Exterior Observatorio

Tema en 'Planta baja' iniciado por Gigi Blanche, 28 Junio 2022.

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    Zireael

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    La noción del hechizo o del portal me hizo pensar en brujas directamente, las de la ficción medieval que había mencionado Ilana. Observé la torre donde estábamos, miré también a las chicas un momento y pensé si no había acabado aquí con las nietas de las brujas que no habían podido quemar; Morgan tenía las vibras por sí sola, Ilana no tanto, pero su voz en el bosque insistía en ello. Sus delirios de fiebre la ataban al hechizo de este observatorio y a quién sabe qué más.

    En cualquier caso, aproveché el intercambio entre las damas para comer un poco más. Morgan le dio su nombre, Ilana ensanchó la sonrisa y cruzó una pierna sobre la otra.

    —El placer es mío —respondió y pretendió husmear un poco a Morgan con su libro, aunque no fue demasiado invasiva—. ¿Qué lees? Se veía como una edición muy bonita.

    No le había prestado suficiente atención al libro, la verdad, solo vi que lo tomó y el hecho que de parecía que nadie lo tocaba en algún tiempo. La curiosidad de Ilana, de cualquier forma, pareció bastante inocente y yo seguí tan confundido con su figura como antes. A pesar de eso me sentía tranquilo ya, se estaba bien en este portal.
     
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    Gigi Blanche

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    Mantuve la mirada sobre Ilana lo suficiente para ver que su sonrisa se ampliaba. Parpadeé, regresando la atención al libro con calma, y su voz volvió a alcanzarme desde un costado. Parecía una niña bastante inocente y adquirí cierta dimensión de las intenciones de Katrina; personalmente no le encontraba mucha diversión a meterme con esta clase de chicas. Repasé la caligrafía enrevesada ante mí, el tinte amarillento de las hojas y las ilustraciones monocromáticas antes de responder.

    Legends and tales of celtic folklore —murmuré el nombre del libro, deslizando la yema de los dedos sobre la página—. Pregunté en la biblioteca sin mucha esperanza y resultó que tenían cosas como estas guardadas. Mi tierra natal es muy antigua, el clima es hostil y la gente muy hosca, pero recuperar trozos de ella en medio de esta jungla de cemento me sienta bien.

    Cerré el libro con movimientos suaves y giré el torso hacia Ilana. Le sonreí, suave, y se lo extendí para que lo tomara. Había buscado precisamente esa recopilación pues estaba llena de fragmentos originales en gaélico y me ayudaba a practicar el idioma. Hablaba de los Tuatha Dé Dannann, de Mannanán, Ogmios, Rhiannon, Arturo y demás. Una vez pude relajar el brazo, mi sonrisa adquirió una chispa de diversión.

    —¿Te comieron la lengua los ratones? —solté al aire, con cierta sedosidad, y deslicé la mirada al muchacho—. ¿O sólo estás apreciando nuestra belleza?
     
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    Zireael

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    Haberme perdido del espectáculo de la mañana era tanto una suerte como una lástima en términos de chisme, Katrina no solía meterse con este tipo de chicas de no ser que insistieran en buscarla o que tuviera que dar advertencias, aunque su forma de darlas era siempre un poco extraña. En sí ella era rara de por sí, pero más que una queja era un apunte si debía ser sincero. Llevar la fiesta en paz con ella se limitaba a dejarla hacer las cosas como le salieran del coño. En fin, que me faltaba el chismecito, para variar.

    Escuchar la respuesta hizo que la rubia abriera un poco más los ojos, más interesada que antes, y yo mismo paré las orejas. También dijo que su tierra natal era hostil y la gente hosca, pero que estos fragmentos le sentaban bien y en cierta forma lo entendí; solo ahora podía, claro, luego de que Sasha me hubiese llevado al lago. De ahí en fuera seguía adormecido y desconectado dentro del terrario.

    Morgan cerró el libro, giró el torso y extendió el objeto hacia Ilana, a la criatura se le notó una emoción casi pueril y lo tomó, abriéndolo mientras murmuraba "Gracias". Aproveché para estirar el cuello y husmear también, pues porque el asunto me interesaba, y pude leer algunas palabras por encima.

    —Las lenguas gaélicas me parecen muy interesantes —dijo Rockefeller en algo que pareció más un pensamiento en voz alta—. Tu tierra natal. Celta, Escocia e Irlanda conservan buena parte de estos mitos. Morgan... Morgan, Morgana le Fay, hechicera.

    Alcé las cejas, llegó a la idea con relativa rapidez y tuve que tragarme una risilla. Al final puede que siguiera siendo la misma niña rara de antes, solo que se empeñaba en disimularlo, estaba allí en plena asociación libre después de todo, aunque se distrajo cuando la dichosa Morgana preguntó si me habían comido la lengua los ratones y alzó los ojos del libro, como preguntándome lo mismo.

    Dejé los palillos sobre el bento, alcé las manos en señal de rendición y se me aflojó una risa bastante liviana.

    —Me descubriste, porque no hay ratones en esta torre, ¿o sí~? —solté por la pura gracia y después apoyé el peso del costado en el escritorio, todavía ojeando el libro en manos de Ilana—. Me sorprende que guarden estas cosas. No es lo que se dice la clase de material que suelen tener en una escuela, ¿quizás haya alguien medio homesick por ahí que trae esta clase de libros y construye observatorios?
     
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    Gigi Blanche

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    La emoción le chispeó en los ojitos a la niña y murmuró un agradecimiento que prácticamente se perdió bajo el quejido del libro. No dije nada, me limité a seguir sus movimientos sin un motivo aparente y noté, de soslayo, que el muchacho también se estiraba para husmear. Cielos, aún no recordaba su nombre. Ilana habló, entonces, captando mi atención. Mencionó su interés por las lenguas gaélicas y encadenó un par de ideas hasta derivar en la figura de Morgana. Sonreí con gusto, serena, aunque primero rescaté la enumeración de ¿países? que había hecho.

    —¿Gales, dices? —indagué con suavidad, y mi sonrisa se ensanchó ligeramente sin una razón concreta; seguí hablando hacia nadie en particular—. Tendemos a romantizar aquello en decadencia, arrojamos luz sobre las existencias moribundas y nos reconfortamos en el lamento, la compasión y la pena. Es mucho más fácil de esa manera.

    La historia atestiguaba procesos curiosos. Era caprichosa, volátil y contradictoria. La cultura escocesa había estado a punto de ser arrasada, el imperialismo y los conflictos políticos desmantelaron la entera cosmología de un pueblo y ahora, recién ahora, se llamaba a la revalorización. No lo juzgaba, no me interesaba hacerlo, sólo disfrutaba observar el desarrollo de las cosas. Era un eterno vals entre el orden y el caos.

    —Pero sí, son interesantes —acordé finalmente, entreteniéndome en el vaivén consciente, abordando temas escabrosos y luego regresando como si nada, y le sonreí a Ilana—. Son la evidencia de un pueblo que ya no existe, lo que queda de ellos en nosotros.

    El muchacho reaccionó con naturalidad a mi comentario, que al menos sirvió para escucharle la voz, y sentí invocar el eco de un recuerdo al detallar su sonrisa y pensar que tenía cara de no matar una mosca. ¿No lo había asociado con un zorro aquel día? Atendí a su observación y deslicé la mirada al libro que seguía en manos de Ilana.

    —Quién sabe, tendría más sentido por ser una escuela internacional. Aún así, este lugar tiene cosas extrañas. —Alterné mi atención entre los dos y agregué, bastante de la nada—: ¿Se conocen de antes?

    Percibía cierta familiaridad o quizá naturalidad entre ambos, una que concordaba con el hecho de haberlos encontrado metidos aquí adentro, claro, pero la pregunta quizá me ayudara a conseguir la información que buscaba.
     
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    Zireael

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    Ilana asintió a lo de Gales aunque seguía zambullida en las páginas, lo que demostró que al menos seguía con una parte de la atención puesta en nosotros, así que cuando Morgan siguió en algo que parecía más una divagación que una conversación asumí que ambos la oíamos. Habló de la romantización de aquello en decadencia, la luz sobre existencias moribundas y el confort de la compasión y la pena. Vaya cosa más abstracta.

    —El anhelo se parece mucho a eso —resolvió la rubia sin alzar la vista, pasando una página, e incluso su voz quiso sonar algo ominosa en este espacio—. Desear algo que ya se perdió, algo que no te pertenece o que simplemente es distinto. La historia se repite sobre sí misma, nadie aprende nunca lo suficiente.

    Cuando la morena volvió sobre el tema liviano, o liviano en comparación al menos, el contraste fue notorio y se me estiró una sonrisa en el rostro, ligeramente divertida. No podía hablar mucho de pueblos que ya no existían, no al menos desde el asunto de las lenguas gaélicas, así que solo lo dejé correr y absorbí la conversación.

    —¿Extrañas? —reboté medio porque sí.

    La otra pregunta, sin embargo, hizo que Ilana despegara los ojos del libro y de paso se lo regresara a Morgan con cuidado. No era ningún secreto de Estado ni nada, así que yo asentí con la cabeza.

    —El mundo es un charco demasiado pequeño en algunos momentos, como si las distancias se doblaran sobre sí —resolví con sencillez—. Prácticamente crecimos juntos.

    —En el mismo pueblo, donde solo tienes una escuela, una secundaria y paras de contar —secundó la rubia junto a una risa y usó el apodo que le brindé en vez de mi nombre—. Maze y su madre dejaron Northwood unos meses antes que mi familia. No creí que acabaría chocando con él aquí, pero así son las cosas.
     
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    Gigi Blanche

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    La niña respondió a mi reflexión incluso si no había quitado la cabeza del libro, habló del anhelo en sus diferentes formas y hacia mí flotaron varios recuerdos. La conversación con Mattsson, la ira de Jenny, mi propia caligrafía. ¿Lo perdido? ¿Lo ajeno? ¿Lo desconocido? ¿Para qué desearlo?

    —El anhelo es absurdo —resolví con suavidad, no por pretender llevarle la contra, sino porque realmente lo creía—, precisamente por los motivos que mencionas.

    Cuando hablé de la escuela había comenzado a deslizar el cuerpo fuera del escritorio. El pelirrojo indagó por las cosas extrañas de las que hablaba y me sonreí, moviéndome en silencio hacia Ilana. Me ubiqué detrás de su silla y estiré una mano para afianzarla al borde de la mesa, a su costado. Busqué los ojos verdes del chico y permanecí allí un instante antes de separar los labios.

    —De eso los oí hablando el otro día, right, lass? —Acabé bajando la mirada a Ilana, lo que veía de ella desde mi posición, y me moví al libro, el cual comencé a hojear tras inclinarme suavemente—. Corren algunos rumores extraños, la mayoría sobre cierto... club de ocultismo. Se dice que existe, aunque no aparece en ningún registro, y nadie sabe dónde se reúnen ni quiénes son exactamente sus miembros. También dicen que su presidenta posee un grimorio y que juegan con magia negra. Ah, y que tienen un gato. ¿Fuiste a la mascarada de abril, lad? Algunas versiones hablan de que allí intentaron hacer un ritual.

    Me había distraído en el libro y el fluir de las páginas, pero mi sorpresa fue genuina al oír que provenían del mismo pueblo en... ¿Estados Unidos, suponía? Donde fuera, era bastante loco. Alterné la mirada entre ambos y solté una risa nasal leve, incrédula. Ya de paso, la niña soltó el apodo del muchacho y pude recordar su bendito nombre.

    A wee coincidence. The odds, really... —murmuré, aún procesando el hecho, cuando reconocí un título que apareció en el libro y lo repasé bajo mis dedos—. Ah, conozco esta. Am Bròn Binn, o The Sweet Sorrow, es una balada artúrica sobre la búsqueda de una dama con la cual el rey se había obsesionado en sus sueños. Los hombres siempre tan encantadores... No offense, love. —Le lancé un vistazo breve a Maze antes de seguir—. Fionn Falaich, uno de sus súbditos, se ofrece a ir por ella. Atraviesa océanos embravecidos durante siete semanas y tres meses hasta arribar a un hermoso castillo en blanco y azul. Allí, la dama los recibe y les ofrece una dulce canción de su arpa para que puedan descansar, y entonces...

    Había ido deslizando la yema de los dedos por la letra gaélica de la canción, recordando su contenido, y al llegar a las últimas estrofas me permití entonarlas en voz baja. La trova recurría a la repetición de sus frases y, una vez finalicé la melodía, me sonreí.

    —Toma la espada del cinturón de Fionn y le corta la cabeza. "Este es el final de mi historia, así es cómo el Dulce Pesar es cantado".


    sowwy, tenía esta idea en mente ya, así que me anticipé a que Ilana le regrese el libro así podía rolearlo. Había hecho research y todo (!!)

    Y hablando de la research, esta es la canción:



    Y acá dejo la letra en inglés, ya que la tengo:


    The King of Scotland saw in a dream
    The fairest woman under the sun
    And he preferred his heart's desire
    Than to converse with men like himself

    Fingal said to the champion
    I will go and bring her to you
    Myself, my boy and my dog
    The three of us will go to get the woman

    Seven weeks and three months
    Since we began sailing on the ocean
    Without seeing dry land
    Where our boat could shelter

    In from the edge of the rough sea
    We saw a great castle of white and blue
    Many were the windows and gables
    Plentiful the cups and goblets

    As I reached its foot
    A hooked chain descended
    I did not fear or flinch
    I reached for it, running upwards

    I saw the fair white-veiled young woman
    On a golden throne within
    A ribbon of silk beneath her feet
    And I blessed her fair countenance

    Young man who came from the sea
    Cold is your blessing upon us
    Come rest your head on my knee
    And I will play you harp music

    A harp on the fairest, fresh lap
    The bluest eye and the whitest jaw
    He fell into a quiet dreamland
    Having traversed the wild oceans

    She stole the sharp sword from its belt
    And she stealthily cut off his head
    That's the end of my story
    And how the Sweet Sorrow is sung
     
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    Zireael

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    Desde que la chica apareció recordé que era la muchacha que había aparecido de repente el otro día en el pasillo de repente, cuando estaba con Joey hablando sobre lo del supuesto club de ocultismo. El encuentro no había pasado de eso tampoco, la interrupción fue tan extraña como la conversación incluso antes de que apareciera, pero no solía preocuparme por esas cosas y solo lo dejé así. Ni siquiera habíamos intercambiado nombres.

    Cuando abrió la puerta del observatorio, al ver que David no le preguntaba cómo se llamaba o cualquier otra cosa asumí que se conocerían de antes, pero quizás fue una apuesta al aire realmente. No fue que algo en él cambiara realmente, parecía tratar a casi toda la gente con la misma calma o al menos así era en el salón. Así había sido también con la gente en el pueblo, aunque por alguna razón ahora parecía más artificial o quizás yo me lo estaba imaginando.

    Morgan y yo conversamos, pasé del apunte de "amiga o lo que sea" porque tampoco era algo que me quitara el sueño realmente o me ofendiera, y pronto nos enfocamos en el libro. El chico se había quedado callado más allá de la bienvenida hasta que ella le preguntó si le habían comido la lengua o solo estaba admirando las vistas, para resumir, y la respuesta fue lo segundo. Me hizo algo de gracia, pero seguí en lo mío y entonces el comentario de la chica, que quizás no ameritó una respuesta en realidad, me hizo divagar.

    El anhelo es absurdo, precisamente por los motivos que mencionas.

    Lo era, ¿pero darnos cuenta de ello nos libraba de sentirlo?

    En lo absoluto, esa clase de libertad no la conocíamos todos.

    Mason preguntó por las cosas extrañas, pero yo recordé la conversación del club de ocultismo así que me imaginé que sería eso. Morgan se había deslizado fuera del escritorio, la sentí a mi espalda y asentí con la cabeza para confirmar que de eso hablábamos del otro día, me pareció que David se permitía una risa que sonó a una mezcla de genuina diversión y muy poca sorpresa.

    I did —apañó a lo de la mascarada de abril y yo despegué los ojos del libro un momento para mirarlo. Me pareció un poco extraño lo inalterable que permaneció a la conversación—. ¿Le habrán dejado un espanto a Katrina en la mansión? Oh dear, poor girl.

    Su pesar fue casi impostado y no tuve manera de saber que Katrina era la chica de las mariposas muertas, así que regresé la cabeza al libro antes de responder lo de si nos conocíamos. Me di cuenta cuando terminaba que no dije que el pueblo era de Estados Unidos, pero tampoco creía que importara lo suficiente, ella apuntó la coincidencia, pero también reconoció un título en el libro y lo leí cuando sus dedos lo repasaron.

    Escuché lo que contó sobre la balada, el rey obsesionado con una dama en sueños, cómo Fionn se ofreció a ir por ella. El tipo cruzó océanos, arribó a un castillo y la dama los recibió, ofreció una canción de su arpa. La estrofa que entonó Morgan me rebotó en el cuerpo, también la sentí repetirse en las paredes de la torre aunque quizás no tuvo el volumen suficiente para ello y aunque la noción era completamente distinta, ahora sí pensé en la estupidez de los bichos muertos, aunque seguía sin conectar la frase críptica con su verdadera intención, pues porque tampoco era yo una mente maestra si poseía tan poca información.

    ¿En qué era realmente diferente la intención Fionn de hacerse con la chica con la que soñaba su rey de inyectar a un bicho de etanol y pegarlo en un cuadro? ¿De hacerte unos pendientes con sus alas y fingir que no llevas un cadáver encima? ¿No era la obsesión otra forma de anhelo? Puede que lo fuera e incluso más absurda que las que yo había mencionado. Era peligrosa, poco utilitaria y amenazaba la autonomía de otros.

    Amenazaba.

    Toda criatura recurría a la violencia al verse arrinconada.

    Bro was charming, that's for sure —comentó Mason dejando ir el peso del cuerpo en el espaldar de la silla—. Que el rey obsesionado con una mujer en sueños, que el súbdito ofreciéndose a traerla. Normal que rueden cabezas, supongo.

    Que hablara mientras yo conectaba neuronas me privó de alcanzar algo muy parecido a una epifanía, la verdad, la idea que estaba por alcanzar se me resbaló con bastante facilidad y me olvidé por completo de ella. Pensé en la balada, en las estrofas que entonó Morgan y en el libro.

    And that's how the Sweet Sorrow is sung —parafraseé, más o menos, en respuesta a lo de Mason y busqué mirar a la chica, lo que alcanzara de su silueta en realidad—. ¿Qué opinas sobre lo que hizo ella?


    im living my best life rn *rueda en la research*
     
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    Gigi Blanche

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    Maze confirmó haber asistido a la mascarada y alcé suavemente las cejas al asumir, por sus palabras, que la dueña de aquella casa tan ostentosa era nada más y nada menos que la chica de esta mañana. El Sakura rebozaba de niños podridos en dinero, pero aún así había pijos y pijos. Esa arquitectura, estilo y decoración pertenecía a la categoría, si se quiere, más inalcanzable. Era la clase de ricos que ya no sabían qué demonios hacer con su dinero, que se aburrían tanto como para acabar incurriendo en pasatiempos y vicios extraños. Con todo, la imagen que transmitía Katrina se alejaba diametralmente de la elegancia de aquel palacio victoriano. ¿Era la niña rebelde de papá?

    My, my.

    —Dudo que sean otra cosa que inofensivos —respondí, divertida, tras detallar la calma con la cual Maze había abordado el asunto, y adrede agregué—: Pero una rata muerta en el balcón, tal vez. Quién sabe.

    Quizá fuera el eco dentro de la torre, su iluminación tenue y la sensación que te imprimía en la piel, o quizás estos muchachos realmente estuvieran lidiando mejor que el promedio con las cosas raras que solía soltar. En líneas generales la gente se espantaba con facilidad, o se mostraban reacios a desviarse de una charla convencional, o intentaban fluir, sí, pero sus expresiones los delataban. Había dedicado mi vida a observar. A mis padres desde el hueco de la escalera, entre los barrotes de madera; el humo disipándose lejos de la mueca amarga en los labios de Jenny, las briznas largas de césped acariciando sus pantorrillas desnudas; las plantas de los pies de las chicas al caminar, ensuciadas por la tierra suelta de Blackpark; el dobladillo mal cosido de nuestros vestidos; los zapatitos perfectamente alineados junto a la cama de Hanabi; la distancia irreparable en los ojos de Kohaku. El mundo fluía a mi alrededor, y yo existía y no existía en él.

    La canción me rebotó en el cuerpo, arrojó contra mi piel una sensación agradable y oír el gaélico brotar de mis propios labios me enraizó a las noches heladas en Inverness, los gritos de los vendedores ambulantes y las señoras vendiendo sus amuletos trenzados junto al río. Maze fue el primero en hablar, lo miré y su reacción, tan natural como la anterior, me estiró una sonrisa divertida en los labios. Ilana, sin embargo, pareció tomarse el asunto con más seriedad... o profundidad, quizá. Noté que alzó la cabeza, agaché la mirada en consecuencia y desde aquel ángulo sus ojos me resultaron aún más inocentes que antes; como una pequeña niña haciendo preguntas por el bien de su eterna curiosidad. No me aparté de mi posición, exhalé con calma y descansé una mano en el espaldar de su silla.

    —Ella. ¿Quién es ella, realmente? Una misteriosa y bella dama que vive en un palacio distante, que aparece en los sueños del rey y lo induce a la locura. ¿Es humana, siquiera? —Deslicé la mirada al libro, aún abierto en aquella página, y ladeé ligeramente la cabeza—. ¿Fue una criatura defendiendo su territorio? ¿Una mujer proclamando su autonomía? ¿O un ser malvado moviendo los hilos para atraer a sus presas? Con todo, es el personaje más interesante de la balada, ¿no crees, lassie?

    Regresé la mirada a Ilana al preguntarle directamente y le sonreí. En mi gesto danzó la suavidad de siempre, aunque mi voz cargó una nota diferente y repasé sus facciones por encima, absorbiendo los detalles.

    —En un mundo de reyes y caballeros, oír sobre una mujer decapitando a su captor es... casi encantador, ¿verdad?
     
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    El comentario de Mason sobre los espectros y la mansión me pareció un poco extraño, me faltaba demasiado contexto y como no hacía más que confirmar cada día, no poseía ni tres cuartos de la información de esta escuela. En las relaciones entre las personas parecían discurrir tantas tensiones, tantos juegos de sombras, que para una recién llegada como yo todo era una amalgama de eventos inconexos entre sí. Hablaban de mascaradas, de bichos muertos y rituales.

    Nada tenía sentido real.

    —Qué terrible, encontrarse una escena del crimen con una rata —se lamentó David, entretenido con el asunto.

    Fue un chispazo de lucidez, un recuerdo venido de ninguna parte, pero me oí a mí misma hablando en los bosques de Northwood sobre canciones incomprensibles y recordé a Mason, escuchando junto a los demás, en su silencio que debía parecerse mucho al que consumía las habitaciones de los hipnotistas. No reaccionaba, pero tampoco se iba, no dejaba de escuchar y nunca parecía espantarse. Había una lejanía en su figura que no terminaba de comprender, una que poseía desde entonces, cuando no debíamos tener más de doce años, estaba y no estaba allí.

    Nada lo ataba al mundo entonces y nada lo ataría ahora, ¿por qué?

    Se tomaba esto como un eterno circo o quizás como una parte de la vida, de un paisaje que era demasiado amplio para ser comprendido. Mi comentario, en comparación al suyo, fue mucho más serio aunque no respondía más que a la curiosidad. Puede que esa característica de mí misma fuese la que me condenara una y otra vez; era la que me hacía leer cuanto libro se me pusiera por delante, la que me hacía seguir a las chicas mayores al bosque, donde cantaban, tocaban la guitarra y bailaban, la que me hacía no ignorar al chico golpeado en un parque y la que me impedía solo resignarme a lo que recibía del mundo.

    Una parte de mí siempre esperaba más, ¿y para qué?

    ¿Para qué si solo podía arrancarle las alas a todas las mariposas que chocaran conmigo?

    Colgarlas en las paredes, usarlas como dijes y pendientes.

    El violeta de la mirada de Morgan era misterioso, distante y cautivador, como lo era su voz entonando melodías en gaélico y el libro que había venido a buscar aquí. Repitió el pronombre, sus posibilidades y cada uno adquirió una forma en mi cabeza, algunas se parecieron más a brujas o la Circe griega, otras a un animal del bosque defendiendo un territorio que le había pertenecido antes que a los hombres, otras me recordaron a las mujeres que luchaban por algo tan simple como salir a la calle sin que un tipo que podría ser tu padre te mirara como un trozo de carne y las restantes parecían seres nacidos del miedo, sin más.

    She is —secundé a lo de que era el personaje más interesante de toda la balada, las palabras me salieron más como una exhalación y sentí los ojos de David encima. No volteé a mirarlo de todas formas, seguí con mi atención puesta en la chica y se me escapó una risa por la nariz—. Muchas historias serían más interesantes si se narraran de esta manera.

    —¿Decapitando a todos los Fionn del mundo? —cuestionó Maze con suavidad y lo escuché revolver la comida en su bento, despacio—. ¿Educando a más damas que puedan tomar una espada?

    Both, probably.
     
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    Me encogí ligeramente de hombros como respuesta final al oír la asociación del chico entre la rata muerta y una escena del crimen; suponía que, estirándolo lo suficiente, las escenas del crimen abundaban en el mundo. Fuera la araña que aplastábamos, la flor que arrancábamos o la mariposa que estirábamos sobre una plancha para secarla al sol. Si le prestábamos la debida atención cargaba el poder de hacernos enloquecer. Por eso, al final del día, sólo éramos crueles.

    Nada era malo o bueno hasta que los demás comenzaban a apuntarlo como tal.

    La niña mantuvo sus ojos en mí y acordó con mi opinión. Le eché un breve vistazo a Maze para seguir su intercambio y regresé a Ilana, a quien le sonreí con suavidad antes de deslizar la mirada al libro. Recordaba haber leído algo puntual hace un rato y comencé a hojearlo en retroceso.

    —Por desgracia a duras penas recuerdo historias donde una mujer fuese la protagonista, pero al menos se encuentran personajes como estos.

    Me detuve cuando en la página se leía el título "Ciclo del Úlster". La recopilación alcanzaba los ochenta mitos y era uno de los pilares del folklore celta. Me incliné, invadiendo ligeramente el espacio de la chica, y fui deslizando el dedo por el texto.

    —Gran parte de este Ciclo está basado en Cú Chulainn, héroe y posteriormente semidios. El dato curioso es que fue Sgàthach, la Doncella Guerrera, experta en combate y en artes marciales, quien lo entrenó. Y también fue contra Maeve, reina de Connacht, que peleó en el Táin Bó Cúailnge. —Esbocé una sonrisa irónica—. Igual todas querían follarse al apuesto y valiente Cú Chulainn, pero al menos ciertos detalles se rescatan. Supongo que la mentalidad de los hombres no ha cambiado demasiado en los últimos mil años. —Me fui irguiendo y miré a Maze—. Then again, no offense, love.

    Regresé al lugar que había ocupado antes sobre el escritorio, sólo que esta vez no me senté. En su lugar, reposé ambas manos en la madera y me mantuve de pie frente a ambos chicos.

    —Sgàthach es de mis personajes favoritos. Tenía hombres bajo su comando, entrenaba jóvenes inexpertos, gozaba del Imbas Forosnai y vivía en Dún Scáith, la Fortaleza de Sombras. Además, su mayor rival era, según algunas versiones, su hermana: Aife, otra Doncella Guerrera. —Miré concretamente a Ilana—. Si te interesa el tema, lass, mi recomendación es que empieces ahí. Me gusta creer que podemos rescatar estas figuras secundarias de la historia y darles la relevancia que merecen, o al menos la que nunca tuvieron.
     
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    Zireael

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    Los comentarios de David se paseaban un poco entre la broma y la seriedad, al menos así lo percibí quizás para mantenerse en sintonía con la conversación que se había desplegado de repente solo por la pregunta del libro. El chico habló de la escena del crimen con la rata muerta, de decapitar a los Fionn del mundo y de darle espadas a las damas con la tranquilidad de quien habla del clima.

    En cualquier caso, Morgan volvió a hablar luego de que concordara en su opinión y la sentí invadir ligeramente mi espacio, algo que no me molestó y escuché lo que dijo sobre las historias que tenían protagonistas femeninas. Los nombres gaélicos seguían sonando indescifrables, pero en la voz de Morgan parecían tan naturales que no me había detenido a pensar en ello realmente.

    La seguí oyendo, almacené información al vuelo y me quedé con la Doncella Guerrera, el comentario de que los hombres no parecían haber cambiado desde entonces me hizo soltar una risa por la nariz y noté que Mason se sonreía, entre divertido y resignado. No se había detenido una sola vez a defenderse a sí mismo ni al resto de tipos del mundo, así que supuse que no querría desperdiciar tiempo en algo indefendible de por sí.

    —Uno no debería ofenderse por la verdad —dijo con la misma calma que había sostenido hasta ahora.

    Ella regresó al lugar que había ocupado antes, no se sentó pero permaneció frente a nosotros y continuó hablando de Sgàthach. La idea con la que cerró me estiró una sonrisa en el rostro.

    —Me interesa, sí —confirmé sosteniendo su mirada—. Quizás a todos deberían interesarnos más estas figuras, de hecho. Son demasiadas las cosas que acaban perdiéndose porque nos enfocamos en otras más efímeras, para decirlo de otra manera.

    —Club de folklore when —soltó Mason y se le escapó una risa floja—. No estaría mal ojear qué tanto material tiene realmente esta academia.
     
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    Gigi Blanche

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    La niña accedió, noté que mi último comentario le había dibujado una sonrisa en los labios y no agregué nada sustancial a su aporte, más allá de que estuviera de acuerdo. Recordaba el breve intercambio que habíamos mantenido con Kenneth una vez respecto al atractivo del pasado y nuestras opiniones dispares. Era verdad que la historia ya había ocurrido, pero no estaba toda escrita; y eso era lo que la volvía un pozo de misterios tan hondo como el futuro. Mirando hacia atrás podíamos desempolvar pergaminos ocultos en ruinas, desenterrar estatuillas ancestrales y analizar cartas de enamorados separados por distancias irremediables. Podíamos aprender de dioses y criaturas aladas, comprender el mundo a través de los ojos de reinos extintos. Todos aquellos que alguna vez se creyeron eternos, ahora tan efímeros.

    —Es lo que llevo haciendo desde que entré aquí —anoté tras las palabras de Maze, y enganché el almuerzo a mi dedo con suavidad—. Mientras más hondo caves, más te acostumbrarás a la oscuridad. Quién sabe, quizás un día acabamos topando con el famoso grimorio y todo.

    No me lo había propuesto como tal, pero la idea había aparecido en mi mente de tanto en tanto. Indagar lo suficiente hasta acabar un día frente a un libro prohibido, o el supuesto club de ocultismo, o con una maldición encima. Jenny nos había enseñado a perseguir los mitos y darles forma.

    Rodeé la mesa hasta quedar junto a Ilana y cerré el libro frente a ella, recogiéndolo con suavidad. En cierta forma había aceptado la idea de Maze, o al menos no me había preocupado en rechazarla. Busqué los ojos rosados de la chica sólo un segundo para sonreírle y giré sobre mis talones.

    I like ye, lassie —murmuré al aire, bordeando el escritorio, y me detuve detrás de Maze; apoyé la mano libre sobre su hombro y regresé a la mirada de la chica—. Let's hang out more. See ye~

    Me refería a ambos, más allá de que el idioma no permitiera la distinción. Al abandonar los ojos femeninos deslicé la mirada al cabello pelirrojo del muchacho y me sonreí, rompiendo el contacto con suavidad. Me giré, finalmente, y abandoné la torre del observatorio. Me quedaban... algunos minutos para comer, ¿verdad? Oh, bueno, podría picar en mi asiento hasta que la profesora me regañara. Qué más daba.


    por acá cierro con Morgan <3

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    Zireael

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    Había que ver nada más en la clase de charlas que terminaba uno metido por querer venir a echarle un vistazo al observatorio, de verdad. Que el club de ocultismo y la rata muerta en casa de Katrina, que Fionn decapitado y las Doncellas Guerreras; lo único que nos faltó fue que a Ilana se le volara la pinza por completo y empezara a hablar de todo lo que se oía de los Apalaches. El espacio se prestaba para esto, los recuerdos de reinos caídos y pueblos permeados por una memoria más antigua que ellos mismos.

    La escuché y las escuché, hasta que sus voces me dieron la sensación de provenir de un lugar en lo alto de esta torre, de otro sector del mundo y allí, por alguna razón, el tema de conversación era parte de una armonía diferente, parte de un paisaje que no se parecía al del mundo exterior. En un terrario distinto existía este mundo, el de los reinos caídos, las damas que decapitaban caballeros por razones comprensibles, las Doncellas Guerreras y un grupo de gente que hacía rituales en una mascarada en plena mansión victoriana de la chica forrada en pasta. En un terrario distinto las voces de estas chicas eran un canto que se parecía más al gaélico de Morgan que al inglés de Ilana o incluso a otro idioma, algo más antiguo, más incomprensible.

    Y no por ello menos cautivador.

    —No dudo que algún día aparecerá —dije en respuesta a lo del grimorio y solo Dios sabría si estaba hablando en serio o no.

    El comentario hizo sonreír a Ilana, divertida, que dejó que Morgan recogiera el libro sin más y entonces cruzó una pierna sobre la otra. Cuando la morena buscó su mirada para sonreírle ella le regresó el gesto, tranquila, y la sonrisa se le ensanchó un poco al escucharla. Hombre, la niña parecía extrañamente satisfecha con todo lo que salía de los labios de la otra.

    We should indeed —secundé a lo de vernos más, como si el idioma en sí no dejara al aire si se refería a ambos o solo a ella, pero uno aprovechaba los vacíos legales.

    La mano de Morgan desapareció de mi hombro no mucho después, Ilana descansó el peso del cuerpo en el respaldo y la observó. Creí que solo la dejaría irse, pero alzó la voz una vez más antes de enfocarse en terminarse el almuerzo antes de que la campana.

    I like you, Morgana —resolvió con sencillez y tuve que tragarme una risa.

    ¿No daba la sensación de que metía la cabeza a voluntad en los terrenos pantanosos?


    y por acá cierro con mis weirdos, muchas gracias por caerme <3 disfruté mucho interactuar con Morgan este día JAJAJ
     
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    Zireael

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    Jez.png

    Después de haberle enviado los mensajes a Yuta guardé el móvil y Cayden se acompasó a mi ritmo sin problema, pero guardó silencio gran parte del trayecto. Lo observé de reojo de tanto en tanto, él miraba el espacio, a mí y a las personas como si estuviera trazando un mapa. Evitaba choques accidentales con los otros, pero también me pareció que la gente no lo notaba. Brillaba como antorcha y la gente no sabía que estaba allí.

    Bajamos hasta la cafetería, yo me compré un bento y él un sandwich, a la salida compramos algo en la máquina para tomar y nuestro recorrido continuó en el silencio de antes. Incluso así me sentí tranquila a su lado, había algo en su presencia que resultaba muy cálido.

    —¿Has ido al nuevo observatorio? —le pregunté mientras estábamos todavía en el pasillo.

    —No realmente —respondió mientras miraba por una de las ventanas—. Suelo quedarme en el salón y cuando salgo estoy en el patio.

    —¿Te gusta mucho el patio? —Él asintió, sosegado, y yo sonreí pues de nuevo sentí que hablaba con un niño—. Es muy bonito.

    —¿Quieres ir al observatorio?

    —Este sol no me hace muy bien.

    Un sonido afirmativo, esa fue su respuesta, y entonces enderezamos los pasos al exterior. Al llegar a la puerta del observatorio Cay apareció en mi campo de visión, reparé en su silueta delgada, sus hombros, el cabello rojo de su nuca y el pendiente en una de sus orejas; algo en él parecía naturalmente dicotómico. El caso fue que su aparición fue para abrir la puerta, pero una vez la entrada estuvo libre me dejó pasar primero.

    —Gracias, cielo —dije sin detenerme a pensar que le provocaría un nuevo bochorno.

    En el interior el tiempo pareció detenerse, se volvió denso y se suspendió en un período mucho más alejado de la actualidad, perteneciente a otra esfera. Algo en el espacio era misterioso y extraño, pero increíblemente bello y pensé que uno podría pasar horas aquí dentro, hasta olvidar que había un mundo afuera.

    La puerta se había cerrado y cuando volteé para buscar la silueta de Cayden di con él suspendido en el espacio, justo como el tiempo. Había alzado la cabeza y observaba la torre, absorto; pareció que iba a hablar, pero no dijo nada al final y solo pude pensar dos cosas. Que parecía un fuego vivo y que una parte de él anhelaba este silencio.

    rellenos locos me dicen a mí JAJAJ
     
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    Gigi Blanche

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    Los primeros minutos había sido todo bonito, con el agüita, el solcito y el vientito, pero poco tardamos en genuinamente cagarnos de calor. Había un par de árboles en torno a la piscina, pero en cualquier caso creí notar algo extraño en el semblante de Kakeru y, aunque me negó sentirse mal al preguntarle, no me la tragué. Miré mi almuerzo, miré su mitad de la comida y regresé los ojos a él. Hice memoria un poco de repente, como si hubiese atado los hilos sin querer, de nuestra tarde del sábado, el almuerzo del jueves, e incluso más atrás. Tapé el bento con cuidado, sin dar explicaciones pese a su clara confusión, y le dediqué una sonrisa justo antes de incorporarme y extenderle una mano.

    —Vamos a un lugar más fresco, acá hace mucho calor —expliqué.

    Su mitad estaba casi intacta y apenas lo recordaba comiendo algo, fuera el almuerzo de Emily, fueran las galletas y los pastelitos del parque, y quién sabe cuánto habría comido en su casa. Quizá fueran ideas mías, claro, pero decidí confiar en el famoso sexto sentido. Kakeru se mostró ligeramente contrariado y acabó por aceptar, suspirando. Lo ayudé a levantarse, le sonreí y él reflejó el gesto.

    —Podemos ir al invernadero —propuso, abandonando los terrenos de la piscina.

    Ah, mierda. Anna estaba ahí con Altan, me lo había dicho más temprano. Ahora necesitaba una excusa para negarme a pisar el lugar más obvio del mundo, el lugar que no tenía motivos para evitar. Mantuve la sonrisita en mi rostro y pensé a velocidad, deseando que el ligero aturdimiento de Kakeru lo mantuviera ajeno a mi mini ataque de pánico. Recorrí las inmediaciones con la vista y...

    —Oh, ¿has visitado el observatorio? —Lo miré, genuinamente contento por haber encontrado una alternativa sólida, y él meneó la cabeza—. Yo tampoco. Dicen que tiene todo un rollo como medieval, podemos echar un vistazo.

    —¿Puede entrar cualquiera?

    —No sé~

    —¿Y si no se puede?

    —Relájate, mini Fuji —lo molesté, risueño, y él me miró con cara de "¿en serio?".

    Al menos había logrado distraerlo. Además sólo era justo, ¿no? Debía comenzar a devolverle todos los "mini Ishi", ahora que había oído cómo lo llamaba Maxwell y me había iluminado. Le sonreí como un niño bueno, en cualquier caso, y me encargué de abrir la puerta del observatorio. Afuera había tanta luz y aquella torre era tan oscura que necesité algunos segundos para adaptar la vista y finalmente notar las siluetas dentro. Kakeru fue el primero en colarse en el espacio, se detuvo un poco de repente y seguí confirmando mi idea de que lo notaba aturdido.

    Quiso disculparse, llegó a murmurar una especie de "ah" que le acabé interrumpiendo al pasar junto a él e identificar a las misteriosas siluetas.

    —Cay Cay —lo saludé, contento, y deslicé la mirada a Jezebel—. Vólkov-san, ¿cierto? Hola.

    Repasé el espacio y detecté una silla al otro lado del escritorio. Volteé hacia Kakeru, quien se había quedado un poco estaqueado en su lugar, y con un movimiento de cabeza lo animé a ir.

    —Siéntate ahí, anda —murmuré, evidenciando mis pensamientos, y él suspiró; supuse que por fin había cedido y le extendí una de las botellas de agua, regresando a Cayden y Jezebel—. Perdonen la interrupción, estábamos en la piscina pero hace mucho calor. Creo que se insoló un poco.

    Era mentira, pero servía de excusa inmediata. Kakeru le dedicó una sonrisa a ambos, cumplió como saludo, como disculpa y también expresó algo de bochorno, y se sentó en la dichosa silla. Relajar el cuerpo lo alivió, lo noté en su semblante y se enfocó en darle sorbos a la botella de agua.

    —¿Estamos todos refugiándonos de una estrella enorme, distante y letal, acaso? —completé, acercándome a Cayden para alejar el núcleo de la conversación de Kakeru.


    planeaba sacarlos de la piscina anyway para dejarle el espacio a maze, kenny y sasha :D
     
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    Zireael

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    Le dejé a Cayden su espacio mientras yo navegaba el observatorio, miré los estantes, el escritorio y husmeé las escaleras. Al cabo de un rato dejé el bento en el escritorio para poder ojear uno de los libros y Cay, en el refugio de la torre, rondó el espacio lentamente y fue entonces que lo escuché.

    Bajo, muchísimo, pero su voz se abrió paso en el silencio y cantó algunas estrofas que no pude reconocer. La melodía se alzó, rebotó y se perdió, pero él pareció muy contento con el eco que recibió y sonrió como si estuviera solo allí. Era un poco extraño que dijera tan poco de sí incluso si era esto, el chico que iba por ahí cantándole a los pajaritos de una chica desconocida y cantando en torres medievales.

    No dio explicaciones, cuando la melodía se desvaneció se acercó para dejar su comida cerca de la mía, pero también se puso a husmear los libros en los estantes y abrió uno al azar o eso me pareció. Yo hice lo mismo, lucía tan tranquilo en el silencio que no me dio el corazón para interrumpirlo ni nada parecido. Estaba acostumbrada a Altan de por sí.

    En algún momento la puerta se abrió, yo también tenía la cabeza zambullida en un libro y alcé la mirada para ver quién había llegado, lista para disculparme por cualquier intromisión. La luz exterior me había recortado las figuras, así que tardé un poco en reconocer a Kakeru y luego apareció el muchachito del que Cay acababa de estar hablando. Él, que no había sacado los ojos del libro, levantó la cabeza de golpe cuando el chico lo llamó por un apodo y yo me sonreí. Habia reaccionado como si lo hubieran llamado con silbato, ni creí que hubiese oído el apodo en sí, fue como si reconociera su voz al vuelo apenas abrió la boca.

    —Y tú eres Ishikawa-kun. Cay me dijo tu nombre hace un rato, hola —dije luego de asentir con la cabeza para confirmar mi apellido y le dediqué una sonrisa a él específicamente antes de enfocarme en Kakeru, que medio se había quedado estaqueado en su lugar.

    Cay había regresado el libro al estante, atolondrado de repente por la forma en que yo lo había expuesto, pero miró a ambos muchachos y esperó a que Kakeru le hiciera caso a Ishikawa, no supe si fue por preocupación o confusión. Quizás un poco de ambas, porque no pareció quedarse tranquilo hasta que se hubo sentado.

    Entre tanto yo negué con la cabeza para restarle importancia a la interrupción, pero me acerqué despacio a Kakeru, arrastré una silla y antes de acomodarla cerca de él le di un toquecito en el hombro, tranquila, aunque igual me pasé con las confianzas, ni idea. Sí que se le notaba un poquito ponchado o aturdido, pero lo atribuí al calor como decía su amigo. Tal vez el agua y estar a la sombra le ayudaran un poco.

    Qué poco sabía.

    —Este sol es bastante agresivo —resolví desde mi posición—. Es mejor que hayan buscado dónde cubrirse, que luego había que pasarlos a la enfermería por un golpe de calor.

    Cay cortó distancia más o menos al mismo tiempo en que Ishikawa se acercó a él y, para mi sorpresa, le echó los brazos encima. Lo estrechó con mucho cariño aunque tuvo cuidado de no tirarle lo que trajera en las manos y el abrazo fue más bien breve, pero cuando le devolvió su espacio el rostro se le iluminó al sonreírle. Me dio algo de ternura.

    Su explicación de antes entonces me pareció escueta en vez de concisa, pero no se llevaba un máster en oratoria así que no podía juzgarlo. Más bien le pedía mucho a la pobre criatura.

    —¿De la esfera infernal esa en el cielo? —cuestionó siguendo la broma—. Pues claro. Además, ¿llevando sol en la piscina? Iban a quedar fritos.

    Im SPEED *c les trepa*
     
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    Gigi Blanche

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    La intensidad del sol había comenzado a drenar la poca energía que aparentemente me quedaba en el cuerpo, pero ceder al hecho se parecía mucho a asumir una realidad que amenazaba con aplastarme los huesos. No quería verlo, no quería pensarlo. No quería volver a sentirme tan inútil, tan endeble, tan frágil. Siendo honesto, ni siquiera quería moverme.

    No quería nada en absoluto.

    Pero Kohaku volvió a tomar la iniciativa y no me quedó más remedio que seguirlo. Propuse el invernadero, él mencionó el observatorio y no encontré ni la punta más remota de un hilo extraño. Ver a Dunn y Jezebel dentro de la torre me reseteó los sistemas de un sacudón y la vergüenza me hizo aún más consciente de mi propio cuerpo, de lo caliente y pesado que lo sentía. Quise disculparme, pedir perdón por lo que creía un error, pero Ko se me adelantó.

    Volver a sentarme fue un genuino alivio. Me desinflé los pulmones y me toqué la coronilla de la cabeza, que seguía muy caliente. Podría haberme quedado al rayo del sol hasta rostizarme, hasta sudar el uniforme entero y acabar en cama y con fiebre, y así, quizás, habría conseguido encontrar un dolor físico que me distrajera del otro, del permanente, del que era gris, estaba vacío y no tenía idea cómo quitarme. Se parecía a dormir sin parar, perder el apetito y arrancarse los pellejos.

    Se parecía al frasco de pastillas, también.

    Fruncí el ceño ante la idea intrusiva y destapé la botella, dándole un trago de agua. El toquecito en el hombro me distrajo y alcé la cabeza, notando que Jezebel se acomodaba a mi lado. Aún me apenaba mucho haber interrumpido su lectura, pero entendí que probablemente sólo quisiera comprobar mi estado y que eso era más importante que mis líos mentales. Encontré sus ojos, entonces, y le concedí una sonrisa. Pretendía fungir de agradecimiento, de calmante y de saludo, ahora sí, más en condiciones.

    —Estabas leyendo —anoté en un murmullo suave, sin querer hacer mucho ruido realmente—. Puedes seguir si quieres, no te preocupes por mí.

    Me distraje por un segundo al ver que Dunn abrazaba a Ko, que Ko lo estrechaba de la misma forma, y en la mente se me revolvieron un par de cosas. Pensé en el incidente del viernes y mucho, mucho antes, cuando pretendí empezar el trabajo que Kou me había pedido y abordé a Cayden. La idea me incomodó, el apodo de aquella vez me rebotó dentro del cuerpo, su lesser y el loner de Wickham, y retiré la mirada, volviendo a Jezebel.

    Dolía porque tenían razón.

    —Seguimos en primavera —escuché a Kohaku quejarse, junto a una risa floja, y supuse que le hablaba a Dunn—. ¿Qué tal la mañana, Cay Cay? ¿Y el fin de semana? ¿Y la noche del viernes?
     
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    Zireael

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    No tenía manera de saberlo o siquiera asumirlo, el desastre que tenía Kakeru encima, la forma en que todo se conectaba y formaba un amasijo terrible. Esas amalgamas de grises, de incomodidades y dolores estaban ocultas de los ojos de muchos; era el silencio de Altan, sus migrañas y su estómago vacío. Era el aturdimiento de Kakeru, su dizque insolación y la oscuridad de su silueta. Era todo a la vez y escapaba de nuestra vista de forma constante, como un animal en la profundidad del bosque.

    No nos dejaban tocarlos.

    ¿Y entonces qué nos quedaba además de las medidas desesperadas?

    Vero adoraba a este muchacho y yo confiaba en la dulzura que nos había mostrado. Era natural que me preocupara por él incluso si me faltaba tanta información, así que cuando se sentó no se me ocurrió hacer nada más que acudir a su lado y quedarme allí.

    Me senté, el libro de antes apoyado en el regazo, y él pudo encontrar mis ojos para sonreírme, así que reflejé el gesto. Solo cuando habló entendí que antes había tenido la intención de disculparse, que se había quedado atorado, y regresé la mirada al libro ya cerrado porque de repente hasta había olvidado su existencia.

    —¿Esto? Realmente ni entendí qué leía. En teoría veníamos aquí a comer de por sí, así que tú no te preocupes —dije en un volumen parecido al suyo y medio giré el cuerpo para dejar el libro en el escritorio, ya luego lo devolvería al estante. De paso alcancé la botella de agua que me había comprado en la máquina, conservaba algo de frío—. Si sientes mucho calor puedes usar esta en la frente, seguir bebiendo de la otra y cerrar los ojitos un rato. El sol desgasta mucho y muy rápido.

    En realidad la vida lo hacía. Por eso caminábamos por ahí con heridas sin cerrar.

    Le extendí la botella, pero tampoco lo obligué a tomarla, solo la dejé suspendida en el espacio entre nosotros, apoyada apenas contra mi pierna. Podía tomarla o rechazarla sin problema, era su decisión, pero pues la oferta estaba allí sin hora límite ni nada. A su vez nadie lo forzaba a llevarme el apunte, así como Cayden se había echado el trayecto en voto de silencio desde que salimos Kakeru tenía libre albedrío.

    Me sentía un poco chismosa igual, porque noté que Ishikawa le regresaba el abrazo a Cay y por alguna razón fue como ver a dos perritos saludándose. Me hizo gracia, claro, pero también creí notar que la atención del pelirrojo se dividía entre su amigo y nosotros de forma sutil.

    —¡Pues díselo a la primavera! Afuera nos quemamos vivos. —Se quejó hacia el muchacho y luego lo acusó sin una pizca de molestia real, estaba hablando sin alzar demasiado la voz—. Esas son muchas preguntas, ¿ahora eres policía? ¿Necesito una coartada acaso? ¿De qué crimen se me acusa? Okay, let's rewind... El viernes me dormí mirando la tele, si hubiese tenido planes acabaron allí, autosabotaje puro y duro. El sábado acompañé a mamá a comprar ropa, acabé dormido en una silla y el domingo usé mis dotes actorales para convencerla de hornear galletas, otra vez. A la mañana acompañamos al chico nuevo de tu clase, también encontramos a Hattori para lo del proyecto y veníamos saliendo de hablar con Haru. Creo que eso era todo.

    Alzó las manos para enumerar lo que iba contando, como si eso evitara que olvidara alguna cosa, y al terminar volvió a sonreírle al muchacho. Se ponía suavecito muy rápido, sin duda.

    —¿Tú qué tal? —Buscó saber y recorrió la torre con la vista—. ¿También te quieres sentar? ¿No tienes mucho calor?

    Dios mío, sonaba como Nani. Solo le faltaba ofrecerle de comer.
     
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  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Ella le quitó importancia al libro y lo regresó al escritorio, movimiento que seguí con los reflejos un poco más lentos de lo normal. Mantuve la vista en el objeto sólo un segundo y parpadeé, volviendo a girar el rostro en su dirección. Dijo no haber entendido lo que leía y me ofreció también su agua, que podía beber una y usar la otra de paño frío. Bajé la vista a la botella y solté una risa en voz baja, breve.

    —Creo que necesito más brazos, esto la evolución no lo tuvo en cuenta —bromeé, mi mano libre se depositó sobre la suya con suavidad y la insté a regresarla a su espacio, sonriéndole al buscar sus ojos—. No te preocupes, pero gracias. No es tan grave. —Suspendí una breve pausa para asegurarme que el rechazo no le sentara mal y moví apenas la cabeza en su dirección, pretendiendo no perder su atención—. ¿Te gusta leer?

    Estaba bastante seguro de la deducción, pero aún así no quería asumir nada. Prefería que ella misma me lo confirmara. Entre tanto, la conversación de los otros dos había seguido fluyendo y tuve la sensación de que Ko parecía más enérgico de lo usual. Soltó una risilla ante las acusaciones de Dunn y metió rápido la estupidez de que tenía derecho a un abogado antes de que el chico efectivamente le contara sobre su fin de semana. Era una anécdota normal hasta que aparecieron un Hattori y Yaboku en la repartija. Volteé a mirarlos de soslayo. Sabía que Ko era amigo de Sugawara y que seguramente no tuviera idea de muchísimas cosas, y no me correspondía inmiscuirme. Aún si Haru no se confesaba ante él, también dudaba que Ko no se lo oliera. Era bastante avispado.

    —¿Con Haru? —preguntó, parpadeando, y conectó las neuronas recién después—. Ah, claro. El proyecto.

    Si quiso agregar algo más, fue políticamente correcto y se lo tragó. Dunn siguió hablando y Kohaku meneó la cabeza, su sonrisa reflejaba un resabio de diversión. Se limitó a descansar las caderas en el escritorio.

    —¿O sea que encontraron al Hattori misterioso? ¿Se unió al club de los introvertidos o vino a salvar el día? —indagó, claramente en base a algo que habían conversado antes.

    Comprendí sobre la marcha que Dunn y Jezebel parecían estar en el mismo grupo, lo cual volvió el panorama aún más extraño. Regresé la mirada a la chica y me apiadé mentalmente de ella.


    los posts están un poco raros, pero como Ko no le está dando NI CINCO DE PELOTA a Kakeru y Jez tengo que narrar así JAJAJA
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    El libro que había pillado era una cosa que seguro entraba como referencia bibliográfica, lo había abierto al azar y terminé leyendo de un tema que no entendí para nada, ¿y por qué seguí? A ver si entendía, claro, pero acabé leyendo el mismo párrafo algunas veces y cuando los muchachos aparecieron se me olvidó la información en el instante en que saqué los ojos del libro. Igual me habían salvado de pasarme el receso leyendo cosas que no entendía, ni idea.

    Le ofrecí el agua a Kakeru, él apuntó a que necesitaba más brazos y se me aflojó una risa suave, no lo había pensado mucho, eso había que admitirlo. Rechazó la oferta de forma bastante amable, así que le sonreí con calma para que no pensara que me lo había tomado a mal y asentí con la cabeza, estábamos aquí jugando al ping-pong con el "No te preocupes" así que lo dejé quieto por ahora. Podía decirme que no le pasaba nada y seguiría preocupada, así que no hacía falta mortificarnos tanto.

    —Nada que agradecer. —Fue lo que sí me permití contestarle y sujeté la botella de agua entre las piernas mientras buscaba el bento que había comprado en el escritorio—. Me gusta mucho leer, sí, soy parte del club de lectura de hecho aunque últimamente voy poco a la biblioteca y leo a otros ritmos. Creo que solo me gustan los libros en sí. ¿A ti? No tienes carita de lector, pero nunca se sabe.

    Abrí el almuerzo, dejé la tapa en la mesa de nuevo y pesqué un poco de comida. Mastiqué mientras la conversación de los chicos seguía corriendo, escuché a Cay reírse por lo del abogado, pero siguió hablando más de lo que lo habría visto conversar desde que llegó nuevo a la escuela, viendo que a las preguntas de clase contestaba en monosílabos si podía. No vi necesario siquiera meterme para contestar las cosas que tenían que ver con el proyecto, estaba bien sin el apoyo logístico.

    —Imagino que ya comieron, pero si quieres puedes comer de aquí también. Me traje un par de palillos extra por si Cay quería, están en el escritorio —La oferta fue igual de libre que la del agua y volví a sonreírle—. Solo si quieres, no pasa nada si no.

    En un envión, poco después de que Ishikawa apoyara las caderas en el escritorio, Cayden pescó el sándwich que había comprado y se acomodó junto a su amigo. Antes de responder nada lo sacó de la envoltura, le dio un mordisco y asintió con la cabeza para no hablar medio atragantado.

    —Lo encontramos, es primo de la Hattori de tu clase. Diría que quedó a medio camino, realmente no fue difícil hablarle, aunque tal vez seguimos siendo el grupo musical ultra underground del nombre pretencioso y sigue siendo Jez contra el mundo, no lo tengo muy claro todavía —completó y no pude evitar reír al oírlo, aunque él no pareció llevarle el apunte a mi reacción—. ¿Ya habías venido aquí? Se ponen muy fancy en la escuela esta.


    Ko literalmente mandó a Kakeru a sentarse and called it a day JAJAJS que dizque alejar el núcleo de la conversación de Kakeru, el que acabó distraído fue él istg
     
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