Nova: begginings

Tema en 'Fanfics Abandonados Pokémon' iniciado por MrJake, 25 Marzo 2014.

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  1.  
    MrJake

    MrJake Game Master

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    Nova: begginings
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    1608
    Este fic es la precuela de otro fic mío. Antes de nada dejo claro que no es más que un "remake" del fic original, que se publicó en este mismo foro, en Colectivos (con la participación de juanjomaster, Little Princess, Twiglightwolf y Cubo), pero quedó inactivo y decidí cerrar el tema para retomarlo por mi propia mano.

    Nos situamos en Nova, el gran continente que resultó de la unión de los cinco primarios (Kanto, Johto, Hoenn, Sinnoh, Teselia), diez años antes de los acontecimientos de “Nova, Aventuras en la nueva tierra Pokémon”; aquí el link, por si no lo conocen:

    http://fanficslandia.com/index.php?threads/nova-aventuras-en-la-nueva-tierra-pokémon.27541/

    En esta precuela, cinco personajes nuevos empezarán sus aventuras pokémon, como tantos otros jóvenes. Ellos cinco no se imaginan lo importantes que serán en el destino de su tierra: el alto mando, cuatro personas con oscuras y desconocidas intenciones, liderados por un malévolo hombre de incierta identidad, pretende corromper la paz de Nova. Y para eso están nuestros héroes:

    Aarón, Verónica, Joey, Destiny y Alejandro.

    Comencemos...



    AARÓN
    Capítulo 1: El poder del cielo

    En el Bosque Transición, lugar lleno de árboles y gran fauna, el cual unía Ciudad Madera (Antigua Azulona) y Nueva Azafrán, un chico castaño de pelo alborotado colgaba bocabajo de un árbol junto a su fiel compañero pokémon, Aipom, quien se agarraba a la rama con su tercera mano.

    Los ojos celestes del muchacho reflejaban un sentimiento de júbilo y despreocupación. En aquel momento, él era libre, y podía relajarse y oír como los Starly y Pidegeys que sobrevolaban la arboleda piaban y cantaban.

    Su compañero Aipom le estaba mirando. Aquella sonrisa imborrable de su cara, esa mirada picarona, esas manos moradas que se acercaban lentamente a él… ¡Aipom tramaba una de sus bromas!

    —¿Qué haces A-A…? —la voz del chico se vio interrumpida por su propia risa; ¡su amigo empezó un fuerte ataque de cosquillas! No podía evitarlo, reía y reía sin parar, y poco a poco, sus músculos flojearon—. ¡Uaa-Uaaah! —gritó, y cayó irremediablemente al suelo.

    Aipom reía desde lo alto, y, de un salto, se colocó sobre el estómago de su amigo, quien parecía estar inconsciente.

    El pobre monito comenzó a preocuparse. Lentamente, tiró del pómulo de su amigo, que no se inmutaba…

    —¡Te pillé! —dijo bruscamente Aarón, el muchacho de turquesas ropajes, que, sorpresivamente, comenzó a hacer cosquillas a modo de venganza a Aipom, quien reía hasta no poder más.


    Así era la vida de Aarón: simple, sencilla, y divertida, sin preocupaciones. La vida que todo chaval de 17 años querría.

    Aarón vivía con su padre en Nueva Azafrán, justo al lado del bosque. La muerte de su madre en su parto hizo que nunca la conociese y que no tuviese hermanos menores; pero Aarón era feliz en su mundo de despreocupaciones.

    Él no sabía desde cuando conocía a Aipom; era tanto el tiempo que llevaban siendo amigos que casi juraría que nacieron del mismo útero. Y es que, si bien la raza los diferenciaba, ambos, entrenador y pokémon, eran puras copias: bromistas, siempre alegres, despreocupados, inquietos y revoltosos.

    Los días pasaban con tranquilidad en Nueva Azafrán. Cuando Aarón no disfrutaba de la naturaleza del Bosque Transición, gustaba de pasear por las calles de Azafrán, y solía hacerlo en compañía de sus amigos.


    —¿No has pensado nunca en ir a buscar medallas con Aipom? ¿En hacerte entrenador? —preguntó un buen día su amigo Davis, aquel chico bajito, de ojos avellana y pelo azabache.

    Aarón, con Aipom sobre su cabeza y manos en los bolsillos de su sudadera turquesa, se encogió de hombros. Realmente, nunca lo había pensado.

    —Pues… ¡supongo que no! No lo necesitamos, aquí somos felices.

    —Yo, algún día, saldré de aventuras con un pokémon… ¡y llegaré a lo más alto! —soñó despierta Madeleine, su amiga desde la infancia, aquella chica reservada y tímida, que solía mostrar una fachada de indiferencia y frialdad con aquellos que no conocía.

    Los otros dos sonrieron.


    Los días pasaban… y un buen día el padre de Aarón enfermó. Postrado en la cama, el ya anciano hombre no podía apenas hablar. Era inminente su muerte, estaba escrito en el destino.

    La puerta de la casa se abrió, y un hombre entró precipitadamente.

    —¡Papá! —exclamó él.

    Aarón, con lágrimas en sus ojos, miró a su hermano mayor.

    —Lo llamé tan pronto como pude, papá —le expliqué—. Por favor, no nos dejes… —suspiró el chico.

    El hombre, dando sus últimos soplos de vida, agarró las manos de sus hijos con una sola. Miró al pequeño, y, con la otra mano, le ofreció una especie de colgante, colgante que cogió extrañado.

    —Hijo mío —dijo refiriéndose al mayor—, estoy orgulloso de ti. Eres todo un hombre, un gran entrenador pokémon. Sé que estarás bien —el negó con la cabeza, no quería que se fuese—. Y tú, mi pequeño Aarón… te estás convirtiendo en un hombrecillo hecho y derecho, poco a poco. Sé que estarás bien, como tu hermano, pero quiero que tengas este orbe contigo… él te protegerá.

    Aarón se secó la lágrima que recorría su pómulo mientras decía:

    —No comprendo, papá. ¿Qué es?

    El hombre apretó su mano, y dijo, en lo que fueron sus últimos soplos:

    —Ahí yace el poder… el poder del cielo.

    Y su mano cayó, inerte, quedando colgando de la cama.


    En su entierro, muchas personas queridas de Aarón se reunieron allí. Pero él no podía apenas mirar la tumba de su padre. Permaneció como una estatua, inexpresivo, mirando al infinito. Uno a uno los familiares y amigos más cercanos daban el pésame. Pero él ni se inmutaba.

    Justo esa misma noche, el hermano de Aarón decidió quedarse allí, en la casa del mismo y de su difunto padre. Su idea original era llevarse a su hermano con su familia, a su casa, en el otro lado de Nova Centro. Pero entonces…

    Aarón se sentaba en el sofá de su casa, casi a oscuras, acompañado de un roncador Aipom. Aún sus ojos estaban rojizos, ojos que observaban con atención el collar de su padre, que ahora rodeaba su cuello. Un collar que tenía en la punta un orbe con un intenso brillo blanco.

    —“Aquí yace el poder del cielo…”—repitió Aarón. De repente, se levantó. Su hermano, él era un gran entrenador. Y su padre estaba orgulloso de él, pensaba que era todo un hombre. Aun así, de él no opinaba lo mismo, y aunque lo consideraba “un hombrecillo”, no mencionó estar orgulloso de él. ¿Tal vez, lo estaría más si…?

    Un brillo en su mirada. Un pensamiento fugaz por su mente.

    —Aipom, despierta —agarró una mochila, y la comenzó a llenar, mientras Aipom dormía—. ¡Aipom! —el pokémon se despertó, y miró soñoliento a su entrenador— Nos vamos, Aipom. Vamos a ganar la liga Pokémon, y a demostrarle a papá, donde quiera que esté, que soy un hombre hecho y derecho y que puede estar totalmente orgulloso de mí —sonrió—. ¿Qué dices? ¿Me acompañas… amigo?

    Aipom no lo dudó un segundo. Su sonrisa se redibujó en su rostro alargado, y de un salto, se colocó en el cabello del entrenador.

    Aarón agarró algunas pokéballs vacías de su hermano y las guardó. Apunto de salir de su casa, miró al techo, pensando en su hermano, que descansaba arriba.

    —Lo siento, hermano —dijo, quizás al aire—. No quiero vivir del cuento, no quiero ser mantenido por ti. Voy a ser lo que papá siempre soñó; un gran entrenador. Voy a triunfar… como tú estás triunfando.

    Y así, Aarón salió de Nueva Azafrán, dejando todo atrás, a su hermano, a sus amigos, a su ciudad, a su bosque. Pero lo hacía por sí mismo, y por su padre.

    Ese día, la aventura de Aarón comenzó. Su periplo por Nova para conseguir las ocho medallas de gimnasio, y coronarse campeón de la Liga pokémon, con la única meta de que su padre se sintiese profundamente orgulloso.

    Avanzó de noche; era muy peligroso, sin duda, bajar aquella ruta hacia Ciudad Marabierto (Carmín). Así que decidió hacer un alto a mitad de camino, cuando estuvo lo bastante alejado de Azafrán, y colocó su tienda de campaña junto a un pequeño lago.

    Trató de dormir un poco, y de hecho lo consiguió. Aunque no pasaron más de dos horas… cuando un gran ruido se escuchó. Frotándose los ojos, Aarón se levantó lentamente, y comprobó que Aipom no estaba junto a él. Salió de la tienda de campaña, y lo encontró rodeado de Houndours, eran tres.

    —¡Aipom! —exclamó, alarmado—. ¿Qué sucede?

    No tuvo tiempo de reaccionar cuando los tres lanzaron un ataque ascuas que evitaron por los pelos.

    No había otra salida; o combatir o nada.

    —¡Usa doblebofetón, Aipom! —ordenó.

    Obedeciendo, un Houndour fue víctima de los incesantes golpes de Aipom, y cayó debilitado. Pero aún eran dos.

    —Ten cuidado —sugirió Aarón. Los pokémon gruñían enfadados.

    Uno de ellos se lanzó con un mordisco.

    —¡Aipom! —gritó Aarón al ver como Houndour mordía a su pokémon.

    Pero, de repente, Aipom se desdobló a sí mismo y creó una copia con la que el mordedor se entretuvo. ¡Era un sustituto!

    Aarón miraba sonriente la estrategia de su compañero.

    —¡Otro doblebofetón, Aipom! —dijo con fuerte ímpetu.

    Aipom tumbó al otro Houndour, y ya solo quedaba el que mordía como si fuese un juguete aquella copia de Aipom.

    —¡Bien! —Aarón sacó una ball, dispuesto a lanzarla, pero entonces, los tres pokémon fueron transformados en siluetas rojas y se perdieron en la oscuridad; ¡eran pokémons de alguien! Aarón miró a ambos lados, y gritó:

    —¿¡Quién anda ahí!?

    Sólo una risa ahogada se escuchó. Una siniestra risa que se hizo cada vez más imperceptible, hasta no poder oírse.
     
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    MrJake

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    Nova: begginings
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    VERÓNICA
    Capítulo 2 - La huida
    Vero abrió la puerta de su habitación, que milagrosamente no chirrió. Su gran casa, ubicada en Nueva Porcelana, Nova Norte (Teselia), es de las más antiguas que se siguen conservando.

    Cargada con su mochilita verde con flores blancas, y con su habitual vestimenta, un top blanco con la frase “Don´t worry, be happy” en azul y amarillo, una torera de manga corta amarilla, unos shorts vaqueros que acababan en un bordado amarillo, calcetines blancos hasta la rodilla y deportivas amarillas y verdes.

    Cruzó todo el pasillo sin intentar hacer ruido, cosa que más o menos consiguió. Miró por la ventana: aún era de noche, aunque no tardaría en salir el sol. Y cuando saliese, sería demasiado tarde para que su abuela se diese cuenta de lo que iba a suceder: Vero necesitaba salir de ahí, vivir aventuras. Conseguir ser una gran entrenadora y una gran coordinadora pokémon.

    Sin venir a cuento, su mente la llevó a la discusión que había tenido ayer por la tarde con su abuela. Su cara se ensombreció, pero aún así dejó que viviese todo el recuerdo…

    “Caminaba hacia el gran salón, decidida. Hoy iba a ser el día en que diría todo a su abuela, y creía que tendría alguna posibilidad de que la escuchase, de que la diese permiso. Cruzó la puerta y allí la vio, sentada en su mecedora favorita, mirando ‘la caja tonta’, como la denominaba. Se acercó con valentía, valentía que ni ella misma sabía de dónde salía.

    —Abu, tengo que decirte una cosa.

    —Ah, ¿sí? ¿Y qué es, Vero? —preguntó, cosa que la animó a continuar.

    —Pues… ¡voy a comenzar mi viaje! –saltó.

    La señora se quedó como petrificada y respondió:

    — ¿Qu… que chorrada estás diciendo? —la recriminó, y fue como si a Vero se le viniese el mundo encima. Sabía de las historias de los viajes de sus padres, y también de su desaparecido abuelo. No entendía el porqué.

    —Abuela… yo quiero irme de aquí y co-comenzar mi aventura como hicieron mamá y papá —mientras terminaba esa frase pensaba: y como él desearía haberlo hecho…

    La anciana la miró de arriba abajo y se levantó de su cómodo asiento para mirarla de frente, aunque Vero pensase que era más mala idea. Con tan solo 11 años, ya medía 1´67 metros, y la sacaba medio cuerpo. Era la ventaja de tener padres pívot. La desventaja es que nunca estaban en casa, por eso vivía con su abuela.

    —Cariño… —dejó caer— no te puedo dejar marchar para hacer cualquier insensatez. Ya sabía yo que te iba a meter pájaros en la cabeza ese jovenc… —y fue interrumpida por Vero.

    — ¡¡Ni te atrevas a pronunciar su nombre!! ¡¡Entiendes!! —Chilló la niña, desesperada— ¡Eres cruel! ¡Ya te dije que la culpa no fue de mi padre, te lo dije! —Vero estaba a punto de echarse a llorar, su rabia la superaba a veces. Giró la cabeza para que su abuela no la viese derramar esas dos lágrimas perdidas, al igual que él…

    Bruscamente se volteó y encaró a la anciana, que en esos momentos ya estaba un poco asustada.

    —Sabes que no vas a conseguir detenerme, ¿no? —Sonrió —y también sabes el porqué quiero ser entrenadora y coordinadora. Ya está todo dicho —sentenció.”

    Suspiró y se sacudió la cabeza. A fuera le esperaba alguien especial, no podía tardar. Pasó por delante del recibidor, y vio una nota:

    “Querida Verónica, mi nieta. Sé que hoy te vas a ir, te conozco como a la palma de mi mano. Por eso, aunque esté en contra de mi voluntad, te doy entrega de estos objetos. Cuídate.

    Atte.,

    Misuri.”

    Sonrió, emocionada, y recogió los objetos que estaban al lado: ocho pokéballs y un montón de Maxi Pepitas. También había un precioso collar con una bellísima flor azul. Salió por la puerta y vio a su fiel amiga, Eevee. La cogió en brazos y las dos se miraron. Tranquilamente, se fueron caminando.
     
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    MrJake

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    JOEY
    Capítulo 3 - El viaje comienza... otra vez
    Apenas amanecía en la energética ciudad de Nueva Trigal, el alba era sin duda esplendido, era una mañana como ninguna otra, digna del acontecimiento que iba a suceder, si bien no era la primera vez que alguien iniciaba un viaje Pokémon, sí era peculiar que alguien lo hiciera por segunda vez, más aún porque el chico que lo hacía no era alguien normal, era un entrenador fuera del promedio, aunque tampoco era el mejor, su destino ya estaba escrito y hoy, hoy era el día en que todo iniciaría, el viaje Pokémon más intrépido de los últimos años.

    Sin duda la ciudad de Nueva Trigal era peculiar, no solo era una de las ciudades que mejor se había mantenido después del enigmático choque (para más información vea su libro de historia Pokémon pág. 78 “El inicio de un nuevo mundo”), sino además era uno de los lugares más alegres y visitados de toda Nova, sin embargo, y a pesar de que siempre llegaba gente nueva a Trigal todos sus habitantes se conocían, y eso contribuyó a que todos se enterarán de que uno de sus mejores entrenadores, Joey Masters, decidiera iniciar un viaje, otra vez.

    —¿Estás seguro de lo que piensas hacer Joey, todavía es muy pronto para que te vayas de aquí? —Le decía uno de los ancianos más queridos del lugar a Joey, el cual planeaba dejar la ciudad ese mismo día.

    —Por supuesto que me voy hoy señor Félix —contestó Joey muy seguro—, eh decidido que aquí no podré cumplir lo que le prometí a mi padre antes de morir, tengo que iniciar un nuevo viaje, le eh prometido que no importa a lo que me dedique, siempre y cuando sea el mejor en lo que haga, ya sea entrenador, coordinador o buzo de caca, siempre que llegue a la cima no importa —decía cada vez más convencido el ex-entrenador.

    —Creo entender a que te refieres, pero espero por tu bien que no termines como… tú sabes —decía el anciano pensando en que pasaría si Joey se dedicaba a buzo de caca—, además sigo creyendo que es muy pronto para volver a ser entrenador.

    — ¿Y quién dijo que regresaría a ser entrenador?

    — ¿Entonces a que piensas dedicarte Joey? —preguntó extrañado el viejo.

    —Tal vez vuelva a entrenar, tal vez no, solo el tiempo lo dirá, pero eso sí, mi destino definitivamente no se encuentra aquí —terminó de decir el chico mientras tomaba su mochila de viaje.

    —Bueno, pues si eso es lo que quieres no puedo detenerte, solo que esperaba que te quedarás aquí y te dedicaras a algo que ayudará a la ciudad, tal y como lo hizo Mark, se ha convertido en un gran investigador, sin duda podrías competir con él, después de todo dijiste que no importaba a lo que te dedicarás siempre y cuando fueras el mejor ¿no? —El anciano sin duda trataba de disuadir a Joey de que se quedará en lugar de irse, pero sin resultado alguno.

    —Lo lamento Félix, pero yo no soy de los que se quedan en un solo punto, ya viste lo que paso en estos dos años, además Mark se ha esforzado por llegar a ser el mejor investigador y no puedo arrebatarle todo su esfuerzo por algo que ni siquiera quiero, ya fue suficiente con vencerlo en la semifinal del camponato Pokémon —los dos rieron al pensar en eso—, espera, ¿Mark? ¡¡MARKKK!!, ¡Olvidé contarle! Tengo que contarle, adiós Félix —gritó Joey mientras corría hacía la casa de su mejor amigo y rival, Mark.

    —Bien, bien, bien —Se decía para sus adentros el viejo antes de irse—, mi trabajo aquí está hecho, y lo mejor es que no eh tenido que desvelar mi identidad, jujuju, huy creo que me estoy convirtiendo en mi abuela, bueno pero eso no importa, si mis sospechas son ciertas este chico me será muy útil en mi misión, estos 8 años viviendo aquí al fin dieron frutos, ahora iré a Nueva Azafrán, espero que a quien busco siga ahí —Y así el anciano se fue hacía su nuevo objetivo, Azafrán.


    —Bueno Gurdurr, aquí nos despedimos —decía un chico, con pinta de científico, mientras contemplaba la pokeball de su compañero—, fue agradable ser tu entrenador, pero los tiempos cambian.

    A lo lejos el joven investigador pudo divisar a un chico rubio con chaqueta roja que se despedía de todo aquel que veía, de inmediato supo quien era aquel sujeto, después de todo se conocían de toda la vida, vio como le daba la mano a cada persona que pasaba, sin duda se estaba despidiendo, cuando estuvo lo bastante cerca el joven rubio saludó a su amigo investigador de pelo castaño.

    —¡¡Hola Mark!! —Gritó Joey justo antes de llegar con su amigo— vengo a despedirme, pues hoy…

    —…Te vas de viaje —completó el investigador, que ya estaba enterado—, creí que no ibas a venir, ya te habías tardado.

    —Jejeje, lo lamento pero tuve que despedirme de toda la ciudad antes —los dos empezaron a reír—, tu sabes que no me iría sin despedirme de ti viejo.

    —Si claro, lo dice el que se fue de viaje hace tres años sin avisarme.

    —Bueno, esas fueron circunstancias muy diferentes Mark, y tú lo sabes —dijo ya bastante serio Joey.

    —Ya se, solo bromeaba —Mark se había dado cuenta de la molestia de su amigo—, pero bueno necesito…… ¿Oye tus ojeras son más grandes?

    —A eso, es que no pude dormir bien anoche —dijo entre bostezos el joven entrenador.

    —Ok, igual necesito darte esto —de su bolsillo sacó una pokebola y se la entregó a su amigo—, es mi Gurdurr, quiero dártelo.

    —Pero ¿por qué? —preguntó muy sorprendido Joey, el cual no se creía que su amigo Mark le regalará uno de sus mejores Pokémon.

    —Es que ahora que soy investigador Gurdurr ya no tiene desafíos, eh visto que no está satisfecho con la nueva vida que tiene, y es por eso que quiero dártelo.

    —Entiendo, si eso es lo que quieres, lo haré —Joey tomó la ball y agarró su mochila, dispuesto a irse—, pero sabes —agregó Joey—, de no haber sido por la quemadura que le causé a tu Pokémon, definitivamente hubieras ganado aquel combate de campeonato. —Dicho esto Joey se fue directo a la salida de la ciudad, mientras Mark lo veía irse.

    —Si realmente supieras lo que pasa Joey, bueno tal vez no te irías. —dijo Mark antes de entrar a su casa.


    Mientras tanto Joey ya había llegado a la salida de Nueva Trigal, estaba sobre una loma que le permitía ver toda la ciudad, ante tal vista solo pudo soltar un suspiro antes de decir:

    —Me eh despedido de toda la ciudad menos de alguien, y creo que lo mejor será dejarlo así —y viendo la ball del único Pokémon que conservó de su último viaje agregó—; bueno Electivire, hoy iniciamos un nuevo viaje.
     
  4.  
    MrJake

    MrJake Game Master

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    1932
    ALEJANDRO
    Capítulo 4 - Un nuevo comienzo
    Era un día como cualquier otro, o al menos así parecía en las Ruinas de Paleta, donde encontramos a un joven muchacho de unos 19 años, ropa oscura y sucia, molestando a un Lucario que trataba de meditar.

    Este chico, de nombre Alejandro, tenía la firme convicción de ser un Lucario, pues, desde que era un bebé, así se había criado: fueron sus padres Lucario los que lo criaron, y aquel otro Lucario al que molestaba era su “hermano”.

    Alejandro le decía a Lucario hermano, utilizando, claro, el lenguaje pokémon, aquel que había conocido desde que nació:

    —Ah, dices que meditas, pero en realidad piensas en una chica, ¿eh?—con tono picaresco. Lucario, algo sonrojado por este comentario, trató de seguir "meditando" pero Alejandro seguía— ¡Ah, no! Ya sé, piensas en la estrategia que vas a usar para ligártela ¿no? —dicho esto, Alejandro guiño el ojo pícaramente.

    Alejandro iba a continuar molestando a su "hermano" cuando sintió que alguien se acercaba. Entonces tomó una personalidad seria y analítica. Lucario abrió un ojo tratando de averiguar por qué su "hermano" lo dejo de molestar y se percató de lo mismo que Alejandro: alguien venía, pero no reconocían quién era el que se acercaba, acompañado de los "padres" del dúo.

    Al llegar donde ellos estaban, vieron que venía con ellos una chica de unos 18 años pelirroja, que vestía con ropa oscura como Alejandro.

    Había llegado el que quizá fuese el día más importante para Alejandro, un día que él no tenía ni idea que iría a llegar algún día, pero que efectivamente llegó. Con rostro cabizbajo, sus padres les explicaron que Alejandro no era un Lucario en cuerpo, y le contaron a Alejandro todo lo sucedido hace exactamente 19 años…


    Lucario padre corría desesperado por todas partes, ya que su hijo estaba por nacer y él no sabía qué hacer. La madre, mucho más tranquila, trataba de tranquilizarlo diciéndole que respirase. Ya cuando se hubo calmado, ella lo envió en busca de agua.

    Cuando venía de regreso, pasó cerca de la casa que, decían los humanos, era la casa del que fue hace mucho el mejor entrenador, ya obviamente destrozada y deteriorada por el paso de los años y el Choque. Él sintió que había algo allí, algo que podía percibir gracias a su sensor de aura.

    — ¿Qué será eso que siento…? —pensó Lucario padre—. Entonces cerró sus ojos y empezó a ver el aura del ente que estaba en la casa en ruinas de aquel entrenador, y se percató de que había una fuerte aura adentro, emitida por "algo" muy pequeño en el suelo. Entonces empezó a acercarse cautelosamente hasta que entró en la casa y se percató de que era una cría de humano.

    —Pero, ¿qué está haciendo en este lugar? Acá no hay humanos, solo los que pasan ocasionalmente… será mejor que me lo lleve para cerciorarme de que esté bien, luego lo dejaré en el pueblo. Ahora hay algo más importante—pensó papá Lucario, que se llevó al niño con su compañera. Justo al llegar el padre vio como del huevo que la madre había estado cuidando aparecía un pequeño y tierno Riolu que instintivamente fue hacia donde estaba su padre con la cría de humano y le tomo con fuerza la mano del bebé, sorprendiendo mucho a sus padres, creando así un lazo muy fuerte y especial entre él bebe y el Riolu.


    Después de mucho conversarlo y de ver que Riolu y el bebé no se podían separar por mucho tiempo o lloraban como si fueran a morir, decidieron adoptar al bebe al que llamaron Alejandro, único nombre humano que conocían.


    Al oír esta historia, Alejandro no supo cómo tomárselo exactamente. Pese a que le molestaba haber vivido una mentira durante toda su vida, comprendía que si eso no hubiera sucedido, probablemente no estaría vivo. Ahora comprendía todas las cosas que antes le resultaban tan raras: el por qué él no podía hacer las cosas que hacía Lucario y el por qué él usaba ropa como un humano y sus “papás” y su "hermano" no la usaban. ¡Nunca fue un pokémon, sino un humano!

    Después de todo ese tiempo viendo todo esto, Alejandro soltó una gran sonrisa con lágrimas en los ojos y abrazó a su familia, ya que, pese a que no fuesen sus padres biológicos, para él siempre sería su familia, aquellos que lo cuidaron, criaron y amaron todo el tiempo. Pero de repente, como si él y Lucario compartieran una sola mente se preguntaron al unísono quién era esa chica pelirroja de playera negra, con chaleco mezclilla, short, medias largas hasta la rodilla y unos zapatos parecidos a los de Alejandro… y, ¿qué estaba haciendo allí, observándolos con una gran sonrisa?


    —“Ya lleva una semana esta chica aquí… —pensaba Alejandro—. Todo este tiempo me ha estado explicando con ayuda de mis padres el funcionamiento de la vida humana… al parecer es muy interesante y complicada, pero una duda surge en mi interior: si soy… ehm… ¡humano! ¿Dónde está mi familia humana? Y, si es verdad que me encontraron en esa casa en ruinas, ¿por qué me abandonaron allí? Si es que en verdad me abandonaron” —todo esto y más pasaba por la mente de Alejandro.

    Y así tomó una decisión que le comentó a sus padres, una de las más importantes que tomaría en toda su vida, probablemente la más importante.

    —Mamá, papá… ustedes me han criado; y sé que me quieren mucho, al igual que yo a ustedes. Pero creo que en el fondo todo esto me ha motivado a salir a buscar la verdad, para saber qué pasó con mis padres biológicos, por qué me dejaron ahí en esa casa a mi suerte y por qué justo aquí, en estas ruinas, y no en un lugar más poblado. Por este motivo quiero pedirles permiso para ir en busca de la verdad —miró al suelo, algo tímido—. Y ya que no soy un “humano” normal no necesito pokémon que me defiendan como esa chica —dijo Alejandro refiriéndose a la pelirroja, la cual enarcó levemente sus cejas en se señal de molestia—; gracias a ustedes puedo hacer un mega golpe, no tan potente como mi hermano, pero efectivo, y también muchos movimientos tipo lucha, además, el movimiento de la aura esfera ya casi lo domino, así que creo poder estar bien —le dijo Alejandro a sus padres con un poco de tristeza; le dolía alejarse de ellos—. ¿Cuento… cuento con vuestro permiso?

    Su madre sonrió, y fue la primera en hablar:

    —Por supuesto que te doy permiso para salgas a buscar la verdad de tu origen, mas recuerda que si algo sale mal siempre seremos tu familia, nunca lo olvides—le dijo mamá Lucario con gran pesadumbre, ya que temía no volver a ver a su “hijo”. Seguidamente, papá Lucario irrumpió.

    —Te doy mi permiso con la condición de que no olvidarás visitarnos y contarnos todo lo que averigües —dijo su padre con un tono firme para ocultar su tristeza, pero Lucario, que se apoyaba en una pared pensativo les interrumpió:

    —Yo iré contigo… si tengo el permiso de ustedes —miró a sus padres—, ya que tengo que asegurarme de que no hagas alguna idiotez como acostumbras… como aquella ocasión con los Beedrill —miró acusadoramente a su “hermano” —. Te guste o no te acompañaré. Yo también quiero aventuras y conocer más pokémon y fortalecerme aún más, aunque bueno, contigo el viaje será muy molesto y lleno de meteduras de pata colosales—esto último Lucario lo dijo en un tono muy burlón.

    A lo que Alejandro respondió:

    —Bueno, por mí no hay problema, así tendré a quien molestar, ya que aún no le tomo confianza a la pelirroja que me observa incómodamente —dicho eso la chica volvió la cabeza hacia otro lugar bruscamente, con cara de vergüenza y pena, lo que les hizo gracia a todos—. Y recuerda que los Beedrill nos sirvieron de “entrenamiento”; además, ese discursito tuyo de hacerte más fuerte creo que es para impresionar a “alguien”—dijo irónicamente y con una mirada acosadora hacia un Lucario intimidado y apenado que no sabía qué hacer; esto le provocó a Alejandro una risa que le hizo expulsar hasta lágrimas, al igual que sus padres y la chica pelirroja que al parecer entendió.

    Lucario, muy sonrojado y algo furioso, le lanzó una aura esfera al chico pelinegro, el cual trató de detenerla, pero justo cuando creyó detenerla ésta explotó dejándolo K.O., y así Lucario se dio media vuelta riendo por su venganza y fue a dar uno de sus acostumbrados paseos para relajarse de las bromas de su hermano.


    Al día siguiente, listos para partir, Lucario y Alejandro se despidieron de sus padres y éstos les dijeron:

    —La chica los acompañará en su viaje para ayudarlos con los humanos y con lo que necesiten, síganla siempre ya que con sus sentidos de orientación no llegarían ni a aquella roca —el pokémon y el muchacho se miraron apenados— y también podrán comunicarse con ella por medio del aura —agregó su padre.

    —Si lo hacen muy seguido se agotarían y podrían incluso enfermar, tengan cuidado—advirtió mamá Lucario con cierto tono de preocupación.

    Dicho esto, Alejandro y Lucario se despidieron de sus padres, y el trío partió.


    Ella los llevaba a una villa un poco pequeña cerca de las ruinas, era un pueblo tranquilo y pintoresco que Alejandro conocía un poco: Villa Cuarzo. Durante su camino por el pueblo pudo oír la voz de una mujer en su cabeza

    —Bueno Alejandro, no te intimides por mi presencia, soy yo, la “chica pelirroja” como me llamas… aunque bueno, sería conveniente que nos presentáseoms: me llamo Daniela y tengo cierto control con el aura, aunque no tan bueno como tú, pero al menos me he entrenado y puedo conversar mucho con las personas de esta manera sin agotarme —dijo la chica con una gran sonrisa en su rostro y el chico de negros cabellos la miró con un gran asombro, estupefacto por lo que acaba de vivir, mientras su “hermano” los miraba con curiosidad, luego agregó la chica, ya dirigiéndose a ambos—. Vamos al laboratorio de una gran investigadora, ya que ella te podrá ayudar probablemente a hablar el idioma humano mucho más rápido. Bueno, es una posibilidad, no es algo muy seguro aún… no perdemos nada por intentarlo. Y, por favor, tratadla con delicadeza. Es un poco susceptible —dijo con una sonrisa muy inocente, mientras tenían esta conversación donde solo ella hablaba.

    Mientras seguían caminando por Villa Cuarzo a paso muy lento, cerca de ellos había dos niños jugando, lo que le despertó algo de nostalgia en Lucario y Alejandro al recordar cómo jugaban ellos de pequeños. Luego, uno de los pequeños corrió en dirección a su casa y al llegar a la puerta grito “¡Byron!”, y el otro pequeño lo siguió al interior de aquella casa, seguidamente Daniela oyó en su cabeza “¡¿Qué es un Byron?!”. Sin poder evitar llevar la palma de su mano hacia su cara bruscamente al oír las palabras de la pareja de “Lucario” en su mente, Daniela les dijo:

    —Byron es el nombre del niño que entro de último a la casa —explicó en un tono comprensivo y a la vez burlón. Los otros asintieron, comprendiendo ahora mejor.

    Caminaron por un rato más y entonces se oyó en ambas cabezas esa voz de mujer que ya conocían

    —Hemos llegado: acá vive la persona a la que buscamos para que nos ayude —dijo jovialmente la chica esbozando una gran sonrisa.
     
    Última edición: 27 Marzo 2014
  5.  
    MrJake

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    DESTINY
    Capítulo 5 - ¡Comienza mi aventura!
    Nos encontramos en Pueblo Cabo (Arcilla), Nova Norte. Todo era normal en ese acogedor pueblo, dónde vive una chica llamada Destiny. Una traviesa chica a la que le gusta gastar bromas, al igual que su compañera y amiga, Zoroark. Era Morena, delgada y de una altura de 1’66 aproximadamente, con ojos color chocolate. Su ropa era la que casi siempre solía llevar, un pantalón vaquero corto, un chaleco negro de manga hueca, y una camisa blanca de manga corta. También, llevaba una gorra blanca, con el signo de la pokéball en rosa, al igual que el ala de la gorra. Medias hasta las rodillas negras y unas botas que llegaban hasta la mitad de las canillas negras.

    No se sabe por qué, pero corría huyendo de algo o alguien. Zoroark la seguía por algo que habría hecho.

    --¡Roaaark! ¡Roark, zoro! – Se quejaba la Zoroark a medida que se acercaba a Destiny.

    -- ¡No te preocupes Zoroark, eso se quita con agua! – Se reía mientras huía Destiny.

    Zoroark, llevaba la cara completamente rayada con una especie de tinta de rotulador blanco permanente.

    Cuando Zoroark la consiguió atrapar, las dos se echaron a reír sin motivo aparente.

    --Lo siento mucho Zoroark… ¡Ay! Venga, iremos a pasear un poco por la playa de atrás, a dar un paseo y de paso lavarte la cara. – Le propuso Destiny.

    --¡Raaark! – Asintió totalmente decidida Zoroark.

    --¡Pues vamos! ¡Venga te echo una carrera! – Dijo Destiny, levantándose y adelantándose a Zoroark.

    Como Zoroark, tenía dos patas más que Destiny, consiguió alcanzarla. Llegaron hasta la playa, donde se pararon a tomar un poco de aire, y Zoroark, al ver el agua, se acercó y empezó a lavarse el hocico y la cara entera. No paró, hasta que hubiera salido toda la tinta, pero, al volver a meter la cara en el agua, un Krabby se enganchó con sus pinzas al morro del pokémon ilusionista, que empezó a intentar sacárselo, y una vez hecho, Krabby la atacó.

    --¡Zoroark! ¿Qué pasa? – preguntó Destiny, hasta que vio lo que pasaba, el Krabby atacaba a Zoroark, con lo que ella se metió en la pelea.--¡Pues bien! ¡Zoroark! ¡Tajo umbrío! – ordenó esta vez

    El Krabby resistió, pero un solo ataque más de Zoroark, lo dejaría KO. Atacó con pistola agua, pero Zoroark logró esquivarlo a tiempo.

    --¡Ahora pulso noche! – volvió a ordenar Destiny.

    Desde el interior del cuerpo de Zoroark, salió primero un aura, que después, se convirtió en energía que cargó contra Krabby, dejándolo sin tiempo a esquivarlo, y debilitándolo.

    --Bien hecho, Zoroark. – felicitó Destiny, acercándose al Krabby, que se recuperó. Lo cogió y lo llevó de nuevo al agua. –Ya estas a salvo de nuevo. –le dijo.

    --¡Krabb! – agradeció el pokémon, que volvió al fondo marino.

    --Ya está. ¿Te sigue doliendo el hocico? – Le preguntó Destiny a su amiga Zoroark.

    Zoroark asintió, y Destiny le acarició el hocico con ternura.

    --Te prometí un paseo, así que vamos – dijo la chica sonriente.


    La playa era amplia, y permitía un extenso camino escuchando el sonido de las olas romper y de los Wingull graznar mientras revoloteaban la zona.

    Pasearon por la playa durante largo rato, pero de vez en cuando, Zoroark, sentía que alguien o algo, las observaban. Hasta que se cansó de ignorar esa extraña presencia, y se giró.

    --¿Pero qué te pasa? – Le preguntó Destiny.

    --¡Raaaark!—gritó Zoroark, hacia la vegetación que se encontraba por la parte de atrás de la playa.

    --¿¡Quién anda ahí!? – Preguntó esta vez Destiny—permanece alerta, Zoroark.

    Se oyeron unas risas, que provenían de la vegetación de detrás de la playa, y luego, fugazmente, un aura negra.

    --¿Pero qué…?—dijo Destiny.

    Luego pudieron verle pero… No se veía bien. ¿Era chico o chica? Lo único que se pudo ver bien, era una sonrisa, por lo demás, su cuerpo era todo negro y cubierto. Como si él mismo llamase a las sombras a su alrededor.

    --Con que la hija de Angelica –pudo escucharse en lo que fue una voz oscura y ronca, proveniente de aquella figura--. Interesante.

    --¿¡Quién eres!? ¡Da la cara –exclamó la chica mientras su compañera gruñía en estado de guardia.

    Una risa ahogada siguió esas palabras, y la figura oscura dijo:

    --Volveremos a vernos –y tras eso, como si de un humo se tratase, unas sombras recorrieron todo su cuerpo y se desvaneció.

    Destiny permaneció por un momento en silencio mirando el lugar donde se encontraba la persona que les había estado hablando tan amenazadoramente. Luego miró a su compañera pokémon, preguntándose en todo momento cómo podía aquel hombre, o mujer, el nombre de su madre.

    --Volvamos a casa, Zoroark… pronto oscurecerá.


    Una vez llegaron, se pudieron encontrar a la madre de Destiny poniendo la mesa. Su madre se llamaba Angelica, y fue una de las mejores entrenadoras conocida en toda Nova, hace varios años. Destiny y Zoroark, se dispusieron a comer como si no hubiera un mañana, mientras Destiny se planteaba si debía o no contarle a su madre lo que hace unos momentos habían vivido.

    --Veo que Zoroark es bastante fuerte Destiny... –comentó de repente Angélica-- ¿Por qué no sigues mi pasos? Te podría prestar a mi antiguo pokémon, Luxray. ¿Qué te parece, cielo?-- le preguntó Angelica, que sabía desde hacía tiempo que su hija estaba deseando oír una proposición de ese tipo, pues deseaba irse de viaje y no se atrevía a hacerlo.

    --¿Ser una de la mejores entrenadoras de Nova ¡Claro, sería destupendo! –dijo ilusionada-- ¿Qué opinas, Zoroark? --Le preguntó Destiny a su compañera amiga.

    La Pokémon ilusionista asintió feliz, a ella también le apetecía mucho salir de viaje y ser una de las pokémon más fuertes de Nova.

    --Pues cuando acabes de comer, te dejaré Luxray, para que os vayáis conociendo. ¡Trátalo bien!

    Zoroark y Destiny afirmaron con la cabeza mientras comían, y cuando acabaron, la madre de Destiny, fue a por la ball de su pokémon para dársela, como le prometió, a su hija.

    --Te voy a advertir una cosa... Allí fuera todo son peligros, con lo que tendrás que depender de la ayuda de Zoroark y Luxray... confío en tí Destiny. ¿Saldrás mañana? -- Le dijo Angelica

    --¡Sí! –sonrió ampliamente, ansiando que llegase el día siguiente cuanto antes --El primer pokémon que quiero atrapar será de tipo volador. Quiero que sea un Staraptor, un Unfezant –afirmó, soñando despierta --. Pero sobre todo quiero cumplir mis sueños... Quiero ver a Arceus y atrapar a todos los pokémon de todo Nova...--dijo con voz soñadora Destiny.

    -- Seguro que lo conseguirás... Solo si crees en tí misma... -- La animó su madre. -- ahora ve a dormir, mañana empezarás tu gran aventura.

    --De acuerdo. -- Le respondió Destiny.


    A la mañana siguiente, se pudo apreciar a Destiny, enérgica, recogiendo toda una serie de provisiones para partir de viaje.

    --Roaaaark... --dijo bostezando mientras bajaba Zoroark.

    --Buenos días a ti también, Zoroark...-- le saludó Destiny.--¡Listo! ¡Ya tenemos todo! Zoroark... es hora de irnos...-- le dijo esta vez, cogiendo un trozo de papel y un bolígrafo, con el que escribió:


    "Mamá, si lees esto, sabrás que ya me he ido. Zoroark y Luxray me protegerán, como tú ya has dicho. No te preocupes

    Atte: Destiny"


    Soltó el bolígrafo y el papel cuidadosamente sobre la mesa, y luego miró a su compañera, asintiendo

    --Bueno, ¡nos vamos ya, Zoroark!-- le contestó Deatiny, y saliendo al exterior.--Zoroark... Comienza nuestra nueva vida... comienza nuestra aventura juntas...-- suspiró.

    La pokémon miró al frente, con decisión

    -- Dejemos ver a nuestro nuevo amigo y compañero --le dijo con un poco de curiosidad Destiny, abriendo la pokeball que le entregó su madre.


    De ella, salió el Luxray del que habló su madre. Era bastante grande, y se veía muy rudo.

    Al salir, el pokémon rugió con fuerza, y Zoroark lo saludó alegre, haciendo el pokémon un gesto de extrañez. Zoroark, al ver que se sentía extraño, lo tocó y se transformó utilizando su habilidad en una réplica de él. Ahora, con el aspecto de un Luxray, el auténtico Luxray se sentía más cómodo, y miró a su nueva entrenadora, que comenzó a acariciar su melena mientras decía:

    -- Encantada, Luxray. Me llamo Destiny, y soy la hija de tu antigua entrenadora... ésta de aquí, es mi primer pokémon, Zoroark --presentó Destiny

    El pokémon ronroneó un poco al sentir cómo Destiny lo acariciaba.

    -- Bueno... te dejaré fuera un tiempo, para llevarnos mejor –tras eso, miró al frente, y dijo decidida, antes de comenzar a caminar--. ¡Ya era hora! ¡¡Comienza mi aventura!!
     
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    MrJake

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    AARÓN
    Capítulo 6 - El primer combate, el primer líder de gimnasio

    Levantó por la mañana, casi al unísono con la salida del sol. Él y Aipom se estiraron y contemplaron el bello día. Habían madrugado mucho, y es que no podían tardar en llegar a Ciudad Marabierto (Carmín). Realmente no podían esperar, ¡querían ganar ya su primera medalla! Por eso entrenaron esa mañana, aprovechando los distintos pokémon salvajes que encontraron a su paso.

    —¡Muy bien, Aipom! —exclamó el castaño muchacho, apuntando con su dedo al pokémon rival y guardando la otra mano en el bolsillo de su sudadera turquesa—. ¡Probemos esos ataques! —movió enérgicamente su mano de izquierda a derecha—. ¡Puño fuego!

    La mano de la cola de Aipom se tornó roja y, recogida en aspecto de un puñó, golpeó con ella al pequeño Poochyena contra el que se enfrentaban.

    —¡Puño hielo! —exclamó el emocionado chico, moviendo ahora su mano bruscamente de derecha a izquierda.

    La tercera mano se rodeo de polvo helado, y propinó el segundo golpe a ese pokémon cachorro.

    —¡Y puño trueno! —exclamó con gran energía, llevando su mano desde arriba hasta abajo. Aipom golpeó con una tercera mano electrificada a su rival, que cayó al suelo—. ¡Genial! —sacó una pokéball—. ¡Atrápalo!

    La pokéball golpeó en la cabeza del malherido Poochyena, que no tuvo a penas oportunidad de defenderse. Giró las tres veces que debía hacerlo, y el “click” confirmó la captura. Aarón avanzó hasta agarrar la pokéball.

    —Genial, ya tenemos un amigo más —pulsó el botón de la ball y liberó a Poochyena—. ¡Hola! —le saludó alegremente. Poochyena estaba bastante asustado, temía a ese entrenador que tal paliza acababa de darle—. Tranquilo, pequeño, ahora soy tu entrenador… no, ¡tu amigo! Vamos, caminemos todos juntos, no me gusta que vayas en esa ball encerrado.

    De nuevo, Aarón tuvo la inevitable sensación de que alguien los estaba observando. Y de nuevo, oyó una risa ahogada.

    —Je, je, je…

    Aarón miró a su alrededor. También sus pokémon pudieron oír la risa. Poochyena gruñía buscando a su “presa”, y Aipom miraba a ambos lados repetidamente.

    —¿Quién anda ahí? —exclamó, alterado. Entonces, se dejó ver.

    —No se te da nada mal, para no haber hecho más que empezar —era un hombre de cabello muy negro y ojos igualmente oscuros. De una edad media, rondando ya los cuarenta y pico, el hombre vestía con un traje de chaqueta negro con camisa gris oscura y corbata gris clara. Apareció como de la nada, junto a un pokémon, probablemente tras usar éste teletransporte.

    —¿Q-Quién eres?

    Él rió macabramente. El pokémon que lo acompañaba flotaba en el aire, pero parecía estar inmerso en una especie de líquido verdoso; sus brazos, además, eran extraños y fragmentados. Sin duda, era un pokémon muy abstracto, aforme. Era un Reuniclus.

    —Bonito collar —dijo sin quitar un ojo del orbe de Aarón.

    Aarón lo miró desconfiando.

    —¿Puedo verlo…? —propuso, con otras intenciones bastante claras.

    —Ni hablar —Aipom borró su continua sonrisa de su cara para mostrar un aspecto desafiante.

    —Ya veo —asintió el otro. Comenzó a andar en pequeños círculos, mirando al suelo—. Vamos mal, ¿eh, Reuniclus? ¿Tú que opinas? ¿A la fuerza, o qué? —miró de repente a Aarón—. Aarón, te llamabas, ¿no? —preguntó, sonriendo siniestramente.

    —¿Cómo sabes mi nombre?

    —Sé muchas cosas de ti, pequeño —de nuevo, la sonrisa—. Pero quitarte el collar ahora sería muy fácil —ante tales palabras, Aarón agarró con fuerza su orbe—. A más ver, Aarón. A más ver… —y desapareció de repente, usando Reuniclus teletransporte.

    Aarón quedó en silencio un rato. Sus dos pokémon lo miraron atentos.

    —Ese hombre… ¿quería mi collar? ¿Por qué? ¿Fue él… el que envió esos Houndours contra mí anoche?

    Tras lanzar esas preguntas al aire, prosiguió con su camino, olvidándose por aquel entonces de aquel hombre.


    Al fin alcanzó Marabierto; una ciudad hermosa, cuanto menos, con una amplia costa y un acogedor ambiente playero y portuario. El claxon de los barcos se oía desde la entrada en la ciudad, y los transeúntes no eran pocos.

    —Es bonita la ciudad. Nunca he salido mucho de Azafrán, como muy lejos he ido al bosque. O cuando era pequeño salía más con papá, a ver a mi hermano. Eso me recuerda que quizá ahora estará buscándome… bah, ¡no importa! —apretó su puño, y miró al cielo. Aipom estaba sobre su enmarañado pelo, y Poochyena a sus pies—. Si he comenzado este viaje, es por algo. Y lo tengo claro, ¡mi objetivo primordial es el que es; los líderes de gimnasio! —y salió corriendo, rumbo al gimnasio.


    —¿¡Qué se ha ido!? —exclamó Davis, allá en Nueva Azafrán.

    —Como lo oyes —dijo Madeleine—. Por lo visto le dejó una nota a su hermano, se iba para hacerse entrenador.

    —Y se va, sin más… —suspiró Davis.

    —Su hermano ha ido tras él, lo traerá de vuelta. Ya ha salido hacia Pueblo Lunar, decía que le daría la vuelta a Nova si hacía falta.

    Los dos amigos callaron un tiempo. Ella rió, pasados unos segundos.

    —Sin él nada es lo mismo. Si el no está, no habrá bromas, no habrá vitalidad aquí.

    —¿Me estás llamando aburrido? —sobrentendió Davis.

    —Reconoce que eres un poco soso. Serías un buen alcalde, o algo así —bromeó Madeleine—. No, en serio, ¿piensas quedarte de brazos cruzados mientras el cabeza hueca de Aarón vaga por ahí? ¿No vamos a buscarle?

    —Pero no tenemos pokémon, Madeleine.

    Ella se encogió de hombros.

    —Todo lo que necesitamos es una pokéball vacía, atrapamos uno en el bosque y ya podremos avanzar sin miedo a los pokémon salvajes.

    —¿¡Sabes la locura que estás diciendo!? —exclamó el otro—. ¿Y nuestros padres, qué?

    —¿Ves lo que digo? —recriminó ella—. Eres un soso. ¡Haz lo que quieras! —terminó—. Pero yo voy a hacer lo que te he dicho.


    —¡¿Hola?! —exclamó Aarón al llegar al gimnasio. El lugar era rocoso, era completamente rocoso y vacío. Solo al fondo se veía a un hombre admirando una pared, llena de extraños objetos.

    El hombre se giró y vio al muchacho y a sus dos pokémon acompañándolo. Con un gesto, le invitó a acercarse a la pared frente a la que se encontraba.

    —¿Aspirante? —preguntó el hombre, contemplando los objetos de la pared, metidos en vitrinas. El hombre era moreno de piel, sus ojos eran negros y su pelo muy corto y marrón. No llevaba camiseta, dejando mostrar un cuerpo culturizado.

    —Sí —sonrió Aarón—. ¡Soy Aarón, y estos son Aipom y Poochyena, y venimos a retarte! —con el puño alzado y Aipom imitándolo sobre su cabeza, se sentía realmente emocionado.

    —Bien, yo soy Broco, el líder de esta ciudad y especialista en pokémons tipo roca —no dejaba de admirar la pared llena de esos objetos extraños—. Escoge uno de estos fósiles —dijo, señalando la pared y sus objetos—. Solo combatiremos con un pokémon, y mi elección dependerá del fósil que elijas.

    A Aarón le pareció extraña la actitud calmada y tan relajada del líder. Casi le parecía una actitud desganada.

    —Ehm —Aarón miraba fijamente los fósiles—. ¡Éste! —exclamó, señalando uno de ellos.

    —Perfecto —Broco sacó una ball, y comenzó a caminar lentamente hasta estar delante de su rival, al otro lado del escenario—. ¿Listo? —la pregunta, con cierto desdén, hizo que Aarón se extrañase aún más.

    —Eh, sí —dijo algo extrañado. La verdad, no comprendía la actitud de aquel líder.

    —Escogiste el fósil garra, así que, ¡adelante Armaldo! —liberó a su pokémon, un fuerte pokémon alto y acorazado, con fuertes garras y aspecto intimidante.

    Aarón lo miró de arriba abajo. Por un momento comenzó a pensar que haber decidido desafiar a un líder de gimnasio tan pronto no era buena idea; ¡de hecho, era su primer combate contra un entrenador! Miró hacia arriba, sobre su cabeza. Aipom parecía pensar lo mismo, sin duda estaba algo asustado.

    —Vamos, Aipom, tú eres el rey de los movimientos, ¿no? ¡Demuéstrale la cantidad de cosas que sabes hacer!

    Aún tras las palabras de ánimo de su entrenador, Aipom no estaba del todo convencido. Bajó lentamente y se colocó con algo de miedo en el escenario rocoso. Como acostumbraba a hace cuando tenía miedo, colocó su cola-mano en su cabeza, cosa que, por alguna extraña razón, solía relajarle.

    —Bueno, empecemos. Empieza, chico —dijo con dejadez el líder de gimnasio.

    —Ehh, ¡bien! —exclamó Aarón, algo descentrado—. ¡Aipom usa, eh, ¿qué usamos?!

    El líder cayó al estilo anime ante eso, al igual que lo hizo Aipom, Armaldo, y Poochyena. Aarón, algo avergonzado, se rascó su cabellera castaña.

    —Em, soy nuevo en esto, es que las órdenes me salen solas cuando estoy emocionado —sonreía.

    —¿Eres nuevo y vas a enfrentarte a un líder de gimnasio…? —preguntó Broco con ojos bien abiertos. Aarón asintió—. Bueno, pues empiezo yo, puesto que tú no sabes que hacer. ¡Veamos si te emocionas! ¡Garra metal, Armaldo!

    Demostrando una gran velocidad que Armaldo no aparentaba para nada, se lanzó contra Aipom y le golpeó con fiereza, empotrándolo contra una pared.

    —¡Aipom! —exclamó Aarón. Armaldo se paró en seco y comenzó a andar lentamente hacia su oponente, en la pared, lastimado por el golpe. Aarón se mordió el labio inferior—. ¡Vamos, Aipom, usa puño fuego!

    Aipom se incorporó poco a poco, y, con su tercera mano bañada en fuego, golpeó a Armaldo en su dura armadura. Éste parecía no inmutarse.

    —“Un momento —pensó Aarón—, tres manos, tres puños, tres ataques… ¿podrá Aipom…?” —habló—, ¡Aipom, utiliza puño trueno y puño hielo con tus otras manos.

    Aún con su tercera mano golpeando a Armaldo con puño fuego, Aipom saltó sin dejar de golpearle en la armadura, y le propinó con sus dos pequeños brazos un puñetazo eléctrico y otro helado en la cara a Armaldo. El pokémon fósil, algo resentido, agarró su cara con su garra izquierda.

    —Bien —dijo Broco—, garra brutal.

    De nuevo con esa velocidad, el pokémon extinto se lanzó amenazante con sus garras. Aarón esta vez tenía que reaccionar.

    —“¡Piensa algo, bobo! —se dijo—. ¡Claro! Como con aquellos Houndour” —hablando—. ¡Sustituto!

    La garra brutal de Armaldo lanzó a “Aipom” contra la pared nuevamente. Solo que esta vez, ese “Aipom” se evaporó cuando impactó contra la pared.

    Sorprendido, Broco dijo:

    —¡Era un sustituto de Aipom! El auténtico está sobre ti, ¡Armaldo!

    Aarón sonreía triunfante.

    —¡Ahora, Ai, doblebofetón triple!

    Y, sobre la cabeza de Armaldo, estaba Aipom, que sonreía como su entrenador. Como una andanada de molestas bofetadas, golpeó continuamente la cara de Armaldo con sus tres brazos.

    Broco veía la escena con una gota de anime. Realmente eran golpes de escasa fuerza, pero tan continuos que el daño iba a acrecentarse tarde o temprano.

    —Ya basta, por favor —dijo el líder—. Agárralo.

    Armaldo agarró a Aipom con su mano, y el pobre quedó inmovilizado, tratando de liberarse.

    —Oh, oh —suspiró Aarón.

    —Bien, acaba con él —ordenó Broco.

    La afilada garra que tenía libre Armaldo apuntó amenazante a Aipom. Un certero golpe que acabaría con él en menos de segundos. Aipom se revolvía entre la mano de su rival.

    —¡¡Aipom, no!! —gritó Aarón.

    Entonces, Aipom cerró los ojos y su cuerpo comenzó a emitir chispas. De repente, un ataque rayo surgió del “rey de los movimientos”, un rayo que se extendió por todo el cuerpo de Armaldo, que se retorció hasta caer de espaldas, dejando libre a Aipom.

    —¿Qu…? —dijo Broco, con la boca abierta. El potente rayo había debilitado a Armaldo. Miró a su oponente, que abrazaba a Aipom graciosamente.

    —¡Síiiiiii! —exclamó él, Aipom se subió a su cabeza y se puso de pie en ella. Los dos comenzaron a hacer un extraño baile de celebración que hizo que Broco sintiese vergüenza ajena.

    —Genial, chico, para ser tu primer combate, ha sido sorprendente —mencionó Broco, acercándose a él—. Te mereces la medalla Rocaje.

    Aarón la agarró, sonriente. Se dispuso a irse, pero cuando salía del gimnasio, se dio la vuelta y dijo:

    —Oye, Broco, ¿te gusta ser líder de gimnasio?

    La pregunta cogió por sorpresa al líder.

    —Me da la sensación de que te sientes poco realizado como entrenador —continuó el joven—. ¿Sabes? Creo que vales mucho como líder, y realmente podrías disfrutar tu trabajo. Pero, oye, si no te gusta, ¿por qué seguir? Podrías empezar una aventura con tus pokémon.

    Él sonrió.

    —Lo único que te falta es tomarte las cosas con otra actitud. Ser líder no implica vivir estancado y llevar una vida sin emociones —Aarón sonrió al decir esto—. Innova, vive cada combate, y, ¿por qué no? ¡Tómate tus días de descanso y viaja por ahí, tú eres tu propio jefe después de todo!

    El líder, conmovido, sacó una ball y se la entregó al chico.

    —Gracias por tus palabras. De verdad, intentaré hacerte caso. Quiero que cuides de este pokémon, ¿lo harás?

    Aarón miró la pokéball y pulsó su botón. Un pequeño pokémon rocoso que parecía ser una especie de insecto salió. Era un Anorith.

    —Gracias, y suerte, Broco —dijo Aarón, que salió al fin acompañado de sus tres pokémon, dejando atrás el gimnasio, bajo la mirada de Broco.


    Esto solo fueron los inicios de las aventuras de Aarón; ésta solo fue su primera batalla, batalla que acabó con una victoria. Esto solo es el principio…
     
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    MrJake

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    VERÓNICA
    Capítulo 7 - Entrenadora, y... coordinadora

    Salió de la casa acompañada de Eevee. Tan solo estaba amaneciendo, pero ya el bullicio propio de Nueva Porcelana se podía empezar a notar.

    Eevee la miró, sonriente. Ella sabía que su aventura estaba por comenzar, y de hecho, no le era necesario ni salir de la ciudad para llegar a su primer destino.

    Su abuela, después de todo, no iba a ir hasta allí, hasta la otra punta de la ciudad. Y aunque fuera, ya había dejado claro con la nota que no pretendía detenerla. Así que Verónica, a sus escasos once años, se sentía libre de marchar a donde quisiese.

    Miró su reloj de pulsera; aún faltaban algunas horas para que el concurso de Nueva Porcelana que se celebraba una vez al mes comenzase. Así que sin pensarlo dos veces, caminó calles abajo toda la ciudad, hasta alcanzar el puerto, una de las zonas más transitadas.

    Su objetivo estaba claro. Ya se había escapado más de una ocasión hacia allá, y de hecho, allí conoció a aquella Eevee, a su compañera, que desde ese momento no se separó de ella a pesar de nunca ser capturada.

    Dicho y hecho, Vero miró a ambos lados cuando se encontraba en el muelle, buscando que nadie la siguiese. Después de todo, mucha gente no sabía de aquella entrada a las alcantarillas de Porcelana.

    Al fin entró, siempre seguida de Eevee. Nunca le dieron demasiado asco las alcantarillas, pero igualmente era un lugar de paso. Tan solo tuvo que bajar las escaleras, avanzar unos metros, y al doblar una esquina, subir otras escaleras.

    Poca gente, poca, sabía de aquel lugar. Era un lugar que quedaba entre los edificios de la ciudad. Formando un cuadrado, con un gran árbol que no dejaba ver lo que había debajo desde las ventanas altas de los edificios, allí había un remanso de paz y armonía, en el que vivían multitud de especies de pokémon distintas, entre las flores y la hierba alta.

    Vero miró a Eevee.

    —¡Aquí estamos, Eevee! —sonrió—. De vuelta a tu hogar.

    Eevee comenzó a corretear por el lugar, feliz de haber vuelto al sitio de donde venía. Pero sabía que no venía para quedarse, sino a otra cosa.

    Los amigos de Eevee acudieron rápidamente a jugar con él. Un Cotonee, un Petilil, la alegre Buneary, Pidove, la pequeña Skitty, y los hermanos de Eevee, otros dos de su especie, se aproximaron y juguetearon con él. Vero sonrió mientras los miraba.

    —¡Hola, chicos!

    Todos se alegraron de verla allá. Todos la conocían, y sabía para qué venía. Todos estaban esperando ese momento.

    —Chicos, nuestra aventura va a comenzar —dijo, sonriente, sacando las balls que su abuela le dio—, ¿quién quiere venir con nosotras?

    Todos comenzaron a saltar, todos deseaban ir. Verónica sonrió.

    —Está bien. Si queréis venir todos, podréis venir. Pero dadme una buena razón para hacerlo —miró a sus amigos, los pokémon, quienes estaban muy serios—. Ya veo. Petilil, tú quieres venir con nosotras porque adoras los concursos, y tú Cotonee, quieres venir para hacerte fuerte luchando contra los líderes. Pidove, tú quieres ver mundo. Vosotras, Skitty y Buneary, queréis ir con vuestros amigos allá donde vayan. Y vosotros, hermanos de Eevee, no queréis dejar sola a Eevee.

    Meditó un momento. Luego volvió a sonreír.

    —¡Qué demonios! ¡Podéis venir todos…! —pero de repente, una risa se escuchó en alguna parte.

    —Qué conmovedor —dijo la voz, una voz joven y calmada, de mujer—. La aventura que comienza, todos los amigos juntitos.

    Vero miró a su alrededor.

    —¿Dónde estás? ¿Quién eres?

    —Nadie importante. Sólo alguien que viene a coger algo que se encuentra aquí.

    Y de repente, desde arriba, como un rayo, cayó un pokémon que cortó el gran árbol en dos. Lo partió a la mitad con un brutal ataque; era un Golduk.

    Entonces, las dos mitades del árbol comenzaron a caer a ambos lados. Vero y los pokémon estaban asustados. Desde arriba, sujetada por un Swanna, bajaba una mujer de pelo largo y azulado.

    —Encantada, chica —dijo, mientras cogía un objeto rectangular que había estado escondido todo el tiempo dentro del tronco del gran árbol. Sopló el polvo del objeto y luego miró malévolamente a Vero—. Hasta más ver.

    Volviendo a montar sobre Swanna, habiendo regresado previamente a Golduck, se dispuso a irse de allí. Vero se mostraba asustada e impotente.

    Pero entonces, los amigos de Eevee se abalanzaron contra ella. Cottonee paralizó al pokémon cisne con su paralizador. Petilil comenzó a atacarlo junto con Skitty y los Eevee, a base de cabezazos. También Pidove atacó con su ataque ala, y más tarde fue Buneary quien utilizó su patada salto contra Swanna.

    Pero su dueña solo reía.

    —Insectos —dijo, mientras Swanna congelaba a los amigos de Eevee con Rayo hielo.

    —¡No! —gritó Vero, que arrojó sus pokéball tratando de atrapar en ella a sus amigos para evitar la congelación.

    Pero no pudo evitarlo. Convertidos en bloques de hielo, un Slowbro que sacó la dueña transportó lejos a los amigos de Eevee.

    Vero cayó de rodillas, impotente, mientras miraba todas las pokéball que había arrojado, sin éxito.

    —Que esto te sirva de lección —dijo la mujer—. No te metas en mis asuntos. O igual que me he llevado a esos amiguitos tuyos, me llevaré a tu Eevee —expuso maliciosamente, y comenzó a perderse en el aire, sobre su Swanna.

    Verónica acarició a Eevee, que lloraba por sus amigos y sus hermanos, que ahora estaban a saber dónde. Entonces la chica comenzó a recoger las pokéball vacías que había arrojado y se percató de algo.

    —¡Estas dos balls! —dijo, sonriendo—. ¡Están llenas! —y liberó a los dos pokémon que había logrado salvar. Cottonee y Petilil abrazaron a Vero, tristes por haber perdido a sus amigos.

    Ella, haciendo de tripas corazón, levantó y dijo:

    —Chicos, ¡encontraremos a nuestros amigos! Si venís conmigo, nos haremos fuertes, y lograremos vencer a esa mujer. ¡Os lo prometo! ¡Rescataremos a nuestros amigos!

    Cottonee y Petilil se miraron y asintieron.

    —Pues entonces —dijo Vero, mirando al cielo—. Comencemos la aventura, Eevee… y también vosotros: Lilly y Cotty —bautizó a sus nuevos pokémon.


    Así, después de todo tanto ella como sus pokémon eran niños. Y el optimismo propio de los niños inundó su espíritu. Pensaron que sin duda rescatarían a sus amigos, pensaron que era parte de aventura, que esa mujer sería la “mala” que toda aventura tiene que tener. La mala a la que siempre logran vencer los buenos.

    Cuando caminó para regresar al otro lado de las alcantarillas, pensó en lo que debían hacer. En poco menos de treinta minutos comenzaría el concurso de la ciudad. Y el concurso cogía de camino a la ruta que se encontraba a la izquierda de la ciudad, la ruta que le llevaría a Ciudad Sol (Gres), el lugar donde aguardaba uno de los gimnasios pokémon.

    En el fondo ella deseaba ir al concurso, pero tal vez no era el momento. A pocos minutos de lo que acababa de pasar, sus pokémon no estaban preparados para un concurso, así, por las buenas.

    —¿Qué dices, Eevee? —dijo Vero—. ¿En serio quieres ir al concurso? ¿De verdad? —meditó un momento, y liberó a sus otros dos pokémon—. ¿No os importa ir? ¿En serio tenéis ánimos para ello?

    Todos asintieron. Y tenían razón, por mucho que avanzasen, no iban a encontrar fácilmente a aquella mujer. Lo mejor, creían, era seguir normalmente la aventura, y con seguridad la encontrarían, encontrarían a esa chica.

    Sobre todo, sus pokémon no querían que ella se perdiese su primer concurso. No podía perder oportunidades.

    —Está bien —dijo, sonriente—. Si en verdad queréis, ¡intentémoslo!

    Y corrieron, directos al concurso.


    Justo a tiempo llegaron para inscribirse.

    Para Vero era tan excitante estar en aquel concurso, pero a la vez tan nuevo, que se sentía sumamente nerviosa. Ella había visto muchos concursos, muchos. Pero nunca había estado al otro lado, en el escenario; siempre estuvo en el público.

    No supo muy bien qué ensayar en la sala de entrenamientos. En realidad, pensó que tal vez se estaba precipitando. Pero al fin y al cabo, tenía que intentarlo.


    Todos los coordinadores se veían tan fuertes en aquella sala de espera… todos mayores, casi nadie era tan pequeño como ella. Tan solo un niño que quizá sería de su edad andaba por allí, con tres pequeños pokémon a su alrededor.

    Pensó que podría ser un novato como ella, y se acercó a él, buscando apoyo de sus semejantes.

    —Hola, ¿qué hay? —preguntó jovialmente.

    El chico la miró.

    —Hola —dijo, posando después su mirada nuevamente en la pantalla donde los coordinadores iban mostrando sus exhibiciones.

    Vero comprendió que ese chico no tenía especiales ganas de hablar. O tal vez es que era callado de naturaleza. Así que se dispuso a alejarse, pero él la detuvo.

    —¿Eres nueva en los concursos?

    —Sí —dijo ella, aliviada—. De hecho, soy nueva con los pokémon. He visto muchas veces concursos y combates, y algo se me quedó, claro. Pero nunca he entrenado unos pokémon, después de todo.

    El chico sonrió.

    —Todos empezamos así —extendió su mano—. Mi nombre es Eric.

    Ella correspondió al apretón sonriente, diciendo:

    —Mi nombre es Verónica, aunque mis amigos me pueden llamar Vero.

    —¿Y yo soy tu amigo? —dijo de manera un tanto extraña.

    Ella se sintió algo incómoda.

    —Eh, no lo sé. Puede.

    El chico arqueó las cejas.

    —Aún es pronto para llamarme amigo. Deberías tener más cuidado con la confianza que le das a la gente —dijo seriamente.

    ¿Qué se había creído ese niño? ¿Cuántos años tenía, nueve o diez? ¡Si hasta ella era mayor! No había derecho a que le diese lecciones de moral.

    —Estos son Larvitar, Treecko y Meditite, mis compañeros —presentó Eric.

    —Oh —ella no comprendía los extraños cambios de actitud del niño, pero supuso que debía seguirle el rollo—. Pues te presento a Eevee, a Lilly y a Cotty.

    Eric miró de reojo a la chica.

    —Qué básica eres. Pones nombrecitos a tus pokémon. Y los típicos terminados en “y”. Es como si yo llamo a mis pokémon Larvy, Treecky y Medy. Ñoño, cursi, y poco original.

    Vero no podía contenerse más.

    —¿Pero tú quien te crees? ¿El rey de los pokémon o qué?

    Eric sonrió.

    —No te enfades, novata. Estoy bromeando.

    Ya comenzaba a irritarse sobremanera la joven.

    —¿¡Y tú qué eres!? ¡Si tú también estás empe…! —calló de inmediato cuando Eric le enseñó su estuche de cintas, reluciendo en el centro la grandiosa cinta de Nueva Trigal, la más difícil de obtener de todas.

    Vero se rascó la cabeza, consternada.

    —¿Ya tienes una cinta? ¿Y la de Trigal?

    Eric rió.

    —Algunos somos buenos, aunque estemos empezando —y mientras guiñaba un ojo, pronunciaron su nombre por megafonía—. Me toca. Cuídate, “Verony” —dijo sarcásticamente.

    Vero apretó sus dientes mientras murmuraba.

    —Este niñato, ¿de qué va?


    La exhibición de Eric estaba por comenzar. El niño había sido anunciado por la presentadora, y con sus tres pokémon callados frente a sí, comenzó su actuación.

    —¡Treecko! ¡Meditite! ¡Agarráos! ¡Y Larvitar, ya sabes!

    Meditite agarró con sus manos los pies de Treecko, y éste hizo lo propio con Meditite, formando los dos una especie de “rueda”. Larvitar golpeo la rueda con placaje, y ésta comenzó a rodar.

    Todos se asustaron en el público, pensando que iban a chocar en cualquier momento. Pero de repente, la rueda, es decir, Meditite y Treecko comenzaron a brillar a consecuencia del ataque síntesis. Y, justo antes de chocar, comenzaron a flotar y a dar vueltas en el aire, posiblemente por los poderes psíquicos de Meditite, como si fuesen una pelota brillante.

    —Vamos, Larvitar. ¡Golpe!

    El pokémon saltó y golpeó la “pelota”, y comenzó una especie de peloteo, volviendo la pelota hacia él y éste lanzándola otra vez. Lo curioso era que, cada vez que golpeaba la pelota, ésta se multiplicaba. Primero golpeó una, y rebotaron dos, y así sucesivamente hasta que ocho esferas de luz giraban descontroladas alrededor de Larvitar.

    De repente pararon. Larvitar, cerrando los ojos, lanzó un dragoaliento que destrozó en brillantes pedazos una de las esferas. Así, fue rompiendo todas las esferas, asustando a la gente, que pensaba que en cualquier momento podría hacer daño a sus dos compañeros.

    Todos se aliviaron al ver que sólo una esfera de luz quedaba, obviamente, la esfera real, Meditite y Treecko. Pero todos gritaron asustados cuando Larvitar la destrozó también, sorprendiéndose de ver que por ninguna parte estaban sus compañeros.

    Entonces, el pokémon roca tocó el suelo y miró hacia arriba. Todos en el público esperaban que apareciesen en cualquier momento.

    —¡Tumba rocas!

    A la orden de Eric, Larvitar levantó tres rocas puntiagudas de la tierra justo tras de sí.

    —Ahora, chicos —dijo sonriendo Eric, y aparecieron de la nada los dos pokémon desaparecidos, que comenzaron a golpear con patadas y puñetazos rapidísimos a las rocas, levantándose muchísimo polvo.

    Disipado el humo, se pudo ver como las rocas que había levantado Larvitar ahora habían sido ágilmente talladas, y ahora tenían la forma de los tres pokémon, con la misma postura que tenían los auténticos pokémon.


    Vero no daba crédito de lo que había visto.

    —Realmente es bueno —dijo, asustada. Ahora le tocaría a ella, y estaba nerviosa. En comparación con tal exhibición, ¿qué haría ella? Lo suyo sería una birria.

    Y sus miedos se confirmaron cuando el niño recibió la friolera de 91 puntos.

    Tragó saliva, y respiró profundamente. ¿Podría Vero dar la talla?
     
  8.  
    MrJake

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    JOEY
    Capítulo 8: Relato a media ruta

    Era medio día en la enorme región de Nova, el sol calentaba con majestuosidad cada rincón del bello mundo pokémon, además, los rayos del sol ofrecían una hermosa vista del ambiente, claro, si no te molestaba el calor.

    Mientras tanto un joven entrenador de pelos rubios observaba un cartel a las afueras de Nueva Trigal, a la espera de poder tomar la decisión de qué camino seguir; por un lado, hacía el sur, se localizaba a unos cuantos kilómetros de distancia la tecnológica Ciudad Espiral, lugar que se caracteriza, tal y como dice su nombre, por tener dicha forma.

    El único punto de interés que podía tener dicho lugar para algún joven entrenador sin ningún tipo de entusiasmo por los avances tecnológicos era, ni más ni menos, que el Gimnasio “psico-loco”, bautizado así por los múltiples entrenadores que lo retaban, debido a que su líder se especializaba en pokémon tipo psíquico y además, se decía, era un científico loco, así como lo fue Blaine en su tiempo.


    Después de meditarlo un poco, el entrenador, de nombre Joey, decidió que, debido a que quería alejarse un poco de la vida de entrenador pokémon, lo mejor sería tomar la otra ruta, hacía el norte, lo cual lo llevaría a Valle Riachuelo, lugar que hasta entonces nunca antes había visitado.

    Al terminar de leer el modesto cartel de madera, tomó su mochila, la cual había dejado en el suelo y liberó al único pokémon que lo acompañaba, Electivire, quién apareció imponente e hizo retumbar el suelo al caer, creyendo haber sido convocado a alguna batalla; aunque el único fin con el que su entrenador lo liberó fue, simplemente, para no sentirse tan sólo durante el viaje, pero sobre todo, para que su acompañante lo cargara sobre su cabeza y, así, evitarse la caminata.

    —Bueno, bueno —Se dirigió el entrenador a su acompañante, el cual se mantenía reacio a cargarlo todo el camino de ida desde Trigal hasta Riachuelo—, tampoco es para que te enojes, bien podemos caminar juntos la mayor parte del trecho, sin embargo —cambió su tono a uno más presuntuoso—, preferiría sentarme sobre tu cabeza en el último tramo del camino, ya sabes, para llegar con una entrada triunfal. —Sonrió. Sonrió con aquella sonrisa fingida que había adoptado hace ya algún tiempo, desde aquel día en que fue derrotado en el Campeonato Pokémon, concurso que se realizaba previo a la Liga y que, al ser derrotado, le había arrebatado las ganas de volver a combatir.

    —Electivire. —pronunció el voluminoso pokémon, al tiempo que negaba con la cabeza.

    Sabía que detrás de esa fachada de tipo duro y despreocupado se encontraba su viejo amigo, su entrenador, aquel que lo vio salir del cascarón cuando era sólo un Elekid; sin embargo, aquella derrota le afectó mucho, y no por haber sido derrotado, su amigo no se habría rendido así de fácil en circunstancias normales, la verdad, fue contra quién le tocó perder aquel día, lo que le hizo dejar de entrenar por más de un año, y ahora que volvía, lo hacía con las alas rotas.

    Pero no le duró mucho la reflexión al enorme pokémon eléctrico, pues para cuando se dio cuenta, su entrenador ya le había aventajado un buen tramo al camino. El pokémon eléctrico trató de correr, en vano, para alcanzar a su entrenador.


    —Electi…uf…Electivire. —se quejó pesadamente cuando al fin logró llegar con su entrenador, quién se había detenido apropósito y ahora lo veía bastante divertido, pues en ese estado parecía más un Snorlax jadeante que un “imponente” Electivire.

    —Ay pero que frágil eres amigo —le dijo Joey a su compañero, a manera de burla—, se supone que los Electivire son ágiles y rápidos, pero tú no das más que un pequeño paseo cuando ya te cansas. Supongo que simplemente no das la talla. —comentó, jugando, pero aún así el comentario molestó mucho a su camarada, el cual empezó a cargar una pequeña cantidad de energía eléctrica, antes de caer rendido por el cansancio. Era verdad, podía ser muy fuerte, pero en cuestión de velocidad, era un perdedor.

    Joey se asustó un poco al verlo en ese estado, así que decidió dejar las bromas por un rato y, sentándose en el suelo, sacó una botella de agua de su mochila, la cual le dio a su amigo.

    Electivire se la bebió de un sorbo, y después de un rato, volvieron a andar. No tardaron el entablar algo similar a una conversación.


    —Dime Electivire —preguntó con cierto interés el joven de pelos rubios—, ¿Qué crees que encontremos en Valle Riachuelo?

    — ¿Vire?, Electi, Electivire —contestó el enorme pokémon, al tiempo que levantaba los hombros, lo que era, en los términos del pokémon, un “no tengo idea”.

    —Vaya, pero sí que has cambiado querido amigo, te has vuelto más serio y despreocupado —le dijo, recordando cuando aún era un Electabuzz—, y sabes que… ¡Me agradas a un más! —La afirmación tomo por sorpresa a su compañero, que no entendía nada—, ya no te preocupas y prefieres vivir el presente, ¡Me encanta! —finalizó, con una amplia sonrisa en el rostro.

    Su pokémon solo asintió, complacido. Aquel entrenador le había criado desde que había nacido, pasando desde su infancia como un Elekid, hasta soportar sus frecuentes riñas cuando era Electabuzz, y ahora, ya grande y “maduro”, se daba cuenta de que apreciaba mucho a Joey, aunque aún no lo comprendía del todo.


    El silencio se fue apoderando lentamente de los dos mientras seguían avanzando hasta que, con el fin de romper el hielo, Joey se animó a hablar.


    —Así que… —dudó por un instante, las conversaciones no eran su fuerte, y no tenía nada que decir, ¿De qué rayos se puede hablar con un Electivire? ¿Deportes?, ¿El clima?, ¿Chicas?, se dio cuenta de que estaba acorralado, no debió empezar a hablar sin tener nada listo, empezó a ponerse nervioso y a buscar en su cabeza algo de utilidad, y al fin dejo escapar una pregunta—, ¿Así que te gusta el pan? — ¡Mierda!, pensó, porque había preguntado algo tan estúpido como eso.

    La pregunta flotó en el aire unos segundos, los cuales fueron una eternidad para Joey hasta que, al fin, su pokémon se echó a reír.

    —Fanfiction que suerte, fue un alivio que se lo tomara a modo de chiste —pensó el entrenador pelirrubio, al tiempo que empezaba a reírse de su propia idea—, je ¿Así que te gusta el pan? —repitió, al tiempo que hacía demasiado énfasis en la “i” y trataba de sonar lo más ridículo posible.

    Al final terminaron revolcándose de la risa ante un chiste nada gracioso.

    Cuando al fin dejaron de reír, y después de recuperar la poca compostura que les quedaba, reanudaron el viaje.

    Durante un largo rato siguieron caminando sin interrupciones, cada uno enfocado en sus propios pensamientos, hasta que fueron perturbados por unos ruidos, muy parecidos a unos sollozos, los cuales provenían de una roca cercana, y al acercarse a ella se dieron cuenta de que aquellos lamentos eran emitidos por una pequeña niña de aproximadamente diez años, bajita, con unos pantalones negros, tenis blancos y un suéter rosa completamente fuera de contexto, aunque al menos Joey ya no se sentía tan raro por usar chamarra en pleno Verano.

    Pequeña y delgada como era, terminaba de dar aquel aspecto de fragilidad y abandono que se espera de alguien que emite tan lúgubres gemidos, alguien que ha perdido la esperanza.

    La pregunta era, ¿Qué podía ser lo suficientemente horrible para que, a tal edad, aquella niña mostrara tal tristeza en su rostro?

    —Ho-hola —dijo Joey, sin convicción—, ¿Qué te sucede? —preguntó, tratando de ser amable, al tiempo que se agachaba para hablarle.

    La niña lo miró desconfiada, sin embargo, ya que no tenía nada más que le robaran, decidió hablar.

    —Un pokémon m-me robó mi mochila —dijo, apartando la mirada, al tiempo que sus ojos se tornaban algo rojos, claro indicio de que volvería a llorar. Joey estaba sin habla.

    — ¿Qué? —Preguntó incrédulo— Todo este escándalo por una simple mochila, ¿No crees que estás exagerando?

    De inmediato los ojos de la niña se posaron en los suyos con una mirada fulminante, todo el temor y la tristeza que reflejaban sus ojos hace un momento se habían desvanecido para dar paso a una mirada llena de molestia, rencor y enojo, insólito para alguien tan joven . Después de soltar un largo suspiro de molestia, la niña prosiguió.

    —La mochila por sí misma no valía nada, sin embargo, su contenido —hizo una pausa, dudosa entre continuar o callar—, su contenido era de vital importancia para lo que queda de mi familia.

    Joey se quedó estupefacto, ¿Qué podía ser tan importante para destrozar una familia en caso de perderse o peor aún, hacer llorar a una niña de aquel modo?, sin embargo pronto se dio cuenta de que la verdadera pregunta era: ¿Quién #$%& era capaz de mandar a una niña de diez años, sola, sin aparentemente ningún pokémon, a quién sabe dónde con un “objeto” tan importante. De repente, la sangre le empezó a hervir.

    —No es lo que crees —se apresuró a decir la niña, al ver la expresión de Joey—, si yo cargaba con aquel objeto era porque yo misma me ofrecí; después de todo, nadie más podía hacerlo. —Finalizó, con un semblante serio poco común en alguien de tan poca edad.

    Joey no entendía el asunto, lo que le decía aquella niña no tenía, al menos para él, n pies ni cabeza; y la mirada perdida de su compañero eléctrico no ayudaba mucho que digamos. Al final, logró formular una pregunta.

    —Pero, incluso aunque esto que me digas es verdad, contéstame algo, ¿Cómo es que nadie más de tu “amorosa familia” podía hacerlo, porque mandar a una niña de diez años a hacer un trayecto incierto y peligroso a no sé donde con quién sabe qué?, ¿Acaso no podía ir tu padre? —cuestionó, aunque no esperaba ni de lejos la respuesta que estaba a punto de obtener.

    —Mi padre está muerto— soltó de repente aquella chica. La respuesta fue como un cubetazo de agua fría para el pelirrubio; de inmediato, se incorporó de un gran salto y le rogó a aquella chiquilla que le contará rodo acerca de su historia.

    Aunque con algo de molestia y desconfianza, al final la chica aceptó.


    —Anteriormente mi familia era un grupo de peregrinos que viajaban por toda Nova —hizo una pausa antes de seguir—, viajaron desde Ciudad Azafrán hasta Pueblo Ámbar, recorriendo Nova de Norte a Sur, y de Este a Oeste, de…ahh, creo que ya no hay más puntos cardinales. —miró a su receptor que junto con su compañero parecía algo molesto, y continuó como si nada— Hasta llegar a Valle del Riachuelo —señaló el camino de roca y tierra que atravesaba la ruta—, justo hacia allá, donde se establecieron desde entonces.

    <<Al comienzo todo fue paz y alegría, pero como todo en la vida —cambio su tono de voz y gesto al de una persona mayor— se esfumó al instante. Los turistas empezaron a llegar por montones y a establecer puestos y demás cosas, pero a diferencia de nosotros ellos no pensaban mucho en las repercusiones del ambiente, ni en sus antiguos habitantes. La única razón por la que nos dejaron quedarnos ahí es porque mi padre y su hermano hacían hermosas coronas con la madera del Valle y, a cambio de quedarse, ellos les daban algunas coronas para los múltiples torneos que hacían; pronto, mi familia se volvió esclava y el Valle perdió para nosotros, toda aquella belleza que veían los despreocupados turistas>>

    —Debió ser horrible. —dijo atropelladamente Joey, aunque aún no le quedaban claras muchas cosas.

    —Lo fue, pero eso solo es el principio —lentamente se incorporó, tal y como lo haría un enfermo que se acaba de levantar de una cama de hospital después de haber estado acostado allí por meses—, con el tiempo se volvió una cuota, un impuesto, y no se conformaban con una corona simple, ¡La querían perfecta! —Gritó en forma de reclamo—, y no se cansaron hasta que mi padre murió de agotamiento, pronto le siguió mi madre y por último mi hermano pequeño, mientras que el mayor se fue del Valle. Al final solo que damos mi tío y yo. —Joey y Electivire notaron un hilo grueso de tristeza emanado de su voz.

    —Y supongo, era un tirano —pensó Joey, sacando conclusiones apresuradas.

    —Me crió desde que tenía seis años, dando me todo lo que necesitaba, o al menos, todo lo que me podía dar —oír eso fue otro golpe para el chico, que no lograba adivinar nada—, sin embargo, y aunque ya no le pedían coronas tan seguido, el trabajo aún le perseguía. Solo, sin ningún compañero, empezó a palidecer, y yo, yo no podía ayudarlo. —El dolor se reflejaba en su voz y por un momento, Joey quiso abrazarla— Empezó a hacer largos viajes para conseguir mejor madera, pues ya no le aceptaban la del Valle, y aunque siempre me pedía que me quedase en casa, yo siempre lo acompañaba. Poco a poco me di cuenta de que su salud empeoraba y aun que él no lo admitía, estaba muy mal. Me volví más madura, aprendí a hacer las cosas por mí misma, le ayudaba a mi tío, e incluso intenté aprender a tallar madera, sin resultado alguno. El día del Torneo del Valle del Riachuelo se acercaba, donde al ganador se le entregaba una corona muy especial, La “Corona Celestial”, una brillante corona que irradia una extraña energía mística, cuya fabricación requiere un gran conocimiento artesano y es fabricada con madera de árboles del Bosque Verde —La simple frase lo dejó sin habla, El Bosque Verde, el enorme y magnánimo bosque de la antigua Kanto estaba a varios kilómetros de distancia, y un viaje así suponía varios días de trayecto. Más que nunca puso atención a las palabras de aquella niña—, por lo que tuvimos que salir de viaje con dos meses de anticipo — ¡Dos meses! Eso es mucho tiempo para llegar al bosque, el recordaba que tardó aproximadamente semana y media en llegar, aunque si lo pensaba bien, cargar con una niña pequeña no era sencillo, es más, ¿Por qué llevó a su sobrina a un viaje tan largo?—, y entonces paso…

    — ¿Qué? ¡¿Qué paso?! ¡Dime por favor! —suplicó Joey, ansioso de saber más acerca de esa historia que le contaba aquella niña, a quién hace unos segundos consideraba solo una cría chillona, pero que ahora le contaba una historia por demás interesante, aunque en esos instantes parecía reacia a proseguir, hasta que al final accedió a continuar.

    —Después de caminar por dos semanas al fin llegamos al bosque —de pronto, sus ojos se llenaron por fin de luz, como si el mero recuerdo de aquel bosque le regresara la felicidad, aunque solo fuera un instante—, era maravilloso, enorme, espléndidamente verde, además, mostraba aquella belleza que hacía tiempo había perdido el Valle del Riachuelo, durante el tiempo que estuvimos ahí me divertí como nunca, además de que la salud de mi tío empezó a mejorar en aquel mágico lugar, por lo que cuando partimos fue demasiado doloroso —Joey logró notar unas pequeñas lagrimas que brotaban de aquellos ojos marrones—, hicimos prácticamente el mismo tiempo de ida que de regreso, sin embargo, su salud volvió a degradarse.

    <<Pasó un mes desde que partimos y todavía quedaba un mes por delante, tiempo insuficiente para terminar La Corona Celestial. >>

    — ¿Insuficiente?, ¡Pero si era un mes! —Gritó el chico que no podía creérselo—, ¿Qué tanto puede tardar en hacer una estúpida corona?

    — ¡No es estúpida! —Vociferó la niña, dejando boquiabierto al chico, que no entendía porque defendía algo que, por sus relatos, solo le traía infelicidad—, mi tío trabajó demasiado en ella, puso su alma en ese trabajo, y, aunque al principio no me gustaba, creo que le he cogido cariño a su trabajo. —Habló como quién empieza a agarrarle el ritmo a la tradición familiar—Y ni que decir el cariño que le tenía mi tío, a pesar de ser obligado a hacerla a la fuerza y bajo presión, su cariño por ella no disminuyo, viajo a Trigal donde tenía un muy “viejo” amigo —hizo énfasis en viejo —, el cual le ayudó a terminar la corona, acosta de su propia salud, cayendo gravemente enfermo el mismo día en que terminó la corona.

    — ¿Y fue? —preguntó con curiosidad nuestro protagonista, intrigado de saber hace cuanto tiempo que aquella corona existía.

    —Hace dos días —respondió.

    Era menos tiempo del que Joey se imaginaba

    —Pero aún no entiendo algo, ¿Por qué dices que es de vida o muerte que recuperes esa corona? —le preguntó a la chica.

    —Muy simple, los organizadores del torneo nos dijeron que si no entregábamos la corona a tiempo para el evento nos desalojarían, es por eso que mi tío se presionó tanto y terminó en ese estado tan grave, además —suspiró, Joey empezaba a acostumbrarse a dicha acción—, es la razón de que éste aquí. Decidí traer la corona de Trigal a Riachuelo por mí misma, sin embargo mañana es el torneo y no tengo la corona… no se qué hacer. —Empezó a llorar en silencio y a soltar esporádicamente algunas lágrimas.

    El silencio se apoderó del lugar unos segundos, hasta que, repentinamente, Joey levantó la mirada, y con un tono de voz y semblante demasiado confiado y fanfarrón, casi rozando lo arrogante, empezó a mascullar.

    —Así que un día… la vida de dos personas… La “Corona Celestial” —siguió vociferando para sí mismo, demasiado excitado por el desafío, hacía tiempo no tenía uno—, un “pokémon misterioso” eh; bien decidido —cogió su mochila del suelo y dio un salto de emoción—, yo recuperaré “La ofrenda”. —Finalizó, expulsando demasiado ego por los poros de la piel.

    La niña, cuyo nombre hasta entonces seguía siendo un misterio, lo miró extrañada, pero decidió confiar en él, pues por lo menos, no se había quedado dormido durante su explicación, como los otros viajeros.

    —Ahora, lo más importante es, ¿Qué pokémon fue aquel que te robó tu mochila? —Puntualizó, haciendo aquella pregunta que debió hacer desde hacía tiempo.

    Después de obtener la respuesta de su “joven amiga” se limitó a sonreír. Aquello era demasiado simple, levantó la mirada y logró vislumbrar a un pequeño Starly sobrevolando su cabeza a varios metros de altura, no era lo que esperaba pero al fin y al cabo serviría de algo.

    Le dirigió una mirada cómplice a su Electivire antes de decir, de manera bastante malévola:

    —Tenemos pollo para la cena.
     
  9.  
    MrJake

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    ALEJANDRO
    Capítulo 9: Ser humano

    —Entonces… ¿¡debo cambiar de ropa todos los días!? —exclamaba con boca plenamente abierta Alejandro, pronunciando con dificultad las palabras de ese idioma humano que hacía pocas semanas que conocía, de la mano de Daniela.

    La mujer de moño en la cabeza se llevó la mano a su cara, impotente.

    —Daniela, de verdad, ¿era necesario recurrir a mí para esto? —preguntó con desdén.

    —¿Qué querías que hiciese si no, hermana? —dijo Daniela, con una gota de sudor cayendo por su frente.

    Alejandro se rascó la cabeza. Aún no terminaba de comprender todas las costumbres de los de su raza, pero esa científica, por alguna razón, ayudaba a Daniela a enseñarle todas esas cosas. ¿Oyó algo de “hermana”? ¿Qué significaba eso? ¡Ah, sí! Era esa relación que tenían él y Lucario, es decir, tener los mismos padres, ¿no?

    Eso meditaba Alejandro, mirando con cara de bobo a la mujer del moño. Ésta suspiró hondamente hasta acabar diciendo:

    —Esta misión que te han encargado es la más rara de todas las que he visto.

    —¿Mi… sión? —repitió torpemente el chiquillo, mientras miraba extrañado a Lucario.

    Asintió Daniela, sonriente.

    —Sabes que me gustan las causas perdidas —sonrió ella—, además, ¡aprendí a usar el aura! Ha sido genial.

    Alejandro estaba bastante perdido, y se planteaba realmente si lo estaba comprendiendo todo bien. Así que dijo:

    —¿Entonces… tú haces misiones?

    —Eh, sí, algo así —dijo Daniela—. Y mi nueva misión eres tú. Debía encontrarte y lograr que volvieses a ser otra vez a ser un humano.

    Alejandro seguía sin entender del todo bien eso, ¿alguien solicitó que Daniela le buscase? ¿Alguien sabía que se encontraba allí, creyendo ser un Lucario, y la mandó a ella? ¿Por qué no vino ese alguien en persona?

    —Daniela —dijo Alejandro—, ¿ese que te llamó la misión…?

    —Se dice “encargó” —corrigió ella.

    —…Encargó la misión —rectificó el chico-Lucario—, ¿quién era?

    Daniela se encogió de hombros lentamente, mientras decía:

    —No puedo decirte eso. ¡Soy detective privada! ¡Me encargo de casos imposibles! ¡De casos que no pueden ser resueltos! No solo investigo, ¡busco soluciones! Por eso, mi primer objetivo era averiguar tu ubicación, ¡y ahora debo volverte humano una vez más!

    El chico se rascó la cabeza lentamente. ¿Detective? ¿Soluciones? ¿Quién querría eso? ¿Quién contrataría a nadie… por él?

    —Y por supuesto —continuó la que parecía ser su hermana—, la estúpida de Lydia Oak, tu querida hermana, tiene que ayudarte. ¡Daniela, soy científica!

    —¡Pero experta en pokémon! ¡Por eso eres perfecta para ayudarme a convertir a un humano-pokémon en humano otra vez! Aunque suene un poco raro…

    Otro largo suspiro salió de la boca de Lydia Oak.

    Justo en ese momento, entró por la puerta un niño de baja estatura y con prominentes gafas.

    —¡Profe, pro…! ¿Huh? Oh, perdone, no quería interrumpirles —dijo el niñito, de unos nueve años, muy educadamente. Lydia sonrió mientras se acercó a él, agachándose para quedar a su altura.

    —¿Qué te trae por aquí, Sully? —le dijo.

    El niño se recolocó sus gafas.

    —Eh, venía buscando a mi hermana, no la encontramos.

    Lydia se extrañó al oír esas palabras.

    —¿No encuentras a Sam? Hmm, por aquí no ha venido, lo siento. ¿Y cómo es que no está en ninguna parte?

    El niño de nombre Sully suspiró.

    —Papá dice que se ha ido de casa. Mi hermano está muy triste.

    Lydia Oak suspiró, mientras acariciaba el cabello del niño.

    —Tranquilo, Sully. Ve a preguntar a los demás vecinos, ¿quieres? Si la encuentro, se lo diré a tu padre en seguida, ¿vale?

    Asintiendo, el joven salió corriendo del lugar, dispuesto a buscar a su hermana por todo el lugar. Sin saber exactamente con certeza si la chica se había escapado, Lydia miró al suelo algo afligida.

    —¿Crees que realmente se ha escapado? —preguntó Daniela.

    Alejandro miró desconcertado a una y a otra. ¿Por qué iría una niña a escaparse de casa? ¿Dónde iba a estar mejor que con sus padres? ¿Cómo se alimentaría? Definitivamente, Alejandro pensó que los humanos eran muy raros.

    —Sí —contestó ella—. Ella es una chica de tan solo diez años, pero es muy callada y muy madura para su edad. Su nombre es Samantha. Y su historia, bueno, es un tanto complicada… ella tenía mucho apego a su padre, el cual murió hace algunos años por una enfermedad; nunca lo ha superado realmente. El chico que ha venido antes, Sully, es el hijo del señor Sullivan, un hombre del pueblo cuya mujer también murió hace pocos años de enfermedad. La madre de Sam y el padre de Sully se casaron hace poco y tuvieron otro hijo, Lionell.

    Alex escuchaba la historia muy interesado.

    —Ella nunca aceptó que su madre “sustituyese” a su padre por otro hombre. Tener que vivir aquí con una nueva familia, en un nuevo lugar, no le gustó nada. Si a eso sumamos que deseaba con todas sus fuerzas marcharse de aventura con su Kirlia, pero su madre no le dejaba, le decía que debería esperar, al menos, hasta los 15 años —miró al techo, pensativa—. Solía venir por aquí a menudo, a que le contara cosas de los pokémon. Estoy segura de que se ha hartado y se ha marchado. Estará casi seguro camino a Nueva Azafrán; es la sede de concursos más cercana, y ella pretendía ser coordinadora.

    —Así que habrá ido al norte, ¿huh? —Daniela se acomodó el pelo mientras que decía—. Está bien, esto parece un trabajo para mí. Esa chica es demasiado joven, iré a buscarla y trataré de hacerla entrar en razón.

    Lydia y Alex se sorprendieron ante aquellas palabras.

    —¿Y mi misión? —dijo el joven.

    —Te quedarás aquí con mi hermana, que ella te siga enseñando hasta que vuelva. Procuraré no tardar demasiado, ¿cómo es esa chica?

    Lydia, algo nerviosa, dijo:

    —¿No crees que es mejor que él te acompañe? Si viaja a ciudades podrá ver cómo viven los humanos. Podrá interactuar con gente, e incluso introducirse en el mundo de las batallas pokémon.

    Alex miró a su “hermano”. Por medio del aura, trató de hablarle.

    —“Entonces, ¿qué, Lucario? ¿Te apuntas? ¡Vamos por ahí, a ver esta región! Llevo 17 años creyendo ser un Lucario, aislado del mundo humano, ¡ahora quiero verlo, quiero ser parte de él!”

    Lucario solo asintió lentamente. Obviamente le acompañaría a dónde fuese.

    —Está bien—comentó con una sonrisa Daniela—. ¡Pero espero que no seais un estorbo! Que ayudarte, Alejandro, sea una misión, no quita importancia a que debo darle a encontrar a esa chica.

    —¡No soy estorbo! —se quejó el joven-Lucario—. ¡Seré de mucha usabilidad!

    —Se dice “utilidad” —corrigió la pelirroja.

    Lydia rió ante aquello.

    —De acuerdo, entonces confiaré en ti. Pero sobre todo no obligues a Sam a hacer algo que no quiere. Aunque tenga 10 años, es suficientemente madura para saber qué quiere hacer y por qué lo hace. Solo trata de hacerla entrar en razón, ¿vale?

    —Eso haré —sonrió su hermana.

    —La reconocerás fácilmente; tiene cabellera muy larga, y la acompaña un Kirlia. Ella suele llevar en su muñeca anudado un pañuelo rojo que le regaló su padre. No creo que os cueste distinguirla.

    Daniela asintió, y miró a los “hermanos”. Alejandro debía practicar el lenguaje, sí, ¡pero ella había aprendido a conciencia para esta misión a utilizar el aura, y ella también quería practicarla! Además, podría ser un buen medio para comunicarse con Lucario y Alex en secreto y aislado de los demás.

    —“Bien, allá vamos, chicos, avancemos, nos espera un caminito que recorrer. aprovecharemos así para comprarte más ropa, esa está... muy asquerosa" —dijo ella por medio del aura, mientras salía del laboratorio despidiendo a su hermana con un gesto de su mano.

    —"¿Qué problema hay con mi ropa?" —se quejó vía aura Alejandro, provocando una risa de Lucario y Daniela mientras salían del lugar.

    Cuando la científica quedó sola, se llevó la mano al pecho, se acomodó en su silla, y suspiró muy profundamente.

    —Uf… parece que me he librado —dijo sonriendo aliviada, no tendría que hacerse cargo de ese chiquillo-pokémon.
     
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    DESTINY

    Capítulo 10: Dominar la Ilusión

    Caminaba la audaz entrenadora por la ruta que le llevaría a Ciudad Sol. No era la primera vez que pasaba por allí; después de todo, solía ir a Ciudad Sol con su madre por ese camino para hacer algunas compras y demás.


    Es por ello que Destiny sabía bien cómo era el camino. No obstante, esta vez debía fijarse en otras cosas… como por ejemplo en los pokémon salvajes. Sabía muy bien qué pokémon quería encontrar y sabía que en esa ruta ligeramente boscosa podía encontrarlo. Aunque claro, no sería sencillo.


    Por eso, decidió estacionarse con su tienda de campaña en la ruta y aprovechar para entrenar un poco mientras buscaba al pokémon que deseaba.


    —Genial, ¡ahora, vamos a practicar tu habilidad, Zoroark! Tienes que transformarte en Luxray.

    Zoroark se encogió de hombros. Para ella, eso era algo sencillo; su habilidad ilusión le permitía transformarse en pokémon de su mismo equipo sin problemas, aunque solo adquiría el aspecto: ni la fuerza ni las habilidades cambiaban.


    Así que, con bastante facilidad, adquirió la forma de Luxray.


    —Mmm, genial. ¿Y convertirte en mí? ¿Podrías?


    Zoroark, mientras regresaba a su forma original, negó fuertemente con la cabeza. Su habilidad era muy útil, pero no podía llegar a hacer tal cosa: solo podía convertirse en pokémon, y más concretamente, en sus amigos, pokémon del mismo equipo.


    —Suponía que no podrías. ¡Hay que practicar eso, Zoroark! Tenemos que lograr que puedas lograr adoptar la forma de cualquier cosa, persona o pokémon, sin necesidad de que sean de tu mismo equipo. ¡Sería genial como forma de confundir a los enemigos! Además de que podríamos hacer muchas otras cosas si pudieses adquirir la forma de una persona…


    La pokémon siniestro meditó callada. Su entrenadora, a veces, era demasiado soñadora. ¿Verdaderamente era posible llegar a esos extremos en su habilidad? Desde que era un Zorua, siempre ha sido capaz de transformarse en los pokémon de la madre de Destiny mientras ésta lo llevase en su equipo; pero más allá de eso, consideraba imposible lograr generar otro tipo de ilusiones.


    —Y también —siguió dilucidando Destiny— hay que corregir ese otro pequeño fallo que tiene tu habilidad… no podemos tolerar que cuando te toquen acabe la ilusión, ¡sería genial que lograses mantenerla por más tiempo, incluso si te hieren! —exclamó ilusionada Des.


    Estaba entonces Zoroark a punto de quejarse de las ideas fantasiosas e imposibles de su entrenadora, cuando ésta levanto repentinamente y señaló al frente, a las ramas de un árbol.


    —¡Ahí, ahí! ¡Eso es! ¡Un Staravia!


    Un pájaro descansaba de su vuelo tranquilamente en aquel árbol. Mechón rizado en su cabeza emplumada, estaba claro que era un Staravia macho bastante joven.


    —¡Tenemos que ir a por él, Zoroark, Luxray! —gritó emocionada. Entonces, los tres se escondieron detrás de otro árbol, acercándose sigilosamente al Staravia—. Vale… ¿ves lo que te digo, Zoroark? —susurraba—. Si ahora mismo fallase nuestro plan, Staravia saldría a volar y lo perderíamos. Pero si tú pudieses transfomarte en lo que quisieses, podrías tranformarte en un pokémon volador y seguirlo —meditó en silencio—. Ya encontraré la manera. ¡Ahora, Luxray, Onda Trueno! —gritó Destiny, sobresaltando al Staravia, que, para cuando se había girado, ya estaba paralizado. Un simple tajo umbrío de Zoroark bastó para noquearlo—. ¡Pokéball, ve!


    La pokéball impactó en su cabeza, y así, tembló una, dos y tres veces, dando como resultado la captura de Staravia. Agarrando triunfante la pokéball de su nuevo pokémon, Destiny hizo una pose un tanto extraña, mirando hacia arriba y apuntando con su ball al cielo, mientras decía, sujetándose con la otra mano la gorra:


    —¡Sí! ¡He atrapado un Staravia!


    —¡Lux, Luxray! —gritó Luxray, saltando junto a su entrenadora emocionado.


    Zoroark contemplaba la escena con una gota de sudor en su frente. Le preocupaba que su entrenadora estuviese empezando a perder el contacto con la realidad. Para ella, todo parecía posible, fácil, sencillo, emocionante y divertido. Como un juego, que puedes resetear tantas veces como quieras.

    Aunque quizá eso era un punto a favor. Personas como ella podrían conseguir grandes cosas… o bien darse de bruces contra el suelo.


    —¡Ahora, movámonos! ¡A por el primeeeeeeeer gimnasio! —emocionada, Destiny, Luxray, y el ahora fuera de su ball Staravia, comenzaron a avanzar a ritmo de trote. Acariciando su nuca, pensativa, Zoroark suspiró y decidió seguirlos, echando a correr colocándose a cuatro patas.


    Pero, ignorándolo todo el tiempo Des, alguien había estado observándola…


    —Je —decía él, oculto en las sombras del bosque, mientras le sacudía el polvo a una tabla de piedra de color negro que portaba entre sus manos—. Curiosa chica. Su forma de pensar es innovadora e incansable. Las chicas como ella me… dan asco.



    Destiny recién llegaba a la Ciudad Sol (Gres). Enorme ciudad de la parte Norte de Nova, recibía ese nombre por una sencilla razón: era una ciudad de energía limpia, que recibía toda la energía que necesitaba del propio Sol. Por ello, centenares, incluso miles de paneles solares decoraban todos y cada uno de los tejados de la ciudad, llena de altos edificios. Solo llovía allá muy de vez en cuando, y en todo caso, tenían suficientes reservas de energía como para aguantar una mala racha sin sol. En cualquier caso, nunca usaría ninguno de los habitantes de la ciudad ningún otro tipo de energía, por considerarlas allá “impuras” y “contaminantes”.


    No era la primera vez que Destiny iba allá; pero sí era la primera vez que se dirigía al gimnasio. Había oído de la boca de su madre que los gimnasios de la región eran todos diferentes, cada uno con una regla distinta, cada uno de una forma distinta. ¿Cómo sería el de Ciudad Sol? Se moría de curiosidad… por eso entró sin dudarlo.


    —¡Buenas tardes! —dijo, gritando alegremente, mientras abría con ímpetu la puerta del gimnasio, acompañada de sus tres pokémon.


    Para su sorpresa, no vio ningún tipo de gimnasio especial. Simplemente, un estadio común y corriente, con sus gradas. No había nada especial. Sería, supuso Destiny, que lo especial de este gimnasio eran sus reglas y modo de combatir, las cuales debían ser algo totalmente innovador.


    Así pues, alzó la mirada buscando encontrar frente a ella al líder del gimnasio; y al fondo, libro en mano, visualizó tumbado en el suelo a un hombre de puntiagudos y rojizos cabellos.


    —Ey. ¡Eeeey! —gritó, agitando en el aire la mano, Destiny—. ¿Eres el líder? —la estructura del lugar generaba un potente eco que resonaba en todas partes.


    El chico, muy joven, se incorporó y sonrió. A Destiny le resultaba raro ver que el líder era… un niño. Porque, ¿qué edad tendría ese chaval? ¿Trece o catorce? ¿En serio era el líder?


    —¡Si, yo soy el líder, Fogo! Encantado, je —dijo, mientras se rascaba la nariz.


    Des miró a sus pokémon uno a uno, encogiéndose de hombros. Luego se acercó al estadio, colocándose frente a Fogo, al otro lado de éste.


    —Perdona, pero, ¿no eres un poco joven para ser líder?


    —¡Sí, señora! Once años, ¡con quince combates sin perder! Y solo llevo dos mesecitos siendo líder.


    Once… años. Tenía que ser una broma, una broma pesada. ¿Un niño de tan corta edad, más joven que ella, líder? No podía perder contra alguien así, en cualquier caso. Hora, pensó Des, de sacar a relucir su faceta arrogante:


    —Muy bien —dijo agarrando su gorra—, ¡pues hora de que esa racha de victorias acabe justo aquí! Explícame las reglas de este gimnasio, anda.


    —Je, je, ¡me gusta tu actitud! Bien, pues aquí, pelearemos tres pokémon contra tres pokémon, en batallas individuales. ¡Ah, y yo uso el tipo fuego!


    Destiny no daba crédito.


    —Tres batallas individuales. ¿Eso es todo? ¿Nada de jueces, batallas cronometradas, escenarios que cambian…?


    El niño agitó la cabeza.


    —¡Mi gimnasio es especial precisamente por ser normal! ¡El único de toda Nova sin reglas especiales! Bueno, ¡el líder saca pokémon primero! ¡Charmeleon, te elijo a ti!


    Un peculiar Charmeleon negro salió al combate.

    Destiny, mientras tanto, comenzaba a estar irritada por la sonriente y despreocupada actitud del tal Fogo… pero no podía evitar quedar encandilada ante ese pokémon: ¡un Charizard negro, era su sueño!


    —Muy bien. ¡Staravia! —dijo, mirando a su pokémon más reciente. El pájaro aleteó hasta colocarse en el medio del escenario.


    Fogo, manos en la nuca, dijo:


    —Empieza tú.


    —Está bien, ¡golpe aéreo!


    En picado, Staravia se lanzó a golpear a Charmeleon. Para sorpresa de Destiny, no fue sino hasta cuando a punto estuvo de golpearle que Fogo dio la orden; de forma suave y concisa.


    —Garra metal —y, sin explicación aparente, a la velocidad del rayo, el Charmeleon negro dio un arañazo que hizo que Staravia se desviase en su trayectoria, chocando, debilitado, contra la pared.


    —¿¡Qué…!? —musitó Des, con la boca abierta. Irritada, regresó a su ball a Staravia y le dio la señal a Luxray, que avanzó hacia el frente. Aunque llevase ya un tiempo sin combatir, Lux era un pokémon que había vivido muchas batallas con duros entrenadores. Destiny confiaba en que le fuese sencillo derrotar a Charmeleon.


    —Déjame empezar a mí ahora. ¡Lanzallamas!


    Una fuerte llama emanó de la boca de Charmeleon. Para evitar el ataque, Destiny ordenó a Luxray que saltase, y una vez en el aire, dijo:


    —¡Trueno, ahora!


    —¡Golpes furia! —exclamó repentinamente Fogo.


    Y así, antes de que pudiese siquiera emitir una chispa Luxray, Charmeleon corrió a una velocidad indescriptible, y saltó colocándose detrás de Luxray; el pokémon eléctrico hizo amago de girarse, pero sin previo aviso, comenzó la lagartija de fuego a arañar sin control.


    —Y… ¡puño fuego! —concluyó Fogo.


    Charmeleon alzó sus dos manos y las unió. Bañándose en fuego, dio un fuerte golpe que hizo que Luxray, debilitado, impactase contra el suelo.


    El último movimiento dejó profundamente contrariada a Destiny. Sin mediar palabra, comenzó a tomarse la batalla como algo personal. Regresó a Luxray y, agarrando la gorra para tapar su mirada, dijo:


    —Zoroark. Hazlo pedazos.


    Algo asustada, Zoroark avanzó hasta situarse junto a Charmeleon, cara a cara.


    —¡Ahora, toma la imagen de Staravia y agárralo! —obedeciendo, Zoroark adquirió el aspecto físico de Staravia, y agarró rápidamente a Charmeleon—. ¡Ahora, súbelo lo más alto que puedas!


    Fogo miraba con ojos brillantes al falso Staravia.


    —¡Mola! Nunca había visto un pokémon capaz de hacer eso —no parecía en absoluto preocupado de que Charmeleon estuviese a punto de ser malherido.


    Poco acostumbrado a volar, la pokémon ilusión aleteaba ascendiendo con dificultad. Tampoco Charmeleon se notaba nervioso, ni tenso; sonreía emocionado ante la sensación de estar volando.


    —Bueno, bueno, ¿qué tal un impulsito? ¡Lanzallamas máxima potencia hacia el suelo!


    —¿Qué? ¡¡No!! —exclamó Destiny.


    Así, la potencia del lanzallamas impulsó a Zoroark y a Charmeleon a mucha velocidad en dirección al techo. Perdiendo el control sobre su vuelo, Zoroark acabó estrellándose contra el techo, ante lo cual perdió su forma ilusoria. Antes de caer al suelo, Charmeleon agarró a Zoroark, invirtiendo ahora los papeles.


    —Movimiento sísmico —dijo Fogo.


    Así, tras girar en el aire, se arrojó Charmeleon, con Zoroark entre sus brazos, contra el suelo, estrellando a Zoroark en él.


    Una vez más, el pokémon de Destiny estaba fuera de combate.


    Ella, sin mediar palabra, ocultando su mirada tras su gorra, agarró a su debilitada compañera del brazo, colocándoselo en el hombro y comenzó a caminar hacia el exterior.


    —Ey, pero no te vayas así —dijo Fogo, siempre sonriendo.


    —¡Cállate! —dijo irritada Destiny.


    Eso hizo que Fogo diese un paso atrás.


    —Caray. No tienes por qué tomarte así que hayas perdido, ¿sabes? Todos perdemos a veces.


    Ese Charmeleon… su velocidad era excesiva. Destiny se frustró muchísimo al sentirse tan impotente ante él. No estaba acostumbrada a fracasar; casi siempre tenía todo lo que ella quería. Esa derrota significó un duro golpe para ella.


    —Volveré —dijo, sin dejar de caminar arrastrando a Zoroark y sin voltearse—; volveré, y Zoroark será capaz de realizar cosas que ningún otro Zoroark podrá hacer. Dominará su habilidad —apretó su puño, diciendo las últimas palabras ya fuera del gimnasio, mirando al cielo— hasta límites insospechados.


    Fogo sonrió, dejándose caer nuevamente en el suelo de su gimnasio.


    —Estaré deseando verlo. Aquí esperaré —murmuró, aun sabiendo que no podía oírle, mientras acariciaba a Charmeleon, que se acurrucó a su lado.
     
  11.  
    MrJake

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    1699
    AARÓN

    Capítulo 11 — ¿La curiosidad mató al gato?

    Tras un largo día de entrenamiento por la ruta que le llevaría hacia Nova Sur, Aarón observó la puesta de Sol y decidió que era hora de hacer un alto en el camino.

    Sacando de su mochila su portátil tienda de campaña, la desplegó y la colocó en un llano entre los árboles, lugar que le parecía idóneo para pasar la noche. Ya Poochyena y Anorith estaban dormidos, mientras que Aarón traía unas ramas de árbol caídas y las colocaba frente a la tienda. Aipom tiritaba.

    —Sí, ya lo sé, hace mucho frío. Eso es porque nos acercamos a un lugar donde siempre nieva —comentó el chico—. Aipom, prende las ramas con puño fuego, eso nos dará calor.

    El pequeño pokémon obedeció, y la improvisada hoguera les brindó un agradable calor en aquella fría noche.

    Aarón calentaba sus manos mientras observaba el colgante esférico de su padre. ¿Por qué era tan importante? Se lo descolgó del cuello y lo miró. Sentía en el objeto una extraña energía, una especie de poder que emanaba de él. Su color resplandeciente… sin duda, como su padre afirmó antes de morir, ese colgante contiene algo especial. “El poder del cielo”, lo llamó él.

    Aipom miró, tumbado de costado, cómo su entrenador parecía inmerso en contemplar el objeto.

    —¡Oh! —reaccionó Aarón al darse cuenta de que su pokémon lo miraba extrañado, colocándose entonces la esfera alrededor del cuello nuevamente—. No es nada, Ai, solo pensaba en lo que dijo papá. Para él era importante esta esfera, pero aún hoy me pregunto qué tendrá de especial —Aipom se encogió de hombros, y luego bostezó—. Je, sí, yo también tengo sueño, y esos dos llevan un buen tiempo frito. Vamos dentro de la tienda, estaremos más cómodos.

    Y así la noche pasó.

    Mientras eso sucedía, un hombre caminaba justo en la dirección contraria, ascendiendo desde Pueblo Lunar, a lomos de su Slowking, surcando los mares para alcanzar Nova Norte.

    —Aarón, serás crío —se decía el hombre, entre dientes, mientras Slowking avanzaba a una inusual velocidad provocada por el Espacio Raro que creaba al tiempo que usaba Surf.

    El pequeño pokémon amarillo que estaba sobre la cabeza del hombre, ese que fue su compañero desde que salió de aventura, hace ya algún tiempo, ese al que todos menospreciaban por no haber evolucionado y por ser tan pequeño, pero que sin embargo mostraba una espléndida agilidad y fuerza, dio ligeros impulsos eléctricos que llamaron la atención de su entrenador, como siempre acostumbraba a hacer.

    —No intentes decirme que no me preocupe —dijo el hombre, que sabía perfectamente lo que su pokémon y amigo quería decir—. Es mi hermano pequeño, y no ha salido en su vida de Azafrán, ¡¿por qué demonios ha tenido que escaparse?!

    Y el avezado entrenador siguió surcando las aguas, mientras miraba al cielo, deseando en verdad que su hermano estuviese bien.

    —¡Dios, que torpe eres! —exclamó la joven Madeleine, avanzando entre los árboles, con su pokémon abriéndole paso entre la maleza con sus cortantes hojas.

    —Jo, Mad, ¡tú siempre tan bruta! —el chico era un urbanita de pies a cabeza que no acostumbraba a caminar por aquellos lugares.

    Mientras, ella seguía avanzando sin demora.

    —A ver cuando te coges un buen pokémon —le reprochó ella.

    —¿Y qué quieres que haga, si ninguno de los que hemos encontrado me gusta?

    —Ni que fueran ropa, los pokémon —se quejó la joven—. ¡Eso es Scyther! Sigue usando corte.

    Davis caminaba torpemente detrás de Madeleine, que a su vez caminaba tras Scyther, quien despejaba el camino.

    —Y además, ¿por qué demonios no vamos por la ruta, con el caminito tan liso, despejado y fácil que hay? —se quejaba constantemente el joven.

    —Porque es muy temprano, y Aarón estará todavía dormido por aquí, en su tienda de campaña. Como si no lo conocieses, sabes que le encanta dormir rodeado de árboles.

    —Quién me mandaría a mí a venir contigo —suspiró el otro.

    —¡Uaaaah! —bostezó con energía Aarón cuando despertó, estirando fuertemente sus brazos. Sus pokémon, Aipom, Hyena y Aldo (que es como bautizó a Poochyena y Anorith, respectivamente), correteaban todos alrededor de los restos de la hoguera. Aarón solo sonrió cuando salió de la tienda de campaña y vio aquella escena.

    Pero entonces pudo oír una voz familiar.

    “¡Scyther, sigue así! ¡Corte!”

    Aarón enarcó una ceja al oír esas palabras, ¿era la voz de Madeleine, que se acercaba?

    “Eh, ¡espérame, Mad!”

    No había duda, eran Madeleine y Davis, ellos dos se acercaban a buscarle. Sus amigos iban a buscarle.

    ¿Querrían traerlo de vuelta? ¿Lo arrastrarían de vuelta a casa?

    No podía permitirlo.

    —¡Chicos! —susurró, sacando las balls de Aldo y Hyena—. Lo siento, pero hay que irse, ¡volved! —y regresó a sus pokémon. Aipom dio un salto sobre la cabeza de Aarón, extrañado. El entrenador miró la tienda de campaña. No había tiempo para recogerla, o sus amigos lo verían. Debía salir de allí cuanto antes, y eso hizo, corriendo apresurado.

    —¡Aquí está! —dijo Madeleine mientras acariciaba a Scyther—. Seguro que aún duerme en la tienda de campaña.

    Jadeante, Davis se acercó al lugar caminando torpemente detrás de Madeleine.

    —¡Ah! Es su tienda, sí. No hay duda —afirmó él.

    La joven se aproximó a la tienda de campaña y, con sigilo, se asomó al interior.

    —No está —dijo, resignada—. Ha debido marcharse.

    —¿Y dejar la tienda aquí, sola? —se preguntó Davis.

    Madeleine miró a su acompañante y se encogió de hombros.

    —No sé qué le pasará por la cabeza a este Aarón. En fin, sigamos entonces.

    —Pero por el camino normal, por favor —suplicó el urbanita.

    Aarón dejó de correr, jadeante, y apoyó sus manos en las rodillas, algo agachado.

    El Rey de los movimientos lo miraba extrañado, corriendo a su lado.

    —Uf, uf —seguía jadeando él, que miró hacia atrás—. Parece que no nos sigue nadie —Aipom seguía mirando a su entrenador extrañado—. No me mires así, Aipom. Había oído a Madeleine y a Davis acercarse, ¿y si nos llegan a pillar y pretenden regresarnos a casa? Ellos solos no podrían obligarme, pero si llaman a mi hermano… —tragó saliva, imaginando la espectacular paliza que le daría su hermano si quisiese, con sus pokémon.

    Dejando a un lado la imaginación, Aarón comenzó a tiritar conforme avanzaban, pues se encontraban en la nevada ciudad que sabía que encontraría más abajo.

    No quería perder el tiempo, mucho menos en un sitio tan frío como ese, así que su plan era pasar de largo y continuar avanzando lo antes posible.

    Claro, sus planes cambiaron cuando oyó cierto ruido.

    —¿Huh? —paró en seco, mirando hacia los lados.

    Calló y se puso, en mitad de las blancas calles, a mirar hacia los tejados.

    —Juraría que he oído algo por allá —sabía que su curiosidad nata no iba a dejarlo tranquilo hasta que no averiguase qué era lo que generó ese ruido, así que no tardó en decir—. Aipom, ¿puedes subir allá arriba? —señaló el tejado de un edificio—. Tú eres un buen escalador; sube y dime que ves, ¿vale?

    Aipom asintió enérgicamente, pues él también tenía curiosidad por descubrir quién había hecho ese ruido en un lugar tan tranquilo. Para no subir solo, Aldo se agarró a su cabeza, y así los dos pudieron trepar. Con la ayuda de su tercera mano, Aipom se agarraba con destreza a las ventanas e iba escalando ágil y rápidamente.

    Una pequeña mano morada asomó por el tejado, luego la otra, y, impulsándose, Aipom logró subir, junto con Aldo, que se bajó de su cabeza.

    El ruido se volvió a oír, mucho más nítidamente desde allá arriba. Aipom se sentía muy nervioso, cosa que se podía notar al ver que colocaba su cola-mano sobre su cabeza, como hacía siempre que estaba intranquilo.

    —Acaban de subir —decía apoyado en una farola, con el gorro de su sudadera puesto para cubrir sus orejas del frío, Aarón. En sus brazos, Hyena dormía.

    En lo alto, Aipom caminaba lentamente por el tejado, seguido de Aldo. El pequeño Anorith se sobresaltó al notar algo detrás de ellos, como un escalofrío. Y entonces, golpeando con sus zarpas a Aipom para alertarle, ambos voltearon lentamente y gritaron del susto.

    ¡Un negro pokémon acechaba tras ellos y saltó en cuanto gritaron!

    Ágilmente, Aipom agarró con su cola-mano a Aldo y evitó el ataque de un salto. El pokémon pareció irritarse de que le hubieran estado siguiendo, y miró a sus perseguidores entre gruñidos.

    —¿Qué pasará allá arriba? —meditaba acurrucado Aarón, mientras procuraba mantener en calor al durmiente Hyena.

    Mientras, los dos pokémon de Aarón tenían una dura batalla con el pokémon que había alertado a su entrenador saltando de un tejado a otro, haciendo ruidos inquietantes a su paso.

    Con lo que parecía un viento hielo, había congelado las garras de Aldo y las manos de Aipom, por lo que ambos estaban ahora casi inutilizados.

    Amenazando con sus afiladas garras, el negruzco pokémon sonreía, creyendo tenerlos acorralados. Pero, justo cuando iban a ser acuchillados, Aipom sonrió; ¡el pokémon olvidó su mano-cola!

    Un estruendo se oyó.

    —¿¡Qué ha sido eso!? —exclamó Aarón, junto a Hyena, que ya había despertado. De repente, salió disparado desde lo alto del tejado un pokémon de color azabache, que cayó debilitado desde allá arriba. Aarón corrió para evitar que cayese, pero, al ver que no iba a llegar a tiempo, sacó una pokéball y la arrojó, golpeándolo y atrapándolo en el último instante.

    Suspiró jadeante al agarrar la pokéball. Luego miró hacia arriba, Aipom le saludaba sonriente desde lo alto del tejado.

    —Así que tú eras el que estaba rondando por los tejados, ¿eh? —liberó al tímido pokémon, que miraba con soberbia a otro lado—. Eres un Sneasel muy presuntuoso, ¿lo sabías? —Sneasel seguía sin mirarlo—. Bueno, ya no tendrás que andar solo por ahí, no te hará falta seguir colándote en las casas para robar —Sneasel se sobresaltó de que Aarón hubiese deducido aquello—. ¡Vente con nosotros! ¿Quieres?

    Lentamente, Sneasel giró para mirarlo. Una sonrisa arrogante fue suficiente para que su entrenador aceptase aquel silencio como un “sí”.

    —¡Pues decidido! Tenemos un nuevo compañero —ya Aipom y Aldo habían bajado, y los cuatro pokémon estaban juntos—. ¡Bienvenido al equipo… Vile!
     
    Última edición: 5 Julio 2014
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