One-shot Nunca quiso irse [BTOOOM!]

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Oh boy, entre el rol en general y el último capítulo de got mi alma está destrozada. Llevo escuchando esta canción en loop desde hace hora y media, y nada poco angst podía salir de ello. No sabía, en realidad, si publicarlo o no antes de que acabe el rol, pero es un final improbable por varias cosas así que yolo.

La canción no es 100% necesaria para oír de fondo, pero las lyrics y el mood que genera acompaña al feeling del drabble, i guess. Las lyrics, sobre todo, échenle un vistazo si pueden <3

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Nunca quiso irse​

Frente a sus ojos, el sol brillaba. Sus destellos danzaban y giraban sobre un eje dorado, tan incandescente como para obligarla a desviar la mirada. Lo intentaba de vuelta, sin embargo, una y otra vez, hasta que sus párpados se oprimieran sin pedirle permiso.

Y cuando cerraba los ojos, los veía regresar a ella. Uno por uno.

Fantasmas que recordaba y lloraba, fantasmas sin nombre, fantasmas fugaces y terroríficos. Danzaban y giraban, como el brillante sol, mientras cantaban canciones de lucha y pérdida.

O quizás… ¿las canciones las recitaba ella?

Sus labios se movían sin pedirle permiso cuando fijaba la mirada en el sol. Era su forma de responderles, tal vez. Puede que así la dejaran en paz, le permitieran dormir, e incluso llorar en solitud. Pero no ocurría. Los fantasmas la perseguían, y quería odiarlos por ello. Pero no podía. Porque danzaban y giraban, eran la luz del sol en medio de la oscuridad; y aunque Morgan hubiese preferido siempre la noche, ahora le aterraba. Su quietud, su silencio, su eterna calma.

No soportaba el silencio. Por eso cantaba.
No soportaba la noche. Por eso veía el sol todo lo que pudiera.

Lo sentía, hondo en su pecho: una parte de ella nunca quiso irse. Era esa parte que había muerto en la isla, junto a todos los fantasmas.

—¿Morgan, cariño? El enfermero ya está aquí. ¿Te ayudo a bajar?

Desvió la mirada brevemente, hacia el interior de la habitación. La voz de su madre era suave, un arrullo reconfortante. Jamás habría creído hallar tanto alivio en ella.

—No, está bien. Yo puedo.

Sacó las manos de su regazo para acomodar las muletas a ambos lados de la silla, y se impulsó no sin algo de dificultad. Su madre la observaba atentamente, como un pajarillo herido, y no podía culparla.

Había vuelto rota.

—Eres fuerte, cariño. Lo sabes, ¿verdad?

¿Fuerte? Bueno, se podría decir que sí. Pero ya no entendía por qué todos lo encontraban tan destacable. Hacer fuerza con sus brazos para caminar era un juego de niños, el miedo que la acechó ante la idea de no volver a caminar era un maldito juego de niños.

La verdadera fortaleza era aquella que necesitaba para ahuyentar a los fantasmas.
El verdadero terror era la idea de no abandonarlos nunca.

—¡Oye, Mor! ¡Adivina qué! ¡Hoy me dieron esta medalla dorada en clases, sólo a mí!

Ronnie la había interceptado en el pasillo. Aún llevaba la pequeña mochila a la espalda y su sombrerito azul sobre la cabeza. Oyó a su padre cerrando la puerta abajo, echando las llaves sobre la mesa, y sonrió.

—¿Es esta? ¿Puedo verla?

Era un pedazo de cartón recubierto con papel metalizado, y llevaba la forma de un sol. En medio, tenía una carita sonriente garabateada con marcador indeleble. Los dedos de Morgan se aferraron con fuerza a la medalla, casi dañándola, y se obligó a sonreír para disimular el temblor de su barbilla.

Eran fantasmas que recordaba y lloraba, fantasmas sin nombre, fantasmas fugaces y terroríficos. Eran todas las despedidas y todas las vidas que había arrebatado.

Era Frank, retorciéndose y gritando, bajo una nube de gas.
Era Andrea, sonriendo y dándole una calada al cigarrillo, antes de adentrarse en el bosque.
Era Katrina, arrastrándose hacia el cuerpo de Rachel.
Era Aisha a su lado, boqueando sangre, mientras sus ojos fijos en el sol se tornaban opacos.

Nunca quiso irse. Nunca, jamás, había querido irse.