Exterior Observatorio

Tema en 'Planta baja' iniciado por Gigi Blanche, 28 Junio 2022.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La organización interna de la bibliotecaria tendía a suponerme un misterio. Desde la apertura del observatorio, me daba la sensación que había tomado el espacio de excusa para acumular allí todo lo que, por uno u otro motivo, no le sentara bien entre sus sagradas paredes. Por la mañana le había requerido al chofer que saliéramos hacia la academia con unos minutos de anticipación, y en el tiempo antes de las clases me convencí de que nada allí, entre las inmensas estanterías, sería de utilidad. Fue entonces cuando la bibliotecaria creyó recordar la existencia de un ejemplar olvidado en el observatorio; pero, para entonces, la campana estaba próxima a sonar.

    La lluvia hizo tambalear brevemente mis planes, mas la intriga escocía y me era cada vez más difícil ignorarla. La incertidumbre, las voces y los sollozos nocturnos se entremezclaban, mareándome en una bruma que me impedía concentrarme plenamente en las clases, o en las tareas en casa, o en el libro que estuviese leyendo. Era irritante y me preocupaba reconocerme a mí misma, cierto tiempo en el pasado, en los reflejos esporádicos. Me preocupaba volver a pensar tanto en todo aquello fuera de mi alcance, pues los pilares se resquebrajaban y perdía el balance. "¿Y si no es así?", susurraba una voz en mi cabeza. ¿Y si puedo cambiar las cosas?

    ¿Y si debo cambiar las cosas?

    Noté a Kashya salir de la clase unos pocos metros delante de mí, y no me tomó demasiado tiempo notar que seguía sus pasos con una precisión casi escalofriante. La idea me resultó divertida y, cuando ella se detuvo brevemente antes de salir al patio norte, procuré alcanzarla. Le pregunté si, de casualidad, su destino no sería también el observatorio, y le pedí que me aguardara un momento. Me desvié a los casilleros, de donde recogí mi paraguas, y entonces la invité a caminar junto a mí. Su compañía siempre era silenciosa y agradable.

    Dentro de la torre, cada una se ocupó de buscar su respectivo libro y nos pusimos a leer. Permanecimos en aquel estado hasta que de la puerta surgieron dos siluetas nuevas y, al reconocer a Kenneth, pensé que no podía ser coincidencia. Probablemente Kashya le hubiese comentado sus planes y él hubiese decidido venir hasta aquí en caso de que su hermana descuidara la tarea de traer un paraguas consigo; que, dado el caso, no había errado. De no ser por el mío, probablemente se habría mojado.

    Al pensar esto, una sonrisa asomó en mis labios.

    —¿No estuvo en lo correcto, sin embargo? —repliqué, levemente divertida.

    Seguí el camino de Joey en lo que Kenneth le entregaba el paraguas a Kashya, y entonces noté que el mayor de los Thornton se detenía a mi lado. Alcé la vista a sus ojos, enfocados en mis manos, y cerré el libro manteniendo el pulgar dentro para no perder la página. La portada era modesta y sobria, con una fotografía del Pabellón Dorado que abarcaba casi su totalidad y un título que rezaba "Centros de salud en Kioto: descripción e historia". Al recibir su pregunta, meneé la cabeza.

    —Tenía un paraguas en los casilleros —aclaré, señalando hacia la esquina en la cual lo había dejado secándose—, así que no nos mojamos.

    Entre tanto, Kashya se había acercado a Joey. Él tardó un momento extra en desviar su mirada del piso superior a la chica.

    —¿No hay que pagar? —replicó, claramente bromeando, y siguió soltando tonterías—. Es un poco intimidante, ¿no? Como si las escaleras fuesen en realidad una conexión con otra dimensión opuesta a la nuestra. ¿Tú has subido? ¿Qué hay ahí arriba?

    Había recargado el codo en la barandilla de la escalera caracol y se había inclinado hacia Kashya para formular las últimas preguntas en un tono de voz bajo y precavido. Entre tanto, regresé la vista a Kenneth.

    —¿Cómo has estado, Thornton-kun?

     
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    Amane

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    Kashya 2.png

    Me quedé un par de segundos en silencio tras escuchar la nueva pregunta de Bleke, sopesando la situación en la que nos encontrábamos, y tras pensarlo lo suficiente, no me quedó más remedio que asentir un par de veces con la cabeza en su dirección. No me incomodaba la lluvia, y el trayecto hacia el edificio principal no era tan largo, pero no podía negar que la decisión de traerme un paraguas había sido correcta; sobre todo al adivinar que yo no llevaba y considerando que no sabía que Blee sí.

    Mientras Kenneth se quedaba hablando con la chica, yo decidí acercarme a Joey, pues había algo en su mera existencia que no dejaba de despertar mi curiosidad. Sus ojos tardaron un rato en fijarse en mí, atento como parecía haber estado a la planta superior, y una vez nuestras miradas se cruzaron, me presentó una duda que simple y llanamente no pude entender de dónde había surgido.

    —No hay que pagar —aclaré aun así, sin cambiar un ápice mi expresión ni mi tono de voz—. Y no hay ninguna otra dimensión, solo un telescopio.

    No le di mucho tiempo a reaccionar tras haberle contestado, pues rodeé su muñeca con mi mano y empecé a subir las escaleras, llevándolo conmigo al piso de arriba. La planta alta era igual de grande que la baja, pero el espacio se sentía más reducido por el enorme telescopio que había en el centro; también había libros, si bien menos que abajo, y la mayoría trataban de astronomía.

    >>¿Ves? —le dije, señalando el instrumento con la mano que tenía libre—. ¿Te gustan las estrellas? —añadí poco después, pensando que era el siguiente paso lógico para mantener la conversación.

    Kenneth 2.png

    Bleke cerró el libro en cuanto notó mi presencia a su lado, permitiéndome ver la portada del mismo con mayor facilidad. De todas las opciones que podía haber pensado, un manual sobre centro médicos en Kioto había sido, con casi toda seguridad, la última que habría sopesado; suponía que eso era lo que pasaba cuando uno leía a la velocidad que ellas dos hacían. No comenté nada al respecto, de todas formas prefería cerciorarme de que no lo hubieran pasado malo con la lluvia, y al recibir la confirmación de que habían podido protegerse de la misma, relajé el cuerpo.

    Me eché hacia atrás, apoyando las caderas en el borde del escritorio, y me crucé de brazos, pillando con la mirada el momento en el que Kashya empezó a arrastrar a Joey hacia el piso de arriba. La escena me sacó una risa nasal divertida, que acabó convirtiéndose en una sonrisa animada, y a los pocos segundos volví a escuchar la voz de Bleke, haciéndome girar la cabeza para poder mirarla.

    —¿Sabes? Es un poco raro que me llames por mi apellido cuando pasas tanto tiempo con Kashya... —fue lo primero que le dije, aunque no hubo reproche real en mi voz—. He estado bien, gracias por preguntar~ ¿Y tú, Blekecita? ¿Has visto el anuncio que han puesto en el tablón, por cierto?

    iba a ponerlo en este post y al final no vi cómo meterlo so imagina que antes kenny le dijo a joey que se pensaría qué soborno pedirle a cambio de información tan valiosa uwu
     
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    Zireael

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    No vi que fuese necesario añadir más sobre la White Week luego de que concordara conmigo, por lo que dejé el asunto así dando el tema por finalizado y seguimos hacia la cafetería. Había un poco de fila, así que mientras las personas avanzaban husmeé las cosas que tenían disponibles y cuando llegó mi turno pedí un sándwich de pollo teriyaki y un solo mochi relleno, pues por el antojo nada más. Mientras me alcanzaban el pedido fue respondiendo a su otra pregunta.

    —Pues mucho teniendo en cuenta que te ausentaste una buena cantidad de días —respondí recibiendo la comida y dejándole espacio a él por si iba a pedirse algo—. Te ofrecería mis apuntes de nuevo, pero están un poco choppy últimamente. Tal vez los de Lana estén un poco más completo y legibles que los míos, ella no suele hacer preguntas, si eso te preocupa, así que tú pídele lo que necesites.

    Mencioné a la chica a sabiendas de que ya no hacía falta andar escondiendo información ni nada y cuando estuvimos listos, me acoplé a su ritmo nuevamente para salir al patio. Dudé un momento, viendo el sol en lo alto y recordando los cristales rotos, la sangre y su incapacidad para verme. Tomé aire, no externalicé mis pensamientos y salimos. Lo hice cruzar cerca del cerezo, valiéndonos por un breve instante de sus sombras, y continué saltando de una área sin sol a la otra según me lo permitieran las sombras de los árboles sin que pareciéramos un par de locos.

    En algún punto, entre el barbullo general, creí escuchar el susurro de una guitarra y el cuerpo me respondió antes que la mente, busqué su origen en automático y en un breve instante, dado que iba algo apartado del camino principal por priorizar la ceguera potencial del albino, noté la mata de cabello celeste, la guitarra y el parchón oscuro bajo una sombra apartada. Desvié la vista de inmediato y guié a Suiren más cerca del camino ahora sí desviándonos al observatorio, pero sentí que las ideas me habían quedado espesas y si había planeado hacer conversación en el camino, pues no pude unir un pensamiento coherente con otro. Las únicas ideas que me rasgaban la cabeza eran todas egoístas e ilógicas, eran todas nociones de reemplazo y miedo.

    Apresuré el paso sin darme cuenta, con el nudo de emociones resurgido de un agujero aplastándome las costillas, y caí en que la respiración se me había congelado y el corazón, exigiéndome que le pasara oxígeno al cuerpo de nuevo, me golpeó el pecho de forma extraña, punzante y necia. La maraña de ira y tristeza, de celos, adquirió la claridad absurda que había tenido en la piscina cuando Arata me dejó ir la puñalada mental y fui consciente de que me dolía, de nuevo.

    Que en verdad no dejaba de doler.

    Reconocí en mí mismo el impulso de irme a la mierda, de regresar sobre mis pasos dejando a Craig tirado para volver al salón o encerrarme en el cubículo del baño de tercero o la cosa que fuera, pero era un estúpido y ya estaba aquí con este asunto pendiente, con una fachada que sostener y una prioridad que atender. Recordé lo que le propuse a Verónica esa misma mañana y la sección de furia en el cerebro se avivó. No me sentía bien, llevaba semanas así y era culpa mía, por no dejar de buscar a Liam, por no abrir la boca y todo lo demás. Me anulaba, me tachaba y esperaba que así, también, se borrara todo lo que sentía. Buscaba el exceso que adormeciera mis pensamientos.

    Y así esperaba que todo dejara de ser un problema, de que yo dejara de serlo.

    Había seguido caminando como caballo con anteojeras y apenas reconocí la puerta del observatorio, la empujé para dejar a Suiren pasar. Los acordes de la guitarra me palpitaron en la mente y tuve que anudar todo en un saco mental, para arrojarlo al fondo de mi cabeza. Busqué al chico con la mirada y dejé ir la puerta, que se cerró detrás de nosotros. El silencio del espacio, su luz amarillenta y el aislamiento que permitía me ayudaron a regular la fuerza dolorosa con que el corazón me golpeaba el pecho.

    —Pues bienvenido de regreso —le dije junto a una sonrisa y caminé hacia el escritorio para sentarme encima de su superficie, como si fuese mi puta casa.

    A mi lado dejé el mochi, el sándwich y la bolsa con los chocolates, también la botella de té helado. No hice el amago de empezar a comer ninguna de las tres cosas ni de abrir la botella de agua y desvié la mirada hacia uno de los libreros más próximos, leyendo desde mi posición algunos de los títulos en los lomos. En ese breve instante me llevé una mano al rostro para enjuagarme los ojos y sentí que tenía un nudo pegado en la garganta. Tuve que dejar pasar unos segundos antes de abrir la boca, regresando al asunto que nos concernía.

    —Lamento haberte mentido —empecé sin apartar la vista del librero—, pero en ese momento me pareció que necesitabas... No lo sé, la tranquilidad de creer que no habías dado con nadie conocido y que también necesitabas estar acompañado por obvios motivos, así que me tocó balancear ambas cosas. Digamos que hice lo que me pareció que debía hacer y luego la mentira se estiró en el tiempo. El día de la entrada principal, cuando apareciste y estaba con mi padre, llegué a cuestionarme si no recordabas siquiera el tono de mi voz y elegí no decirte nada.

    Y dale con la confesión de pecados.

    —No sé si lo hice para darte tranquilidad a ti o dármela a mí mismo —añadí regresando la vista a él por fin—. Quizás por ambas, pero la verdad no me parecía que fuese algo demasiado sostenible en el tiempo. Por eso te busqué.
     
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    Insane

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    Imaginaba que sí habían avanzado mucho, aquello me agobiaba un poco, el tener que desatrazarme de temas que a la final me tocaría aprender por mi cuenta con algún video en internet, bueno, si llegaba a ser puntualmente importante para los exámenes finales o algún trabajo escrito. En cuanto recibió su comida me pedí una chuleta de cerdo con verduras, era practicamente un ramen pero sin la sopa y los fideos. Ya luego Cayden mencionó a Ilana pero la verdad me daba un poco de incomodidad solo llegar y pedirle los apuntes, tampoco quería que sintiera que le hablaba solo por necesitar algo de ella, por lo que ya vería si me acoplaba a los de Paimon.

    Seguí sus pasos bajo las sombrar intermitentes de los árboles, me había causado algo de gracia pero también me pareció amable de su parte. A su vez, algo pareció exigir su atención porque empezó a buscar... no supe qué exactamente hasta que se fijó en un chico de tercero, de igual manera en cuanto retomó el paso lo seguí, no dije nada en sí pero noté el silencio repentino, y los pasos que pronto se convertían en apresurados. Le hablé bajo en algún momento del camino pero no pareció escucharme, por lo que tan solo aguardé al llegar al observatorio, en donde comprobé que efectivamente, no me había escuchado.

    Me dió la bienvenida, la puerta se cerró a nuestras espaldas y él tomó asiento sobre el escritorio. Eché un vistazo al lugar más por recordar como solía estar organizado, oliendo a páginas de libros y madera, deslicé las pupilas azules tras el vidrio oscuro hasta dar nuevamente con la cabellera rojiza, se enjuagó los ojos y se disculpó por la mentira de ese entonces, mencionó también la vez que lo vi con su padre en la entrada y sino recordaba nada.

    Lo cierto era que... el aroma del tratamiento de su cabello me había dando índices, pero simplemente pensé en que no había razón para que me mintieran en aquel estado, eso no quería decir que su justificación no fuese válida. Cuando me miró de nuevo caminé hacia donde estaba sentado, dejé la caja de chocolates y el almuerzo sobre la superficie, recostando la espalda baja en el borde para hacerme únicamente con la botella del agua, la abrí y dí un sorbo profundo, guardando silencio en lo que -por la posición- me dediqué a mirar la puerta.

    —Estoy agradecido contigo —cerré la botella con calma, pestañeando con suavidad.

    Independientemente si fuese por egoísmo de su propia tranquilidad, me la había proporcionado a mí. No quería que mi enfermedad se volviese tema de pasillo, en sí, y a la final me había dado cuenta -por Paimon- que aquello no había sucedido.

    >>Me acompañaste cuando lo necesité, y eso fue más que suficiente, Cayden —regresé la botella a la madera, procedí a quitarme los lentes para guardarlos en el bolsillo del pantalón y solté el aire por la nariz con tranquilidad. La poca luz del primer piso me permitía sentirme en libertad—. Por eso, si ahora eres tú quien no se siente bien puedes hablarlo —giré el rostro para detallar su perfil.

    No estaba pidiéndole que expulsara todo su malestar en palabras sino le apetecía, pero al menos quería que supiese que si había algo que no podía hablar con nadie, podría hablarlo conmigo, sin ser juzgado, señalado o burlado.
     
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    Zireael

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    En el trayecto que nos faltaba para llegar al observatorio me había quedado el latido del corazón en los oídos, así que en ningún momento me di cuenta que Suiren pretendió hablarme y de haberlo oído igual quién sabe qué habría contestado. Corté distancia, abrí la puerta y nos encerré, quizás lo más apropiado de repente habría sido decir que Craig estaba encerrado conmigo. Si bien las paredes, la sensación de estar refugiado, me ayudó a calmarme tampoco era que hubiese logrado impedir que mis emociones rebotaran.

    Era el efecto de la cueva después de todo.

    Los ecos no me abandonaban.

    A pesar de que había evitado mirarlo creí percibir con el rabillo del ojo que él observaba el espacio, luego sencillamente le dejé ir la información sin mucha decoración. Él se acercó en cuanto volví a mirarlo, dejó la comida que había comprado y los chocolates sobre el escritorio antes de recostar parte del peso en el mueble; había seguido sus movimientos con la vista, pero mis pensamientos seguían en otro lado.

    Recordé que había ayudado a Shimizu con sus chocolates, ahora había visto a Sasha darle estos a Craig y la duda, necia, de si alguien me daría algo a mí me apuñaló la cabeza de repente. Le había preguntado a Ilana medio dormido si lo haría, pero la verdad no tenía por qué, y el resto... Traté de batear lejos la idea de que tampoco era obligación de nadie, que me juntaba con gente un poco despistada y tal o que sencillamente tenía otras cosas que atender, pero era un maldito codicioso, ¿cierto? Quería recibir una sola muestra de afecto, como la del almuerzo en el invernadero.

    Suspiré con cierta pesadez, Craig tomó agua y mientras miraba la puerta dijo que me estaba agradecido. No contesté de inmediato, posé la vista en la puerta también y eso le dio tiempo a seguir hablando. Que lo ayudé cuando lo necesitaba, que eso había sido más que suficiente y volví a suspirar; me cuestioné hasta dónde vivía de esta manera buscando ser suficiente y no me gustó el tono de mis propias ideas. Era oscuro, autocompasivo y egocéntrico.

    A pesar de eso, al continuar hablando lo que dijo me hizo girar levemente el rostro para mirarlo y choqué con el azul de sus ojos, ya desprovisto del cristal negro. No pude contenerlo, una risa algo amarga me abandonó el pecho y doblé la espalda, apoyando los codos en mis muslos. Oírlo me hizo consciente de lo evidente de mi reacción, ¿pero tenía algún sentido hablar sobre lo que no le decía a mi familia y lo que le suplicaba a Arata que no trajera sobre la mesa? ¿Servía a algún propósito si cuando me insistían para que abriera la boca elegía no ser honesto? Pero ya lo había hecho, ¿o no?

    —Me alegra haber podido ayudarte y saber que no debiste quedarte aquí solo ese día —dije con sinceridad, pero el resto de lo que había dicho era imposible de ignorar.

    Ya había abierto la boca ante la ilusión de que olvidaría mi existencia, como el fantasma que podía ser. Al mismo tiempo él había hablado de aves enjauladas ya una vez también.

    —Mi deseo por detener el tiempo se emparejaba a la injusticia de contener un ave entre barrotes —reflexioné de una manera que pareció algo inconexa, pero conectaba con lo que habíamos hablado en este espacio el día de los vidrios ensangrentados pues había usado básicamente las mismas palabras. Al ir hablando enderecé la espalda y me deslicé para bajar del escritorio—, pero cada día que pasa es más complicado luchar contra ello. Contra la certeza de que una parte de mí, de hecho, quisiera poder permitirse algo como eso. Puede que no tenga absolutamente nada que ver con detener el tiempo en realidad y sea, nada más, la noción de atar a otra persona a mí la que me preocupa, me ha preocupado desde que puedo recordar.

    Respiré despacio y di algunos pasos, apenas los suficientes para que al alzar la vista la estructura que colgaba del techo quedara sobre mi cabeza. Me distraje en el tono amarillo de las luces y las sombras oscuras en otros lugares. Ya había hecho un pedido directo una vez, pero era general y carente de límites, me había liberado en varios niveles, pero las diferencias existentes eran claras. Lo habían sido siempre y por eso la honestidad limitada de mis palabras hace días no me había consolado en lo más mínimo.

    En paralelo existía Liam, como una sombra, y todo se solapaba de formas extrañas. Quizá antes de pensar en todo esto debía, para empezar, arrancarme de él y volver a dónde estaba y así los reflejos, al menos, recuperarían algo de nitidez. Todo había caído como piezas de dominó y en medio, para variar, estaban otras personas.

    —A veces me pregunto si de verdad sería tan terrible como lo imagino o si la sinceridad, de hecho, me haría sentir liberado, pero no tengo la fuerza para comprobar ninguna de las dos posibilidades. No quiero enfrentarme a ninguna de las dos cosas, porque incluso en el escenario de la liberación, estoy casi seguro de que acabaría siendo doloroso de todas formas. —Bajé la vista y miré a Craig desde mi posición—. ¿De qué sirve siquiera decirlo en voz alta ahora mismo? No me siento bien, ¿pero qué importa si dentro de algunas horas puedo ignorarlo de nuevo como hasta ahora?
     
    Última edición: 9 Julio 2025 a las 1:58 PM
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    Insane

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    La risa amarga tan solo confirmó que algo, o muchas cosas no andaban bien. Guardé silencio para no interrumpir sus pensamientos, y me dediqué a esperar a que fuese él mismo quién lo rompiera. Decidió iniciar con que le alegraba haberme ayudado, regresé la vista al frente, pensando que quizá sería lo único que diría por lo que continué aguardando, sin prisa alguna.

    Había personas -que como yo- se sentían más cómodas en el silencio absoluto, en donde las preguntas no surgían como un interrogatorio, como si se debiese contar todo a los cuatro vientos, habían momentos tan íntimos que solo concernía a uno mismo, pero también reconocía que habían ocasiones en que esto no representaba más que un pedido de auxilio silencioso, para evitar futuras desgracias, o desgastes permanentes en vida. Me pregunté entonces si mi mentalidad había cambiado, y no mucho después me di la respuesta de que seguía siendo el mismo inmóvil de siempre.

    Alcé las cejas ligeramente cuando mencionó lo de las aves y las jaulas, realizando la conexión con brevedad por la conversación de semanas anteriores, y ya luego manifestó su miedo de atar a alguien a su lado, algo contrario a mi temor actual, el que alguien decidiese quedarse conmigo. No se sentía bien el no poder corresponder, pero podía imaginar como se sentiría el no ser correspondido. La apatía que se escondía tras mi amabilidad continuaba remarcando mi vida, la complejidad de establecer lazos y los medicamentos para regular mi sistema nervioso me tenían un poco hastiado, por lo que al menos, aquí en la oscuridad de este espacio el escucharlo a él me hacía sentir... útil.

    El chispazo rojo caminó hasta la estructura que colgaba del techo, busqué lo que él miraba con sus ojos, y di con luces y luego sombras.

    Continuó hablando y surgió el miedo como eje central, las mentiras acompañándolo y la sinceridad como un quizás. Evitativo a todo dar, y no lo podía señalar, existía la gente como él que parecía simplemente esquivar, y la gente como yo, que fingía estar. Me miró de regreso y continué en silencio un par de segundos más ante su pregunta.

    —¿Qué es lo peor que pudiese pasar sino lo ignoras?​

    Porque aunque lo ignores, no desaparece, y cuando regresa el malestar pesa, cada vez más.

    Desvié la vista al suelo por unos minutos, ambivalente para ya luego volver a su rostro.

    >>A lo mejor no cambia nada. O a lo mejor cambia algo pequeño. Pero eso ya es más de lo que pasa cuando no dices nada.
     
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    Zireael

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    Solté la sopa sin ser específico, como siempre, y aunque fue algo más clara que otras veces la verdad fue que, como anticipaba, no encontré alivio alguno en haber manifestado en voz alta que no estaba en mi momento más brillante y todo lo demás. Me sentí exactamente igual que al principio y seguía sintiendo la herida imaginaria pulsar al ritmo de mi corazón. No iba a decírselo a Suiren en voz alta, me pareció grosero e innecesario pues en su intención de escucharme si lo necesitaba había, al menos, una pizca de bondad genuina como la hubo en mí al cuidarlo ese día.

    A pesar de ello cuando me preguntó qué podía ser lo peor que pasara si no ignoraba lo que sentía mis labios se estiraron en una sonrisa bastante suave, quizás algo manchada de resignación. ¿Qué pasaría? Que debería abrir la boca, confesarme, y con ello quizás todo colapsaría por su propio peso y entonces el dolor, uno distinto, me alcanzaría.

    Él había desviado la mirada un momento, pero pronto el azul regresó a mí y yo conservaba la sonrisa en el rostro. Tampoco se sentía bien darle quejas emocionales al que se estaba quedando ciego, era casi repugnante por alguna razón, pero asumía que Craig no querría lástima de nadie en vistas de que había venido aquí a sangrar solo y por eso tampoco diría nada al respecto. A su manera lo entendía, pues venía saliendo del episodio de haber percibido la compasión y dulzura de Vero como un acto de lástima.

    Era horrible ser visto como herido, vulnerable o defectuoso.

    —O a lo mejor cambia todo —atajé sin alzar mucho la voz, encogiéndome de hombros—. Ninguna de las opciones es una certeza, a decir verdad. Es cierto que soy bueno imaginando escenarios nefastos, pero tampoco quiero pintarme a mí mismo pajaritos en el cielo e imaginar que al abrir la boca todo va a arreglarse o un embrollo que va más allá va a solucionarse. Tampoco debería exigir tanto, creo... No soy demasiado presente o estable como amigo siquiera, ¿sabes?

    Al decirlo solté una risilla sin gracia y volví a caminar, esta vez para acercarme al librero. Acabé dando con un libro de biología o algo así, me acordé de mamá, así que lo tomé para ojearlo.

    —Te agradezco por decirme que podía hablar si lo necesitaba —comencé a decir, pasando una página donde había ilustraciones científicas de algunos mamíferos—. Y perdona por hacer mi problema el problema del pueblo. Estoy intentando mejorar eso.

    Pero estaba llevándome puesta a Verónica una y otra y otra vez.

    Dejé la frase allí, regresé el libro a su lugar y entonces volví con Craig que seguía allí en el escritorio. Lo miré un momento, luego bajé un poco la vista y antes de procesarlo del todo tomé su mano, en la que había tenido los cristales encajados, y la observé para ver si había sanado bien. Tenía pinta.
     
    Última edición: 9 Julio 2025 a las 4:02 PM
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    En realidad no habría que disculparse, mucho menos comparar unos problemas con otros, cada uno sufría lo que la vida le deparaba y no por eso se debía minimizar el dolor de los que te rodeaban. Había seguido sus pasos; decidió tomar un libro y mirarlo de forma superficial, aproveché el silencio para dejar responder -aunque sabía que no era ninguna pregunta-.

    —No tienes que disculparte... todos cargamos con algo. Que lo compartas no lo convierte en una carga para los demás, al menos no para mí.

    Solo se volvería un poco más liviano para él, o eso decían.


    Regresó sobre sus pasos, se acercó lo suficiente y cuando noté la intención suavicé la tensión de mi mano para que pudiese tomarla. Habían dos pequeñas cicatrices que aún estaban desapareciendo, el resto había sanado completamente. Deslicé las pupilas desde mi mano -en donde yacía su atención- hasta su cabellera, ya luego miré a la nada, a su costado.

    Recordé a mi madre entrando a mi habitación varias veces en el día, serciorándose que todo estuviese en orden, el que pudiese dormir, que tomara los medicamentos, que comiera, que escuchara la televisión para no sentirme abatido por tener los ojos vendados. Mamá daba lo mejor de sí para suplir los gastos de casa, pagar la escuela privada de mi hermana por su discapacidad y posiblemente guardar lo poco que quedaba en caso de que su hijo corriese con la misma suerte. No entendía del todo lo que implicaba el miedo que surgía.

    Solo sabía que su silencio era más pesado cuando creía que dormía.

    Y yo me hacía el dormido muy seguido.


    No era desinterés. Era otra cosa. Algo que se quedó atrás en medio del cuidado, del esfuerzo, del dolor filtrado en los detalles cotidianos. A diferencia de él, que parecía tener la capacidad para absorver el malestar y sentirse un desastre a mí me costaba siquiera conectar, como si hubiese algo obsoleto dentro dentro de mí.

    Como si nada fuese real.

    Como si no hubiese nada ni nadie más.


    >>Podría envidiarte un poco —murmuré depronto, inconexo. Me di cuenta que pensé en voz alta y me disculpé en el mismo tono de voz.

    Solté el aire por la nariz, deslicé el pulgar por el contacto que me permitía su mano para hacerme saber que no estaba desrealizado y ya luego me animé a preguntar:

    —¿Tu malestar se debe a alguien más?
     
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    Zireael

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    No había carga emocional donde no había uniones de por sí, eso era claro, pero igual disculparme me parecía decente y natural. Por demás, no le quitaba razón, todos cargábamos con algo en mayor o menor medida, pero la de compartir cargas no me la sabía muy bien. Era necio de mi parte y también equivocado, pero estiraba demasiado la idea de libertad a independencia al punto que contar mis cosas, fueran las que fueran, no era algo que hiciera de buena gana necesariamente. Creía que podía solo, quería poder solo... Porque no me sentía conectado con el mundo y cuando conectaba era problemático. Desde pequeño eso se había traducido a esta personalidad reservada, incluso cuando me mostraba amable y menos tímido.

    Podía contar con los dedos de una mano las veces en que haber compartido algo me había ayudado a sentir mejor, pero creía que eso también era una contradicción pues estaba directamente relacionado a quién se lo dijera. No era algo que quisiera pensar ahora mismo de todas formas, no luego del pedazo de película que había venido a comerme de gratis. De hecho si me lo preguntaban, a veces quería dejar de ser tan transparente con mis emociones, quería dejar de doblarme ante la paciencia y la amabilidad de los otros.

    Quería dejar de mostrar mi fragilidad.

    Pero no podía.

    —Entonces al menos acepta el agradecimiento —murmuré poco antes de regresar el libro a su lugar.

    Suiren me dejó tomar su mano como si nada, no me pasó desapercibido incluso si no dije algo al respecto, y empecé a cuestionarme algunas cosas, pero la respuesta más sencilla y que me permitía pensar menos es que uno se relajaba una vez los límites eran trasgredidos a la fuerza. Ese día mi contacto le había recordado que el mundo existía y ahora, incluso si veía, mi toque no despertaba ninguna alarma.

    Revisé su mano, noté un par de cicatrices que todavía no se difuminaban, pero el resto estaba bien. Durante mi pequeño momento de observación había sentido sus ojos encima, pero no tardó mucho en desviar la vista a un costado y tampoco dije nada. A fin de cuentas seguía siendo el que dejó la mentira existir todo este tiempo.

    Su comentario de que podría envidiarme tuvo toda la pinta de ser un pensamiento en voz alta, algo que confirmó al disculparse en el mismo volumen. De todas formas no pude evitar soltar una risa nasal, entre divertido e incrédulo. Algo de su comentario se solapó con otro momento, con otras palabras, y me pregunté si la vida se basaba en esto... En cuestionarnos si podíamos ser como los otros o en envidiar lo que los demás veían en sí mismos como defectos.

    Era agotador.

    —¿Por qué exactamente, Snowflake? Si quieres acabar trepando por las paredes porque se te atraviesa un pensamiento, bueno, es muy tu asunto —argumenté luego de una risa sin gracia. Habría soltado su mano, pero noté el contacto de su pulgar y llegué a cuestionarme si, de nuevo, buscaba los límites del mundo—. Yo quiero descansar. Quiero dejar de oír mi voz a todas horas por cualquier cosa.

    Dudaba que ningún extremo fuese sano.

    Ni la hipersensibilidad.

    Ni la anestesia.


    A pesar de ello, me paseaba de forma constante por ambos. Intentaba ser compasivo con mis emociones, pero también buscaba los escapes que sabía que funcionaban y me permitían neutralizar los ecos algunas horas. No era ningún iluminado de la inteligencia emocional, no cuando se trataba de mí mismo, y acudía a las técnicas más evitativas y viejas de todos los libros. Chocaba luego de conducir como un loco por días.

    Buscaba partirme el cuello.

    Me quedé frente a él y su pregunta me alcanzó, era... Era la primera vez que me formulaban la duda así, ya no era si X cosa me molestaba, fue la formulación directa de si mi sentir provenía de otra persona y no supe bien qué decir, solo tuve claro que no quería responder. Era fácil ver a Liam y echarle la culpa de todos mis males, buscarlo, pelearme con él, romper sus cosas y decirle que me lo debía todo por ser un hijo de puta, ¿pero lo demás? No me alcanzaba el corazón para llegar a una respuesta.

    Yo también era responsable y lo sabía, lo era en todos y cada uno de mis problemas.

    Como siempre, guardé silencio porque me dio la gana y mi agarre en su mano, hasta ahora más de carácter evaluativo por decir algo, se tornó más suave y atento. Giré mi propia mano para ajustar la posición de forma que pude seguirlo sosteniendo y me moví para volver a sentarme en la mesa. Mantuve la unión frente a nosotros, de forma que tampoco tuviese que tener tanto contacto con el resto de mi cuerpo pero me permitiera relajar un poco la postura de la espalda.

    —Si sientes que te estás yendo a Júpiter y esto te ayuda podemos quedarnos así, a mí me da igual y lo sabes —dije en voz baja y luego de un suspiro decidí, así como con Vero, brindar algo de claridad respecto a mis reacciones—. No me siento cómodo respondiendo tu pregunta, prefiero cortar el tema en realidad.

    Con la mano libre me enjuagué el rostro de nuevo y tomé aire profundamente para exhalar con pesadez. Con la mano libre busqué la bolsa de papel donde conservaba tres chocolates para dejarla sobre la caja que le había dado Sasha, al ver la caja el beso que me dio en la mejilla cuando fui tras ella me regresó algo de calidez al cuerpo y recordé que me mandó a decirle a Craig que compartiera los chocolates conmigo, pero me tomé la libertad de no hacer caso a esa indicación. Eran para él después de todo.

    —No sé si querías que te contestara algo respecto al día que te encontré aquí ahora que lo pienso.
     
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    Insane

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    Cuando mencionó si quería terminar trepando por las paredes por los pensamientos intrusivos solté el aire por la nariz, haciendo casi espejo de una risa nasal de resignación. En sí, me había permitido entender que era tremendamente ansioso y yo desconocía lo que se sentía serlo; mientras él parecía que el fuego le comiera los pensamientos a mí el hielo no me permitía avanzar siquiera un poco.

    Uno adquirido por exceso, el otro por defecto...

    Alcé las cejas ligeramente al notar que él había comprendido lo que el tacto me ayudaba a sentir en medio de la situación, relajé los hombros un poco más. Estaba tan acostumbrado a ser tocado por los médicos, mis compañeras y compañeros de trabajo de medio tiempo... que había normalizado el tener manos encima aunque me asquearan, pero cuando era por decisión -como en esta ocasión- me sentía relajado.

    Luego, denegó la respuesta a la pregunta que le había hecho y asentí para cerrar el tema. Respetaba los límites de las personas, tanto como esperaba que respetasen los míos.

    —No realmente —murmuré en respuesta—. Pero ya que estamos, ¿cuéntame que pensaste cuándo me viste?

    Compartíamos clase desde inicio de año, pero en sí nunca habíamos hablado. Con la mano libre alcancé la botella de agua, di otro sorbo y la dejé entre mis piernas.

    >>Con la ausencia de Paimon en esos días, me alegra que hayas sido tú —murmuré—. Nadie que no debe saberlo lo sabe, y eso me proporcionó tranquilidad al regresar.
     
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    Zireael

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    Visto desde fuera debía ser casi tragicómica la manera en que parecíamos representaciones físicas de nuestras flaquezas. Recordé la comparación con el escupitajo de dragón, una plasta rojiza y ambarina, nada más, y también el apodo que me había sacado de los huevos, por su cabello albino y los ojos azules. Los extremos de ambas balanzas confluían aquí de tantas formas que me pregunté si tenía caso alguno resistirse, si no sería solo mejor ceder y rendirse.

    Que lo que tuviera que sucumbir al caos, sucumbiera una vez más.

    No supe si comprender el cambio en su expresión al alzar las cejas como sorpresa, pues no me parecía tan difícil interiorizar la idea de que este chico pudiese sentir que se desligaba de su propio cuerpo de alguna u otra manera. La forma en que lo había encontrado aquí me hizo asumir una serie de posibilidades, como una pequeña batería de posibles acciones y resultados, también de soluciones más o menos generalizadas. Digamos que la velocidad de mis pensamientos también era útil para otras cosas.

    Él había aceptado el contacto y también mi límite, por lo que en cierta medida pude quedarme tranquilo. La sensación desagradable que tenía en el cuerpo no desaparecía, podía sentir la comezón en el fondo de la cabeza, como una reacción alérgica, y no me quedó más que dejarme a mí mismo ser. Escuchar los latidos de mi corazón y los ecos en mi cabeza, insistentes, que de alguna manera empezaron a bajar de volumen.

    Acaté a la pregunta de Suiren, lo vi tomar agua y antes de contestar, aunque ya sabía la respuesta, usé la mano libre para buscar el mochi que me había comprado. Le di una mordida aunque el apetito se me había ido de vacaciones y miré el relleno con aire distraído, era una crema de mango o algo así. De paso dijo lo de la ausencia de Paimon y que le alegraba que hubiese sido yo quien lo encontrara, ante lo que me encogí de hombros como para restarle importancia a mi aparición.

    —Me pregunté dónde diablos estaban tus personas —contesté cuando ya no tenía la boca llena, dedicándole una caricia liviana en el dorso de la mano—. Sé que Paimon estaba ausente, pero Lana te habría ayudado sin preguntar aunque quizás habría sido un poco menos sutil hasta que lo pidieras y ahora me pregunto incluso por Sasha, luego de haberme comido el chismecito de los chocolates en alta definición.

    Ilana, la misma chica que rozando la imprudencia me había ayudado a volver a casa el día que me dejaron sin nada en el Shimizudani, golpeado, y Sasha la que se había esforzado por hacerme saber que la comida que preparé y no llegó a su destino estaba rica, la que seguía siendo ella misma a pesar de todo, incluso aquello que yo no sabía. Puede que en las dos confluyeran algunas similitudes, por un lado comprendía que Ilana posiblemente fuese una figura más reciente, una de las que menos debía ser arrastrada, pero también empezaba a comprender que su aspecto delgado y suave era solo eso: aspecto. Las líneas que arrojaba hacia los otros y la forma en que bailaba con sus límites era una señal de su posible resistencia.

    —Me angustió verte aquí sangrando solo, pero luego recordé que es un mal hábito de muchas personas y que yo tampoco debería juzgar a nadie tanto por ello —continué algunos segundos después—. A pesar de eso, supongo que confié un poco en mi capacidad de hacer algo... Al menos lo más básico, sacarte de los ojos ajenos y solucionar lo de la sangre. El resto no dependía de mí, que por cierto eres bastante terco, ¿te lo han dicho alguna vez? Quería darte un golpe por aceptar ir a trabajar luego de todo eso.

    Le di otra mordida al dulce y mastiqué despacio sin darme cuenta, cuando en general más bien comía demasiado rápido. A ver, sabía que tenía que comer a mis horas o en otro par de meses una ventisca iba a mandarme volando, pero ahora mismo no me importaba tanto.

    —Me parece que en la vida hay pocas cosas tan importantes como respetar los tiempos y límites ajenos —reflexioné en voz baja—, y ya que me gusta que respeten los míos, procuro respetar los de los demás.

    Sin embargo, le había confiado información inexacta a Ilana confiando en su discreción pues sabía que no era tan ingenua como parecía. Estábamos atados por acuerdos de silencio, pequeños favores que nos impedían separarnos incluso de quererlo.
     
    Última edición: 13 Julio 2025 a las 2:22 PM

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