Yasha? Ese idiota, siempre tenía que sacarlo de sus problemas.
    ----- -----​
    La joven miko despertó un par de días después, sobresaltada por el ruido de la batalla que fuera se desarrollaba.
    Sabía perfectamente donde estaba, y sin embargo no quería marcharse, pues ya no tenía otro lugar en el Sengoku a donde ir. Además quería saber porqué Naraku la había salvado de Kagura.
    Se sentó en el futón para desperezarse y vio a Kanna junto a ella. ¿Qué haría allí?
    La extensión de Naraku se levantó al verla despierta y se marchó sin decirle nada, sin siquiera dirigirle una mirada de esos ojos blanquecinos.
    Kagome estaba confundida. Su mente le decía que no podía confiar en Naraku, pero los actos de éste...
    ¿Por qué? ¿Por qué el hanyou tuvo que dar su vida por ella? ¿Por qué Naraku la protegió después de quitarle a la única persona que la protegía en aquel mundo? Acaso... ¿la amaba? Qué idiotez. Naraku no era capaz de amar, no después de haberse deshecho de Kikyô y de su parte humana.
    Pero qué era lo que ella sentía por el pelinegro. ¿Lo odiaba? No era odio lo que le hacía sentir, no era su odio lo que sintió mientras él la abrazaba. ¿Compasión? ¿Podía sentir compasión por el ser que destruyó a Inu Yasha? Desde luego, él no la había tenido al clavarle sus garras al peliplateado, tampoco la había tenido cuando hirió a Miroku y a Sango días antes. ¿Entonces? ¿Qué era aquello?
    El ruido proveniente de afuera la alarmó. Sonaba como cientos de espadas cruzándose. ¿Habría una batalla allí fuera?
    La morena se levantó y miró por el ventanal que había allí. Él. Naraku estaba allí peleando, pero, al contrario de lo que parecía, solo estaba con un humano, insignificante a su lado.
    El humano esquivó la fuerte estocada que el hanyou trató de propinarle, pero al hacerlo perdió el equilibrio. Ese fue su error, pues al caer al suelo desprotegido no pudo evitar que Naraku le clavara sus garras en el estómago.
    La morena apartó la vista horrorizada. Jamás en su vida había visto tanta sangre junta, ni siquiera cuando luchaba junto a Inu Yasha.
    Kagome cayó nuevamente en el futón, mareada por la sangre que brotaba de aquel humano.
    Cerró sus ojos y así pudo escuchar mejor.
    -Curadlo –decía Naraku con voz firme-
    ¿Acaso Naraku podía tener compasión de un humano? Ya la había tenido al salvarla a ella anteriormente... ¿acaso aún conservaba sentimientos humanos? No podía ser... el hanyou se deshizo de Kikyô para borrar su parte humana... pero entonces ¿por qué lo había salvado? Seguro que le traía algún beneficio.Sí, eso debía ser. Naraku nunca salvaría la vida de un humano sin obtener algún beneficio.
    La morena se levantó de la cama, más confundida de lo que antes estaba por los actos del hanyou.
    No se volvió a escuchar a nadie afuera después de Naraku, pero por los pasillos la chica oía pasos que iban y venían de un extremo a otro del pasillo.
    ----- -----
    Había escrito demasiado por un día. Sus ojos estaban llorosos al recordar nuevamente esos sucesos.
    Un joven de pelo plateado entró por la puerta y, con mirada triste, la abrazó sin que ella se percatara hasta que fue demasiado tarde.
    -Deja ya de torturarte. –le dijo al oído dulcemente- No te hace bien.
    En la voz del chico se podía percibir que estaba realmente preocupado por el estado de la morena, y que no estaba de acuerdo con que ésta escribiera su historia.
    -Para mí no es una tortura recordarlo. -le dijo secamente mientras guardaba los folios que había escrito y salía de la habitación-
    La frente del chico se arrugó al ver el título de lo que escribía la morena: "Eclipse de silencios". Quizá no le hiciera tanto daño como él creía.
    ----- -----
    Nuevamente estaba allí, frente a ese montó de folios que a veces llegaba a aborrecer.
    Pero debía seguir escribiendo, quería hacerlo pues ello le hacía bien.
    Cogía de nuevo aquella pluma, testigo de sus tormentos y comenzó a escribir.
    ----- ------​
    El castillo de Naraku. Ese lugar que antes deseaba encontrar para destruirlo. Ese lugar encantado, hogar de un hanyou malvado. Hogar de miles de demonios sin corazón y escena de miles de matanzas de humanos. Su hogar.
    Aquel castillo tenía un encanto especial, cualquiera que permaneciera allí más de dos días quedaría maravillado por sus grandes salas e inmaculados jardines.
    Cada flor, cada árbol era un espectáculo en sí mismo. Las rosas permanecían abiertas aunque no fuera primavera y los árboles verdes y hermosos aun en otoño. Todo en ese lugar tenía un toque mágico que lo hacía irresistible.
    Los primeros días Kagome no pudo evitar curiosear cada una de las habitaciones que lo componían. Millones de cuartos preciosos, cada uno con su encanto particular y perfectamente adornado. Cientos de salones y comedores, balcones en cada extremo...
    Esos balcones le gustaban especialmente, pues cada uno tenía un paisaje distinto y desde ahí podía contemplar los inmensos jardines que se extendían a su alrededor.
    Todo era perfecto.
    O casi todo, pues la presencia de Naraku y su extraño comportamiento la inquietaban más cada día que pasaba.
    Una mañana al despertar sintió una extraña presencia a su lado, era Naraku...
    Estaba sentado a su lado en la cama, mirándola tiernamente.
    Al percatarse de que la chica se había despertado, el hanyou se marchó, molesto por haber dejado que lo descubriera en aquella situación.
    Nuevamente era muy extraño. Naraku mirándola, y lo que aún era más extraño: con gesto tierno, como si ella significara algo en su vida.
    La morena apartó todo pensamiento de su mente, se levantó y se vistió con uno de los kimonos que Kanna le llevó días atrás. Escogió uno especialmente bonito, azul con bordados blancos, que la hacía lucir realmente hermosa.
    Salió de su cuarto como ya era tradición y se dirigió por el amplio pasillo a uno de aquellos balcones que tanto le gustaban.
    Aquel era su favorito, en la balaustrada había muchas flores colgadas y desde ahí podía ver un pequeño lago que había en el jardín.
    Extrañamente Naraku estaba allí, en el lago.
    Sus ojos recorrieron su torso desnudo, bien moldeado y dorado por el sol. Su cabello negro, mojado con aquella agua cristalina.
    El chico nadaba tranquilamente, ignorando a la espía. Aquella sensación... sentía la mismo extraña calidez que cuando estaba cerca de Kagome, ¿acaso la humana estaba allí? No podía permitir que la miko lo viera en esa situación de debilidad. Ya había cometido el error de mostrarle su debilidad una vez, y no volvería a hacerlo.
    El pelinegro salió del agua rápidamente, cubriéndose con su kimono.
    La chica lo siguió con la vista mientras se alejaba en dirección a su castillo.
    -¿Qué hacías? –escuchó la voz de Naraku a sus espaldas-
    -Yo... –tartamudeó la miko- yo solo...
    El pelinegro la interrumpió con un suave beso...
    -¡Qué haces! –le gritó tras separarse de él-
    -Lo que deseo. –le contestó mientras se marchaba por donde había venido segundos antes-
    ¿Qué había pasado allí? ¿Naraku la había besado? ¿O había sido solo un sueño? No... había sido demasiado real para serlo. Naraku había dicho que deseaba besarla... ¿cómo había pasado aquello? ¿cuándo había dejado Kagome de odiarlo? ¿cuándo había empezado él a desearla? Aquello no podía ser, debía de odiarlo por lo que le hizo a Inu Yasha pero... no lo hacía...
    ----- -----
    Inu Yasha, ese débil hanyou asesinado por Naraku, su hermano. Por mucho que lo odiara juró a su padre que lo protegería.
    Aunque ambos se habían enfrentado varias veces, él nunca tuvo la seria intención de matarlo, aunque si es cierto que no le faltaron ganas, su única intención fue hacerlo más fuerte para liberarse de esa carga.
    Y ahora estaba muerto...
    Su débil cuerpo semi-humano yacía en el suelo junto a un árbol. Su pelo plateado, propio de su familia, se esparcía entre la hierba, ya casi tapado por las hojas de los árboles que habían caído desde entonces. Su sangre, la sangre de su padre, el más fuerte taiyoukai jamás visto, manchaba el suelo. Y sus ojos ambarinos ya nunca volverían a brillar, pues estaban cerrados.
    Un momento... ¿nunca?
    Nunca digas nunca.
    Había una forma de resucitarlo: Tenseiga.
    El taiyoukai hacía tiempo que sabía que solo podría utilizarla si de veras tenía un sentimiento puro... como ahora.
    El peliplateado desenfundó su espada y contempló como su filo brillaba por los rayos del sol.
    Hizo un rápido movimiento de muñeca, apenas perceptible para cualquier ser vivo y casi imposible de realizar por un humano.
    Inu Yasha fue abriendo sus ojos poco a poco y dibujó una sonrisa en su cara.
    ----- ----​
    Tres horas... llevaba ya tres horas escribiendo su nuevo libro cuando el chico entró de nuevo a interrumpirla.
    -Ya has hecho bastante por hoy. –dijo casi en un susurro que ella no escuchó, pero a Kagome no le hacía falta escucharlo, pues ya suponía lo que le diría-
    Lo que seguía a la historia era la parte más dolorosa de la historia y prefirió dejarlo para otro día, necesitaba reponerse de sus emociones.
    -Tienes razón.
    ----- -----​
    Dolor... Sentía tanto dolor al recordar aquello que a veces creía que no podría seguir escribiendo, sin embargo siempre seguía.
    Alivio... Aquello le dolía, pero a la vez la reconfortaba, la reconfortaba desahogarse y saber que otros podrían aprender de sus errores.
    No podía dejarlo ahora, ahora que había conseguido llegar a ese punto, ahora que el hanyou conocería por fin la historia contada por ella misma...
    Había cambiado de escenario, ahora estaba en su cuarto. No era muy amplio, pero allí él no podría interrumpirla. Allí se sentía más cómoda que en el estudio, pues estaban todas sus cosas.
    Esa pluma... debía cogerla nuevamente para continuar... para seguir contando aquello... para dejar su testimonio.
    ----- -----​
    La rosa era su flor favorita y, casualmente, era la que más crecía en los jardines del hanyou. Le gustaba observarlas al anochecer, cuando comenzaban a cerrar sus pétalos. Después siempre paseaba un rato por los jardines.
    Pero algo había cambiado esta vez, ahora un hanyou peliplateado la observaba en la lejanía, con una sonrisa en sus ojos.
    ¿Qué le había hecho Naraku? ¿un hechizo quizás? ¿De qué forma la había engañado? ¿o quizás la tuviese presa? No tenía forma de saberlo sin acercarse a la chica, pero no lo haría porque si lo había traicionado por Naraku, no la perdonaría.
    ---- ----​
    ¿Qué sentía por esa humana? ¿Atracción? ¿Deseo? ¿Amor? No podía saberlo aún, pero si la amaba su mitad youkai no sobreviviría mucho tiempo teniéndola tan cerca, debía alejarla de él.
    Salió serio del cuarto en el que estaba, dejando la puerta abierta y sorprendiendo a todos los presentes pues estaba reunido con algunos de sus generales.
    Sus sirvientes lo miraban extrañado mientras salía del castillo, buscando a la chica, y cuchicheaban a sus espaldas, ya les daría su merecido más tarde.
    Llegó a la fuente que coronaba el jardín y allí la vio. Estaba tumbada en la hierba, debajo de un viejo árbol que plantó especialmente para Kanna. Un árbol de hojas y frutos blancos y fríos como el hielo, pero extrañamente a la miko le gustaba estar ahí.
    Quedó largo rato contemplándola, viendo ese largo cabello esparcido sobre la hierba y esas curvas que lo enloquecían. Deseaba tomarla.
    No. No debía tomarla, no podía mostrarle que en verdad si que era ella su debilidad, su única debilidad. Ya le había demostrado que la deseaba, no podía descubrir que era algo más.
    Se acercó sigilosamente a ella, dispuesto a besarla una vez más por la fuerza, y después a alejarla de su lado por su bien, para que sus enemigos no la mataran. Él nunca podría hacerla feliz. Él nunca podría demostrarle que la amaba por su mitad demonio. Nunca estaría a salvo a su lado, pues él tenía cintos de enemigos que querrían destruirla. No podría darle una familia por miedo, por su estúpido miedo a amar.
    -¿Qué quieres? ¿Cuándo vas a dejarme marchar? –le preguntó antes de que el hanyou pudiera articular palabra alguna-
    El pelinegro la había tenido "presa", o eso creía ella porque podría marcharse si así lo deseaba, el problema era que ella no lo deseaba de verdad y la barrera que rodeaba el castillo lo sabía.
    -Lo de antes no significó nada. –la cortó el chico-
    -¿El qué? –dijo la chica, fingiendo no acordarse de lo sucedido, deseaba olvidarlo por Inu Yasha-
    ¿Era posible que una simple humana le hubiera dado tan poca importancia como para olvidarlo y él siguiera dándole vueltas en su cabeza? Si ella no le había dado importancia, él no iba a ser menos.
    -Esta mañana levanté la barrera, puedes irte cuando lo desees.
    -Arigato. –le dijo la chica segundos antes de salir corriendo-
    "Arigato". La morena le había dado las gracias... Nunca nadie lo había hecho, aunque tampoco había hecho nada para merecerlo en su vida...
    ----- -----​
    Kagome salió pronto del castillo que, extrañamente, estaba situado cerca del bosque del Árbol Sagrado.
    "Esto lo he hecho por ti, Inu Yasha. He renunciado a tenerlo cerca por ti, por tu recuerdo y el cariño que aún siento por ti. No he sido lo bastante valiente como para afrontar mis sentimientos por él y traicionarte." se decía mientras miraba aquellas sendas que tan bien conocía, y que ya nunca volvería a ver.
    Llegó por fin al pozo que la llevaría de nuevo a su tiempo, para nunca volver.
    Estaba enamorada de Naraku, de su frialdad, porque sabía que muy en el fondo tenía algo bueno, que tenía una parte humana que luchaba por salir pero eso podía costarle la vida.
    Además su amor estaba prohibido y quedarse con él sería traicionar la confianza que Inu Yasha depositó en ella.
    Se marcharía por el bien de ambos y olvidaría que alguna vez visitó el Sengoku. Olvidaría a Naraku y a Inu Yasha, lo olvidaría todo.
    Saltó.
    ----- -----​
    ¿Ella lo amaba? ¿Ella era conciente de que la barrera no la dejaría irse a menos que lo deseara? Aún así no podía retenerla a su lado, no quería que la dañaran.
    De esa experiencia logró sacar dos cosas: la primera que no tenía nada de malo tener sentimientos, aunque a veces doliera; la segunda fue que a veces no sabes lo que quieres hasta que lo pierdes.
    ------ ------​
    El hanyou saltó tras la miko por el pozo, pues él era el único que podía ir y allí no estaba Naraku para molestar.
    Había comprendido que Kagome amaba a Naraku al ver la expresión de su cara cuando habló con él por última vez, pero, al contrario de lo que creía, no le importaba. La amaba demasiado y conseguiría reconquistarla.
    FIN​
    ----- -----​

    Esa era su historia.
    Por fin había terminado, ahora solo quedaba mandarlo a la editorial como la última parte de su trilogía: "La Shikon no Tama", que era una de las más vendidas de Japón.
    Esta parte era bien distinta de las otras. La primera narraba cómo llegó al Sengoku y algunas de sus aventuras; y en la segunda contaba la destrucción de la Shikon. Al principio solo tenía pensado publicar éstas, pero al ver el éxito sintió la necesidad de terminarlo con un tercer volumen, en el que describiría a Naraku como un ser con sentimientos y capaz de amar.
    Inu Yasha no estuvo de acuerdo pues ni él sabía lo que había pasado realmente y temía que pudiera dañarla. Pero no había sido así, ahora que lo había terminado se había quitado un peso de encima.
    Salió del cuarto y, tras buscar al chico en el salón, lo encontró en la cocina, sentado con cabeza gacha.
    -Ya terminé, ¿quieres leerlo? –le dijo ofreciéndole el paquete de hojas que traía-
    El chico levantó su cabeza para verla. Tenía en su cara una gran preocupación, pero al ver la gran sonrisa que traía la morena, la abrazó.
    -Quizá luego. –fue su respuesta-
    Se despegó un poco de ella y atrapó sus labios con los suyos.
    KAGOME’S END​
    "Ahora sé que, aunque amé mucho a Naraku, él nunca hubiera podido darme lo que yo necesitaba. Yo necesitaba un hombre que estuviera siempre a mi lado, un hombre que me cuidara y que no tuviera miedo de sus sentimientos, que no tuviera miedo de amar.
    Ahora sé que nunca llegué a olvidar del todo a Inu Yasha, y que lo que sentía y siento por Naraku es más un amor imposible que uno como el del hanyou, el cual puedo sentir y demostrar cada día."
    NARAKU’S END​
    "Aunque la ame tanto, lo he descubierto demasiado tarde. Su amor por mí ya debe de estar extinguido, pues el hanyou fue con ella a su mundo. Además yo nunca habría podido ofrecerle una familia, un hogar en el que se sintiera segura, yo nunca habría podido prometerle amor eterno."
    INU YASHA’S END​
    "Nunca pudo olvidarme del todo, ese es mi consuelo. Saber que aunque amó a ese ser, jamás logró olvidarme. Saber que aunque vivió con él, nunca fue suya del todo.
    Y ahora que nuestra pequeña Sora ya tiene 7 años, sé que cada día que pasa la amo más, y que nunca me abandonará. Sé que yo le he dado todo lo que ella deseaba, una familia y amor, un amor que Naraku nunca supo darle."
    "Nuestro amor no fue mas que un eclipse de silencios"​
    THE END​
    19/07/07​
    21:49
    [FONT=Lucida Calligraphy,Courier New]
    Un eclipse de silencios,
    un atardecer en cualquier café,
    mis palabras no tienen dueño,
    que las quiera entender...

    Vagabundo de deseos,
    capitán sin fe de barcos de papel,
    remolino de pensamientos,
    cuando veo amanecer...

    Y que solitas se quedan las olas,
    cuando el sol se agota,
    y que solito me quedo esperándote,
    buscando tu perdón...

    No supe qué decir al verte allí
    mirándome sin prestarme atención,
    no supe qué decir y enamorao de ti,
    voy pasando las horas...
    No supe qué decir ni a qué acudir,
    quizás mujer merezca tu perdón
    No tengo a dónde ir y enamorao de ti,
    mi corazón se ahoga...

    Tus te quieros no los quiero,
    si son de papel, barcos de papel.
    Tu recuerdo ya lo llevo,
    clavaito en mi piel...

    Pago el precio sin dinero,
    ven y asómate a mi sensatez,
    no merezco ser tu dueño ni tampoco perder...

    Y qué solitas se quedan las olas...

    No supe qué decir...

    Ahora navego sorteando puertos de resentimiento,
    los siete mares si hace falta por ti cruzaré,
    en barcos de papel...

    No supe qué decir...

    De mis dudas soy el dueño,
    al menos me queda eso...​
    [/FONT]
     

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