One-shot de Inuyasha - [One-shot] La mirada tras el espejo [InuxKag]

[One-shot] La mirada tras el espejo [InuxKag]

LA MIRADA TRAS EL ESPEJO​

Una habitación prácticamente vacía, el único mobiliario un triste espejo con bordes plateados tapado con una sábana blanca cubierta de polvo. En el suelo se apenas se distinguían unas huellas de tiempos pasados, ya tapadas por el polvo esparcido sobre el suelo. En un rincón se ve una calavera de una rata muerta allí, seguramente de hambre.

-¡¿Por qué no se abre esta maldita puerta?! –se escuchaba una voz tras la puerta. Tenía una tonalidad suave que llevaba a todo el mundo a confiar en ella-

La puerta se abrió de pronto y tras una nube de polvo se divisa una chica de cabello azabache y ojos oscuros. La chica se acerca extrañada a la sábana para ver qué cosa era lo que allí se ocultaba. Levanta su mano y la pasa ligeramente sobre la sábana, con cuidado de no estropear lo que había allí debajo.

-¿Qué es esto? La tía dijo que esta habitación estaba vacía.

La morena deslizó con cuidado la sábana del espejo y con cuidado la dejó en el suelo. Este movimiento levantó una nueva nube de polvo que por unos segundos escondió el espejo recién descubierto.

La morena tosió un par de veces y entonces pasó su mano sobre el polvoriento marco del espejo y, tan solo una milésima de segundo, cree reconocer en él unos ojos dorados que la miraban.

“Tonterías” se dijo “Será mejor que vaya abajo”

La chica se marcha tras esto, dejando solo a nuestro amigo del espejo.

Minutos después un hombre joven y corpulento entró en la habitación y, haciendo caso omiso del polvo y de la calavera de rata lo levantó del suelo y lo sacó de allí.

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La joven Higurashi entra a su habitación con sus ojos enjugados en lágrimas. De nuevo su tía había sido demasiado realista con ella.

Recordaba perfectamente la crueldad de sus palabras y el tono cruel en su voz:

-Olvídate de ellos, están muertos.​

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Hacía apenas una semana no hubiera creído que pudiera llegar a odiar a su tía como ahora lo hacía. Parecía no tener corazón, ni siquiera había derramado una lágrima en el entierro de su marido. En realidad, Kagome creía que a su tía no le caía bien, solo la había “recogido” porque ella era su única familia y la ley la obligaba.

La morena se situó frente al espejo y nuevamente comenzó a sollozar, siempre le había gustado tener un espejo en su cuarto para desahogarse con él. Además, por suerte, allí podía gritar lo que quisiera porque su habitación estaba en lo más alto de la casa y nadie podría oírla.

-¡¿Por qué a mí?! ¡Mamá, papá! –gritó a los cuatro vientos- ¿Por qué me habéis abandonado? –preguntó a la nada con un tono visiblemente más calmado- Teníais que haberla visto, ha sido tan cruel conmigo... No creo que pueda aguantar aquí mucho más... –mientras tocaba con su mano derecha su propio rostro reflejado en el espejo- Os extraño tanto... –nuevamente los sollozos se intensificaron-

-Las muchachas tan lindas no deben llorar...

Se giró extrañada al escuchar aquella voz, como bien sabía estaba cola en su habitación pero entonces... ¿quién había hablado?

-¿Hola? –interrogó al aire, sin esperar respuesta, todavía tenía la esperanza de que hubieran sido imaginaciones suyas-

Nadie contestó, así que se giró nuevamente hacia el espejo, dispuesta a continuar con su agonía y entonces los vio... esos ojos dorados que vio en aquella habitación. Definitivamente estaba demasiado cansada, eso era todo, era el cansancio el que la hacía ver aquellas cosas y oír voces.

Apartó su mirada del espejo, negándose a mirarlo nuevamente y se acostó en su cama dispuesta a descansar, esperanzada de que así no volvería a ver aquellos ojos.

-Niña, no soy pare de tu imaginación. –esto último no llegó a escucharlo, pues ya estaba profundamente dormida-

Corría y corría en un corredor aparentemente sin fin, esperanzada de que tras la puerta que había al final se encontraran sus padres.

Estaba agotada, no podía seguir más así que se paró a descansar. Se apoyó en una pared y puso su mano en su costado derecho. Jadeaba como si hubiera corrido una maratón, pero aparentemente solo había avanzado unos metros. Miró al suelo y vio que iba en zapatillas, después se miró las piernas y vio el pantalón de su pijama. ¿Qué diablos estaba haciendo allí en pijama?

Entonces sintió un extraño nudo en su garganta y al instante después estaba frente a la puerta, tenía una extraña superficie de cristal donde vio su reflejo, llevaba la misma camisa que aquel día... el peor día de su vida. Intentó abrirla sin éxito, pero entonces se miró nuevamente al espejo y vio una cadena bastante fina que colgaba de su cuello y una llave en ella, plantada muy cerca de su corazón. ¿De dónde había salido aquello? No encontró respuesta y la única lógica que le vio fue que debería emplearla para abrir la puerta. Revisó la parte izquierda de la puerta donde normalmente estaba la cerradura pero no había nada donde pudiera encajar la llave. Entonces miró el espejo nuevamente y vio una pequeña cerradura en su esquina inferior. Parecía encajar la llave y la introdujo con sumo cuidado.

La puerta se abrió lentamente, son un ruido seco que le puso los pelos de punta. Sus padres... ¿dónde estaban? No había nada tras esa puerta, tan solo un espejo con bordes plateados.

Kagome abrió los ojos lentamente, todo había sido un sueño. Se levantó lentamente de su cama, estaba toda empapada en sudor. Miró a su alrededor, allí seguía todo tal y como ella lo había dejado. La ropa que había llevado el día anterior arrugada sobre el escritorio y el espejo misterioso en el mismo lugar, y esos ojos... un momento... ¿por qué seguían aquellos ojos allí?

-¿Qué eres? –preguntó la chica a los ojos dorados que la miraban de arriba abajo-

-Soy humano, como tú. –contestó simplemente la voz dueña de esos hermosos ojos-

“Esto no puede ser cierto, debo de seguir soñando” se repetía Kagome, mientras se pellizcaba la parte superior de su brazo una y otra vez, esperanzada en despertarse de ese extraño sueño.

-¿Qué haces? –la miró extrañado-

-Calla, no eres real.

-¡Por supuesto que soy real! ¡Acaso no me ves!

-Bueno... en realidad solo veo un par de ojos... –dijo la chica mientras contemplaba el espejo de arriba abajo buscando algo más de la figura de aquel chico-

Los ojos se cerraron unos instantes y entonces apareció un chico completo en el espejo, con ropa y todo, aunque estaba un poco extraña... Llevaba un haori rojo y una katana en su cinto.

-¿Ahora mejor?

Dicho esto una mano comenzó a salir del espejo y tras ella el resto del cuerpo del chico.

Kagome parpadeó un par de veces y posó su mano derecha sobre su frente para comprobar que no tenía fiebre y estaba delirando. Tras comprobar que todo estaba en lugar, la morena se quedó como embobada mirando al joven del espejo.

-No me mires así. –le reprochó el peliplateado-

-¿Cómo te estoy mirando? –preguntó la chica mientras se frotaba los ojos por quinta vez en esa noche-

-Como si no fuese real.

-¿Acaso lo eres?

-Pues claro, ¡no creerás que soy un espejismo!

“Pues claro”, lo había dicho como si fuera lo más normal del mundo. ¿Acaso era ella la rara? Claro, si era muy normal que un chico de pelo plateado te hablara desde un espejo.

-Gracias por salvarme.

Kagome estaba demasiado concentrada en “despertar” y no se dio cuenta de que el chico se había acercado peligrosamente a ella y ahora sus bocas se encontraban a pocos centímetros de distancia. Poco a poco el chico se acercaba a ella, lentamente pues quería disfrutar de cada segundo que durase aquello.

Sus bocas colisionaron y miles de sentimientos encontrados surgieron de pronto del interior de ambos chicos. El ojidorado lamía suavemente los labios de la chica, esperando impaciente a que ella la abriera para buscar en su interior, cosa que no tardó en hacer. La lengua del chico acarició poco a poco hasta el lugar más escondido de su boca, disfrutando de su jugo como si fuera un exquisito manjar. Sus lenguas se entrelazaron en la boca de ella como en un baile lento y profundo, que poco a poco se acaba. El peliplateado se separó poco a poco de ella.

-Me llamo InuYasha.

Y entonces se despertó. Todo había sido un sueño, Kagome se volteó en la cama y siguió durmiendo plácidamente hasta la mañana siguiente.

Con su habitual somnolencia a esas horas, la morena se levantó y se dirigió pesadamente al instituto. Entró normalmente a clase y se sentó en ese estúpido pupitre que odiaba.

La primera clase no era precisamente una de sus asignaturas favoritas, así que no iba ni a esforzarse en prestarle atención, a partir de entonces se dedicaría a dormir. Miró a izquierda y derecha para confirmar que el profesor no la estuviese mirando mientras adoptaba su habitual pose para dormir y entonces lo vio... allí estaba InuYasha, apenas unos pupitres delante del suyo.

FIN​

Cuenta una antigua leyenda que una bruja se encaprichó de un humano y al ver que éste no la correspondía lo encerró tras un espejo, del que solo saldría cuando encontrase el amor verdadero. La bruja creía que era ella el amor verdadero del humano, así que no esperaba que éste saliera nunca de allí.​

Contaban también que la bruja pasaba las horas muertas arreglándose frente al espejo, esperando a que algún día el humano saliera de allí al darse cuenta de su amor por ella, pero ese día nunca llegó.​

Un día uno de los vecinos de la bruja se aventuró a entrar a su casa y la encontró sentada en un sillón frente al espejo, muerta. Desde entonces el espejo ha ido pasando de padres a hijos entre los descendientes de ese campesino.​

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