Obsesión oculta.

Tema en 'Relatos' iniciado por Death kiss, 21 Abril 2012.

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    Death kiss

    Death kiss Entusiasta

    Sagitario
    Miembro desde:
    11 Octubre 2010
    Mensajes:
    165
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Obsesión oculta.
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1287
    Frase elegida: "Cuando llego mi madre vimos el cielo abierto".
    N° de Palabras: 1.280
    Título: Obsesión oculta.


    – ¡Susanna ven aquí! Te necesito, quiero que vengas a mí. ¿Por qué no me dejas entrar?

    –No quiero verlo, entiéndalo por favor. Pienso en mis padres, en su esposa y en mi misma Señor Olivier, yo no le correspondo y para serle sincera usted me desagrada. –Le dije mirándolo por la ventanilla de la puerta intentando sobreponer la firmeza entre mi temor.

    –Pero tú debes estar conmigo, tú me perteneces. Nadie nunca te va amar como yo. ¿Por qué no eres capaz de comprenderlo? Yo te amo Susanna Isabella Marín López.

    – ¿Está consciente de todo lo que acaba de decir Señor? Lo siento pero usted necesita ayuda profesional, entienda que yo no siento nada por usted más que respeto, para evitar mayores problemas esta será la última vez que me vea. ¡Retírese ahora de mi casa! –Exclamé cerrando la pequeña ventanilla con rapidez absoluta.

    – Mi amor ¡yo sé que te encuentras ahí! No te iras por que también me amas, no me dejarás, lo sé y ¡No te dejaré irte! –Empezó a golpear la puerta con las manos y a propinarle patadas; yo entré en pánico, mi mente se vio manchada por una mezcla de pensamientos que sin duda enfermaban. –Abre la maldita puerta, sé que estas allí, escucho tu respiración o al menos la imagino, ¡ya ni lo sé! Tú me has vuelto loco por ti, te pienso tanto, sé que tú también me deseas. No pienses en mi esposa ni en tus padres, sólo siente esto que nos une. ¡Abre la puerta pequeña, ábrela! Ábrela para que podamos estar juntos, ábrela ahora mi vida… debo tenerte, hacerte mía una y otra vez.

    La intensidad con que pateaba la puerta crecía conforme las palabras iban saliendo de su boca. Me sentía asquerosa conociendo las intenciones del Señor Olivier, ¡yo no hice nada para gustarle! ¿por qué esta persona tan admirable se fijaba en mí: la jirafa intelectual de la clase? Al fin comprendía sus miradas inquisitivas cuando exponía algún tema en clase, parecía desnudarme detrás de esas gafas bifocales pero yo no le daba importancia al tema, él era una persona muy recta y yo aunque no soy fea sino lo contrario, no destaco ni tampoco lo quisiera.

    Entonces llegó a mí el pensamiento que de haber asistido sólo una vez a sus clases “particulares”, él se hubiese aprovechado de mí sin compasión. Yo no soy débil ni estúpida como para dejarle camino libre, de cualquier manera me hubiese defendido pero este hombre era mucho más fuerte que yo, era una persona joven e incluso atractiva, no lo negaré. De hecho si no fuese mi profesor si no estuviera casado y en vez de acosarme de esa manera se hubiese dedicado a conquistarme, entre otras cosas… yo hubiese aceptado salir con él. Pero la realidad era distinta.

    Las lágrimas que derramaba me quemaban porque me recordaban el poco tiempo de vida que le quedaba a la puerta. Sin embargo, el miedo me estaba paralizando detrás de esa puerta que pronto sería derribada por aquella monstruosidad que recién se me mostraba como tal.

    – ¡Vallase! ¡Yo no lo quiero ni le correspondo de ninguna manera! –supliqué entre gritos y amargos sollozos.

    –Mi amor no llores, yo sólo quiero amarte, sólo quiero protegerte mi vida, besarte hasta que nos falle la respiración a ambos, hacerte mía como nunca lo has sido de nadie y como jamás lo volverás a ser.

    – ¡Vallase, vallase! Llamaré a la policía, ¡vallase ahora! –le gritaba cada vez más desesperada, el crujir de la puerta iba en ascenso.

    Se río por un momento y me dijo:

    –Ay mi pequeña Susanna, ¡qué graciosa! ¿Sabes algo? Puedes llamar a la policía y no vendrían, de todas maneras ¿qué les dirías? ¿Acaso les dirás qué tu profesor de filosofía esta interesado en ti: una jovencita de 19 años? ¿Les dirás que te amo, que he venido a buscarte para fugarnos juntos, que soy capaz de dejar a mi esposa y mi vida entera por ti? ¡Dime! ¡Dime qué les dirás! Ansío saberlo, soy curioso, lo sabes mi vida.

    Susanna rodó un estante tapando la puerta, esto le daría más tiempo "a salvo" para pensar un escape. Su sentido de supervivencia se activó milagrosamente, tomó el teléfono y llamó a la policía, su voz entrecortada y notablemente afligida los alarmó, la tranquilizaron un poco pero el hombre seguía golpeando la puerta y desatando lo que para ella eran en aquel momento viles palabras sin sentido.

    Fue a la cocina y agarró el bate de beisbol que su hermano había dejado tirado en el piso; se dirigió a la puerta y le gritó al hombre:

    – ¡Te dije que te fueras! ¡No te quiero ver nunca más! ¡Entiéndelo pervertido del demonio! ¡vete!

    –No mientas mi amor, yo sé que tu me amas tanto como yo a ti, tienes que estar conmigo, es nuestro destino; lo supe desde la primera vez que te vi hace 5 meses, 2 dias y 8 horas… desde ese momento lo he estado planeando. No me digas que no me quieres, yo lo vi en tus ojos, sé que tienes miedo por mi esposa y tus padres, pero amor no te preocupes… ven aquí, quiero estrecharte entre mis brazos, darte toda mi seguridad.

    –Ya vendrá la policía, lo meterán a la cárcel Señor Olivier ¡Vallase ahora que puede y déjeme en paz! Yo no lo quiero, lo desprecio, lo odio, es un ser mentiroso, yo lo admiraba tanto y ahora lo repudio con todas las fuerzas de mi asqueroso corazón. ¡Vallase ahora mismo Señor! ¡Vallase maldito bastardo! No sabe cuanto lo odio… –Se me quebró la voz en la última frase, quizás porque en realidad no lo odiaba; a tal momento no podía odiar a nadie, mi cuerpo estaba inundado de una fúnebre sensación llamada miedo.

    Rompió la puerta y se esforzó en mover el estante; con el bate le pegaba en las manos pero él continuaba empujando a pesar del dolor. En mi desesperación le gritaba insultos y lo golpeaba con locura, lágrimas caían desparramadas de mis ojos como la sangre se derramaba ahora de sus manos de hombre fuerte.

    –¿Por qué me golpeas mi amor? ¿Es qué acaso no quieres estar conmigo? ¿Te interesa otro? –Me preguntó completamente ofendido pero no dejaba de forcejear conmigo y el estante.

    En eso escuché la sirena policíaca y me deje caer al suelo, el sonido del impacto del bate contra el piso me aturdió un poco más pero sentí tanto alivio; esa rara alarma de los policías fue como escuchar a los ángeles cantándome su gloria y mi salvación, ya no tenía que luchar, podía sentirme a salvo, ahora si lo estaba.

    El hombre dejo de empujar el estante pero empezó a reírse descontroladamente, yo no entendía el motivo de su risa, pretendí que no me importará pero me desquiciaba, más aún cuando lo escuché decir:

    – ¡Pronto nos veremos mi amor! ¡Recuerda: tú vas a ser mía y nada ni nadie va a evitarlo!

    Los policías lo esposaron y lo hicieron entrar a la patrulla. El muy maldito me miraba por la ventana del auto con malicia pero noté que frunció el ceño cuando uno de los funcionarios me levantó del suelo casi cargándome, yo había caído desfallecida y no tenía fuerzas mentales como para realizar ninguna actividad.

    Todo aquello me había tomado por sorpresa pero me sentí aliviada porque reaccioné a tiempo. La sensación que me inundó por completo al escuchar la sirena de la patrulla fue indescriptible, vi el cielo abierto mientras que el abismo a mis pies se cerraba sin mí.
     
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