Nuestra Historia

1° Capitulo: Un Simple Solitario

Recuerdo el día que te conocí, un pequeño niño de tan solo cinco años, caminabas solitariamente en el parque de Solt, con tus pequeñas ropas, sucias y rotas. Te me acercaste, y me preguntaste si podías jugar conmigo…

— ¿Puedo? – era apenas un susurro, un pequeño murmuro casi imperceptible. Sus ojos, azules como el cielo, estaban opacos, carecían de vida, felicidad alguna. Sus cabellos castaños, sucios por la lluvia que había caído hace unas horas, o por lo menos eso suponía.
— Claro – le mostré la sonrisa más grande que tenía, la que siempre mostraba para alegrar a la gente. Un pequeño sonrojo apareció en su pálida piel, ahora sucia; lo hizo ver de lo más adorable.

Se sentó a mi lado derecho, en el columpio que quedaba libre, nos balanceamos por unos minutos. El aire corría, llevando mis largos cabellos plateados a todos lados, apreté más los puños a las caderas del columpio, hacia mucho frio, estábamos en pleno invierno y la brisa siempre taladraba hasta los huesos. Fue en ese momento en que me di cuenta de la ropa que tenía mi compañero.

Apenas una remera azul y unos shorts violetas, con unas zapatillas gastadas y rotas. Estaba tiritando del frio, sus dientes castañeaban, sus labios ahora azules temblaban, su pequeño cuerpecito tratando de encogerse para que el frio no traspasara su pecho y sus pequeñas manitos, rojas, agarraban con fuerza sus costados. Si no hacia algo pronto, se enfermaría, si es que no lo estaba ya, o pasaría algo peor…

— Vamos – lo llamé, el parecía no escucharme, estaba como fuera de este mundo, sus ojos, llenos de un vacio… casi escalofriante. Tome su mano y lo arrastre hasta que se bajo del columpio, trate de que caminara un poco, pero fue en vano. Sus rodillas no soportaron el peso muerto de su cuerpo y cayó al suelo, seguía tiritando, cada vez más fuerte que la última vez.

Con toda la fuerza que una niña de siete años puede tener, lo alcé, puse sus piernas alrededor de mi cintura mientras lo agarraba de las mismas, y con su cabeza apoyada en mi hombro izquierdo, camine decidida hacia mi casa.

El camino fue corto, pero largo a la vez… corto, porque no fueron más que tres cuadras, pero largo, porque su peso más el frio viento que azotaba mi rostro hizo que mi esfuerzo fuera el doble. Llegue a mi casa justo cuando se estaba por largar la tormenta, mis padres no estaban, habían ido al hospital, mi madre es pediatra, y mi padre es neurocirujano, ambos en el hospital Host. Solo estaba mi hermano mayor Edward.

— ¿Sthep? – escuche como Ed me llamaba desde la cima de las escaleras. Solté un suspiro, el siempre me escuchaba, no importaba donde estuviera, eso podía resultar muy aburrido a veces.
— Si Ed, soy yo. ¿Puedes venir y ayudarme? – mis rodillas ya no daban para más. Estaba segura que pronto me caería yo misma.
— ¿Pero qué…? – apenas llegó a mi lado, cuando el pequeño empezaba a resbalarse de mis manos. Lo tomó a tiempo, un solo segundo más y hubiera caído al piso - ¿Quién es él?
— Emmm… bueno… es… - ¡cierto! ¡Nunca le había preguntado por su nombre! ¿Qué le diría ahora a Ed? Solo pude hacer lo que siempre hacia cuando estaba en problemas y no quería ser regañada, levante mi rostro y le di la sonrisa torcida que siempre hacia que mi hermano hiciera lo que yo quisiese.
— Ahh… ya veo. No te preocupes, luego me dirás todo, por ahora dejemos que el pequeño duerma – siempre había sido así, igual de generoso y amable con todo el mundo.

Eso siempre atraía a las chicas… bueno eso, y que mi hermano era muy apuesto, con su cabello de un color castaño con algunos mechones rojizos, y sus ojos verdes, tan claros que parecían agua. El tiene doce años, y es un fanático por los deportes.

Lo subimos a una de las habitaciones desocupadas, junto a la mía, y lo recostamos en la cama. Tapamos con el acolchado blanco todo su cuerpo para que el frio se fuera de su cuerpo, Ed trajo algo de su ropa vieja para cuando él se despertase y se marcho, no sin antes hacerme prometer que le contaría todo lo ocurrido.

Cuando él se fue, me arrodille el costado de la cama y observe su rostro, un poco sucio, mientras dormía. Sus labios poco a poco volvían a su color normal, y su pálido rostro, poco a poco comenzaba a tener un color más natural, más humano.

Me quede con él toda la noche, ¿Quién sería él? Era la pregunta que rondaba por mi mente, una sin respuesta, pues lo único que sabía era que provenía de las calles. Que seguramente no tenía familia. ¿Cómo sería…? ¿Cómo sería el no tener familia? ¿Ningún lugar al que llamar hogar? Ser un simple solitario, vagando por el mundo…

 

2° Capitulo: Nicholas

Esa noche las estrellas brillaban en el cielo nocturno, y junto con la cristalina luna le daban magia al lugar, los pequeños grillos del jardín daban su ya conocido canto, mientras que los búhos cantaban en la oscuridad posados en las ramas de los árboles. Todo era paz y tranquilidad, nunca había sentido una paz como esa, tan serena y clara. Serré mis ojos, para sumergirme en el mundo de los sueños, un mundo lleno de color y diversión, apestado de amor, en el que podías respirar tranquilo, sin miedo a una guerra, a un golpe de estado y asesinatos, robos y suicidios.

Recuerdo esa silueta blanca, llena de luz en su interior y una aurora brillante que desprendía sencillez. Sus pasos lentos, casi cansados, acercándose a mí, como levanto su mano, tratando de llegar a mi cabeza, mejor dicho a mi rostro, tratando de acariciarlo, solo un segundo tuve que esperar para que la más hermosa de las sensaciones me inundaran, una sensación de amor y ternura, con un movimiento suave, casi imperceptible, acarició mi mejilla izquierda, como si fuera de porcelana, como si la más frágil brisa pudiera romperme en mil pedazos.

Admire su rostro, aun blanco, con su resplandor plateado en su centro, tratando de memorizar cualquier movimiento que hiciera, para grabarlo en mi corazón, hasta ese momento mi corazón había estado tranquilo, sereno, pero cuando pude divisar una sonrisa entre todo el resplandor, este se agito totalmente, un sonrojo lleno totalmente mis mejillas, mientras le devolvía la sonrisa.

Era un ángel, de eso estaba totalmente segura, un ángel que había venido a iluminar mis sueños, o mi mundo… cerré mis ojos, para no olvidar esta sensación, la más hermosa que nunca hubiera sentido, la más especial sin duda alguna. Era como un calor que llenaba mi cuerpo, que le brindaba la solides que faltaba y la seguridad que no tenía.

Supongo que pasaron horas, me hubiera gustado estar así siempre, pero un pequeño movimiento en mi brazo izquierdo hizo que me despertase del hermoso sueño.

Abrí mis ojos, la luz que se filtraba por la ventana me hizo volver a serrarlos, tarde un poco en volver a abrirlos, cuando pude distinguir cada silueta que se encontraba en la habitación, repare en el pequeño niño sentado en la cama, mirándome temerosamente, con sus ojitos llenos de terror.

— ¿P-porque e-estoy aquí? - su susurro más el tartamudeo me hacía casi imposible entenderle. Me senté al lado suyo, y con una sonrisa impregnada en mi rostro, le hable lo más tranquilamente posible…
— El otro día, cuando te acercaste para jugar conmigo, empezó a correr una suave brisa, pero muy fría, vos estabas blanco, no te quise dejar ahí por lo que te traje aquí, a mi casa – sus ojos poco a poco iban recuperando un brillo singular, diferente al que tenía ayer, lleno de… admiración.
— Gracias – sus pequeños labios apenas se movieron, un segundo antes que bajara la cabeza totalmente sonrojado.

Susurre un pequeño << De nada >> y lo abrace delicadamente, pasando mis brazos por su pequeño torso. Acaricie su espalda, dándole suaves caricias, mientras lo ayudaba a levantarse, todavía tenía las piernas entumecidas. Le acaricie el cabello, y junto con su ayuda lo lleve hacia el baño. Abrí la ducha caliente, el vapor llenaba el espacio, se podía apreciar la respiración de cada uno; por lo que pude notar que él pequeño niño entre mis brazos estaba exaltado, lleno de miedo, pero… ¿porqué?

— Tranquilo… ¿puedes ponerte de pie tu solo? – le hice unas señas para se alejara de mi, para que pudiera probar - ¡Bien! Ahora… ¿quieres darte un rico baño? Eso te va a calentar mucho y te sacara la suciedad del cuerpo – el me miraba inseguro, será posible… - ¿alguna vez tomaste un baño? ¿nunca?
— No – su rostro se lleno totalmente de un gran rubor, y sus ojitos se cristalizaron.
— Hay no… no llores – lo agrace, su pequeño cuerpecito se estremecía por los sollozos, y sus lagrimas bañaron mi remera.

Lo sostuve un buen tiempo hasta que lo solté, cuando sus sollozos eran apenas hipidos audibles, le limpie la carita, y le bese sus ojitos, para que las lágrimas paren y le sonreí.

— ¿Vamos a darte un baño?
— Si
— Está bien, sácate la remera, y luego el resto, me volteare, y quiero que digas listo cuando ya estés en el agua, ¿sí?

Me di la vuelta y espere pacientemente, a los pocos segundos escuche como se introducía en el agua, y soltaba una pequeña risita. Se escuchaba feliz, muy feliz.

— ¡Mira! ¡mira! ¡Es tan calentita! ¡Y le sale esa cosa blanca! ¿Qué es? ¡Wow! ¿Alguna vez lo viste? – sus ojitos brillaban de emoción, estaba asombrado por todo lo que veía, todo era nuevo para él.

Pasaron por lo menos unas dos horas para que estuviera bañado, cambiado y que allá comido algo. Ahora nos encontrábamos en mi pieza, le estaba enseñando a escribir un poco. Cuando me di cuenta de un pequeño inconveniente, ¡¡no sabía su nombre!! ¿Cómo podía ser tan despistada?

— Oye… quisiera hacerte una pregunta… ¿Cómo te llamas?
— Una persona como yo no tiene lugar en este mundo, su presencia es insignificante, para algunos absurdo, asique… ¿para qué tener un nombre? Eso le pertenece a “alguien” y yo, ni siquiera soy un “alguien”. Soy solamente un vagabundo, algo tirado en la calle a su suerte, algo que nunca debió nacer – sus ojos mostraban la tristeza infinita que se apoderaba de su corazón, un vacio lleno de dolor y… ¿furia? ¿Cómo alguien como él podía llegar a pensar en algo así? Sus manos se cerraron con fuerza, dejando los nudillos totalmente blancos.

Sus ojos habían perdido cualquier brillo que le hubiera podido dar, cualquier alegría se había esfumado, como si recordase algo vivido, algo del pasado. Tenía una sombra de ausencia, llena de rencor.

— ¿Co-como? ¿Qu-que dijiste? ¿Cómo puedes pensar eso? Claro que sos alguien, claro que importas…
— ¿Entonces porque no tengo nombre propio?
— ¿No tienes? – negó con su cabeza, bajando la mirada - ¿Quieres tener uno? – su cabeza se levanto como un resorte al escuchar eso.
— ¿Puedes darme uno? – su curiosidad era palpable, totalmente inocente.
— ¡Claro! – mi emoción no se quedaba atrás, por supuesto que quiero darle un nombre al pequeño niño que ahora era mi amigo- veamos… debe ser uno con significado, no puedo darte cualquier nombre… que tal, ¿Franco?, no ese no, puede ser… ¿Kevin? No, no me gusta… ¡ya se! Un nombre perfecto para vos, y que estoy segura utilizaras muy bien haciéndole provecho… Nicholas.
— ¿Nicholas? ¿Qué significa?
— Jajaja, sencillo… la victoria del pueblo, úsalo bien porque sé que saldrás victorioso a todo, si te tropiezas con una piedra te levantaras y seguirás caminando, sin rendirte.

Una sonrisa se extendió por su rostro cuando comprendió lo que quería hacer, darle un nombre para que sus ánimos nunca decayeran, porque así seria, siempre iría para adelante, yo me encargaría de eso.

 

Capitulo 3: Un nuevo miembro en la familia

Las semanas habían pasado rápidamente, el invierno se había ido, dejando paso al precioso verano. Se escuchaba a los pájaros cantar, mientras volaban por el cielo lleno de los hermosos algodones blancos que ahora se mostraban, las nubes. Los ojos blancos del cielo nocturno aparecieron al cabo de unas horas, los luceros brillantes en compañía de su ama la luna iluminaban el jardín principal, haciendo que la pequeña laguna que se encontraba en el medio rodeado por las rosas azules brillaran como si hubiera diamantes incrustados allí.

Los búhos hacían su peculiar canto acompañado del coro de los grillos, con las luces voladoras de las luciérnagas, y el pequeño vaivén de la suave brisa del verano llevándose consigo todo rastro de calor y dejando en su lugar un hermoso ambiente, para cualquier pareja que pasara por ahí.

Los días con mi nuevo acompañante pasaban rápidamente, claro está, mi familia ya lo conocía a la perfección; se habían enamorado del pequeño de las calles y le habían brindado hospedaje durante todo el tiempo necesario, ellos no querían que Nick volviera a vagar solo las peligrosas calles de la enorme ciudad de Slot, una ciudad ubicada en el oeste de Europa. Era divertido jugar con él, cada vez que le enseñaba un nuevo juego sus ojitos brillaban de la emoción y a la ves de la curiosidad.

La foto, que en este momento sostengo, representa ese hermoso día, cuando el pequeño solitario ahora con nombre, se integro a una nueva familia que lo esperaba con los brazos abiertos…

— ¡Nick! Ven por favor – todo estaba listo, por fin mi padre haría la gran pregunta, estaba tan impaciente.
Se escucho el sonido de las escaleras por la carrera que se libraba ahí, sus pequeños piecitos trotaron hasta llegar a nosotros. Su melena negra bailo durante todo el trayecto, ya le había vuelto a crecer el cabello ahora hasta le tapaba un poco sus ojos.
— Tenemos una sorpresa para vos Nick – anuncio mi padre, para luego sentarse en una silla, en la mesa rectangular, y palmear el asiento a su lado izquierdo. El pequeño revoltoso no tardo en sentarse, para luego mirar impaciente a cierta persona a su lado, haciendo un leve puchero por la demora – ¿sabes que tenemos aquí? – agito un sobre en frente suyo, el solo negó con la cabeza – ¿te acuerdas que siempre quisiste tener una familia?

Nicholas no lo podía creer sus ojitos se abrieron totalmente asombrados por lo que seguramente se estaba imaginando, aun recuerdo lo que me había dicho el otro día…

<< — Las familias son algo con lo que se nace, y con las que se vive, yo no vivo con mis padres, ni siquiera sé que le paso a mi pequeño perrito. ¿Cómo eso puede ser considerado una familia? ¿Cómo un padre en un lado, una madre en el otro, un perro perdido, y un hijo en las calles es considerado una familia? Nunca tuve una familia, y estoy seguro que nunca la tendré, aparte de eso… ¿Quién va a querer como hijo a alguien como yo? ¿Alguien de las calles, que no conocen?

Las miradas de amor de una madre cuando te lastimas, sus abrazos cuando lloras, sus palabras de aliento, los regaños de un padre, y las peleas que poseen siempre los hermanos… todo eso es desconocido para mí. Cuando me lastimaba, cuando lloraba, cuando hacia algo mal, nunca tuve a unos padres para mí para que me ayudaran, y nunca los conoceré porque me dejaron, me abandonaron cuando más los necesite y ahora, estoy solo. >>

Esas palabras cayeron hondo en mi corazón, ese día lloro como nunca lo había hecho, sus sollozos eran fuertes y de vez en cuando unos gritos desgarradores escapaban de su garganta, hasta que se durmió en mis brazos, nunca podre borrar de mi cabeza su rostro, bañado en lagrimas con su cara roja por el llanto y por los gritos sofocados en mi estomago.

Mis lágrimas también habían mojado mi cara, odiaba verlo triste, y su llanto era mi llanto, desde el mismo momento en que lo vi en esa plaza, supe que él seria especial, supe que aunque nos peleáramos, siempre lo quería con toda mi fuerza.

Eso ya hacia un mes y medio, y el hacía cuatro meces que estaba viviendo con nosotros, como una familia normal. Como un hermano e hijo más, como si lo hubiera sido desde siempre.

— Esto es… unos papeles de adopción… que firmaremos solo si tú quieres – la sonrisa de mi madre era totalmente sincera, mostrando sus relucientes dientes, mientras se le formaban unos lindos ojuelos en las mejillas. Nick solo puedo lanzarse a los brazos de mi madre, asintiendo con su cabeza frenéticamente, mientras sus lagrimas abandonaban sus ojos, para mostrar la felicidad que sentía.
Eso fue más que suficiente para que mi padre firmara. Ellos estaban totalmente felices, tendrían al pequeño que tanto esperaban… porque es verdad, ellos quisieron tener un tercer hijo, pero mi parto fue… muy complicado, después de nacer ella no pudo tener más hijos, ese día perdimos una madre y una esposa muy adorada.
Esos días fueron muy felices, todos los días nos levantábamos con una sonrisa en nuestros labios, con los ojos brillando, sabiendo que teníamos un nuevo hermano. Y siempre lo recibíamos con los brazos abiertos. Creo que esos días fueron los más felices de mi corta vida, ya que yo misma había ayudado en el deseo tan preciado de mis padres, un hijo, un hermano para nosotros. Un nuevo compañero que nos acompañaría en las buenas y en las malas, sin importar nada, sin importar lo que nos suceda o le suceda… siempre estaremos juntos, como una familia.
Y así, con una simple firma en una hoja de papel común y corriente, es como un nuevo integrante llegó a la familia, para quedarse, ahora y siempre…

 

Capitulo 5: Sentimientos.

Nick POV:

Los primeros siete años de mi vida los pase solo, dos de los cuales estuve con alguien que decía ser mi madre, alguien totalmente descuidada y torpe, pero al fin y al cabo era mi madre y estaba con ella, pero como todo en la vida no dura para siempre, ella se fue, me dejo solo en las frías calles a mí suerte y nunca más la volví a ver. Vague por las calles de España durante dos años más sin ninguna compañía, mirando a las parejas y a sus hijos riendo y jugando en los parques, plazas, colegios, etc., en el quinto año de mi miserable vida, llegué a Solt. Una pequeña ciudad hermosa y muy bien cuidada, claramente de personas ricas, ubicada en el norte de España –o por lo menos eso creía-, caminando por las calles desoladas llegué a una hermosa plaza custodiada por rosas azules, las más hermosas que alguna vez pensé ver, y encontré a la hermosa niña de cabellos plateados y mirada esmeralda jugando sola en los columpios.

Desde ese día, una familia me adopto, dándome unos padres hermosos y dos hermanos sobreprotectores, los cuales no cambiaría por nada. Así fue como me adentre en las calles y él como salí de ellas gracias a la ayuda de una hermosa niña de tan solo siete años. Le debía todo a ella, estaba en deuda con ella para toda la vida. Nunca olvidaría su acto de gentileza, ese acto que con todo el amor del mundo llegó a mí…

Ya han pasado cerca de ocho años desde que tengo familia y no me arrepiento de nada ¿Cómo arrepentirse? Esto era todo lo que quería, claro… hace poco una necesidad aun mayor que la necesidad de familia llego a mí, pero… ¿Qué era? Recuerdo ese día hace solamente un año, cuando me encontraba con Steph en la sala de música, estaba tocando la guitarra cuando ella apareció a practicar un poco con su violín, le sentaba de maravilla…

-¡Ahh! ¡Estoy arto!- hace más de media hora que trataba de componer una melodía y no podía, simplemente no estaba inspirado. Escuchen el sonido de la puerta abrirse, justo en el momento en que yo tiraba los manuscritos por todos lados y gritaba enojado, algo que usualmente me sucedía.

-¿Estás bien?- pregunto la dueña de la cabellera plateada, asomando su cabeza por la puerta. La mire y le sonreí, haciéndole un movimiento con la cabeza para que pasara, hoy era jueves y tenía que practicar con su violín.

-Pasa, total yo ya me iba- ella me sonrió, le gustaba tocar para nosotros, pero sus prácticas eran especialmente individuales, solitarias, sus oídos eran los únicos que podían criticarla en esos momentos. Aunque me hubiera gustado estar ahí, estoy seguro que la habría incomodado.

Recogí las partituras que habían volado en mi arranque de rabia y, junto con mi guitarra, me marche. Cerré la puerta de roble negro a mis espaldas pero sin importar lo que siempre nos dijo nuestra madre no me fui, como todas las veces me quedé apoyado en la puerta y escuche su suave melodía. “Violín Sonata No 6” de Niccoló Paganini, le salía a la perfección; era una de las composiciones más hermosas que había podido realizar, al igual que una de las más difíciles.

Siempre había logrado interpretar las composiciones más difíciles en tan solo unos días de práctica, algo que siempre lograba sacarme una sonrisa, el solo imaginar que interpretaría ahora sacaba de mí lo mejor.

No pase mucho tiempo ahí, solo escuche esa composición y me fui. Total, tenía que practicar mi canción y ver si podía agregar algo nuevo. Pero, por alguna razón no podía quitarme sus ojos de mi cabeza, esas hermosas esmeraldas, llenas de un amor sin igual, con sus mejillas totalmente sonrojadas haciendo saber que había corrido, su cabello plateado, cayendo totalmente lacio por toda su espalda hasta llegar justo a su perfecta y pequeña cintura, dejando ver el principio de sus largas y esbeltas piernas. Sus labios rojos y carnosos, de solo pensar en ellos me daban unas ganas enormes de… ¿¡PERO EN QUE ESTABA PENSANDO!? ¡ELLA ES MI HERMANA! Como… ¿Cómo podía siquiera pensar en… en eso? Acaso yo… acaso yo sentía algo… ¿algo por ella?

¿Era posible sentir algo por tu hermana? ¿Algo… más allá del amor fraternal? ¿Acaso yo estaba…? ¡No! Eso no podía ser cierto, yo no podía sentir nada por ella, aunque no sea mi hermana totalmente… sentía que estaba mal esto, tenía que quitármela como sea.

Lo único que se me ocurrió hacer fue tocar una canción, posicione mis dedos sobre las cuerdas y sin pensármelo dos veces, toque algo que saliera de mi corazón. Una suave melodía, llena de amor pero a la vez llena de tristeza, ¿Cómo era posible que algo hermoso fuera tan triste a la vez?

-Vaya, la perfeccionaste- susurró su bella vos, a unos metros de distancia - ¿Cómo se llama?

-Romance Anónimo… - sus ojos se abrieron de par en par al escuchar ese nombre, sabía lo que ella estaba pensando, esa canción era… muy difícil para alguien que recién va en el segundo año de aprendizaje en la guitarra, para ella era un logró.

-¡No puedo creerlo! ¿No era esa la canción que tenias que aprender para el recital de Oro? ¿El que se hace en dos meces? – su incredulidad era totalmente palpable. Camino hacia mí y me abrazo, pegando su cuerpo al mío y pasando sus brazos por mi cuello – no sabes cuánto me gusta esa canción – susurró, totalmente ida.

Solté la guitarra y la abrace por la cintura, pegando su cuerpo un poco más al mío, aspirando su dulce aroma a vainilla, fresco como el verano suave como la brisa de la noche. Cerré los ojos y disfrute de nuestra cercanía, totalmente intima.

Ahora estaba totalmente seguro… sentía algo por mi “hermana” y aunque nuestro amor era prohibido; estaba convencido que este no era el fin, sino el principio de una historia, nuestra historia…

Siempre me sentí orgulloso de ella, pero más ahora cuando la veía en escena, justo un momento antes que saliera corriendo hacia los camerinos a ponerse su vestido, negro como la noche. Ahora sentado en una de las butacas, podía admirar lo bella que estaba, mirando a todos con un brillo especial en los ojos, un momento antes de tocar…