Observatorio

Tema en 'Planta baja' iniciado por Gigi Blanche, 28 Junio 2022.

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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Sonnen regresó sobre sus pasos, yo igual seguí con mi atención hacia el frente, pensando en qué preparar cuando llegara a casa; ya había pedido el mercado hace poco por lo que suponía que debía cenar primero y luego quizá asistir a la clase de pilates que manejaba de manera virtual.

    Era el cuerpo y la mente lo que debía mantenerse saludable, por lo que luego la ducha, la crema anti estrías, el sérum facial... Y lo de todos los días. Como fuese, la voz de él me sacó de mis pensamientos rutinarios, no dije nada porque no ví lugar a ello. Suponía que siempre había personas que leían más que uno.

    —¿Almacenas información? —fue más una pregunta para mí de si había escuchado bien que para él.

    Giré mi cuerpo para no darle la espalda parcialmente en lo que el cabello dorado se escurría como tramos de hilo.

    —¿La almacenas automáticamente o únicamente si es un tema de tu interés? —era lo que había escuchado en algún momento de memoria fotográfica ¿quizá?—. Me gustan los números, así que he leído libros como medida e integración, o el zoológico numérico.

    En la escuela pasada era un hecho el que para el grupo de niñas pecaba de rara por el amor al arte numérico, aquí suponía que igual. O en el mundo en general.
     
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    Zireael

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    Si esta criatura se sentara a contarme su rutina era posible que me aburriera incluso más que cualquier libro de los que había en esta torre, la verdad, así como posiblemente a ella o a su madre le diera un desmayo si se enteraran de mi falta de estructura. Últimamente mi checklist diaria era tan reducida a lo vital, a la simple meta de no obligar a mi cuerpo a comerse a sí mismo, que tampoco era que pudiera hablar mucho. Seguro la rutina de cualquier diablo era más compleja que la mía.

    Levantarse, ducharse, comer al menos tres veces al día, tratar de no joderlo todo otra vez y de vuelta al principio.

    Su pregunta, en todo caso, sonó más dirigida a sí misma que a mí, como si quisiera confirmar lo que escuchaba y su pregunta me hizo cuestionar si era ella la que escuchaba lo que quería o se le escapaba la definición de "indiscriminado". No se lo pregunté como me habría gustado, porque seguro habría sido quebrando la monotonía hacia la prepotencia y no habríamos sacado nada de allí.

    —Indiscriminadamente —repetí en voz baja, como para aclarar que la pregunta ya había sido contestada—. Imagina el archivo sin fin de una biblioteca. Si escarbas las cajas correctas acabarás encontrando una respuesta, aunque sea básica. Escuche, lea u observe, la información existe y se interconecta como redes informáticas.

    O telas de araña.

    Sin embargo, a veces los datos me utilizaban a mí en vez de yo a ellos, era lo que había entendido cuando todo empezó a derrumbarse como las paredes de un castillo. Que tuviera los datos a mano no me significaba control real sobre las interconexiones, las intersecciones y sus implicancias; los vórtices de las redes aparecían, se tensaban y yo perdía el control y entonces elegía cortar todos los hilos, como si eso me librara de escuchar los ecos de las voces ajenas que se salían de control hasta perder su forma.

    Hasta que la estrella se consumía en una supernova.

    —Números —dije más para mí que para ella. Los libros que mencionó no me sonaron de absolutamente nada de todas formas, así que tuve que hacer preguntas directas—. ¿Álgebra, funciones y esas cosas o más rollo estadística? Bueno, es un poco lo mismo, puede que tengas razón y sea tan aburrido como la física a ojos de otros.

    Fue el primer comentario que pretendió ser una broma, lo solté sin pensarlo demasiado, pero como no modifiqué el tono de voz luego pensé en la posibilidad de que su propósito se perdiera. No busqué corregirme o explicarme a pesar de eso, solo lo dejé estar.

    —¿Y no quisieras estudiar algo más apegado a la rama de los números que prefieres?

    Si era una pregunta demasiado personal podía solo ignorarla, me era indiferente, pero creía que así como los que estudiaban Artes o Ciencias Sociales por gusto, o cualquier cosa en realidad, los que tenían interés por ramas específicas de las matemáticas deberían hacer lo mismo. En esencia porque no eran demasiados a los que les interesaba lo suficiente para estudiarlo el resto de su vida, con lo abstracto que parecía todo.
     
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    Insane

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    Me sentí confundida por el término, digamos que no había escuchado mucho esa palabra en mi vida por lo que presté la atención necesaria para entender, pero igual no sirvió de mucho, sentí como si mi cabeza -que solía discriminar, dividir y seccionar la información- entrase en un trance, por lo que simplemente asentí, no queria sentir vergüenza por algo como esto.

    —Es un poco lo mis... —cerré la boca al pisar sus palabras, a fin de cuentas llegó a la conclusión que estaba por darle—. Si, es justo lo que creo que piensan, o lo dicen directamente —solté el aire por la nariz con la comisura de mis labios elevándose apenas.

    Era algo común, el que te viesen como si tuvieses tres ojos cuando se enteraban que no estabas con el libro de matemáticas por terminar algún deber sino por gusto.

    —Algo como robótica —. Lo había mencionado en algún momento, pero parecían carreras mediocres cuando mamá hablaba de todo lo que podría ser cuando saliera de la universidad—. O matemática como tal, pero no es una carrera que tenga mucha demanda en mi país a menos que vaya a ser docente.

    Y mi madre no estaba de acuerdo con nada mencionado anteriormente. Parecía desvivida por esa ingeniería industrial. Cómo fuese, miré el móvil de pura manía notando que faltaba poco para que sonara el timbre. Me levanté del asiento con el bento vacío y guardé el celular en el bolsillo de mi falda.

    —Fue agradable conversar contigo, gracias —me encaminé hacia puerta, despidiéndome antes de salir—, nos vemos luego.

    Por aquí cierro con Gen, me divertí mucho con el amargado de turno, gracias <3
     
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    Zireael

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    Tal vez la idea que le presenté a Miss Rígida fue demasiado abstracta, no estaba seguro, e igual era bastante cuestionable en vista de que le gustaban los números, las matemáticas quería decir. En algunos puntos me parecía que era más complejo entender números que teorías, conceptos y esa clase de mierdas, pero cada loco con su tema, ¿no? Tampoco me molesté en darle más explicaciones, ella en su confusión asintió y el tema murió allí.

    La chica pisó mis palabras después, con lo de las ramas matemáticas, y solté una risa de nada por la nariz. Cualquier diablo la juzgaría por sentarse con un libro a resolver problemas o sacar medidas estadísticas, yo incluido, pero no tenía caso decirlo a viva voz. Sus otras opciones de carrera me hicieron asentir con la cabeza y dejé de leer un momento.

    —Supongo que sí es un área compleja en la que colocarse —resolví con sencillez aunque ella no era que esperara una respuesta en verdad.

    Seguro tendría que agarrarse de las greñas con su madre para ello de todas formas, era algo que solía pasar. Papá me discutía porque le parecía que no estaba haciendo nada por mi prometedor futuro académico, me pintara estudiar lo mismo que él o lanzarme al extremo opuesto, pero otros padres, bueno, llenaban cucharas con una carrera y se las metían a sus hijos en la boca. De nuevo, mi escenario era menos problemático.

    Y por eso siempre sentía que era un malagradecido.

    —Nos vemos mañana para la entrevista entonces —respondí, despidiéndola con un movimiento de mano.

    No pasaron más que unos segundos cuando me levanté de nuevo, regresé el libro a su lugar y tomé el bento para volver a clase. Al menos saldríamos de esto rápido, así ninguno tendría que lidiar con Katrina más de la cuenta.


    Gracias por caerme uwu <3 estuvo entretenido
     
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    Gigi Blanche

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    me recibí, usé una canción que ni siquiera está en youtube o soundcloud JAJAJA puta madre. Bueno, acá el link de spotify, es lo mejor que puedo hacer :D
    Morgan 2.png

    La última respuesta que el receso me permitió recibir de la niña de ayer me gustó bastante más que la primera. Habló de ilusiones, relativizó la realidad, lustró una balanza dorada y depositó a cada lado conceptos densos y poco frecuentados. Sus ideas conectaron con la columna vertebral del libro que le había recomendado; todo se remitía, otra vez, al poder de la mente, y me pregunté si la magia no sería simplemente eso: un truco. Una sombra en la pared.

    Como el poder, que residía donde los hombres creyeran que lo hacía.

    No pensaba que esta clase de conversaciones derivaran en soluciones milagrosas, si acaso honraban el ansia de la filosofía: preguntar, jamás responder. Las disfrutaba bastante. Lejos de las emociones absurdas, lejos de cuán útiles o no me parecieran, en el núcleo de las personas solía habitar, muchas veces confinada, una versión mucho más pura de ellos mismos. No más buena, ni más pequeña, ni más inocente. Más genuina. Descifrar esa contraseña se asemejaba a encontrar un libro antiguo, una vez escrito, pero rara vez leído. Era un chispazo de lucidez en medio de una realidad siempre tan somnolienta.

    Y de las pocas cosas que me interesaban del mundo.

    La primera respuesta de la niña me había resultado superficial y aburrida, pero la segunda me removió el corazón con un atisbo de expectativa. Incluso en la lejanía creía haber vislumbrado un rastro de luz, un eco resonante. Un hilo del cual jalar. Me había preparado para seguir preguntando, la penumbra de la biblioteca había palpitado, y entonces... la campana sonó. Vaya fiasco.

    ¿Qué define lo que es real o irreal, sino nuestra propia mente?

    ¿Qué tan real es lo que nos rodea?

    —Quizás encuentres la respuesta en nuestra conversación. —Sonreí, sedosa, y la miré—. Hacer trampa es divertido y arriesgado, es el privilegio de los despiertos, y qué triste sería la vida sin ello, ¿no? Yo creo que la magia existe, y que el arte se le parece bastante.

    Comencé a retroceder, sin prisa y sin hacer un sonido. Si ella no me estuviera mirando, si sus sentidos no se encontraran abocados a mi presencia, podría fácilmente engañarla. En el juego de anticipo y distracciones se especializaban los ilusionistas, y todo en definitiva se conectaba. El arte fabricaba emociones del aire, alteraba nuestra realidad e incluso lograba burlar la veracidad de los sentidos. Una composición musical anaranjada, una puesta de sol con sabor a miel, el zumbido de una abeja oliendo a lavanda. La mente hilaba el mundo como le venía en gana y por eso era manipulable. Por eso la magia y los ilusionistas existían.

    —El mundo es absurdo —repetí, llegando al final de la estantería, y mi sonrisa se amplió considerablemente—. Y nosotros, los despiertos, sólo estamos sobreviviendo, ¿verdad?

    Me había tomado atribuciones que quizá no me correspondieran sólo porque me había apetecido. Con ello desaparecí de su vista y, poco después, abandoné el escondite de las murallas de libros. Mis ojos se reajustaron a la luz de la estancia y seguí hasta mi clase, tranquila. Había topado con una niña muy bonita y bastante interesante, podía considerarlo un buen día.

    . . .

    En ello pensaba cuando ingresé al observatorio. El recinto, vacío y silencioso, me recibió con la penumbra usual y avancé. Del piso superior se colaban haces de luz sobre los cuales danzaban las motas de polvo, perezosas, casi estáticas. Mi presencia las alborotó ligeramente y me senté sobre el escritorio, desde donde abrí el libro que traía en la mano. Detallé la textura del cuero ajado con la yema de los dedos y retomé la lectura, exhalando poco a poco. El autor era un católico irlandés, y se notaba. Las nociones de culpa y de pecado espiralaban en la consciencia atormentada de un joven hombre.

    On the harbor point, across the waves,
    t
    he ship of my dreams is steering me without delay.

    Land of rye grass, I bear you no ill-will.
    The harbor, the destination, North Boisdale.
    Junto a la lectura repiqueteaban las campanadas de la Catedral de Inverness, donde por muchos años mis padres me habían llevado a comulgar y confesarme. Al menos, el recuerdo de ciertas canciones era dulce y agradable. Comencé a cantar, absorbida por la prosa de Joyce, mientras los recuerdos se amalgamaban y generaban ilusiones fugaces. El sabor acartonado del cuerpo de Cristo, las prácticas paganas con hierbas y huesos, la prisa por cruzar el pasillo ya oscuro y los sonidos que oíamos a través de las sábanas. Nos convencíamos de que mucho no era real, que se trataba de nuestra mente jugándonos trucos.

    Pero ¿cuál era el consuelo de eso?

    ¿Y cuál la diferencia?

    tremenda pared de texto que no tenía planeada pero salió así y lo disfruté un montón JAJAJA

    Bruno TDF te etiqueto para que sepas que hackeé el sistema y le respondí a Melinda, me había quedado con muchas ganas desde que cerró ese receso <3

    Y pues, ahí queda Morgan nomás al servicio de la comunidad
     
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    Zireael

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    Ayer ciertas imágenes se habían amalgamado de formas extrañas, todo lo que pude recordar fue el pasillo, mi ojo morado, la pregunta críptica que le hice a Ko y que ellos entraron, salieron, pero Sasha no. En el pasillo, el día de la vergüenza, Wickham y Alisha habían entrado después.

    Ellos salieron y Sasha no.

    La presencia de Verónica y Jezebel me tironeó hacia la duda, lo suficiente para colarme en los saludos al vuelo. Fueron la correa que me presionó el cuello hasta distraerme y en mi confusión me quedé en el terreno tibio, inútil, del que ve algo suceder y no hace nada. ¿El silencio no nos transformaba en cómplices del caos del mundo? ¿De lo que estaba mal y nunca cambiaba? La pregunta me dio vueltas en la cabeza el resto del día, para variar, me lanzó a otros escenarios y la rueda de hámster que tenía por cerebro quiso humear.

    Al día siguiente las clases pasaron en cámara lenta y luego de correr otro poco en la puta rueda, me empujé fuera de ella. Le escribí un par de mensajes a Arata, solo para ver si me contestaba al menos, luego escarbé en la mochila para sacar el almuerzo y los audífonos de cable que estaban más enredados que mis ideas.

    Salí de la clase después de haberme encajado el bento bajo el brazo, allí noté a Vero y Jez aunque no las interrumpí. En el mapeo del pasillo mis ojos se deslizaron a la puerta de la 3-1 un instante del que no fui consciente, fue antes de decidirme a bajar en el ascensor para poder ir desenredando los audífonos sin irme de boca por las escaleras. Cuando las puertas me escupieron en la planta baja ya había deshecho la maraña del cable y puesto una canción, la primera que me saltó en el aleatorio, con la que recorrí el camino hacia el silencio del observatorio.

    Al llegar a la puerta había murmurado algunos versos sin darme cuenta, así que solo cuando ya había dejado entrar la luz exterior en el espacio se me ocurrió que podría haber alguien. Observé el espacio con algo de ansiedad contenida mientras recogía el cable de los audífonos luego de habérmelos quitado. Había alguien, sí, y resultó ser Morgan que estaba sentada sobre el escritorio con un libro.

    Como era alguien a quien conocía al menos no lo sentí tan raro, de hecho solo entonces me di cuenta que la preocupación de encontrarme a alguien con quien no hubiese hablado antes o con quien me llevara mal directamente se había desvanecido. Mis ojos se distrajeron en el interior de la torre, luego volvieron a ella y le dediqué una sonrisa que valió de saludo y disculpa.

    —Perdona por haberte interrumpido, no pensé que hubiese alguien hasta que ya había abierto. —Desde mi posición no pude distinguir bien el libro en realidad, pero seguro fue evidente que pretendí husmear—. ¿No te importa si me quedo? Callado si hace falta, para que sigas leyendo tranquila.


    i gotta admit, me tenté porque torre medieval + morgan siempre es *chef's kiss*
     
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    Gigi Blanche

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    La luz se había colado por la puerta, bañando el espacio de un resplandor intenso hasta ahora reservado para la caricia que provenía del piso superior. La irrupción no repercutió en mí de ninguna manera, como si no hubiese ocurrido, y me mantuve en el libro hasta acabar la oración en la que estaba. "Los versos se borraban de sus labios y los gritos inarticulados y las palabras bestiales, nunca pronunciadas, brotaban ahora de su cerebro tratando de buscar salida".

    Recién entonces alcé la cabeza y parpadeé, encontrando la silueta oscurecida de un muchacho; el contraste me dificultó reconocerlo hasta que el color de su cabello destacó. Sus ojillos se movieron con curiosidad y lo observé desde mi posición. Esbocé una sonrisa relajada, casi adormilada, unos pocos segundos después.

    —Toda la mañana forzados a guardar silencio, ¿por qué te querría callado? —repliqué, tranquila, y reposé la mano en el centro del libro abierto sobre mi regazo—. Come, lad. Me gusta la compañía.


    u///u
     
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  8.  
    Zireael

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    Igual la disculpa tácita ni habría hecho falta, Morgan no pareció reaccionar en absoluto a la interrupción, como si no la alcanzara y hasta terminó de leer. Algo en el cuadro me hizo gracia, no una gracia maliciosa en lo absoluto, la chica siempre parecía solo fluir en el mundo. Interrumpirla debía haberme preocupado más a mí que a ella en realidad, así que eso terminó de sacudir cualquier rastro de preocupación al respecto, si quedaba alguno.

    Su sonrisa fue relajada, vino un poco después, el apunte de que por qué querría que estuviera callado si toda la mañana se nos pedía silencio me hizo soltar una risa baja por la nariz. Cerré la puerta para desaparecer la luz de afuera, que parecía hasta extraña en comparación al interior, y me acerqué sin prisa luego de que dijera que le gustaba la compañía.

    Ladeé la cabeza al reparar en el libro en su regazo, luego volví la atención a los libreros solo para ojearlos como la otra vez. Era un viejo hábito, incluso si no leía tanto como otras personas siempre me gustaba husmear, si encontraba algo interesante bien y si no también.

    —Imaginé que todo el que lee en una torre así espera silencio, tal vez —respondí aunque parecía que había dejado el asunto morir y sujeté el bento con una mano, para ya no tenerlo prensado bajo el brazo. Regresé la mirada a ella entonces, cediendo a la curiosidad con una facilidad ridícula—. Como no es el caso, entonces tendré que saber qué lees.
     
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  9.  
    Gigi Blanche

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    Dunn ingresó al espacio, reparó en mi libro y luego, en la estantería a mi izquierda. Seguí sus movimientos y decisiones silenciosas sin un motivo más allá del evidente, en parte anticipando que volvería a hablar. Darle tiempo y espacio a las personas para existir permitía observarlas de forma diferente. Algunos se inquietaban, otros se relajaban.

    Recibí su voz con una pequeña sonrisa. Su conclusión tenía sentido, si echaba un cuestionario bajo la puerta de cien personas probablemente consiguiera resultados categóricos. No renegaba de los preconceptos, ayudaban a la adaptación y a sobrevivir. En toda apuesta había un porcentaje de estrategia, por contradictorio que sonara, y las personas... Bueno, a las personas les interesaba mucho adaptarse bien.

    —Es divertido desviarse de la media —reflexioné, fue a su vez una afirmación y puede que incluso, a ciertos oídos, una confesión—. Si me molestara te lo diría.

    Desconocía el significado de la falsa modestia, ¿no por eso la adorable Cathy me había arrancado de sí? O al menos lo sospechaba, a ciencia cierta jamás había descubierto el motivo. Cayden cambió su bento de lugar y mi sonrisa se ensanchó al recibir su pregunta. Bajé la mirada y deslicé la mano, permitiéndome retomar el párrafo que había interrumpido.

    —"Su sangre estaba alborotada. Erraba arriba y abajo por calles oscuras y fangosas, escudriñando en la sombra de las callejuelas y de las puertas, escuchando ávidamente cualquier sonido. Gemía como una bestia fracasada en su rapiña. Necesitaba pecar con otro ser de su misma naturaleza, forzar a otro ser a pecar con él." —Cerré el libro con mi dedo en medio para no perder la página y le mostré la portada. Los relieves dorados centellearon con sutileza bajo la luz ambiente—. A portrait of the artist as a young man, de James Joyce. Su prosa es caótica y enrevesada, muchas ideas las extiende al infinito y le encanta superponer eventos, pero posee una voz única. Leerlo es como... rozar ecos del pasado.

    Bajé el libro poco después, con mi dedo aún aprisionado, y sin moverme de los ojos del muchacho agregué:

    —¿Qué escuchabas?

    Lo había oído recogiendo el cable de sus auriculares.


    since i have it here dejo fotico del libro en cuestión

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  10.  
    Zireael

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    No cuestioné mucho la familiaridad que creía sentir con Morgan, era amiga de Ko y cuando habíamos hablado los tres me sentía cómodo, era más o menos lo que le había dicho a Hubert cuando me contó de su encuentro con ella. El punto era que la noción de comodidad se trasladaba con bastante fluidez a este momento. Incluso si percibí que siguió mis movimientos, saberlo no me inquietó ni nada, y seguí funcionando con relativa normalidad.

    Al final, a pesar de que encontrara a alguien aquí, la torre había cumplido su función de silenciar el ruido que percibía en el edificio principal de la escuela. El silencio era un arma extraña, a veces aliviaba y a veces angustiaba, era tanto bueno como malo. Suponía que eso aplicaba a muchas cosas.

    —Nada muy emocionante pasa en la curva normal —secundé sin mucho problema, también valió de afirmación y confesión, no era la primera vez que hablaba al respecto. Igual se me había escapado una risa al escuchar que si le molestara me lo diría—. Now I know.

    Al preguntarle por el libro no creí que me leyera el párrafo donde había quedado, pero al notar que empezaba a hacerlo le presté la debida atención. Algo del fragmento me resultó desordenado o fue más bien la imagen mental que consiguió crear, incluso si era solo una parte suelta de todo lo demás, y luego justo porque estaba sacado de contexto quiso hacerme gracia de formas extrañas. Había dejado la vista en Morgan, pero en algún momento mis ojos se deslizaron a la escalera de caracol, luego a la parte superior del observatorio y ciertas sensaciones me palpitaron en el cuerpo.

    Noté por el rabillo del ojo el movimiento, así que volví los ojos a ella cuando me mostró la portada y me acerqué más para poder leer bien antes de que lo bajara de nuevo. Apoyé el bento en una esquina del escritorio, dejé las manos encima y sonreí al escuchar que definía la prosa como caótica y enrevesada. Se me ocurrió, un poco de repente, que esta muchacha que leía bastante más que yo era bastante más inteligente también y me pregunté hasta dónde podría seguir una conversación sobre la prosa de algo. Al menos creía que hablar de libros era un poco más sencillo que aprender a jugar ajedrez.

    —Creo que concuerdo con lo de caótico, aunque me leíste una parte pequeña, la imagen mental fue desordenada. Como debía ser, supongo —respondí pasados unos segundos, antes de volver sus propias palabras—. ¿Ecos del pasado?

    Fue una pregunta al aire, inespecífica en realidad, si acaso tuvo la intención de entender a qué podía referirse con esa idea. En todo caso, me preguntó qué escuchaba y como había puesto la música sin prácticamente fijarme hundí la mano en el bolsillo, saqué el móvil y activé la pantalla solo para ver qué era lo que venía oyendo, hasta cantando, sin ser consciente en verdad de ello.

    —El aleatorio de una lista de, creo, seiscientas canciones —contesté mostrándole la pantalla donde aparecía el reproductor con la canción como ella me había mostrado la portada del libro.


    para más inmersión terminé buscando el pdf y me fui a leer más del párrafo de morgan? oh sí

    dejo la canción en cuestión as well
     

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