Kanagawa Odawara

Yuzuki Minami

Cuando Rengo nos pidió que nos cuidáramos también asentí con la cabeza, solo para negar después cuando preguntó si Kuroki no se había ido con su padre y la cuadrilla Harima, en realidad no lo sabía, pero en lo que a mí me concernía pensaba que no. El niño debía seguir en alguna parte de Kamakura, vete a saber dónde en realidad, pero mi mayor preocupación era que se quedara solo y repitiéramos la historia de Kobayashi. No se me apetecía seguirle dando caza a niños, pero si tenía que hacerlo pues se hacía, prefería evitarlo claro.

Igual y estaba siendo exagerada, quién sabe, pero lo de Rengo nos había pateado a todos con la suficiente fuerza para sacudirnos los cimientos, prefería adelantarme a los hechos que lamentar los resultados de no decir nada. De la forma que fuese, mi comentario puso a Rengo en movimiento, dejó los papeles ordenados y me acompañó a la salida para luego ir por Kuroki.

Dijo que nos esperaba, pero que si no regresábamos también lo entendería y que se lo hiciéramos saber, el comentario me hizo suspirar y asentí con la cabeza para que supiera que lo había oído. Supuse que debía haber calidez en sus palabras, pero ahora no había nada y tampoco podía esperarse mucha reacción de mi parte. Igual debía entender que había aceptado al pacto precisamente para volver, para atarme a mí misma, por extraño que sonara.

No nos quedó más que retirarnos, avanzamos a pie hasta Odawara y en el camino le di las gracias a Kohaku por acompañarme. Que sí, había pensado que venir sola era mejor opción y que podía ser un obstáculo en lo que sea que pretendía Rengo, pero tampoco era grosera porque sí con todo el mundo, mucho menos con este chico y la verdad era que ya me estaba mal acostumbrando a su presencia y su calma.

Llegamos por la mañana, el viento que llegaba de la costa era frío, sin embargo el sol prestaba algo de calidez, suficiente para no quejarse. Era una mañana bastante bonita, ¿para qué mentir? Y dejar Kamakura me sirvió para tomar un aire distinto, limpiar lo que sea que tenía dentro al menos un poco.

El viento arrastró el olor de las flores, al acercarnos noté las campanillas de invierno y traté de hacer memoria por si me servían de algo, pero ya estaba visto, lo mío eran los venenos, nada más. Aún así me agaché un momento para echarle un vistazo a algunas, no sé, solo se me apeteció y al incorporarme fue que noté a la mujer mirando el arroyo.

Me acerqué, mera costumbre, y la saludé con una reverencia discreta.

—Buenos días. —Eso de ver aparecer a una mujer cargando dos espadas y a un muchacho enmascarado no debía ser lo que se dice usual, pero esperaba que no nos ganáramos su hostilidad por ello. Igual tampoco pensaba soltarle así de golpe a quiénes buscaba o qué estaba pasando, igual a nadie lo mataba algo de charla—. Las flores y el arroyo, este lugar es muy agradable.

 

Yuzuki Minami

A la pobre sí le pegamos un susto, eso no me lo podría negar, y me tuve que morder la lengua al notar que estuvo a nada de confundir a Kohaku precisamente con las personas que Kato saldría a buscar. Lo mismo que con la familia de Jiin, no pensaba bombardearla a preguntas de primera entrada o al menos era mi intención.

Noté su paso atrás, me quedé quieta dejándole su espacio porque no quería alertarla como para que saliera corriendo como un animal del bosque y fruncí apenas el ceño al escucharla seguir hablando, su pregunta no era lo que esperaba. Asentí con la cabeza bastante despacio y relajé los gestos a voluntad.

—Efectivamente, supongo que me habrá delatado el cabello —contesté y me permití una sonrisa discreta, ya que estábamos me tocaría presentarme—. Aunque no creí que fuese a implicar nada ver a una Minami más allá de Kamakura. Yuzuki, soy la mayor hija de Shiro.

 

Contenido oculto: la encontré de casualidad y pos va

Kohaku Ishikawa

Aguardé con calma hasta que tanto Rengo como Yuzuki abandonaron el santuario. No tenía idea de lo que habían hablado ahí dentro, claro estaba, así que me limité a saludar a ambos, al muchacho en forma de despedida. Nos dijo que si no volvíamos lo entendería, pero al menos de momento no se me ocurría un plan de acción más razonable que ese. Ya estaba visto que me movía según órdenes y voluntades ajenas, sólo haría falta una palabra de Takeda y compañía para enviarme a la otra punta de Japón, pero lo dicho. Además, mal que mal, estas personas eran con quienes más tiempo había compartido. Me sentía cómodo con ellos.

Tras unos breves preparativos abandonamos Kamakura. No iba a negárselo a nadie, de cierta forma fue tranquilizador. Yuzuki me agradeció el haberla acompañado y meneé suavemente la cabeza, concediéndole una sonrisa. No hacía falta pero, claro, tampoco estaba de más. Además, ¿no llevábamos ya unos cuantos viajes compartidos encima? También me había visto sin mi máscara, así hubiera sido bastante a fuerza de voluntad, así que en líneas generales su presencia no me desagradaba ni mucho menos. Lo que había pensado antes, estaba aprendiendo a sentirme cómodo con estas personas.

El clima resultaba agradable, lo suficiente para despejar parte del mal trago que veníamos arrastrando de Kamakura. Detuve a mi yegua junto al arroyo para que pudiera pastar y beber agua si así lo deseaba, y en cuanto Yuzuki se agachó junto a ellas reparé en las campanillas de invierno. Me hice con unas cuantas y, tras erguirme, noté que la chica ya se había acercado a la mujer que parecía local. Su expresión se descompuso brevemente al verme, fue como si me hubiera arrojado una lanza helada que me congeló un instante. Estaba acostumbrado a asustar a niños y ancianos, qué va, pero las palabras que pretendieron brotar de sus labios fueron las que cargaron el peso real de la preocupación.

¿Parecía un demonio carmesí?

De la forma que fuera, se calmó con relativa facilidad y logró conversar con Yuzuki. No me acerqué, así hubiera sido mi plan original, pues no me sentaba bien la idea de incomodarla de ninguna manera. Retuve un suspiro, exhalé por la nariz y regresé junto a mi yegua, para acariciar su crin y aguardar a que el intercambio finalizara.

No había mucho más que pudiera hacer, ¿verdad?

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perdón por la tardanza, been busy

 

Yuzuki Minami

No planeaba decirlo a viva voz de no ser que el momento lo permitiera o algo así, pero imaginé que salir de Kamakura también fue un alivio para Kohaku, al menos eso podía concederle a Rengo. Tal vez le aclaraba un poco la cabeza, eso y darle espacio, imaginaba que lo necesitaba incluso si a veces no se me daba muy bien eso de asumir a las personas que no hablaban mucho.

El caso es que lo noté regresar junto a su yegua, ya venía acostumbrándome también a eso, el chico se apartaba cuando consideraba que no tenía nada que pudiese aportar quizás o lo que fuese. En ese sentido era bastante más educado que yo, que metía las narices a cada rato en donde no me llamaban, igual estuve por llamarlo para presentarlo apropiadamente con la mujer cuando la noté sonreír y acto seguido preguntó si venía por mis hermanas.

Parpadeé varias veces, como tratando de entender lo que acababa de decir, porque esperaba de todo menos eso y cuando lo sopesé solté el aire despacio por la nariz, negando con la cabeza suavemente. No lo sabía siquiera, que ellas estaban allí, pero se me ocurrió que Rengo no me había enviado solo por su sobrino, sino también por ellas y me permití una sonrisa liviana.

—Me encantaría verlas, eso sí —admití con genuina alegría un instante antes de que el niño saliera de los arbustos, estuve a nada de dar un respingo.

El pequeño alzó los brazos y la sonrisa en su rostro estuvo a nada de contagiárseme, la verdad es que era de lo más bonito. Cuando escuché cómo lo llamaba la mujer tomé aire por la nariz, me acerqué a la posición de ambos y husmeé detrás del arbusto solo para notar que como había dicho ella debía presionar más la tierra, la planta estaba un poquito chueca. Se me aflojó una risa suave, ya estaba visto lo débil que era a los niños, y rodeé el arbusto para agacharme otra vez como cuando vi las campanillas de invierno.

Levanté las mangas del haori, cosa de no ir a ensuciarlas, y estiré las manos para presionar mejor la tierra alrededor de la planta, tampoco apliqué demasiada fuerza como para ir a estriparla ni nada. Alcé la vista al pequeño entonces, le dediqué una sonrisa de ojos cerrados y luego regresé la atención a la mujer.

—Disculpa lo indiscreto de la pregunta, ¿eres Kotono? —pregunté desde mi posición antes de sacudirme la tierra de las manos y enderezarme.

 

Yuzuki Minami
Herbolaria

Ni en el mejor de mis sueños habría pensado que conocería a la esposa y a hijo de Jiin en esas condiciones, tampoco que los encontraríamos apenas llegar, pero de alguna manera me alivió no tener que buscar demasiado. Kotono afirmó mientras Yoro se acomodaba mi lado, me imitó y con eso me provocó una ternura inmensa, sin mencionar cómo levantó su mano como para reafirmar lo dicho por ella.

Repasé al niño con la vista, quizás lo rebusqué mucho pero encontré en su carita cierto parecido con Jiin y ni yo supe cómo me contuve de arrastrarlo para darle un abrazo. Así me hubiesen enviado de Kamakura por ellos, la verdad es que me hacía feliz conocerlos al fin, verlos con bien.

Preguntó si nos había enviado Jiin, aunque en sí no me dio mucho espacio para responder y dijo que podríamos hablarlo en la herbolaria, cargó a Yoro sin limpiarle las manos y me di cuenta que la pobre mujer estaba nerviosa que daba gusto. Razones no le faltaban, podría haberle ocurrido algo a Jiin o cualquier otra cosa.

—Ko —llamé al muchacho luego de buscarlo con la mirada e indicarle que se acercara con un movimiento de mano—. Kotono nos llevará a la herbolaria.

Seguí a la mujer, que ya en nuestro destino le dijo a Kohaku que podía dejar a su yegua afuera, y al entrar nos recibieron los olores que ya conocíamos. No tardé nada en notar la presencia de ambas, las repasé con la vista y el pecho se me revolvió de alegría, las lágrimas amenazaron con alcanzarme los ojos y tomé aire para contenerlas, lo mismo el impulso de írmeles encima. Primero quería ver si la concentración se les rompía al oírme o no, e igual tenía cosas que responderle a Kotono.

—No nos envió Jiin, pero hablé con él antes de dejar Kamakura —contesté entonces con calma para decirle sin muchas vueltas que su esposo estaba bien—. El que nos envió fue uno de sus hermanos menores, Rengo, tengo entendido que los conoció cuando Yorokobi era algo más pequeño.

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lloro o lloro

 

Yuzuki Minami
Herbolaria

Con el rabillo del ojo noté que las gemelas volteaban a mirarme apenas oírme, regresé la vista a Kotono y asentí con la cabeza a la pregunta aunque me distraje al ver a Yoro correteando por el espacio. Sonreí más para mí misma que para cualquier otro en la habitación, fue casi un reflejo y solo después abrí la boca.

—Ren, sí. Tuvo que quedarse en Kamakura —respondí sin prisa y me di cuenta que debía darle explicaciones a, bueno, prácticamente todos allí. Honestamente para soltar todo eso la verdad es que a todos nos vendría bien una taza de té o algo—. Kato lo dejó a cargo y nos envió a nosotros dos.

El caso es que las gemelas pretendieron escabullirse, seguro para librarse del regaño que sabían podían comerse, pero Kotono las detuvo en el acto y giré el cuerpo en su dirección por fin. Me miraron y no tardaron nada en justificarse, empezó Himawari y Kyoko terminó la frase, nada fuera de lo normal; tomé aire con cierta fuerza, lo liberé de la misma manera y negué con la cabeza restándole importancia para luego excusarme con Kotono antes de volcar la atención en mis hermanas.

Luego de Kobayashi, de Shizuoka y Kamakura, luego de haber perdido al Rengo que conocía, lo cierto es que no me quedaban energías para regañar a nadie incluso si sentía la necesidad. Era significativamente más grande el alivio que sentía al verlas bien, saber que estaban allí de una pieza, vivas. De ahí que cuando avanzaron hacia mí hice lo mismo, pero estiré los brazos y las envolví a ambas, estrechándolas con cierta fuerza.

Las dejé ir despacio, deslizando el tacto por el brazo de cada una hasta alcanzar sus manos y le di un apretón suave antes de dedicarles una sonrisa amplia, que ya de paso debía servirles para terminar de entender que no iba a regañarlas. Repasé sus facciones con la vista, solo para encontrar todavía más similitudes con las de nuestra madre que antes y suspiré de nuevo.

—Me importa más que estén bien que cualquier otra cosa —dije por fin—. Las extrañé muchísimo.

 

Yuzuki Minami
Herbolaria

Himawari se rompió en el acto, me recordó a mí misma cuando llegamos a Minami y vi a mi madre, me abrazó con fuera de forma que le dediqué una caricia amplia en la espalda, como diciéndole que estaba allí, que estaba bien y podía llorar todo lo que necesitara. La escuché, también a Kyoko que se esforzó en intentar contener las lágrimas sin demasiado éxito.

—Mamá está en Minami, está bien —añadí apenas un instante antes de que Himawari dijera lo de los soldados.

No pude imaginar lo que debieron sentir al verlos avanzar sin siquiera saber si estábamos allí o no, si volverían para arrasar con lo demás como habían hecho con Kamakura. Tomé aire con cierta fuerza y entonces Kotono se sumó a la conversación, dijo que habían seguido las órdenes de Jiin que eran más que sabias teniendo en cuenta las condiciones.

Haberse movido a Kamakura era firmar una sentencia de muerte, la peste del bosque lo decía, y debía insistir que aunque ya Kamakura era una ciudad en decadencia lo de los Taira, lo que habían causado, era diferente con creces. Aún así éramos bestias de guerra, todo ciudadano lo era quisiera o no y aunque arrasaron lo pagaron. Claro, a qué costo.

Tomé aire con cierta fuerza al escuchar la pregunta de una de mis hermanas y volví a acercarme para pasarle el brazo por encima de los hombros, atrayéndola hacia mí antes de contestarle. Cuando dejé ir el aire que acababa de tomar negué despacio con la cabeza.

—Estábamos en Shizuoka, no es mejor teniendo en cuenta que estábamos a mitad de la guerra también. —Froté el brazo de Himawari suavemente, en un intento por consolarla—. Di con Takeda en Tsu y me estuve movilizando con el clan desde entonces, volvimos a Kamakura una vez pero la dejamos antes del ataque. Kato estaba en Shizuoka también, de allí que atacaran mientras no estaba.

Era un resumen bastante compacto del montón de cosas que habían ocurrido, pero si me ponía a contar todo de principio a fin seguramente se nos iba el resto del día y más. Tampoco valía la pena entrar en demasiado detalles de por sí, estábamos allí por otra razón aunque venía a ser lo mismo, una tragedia encima de la otra como era costumbre.

Me separé con cuidado de mi hermana no sin dedicarle una última caricia y crucé los brazos bajos el pecho.

—Rengo tenía que volver a Kamakura, Takeda siguió otro camino con Takano y otros más, y aunque me correspondía acompañarlo opté por regresar. Jiin dejó Kamakura con Kato —comencé con tono suave, no quería alterar a Kotono ni a Yorokobi—, por eso dejaron al menor a cargo. Me pidió ayuda para levantar Kamakura, algo así, nos envió a Kohaku y a mí... Ah, lo siento, ni siquiera presenté a nadie, Dioses. En fin, Kohaku lleva con el clan más tiempo que yo, ¿cierto, Ko?

Me permití una sonrisa a modo de disculpa por acaparar toda la situación, también me salió natural al final porque la verdad confiaba mucho en el muchacho ya para estas alturas. Regresé la atención a la mujer y mis hermanas después, ya que tenía que soltar el motivo de nuestra llegada.

—Rengo nos envió porque cree que la ubicación de Kotono puede estar comprometida, quiere que los lleve a Kamakura.

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perdón por la tardanza aaaaa

 

Kohaku Ishikawa
Herbolaria

Decidí mantenerme al margen de toda la situación, no por autocompasión sino para no alterar o perturbar los ánimos de nadie. Quizá podía ser también que Kamakura me había afectado más de lo que llegaba a comprender, y ya de por sí nunca había sido una persona precisamente sociable. De la forma que fuera, permanecí junto a mi yegua y me distraje con el fluir del río cuando Yuzuki me llamó, indicándome que iríamos a la herbolaria. Asentí, tranquilo, y los seguí a una distancia prudencial; de por sí no podía ir adelante llevando al caballo.

En el camino me distraje con el paisaje, la quietud de la naturaleza y los juegos de luces entre el follaje. La herbolaria me arrojó ciertos recuerdos de mi villa natal y sonreí quedo, enfocándome en atar a la yegua a algún poste. Me tomé mi tiempo para ingresar al establecimiento y cuando lo hice, vi a dos niñas más que parecían ser... ¿eran las hermanas de Yuzuki? Fue inevitable pensar en Chiasa, en Itsuki y Hinata también, pero como siempre lo dejé en mi interior.

Cuanto menos, me alegraba que hubiera personas capaces de reencontrarse con su familia.

Permanecí al margen, con la espalda apoyada junto a la puerta de entrada. No vi necesario ni prudente inmiscuirme, cuando Yuzuki volteó a verme me limité a asentir y seguí prestando atención al intercambio. Habíamos dado con la familia de Jiin mucho más rápido de lo que jamás habría imaginado, suponía que era algo bueno. En eso estaba pensando cuando Chiasa, como siempre, se bajó de mi hombro y correteó hasta donde estaban los niños. Giró entre Himawari y Kyoko, se alternó para mirarlas un par de veces y finalmente trepó hasta el mostrador de la herbolaria y desde allí olfateó el aire, reparando en Yorokubi. Chilló, alegre, y agitó la colita. Sonreí enternecido. Debía estar de lo más contenta rodeada de niños.

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puro relleno sólo para que luego no se me acumule mucho nada, pueden proseguir (?

 

Yuzuki Minami
Herbolaria

Negué con la cabeza suavemente al escuchar el agradecimiento de Kotono y puse la atención en Yoro, el niño tenía un montón de emociones a su alrededor, imitó algunas y finalmente estiró los brazos hacia su madre. Fue cuando noté el talismán, asumí que era el que la había dado Rengo en su momento y respiré con cierta pesadez al pensar que su tío ya no era el mismo.

—Las condiciones... lo obligaron a tomar ciertas decisiones —dije respecto al menor de los Harima y estiré la mano hacia Yoro en brazos de su madre, alcancé el talismán, me permití una sonrisa algo apagada y le dediqué una caricia al pequeño, cosa de nada—. Rengo quizás esté ocupado, pero puedo cuidar a Yoro si hace falta, de por sí Jiin es casi mi hermano.

No había hecho un pacto para mantener al niño seguro porque sí.

Himawari dijo que nos acompañarían, Kyoko no parecía convencida y dijo que quizás era mejor que fuesen a Minami con mamá, en ese momento la verdad no sabía qué era mejor opción. Si era por su seguridad sabía que conmigo o con mamá estarían perfectamente, las cuidábamos de la misma manera, así que todo yacía en qué era lo que ellas querían en realidad.

Suspiré con cierta pesadez y giré el rostro en dirección a mis hermanas.

—Como ustedes gusten, el panorama en Kamakura no es especialmente agradable como deben imaginar y si no quieren volver sería comprensible —dije con calma—. Pero también es cierto que no está Kato, es... diferente responder ante Rengo que ante Kato. Pueden acompañarnos si es lo que quieren, yo estaría contenta de que estén conmigo, pero también estaría bien que vean a mamá.

Me distraje de repente al notar a Chiasa, se había detenido entre las gemelas y luego reparó en Yoro, lo que me dio una ternura exagerada. Se veía que no solo a mí me gustaban los niños.

 

Yuzuki Minami
Herbolaria

Tanto Yoro como mis hermanas se entretuvieron con la ardilla al instante, la escena me sacó una sonrisa, la decisión de las gemelas estaba pendiente pero lo que era seguro es que volveríamos a Kamakura pronto al menos con Kotono y el pequeño como correspondía. Era el plan, pero honestamente ya debíamos estar acostumbrados a que las cosas no salieran como las organizábamos.

El golpe de las puertas corredizas me hizo reaccionar con la velocidad usual, giré en mi posición, desvainé el colmillo después de indicarle con un movimiento a mis hermanas y Kotono que retrocedieran. No me di cuenta, pero fruncí el ceño y cuando escuché a uno de los enmascarados hablar lo que me salió del centro del pecho estuvo a nada de ser un gruñido.

La madera era roja y la katana ya goteaba sangre.

Mi familia estaba allí, también la de Jiin y si querían siquiera intentar acabar con ellos iban a tener que pasarme por encima, eso se sabía. Ahora más que nunca agradecía que Rengo hubiese pensado en enviar a Kohaku conmigo, pero eso no se lograba con solo un par de manos y no iba a negarlo. De haber estado sola, bueno, seguramente tendríamos que darnos por muertos.

No dije nada, lancé el primer ataque porque de por sí esta gente no estaba aquí para dialogar.

>>Enmascarado 1.

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los dados, mis enemigos ancestrales

y un lvl 5, pedazo de combo del desastre pERMISO PRIMER ESQUIVE DESDE QUE INICIÉ EN EL ROL (???

 

Kohaku Ishikawa
Herbolaria

Los ánimos fluían realmente tranquilos allí dentro, incluso con la presencia de tres niños. Era como... como el correr de un arroyo en otoño, quizá, sin prisas innecesarias ni tempestades que lo perturbaran. Y quizá fue eso, quizá fue el instante de paz antes de la tormenta y quizá fuera locura o no, pero creí olisquearlo en el aire un segundo antes de que las puertas a mi lado salieran volando.

Que el primer rayo estaba a punto de rasgar el cielo.

Me sobresalté, mi cuerpo reaccionó de inmediato y avancé en dirección a los niños, girándome en un suspiro para enfrentar a los intrusos y proteger al resto. Desenvainé la katana y, por un instante, el corazón me dio un vuelco al detallar las máscaras que llevaban puestas. Eran diferentes a la mía, cierto, pero no podría culpar a nadie por sentir temor al verme. Una de sus espadas ya goteaba sangre y sentí un breve chispazo de ira, de frustración también, correrme por el cuerpo.

Ningún niño debería tener que ver algo como esto.

—Trata de que no miren —fue lo único que solté al aire antes de unirme a Yuzuki para pelear contra los enmascarados.

Probablemente no tuviera sentido, probablemente esos niños ya hubieran tenido que vivir muy de cerca todo lo que esta guerra, lo que el desequilibrio del mundo venía acarreando. Pero vaya, muchas veces de intentos frustrados uno vivía y si dejaba de intentar, entonces ¿qué le quedaba? Yo ya no tenía opción, ya no podía proteger a los míos, pero quizá fuera posible ahorrarle estos recuerdos a esos pequeños. Me empeñaba en creer que era posible.

>> Enmascarado 2