Observatorio

Su respuesta fue bastante sencilla, no había esperado nada diferente y me contó que planeaba salir con su mamá y trabajar. Sonreí, tranquila, y se me coló una risa breve en la voz justo al principio de la frase.

—Lo de siempre —acordé con él—. Iré a trabajar y estaré en casa. Igual puedo copiarte y decirle a papá de salir a merendar, ahora que tengo unos ahorros.

La neurona se me patinó por un micro segundo, solté lo último sin ser plenamente consciente de las implicancias o deducciones que podían hacerse en base a eso; o quizá yo lo estaba pensando demasiado, vaya. Las cosas en casa mejoraban poco a poco, en el Paraja ganaba bastante mejor y me mantenía optimista al respecto, creyendo que conforme ganara experiencia los ingresos serían aún mayores. Era la única perspectiva que realmente me ataba al club, el verdadero motivo por el cual me empeñaba en estar ahí.

O eso me decía a mí misma.

Lo seguí hacia la puerta y el sol que se filtró me hizo entrecerrar los ojos un segundo. Se giró hacia mí, lo miré y su resolución me arrancó una risa que quedó a medio camino entre la diversión y la indignación. ¿Propuesta indecente? ¡Había que ver el coraje!

—Sarna con gusto no pica —solté al aire, usando una frase hecha que me hizo sentir una ancianita, y una vez alcancé el exterior de la torre me detuve a esperarlo—. En cualquier caso recuérdame no volver a ofenderte, que me saldrás cada vez más caro y temo por mi estabilidad económica.

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cierro con Sasha over here. Gracias por el almuercito, estuvo super nice uwu

 

Allen me había contestado que prefería que la entrevista fuese mañana, así que todo lo que hice fue escribirle un “okay” de lo más escueto y lo dejé así. En la tarde cuando llegara a casa se lo comentaría a papá y el asunto quedaría solucionado, pues ya lo había dejado avisado con tiempo de que era posible que necesitara que fuese a la escuela. Mira que hacerlo ir a la escuela por una cosa que no fuese una pelea o cualquier mierda en varios años era casi algo que aplaudirme, pero nadie tenía ganas de hacerlo en lo absoluto. Mucho menos yo.

Cuando la campana sonó me costó volver al mundo, no me había dormido, pero me había desconectado de las clases de una forma bastante extrema. El timbre del receso me hizo parpadear de forma consciente, vi que tenía el borde del cuaderno lleno por una línea continua de tinta que acabó convirtiéndose en un marco negro, como si estuviese lleno de hormigas por los espacios blancos. Lo cerré, me enjuagué los ojos y noté que el día estaba bastante nublado de repente.

Fue allí donde no supe qué mierda hacer, porque dudaba poder solo resetear todo con Jez, ni siquiera me sentía cómodo con la idea, pero sabía que era ella y el clima le hacía mierdas a su estado de ánimo. Le pregunté de todas formas, ella quiso tranquilizarme y yo… ¿Huí? No supe si calificarlo de huida en realidad.

Antes de salir interrogué a Cayden sobre Shimizu, me dijo que no creía que hubiese venido hoy tampoco, que no le había contestado unos mensajes de ayer y supuse que debía seguirse muriendo de withdrawal. No lo molesté más de todas formas, él mocoso se quedó en su asiento y yo salí al pasillo en dirección al ascensor.

Tenía muchísimo sueño, lo juraba por Dios, no haber dormido anoche me estaba pegando como una patada y sentí la mente pasearse por rincones extraños. Pensé en Arata terminando en emergencias por alguna razón, luego recordé las frutas que le dejé a Anna y volví a cuestionarme si no estaba siendo demasiado necio, recordé también las charlas de ayer y el dolor en la voz de mamá.

Y acabé jugando rayuela en la cabeza.

Al salir a la planta baja seguí andando sin saber realmente a dónde iba, cuando quise darme cuenta estaba frente a la torreja a la que no recordaba haberle llevado el apunte en lo absoluto desde que la construyeron. A mi parecer era lo igual que se hubieran tardado meses a que hubiera aparecido del mismísimo aire, no guardaba un solo recuerdo al respecto. Suspiré, abrí la puerta y entré despacio, solo para ser recibido por un espacio extrañamente medieval.

Cerré la puerta tras de mí, recorrí el lugar y pronto terminé frente a los libros. Leí tantos títulos que perdí la cuenta, ninguno me interesó en realidad así que dejé los libreros en paz. Husmeé por el inicio de la escalera de caracol, luego volví sobre mis pasos hacia el escritorio, donde moví algunas cosas para sentarme con el almuerzo en el regazo. Tenía más sueño que hambre, pero había hecho promesas y si comenzaba a sacar piezas para acomodar otras se me iba a ir todo a la mierda de nuevo, así que mejor seguía la rutina como si estuviera en el preescolar.

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relleno and just that (? ahí queda

si alguien quería venir y me le colé lo saco, no problem

 

Me había dedicado a comer bastante en cámara lenta, apartando algunas verduras del salteado porque la textura de la cebolla cocinada a veces me daba un poco de asco por alguna razón. No le estaba pescando todavía mucho gusto a nada de lo que me comía, si debía ser sincero, y el último bocado solía quedárseme atorado así que prefería no probarlo, pero al menos ahora el arroz me supo bien, también la carne y el par de gyozas que oba-san, al recordar que me gustaban, debía haber freído a vete saber qué hora de la noche ayer.

Acababa de tomar un poco de arroz con los palillos cuando la puerta se abrió otra vez, la luz del exterior, fría y cegadora por las nubes, recortó la silueta y no pude reconocerla hasta un poco después. Comprimí los gestos, regresando la comida al bento, y me quedé mirando a Allen que hizo un mapeo por el espacio, como si quisiera confirmar la presencia o ausencia de alguien.

Recordé que Akaisa parecía estar en un limbo entre responderle mal o partirse de risa en su cara, así que supuse que esta chica solo quería corroborar si no estaba. No tendría por qué estar, para empezar, a mí Katrina también me sentaba como un grano en el culo, ¿por qué iba a compartir espacio con ella si me daban libre albedrío? En fin.

—No, me da igual —respondí luego de haberle regresado el saludo.

Hubiera tenido su gracia saber que no se había quedado en su salón por evitarse una cara de moco, pero había venido a encontrarse otra, pero hubiese sido incluso más hilarante que llegar a saber lo de Kurosawa. A ver, todo esto me daba absolutamente igual, como le había dicho a Akaisa, pero era cierto que la chica parecía meada por una manada de elefantes. Tenía bastante mala suerte.

—¿Y Kasun? —pregunté más bien por protocolo, regresando la atención a mi almuerzo.

 

Seguí sus movimientos un poco por manía, no porque me interesara realmente. En general esta chica me daba bastante igual, solo había terminado en un grupo de trabajo con ella y poco más; en cierta manera ostentaba el mismo desinterés que ella poseía hacia el resto del mundo más allá del Kasun family friendly y suponía que por extensión también más alla del marca diablo.

Luego de que acomodara los libros, se sentara y se concentrara en su almuerzo le pregunté por el llavero. Resultó que el chico pidió un permiso, se fue temprano y eso explicaba por qué estaba sola. Como fuese, había seguido comiendo mientras me respondía y cuando me preguntó por Akaisa la miré como si se hubiese vuelto loca. ¿Ella llegaba a esa conclusión luego de ver cómo había hablado con Katrina? ¿Cómo trataba ella a sus amigos o qué?

—No. Solo nos conocemos y ya —respondí con la eterna cara de póker y el tono invariable, pues para no ser más grosero de la cuenta.

Me bajé otro bocado de comida con la vista puesta al frente, detallando ciertas cosas del espacio para entretener la vista en algo y eso le dio tiempo a Allen de formular otra pregunta. Negué con la cabeza antes de decir nada.

—Quiero decir, claro que tiene que reagendar cuestiones y demás, pero no le molesta. Tiene a quienes relegarle sus responsabilidades y le gusta ayudar, debe estar contento de que lo hayamos elegido.

 

Era cuestionable esto de si Akaisa tenía amigos para empezar, a mi parecer tenía cómplices y peones, pero nada más. Se aliaba con las personas a conveniencia, según caprichos de intereses, posibilidades o meros polvos, en el caso más simple. No era algo que me interesara en tanto me dejara en paz, como tantas otras cosas; Katrina era esa clase de persona que uno, si tenía algo de anhelo por vivir en paz o sentido de la preservación, evitaba en la medida de lo posible.

Lo peor era que la hija de puta no era tonta, era peligrosamente inteligente.

Por demás, esta chica parecía igual o más imbécil social que yo y que me perdonara Dios o quien fuese, pero era cierto. A mí no me interesaba mucho el protocolo, quería decir, no en tanto no cumpliera una función, ella no sabía si no le interesaba o prefería jugar a no moverse, como si la gente fuese un puto T-Rex. Viendo cómo trataba a Kasun y su desdén hacia Akaisa, quizás fuese una mezcla de todas las posibilidades. Desinterés, falta de habilidades, preferencia por convertirse en un vegetal, yo qué sabía.

Pero uno no podía solo pilotar un avión y darse por servido.

A ver, esta clase de mierdas era más fácil con otras personas. No era que yo hablara mucho tampoco, pero esto me parecía un poco extremo, hasta yo sabía identificar los silencios extraños. En esta torreja, a este paso, iba a escuchar como le palpitaba el corazón.

—Ya estabas en la escuela en los proyectos anteriores. —No fue una pregunta, fue más bien el resultado de un mapeo mental hasta recordar su apellido en las listas—. ¿Cómo te fue en los otros?

 

En cierta medida me sorprendía que esta chica no hubiese adquirido ciertas habilidades o cortesías sociales solo de estar con Kasun, porque el mocoso se veía amable, alegre y tranquilo, pero tampoco podía cuestionarla demasiado. Si bien era cierto que yo quería pensar o sentía que había aprendido algo de mis amistades, de Anna en particular, también entendía que habían fragmentos de nuestras personalidades que eran mucho más rígidos.

Al hacerle la pregunta valoré la posibilidad que me contestara una palabra, en cuyo caso pensaba solo guardar silencio y compartir el espacio con ella, pero resultó que argumentó un poco respuesta. No tuvo nada de sorprendente de todas formas, dijo que no entendía o le parecía extraño que revolvieran a todos los salones para hacer los grupos en vez de dejarlo en las mismas clases y dejarnos el poder de decisión.

No contesté nada de inmediato, cerré mi bento con el último bocado de comida en él, lo dejé a un costado del escritorio y me bajé del mueble para ir a los libreros otra vez. Leí los lomos hasta que encontré uno que medio me llamó la atención, así que lo saqué de donde estaba y lo abrí desde la primera página.

—Si les preguntas a los profesores o quien sea que haya tenido la idea, argumentará que lo hacen así para hacernos interactuar con los demás. Si lo dejan entre los mismos salones y nos permiten elegir, obviamente acabáremos todos trabajando siempre con las mismas personas —dije entonces mientras iba leyendo. Si lo dejaban así, era posible que yo terminara trabajando con Jez y, un poco porque era lo que había, con Cayden y tal vez Adara porque era amiga de Jez—. Al trabajar en una empresa acabarás teniendo que lidiar con todos, no solo con los que te caen bien. Imagino que esa es la lógica del martirio de ponerte con Akaisa y conmigo.

No lo dije con la intensión de molestarla, hacerme la víctima ni nada en lo absoluto. Fue más bien un fact dicho al aire, una certeza de que obviamente esta niña prefería estar con su adorado Kasun que con la loca de Katrina y mi cara de moco.

—Es la primera vez que vengo. Está bien, supongo, por el silencio y la atmósfera —respondí a su pregunta de si me gustaba este lugar, pasando una página—. Es una escuela internacional de niños ricos en su mayoría, si no invirtieran uno sospecharía que están desviando los fondos. Al menos en los espacios de clubes y demás, parecen botar todo el dinero, lo que supongo que está bien para los que están interesados en eso. Tan siquiera tienen espacios ordenados, equipo de calidad y tal.

 

Que soltara que mi presencia le daba lo mismo hizo que la sombra de una sonrisa me alcanzara los labios mientras seguía leyendo, supuse que a lo que se refería era que yo no le molestaba, como sí le molestaba Katrina, pero el orden y elección de palabras dejó mucho que desear. Cualquier otra persona podría habérselo tomado a mal, pero incluso de haberse referido a que genuinamente yo le daba igual, bueno, a mí me era indiferente. Igual vi un poco raro no decirle nada de regreso, así que luego de unos segundos abrí al boca.

—Ni a mí la tuya.

La conversación igual siguió una ruta un poco protocolaria, me parecía el equivalente a contestarle a Uber cuando te preguntaba sobre el clima, pero lo dejé estar. En cierta medida era mejor al silencio de antes, bueno, tal vez. No estaba realmente seguro.

—¿De dónde eres? —pregunté siguiendo la lectura que de por sí era un poco en diagonal—. Digo, por el nombre extranjero y tal.

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nyooom aprovechando que acabo de sentarme con la compu

 

Negué con la cabeza cuando me preguntó si había visitado Canadá, Quebec específicamente. Por alguna razón asumí que estaría mirándome, fue una idea salida del aire, así que cuando entendí que tal vez no fuese el caso respondí que no había ido nunca. Luego murmuró algo en francés, al menos la tonalidad sonó a francés que después de todo era el idioma oficial de Quebec, y pensé que sonaba similar al italiano de mamá y al español de Anna.

—Es un idioma un poco raro —reflexioné sobre el japonés—. Aunque he escuchado que para los que saben alguna lengua romance, español en particular, es un poco más sencillo, pareciera que el japonés tiene ciertas cosas similares al menos en pronunciación. La lectura es otro tema, los silabarios son un embrollo y los kanji son peores.

Dejé la idea en el aire, pasé otra página y leí un poco más. Ella me regresó la pregunta, así que de nuevo dividí la atención.

—Nací aquí. Tengo ascendencia alemana por parte de papá, aunque él y el abuelo también nacieron en Estados Unidos; mamá es italiana nacida aquí, conoció a papá en Estados Unidos porque se fue a estudiar allá —contesté sin prisa—. ¿Cómo terminaste en este lado del mundo?

 

Así no lo supiera, el hermetismo de esta chica al menos tenía fundamentos más claros; su familia conservadora y la madre controladora explicaban de cabo a rabo su personalidad cerrada, la carencia de herramientas sociales y la facilidad para soltar ciertas cosas sin pensar realmente en el contenido de sus palabras. Mis padres no eran especialmente estrictos, no me exigían demasiadas cosas más que dejara de armar la bronca y tuviera notas decentes, así que mi hermetismo parecía venir de... ¿Del fondo del agua? ¿De la sangre Sonnen? Puede que ambas.

El punto era que papá solo se había puesto pesado con el tema de la universidad porque sabía que debía usar mi cerebro, ese que había heredado de él, de una maldita vez por todas y previo a eso con la necedad de que fuese al instituto anterior, antes de este. Mamá, por su parte, parecía empeñada en no querer un hijo con pintas de criminal o que no acabara muerto por ahí, que era algo bastante estándar para una madre. Había cuestionado el coche negro que apareció en la entrada frontal, el enviado por Dunn, pero tampoco podía hacer más.

¿Qué iba a decirme? ¿Qué no me juntara con el motociclista y el hijo de la mafia? Vamos.

—Si en algo lleva razón es que los japoneses adoran la disciplina y el orden en ciertos espacios —resolví en algo que sonó a pensamiento en voz alta, pero no externalicé el resto de la idea, esa que tenía que ver con que esta escuela era mucho más permisiva que otras de la misma categoría—. Aunque parece una decisión bastante drástica.

A mí no me incumbía en lo más mínimo, como si a su madre le pintaba vestirla y maquillarla de payaso, ese asunto era entre ellas. Tampoco pretendí la gran cosa con mi comentario que fue, una vez más, una idea soltada al aire. Su pregunta sobre la universidad me recordó los días que papá estuvo encima de mí con el tema, los días que me alejé de Anna y toda la mierda consecuente, revuelta con el asunto de Fujiwara después.

—Voy a seguir el mismo campo de estudio que mi padre, ciencias de la computación o tecnologías de la información y comunicación. —De haber estado hablando con otra persona habría soltado una broma sin gracia de que era una carrera de empollones, pero no dije nada y me limité a seguir el curso de la charla—. ¿Tú?

 

Suponía que elegir el mismo camino que un padre era distinto a que la figura de un progenitor nos forzara a convertirnos en aquello que ellos deseaban haber sido, en una existía una noción leve de libre albedrío, en la otra la certeza absurda de que eras un monigote al servicio de una mano invisible. Esa clase de control era terrible y casi que había que darse créditos a esta chica por soportarlo, en vez de mandar todo a la mierda y volverse un caos con patas. Muchos lo hacíamos por menos.

Cuando dijo que su madre no conocía la palabra "drástico" despegué los ojos del libro un instante, la miré sin que mis gestos se modificaran en lo más mínimo y me pregunté si realmente alguien conocía la definición de drástico en verdad. La falta de límites o el exceso de ellos parecía repetirse hasta el agotamiento, estaban los que no exigían nada en lo absoluto y los que lo controlaban todo.

No le respondí nada porque me pareció que podría ser invasivo o que sonaría grosero directamente, así que volví los ojos al libro, escuchándola cuando habló del campo laboral. Esa era la parte difícil, porque si aspiraba a manejar un imperio como el de mi padre, uno que no fuese suyo, tendría que llegar a una idea millonaria como la suya con... ¿Qué? ¿Veintiún años?

Esperaba que mi cabeza me diera tregua entonces.

Ella sería ingeniera industrial y aunque sonaba raro, tal vez tuviera apenas una cuota de sentido. Los ingenieros industriales se enfocaban en la optimización de procesos, sistemas y demás, incluido el capital humano en muchos casos. La rigidez de Allen servía a ese propósito, aunque de repente, con su comentario de antes sobre su madre, me cuestioné si la decisión era de la chica o de la señora.

—También tendrás múltiples salidas laborales —comenté al aire—. Todas las grandes empresas requieren de ingenieros industriales en sus procesos.

Luego me preguntó qué leía, no contesté de inmediato, me limité a terminar el párrafo y medio alcé el libro para que pudiera ver la portada. Lo había pillado por ocupar la mente en algo, la verdad.

—The Supernova Story, al parecer —respondí todavía con la misma cara seria de siempre y escupí la información que tenía almacenada en el archivo, quería decir, en la mente—. Una supernova es una explosión estelar, la muerte de una supergigante roja o el descontrol de una enana blanca. Al colapsar, se convierten en púlsares, estrellas de neutrones o agujeros negros. Resultan en estallidos inmensos de energía y luz que luego se vuelven estos remanentes o eso se cree.

 

Suponía que el silencio era cómodo, yo sabía de esa mierda, pero en ciertas situaciones era incomprensible. Ser el muñeco de un padre me parecía una de esas situaciones, pero yo qué sabía finalmente, ni siquiera me imaginaba el escenario general de la vida de esta chica. Su comentario, aunque extraño y suelto, sin duda había expandido una serie de hilos frente a mis ojos, conexiones posibles de la red que había obligado a una niña canadiense a venir a meterse a Japón por el bien de la disciplina. ¿Era mi asunto? No, apenas podía con mi propia vida como para interesarme por la suya.

Por demás, realmente ni había llegado al texto como tal, estaba en el prefacio del noventa y ocho, donde Marshall hablaba de como había pocas supernovas registradas por el ojo descubierto. Menos de media docena en siglos de registros de eventos que apuntaran a destellos celestiales lo bastante fuertes como para rivalizar con la Luna, hasta que no sé quiénes habían descubierto que las olas de neutrinos golpeaban la tierra como el sol a un vidrio. En fin, que lo que le vomité a Allen venía de otro lugar, de haberlo leído escuchado o tomado de alguna otra fuente, como todo lo que poseía archivado.

Alcé apenas las cejas cuando Miss Simpatía fue capaz de reírse, fue una risa nasal ligera que incluso podría calificar de insignificante, pero la chica igual me miró con cierto destello de disculpa en los ojos. No dije nada, regresé sobre mis pasos al escritorio pues me había quedado cerca del librero y volví a sentarme, centrándome en leer un poco más.

—No leo tanto en realidad, quiero decir, creo que conozco gente que lee más que yo —admití pasados unos segundos, luego de leer que ni un solo científico entendía qué le había pasado a sus aparatos con la ola de neutrinos—. Almaceno información casi de forma indiscriminada, eso sí, la tomo de los espacios y la guardo. ¿Qué lees que puede considerarse tan aburrido como la física y la astronomía?