Exterior Observatorio

Tema en 'Planta baja' iniciado por Gigi Blanche, 28 Junio 2022.

  1.  
    Gigi Blanche

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    En la mañana podría haber sido un auténtico caballero, invitar a la dama a subir juntos y, de paso, recabar la información básica que a cualquier ser humano le interesaría. Podría haberlo hecho, sí, quizás en otras condiciones me habría montado el teatro, ¿pero dejarla allí sin más, con los fantasmas de las sensaciones encima? Hombre, sólo de pensarlo me sacaba el mal humor. Era casi placentero.

    A duras penas le presté atención a las lecciones, tenía un huracán de puras mierdas atascado dentro de la cabeza. Giraba, giraba y giraba. A media mañana comencé a resignarme y me cansé de comerme la paz a mordiscos. Me eché el resto de las clases garabateando en las hojas, haciendo dibujos rápidos y escribiendo frases inconexas. Eran pensamientos súbitos, algunos más intrusivos que otros, y acabé tranquilizándome de la única forma que sabía: metiéndome en el ojo del huracán.

    Cuando sonó la campana me incorporé, y mientras caminaba hacia el pasillo noté que la rubita del patio se le iba encima a un castaño. Lo dejé estar, salí y apoyé la espalda en las ventanas, a la espera de Kaia. A ver, mi intención fue dejarlo estar, claro, pero ¿qué podía hacer uno cuando el teatro te lo ponían de frente? El par de antes apareció, se metió en los baños masculinos y la incredulidad que sentí fue tal que mi cara debió ser un poema. Solté una risa, una risa genuina, y meneé la cabeza, desviando la vista. ¿Era demasiado ostentoso llevarme el crédito de semejante... urgencia? Lo era, ¿no?

    Qué pena, lo tomaría de todos modos.

    Cuando Kaia apareció a mi lado seguía con la diversión en toda la cara. Ella parpadeó, curiosa, y ladeó la cabeza como los cachorritos hacían. Empezamos a caminar sin un rumbo fijo, sólo tomamos las escaleras en descenso.

    —Es raro verte tan divertido, Yu —señaló ella, notando que no pillaba la iniciativa de darle una respuesta.

    —¿Lo es? —repliqué, por la pura gracia, y me encogí de hombros—. A veces las personas son graciosas.

    Obviamente no entendió una mierda, pero cuando cerré el asunto allí dejó de insistir. Soltó un suspiro suave y seguimos caminando.

    —Vi a Maxwell-san, estaba en la puerta de la 3-2 con varias personas —murmuró, y al buscar mi atención de soslayo su voz perdió una pizca de liviandad—. Fujiwara, entre ellas.

    —No me extraña que tenga el teatro armado, si sabe poner cara de cordero el hijo de puta —respondí, sin atender a sutilezas, y una risa me vibró en el pecho—. Da igual, por muchas juntas que maneje no tiene pinta de ser peligroso.

    —Esta escuela es un caos, hay hilos lanzados en todas direcciones. —Volvió a suspirar—. ¿Sugawara? Es amigo de Ishikawa, un chico de mi clase, ¿y dónde estaba Ishikawa recién? En el grupo que te dije, junto a Fujiwara y Maxwell-san.

    —Tú la elegiste, Kai —destaqué, saltando los dos escalones que me quedaban, y giré para sonreírle—. Hazte cargo de tus decisiones.

    —Vaya que estás de buen humor. —Ella se detuvo y volteó el rostro hacia uno de los extremos del pasillo—. Me apetecía conocer la biblioteca, leer algo quizá. ¿Vienes conmigo?

    ¿Debía enorgullecerme de mis habilidades o maldecirlas eternamente? Quién sabe. Me contentaba con el hecho de engañar a Kaia, de evitarle preocupaciones innecesarias, y que las estupideces que pillaba para distraerme sirvieran de muralla. La biblioteca sonaba a una opción decente, habría silencio y quietud... pero también habría gente, y no sabía hasta qué punto me apetecía sentir ojos en la espalda. Un espacio tan amplio, el ir y venir silencioso de desconocidos y los susurros que no lograría comprender. No, no me servía.

    Necesitaba sentir el control.

    Arrugué la nariz, balanceando la cabeza de lado a lado, y al final le sonreí.

    —Nah, paso. —Apoyé una mano en su cabeza y comencé a retroceder, hundiendo ambas en los bolsillos—. Diviértete, Kai.

    Tenía el hábito de no dar explicaciones, y ella de no pedirlas. La noté ligeramente confundida, pero se limitó a despedirme con una mano y cada uno tomó su camino. Salí al patio, lo atravesé y una sensación extraña, incómoda, me detuvo de tomar el desvío hacia el dojo. Escuché mi voz, la de papá, sentí la dureza de la espada bokken contra mis huesos y el discurrir del sudor, de la sangre también, sobre mi piel. Otra vez. Siempre había sido su frase favorita. Otra, y otra, y otra, y otra, y otra vez.

    Un escalofrío me recorrió la columna, solté el aire con hastío y miré alrededor, dando con el observatorio que Meyer nos había mostrado el otro día. Qué más daba, ¿no? Tenía el silencio y la quietud de la biblioteca, pero era pequeño y probablemente estuviera vacío. Ingresé, comprobando mis sospechas, y sentí que me quitaba un peso absurdo del cuerpo. Lo recorrí sin mucho rumbo, colé la cabeza por el hueco de la escalera, subí y luego volví a bajar. Husmeé los libros, lo que había sobre el escritorio y comencé a tararear una canción cualquiera, relajándome de a poco.

    Acabé acomodándome a mis anchas, para variar. Me senté encima del escritorio, corriendo los papeles y las mierdas con los pies, y me zambullí dentro de mi libreta. Era lo suficientemente pequeña para caberme en el bolsillo y siempre la llevaba con un bolígrafo enganchado a la tapa. Pasé las hojas ocupadas por dibujos, delirios, rayones, roturas y kanjis desordenados hasta dar con la primera vacía, y me volqué allí dentro. Regresé al ojo del huracán.

    El lugar que mejor sabía habitar.


    we escribí un montón

    una PARED de texto para decir que ahí queda Yuta, al servicio de la comunidah uwu7
     
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    Subí a las aulas junto a Rowan, a quién le había adjudicado de manera correcta el año de tercero; me sonreí con orgullo por el descubrimiento, aunque debía admitir que tampoco era de mis deducciones más brillantes. El paseo de subida fue ameno, pues la personalidad del chico se veía bastante llevadera, y una vez en el pasillo de tercero, nos despedimos para ir cada uno a su aula correspondiente. Me di cuenta de que él entraba a la 3-1, información que guardé en mi memoria por simple inercia, y cuando yo entré en la mía, me di cuenta que había un papel reposando sobre mi pupitre.

    A philosopher's once asked 'Are we human because we gaze at the stars, or do we gaze them because we are human?' Pointless, realy... 'Do the stars gaze back?' Now, that's a question.

    Me sonreí mientras guardaba la nota en mi maletín, con extremo cuidado, y me dejé caer en mi asiento sin perder una pizca de la diversión que sentí por todo el asunto. Ah, era realmente encantadora, ¿verdad? Dejándome acertijos para no perder la magia... Adorable~

    Hubiese sido muy vergonzoso si acababa fallando con las intenciones de la chica, pero lo cierto era que confiaba plenamente en mi capacidades detectivescas, así que no estaba para nada preocupado al respecto. Y, efectivamente, encontré a Morgan en la puerta del Observatorio, ahí donde había ido en su busca; la recibí inclinándome para dejarle un beso en el dorso de la mano, como buen caballero que era, y nos introdujimos en el edificio para... ¿encontrar ya a alguien dentro?

    —Oh, vaya... ¿molestamos?

    gabi, déjales respi-shhhh, everything's gonna be okay uwu
     
    Última edición: 5 Febrero 2024
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    El intercambio con el muchachito tan adorable del club de lectura me había dejado de buen humor. Era educado y formal, incluso inocente, pero también parecía lo suficientemente inteligente. Había sabido adaptarse a la conversación, a mis decisiones repentinas, y por encima de eso: la oscuridad no le había incomodado. Me convencí de que tenía potencial y habiendo él esbozado sus últimas palabras, yo me sonreí. "La próxima vez que nos veamos me contarás una historia, entonces", fue lo que dictaminé antes de marcharme sin más, sin detenerme en cortesías de ningún estilo.

    A la mañana siguiente, mientras desayunaba, me invadió una idea repentina a la cual no le otorgué mayor reflexión. Llegué a la escuela temprano e ingresé junto a Ko en su aula, detalle que afianzó la curiosidad de sus ojos. No me molesté en dar explicaciones, le pregunté dónde se sentaba Thornton y dejé un papelillo dentro de su pupitre. Él se rió, divertido, y me preguntó si era una niña de cinco años. Lo miré de soslayo mientras navegaba las filas en dirección a la puerta y sonreí.

    —Eso lo juzgará él —fue toda mi respuesta.

    Con la campana del receso recogí el almuerzo que me había preparado mamá y bajé directamente al observatorio. Por algún motivo, sin embargo, decidí esperarlo al abrigo de un árbol cercano, apoyada en su tronco de forma tal que mi silueta permaneciera oculta. Transcurrieron pocos minutos hasta que apareció. Me sonreí, sumamente satisfecha, y con pasos silenciosos lo abordé desde su espalda antes de que pudiera tocar la puerta.

    —Nada mal —me anuncié, concediéndole una sonrisa tranquila.

    Él recogió mi mano y depositó allí un beso, detalle que me dejó más encantada de lo que vislumbraba mi rostro. Esperé a recibir sus ojos y parpadeé con serenidad, haciéndome con el pomo de la puerta. La suavidad de mi semblante se mitigó al topar con una persona sentada sobre el escritorio y me detuve tras haber ingresado a la torre; era el chico nuevo de mi clase. Sus ojos escarlata se despegaron de su libreta y pestañeó, como regresando al mundo. Reparó en mí y luego se deslizó a Kenneth cuando éste habló. Fueron breves, pero notorios, los segundos que le tomó esbozar una sonrisa cortés.

    —Hasta donde sé, el lugar no me pertenece —respondió.

    No había contestado directamente a la pregunta concreta de Kenneth. Renové mi sonrisa luego de la sorpresa inicial y me adentré en el espacio algunos pasos más, movimientos que el chico siguió con cierta discreción. ¿Por qué, para empezar, se había sentado en el escritorio en vez de la silla que había a su lado? Detallé el alboroto que había causado, los elementos apilados cerca de los bordes.

    —Sin embargo, te comportas como si lo fuera —repliqué, deteniéndome junto al mueble, y él me miró de frente—. Si lo prefieres, podemos ir al piso de arriba.

    —¿Quién soy yo para decidir sobre ustedes?

    Su tono de voz se mantenía cordial, casi dulce, pero había un destello en su sonrisa que me impedía confiar en la pureza de sus intenciones. ¿Estaría molesto con nosotros por haber irrumpido en su paz? ¿Le habría perturbado mi respuesta e reinterpretado el intercambio como una suerte de desafío? Quién sabe. Había personas con el ego muy frágil.

    —¿Qué quieres hacer? —le pregunté a Kenneth.
     
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    Cuando llegué al observatorio, no encontré a Morgan directamente ahí, y tenía que admitir que la simple idea de haberme equivocado me decepcionó un poco. Me quedé esperando por la zona, de todos modos, porque suponía que a veces mi orgullo podía ganarme, y al final fue una suerte que lo hiciera, porque la muchacha apareció a mis espaldas no mucho después. Le sonreí, sin mostrar ni una pizca de la duda que me había asolado durante ese breve período de tiempo, y luego vino toda mi tontería de besarle la mano.

    Al adentrarnos en el edificio, el chico que estaba dentro nos recibió con algo de retraso, como si hubiera estado demasiado abstraído en su tarea para hacer caso al mundo exterior, y su reacción fue... bueno, ¿esperable? Al rato me di cuenta que el muchacho en cuestión era Yuta, pero eso no cambió demasiado, a decir verdad. Al final fue Morgan quien le contestó y, vaya, había que ser ciego para no notar la sutil tensión que nos rodeó ante el breve intercambio que acabaron haciendo. ¿Me molestó? No especialmente. Tendía a evitar intervenir en los conflictos, fuesen de la índole que fuesen, así que simplemente me quedé a un lado hasta que Morgan acabó por dirigirse a mí.

    Eché un vistazo alrededor, como si estuviera sopesando mis opciones muy detenidamente, y al final me encogí de hombros mientras les dedicaba una sonrisa ligera a ambos.

    —Quedémonos. Sería muy extraño comer por separado, ¿no? —Dudaba que realmente fuese tan extraño, pero vaya, ninguno me lo iba a negar, ¿cierto?—. ¿Esperabas a alguien más o seremos solo nosotros tres~?
     
    Última edición: 7 Febrero 2024
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    Estaba lo bastante enfrascado a la mitad de una canción, intentando encontrar una rima que me satisficiera, para requerir de algunos segundos al notar la luz de afuera colándose por la puerta. Me había acostumbrado de tal forma a la oscuridad que tuve que entrecerrar brevemente los ojos, parpadear y alzar la cabeza. Quienes habían aparecido eran Thornton y una chica de mi clase, la de cabello corto y negro. Él fue el primero en hablar, soltó la pregunta de cortesía y volví a parpadear, recordándome a mí mismo que debía sonreír. Me daba un poco igual si querían ocupar el espacio o no, después de todo esta torre tenía dos pisos.

    La muchacha, sin embargo, se adentró en el espacio y replicó mi respuesta con una ligera acidez que me sentó mal en el estómago. La miré, intenté descifrar sus intenciones, pero sus ojos no expresaban absolutamente nada y me limité al manual: contestar con la misma moneda. Aún si esbocé un tinte de ironía, mis palabras seguían siendo honestas y verdaderas: ese lugar no me pertenecía y no era nadie para decidir lo que ellos hicieran.

    Pero, como solía ocurrir, la gente tendía a malinterpretarme.

    Giré el rostro hacia el chico cuando ella le pasó la pelota. Se había mantenido en su posición inicial y llámame loco, pero tenía pinta de que fingiría eterna demencia respecto al breve intercambio tan amable que acabábamos de tener su amiguita y yo. Propuso quedarse y no sólo eso, sino comer los tres juntos. Cuando quise acordar ya estaba preguntando si faltaba gente en la fiesta, dando a entender que no le apetecía dejar espacio a réplica. Para parecer tan indiferente de repente se había puesto de lo más autoritario, ¿eh? Qué bonito.

    Alterné la mirada rápidamente entre ambos y solté el aire por la nariz, cerrando mi libreta con la mano que la sostenía. El otro brazo lo recargué en mi rodilla y entre mis dedos siguió girando el bolígrafo.

    —No, puedes preparar la mesa para tres —cedí, con una ligera sonrisa, y deslicé la mirada a la chica—. Perdona, no recuerdo tu nombre.

    Ella sostuvo el contacto visual, suspiró y se desvió hacia la escalera. Parpadeé, asimilando el desplante, y mi sonrisa se ensanchó ligeramente. La seguí un par de segundos conforme subía y luego regresé a Kenneth.

    —Aunque debo advertirte: no tengo ningún almuerzo para aportar a la causa —bromeé.


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    No supe definir muy bien si a Yuta le molestaba o no mi decisión, pues su lenguaje corporal parecía decir que sí, pero... bueno, no había hecho el amago de irse en ningún momento, así que tan incómodo no debía estar. Después de la aceptación, él se dirigió hacia Morgan para preguntarle su nombre, pero ella, en su lugar, no respondió nada a ninguno de nuestros comentarios y simplemente subió las escaleras hacia el segundo piso del edificio. Una parte de mí lo asumió como algo normal en ella, aunque otra parte tuvo curiosidad por seguirla; tuve que desistir de la idea, claro, porque eso me había dejado bastante mal delante de aquel pobre chico.

    —Se llama Morgan, por cierto —murmuré, habiéndome acercado lo suficiente a él como para que me escuchara, y le sonreí con ligereza—. No te preocupes por el almuerzo, en mi casa todavía no medimos bien las cantidades y siempre acabo con comida de más —comenté con tono liviano, al mismo tiempo que destapaba la caja y se la mostraba con una mano, pretendiendo enfatizar mi punto de que definitivamente ahí había para más de una persona—. ¿Y Kaia, por cierto? Esta mañana la he visto en clase y se veía bien saludable, así que no debe haberse ido a casa ni nada, ¿cierto?

    ¿kenny boy se puso autoritario con yuta y le gustó, dices? 7u7
     
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    Alcé ligeramente las cejas cuando Thornton tuvo el detalle de facilitarme el nombre de su amiga, cosa que ella no había hecho, y me tragué el comentario de turno a sabiendas de que su intención no habría ido dirigida a él. Tampoco fingí sentir algo que no existía ni exageré la gratitud, sólo asentí y cerré el tema ahí. Era un gesto decente de su parte pero tampoco me moría por saber el nombre de alguien que me lo negara, llegado el caso le inventaba uno en mi mente y ya.

    El muchacho me siguió dando la impresión de ser bastante easygoing, bromeó respecto a su almuerzo y me incliné hacia el bento que me estaba mostrando, pues para comprobar su punto. Sonreí con ligereza.

    —Se ve bien —murmuré, fue un pensamiento que solté sin filtro y busqué sus ojos al preguntarme por mi prima—. Kai fue a la biblioteca, quería pasar el receso leyendo pero yo prefería un lugar con menos gente. Tenía esta torre vista porque el otro día vinimos con una chica del club de esgrima.

    En algún punto de mi respuesta se oyeron ruidos de arriba y lancé un vistazo de pura inercia, pero le resté importancia y seguí hablando como si nada.

    —¿Y tu hermana? —pregunté, considerando que era lo apropiado luego de que él se hubiese preocupado por Kaia.
     
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    Amane

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    —Gracias, buen hombre —le solté junto a una sonrisa, claramente animado tras haber recibido aquel halago de su parte.


    Podía ¡haberlo dicho por decir, la verdad, pero sentí que sus palabras habían sido genuinas y, vaya, no era yo alguien que tuviese reparo en mostrar que eso me alegraba. Ni Kashya ni yo éramos especialmente buenos en la cocina, pero como hermano mayor había empezado a sentir la responsabilidad de encargarme de esa parte; estaba aprendiendo poco a poco, y aun no podía considerar mis almuerzos a la altura de los de Emily, así que fue inevitable que las palabras del muchacho no tuvieran un efecto positivo en mi autoestima.

    >>Ah, no sé —contesté al respecto del paradero de Kashya, encogiéndome un poco de hombros mientras pillaba algo de comida del bento—. Pero suele pasar los recesos en la biblioteca, así que quizás se encuentre con Kaia allá. Kashya y Kaia, ja. Suena bien, ¿no?

    La tontería me sacó una risilla divertida, haciéndome negar con la cabeza un par de veces ante mi propia ocurrencia, y poco después me apoyé en el borde de la mesa. También había echado un vistazo hacia el techo cuando se escucharon los ruidos de arriba, pero preferí no darle demasiadas vueltas porque... la verdad, creía que era misión imposible intentar adivinar lo que Morgan estuviera haciendo en el piso superior. Y suponía que en tanto no se hubiera ofendido por haber decidido quedarnos abajo y estuviera invocando un espíritu vengativo, la cosa estaba bien...

    >>¿Os estás acomodando bien a la escuela, entonces? Mencionaste una chica del club de esgrima, así que parece que andáis haciendo amigos~
     
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    Me pareció detectar una chispa de ilusión en el tono de Thornton ante mi comentario, o al menos alegría genuina, y deslicé la mirada del bento a su rostro para confirmar mis sospechas. ¿Le había puesto contento la tontería? Eso debía significar que el almuerzo lo había preparado él mismo. Por la mención previa de su familia intuí que su comentario había pretendido excusar a otro integrante de la casa, por probabilidad digamos que su madre, pero si no era el caso... ¿Viviría solo? O sea, sin figuras de autoridad, ya que estaba su hermana.

    E igual no valía la pena analizar todo tanto, ¿no?

    Comenzaba a sentirme un gato por andar sentado encima del escritorio, pero no me importaba lo suficiente para bajarme. Lo escuché y seguí sus movimientos tomó algo de comida y dijo que Kashya probablemente se encontrara también en la biblioteca. Sería graciosa la coincidencia siendo que nosotros estábamos aquí y que los cuatro éramos bien blanquitos. Sonreí divertido, por ende.

    —Será cosa de albinos —resolví, por decir algo más que por creer aportar a la conversación.

    Siendo que él ya había comido, volví a inclinarme sobre el bento y, como un gato otra vez, lo analicé y analicé. Al final pillé un rollito de omelette entre dos dedos y me lo llevé a la boca. Kenneth me hizo otra pregunta y estuve por empezar a responderle cuando percibí movimiento por el rabillo del ojo. Morgan bajó de la planta superior con una silla a cuestas, imagen que me arrancó una sonrisa entre divertida e incrédula. La chica depositó el mueble apenas alcanzar el suelo, suspiró y se acomodó la melena corta con una mano.

    —Recordaba que había sillas arriba —fue todo lo que dijo, trayéndola para sentarse en el ángulo entre Thornton y yo.

    Le eché un vistazo a mi otro lado, donde permanecía vacía la silla del escritorio; debía haber supuesto que esa la ocuparía Kenneth o, de plano, le cedió el lugar. Que hubiera asumido tantas estupideces y accionado sin avisar ni pedir permiso me causó algo de gracia.

    —Oh. —Se inclinó hacia el bento al notarlo abierto y alzó su mirada al chico—. ¿Lo hiciste tú, lad?

    —Supongo que sí —respondí a su pregunta previa tras dejarle espacio para que le contestara a Morgan—. Dio la coincidencia que Maxwell, la chica que nos dio el tour, también practica artes marciales, y de ahí recibió el dato la presidenta del club de esgrima. Digamos que quedamos a caballito entre ambos clubes.

    Morgan, entre tanto, se había llevado algo de comida a la boca y al masticarla esbozó una pequeña sonrisa, relajando la espalda en la silla.

    —¿Están en algún club? —pregunté a ambos.

    —El de lectura —respondió la chica, al instante y sin siquiera mirarme; parecía más interesada en agarrar más comida.
     
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    También me pareció curiosa la posibilidad de que Kashya y Kaia se encontrasen en la biblioteca mientras nosotros habíamos acabado coincidiendo ahí dentro, lo que provocó que su comentario cuestionando que fuera por ser albinos me sacó una sonrisa divertida. Bien era cierto que, en mi caso, no había acabado en el observatorio por decisión propia, pero eso tampoco era demasiado relevante, ¿cierto?

    Justo después, mientras el chico probaba un bocado de mi bento, Morgan repentinamente apareció... ¿cargando una silla? Su justificación me hizo alzar una ceja, en un gesto entre inquisitivo y divertido, y tuve que hacer un esfuerzo enorme por no ir a soltar la carcajada que se me quiso escapar en todo momento. Me había preparado mentalmente para tantas cosas en relación a la desaparición de Morgan que verla ahí, tras haber subido solo para recoger una silla, me pareció de lo más absurdo.

    —Sí, aunque Kashya también me ayudó un poco —le contesté a la muchacha, sin perder la diversión de mi semblante en ningún momento, y seguí con cierta curiosidad renovada el camino que hizo su mano mientras al probar también parte de mi comida.

    Entre tanto, tomé la oferta silenciosa de ocupar la silla vacía que ya había en la planta baja, acomodándola en el espacio que había entre mis dos acompañantes. Una pena, en realidad, porque habría solucionado el problema de tener un solo asiento de otra manera si solo hubiéramos estado Morgan y yo... Gajes del oficio, suponía. Pude escuchar la respuesta de Yuta en el proceso, lo que me permitió dedicarle una sonrisa de comprensión cuando terminé de sentarme y pude volver a centrar mi atención en él, virando la misma hacia Morgan cuando tomó la palabra después.

    >>Todavía no. Estuve pensando en apuntarme al de arte, aunque al final nunca hice el papeleo necesario... —informé, estirándome para también pillar algo de comida que llevarme a la boca—. Señorita veterana~ —llamé en dirección a la chica, con una nueva sonrisa divertida en los labios—. ¿Alguna otra recomendación para estos jóvenes inexpertos? Si tuvieras que elegir, ¿en qué club nos meterías a cada uno~?
     
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    Me arrepentí un poco de no haber enviado a Kenneth a buscar la silla cuando iba por la mitad de la escalera y comenzaba a sentir los brazos cansados, pero ya estaba. Tenía un orgullo y una independencia que defender, ¿verdad? Me permití descansar brevemente apenas alcanzar el suelo y luego me acomodé entre los muchachos, que habían seguido conversando de cuestiones que oí pero no les presté verdadera atención. Quería decir, me distraje bastante al ver aquel bento tan bonito. ¿Un almuerzo casero preparado por mis hermanitos favoritos? Era mi día de suerte~

    El muchachito (¿Mamori era? ¿Algo así?) indagó respecto a los clubes y le solté la respuesta sin concederle ni medio segundo de reflexión, en sí porque era información sencilla que no requería de elaboración previa. Robé algo más del almuerzo de Kenneth y, cuando completó la tríada, alcé las piernas para cruzar los tobillos sobre su regazo. No me molesté en pedir permiso, desde ya, y tampoco me preocupé por la opinión de nadie. Mastiqué con calma, disfrutando el sabor de la comida, mientras él decía que había pensado unirse al club de arte.

    Noté que me hablaba a mí por la dirección de su voz y mi visión periférica, pero en otras circunstancias lo habría obviado por completo. ¿Veterana? Lo miré con una ceja arqueada, inquisitiva, y me mantuve en silencio hasta recibir su pregunta. ¿Me estaba diciendo vieja o experimentada dentro del Sakura? Ambas afirmaciones eran falsas, de todos modos, pero qué iba a hacerle. No me apetecía llevarle la contra al bonnie lad alimentándome.

    —Yo digo que ambos pegan en el de artes —resolví, sin pensarlo más de algunos segundos, y deslicé la mirada al albino de mi clase—. Lo que hacías en esa libreta, ¿lo considerarías arte?

    —Supongo. —Se encogió de hombros, tranquilo, y jugueteó con el objeto cerrado entre sus manos—. Es un montón de porquería desordenada, ¿pero qué es el arte sino formas de expresión? Todo lo demás es lujo y posteridad.

    —¿Eres de los artistas renegados que no comparten su arte con el mundo? —arriesgué, claramente divertida, y él soltó una risa nasal.

    —Qué va. Lo comparto con quienes me apetece compartirlo, eso es todo. Igual y soy demasiado crítico para mi propio bien. —Miró a Kenneth y lo señaló con un movimiento de barbilla, como si lo llamara en silencio—. ¿Por qué el de artes?
     
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    Morgan se acomodó con, quizás, demasiada naturalidad para el contexto en el que estábamos, echándome los pies por encima del regazo como si nada. El gesto en sí no me molestó en lo más mínimo, a decir verdad, y la única reacción que me permití fue dejar escapar una risa nasal ligera. Apoyé una mano sobre sus piernas con cuidado, dejándole caricias suaves sobre la piel mientras dirigía la atención hacia la conversación con Yuta; justo después, eso sí, fue que también recibí la mirada inquisitiva de Morgan ante mi llamado, y no pude evitar sonreírle con obvia diversión, subiendo apenas el roce de mi mano al conectar con su mirada.

    Al final nos metió a ambos en el club de arte, lo que me resultó bastante gracioso, y observé el intercambio de ambos con cierta cuota de curiosidad, al mismo tiempo que me estiraba un poco para también coger algo de comida que llevarme a la boca. Estaba masticando, de hecho, cuando volví a recibir la atención del muchacho encima, y me tomé el tiempo que tardé en tragar para sopesar qué respuesta darle... a pesar de que, en realidad, no hacía realmente falta.

    —Me gusta dibujar lo que veo —sentencié con simpleza, encogiéndome de hombros—. Deberíamos hacerle caso a la señorita y entrar juntos, ¿no crees? ¿Un artista que también hace artes marciales? Te volverías bien popular~
     
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  13.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    ¿El club de arte? Supuse que el origen de su asociación era la libreta dentro de la cual me habían encontrado metido y a los segundos ella me lo confirmó. Una sonrisa curvó mis labios y permaneció ligeramente estática mientras conversábamos; creía haber contenido la ironía con éxito. Los clubes de entrenamiento, fueran el de esgrima o el de artes marciales, se correspondían con la rigurosidad que estaba acostumbrado a manifestar, pero el arte corría por un cauce diferente. No me apetecía en absoluto ponerme en ronda con un montón de desconocidos para dibujar todos la misma manzana, que cualquiera viera lo que hacía y se creyera en el derecho de opinar. Por algo siempre me escabullía en recovecos y espacios vacíos para abrir la libreta.

    Kenneth dijo que disfrutaba de dibujar y alcé levemente las cejas, asintiendo. No tenía nada que comentar al respecto, no era de los que iban por la vida pidiendo pruebas fidedignas del talento ajeno, y su última idea me arrancó una risa nasal. No era en absoluto posible, pero tampoco quería romperle el corazón así nada más.

    Too good to be true... —murmuró Morgan mientras buscaba comida.

    Seguí su movimiento de soslayo, preguntándome si lo habría soltado en inglés asumiendo que no le entendería o porque era un hábito suyo. En cualquier caso me hice el loco y regresé a Kenneth.

    —No me interesa el club de arte —resolví con simpleza, arrugando apenas la nariz—. Aún si aceptara, seguramente me aburriría a la semana y desaparecería.

    —Ser miembro de un club no implica seguir sus actividades a rajatabla —opinó la chica, intercambiando el orden de sus pies—. Puedes cumplir a tu manera, a tus tiempos.

    —¿Cuál es el propósito de estar en el club, entonces? —repliqué, parpadeando con cierta suavidad.

    Ella arrugó ligeramente el ceño y desvió la mirada, pensativa.

    —Para poder hacer lo que te apetezca, supongo —resolvió en última instancia, encogiéndose de hombros—. Un día querrás estar con los demás, al siguiente preferirás estar solo. Puedes aparecer sólo los días de entrega y aún así estar participando, pero a tu manera. ¿Qué sentido tiene un club sin esa poca libertad?

    Comenzaba a formarme una imagen mental de esta chica, que de por sí parecía hablar desde la experiencia. No estaba en desacuerdo con sus principios, pero no coincidíamos en el accionar.

    —Y si todos hicieran lo que les saliera de los huevos, otra vez, ¿para qué habría club en absoluto? La libertad también tiene límites. Sin un paquete básico de reglas y compromiso es inútil pretender funcionar como grupo.

    —Supongo... —concedió, algo distraída, y su sonrisa se ensanchó al agregar—: Pero no pasa nada en tanto seas la excepción, ¿no?

    Mira que yo era bastante inconformista, pero esta tía parecía capaz de encontrar el bug en cada bendito sistema y explotarlo sin miramientos. Como tal, ¿qué sentido tenía discutir con ella? Claramente se la traía bien floja. Su última acotación me arrancó una risa nasal y meneé la cabeza, desviando la mirada a mi móvil.

    —Está por tocar la campana —avisé, bajándome del escritorio con movimientos silenciosos que siquiera procesé, y le dediqué una sonrisa a Kenneth—. Gracias por el almuerzo, estaba muy rico. O'Connor.

    Ella alzó la mano en un gesto vago y me retiré del observatorio, hundiendo la libreta en mi bolsillo. Ya que les había arruinado la aparente cita podía concederles esos siete minutos en el cielo, ¿verdad?

    Morgan 2.png

    Me costaba un poco leer a aquel muchachito, aunque tampoco podía decir que me hubiera matado intentándolo. Sus opiniones parecían... radicales, quizás intransigentes, y lucía bastante a gusto con su propio juicio. Me daba igual, otra vez, pero no diría que habíamos sido capaces de congeniar. Debajo de nuestros intercambios se había suspendido una tensión permanente, sutil pero palpable. Eso si no estaba loca, claro.

    Pero yo también confiaba en mi juicio.

    Su retirada algo repentina me trajo sin cuidado. Alcé la mano sobre mi cabeza y la agité vagamente, obviando la respuesta verbal pues seguía sin recordar su apellido. Siquiera me molesté en seguir su recorrido, aguardé hasta oír la puerta cerrándose y entonces deslicé mi mirada a Kenneth. Le sonreí, tranquila.

    —Al fin solos~ —murmuré, sin levantar la voz ni un ápice.

    Quité los pies de su regazo y me incorporé con movimientos que oscilaban entre la pereza y la suavidad. Consumí el espacio hasta él y me senté sobre sus piernas de costado, desinflándome los pulmones. Encontré sus ojos, pasé los brazos sobre sus hombros y no dije una palabra, sólo nos mecí en un vaivén sutil hasta que, pasados algunos segundos, me incliné. Le dejé un beso en los labios, luego otro, y mi mano encontró su nuca, mis ojos los suyos, justo antes de volver a besarlo. Fue algo más profundo, algo más lento, y las hebras grisáceas me cosquillearon entre los dedos.

    Prolongué el beso un rato más, sin interesarme en hacer nada extraño ni cambiar el ritmo establecido. Absorbí su aroma, su calidez, deslicé los dedos bajo la línea de su mandíbula y en el mismo movimiento finalmente retrocedí. Atendí sus ojos, su boca, su cuello, y mis manos se separaron de su cuerpo tras alcanzar sus clavículas; en el mismo movimiento, otra vez, me incorporé.

    —¿Subimos? —propuse, con calma.


    fui cerrando por si las moscas, que mis días pueden ser way too unpredictable these days y no quería que esto me quedara colgado o abierto

    no hace falta decirlo y ya lo sabes, pero disfruté mucho la interacción <3 Gracias, bebita *le da un besito*
     
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  14.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Debía ser completamente ilegal lo que estaba disfrutando a costa de estos dos. Tras haber respondido la pregunta que Yuta me hizo, él y Morgan entraron en un debate sobre los clubes que decidí seguir sin intervenir de ninguna manera; fui intercalando mi mirada entre ambos a medida que presentaban sus puntos, sin poder (ni pretender) esconder la sonrisa divertida de mis labios en ningún momento. El asunto no llegó a ningún lado, como bien cabía esperar, pero en lo que a mí respectaba, el debate había sido más que satisfactorio a la hora de entretenerme.

    Yuta acabó por despedirse de nosotros no mucho después, haciendo que alzase una mano para corresponderle al saludo mientras se iba, y le dediqué una sonrisa extra a modo de agradecimiento por sus palabras al haberle dejado comer de mi bento. Una vez cerró la puerta principal a su paso, mi atención se volcó por completo en Morgan, especialmente cuando escuché su voz alzándose para después sentir su cuerpo moviéndose. La recibí todavía más en mi espacio sin ninguna clase de problema, permitiendo que la sonrisa se me estirase en un gesto de puro encanto al sentirla sobre mi regazo.

    Había apartado la mano de sus piernas cuando noté el amago de levantarse, manteniéndole suspendida en el aire hasta que se volvió a acomodar, momento en el que me permití dejarla caer de nuevo, solo que en aquella ocasión sobre su muslo. Si bien tenía algunas preferencias en cuanto a sus siguientes pasos, lo cierto era que no tenía ni idea de lo que Morgan iba a hacer, y esa misma curiosidad fue la que me incitó a quedarme absolutamente quieto mientras esperaba. Al final, su decisión fue la mejor posible (en mi opinión), y volví a sentir una oleada de satisfacción a lo largo del cuerpo mientras le correspondía a todos y cada uno de los besos que me dejó.

    No dije nada después, ni siquiera cuando me propuso subir después de un rato. Le sonreí con aire travieso, eso sí, y me erguí lo suficiente como para permitirme colar los brazos por su espalda y detrás de sus rodillas. La alcé entre mis brazos como a una princesa, básicamente, y tuve que hacer un esfuerzo enorme por no reírme ante todas las capas que aquel gesto podría traer.

    —Agárrate bien~ —fue todo lo que le murmuré, cerca del oído, antes de empezar a caminar hacia las escaleras.

    cero preocupaciones uwu and the pleasure was all mine, bebi, me lo pasé super bien, like always <3 *le da otro besito*
     
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  15.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    El buen clima era algo que se agradecía, sobre todo viendo que de repente nada más amanecía nublado o lo que fuera. Un viernes con solo sonaba bien, se podía estar afuera, ver el cielo y existir sin más; cuando la campana sonó me pregunté si tal vez habría otro evento, pero la falta de alboroto me dejó claro que no sería el caso, así que me limité a quedarme en mi pupitre un rato. Vi personas salir, cosas ocurrir en el pasillo y poco más.

    Por otro lado estaba el asunto del proyecto, me había vuelto a tocar con Craig y el resto del grupo tampoco parecía tan malo, estaba Alisha, pero en lo que a mí me concernía no tenía ganas de contiendas ni nada parecido y ya. En todo caso, ese era un problema del Maze del futuro, buscaría a los otros en algún punto de la otra semana y trataría de usar mis neuronas de la mejor manera posible. Igual era una entrevista, no debía ser tan difícil, ¿verdad?

    Algunos minutos más tarde me levanté, dejé la clase y me dirigí a la cafetería, porque ayer me había colgado con la comida y no preparé nada, así que ni modo. Me compré un bento básico, seguí mi camino sin rumbo específico, y repente recordé la torre esta que habían construido hace ya un tiempo así que apenas estuve en el exterior me dirigí hacia allá.

    La puerta era sencilla, pero cuando entré fue como meterse a otro mundo más cercano al medieval que a este siglo. No pude detenerme mucho a mirar el espacio, reconocí la silueta de Ilana en una silla cercana al escritorio, estaba leyendo un papel, algo que parecía una hoja de cuaderno arrancada y comiendo sin interesarse mucho en nada más, pero la mata de cabello platinado me hizo quedarme apostado en mi lugar. Recordaba a una versión más pequeña de esta chica, la que entraba a jugar al bosque y hablaba cosas que uno tomaba como tonterías de niños.

    ¿A ella también la habían arrancado?

    ¿No tenía raíces ya?

    Sus ojos se despegaron de la hoja, alzó la vista y el rosa de su mirada me pareció especialmente intenso dentro de estas paredes. Al encontrar mis ojos sonrió, tranquila, aunque dobló el papel entre sus manos y yo reflejé la sonrisa un poco en automático aunque no acababa de sentirme cómodo con la idea de que alguien de Northwood hubiese venido a parar aquí también. Ni siquiera sabía si ella me recordaba, habíamos conectado miradas en algún punto de la semana, pero no mucho más.

    —David, ¿no? —Quiso confirmar y yo asentí, dando algunos pasos dentro del observatorio—. El mundo es bastante pequeño. Estás más alto.

    Que de una vez entrara en el terreno del reconocimiento me tensó el cuerpo, pero me limité a comportarme y me acerqué a los libreros mientras sostenía mi propio almuerzo en la otra mano. Ella no dijo nada más, yo guardé silencio y traté de usar las neuronas como las personas normales; al final me puse a observar los libros, le di vueltas y cedí.

    —¿Hace cuánto te mudaste? —pregunté sin girar el cuerpo, entretenido leyendo los lomos.

    —Algunos meses más tarde que tú. ¿Te gusta esta escuela, David?

    —Maze —corregí sin ser brusco—. Me gustan algunas personas que he conocido. No sabría decir si me gusta la escuela como tal.

    —Puedo ir a la parte de arriba si quieres estar solo —ofreció con tranquilidad y yo negué con la cabeza.


    alto relleno, pero quería rolear un poquito a Maze y tenía esto en espera ya de por sí *sips tecito*

    ahí quedan, just because
     
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  16.  
    Gigi Blanche

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    Abrí la puerta del observatorio con una mano, mientras la otra mantenía mi cabello a raya ante la brisa repentina que había soplado desde mi costado. Me colé dentro del espacio sin ninguna clase de decoro ni temiendo interrumpir nada, tampoco me inmuté al alzar la vista y notar que ya había dos personas. Hmm, ¿la torre se estaba volviendo popular? Suponía que era un desenlace inminente, con lo bonita que era... y la curiosa ausencia de cámaras. Más me extrañaba, de hecho, que los alumnos de esta escuela se hubieran tardado tanto en descubrir su potencial.

    Reparé primero en el muchacho y permanecí en su rostro al notar que mi memoria intentaba decirme algo. El cabello tintado de sangre, los ojos verde musgo... Mis cejas se alzaron apenas al evocar un recuerdo súbito de la biblioteca y sonreí, satisfecha, para pasar a su acompañante. Ah, esta niña fue más fácil. Era la amiga de Joey, ¿no? Amiga o lo que fuera, por supuesto, y ahora que lo pensaba... Parpadeé, afilando sutilmente la mirada, y mi sonrisa se ensanchó.

    Oh dear, ¿interrumpo?

    Era la chiquilla a la que Katrina le había soltado el discurso de las mariposas muertas.


    la pesada, o sea yo, is back
     
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  17.  
    Zireael

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    Después de mi negativa Ilana guardó silencio, me giré en su dirección y me pareció detectar un destello dorado en algo que estaba guardándose en el bolsillo de la falda, aunque no pude darle forma y mucho menos iba a preguntar. El punto fue que quedó con las manos libres así que se enfocó en su almuerzo, y busqué otra silla y la arrimé al escritorio para tener dónde apoyar el bento.

    Por consumir el silencio le pregunté dónde vivía, me respondió y me regresó la pregunta, así que con eso vi que era mejor no preguntarle ciertas cosas con tal de que ella no las reflejara. En su defecto, pronto pude ignorar la tensión inicial y fui consciente de que era fácil conversar con ella, como lo había sido hace años, aunque tuve que preguntar mentalmente si todavía hablaba cosas raras. No parecía ser el caso, pero también parecía más nerviosa.

    En algún momento la puerta del observatorio se abrió de nuevo, la silueta que apareció resultó ser la de Morgan y ninguno de los dos reaccionó de forma específica a ella. Sonreí como lo hacía siempre y me pareció notar que Ilana hacía lo mismo sin demasiada dificultad.

    —Para nada. Bienvenida~ —apañé a lo de la interrupción.

    —Si quieres estás invitada a acompañarnos —dijo Rockefeller detrás de mí con la amabilidad que parecía caracterizarla—. ¿Habías venido antes?


    welcome, welcome *sienta a los weirdos del bosque*
     
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  18.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Las dos criaturitas me sonrieron y me dieron la bienvenida, incluso invitándome a acompañarlos. Weren't they the cutest? Mi semblante se mantuvo relajado y reanudé mi camino hacia el interior del observatorio luego de finalmente cerrar la puerta que había dejado suspendida en lo que ellos me contestaban.

    —¿Al observatorio? Varias veces —concedí, en movimiento.

    Les eché un vistazo al pasar junto a ellos, detallé brevemente sus almuerzos y seguí mi camino hasta la estantería de libros. Comencé a buscar algo allí con una mano a la espalda, aquella donde mi propio bento, envuelto en un pañuelo, pendía de mi índice. En la biblioteca, a la mañana, me habían redirigido aquí en mi pequeña búsqueda; había planeado comer leyendo como hacía casi siempre, pero tampoco negaría la compañía espontánea. Las disrupciones de la rutina siempre me divertían, al menos desde su concepto.

    —Está bastante bonita la torre, ¿verdad? —seguí hablando, deslizando la yema de los dedos por los lomos que descartaba—. Con las decoraciones y la impronta medieval, te hace olvidar que sigues dentro de la escuela. Al menos hasta que toca la campana, claro.

    La tontería me recordó a la medianoche de Cenicienta y me sonreí. Cuando finalmente ubiqué el libro lo recogí con cuidado, me incliné para soplarle suavemente el polvo y me tomé unos pocos segundos para apreciar el descubrimiento, primero, y luego el encuadernado. Era una edición preciosa. Me volví hacia los chicos y me senté al borde del escritorio, tomando uno de los laterales que ellos no estuvieran ocupando. Arriba había más sillas pero ya había vivido esa experiencia y prefería ahorrármela, la verdad. Dejé el almuerzo a mi lado, me crucé de piernas y abrí el libro. Emitió un quejido, las hojas sonaron casi quebradizas y comencé a husmearlo en silencio.

    —Eres la amiga de Joey —puntualicé, sin quitar los ojos del libro, y se me coló una breve risa nasal—. Amiga o lo que sea, claro. ¿Cómo te llamas, blondie?
     
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  19.  
    Zireael

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    Morgan reanudó sus pasos hacia el interior de la torre luego de cerrar la puerta, lo que anuló también la luz exterior que desentonaba con este espacio. Yo aproveché que era la Ilana quien hacía preguntas para comer un poco más, de paso noté que ella seguía el movimiento de Morgan, desentendiéndose de su almuerzo, y sonrió para sí al escuchar que la chica ya había venido varias veces.

    Siguió hasta la estantería, detallé entonces que cargaba su propio almuerzo, pero ella se centró primero en los libros. Parecía buscar uno en específico, contrario a mí cuando me distraje con el librero, así que ninguno la interrumpió hasta que lo hizo ella misma. Apuntó a lo bonito de la torre, por la decoración, la impronta y el hecho de que hacía olvidar que estábamos en la escuela. Mis ojos recorrieron el espacio aunque ya lo habían hecho antes.

    —Puedes soñar hasta que suene el campanazo, eso es cierto —secundé con los ojos suspendidos en las escaleras que llevaban a la parte superior—. El que decidió el diseño tenía muy claro lo que buscaba lograr.

    —Tiene un aire como de fantasía medieval —apuntó Ilana cuando terminé de hablar y supuse que tenía razón—. Una vez adentro el exterior no existe más.

    Su voz se perdió en la torre, fue un comentario normal, pero yo seguía recordando las cosas raras que solía soltar esta chica y seguía sin saber hasta dónde era la misma o no. Con todo, pronto Morgan se acomodó en uno de los laterales, dejó su almuerzo a un lado y se enfocó en el libro que había venido a buscar, el objeto se quejó y dio la sensación de que nadie lo miraba hace ya un rato.

    El comentario que hizo sin sacar los ojos de las páginas me hizo mirar a Rockefeller un momento, no lo hice con ningún tinte particular, esperé una reacción de Ilana por la segunda parte, pero la rubia fingió demencia o solo lo borró el diálogo con una facilidad absurda. Se limitó a sonreír y asintió con la cabeza para confirmar que lo era, la amiga or whaetever. En fin, no era mi asunto.

    —Ah, soy Ilana. ¿Tú cómo te llamas?
     
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  20.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Las voces de los chicos hicieron un eco suave a mi espalda y la sonrisa se mantuvo en mi rostro, aún si ellos no conseguían verla. La noción del campanazo y del exterior dejando de existir se amalgamaron con mis propias ideas y chasqueé los dedos a un costado de mi cuerpo, permitiéndole al sonido suspenderse antes de mirarlos sobre el hombro.

    —Como un hechizo, ¿no? —murmuré, regresando la atención al librero—. O un portal.

    Luego encontré lo que buscaba y me reuní con ellos, sólo que sentándome sobre el escritorio. Si la niña confirmó o negó la información respecto a Joey no me enteré, había soltado la pregunta sin mirarla y me mantuve así. Sólo reaccioné ante su voz una vez habló.

    —Morgan —concedí, con mi acento natal, y giré el rostro para sonreírle con suavidad, detallando sus ojos rosados—. A pleasure, lass.

    Quizá fuera el tono o la forma, pero me quisieron recordar a la niña que era amiga de Kohaku. ¿Anna, se llamaba? Había una cierta transparencia en ellos, una que correspondía y no desentonaba. Un color que debía ser puro y lo era.
     
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