Exterior Observatorio

Tema en 'Planta baja' iniciado por Gigi Blanche, 28 Junio 2022.

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    Gigi Blanche

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    Jezebel recuperó su bento y distraje mis ojos en el librero frente a mí durante algunos segundos, más que nada para no sentir (o hacerle sentir) que la miraba mucho. Tenía la neurona un poco espesa, y en esta clase de situaciones tendía a preocuparme un poco en exceso justamente por sentir que estaba menos afilado que de costumbre, que podría meter la pata o cagarla con facilidad. La voz de la chica, sin embargo, me hizo regresar los ojos a su rostro. Alcé ligeramente las cejas al saber que formaba parte del club de lectura y le sonreí, en una suerte de "¿en serio?" silencioso; no porque me sorprendiera, sólo pretendía acompañar su respuesta con el interés que merecía. La mención de mi no-cara de lector me arrancó una risa entre dientes, divertida y resignada.

    —Ahí me atrapaste —reconocí—. El último libro que debo haber pretendido leer fue... en primaria. De pequeño leía mucho, en el medio no sé qué pasó.

    Y no me refería al desastre que era todo desde el año pasado e incluso el anterior, esa excusa habría sido válida y comprensible. ¿Qué había ocurrido? Tenía recuerdos de mí mismo, de un enano insoportable que hablaba hasta con las paredes y siempre se peleaba con su hermano. ¿En qué momento me había callado? ¿Desde cuándo temía encontrar una mina inactiva debajo de cada baldosa?

    —¿Qué hacen en el club? —le pregunté, pensé que lo había formulado sin información suficiente y mi sonrisa pretendió disculparme—. Quiero decir, sé que me dijiste que no has ido últimamente, ¿pero qué solían hacer?

    Me costaba imaginar las actividades de un pasatiempo que en sí mismo era tan solitario, ¿se juntaban a leer y ya? Eso no era... ¿un poco raro? Podría haberle preguntado por sus ausencias, también, pero no lo vi prudente. Al ofrecerme de su almuerzo bajé la vista a la comida y sentí un pinchazo de culpa, o quizá fuera uno de los tantos espejos que evitaba. Sabía que estaba así por comer poco, era ridículamente sencillo, pero tampoco sentía hambre. Le sonreí, entonces, y meneé la cabeza con suavidad. Le di otro sorbo al agua.

    —Ya comí, sí —mentí como un imbécil.

    La voz de Dunn se coló en el silencio y eso de "Jez contra el mundo" me arrancó una risa silenciosa que solté mirando a la chica. Ko le echó un vistazo a los alrededores de la torre antes de contestar.

    —No, es la primera vez. Por eso dijimos de venir aquí, de hecho. Es... bastante peculiar, sí. —Estiró el cuello hacia el hueco de la escalera, así le quedara lejos—. ¿Y se supone que arriba está el telescopio? —Miró a Dunn con una mezcla de intención e ilusión bastante evidente—. ¿Tú subiste, Cay Cay?
     
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    Zireael

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    Quizás no sintiera que Kakeru me estaba mirando demasiado porque yo misma iba a gastar al pobre chico o porque en sí no le prestaba mucha atención a esas cosas, ni idea, el asunto era que no le estaba llevando el apunte a eso ni por asomo. Su preocupación era, pues eso, suya. Eran cosas en las que uno a veces pensaba de más cuando se sentía menos despierto, menos funcional; la cabeza hacía cosas raras bajo ciertas condiciones. Puede que lo supiera mejor de lo que me gustaría admitir.

    Recibí su sonrisa que fungió de un "¿En serio?" a lo del club de lectura, luego la risa que le sacó mi apunte de que no tenía pinta de lector y lo escuché. Que de pequeño leía mucho, luego no supo qué pasó en medio y se me ocurrió que nadie lo sabía en realidad, que muchas cosas se quedaban olvidadas en ese espacio. Iban desde costumbres y hábitos hasta recuerdos completos.

    Buenos o malos, la memoria los cancelaba sin distinción.

    —¿Y te leerías un cuento chiquito si te lo recomiendo? —pregunté medio porque sí—. O te lo leo yo alguna vez. Es igual.

    La imagen mental, de cualquier forma, me hizo reír un poco y la dejé suspendida en el aire. A ciencia cierta no sabía hasta dónde estaba hablando para distraerlo de su malestar, uno que en mi cabeza todavía era solo físico, pero no era algo raro en sí que acudiera a esa herramienta. La usaba con mis primos, con Al, puede que incluso conmigo misma.

    Leía para escuchar una voz que no fuese mía.

    —¿En el club? Acordábamos un libro a leer por lo general, pero realmente no era algo demasiado cerrado. Al menos yo no lo entendía así, si se leen varias cosas a la vez nada nos impide conversar al respecto —comencé a explicar, balanceando las piernas, y aunque noté su sonrisa de disculpa solo mantuve la mía de siempre, tranquila. No quería volverlo demasiado consciente de sí, bueno, más—. En cierta forma se puede pensar como mirar series y luego discutirlas con tus amigos. Tal vez sea un poco raro, un pasatiempo en general solitario vuelto club, pero a veces se está bien solo compartiendo espacio con los demás incluso en silencio.

    Me había dicho que ya había comido, si le creía o no pues eso ya era otro tema, era él quien trazaba sus propios límites. Sin embargo, era cierto que los límites propios a veces no nos ayudaban en lo más mínimo.

    —Me alegra poder conversar contigo —dije un poco de la nada, pero la sonrisa me entrecerró los ojos—. Es un poco tonto viendo que somos compañeros de clase y eso, pero me había quedado la idea de hablarte un poco más luego del campamento.

    La conversación de los muchachos me siguió alcanzando, las preguntas de Ishikawa casi me ayudaron a leerle la mente a Cayden y alcancé el jugo que se había comprado para extenderlo en su dirección apenas un segundo antes de que su cuerpo se despegara del escritorio. Era mucho más fácil de predecir con su amigo que solo, eso había que reconocerlo, eso y que así de distraído se habría olvidado la cabeza de no tenerla pegada al cuello.

    En fin, que recibió el jugo, se lo acomodó bajo el brazo y con la mano libre pescó a su amigo. Empezó a arrastrarse a la criatura hacia la escalera luego de haberse desaparecido medio sándwich de algunos bocados.

    —No he ido a husmear. Subamos a ver —soltó con una ilusión bastante parecida a la que había notado en Ishikawa—. Vamos, vamos.

    De repente pareció recordar nuestra existencia y giró la cabeza antes de seguir su... ¿Secuestro voluntario? No formuló una pregunta ni nada, solo nos miró y le sonreí para hacerle saber que estábamos bien, que podía irse sin preocuparse. No sabía yo de su metida de pata con Kakeru ni nada, para variar, pero dudaba que fuese lo bastante insensible para no haberse preocupado por la forma en que Kohaku lo mandó a sentarse y todo el asunto del sol en sí. Aunque igual tenía fragmentos sueltos de otras cosas que le daban más contexto que a mí.
     
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    Gigi Blanche

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    ¿Un cuento corto? La idea, o quizá la forma en que lo dijo me resultó bastante tierna, además de haberme sorprendido un poco. Había apenas alzado las cejas y sentí mis facciones suavizarse cuando propuso que incluso podría leérmelo ella misma. Me recordó a Verónica en cierta forma, más allá de las evidentes similitudes físicas, y me incliné un par de centímetros en su dirección.

    —¿Me leerías un cuento chiquito? —busqué saber, aún si acababa de ofrecérmelo, y la sonrisa me cerró los ojos un segundo antes de seguir hablando—. ¿Cuál tienes en mente?

    El gesto, quizá, cargó una gratitud implícita. Luego me contó lo que hacían en el club de lectura, cosa que... tenía bastante sentido, ahora que lo decía, y la comparación con las series lo volvió aún más claro. Me habría gustado responderle algo interesante, pero no se me ocurrió nada y tuve que limitarme a un breve "ya veo". Mi experiencia con los clubes era peculiar, por decir algo, y en general no... no hablaba demasiado de mí mismo o de lo que veía en casa. Ni siquiera estaba seguro por qué. El recuerdo que más se le parecía eran las tardes que nos echábamos con Hayato viendo películas random, programas de supervivencia o esta porquería de los controles de drogas en los aeropuertos. Habíamos pasado por muchísimas etapas, si lo pensaba con detenimiento. Los documentales históricos, los reality de reconstrucción de casas, los programas de cocina aleatorios, los de granja o los rescatistas de perros. Habíamos tenido hasta una época de las Kardashian, por favor.

    Quizá me enfrasqué en esos recuerdos sin darme cuenta. Jezebel volvió a hablarme y parpadeé, reconectando con el mundo y procesando sus palabras con un ligero delay. Busqué sus ojos, algo confundido, y su sonrisa le dio un énfasis a su honestidad que se sintió... algo extraño. No me incomodaba, sólo tuve que hacer el esfuerzo consciente de apartar ciertos pensamientos de mierda. Enfocarse en lo importante. Necesitaba enfocarme en lo importante.

    En lo que era real.

    —Dicen que no hay mal que por bien no venga —murmuré, y así fuera artificial, quise creer que sus palabras me habían causado una chispa de alegría genuina—. Al final todo fue un plan secreto del sol para reunirnos aquí. "¿Cómo puede ser? Estos chicos que no hablan desde el campamento, ¿a ti te parece? Tendré que hacer algo al respecto, no se diga más".

    La voz del sol era grave y algo teatral, y me monté en el escenario con la única intención de aportar algo más animado y divertido a la conversación. En cierta forma sentía la responsabilidad de retribuir sus intenciones. Los muchachos de repente armaron cierto alboroto, Jezebel le alcanzó su jugo a Cayden y los vi marcharse con una sonrisa plantada en los labios. Ko tampoco hablaba mucho de sí mismo ni de su época con los chacales, pero Rei sí era una cacatúa y lo conocía de toda la vida. Había una porción de él que había permanecido atada a esos recuerdos, a esas personas, y me alegraba que, al menos, hubiera logrado reencontrarse con alguno de ellos.


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    Mi sugerencia le metió a Cay un chute de energía en el cuerpo, o al menos así me lo pareció a mí. Seguí sus movimientos con una sonrisa divertida al despegarse del escritorio y noté que Jezebel le alcanzaba el jugo. En ese momento reparé en ellos, lo hice de forma más consciente, quería decir, y me relajé. No podía hacer ningún milagro por Kakeru, ni yo ni nadie, pero me habían estado alcanzando los resabios de su conversación con la chica y quise creer que, de momento, no había nada más.

    Total que Cay alcanzó mi brazo y me arrastró hacia la escalera, arrancándome una risa liviana. Era de caracol y la subí con cierto cuidado, que los peldaños de esas solían ser chiquitos y a mí me daba algo de impresión. El piso de arriba respetaba el estilo que habíamos visto abajo y, evidentemente, la atención se la llevaba el enorme telescopio instalado al medio. Alcé la vista a la cúpula de vidrio, cuán turquesa se veía el cielo, y repasé también las farolas ancladas a la pared y... ¿hiedras? Me acerqué para comprobar si eran reales y me reí en voz baja al acariciar las hojas entre mis dedos. La gente de esta escuela era muy excéntrica.

    Acabé sentándome en la super silla del telescopio, lo hice aún si no correspondía y siquiera me preocupó el detalle. Era giratoria, por lo que comencé a mecerme de lado a lado suavemente y seguí mirando en todas direcciones, con los brazos relajados sobre mis piernas.

    —Jamás en mi vida usé un telescopio —advertí, pensativo, y miré a Cayden con la pregunta implícita en mis ojos.
     
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    Zireael

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    Kakeru preguntó si le leería el cuento, lo hizo luego de inclinarse un poco en mi dirección y el cuadro general me dio algo de ternura; volvía a lo mismo del campamento, parecía un muchacho bastante dulce. El asunto fue que dije que sí con la cabeza, sonriendo, y mientras le daba vueltas a mis posibilidades fui comiendo un poco más. Al final volví a las opciones de siempre, porque le había tomado afecto al libro este de los cuentos nórdicos.

    —El gato en el Dovrefjell —dije después de darle vueltas un rato—. Es un cuento noruego bastante corto. Cuenta la historia de un hombre que atrapó un oso, pidió posada en una casa y el dueño le dijo que no podía quedarse porque en Navidad siempre llegaba un grupo de trolls, que no tenía espacio ni para él mismo. El hombre del oso se queda de todas formas y uno de los trolls confunde al oso con un gato al ir a darle de comer mientras estaba junto al fuego. El resto no te lo cuento porque te arruino el final, ¡y ahora se supone que te lo lea!

    No esperé grandes respuestas a mi explicación del club, así que di el tema por cerrado, aunque cuando volví a hablarle me dio la sensación de que le interrumpí un pensamiento. Sonreí, calmada, y lo dejé procesar mis palabras a la velocidad que tuviera que hacerlo. Entre los... inconvenientes de los últimos días, con Altan distante y Adara usando a Fiorella de mensajera en vez de escribirme directamente me pregunté hasta dónde no me quedé aquí sentada con Kakeru porque con él sí podía conversar.

    Hasta dónde mi compañía era verdaderamente desinteresada.

    Fue un pensamiento venido de la nada, surgían de vez en cuando, y lo bateé apenas lo oí hablar de nuevo. De repente el sol era una criatura pensante que, encima de eso, había planeado un complot para reunirnos aquí. Uno podría juzgar el método, pero no los resultados, qué va.

    —El Señor Sol igual podría haber sido más amable. —Me quejé y crucé los brazos un momento, de lo más indignada—. Usó medidas un poco extremas, aunque no hay que negar que funcionó.

    Cay se llevó a Ishikawa, escuché al segundo reírse y pensé que, bueno, todos teníamos a nuestras personas, nuestros días y nuestros lugares. Los teníamos incluso cuando a veces entrábamos a estas torres y parecíamos aliviados por su silencio, por sus paredes y su distancia del mundo. Incluso cuando olvidábamos todo y creíamos que realmente estábamos tan solos como nos sentíamos.

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    Al entrar en la torre me sentí extrañamente tranquilo, fue como si cancelara un ruido que, quisiera o no, siempre estaba presente en el mundo. Observé el espacio, me desconecté y no fui del todo consciente de que había cantado el trozo de una canción hasta que el eco, liviano, volvió a mí y por alguna razón pensé que otro día podía decirle a Ko de venir aquí. El sitio era un poco el epítome de la excentricidad, pero era bonito en su esencia.

    No hizo falta igual, el niño se materializó de repente con Fujiwara como invocado aunque solo me di cuenta cuando habló y saqué la cabeza del libro antes de que terminara de llamarme, era posible que dijera media sílaba y reconociera su voz de todas formas. No supe si tragarme del todo lo de la insolación, eso sí, pero apenas vi que Jez se sentó junto a Kakeru digamos que me quedé más tranquilo; podía haberme portado de forma cuestionable con él, no iba a negarlo, pero tampoco quería que le diera un soponcio por ahí ni nada.

    Ya después me enfoqué en Ko, pues porque era una criatura simple en mis costumbres, y cuando noté la intención de su pregunta me vine un poco encima. Jezebel me alcanzó el jugo que ya no recordaba que existía, pesqué a Ko y luego de asegurarme de que Fujiwara seguía vivo con Jez me secuestré al niño que básicamente había pedido ser secuestrado. Lo solté para subir la escalera, no fuese a ser que nos matáramos por mi culpa.

    —Eh, cuidado te caes, grandpa —lo molesté al notar que subía la escalera con cuidado.

    Total que la parte de arriba conservaba la línea de la planta de abajo y volví a recorrer el espacio con la vista aún así. Dejé lo que me quedaba del sándwich en el borde de uno de los estantes, abrí el jugo y bebí mientras me distraía con el telescopio, las paredes, las farolas y todo lo demás; también noté a Ko acercarse a las hiedras y como tocó las hojas supuse que quiso confirmar si eran de verdad. Al final se sentó en la silla del telescopio y me hizo algo de gracia, con semejante armatoste me dio la sensación de que se veía pequeñito.

    Bebí algo más del jugo, luego dejé la cajita junto al sándwich y me acerqué a Kohaku, que se estaba meciendo la silla. Reí por lo bajo, husmeé el telescopio y luego lo miré a él. No había manera de que supiera usar esa cosa, así que me distraje bastante rápido, busqué las manos de Ko, las sujeté y básicamente usé el punto de conexión para seguirlo meciendo de un lado al otro en la silla, despacio.

    —Yo tampoco. ¿Sabes cómo funcionan? —Fue una pregunta sin tiempo de respuesta y escarbé un poco en la memoria, quizás tuve que escarbar bastante en realidad. Luego empecé a hablar en voz baja—. Creo que eso se ve en física, no me acuerdo. Algunos captan luz y la enfocan, otros la quiebran y la llevan a un punto de foco, también están los que funcionan en un juego de espejos. Estoy casi seguro de que no cualquier telescopio, ni aunque sea así de aparatoso, se puede usar de día, pero no me hagas mucho caso.

    Seguí meciéndolo, tranquilo, y acabé por sonreírle sin ser de todo consciente de ello.

    —¿Sabes algo de estrellas siquiera? —Busqué saber, tragándome una risilla—. Aunque eres el cloudy baby, eso tiene que ver con el cielo, pero no dice estrellas en ningún sitio ahora que lo pienso.
     
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    El cuento que mencionó no me sonó de nada, especificó que era noruego y me pregunté si ella, por decantación, sería también de allí. La sinopsis se oía sencilla y la idea de confundir un oso con un gato me hizo soltar el aire en una suerte de risa breve. ¿Era siquiera posible estar tan ciego? La cuestión fue que dejó el asunto allí, en pleno suspenso, y me pregunté qué clase de desenlace podía tener una historia sobre trolls, osos y humanos apiñados en Navidad. No confiaba en las tradiciones nórdicas de por sí, los tipos estaban muy tranquilos y de repente comenzaban a decapitarse y beber la sangre ajena.

    —Puede terminar muy bien o muy mal —respondí, ligeramente divertido, y acompañé el sonido afirmativo de un asentimiento de cabeza—. Ahora se supone que me lo leas. No te atreverías a dejarme con la duda mortal, ¿o sí?

    Pretendía ser una broma, evidentemente, pero como no la conocía demasiado lo hice más evidente con el tono de voz. Quizá la tontería del sol siguió el mismo lineamiento y ella se sumó al teatro, mostrándose indignada. Tenía razón, había métodos más amables, pero en algunas ocasiones sólo reaccionábamos con golpes precisos; en otras, ni aún así.

    —Técnicamente fue Ishi quien me arrastró aquí, ¿será cómplice del sol? —propuse, mostrándome tan preocupado como sorprendido ante la pseudo epifanía.

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    —¡Es que los peldaños están muy juntos! —me quejé al instante que me trató de anciano, aunque su ocurrencia rescatada del otro día igual me coló una risa en la voz.

    En líneas generales no me llevaba bien con las alturas, dicho fuera de paso. Tras husmear la planta superior y lanzarme sobre la silla del telescopio, Cay se acercó y buscó mis manos. Preservó el vaivén ligero que estaba efectuando, mantuve la vista en su rostro mientras él le echaba un vistazo al armatoste del frente y lo escuché explicarme los diferentes funcionamientos que poseía. Que podía poseer, más bien. Me conocía el de los espejos, aunque mi conocimiento se limitaba a esa simple frase; ni siquiera sabía si podían usarse de día. Mi única esperanza era acercarme, husmear por la mira y coincidentemente dar con... algo, algo que ni siquiera sería capaz de identificar.

    Siguió socavando mi orgullo de astrónomo, mencionó las estrellas y en su pregunta ya estaba implícita la respuesta que anticipaba recibir... que no se equivocaba. Aún así, sólo por la gracia arrugué el ceño un instante, ofendido.

    —¿Tú sabes? —repliqué, y relajé el semblante con una sonrisa; alcé una de nuestras manos y lo insté a girar una única vez, siendo que la altura de la silla me permitía quedar casi a su estatura—. Nunca le he prestado mucha atención al cielo, la verdad. Ni siquiera creo saberme los planetas en orden. La mejor información que debo poder dar es que el Takamagahara, en teoría, se ubica ahí arriba.
     
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    Zireael

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    Sabía que la idea de confundir un oso con un gato era descabellada en sí misma, pero así eran los cuentos y justo por eso funcionaban. Puede que también en el día a día fuésemos confundiendo figuras con otras, no percibíamos amenaza donde la había y viceversa. Por eso, tal vez, muchas veces nos pasaba lo mismo que a los trolls del cuento.

    Igual lo de dejarlo con la duda mortal me hizo reír y negué con la cabeza con algo de apremio, como si dejarlo con el suspenso fuese un pecado penado con cárcel. No fui del todo consciente de ello, pero me incliné un poco en su dirección y volví a hablar.

    —¿Cómo podría yo dejarte ante tremendo cliffhanger? —Al regresar a mi espacio abrí la botella de agua y darle un sorbo—. Un receso que tengas tiempo me dices y te leo mi maravilloso cuentito nórdico. Hoy dejé el libro en el salón, pero casi siempre lo traigo a la escuela porque me olvido de sacarlo del maletín.

    La broma del sol se estiró y el muchacho de cabello de nube acabó arrastrado de repente, ya que había sido el de la idea entonces no podía ser más que un cómplice del sol. La imagen mental fue simpática, con el pelito color cielo y su apariencia general igual pegaba.

    —Tal vez, ¿se aliaría con el sol por la mañana? Nunca lo sabremos —determiné repentinamente seria y caí en algo de repente—. Yo quise venir aquí, ¿acaso soy sospechosa de complicidad solar también? No puedes saberlo, tal vez lo planeamos entre todos. El plan perfecto, algo extremo, pero perfecto.

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    Su defensa a que lo llamara abuelo de nuevo me hizo reír, no lo molesté más de todas formas y dejé que subiera a su ritmo de anciano para evitar accidentes. Ya arriba seguí minando el pobre orgullo de astrónomo del niño, orgullo que no tenía para empezar, pero arrugó el ceño y me soltó la pregunta que fue más un “¿Y tú sí?” que la frase que había formulado en realidad.

    Me tragué la risa, porque igual me puso suavecito que me instara a girar, y cedí con una facilidad ridícula. Al poder volver a mirarlo sonreí, tranquilo, y escuché su respuesta de que no creía ni saberse los planetas en orden, pero que el Takamagahara en teoría estaba allí arriba. Pues oye, algo que tenía que saber aunque fuese por aproximación.

    —Ah, respuesta de niño de santuario, obviamente tienes razón en eso. Ya que estamos, te recuerdo que el sol es una estrella y por eso nos cagamos de calor afuera —apañé junto a una risa y ahora yo aproveché la silla giratoria para darle una vuelta, mientras seguí hablando—. Pues Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno…

    Como mi punto de saberme los planetas en orden quedó claro acabé soltando una risa, lo mecí un poco más en la silla y al mirarlo suavicé los gestos. Una idea me cruzó la cabeza, también me atravesó el cuerpo y tiré un poco de sus manos en mi dirección antes de darme cuenta, pero no hice nada más. Entre la idea no verbalizada también se me ocurrió que ahora con el cabello de este color, igual sus ojos recordaban un poco al sol a pesar del tono frío de fondo.

    —Las constelaciones tienen todas una estrella más brillante, se clasifican de acuerdo a su brillo percibido desde la Tierra, claro. Pregúntame por qué recuerdo eso y no sé responderte, igual en el cielo si acaso te ubico la Osa Mayor. Como sea, Irlanda poseía sus propios nombres para las constelaciones, es decir, no los tomados por los griegos. Daithí Bán es la figura que se asocia a Orión; Daithí Bán y Orión eran gigantes, ambos cazadores. Mamá me habla de lo que lee por gusto a veces y me gusta oírla, hay cosas que recuerdo y otras no tanto, algunas tienen que ver con el cielo. —De cierta forma sabía que a Ko podía dictarle la lista de la compra y me oiría, puede que por eso pasara de callado a cotorra en dos segundos—. Las deidades irlandesas habitan bajo tierra o bajo el océano en vez de arriba en el cielo, the Otherworld they call it, tiene otros nombres también y diferencias según cada uno. El punto es quizás por eso lo del cielo nocturno quedó como relegado.

    Tremendo monólogo me había mandado de gratis, la verdad, pero que no se dijera que no sabía nada de estrellas. Sonreí, algo apenado por la suerte de verborrea, y acaricié sus manos. La idea de antes me volvió a alcanzar la cabeza y al final, tal vez, dejé de resistirme como me había dicho Arata. Volví a hacerlo girar entonces.

    —Baila conmigo —solté cuando sus ojos ya no podían alcanzarme, sin aviso de ninguna clase, y lo dije casi en un murmuro de hecho—. En la torre medieval, sí. So cliché.


    es maravilloso como me clavé como dos horas de research para luego tener que pasarlo por el filtro de la mononeurona de Cayden y que se perdiera el contenido de la mitad JASJAJS este cacho del post está auspiciado por la torre medieval, the amazing devil and my delusions
     
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    Gigi Blanche

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    Mi suerte de amenaza cumplió su función y seguí con una chispa de diversión la leve urgencia que tuvo su movimiento al sacudir la cabeza. Mencionó llevar el cuento en su maletín, que siempre se olvidaba de quitarlo, y por algún motivo imaginé que esta chica probablemente tuviera hermanos menores. Fue una asociación un poco inconexa, pero que en mi mente tenía cierto sentido. Por lo demás, le sonreí con calma y asentí.

    —Casi nunca tengo planes para el receso, la verdad —admití, me sonó algo bochornoso tras decirlo e intenté fingir demencia—. ¿Cuál dirías que es tu libro favorito?

    ¿Lo haría realmente? ¿Buscarla? Quién sabe. Por eso no me animé a aceptar su invitación de forma directa. No tenía nada que ver con ella ni con su propuesta, sólo... Era la misma sombra que me había atado los tobillos y me impidió buscar a Verónica, o salir de la cama, o haber sido honesto con Anna, o ir a la fiesta como Kou me había pedido. Reptaba y reptaba lentamente hasta cubrirme el cuerpo entero. Un día abría los ojos y ya no podía moverme.

    Al menos por ahora me estaba distrayendo y a duras penas me quedaban energías para preocuparme por lo que pasara cuando volviera a encontrarme a solas. La broma del plan del sol era ridícula y precisamente por eso funcionaba. Jezebel planteó la posibilidad de que ella misma fuera una cómplice del sol, hasta Dunn quizá, y se me ocurrió otra tontería. En vez de fingir sorpresa o decepción, giré el rostro en todas direcciones varias veces y luego me estiré hacia ella, indicándole con un dedo que también se acercara. La miré muy, muy serio, y hablé en un susurro.

    —Aquí no puede verte ni oírte. Si los está obligando a hacer esto, parpadea dos veces.

    El sol estaba pasando de chaotic good a lawful evil, la verdad.


    Kohaku 5.png

    Que destacara que mi respuesta había sido de niño de santuario me dibujó una sonrisita de satisfacción en el rostro, pero también me recordó que el sol era una estrella y volví a arrugar el ceño, medio indignado.

    —Eso sí lo sé —me quejé, habiendo metido el bocadillo a mitad de sus palabras.

    Fue justo antes de que girara mi silla, la tontería me relajó el semblante y lo dejé restregarme sus conocimientos de astronomía. Que el orden de los planetas, que las estrellas y sus nombres irlandeses. Ya la última parte me resultó interesante de veras y olvidé las pullas iniciales. En el medio había jalado suavemente de mis manos, gesto que no interpreté en ninguna dirección particular. Acabé despegando la espalda de la silla en consecuencia y, mientras lo escuchaba, me puse a jugar con la unión de forma distraída. Estiré nuestros brazos hacia los lados, tracé un medio círculo hasta alzarlos, los recogí al centro y así, sin ninguna secuencia concreta.

    —¿Y Tír na nÓg? —pregunté con genuina curiosidad, dudoso de haberlo pronunciado bien.

    Sabía del lugar por videojuegos y tal, y hasta ahora había creído, quizá falsamente, que era donde residían los dioses. Mientras procesaba las palabras de Cayden le eché un vistazo al cielo sobre nuestras cabezas. Si las plegarias de la gente se depositaban allí arriba por la inmensidad e inexorabilidad que representaba, ¿no ocurría lo mismo con las profundidades del océano? En cualquier caso me distraje rápido, pues volvió a girar mi silla y lo desprevenido que me pilló me arrancó una risa suave. A mitad de camino, sin embargo, su voz sonó a mi espalda y, al encontrar sus ojos, los repasé con un chispazo de confusión en los míos.

    Quizá quise asegurarme que lo decía en serio o quizá me había sorprendido a secas. ¿Bailar? ¿Cuándo fue la última vez que había bailado? No lo recordaba, dudaba tener alguna clase de habilidad en el área, pero... Le sonreí, soltando el aire por la nariz, y sin dejar ir sus manos me deslicé fuera de la silla. En cierta forma lo insté a mantenerse pegado a su lugar y una vez estuve de pie frente a él, tan cerca que le podía hasta contar las pestañas, una risa suave me vibró en la garganta.

    —¿El evento se te subió a la cabeza, Cay Cay? —lo molesté, soltándome y apoyando las manos en sus hombros con delicadeza. Las deslicé hasta encastrarlas a ambos lados de su cuello y le sostuve el rostro así, para que me mirara—. Muy bien, acepto el desafío, pero... tendrás que darme un par de lecciones relámpago. —Me reí—. ¿Y poner música, no? ¿O vas a cantarme~?
     
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    Zireael

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    Igual mi gusto por los cuentos infantiles y otro literatura más propia de esa edades venía de que a veces le leía a mis primos, la verdad nunca había hecho la conexión. Algunos eran de lo más extraños, con osos confundidos con gatos o eran los cuentos de los hermanos Grimm que conocía medio mundo en sus versiones más family friendly, su naturaleza era un poco indiferente. Encontraba en las historias cortas algo parecido a la calma.

    Cuando le propuse lo de usar un receso suyo libre admitió que casi nunca tenía planes, pensé en preguntar, pero por la manera en que preguntó lo de mi libro favorito después se me ocurrió que igual prefería que lo dejara fingir demencia y fue lo que hice, más o menos. Quizás fueran sus sonrisas de disculpa de antes, pero volvía a la idea de que este muchacho era un poco demasiado consciente de sí. No que yo pudiera hablar mucho de mi propio defecto, pero se entendía el punto.

    —Entonces eso me da más margen para molestarte cualquier día —solté para buscarle el lado bueno a la cosa que había sonado a sincericidio de su parte y me pensé la respuesta a lo del libro—. Tal vez yo soy muy indecisa, pero elegir un libro favorito es casi tan difícil como pensar en una canción favorita. Todo libro que me provoque algo me gusta y se lleva una nominación al estante de favoritos. Lo último que leí que dije "esto me cambió la vida" fue Un Monstruo Viene a Verme de Patrick Ness. Es una novela para niños, porque no conozco la variedad o algo, pero es... Trata temas muy pesados como la enfermedad, el acoso escolar y así para llevarte a una suerte de punto de inflexión donde te recuerda la importancia de afrontar los sentimientos propios.

    Claro que uno podía ir por ahí leyendo sobre afrontamiento emocional, el camino de la cura y yo qué sabía otras cosas más, pero en la práctica todo se complejizaba. Quizás debía haberle dicho a Altan lo horrible que se sentía que me arrancara de sí como un tumor, a Laila lo mucho que había dolido su vacío cuando solo desapareció o decirle a Adara que me preocupaba más que enviara mensajes con su amiga a que me buscara ella misma, ¿pero qué caso tenía?

    Angustiar más a los que ya estaban colapsando sobre sí mismos.

    Por ahora seguíamos distraídos en el para nada sospechoso complot del sol para que Kakeru chocara conmigo, puede que ni Cay se librara de la complicidad aunque su única colaboración en todo el teatro fuese acceder a acompañarme. El caso fue que lo vi mirar en todas direcciones, como si alguien nos fuese a saltar encima, y me acerqué cuando me hizo la ceña. Traté de conservar la seriedad del caso, pero acabé soltando la risa.

    —¿Y si parpadeo por error y todos acabamos en la cárcel? ¡Vamos a ocupar el abogado que decía Ishikawa-kun! —Soné alarmada y todo—. ¿Y de qué nos van a acusar? ¿De secuestro e insolación? Vas a tener que ir a decir que te trajimos contra tu voluntad y a mí no me parece que te hayamos pegado a la silla con super glue.



    yo que no tengo canciones de chill sabes, estuve una hora dando vueltas en youtube
    Cayden2A.png

    Noté lo indignado que se puso cuando le recordé que el sol era una estrella y sonreí, divertido, cuando me soltó que eso sí lo sabía. No me quedó más que restregarle mi desordenado conocimiento astronómico en mi idioma, es decir, absolutamente parafraseado porque si no no había manera de que recordara nada de eso.

    Cuando tiré un poco de sus manos despegó la espalda de la silla, se puso a jugar con el punto de conexión y lo dejé hacer sin más, como siempre. Fue entonces que preguntó por Tír na nÓg directamente y reí por lo bajo, se le había revuelto la curiosidad con la duda de la pronunciación. Igual puede que Tír na nÓg tuviese una de las pronunciaciones más amables que conocía.

    —Tír na nÓg —repetí, corrigiendo un poco la cosa de todas formas—. Land of the Young. Es uno de los nombres, sí, o una de las partes del Otherworld. Es una isla, creo recordar, donde se dice que habitan deidades irlandesas previas al cristianismo. Los héroes acceden luego de largos viajes o por invitación, a veces a través de la bruma o bajo el agua.

    Otro segmento del monólogo después ya lo había distraído con el segundo giro de la silla. Mi sugerencia, idea, pedido, la cosa que fuera me puso nervioso apenas haberlo soltado y la confusión inicial en la mirada de Ko no ayudó mucho, pero esperé como la gente normal. Al final sonrió, se deslizó fuera de la silla sin soltar mis manos y me quedé clavado en mi espacio, quedamos tan cerca que habría podido contarle cada ceja. Apenas se rio aflojé la tensión del cuerpo, me soltó las manos, las llevó a mis hombros y las mías encontraron su cuerpo en piloto automático.

    Oh, shut up —respondí cuando preguntó si el evento se me había subido a la cabeza y sentí que la sangre se me agalopó al rostro—. Si lo dices así suena a que me dio fiebre y me volví loco.

    El niño me había sujetado para que lo mirara, así se comió todo el bochorno en primera fila, primerísima de hecho, y respiré por la nariz cuando me dijo lo de las lecciones relámpago, también lo de la música. Bueno, yo solo había pedido un capricho sin pensar en la big picture, ¿quién pensaba en la música? No yo, estaba clarísimo.

    —En vistas de que me pusieron a la niña más seria de la escuela durante el evento yo digo que ya me gradué de instructor de baile. Igual el del oído musical aquí eres tú, yo trabajo a punta de vibes —advertí mientras despegaba una mano de él para sacar el móvil.

    Bajé y bajé canciones hasta que, ¿hasta que dejó de salirme música edgy y folk? Un poco sí, encontré una canción que medio servía, medio era lo que había y me tragué una risa cuando la puse, la dejé correr porque de por sí el inicio era medio raro. Su pregunta de que si iba a cantarle había sido por fastidiar, porque no se quedaba quieto si no lo hacía, pero pues a veces me daba por seguirle la bola. Aventé el teléfono a la silla con cuidado de que no fuese a dar al suelo, la canción quedó sonando de fondo bastante bajito y busqué los ojos de Ko, regresando la mano a su cintura.

    —Para estar pidiendo lecciones estás picando mucho al maestro, ¿no te parece? —solté con tal de no ser el único molestado en la torre. Tuve que cerrar los ojos un momento para pretender pillar un ritmo que seguir, tragarme la gracia al creer pescar las vibes en cuestión y el vaivén que inicié fue más bien lento. En mi defensa yo pensaba en melodía, ni reflexioné sobre la letra de la canción—. Para no pisarme tienes que adelantar el pie contrario, ocupas el lugar que tenía yo en resumidas cuentas, es un juego de espejos un poco chueco. Easy peasy, right?

    Me reí, mantuve el movimiento dándole tiempo de interiorizar la idea y a mí de tratar de encastrar con el tempo, un par de pasos hacia adelante, de regreso hacia atrás y apenas la fluidez necesaria en el resto del cuerpo para no parecer un tronco. Volví a cerrar los ojos un momento, la sonrisa me descubrió los dientes y murmuré algunas estrofas al aire, por la estupidez de si iba a cantarle.

    What will be, will be. What's you say always goes and in the end —Algo de risa se me coló en la voz y regresé la atención a Kohaku—. In the end you always get what you want.
     
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    Gigi Blanche

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    No pensé que acotara nada respecto a mi suerte de confesión, pero dijo que en ese caso podría molestarme cualquier día y bajé la vista al sentir mi sonrisa ensancharse, ligeramente avergonzado. Pude patear eso a un lado y regresar a sus ojos conforme me habló de sus gustos, que le costaba establecer favoritos estáticos y el libro del tal Patrick Ness. Me quiso sonar que había una película con ese nombre, una que no había visto, y pensé en el contenido de ese estilo, aquel que abordaba temas muy complejos y escabrosos a través de la inocencia de un niño. Era... podía ser hermoso y desgarrador.

    Recargué el codo en el borde del escritorio y el rostro en mi puño, mirándola al hablar.

    —Supongo que algunos ven una limitación en el contenido infantil, pero hay autores que lo usan para llegar a todos. No definen el público, sólo los recursos de los que se valen, ¿no? La perspectiva de un niño puede ser... diez veces más letal. —Desvié la vista un instante y esbocé una sonrisa fugaz ante el recuerdo—. No leo, pero me gusta quemarme los ojos frente a una pantalla. Hay un videojuego que no es exactamente para niños, pero algunas de las historias que cuenta transcurren a través de sus ojos. Es una chica que regresa a la casa donde creció, ahora deshabitada, donde vivieron muchas generaciones de su familia, y cada habitación que alguna vez le perteneció a alguien... nunca fue reutilizada. El juego es muy sencillo en ese sentido, sólo recorres la casa y vas accediendo a las recámaras que a la protagonista siempre se le prohibieron, y en cada una de ellas vives una pequeña historia de quien alguna vez la habitó. Eres una niña hamacándote, o un pequeño remontando un barrilete en el viento, o un bebé diminuto jugando con burbujas en la bañera. Hay historias de adultos, también, pero las de los niños son las que mejor recuerdo. Supongo que es por eso, porque la perspectiva de un niño se siente especial.

    Era un juego increíblemente triste, por lo que preferí limitar la anécdota. Quién me mandaba a jugar esas cosas, además, que luego acababa a las tres de la mañana llorando como imbécil frente a la computadora. Había otro, además, una aventura gráfica bastante cortita y autobiográfica que habían hecho unos padres sobre el pequeño hijo que habían perdido por culpa del cáncer. Ese no tenía forma de maquillarlo, así que lo bateé lejos de la ecuación y me pregunté, otra vez, quién me mandaba a jugar esas cosas.

    La broma del sol, por otro lado, ya se había desvirtuado bastante. Jezebel se alarmó muchísimo ante la idea de pestañear de forma incorrecta, acabar en la cárcel y tener que jalar del dichoso abogado. Háblame de overthinking. Me reí, en todo caso, su reacción me causó genuina gracia y solté una risa más sonora que las anteriores.

    —¿Hmm? Pero... —Me agarré a los bordes de la silla y la mecí de lado a lado—. ¡Pero sí estoy pegado! ¿Acaso acaba de revelar su plan malvado, señorita? ¿Deberé llamar a las autoridades? Tengo su número aquí agendado, eh.

    Le mostré el móvil para volver mi amenaza más verídica, pero de cualquier forma acabé riéndome de nuevo. Dejé el aparato en el escritorio, solté el aire por la nariz, más relajado, y volví a mirarla.

    —¿Tienes hermanos pequeños, a todo esto? Me dio la sensación.


    spotify dijo que viniera a rolear acá con Home la de Gabrielle Aplin, u know y me pareció absolutamente fitting

    Kohaku 5.png

    Mi inocente apreciación le coloreó el rostro y mi sonrisa sólo se ensanchó, detallando su sonrojo sin una pizca de bondad o sentido de caridad hacia el prójimo. Aún así me contestó, intentó defenderse y, con el tonito angelical de siempre, murmuré:

    —Tus palabras, no las mías~

    Mantenía su rostro frente al mío, las puntas de mis dedos habían alcanzando el nacimiento del cabello en su nuca y seguí sus movimientos en silencio. Sacó el móvil y bajó, bajó y bajó entre muchas canciones hasta que finalmente se decidió por una. No estaba seguro yo de que fuera música bailable en todas las de la regla, pero como no era bailarín no opinaba. De hecho, oír los primeros segundos y notar su risa acentuó la sonrisa en mis labios. No dije nada, sin embargo, me tragué mis opiniones y fingí demencia, que estábamos literalmente bajo la luz del mediodía.

    No era cristiano, ¿no?

    —¿El maestro se siente picado? —repliqué, con las cejas apenas alzadas, y suavicé el tono al agregar—: En ese caso me disculpo, sensei~

    Enfaticé el título por la pura gracia y fui deslizando las manos por su cuello de regreso hasta sus hombros. Igual la lección empezó de veras, noté que Cay se balanceaba y me acoplé a sus movimientos sin mayor problema. Me había explicado los aspectos básicos, quería decir, los más básicos de la danza, y repasé su rostro de forma disimulada. ¿Había sido error mío? No estaba seguro de mis habilidades en el área, cierto, pero lo había pensado comparándome con Anna o el chico del evento, Ferrari. Esto me resultaba bastante natural, la noción de fluir al ritmo de otra persona.

    Igual no dije nada, me daba ternura verlo compenetrarse en su rol de maestro. También cantó, me cumplió el capricho y mi sonrisa se ensanchó.

    —Es un poco difícil bailar esto, ¿no crees? —murmuré, agregándole algo de distracción fingida al asunto, y busqué sus ojos un poco de repente—. Aquí, al menos.

    Deslicé las manos fuera de sus hombros, cruzaron su pecho y se colaron por sus costados hasta ubicarse en su cintura, forzándolo así a cambiar su propia posición. Una de ellas viajó hasta su espalda y lo afirmé contra mi cuerpo al dar un medio giro, llevándolo conmigo. Allí mantuve el vaivén inicial, modesto y fluido, y no me despegué de sus ojos ni aflojé el agarre. La letra estaba en inglés, sólo había cazado alguna que otra idea suelta, pero el instinto me decía que podía valer la pena.

    —Dime, Cay Cay, ¿de qué habla la canción? —le pregunté, otra vez, con inocencia impostada.


    oh god hes teasing him so hard JAJAJAJA im sorry
     
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  10.  
    Zireael

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    Era mala rompiendo los límites que las personas establecían, si los demás me hablaban o no, la forma en que elegían relacionarse conmigo, lo que me decían y lo que no. Incluso en medio de mi eterno cuidado, de mi paciencia y lo que creía que era amor de repente podía calificar como tibia, al menos hasta que todo comenzaba a parecerse demasiado a los huecos en mi propia memoria y al reflejo que no reconocía en el espejo. En esa dicotomía de presencia y ausencia existía.

    Justo como ahora estaba aquí sentada con Kakeru.

    Por alguna razón no creí que fuese a darme una respuesta tan amplia, pero cuando empezó a hablar lo escuché con toda la atención del mundo y su conclusión, aunque un poco dramática, me estiró una sonrisa suave en el rostro. No leía, pero jugaba y eso era muy parecido, al menos a mí me daba la sensación, los videojuegos contaban historias que a veces uno mismo construía. Lo escuché y lo escuché, llegando a la misma idea de que los ojos de los niños podían darnos una perspectiva… letal, era esa la palabra que había usado.

    Habitaciones vacías.

    —La visión de los adultos es extremadamente limitada, es como si los niños vieran en tres sesenta. Adelante, los costados y atrás, incluso dentro. Siempre observan, a veces en silencio, es una cualidad que algunos conservan hasta su adultez aunque podría estar motivada por otra cosa —reflexioné sin que pareciera que fuese a llegar a ninguna parte y mis ojos recorrieron la torre—. Puede que por eso historias como la del tu juego y la de mi libro sean capaces de hablarnos incluso ahora, cuando ya no somos niños del todo. Son maravillosas a su propia manera.

    Tampoco quise meterme en terreno demasiado escabroso, el libro que le había mencionado de por sí era terriblemente denso a nivel emocional. Mi sinopsis había sido hasta escueta con eso en cuenta, pero no iba a soltar que había terminado llorando un mar al leerlo. Me parecía que ambos teníamos muy clara la letalidad del contenido que consumíamos como para caer en ese sincericidio.

    Como fuese, mi alarma ante lo de acabar en la cárcel lo hizo reír más que antes y se me contagió. Reí también, lo vi mecerse en la silla y cuando soltó que sí estaba pegado negué con la cabeza, todavía con algo de la risa haciéndome vibrar el pecho, y el cabello siguió el movimiento.

    —Sin llamar a las autoridades, por favor. Podemos llegar a un acuerdo entre nosotros, eso y te despegamos de la silla, claro.

    Mi defensa fue bastante pobre, pero es que esto de estar compinchados con el sol se había salido de control. Igual se me ocurrió súper tarde, pero podía colar hasta para un cuento o alguna tontería, si nos ponías a los dichosos cómplices en fila teníamos colores de cielo y sol directamente. Tal vez eso nos había delatado para empezar, qué terrible, había pasado de plan infalible a pifia en dos minutos.

    Su pregunta de los hermanos, en cualquier caso, me alcanzó cuando ya había recuperado la compostura. Asentí con la cabeza y estiré el brazo para dejar el bento en el escritorio, que ya no me cabía nada más, y distraje las manos con la botella de agua, mirando a Kakeru.

    —Bueno, como hermanos. En realidad son mis primos pequeños, vivo con mis tíos aquí en Japón, así que he convivido con mis primos desde que nacieron y sé que me ven como su hermana —expliqué dándole vueltas a la botella y sonreí con algo de vergüenza—. Por eso a veces olvidó un poco leer el ambiente y pretendo cuidar de todo el mundo sin darme cuenta. Tal vez por eso leo tantos cuentos también.

    Parpadeé, tranquila, y repasé sus facciones un momento.

    —Si te dio la sensación es porque conoces más personas con hermanos o tú los tienes.

    entre que me ponen suavecita ya de por sí me dices que ponga home?? *la puso*

    Cayden2A.png

    ¿Quién me mandaba a mí a pedirle semejante cosa a Kohaku esperando que tuviera piedad de mi alma? Si el niño se había titulado en picarme, lo sabía muy bien. Encima la elección musical no había ayudado mucho, pero es que no tenía nada más, lo juraba por mi madre. Es decir, si me ponía a buscar igual me saltaba algo incluso más cuestionable, así que igual hasta debíamos dar las gracias a que entre todo colaba entre lo aceptable para el mediodía. Más o menos, digamos, podíamos fingir que sí.

    Quizás había acabado aleteando demasiado de todas formas.

    Good boy —susurré ante su disculpa con todo el teatro de llamarme sensei, lo hice porque me dio la gana y reí por lo bajo—. ¿Lo ves? No es tan difícil guardar algo de respeto~

    Igual bromas a parte tampoco estaba pidiéndole yo un baile de salón, mi pedido respondía a una cosa mucho más abstracta e informal. Era la noción de compartir espacio, de movernos y solo funcionar en algo parecido a la sincronía, algo que de por sí hacíamos con normalidad. Cuando canté su sonrisa se ensanchó, mantuve la mía sin darme cuenta y cuando apuntó que la cosa era un poco difícil de bailar me encogí ligeramente de hombros, de nuevo bajo la lógica de que era lo que había, fue apenas un instante antes de que soltara lo otro.

    —¿Aquí dices? What on earth are you suggesting, love? —apañé junto a una risa nasal y no fui consciente del apelativo, como no había sido consciente al decírselo en la azotea. Había sostenido su mirada y se me escapó una risa nasal.

    Deslizó las manos fuera de mis hombros, me cruzó el pecho, cambió la posición así que dejé los brazos en sus hombros y mis dedos delinearon los costados de su cuello. Se afianzó en mi espalda, me afirmó contra sí para dar un medio giro y volví a reírme; regresamos al vaivén de antes, él no aflojó el agarre ni desvió la mirada. Medio aproveché la cercanía para movernos algo más en el espacio, pero sin alterar el agarre que conservábamos el uno en el otro y cuando preguntó de qué hablaba la canción lo miré con un dejo de diversión. A este paso iba a comenzar a pensar que entendía lo que quería cuando quería.

    No contesté de inmediato, claro, enredé un poco más los brazos a él, hundí los dedos en el cabello de su nuca y repliqué el medio giro de antes. Se veía que ya me había pegado la estupidez, lo suficiente para que me olvidara de la vergüenza, así que no había mucho que hacerle, que de por sí la idea inicial había sido mía, para variar.

    —¿Y te atreves a preguntarlo con esa inocencia? Rude. —Ladeé apenas la cabeza, alcancé a besarle la mejilla y me quedé allí unos segundos, cuando hablé de hecho seguía casi pegado a su rostro—. Demostrarle a alguien que puedes amarlo mejor que nadie más o que te permitan demostrarlo más bien.

    Me despegué de su rostro, usé mis neuronas en pescar la letra de la canción con algo más de conciencia, fuese lo que ya había sonado o lo que estaba sonando ahora, y murmuré algunos fragmentos en inglés todavía, internalizando su significado. Tenía el cerebro configurado en dos idiomas, así que no tardé mucho.

    —Bueno, hazme saber si me amarás alguna vez. Puedo mostrarte la manera en que hay que tocar tu cuerpo, como debería ser abrazado —comencé a traducir tomándome ciertas libertades y a sabiendas de que la rima iba a perderse, pero de nuevo, para no ser el único molestado en esta torre. Igual tal vez solo por fastidiar, por no soltarle toda la sopa, volví al inglés y entonces dejé de recitar para volver a cantar—. Lemme watch your body melt into mine.

    Saqué los dedos del cabello de su nuca, aflojé un poco los brazos y regresé las manos a los costados de su cuello. No que se me fuese a escapar ni nada, pero lo sostuve de forma parecida a como él me había sostenido antes y acerqué un poco el rostro al suyo, entretenido, aunque no hice nada además de mantener nuestro ritmo ya casi inconsciente.

    —Tal vez deba repensar mis elecciones musicales. Nada con tanto bajo puede ser sano —susurré luego de haber intercambiado la vista de sus ojos a sus labios y viceversa—, aunque me llevé el baile igual. Un triunfo no deja de ser un triunfo.


    imagina ser cayden y acabar tan absolutamente teased por pedir un baile con tender de fondo what a dream JAJAJAJSJ
     
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  11.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La escuché con el rostro aún apoyado en el puño de mi mano. Habló de la perspectiva de los más pequeños, que lo observaban todo incluso si a veces se nos olvidaba, y en esa amplitud las historias lograban conectar con nosotros. Era un poco cliché decir que todos seguíamos siendo niños en el fondo, pero al mismo tiempo ¿no lo éramos? ¿Qué nos diferenciaba de ellos? ¿Que debíamos aprender a cuidarnos solos? ¿Que el mundo nos echaba el peso de la responsabilidad encima? Una cosa no excluía a la otra. Por eso Peter Pan se negaba a crecer y por eso, progresivamente, regresábamos con más y más insistencia a los refugios seguros de la infancia.

    —"Algún día serás lo bastante mayor para volver a leer cuentos de hadas" —cité, habiendo rescatado la frase de los confines más profundos de mi memoria, y mi sonrisa se estiró con ternura y nostalgia—. Creo que en eso se resume todo.

    La broma se estiró y mi risa se le contagió, también negó con cierto apremio y seguí ligeramente el vaivén de su cabello. Ya había pasado bastante tiempo con Verónica, pero me seguía sorprendiendo que un color tan puro pudiera existir. La miré con los ojos entrecerrados durante un rato, juzgando su argumento, hasta que cedí y bajé el móvil, suspirando.

    —Lo que más me interesa es que me despeguen —pedí, desolado—. La torre es bonita y todo eso, pero ¿pasar la noche aquí? Creo que contactaría con todos mis ancestros y me dejaría la poca estabilidad mental que me queda en el camino.

    Le agregué dramatismo innecesario por la cuestión de la broma, pero la idea aún así resonó y me picó la nuca. Era y no era un chiste, pero eso ella no tenía por qué saberlo. Cuando el asunto se calmó y le pregunté por sus potenciales hermanos, se estiró para dejar su almuerzo en el escritorio y yo, que estaba más cerca, lo empujé despacito un par de centímetros, cosa de que se alejara del borde y quedara a salvo.

    Los hermanos resultaron ser primos, aunque a efectos prácticos vivía con ellos y cumplían un doble rol. La idea quiso vibrar en una frecuencia distinta y así hubiera explicaciones lógicas para el hecho, así sus padres quizá trabajaran fuera y por eso se quedaba con sus tíos, las posibilidades letales, como había dicho, aparecieron inevitablemente en mi cabeza. No era el rey de las paranoias por nada. Mantuve la sonrisa serena de todos modos, buscando con disimulo la señal de alguna otra disrupción, y cuando dijo que tendía a querer cuidar de todo el mundo pensé que sonaba bastante consciente de sí misma.

    Era difícil ver las grietas de las personas, pero las cosas que reconocíamos con vergüenza se le parecían bastante.

    —Un hermano, sí, dos años mayor que yo. Soy el pequeño y consentido de la familia, quizá me llevaría bien con tus primos —bromeé, aún si la mitad de ello lo creía mentira, y ordené mis ideas un segundo antes de agregar—: En el fondo somos niños, ¿no? Creo que eso significa que, aunque no lo necesitemos, aunque nos enseñen a valernos por nosotros mismos, al final del día siempre ansiamos contar con un lugar donde poder descansar. Alguien que nos sostenga y que nos cuide.

    No sabía si ya había notado cuál era mi intención, sólo esperaba no causarle más bochorno. Me tomé un instante y le sonreí, parpadeando con calma.

    —Creo que es muy valioso intentar ser esa persona.


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    No creía estar sugiriendo nada específico, al menos no de forma explícita, y como volvía a aplicar el "tus palabras, no las mías" me limité a encogerme de hombros, sin perder la sonrisilla. Luego medio tomé el control del baile y reajusté nuestras posiciones, a lo que él se acopló sin problema. Apoyó las manos en mis hombros, sentí el ligero tacto en la piel de mi cuello y sobre la tontería de la letra de la canción, siguió hasta alcanzar el cabello de mi nuca. Inhalé por la nariz y cerré los ojos apenas un instante, a gusto con la sensación. Quizá fuera dicotómica mi tendencia a despegarme de las personas y la satisfacción que encontraba en el mero contacto físico, pero ese no iba a ser mi problema ahora.

    Mantuve una mano firmemente afianzada en su cintura y la otra recorrió su espalda con vaivenes lentos, distraídos. Me reclamó la inocencia, se acercó a besar mi mejilla y presioné la mano entre sus omóplatos, pegándolo un poco más a mí en una suerte de abrazo pasajero. Había vuelto a cerrar los ojos y, al abrirlos, mantuve la vista baja, en la línea de su hombro. Su aliento me hizo cosquillas allí donde se había quedado y un sonido vibró en mi garganta, una mera confirmación de que lo estaba escuchando.

    Regresé a sus ojos apenas él retrocedió y mi mano descendió, reemplazando a la que estaba en su cintura. Bajé un poco más, de forma distraída, hasta alcanzar su espalda baja, mientras seguía pescando retazos de la canción. No era yo ninguna eminencia en el inglés, pero mis suposiciones habían sido bastante acertadas. No me moví de su mirada ni un instante y nos seguí desplazando por el espacio lentamente, sin un objetivo concreto.

    No sabía hasta dónde haría la traducción, así que permanecí callado. Sujetó mi rostro como yo había hecho antes, se arrimó apenas y repasé su gesto, la diversión que ostentaba. Siempre era lo mismo, lo picaba hasta que la tontería le calentaba la cabeza y entonces se ponía igual de imbécil que yo; no que me estuviera quejando, claro. Me olí que seguiría, eso quería decir, y mi sonrisa se ensanchó. Noté el movimiento de sus ojos y presioné su espalda baja, pegándolo a mí y permitiéndome inclinar el rostro un par de centímetros en su dirección.

    —Te llevaste el baile —concedí, en voz baja, y ni siquiera me molesté en disimular lo bien que me la estaba pasando con toda la estupidez—. ¿Sólo eso querías, Cay Cay?
     
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    Zireael

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    Había eventos que nos hacían olvidar que alguna vez habíamos sido pequeños, que alguien tuvo que cuidarnos, y de repente íbamos por la vida pretendiendo no provocar ni la mínima angustia en la vida de los otros, ¿pero no era eso un acto surgido también de los ecos de cuándo éramos niños? Había una parte de nosotros, tal vez, que era demasiado consciente de ese cuidado y ahora no quería hacer sentir a las personas que debían continuarlo, cuando en teoría debíamos ser capaces de cuidarnos por nosotros mismos. Detrás de esas acciones existía un niño que pretendía ser independiente y no siempre lograba su cometido.

    No estábamos diseñados para funcionar en soledad.

    Su cita me hizo sonreír, creía recordarla de algún lado aunque no supe de dónde y asentí con la cabeza, cediéndole razón. Así como quizás nunca dejábamos de ser el niño diminuto angustiado por preocupar a una figura más grande que nosotros, también era cierto que en esa noción extraña de adultez en algún punto regresábamos a los cuentos. A los refugios.

    Nuestras propias torres.

    —También te digo, ¿por qué iríamos a dejarte aquí pegado a la silla si todo el plan tenía que ver con pasar tiempo contigo? —cuestioné de lo más seria, bueno, tanto como pude porque igual se me escapó una risilla—. ¿Qué sentido habría tenido todo?

    No hubo forma de que encontrara algún otro significado en sus palabras, de nuevo porque carecía de información. Solo me di cuenta de que empujaba un poco más dentro del escritorio para que no se quedara al borde y evitáramos cualquier desastre, fue un gesto de nada, pero se me escapó un "Gracias, cielo" de los que no filtraba ni aunque mi vida dependiera de ello y le contesté lo de los hermanos.

    Tampoco era muy consciente de las dudas que creaba responder que vivía con mis primos y mis tíos, ni siquiera de lo que había causado al soltar por una vez la verdad sobre esa configuración porque para mí era normal. Era normal ahora, pero en algún punto había sido una pesadilla con la que debía lidiar apenas abría los ojos. Conocía un espacio del mundo que era demasiado frío y extraño, que negaba como parte de mí, pero había existido y por eso llegaba a la casa de Altan encendiendo todas las alarmas del fin del mundo.

    Porque nadie las había encendido para mí.

    —Tenías carita de hermano menor, tal vez —dije girando el rostro para repasar un poco sus facciones luego de que me contó que tenía un hermano dos años mayor, la cosa no tenía ningún fundamento en realidad, pero por hacer el tonto—. Quizás podrías llevarte bien con ellos, sí.

    Había salido relativamente bien parada de cualquier posible bochorno hasta ahora, pero Kakeru siguió hablando y la noción del lugar donde descansar, de la necesidad de alguien que pudiese cuidarnos y sostenernos, me arrojó algo de sangre al rostro. ¿Era realmente valioso intentar ser eso? En los buenos días creía que sí, en los no tan buenos lo cuestionaba y en los restantes encontraba el egoísmo en el supuesto altruismo.

    —Imagino que sí —concedí en voz baja con los ojos puestos en la botella de agua y sonreí un poco sin darme cuenta—. No se vale que digas esas cosas así nada más.

    Cayden2A.png

    Se encogió de hombros ante mi pregunta de qué sugería, lo que entendí como la secuela del "tus palabras, no las mías" y lo dejé estar aunque me hizo su debida cuota de gracia. Lo había notado cerrar los ojos un momento cuando lo acaricié, repasé sus facciones y mantuve la caricia, el mimo constante; una de sus manos mantuvo el agarre, la otra recorrió mi espalda y solté el aire despacio por la nariz, sin disimular el gusto que me causó recibir ese tacto. No que disimulara demasiado nada, para empezar.

    Besé su mejilla, su mano se afirmó en mis omóplatos en algo que se pareció a un abrazo y pensé en Arata, en la forma en que me había pegado al pobre imbécil la otra noche, todavía con la preocupación respirándome en la nuca y mis dudas generales de cómo proceder con la vida. Había encontrado algo de consuelo en tocarlo, porque al final seguía confiando en él por mucho que me resistiera, pero solo ahora fui demasiado consciente de quizás no había sido otra cosa que un parche.

    Que no era la figura que buscaba en realidad.

    Ko repasó mis ojos cuando retrocedí, su mano se deslizó hasta mi espalda baja y un chispazo me hizo cosquillas en la columna, tuve que evitar revolverme bajo su tacto. Supuse que habría imaginado que seguiría mi estupidez cuando su sonrisa se ensanchó, así que me comí el show; sentí la presión en la espalda baja, lo vi inclinarse en mi dirección y parpadeé despacio, con el cerebro espeso ya.

    El cabrón ni disimuló que estaba disfrutando la estupidez, qué va, y entonces a mí se me ensanchó la sonrisa. ¿Qué si solo eso quería? Realmente cuando lo pedí, sí, solo eso quería. Mi pedido inicial había sido bastante más inofensivo que el resultado final, pero igual era skill issue mía esperar que Ko no saliera con alguna tontería para empezar.

    —¿Solo eso quería? —repetí como si me hiciera la pregunta a mí mismo y fingí pensarlo un rato.

    Mis manos reajustaron su posición sin dejar de sujetarlo y acaricié sus mejillas con los pulgares. Algunos fragmentos de la canción me siguieron alcanzando, me rebotaron en el cuerpo y consumí más distancia en su dirección, lo bastante para casi sentir mi respiración chocar en él.

    —A medio camino me encapriché con algo más —confesé y usé los puntos de contacto para arrastrarlo a mí—. ¿Vas a dejar que me lo lleve también?

    La tontería me estiró una sonrisa en el rostro apenas un instante antes de que ladeara la cabeza para encontrar sus labios. Lo besé despacio, ni siquiera fui del todo consciente de ello, pero al hacerlo me empujé un poco en su dirección, presionándome contra su cuerpo.
     
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    Gigi Blanche

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    Kakeru 2.png

    —Pero si el tiempo conmigo ya lo pasaron, ¿por qué no podrían dejarme aquí? —repliqué, como si la discusión tuviera algún sentido, y la idea fue un poco amarga a su manera—. No sabemos las motivaciones del sol, quizás es malvado y egoísta.

    Era, en esencia, lo que más conflicto me generaba la figura de Kou. Luchaba a diario contra la idea de que sólo veía a los demás como peones desechables, llevaba años en esa batalla. Longeva, frustrante, necia en apariencia, pero no podía deshacerme de los matices. No podía olvidar el relámpago de tristeza de sus ojos en la oscuridad de mi habitación, la diana que se había pegado al pecho a voluntad ni las fotos que me había enviado la hiena. Pero era difícil.

    Era una persona muy difícil.

    Su agradecimiento fue cálido y mi pequeña reflexión, la que pretendió, quizá, ser el buen gesto del día, acabó intensificando su vergüenza. Me dio algo de pena, pero también creía que había... bochornos buenos y bochornos malos, digamos. Estaban los que generaban una herida en la memoria y los que, pese a todo, recordábamos con cariño. Conservé la esperanza de caer en la segunda categoría. Mantuvo los ojos pegados a la botella, detallé su sonrisa y me quedé más tranquilo al escucharla.

    —Puedes hacer de cuenta que no dije nada —ofrecí aún así, pues la conocía muy poco y no quería incomodarla, y reajusté ligeramente la posición—. Y de paso me cuentas un poco más de mis potenciales mejores amigos.

    Me refería a sus primos. A pesar de ser pequeños no sabía si tenían tres o doce años, la brecha era demasiado grande. Confiaba, además, que con eso la distraería lo suficiente del asunto previo.

    Kohaku 5.png

    Suponía que esta clase de teatros nunca perdían la gracia, por predecibles y repetitivos que acabaran siendo. Fingió reflexionar el asunto, pero sus manos ya habían empezado a moverse y me hice a la idea con aparente calma, sintiendo un leve cosquilleo de energía recorrerme el cuerpo. Se acercó, lo hizo hasta que su rostro se tornó borroso y me preguntó si consentiría su nuevo capricho también.

    —¿Alguna vez te negué algo? —susurré, divertido.

    El sonido acabó evaporándose contra sus labios. Cerré los ojos, espejé sus movimientos y cada punto de contacto palpitó; de por sí no eran pocos. Respeté el ritmo que él había definido, lo besé sin prisa y despegué la mano que estaba en su cintura para hundirla en el cabello de su nuca. No que fuera a irse a ningún lado, pero aún así mantuve la presión. Exhalé por la nariz con cierta pesadez y me negué a interrumpir el beso por un buen rato. Quizá debería haber sido más prudente, quizá después me llovería encima el cargo de consciencia, pero ahora ya estaba. No era ningún maestro del autocontrol en ciertas situaciones, por eso acababa metido en los líos donde me metía.

    No sabía en qué momento habíamos dejado de bailar, tenía los pies anclados al piso y cuando pretendí avanzar, instándolo a retroceder, noté que su espalda dio contra la base del bendito telescopio. Me valí de la excusa de mierda para presionarme suavemente, abandoné su cabello y volví a abarcar lo más que pude de su espalda con la palma abierta. Mi otro brazo seguía anclado sobre la línea de sus caderas.

    —Tienes un problema con los caprichos —murmuré contra sus labios—, ¿lo sabías?

    Dejé un beso en su barbilla, la línea de su mandíbula, su mejilla, y regresé a su boca. Todas eran sus solicitudes y a mí no me correspondía dictaminar cuándo terminaran, ¿verdad?
     
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    Zireael

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    Jez.png

    Fruncí un poco el ceño ante el argumento que me soltó de regreso, no por molestia real, si no por algo parecido a la confusión. Fue una cosa de segundos, nada más, pronto volví a relajar los gestos y sonreí para mí misma, como si hubiese llegado a la conclusión más obvia de todas de la nada. No sabíamos las motivaciones del sol, en lo absoluto, pero sabíamos las nuestras.

    —Te tengo una mala noticia. —Me lamenté aunque se me quiso escapar una risa—. Nunca dije cuándo se acababa el tiempo de calidad, así que ahora no estás pegado a la silla, estás pegado a los cómplices del sol.

    Por demás, sabía que me abochornaba por muchas cosas, era lo que tenía ser así de paliducha de por sí, pero era cierto que habían vergüenzas buenas y vergüenzas malas. Una cosa era un cumplido o una reflexión como la de Kakeru y otra la certeza de que habías metido la pata en algo que, en la versión más amable, te hacía quedar como tonto. Había sentimientos que se llamaban igual y eran diferentes en su núcleo.

    —No hace falta. Fue muy bonito lo que dijiste y creo que también es bueno que lo sepas —murmuré ante lo de que podía fingir que no había dicho nada y regresé la atención a él para dedicarle una sonrisa.

    Lo de sus potenciales mejores amigos me sacó una risa baja, también ayudó a que el bochorno se me fuese regulando y asentí con la cabeza.

    —Isaac es el más pequeño, tiene cuatro años y aunque al principio es un poquito nervioso, le gusta cuando vienen visitas a casa, porque obviamente tiene con quiénes jugar y llevarse al jardín del complejo para corretear y atrapar mariposas cuando hay —comencé a explicar y el cariño que guardaba por los niños se me coló en la voz—. Anne es su hermana mayor, tiene ocho. Es bastante sensible y amable con los demás, ya sabes, la clase de niña que va a revisar a sus compañeritos cuando alguno se cae jugando en el patio o los lleva a la enfermería.

    Me acomodé mejor en la silla, afirmé las puntas de los pies en el suelo y volví a sonreír. Hasta ahora no se me había ocurrido, pero igual la idea no sonaba mal así que solo la puse sobre la mesa.

    —Puedes venir a casa un día, ¡con Vero! Podemos ver pelis o nos enseñas a hacer postrecitos sin quemar la casa, idealmente. Tendremos a tus futuros mejores amigos de jueces para nuestras habilidades culinarias —sugerí sin mucho problema y así como a lo del cuento no le puse fecha porque no quería presionarlo—. Tu hermano, ¿cómo es?


    Jez no sabe que está preguntando por el marido del pueblo aka my king Hayato así como no sabe el material que tiene con el audio de Yuta, girl is so oblivious

    Cayden2A.png

    Había bastado una correntada de aire en otra dirección para que este teatro acabará volviéndose predecible y no por ello perdía su encanto, para nada. Era la tensión de las cuerdas, la estupidez de la sincronía y la verdad absoluta del capricho, de mis caprichos para ser sinceros. Quizás si dejaba de dar vueltas en pensamientos fijados me habría dado cuenta, con una claridad absurda, de que de hecho Ko solo me daba cuerda.

    Que por eso volvía como imbécil.

    Su pregunta de si alguna vez me había negado algo me estiró la sonrisa en el rostro, fue inevitable, así que un poco que acabó comiéndose el gesto así como el sonido de sus palabras había acabado consumido. Por la estupidez del baile básicamente estábamos pegados, de forma que besarlo solo me hizo más consciente de ello y cuando su mano encontró el cabello de mi nuca juré que se me había erizado la piel. Ninguno iba a irse a ninguna parte, pero él tenía su punto de presión y me di cuenta de que yo tenía los míos; seguía sujetando su rostro, me había anclado a ambos lados de su cuello, el punto de apoyo me dejó cerca de su nuca y también de la línea de su mandíbula.

    No nos habíamos titulado en autocontrol, así que ya estaba, como siempre. Mantuve el ritmo lento, pero la criatura se negó a interrumpir el beso y a mí se me siguieron zafando cables, ladeé un poco más la cabeza e insistí, insistí lo suficiente para incluso a ese ritmo amenazara con colárseme algo de ansiedad. No me di cuenta cuando nos habíamos quedado quietos, solo supe que cuando me hizo retroceder mi espalda encontró la base del telescopio y me forcé aflojar el agarre de mis manos, relajándolas en sus hombros.

    Se presionó, solté el aire por la nariz con pesadez y parpadeé de la misma manera al sentir la forma en que su mano recorría mi espalda. Eché la cabeza hacia atrás, encontró también la base armatoste, y cuando me soltó que tenía un problema con los caprichos una risa densa me sacudió el pecho.

    —¿Te parece? —advertí en un susurro—. Yo diría que el problema es tanto del caprichoso como del que cumple los caprichos.

    Cerré los ojos al recibir sus besos, en la barbilla, la línea de la mandíbula, la mejilla y de vuelta a mis labios. La ansiedad que había contenido antes se me escapó entre los barrotes, me empujé contra él y enredé los brazos detrás de su cuello, busqué hundir los dedos en su cabello y solo me separé para deslizar los labios a su mentón. Aflojé los brazos, mis manos se deslizaron a su pecho y delineé la línea de su mandíbula con besos livianos antes de bajar a su cuello y respirar allí.

    El capricho siguiente, el pensamiento descontrolado que me surgió en la cabeza, fue vergonzoso que dio gusto y aún así no pude ponerme el bozal a tiempo. Puede que ni siquiera lo hubiese intentado para empezar.

    —Ven conmigo a casa hoy —solté en un murmuro desde mi posición, solo Dios sabría si era un pedido, una sugerencia o una súplica, la verdad. Lo había soltado antes de presionar los labios en su cuello y repetí la estupidez sin darme cuenta en realidad—. Ven conmigo.

    edit descaradísimo, sigo con Melt en loop, pero el otro día me saltó esta canción and shit was so good im-

    sTRIKE YOUR MATCH ON ME
     
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    Gigi Blanche

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    —¿Un secuestro por tiempo indeterminado, dices? —repliqué, queriendo fingir sorpresa, pero la denominación fue tan redundante en sí misma que no pude evitar reírme—. ¿Qué haré ahora?

    Pretendió ser un lamento, pero la risa aún se me coló en la voz al decirlo y perdió todo su dramatismo. Luego destacó que lo que había dicho había sido muy bonito y le sonreí, asintiendo, como una forma silenciosa de reconocimiento y agradecimiento. No me gustaba ir por ahí soltándolo como un fun fact, me parecía que perdía la gracia y el supuesto altruismo que le daba esencia, pero veía esa necesidad en mí mismo. Las emociones de los demás a veces me resultaban terriblemente transparentes y me atravesaban el cuerpo, y no era algo que pudiera ignorar sin causarme remordimiento. Lo que le había dicho pretendía ser agradable de escuchar, ese era su objetivo, y por ello acepté su respuesta con calma.

    Me contó de sus primos, Anne e Isaac. Mi pregunta no había sido plenamente inofensiva y, teniendo ahora sus edades, sabiendo que convivían desde que nacieron, pude darle forma a la situación. Ocho años, más o menos, como mínimo. Ocho años. Era muchísimo tiempo, ¿no? Y me sabía amargo cuando las ideas apocalípticas se acercaban a mi oído y susurraban "te lo dije", pero las posibilidades amables ya no encontraban una vacante apropiada.

    Aún así, no me correspondía meterme.

    —Lo habrá sacado de ti —bromeé con ligereza, sin demostrar nada de lo que estaba pensando—. O, más bien, ambas lo habrán sacado de... una abuela, o bisabuela, o tatarabuela. O abuelo, también, ¿por qué no?

    El plan que sugirió se asemejó bastante a lo de leerme un cuento y pensé que esta chica y Verónica juntas debían ser un concentrado importante de glucosa. La idea me dio ternura y no tuve el corazón para vomitar mis líos personales. No podía decirle que no me consideraba apropiado ni merecedor, que temía manchar a las personas con mis pensamientos de mierda y que muchas veces no encontraba en mi pecho más que una bomba activa. Los cables se me enterraban en la carne como una sanguijuela y el correr de los segundos repiqueteaba contra mis oídos, en voz baja, constante. Me aterraba que los demás lo escucharan.

    Que vieran lo defectuoso que era.

    —No sé hacer muchas cosas, igual —me atajé, con una sonrisa algo avergonzada, y me limité a asentir; habría querido responder de forma mucho más decente a su invitación, pero las ideas se me enredaron y acabó saliendo eso—. ¿Hayato? Es... un imbécil. —Una risa me vibró en el pecho y bajé la mirada ligeramente—. No siempre nos llevamos bien, tuvimos una época algo turbulenta hace un par de años. Es muy intenso y terco, a veces es difícil hablar con él o ponerse de acuerdo, pero últimamente las cosas han ido mejor. Es fuerte y resolutivo, y se preocupa mucho por nosotros. La verdad es que... lo admiro bastante.

    Menuda confesión. Hayato no era trigo limpio, probablemente hubiera muchísimas personas que sólo conocieran sus peores facetas y de hecho lo detestaran, pero en lo que a mí respectaba... era mi hermano. Era mi hermano y lo quería muchísimo. Igual me dio algo de vergüenza también el repentino vómito de sentimientos y carraspeé la garganta, desviando la atención a mi móvil. Al ver lo poco que quedaba de receso tomé su bento y se lo alcancé, empezando a incorporarme de la silla.

    —¿Hmm? Mira, me despegué —bromeé junto a una risa liviana y alcé la vista hacia el hueco de la escalera—. ¡Ko! ¡Hay que ir yendo!


    Kakeru hablando de su hermano sin saber lo que el hombre representa en la cultura popular (!!)

    Kohaku 5.png

    Cay había apoyado la cabeza también en la base del telescopio y entre los besos que le repartí por la cara escuché su respuesta. Una risa me vibró en la garganta y, como claramente me costaba quedarme callado en estas situaciones, mi voz fue un susurro que acarició su piel antes del beso en la mejilla.

    —Pero si yo sólo le hago un bien a la comunidad —me quejé, risueño.

    El numerito no sólo se prolongó, aumentó de intensidad y en un chispazo de consciencia, uno al cual no le llevé el apunte, recordé que las otras dos pobres criaturas estaban literalmente abajo. La mierda me incentivó antes que amedrentarme, percibí la ligera ansiedad en los movimientos de Cayden y solté el aire con cierta pesadez al sentirlo repartir besos similares a los míos. Él bajó a mi cuello, sentí su aliento y la tontería me lanzó un escalofrío por la espalda.

    Me quedé quieto, básicamente esperando que concretara lo que había prometido, y su pedido me entreabrió los ojos. Se me revolvieron algunas ideas repentinas en la mente, recuerdos de todo tipo, y presioné los dedos en su espalda al sentir el beso. La mierda se superpuso con la voz de Kakeru desde abajo y parpadeé, reconectando un par de cables a la fuerza.

    —Ahora vamos —avisé, moviendo la cabeza para forzarlo a regresar a su posición, y habiéndome enterrado en su cuello agregué—: Vayan primero, si quieren.

    Abrí la boca y le dejé un beso húmedo, lento. Mi expresión se comprimió allí, colé la mano por debajo de su camisa y deslicé los labios hasta debajo de su mandíbula, donde volví a besarlo. ¿Tenía que regresarme la cabeza adonde pertenecía? Debía, sí. Era la suerte de promesa que había hecho conmigo mismo luego del incidente con Emily, luego de haber tonteado y tonteado sin detenerme a pensar en las consecuencias de nada. Se suponía que fuera un mejor amigo y que me preocupara por no lastimar a quienes alegaba querer.

    —¿Qué tienes en mente? —susurré en su oreja, aún así, y repasé el contorno del lóbulo con la punta de la lengua—. Dime, Cay Cay. Dímelo y quizá vaya~


    quise cerrar, lo juro JAJAJA but horny ko es medio incontrolable we

    bueno, como sí cerré con Kakeru aprovecho para decir que estuvo muy nice con los dos moods paralelos JAJAJA unos en disney y los otros en la horny dungeon, so gracias por la interacción <3
     
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    Zireael

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    Lo del secuestro por tiempo indeterminado fue hasta redundante y aunque intentamos seguir con la gran tragedia que significaba, pues la verdad era que ya todo nos estaba dando risa. No encontré nada muy inteligente que replicar, pero reí y me encogí de hombros como diciendo "¿Se supone que hagas algo?" y lo dejé así. Para resumir, que ahora no podía escapar de nosotros o de mí, ya no sabía.

    Quizás cualquiera al mirarnos optara por ponernos a cada uno en una punta de cualquier escala, incluso solo por esquema de color, pero así no lo supiéramos tal vez encontrábamos puntos de intersección. Estaban en sus reflexiones sobre las actitudes de los otros, pero también en la profundidad del agua que yo había navegado hace años, extraña, en el exceso de conciencia de sí y puede que algunas otras cosas más.

    Era posible que si me hubiese preguntando por... cualquier cosa, por la explicación de por qué mi núcleo familiar era como era, le hubiera contestado sin más. Ahora podía responderlo sin problema, pero en otro momento había dado tumbos alrededor de los espacios negativos, hasta chocar contra los vidrios y amenazar con partirme la nuca. Tal vez había encontrado un parche lo bastante grande para cubrir los vacíos o solo hubiese empezado a formar una vida que era más grande que ellos, pero no lo sabía.

    No lo sabía, ¿y entonces qué me aseguraba que no volvería a saberme fuera de mi propio cuerpo?

    Su apunte de que Anne habría sacado su personalidad cuidadora de mí o de alguna abuela, bisabuela o quién sabe qué generación atrás me sacó una risa. Suponía que tenía algo de razón, en tío Vic veía una templanza sin fin y en Nani un amor de las mismas características, eran los que me habían forjado, los que ahora forjaban a Anne y a Isaac.

    —Puede que tengas razón. Tendré que investigar el árbol genealógico para averiguarlo —apañé con algo de diversión colada en el tono.

    Quizás el pobre chico siguiera sintiéndose presionado por mis ideas, no lo sabía, pero era cierto que lidiar con nosotros mismos era... A veces era una pesadilla de proporciones colosales, pues algunos cargábamos estigmas más amplios que otros, heridas más grandes que no sanaban. En ese estado creíamos que todos acabarían manchados de porquería, ¿pero entonces? ¿Entonces por eso nos arrebatábamos de las manos de los otros sin preguntarles si querían mancharse?

    Y luego acababan limpiando el rastro de sangre, pero eran detenidos por una puerta reforzada.

    Su respuesta a mi idea fue escueta, pero no lo apunté y solo reí un poco porque incluso si sabía hacer solo dos cosas eso seguía implicando que sabía hacer más que yo, era más bien torpe para la cocina en general, no solo los postres. Me contestó lo de su hermano, soltó que era un imbécil y tuve que tragarme una risa para no interrumpirle el tren de ideas.

    Empezó por lo conflictivo y acabó llegando a lo demás, admitió admirarlo bastante y la sonrisa que me alcanzó el rostro fue de genuina ternura. No tenía idea de nada, como siempre, pero incluso de tenerla puede que me diera igual. Tal vez fuese una locura de mi parte o una libertad moral demasiado grande, pero creía que a veces importaban más las versiones de las personas según nuestros ojos que los de los demás. Si su hermano le parecía fuerte y resolutivo, si sentía que se preocupaba por los otros, entonces solo esa versión importaba.

    —Se ve que lo quieres mucho —resolví aunque pudo parecer que me saqué la idea del aire.

    Igual la pobre criatura carraspeó, desvió la atención, se distrajo en el móvil y solo entonces pensé que ya se nos había agotado el receso. Acepté el bento cuando me lo dio y le di un empujón ligero cuando se hubo incorporado diciendo que ya se había despegado.

    —Qué mala estaba esa super glue, habrá que comprar una distinta, no podemos permitirnos estos errores una segunda vez —solté por la pura tontería.

    En cualquier caso, llamó a Kohaku, poco después el chico respondió y luego dijo que si queríamos podíamos ir primero, Cayden no dio señales de vida, pero no lo interpreté de ninguna manera. Miré a Kakeru, indicándole la puerta con un movimiento de cabeza, y ahora yo me distraje un momento al sacar el móvil. Tenía un audio de Hattori, así que le di play y me acerqué el aparato al oído, al terminar aproveché para contestarle con algo de rapidez.

    Con mi tío, sip. No sugirieron a nadie más
    Ah, creo que a ti no te expliqué su trabajo
    Más tardito te mando un audio, para que todos estemos enterados


    Él había preguntando por Sugawara directamente, yo hablé en plural, pero no fue por nada en específico. Igual apenas terminé guardé el teléfono de nuevo, busqué a Kakeru con la vista y le dediqué una sonrisa.

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    Mira que alegar el bienestar de la comunidad mientras iba por ahí dejándome besarlo, picándome como un cabrón y todo el asunto era casi descabellado. Igual no encontré argumentos en contra, la verdad, solo reí por lo bajo y seguí subido en el tren del desastre. En ningún momento pude recordar que los otros dos pobres desgraciados estaban abajo mientras a nosotros se nos había volado la cabeza del cuerpo.

    No sería la primera vez tampoco.

    Me di cuenta cómo Ko soltó el aire cuando repliqué la movida, se quedó quieto y fue cuando a mí se me soltaron los cables, los pocos que debía conservar en su lugar de por sí. Solté el delirio de fiebre, le besé el cuello y cuando la voz de Fujiwara se alzó desde la planta de abajo recordé dónde diablos estábamos y la hora que debía ser. Tampoco sirvió de extinguidor, no del todo, le dejé otro beso en el cuello y cuando Ko habló me reí contra su piel, había que ser cara dura, de verdad.

    Se movió, reseteó la posición y cuando quise darme cuenta se había enterrado en mi cuello, así que mis manos volvieron a sus hombros, luego las hundí en su cabello y él desde allí dijo que podían irse primero. Otra risa me rebotó en el pecho, hueca, y cuando el cabrón abrió la boca para besarme el cuello lo único que me detuvo de suspirar al aire fue la repentina conciencia de que incluso separados en el espacio había otras personas.

    Su mano se coló bajo la camisa, otro suspiro se me tuvo que quedar atorado en la garganta y maldije en inglés en voz baja, sin siquiera darme cuenta. Me revolví un poco, fue un movimiento casi ansioso, desesperado y que pretendió, ni idea, acentuar la decena de puntos de contacto. En mi defensa, seguía siendo un crío de dieciocho años y uno necesitaba cosas, ¿no? Yo qué sabía.

    Y para lo poco que me importaba.

    Gracias debía darle a la base del telescopio, porque si no habría acabado en el piso, el corazón me quería partir las costillas de repente. Me susurró en la oreja, su lengua encontró el lóbulo y en esas condiciones tampoco se me podían pedir milagros, por Dios. A pesar de que intenté modularlo un sonido me abandonó el pecho, mezcla de suspiro y queja.

    —Debes ser el único idiota al que le respondo preguntas obvias —murmuré con el cerebro vuelto aire y mis manos buscaron separarlo un poco de mí, al menos para encontrar sus ojos.

    Lo miré un instante, volví a sus labios y lo besé ya sin pretender controlar la ansiedad que antes se me había resbalado, como si tuviera todo el tiempo del mundo y a la vez fuese el último día sobre la tierra o algo. Dejé su boca en paz, volví a bajar, mis dedos se encargaron de abrir apenas un espacio algo más amplio al aflojar el uniforme y besé su cuello, pretendí bajar un poco más y le pellizqué la piel cerca de la clavícula con los dientes.

    —Seguir besándote, tal vez, y quitarte esto —dije y volví a subir por su cuello, reacomodándole el uniforme en el proceso—. Estorba mucho porque quiero tocarte más.

    Quizás estaba abusándome demasiado de esta suerte de siete minutos en el paraíso, ni puta idea, tal vez estaba pidiendo demasiado también. Quizás debí parar o conservar algo de decencia, ¿pero era realmente capaz de detenerme nada más? ¿Podía parar una vez pillaba impulso? No me lo pregunté realmente porque era una respuesta obvia. Solo le dejé un beso húmedo en el cuello, como el que acababa de darme y seguí mandando todo a la mierda.

    —Tocarte tanto como me plazca —confesé sin ninguna clase de filtro y busqué su oreja para decir lo demás—. Te estoy invitando a follar, Ko, no a tejer.


    man yo traté con TODAS MIS FUERZAS *es un tanuki* de cerrarlo, pero horny Ko me descontrola mucho a Cay y no puedo hacer más JAJSAJ

    si the best of both worlds necesitara una definición práctica linkearía esta interacción en vez de toda la serie de hannah montana istg JAJAJAJ muchas gracias por caerme, really, lo disfruté un montón <33
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Su resolución fue que no le interesaba hablar con la chica en cuestión, y aunque no quise seguir inmiscuyéndome, sí me sorprendí un poco. Había supuesto que su motivo para contarme aquello fue que le generaba alguna clase de conflicto, pero... ¿no era el caso? Aún había mucho de Suiren que no sabía, siendo francos, y parte de esos misterios era su forma de lidiar con los problemas. Por todas esas razones, me limité a asentir y fluir con el resto de la conversación. No era un chico sin corazón, pero quizá sí nos pareciéramos y tendiéramos a racionalizar primero, sentir después. A ser un poco... desapegados, incluso.

    La mención de los famosos palitos de queso dibujó un chispazo diferente en su semblante, uno que no terminé de discernir pero que, por algún motivo, me causó cierta ternura. Pensé en él mencionándolo a primera hora de la mañana y cómo, en general, hablaba de su hermana y su madre. Eran personas muy importantes para él y no era atípico apreciar a tu familia, sino, quizá, expresarlo a esta edad.

    —Un caballito de madera —respondí, junto a una risa floja y algo resignada—. Era un juguete viejísimo que trajimos de Sydney, que era de mi papá, y antes de mi abuelo, y así no sé hasta dónde. La pobre criatura ya no daba más de sí, pero los niños no le daban tregua y... lo único que supe fue que Fanny y Lulu se estaban gritando y culpándose entre sí por el homicidio del caballito. —Volví a reírme; de verdad era un cuadro bizarro si lo veía en retrospectiva—. El verdadero asesino es aún un misterio, pero seguimos investigando en el caso.

    Dudaba que a un par de niños de cinco años tan enfadados mutuamente les importara que hubiera intentado o no arreglarlo, pero entendía la intención en las palabras de Suiren y lo agradecía aún así. Le sonreí, dejándole un mimo breve en el brazo, y le seguí contando tonterías hasta alcanzar el evento de baile. Había sido justo allí, en el patio norte, y las notas de una melodía me alcanzaron desde el cerezo. Su reclamo me distrajo, sin embargo, y me tragué la gracia antes de inclinarme en su dirección.

    But you were sleeping so peacefully... —me justifiqué, sabiendo que era una defensa pobre—. Además, no quería despertarte con cuatro horas de sueño y que me arrojaras un almohadón por la cabeza, o peor, que me convencieras de quedarme. I did what a diligent lady has to do.

    Obviamente sólo me estaba molestando, pero eso no iba a detenerme de seguirle el rollo. Siguió haciéndose el digno, puso en tela de juicio la efectividad de mi plan actual y me encogí de hombros, bastante despreocupada, alcanzando el caminito de piedras.

    —Si el almuerzo no basta sólo tengo que pensar un plan B, ¿no? —solté al aire, alcanzando el observatorio, y me adelanté un poco para pillar el pomo de la puerta—. Don't worry, hon, I'm pretty confident in my skills~

    Aproveché el espacio para guiñarle un ojo y giré el pomo, dándonos acceso a la torre. Como me había autoadjudicado el rol de guía turística, mantuve la puerta abierta y permanecí contra ella, permitiéndole que él ingresara primero. Cerré luego, el ambiente regresó a su penumbra usual y una sensación ligeramente electrificante amenazó con recorrerme la piel. El silencio, el eco de cada movimiento, cada respiración, el escritorio ahí en medio y... bueno, vaya. No había vuelto aquí desde entonces.

    Me adelanté, apoyé el bento sobre el escritorio y coloqué las manos en mi cintura.

    —Aquí estamos, bienvenido al observatorio~
     
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    Insane

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    Era curioso lo que pensaba Sasha, porque en caso de saberlo daría una afirmativa, con respecto a que tendía a racionalizar antes de sentir, prefería analizar las situaciones antes de reaccionar, y pensar antes de actuar; podía calificar de evitativo perfectamente, al procurar no hilarme en cuestiones que consideraba y traían una carga mental, ya tenía suficiente con otras cosas como para cuidar de los sentimientos de los demás.

    Luego de contarle sobre mi madre habló de que se trataba de un caballo de madera, nunca había tenido uno así que me causó cierto grado de gracia, ya que en Rusia no solía ser comunes en los juegos infantiles, pero parecía que había cumplido su vida útil, entre tantas generaciones debía ser madera de cedro o alguna otra con buena resistencia, de lo contrario hace mucho se hubiese roto, suponía. Pasamos por el patio norte, en el proceso me coloqué los lentes porque de lo contrario terminaría pasando de las clases de la tarde y de nuevo en la enfermería.

    —Supongo que se te agradece igual dejar una nota —comenté en respuesta, mirándola por el rabillo del ojo, entre la oscuridad del lente y el espacio que permitía el accesorio—. Aunque hubiese preferido no tener que abrazar la almohada, si te soy honesto.

    Noté el camino de piedras, acercándonos al observatorio en lo que escuchaba del plan B; ya tenía una idea de lo diligente que era, por lo que no protesté más al respecto, podría esperar y mirar qué tal nos iba con dicho almuerzo. Alcanzó el pomo abriendo la puerta, la luz tenue dorada nos recibió, y a diferencia de esperar que hiciera algo de calor por lo encerrado que se veía todo estaba bastante fresco, sintiendo que las pupilas se me relajaban, los párpados no me pesaban como esta mañana. La puerta se cerró y escuché los pasos de Sasha al desplazarse por el lugar, hacia el escritorio, la seguí de manera vaga.

    —Es un placer conocerlo —asentí con lentitud comenzando a repasar los rincones, quitándome de nuevo los lentes para guardarlos en la bolsa del pantalón con simpleza, deparando luego en las escaleras—. ¿Qué hay arriba Sash?
     
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    Gigi Blanche

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    Piscis
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    No me pasó desapercibido que se colocara las gafas para atravesar el patio, aún si era algo ya frecuente, pero me mantuve al margen del asunto. Dijo que agradecía la nota y al final sonreí, ahora que sabía sus preferencias pues... podía despertarlo si quería, pero luego no me hacía cargo de nada.

    Alright, a la próxima te llevo conmigo —resolví, en tono liviano.

    Una vez adentro del observatorio aguardé a que husmeara tanto como quisiera y su pregunta me hizo alzar la vista a la desembocadura de la escalera. Me las había dado de local y que podía darle el mini-tour de la torre, pero ni siquiera había ido nunca arriba.

    —No lo sé —reconocí, con una risa ligera, y me acerqué a él para sacar las gafas de su bolsillo y extendérselas—. Vamos a averiguarlo~

    Desde aquí se notaba que el primer piso era considerablemente más luminoso, seguro tenía una cúpula de vidrio o similar. Tomé las escaleras, sosteniendo la falda contra mis piernas un poco porque sí, y lo primero en captar mi atención, lógicamente, fue el enorme telescopio apostado en el centro del espacio. Tenía una silla adosada al suelo, un par más de estanterías, farolas, hiedras y todo el circo. Era bastante bonito.

    Me acerqué al telescopio, lo husmeé aún sin entender nada y me incliné para echar un vistazo por la mira... pero era todo negro. ¿Estaría cerrado? ¿Se podían cerrar los telescopios? Hombre, no tenía idea.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Ella ya había estado aquí, ¿pero no había subido? Parecía que no había tenido el suficiente interés en este lugar, o eso supuse. En cuanto Pierce comenzó a subir la seguí, distrayéndome con cómo se veía la parte inferior desde los escalones, y ya luego llegando a la luz del segundo piso entendí porque me extendió los lentes, me los coloqué, enederecé el cuello, denoté el telescopio, la silla, las estanterías y de nuevo... el telescopio.

    Tenía conocimiento de que podría usarse de día, siempre y cuando no se viese el sol directamente, pero hombre, para mí sonaba a un suicidio ocular.

    —Es como una invitación a venir de noche a la escuela —solté como si nada, dejando mi almuerzo sobre la mesa disponible en dónde habia algo de sombra por las estanterías, recosté la cadera ahí mismo y comencé a quitar la tela que cubría lo que me había empacado mi madre—, ¿no lo crees? Sash.

    Con el bento descubierto aparté la tapa, sujeté el almuerzo con la izquierda y con la derecha el tenedor, mirándola, pese a que dudaba que pasáramos mucho tiempo aquí con el sol que se colaba directamente.

    —¿Lo harías? ¿El venir una noche a la escuela a observar las estrellas?
     
    Última edición: 21 Abril 2024
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