Exterior Observatorio

Tema en 'Planta baja' iniciado por Gigi Blanche, 28 Junio 2022.

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    Insane

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    Sonnen regresó sobre sus pasos, yo igual seguí con mi atención hacia el frente, pensando en qué preparar cuando llegara a casa; ya había pedido el mercado hace poco por lo que suponía que debía cenar primero y luego quizá asistir a la clase de pilates que manejaba de manera virtual.

    Era el cuerpo y la mente lo que debía mantenerse saludable, por lo que luego la ducha, la crema anti estrías, el sérum facial... Y lo de todos los días. Como fuese, la voz de él me sacó de mis pensamientos rutinarios, no dije nada porque no ví lugar a ello. Suponía que siempre había personas que leían más que uno.

    —¿Almacenas información? —fue más una pregunta para mí de si había escuchado bien que para él.

    Giré mi cuerpo para no darle la espalda parcialmente en lo que el cabello dorado se escurría como tramos de hilo.

    —¿La almacenas automáticamente o únicamente si es un tema de tu interés? —era lo que había escuchado en algún momento de memoria fotográfica ¿quizá?—. Me gustan los números, así que he leído libros como medida e integración, o el zoológico numérico.

    En la escuela pasada era un hecho el que para el grupo de niñas pecaba de rara por el amor al arte numérico, aquí suponía que igual. O en el mundo en general.
     
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    Zireael

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    Si esta criatura se sentara a contarme su rutina era posible que me aburriera incluso más que cualquier libro de los que había en esta torre, la verdad, así como posiblemente a ella o a su madre le diera un desmayo si se enteraran de mi falta de estructura. Últimamente mi checklist diaria era tan reducida a lo vital, a la simple meta de no obligar a mi cuerpo a comerse a sí mismo, que tampoco era que pudiera hablar mucho. Seguro la rutina de cualquier diablo era más compleja que la mía.

    Levantarse, ducharse, comer al menos tres veces al día, tratar de no joderlo todo otra vez y de vuelta al principio.

    Su pregunta, en todo caso, sonó más dirigida a sí misma que a mí, como si quisiera confirmar lo que escuchaba y su pregunta me hizo cuestionar si era ella la que escuchaba lo que quería o se le escapaba la definición de "indiscriminado". No se lo pregunté como me habría gustado, porque seguro habría sido quebrando la monotonía hacia la prepotencia y no habríamos sacado nada de allí.

    —Indiscriminadamente —repetí en voz baja, como para aclarar que la pregunta ya había sido contestada—. Imagina el archivo sin fin de una biblioteca. Si escarbas las cajas correctas acabarás encontrando una respuesta, aunque sea básica. Escuche, lea u observe, la información existe y se interconecta como redes informáticas.

    O telas de araña.

    Sin embargo, a veces los datos me utilizaban a mí en vez de yo a ellos, era lo que había entendido cuando todo empezó a derrumbarse como las paredes de un castillo. Que tuviera los datos a mano no me significaba control real sobre las interconexiones, las intersecciones y sus implicancias; los vórtices de las redes aparecían, se tensaban y yo perdía el control y entonces elegía cortar todos los hilos, como si eso me librara de escuchar los ecos de las voces ajenas que se salían de control hasta perder su forma.

    Hasta que la estrella se consumía en una supernova.

    —Números —dije más para mí que para ella. Los libros que mencionó no me sonaron de absolutamente nada de todas formas, así que tuve que hacer preguntas directas—. ¿Álgebra, funciones y esas cosas o más rollo estadística? Bueno, es un poco lo mismo, puede que tengas razón y sea tan aburrido como la física a ojos de otros.

    Fue el primer comentario que pretendió ser una broma, lo solté sin pensarlo demasiado, pero como no modifiqué el tono de voz luego pensé en la posibilidad de que su propósito se perdiera. No busqué corregirme o explicarme a pesar de eso, solo lo dejé estar.

    —¿Y no quisieras estudiar algo más apegado a la rama de los números que prefieres?

    Si era una pregunta demasiado personal podía solo ignorarla, me era indiferente, pero creía que así como los que estudiaban Artes o Ciencias Sociales por gusto, o cualquier cosa en realidad, los que tenían interés por ramas específicas de las matemáticas deberían hacer lo mismo. En esencia porque no eran demasiados a los que les interesaba lo suficiente para estudiarlo el resto de su vida, con lo abstracto que parecía todo.
     
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    Insane

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    Me sentí confundida por el término, digamos que no había escuchado mucho esa palabra en mi vida por lo que presté la atención necesaria para entender, pero igual no sirvió de mucho, sentí como si mi cabeza -que solía discriminar, dividir y seccionar la información- entrase en un trance, por lo que simplemente asentí, no queria sentir vergüenza por algo como esto.

    —Es un poco lo mis... —cerré la boca al pisar sus palabras, a fin de cuentas llegó a la conclusión que estaba por darle—. Si, es justo lo que creo que piensan, o lo dicen directamente —solté el aire por la nariz con la comisura de mis labios elevándose apenas.

    Era algo común, el que te viesen como si tuvieses tres ojos cuando se enteraban que no estabas con el libro de matemáticas por terminar algún deber sino por gusto.

    —Algo como robótica —. Lo había mencionado en algún momento, pero parecían carreras mediocres cuando mamá hablaba de todo lo que podría ser cuando saliera de la universidad—. O matemática como tal, pero no es una carrera que tenga mucha demanda en mi país a menos que vaya a ser docente.

    Y mi madre no estaba de acuerdo con nada mencionado anteriormente. Parecía desvivida por esa ingeniería industrial. Cómo fuese, miré el móvil de pura manía notando que faltaba poco para que sonara el timbre. Me levanté del asiento con el bento vacío y guardé el celular en el bolsillo de mi falda.

    —Fue agradable conversar contigo, gracias —me encaminé hacia puerta, despidiéndome antes de salir—, nos vemos luego.

    Por aquí cierro con Gen, me divertí mucho con el amargado de turno, gracias <3
     
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    Zireael

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    Tal vez la idea que le presenté a Miss Rígida fue demasiado abstracta, no estaba seguro, e igual era bastante cuestionable en vista de que le gustaban los números, las matemáticas quería decir. En algunos puntos me parecía que era más complejo entender números que teorías, conceptos y esa clase de mierdas, pero cada loco con su tema, ¿no? Tampoco me molesté en darle más explicaciones, ella en su confusión asintió y el tema murió allí.

    La chica pisó mis palabras después, con lo de las ramas matemáticas, y solté una risa de nada por la nariz. Cualquier diablo la juzgaría por sentarse con un libro a resolver problemas o sacar medidas estadísticas, yo incluido, pero no tenía caso decirlo a viva voz. Sus otras opciones de carrera me hicieron asentir con la cabeza y dejé de leer un momento.

    —Supongo que sí es un área compleja en la que colocarse —resolví con sencillez aunque ella no era que esperara una respuesta en verdad.

    Seguro tendría que agarrarse de las greñas con su madre para ello de todas formas, era algo que solía pasar. Papá me discutía porque le parecía que no estaba haciendo nada por mi prometedor futuro académico, me pintara estudiar lo mismo que él o lanzarme al extremo opuesto, pero otros padres, bueno, llenaban cucharas con una carrera y se las metían a sus hijos en la boca. De nuevo, mi escenario era menos problemático.

    Y por eso siempre sentía que era un malagradecido.

    —Nos vemos mañana para la entrevista entonces —respondí, despidiéndola con un movimiento de mano.

    No pasaron más que unos segundos cuando me levanté de nuevo, regresé el libro a su lugar y tomé el bento para volver a clase. Al menos saldríamos de esto rápido, así ninguno tendría que lidiar con Katrina más de la cuenta.


    Gracias por caerme uwu <3 estuvo entretenido
     
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    Gigi Blanche

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    me recibí, usé una canción que ni siquiera está en youtube o soundcloud JAJAJA puta madre. Bueno, acá el link de spotify, es lo mejor que puedo hacer :D
    Morgan 2.png

    La última respuesta que el receso me permitió recibir de la niña de ayer me gustó bastante más que la primera. Habló de ilusiones, relativizó la realidad, lustró una balanza dorada y depositó a cada lado conceptos densos y poco frecuentados. Sus ideas conectaron con la columna vertebral del libro que le había recomendado; todo se remitía, otra vez, al poder de la mente, y me pregunté si la magia no sería simplemente eso: un truco. Una sombra en la pared.

    Como el poder, que residía donde los hombres creyeran que lo hacía.

    No pensaba que esta clase de conversaciones derivaran en soluciones milagrosas, si acaso honraban el ansia de la filosofía: preguntar, jamás responder. Las disfrutaba bastante. Lejos de las emociones absurdas, lejos de cuán útiles o no me parecieran, en el núcleo de las personas solía habitar, muchas veces confinada, una versión mucho más pura de ellos mismos. No más buena, ni más pequeña, ni más inocente. Más genuina. Descifrar esa contraseña se asemejaba a encontrar un libro antiguo, una vez escrito, pero rara vez leído. Era un chispazo de lucidez en medio de una realidad siempre tan somnolienta.

    Y de las pocas cosas que me interesaban del mundo.

    La primera respuesta de la niña me había resultado superficial y aburrida, pero la segunda me removió el corazón con un atisbo de expectativa. Incluso en la lejanía creía haber vislumbrado un rastro de luz, un eco resonante. Un hilo del cual jalar. Me había preparado para seguir preguntando, la penumbra de la biblioteca había palpitado, y entonces... la campana sonó. Vaya fiasco.

    ¿Qué define lo que es real o irreal, sino nuestra propia mente?

    ¿Qué tan real es lo que nos rodea?

    —Quizás encuentres la respuesta en nuestra conversación. —Sonreí, sedosa, y la miré—. Hacer trampa es divertido y arriesgado, es el privilegio de los despiertos, y qué triste sería la vida sin ello, ¿no? Yo creo que la magia existe, y que el arte se le parece bastante.

    Comencé a retroceder, sin prisa y sin hacer un sonido. Si ella no me estuviera mirando, si sus sentidos no se encontraran abocados a mi presencia, podría fácilmente engañarla. En el juego de anticipo y distracciones se especializaban los ilusionistas, y todo en definitiva se conectaba. El arte fabricaba emociones del aire, alteraba nuestra realidad e incluso lograba burlar la veracidad de los sentidos. Una composición musical anaranjada, una puesta de sol con sabor a miel, el zumbido de una abeja oliendo a lavanda. La mente hilaba el mundo como le venía en gana y por eso era manipulable. Por eso la magia y los ilusionistas existían.

    —El mundo es absurdo —repetí, llegando al final de la estantería, y mi sonrisa se amplió considerablemente—. Y nosotros, los despiertos, sólo estamos sobreviviendo, ¿verdad?

    Me había tomado atribuciones que quizá no me correspondieran sólo porque me había apetecido. Con ello desaparecí de su vista y, poco después, abandoné el escondite de las murallas de libros. Mis ojos se reajustaron a la luz de la estancia y seguí hasta mi clase, tranquila. Había topado con una niña muy bonita y bastante interesante, podía considerarlo un buen día.

    . . .

    En ello pensaba cuando ingresé al observatorio. El recinto, vacío y silencioso, me recibió con la penumbra usual y avancé. Del piso superior se colaban haces de luz sobre los cuales danzaban las motas de polvo, perezosas, casi estáticas. Mi presencia las alborotó ligeramente y me senté sobre el escritorio, desde donde abrí el libro que traía en la mano. Detallé la textura del cuero ajado con la yema de los dedos y retomé la lectura, exhalando poco a poco. El autor era un católico irlandés, y se notaba. Las nociones de culpa y de pecado espiralaban en la consciencia atormentada de un joven hombre.

    On the harbor point, across the waves,
    t
    he ship of my dreams is steering me without delay.

    Land of rye grass, I bear you no ill-will.
    The harbor, the destination, North Boisdale.
    Junto a la lectura repiqueteaban las campanadas de la Catedral de Inverness, donde por muchos años mis padres me habían llevado a comulgar y confesarme. Al menos, el recuerdo de ciertas canciones era dulce y agradable. Comencé a cantar, absorbida por la prosa de Joyce, mientras los recuerdos se amalgamaban y generaban ilusiones fugaces. El sabor acartonado del cuerpo de Cristo, las prácticas paganas con hierbas y huesos, la prisa por cruzar el pasillo ya oscuro y los sonidos que oíamos a través de las sábanas. Nos convencíamos de que mucho no era real, que se trataba de nuestra mente jugándonos trucos.

    Pero ¿cuál era el consuelo de eso?

    ¿Y cuál la diferencia?

    tremenda pared de texto que no tenía planeada pero salió así y lo disfruté un montón JAJAJA

    Bruno TDF te etiqueto para que sepas que hackeé el sistema y le respondí a Melinda, me había quedado con muchas ganas desde que cerró ese receso <3

    Y pues, ahí queda Morgan nomás al servicio de la comunidad
     
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    Zireael

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    Ayer ciertas imágenes se habían amalgamado de formas extrañas, todo lo que pude recordar fue el pasillo, mi ojo morado, la pregunta críptica que le hice a Ko y que ellos entraron, salieron, pero Sasha no. En el pasillo, el día de la vergüenza, Wickham y Alisha habían entrado después.

    Ellos salieron y Sasha no.

    La presencia de Verónica y Jezebel me tironeó hacia la duda, lo suficiente para colarme en los saludos al vuelo. Fueron la correa que me presionó el cuello hasta distraerme y en mi confusión me quedé en el terreno tibio, inútil, del que ve algo suceder y no hace nada. ¿El silencio no nos transformaba en cómplices del caos del mundo? ¿De lo que estaba mal y nunca cambiaba? La pregunta me dio vueltas en la cabeza el resto del día, para variar, me lanzó a otros escenarios y la rueda de hámster que tenía por cerebro quiso humear.

    Al día siguiente las clases pasaron en cámara lenta y luego de correr otro poco en la puta rueda, me empujé fuera de ella. Le escribí un par de mensajes a Arata, solo para ver si me contestaba al menos, luego escarbé en la mochila para sacar el almuerzo y los audífonos de cable que estaban más enredados que mis ideas.

    Salí de la clase después de haberme encajado el bento bajo el brazo, allí noté a Vero y Jez aunque no las interrumpí. En el mapeo del pasillo mis ojos se deslizaron a la puerta de la 3-1 un instante del que no fui consciente, fue antes de decidirme a bajar en el ascensor para poder ir desenredando los audífonos sin irme de boca por las escaleras. Cuando las puertas me escupieron en la planta baja ya había deshecho la maraña del cable y puesto una canción, la primera que me saltó en el aleatorio, con la que recorrí el camino hacia el silencio del observatorio.

    Al llegar a la puerta había murmurado algunos versos sin darme cuenta, así que solo cuando ya había dejado entrar la luz exterior en el espacio se me ocurrió que podría haber alguien. Observé el espacio con algo de ansiedad contenida mientras recogía el cable de los audífonos luego de habérmelos quitado. Había alguien, sí, y resultó ser Morgan que estaba sentada sobre el escritorio con un libro.

    Como era alguien a quien conocía al menos no lo sentí tan raro, de hecho solo entonces me di cuenta que la preocupación de encontrarme a alguien con quien no hubiese hablado antes o con quien me llevara mal directamente se había desvanecido. Mis ojos se distrajeron en el interior de la torre, luego volvieron a ella y le dediqué una sonrisa que valió de saludo y disculpa.

    —Perdona por haberte interrumpido, no pensé que hubiese alguien hasta que ya había abierto. —Desde mi posición no pude distinguir bien el libro en realidad, pero seguro fue evidente que pretendí husmear—. ¿No te importa si me quedo? Callado si hace falta, para que sigas leyendo tranquila.


    i gotta admit, me tenté porque torre medieval + morgan siempre es *chef's kiss*
     
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    Gigi Blanche

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    La luz se había colado por la puerta, bañando el espacio de un resplandor intenso hasta ahora reservado para la caricia que provenía del piso superior. La irrupción no repercutió en mí de ninguna manera, como si no hubiese ocurrido, y me mantuve en el libro hasta acabar la oración en la que estaba. "Los versos se borraban de sus labios y los gritos inarticulados y las palabras bestiales, nunca pronunciadas, brotaban ahora de su cerebro tratando de buscar salida".

    Recién entonces alcé la cabeza y parpadeé, encontrando la silueta oscurecida de un muchacho; el contraste me dificultó reconocerlo hasta que el color de su cabello destacó. Sus ojillos se movieron con curiosidad y lo observé desde mi posición. Esbocé una sonrisa relajada, casi adormilada, unos pocos segundos después.

    —Toda la mañana forzados a guardar silencio, ¿por qué te querría callado? —repliqué, tranquila, y reposé la mano en el centro del libro abierto sobre mi regazo—. Come, lad. Me gusta la compañía.


    u///u
     
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  8.  
    Zireael

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    Igual la disculpa tácita ni habría hecho falta, Morgan no pareció reaccionar en absoluto a la interrupción, como si no la alcanzara y hasta terminó de leer. Algo en el cuadro me hizo gracia, no una gracia maliciosa en lo absoluto, la chica siempre parecía solo fluir en el mundo. Interrumpirla debía haberme preocupado más a mí que a ella en realidad, así que eso terminó de sacudir cualquier rastro de preocupación al respecto, si quedaba alguno.

    Su sonrisa fue relajada, vino un poco después, el apunte de que por qué querría que estuviera callado si toda la mañana se nos pedía silencio me hizo soltar una risa baja por la nariz. Cerré la puerta para desaparecer la luz de afuera, que parecía hasta extraña en comparación al interior, y me acerqué sin prisa luego de que dijera que le gustaba la compañía.

    Ladeé la cabeza al reparar en el libro en su regazo, luego volví la atención a los libreros solo para ojearlos como la otra vez. Era un viejo hábito, incluso si no leía tanto como otras personas siempre me gustaba husmear, si encontraba algo interesante bien y si no también.

    —Imaginé que todo el que lee en una torre así espera silencio, tal vez —respondí aunque parecía que había dejado el asunto morir y sujeté el bento con una mano, para ya no tenerlo prensado bajo el brazo. Regresé la mirada a ella entonces, cediendo a la curiosidad con una facilidad ridícula—. Como no es el caso, entonces tendré que saber qué lees.
     
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  9.  
    Gigi Blanche

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    Dunn ingresó al espacio, reparó en mi libro y luego, en la estantería a mi izquierda. Seguí sus movimientos y decisiones silenciosas sin un motivo más allá del evidente, en parte anticipando que volvería a hablar. Darle tiempo y espacio a las personas para existir permitía observarlas de forma diferente. Algunos se inquietaban, otros se relajaban.

    Recibí su voz con una pequeña sonrisa. Su conclusión tenía sentido, si echaba un cuestionario bajo la puerta de cien personas probablemente consiguiera resultados categóricos. No renegaba de los preconceptos, ayudaban a la adaptación y a sobrevivir. En toda apuesta había un porcentaje de estrategia, por contradictorio que sonara, y las personas... Bueno, a las personas les interesaba mucho adaptarse bien.

    —Es divertido desviarse de la media —reflexioné, fue a su vez una afirmación y puede que incluso, a ciertos oídos, una confesión—. Si me molestara te lo diría.

    Desconocía el significado de la falsa modestia, ¿no por eso la adorable Cathy me había arrancado de sí? O al menos lo sospechaba, a ciencia cierta jamás había descubierto el motivo. Cayden cambió su bento de lugar y mi sonrisa se ensanchó al recibir su pregunta. Bajé la mirada y deslicé la mano, permitiéndome retomar el párrafo que había interrumpido.

    —"Su sangre estaba alborotada. Erraba arriba y abajo por calles oscuras y fangosas, escudriñando en la sombra de las callejuelas y de las puertas, escuchando ávidamente cualquier sonido. Gemía como una bestia fracasada en su rapiña. Necesitaba pecar con otro ser de su misma naturaleza, forzar a otro ser a pecar con él." —Cerré el libro con mi dedo en medio para no perder la página y le mostré la portada. Los relieves dorados centellearon con sutileza bajo la luz ambiente—. A portrait of the artist as a young man, de James Joyce. Su prosa es caótica y enrevesada, muchas ideas las extiende al infinito y le encanta superponer eventos, pero posee una voz única. Leerlo es como... rozar ecos del pasado.

    Bajé el libro poco después, con mi dedo aún aprisionado, y sin moverme de los ojos del muchacho agregué:

    —¿Qué escuchabas?

    Lo había oído recogiendo el cable de sus auriculares.


    since i have it here dejo fotico del libro en cuestión

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    Zireael

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    No cuestioné mucho la familiaridad que creía sentir con Morgan, era amiga de Ko y cuando habíamos hablado los tres me sentía cómodo, era más o menos lo que le había dicho a Hubert cuando me contó de su encuentro con ella. El punto era que la noción de comodidad se trasladaba con bastante fluidez a este momento. Incluso si percibí que siguió mis movimientos, saberlo no me inquietó ni nada, y seguí funcionando con relativa normalidad.

    Al final, a pesar de que encontrara a alguien aquí, la torre había cumplido su función de silenciar el ruido que percibía en el edificio principal de la escuela. El silencio era un arma extraña, a veces aliviaba y a veces angustiaba, era tanto bueno como malo. Suponía que eso aplicaba a muchas cosas.

    —Nada muy emocionante pasa en la curva normal —secundé sin mucho problema, también valió de afirmación y confesión, no era la primera vez que hablaba al respecto. Igual se me había escapado una risa al escuchar que si le molestara me lo diría—. Now I know.

    Al preguntarle por el libro no creí que me leyera el párrafo donde había quedado, pero al notar que empezaba a hacerlo le presté la debida atención. Algo del fragmento me resultó desordenado o fue más bien la imagen mental que consiguió crear, incluso si era solo una parte suelta de todo lo demás, y luego justo porque estaba sacado de contexto quiso hacerme gracia de formas extrañas. Había dejado la vista en Morgan, pero en algún momento mis ojos se deslizaron a la escalera de caracol, luego a la parte superior del observatorio y ciertas sensaciones me palpitaron en el cuerpo.

    Noté por el rabillo del ojo el movimiento, así que volví los ojos a ella cuando me mostró la portada y me acerqué más para poder leer bien antes de que lo bajara de nuevo. Apoyé el bento en una esquina del escritorio, dejé las manos encima y sonreí al escuchar que definía la prosa como caótica y enrevesada. Se me ocurrió, un poco de repente, que esta muchacha que leía bastante más que yo era bastante más inteligente también y me pregunté hasta dónde podría seguir una conversación sobre la prosa de algo. Al menos creía que hablar de libros era un poco más sencillo que aprender a jugar ajedrez.

    —Creo que concuerdo con lo de caótico, aunque me leíste una parte pequeña, la imagen mental fue desordenada. Como debía ser, supongo —respondí pasados unos segundos, antes de volver sus propias palabras—. ¿Ecos del pasado?

    Fue una pregunta al aire, inespecífica en realidad, si acaso tuvo la intención de entender a qué podía referirse con esa idea. En todo caso, me preguntó qué escuchaba y como había puesto la música sin prácticamente fijarme hundí la mano en el bolsillo, saqué el móvil y activé la pantalla solo para ver qué era lo que venía oyendo, hasta cantando, sin ser consciente en verdad de ello.

    —El aleatorio de una lista de, creo, seiscientas canciones —contesté mostrándole la pantalla donde aparecía el reproductor con la canción como ella me había mostrado la portada del libro.


    para más inmersión terminé buscando el pdf y me fui a leer más del párrafo de morgan? oh sí

    dejo la canción en cuestión as well
     
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    Adhirió a mi reflexión, aunque era algo que estaba habituada a oír; muchas veces las personas sólo decían lo que creían que el otro deseaba escuchar, fuera una exageración o una lisa y llana mentira. Se tendía a relativizar la importancia de las palabras. Me pregunté dónde caería este muchacho y si podía ser verdad que se aburriera habitando el promedio.

    Luego le leí y, otra vez, concordó con mi descripción de la narrativa. Su pregunta me hizo mirarlo con mayor atención, parpadeé y recordé la conversación que había sostenido con Kenneth hacía un tiempo. Él me mostró la pantalla de su móvil, donde salía el nombre de la canción y el artista, pero no los conocía y me tomé la libertad de recoger el aparato. Le di a play y bajé el volumen, para que no tapara nuestras voces.

    —Si tuvieras que elegir una, ¿cuál sería? —indagué un poco de repente, regresando a sus ojos y relajando las manos en mi regazo—. ¿Pasado o futuro?

    Podría haber saciado su curiosidad, pero de repente me apetecía más oír primero su opinión. ¿Para ver si dejaba de coincidir conmigo? Quizá. Entre tanto, le presté atención a la música. No era mi estilo, pero no se me ocurrió quitarla aún.
     
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    Morgan tomó el móvil y le dio play a la canción, que quedó sonando detrás de nuestras voces sin ser un obstáculo como tal. Pensé que no calzaba para nada con este espacio, pero como estaba en el aleatorio en cualquier momento caería en algo más acorde aunque fuese por accidente, también puede que siguiera en un loop de canciones similares. Eso o la quitábamos, lo que pasara primero, no importaba mucho.

    Si bien contemplé que quizás no me respondiera la pregunta que de por sí había sido más un reflejo, no se me ocurrió que me preguntara qué elegiría yo: pasado o futuro. Tampoco supe por qué me tomé tan en serio darle una respuesta, pero como había regresado la mano a mi espacio tamborileé los dedos sobre el bento, pensando. Mis ojos se distrajeron en su libro, en sus manos, luego en el escritorio y el espacio en general, unos segundos después abandoné mi lugar en la esquina del escritorio dejando el almuerzo allí y comencé a caminar por la torre, despacio.

    El pasado en el que pensé era un revoltijo de cosas buenas, malas y más o menos neutrales. El futuro era más abstracto en comparación, pero no implicaba una suerte de repetición, suponía, o uno podía jugar a que no tendría por qué implicarlo. En el futuro, atado al presente, había una noción que podía pensarse como ilusoria de control, se separaba de la nostalgia y el arrepentimiento del pasado apenas en partes muy justas.

    —Si el pasado es irremediable, si solo tuviera que verlo todo repetirse hasta lo que ahora es el presente… ¿Qué sentido tendría? Es un poco contradictorio, porque leemos libros varias veces si nos gustan, releemos un manga, volvemos a jugar cien horas de un videojuego y congelamos el cielo en una foto, pero darle replay a la vida propia sin poder cambiar nada parece casi un despropósito. En ciertas fracciones del pasado no hay confort, solo acabaríamos viendo lo que ya nos hizo daño una vez, aunque también le estaríamos dando replay a lo demás. The good things, I mean, everything is mixed up in the end. —Ahora sonaba a asociación libre, pero no vi por qué recortar pensamientos en realidad. Lo fui soltando todo mientras vagaba no muy lejos de su campo de visión—. Y en el futuro no ves nada, las proyecciones pueden solo nunca llegar a suceder. El único espacio donde hay control es el presente y es bastante limitado de todas formas, puedes vivir con la ilusión de que lo haces hará que el futuro sea distinto del pasado y solo después darte cuenta de que nada ha cambiado en verdad.

    Tomé bastante aire por la nariz, parpadeé despacio y me encogí de hombros. También era cierto que vivía en un eterno replay de hecho, era una repetición involuntaria de miedos y cosas que me confundían más de lo que me orientaban.

    —El pasado que elegiría es extremadamente selectivo y para el futuro tengo visión de túnel. —La confesión me vino en gracia, lo suficiente para hacer que se me escapara una risa por la nariz y giré el cuerpo para mirarla—. Así que futuro, tal vez, suponiendo que no entendiera mal la pregunta, claro. Why?
     
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    Gigi Blanche

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    Ah, cómo disfrutaba estas tonterías. Preguntar era divertido. Se asemejaba a preparar una flecha, tensar el arco y apuntarles directo al pecho. Con suerte y cierta habilidad, creabas una herida invisible y de la herida brotaba una sangre diferente, hecha de palabras, de emociones, que me permitía comenzar a echar colores, luces y sombras sobre la silueta plana de las personas. En tanto no cicatrizara obraba como un hechizo mágico, y en tanto hablaran, yo dejaba de existir. Desaparecía.

    Ser un fantasma tenía sus privilegios.

    Dunn recorrió el espacio, soltó la lengua y fui absorbiendo sus ideas, dándoles forma, conectándolas entre sí, en busca de conclusiones coherentes. Interpretó los conceptos desde una lupa totalmente personal e individual, se enfocó en las experiencias de su vida y, como con la niña de ayer, no tardó en aparecer la noción de control. Ah, el control. ¿Por qué le obsesionaba tanto a las personas? ¿Qué le encontraban tan atractivo? No lo entendía. ¿Quería hacerlo?

    Quizá.

    Su última afirmación fue concisa y la sentí honesta, con ella la herida se cerró por fin y volvió a mirarme. Volví a existir. Pestañeé, recibí sus ojos y meneé la cabeza con extrema calma para disipar sus preocupaciones. No había forma errónea de interpretar una pregunta tan abstracta, allí radicaba su encanto. La incertidumbre nos empujaba a tomar decisiones, elegir direcciones, y en el camino salpicábamos rastros de nosotros mismos.

    Había elegido el futuro, como Kenneth, y me pregunté qué habría escogido la niña de ayer de haberle preguntado. Ni siquiera sabía su nombre, era gracioso, pero por los trazos de ambición que habían emanado sus palabras... tenía la impresión de que se alinearía con ellos.

    —Es una pregunta que me gusta hacer —resolví, tranquila—. Cuando sacas el presente de la ecuación, que es la respuesta evidente, las personas se decantan en muchas direcciones.

    Mientras hablaba, busqué el marcapáginas y lo reemplacé por mi dedo, para poder dejar el libro a mi lado y, sobre él, el móvil de Cayden. Relajé las manos libres en mi regazo.

    —Para mí, el futuro es más que desconocido: es incognoscible. Esa barrera, esa imposibilidad lo aleja tanto que siquiera puedo vislumbrarlo en el horizonte. ¿Por qué habría de interesarme por algo que no puedo conocer? El pasado, por otro lado, puede limitarse a una mera repetición de eventos, como dices, pero ¿es realmente así? ¿El pasado es una entidad objetiva y lineal por completo conocida, por completo descubierta? ¿La memoria lo es?

    La respuesta estaba implícita, más allá de haberlo formulado como una pregunta. La noción de este muchacho de elegir el pasado lo interpretaba como un enorme archivo lleno de carretes, cada uno con su fecha y hora específica. ¿Así veía el mundo? ¿Como un conjunto esquemático y ordenado de eventos? Deslicé la mirada al libro y acaricié su portada con la yema de los dedos.

    —El futuro no me interesa, entonces me enfoco en el pasado. Es como si tuviera que elegir entre una galaxia lejana y el fondo del océano. Uno es incognoscible, el otro es desconocido; al menos hoy, claro. Sabemos tan poco de nuestro pasado, y lo que creemos saber siempre es tan subjetivo... —Suspiré con ligereza y miré al muchacho—. Los ecos del pasado. Leer me permite acceder a personas diferentes, de diferentes épocas, países y situaciones. Cada libro me acerca a comprender un poco más el pasado. Nada debería medirse con un único par de ojos y la historia, ¿no la escriben los ganadores, acaso? Las voces disidentes, las excluidas, las marginadas, sus ecos, son los que más me interesan.

    Sabía que mi planteo era mucho más amplio que el suyo y aún así deseaba amarrarlos, establecer un punto de conexión. Le sonreí y saqué otra flecha. La preparé en el arco. Si la noción de control desaparecía de su pasado, ¿a qué se debía?

    —Tu historia, ¿la escribiste tú?

    ¿Era su pasado, realmente?
     
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    Zireael

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    Suddenly this calls for a drink —murmuré al aire en algún momento, entretenido

    Podría haberme sentado a decir que realmente no tenía conversaciones existenciales, que no era lo mío, que era lerdo que daba gusto y así se acababa todo, pero puede que no fuese el caso. Mi potencial académico era cuestionable, pero eso no me volvía ciego ni sordo, existía en un mundo lleno de libros escritos por las personas que me rodeaban y en ellos estaban las vidas de los demás, también la mía. Algunos los conocía con más detalle que otros y los leería una y otra vez de ser necesario, ¿pero mi propio libro? ¿Mi propia historia? Parecía que a veces sí y a veces no.

    El control aparecía en mis páginas como algo que pretendía ostentar, pero también como algo que se me escapaba de forma continua, era tranquilizador y angustiante, como todo lo que parecía rodearme, un continuo tira y afloja que desdibujaba diversos límites mientras tensaba otros. ¿Era atractivo poseer control? Suponía que dependía de quién lo dijera, gente como mi padre u otros locos parecían encantados. A mi ver era un tratamiento paliativo, una mera costura en heridas que no cerraban y antibióticos sobre bacterias que ya eran resistentes. No era agradable, pero aliviaba miedos de forma temporal, como un parche.

    En los límites de un mundo ilusorio podía fingir.

    Fingir que nada escaparía nunca más.

    ¿Acaso estaba construyendo una jaula?


    Escuchar que decía que era una pregunta que le gustaba hacer me hizo sonreír, recordé lo que me había contado Hubert y supuse que se alineaba con ese escenario. Le presté atención entonces, sin moverme del lugar que había ocupado en mi pequeño recorrido por la torre; acomodé las ideas que fue describiendo y de haberlo dicho le habría cedido razón. Una parte de mi lectura del mundo era así, esquemática y ordenada, me permitía tachar cosas en una lista infinita, pero los eventos estaban siempre cruzados por emociones. Las frases resaltaban en las páginas con marcadores de neón y algunas resurgían incluso cuando las cruzaba con un rayón negro.

    Por eso el pasado que elegía era selectivo, limitado.

    Aunque el sonido de la música había quedado bajo, percibí cuando la lista siguió moviéndose por dónde le vino en gana. El cambio de estilo fue notorio, pero tampoco me molestó, así que solo seguí centrado en lo que Morgan había dicho.

    —Hablar de pasados en vez de pasado cambia ciertas cosas, creo. Cada quien escribe uno diferente incluso cuando se comparte, así que podríamos alinearlos solo para ver en dónde la información se solapa y dónde no se parece en lo absoluto, la historia del ganador y la del paria no se parecerá en casi nada, claro. Puede que eso también nos regrese a la otra idea, la de la repetición. Al rebobinar la memoria, como una cinta, lo haces con un conocimiento que no tenías en ese momento y eso cambia algo: el presente. —Tremenda verborrea que estaba soltando, la verdad, pero ni modo. Al concluir esa sección de ideas alcé la vista por la torre—. Así que lo que cambia es nuestra lectura de él, en cierta forma el presente que se altera al revisarlo reajusta lo que esperas del futuro incluso si no deberías esperar nada, aunque sea… ¿Cómo? ¿Incogni- Incognoscible decías? Eso. Sigue siendo subjetivo que da gusto, es casi como jugar a crear ilusiones.

    Igual esta conversación no estaba orientada a averiguar si alguien tenía razón, sonaba más como a una lluvia de ideas que casi parecía un aguacero. Quizás fuese un intento por enlazar ambas nociones o de establecer los puntos del espectro, quién sabe. El mapa mental resultante seguía bastante desordenado.

    Regresé la vista al nivel correspondiente, ella cargó su arco y disparó. La flecha acertó en las heridas a medio sanar, como siempre, ni siquiera me sorprendía. Alguien podía decirme una cosa super abstracta y acababa poniéndola en algún lado del estante, lo que podía hacerme parecer egocéntrico. Puede que lo fuera en realidad, ¿y qué me más daba?

    En cualquier caso la duda hasta sonó legítima, ¿quién había escrito mi historia? ¿La de tarjetas del Día del Padre arrojadas en tachos de basura y borrones en mi visión periférica? ¿La de risas y atardeceres compartidos? Era como si perteneciera a dos personas distintas y estuviera todo metido en el mismo archivo sin revisar.

    —Por partes, supongo. Algunos capítulos parecen escritos por la versión más centrada de mí mismo, los otros por una versión que estaba demasiado asustada como para escribir la historia que le habría gustado en realidad. Las decisiones arrancadas de deseos sin consumar siguen siendo mías, por más que sean decisiones de porquería —admití sin mucha dificultad, la sonrisa se me parchó de algo similar a la resignación o la culpa, pero volví sobre el camino que tracé antes hasta la esquina de escritorio, con un desvío solo para arrimar la silla y luego de sentarme fui destapando la comida en lo que seguía divagando—. Otras partes las escribieron junto a mí, diría, reconozco voces ajenas en la historia con frecuencia y algunas de ellas sirven de guía.

    >>¿Qué piensas sobre eso? Las historias conjuntas quiero decir. A fin de cuentas los marginados suelen encontrar a otros como ellos en los límites a los que son arrojados.
     
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    Gigi Blanche

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    Su comentario en inglés me acentuó la sonrisa brevemente, y esa fue toda mi reacción. Me gustaría haber escondido una botella aquí un día y poder sacarla ahora, habría sido bastante memorable, pero la idea no me había alcanzado a tiempo. Quizá para la próxima. Mientras cerraba mis ideas, la canción había muerto para dejarle lugar a otra, y la introducción de piano fue tan diferente que captó mi atención. Escuché a Cayden, pero una parte de mis sentidos quedó pegada a la música y cuando suspendió su primera pausa aproveché y alcé una mano, pidiéndole silencio.

    Ya no estaba allí, no por completo. Giré el rostro a la pantalla oscura del móvil y permanecí quieta, siguiendo la historia de la canción; o al menos intentándolo. Como con Joyce, la prosa era impredecible y caótica. Evocaba muchas imágenes concretas, cambiaba de intensidad, le daba la vuelta, rozaba picos y se desplomaba en el suelo. Si me preguntaban no estaba segura de poder decir de qué trataba la canción, sólo sabía que poseía la suficiente profundidad y belleza para forzar a cualquiera a detenerse.

    Y ¿qué era el arte, sino eso?

    Un hombre y una mujer, ella era castaña y estaba despeinada. Se miraban uno al otro a través de una estancia de madera vacía, donde las sombras abrazaban los huecos y las esquinas, confundiendo el ojo del espectador. Las luces parpadeaban, iban descalzos, vestidos de blanco, y contra ellos, contra su danza caótica, se superponían imágenes erráticas. Una persecución. Un bosque oscuro. Una tempestad sofocante. El cielo se rasgaba en truenos y relámpagos, instantes de luz violenta, sus tobillos se manchaban de lodo y los charcos que pisaban salpicaban sangre. La tela de su vestido, tan sucia. La tela de su camisa, tan empapada.

    Sentí su desesperación, el aire ardiendo en sus pulmones, los gritos ahogados bajo la tormenta. Sentí deseo, melancolía, furia y amor. Resentimiento. ¿Venganza? No, más bien reproche. No buscaban lastimar a nadie, sólo estaban dañados y nadie lo entendía. Les temían. ¿Humanos o monstruos?

    ¿Cuál era la diferencia?

    Había cerrado los ojos, no sabía cuándo. La canción acabó de repente y pestañeé con parsimonia, aunque el corazón me latía con fuerza. ¿Qué quedaba del pasado cuando uno volvía a analizarlo desde el privilegio del presente? Se enlazaba a la resignificación de las experiencias, de los libros y las películas, una vez terminadas. El fin de las cosas podía darle la vuelta a todo lo anterior. Hacerlo con la vida real era un poco más difícil, estábamos demasiado ahogados en nuestras emociones y preconceptos, pero nunca imposible. Usualmente era un trabajo de años, décadas. Y éramos demasiado jóvenes.

    Regresó junto al escritorio, arrastró una silla y seguí el resto de sus movimientos, en silencio. La pluma jamás escribía la misma palabra igual dos veces, ese era el privilegio (o la condena) de las máquinas. Afirmó haber escrito su historia de a partes, desde diferentes versiones de sí mismo, ¿y no era eso crecer? Me permití activar el bucle de la canción, no quería que desapareciera aún. ¿Se hacía cargo de sus errores? ¿Se los achacaba al miedo? ¿Qué era, en primer lugar, responsabilizarse?

    —No creo en las historias conjuntas —negué, repasando el contenido de su almuerzo sin un objetivo particular; no sentía hambre—. La pluma tiene el tamaño para que la sostenga una sola persona. Cederla a alguien más sería... una tragedia, en verdad. Pregunté quién escribió tu historia, no quiénes aparecen en ella. Nunca seremos la única voz dentro de nuestra cabeza, es literalmente imposible; todos tenemos, como mínimo, una madre.

    Mantuve la mirada sobre su rostro, sopesando sus palabras. Tenía razón. Yo también creía que mi vida de marginada me había empujado a conocer a Jenny, aceptar su oferta y ceder a su mera existencia. Si en la escuela no me hubiesen ignorado, si en casa hubiera habido menos ruido, quién sabe. Quizá nunca habría bajado por esa calle, esa tarde, y definitivamente no habría cargado los fósforos en mi mochila.

    Aún así, me consideraba la única autora de mi historia. Nadie, ni la madre que me aceptaba, ni la hermana a la que adoraba, ni la chica que había amado, tenían derecho a blandir mi pluma.

    —Además, piénsalo: ¿es realmente necesaria una historia conjunta? Las voces que te guían escribirán sus propias historias y tú aparecerás en ellas, como ellos en la tuya. A pesar de lo solitario e individualista que pueda parecer, no lo es. No necesitas a nadie más que a ti, lad. —Deslicé la mirada a sus ojos—. Creer hacerlo es un error, una ilusión nacida del miedo. Pero tú acabas de decirlo, ¿cierto? Eso no es más que una versión de las muchas que existen de ti. ¿Por qué habrías de darle demasiada importancia?

    Igual no quería agobiar tanto a la pobre criatura. Recorrí la torre con la vista, balanceando una pierna sobre la otra con ligereza, y pensé en su pena inicial por haberme interrumpido. Quien venía aquí se suponía que buscaba silencio, ¿no? Eso había dicho él.

    —¿Te gusta esta torre? —le pregunté, sin molestarme en mirarlo.


    fa qué temón 20/10
     
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    Zireael

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    Haber sacado una botella de whiskey de un librero habría sido una maravilla, pero uno no venía a meterse a los lugares asumiendo que aparecería otra alma con la que sostener una de esas charlas que parecían merecer un trago a mediodía en terreno escolar. Así que ni modo, la intención quedaba, la gracia también y eso era suficiente.

    El cambio de la canción también provocó un cambio en ella, cuando alzó la mano guardé silencio y entonces me limité a verla, la observé escuchando, noté que en algún momento cerró los ojos y pensé en ella, otra vez, el otro día ante el cerezo de Chiasa y la sombra de una sonrisa me alcanzó el rostro al recordar también la idea aquella, tan idealista y absurda, de que en ese espacio las condenas desaparecían. Era la mentira que le había dicho a Arata sin querer, porque era lo que yo creía.

    Como fuese, el grupo este lo había descubierto mamá hace un tiempo, pero le había dado por escucharlos más últimamente, su voz se revolvía con la de este dúo y estas canciones también se mezclaban con los lamentos irlandeses. Ambos tenían el poder de alcanzar recovecos de la mente de formas distintas, las emociones surgían en voces y tonos distintos.

    Al acabar la canción Morgan regresó a la torre, pues imaginé que se había desligado de ella, y arrastré la silla para acomodarme. Retomé mi parloteo, ella puso la canción en bucle y al terminar mi parte de la obra, porque de repente esto se parecía bastante a una obra de teatro de hecho, Morgan continuó con la suya. Comí un poco mientras la oía, despacio a conciencia, y me sonreí al oír lo que contestó.

    Sí, puede que fuese un prejuicioso, pero Morgan no tenía pinta de creer en las historias conjuntas. Puede que en esto sí hubiera que cederle razón, que fuese cierto que en verdad no necesitáramos de nadie más que de nosotros mismos y que fuese un error, una noción nacida del miedo, pensar lo contrario. Sin embargo, ese era su mundo y el mío era mío, incluso si un día solo le dejaba la pluma a alguien más para que tachara los delirios nacidos del miedo y la paranoia que yo escribía. Había gente más sensata que yo, lo sabía con toda seguridad, y creía que necesitaba de los time-out antes de volver a escribir sin cometer una locura. Necesitaba de las voces que me decían que no me lanzara de cabeza en una hoguera invisible.

    ¿Pero no era una locura ya de por sí darle la pluma a otro?

    ¿No cometía una locura tras otra sin pausa, dependiendo de a quién le preguntaran?

    No contesté a nada de inmediato, ni siquiera a la pregunta de si me gustaba la torre. Seguí comiendo unos segundos y como la música había quedado en bucle le presté atención un rato. Todavía no me sabía la letra completa, estaba metida en la lista solo porque, justo como a Morgan, en su momento me había zarandeado.

    I promise you I'm not broken, I promise you there's more. More to come, more to reach for, more to hurl at the door —apañé encima de la canción, fue más recitar que cantar porque tampoco había que tentar a los nulos conocimientos musicales que uno poseía—. Goodbye to all my darkness, there's nothing here but light.

    Una fracción que no me sabía.

    >>And this here is not singing, I'm just screaming in tune.

    Dejé que siguiera, sin más, tampoco me había sentado a definir de qué se trataba en realidad. En lo que a mí me concernía transmitía un montón de emociones revueltas, anudadas y luego desatadas, era un estallido. Muchas de las canciones de esta gente eran así de hecho y tenían su encanto, aunque no podía decirse lo mismo cuando era uno el que estallaba, ¿cierto?

    —¿Levantarse un buen día, tomar la pluma y cedérsela a otro? —comencé entonces había sostenido su mirada unos segundos antes de enfocarme en la comida y la pregunta sonó más bien hecha al aire—. Puede que sea una tragedia, sí, entregarle esa clase de poder a otra persona. Si diferencié de los que escriben de los que aparecen es porque a mí me parece distinto, aunque visto desde fuera no sea el caso. Hay personajes que aparecen y ni una sola vez escuché sus voces, mucho menos les entregué la pluma, y a otros se las di sin más, porque sí, y tacharon justo las partes en que yo me había puesto demasiado imbécil. Es imprudente, insensato, poco práctico y descabellado, ¿pero no revisan las editoriales los libros antes de imprimirlos?

    >>En fin, que es muchas cosas, pero cuando de verdad me senté yo solo a escribir… No me gustó, no del todo quiero decir, porque claro que todos necesitamos silencio para solo oírnos a nosotros de vez en cuando, pero si pasa el tiempo suficiente el latido de nuestros propios corazones es capaz de volvernos locos cuando no hay nada más que oír.

    Me encogí de hombros, restándole toda importancia a esa clase de confesión. Vete a saber, quizás en su “no necesitas a nadie más que a ti” me parecía que en este espacio se podía decir cualquier cosa, incluso si mis ideas me sonaban menos amplias o más brutas en su organización. Era como un confesionario, vamos, y si acababa saliendo de aquí quizás fuese tan abstracto que diera lo mismo.

    —A quienes les di la pluma escribirán sus propias historias, quizás me piensen como personaje o co-autor, eso nunca lo sabré en verdad, ¿y qué más me daría? Aparecí —soltarlo de esa manera me hizo reír, el sonido se me escapó por la nariz, pero también me quiso sacudir el pecho y me encogí de hombros, revolviendo el arroz, antes de volver a mirarla—. O quizás solo sueñe que aparecí. Es la misma especie de sueño de opio que se vive al elegir el futuro y al final es, sin más, otra forma de existir en el mundo. Todos existimos de formas diferentes, más o menos prácticas para cada quien. También puede que no sean prácticas del todo y supongo que algún día lo podremos interiorizar o quizás no y solo elijamos siempre la vida estrecha, porque nunca supimos existir de otra manera o la otra posibilidad se nos antoja incluso más angustiante por alguna razón. Tú no crees en las historias conjuntas y yo no me considero capaz de creer en las historias escritas por una sola persona, así que supongo que eso nos coloca en los dos extremos de una escala imaginaria.

    Ladeé apenas la cabeza, sonreí como si no estuviera aquí aventándome el monólogo del siglo y regresé a la comida. Le conferí otros segundos de pensamiento a su otra pregunta y antes de contestar empujé el almuerzo en su dirección algunos centímetros aunque no estuviera mirándome, en una oferta silenciosa.

    —Me gusta la torre. Implica menos esfuerzo que levantar paredes mentales y cumple la función de no dejar entrar ruido de afuera, lo que existe aquí se mantiene en una suerte de plano separado —contesté con la misma sencillez con que llevaba hablando hasta ahora, lo otro que dije pareció salir de la nada, pero arrastraba la idea del recuerdo de antes—. El otro día cantaste con Ko otra vez, fue muy bonito de oír.


    god bless the amazing devil actually *she's vibing* me disculpo públicamente por el tocho ya que estoy cuz damn
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Me agradaba, digamos, la falta de sincronización de la charla. No podía verse como un intercambio ordenado de respuestas encadenadas, no era eso en absoluto. Yo lo interrumpía, forzaba silencios, luego él comía y seguía la letra de la canción en vez de contestar. Existía la probabilidad de que uno colgara del extraño armatoste que pendía del techo mientras el otro yacía acostado en el escritorio, y ninguno de los dos se cuestionaría la rareza de la situación. La imagen me hizo gracia, de hecho, y sonreí al alzar la vista. No había detallado la estructura hasta ahora, no con la atención que podría haberle dedicado. Ko me había hablado un par de veces de algunas técnicas de meditación, aquellas orientadas a la práctica activa y al mindfulness, y se me ocurrió que observar esta cosa hasta sacarle brillo se le parecía bastante.

    La visión de túnel no siempre era mala, sólo debíamos aprender a controlarla.

    Cayden recitó algunas líneas de la canción mientras los brazos, las órbitas del supuesto sistema solar se mecían con semejante lentitud que bien podría ser una ilusión. La lentitud muchas veces enloquecía a la mente, siempre hambrienta de estímulos. No estábamos diseñados para quedarnos quietos, ¿verdad?

    Me pregunté qué lo habría motivado a replicar precisamente esas frases. Ese fragmento era la declaración de intenciones más directa e intensa de la canción, o al menos yo lo veía así. Parpadeé y deslicé la vista al muchacho, uniendo los hilos que se le habían escurrido de los dedos en mi dirección. El pasado selectivo, la multitud de voces, su visión de túnel, la promesa de que no estaba roto. Uno no tendía a explicitar aquello que no veía, o que no creía ver, en el espejo. Su temperamento no me resultaba demasiado diferente al de Ko de los ratos que habíamos compartido, y aún así lo sabía.

    Las respuestas de Ko serían diametralmente opuestas, ¿verdad?

    La réplica de las editoriales chequeando los manuscritos antes de publicarlos me hizo sonreír. Siguió hablando, habló del poder de nuestros latidos para enloquecernos, y la idea se enlazó con lo que acababa de pensar siguiendo la oscilación mortalmente lenta del sistema solar. ¿Podía negarlo? ¿Una niña que había crecido entre dragones iracundos podía saber lo que era el verdadero silencio? Incluso ahora, ¿me quedaba al alcance?

    Divagó, lo escuché, y cerró sus ideas con una declaración que aparejé a los fragmentos de la canción que seleccionó. ¿Por qué tenía la sensación de que esta criatura se desgarraría los pulmones gritando si se encontrara lo suficientemente lejos del mundo? ¿Conocería el verdadero silencio? ¿O todo nacía de esa precisa ausencia?

    ¿Le estaba dando demasiadas vueltas?

    Asentí en sus ojos, y al pestañear mantuve los ojos cerrados un poco más de lo necesario. No se trataba de admitir derrotas, jamás había pretendido convencerlo ni forzarlo a pensar como yo, pero al mismo tiempo se sentía agridulce. En mi temperamento, por extraño o contradictorio que sonara, a veces reconocía los retazos de una vanidad del estilo. Me gustaba ser la disrupción, lo tenía muy claro, y debajo de ese pasatiempo, escarbando lo suficiente, uno encontraba verdades más complejas.

    —Todos existimos de formas diferentes —repetí, concordando con él.

    Empujó el almuerzo en mi dirección y, tras pensarlo unos segundos, tomé entre dos dedos una pequeña pieza de pollo frito. Al llevarla a mi boca pensé que se parecía al tributo a cambio de perforarle la cabeza con preguntas raras y sonreí, divertida, mientras masticaba. Dijo que le gustaba la torre y pensé, por enésima vez, en la noción del silencio. Mencionó una de las veces que canté con Ko e intenté hacer memoria. La última había sido... bajo el cerezo, ¿verdad? Esa que a él le gustaba de uno de sus videojuegos.

    I'm glad —murmuré, honesta, y le regresé el almuerzo—. Llevo cantando desde los... catorce, más o menos. Al principio sólo le cantaba a mi hermana pequeña, Hanabi, cuando tenía pesadillas o no podía dormir, y luego de conocer a Ko comencé a hacerlo con él también. No me considero una persona excepcionalmente artística, no creo tener tanto para reclamarle al mundo, pero me gusta cantar. Algunas de mis amigas cantaban mucho, cuando vivía en Escocia. Supongo que lo saqué de ahí.

    Saili no hablaba cantando sólo porque le daría pereza o la enviarían al manicomio, pero no había segundo de tiempo libre que no usara para murmurar diferentes melodías en voz baja. Fuera estudiando, paseando, trenzando coronas o acariciando briznas de hierba. Jenny también cantaba, aunque en situaciones más específicas. Era su forma de recitar hechizos e invocar fuerzas misteriosas. Si lo pensaba con el suficiente empeño siempre llegaba a la pregunta obligatoria, la duda eterna. ¿Cuánto de lo que era hoy era yo, y no ellas?

    ¿Había diferencia?

    Deslicé la mirada al móvil mientras terminaba de hablar y se lo mostré en silencio, pretendiendo que lo desbloqueara. Abrí la pestaña de la letra y la fui leyendo hasta que llegó a la parte que tenía ubicada ya mentalmente, pero que me resultaría imposible recitar de memoria. Él lo había hecho, consideré justo corresponder.

    So long to the person you begged me to be. She's down, she's dead. —Sonreí apenas—. Instead, what is left but this old satin dress and the mess that you left when you told me that I wasn't right in the head.

    Exhalé por la nariz, quité el bucle y regresé el aparato a su lugar. Me eché hacia atrás hasta que mi espalda encontró el escritorio y entrelacé las manos sobre mi estómago. Los brazos, las órbitas. El sol.

    —El mundo a veces se torna agotador —murmuré, pensando en su idea de las paredes mentales, que esconderse no siempre implicaba cobardía o renuncia—, pero sigue resultándome increíble. Hay tanto aquí, y somos tan pequeños, que a veces me pregunto si sería demasiado terrible pedir vivir mil años. No importa lo que hagamos, al final tendremos que aprender a conformarnos. Otherwise, we'll be damned.

    Aquello último lo susurré a duras penas y pensé en Jenny. ¿Era eso lo que no podía perdonarnos? ¿Que no nos hubiésemos conformado con ella? ¿Deberíamos haberlo hecho? Claro que no. Necesitaba escribir mi propia historia, después de todo.

    —¿Alguna vez te arrepentiste de darle demasiado poder a alguien? ¿O te arrepientes de hacerlo?
     
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    Que la charla hiciera veces de confesionario suponía que colaboraba a que fluyera a ritmos azarosos; los silencios forzados, los que solo aparecían, que cada uno se centrara en otra cosa y luego retomara. Como tal no había un hilo que dirigiera demasiado el camino y en ese descontrol los argumentos flotaban como ideas en la mente, de a ratos inconexos y en otros ramificando sus relaciones entre sí.

    Mucho pensar y lo que quieras, pero el cacho de la letra que pesqué era de esos que uno conserva en la memoria sin analizarlo demasiado. De todas formas, puede que bastaran unos segundos para que pudiera encajarlo en un estante, como todo lo demás. El reconocimiento de la fractura era siempre terrible a mis ojos y posterior a ello aparecía la mano que me recordaba que había algo más allá, incluso si no era más que luz cegadora y entonces me aferraba a eso, necio, a veces tanto que olvidaba qué debía recordar en verdad. Lo hacía porque en mi versión del pasado no me había aferrado a nada y por ello no sabía si haberlo hecho habría cambiado algo, si algunos cortes habrían sangrado menos o se habría detenido el ruido.

    El palpitar ensordecedor de un solo corazón dentro de un cuerpo de roca.

    Justo por eso puede me emparejara con el fragmento de la canción, que en el desorden de emociones mi versión actual en vez de retroceder al fondo de la cueva optara por entrar en frenesí y eso no era mejor tampoco. En realidad, ¿no lo había hecho ya varias veces? En diferentes intensidades también y diferentes personas se habían comido la onda de una explosión de la que no debían ser responsables. Sin embargo, en esa suerte de skill issue de dejar todo apilarse hasta que me iba a la mierda, también había tenido que aceptar una suerte de verdad absoluta.

    La verdad que me decía que solo no llegaba a ninguna parte y aprendía más junto a otro.

    Morgan repitió mi idea de las existencias diferenciadas, por llamarlas de alguna manera, y también tomó un pedacito de pollo así que me di por servido. No habíamos tenido toda esta conversación para cederle la razón a nadie, eso lo sabía, ella no elegiría de repente aceptar mi forma de funcionar en el mundo y yo no lanzaría todo al caño para comenzar a vivir según sus lógicas. Pasaba que el intercambio era el intercambio y algo valioso salía de él casi siempre.

    Igual la mención a Hanabi me recordó la anécdota del otro día, la del helado y el tipo trajeado. Eso y que dijera que había comenzado a cantar con Ko bastó para hacerme sonreír, porque reconocía en algo como eso la conexión que lo unía a él a los otros.

    —Seguro a Hanabi le gusta que le cantes —atajé recibiendo el almuerzo de regreso. La mención a sus amigas de Escocia me había llamado la atención—. Puede que sí. ¿Qué sería de la historia si no aprendiéramos algo de los que aparecen en ella? Además la música es agradable, incluso si no pretendes reclamarle nada al mundo. ¿Las echas de menos? A tus amigas de Escocia.

    La pregunta la formulé entre la solicitud silenciosa de que desbloqueara el móvil, así que lo hice y me quedé mirándola, hasta que la escuché tomar también una parte de la letra de la canción. Estiré la mano para pescar el móvil, solo quise husmear la letra igual que había hecho ella y estaba en eso cuando siguió hablando. Escuché también su siguiente pregunta, la del arrepentimiento, y se revolvió con la idea de conformarse, también con otras nociones que quizás se le parecieran si uno estirara demasiado las ideas, como las de elección y prioridad. En su defecto, lo primero que se me ocurrió fue la cagada con Arata y el espectáculo resultante de mi parte, para variar.

    —Me arrepentí. Es el fallo más grande del sistema, eso no se lo voy a negar a nadie, uno puede decir no esperar reciprocidad al otorgar la confianza ciega que viene con esa suerte de préstamo de poder, pero la espera. La esperaba y cuando me di cuenta de que no la estaba recibiendo I was very much damned —respondí un rato después. Me había sentado días y días a pensar en la mierda de Arata, había hecho y deshecho alrededor de esa idea, que acabó juntándose con otras mierdas hasta había aparecido Kohaku a resetearme—. Puede que lo esté siempre, por la forma en que elegí vivir en el mundo. Igual debería replantearme el camino del arte, oído desde afuera debe sonar como que tengo mucho que pedirle al universo y a todo pobre diablo que se cruza en mi camino.

    Me callé unos segundos, chusmeando la letra de la canción todavía y me desinflé los pulmones en un suspiro.

    You brought me through this darkness but you left me here behind. So long to the person you begged me to be. He's down, he's dead. —Fue un murmuro, ni más ni menos, y aunque no dije el otro verso me quedó dando vueltas. A la vez una pregunta me surgió en la cabeza en relación a todo lo que estábamos hablando, la hice en voz baja también—. ¿Cómo es escribir tu propia historia?
     
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  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    ¿Las echaba de menos? Pestañeé, con la mirada aún puesta en la estructura sobre nuestras cabezas, y se me atravesó el clásico pensamiento intrusivo de pensar en la cosa desprendiéndose del techo y cayéndonos encima. Los ventiladores daban más reparo, de todos modos. Esto... no parecía tan grave.

    —No —respondí en un murmullo, luego de tomar aire—. Les guardo aprecio y recuerdo con cariño los buenos momentos que pasamos. Los que tú elegirías, quizá. —Sonreí apenas—. Solíamos ir al bosque detrás de casa, era nuestro pequeño gran refugio. Allí recolectábamos flores y hierbas, preparábamos pícnics, bailábamos y trenzábamos coronas... junto a otras cosas. En cierta forma me salvaron, pero no las extraño. Extrañarlas implicaría un deseo o un anhelo que no siento. Eran muy buenas chicas y estoy segura que lo siguen siendo, but that's life. Nada bueno sale de aferrarse al pasado, de anhelar...

    De dejarle tanto espacio a lo absurdo.

    Darle demasiado poder a alguien no era extraño, quería decir, todos pasábamos por eso en algún momento, luego lo notábamos con mayor o menor atraso y actuábamos en consecuencia. Me pregunté si sería un muchacho demandante en sus relaciones, en sus afectos, y si lo era ¿cómo lo conciliaba con la existencia de Kohaku? Sonaba extraño.

    —Los reflejos del ego son un problema —concordé, pensé que quizá sonaba demasiado abstracto y agregué—: Las expectativas, quiero decir. Lo que esperamos de los demás no es más que el reflejo de nuestro ego, de lo que creemos o nos gustaría merecer.

    No dije nada respecto a su comentario del arte, no inmediatamente. Desde mi posición me alcanzó otro fragmento de la canción, uno parecido al mío, y me volví a erguir poco a poco; pensé en las momias saliendo de sus sarcófagos y sonreí, divertida. Lo miré al recibir su pregunta y mi semblante se suavizó. No creía considerarme superior a él desde ningún aspecto, pero hubo algo en sus ojillos o su voz que me causó un dejo de... ¿ternura? ¿Compasión? Quién sabe.

    —Es poderoso y solitario, y no me refiero a ninguna de las dos cosas como algo positivo o negativo. No me siento sola, pero sé que muchas veces lo estoy. Muchas veces... dejo de existir. El mundo desde los ojos de un fantasma se ve totalmente diferente.

    Me deslicé fuera del escritorio, mis pies regresaron al suelo y paré frente a él. Recogí sus manos con suavidad, lo insté a incorporarse y enredé mi brazo al suyo.

    —Caminemos. —Comencé a andar el espacio con lentitud, que de por sí no era muy grande, como en esta escena que había recordado de Orgullo y Prejuicio—. ¿Qué tipo de arte te gustaría probar?
     
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  20.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    La respuesta de Morgan fue bastante Morgan de su parte, por decir algo, y puede que allí encontrara alguno de los puntos de unión entre nuestros argumentos. Sonreí sin darme cuenta en realidad y aunque no sabía cómo eran sus amigas, al menos pude hacerme una imagen mental suya y de sus momentos; dijo no extrañarlas pues implicaba un anhelo o deseo que no sentía y me pregunté qué se sentía, bueno, no sentir eso. La duda me pareció demasiado salida de mi propia experiencia y la callé, porque puede que fuese cierto. Que ni una cosa buena saliera del anhelo.

    De los deseos sin consumar.

    Puede que esperara mucho de las personas, no tenía idea en realidad, porque tampoco les pedía casi nada a viva voz, no hasta hace muy poco y aún así era cuestionable hasta dónde sonaba tan demandante como yo lo percibía, en mis exageraciones de todo lo que me rodeaba. Emparejar esta idea de la exigencia con la amistad que conservaba con Ko, por ejemplo, parecía contradecirse de un lado al otro. ¿Qué era lo único que le había pedido a la pobre criatura? Que no me dejara y si me sentaba a pensarlo todavía me daba una vergüenza terrible, ¿estaba loco acaso?

    De cualquier forma, al final puede que la lógica del asunto siguiera una línea similar a lo que había soltado Melinda en el patio el otro día, lo del vuelo de las aves, la fe en su regreso a pesar de lo inmenso del cielo y toda esa cosa. Se me había colado en la cabeza como le dio la gana para sorpresa de absolutamente nadie y todo lo que sabía era una cosa. Que partirle las alas a un ave y enjaularla era uno de los pecados más grandes de este mundo, que por eso abríamos las jaulas, aflojábamos las manos y censurábamos nuestro miedo.

    Por ver volar a aquellos que siempre habían pertenecido al viento.

    Porque solo las aves libres podían cantar.

    Lo que dijo la chica me quedó dando vueltas igual, lo de que lo que esperábamos de otros era un reflejo de nuestro ego, pero no dije nada en realidad, porque creí encontrar la contradicción más grande que poseía. Más allá de eso no encontré nada que valiera la pena ser acotado, así que hice un sonido afirmativo y la observé levantarse poco a poco, noté su sonrisa aunque no pude adjudicarla a nada, luego vi que su semblante se suavizó ante mi pregunta y pensé que debí sonar, ni idea, tan perdido como cualquier niño al preguntarle cómo era vivir de otra manera que yo no conocía.

    Se deslizó fuera del escritorio, seguí sus movimientos y cuando me tomó las manos para instarme a levantarme me dejé hacer, aunque el contacto quiso ponerme algo nervioso se me pasó relativamente rápido. Ella se enredó a mi brazo, dijo que camináramos y reí por lo bajo, porque sonaba como que íbamos a dar un paseo por los jardines del palacio o algo.

    —Como desee la señorita —concedí en voz baja, antes de regresar sobre su respuesta—. Los ojos de los fantasmas observan más allá, ¿no? Es la visión ajena que no detectamos y por tanto no podemos limitar.

    Me preguntó por el arte, le di varias vueltas al asunto mientras seguíamos caminando por el espacio y pensé que si alguien entraba seguro se reía de este cuadro. Era un poco peculiar, pero no me incomodaba en lo más mínimo.

    —Tendrías que haber visto los gatos que dibujaba con ocho años, dignos de una pintura medieval. Bueno, puede que todavía lo parezcan, habría que preguntarle a los que han visto semejantes obras de arte —comenté solo por la tontería junto a una risa floja—. ¿Teatro, quizás? Siempre me dio curiosidad, pero no sé modular muy bien la vergüenza así que lo pateé. Confluye con las otras artes además, para preparar el guion, escenografía, vestuario, música y tal.

    La duda me alcanzó medio de repente, ante la mención del guion, así que giré el rostro para poder mirar su perfil. Solo la observé algunos segundos.

    —La forma en que ordenas ideas, ¿escribes o has pensado en hacerlo?
     
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