Exterior Observatorio

Tema en 'Planta baja' iniciado por Gigi Blanche, 28 Junio 2022.

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    Zireael

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    El mordisco que le dio al sándwich dejaba bastante que desear, pero tampoco la iba a molestar tanto con el asunto así que lo dejé estar y la piqué con lo otro, lo de llevarla en brazos arriba. Sabía que iba a negarse, pero la tontería me había dado risa incluso al pensarla así que la dije porque conectar lengua con cerebro no era una de mis virtudes y ambos lo sabíamos.

    Estaba dándole bocado al sándwich cuando sentí el golpe en la rodilla, lo que me hizo volver a verla mientras masticaba y cuando dijo lo que dijo negué con la cabeza, entretenido con el hecho de que no dejara morir la cuestión. Me acordé del diente de león que le había ofrecido por no pedir flores cuando estábamos frente a la florería y me tragué una gracia al pasar la comida también.

    —Y yo te recuerdo que soy un hombre de palabra —apañé porque sí, pero no era mentira y ya estaba claro.

    Habíamos seguido comiendo, calmándonos y toda la historia cuando sentí su tacto en la mano, en el dorso cubierto por el pájaro. Mis ojos fueron a parar a esa zona de contacto, su pregunta me alcanzó e hice un mapeo mental de la noche con Tess, cuando le hablé del bestiario y todo el rollo. En sí le había explicado la estructura del mierdero dónde estaba metido, de forma muy compacta, y que el tablero que llevaba encima era una suerte de recordatorio de esos lugares que cada uno ocupaba.

    ¿Pero significaba algo más allá de eso?

    Una cosa era la práctica y otra lo que yo tenía en la cabeza.

    Me dejé el sándwich en el regazo, medio giré al brazo y deslicé la vista por la tinta que subía desde el pájaro, el zorro plateado de Yako estaba en el antebrazo y el resto de mierdas lo rodeaban. Estaba la gente que importaba, la que no pero sí era relevante en el escenario y así.

    —¿Además de lo que te dije el otro día? —pregunté medio en voz baja y me encogí de hombros—. Supongo que unos sí y otros no. Es como cuando miras el periódico, lees lo que te llama la atención y lo demás lo ignoras, pero pues está en la tirada de imprenta igual. ¿Cómo le dice Tess a los espacios en los dibujos? Ah, espacio negativo.

    Con la otra mano recorrí el zorro con los dedos, despacio, el pelaje negro había perdido algo de brillo desde entonces como pasaba con cualquier tinta con el tiempo; imaginaba que lo mismo pasaba con las personas, estuvieran o no. Ni siquiera sabía que Cayden le había hablado de la muerte del rey en el campamento.

    —A la larga creo que solo es mi forma de aceptar que algunas cosas no tienen salida —respondí soltando una risa por la nariz, en medio de una epifanía o cierto desbordamiento causado por el chute de cosas en el torrente sanguíneo. Efecto colateral de la follada, qué sabía yo—. El amigo que me dio el apodo la palmó hace tiempo, este del zorro, y con él todo lo demás se fue derrumbando gradualmente hasta desaparecer. Supongo que al menos este significa que no estaba listo para dejarlo irse y el resto, qué sé yo, que quisiera no tener que perder a los que me quedan de esa manera.

    Tomé aire, lo solté de golpe y miré a Sasha de reojo. Decirlo ya no sonaba tan trágico como hace cuatro años, supuse que por eso mismo alcancé a soltar una risa floja.

    —Se me da como el culo, ya sé. No soy un amigo ejemplar, lo viste tú misma, me tienen que sacar un susto de muerte para que hago algo al respecto; cuando me electrocutan el corazón con suficiente fuerza también me funciona mejor el cerebro, aunque se me sale de control el carácter en consecuencia. Es un sistema defectuoso, pero es lo que hay. —Volví a tomar el sándwich y le di una mordida antes de seguir—. Y por eso te agradezco que llevaras a Cay a la mesa, no te lo había podido decir. Fue un avance sin necesidad de la máquina de resucitación, muy sabio de tu parte. Por algo eres el cerebro de esta sociedad.


    soy consciente que quedan horas de receso pero el post salió así x2

    sé que me mamé, así que si no da tiempo a cerrar bien la cosa lo super entiendo ajsbdhe *c pega*
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La pregunta me había quedado un poco coja, así que me tocó asentir y esperar que no me viera como paciente de psiquiátrico, aunque también aproveché el espacio para agregar, en un pobre intento de enmiendo:

    —Es que me quedé pensando si igual todos eran importantes o no.

    Seguí sus movimientos, lo vi pasar los dedos sobre el zorro y lo asocié al nombre que me había dado en el estudio: Yako. Siguió hablando, mencionó un amigo suyo que había muerto y la voz de Cayden se solapó con la suya. Si con su muerte todo se había derrumbado gradualmente tenía sentido que se tratara de la misma persona, ¿no? Del "rey" que Cayden había mencionado. Tomé aire, lo solté y recibí su mirada de reojo. Siguió hablando. Lo del sistema defectuoso me arrancó una sonrisa leve y acabó por agradecerme lo del campamento. Deslicé la mano por su brazo, hacia arriba, y me quedé trazando las líneas de los tatuajes en una suerte de caricia anárquica.

    —Sólo le pedí que te llevara un brownie. Entiendo si era el... pequeño impulso que necesitaban, pero Cayden se habría negado si realmente no hubiera querido hacerlo. ¿Están bien ahora?

    Había subido la mirada a sus ojos para preguntarle aquello último, pero no tardé en regresarla a los tatuajes, a los caminos que hacía mi mano.

    —Entiendo que son necesarios. Los impulsos, quiero decir. Es muy fácil quedarte atorado en el piloto automático y construirte... como una realidad alterna en la cabeza. He sido la estúpida que llega demasiado tarde a las cosas que quiere sólo por cabeza dura, no me gustaría que otros imbéciles de mi calibre repitan la desgracia. No si tengo a la mano la chance de ayudarlos. —Tomé aire y lo solté de a poco, pasando por el pelaje del zorro—. "Our king died a long ago". Es lo que me dijo Cayden mientras almorzábamos, el otro día. Es el zorro, ¿cierto? Yako.

    Una sonrisa leve me estiró los labios y permaneció allí suspendida, sin un propósito concreto.

    —Una familia que no esperabas recibir, el pilar que la sostiene y que ese pilar desaparezca de repente. I get it. I really do. Es una cagada, ¿no? Yo me eché... años empeñada en rechazar un montón de amor que ahora me hace falta. Es un sistema defectuoso, pero es lo que hay. —Afirmé el contacto, rodeé su brazo con la mano y la deslicé hasta hundirla en su cabello, en su nuca. Se la rasqué en un gesto cariñoso y subí a sus ojos, ampliando la sonrisa—. Creo que ni tú ni yo somos expertos en inteligencia emocional, pero de una forma u otra estamos aquí. Tienes a tus hermanos, yo a los míos, regresaste a mí y Cay regresó a ti. Te vi en el campamento, también, tranquilizando al niño.

    Me incliné en su dirección y enfaticé mi atención sobre él, mis ojos en los suyos.

    —Te lo seguiré diciendo y seguirás sin creerme, pero no eres tan terrible como piensas, cielo. En absoluto.


    cómo interrumpir esta interacción yahoo respuestas

    no pasa nada, técnicamente tengo todo el miércoles para cambiar de día (???
     
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    Zireael

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    Era posible que Sasha me preguntara lo mismo de formas diferentes y yo se lo respondiera todas las veces sin siquiera pararme a pensarlo o cuestionarlo. En sí tenía sentido para mí, habían cosas que contestaba, sí, pero las dejaba en la superficie sin atreverme a meter la mano en el lago negro que vivía ignorando por mi propia sanidad mental. Por eso su añadidura, corrección o lo que fuese me lanzó justamente a ese punto: le había dicho qué era, no si eran importantes para mí o no. Ni idea de si lo había evitado conscientemente, quizás sí.

    Lo del sistema defectuoso, supuse, la hizo reír y a mí me estiró una sonrisa en los labios. Era verdad, pero me pasaba la vida pintando verdades como chistes porque se volvían más fáciles de reír. Nuestros propios defectos eran más aceptables de esa forma, así que no le veía nada malo aunque quizás tenía todas las fichas para ser una mierda.

    —¿Con Cay? No estoy seguro —respondí mientras veía los caminos que trazaba en mis tatuajes—. Aceptó ir y se quedó con nosotros, pero cuando parece acordarse de lo que le hice se le tensa todo el cuerpo. Es un poco una ruleta rusa, cualquier día se va a despertar hasta la polla del mundo y me va a dejar ir un tiro entre las cejas. Quizás sea mejor así, que reviente para que luego se calme.

    Era la única certeza que tenía, por mucho que hubiese estado con nosotros toda la tarde incluso cuando Ko se fue con Sugawara sabía que habían miles de mierdas que no decía. Escalaban, escalaban y escalaban hasta atorársele en las venas, que entonces recibían tanto flujo que reventaban. Sabía que al hacerlo sería capaz de calmarse después, pero esperar el estallido era un poco frustrante y detonarlo no me parecía justo.

    Mira que hablar yo de justicia.

    Escuché lo que dijo sobre los impulsos, me permití otra risa baja y pensé que era normal que ella intentara evitarle los mismo malos tragos a los demás. Trataba de ayudarnos basados en su experiencia, como si fuese una mano moviendo piezas en una maqueta invisible, y justo cuando se me ocurrió eso su voz hizo que la superficie del lago negro se agitara. Las palabras eran de Cayden, le había dicho que nuestro rey había muerto hace tiempo.

    Al final no me quedó más que hundir la mano en el agua y sacar el cráneo que había sepultado allí, con corona y todo.

    —Se llamaba Kaoru y era listo y tonto a la vez, ¿no te suena parecido? —solté entonces, con una risa atorada en la garganta, pero cuando seguí hablando una cuota de furia sutil, residual, se me coló en la voz—. Se cumplen cuatro años en agosto. Es una mierda, ¿no crees? Ese cliché de que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. ¿Por qué deberíamos estar aprendiendo esas lecciones si no sabemos todavía si nos gusta más el helado de fresa o el de vainilla? Es una estupidez, un error en el sistema lo suficientemente grande para que ahora las mierdas estén así.

    Para que nos hayamos convertido en esto.

    Aún así incliné la cabeza para acentuar el contacto de su mano y seguí escuchándola, recibí su mirada también y regresé al centro rápidamente. Creí que iba a dejar el asunto estar, mencionó a sus hermanos, los míos, a mí mismo y a Cay y al niño del campamento. Insistió con su mirada y no pude con ello, con el espejo, así que volví a lanzar los ojos a cualquier lado.

    —Cada loco con su tema —dije unos segundos después y parpadeé con cierta pesadez—. La verdad es que en tanto sea lo que piensas el resto me da igual. Volví por eso, ¿no? Porque no quería que pensaras que era tan hijo de puta.

    Me aparté de su mano, la busqué con la mía y la traje al frente para dejarle un beso en el dorso. Me quedé allí unos segundos, cerré los ojos y cuando separé los labios de su piel enredé sus dedos con los míos.

    —Lo perdido no tiene reemplazo, eso lo sabes y ojo, son palabras mayores apúntalas o algo. —Volví a presionar los labios en el dorso de su mano, ahora entrelazada con la mía, y solté lo que iba a decir sin anestesia—. Hay amor para ti aquí, bastante distorsionado aclaro, pero lo hay. No imita el que ahora echas en falta ni lo intenta, pero cumple una función.

    Todos cumplíamos funciones en la vida de otros.

    Déjala quererte.

    Eso había dicho la voz del rey, eso decían las voces de los que ya no estaban.


    cómo corto yo este momento, alguien que me salve
     
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    Gigi Blanche

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    Asentí en silencio, permitiéndole que formulara sus ideas de la forma y con la extensión que deseara. Me habló de Cayden y su forma de ser, que necesitaba acumular y estallar para poder calmarse. Entendía que era un proceso lento, incierto y frustrante, y me incliné para dejarle un beso en el hombro.

    —Y lo vas a esperar, ¿cierto? —asumí, reanudando las caricias—. Esperar también es respeto. Puede parecer que das por sentado que siempre volverá a ti, que eso nace de tu propia vanidad, pero no se trata de eso, ¿verdad? Lo vas a esperar porque quieres respetarlo.

    El zorro obtuvo un nombre por fin. Tomé aire por la nariz pero me distraje a mitad de camino por su... ¿me estaba diciendo que...? Lo miré, confundida, y luego solté un "ja, ja" en voz baja, dejando la broma morir. Se llamaba Kaoru y eran casi cuatro años de su muerte. Un chispazo de electricidad enturbió su voz, le tensó los músculos del rostro, e insistí en las caricias para ayudarlo a relajarse. No pretendía quitarle peso, en absoluto, pero era mi forma de lidiar con las mierdas también.

    —Bueno —solté, cambiando el aire, y sonreí—, yo prefiero el helado de fresa.

    Entendía cada palabra que decía, quizá más de lo que me habría gustado. Cuando busqué sus ojos, él desvió la mirada rápidamente y lo dejé ser. Su respuesta me alcanzó un par de segundos después y permanecí inmóvil, atenta a cada uno de sus movimientos. Puede que nos echáramos la vida entera aferrados al recuerdo de quienes ya no estaban, que se sentaran a nuestro lado cuando estábamos solos y suspendieran una mano en nuestra espalda. Puede que, de ese gesto, cada quien oyera lo que necesitaba. Mis voces me decían que los amara, sin miedos y sin tapujos. Que en esa entrega ocurría la bendita magia y que allí, por fin, no encontraría un reflejo distorsionado. Habría más.

    Muchísimo más.

    I know —musité, tranquila. Llevé la mano libre al costado de su rostro, el contrario, y lo atraje suavemente hacia mí para dejarle un beso en la mejilla—. I know, baby.

    Me quedé allí unos pocos segundos, acariciéndole el pómulo con el dorso del pulgar. No estaba mintiendo, vaya. ¿Por qué se creería que insistía tanto en él, sino porque sabía que era capaz de quererme? Lo miré al alejarme, y bastante de repente le estampé ambas manos en las mejillas. Se las aplasté y le zarandeé la cara como si fuera un crío, soltando una risilla.

    You're soooo cuuuuute —mascullé entre dientes, casi con bronca, mientras seguía apretujándolo.

    De un momento al otro lo dejé en paz y me vacié los pulmones, incorporándome de un brinco. Me puse la falda, pillé su camisa y se la dejé caer sobre los hombros, como si fuera una capa. Con las solapas aún agarradas, lo atraje y le dejé un último beso en los labios.

    —Mejor vamos yendo, que no quiero llegar tarde. I mean, a ti no te importa, ¡pero eres mi caballero y tu deber es escoltarme!

    Ah, sí. Era una maravillosa excusa para lograr que asistiera a clases y no se quedara vagueando por ahí.


    BUENO AHORA SÍ a la tardecita cambio de día, cuando vuelva a casa

    tremendo trip we, i enjoyed it so much ;; i frickin lov them
     
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    Zireael

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    Me hizo algo de gracia que diera por asumido que lo esperaría, porque al final suponía que era lo que hacía sin darme cuenta, con él y con Ko que parecían haber salido del mismo molde extraño, silencioso y confuso. Pasaban cientos de mierdas alrededor de ellos y a veces no me enteraba de un carajo hasta que alguno aparecía para decir algo. Era otro sistema defectuoso, pero no había más.

    Solté el aire despacio por la nariz, asentí con la cabeza a sus palabras y luego le solté lo de Yako, ahora con un nombre de verdad. Su respuesta sarcástica a la broma me estiró la sonrisa antes de que un relámpago reventara en el fondo de mi mente, encima del lago negro, aunque las caricias que me estaba brindando Sasha me ayudaron a volver a centrarme.

    No tenía demasiadas ganas de quedarme allí, mirando lo que había sacado del fondo.

    Su respuesta a lo del helado hizo que soltara una risa floja, no añadí nada en particular pero podía concordar en que prefería el helado de fresa. En cualquier caso su mano me arrastró, me besó la mejilla y tomé una bocanada de aire, como en pez fuera del agua; absorbí su cercanía, su voz y sus palabras. Me había quedado congelado en ese momento, así que cuando me estampó las manos en las mejillas abrí bastante los ojos.

    —¿No se supone que te saco un año? ¿Qué haces tratándome como un bebé? —repliqué aunque no me solté de su agarre ni puse resistencia de ninguna clase.

    Al final me dejó quieto, se incorporó e hizo todo lo demás, incluido ponerle la camisa sobre los hombros. Recibí su beso, traté de rendirlo un poco a pesar de que el tiempo apremiaba, y cuando se separó me ajusté la camisa bien, abotonándola con cierta prisa; el blazer me lo encajé bajo el brazo y le alcancé a ella su propia camisa.

    Me zampé el último bocado que me quedaba del sándwich, apiñé todo con la basura del anterior, también la lata de soda, el teléfono y la billetera, las últimas dos cosas las zambullí en el bolsillo. Cuando ya tuve todo hice un gesto bastante exagerado para indicarle que empezara a caminar primero, porque era el caballero, aunque fue pura mierda y lo que hice apenas dio un paso delante de mí fue colar la mano bajo la falda un segundo, apenas para hacer el imbécil, si acaso le pellizqué la parte superior del muslo por detrás.

    Con la tontería de turno finalizada, le eché el brazo sobre los hombros y le estampé un beso en la mejilla antes de seguir caminando.

    —Ni modo, tendré que ser responsable el día de hoy. Todo para escoltar a la dama —añadí con la sonrisa pegada en la cara—. Gracias, cariño. A ti deberían pagarte por escucharme hablar mierda más de una hora cada día, es el trabajo de un santo.


    LISTO a

    such a trip it was indeed ;; me encantó y quiero reafirmar que amo un montón a estos pendejos like woah, big fan
     
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    Amane

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    Suspiré con pesadez mientras salía del aula, balanceando ligeramente el bento que llevaba entre las manos. No había podido hablar con Anna desde el almuerzo en el invernadero del día anterior, y lo cierto era que me preocupaba un poco su estado de ánimo, especialmente teniendo en cuenta que se trataba de algo en relación a Altan y sabiendo el historial de ambos; también sabía que a veces era mejor darle su espacio, sobre todo si debía solucionar este embrollo con la persona implicada.

    Todo eso no quitaba que odiase la idea de tener que dejar a mi amiga sola, honestamente.

    Tuve intención de pasar el receso en el invernadero, como solía ser ya bastante costumbre por mi parte, pero mis planes se vieron truncados cuando escuché un par de voces en el lugar que no pude reconocer. Lo cierto es que aquello me sorprendió, pero también era cierto que el invernadero era un sitio público, así que no me quedó más que dar media vuelta y buscar un nuevo sitio donde pasar el rato; sin muchas más opciones premeditadas a mano, al final acabé dirigiendo el paso a la zona más cercana que pude encontrar.

    Entré al observatorio en silencio, sin pretender molestar a nadie que pudiese estar dentro, pero rápidamente pude comprobar que era la única en el lugar y suspiré ligeramente, adentrándome aun más. Mientras lo hacía me acordé de la conversación que tuve con Kakeru hace tiempo, esa donde me dijo que tenía cierta tendencia a colarme en sitios en los que no debía, y me sonreí casi sin poder evitarlo mientras me dejaba caer sobre una de las sillas.
     
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    Insane

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    No me había pasado inadvertido el como sus facciones -suaves de por sí- se suavizaron más con la sonrisa que le decoró la cara. Me imaginé la respuesta y llegó no mucho después, afirmativa como ya había asumido. Prácticamente le di el tiempo para que ella iniciará la marcha, siguiéndola, solo que a diferencia de ella que solía quedarse un poco más atrás yo decidía caminar al lado.

    Me permití observar un poco más los espacios, recordando que en ocasiones pasaba varias veces por las mismas calles y hasta que no me decían por alguna razón de un sitio -asi pasara por él todos los días-, no me dedicaba a identificarlo para hacerle un espacio/tiempo en la cabeza. Suponía que simplemente desechaba la información visual que no creía ser de provecho, en automático.

    Identifiqué el observatorio a lo lejos, causándome gracia que no demostré; el hecho de que sino me hubiesen hablado de él era poco probable que hubiese venido ningún día. Por fuera era bastante normal, y solía mantener expectativas altas sobre todo, por lo que esperaba que el interior no decepcionará. El camino hasta la llegada permanecí en silencio, la dejé entrar a ella primero.

    El diseño de la puerta, dejaba bastante que desear.

    Ya al ingresar paseé las pupilas por el espacio, se sentía como entrar a otro lugar lejos de la escuela, la luminosidad, la estética y la ambientación medieval daban ciertos aires particulares.

    —No está mal.
     
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    Zireael

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    Supe que tendría que guiarlo yo, así que eso fue lo que hice. Terminamos de recorrer el pasillo, salimos y me detuve un momento para ubicarme en el espacio, fue cosa de un instante antes de reconocer la torre de la que le había hablado, así que retomé la marcha con calma aprovechando que de la ansiedad inicial ya casi no quedaba rastro.

    Fue una tontería, pero esperaba que por lo menos ahora sí estuviera viendo dónde quedaban las cosas, incluso si le daba igual. De todas formas, si era cierto lo que decía y el, ¿cómo lo había llamado? Aprendizaje autónomo, era su pasatiempo también, era inevitable que al menos se grabara dónde estaba el observatorio, tan sencillo como eso.

    La puerta de entrada era sencilla, pero no esperaba nada ostentoso, había muchas cosas buenas que tenían fachadas simples así que no me pareció nada digno de señalar. Entré primero, así que percibí el cambio de... estilo, por decirlo de alguna manera. Era occidental, medieval casi, y me recordó más a cómo pintaban las torres de los astrólogos que a la astronomía, a la física. Era más mágico que científico y eso, bueno, tampoco estaba mal.

    Di algunos pasos dentro del espacio, la puerta se cerró detrás de nosotros y escuché lo que dijo Paimon, aunque no atendí de inmediato. Alcé la vista, observé las paredes, los libreros y mis ojos se desviaron a la escalera de caracol, suponía que llevaba al segundo piso donde usaban el telescopio que resaltaba sobre la cúpula.

    —Se puede estudiar el origen del universo o celebrar un Black Sabbath —dije porque el contraste del telescopio con las pintas del observatorio me hizo algo de gracia—. Supongo que no querían cerrar sus opciones.
     
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    Insane

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    Rockefeller dió un par de pasos adelante, dándome la espalda y hablando por ahí derecho, me sonreí de nuevo por lo que había dicho. Tenía un sentido del humor, yo carecía de ello, continué entonces con el vistazo hacia las escaleras de caracol y luego regresé hacia la estantería de los libros, me eché a caminar en esa dirección para detallar los títulos por unos minutos, hasta que denoté uno sin nombre en el lomo.

    Lo sujeté al sacar la mano del bolsillo repasando el título inexistente, me giré en la misma posición y le mostré la portada:

    —¿Lo has leído?

    Era una libro con una portada completamente blanca, pero en el centro reposaba el dibujo impreso de un cisne negro, en todo el centro. No sabría si le molestaría leer en lo que almorzábamos, o si prefería hacerlo antes o después. Me acerqué a ella para extenderselo, era una invitación silent en realidad. Ya luego señalé de un movimiento de cabeza, regresando la mano libre al bolsillo del pantalón.

    —Comamos arriba
     
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    Zireael

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    Mi atención comenzó a viajar a los detalles más específicos del espacio, los acabados de los muebles, del pasamanos de la escalera y la espiral que ascendía. Pensé en los agujeros de gusano, una garganta que unía el tiempo y el espacio. Era una tontería, tampoco la entendía demasiado bien, pero lo dicho aprendía solo por el gusto de hacerlo, de almacenar información diversa.

    Él siguió hasta uno de los libreros hasta que sacó uno de allí, se giró hacia mí y me lo mostró. Era blanco, con un cisne negro en la portada y poco más. Preguntó si lo había leído, se acercó y me lo extendió así que lo abrí para ojear algunas páginas, un pequeño texto introductorio y algunas palabras en el aire del prólogo. No lo había leído en sí, pero ese primer sondeo me permitió unirlo a otra información. Uno de los cientos de fun facts que debía manejar, no porque fuese una eminencia, si no porque me entretenía con eso.

    —La teoría del cisne negro. Conecta con los falsos negativos, la falacia narrativa y puede que con la Gestalt —divagué todavía con el libro entre las manos—. La teoría del cisne negro, de todas maneras, viene desde la Antigua Grecia o algo así, se usaba la expresión de que cierta cosa o persona era tan rara como un cisne negro, porque se supone que no habían cisnes negros, todos eran blancos.

    Caminé para regresarlo al librero y seguí hablando desde allí.

    —Cuando los cisnes negros se descubrieron, bueno, todos quedaron como tontos. A partir de la expresión y del descubrimiento del pájaro en cuestión es posible decir que los límites de la mente humana de vez en cuando coinciden con los de la ciencia y que cuando no tenemos datos, los rellenamos con información simple con tal de no dejar vacíos. Si no lo conozco no existe, puede que esté dando un falso negativo pero no lo sabré hasta que alguien me demuestre la existencia de ese algo.

    Antes de todo eso había sugerido comer arriba, no lo había pasado por alto, así que una vez dejé el libro en su lugar volví sobre mis pasos. Le hice una seña para que subiera él primero, pues porque aunque dudaba que fuese el caso, prefería evitarme la peripecia de subir escaleras delante de un hombre si era honesta.


    este discurso está absolutamente auspiciado por mi five
     
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    Al entregarle el libro ella en automático pareció recordar la idea central del texto, me dediqué a escucharla sintiéndome como si me recitarán alguna clase de recordatorio en clase de literatura. Sus apuntes fueron precisos, los señalamientos tenían coherencia y hacían reflejo del trato que la sociedad le daba a lo deconocido o lo inexplicable.

    Mi vista permaneció en un punto cualquier al ella regresar al librero y dejar el libro en la estantería que pertenecía, ampliando la idea y dándole transfondo y forma a la misma.

    —Un buen resumen de la idea central del texto.

    Me ceió el espacio para subir primero a lo cual no asentí ni nada sino que simplemente lo hice. La escalera era en espiral, por lo que a medida que iba subiendo comenzaba a denotar distintos espacios del segundo piso, principalmente el cambio de colores a comparación del primero.

    —Imagino que allá está bien —murmuré al denotar un espacio—, a todo esto, ¿por qué viniste a Japón? —era simple y llana curiosidad, porque la escuela estaba llena de extranjeros, si, pero imaginaba que la razón no era la misma para todos.

    Caminé entonces hasta un rincón, cerca a las mesillas.
     
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    Había hablado más de lo que pretendía, pero tampoco vi un motivo por el cual detenerme así que solo seguí. Un poco me estaba hablando a mí misma, otro poco le hablaba a él así que daba igual. Mientras paloteaba sobre la teoría del cisne negro recordé también el dilema del erizo, nada tenía una que ver con la otra pero llegué ahí sin quererlo.

    Unos preferían el frío antes que las espinas y otros, por desgracia, habríamos preferido las espinas antes que el frío.

    —Supongo que sí —respondí a lo del resumen.

    Teorías y dilemas a un lado, él subió cuando le cedí el espacio, así que lo seguí no mucho después. La espiral pronto nos dejó en la nueva planta que tenía incluso más vibras de torre de mago que la primera y aunque él señaló un espacio yo desvié los pasos, recorrí la zona, me acerqué al telescopio y recorrí su superficie con los dedos.

    Era bastante exagerado, ¿no?

    —Mis padres lo tenían planeado desde que yo estaba pequeña, pero quisieron que terminara al menos la secundaria antes de movernos. Supongo que antes les parecía un poco extremo, temían que me desestabilizara o algo, ni idea. Querían dejar el pueblito donde habían nacido, donde nací yo, dejarlo de verdad por lo que se ve —respondí todavía con la mano contra el metal—. Nos mudamos poco después de que cumpliera dieciséis.

    Cuando rompí el punto de contacto giré el cuerpo para mirarlo.

    —¿Y tú? ¿Sí eres de aquí? —pregunté entonces—. Tu nombre, cuando pasaron lista, no suena japonés.

    El apellido mucho menos, pero el punto era el mismo.
     
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    Recosté la espalda en una de las mesillas, destapando el bendo con la mano derecha para luego arremangar las mangas de la camisa escolar hasta los codos, descandando los palillos sobre el vidrio del recipiente en lo que la escuchaba, descendiendo la mirada hasta su silueta. Estaba de espaldas en lo que me respondía y luego se giró. Sus cuarzos rosas dieron con mis ojos y la repasé de manera impasible.

    ¿Un pueblo?

    —¿Y regresarías a dicho pueblo de tener la posibilidad? Imagino que la ciudad si puede perturbar cuando no se está acostumbrado —exhalé por la naritz ante su pregunta, sin dejar de mirarla en realidad—. Nací aquí, mi padre es Japonés y mi madre Rusa. Para hacerte el cuento corto, mi progenitor se enamoró como un idiota y permitió que mi madre me pusiera el nombre, y por ahí derecho que su apellido reinara sobre el de él.

    Era algo que no entendía realmente, el como una persona se podía obnubilar por sentimientos que considera inútiles. Y sentirlos por una mujer que no valía ni un sucio rublo.

    Rompí el contacto visual, tan solo para sujetar mi almuerzo con la izquierda y los palillos con la derecha. Me habían empacado una ensalada Olivie, era un platillo equilibrado de por sí, no mi favorito pero tampoco estaba mal.
     
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    Parpadeé despacio cuando preguntó lo del pueblo, en general prefería no pensarlo, no de manera consciente quería decir. Northwood ahora parecía un sueño de fiebre, algo lejano e inmaterial. No recordaba el olor de la franja de bosque, tampoco las voces de los chicos con los que nos metíamos allí a hacer el imbécil, pero sí que tenía grabadas en el cuerpo las sensaciones.

    Los llamados, habrían dicho algunos.

    Yo los conocía como cantos.

    —Quizás —resolví con sencillez, todavía apostada cerca del telescopio y crucé un tobillo delante del otro mientras escuchaba su respuesta, la frase clave había sido: se enamoró como un idiota—. Reinar es una palabra curiosa para referirse a la asignación de un apellido, ¿no crees?

    Para haber estado a dos segundos de cancelar el tour si me daba cuenta de que no quería hablar conmigo ahora me estaba tomando demasiadas libertades, lo sentí cuando dije eso pero no lo corregí porque sabía que era inútil querer enderezar algo ya dicho. En mi defensa, era más amable señalarle el uso de ese verbo que ponerme a apuntar a lo de enamorarse como idiota.

    Sonaba casi delirante, pero en la manera en que las personas construían sus frases, sus ideas, se vislumbraba su personalidad. Todos escribíamos de la manera en que hablábamos y todos hablábamos de la manera en que pensábamos, incluso si había quiénes se colocaban un filtro o una máscara. La gente, sin duda, era desde interesante hasta repudiable y lo sabía de primera mano.

    Como fuese, dejé la frase suspendida uno segundos hasta que finalmente me encaminé a la mesilla, me senté en una de las sillas y comencé a desenvolver mi propio almuerzo. No era la gran cosa, mamá me había empacado en el termo una taza decente de estofado que había quedado de la noche anterior y una buena porción de arroz.

    —¿Qué opinas de nuestro salón? La gente y eso quiero decir —pregunté después de dar el primer bocado, guardando la decencia de no hablarle con la boca llena.
     
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    Me causó algo de gracia aunque no lo expresé de ninguna forma, que de lo que le había soltado Rockefeller se hubiese fijado en el verbo más que en el sentido de mis palabras, tanto así que que regresé mi vista a ella. Empezó a caminar, me quedé repasando sus pasos y se sentó en una de las sillas; había dado con una chica singular, para qué mentir.

    —¿Y cómo lo dirías tú?

    Regresé la atención visual a mi almuerzo, sujetando con los palillos un trozo de papa para llevarla a mi boca. Mastiqué con calma, tragué y continué con otro pedazo de verdura. Había quedado decente, y eso que mi padre lo había hecho de prisa por un turno imprevisto en el trabajo. Revolví un poco los trozos de tomate con el aderezo, comiéndolos después para responderle luego de tener la boca libre de alimento.

    —No me fijo mucho si te soy franco —respondí a su pregunta. Hasta el momento no había identificado comportamiento destacable más que las pintas de Kasun, que ya lo conocía de un encuentro de antes—. Aunque ahí está mi mejor amigo, de ese te puedo decir que es un tipo agradable.

    Dejé el bento para sujetar la lata de café amargo que había traído conmigo, regresando la mirada a ella en lo que abría la lata.

    —¿Y hasta el momento que concepto tienes de la clase? —ella había entrado al salón con el chico de cabello rojizo, lo había notado porque estaba en el pasillo de tercero recibiendo el aire de una de las ventanas abiertas en lo que sonaba el timbre.
     
    Última edición: 23 Octubre 2023
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    Tampoco era esto una sesión de terapia, si me metía en el contenido de las cosas no iba a servir de nada y tampoco me correspondía. Las vidas de los otros no me correspondían, vaya, mucho menos de las personas que recién estaba conociendo. Era mucho más fácil decirlo con este chico, que parecía tan distante, eso debía admitirlo, pero me había pasado semanas preocupada por una persona que, a ciencia cierta, tampoco conocía bien.

    —Pues así, asignación —respondí a lo de cómo lo diría yo y pesqué una patata con la cuchara—. Lo tuyo suena a dominación, lo mío a protocolo. Puede que ninguna opción sea mejor que la otra realmente, ambas son formas rígidas de pensar en su núcleo.

    Hombre, qué pedazo de viaje me estaba pegando con conceptos abstractos de repente, de verdad. Este chico iba a pensar que era rara y todo, pero ya no había mucho que hacerle y pues ni modo. Igual estábamos metido en un observatorio con pintas medievales, igual podía tomarme ciertas libertades de delirio, ¿no? Yo qué sabía.

    Como fuese, me contestó lo que pregunté del salón y escucharlo decir que no se fijaba mucho me hizo sonreír para sí misma. Por demás, me dijo que su mejor amigo estaba en ese salón y pensé que tenía suerte, aunque no lo dije. Había seguido comiendo en lo que él me contestaba, así que cuando me regresó la pregunta regresé la cuchara al arroz.

    —Parece una ruleta rusa, supongo. Si disparas un arma puedes darle a alguien que parece inocente o alguien que da miedo; todos van a su bola y otros parecen tensos entre sí. Es como entrar en un ecosistema con "especie invasiva" escrito en la frente, nadie te reconoce pero quizás sea mejor así —contesté con sinceridad, mis ojos se habían quedado suspendidos en mi almuerzo—. Por una casualidad hace algunos días conocí al pelirrojo, el de los ojitos ámbar, pero la verdad tampoco tengo idea de quién es, en plan, no sé nada de él más allá de su nombre. Quiero decir, solo intercambiamos unas palabras en ese entonces y cuando me reconoció en la mañana me acompañó a clase y ya. Como... como un protocolo, para variar.
     
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    Lo había notado hace rato, lo técnica que era para hablar, los conceptos que abarcaba y el como conectaba las ideas como si fuesen lógicas para cualquiera, me pregunté entonces si en dicho pueblo había tenido acceso a una educación formal o si la habían educado en casa, ambas tenían pros y contras, pero era lo que se solía ver en lugares lejanos a las ciudades, o al menos así los estigmatizaban. No dije nada más a la elección de palabras, lo dejé correr y continué con mi almuerzo en lo que ella se animaba a responder.

    Hizo la comparación con el juego de la ruleta rusa, por lo que repasé sus facciones sin intención partícular más que buscar algún indicio de timidez con la comparativa, pero no había rastro de ello. Siguió su idea y ya me causó algo de risa que no reflejé al llevar la lata a mis labios; habló también del chico de cabello rojo, sino mal recordaba su apellido era Cayden, de nuevo, lo único valioso que recolectaba eran nombres y rostros.

    —No me imaginaba que hablaras tanto —comenté con el tono monocorde de costumbre—, ni que usaras tantos tecnicismos al interactuar, Rockefeller.

    Sí, era igualita a la niña parlanchina del libro de mi hermana, pero en ese caso, ¿qué personaje vendría pintando yo al escucharla y tomarme la libertad de compararla con un personaje ficticio?

    Rebusqué otro trozo de verduras con los palillos, los mastiqué con calma y luego de tragarlos agregué:

    —Pero no me molesta.
     
    Última edición: 23 Octubre 2023
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    Quizás pescaba tanto tecnicismo por mi madre, la parte de protocolos por mi padre y el resto solo por ser yo, por pasarme leyendo tonterías que luego solo por la gracia de leerlas. No me había sentado a pensarlo a fondo, tampoco me interesaba mucho y como aquí me había tomado un año entero formar un círculo de amistades quizás, solo quizás, había tenido demasiado tiempo para estar sola con mis pensamientos.

    Nunca había sido algo bueno de por sí.

    Había hilado ideas en el aire, así que cuando terminé y lo que escuché de su parte fue que no imaginaba que hablara tanto y con tantos tecnicismos una daga de ansiedad me cruzó el pecho. Una disculpa se me atoró en la garganta, seguí con la atención puesta en mi almuerzo y fingí demencia, es más, puede que incluso fingiera sordera.

    Me llevé otra cucharada de comida a la boca, mastiqué con calma y tragué incluso si me sentí extrañamente incómoda de repente. No esperaba nada más, de hecho de haber sido otra persona o de haberme pescado en un mal día solo me habría levantado para irme, pero me quedé sentada con las palabras ajenas taladrándome la cabeza.

    Cuando soltó que no lo molestaba tampoco reaccioné visiblemente. Comí un poco más, regulé mi propio cuerpo y solo después volví a hablar.

    —Supongo que a ti no se te da mal escuchar —respondí sin mirarlo y revolví algo de estofado con la cuchara, buscando otra patata—. Tampoco parecía que fueras demasiado... ¿Atento? No, no es eso, tiene que haber otra palabra. En fin, que te ves muy serio.


    pero mira tú ese parkour emocional *c muere*
     
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    Mi hermana solía decírmelo, el que a veces rayaba de directo con las personas, como la vez que hice llorar a la muchachita del sandwich en el almuerzo de la anterior escuela, o cuando rechazaba alguna declaración porque simplemente no me interesaban, el compromiso en realidad no era algo a lo que le veía algún tipo de utilidad, y las amistades eran contadas con una sola mano, porque de igual forma, no todos me parecían útiles de una u otra manera. Sentí la sensación de que en algún momento se pausó frente a su almuerzo pero lo retomó con naturalidad.

    Probablemente fuese mi imaginación, o probablemente no.

    Continué con mi almuerzo hasta finalizarlo. Dejé los palillos dentro y tapé el bento vacío con su respectiva tapa en lo que la chica me retornaba la palabra. Tenía razón, el escuchar no se me dificultaba por el hecho de que consideraba que en ocasiones se gastaba saliva con personas que no sumaban; siguió fija en su almuerzo en lo que continuaba, atribuyéndome la característica de seriedad y no era nadie para negar lo que me señalaban de obvio.

    —Supongo que es porque la conversación ha sido interesante —acoté—. No todos los días me topo con una persona que pueda sostener una plática decente, si te soy honesto.

    Sujeté la lata para comenzar a tomarme lo último que me quedaba, entre tanto repasé el espacio en lo que continuaba un hilo de conversación:

    —¿Estudiaste en alguna escuela en tu pueblo natal? ¿O te educaste en casa?
     
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    En el fondo sabía que casi nada era tan personal como yo solía percibirlo, ni por asomo. A veces las personas solo decían cosas, soltaban comentarios y no eran más que una señalización con palabras que, si acaso, podría haberse escogido mejor. Era capaz de entender eso en el momento pero luego, al quedarme sola, repasaba esos momentos. Era un defecto de sobrepensarlo todo, ni modo.

    Si hubiese sabido que el otro era buen oyente por desinterés en una mayoría de casos habría seguido sintiéndome incómoda, pero la ignorancia era felicidad. A mí me estaba soltando que la conversación había sido interesante, aunque parecía más bien unilateral, ¿no había estado yo parloteando todo este rato y él contestándome en una frase corta? Dios mío, qué difícil.

    —¿Aunque haya sido casi un monólogo presentado por mí? —bromeé en voz baja y se me escapó una risa nasal.

    Su siguiente pregunta fue medio extraña, supuse que mi manera de hablar no sonaba tan, ¿de pueblo? ¿No era eso un poco prejuicioso? No lo señalé por supuesto, no fue más que un pensamiento y crucé una pierna sobre la otra antes de seguir comiendo lo que me quedaba de almuerzo.

    —A la primaria y secundaria del pueblo, como cualquier diablo —respondí como si nada un rato después—. Las clases de japonés las recibía en la ciudad contigua, así que los fines de semana me comía un viaje en coche medio importante sin falta. Tenía algunos buenos profesores en la escuela, incluso un profesor de astronomía que nos llevaba de excursión para ver las constelaciones. Aquí hay tanta luz que por las noches no se ven las estrellas.
     
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