Observatorio

Tema en 'Planta baja' iniciado por Gigi Blanche, 28 Junio 2022.

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    Insane

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    Lo supuse, sí, el hecho de que los felinos solían ser más ariscos a los ruidos ambientales, exceptuando a Copito y probablemente a una pequeña parte de la población gatuna, por lo que en caso de que volviésemos a hablar podría retomar el tema; mencionó que se sentía acompañado en lo que estaba de acuerdo. La gente solía creer que los gatos eran menos cariñosos o apegados a sus dueños, pero lo cierto era que hacían compañía de una manera distinta, y también expresaban su cariño diferente.

    La conversación continuó en un supuesto, escuché su respuesta y en ambas tenía algo de certeza dentro de la poca lógica del asunto.

    —¿Un pecador? ¿Tú? —solté una risa suave, sin ser burla sino más bien, incrédulo—. Te escuchas suave como un pastel, así que prefiero esa imagen por el momento.

    Para cumplir el deseo infantil solo se necesitaban ganas, pero no era un tema que quisiera tocar con él.

    Me quedé en silencio luego, dejando de mover los dedos para traerlos a mi cabello, los arrastré por la nuca e hice una pequeña mueca de fastidio. Seguía doliendo y dudaba encontrar más oscuridad en esta ratonera donde me había escabullido. Acomodé la rodilla y recosté la frente en ella, encorvándome por busca de algo similar al alivio. En algún momento, el movimiento tosco sobre mi piel lo terminé convirtiendo en una caricia, respiré con suavidad también.

    Debía ir al médico, de lo contrario podía terminar en este estado de manera permanente...

    Pero salir de aquí en dirección a un hospital, sin ver ni el carro que iba a tomar en una ciudad extraña me resultaba desgastante. Podía esperar un poco, estirar el destino más de lo que había hecho la semana pasada y aguardar un chispazo de suerte, de que solo fuese una recaída por el inicio del verano y el constante flash de las cámaras.
     
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    Zireael

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    Esta conversación sobre el tiempo detenido era una cagada en todas sus posibles formas, desde el anhelo de muerte hasta la posibilidad de secuestrar un ave para meterla en una jaula. Ninguna opción era en verdad mejor que la otra, pero solo eran y ya, eran escenarios hipotéticos, delirios nacidos del miedo o el agotamiento y por eso mismo respondían a cierta lógica incluso en su sinsentido.

    Cuestionó la mierda del pecador y su respuesta de que me escuchaba como un pastel me arrancó una risa que quiso volverse una carcajada, porque recordé la estupidez que le había dicho a Hubert medio en broma, medio en serio, de que los amables eran los más peligrosos. Que Craig no fuese capaz de imaginarme como un pecador por cualquier tontería hablaba de lo fácil que había caído, como muchos otros, en la ilusión de que nada ocurría más allá de esto. ¿Se llevaría un fiasco si se daba cuenta de por qué no había sentido casi nada cuando le saqué el móvil? No interesaba, este chico y yo no éramos nada en verdad.

    Era el salvavidas y cuando lo dejara solo de nuevo, lo que decidiera no era de mi incumbencia.

    Guardamos silencio, seguí sus movimientos con la atención usual hasta que lo vi acomodar la rodilla para apoyar la frente allí. La acción lo dejó algo más cerca de mí, me pareció que buscaba alivio con esa postura y pasado un rato respiró diferente, pero no creía que nada hubiese cambiado en realidad. Suspiré, mandé por la cañería cualquier idea ilógica y estiré la mano con cuidado, hundiéndola entre su cabello.

    Sabía que viniendo de mí era un poco extraño, no solía invadir el espacio de la gente y ellos no invadían el mío si tenía algo de suerte, pero tampoco encontré mucho más que hacer por este pobre desgraciado. El contacto se convirtió en una caricia constante, suave, y no dije nada durante un rato porque tampoco encontré nada que sirviera.

    —Quédate con la imagen de mí que te sirva —murmuré al final, sin detener la caricia—, aunque sea el mismo que te dijo que ha pensado en la posibilidad de condenar a otros conmigo con tal de vivir en un bucle. Puede que no sea tan terrible como suena para mí, así como tu deseo por detener el tiempo antes de nacer tampoco me parece tan terrible a mí.

    Pero lo era, ¿cierto? Sus implicancias eran horribles de hecho.
     
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    Insane

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    Lo que este chico pensara no representaba demasiado para los dos, simplemente lo tenía en el concepto de que había sido empático con mi situación, y eso era suficiente, si volvíamos a hablar estaría bien, sino también, no era algo que me preocupara así como suponía y para él no significaba más que este momento, incómodo podía ser, pero no tenía el espacio para reflexionar sobre esto aún.

    Seguí con la caricias, deteniéndome gradualmente cuando sentí la mano ajena encima. Más que el mimo del movimiento era el hecho de que sentía real su presencia, un poco de donde agarrarme para no estar a la deriva, aunque era él quien me tendía el hilo conector con la yema de sus dedos, y no sentía propio pedirle que no dejara de hacerlo, aunque me apetecía solicitarlo.

    Descansé la mano en el nulo espacio entre ambos, rozando su pantalón escolar y permaneciendo el pulgar en el contacto con la tela, relajando apenas las facciones en lo que lo escuchaba hablar nuevamente.

    Agregué algo luego de unos minutos de silencio:

    —La imagen que me dejas ver —corregí. No estaba tomando lo que me servía, sino lo que él se le antojaba mostrarme en este receso amargo—. Aunque hablándolo así, lo que te muestro de mí ha de ser deprimente —murmuré con cierta gracia impostada.

    No era ignorante a que este muchacho podría estar con sus amigos almorzando y decidió quedarse aquí, para hacer compañía a un ave con las alas rotas.
     
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    Zireael

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    En esta posición tan rara que dejaba claro que buscaba una comodidad o alivio de la clase que fuese, cuando dejó caer el brazo suspendiéndolo en el espacio entre nosotros sus dedos rozaron mi pantalón y noté que su pulgar mantuvo el contacto. Imaginaba que si no podía ver lo único que lo conectaba al mundo además del oído era el tacto. No parecía tan descabellado que esta fuese un ancla.

    Hablé, hubo otro silencio y su corrección me volvió a lanzar a las conversaciones del viernes. Le estaba dejando ver una imagen de mí que no correspondía del todo con la realidad y recordé a Ilana preguntando si quería lucir siempre como una buena persona porque era más fácil o si lo hacía por miedo. La verdad era que solo pretendía serlo con ciertas personas, con otros no me desgastaba con teatros, pero eran los que me habían conocido haciendo mierdas de por sí.

    ¿Qué era, después de todo, lo que sostenía el pacto de silencio?

    —Quizás —resolví a lo de que la imagen que mostraba era deprimente—. Pero no me importa demasiado en realidad, somos humanos al final. Todos tenemos momentos de mierda, imagina pensar que tenemos que estar siempre bien. Es una estupidez.

    Como no percibí molestia, rechazo o resistencia había continuado con las caricias en su cabello. Pasados unos segundos me moví un poco para poder apoyar la cabeza en las gavetas del escritorio, pero seguí con los mimos de forma automática. Era esta clase de cosas las que solía hacer a veces sin darme cuenta. Era anular mi miedo para quedarme con mis amigos cuando eran ellos los que necesitaban soporte o reducir mi ansiedad para acompañar a otros, los conociera o no. Era esta la versión de mí la que quería que fuese más real que las demás, pero luego todo se jodía y tenía dificultades para saber si mi mejor versión era una ilusión y la realidad era más decepcionante.

    Hasta dónde eran buenas acciones o solo egoísmo.

    Excusas para atar a los otros a mí.

    Este chico no podía ver ni quería que lo vieran, pero yo era su único puente con el mundo ahora. Podía estirar esa idea hasta deformarla y entonces dudaría, una vez más, hasta perder la razón. Respiré, cerré los ojos y seguí con las caricias. Dejé pasar unos minutos de silencio otra vez, volví a trastabillar, pero estiré la mano libre hasta la suya y rocé sus dedos.

    —Puedes sujetarme si quieres, imagino que le da algo más de límites al mundo.
     

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