Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon

Tema en 'Fanfics Abandonados Pokémon' iniciado por MrJake, 12 Julio 2012.

Estado del tema:
No se permiten más respuestas.
  1.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    7626
    CAPÍTULO 68 – ¡Concurso de Nueva Rocavelo! (Parte 2) (Melly)

    [Pasé mi primera noche en la casita que encontré en aquella ladera de la montaña, en este lugar extraño que no parece ser mi Hoenn, ni ninguna otra región de la que he oído hablar. La vegetación es distinta, algo en el aire es distinto.

    Los bebés tienen hambre, y el niño al que yo mismo rebauticé como Eric no deja de repetir “bibi”, mientras Regina llora. Tienen hambre.

    Urgentemente, necesito leche para los pequeños. ¡Debe haber alguna población cerca! Eso pensé, así que cargué sobre mis hombros al mayor, aún privado de la facultad de andar, y a la pequeña la llevé en su cesta, sujeta por mi mano izquierda.

    El bosque era espeso; mas algo en cierto modo me alegró y decepcionó al mismo tiempo; humo.

    No era humo de un fuego, sino de actividad humana. De alguna de esas industrias o fábricas que por desgracia, aunque en pequeñas cantidades, contables con los dedos de las manos, había en mi Hoenn.

    Me acerqué a la señal que aquel humo me daba y descubrí, efectivamente, un gran polígono de varios de esos edificios antinaturales.

    Era horrible; ¡ni en toda Hoenn había yo visto tantas de esas fábricas! Y aquí estaban todas juntas.

    Me acerqué entonces a una de ellas, y entré tímidamente, sudoroso por el sol, que ardía en mi piel. Entonces un hombre me bloqueó el paso.

    –¿Qué quieres? –me dijo en tono despectivo–. No se puede pasar.

    –Quería preguntar… si tenían por aquí algo de leche para los niños.

    Él ni si quiera miró a los críos.

    –¿Pero tú crees que en una fábrica hay leche para bebés? –contestó bordemente–. Esto es un área de trabajo, chico. Sal de aquí.

    ¿Pero qué demonios? ¿Qué clase de trato fue ese? Resignado, no tuve más remedio que salir de aquel infernal polígono, no sin antes fijarme en como un hombre transportaba en un enorme vehículo cantidades enormes de árboles. Y tras él, filas y filas de pokémon cargaban otra buena carga de troncos caídos. Eran Machamps, Machokes, y alguno de los escasos Gurdurrs que se ven por Hoenn. Todos trabajando con sus músculos, mientras aquel hombre se limitaba a manejar un volante.

    Pregunté, a otro trabajador que rondaba por allí, por la ciudad más cercana. Aunque de mala gana, me informó: al sur.

    Pues allí me dirigí. Caminé por largo rato por una densa ruta, y me fijé en que al salir de aquel bosque… dejé de notar esa energía tan penetrante. ¿Qué sucedió? ¿Era aquel bosque el que desprendía la energía? ¿Era… mi entrenado don que me permitía comprender a los pokémon, el Viridian Mind, el que reaccionaba ante tal bosque?

    Aun así, la ruta seguía teniendo algo que me desconcertaba.

    Por fin, tras dar un rodeo bastante largo y perderme un poco, llegué a un acogedor y pequeño pueblo. Los niños lloraban descontrolados, querían comer pronto.

    Aquel pueblo… al menos, no contaminaba, no como el otro polígono industrial. Podría decir que era más una aldea que un pueblo. Leí en un cartel el nombre: Villa Cuarzo.

    Entonces no pude evitar sentirme feliz al ver a un niño, que, con un pokémon sobre su cabeza de melena alborotada, se acercaba nervioso, junto a un hombre algo mayor, a una de las casas.

    El niño miró a su pequeño pokémon, que no tendría más de tres años de edad: un precioso Aipom. El niño tendría unos diez años.

    No pude evitar observarles de lejos con curiosidad.

    Cuando se abrió la puerta, salió una mujer de tez blanca y muy hermosa, acompañada de un hombre que le daba la mano a un niño de la edad de mi Eric, más o menos. La mujer, por su parte, tenía a un niño prácticamente recién nacido entre sus brazos.

    –¡Es mi sobrinito nuevo! –gritó el niño del Aipom, sonriente, y los demás rieron.

    Entonces, el llanto de Regina me hizo volver en mí. Había venido a por leche.

    Llamé a la puerta de otra casa, ésta más grande y extraña, como si fuese algún tipo de local o comercio. Me abrió una mujer de bata blanca y rostro algo enfurecido.

    –¿Qué? –dijo, de forma brusca.

    –Por favor, los niños tienen hambre –le dije con pena.

    Me miró de arriba abajo, y suspiró.

    –No tengo leche, lo siento –dijo algo cansada–. ¿Algo más? –su tono era el de alguien que no estaba contenta con su vida, el de alguien que no tenía ilusión, que solo deseaba que el día acabase.

    –Déjelo –dije, pero entonces recapacité–. O, bueno… ¿podría decirme dónde estamos? –pregunté.

    –En Villa Cuarzo.

    –Pero… ¿dónde? ¿En qué continente? –dije, extrañado.

    Ella se rió con desdén.

    –¿Cómo que continente, chaval? ¡Ni que vivieses antes del Choque! Estamos en Nova Sur.

    Me quedé un rato callado, meditando.

    –¿Qué es el Choque?

    Su cara se tornó en una gran sorpresa.

    –Mira, no tengo tiempo para andarme con tonterías. Pregunta en alguna casa, que allí sí tendrán comida y leche. Esto es un laboratorio, ¿qué quieres que haya aquí?

    Y cerró bruscamente.

    ¿Qué era el Choque? ¿Por qué le extrañó que hablase de continentes?

    En cualquier caso, primaba la comida para los niños, así que le hice caso a la desagradable mujer y me dirigí a otro edificio. Volví a llamar, y esta vez me abrió una mujer con otro bebé, no mucho más pequeño que Regina.

    –¡Oh, hola! –dijo ella, sonriente. La primera persona simpática que conocí allá en esas tierras, la primera amable. Ella tenía el pelo moreno con toques azulados recogido en un moño y gafas cuadradas y pequeñas.

    –Hola. Perdona, pero, ¿podría darme algo de leche para los niños?

    Ella me miró con lástima.

    –Claro que sí, querido, pasa, estás en tu casa.

    Sonreí; al fin alguien razonable en esas tierras.

    Su casita era acogedora, aunque yo no estaba acostumbrado a comodidades como aquel sofá o la televisión. Me senté, y me ofreció agua bien fría. A Regina le dio con gran maña un biberón caliente, mientras yo lo intentaba torpemente con el mayor, que se movía demasiado. Estando el hijo de ella en su cuna, me dijo sonriente:

    –No pareces tener mucha maña.

    –No… no estoy acostumbrado todavía –dije, haciéndole creer que eran mis hijos. No me apetecía explicar nada.

    Ella volvió a mirarme con lástima. Posiblemente me supuso el hermano mayor de ellos, sin padres, y obligado a cuidarlos recientemente, o algo así. Tampoco pregunté.

    –Y dime –me dijo, mientras mecía a Regina–, ¿no tienes dónde dormir? ¿Tienes casa?

    –Sí, más o menos –expliqué–. Vivo en una cabañita en un bosque… acabo de llegar.

    –¿En el Bosque Verde?

    Aquel lugar, ¿el Bosque Verde? Conocía ese lugar… ¿estaba en Kanto?

    –Sí –dije, aunque no sabía con certeza si era el Bosque Verde o no. Entonces callé, y al final, acabé por preguntar ridículamente– ¿Estamos en Kanto?

    Ella me miró con las cejas enarcadas. Luego sonrió.

    –Bueno, en cierto modo sí. Estas tierras fueron Kanto hace casi un milenio, ¿no? Pero ahora mejor que las llames “Nova” –se rió–. Después de todo, hace años que los continentes chocaron.

    Me quedé petrificado.

    –¿Cómo te llamas?

    Aún intentando deducir qué estaba sucediendo, no le presté atención a esa pregunta.

    –¿Tienes nombre? –repitió, entre risas.

    –Oh, claro…–dije, y entonces, no sé por qué, mentí–. Me llamo Eric –y así le robé la identidad a mi Eric, en cierto modo.

    –Encantada, Eric –me sonrió–. Yo me llamo Aldara, Aldara Sullivan. Es un gusto –calló un momento–. Quiero darte esto –dijo, mientras me ofrecía un pequeño pero abultado fajo de billetes que sacó de su bolsillo. Esa cosa tan despreciable por los de mi poblado, el dinero; algo que ahora, por desgracia, debía usar–. Me imagino que no estás pasando una buena racha… así que espero que con esto puedas arreglártelas hasta que todo vuelva a su cauce.

    No supe qué decir por aquel bello gesto, solo pude pronunciar:

    –Gracias.

    Ella solo sonrió.

    –Si necesitas lo que sea… aquí estaremos, ¿vale?

    Y así fue como conocí a aquella encantadora mujer, que me dio una cantidad con la que podría, o eso creía, sobrevivir con los niños unos días.

    Pero ya de vuelta a mi cabañita, medité la impactante noticia que ella me dijo: esto no es Kanto. Era Kanto. Fue Kanto. Los continentes, mi Hoenn, ¿”chocaron”? Si mis suposiciones no se equivocaban mucho… realmente era lo que en cierto modo sospechaba: no estaba en mi mundo. Es decir, sí que lo estaba, pero no exactamente.

    El remolino negro no me había llevado a otras tierras. Me había llevado… a otra época.



    Memorias de Sombra, Documento 1]





    Melly suspiró, profundamente aliviada, al ver que no le había tocado enfrentarse a ninguno de sus amigos, ni tampoco a otro de esos coordinadores tan fuertes, como aquella del Gardevoir o aquel del Absol.

    No, por suerte ella debía enfrentarse en la primera ronda contra un chico inseguro que entró de pasada a la primera ronda.

    Melly se sentía segura, y con razón lo estaba; en tan solo dos minutos, su equipo, formado por Hippopotas, Mothim y Strahl, había aniquilado a los Spheal y el Sealeo del chico.

    –Vaya –bromeó Jeray–. Menudo espectáculo, no le has dado ni una oportunidad.

    Melly se sintió halagada. Lo cierto es que había sido digno de halago, pues batió a un rival en un tiempo récord.

    Los otros no se quedaron cortos. Jeray fulminó a una chica algo mayor que él que usó a un trío de Wormadams, cada uno de un tipo.

    Nadia también venció con la ayuda de Loppuny, Wartortle y Musharna, aún habiéndole tocado un rival nada fácil en comparación con los rivales de Melly o Jeray.

    Por su parte, Kyle y Samantha observaban en la otra sala de espera todos los combates, en absoluto silencio.

    Llegó entonces la hora del combate de la chica.

    –No llores –dijo irónica–, volveré enseguida.

    Kyle sonrió burlescamente.

    Efectivamente, le bastó con un movimiento combinado.

    –Gardevoir, Espeon, Bronzong… ¡psíquico!

    La tremenda ola de energía psíquica se abalanzó como un tsunami contra sus rivales. No hubo tiempo ni de un suspiro, el KO fue inminente.



    –Dios –Melly tenía una gota de sudor en su cabeza, mientras observaba a través de la pantalla–. Esa chica nos va a dar una paliza en las siguientes rondas.

    –No dejes intimidarte –dijo Jeray, que en el fondo estaba tan inseguro como ella–, no es tan buena.

    Nadia también sentía algo de miedo de tener que enfrentarse a ella. Todos, en el fondo, temían tener que enfrentarla.

    –Es buena, ¿eh? –se escuchó una voz de un chico que se acercaba. Con un Zubat sobre su cabeza, el chico se mostró sonriente al acercarse al trío.

    –Sí… –suspiró Nadia.

    –Tú tampoco lo has hecho nada mal –halagó Melly–, enhorabuena por tu actuación, me sorprendió la cantidad de movimientos que sabía usar tu Gardobor.

    El joven colocó sus manos en su cabeza, sonriendo jovialmente.

    –Ey, hago lo que puedo, ¿no? En eso consiste esto, ¡en darlo todo! –bajó sus brazos, y extendió su mano–. Soy Leo, encantado. Leo Sullivan.

    Uno a uno, los compañeros se presentaron.

    Melly analizó con la mirada a aquel chico, que sería más o menos de su edad, incluso más joven que ella. Era un chico de estatura más bien baja, de ojos avellana y pelo alborotado y color negro azulado.

    Aparte de su aspecto físico, saltaba a la vista que ese era un joven muy vivaz, alegre y enérgico. Pero su especialidad, sus pokémon y su estilo de lucha no concordaban con su personalidad ni aspecto. Una persona especializada en el tipo veneno, creía Melly, solía ser más… sombrío, siniestro, más de otra manera. No tan jovial, no tan vivaracho.

    –Esa chica, Samantha –explicó Leo–, algún día, yo…

    Todos lo miraron. A él le brillaban los ojos.

    –¡Seré como ella! ¡Mejor que ella!

    En su mirada se veía la determinación, la competencia, ese brillo… ese brillo que tanto Kyle como Jeray tenían en su mirada.

    La pregunta se hizo obvia.

    –¿Sois hermanos? –dijo Melly, y Jeray no pudo evitar mirarla extrañado.

    –Hermanastros, a medias –confirmó el chico–. Ella es hija de mi madre, pero no de mi padre. Ambos estuvieron casados antes, y mi madre tenía con su otro matrimonio una hija. Esa es Samantha.

    Melly escuchó interesada la conversación. Había un detalle que le había llamado la atención, y era el apellido de aquel chico… Sullivan. ¿De qué le sonaba? Sullivan, Sully, ¿no era aquel muchacho con gafas que iba junto al tal Byron…? Despejó entonces su mente, pues pensó que no sería más que una coincidencia.

    –Mirad, chicos. Le toca a Kyle –comentó la del gorro rosa.

    Jeray casi ni escuchó aquello, pues estaba aún sorprendido de la analogía que suponía ese chico, Leo, consigo mismo: su hermana era mejor que él, siempre iba por delante. Pero él no se rendiría nunca, y no perdía las esperanzas. Seguiría hasta el final peleando por superarla.

    Él, en cambio, ya casi se había rendido. Tenía asimilado que no ganaría nunca a su hermano. Si no fuera por la insistencia de Kyle en combatir y competir con él, tal vez ya lo habrían dejado de haber hecho.

    Entonces, un pensamiento asaltó la mente del pelirrojo: si su hermano tenía la victoria asegurada, tenía la satisfacción de haber ganado siempre, y Jeray no solía buscar la revancha, ¿por qué buscaba Kyle enfrentarse a él una y otra vez? ¿Acaso, en el fondo, quería, algún día, ser vencido?

    –¿Qué pokémon usará esta vez? ¿Usará al trío de antes? –se preguntaba Melly intrigada.

    Jeray volvió en sí, y dijo:

    –No lo creo, seguramente use a los otros tres pokémon que tenga preparados. Posiblemente saque a “Infwannectric”



    En el escenario, el oponente de Kyle arrojó sus balls al aire, mostrando a un Simisear, un Simisage y un Simipour. Kyle dio paso así a su Infernape, y, mirando sus dos malla balls, dijo:

    –Este es vuestro debut, chicos. ¡Salid, Karrablast y Shelmet!



    –¡¿Un Karrablast y un Shelmet?! –se preguntó bruscamente Jeray– ¡¿En serio?! –se mostraba irritado.

    –¿Qué le pasa a éste? –dijo Leo, que no comprendía la situación.



    Los pequeños pokémon bicho dieron un excelente apoyo a Infernape, que, usando la distracción que generaron los dos bichos en el equipo rival, se lanzó sobre Simisage con un envite ígneo que lo fulminó.

    Simipour reaccionó rápidamente bajo la orden de su entrenador, lanzando un fuerte Escaldar al pokémon fuego.

    Infernape, ágilmente, saltó muy alto, y antes de que se diese cuenta su rival, ya tenía sobre sus hombros a los dos bichos.

    –¿Qué vas a hacer? –quiso saber el asustado rival.

    –Nada especial –comentó burlesco Kyle–, ¡solo un “A Picajarro”!



    –Ahí le ha faltado originalidad –comentó Melly con una gota de sudor en su cabeza.

    –Sí… no se ha pensado mucho ese ataque –contestó Nadia, con otra gota de anime.



    –¡No me hagas reír! Eso no es un ata... ¿eh? –se sorprendió el rival al ver que Karrablast y Shelmet se situaban cada uno en un antebrazo de Infernape, y este último comenzó a golpear con un frenesí de puñetazos a Simisear.

    Parecía un A bocajarro normal… pero en realidad, cada vez que un puño golpeaba a Simisear, uno de los bichos se acercaba lo suficiente a su rival como para morderle con Picadura.

    Así, sin darse cuenta, Simisear cayó rápidamente.

    –N-No… –el otro coordinador se mordía el labio con rabia, no sabía qué hacer–. ¡Simipour! ¡Ataca con escaldar! –dijo, repitiendo otra vez la misma táctica inútil de antes, que nuevamente fue esquivada con un salto.

    Infernape agarró con sus manos a los dos bichos y los arrojó al aire.

    –¡Vamos! –gritó Kyle–. ¡Derribo zumbante!



    –Bueno, mejor que el “A Picajarro” –bromeó Melly.

    –Sí, podría haber sido peor. Algo como “Zumbirribo” –comentó Nadia, y todos rieron, menos Jeray, que parecía irritado por algo.



    Y así, Karrablast, con Shelmet a sus espaldas, se lanzó en picado sobre Simipour, al tiempo que Shelmet usaba un molestísimo Zumbido que obligaba a Simipour a taparse los oídos, impidiéndole esquivar el ataque.

    El brutal derribo dio de lleno. El combate se dio por zanjado, con Simipour al fin debilitado también.



    –También lo ha tenido fácil –comentó el joven Leonard–. Todos hemos tenido rivales relativamente fáciles, ¿no?

    Melly asintió.

    –Parece que estoy teniendo suerte hoy –rió, medio en broma medio en serio.

    –El problema –siguió Leo– va a venir ahora. Hemos pasado los mejores, y ahora tocan las parejas…

    Tragaron saliva. Era un momento de mucha tensión, pues el otro coordinador debía ser realmente alguien con quien pudieses hacer un buen equipo. El azar aquí era determinante.

    La presentadora dio por finalizada la ronda, anunció los ocho ganadores de ésta y se dispuso en la pantalla a establecerse las parejas aleatorias.

    Las fotos giraban como locas. Cuatro parejas saldrían, y se enfrentarían entre ellas. Para Melly, un combate contra, por ejemplo, Kyle y Samantha, sería terrible, sería la eliminación instantánea para ella, pues no se veía capaz de hacerles frente ni con ayuda.

    Por fin comenzaron a dejar de girar… y la presentadora anunció las parejas.

    –¡Robert y Leonard! –el del Absol miró con desilusión a su pareja. Esperaba alguien más fuerte– ¡Samantha y Melly! –la joven abrazó a Manaphy eufórica, ¡le había tocado de pareja una de las mejores de aquel concurso! Definitivamente, tenía un día de suerte–. ¡Nadia yKari! –Nadia miró sonriente, desde la distancia, a la chica de los Eevees, que respondió con una mirada igualmente alegre. Y entonces Jeray se estremeció. Solo quedaba él, y su pareja entonces sería… –¡Kyle y Jeray!

    Todos perdieron el habla. Y entonces Leo miró a sus nuevos amigos sin comprender.

    –¿Qué pasa, quién se ha muerto? –exclamó vivarachamente.

    –Esto, Jeray –dijo Melly sin prestar mucha atención a Leo–, después de todo sois hermanos, y muy buenos los dos.

    –¿Son hermanos, también? –el pobre Leo era ignorado.

    –Haréis un buen equipo –trató de consolar Nadia.

    Jeray solo suspiró y dijo:

    –Qué desastre.



    En la otra sala.

    –¡Oh, venga ya! ¿Con el enano? ¿En serio? –nunca había formado equipo con su hermano; siempre lo vio como rival y no aliado.

    –Je –se rió Samantha, que sobreentendía que le unía con Jeray algún tipo de relación–. Pero lo mejor viene ahora: quién peleará contra quién.



    Nuevamente la pantalla hizo girar las parejas, hasta colocar frente a frente a las parejas que se enfrentarían. Leo sonrió cuando vio que…

    –¡Bien! Yo pelearé con Sam.



    –Vaya –dijo Samantha, en el otro lado–. Parece que esa amiga tuya y yo nos enfrentaremos contra “mi” enano y el otro chico del Absol.

    –Sí, bueno –él casi no prestó atención a la alusión que hizo Samantha sobre su hermano–. A mí me va a tocar pelear contra Nadia… y la chica de los Eevees. Espero que el enano dé la talla.



    En la sala de espera de Melly se reunieron todos los coordinadores con objeto de reunirse e ir a la sala de entrenamiento a planificar su actuación en conjunto. Es por eso que los dos hermanos mayores, Kyle y Samantha, se dejaron ver por allí. El primero se dirigió presto hacia sus compañeros.

    –Cuánto tiempo –dijo sonriente.

    –Vamos, Kyle –dijo Melly, algo sonrojada–. No hace apenas un mes.

    Kyle se sonrojó, al recordar el momento embarazoso del beso, en aquel puerto… no pudo evitar decir:

    –Pues a mí se me ha hecho eterno.

    Y entonces a Nadia se le escapó un característico silbido. Melly la miró amenazante, y luego apartó la mirada con vergüenza.

    Consciente de que aquel momento, ese momento, seguía en su mente, Kyle decidió pasar a otra cosa.

    –Eh, tú –dijo mirando a Jeray, que se había apartado un poco de su grupo, junto a su Infernape. Kyle se acercó a él–. Ya he visto a tus pajaritos, y ese Swablu ha crecido mucho. No lo haces tan mal como pensaba.

    –Qué te den –dijo el pelirrojo, bruscamente.

    Kyle se rió.

    –A ver, ¿qué te ha molestado ahora?

    La mirada de Jeray lo dijo todo.

    –Oh, ¿es por esto? –y enseñó Kyle las dos malla-balls que contenían a Karrablast y Shelmet.

    Jeray apartó la mirada bruscamente.

    –Vamos, no me seas tonto. ¿En serio crees que son los dos para mí? No he olvidado nuestra promesa si es lo que piensas.

    Jeray se sobresaltó por aquello.

    –No estoy seguro de si nos dejarán… tendríamos que preguntar en recepción.

    Melly miró a Nadia sin entender ninguna de qué hablaban exactamente.

    En el fondo, Jeray esperaba que Kyle recordase aquella promesa, aunque al ver su actuación se le pasó por la cabeza que tal vez la incumpliría.

    Entonces los dos hermanos se marcharon a preparar su actuación.



    La otra chica que había llegado se dirigió a Melly y le extendió la mano.

    –Soy Samantha –dijo, sin apenas sonreír.

    –Oh, encantada –Melly sí sonreía–. Yo me llamo Melly.

    –Bueno, Melly. Tenemos que preparar lo que vamos a hacer. No siempre te va a salir todo bien por pura suerte –dijo, recriminándole un poco su exhibición. Ella no se lo tomó a mal.

    Pero un chico de pelo azulado miraba irritado a Samantha.

    –¿¡Hola!? ¡Estoy aquí! –dijo cómicamente Leo–. ¿Es que no piensas ni saludarme?

    La chica miró de reojo y dijo fríamente:

    –Hola –y comenzó a andar, seguida de Melly, que se sentía algo desconcertada.

    Solo cuatro coordinadores quedaron en la sala.

    –Hola, parece que somos compañeras –dijo muy dulcemente una niña de unos 10 años, aquella que sólo usó Eevees, acompañada, cómo no, de dos Eeves a sus pies y uno sobre su cabeza, todos pequeños y adorables.

    –Eso parece –contestó con la misma dulzura Nadia–. ¿Te parece que preparemos todo?

    –Claro –sonrió amablemente la chica de coletas de colegiala y pelo azabache–. Por cierto –dijo mientras caminaban–, me llamo Kari.

    –Yo soy Nadia.

    Y las dos se perdieron en las salas.



    Ya en la zona de espera sólo quedaban dos jóvenes, uno de los cuales miraba con sus ojos color café al suelo, serio.

    El otro, sin saber muy bien qué hacer, miró a su Zubat, que se encontraba sobre s cabeza, y murmuró:

    –¿Nos acercamos?

    Zubat asintió lentamente, y Leo se aventuró a hablar con su compañero.

    –Eh, hola –dijo Leo. El chico ni le miró, acariciando suavemente el blanco pelaje de su Absol–. Soy Leo –se rascaba la cabeza, algo incómodo–. Creo que deberíamos ir a ensayar.

    –Sí –alzó la vista y comenzó a caminar, sin siquiera decir su nombre.



    Pasó el tiempo establecido, y ya fue la hora de salir a escena. Los combates iban a empezar.

    –¡Comenzamos la ronda de batallas por equipos! –anunció la presentadora–. Como ya saben, cada pareja usará dos pokémon, uno por coordinador. La eliminación de uno de los pokémon supondría la inmediata derrota de ambos coordinadores. Ganará, pues, la pareja que logre derrotar o bajar a cero los puntos de uno de los pokémon rivales –entonces llegó un hombre que le murmuró algo a la presentadora. Le entregó un papel, ésta lo leyó, para luego llevarse de nuevo el micro a la cara–. Bien, me informa que se ha producido un intercambio durante pleno concurso entre dos coordinadores. No es un proceso muy típico, pero se ha admitido la petición. ¡El Shelmet de Kyle ha sido intercambiado por el Golem de Jeray! –se aclaró la voz–. Aclarado esto, ¡demos paso al primer combate! ¡Smantha y Melly contra Leonard y Robert!

    Entraron, cada pareja en un extremo del escenario, dispuestos a darlo todo.

    El joven del Absol tenía la mirada fría, serena, tranquila. Sacó a su Absol, como parecía obvio que iba a hacer, y miró a Leo para que éste sacase a su pokémon. El chico miró su ball y dijo en voz baja.

    –Mi primer pokémon. El primer pokémon. El número uno –lanzó la ball, y al chocar ésta contra el suelo, dejó ver a un pequeño Bulbasaur.



    Por su parte, Melly sacó a su imponente Magmortar, y su compañera samantha decidió sacar a Bronzong.



    –¡Que dé comienzo el combate!

    De improviso, Absol se rodeó de un gran tornado. Era un ataque viento cortante. Sincronizados, Absol y Bulbasaur comenzaron a arrojar hojas de aire y afiladas, respectivamente.

    –¡Protección! –ordenó Samantha a su Bronzong, que paró grácilmente todos los ataques.

    –¡Y ahora, Magmortar, Pirotecnia! –exclamó Melly. Como si de un mortero se tratara, Magmortar arrojó al aire con su cañón tres bolas de fuego.

    –¡Bronzong, usa ahora Manto Espejo contra las esferas de fuego!

    El Bronzong de Sam entonces redirigió las hojas que había detenido con protección, arrojándolas contra las esferas de pirotecnia. Al cortar las hojas éstas, se fragmentaron en muy pequeñas bolitas de lava que cayeron como si de unas granadas de fragmentación se tratara.

    El ataque bombardeó la zona donde estaban Bulbasaur y Absol. Se creó un profundo humo, y las barras de puntos de ambos pokémon quedaron algo por encima de la mitad.

    –Absol, ¡Finta!

    El Absol, aprovechando el humo, se había fundido con las sombras, apareciendo repentinamente tras Bronzong y golpeándole con fuerza.

    –¡Cuidado! –había exclamado Melly, cometiendo el grave error de no tomar en cuenta a Bulbasaur.

    –¡Ahora, Bulbasaur! –dijo con fuerza Leo, y de entre el humo salió un látigo cepa, que ató los pies de Magmortar, haciendo que cayese al suelo.

    Los puntos de Melly bajaron ligeramente, mientras que los de Sam habían alcanzado los 3/4.

    Sin embargo, Samantha estaba completamente serena y tranquila. Alzó la voz y dijo:

    –Poder oculto –miró a Melly, que no sabía qué hacer.

    –¡Magmortar, intenta quemar ese látigo ce…! –intentó pronunciar, pero otro látigo cepa le ató las manos a Magmortar, y, como un pollo a punto de ser asado, fue levantado, completamente inmóvil.

    El humo se disipó y se vio a Bulbasaur cargando un poderoso rayo solar mientras mantenía en el aire a Magmortar.

    –“Oh, no –pensaba Melly–, con los brazos inmóviles Magmortar no puede usar sus ataques de fuego. ¿Qué hago?”.

    Sam parecía tenerlo todo controlado. Su Bronzong arrojó un poder oculto muy poderoso a Absol, y, resultando ser de tipo hielo, le congeló su “cuerno”.

    –Grr –gruñó Robert, sabiendo que la fuente del poder de Absol era ese cuerno.

    Samantha miró a Melly, que no sabía qué hacer. Robert pensaba detenidamente cómo actuar, y Leo creía tener todo controlado, a punto de lanzar su Bulbasaur aquel de seguro dañino rayo solar directo contra Magmortar.

    –¡Bronzong…! –iba a ordenar Sam, dispuesta a ayudar a Melly, pero fue sorprendido por inútiles derribos por parte de Absol. –¿Qué haces…? Un derribo, ¿contra un acero?

    Robert rió. Entonces el hielo que congelaba el cuerno de Absol se fue fragmentando con los golpes.

    –Ya veo… –Sam estaba acorralada ahora también. Debía enfrentarse a Absol, que le obstruía el paso, pero no podía dejar que Magmortar recibiese ese ataque. Y Melly no parecía saber qué hacer–. ¡Melly! –exclamó. Ella la miró–. ¡Usa un lanzallamas, ya!

    –Pero, ¡Magmortar no puede! Sin sus cañones…

    –¡Melly, piensa un poco! –exclamó ella, irritada–. Cuando Magmortar era un Magmar, o un Magby, ¿tenía cañones? ¡No! ¿Por dónde expulsaba el fuego?

    –Por la boca –susurró Melly– ¡Claro! Si cuando era Magmar podía hacerlo, ¡ahora también!

    –¡Ya! –exclamó Leo. Entonces, Bulbasaur arrojó el ataque, traduciéndose en una poderosísima energía lumínica.

    Justo entonces, Absol se había liberado de su prisión de hielo, y comenzó a girar rápidamente, bañado en tinieblas, alrededor de Bronzong; era un tajo umbrío muy poderoso que fue bajando poco a poco la barra de puntos de Samantha.

    –Vamos, Melly –dijo en voz baja Sam.

    –¡Sí! ¡¡Lanzallamas!! –y Magmortar, usando su boca para expulsar el fuego, lanzó un poderoso ataque que colisionó contra el rayo solar de Bulbasaur. Ambos ataques competían por la supremacía.

    Mientras, Robert miraba con malicia a Samantha. La barra de ésta ya iba por ¼, y no hacía nada por evitarlo, es más, Bronzong parecía muy concentrado en algo, aguantando los ataques con entereza.

    –Vas a perder, ¿no te defiendes? –preguntó Robert con aires de superioridad.

    Sam se rió.

    –No me interesa lo más mínimo tu Absol.

    –¿Eh?

    –Preocúpate de cubrir a tu compañero… –dijo, y a continuación una carcajada.

    Efectivamente, la barra de Leo bajaba a velocidad lenta pero segura; ¡Bronzong estaba dañándole con psíquico poco a poco!

    –Bulbasaur, ¡aguanta! –dijo Leonard mientras veía como Bulbasaur resistía el psíquico y aguantaba el rayo solar. Pero fue demasiado para él; un solo traspié debido al cansancio del psíquico hizo que perdiese la concentración y el lanzallamas de Magmortar lo devoró.

    Sus puntos llegaron a cero.

    Absol dejó de atacar, y Magmortar cayó al suelo. Samntha regresó a Bronzong, y miró con algo de compasión a Leonard, desde lejos.

    –Lo has hecho bien, enano –susurró, sin que este pudiese oírla.

    –¡La victoria es para Melly y Samantha! –anunció la presentadora.



    –Gracias –dijo Melly, ya después de su combate, en la sala de espera.

    –¿Por? –se preguntó Samantha.

    –Por darme la clave para ganar. Sin ti no lo hubiese hecho.

    –Bueno, en eso consisten los combates por parejas. En luchar en equipo y apoyarse –dijo ella, con semblante serio–. Ese ha sido el fallo de nuestros rivales. Robert descuidó por un momento a Bulbasaur, y bastó con concentrar nuestros ataques en él para ganar.

    –Puede que tengas razón –dijo ella, sonriente–, pero gracias de todas formas.

    Evitando responder educadamente, Samantha cambió de tema.

    –Tus amigos van a salir ahora.

    Melly miró atenta a la pantalla. ¿Qué habrían preparado los hermanos?



    De un lado, entraron a escena Kyle y Jeray. Del otro, Nadia y Kari. Los cuatro se mostraron decididos y seguros.

    –¡Vamos, Pinky! –exclamó la niña, sacando a uno de sus Eevees, el cual tenía un lazo rosa bastante pintoresco en su cabeza.

    –¡Sal, Stoutland! –exclamó Nadia dejando ver a un imponente Stoutland que nunca antes había sido visto por sus compañeros.

    –Bien, ¡Karrablast! –envió Kyle.

    –¡Shelmet! –exclamó Jeray.

    Los dos bichos antes pertenecientes a Kyle, ahora estaban cada uno del bando de uno de los polifacéticos. E iban a colaborar codo con codo en una batalla.

    El combate dio comienzo, y los hermanos no dieron orden alguna.

    –¡Derribo, Stoutland! –exclamó Nadia, y su enorme pokémon saltó dispuesto a aplastar a los otros dos.

    –Pinky –dijo Kari–, ¡doble equipo!

    Mientras el grande pretendía aplastar a sus rivales, el pequeño se multiplicaba hasta crear cientos de copias.

    Cuando cayó Stoutland, los dos bichos lo esquivaron saltando hacia atrás. Pero en lugar de caer después, quedaron flotando, el uno junto al otro.

    Algo mágico estaba a punto de pasar.

    Shelmet se deslizó por su extraña concha, saliendo así de ella, mientras que Karrablast rápidamente ocupó su lugar. Cuando ambos estaban colocados, un destello fue bastante para que dos nuevas siluetas se apreciaran en escena. Ahora, los pokémon eran Escavalier y Accelgor.



    –Han… ¿evolucionado? –se preguntó Melly, fascinada.

    –La manera de evolucionar de esos dos es única. Evolucionan intercambiándose la concha; al liberarse de su coraza, Shelmet, ahora Accelgor, se siente libre de cargas, ligero y ágil, y adquiere una velocidad sin igual. Y Karrablast, al cubrirse con esa concha, se vuelve más lento, pero su resistencia y su fuerza se vuelven temibles, las propias del Escavalier en que se convierte –explicaba Samantha–. Ver estas evoluciones es un privilegio que pocos tienen.

    Melly asintió. Sin duda, fue impresionante.



    Mientras tanto, Stoutland retrocedió y los múltiples Eevees seguían inundando la zona.

    Los hermanos se lanzaron una mirada de complicidad. El verdadero combate estaba a punto de empezar.

    –¡Escavalier! –exclamó Kyle.

    –¡Accelgor! –gritó Jeray.

    –¡¡Tijera rápida!! –gritaron los dos a la vez, y así, Accelgor se colocó tras Escavalier, y comenzó a correr en un ataque rápido mientras empujaba a su compañero, de manera que éste se desplazaba muy deprisa. Escavalier esperaba con sus lanzas girando frente a sí en forma de X, en lo que era un tijera X brutal.

    Se dirigieron a Stoutland, pero las masas de Eevees se colocaron unos sobre otros creando una barrera que los frenó.

    Los bichos se pararon frente a la barrera, mientras Escavalier barría más y más copias de Eevee.

    –¡Bien, Doble equipo tú también, Accelgor! –exclamó Jeray. Accelgor creó unas nueve copias de sí mismo, que se colocaron en fila.

    –¡No lo permitiré! –dijo Nadia– ¡Derribo, Stoutland!

    Nuevamente, el perro saltó por encima del muro de Eevees, dispuesto a aplastar las copias de Accelgor. Pero entonces, Jeray dijo:

    –Cambia fuerza.

    Y las copias intercambiaron su escasa fuerza con la de aquel gran perro, que, débil, cayó antes de lo previsto, aplastando al muro completo de Eevees, que desaparecieron, quedando solo tres.



    –¿Por qué…?

    –Cambia fuerza es un movimiento que intercambia la fuerza de dos pokémon –explicó Sam–. Y, como sabrás, la fuerza de una copia de doble equipo no puede compararse lo más mínimo a la del pokémon real. Entonces… si Accelgor de por sí no tiene mucha fuerza física, imagínate sus copias. Lo que ha hecho Jeray es nulificar a su rival, y ahora, las copias tienen la fuerza de Stoutland.

    Melly volvió a mirar la pantalla interesada.



    –Stoutland, ¡levanta! –rogó Nadia, pero Stoutland no tenía la fuerza suficiente apenas para mover tal masa corporal.

    Por su parte, Escavalier retrocedió y las copias de Accelgor se unieron con el original. Éste pareció hasta aumentar de tamaño; sus brazos se ensancharon, su torso también; había absorbido la fuerza de Stoutland.

    –Pinky, ¡Doble equipo otra vez!

    –Escavalier, no le dejes –ordenó sereno Kyle, y Escavalier saltó con todo su peso, creando un terremoto que obligó las tres copias de Eevee a aferrarse al suelo, sin poder actuar.

    Los puntos de los hermanos estaban intactos; mas los de sus rivales pasaban por serios problemas: Nadia resistía con un Stoutland debilitado con menos de 1/3 de puntos, mientras que Kari aún tenía su barra casi completa.

    Para los hermanos habría sido sencillísimo asestar un golpe mortal al débil Stoutland, pero era demasiado fácil.

    –¡Accelgor! –gritó Jeray–. ¡Ida y vuelta!

    Como un rayo y con enorme potencia, el pokémon golpeó uno de los Eevees, desintegrándose la copia, y regresó hacia atrás.

    –Escavalier, venga, ¡a jugar al baseball!

    Y Escavalier, cuando Accelgor regresó, lo golpeó con su lanza haciendo que volviese a atacar a otra copia de Eevee, quedando solo el original. Repitieron el proceso varias veces, hiriendo esta vez al original. La barra de Kari iba a agotarse.

    De repente, pararon el ataque. Pinky se encontraba en la misma situación que Stoutland, sin fuerzas y a punto de perder, en el suelo.

    Los hermanos se miraron, y gritaron:

    –Falsotortazo –ordenó Jeray. De dos potentes pero no mortales golpes, ambos enemigos quedaron con tan solo un punto.

    –Y ahora, Escavalier… el toque final –murmuró el otro hermano–. ¡Dobleataque!

    Apuntando con cada una de sus lanzas a cada uno de los enemigos, arrojó el ataque doble a la vez.

    Nadia y Kari se quedaron, justo al mismo tiempo, con 0 puntos.

    Fue un perfecto, un pleno. Ni Jeray ni Kyle perdieron un solo punto, y además derrotaron no a uno, sino a los dos pokémon rivales.

    Todo el público quedó en silencio un rato, hasta que comenzaron a aplaudir uno tras otro.

    Hasta la pequeña Kari comenzó a aplaudir, y su compañera Nadia la siguió.



    –Espectacular –dijo Melly.

    –No lo han hecho mal, desde luego –afirmó Samantha.

    –Y ahora vamos a tener que enfrentarnos a uno de ellos.

    –O entre nosotras –apuntó Sam.

    Melly sabía que, tanto Kyle como Jeray, o como no, Samantha, serían rivales dificilísimos de vencer en aquella semifinal. En cualquier caso, tendría que dar lo mejor de sí misma en el próximo combate.

    La semifinal del concurso de Rocavelo.

    Jeray, Kyle, Samantha o Melly. Solo uno se coronaría como ganador y obtendría la cinta. Una cinta que, para todos menos para Samantha, podía ser la llave para entrar en el Gran Festival.
     
    • Me gusta Me gusta x 3
  2.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    3909
    IMPORTANTÍSIMOS secretos se revelan aquí y ahora, en este capítulo.

    CAPÍTULO 69 – Todo hombre tiene su historia (Jake)

    [Mi vida transcurrió lenta, pero plácidamente en aquel lugar, al que llamaban Nova, en que me encontraba. Con el dinero que me dio aquella amable mujer pude comprar en la para mí horrible civilización provisiones para sobrevivir por un tiempo.

    Pero, ¿qué haría? No tenía dónde ir, no tenía qué hacer. Tan solo la supervivencia de mis dos niños fue lo que me motivó a seguir en aquella cabañita, en aquel bosque donde me sentía realmente bien.

    Los días pasaron. Con ellos, las semanas. Veía que las provisiones comenzaron a reducirse peligrosamente, los niños comían mucho, y Eric ya tomaba comidas más sólidas. Observé que aún me quedaba algo de dinero, aunque no supe decir si era mucho o poco. La cuestión es que tuve que renovar provisiones, y me quedé sin dinero.

    Así, más días pasaron. Tal vez ya llevaba allí unos tres meses, quizá cuatro.

    Y empecé, nuevamente, a quedarme sin comida. Hasta que mi despensa estaba oficialmente vacía.

    Los niños me pedían comida. Una con sus llantos, el otro con palabras, ya que poco a poco, lograba enlazar más y más palabras. Iba a ser un niño brillante, seguro.

    La cuestión era, ¿cómo lo alimentaba? Ya había experimentado lo difícil que era encontrar gente amable en un mundo tan hostil… y no quería abusar de la amabilidad de Alana, de esa mujer.

    Pero en el fondo, ¿qué otra cosa podía hacer?

    Así que, con toda la vergüenza del mundo, otra vez me encaminé a Villa Cuarzo, a pedirle ayuda a aquella amable mujer.

    Llegué, con mis bebés conmigo, y golpeé la puerta.

    Nadie contestó.

    Reiteré mis golpes hasta que al fin, me abrieron. Era otra vez Aldara, la mujer que me había ayudado… pero esta vez, esta vez tenía un aspecto mucho más decaído.

    –Oh –dijo, y luego tosió. A penas tenía pelo, y estaba muy roja, se notaba que tenía altas fiebres–, eres tú… Eric. Me alegro de verte –sonrió, a pesar de todo.

    –¿Qué te sucede? –pregunté, preocupado. Ella volvió a toser antes de informarme.

    –No te preocupes. Es solo la quimioterapia –me explicó. Jamás había oído esa palabra.

    –¿Qué es eso…? –pregunté.

    –Un tratamiento para el cáncer –tosió otra vez, bruscamente–. Es muy agresivo y provoca un desajuste muy fuerte.

    –Pero, entonces, ¿estás bien?

    Ella permaneció un rato callada. Luego, al fin, dijo.

    –Sí –aunque no muy convencida–, seguro que lo estaré. Hay que confiar en el tratamiento y en los médicos.

    Yo agaché la cabeza. No sabía qué era el cáncer, pero suponía que se trataba de algo muy peligroso. Alguna enfermedad que, si requería remedios tan agresivos, tendría que ser doblemente peligrosa.

    En mi Hoenn no existía ese tipo de enfermedades.

    –Y, ¿desde cuándo? ¿Por qué? –le pregunté, apenado.

    –Llevo así mucho tiempo… cuando viniste la primera vez acababa de contraerlo. El cáncer es de pulmón, y lo he contraído debido al humo de las fábricas… trabajo en una de ellas.

    De nuevo las fábricas. Esos lugares del demonio. Destrozan todo, la naturaleza y ahora hasta las vidas.

    –¿Quién es, cariño? –preguntó, acercándose a la puerta, un hombre que supuse su marido.

    –Un amigo –dijo ella, a pesar de todo lo que estaba soportando, con una sonrisa.

    –Y, ¿querías algo? –dijo el hombre.

    ¿Cómo pedirle a una mujer que estaba en tal situación dinero? No podía, no era el momento.

    –Nada, solo quería ver que tal estaba.

    Ella me sonrió.

    –Los niños están creciendo sanos. Me alegro –me dijo.

    Me sentía irritado. Irritado con aquel mundo. Una mujer así de amable, una bella persona como ella, no se merecía pasar por aquello.

    –Gracias –dije, con miedo de mirarla a los ojos, por alguna razón–. Espero que tu hijo esté también bien. Cuídate… –deseé, y me fui, cabizbajo por la terrible noticia.

    De vuelta a mi cabaña, me crucé con un pokémon que supuso mi esperanza. Él era la solución a mis problemas.

    Un Miltank. Una fuente de leche, de alimento para los niños.

    Me comuniqué con el pokémon a través de mi don, de mi Viridian Mind, y le expliqué la situación, le pedí su ayuda. Al principio se mostró reacio a mí, pero al final, logré convencerle. El pokémon vino conmigo, instalándose en el llano de pastos que había junto a mi casita. Cuando necesitaba de su ayuda, tan solo tenía que ordeñarla, y ella me brindaba aquel oro líquido, aquello que mantenía sanos a mis niños.

    Recogiendo algunas frutas y bayas de la zona, pude hacer papillas para Eric, y cogiendo piezas de fruta completas, me alimentaba yo mismo.

    Así, el tiempo volvió a fluir de manera lenta, pero segura. No era lo mismo que cuando teníamos dinero, pero sobrevivíamos, y eso era lo importante.

    No sabría decir si pasaron meses. Tal vez tres, tal vez cuatro. Puede que cinco. No tenía forma de cronometrar el tiempo. Lo único que me servía para saber que el tiempo avanzaba era ver cómo crecían los críos. Mi Eric ya tendría de seguro más de dos años. Era capaz de andar casi perfectamente, correteaba como loco por el campo y ya enlazaba frases. Por su parte, la pequeña Regina ya gateaba, y era capaz de dar algunos pasos. Podía ya balbucear algunas palabras; sentí una profunda emoción cuando oí su primera palabra: “papá”.

    Ellos me creían su padre. Y para mí eran mis hijos.

    Pero entonces sucedió.

    En mi poblado, todos somos amantes de la naturaleza y aislados de la tecnología. No comemos carne, no matamos a los pokémon; somos vegetarianos. Luego desde pequeños, ya tenemos en nuestros genes eso, nos bastaba con la fruta y las verduras para nutrirnos.

    Pero mis niños, mis niños ¿necesitarían carne? Sin carne, su desarrollo no estará completo, quizá. Aunque no le presté más importancia.

    Pero un día, cuando jugaba con Eric en el campo de Miltank, éste se acercó al pokémon para jugar… y entonces ¡le dio un fuerte bocado!

    Me quedé de piedra. El instinto del niño le obligaba a actuar así; necesitaba la carne.

    Le regañé. Miltank estaba asustada, pero intenté tranquilizarla con mi especial don.

    Los días siguieron pasando, hasta que un día, hurgando en la cocinita de mi pequeña casa, descubrí un cuchillo afilado y alargado.

    No sé por qué actué así. Supongo que mi preocupación por mis hijos era tan grande que hice lo que ellos deseaban. Sin pensarlo, me dirigí a Miltank. Le supliqué que me perdonara. Era por mis hijos, debían crecer sanos. Y para eso necesitaban carne, ahora lo veía claro.

    Asesté una serie de puñaladas al pokémon mientras Miltank se estremecía de dolor, preguntándome a través de su mente por qué lo hacía. Yo solo podía llorar mientras cortaba su cuello para acabar con su dolor.

    Quedé un rato con el cuchillo ensangrentado en mano, sobre el cuerpo de la que me dio alimento para los niños por unos meses. Había matado a un pokémon. Nunca le había hecho daño a uno, y ahora lo había matado. Miltank… estaba muerta.

    Aún llorando, arrastré su cadáver hasta los pies de mi casa y lo destripé, sacando y guardando en un lugar frío la carne del pokémon. Lo que quedó de la pobre Miltank lo enterré con todo el dolor de mi corazón.

    Cociné la carne con la ayuda del fuego de uno de mis compañeros pokémon, y se la di a probar a Eric.

    El niño disfrutó como no lo había hecho nunca. Era feliz, y crecería sano y fuerte.

    Ahora tenía carne, pero… sentía mis manos sucias, sentía asco de mí mismo por lo que había hecho.

    Pero la situación, ese mundo, me había obligado a hacerlo.

    Sin notarlo, me estaba transformando. Estaba convirtiéndome en lo que más odiaba; alguien que hacía daño a la naturaleza.



    El tiempo siguió pasando, y con el paso del tiempo llegó e invierno. Y con el invierno, el frío.

    Por suerte, mis pokémon conocían algunos ataques de fuego que mantenían la casa a una temperatura relativamente aceptable. Pero no era suficiente.

    Acompañado de uno de mis pokémon, miré a un árbol. Iba a destrozar, otra vez, la naturaleza que tanto amaba. Pero era por mis niños. No podían pasar frío.

    –¡¡Cuchillada!! –ordené con severidad, y mi pokémon cortó el árbol de una sentada.

    Tenía leña, tenía fuego. Pero de nuevo… me sentía sucio.



    Así pasaron más meses. Ya apenas sentía lástima por los árboles que cortaba, ya era capaz de mirar a los ojos a los pokémon que mataba para dar de comer a mis hijos.

    Y los niños crecían. Con los meses y los años, los niños crecían. Sanos, fuertes, el joven Eric con una mente privilegiada que me sorprendía: apenas con cinco años, era todo un entendido de los pokémon y de la naturaleza, tal y como yo le enseñé. Y Regina era una pequeña de casi cuatro años dulce, delicada e inocente. Una bella florecilla.

    Ellos crecían sanos, pero yo… yo me estaba transformando. Ya no merecía ser un Lumíneo. No merecía pertenecer a mi tribu, no alguien con las manos tan sucias y con tanto odio en su interior como lo era yo. Odiaba, odiaba y odio estas tierras, esta Nova, la que me había transformado. De manera enfermiza, comencé a investigar e indagar sobre la tierra que tanto odiaba, buscando algo que me explicase por qué el mundo había cambiado tanto de mi época a ésta.

    No. Ya no era un Lumíneo, no era un “amigo de la naturaleza y amigo de la luz”. Mi luz había sido colapsada por la gran oscuridad de Nova. Ahora no soy más que una sombra… Sí… Sombra. Una palabra que identificaba con claridad mi cambio. Una palabra que sería el perfecto nuevo nombre para mí. Ya no merecía tener un nombre de Lumíneo, no. A partir de ahora… y en un futuro… el mundo tendría noticias mías. Noticias de Sombra.



    Declaraciones de Sombra, Documento 2]



    Jake había llegado al fin a Villa Cuarzo. El pequeño pueblecito situado al sur del Bosque Verde. Más que pueblecito, aldea. Una pequeña aldea de pocos habitantes.

    Caminando junto al hombre, Zoroark lo miraba con cierto regocijo. Se paró un momento, y llamó la atención de su entrenador. Éste comprendió lo que quería decir.

    –No te preocupes, Zoroark, estoy bien –dijo Jake con sonrisa forzada–. Tan solo me pregunto… qué es lo que descubriré aquí.

    Se adentraron lentamente en el pueblo, sin saber realmente a dónde se dirigían.

    Entonces, bruscamente, Jake se detuvo frente a un edificio. Miró al suelo, de frente al lugar.

    Caminó lentamente, acercándose a la puerta, y alzó la mano en un intento de golpearla; pero por alguna razón bajó la mano, con miedo. Zoroark le zarandeó.

    –La verdad es que no sé si quiero llamar o no –le dijo Jake a su pokémon–. Creo que será mejor dejarlo estar –y, cuando se dio la vuelta para marcharse, una mujer abrió la puerta. Sintió Jake como el vello se le erizaba.

    –Oh, ¿querías algo? –decía la señora, ya de edad mediana, con rizos enmarañados y pelo corto, al ver a aquel chico en su rellano justo cuando ella pensaba salir.

    –Eh, no exactamente –dijo Jake con voz entrecortada. Respiró hondo antes de hablar–. Soy un amigo de su sobrino –comentó sonriente–, y me preguntaba si podría verle aquí…

    La mujer se quedó mirándolo un rato de una manera que incomodó bastante a Jake. Finalmente habló.

    –Pues lo siento, chico –lamentó–, pero el niño partió hace ya varios meses. Salió de aventuras, dispuesto a derrocar al Alto Mando –comentó orgullosa.

    Jake quedó en silencio otro rato, y reaccionó a los segundos.

    –De acuerdo –dijo con voz baja–, gracias. ¡Que le vaya bien!

    Y se fue de allí sin correr, pero lo más rápido que pudo.

    La mujer se quedó un rato viéndolo avanzar a lo lejos, algo extrañada.

    –Que chico… tan enigmático.



    Jake, tratando de ignorar aquello que acababa de acontecer con la mujer de la casa, siguió su camino por el pueblo sin saber muy bien a dónde se dirigía.

    –Poseidón dijo que habría respuestas en este pueblo. ¿Pero respuestas a qué? ¿Y dónde?

    Zoroark no supo contestarle.

    –Vayamos ver a la profesora Lydia Oak –propuso–, después de todo, es la eminencia más grande en investigación pokémon, y como alguien conocida, de seguro tendrá información interesante –sonrió entonces, recordando–. Hace mucho tiempo que no la veo. Solía ser una cascarrabias. Ya casi ni la recuerdo… –alzó la vista; se encontraba ante el laboratorio–. Bien, esperemos que esté disponible.

    Golpeó la puerta con suavidad, y no hubo respuesta. Entonces Jake posó su oreja sobre una la puerta, y se escuchó como la profesora hablaba sola desde dentro.

    –¡Entra ahí! –gritó–. Vamos, ¡tienes que poder! –parecía enfadada con alguien, pero no se escuchaba ninguna otra voz; tan solo un chisporroteo–. No seas inútil, ¿quieres…? ¡¡Te digo que entres en…!! –entonces el chisporroteo se acrecentó–. Bien, así es. Muy bien. Puedes salir. Ya está, descansa, anda. Hay que mejorar tu resistencia, no puedes aguantar tan poco –dijo, y acto seguido el chisporroteo dejó de escucharse.

    Apartando su oreja de la puerta, Jake volvió a llamar con más fuerza.

    –Voy –se escuchó con desgana desde dentro. La mujer avanzó hasta donde estaba la puerta y la abrió mientras decía–. Si vienes a por un pokémon, no ten… –quedó callada cuando vio al entrenador.

    Jake tampoco dijo nada. Sus ojos se abrieron mucho al mirarla. Había algo en ella…

    –¿Pr-profesora? –dijo, mirando con sospecha a la mujer.

    –Dime, chico –ella intentó hacerse la seria, mientras se recolocaba el alto moño que llevaba.

    Zoroark estaba empezando a gruñir. Jake miró a su pokémon, y después volvió a posar su mirada en la profesora.



    Recordó en ese momento el chico lo que una vez él mismo dijo.

    “Creo haberla visto antes… pero algo en ella era diferente. No sé, el peinado, quizá”

    Entonces se dio cuenta. Con gesto de sorpresa, Jake extendió rápidamente su mano y tiró del pelo de la profesora.

    –¿¡Qué demonios haces, anormal!? –exclamó bruscamente ella, mientras Jake le arrancaba la gomilla que sujetaba su moño, quedando el pelo suelto.

    –No… –suspiró Jake–. No puede ser.

    Lydia Oak se acicaló su pelo, arrogantemente.

    –No me vengas con indignaciones ahora, anda –dijo indiferentemente.

    –¡Eres…! –exclamó Jake. Zoroark gruñía con más intensidad–. ¡¡Eres Hera!! ¡¡La Titán del Equipo Neutrón!!

    Lydia Oak, también conocida con el seudónimo de “Hera”, sonrió con una maldad que erizaría los pelos a cualquiera.

    –Ajá, buen ojo, chico –contestó indiferente.

    Jake no daba crédito. Dio un paso atrás mientras decía.

    –¿Por qué?

    –¿Por qué, el qué? –contestó ella amenazantemente, mientras avanzaba hacia Jake–. Vamos, Jake. No seas ingenuo. He jugado contigo tanto… y siempre me creías. Primero Nancy era buena, luego era mala, pero pasó a volver a ser bueno, para luego, ¡dios! Una Titán. Y ahora, ¡qué decepción, oh! –exclamó irónica–. En realidad es la profesora Oak, la eminencia, la buena pero cascarrabias experta en pokémon.

    –No me has contestado –dijo él, muy serio–. ¿Por qué? ¿Por qué estás con esos criminales?

    Ella rió.

    –¿Quieres saber por qué? Dime, ¿cuándo has llegado a lo más alto, qué te queda? ¿Cuál es tu objetivo? Nada. Solo queda el tedio, el vacío. Una vida monótona y aburrida. Necesitaba nuevos objetivos, más ambiciosos. ¡Soy la mejor investigadora del mundo! ¡El mundo entero es mi experimento! ¡Será mi experimento!

    Hablaba como una maniática. No como la cascarrabias que solía ser, sino como una auténtica enferma que, al obtener el éxito, había perdido la cordura.

    –Irás a la cárcel –dijo él, extremadamente irritado–, irás a la cárcel por delincuente y criminal.

    –Oh, qué miedo –ella rió, mientras sacaba a un Flygon y se agarraba a su cola–. Dime, ¿qué pruebas tienes? Sería tu palabra contra la mía, chico.

    Flygon empezó a aletear.

    –Hasta luego, querido–dijo coqueta pero maléficamente a la vez.

    –¡No huyas! ¡Pelea como es debido, cobarde!

    –Ay, Jake, Jake… tú y ese chico estáis dando más problemas de los que creíamos.

    –¿Ese chico?

    –Sí, ¿cómo se llamaba…? –fingió no recordar–. Uno así, altito, rubio, ojos marrones, con gorra negra y entusiasta. Él es “muy amigo” de Cronos.

    Jake se exaltó con esa afirmación.

    –Y, por si intentas seguirme, o vuelves a molestarme –dijo ella, en el cielo, a punto de salir a volar con su Flygon–, piensa que ese chaval del que te hablo podría, digamos… dejar de ser una amenaza radicalmente. No sé si me entiendes.

    Y, entre una risa maniática, se marchó de allí volando, ante la mirada de incredulidad de Jake.

    Zoroark posó su mano sobre el hombro de su entrenador.

    Jake no supo qué decir. Tan solo pudo recordar…



    –¡Ven! ¡Corre! Te vas a perder cómo papá captura a ese pokémon –dijo Jake niño, atravesando con agilidad los matojos de los árboles.

    –Jo, ¡corres mucho, Jake! –se quejaba un niño más pequeño que él.

    Los niños miraron como un hombre con un Pichu sobre su cabeza miraba a un Slowpoke con seriedad.

    –Está bien –le dijo al Pichu, cuya oreja estaba extrañamente dividida en tres picos–. ¡Usa bola voltio ahora, Strahl!

    Con una gran esfera de electricidad, el Slowpoke quedó definitivamente malherido. Entonces el hombre cogió una ball y la arrojó contra él.

    Los dos niños miraban impacientes cómo la bola giraba. Hasta que, con un ruidito, se paró, y el niño más pequeño salió de su escondite alegre.

    –¡Guau, papá, muy bien! ¡Eres el mejor! –gritaba el pequeño conforme avanzaba hasta su padre, que lo abrazó.

    Jake salió entonces de los matorrales algo más calmado.

    –Algún día los dos seréis grandes entrenadores –aseguró el padre, mientras acariciaba la cabeza a Jake y con su otra mano cogía en brazos al otro.

    –¿Tú crees, papá? –preguntó Jake.

    –Seguro –dijo el padre–. Los dos seréis grandes entrenadores. ¡Llegaréis lejos!

    Jake sonrió.

    –¿Cuándo podremos tener nuestro pokémon, papá? –preguntó el pequeño, aún en el regazo de su padre.

    –Oh, Byron, aún es pronto –le contestó–. Pero cuando estéis preparados, lo sabréis –soltó al niño en el suelo, y éste correteo junto a Jake.

    –¡Jake, hermano, juguemos a los combates!

    Jake sonrió.

    –¡Vale, Byron! Yo soy… ¡un Garchomp! ¡Grrra!

    –¡Hala! ¡Pues yo seré un Mamoswine!

    –¡Eeh, no vale, hermanito, que ese me gana!

    –¡Se siente!

    El padre sonrió al ver como sus dos hijos jugaban correteando por la zona, como si fuesen pokémon. Eran dos niños aún muy pequeños, pero no le cabía duda de que algún día ambos serían magníficos entrenadores. El padre tan solo deseaba que siempre fuesen más que hermanos. Que siempre fuesen amigos.

    Y que nunca se separasen.
     
    • Me gusta Me gusta x 3
  3.  
    Lelouch

    Lelouch Rey del colmillo

    Aries
    Miembro desde:
    24 Junio 2012
    Mensajes:
    7,375
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Bueno pues, aquí se revelan dos secretos (no tan secretos):

    Primero: Que Lydia Oak era enrealidad ¡Hera! La Titán ¡Juas, Juas!, una revelación que sorprendió a muchos, pero a mi no XD, yo tengo fuentes extra-oficiales.

    Y segundo, algo que ya venía pensando desde hacía mucho tiempo, pero de lo cual no estaba completamente seguro, y eso era que Byron y Jake eran hermanos, se empezó a volver algo obvio cuando empezaron a tener recuerdos del "accidente".
    Errores, creo que ví que en alguna parte te comiste una letra, pero nada de importancia; como sea, ya solo que da descubrir la relación que guarda el Padre de estos chicos con Melly, cosa que aún no me queda muy clara, bueno, saludos.
     
  4.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    4970
    Una nota: no se extrañen si no cuadran mucho las edades, o digo que tal personaje tiene tantos años o hizo tal cosa hace ciertos años, y en otro capítulo no dije lo mismo, son tantas cosas que ya no sé qué dije hace veinte capítulos… ruego que me perdonen si cometo un error, ustedes quédense siempre con la última fecha y/o edad (los dos puntos en los que suelo errar) que mencione como la correcta.



    CAPÍTULO 70 – Te lo prometo (Byron)

    [Por suerte, en la ciudad más próxima había bibliotecas donde podías llevarte leyendo todo el tiempo que quisieses. Las bibliotecas eran, cuando yo vivía en mi Hoenn, los únicos lugares de la civilización a dónde yo gustaba de ir. Era reconfortante sentarte a leer, leer era maravilloso. Recuerdo que siempre me escapaba de mi poblado, sabiendo yo que teníamos los Lumíneos prohibido el contacto con las grandes civilizaciones.

    Pero ahora, ni mi poblado estaba aquí… ni yo me consideraba un Lumíneo. Así que pasé horas encerrado en esa biblioteca, dejando a los niños al cargo de mis queridos pokémon, éstos siempre dispuestos a ayudarme, por mucho que ya no fuese el mismo que un día fui.

    Y, con los libros, me informé de todo cuanto pude sobre Nova. Descubrí que contaban que hacía quinientos años se produjo una guerra de legendarios que desoló por completo los continentes. Como último recurso, el supuesto “Dios” y creador, un pokémon llamado Arceus, con forma de arce cuadrúpedo, unió lo que quedó de los continentes y desterró a los legendarios, cayendo él en un sueño imperturbable, en lo más profundo de su templo.

    ¿Arceus? Ese era el pokémon al que calificaban de “Creador”. Para los de mi tribu, el creador de todo lo existente es Artema, un ente al que no se sabe si considerarlo un Pokémon o algo superior, un ente con dos brazos, negras garras y cuerpo serpenteado, acabando en una cola dorada. Ese es el verdadero Dios, un ser al que calificamos nosotros como “forma de vida perfecta”.

    Ciertamente, en las leyendas de mi pueblo siempre se ha mencionado a las formas de vida perfectas: seres que dicen ser pokémon, pero dada su magnificencia y divinidad son catalogados de algo superior.

    Los ancianos de mi pueblo han contado historias de cuatro seres perfectos. El primero está bautizado como Artema, y es el creador de todo lo existente y el más poderoso ser que pueda existir. Es calificado también como perfecto un ser al que en mi tribu conocen como Ying-Yan-Tao, el dragón supremo, creado como igual a Artema por éste mismo, con el objeto de guardar el equilibrio en el mundo que estaba creando; también se habla de un ser perfecto que surgió por error, como resultado del contacto de la energía vital con elementos espaciales, que escapaban del control del Creador. Y el cuarto… el cuarto es un ser del que nada se sabe, y su propia existencia ha sido siempre un misterio. Pero se dice que, como el tercer ser perfecto, surgió por error; mas la sola presencia de éste es tan nociva que podría generar la destrucción en cualquier lugar, y por eso, se cuenta, está recluido en quién sabe dónde.

    No sé si las leyendas son ciertas o verdaderas, pero los de mi pueblo siempre las transmitieron de generación en generación, y yo confío en mis ancestros.



    En cualquier caso, seguí informándome e investigando. Cuando obtenía una información valiosa, salía a investigar, recorría cualquier parte de Nova con la ayuda de mi pokémon. Cada vez pasaba menos tiempo con mis hijos, y es que estaba empezando a obsesionarme enfermizamente con Nova.

    La leyenda del héroe fue algo que me llamó la atención desde el inicio. Se cuenta que, en el apocalipsis de la guerra previa al Choque, el Creador seleccionó a un humano en el que confió parte de su poder sagrado, una luz divina que, se dice, “mostrará el camino”. Mientras la luz del héroe esté presente, el mundo estará a salvo.

    Descubrir quién era ese humano al que eligieron como “héroe” fue una ardua labor que me llevó meses. Y finalmente, llegué a una aventurada suposición que me pareció correcta.

    El chico en cuestión era un joven que vivió más o menos en mi época. El chico parecía que buscaba a conciencia no dejar ningún rastro de sí mismo en la historia, mas tirando de los más pequeños hilos que fui encontrando, llegué a él.

    ¿Cómo lo conseguí? Por suerte, muchos documentos antiquísimos se conservan, entre ellos crónicas sobre grandes entrenadores que triunfaron hace siglos, escritos por gente de la época. Me llamaron la atención varios entrenadores dignos de mención, triunfantes en todas las Ligas Pokémon, cada uno en una. Aparentemente, todos tenían nombres distintos, eran personas distintas. Pero por diversos motivos, algunos más obvios que otros, llegué a la conclusión de que eran una misma persona que cambiaba a voluntad su identidad de forma patética, mostrando una nula imaginación para inventar nombres… pero una gran habilidad, casi sobrehumana, para entrenar pokémon.

    El nombre nunca lo supe. Pero no me fue difícil seguir la pista de su descendencia. Poco a poco, me acerqué a la época actual… y para mi sorpresa, no diferían quinientos años desde el supuesto héroe hasta esta época, sino unos novecientos, cien más, cien menos. ¿Qué significaba aquello? ¿Habían mentido sobre la fecha del choque? ¿Sucedió antes aún de lo que decían? ¿Por qué? ¿Qué querían ocultar? Tal vez, como siempre sospeché, los pokémon no fueron los causantes del Choque, sino los mismos humanos… y su maldita codicia.

    En cualquier caso, tenía nombres, nombres de las personas que eran los descendientes del héroe que tan seguro estaba era el verdadero.

    Pero, pensando, me dije: después de tantos años, con tanta mezcla de genes, tantas generaciones, ¿no habrá menguado esa luz única que portaba el héroe? ¿No habrá, al mezclarse con gente común, sido más y más tenue con el tiempo? Hice algunos cálculos… y llegué a una conclusión: la luz que habría en cada héroe sería una cuarta parte, como máximo, de la original. Es decir, si la leyenda es cierta, para que el mundo esté siempre a salvo, no bastará con la presencia de un héroe… sino con la de cuatro.

    Y tenía cinco peronas: un muchacho, sus dos hijos, su hermano, y su padre. Es decir, la luz era suficiente, estando cuatro de ellos cinco vivos, para “mostrar el camino”.



    Mis investigaciones me llevaron a conocer a un grupo pintoresco, un grupo de cuatro jóvenes que parecían absortos en algún descubrimiento, vagando ellos por la llanura tan hermosa que había en el norte de Nova.

    Resultaron ser nada más y nada menos que el Alto Mando de Nova, la élite de entrenadores de pokémon del continente. Me mostré interesado en ellos al instante, y no pude evitar oír a escondidas de lo que hablaban.

    Hablaban del templo de Arceus, ese en el que yacía el Creador dormido desde los tiempos del Choque. Sabían dónde se encontraba. Debía de tener esa información, la necesitaba. Pero aún era pronto para aliarme con nadie. De hecho, ¿aliarme para qué? Aún no sabía por qué estaba investigando, cual era mi objetivo. Simplemente, odiaba ese mundo, odiaba Nova, y quería saber todo lo posible de ella.

    Arceus. Otro punto que investigué. Un pokémon tipo normal, con una cualidad excepcional: puede cambiar de tipo si es expuesto a las llamadas “tablas sagradas”, misteriosos objetos desperdigados en las ruinas de Nova, en el subsuelo, en el fondo marino, quién sabe dónde, pues nunca se encontró ninguna.

    El caso es que esas tablas me recordaron a Artema. De él se dice que su poder depende de unos objetos que contienen la esencia de cada tipo existente. Sin ellos, sin los 16 objetos, Artema no podría usar todo su poder.

    ¿Existía alguna relación entre Artema y Arceus? ¿Alguno de los dos era fantasía? ¿Eran realmente esos objetos las tablas de las que se hablaba en los escritos sobre Arceus? Dudas y más dudas, dudas de difícil solución.



    Mi investigación me llevó tiempo. Mucho tiempo. No me di cuenta de que los años pasaban, de que mis hijos crecían. Y, cuando quise darme cuenta, eran pequeños niños de ocho y siete años, más o menos.

    Mi obsesión por Nova había hecho que prácticamente me perdiese el crecimiento de mis hijos. Aquellos por los que había dejado atrás mis creencias, mis orígenes. Aquellos por los que había matado a pokémons y talado árboles. Y, la verdad, me daba igual. Ya nada me importaba. Solo podía pensar en descubrir los secretos de aquel mundo que consideraba horrible.

    Mi corazón, mi alma, se había llenado de sombras. Eso era ahora, una sombra, Sombra era mi nombre. Pero no sabía que lo peor quedaba por llegar. Que la gota que colmaría mi vaso, el resorte que destrozaría el último gramo de cordura que me quedaba, estaba a punto de aparecer…



    Estaba harto de la vida en aquella cabaña, en aquel bosque. Iba siendo hora de marcharme y, aunque nunca pensé que diría eso, vivir en la civilización. Encontraría un trabajo y ganaría el dinero que necesitase para vivir.

    Sí, estaba decidido. Me iría de allí. Pero antes… antes debía verla a ella.

    Me preguntaba cómo estaría la única persona que creía que merecía la pena de aquel mundo, la única que me ayudó, la única con buen corazón: Aldara Sullivan.

    Hacía ya varios años desde que no la veía. Ya estaría recuperada de esa enfermedad a la que llamaban “cáncer” y tendría otra vez esa sonrisa en la cara.

    Así que me acerqué por tercera vez a Villa Cuarzo. Debía verla una última vez. Golpeé la puerta de su casa, como había hecho las últimas veces, y esperé encontrarme con su bello rostro. Pero me abrió su marido.

    –Hola –saludé.

    –Hola, ¿te conozco? –dijo, recordándome vagamente.

    –Soy un amigo de Aldara. Pasaba para verla.

    El rostro de él cambió por completo. Muy serio, hasta sombrío, me miró y me dijo.

    –Aldara está muerta. Murió hace tres años, el cáncer pudo con ella.

    Quedé petrificado.

    –Yo… lo siento. Quería verla… me ayudó tanto.

    –Pues no se notó que tanto te importase. ¿Acaso has estado aquí con ella, apoyándola, en algún momento? No vengas ahora a lamentarte, cuando no has hecho nada por ella –dijo rudamente, cerrando la puerta con fuerza mientras veía cómo un niño de unos siete u ocho años miraba con sus gafitas y un rostro triste hacia mí desde dentro de la casa.

    No me moví de la puerta de la casa por unos minutos. No concebía aquella situación. No podía ser verdad.

    Noté como me hervía la sangre. Ella me ayudó, sin ella no hubiese sobrevivido, tal vez. Ella me sonrió, me mostró su sonrisa. Y ese maldito mundo, ese jodido continente y sus fábricas, ¡los humanos!, la habían hecho enfermar, ¡la habían matado!

    Y lo peor es que su marido tenía razón. Ella me ayudó, y yo no hice nada por ella.

    La sangre me hervía, me hervía con fuerza. Mi cerebro trastornado por aquella época y aquel mundo iba a estallar. La ira invadió mi cuerpo. Y exploté.

    Y entonces juré a los cielos… ¡¡que haría polvo hasta el último centímetro de aquella endemoniada tierra de mierda!!

    Era el fin, el fin de mi cordura.

    Declaraciones de Sombra, Documento 3]



    Haciendo un gran esfuerzo por olvidar lo sucedido el día anterior en el centro comercial, Byron y Gallade habían seguido como si nada hacia su próximo destino.

    Tenían que llegar hasta la isla más cercana desde su posición, habiendo entrado ya en Nova Este. Allí se celebraría el sexto combate de gimnasio de Byron. La ruta más corta para llegar a Isla Rocamar (Isla Azuliza), era pasar por Ciudad Cerúlea (Petalia) y posteriormente dirigirse a Villa Cristal (Villa Raíz), donde tomarían un barco para alcanzar la isla.

    Sabiendo de antemano el camino que recorrerían, Byron logró llegar en tiempo record a Cerúlea, temprano por la mañana. Viendo que era aún muy temprano, pensó que le daría tiempo a llegar a Villa Cristal antes de la noche, así que su plan inicial fue seguir adelante sin detenerse.

    Ciudad Cerúlea fue bautizada así por ser monótona en cuanto al color de las fachadas de sus casas. Todas, sin excepción alguna, eran de colores azulados, preferiblemente celestes, lo cual le daba al lugar un aspecto de ciencia ficción, parecía ser el colorido decorado de un videojuego de fantasía.

    Pero a Byron no le interesaban mucho las vistas: solamente deseaba enfrentarse cuanto antes al líder de gimnasio para olvidar definitivamente a Regina y a Sully, olvidar la culpabilidad que sentía.

    Mas algo hizo que parase en seco. Fue la visión de una enorme mansión, obviamente de color celeste, que lucía enorme y lujosa. Dicha mansión despertó recuerdos en la memoria de Byron.

    —¡Es usted…! ¡Usted es el señor McCain! —exclamó boquiabierto Byron —. ¿Eres tú Katherine McCain?

    La niña asintió.

    El señor McCain es el principal accionista de Nova. Muchos parajes naturales, Zonas de Safari, y edificios varios, así como el mismo Gran Festival y los concursos pokémon están financiados por él. Un hombre increíblemente rico.

    —¡Oh, chico, muchísimas gracias por traer a mi Kattie. Tomás ya ha salido a buscarte, pequeña —Byron pensó acertadamente que Tomás esa el mayordomo. Luego, el señor McCain miró a Byron y dijo en tono amable:—De veras, muchísimas gracias, ¿cómo puedo compensártelo?

    Byron, aunque le pareciese tentadora la idea de recibir una recompensa de manos del señor McCain, rechazó la oferta por pura educación.

    —No tiene porqué darme nada. Cualquiera lo hubiera hecho.

    —Bueno, deja al menos que te invite a pasarte por mi finca. Si pasas por Ciudad Cerúlea, en Nova Este (Hoenn), pásate por mi mansión, ¿vale? Te invitaremos a una comida de lujo.



    Byron se paró justo frente a aquella mansión. Era la casa de los McCain, millonarios, los más ricos de Nova casi con seguridad, y le prometieron una comida de lujo por ayudar a la pequeña Katherine McCain en el Real Nova 3.

    Por una parte, ¿con qué cara llamaba él a semejante edificio, a entrar como si nada en la casa de los más ricos del continente por una promesa que se hizo por cortesía, y encima hace mucho tiempo, meses?

    Pero por otra parte… su estómago rogaba esa comida, se la pedía a gritos. Hacía mucho tiempo que no comía de forma decente, desde aquella vez en Pueblo Tomillo.

    Finalmente, la vergüenza pudo más que el hambre, y comenzó a andar, pasando de largo, con el triste rostro aún mirando la casa.

    Y, por suerte o por desgracia, se chocó con alguien, cayéndose él de espaldas.

    Gallade reía al ver la cómica situación, pero cuando vio contra quien había chocado su entrenador, sus ojos se abrieron, viendo el cielo frente a sí.

    –¡Ay, ten más cuidado! –se quejó una chica, con la que se había chocado, que ni siquiera cayó al suelo como Byron, pero enseguida tuvo a dos hombres de chaqueta negra y gafas de sol preguntándole:

    –¿Está bien, señorita?

    Byron alzó la cabeza desde el suelo aún al oír aquello y se encontró con una chica de rostro familiar, acompañada de dos guardaespaldas. Era Katherine McCain.

    Sin duda era ella, aquella niña que ayudó en el barco, pero… ¡cómo había cambiado en tan poco tiempo! Aún era pequeña, pero parecía ya toda una mujercita. Se veía que “el estirón” llegó a ella antes de lo previsto, y en muy poco tiempo.

    –¡Eres tú! –dijo ella sonriente, al reconocer al chico, que se levantaba y sacudía sus ropas lentamente.

    –K-Katherine, cuanto tiempo –él estaba nervioso. Las miradas penetrantes de los dos guardaespaldas le resultaban incómodas.

    –Chicos, él es el chico que me ayudó en el barco. Al que hemos estado esperando estos meses –sonrió ella.

    ¿En serio se acordaban? Byron no daba crédito. Siempre se rumoreó que los McCain eran gente agradecida, pero de ahí a estar esperando la llegada de un chico que simplemente guió a una niña por un barco, quizá era demasiado.

    La cuestión es que cuando se quiso dar cuenta, sus seis pokémon estaban fuera de sus balls, todos, como él, frente a una inmensa mesa ovalada de fino mantel de tela y múltiples platos de aspecto suculento.

    La boca se hacía agua, no podían aguantarse las ganas de comer. Katherine estaba frente a ellos, y los guardaespaldas custodiaban, con esa mirada tan molesta, la entrada del lugar, lujoso como el oro. El mayordomo, por su parte, entró y le sirvió a Byron una copa de vino.

    El chico la probó sin remilgos y cerró los ojos al saborear aquella deliciosa bebida. Gallade lo miraba a su lado extrañado.

    –¿Qué pasa? –le dijo Byron–. ¿Me ves muy pequeño para tomar vino, o qué?

    Gallade asintió seriamente.

    –Pues tranquilo, que ya soy mayor de edad. Tengo diecinu... –entonces, dio, cómicamente, un golpe con su puño derecho en la palma de su mano izquierda–. ¡Oh! Hoy es… ¡¡es mi cumpleaños!!

    Katherine terminó de sorber infantilmente su zumo de naranja para decir.

    –Vaya, sí que estás ocupado que ni te acuerdas de tu cumpleaños –dijo entre risas–. ¡Pues felicidades! ¡Mira tú por dónde, he aquí tu regalo de cumpleaños.

    Byron sonrió, un poco sonrojado, cuando todos sus pokémon y Katherine le aplaudieron en señal de felicitaciones.

    Tomó aire, se relamió los labios y, alzando la mano, dijo.

    –¡Muy bien, chicos! ¡Empecemos mis veinte años con buen pie! ¡A comer!

    Y, gritando jovialmente de alegría, sus pokémon comenzaron a devorar la comida como si fuese la primera vez que comían en su vida. Byron no se quedó corto.

    En poco tiempo, arrasaron con todo el alimento que había sobre la mesa, que no era poco. Katherine estaba sorprendida.

    –¡Aah! –suspiró lleno Byron, satisfecho por la comilona–. Ha sido épico, en serio.

    Katherine rió.

    Entonces irrumpió en la sala aquel hombre de aspecto bonachón que para nada aparentaba ser tan importante como realmente era: el señor McCain, el hombre más rico del mundo.

    Byron se levantó en cuanto lo vio aparecer.

    –¡Pero bueno, chico! –saludó normalmente, de forma campechana–. Me alegro que de verdad te pasases.

    –Encantado de verle de nuevo, señor, es un honor–dijo, haciendo una reverencia, aunque luego se sintió ridículo de haber hecho algo así.

    El hombre se rió enérgicamente.

    –No seas tan formal, tranquilo. No muerdo. Oye, ¿no tienes prisa, verdad? ¡Quédate aquí esta noche! Puedes pasar el día en los jardines, en la piscina, el spa, jugando un poco al tenis, al básket… en fin, lo que te apetezca. Estás en tu casa.

    Byron no supo qué decir, obvio se moría de ganas de quedarse, pero sintió que era tomar demasiadas confianzas.

    –Le agradezco enormemente la invitación, pero tengo que seguir con mi viaje.

    –¡Anda, por favor! –rogó la niña–. Quédate hoy, porfa. Quiero que me enseñes cosas sobre los pokémon, que me cuentes tus aventuras. ¡Por favor!

    Byron no supo qué decir. Miró a sus pokémon… sus caras denotaban que es lo que querían que respondiese.

    –Vale, supongo que por un día no pasa nada –dijo tímidamente, acariciándose el cabello por la nuca.

    –¡Bien! –se alegró la niña.



    Ese día, Byron lo pasó fenomenal en la enorme finca de los McCain. Pasó un muy buen rato practicando distintos deportes con sus pokémon; Gallade descubrió su don para el básket, y a Lampent no se le daba nada mal el tenis. Luego, pasaron por el spa, relajándose en las calientes aguas de los jacuzzis mientras que Lampent disfrutaba del calor de la sauna.

    Y así pasó el tiempo, comenzaba a anochecer.

    –¿Te lo has pasado bien? –preguntó Katherine, que salía del edificio a reunirse con el entrenador, observando éste la puesta de sol junto a sus pokémon.

    –Sí –dijo él, contemplando como, en ese preciso instante, el sol se perdía por detrás del lago que tenían dentro del hermoso jardín–. Vivir aquí siempre debe ser una gozada.

    –Acaba cansando –confesó ella.

    Byron rió, y la miró, percatándose de algo.

    –¿Y tu Skitty?

    Ella se sobresaltó un momento, y luego agachó la cabeza.

    –Eh, bueno… tuvimos una mala experiencia con un combate. Un Skorupi de los alrededores nos atacó, y bueno, no se me da bien combatir. Skitty salió muy lastimado. No debí haberme escapado sin mis guardaespaldas.

    Byron la miraba callado.

    –Desde entonces, Skitty está muy rara conmigo. Cuando la saco de su ball no me mira, solo se aleja lo máximo que puede y permanece callada, sin hacerme caso. No quiere ser mi amiga más…

    Byron sonrió con ternura.

    –Seguro que sí. Solo tienes que darle tiempo, cariño. Razones para ver que aquello fue un error y que puedes llegar a ser una genial entrenadora, que no quieres verla sufrir. Seguro que Skitty te entiende y acaba perdonándote.

    –No sé –dijo ella–. No sé si valgo para tener pokémon.

    –¡Eh! ¡Nunca digas eso!

    Ella lo miró con admiración.

    –Los pokémon y los humanos pueden crear vínculos irrompibles. No es necesario ser una genial entrenadora ni una experta en pokémon. Basta con quererles. Con considerarlos amigos, no mascotas ni herramientas.

    Ella permanecía callada, mirando a su ball con pena.

    –Hagamos una promesa –dijo Byron, sonriente–. La próxima vez que nos veamos, esa Skitty será toda una Delcatty hecha y derecha, un pokémon fuerte, sano, y feliz. Prométeme que será tu amiga, y que ella te querrá tanto como tú a ella.

    Kattie apartó lentamente la mirada de la ball para posar sus ojos sobre Byron. Tras asentir lentamente, dijo:

    –Te lo prometo.



    Esa noche, Byron durmió en la mejor cama que había probado en su vida. Mas un pequeño e irritante ruido le hizo despertar.

    –¿Eh? –se preguntó, incorporándose de la cama y frotándose los ojos. Se volvió a escuchar el ruido; parecían pasos en la planta de abajo–. ¿A estas horas? –dijo mirando el reloj de pulsera que llevaba, eran las cinco de la madrugada–. Puede que sea alguien del servicio. Se habrán dejado algo por hacer –entonces calló un momento–. ¿Qué demonios hago hablando solo? –y, como si nada, ignoró los pasos y volvió a dormirse, hasta la mañana siguiente.



    –Gracias , gracias por todo –ya era por la mañana, y Byron quería salir cuanto antes hacia su destino. Le apenaba marcharse, pues se hubiese acostumbrado a vivir allí con mucha facilidad, pero la realidad era que tenía que irse–. Todo un privilegio disfrutar de estos lujos –se despidió de Kattie y su padre–. Bueno, he de irme.

    –De acuerdo, chico –saludó alegre el hombre–. Espero que te vaya bien en tu viaje. Y no dudes en pasarte por aquí siempre que quieras, considérate un amigo de la familia.

    –¡Eso! –exclamó Kattie–. Vuelve cuando quieras.

    –Adiós, Kattie –la despidió Byron–, y no olvides nuestra promesa.

    –No lo haré.

    Byron sonrió, y entonces le extrañó oír el excéntrico ruido de un tic-tac. Un ruido que no había oído al día anterior.

    –Oh, debí olvidar desprogramar el sonido a algún reloj –dijo el mayordomo, sabiendo que al señor de la casa le irritaban esos sonidos, y marchando presto a comprobar si tenía razón.

    –Bueno, Byron –dijo el señor McCain–. Hasta pronto.

    –Hasta pronto, señor McCain –saludó, y comenzó a salir de la mansión a paso lento, seguido de Gallade, que ahora era el único que estaba fuera.

    –¡Adiós, Byron, adiós! –se despidió gritando Kattie, cuando ya estaba alejándose el chico, cerrando los guardaespaldas la enorme puerta de la casa.

    Byron, ya bastante alejado, volteó para ver la mansión a lo lejos. Tan grande, tan hermosa.

    Y entonces, un fortísimo ruido que hizo hasta temblar la tierra ligeramente vino acompañado de una tremenda explosión.

    La gran mansión de los McCain saltó en pedazos como el núcleo de la seta de fuego que se había alzado a lo lejos.

    Byron y Gallade no pudieron articular palabra, mover un músculo. No creyeron lo que estaban viendo.

    Cuando la explosión cesó, el fuego brotó por los alrededores. Ya no se veía la lujosa casa a lo lejos. Solo escombros, escombros y llamas.

    Cuando Byron volvió en sí, dijo, mientras salía a correr como nunca lo había hecho.

    –¡¡Kattie!!

    Pero ya era muy tarde. Byron llegó a la zona cercana a la mansión, donde un grupo de policías les obstruía el paso a toda la multitud que miraba preocupada la escena, mientras unos bomberos trataban de apagar las llamas.

    Byron deseó ver entre tanta gente a la familia McCain. Pero no había rastro de ellos.

    Por los fríos pómulos del entrenador, que apenas lograba respirar por el tremendo shock producido, resbalaron varias lágrimas frías.

    Gallade también lloró, tampoco lo podía creer.

    ¿Qué había pasado? ¿Por qué?

    –Kattie… ¿y nuestra promesa? –fue lo único que pudo decir Byron, mientras seguían resbalando lágrimas por su cara.

    Al día siguiente, la prensa anunció la terrible desgracia: la finca McCain había explotado en extrañas circunstancias que apuntaban a un atentado. Entre los escombros unos treinta cuerpos, de los cuales se reconocieron a dos de ellos con claridad: el de Katherine McCain y el de su padre.
     
    • Me gusta Me gusta x 3
  5.  
    Paralelo

    Paralelo Viajero dimensional

    Virgo
    Miembro desde:
    16 Agosto 2012
    Mensajes:
    259
    Pluma de
    Escritor
    Muy bien en verdad, se ve cada vez más la referencia a mi fic, y se agradece. Debo tener, desde luego, presente estas cosas, sobre todo eso de los Lumíneos, aprovechando que nos acercamos a Hoenn. Me gusta tu narración, creo que no te lo había dicho, sin embargo, hay algunas partes donde me parece que abusas un poco de los punto y seguido, me suena a que hay una pausa muy grande que no siempre es necesaria.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  6.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    4848
    Capítulo 71 – ¡Concurso de Nueva Rocavelo! (Parte 3) (Melly)

    [Caminaba el chico por el espeso bosque que habitaba él y los suyos. Aún con sus escasos once años, deseaba ya por fin encontrar un compañero pokémon que estuviese con él para siempre. Aunque con la ayuda del artificial Viridian Mind que tenía podría haberse hecho amigo rápidamente de cualquier pokémon, ninguno de los que por aquel bosque podía encontrar le parecía un compañero adecuado.

    Para los de su pueblo, los Lumíneos, estaba prohibido dañar a los pokémon. No podían usar pokéballs, no podían obligarlos a combatir. Los pokémon, así como la naturaleza, eran amigos como podían ser las mismas personas.

    Pero él no buscaba un compañero fuerte. Buscaba un compañero leal, un amigo en quien confiar, un pokémon con corazón de hierro. No buscaba un pokémon para luchar, sino para convivir.

    Pero, como ya llevaba tiendo estudiando gracias a su facultad para horadar en los pensamientos de los pokémon, ninguno de aquellos Wurmple, Silcoon, Cascoon o Slakoth que habitaban el Bosque Petalia parecían estar preparados para ser sus compañeros.

    Hasta que un día…

    –¿Hmm? –se preguntó, al oír algo en su cabeza uno de tantos días que salía a pasear–. ¿Quién está lamentándose?

    Efectivamente, oía un quejido, un lamento. Pero no era un ruido común. Era un pensamiento.

    Guiado por el pensamiento lastimero que estaba escuchando, siguió su Viridian Mind, que le llevó poco a poco hacia el ruido.

    –Es… un pokémon –se dijo, mientras oía como aquel gran pokémon sollozaba en su mente, lamentándose por algo.

    Poco a poco se acercó al pokémon, de tamaño considerable, tratando de no asustarlo.

    Mas el pokémon no se asustó en absoluto. Solo lo miró con pena, triste por algún motivo, sin importarle lo que le pudiese hacer aquel chico.

    –Tu entrenador te abandonó –dijo él, sabiéndolo por el forzadamente influido don que poseía–. Pero, ¡no estés triste! –sonrió, tratando de animarle–. Deberías estar alegre de no tener que ir encerrado en esa prisión esférica. Ahora eres libre, ¡puedes volar con libertad, Skarmory!

    El pokémon lo volvió a mirar.

    –Eres un pokémon muy cariñoso, eso es raro en los de tu especie –observó, al notar que el pokémon no era reacio a la presencia humana, sino que la anhelaba. Era un pokémon que, aunque rudo por fuera, era ciertamente blando por dentro, vulnerable y emotivo. Un pokémon que daría lo que fuese por su compañero.

    Tal vez el chico no se lo pensó dos veces cuando dijo.

    –Lo he decidido. Quiero que seas mi compañero –sonrió alegremente–. Skarmory, ¿quieres serlo? ¿Quieres venir conmigo? Nunca más volverás a estar solo, nunca te dejaré. Si decides acompañarme, no te haré luchar, no te haré competir con nadie. Tampoco te llevaré en uno de esos cacharros llamados pokéball. Serás libre, y a la vez tendrás un compañero que te cuidará, yo. ¿Qué me dices?



    Desde aquel día, el pokémon y el chico fueron compañeros que vivieron en armonía, disfrutando de la compañía mutua, en contacto siempre con la naturaleza.

    Pero era inevitable que el chico pensase en aquello.

    –Patriarca Ewen –dijo con pesadez mientras avanzaba hacia la tienda del patriarca y jefe de los Lumíneos–, quería pedirle algo.

    El viejo hombre estaba viviendo, por desgracia, los últimos años de su vida. Una vida que había sido más larga de lo que acostumbraba a ser: a sus noventa y ocho años, el anciano lumíneo aún conservaba a la perfección sus facultades mentales, y aunque con esfuerzo, era capaz de andar y hasta correr si se lo proponía. Muchos querrían haber logrado llegar a tal edad en esas condiciones.

    –Ah, joven –dijo él con voz ronca–. Estabas tardando ya en aparecer. Sé lo que me vas a pedir. Desde que ese pokémon se alió contigo, estuve esperando a que aparecieras.

    Entonces tosió. Su salud mermaba lamentablemente, mas él se mantenía fuerte y firme. Tomó un cuenco lleno de agua y la bebió lentamente.

    –Como iba diciendo, joven –dijo, una vez terminó de beber–, lánzame la frase que estaba esperando oír.

    El gran patriarca era un hombre muy sabio respetado por todos. Su conocida intuición nunca había fallado; acertaba todo lo que suponía.

    –Mi pregunta es: ¿podría marchar, ahora que Skarmory está conmigo y eso me facilita el transporte, a las lejanas tierras de Teselia, a buscar a mis padres? –preguntó muy rápidamente el chico, con miedo a la respuesta brusca del patriarca.

    –Me imaginaba tal pregunta –el anciano meditó un rato–. Tus padres perdieron el honor de pertenecer a nuestro pueblo por voluntad propia, nos abandonaron, y de hecho, abandonaron a su hijo, que eres tú, para vivir lejos, con la civilización. Te formularé yo otra pregunta: ¿en serio deseas ver a tus padres, después de que nos abandonaran, o más bien, te abandonaran?

    –Sí. Quiero saber… por qué, solo eso –contestó con firmeza.

    –¿No sucumbirás a la civilización y nos dejarás, como antaño hicieron tus padres, si te adentras en ella en su busca? –siguió preguntando el patriarca.

    –No, lo juro por mi sangre Lumínea.

    –¿Juras regresar a este bosque, y seguir respetando la naturaleza una vez termines tu labor en tierras extranjeras, y además juras por Artema nuestro Dios y creador no revelar a la nociva civilización nuestros secretos y nuestro hogar?

    Con rostro seguro, el chico dijo.

    –Por Artema lo juro.

    El anciano lo examinó una última vez, analizándolo de arriba abajo.

    –Entonces, tienes el permiso de los Lumíneos, joven.





    Vivencias de Sombra, Antes del Choque, Documento 1]



    La ruleta de aquel concurso había decidido que Melly debía enfrentarse en la semifinal contra Kyle, y que Samantha, por ende, lo haría contra Jeray.

    Sin duda a Melly le costaría mucho ganar, y era consciente de la fuerza y habilidad de su rival. Pero aún así, después de todo, debía enfrentarse a él.

    Él se mostraba tan indiferente con respecto a Melly que a la chica incluso le irritaba. Cada vez que lo miraba, cada vez que se miraban, ella no podía quitarse de su cabeza aquella vergonzosa y a la vez hermosa escena del beso, del beso que Kyle le robó.

    Pero ahora aquel chico parecía ignorar que hizo tal cosa, concentrado solo en el concurso.

    Si fue él quien le dio el beso, si fue él quien la buscó, ¿por qué no se mostraba incómodo, tímido? ¿Por qué seguía sonriendo de esa manera tan segura, con esos ojos azules y esa gorra a juego, al otro lado del escenario? Es más, ¿Por qué tenía que ser ella la que se sentía incómoda, la que no podía mirarle a la cara sin recordar aquello?

    Ni ella misma lo sabía. Ni si quiera sabía qué significó aquel beso para ella.

    –Adelante, ¡Servine! –comenzó sacando ella, frente a frente con su rival.

    Kyle sonrió, y, arrogantemente, hizo bailar una ball por encima de sus hombros. Dejándola caer, dijo.

    –¡Veamos de qué pasta estás hecho, Golem!



    –¿Va a usar a Golem? –se preguntaba Jeray.

    –Ese pokémon era tuyo, ¿no? El que cambiaste por Shelmet –quiso saber Samantha.

    Jeray asintió con lentitud, mientras trataba de descifrar por qué, teniendo su hermano un Infernape y un Escavalier, con clara ventaja de tipos ambos frente a ese Servine, eligió a Golem, que era tremendamente débil al tipo planta.

    –¿Qué demonios se le pasará por la cabeza? –fue lo último que dijo el aspirante a ornitólogo.



    –“¿En serio usará a Golem? –se preguntaba también Melly–. Mmm… sin duda, no parece inteligente por su parte. Es un pokémon que acaba de obtener, por lo que no tendrán mucha química, y encima, ¡de tipo Roca-Tierra! –miró a Kyle–. ¿Qué estarás tramando?”

    –¡Golem! –ordenó repentinamente el confiado polifacético–. ¡Usa lo que hemos ensayado!

    Entonces Golem comenzó a rodar, creando a su paso una profunda tormenta de arena que dificultaba la visión. Todos esperaban un Desenrollar que golpease con fuerza a Servine, a la cual se acercaba con rapidez.

    –¡Sevine, usa hoja afilada! –exclamó Melly, que había perdido de vista a Golem debido a la espesa arena.

    Servine, quieto en su sitio, usó el ataque ordenado, mas nada pasó.

    Quedó el escenario en silencio unos segundos, y la tormenta de arena se hizo cada vez más y más densa.

    De repente, Servine recibió un poderoso golpe por la espalda que la hizo empotrarse contra la pared frontal.

    –¿¡Qué!? –se dijo Melly, viendo como sus puntos bajaban de golpe casi a la mitad–. ¿Cómo tuvo tanta potencia? ¿Y de dónde vino?

    Servine se levantó como pudo, ya fuera de la tormenta de arena, y permaneció observando la nube de polvo del centro de la pista un rato.



    –Usó excavar –dijo Samantha.

    –Ya me he dado cuenta –afirmó el hermano–, su ataque no iba dirigido a Servine en un principio.

    –Aprovechó la tormenta de arena para camuflar cómo se hundía bajo tierra.

    –Y, una vez debajo, siguió girando y girando –uno terminaba las frases del otro–. Porque cuanto más tiempo se usa un ataque desenrollar, éste es más potente.

    –Y así, cuando esté girando a máxima potencia, saldría de debajo de la tierra.

    –Golpeando a Servine por la espalda –finalizó Jeray.



    Melly observaba chasqueando los dientes la espesa tormenta de arena que le impedía vislumbrar a su rival. Entonces, Kyle habló.

    –Bucle avalancha –dijo, ordenando otro de sus ataques combinados. Melly temblaba, esperando cualquier cosa.

    Desde el núcleo de la tormenta de arena, comenzó a surgir un remolino que la absorbió: un bucle arena. Pero lo más inquietante es que, girando en aquel torbellino de arena, se encontraban varias piedras enormes de aspecto redondeado, idéntico al cuerpo de Golem.

    –¿Es otra de sus tácticas con doble equipo? –pensó Melly–. ¡Usa látigo ce…! –iba a ordenar, pero bruscamente Kyle la interrumpió.

    –¡Ahora!

    Entonces, del remolino salían disparadas las rocas del mismo aspecto de balón de fútbol pétreo que tenía Golem, directas hacia Servine, que las esquivaba con dificultad.

    Una de las rocas casi impactó, saltando por los pelos para evitarla, pero entonces.

    –¡Cuidado, Servine! –gritó Melly, pero mientras su pokémon saltaba, otra roca arrojada con violencia golpeó en Servine con fuerza. Los puntos de Melly bajaron a ¼

    Así, el bucle dejó de girar, y el campo estaba minado de rocas que parecían ser Golems hechos una bola.

    –Servine, ¿estás bien?

    Servine se levantó muy lastimado, caminando con pesadez.

    Se respiró la tensión en aquel escenario. Melly se sentía acorralada.

    –No son copias –dedujo–. Son simples piedras que ha creado Golem usando Avalancha, piedras muy parecidas a sí mismo. Pero una de estas piedras…

    Melly miró el campo, lleno de unas veinte de esas rocas. Sabía que el auténtico Golem era una de ellas, pero, ¿cómo saberlo?

    Entonces Melly tuvo otro de esos mareos. Su vista se nubló, y oyó esa voz que siempre oía. Esta vez no hubo imágenes, solo una frase, solo una voz.

    “Cuando creas que has perdido, ¡usa la misma estrategia que tu oponente! Eso le desconcertará”

    Entonces, todo volvió a la normalidad.

    –Usar la misma estrategia –meditó–, ya lo tengo ¡Servine, usa Ciclón Hojas! –exclamó, creyendo haber dado con la clave. El ciclón hojas actuó de la misma manera que lo hizo el bucle arena, creando un gran tornado en el que Servine se hundió.

    Kyle observaba con tranquilidad, sin dar orden alguna a Golem.

    De repente, se pudo observar como en el remolino de hojas comenzaban a surgir una especie de brotes verdes claro con varias hojas en forma de cresta. De igual manera que cayeron las esferas rocosas, fueron cayendo esos brotes, que tenían la forma exacta de Servine si este se hacía un ovillo. Así, cada roca en el campo tuvo un brote sobre sí.



    –¿Cómo ha creado esos brotes? –se preguntó Jeray.

    –No tienen por qué ser brotes. Eso no es más que lo que quiere que creamos –sonrió Samantha–. Es un truco de magia. Como hizo tu hermano antes.



    Kyle sonreía.

    –Vaya, vaya, así que me imitas. Uno de esas plantitas es el verdadero Servine, ¿eh? Y el resto son simples brotes.

    –¿Ah, sí? –sonrió Melly.

    De repente, todos los brotes se levantaron. Eran multitud de Servine.

    Copias, creadas con doble equipo.

    –¿¡Eh!? –exclamó Kyle.

    –¡Ahora, Servines! –exclamó Melly, sintiéndose triunfante–. ¡Drenadoras!

    Todas las copias comenzaron a arrojar drenadoras justo al núcleo de la piedra sobre la que se subían. Las raíces de la semilla, al brotar, hacían pedazos las piedras.

    Melly miró a Kyle orgullosa de su estrategia. Pero la sonrisa segura de éste la ponía nerviosa.

    ¿Por qué no ordenaba a Golem salir de ahí? Si uno de los Servines lograse introducir una semilla dentro del verdadero Golem, éste podría sufrir gravísimos daños. Pero Kyle no hacía nada, solo sonreía.

    Entonces Melly tembló al notar que todas las rocas estaban fragmentadas, sin excepciones. Golem no estaba ahí.

    –Oh, no, ¡demonios! –exclamó Melly.

    –¿Te gustó mi estrategia del doble equipo? –dijo Kyle arrogante–. ¡Pues toma dos tazas! ¡¡Golem!!

    Y una andanada de réplicas de Golem emergieron de la tierra, aniquilando a las réplicas de Servine y dañando al original.

    Los puntos de Melly se acabaron.



    –Ha hecho lo mismo, otra vez. Y hemos vuelto a picar –confesó Jeray.

    –Sí, reconozco que a mí también ha logrado engañarme –admitió Sam–. Al arrojar esas piedras parecía que no había usado doble equipo, sino que se escondía como una piedra más.

    –Exacto, pero en realidad Golem nunca estuvo entre esas piedras, sino que se volvió a esconder bajo tierra usando excavar.

    –Lo hizo para despistar –concluyó Sam.



    Melly quedó estupefacta, no sabía cómo reaccionar. Había perdido en las semifinales, Kyle había sido claramente mejor que ella.

    Agitó su cabeza con fuerza, y sonrió. Después de todo, se sentía orgullosa de cómo había combatido. ¡No era el fin! Aún quedaba para el Gran Festival, y aún le faltaba un concurso, el de Calagua.

    Miró a Kyle a lo lejos, que avanzaba sin tan si quiera saludarla hacia la sala de espera.

    Ella se molestó de su actitud, pero eso no le importaba ahora. Abrazó a su cansada Servine, y tras unas palabras de aliento la devolvió a su ball.



    –Gran combate, Melly, lo hiciste muy bien –felicitó Leo, que se encontraba fuera, donde esperaban todos los coordinadores que habían sido vencidos.

    –Gracias, pero él lo hizo mejor –admitió.

    Leo sonrió.

    –Sería épico que los dos hermanos se enfrentasen en la final, ¿no crees? Pero eso no va a pasar –dijo con orgullo–, porque Sam va a vencer a Jeray ahora mismo.

    Melly se sorprendió. Realmente, la relación de esos dos medio hermanos no era la misma que la de Kyle y Jeray. Ellos competían, sí, pero Leo admiraba a su hermanastra, y ella seguro apreciaba a Leo. Era una competencia “más sana”, por llamarlo de alguna manera. La relación de los dos hermanos polifacéticos era distinta. Melly pensaba que sin las competiciones, ellos dos no serían nada. Su relación se basaba, básicamente, en la rivalidad del uno con el otro.



    Por fin llegó la hora de la otra semifinal. Jeray escogió a Infernape, y Sam escogió a Beautifly. Era un combate donde ambos tenían ventaja sobre el otro; Infernape por su tipo fuego y Beautifly por el tipo volador.

    Una batalla que comenzó con una clara ventaja por parte de Jeray, quien bajó los puntos de Sam hasta casi ¼ en un momento, a base de ataques rápidos de fuego que apenas pudo esquivar.

    Por su parte, Beautifly se limitó a bailotear de forma extraña.

    Pero de repente, para la sorpresa de todos, el pokémon de Samantha alzó su pequeña “trompa” y, con las palabras “¡Rayo Solar!” de su entrenadora, arrojó una poderosísima energía lumínica que destrozó por completo a Infernape, no reduciendo a cero sus puntos, pero sí debilitándolo.

    –¿Cómo es posible? –dijo atónita Melly–. Era un ataque tipo planta contra un tipo fuego, ¿cómo pudo vencerlo de un solo golpe?

    –Ni idea –admitió Leo–, Sam hace cosas muy raras y estrategias muy complicadas.

    –No tenéis ni idea –se oyó acercarse a un chico, el mismo al que siempre acompañaba su fiel Absol, Robert–. ¿No os fijasteis en lo que hacía Beautifly? Estaba usando Danza Aleteo todo el tiempo, por eso no esquivaba ningún ataque.

    –Oh –dijeron Leo y Melly sin entender muy bien.

    –¿Qué pensabais, que estaba bailando porque sí? –dijo indignado Robert–. Ese movimiento potencia el ataque especial del usuario. Usado tantas veces seguidas, da el resultado que habéis visto: una fuerza fulminante.

    Melly asintió, admirada.



    –Bueno, supongo que ha quedado claro quiénes son los mejores –presumía Kyle.

    –Je –rió Sam–. Aún queda decidir quién de los dos es el mejor.

    Los dos miraban serios al frente, sin dirigirse ninguna mirada. Simplemente, esperaban.

    –¿No vas a entrenar? ¿No practicas tu actuación? –preguntó el chico.

    –No –dijo tajante ella.

    –Yo tampoco –afirmó el otro–. No lo necesito, puedo ganarte sin preparar nada.

    –Eso lo veremos.



    –¡Muy bien, señoras y señores! –anunció por megafonía la presentadora, llamando la atención de Melly y compañía–. Los finalistas están entrando en la arena –en pantalla aparecieron Kyle y Samantha–. ¡La final está a punto de comenzar, aquí y ahora!

    Melly tragó saliva, esperando ver un combate durísimo entre los dos claramente mejores de aquel concurso.

    –Creo que llego a tiempo para ver el combate con vosotros, ¿no? –preguntó Jeray, que llegaba justo en ese momento junto a los otros.



    –¡Ve, Dustox!

    –Te toca a ti, Infernape.

    Los pokémon de ambos coordinadores estaban preparados, listos para un arduo combate.

    –¡Es hora de la pelea, amigo! –exclamó Kyle–. ¡Puño fugaz!

    Infernape lanzó un ultrapuño bañado en llamas.

    –¡Psíquico! –ordenó Sam, deteniendo Dustox el ataque en seco–. ¡Ahora, picotazo venenoso!

    Las agujas infectadas se introdujeron en el detenido ataque, empozoñándose éste; luego, usando su Psíquico, Dustox devolvió el golpe contra Infernape.

    –¡Esquívalo! –exclamó Kyle–. ¡Bien, acróbata!

    Infernape hizo una serie de piruetas y acrobacias mientras avanzaban hacia Dustox.

    –¡Usa Zumbido!

    Pero justo en el instante en que Infernape saltó hacia Dustox, desapareció, apareciendo al instante tras Dustox y golpeándolo con fuerza.

    Kyle todos los puntos, Samantha ¾ de sus puntos.



    –Están luchando sin ninguna clase de truco ni de parafernalia –observó Nadia.

    –Es una batalla justa, un combate pokémon, más que un combate de concurso –analizó Melly.

    Jeray miraba con el ceño fruncido.



    –¡Puño fuego! –el ataque de Infernape dio de lleno en Dustox, que no hizo esfuerzo en esquivarlo, solo bailoteaba. Los puntos de la chica bajaron un poco más.

    Kyle sonrió.

    –¿En serio crees que te va a servir el mismo truco? ¡Yo no picaré como lo hizo el señor pajaritos! ¡Mofa!

    El ataque irritó a Dustox, que solo podía usar ataques dañinos.

    –Vaya, eres listo –alabó irónicamente Sam–. ¡Usa Psíquico!

    El psíquico logró alcanzar a Infernape, levantándolo en el aire, lo cual bajó ligeramente los puntos de Kyle.



    –Sí, no hay duda de que es una batalla sin ningún truquito –afirmó Nadia.

    –No estés tan segura –comentó Jeray.



    –¡Bien, psicorrayo, Dustox!

    El psicorrayo golpeó de lleno a Infernape, y este desapareció al momento de impactar.

    Kyle rió a carcajadas.

    –Me encanta el truco del doble equipo. Lo repites hasta la saciedad, y sigue funcionando. ¡Ahora, a bocajarro!

    Desde debajo de la tierra, Infernape salió, golpeando con fuerza a Dustox.

    Pero, para la sorpresa de todos, Dustox también desapareció.

    Esta vez, ella fue la que rió.

    –Tan útil no será el truco, cuando no eres capaz de darte cuenta de que los demás lo están usando. ¡Ahora, Dustox, Zumbido!

    Un molestísimo ruido dañó a Infernape, cuyos puntos se igualaron a los de Dustox.

    –¿Dónde está…? –se preguntó Kyle, que había sido sorprendido por la táctica de Samantha.



    –Vaya –decía Melly con una gota de sudor en su cabeza–, ya decía yo que todo era demasiado bonito.

    –No puede pelear sin usar un truquito –se mofó Jeray.



    El molesto zumbido parecía venir de todas direcciones y de ninguna a la vez, Infernape se tapaba los oídos sin poder evitar salir lastimado.

    Kyle llevaba sus puntos a la mitad. Y continuaban bajando a paso lento.

    –¿De dónde sale el ruido? –exclamaba Kyle, mirando en todas direcciones.

    De repente, algo pasó por su mente, mientras se tapaba los oídos por el molesto ruido.

    –Si no está en el aire, no está bajo tierra… es porque está ¡delante de nosotros! ¡Terremoto!

    El ataque de Infernape hizo que Dustox, que se había camuflado hábilmente en el mismo suelo del escenario, volase, lastimado por el ataque. Los puntos volvieron a igualarse.



    –Madre mía, la cosa está que arde– comentó Leo.

    –Sí, están muy igualados –admitió Jeray.

    –Pero estoy seguro de que ganará Sam –dijo orgulloso el pequeño.

    –Je. Ojalá que lo haga, pero Kyle es demasiado cabezota para dejarse ganar facilemente.

    Melly miró a los dos sonriendo. Al fin y al cabo, querían sus hermanos, cada uno a su manera.



    –¡Envite ígeno!

    El golpe impactó en Dustox, que no hizo nada por evitarlo, bajando sus puntos a casi ¼.

    –¿Estás bien, Infer? –preguntó Kyle, al ver que se estremecía y sus puntos bajaban.

    –¡Bien hecho, Dustox! Ese tóxico ni se ha visto de lo rápido que lo has usado.

    Con lentitud, el veneno hizo que los puntos de Kyle se acercasen a los de Samantha.

    –Está bien, ¡me estás obligando a ganarte cuanto antes, esto es una batalla contrarreloj! ¡Ascuas! –gritó Kyle, y Dustox no pudo evitar el ataque, quedando sus puntos a casi el límite. Los de Kyle también estaban a punto de caer, a causa de la rápida disminución de éstos por el veneno.

    –¡Entonces acabemos cuanto antes! –exclamó con fiereza Sam–. ¡Placaje!

    –¡Placaje!

    Los dos pokémon se chocaron entre sí, creándose un humo profundo a consecuencia de la arena levantada.

    Los puntos de ambos habían llegado a cero al mismo tiempo.



    –¿Y ahora qué? ¿Quién gana? –quiso saber Melly.

    –Si en una final los dos empatan en puntos, ganará el que quede en pie –explicó Robert.

    –Entonces el que se haya debilitado con el ataque habrá perdido –dijo con un nudo en la garganta Leo.

    –En seguida veremos quién es el merecedor de la cinta –suspiró Jeray.

    Cuando el humo se disipó, todos quedaron expectantes, mirando a los pokémon.

    Dustox se encontraba debilitado en el suelo, e Infernape jadeaba, aún de pie.

    Kyle lo miró sonriente.

    –¡Genial, Infernape!

    Infernape le devolvió la sonrisa, muy herido.

    –¡Y el ganador es… Kyle!

    Y entonces, el cansancio pudo con Infernape, que se desplomó, carente de energía para seguir de pie.
     
    • Me gusta Me gusta x 3
  7.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    2615
    A ver, que no llega ni a erótico, pero que yo lo aviso: en este capítulo hay una escena “picantona”, pero PARA NADA explícita. De hecho ya lo digo, no llega ni a erótico. Simplemente informo para que no se me alarmen algunos.

    De todas formas, este es un capítulo en el que se insinúa mucho (y no piensen mal, que ahora no hablo de lo que creen xD) y se dice poco. Aunque mis enchufados de Nova Special sabrán ya que sucede con alguna que otra cosa.

    Bueno, que me enrollo como las persianas, capi va.





    Capítulo 72 — Padre (Jake)

    El joven hombre reposaba todas las emociones vividas aquella noche. Habían sido unos días extraños, cargados de emociones. Había encontrado a una persona muy especial con la que había compartido su amor, Laia. Había hecho ver la verdad a Poseidón, y se había ganado así un sano rival y aliado, después de todo. Había descubierto la verdad detrás de Hera, la Titán. Y… había vuelto a casa, había vuelto y ahora sabía que su hermano se encaminaba hacia el título de campeón, que decidió ser, como su padre, entrenador.

    ¿Cómo será Byron? ¿Habrá cambiado mucho? ¿Será más oscuro su cabello, o será igual de rubio que cuando eran pequeños? ¿Será tan alto como su padre? ¿Qué pokémon estará entrenando? Pero lo que a Jake le aterrorizaba era cruzarse por la calle con su propio hermano y que ninguno fuese capaz de reconocer al otro. ¿Se acordaría Byron de él? Con seguridad creería que estaría muerto, que murió en aquel accidente. Y, de encontrarse, y él no reconocerlo, ¿sería capaz de contarle la verdad? Posiblemente no se tomaría nada bien descubrir que su hermano sobrevivió y no tuvo valor para volver a casa, ni siquiera para contar que estaba vivo.

    Y Byron estaba también en contra del Equipo Neutrón. Sin duda, ya sería todo un entrenador. Como lo fue Flint, su padre.

    —“Papá fue un gran entrenador, él nos enseñó todo” —pensaba el hombre, y, de repente, un rostro, una sonrisa, un nombre.

    Me llamo Melly.

    —¿Eh? —dijo en voz alta, desconcertando a Zoroark. De repente, sin sentido ninguno, recordó a aquella chica a la que ayudó mucho tiempo atrás, salvando a Manaphy de las garras de los Neutrón. ¿Por qué?

    No tuvo mucho tiempo de reflexionarlo, puesto que alguien irrumpió en la sala, angustiado.

    —No sé si te has enterado, Jake —dijo la mujer, agitada—. La familia McCain ha muerto. Su casa explotó, con todos dentro, todo apunta a una bomba, a un atentado terrorista.

    —¿¡Hablas en serio!? —se sobresaltó el joven.

    —Sí. Un chico amigo de la familia salió de la casa poco antes de que explotase. Las autoridades sospechan de él, lógicamente. Ahora está siendo interrogado, según me han informado.

    —Pobre chaval —dijo Jake—. Posiblemente no tenga la culpa.

    —Probablemente —contestó la mujer de voz apagada, leyendo con paciencia los documentos policiales. Algo se le atragantó al leer un dato del informe—. Un momento, este apellido es el apellido de…

    —¿El apellido de quién? —quiso saber interesado el hombre.

    Ella contuvo la respiración un momento. Aquel adepellido, ¿era casualidad?

    —Nada especial, Jake —dijo con cara seria.

    Y entonces, otros dos entraron bruscamente en la sala; un niño y una mujer que caminaba a paso lento.

    —¡Jake, cuánto bueno por aquí! —dijo el primero—. ¿Qué has hecho en estos días, eh? Llevas más de dos semanas dando vueltas, yendo y viniendo. Has dormido fuera y todo algunos días, que las paredes tienen ojos, y no se te ha visto el pelo.

    Jake se sonrojó.

    —Eso es parte de mi vida íntima.

    La mujer serena, tomando asiento justo en ese momento, dijo:

    —¿Una chica?

    El niño comenzó a silbar.

    —¡Vaya! ¿Has ligado? ¿Y qué has estado haciendo estos días con tu ligue, eh? Dándoos besos todo el tiempo, seguro —se rascaba la nariz orgullosamente el niño.

    Jake se sonrojó al tiempo que reía con el resto de los presentes.

    —¿De qué os reís? —dijo algo molesto el pequeño.

    —¿Qué tienes, como nueve años? Eres muy pequeño todavía para saber lo que ha hecho Jake, chaval —comentó entre risas una de las mujeres, ante la mirada agachada de Jake y la de incomprensión del niño.

    La incómoda situación fue rota por otro hombre, que entró en la sala.

    —Jake, tengo buenas noticias. Sé dónde está él.

    Jake sonrió ampliamente mientras levantaba.

    —¿Hablas de quien puede darnos información sobre el Equipo Neutrón?

    —Exacto. Anda por el Bosque Verde —confirmó el recién llegado.

    —Perfecto, sé que él puede resolver muchas de nuestras dudas —dijo, agarrando la ball de su pokémon volador.



    En el bosque verde, una joven caminaba por su espesor, con una rosa entre las manos. No podía evitar sonreír cuando lo recordaba.

    —¡Jake! —exclamó al abrir la puerta de su casa, encontrando al joven allí, con el rostro sonriente, pero ocultando una clara congestión—. Que pronto llegas. ¿Encontraste las pistas que querías en Cuarzo?

    Jake borró su forzada sonrisa cuando recordó la escena con la profesora Oak, Hera en realidad. Sabía que no podía revelar a nadie de su identidad, después de todo, ella es muy importante, y la noticia podría correr como la pólvora. Y ella misma lo advirtió: podría hacerle daño a Byron si se metía en sus asuntos.

    No, decididamente no podía contarlo a nadie, ni si quiera a Laia.

    —No he descubierto gran cosa —dijo, fingiendo estar insatisfecho.

    —Oh… —suspiró ella—. Bueno, puedes pasar si quieres —ofreció ella, y Jake entró en la casa, seguido de Zoroark.

    —Ah, cierto —dijo Jake, algo nervioso. En realidad no sabía muy bien si quería precipitarse tanto porque realmente deseaba hacerlo o porque así olvidaría pronto lo sucedido, preocupado de otra cosa. Posiblemente, en una situación normal no se declararía tan fácilmente—. Tenía un regalo para ti —dijo ofreciéndole una rosa a la chica.

    Ella se sonrojó mientras la tomaba.

    —Gr-Gracias —contestó, sonriente.

    —Laia —Jake cogió las manos de la chica, mientras Zoroark, algo incómodo por la situación, ojeaba la casa de la joven. Le llamó la atención una foto de un pokémon. Pensaba que Laia no tenía pokémon, ¿qué hacía con esa foto? —. Me gustaría decirte que…

    Fue interrumpido.

    —No digas nada —ella le interrumpió bruscamente robándole un beso. Ella tampoco sabía si estaba realmente enamorada de ese chico o, simplemente, le recordaba a él demasiado. A su amor imposible. A su amor que se fue.

    Los dos se fundieron en un largo beso, mientras que Zoroark, extremadamente sonrojado, salió del edificio a hurtadillas bajo la señal que le hacía Jake con una mano.

    Los dos se separaron.

    —¿Era eso lo que me querías decir? —dijo ella de un modo bastante cursi.

    Él sonrió.

    —Yo nunca lo hubiese dicho mejor.

    Entonces volvieron a besarse otra vez, mientras caminaban torpemente en dirección a la habitación, todo sin separarse en ningún momento.

    Laia se tomó un respiro para quitarle la camiseta a Jake, para después seguir en su apasionado beso.

    Casi por inercia, los dos se dejaron caer en la cama, ella apoyada sobre él.

    —¿Estás segura? No quiero hacer nada de lo que no estés totalmente convencida —preguntó él, mientras ella lo miraba a los ojos.

    Esos ojos, esos ojos avellana eran idénticos a los de él. A los de su primer amor.

    Ella sonrió.

    —Nunca he estado tan convencida de algo.



    Olió la rosa con dulzura, mientras contemplaba la bella estampa de aquel florido bosque. Entonces, un sonido hizo que sonriera ampliamente.

    —¿Mew? —preguntó mirando a su alrededor. Todo su ambiente comenzó a cambiar, era una ilusión. Las imágenes de los paisajes que había visto Mew.

    De repente, el pokémon apareció frente a ella. Ella lo abrazó con ternura.

    —Oh, Mew, que bien que estés aquí —se sentía realmente alegre de que estuviese allí el pokémon que por mucho tiempo se preocupó por ella, que la mantuvo alegre. Y aunque ahora su vida comenzaba a resurgir de las cenizas en que se encontraba, jamás olvidaría a Mew, jamás lo dejaría solo—. ¿En serio viste todo eso? ¡Vaya! —comenzó a conversar con él como si pudiese entenderlo completamente. Era como si sus mentes estuviesen conectadas, y, sin hablar, comenzaron a intercambiar pensamientos. Mew le contó de sus viajes, ella le contó de Jake. Se sentía alegre de que hubiese vuelto por fin.

    Pero entonces, un grito interrumpió el reencuentro.

    —¡Está ahí, ese es el Elemento que buscamos! —gritó una mujer con un antifaz blanco que salió de entre los arbustos—. ¡Id a por él, soldados!

    Repentinamente, una red atrapó a Mew, y un soldado golpeó a Laia de su lado. Multitud de soldados se abalanzaban contra el pokémon, inmovilizado en aquella red.

    —Perfecto —dijo la comandante de los Neutrón, cuyas pupilass tenían un tono blanquecino muy extraño. Los soldados, de uniformes blancos, levantaron la red con Mew, dispuestos a entregársela a la jefa.

    —¡Charizard, ataca! —gritó desde el cielo un hombre, y, como un rayo, se abalnzó cabalgando a su pokémon contra los guardias, apartando a éstos de Mew.

    Frenando y bajándose de su pokémon, un flamante Charizard negro, Jake ayudó a Laia a levantarse y miró amenazante a la líder de los Neutrón mientras liberaba a Mew. Charizard apuntaba al grupo de asustados soldados con su lanzallamas preparado.

    —¿Una nueva comandante? —dijo, mirando a su alrededor—. Pero, ¿no sois la división Blanca? Creía que esta división no era liderada por nadie.

    La joven rió, y agarrando una pokéball, dijo con una extraña pose:

    —Eso ha cambiado, hace solo horas. Ahora yo soy la nueva comandante, ¡Artemisa! —y sacó a un Smeargle que usó un poderosísimo hidrobomba a su salida.

    Jake abrazó a Mew y a Laia esperando el ataque, y los tres cerraron los ojos con fuerza. Viendo que nada sucedía, los abrió, y vio como un Claydol usaba protección frente a ellos, frenando el ataque.

    El eco de un bastón golpeando la tierra se hizo sonar, y un anciano hizo acto de presencia en el lugar.

    Smeargle paró su ataque.

    —¡Señor Chamder! —exclamó Jake.

    —¡Eres Chamder! —gritó contenta Laia.

    Artemisa miraba extrañada como el viejo se le acercaba, mirándola de cerca.

    —Vaya, hace tiempo desde que no nos vemos —dijo. Ella no lo comprendió—Me apena verte así. Pero lo cierto es que todo es mi culpa—y una lágrima cayó por su rostro.

    Por un momento, los ojos de Artemisa recuperaron su color marrón, mientras ese anciano la miraba de cerca. Pero agitando rápidamente su cabeza, el blanco regresó a su mirada.

    —S-Soldados —tartamudeó ella—. Retirada —los soldados no tardaron en obedecer. Ella solo miró al anciano, y, enarcando una ceja, emprendió el vuelo agarrada a la cola de su flotante Smeargle.

    Chamder quedó mirando al cielo por un rato.

    —Señor Chamder, que bien que le encuentro —dijo Jake—. Estaba buscándole. Yo quería preguntarle sobre —pero el anciano puso un dedo en sus labios, haciéndolo callar.

    —Shh —dijo, sin apartar la mirada del cielo—. Lo sé. Pero primero, ella tiene algo más importante que decirte, ¿no es cierto?

    Laia se sobresaltó con aquello. Mew revoloteaba curioso a su alrededor.

    —¿Eh? ¿Q-Qué dice?

    El viejo campeón esbozó una sonrisa mientras giraba con lentitud. Mientras, Jake miraba a uno y a otro sin saber bien qué sucedía.

    —Cuéntaselo. No es una suposición tuya, es cierto. No es pronto para decirlo —comentó el viejo, y ella lo miró con la boca abierta —. ¿Acaso no confías en mí? —sonrió él.

    Era cierto. Casi se le había olvidado que aquel hombre era especial. Y claro que confiaba en él; antaño, el viejo campeón le había ayudado mucho. Pero, aun con su don, aun sabiendo de sus habilidades, ¿cómo podía saberlo con más seguridad que ella misma?

    Pero, después de todo, Laia confiaba en él. Y si Chamder decía que debía decirlo, lo haría.

    —¿Alguien me explica de qué va todo esto? —decía Jake con las manos sobre su cabeza.

    —Jake —dijo Laia, que lentamente llevó sus manos a su estómago—. Creo…

    Fue interrumpida.

    —No digas la palabra creo —interrumpió el ex campeón—. Lo estás.

    Ella asintió, y retomó su palabra firmemente.

    —Estoy embarazada, Jake. Vas a ser padre.
     
    • Me gusta Me gusta x 3
  8.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    2707
    Capítulo 73 — Siempre con nosotros (Byron)

    [La mujer abrió sus ojos lentamente. Se encontraba, ¿en un gran edificio? Parecía una sala de laboratorio.

    Todo su cuerpo le dolía. Le ardía. No sentía una pierna, no sentía un brazo. Apenas tenía fuerzas para abrir los ojos, pero al entreabrirlos con sumo esfuerzo, se percató de que le rodeaban muchísimos “doctores”, que más que médicos, parecían científicos.

    —¿Qué me ha pasado? —dijo con voz entrecortada. No podía levantar la cabeza de aquella camilla en la que se encontraban. Los falsos doctores que la rodeaban estaban haciendo algo en su brazo en ese momento.

    —Shh, será mejor que duermas —explicó un hombre, vestido con traje de chaqueta, que se aproximó lentamente a ella—. No vas a poder moverte, entre las heridas y la anestesia.

    —Señor —solicitó uno de los científicos-doctores—, estamos a punto de acabar.

    Ella miró como pudo a su brazo, y pudo ver como los doctores estaban colocando una especie de refuerzo metálico, el cual soldaban con fuerza.

    De repente, el sueño volvió a alcanzarla.



    —Puedes despertar, hija mía —oyó una voz, una voz que le resultaba horripilante, por alguna razón.

    —¿Dónde estoy? —volvió a preguntar. Ahora, se encontraba en una cama común, en una especie de casa bastante acogedora. El hombre trajeado que la acompañaba, mirándola con una sonrisa macabra y esos malvados ojos, la observaba sonriente.

    —Estás en casa, hija. ¿No lo recuerdas?

    Trató de recordar. Y por alguna razón, no logró que nada viniese a su cabeza. Nada. Solo el vacío formaba sus recuerdos.

    —No… no logro recordar nada —alzó con pesadez su brazo, y contempló con horripilancia que no era capaz de moverlo ágilmente, y que el hacerlo producía un extraño ruido robótico—. ¿Qué tengo recubriendo mi brazo? —preguntó, mirando el tejido metálico. Se percató de que la pierna contraria se encontraba en la misma situación.

    —No tienes nada cubriendo tu brazo y tu pierna, hija —explicó—; esas son tus nuevas extremidades.

    Ella enarcó las cejas mientras observaba de cerca su nuevo brazo cibernético. No comprendía nada. Entonces, por la naturaleza brillante del metal que ahora era su extremidad, vio en él reflejado su rostro, quemado y desfigurado por completo en una mitad. Con su mano hábil, tocó su cara, rozando la carne muerta y quemada.

    —¿Qué me ha pasado? —realmente no recordaba absolutamente nada.

    —Hija —explicó en un tono paternal fingido el trajeado hombre—, sufriste graves quemaduras en un terrible incendio —su cara se tornó apenada, al menos por fuera, mientras explicaba—; nuestra casa se quemó hace escasos días, y nos mudamos a esta mansión que tenía en la colina. Tienes suerte, mis hombres consiguieron implantarte extremidades robóticas. Ahora podrás andar como antes, a pesar de que quedaron inútiles. Lástima que no pudimos hacer nada por tu cara.

    Ella se extrañó. Realmente no recordaba nada.

    —No logro recordar nada. ¿Eres mi padre en verdad? —quiso saber ella, amnésica.

    —Claro —afirmó él, con una sonrisa macabra—. Eres mi hija mayor, mi única hija. Es normal que hayas perdido parte de tu memoria, el incendio supuso un shock muy grande para ti.

    —Pero —decía ella—, es que no recuerdo nada. Ni si quiera mi nombre. Ni si quiera sé tu nombre… papá.

    El hombre sonrió.

    —Tranquila, hija. Te lo recordaré —aclaró su garganta, y dijo—: mi nombre es Eric —sonrió al decir esa palabra—, y dirijo una importante empresa, a la que llamo “Silph S.A.” —sonrió de manera aún más picaresca al nombrar su empresa—. Y soy tu padre.

    —Y, ¿mi nombre? ¿Cuál es mi nombre?

    Él agarró una pokéball y se la ofreció a ella, que la sujetó mientras el otro decía de forma extraña:

    —Tu nombre es Regina.

    La mujer agarró la ball, y pudo observar, con extrañeza, cómo desde fuera se podía ver al pokémon que estaba dentro, como si la parte superior de la pokéball fuese un cristal.

    Dentro había un Vulpix.

    —¿Por qué puedo ver al pokémon dese fuera? Las balls son opacas, que yo recuerde.

    El otro rió algo bruscamente.

    —Bueno, digamos que esta pokéball tiene su historia —argumentó algo misteriosamente—. Lo importante, es que ese pokémon es ahora tuyo —apretó su puño con fuerza—; ¡un pokémon de fuego!

    Fuego… el fuego, el fuego le daba miedo.



    La historia de Vesta, Documento 1]



    El joven de gorra negra y chaqueta a juego caminaba cabizbajo por la ruta que le conectaría a su próximo destino. Había pasado el rubio chaval una espantosa noche en la comisaría donde pasó la terrible desgracia, obviamente provocada, y no se veía capaz de siquiera levantar la mirada, aguantando como podía las lágrimas.

    Gallade, el fiel compañero de Byron, se sentía igualmente sin fuerzas y desolado, profundamente dañado por la trágica explosión que arrebató la vida a muchos sirvientes, al señor McCain y… a una niña.

    ¿Quién? ¿Quién haría tal cosa? ¿Y cómo? ¿Y por qué?

    A Byron se le acumulaba todo. A duras penas era capaz de seguir adelante. Lo de Regina, lo de Kattie, eran demasiados infortunios juntos. Ya no aguantaba más.

    De repente paró. Cogió su mochila grisácea, y hurgó en ella hasta sacar una negruzca piedra noche. La miró y recordó cuando la encontró, en Nueva Azafrán. Recordó las palabras de Regina.

    Cuando una persona muere, si es de forma injusta, se puede materializar su fantasma. Pero a veces, si la voluntad de esa persona es fuerte, su alma, en lugar de vagar para saldar cuentas pendientes, puede introducirse en algún objeto inerte, un recipiente sin alma. Tal vez tu padre esté en esta piedra, y por eso sigue aquí, intacta, Byron.

    Tal vez su padre fuese esa piedra. O tal vez su padre. O su hermano. O toda la gente que murió. Toda su familia, su abuelo, su tío, su padre, su madre, todos estaban muertos. También la pequeña Kattie, su familia. También Regina había perdido a Meloetta. Todo, comenzaba a pensar, por su culpa.

    Él atraía la desgracia, comenzaba a verlo claro. Miró esa piedra, y nada vio en su interior, nada más que su reflejo, el reflejo de alguien que solo lograba que sus seres queridos se separasen de él, que la gente a su alrededor se alejase de un modo u otro. Él era una persona a la que nadie debería haberse acercado nunca. Cuanto más lejos de la gente estuviese, mejor sería para el mundo.

    Resignado, apretó con fuerza la piedra y la arrojó, ante la mirada estupefacta de su compañero Gallade, lo más lejos que pudo. Gallade comenzó a sentir la ira creciendo dentro de sí, todas las emociones que pasaban por Byron las vivía en su carne. Su frustración, su dolor, su resignación.

    Comenzó el chico a correr, mientras derramaba lágrimas. En el fondo, pensaba que lo que aquellos policías pensaron era verdad. Que él, con su presencia, había matado a Kattie. Deseó no haber contado la verdad, y haber pasado el resto de sus días en una cárcel. Aislado del mundo. Para proteger al mundo de él.

    Gallade siguió a Byron, haciendo un esfuerzo extremo para no derrumbarse como él.

    Mientras corría, miró el pokémon en el suelo la piedra noche que acababa de arrojar. La cogió con pena. Él sabía que para Byron, aunque de buena tinta sabía que ella nada albergaba, ningún alma, era un objeto valioso. Lo cogió, y lo llevó en su mano. Después simplemente siguió a su entrenador.

    Le había perdido la pista. Byron había desaparecido. Gallade no podía sentir sus emociones, no podía notarlo cerca. Se había introducido presto en la espesura del bosque que bordeaba la ruta.

    En un intento de encontrarlo, se topó con un pokémon salvaje muy agresivo que intentó atacarle. Un pokémon que era muy habitual por la zona, y que era muy pequeño. Pero aun así, aun siendo imposible que ese pokémon fuese el mismo que rompió con su ataque la relación de Skitty y Kattie, al ver a aquel agresivo por naturaleza Skorupi a Gallade le hirvió la sangre.

    De inmediato arrojó un poderoso psico-corte contra él, ataque que lo aniquiló al momento. Inconsciente en el suelo, Gallade lo miró, y se percató de algo en su piel. Su cara estaba rasgada. Rasgada por unas pequeñas uñas propias de la zarpa de un… Skitty.

    No había duda, realmente ése era el Skorupi que atacó al Skitty de Katherine.

    Lo agarró con la otra mano que no sujetaba la piedra noche, y lo llevó aún inconsciente por todo el bosque, teniendo una brillante idea que quizás animase a su entrenador.

    Conforme andaba, comenzaba a notar la pesadez, la desesperación, los sentimientos de Byron. Y al fin logró encontrarlo acurrucado junto a un árbol, con su gorra ocultando sus llorosos ojos.

    —Gallade… —suspiró Byron sin siquiera mirarlo. Sabía que su pokémon lo seguiría, pero él no quería eso. Quería alejarlo para siempre de él, para que no se hiciese daño él también.

    Y entonces Gallade le mostró al debilitado Skorupi. En seguida Byron notó que era el mismo que atacó a Skitty, dado el rasguño inconfundible en su cara. Gallade lo dejó en el suelo, y miró a Byron.

    Byron por un momento quedó mirándolo con cierta repulsión. Por culpa de aquel pokémon, Kattie y su pokémon se han ido al más allá enfadadas la una con la otra. Y ahora lo tenía inconsciente en sus pies.

    Sabía que podía acabar con él, que podría hacerle lo que quisiese. Vengarse de él. Alzó por un momento su pie, dispuesto a pisar al pequeño escorpión.

    Gallade sabía lo que iba a suceder.

    De repente, las pokéball de Byron reaccionaron. Todos sus pokémon salieron de ellas, y miraron con un rostro sonriente a Byron.

    Mudkip lamió su mano con energía. Lampent bailoteaba enfrente suyo. El temible rostro de Aerodactyl era ahora un rostro alegre que lo miraba, posado él en el suelo. Tangela y asentía con firmenza. Y Gallade… Gallade solo sonreía. Con eso era bastante.

    Sus pokémon lo querían. Sus pokémon nunca lo abandonarían. Él ha crecido como persona con ellos, y ellos crecieron con él. Ellos no pensaban que por su culpa se harían daño.

    Y entonces, al mirar a Skorupi otra vez, comprendió lo que Gallade quiso decirle.

    Ese Skorupi era un bebé. Era aún pequeño. No pensó lo que le hacía a Skitty, no pensó en las consecuencias que eso conllevó. Sí, por su culpa han muerto sin posibilidad de arreglar las cosas. Pero realmente él nunca pretendió herir a nadie de esa manera. Solo actuaba como la naturaleza le había enseñado.

    Byron era igual. Tal vez muchas de las personas que le rodeaban acabaron mal. Pero no es su culpa. En el fondo, él no atraía la desgracia, al igual que Skorupi tampoco lo hacía. En el fondo, la desgracia era suya, él era el infortunado, y no el que traía el infortunio. Pero su naturaleza, su manera de ser, le llevaba a sonreír siempre, a no dejarse amedrentar por nada y a sobrellevar con ímpetu todos los problemas. Porque así actuaba él. Y no por actuar así hacía daño a nadie. Al revés. Haría daño a sus pokémon, no físico, sino emocional, si decidiese abandonarlos. No estaría buscando así protegerlos, no estaría buscando el bien de ellos.

    Porque el bien de ellos era estar con él.

    Byron derramó una última lágrima mientras sonreía. Apartó el pie que amenazaba a Skorupi, y miró a sus amigos.

    —Gracias —dijo, sonriente. Puede que la vida no le sonriese. Pero sus amigos, sus pokémon, estarían siempre con él. Y en el fondo sabía que, estén donde estén, su familia, Kattie, todos, también. Siempre estarían entre ellos. Siempre con nosotros.

    Cogió con delicadeza a Skorupi. Vagaba solo, atacando a los transeúntes, a pesar de ser tan pequeño. Seguramente perdió a su familia. Seguramente actuaba movido por la soledad y el miedo.

    Sin pensarlo dos veces, agarró una ball vacía y golpeó suavemente a Skorupi. La ball lo absorbió, y comenzó a girar en la mano de Byron. Finalmente, se detuvo.

    Él la miró.

    —Skorupi —dijo, respirando profundamente antes—, no te guardo rencor. Y estoy seguro de que Kattie y Skitty tampoco. Ahora, Skorupi —apretó con fuerza la ball de éste—, ahora tienes una familia —miró a todos sus pokémon, que le sonreían—. Mi familia —él también sonrió.

    Entonces su compañero Gallade le ofreció aquella piedra que antes tiró, irritado.

    Él la volvió a mirar. Tal vez su padre, o su hermano, o su madre, estaba dentro. Solo era un tal vez, un tal vez tan remoto que se hacía algo poco probable. Alzó la mirada y dijo:

    —Quizá dentro esté alguien de mi familia. Y ahora, mi familia sois vosotros —miró sonriente a Lampent—. No quiero que papá, o mamá, o Jake, estén siempre aquí encerrados. Quiero que ellos y mi nueva familia sean uno. ¡Agárrala, Lamp! —arrojó la piedra a Lampent, que la cogió al vuelo, reaccionando de inmediato al tocarla.

    Su cuerpo comenzó a brillar. Evolucionaba.

    Ahora era un flamante Chanderule.

    —¡Muy bien! —exclamó Byron, regresando a su energía de siempre. Debía ser fuerte. Debía luchar. Conseguir sus metas, pues es lo que todos hubiesen querido. De nada sirve llorar—. Sigamos, ¡nos espera un gimnasio nuevo, chicos!

    Y entonces una brisa, una extraña y a la vez agradable brisa, recorrió la piel de Byron.

    Él pudo sentirla.

    —Kattie —dijo al aire, sonriente—. Siempre estarás con nosotros.
     
    • Me gusta Me gusta x 2
  9.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    3935
    Bueno, al igual que el último capítulo, éste no tiene gran emoción; no hay combates, no hay acción. Simplemente, es un capítulo más de relleno, como el anterior, con la diferencia de que éste es más alegre. Pero sin embargo, a pesar de esto, es un capítulo que personalmente me gusta bastante; nunca viene mal algo así de vez en cuando.

    En fin, una última cosa: en el “fragmento especial” que acostumbro a poner (esos documentos que por lo general hablan del tal “Sombra”) de este capítulo va a aparecer algo, algo que creo necesita una imagen. La imagen está en spoiler. Lo entenderán cuando lo lean.

    ¡Capítulo va!



    Capítulo 74 — El vaivén de las olas (Byron)

    [El chico avistaba desde las alturas de su ahora amigo Skarmory toda la inmensidad del océano. Lo atravesaba raudo y ágil, en compañía de su nuevo amigo, Baltoy, que decidió acompañarle días atrás, cuando él visitaba el famoso desierto de su Hoenn.

    Nunca había divisado nada así. Nunca vio el océano. Siempre estuvo clausurado en aquel bosque.

    En el fondo comprendía a sus padres. Ellos quisieron otra vida, ver mundo. Y puede que en el fondo, la historia de que iba a buscar a sus padres fuese una excusa para salir del bosque. Claro, antes de partir, disfrutó de la enorme madre naturaleza de Hoenn, de sus paisajes, de sus lugares (siempre manteniéndose lo más lejos posible de la civilización, por sus convicciones). Las bellas Cascadas Meteoro, el Monte Cenizo, los grandes lagos, el Desierto… pasó bastante tiempo viendo su tierra natal, los rincones que desconocía. Y por fin, era la hora de atravesar el mar, rumbo a Teselia. A buscar a su familia. A sus padres.

    Tras una larga travesía, al fin comenzó a divisar a lo lejos lo que parecía una gran y horripilante ciudad, con una estructura tan uniforme que lucía más antinatural aún: del muelle partían varios caminos, “calles”, como le llamaban los civiles, que desembocaban todas en la plaza, y tras esta, otra larga calle conectaba con una especie de ¿túnel? para conectar la civilización con una desértica ruta habitada por pokémon tierra, como lo era Baltoy.

    Era Ciudad Porcelana.

    —“Es… grande. Y fea —pensó—, es horrible. ¿Cómo pueden los habitantes conocerse? Hay tiene que haber muchísimas más personas que en la tribu. ¿Cómo pueden conocerse todas?” —pensaba el chico, inocente y poco enterado de la vida de ciudad, donde, por ilógico que para él fuese, la mayoría de habitantes no se conocía y se ignoraba mutuamente.

    Decidió que primero visitaría una civilización más pequeña, “pueblo”, creía que lo llamaban.

    Pero Baltoy, su nuevo amigo, deseaba ver el gran Desierto de aquella región, que no estaba demasiado lejos de aquella ciudad. Podía verse a lo lejos, de hecho.

    —Está bien —dijo él, que con su don entendió fácilmente los deseos de Baltoy, y Skarmory puso rumbo al desierto.

    Su don. Muchos lo llaman el Viridian Mind, un don escaso que se supone tienen algunos de los que nacen en las cercanías de un bosque de Kanto, el “Bosque Verde”.

    Curiosamente, toda su tribu era originaria del Bosque Petalia. Y es que fue, muchos años atrás, uno de los antepasados del anciano patriarca actual de los Lumíneos, quien fundó la tribu. Él procedía del Bosque Verde y estaba impregnado de tal don.

    Allí, empezó a hacer crecer su pueblo. Algunos vagabundos, hombres y mujeres que fueron mal tratados por la civilización, decidieron unírsele. Y poco a poco, fundó los Lumíneos.

    A todos los integrantes de los Lumíneos el fundador le enseñaba los secretos de su Don. Nunca nadie fue capaz, que en la historia conste, de enseñar el Viridian Mind a gente que no lo llevaba en sus genes. Pero él pudo. Él fue capaz, y sus vastos conocimientos, sus secretos, se transmitieron de generación en generación.

    Desde entonces, los cabecillas de la tribu enseñaban a todos los niños pequeños el Don. Y, aunque no podían transmitirles las capacidades de curación, sí que podían aprender a entender a los pokémon, a “leer” sus mentes.

    Es por eso que los Lumíneos tenían una especie de “Viridian Mind artificial”.

    —Guao, ¡este desierto es mucho más grande que el de Hoenn! —exclamaba el chico, bajándose y acariciando a su amigo Skarmory. Tanto al pájaro de metal como a Baltoy le agradaba ese lugar, dada la naturaleza de sus tipos.

    Skarmory estaba bastante cansado de volar, así que decidió posarse a descansar en una zona de sombra, mientras que Baltoy y el joven Lumíneo decidieron dar un paseo por el inmenso desierto.

    —¡Hala! —exclamó el chico, alzando su vista ante el enorme edificio destruido que se alzaba ante él, aquel castillo hecho escombros—. Baltoy, ¿esto será una casa de algún civil? No se parece a las que hemos visto antes —oyó los pensamientos de su compañero, y asintió—. ¡Sí, entremos!

    Y lentamente, se adentraron en el místico lugar.

    —Definitivamente, aquí no vive nadie —supuso mientras avanzaba hacia la parte alta del castillo con lentitud, observando con detenimiento las pintadas de las paredes desgastadas.

    Una de ellas le llamó poderosamente la atención. Baltoy lo miró extrañado, pues estaba mirando con demasiado interés aquella pintada que parecía tan normal como las otras.

    Pero él realmente no miraba los dibujos. Era otra cosa la que le llamaba la atención. Comenzó a dar pequeños golpes a la pared, oyendo con su oreja puesta en ella.

    —Lo imaginaba, está hueca. Estoy… estoy oyendo a un pokémon al otro lado. Oigo sus pensamientos —dijo, y luego miró a Baltoy—. Baltoy, ¿podrías romper esta pared.

    Baltoy miró la pared. Ciertamente, aún se veía a sí mismo demasiado débil como para romper esa pared. Pero existían otras opciones.

    —¡Ah, eso me parece genial! —exclamó el chico, y, tocando a su Baltoy, él usó teletransporte para atravesar la pared.

    Al otro lado, unas escaleras se encontraban dirigiéndose hacia abajo. Guiado por la sensación de que había un pokémon allá abajo, decidió seguir las escaleras. Y al llegar a la redonda sala que allí se encontraba, se encontró con un gran pokémon de color verdoso y ojos enormes, con aspecto de insecto, como un escarabajo, que dormía de manera alterada.

    Lentamente, el chico se acercó al pokémon, y lo tocó. Al notar su presencia, el pokémon abrió bruscamente sus ojos, mostrando unas grandes esferas rojizas y una amplia dentadura de aspecto amenazante. Era alto, flacucho, con largos brazos acuchillantes y piernas largas y delgadas. Realmente asustaba, era un ser horripilante, y parecía ser un pokémon fuerte y rápido.

    Comenzó a gruñir en cuanto fue despertado, pero el chico solo sonrió y comenzó a acariciarlo.

    —Tranquilo —en cuanto su mano volvió a hacer contacto con su piel, el pokémon dejó de gruñir—. Llevas mucho tiempo aquí, durmiendo, ¿verdad? Escondido —sonrió—. Pero ya ha pasado todo, ¿sabes? ¿Cuál es tu nombre…? Genesect, ¿eh? —leyó él en la mente del pokémon, y ambos sonrieron.

    Un superviviente. Él era un antiguo pokémon, de una especie que se creía extinta. Pero él escapó, escapó y aguardó dormido por millones de años en ese lugar, esperando que alguien le despertase.

    Genesect Forma Primitiva.

    Tipo: Bicho

    Descripción: Un pokémon que vivió hace millones de año y que actualmente se creía extinto. Se rumorea que el Equipo Plasma revivió el fósil de uno de ellos y lo modificó, convirtiéndole en un arma biológica. Éste espécimen sería ese Pokémon en su forma original, antes de ser modificado.

    Notas: Esta forma “fake” no es de mi autoría. Pertenece a un usuario de una página ajena: http://hopelessparadox.deviantart.com/art/Genesect-Primisect-200690443 , aquí pueden verlo.

    Genesect original.jpg









    Vivencias de Sombra, Antes del Choque, Documento 2]





    El chico de rubia cabellera había decidido seguir con su viaje tratando de no culpabilizarse a sí mismo de ningún infortunio, con el único objetivo de continuar su aventura en busca de las medallas, en busca del título de Campeón de la Liga Pokémon. Nada le haría renegar de su sueño, eso estaba claro. Por mucho que se rumorease que la liga era terrible, que pocos habían logrado llegar hasta el Campeón, y que nadie había derrotado aún a este, él tenía claro que lo lograría. Sería el primero en derrocar a la nueva Liga Pokémon de Nova, vigente desde hace unos ocho años y aún sin ser vencida.

    La Liga en Nova siempre fue un sitio bastante “privado”. Tanto el anterior Alto Mando como el actual era poco conocido, pues ellos mismos no se daban a conocer, por su puesto, mucho menos los Campeones. El famoso Chamder fue famoso después de dejar su puesto, pues antes, pocos sabían de su nombre.

    Es por eso que, aún a pesar de la fama de la Liga, sus miembros, las caras de éstos, los nombres de éstos, no eran públicamente conocidos. Simplemente había rumores…

    Se rumoreaba sobre dos chicas y dos chicos en el Alto Mando. Una de las chicas era, según decían, fría como el hielo, y la otra era algo siniestra y amenazante. Por su parte, uno de los chicos era bastante alegre, aunque durísimo con sus rivales, y el otro era rudo y fuerte, no solo con el entrenamiento pokémon, sino también físicamente hablando.

    ¿El campeón? Muy pocos han logrado si quiera tener el honor de enfrentarse a él. Quizá es por eso que ni si quiera se sabe públicamente si la región goza de un Campeón o de una Campeona. Solo se ha oído de él o de ella que es muy fuerte, estratégico y meticuloso. Que vence siempre a sus rivales con relativa facilidad y que es capaz de sorprender con la fuerza y estrategia de sus pokémon a cualquiera. Muchos derrotados han comentado que “nunca lucha al cien por cien, pues no le es necesario para vencer”, y que “si realmente lo diese todo, sería verdaderamente temible”.

    Pero, ¿a Byron? A Byron no le amedrentaban los rumores. Nadie es invencible, nadie, por muy Campeón que sea.

    —¡Chicos! —exclamó Byron, que tenía a todos sus pokémon fuera. Gallade caminaba junto a él, Chandelure flotaba a su otro lado; Aerodactyl sobrevolaba el lugar, Mudkip se colocaba en su cabeza, apropiándose de la negra gorra del chico como acostumbraba a hacer; Fraxure y Tangela, por su parte, se quedaban un poco atrás, con el recién integrado Skorupi, al cual le costaba integrarse—. Ya se ve el próximo pueblo.

    Y todos comenzaron a correr, directos al lugar.

    El lugar en cuestión era otro de esos pueblecitos, más bien aldea, que uno debía ir a visitar al menos una vez en la vida. Todo un espectáculo digno de ver: Villa Cristal.

    Como acostumbraba en cada lugar de Nova, el nombre tenía una lógica: y si esa aldea se llamaba Villa Cristal era porque las pocas casas que había estaban construidas con cristal opaco de distintos colores. Así, veías casas que parecían de hielo, resplandecientes todas con la luz del sol. Algunas eran de cristal rojo, otras de cristal azul, otras verde…

    —La verdad —se preguntó algo confuso Byron—, es muy bonito y tal, pero debe de ser algo peligroso vivir aquí, ¿no? Digo, una simple piedrecita podría romperlo todo.

    Obviamente se equivocaba, pues como es lógico, esos cristales no eran precisamente frágiles.

    —Y además —siguió, mientras caminaba por el pequeño y singular pueblo—, ¿serán también los muebles de cristal? No sé, no veo una vida muy cómoda ésta —pero sus ideas cambiaron un poco cuando vio la preciosa playa que el pueblo tenía, una playita situada al pie de un acantilado, el cual se bajaba con la ayuda de unas escaleras naturales del mismo. Desde lo alto del acantilado, Byron miró el vaivén de las olas, el bello reflejo del sol en el océano. La tranquilidad de la blanca arena.

    Por un momento cerró los ojos y extendió los brazos a los lados, mientras sus pokémon lo miraban extrañados.

    —Chicos —dijo, mirando hacia atrás, aún con los brazos extendidos—. ¿Qué me dicen de un baño? —y sonrió.

    Comenzó a corretear de manera ciertamente infantil, seguido de los más pequeños, Mudkip y Skorupi, que lo siguieron alegres.

    Los mayores, por su parte, quedaron algo dubitativos. A Chandelure no le agradaba el agua, la verdad. Tampoco a Aerodactyl le hacía especial gracia un baño en aquel sitio. Por su parte, Gallade, Tangela y Fraxure simplemente deseaban llegar ya al gimnasio, y no les apetecía mucho ese descanso.

    Aun así, ellos bajaron resignados, mirando cómo Mudkip chapoteaba como loco en el agua, mientras Skorupi entraba tímidamente al agua, procurando no meterse muy adentro. Byron, mientras, se había quitado los zapatos y estaba descalzo, en la orilla, mojándose sus pies con las olas que llegaban a él.

    Miró hacia atrás y vio a los demás mirando extrañados.

    —¿Qué os pasa? ¿No queréis disfrutar un poquito de la playa? No solemos tomarnos mucho tiempo de ocio, siempre estamos con los entrenamientos y los combates —sonrió mientras se quitaba su mochila, chaqueta y pantalones, quedando con una playera blanca y unos bóxer negros—. No sé vosotros, pero yo voy al agua —dio media vuelta, mirando de frente al mar, y se quitó la camiseta, arrojándola hacia atrás, e hizo lo mismo con sus calzoncillos conforme caminaba dentro del agua, saltando cuando la profundidad ya le permitía bucear entre las olas.

    Al fin y al cabo, no había nadie por allí, y él no tenía bañador. No creyó que pudiese pasar nada por bañarse desnudo.

    Los pokémon adultos de su equipo se miraron y sonrieron. ¡Qué demonios!, pensaron todos. Fraxure se envalentonó y, seguido de Tangela, que se aferraba a su cabeza con fuerza, se lanzó al agua. Aerodactyl se recostó entre la arena, cubriendo todo su cuerpo con ésta ligeramente. Chanderule dejó de flotar y quedó tumbado bocarriba, acompañado de Gallade, que se recostó a su lado. Los tres cerraron los ojos mientras disfrutaban del espléndido sol y el resto se divertía en el agua.



    Mientras que descansaban, Gallade y Chandelure comenzaron a chismorrear entre risas, tramando algo…



    Pasó el tiempo, y ya comenzaba a hacer frío dentro del mar. Byron y los pokémon que chapoteaban con él salieron del agua.

    Mientras el desnudo entrenador se sacudía el pelo mojado, buscó en la arena su ropa. Al no encontrarla, exclamó, alzando la vista:

    —¡Gallade, chicos, no tiene gracia! ¡Dadme mi…! —comenzó a mirar hacia todos lados al no ver ni a Gallade ni a Chanderlure ni a Aerodactyl.

    De repente, escuchó en inconfundible grito de Gallade, que venía corriendo desde lo alto del acantilado.

    —¡Gallade! ¿Y mi ropa?

    Gallade empezó a gesticular alterado, tratando de decir algo.

    —¡¿Quéeee?! —exclamó Byron bruscamente—. ¿Que mientras os echabais una siesta, algún pokémon se llevó la ropa? ¡¿Y Chadelure está peleando con él?! ¡Tenemos que ayudarle!

    Se dispuso a subir al pueblo, pero se percató de algo.

    —Pero, ¿cómo voy a subir, si no tengo ropa?

    Gallade le mostró entonces a su entrenador una rama de enredadera repleta de hojas. Byron la miró con una gota de sudor en su cabeza.

    —¿Hablas en serio…?



    Tímidamente, el entrenador se ocultaba tras la fachada de una de las casas de cristal, acompañado de los cinco pokémon que aún quedaban con él. Forzado a subir en socorro de Chandelure, llevaba atada la enredadera a su cintura, de manera que las hojas servían para cubrir las partes más íntimas del joven.

    —Dios, que no haya mucha gente por aquí —dijo, mientras se asomaba y, para su alegría, nadie transitaba las calles—. ¡Bien, vamos, guíame hasta Chanderule ahora, Gallade!

    El pokémon compañero de Byron comenzó a correr entre las calles, seguido por Byron y éste por los demás. Parecía que la aldea estaba muerta de repente, no había nadie allí.

    Por fin, cerca de los árboles que bordeaban la aldea, se vio a Chandelure, de espaldas. Todos corrieron hacia él.

    —¡Chandelure, te ayudaremos! —exclamó el entrenador, que corría con su primitivo “taparrabos”.

    Entonces tropezó con algo justo antes de llegar donde Chandelure, cayendo en medio de la calle. Era una enredadera como la que llevaba, colocada estratégicamente a modo de trampa.

    Cuando estuvo en el suelo, Chandelure se dio la vuelta y mostró que ningún pokémon salvaje lo acompañaba realmente, sino cinco niños que llevaba cada uno en sus manos algunas de las prendas de Byron.

    —¡Eh! ¿Vosotros me habéis robado la ropa?

    —¡Ja, ja, ja, ja! —rió uno de los niños—. ¡Estás en pelotas! —dijo, poniéndose su gorra, que le quedaba muy grande.

    —¡A nosotros nos la ha dado Chandelure, que es muy bueno! —exclamó el que llevaba sus pantalones, puestos en el cuello a modo de bufanda.

    —¡Vamos chicos! —exclamó el que llevaba sus zapatos puestos en sus manos.

    —¡No nos pillarás! —gritó el que llevaba su playera puesta.

    —¡Cógenos si puedeees! —se burló un niño, llevando su chaqueta y su mochila.

    Byron se levantó poco a poco mientras los niños corretearon cada uno a un lugar del pueblo diferente. El entrenador miró irritado a Gallade y Chandelure, que se reían a carcajadas.

    —¡Esta me la pagarán! —exclamó. Comenzaron también a reír sus otros pokémon. Byron se sentía bastante avergonzado, desnudo, como un cavernícola, en mitad de un pueblo. Vio con alegría como sus bóxer estaban en el suelo, y presto se los puso.

    Dándose la vuelta salió a correr detrás de los niños, algo confuso por no saber a quién seguir, mientras sus pokémon reían de la brillante broma que acaban de gastarle.



    El sol empezaba a ponerse, y Byron ya por fin tenía todas sus ropas y su mochila. Parecía enojado con sus pokémon, dándoles la espalda.

    Había pasado un rato bastante malo, pues los niños huyeron hacia sus casas y tuvo que llamar a cada una, semidesnudo, para recuperar sus prendas, sintiéndose tremendamente avergonzado puesto que los padres lo miraban algo extrañados y a la vez riendo.

    —Ga… —suspiró Gallade, que ahora se sentía algo mal por la broma.

    —Que sepáis —dijo Byron, aún sin mirarles. Bruscamente, giró sonriendo malévolamente—, que algún día me vengaré —agarró a Gallade y a Chandelure y comenzó a golpearles suavemente en la cabeza—. ¡Malos pokémon! ¿Así es como se trata a vuestro querido entrenador? —y todos comenzaron a reír.

    Aquel fue un día lleno de risas, un día que Byron necesitaba, después de todo, para aliviar todo el estrés y los malos momentos vividos. Sin duda, gracias a sus pokémon podía continuar adelante con una sonrisa.

    —Bueno —dijo, mirando al mar—. Es hora de atravesar el charco, y como no veo ninguna barca por aquí, ¡Aerodactyl te toca…! —exclamó mientras alzaba la mano, pero se percató de que su pokémon volador no estaba—. ¿Y Aerodactyl?

    Los pokémon de Byron miraron a los lados, buscándolo.

    —No será otra bromita… —dijo desconfiado Byron.

    De repente se escuchó detrás de ellos un grito ahogado.

    Extrañados, los pokémon miraron a la arena. Parecía provenir de allí. Comenzaron a quitar la acumulada arena, y tras levantar una buena cantidad de ésta, Aerodactyl sacó bruscamente la cabeza de debajo de la blanca tierra, respirando con fuerza.

    —¡Ahí va! —dijo Byron rascándose la nuca, con una gota de sudor en la cabeza—. No nos hemos acordado de ti en todo el día, Aero, je, je…

    El pokémon rocoso volteó su cabeza enojado.

    —¡Eh, vamos! No te enfades, ¡venga, vamos, que es hora de volar!

    Girándose para mirar a Byron con indiferencia, sacó su lengua y comenzó a volar huyendo de los demás.

    —¡Ey, ey, ey! —dijo el entrenador, que corría entre risas detrás de su pokémon—. ¡Vuelve aquí, pajarraco! —y todos lo persiguieron en un alegre juego, como si fuesen niños. Disfrutaron todos como niños.

    A la luz del sol que se ponía. Con el sonido relajante del mar, del vaivén de las olas.
     
    Última edición: 5 Agosto 2013
    • Me gusta Me gusta x 1
  10.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    4544
    Capítulo 75 — Regreso a casa (Melly)
    [Pensé que si había aprendido a leer las mentes de los pokémon, podría sin duda aprender por mi cuenta a leer las mentes de los humanos, que son seres infinitamente más ridículos que aquellos. Y sin duda esa habilidad me serviría de mucho para los planes de destrucción que pensaba llevar.
    En fin, me llevó meses perfeccionar tal técnica, pero definitivamente lo logré. Supongo que en el fondo llevaba impregnada la habilidad de leer mentes ajenas, que solo le faltaba el estímulo. Por eso pude, relativamente rápido, llegar a saber en qué pensaba mi prójimo si me concentraba.
    Con el tiempo, perfeccionaría al extremo mis habilidades. No necesitaría de concentración para leer mentes humanas, tan solo con mirarlos éstas serían como un libro para mí.
    Es por esas innegables habilidades que no tardé en ganar un dinero desorbitado con apuestas, timos a timadores, y demás estratagemas. Y gracias a ese dinero, monté mi propia empresa y compré una casa decente en una colina. La empresa estaba dedicada a producir y comercializar diversos productos relacionados con los pokémon. Cínicamente, la bauticé con el nombre de “Silph S.A.”, una empresa conocida en mi época. Sabía de ella por los libros que leía, por la información que obtenía de ellos. Supongo que leer sirve de mucho. Y de esos datos sobre la empresa, diseñé la mía. Hasta el nombre no fue original mío.
    En definitiva, inicié una “vida normal” humana.
    Ya por fin podía comenzar mi plan.
    Sabía qué tenía que hacer, veía trazado paso a paso en mi mente. Lo primero: buscar aliados poderosos. Más que aliados, “títeres”. Y aquellos cuatro que un día vi en la Llanura Paradise, esos que se hacen llamar “Alto Mando”, parecían los candidatos perfectos.
    Así que me presenté ante ellos. Y pude leer en sus mentes con claridad qué era lo que les inquietaba, qué habían descubierto: bajo la misma Liga, en el mismo centro de la Llanura, habían descubierto que se encontraba un antiguo templo. Y, explorando tal templo, habían dado cuenta de que una sala estaba firmemente sellada y cerrada, pues algo grande tras ella se escondía.
    Obvio. El templo de Artema. El templo de un Dios Pokémon, de un… ser perfecto.
    Con mis sorprendentes habilidades, no tardé en ganarme el respeto y la confianza de aquellos cuatro ambiciosos. Su “líder” por así decirlo, el campeón, era un viejo destartalado del que no me interesaba conocer ni el nombre, alguien de “buen corazón” que de seguro no haría nada grande por ellos. Quizá por eso decidió el alto mando oír mis planes y seguirme. Ayudarme.
    Obviamente, no les conté mis verdaderos planes. La destrucción de Nova. No, no, en su lugar les conté que dividiríamos, con la ayuda de aquello que dormía tras la puerta de aquel templo, el Continente en los cinco que una vez fueron. Y, con la inestimable ayuda del pokémon, que estaría bajo nuestro control, nosotros, que éramos casualmente cinco, gobernaríamos y seríamos soberanos cada uno de una región.
    Claro, para ello eran necesarios unos objetos: dieciséis tablas que se escondían en diversas partes de Nova. Ahí entraban ellos. Ellos serían mis perritos que se encargarían de tan ardua tarea.
    Las tablas elementales que dan poder a Artema… eran necesarias para mi plan. Porque la puerta cerrada del templo, según había leído y supuesto, era aquella que encerraba al durmiente Creador, una puerta sellada… y ese sello mágico estaba a punto de romperse, el tiempo que duraba su candado llegaba a su fin; en poco tiempo, la puerta se abriría.
    Jugamos con ventaja, pues sólo nosotros sabíamos de la existencia de aquel templo. Así que el plan comenzó, y mis “aliados” partieron rumbo a buscar las tablas.
    Sólo había algo de lo que yo debía encargarme. Las luces. Las luces del héroe. Esa jodida leyenda me quitaba el sueño. Yo, como antiguo Lumíneo, creía en las antiguas leyendas. Y aun no creyendo, no podía arriesgarme a que ninguna “luz” me estropease los planes, no podía correr el riesgo de que la leyenda fuese cierta.
    Eran necesarios cuatro descendientes del héroe para lograr aunar la luz, según mi teoría. Y actualmente había cinco. Debía… deshacerme de al menos dos de ellos.
    Y lo más fácil era acabar con el más anciano.
    No tuve que moverme demasiado; mi empresa se ubicaba en el mismo lugar en que se encontraba su domicilio: Nueva Azafrán. Primero, antes de entrar en acción, debía acercarme, oír su cabeza, conocer todo de mi víctima. Él, que vivía con su hijo menor. Las dos luces que debía eliminar, en el mismo sitio.
    Pero mi sorpresa cuando logré cruzármelo “casualmente”, a aquel patriarca de familia, ya abuelo, fue mayúscula.
    Pude… pude oír dos voces. Dos pensamientos. Uno era el suyo, pero otro… ¿de dónde venía? Era como un susurro, como un túmulo de voces, pensamientos, como si el origen de tales meditaciones no estuviese allí presente, pero a la vez sí.
    Y lo que oí me convenció definitivamente de que había acertado al estimar quiénes eran los héroes. Pude oír, entre muchos ecos, entre extraños sonidos, como si estuviesen dormidos, como si esos pensamientos durmiesen, una sola palabra. Un nombre. El nombre del dueño de los pensamientos que, inexplicablemente, acompañaba a ese hombre, tal vez no en cuerpo, mas sí en alma, por extraño que resulte. Como si su aura lo rodease, pude escuchar los pensamientos… del héroe original. Y tan solo oír su nombre entre ruido, tan solo una borrosa visión de él, me bastó.
    Yo lo conocía, oí hablar de él ¡demonios! Tan solo su nombre me faltaba cuando investigué sobre él, y casualmente el nombre fue lo que hizo que recordase aquella historia que mis padres siempre me contaron:
    Unos villanos, unos terribles humanos que controlaban a su voluntad a pobres pokémon de fuego, trataron en mi época de quemar nuestro poblado, nuestro bosque. Posiblemente nos hubiesen aniquilado. De no ser por aquel chico que nos salvó, que salvó nuestro poblado, para luego, irónicamente, reírse de nuestras creencias y llamarnos “inferiores”. Era la imagen del antihéroe y a la vez del héroe. A sí mismo se nombraba como “el entrenador definitivo”, y su nombre era… Rainbow.
    Las vueltas que da el destino son formidables. Allí estaba yo, siglos después de la época en la que nací, cruzándome con un hombre al que deseaba matar, y notando por alguna razón los pensamientos borrosos de la mente del mismo chico que salvó a mi poblado, del mismo que, aunque se burló de nosotros, fue la causa de que en este momento yo existiese, yo estuviese vivo. E, irónicamente, ahora el que salvó a mi pueblo era una amenaza para mí, pues el simple hecho de que aún su alma de algún modo perdure en Nova hace temblar y estremecerse mis planes. Pues él, ahora lo veía con suma claridad, era el héroe original. La mismísima luz completa, una luz que por sí sola podría destruir mis planes.
    Estaba claro. Debía deshacerme de la forma que fuese posible de aquella alma cuyos pensamientos había oído. Pero lo primero, ¿dónde estaba esa alma? Sin duda, era un caso especial, pues nunca había oído los pensamientos de alguien que supuestamente está muerto. Tal vez su alma, su luz, como cuentan las historias de fantasmas de Nova, se haya “resguardado” hace mucho tiempo en algún receptáculo vacío, algún objeto.
    Así pues, ahora mi misión primordial era destruir ese objeto. Aniquilar el alma de Rainbow, que ni con los siglos había sido destruida.
    Por otra parte, debía ser cuidadoso y seguir con mi plan anterior. No debía olvidar que, aun destrozando al héroe original, seguían quedando cinco luces que, juntas, serían tan fuertes como éste.
    En cualquier caso, también mi mente maquinó un plan mucho más ambicioso: mis hijos. Aún Eric y Regina eran niños, y aún lo eran lo suficiente como para que pudiese influir en ellos. Si hacía crecer el odio en ellos, si hacía que deseasen y ambicionasen el poder, podrían ser mis relevos en caso de que a mí me sucediese algo antes de completar mi plan. El problema era, ¿cómo hacerlo?
    —Papá, quiero decirte algo —me preguntó cierto día con suma tranquilidad Eric. Con tan solo unos diez años, era un genio, un verdadero prodigio que ya comenzaba a dominar el entrenamiento pokémon, acompañado de un Larvitar que capturó semanas atrás.
    —Dime —respondí.
    —Quiero ser coordinador pokémon, y quiero que Regina venga conmigo —me pidió permiso indirectamente con semblante frío y seguro.
    —Qué sorpresa —fingí impresionarme. Me daba igual lo que hiciesen. Me daba igual todo—. Iros, si lo deseáis —yo sabía que nunca, desde que tuvieron uso de conciencia, me apreciaron demasiado. Después de todo, mi atención hacia ellos se fue disipando conforme desarrollaban cierta independencia.
    —Gracias. Me gustaría salir mañana.
    Asentí. Que se largaran, me daba igual. Pero antes debía dejar mi semilla sembrada.
    Tal vez no hiciese falta incentivarlos. Tal vez fuese necesario con que uno de los dos adquiriese por sí mismo ansias de poder. Y el candidato perfecto era Eric. Ya tan pequeño era brillante, y de seguro llegaría lejos. Tan solo me hacía falta decir ciertas “palabras mágicas”.
    —Eric —dije—. Quiero que sepas algo. Y siempre lo lleves en tu cabeza. Tú eres mejor que cualquier escoria humana —sonreí malévolamente—. Siempre te he enseñado que los humanos no son nada, que no merecen si quiera existir. Por eso siempre os prohibí a ti y a tu hermana relacionaros más de lo estrictamente necesario con ellos, por eso tú no tienes amigos humanos. Ahora, Eric, ahora que partes, ten en mente que eres superior. Superior a los demás. Y llegarás a lo más alto —respiré un momento—. Cuando hayas tocado la cumbre, cuando los insignificantes ciudadanos de Nova estén arrodillados ante ti admirando tu grandeza, abre esto —le ofrecí una carta que durante un tiempo estuve pensando en entregarle a él y a su hermana. Pero Regina, Regina no era como Eric. Regina nunca haría nada malo, ella, aunque me doliese admitirlo, era como una humana más. Ni prohibiéndoselo logré evitar que hiciese amigos humanos en la escuela. Ella era débil.
    Eric la cogió y la miró.
    —¿Y qué pasa si la abro antes?
    Reí.
    —Sé que no lo harás —aseguré, y bien cierto era que sabía que no lo haría—. Solo recuerda siempre: eres mejor que los demás. Y los débiles deben postrarse a tus pies. Los débiles, ¡deben desaparecer!
    Me miró con esos profundos ojos suyos, ese rostro tanto inexpresivo como vivaz. Y luego sonrió.
    Sí, era un niño. Pero confiaba en que seguiría mis pasos.
    En aquel sobre, él llevaba una carta en la que yo le brindaba toda la información acerca de las leyendas del Creador, de la ubicación de su templo, de cómo despertarlo, de qué hacer para romper el sello (si este se regenerase por cualquier razón) de la cámara del creador, y mucha otra información, toda la que había recopilado, leyendas, mitos, información sobre los llamados “pokémon legendarios”, etc. Así, cuando abriese la carta, tendría las instrucciones que necesitaría. Y, estando en lo más alto, sin ya ningún objetivo que completar, pues lo logró todo, de seguro el reto, la ambición que en la carta le propongo, le resultaría irresistible.
    Tan solo espero que los valores que le he inculcado sirvan para que utilice mi información de manera correcta. Para que, si yo no fuese capaz, ¡él mismo destruya estas vomitivas tierras y a la inepta raza humana que la habita!, no buscase otro objetivo tan ridículo como gobernar el mundo o alguna nimiedad así. Esperaba que supiese utilizar el poder que le estaba poniendo en bandeja.
    Pero esto solo sería el plan B. Porque mi falso hijo no era más que una medida de seguridad que dejaba preparada en caso de fallo. Porque si yo triunfaba, como de seguro sucedería, Eric, y también su falsa hermana Regina, serían, como el resto de los humanos a mi excepción, destruidos junto con esta mierda de continente.
    Nada ni nadie se escaparía al poder absoluto de Sombra. A mi poder absoluto.
    Declaraciones de Sombra, Documento 5]
    La joven chica estaba contenta, a pesar de haber perdido el concurso. Y estaba contenta porque se sentía feliz de volver a casa.
    Para llegar al concurso que más pronto comenzaba, el último que le faltaba por participar, el de Nueva Calagua, debía tomar un barco. Casualmente, el puerto para tomar el barco más cercano es, justamente, el de Ciudad Marea. Su hogar, su ciudad natal.
    Al fin volvería a casa, regresaría a ver a su madre y a su padre. ¿Cómo le iría a ella en el gimnasio? La última noticia que tuvo es que combatió contra ese chico de la cueva Relámpago, ese Byron. No la había visto desde que se fue de viaje, desde que salió de aventura con Manaphy. De hecho, ni ella, ni tampoco su padre, habían visto a ninguno de sus otros pokémon, ni siquiera conocieron a Magby y Snivy.
    Como era costumbre ya, ahora caminaba con compañeros distintos. Tras los concursos, solía separarse de sus antiguos acompañantes y otro u otros nuevos la acompañaban, y esta vez no era excepción.
    Jeray se separó de ella y marchó junto con su hermano, el triunfante ganador del concurso de Rocavelo, hacia Nueva Porcelana, lugar donde ambos lucharían por la cinta que no pudieron ganar en su momento; en especial al ornitólogo le interesaba esa cinta, pues con solo dos en su poder no podría entrar al Gran Festival. De paso, afirmaron, “derrocarían a varios líderes de gimnasio”, como buenos polifacéticos que eran.
    Nadia, por su parte, decidió regresar a Nova Centro, donde pensaba volver a participar en el concurso de Nueva Azafrán, esta vez asegurándose de derrotar a su rival en la final, no como la primera vez que lo intentó.
    Los nuevos rivales que había conocido, Samantha y Robert, habían elegido caminos distintos. Del enigmático y poco sociable Robert no se sabía nada; Samantha, sin embargo, simplemente esperaría al próximo concurso que se celebrase en Nueva Rocavelo, pues era su reto personal conseguir las cinco cintas del continente, y tan solo esa le faltaba.
    Así pues, eran Melly, Leo, el hermano de Samantha, y Kari, la chica de los Eevee, quienes pensaban ir juntos hacia Calagua.
    Caminando así el nuevo trío, hablaban sobre ellos para conocerse mejor.
    —¡Hala! —exclamó el joven entrenador de pokémon veneno, con su Bulbasaur caminando junto a él y el pequeño Zubat sobre su cabeza—. ¿De verdad tu madre es una líder de gimnasio?
    —Sí —sonrió Melly—. De hecho, la conoceréis en cuanto lleguéis a Ciudad Marea.
    —Me han contado que Ciudad Marea es uno de los lugares más bonitos de Nova —dijo sonriente la dulce Kari, con su ejército de ocho Eevees caminando tras de sí, siendo únicamente el llamado “Pinky” el que iba sobre su hombro izquierdo.
    A Melly le resultaba curioso la forma de vestir y poner motes a sus pokémon.
    Uno de sus Eevee tenía alrededor del cuello un adorno que parecía representar una especie de escama, con la forma de una melena de león. Éste recibía el sobrenombre de Bluely.
    Otro llevaba un gracioso mechón en su frente, dejado crecer a conciencia para que luciese así. Dicho Eevee se llamaba Reddy.
    El tercero tenía el pelo de su cuerpo peinado en punta, en bruscas puntas que parecían púas de erizos. Yelloy era el nombre que Kari le puso.
    Otro Eevee se distinguía por llevar una especie esfera roja en su frente, y otro llevaba en el mismo sitio el dibujo de una luna. Ambos se llamaban Purply y Blacky, respectivamente.
    Había otro de sus ocho Eevees que llevaba una especie de, ¿diadema? ¿Peluca?, en cualquier caso, simulaban ser dos “coletas”. A esta Eevee la llamaba Celesty.
    También otro saltaba a la vista por llevar en su cabeza una hoja, una verde hoja, que parecía ser natural. Éste era nombrado como Greeny.
    Y por último, la Eevee aparentemente favorita de Kari era Pinky, la que llevaba siempre en su hombro, con aquel distintivo lazo en rosa en una de sus orejas.
    —¿De qué parte de Nova sois vosotros? —preguntó Melly.
    —Yo soy del centro —afirmó Leo—. Antes mi padre, cuando estaba casado con otra mujer que no era mi madre, vivía en Villa Cuarzo, pero luego decidió mudarse a Ciudad Ámbar, no muy lejos, sí. Supongo que simplemente no quería recordarla a ella. Aunque mi medio-hermano era la prueba viviente de su matrimonio, ¿no?
    Sonrió algo tristemente. No debían haber acabado las cosas muy bien con el otro matrimonio de su padre, pensó Melly. Puede que él se quedase viudo. No debe ser fácil en cualquier caso ser hijo de una pareja y tener dos hermanos, cada uno hijo independiente de uno de sus padres. Porque Samantha era hija de su madre, y ese otro chico, hijo de su padre.
    Era una situación extraña, desde luego.
    —¿Y tú, Kari?
    Por un momento Kari se sobresaltó. Miró al suelo meditativa, y al fin dijo:
    —Eh, yo soy… ¡de Nueva Porcelana, sí! —a ninguno de sus dos acompañantes les pareció muy corriente la actitud de aquella chica, pero al fin y al cabo, ¿por qué iba a mentir sobre su lugar de origen?
    A Melly no dejaba de resultarle enigmática esa chica. Parecía estar ocultando algo. Aunque no le dio demasiada importancia.
    —Yo tengo quince —respondió Melly a la pregunta acerca de su edad que le hizo Leo—. Dentro de más o menos un mes es mi cumpleaños, así que casi tengo catorce.
    —Guao, eres muy mayor, te veía más pequeña —se sorprendió el niño—. Yo tengo tan solo doce, y recién cumplidos.
    —Yo ya he llegado a trece —sonrió la joven Kari.
    Melly acababa de percatarse de que en ese momento ellos tres eran los más pequeños. Porque Kyle tendría unos diecisiete o dieciocho años; Jeray era, y lo sabía con certeza, una año menor que su hermano, por lo tanto en el peor de los casos tendría dieciséis, seguía siendo mayor a ella. Samantha parecía tener unos diecinueve, más o menos, edad aproximada a la que tenía ese tal Robert, el chico del Absol. Y Nadia más o menos tendría la edad de Kyle. Es decir, de todos los coordinadores “rivales” suyos, ellos tres eran los menores.
    Oh, se había olvidado… de Mask.
    Es cierto. ¿Qué fue de él? Mask no se presentó al concurso de Nueva Rocavelo. ¿Habría decidido dejar los concursos? Siempre le pareció tan enigmático, tan siniestro, que le daba miedo. No era como los demás. Él era un hombre atemorizante.
    —Ya estamos llegando —informó Melly, sonriente. Luego, miró su reloj de pulsera—. A estas horas, la marea tiene que estar muy alta.
    Al fin alcanzaron la ciudad, teniendo que atravesar sus calles en góndolas, pues era muy elevado el nivel del agua, demasiado, tanto que imposibilitaba caminar por el lugar.
    Los visitantes quedaron admirados ante tan exótico sitio, mientras que Melly miraba con nostalgia sus calles. Hacía mucho tiempo que no visitaba su casa. Había, de hecho, rodeado casi toda Nova, ¿cuánto tiempo hacía desde que partió? Puede que pronto hiciese un año desde que comenzó su viaje.
    —Es aquí —dijo, señalando hacia el frente. Los dos acompañantes miraron hacia donde señalaba Melly, y el chico lanzó un silbidito de admiración.
    —¿¡Esa es tu casa!? —exclamó—. ¿Esa concha gigante?
    Melly rió.
    —Claro que no, ese es el gimnasio —y arqueó su cabeza a un lado mientras que el señor encargado de la góndola atracaba junto a su destino.
    Ya entrando por la puerta principal, pudieron apreciar como, en aquel gran estadio ya cubierto por agua, Azuliza, la madre de Melly, se enfrentaba contra una rival, una mujer de cabello blanquecino y corto, ojos de un azul muy claro y tez también blanca; casi parecía albina.
    —¡Es Gelia! —sonrió Melly al reconocerla. Tan absortas en la batalla estaban las dos que ninguna se percató de la presencia del grupo; fue el padre de Melly, que veía el combate desde las gradas, quien se levantó dirigiéndose hacia ella.
    —¡Mi niña, has vuelto! —dijo feliz.
    —¡Papi! —sonrió Melly, abrazando a su padre.
    —¿Qué tal te va? ¿Has ganado en muchos concursos?
    —Tengo solo dos cintas —contestó ella de forma modesta—. Mira, estos son dos amigos míos, Lionell y Kari.
    —Encantado —dijo formalmente él.
    —Un placer —saludo dulcemente la por Melly mentalmente bautizada “Eeveexperta”.
    —Oh, encantado también, yo soy el padre de Melly —sonrió el hombre, y luego les indicó que tomasen asiento en las gradas—. Me gustaría seguir charlando, pero, ¿por qué no vemos el combate primero y luego hablamos todos? Mamá no se ha dado ni cuenta de que estáis aquí —sonrió el hombre.
    Melly se sentó, y alzó su mirada para contemplar como su madre y Gelia combatían en un claro combate amistoso, sin ambiciones de medallas. El cronómetro de la marea contaba a cero, pero eso no era problema alguno para ninguna de las dos.
    —¡Piplup! —ordenó Azuliza a su pokémon, que buceaba grácilmente—. ¡Usa acua-jet! —exclamó, y Piplup comenzó a embestir moviéndose grácilmente bajo el agua.
    La rival de la líder sonrió, mientras su pokémon, un Vanilluxe, flotaba por encima del agua, esperando a que Piplup saltase.
    Piplup saltó repentinamente, saliendo del agua rodeado de un fortísimo chorro. Y entonces la mujer casi albina gritó:
    —¡Ahora! ¡Rayo hielo!
    El ataque de Vanilluxe dio inminentemente en Piplup, y éste se congeló inmediatamente, extendiéndose la congelación por todo el escenario, hasta el punto de quedar todo éste congelado. La superficie del agua que allí había era ahora una gran pista de patinaje.
    —Piplup no va a poder hacer mucho más, ¿no crees? —dijo Gelia, sonriendo con suma tranquilidad.
    Azuliza le sonrió.
    —Veo que haces honor a tu título, amiga. ¡Vuelve Pip! Vaporeon —agarró su ball y la lanzó repentinamente—, ¡te toca!
    —Está bien, en ese caso, yo también haré un cambio —y Gelia retiró a su Vanilluxe—. ¡Glaceon!
    —¡Ah! —exclamó la Eeveexperta—. ¿¡Acaso no son hermosos!? —gritó con fuerza, con un entusiasmo nunca visto en ella—. ¡Salid, Bluely, Celesty, y ved vosotros mismos las formas que tendréis pronto! —el Eevee del collar parecido a una escama y el de la diadema que parecían coletas salieron junto a Kari, y miraron embobados a los pokémon que iban a combatir.
    —“Ahora que lo dice —pensó Melly, recordando cada uno de los Eevees de Kari—, sus Eevee tienen algo… ¿no me digas que tiene pensado a cual evolucionará cada uno? Claro —dedujo—. Ese extraño collar son las mismas escamas que tiene Vaporeon alrededor de su cuello, y esas coletas que lleva Celesty son una imitación de las de un Glaceon. Y de ahí sus nombres: un Vaporeon es azul, por eso “Bluely”, y un Glaceon es celeste, por eso “Celesty”. Pero entonces —comenzó a contar con los dedos, casi inconscientemente—. Que raro. Yo solo conozco siete evoluciones de Eevee. Y ninguna —miró a Pinky, el Eevee que siempre acompañaba a Kari— es rosa ni tiene un lazo”.
    Las dos rivales se miraban mientras sus dos pokémon caminaban en círculos, mirándose entre ellos de frente.
    —¿No atacas? —preguntó Gelia.
    —¿Y tú? —contestó sonriendo pícaramente Azuliza.
    Una blanca sonrisa se dibujó en la cara de Gelia, y, alzando la mano, dijo.
    —Vale. ¡¡Ventisca!!
    —¡Buceo! —gritó Azuliza, haciendo Vaporeon un agujero en el hielo bajo sus pies y evitando por poco el gélido ataque hundiéndose en el agua.
    Gelia seguía sonriendo.
    —¿Te hace gracia? He evitado tu ataque —observó Azuliza.
    Gelia no le contestó.
    De repente, Glaceon saltó hacia el agujero y se metió en el agua.
    —¿¡Qué demonios haces!? —exclamó sin comprender Azuliza.
    —¡Vale, Glaceon! ¡Hidropulso!
    Y Glaceon, bajo el agua, hizo retumbar todo el escenario acuático con ondas que resquebrajaron el hielo de la superficie. Lentamente, el silencio se apoderó del lugar, era imposible ver bajo el agua con el ajetreo que había provocado en la superficie el gran hidropulso de Glaceon.
    Repentinamente Glaceon salió del agua, y cuando tocó la superficie, una pequeña porción de ésta se congeló, lo suficiente para que Glaceon pudiese estar de pie. Y poco después de salir la eeveelución de hielo, apareció flotando, debilitado, el Vaporeon de Azuliza.
    —¿C-Cómo ha hecho para crear un Hidropulso tan fuerte? —se preguntaba Leo.
    —Aprovechando el hielo —explicó el padre de Melly—. Si lanzaba las ondas hacia el hielo, éstas rebotarían en todas direcciones. Era un ataque prácticamente inevitable, y encima potenciado por la cantidad de agua en la que se encontraban.
    —Ya veo —afirmó Leo—. Esa mujer es muy fuerte, ¿cómo es que está dándole tal paliza a una líder de gimnasio?
    Melly sonrió.
    —Lo raro sería que ganase mi madre —afirmó ella.
    —¿Eh? —se extrañó él.
    Azuliza regresó a su pokémon, y Gelia hizo lo mismo.
    —¿La última ronda?
    —¿Y por qué no? —dijo Gelia.
    —Pues entonces, ¡Politoed!
    —¡Lapras!
    Los dos pokémon acuáticos comenzaron a enfrentarse bajo el agua.
    —Bien, acabemos rápido, ¡Lapras, lánzalo fuera!
    De un fuerte cabezazo, el Lapras de Gelia arrojó fuera del agua a Politoed, y justo cuando éste estuvo en el aire, Lapras sacó del agua solo su boca, con el resto del cuerpo dentro del agua.
    —Canto Mortal —ordenó serena Gelia.
    —Oh, dios —se lamentó Azuliza rascándose la cabeza.
    Politoed cayó al agua y encaró a Lapras. Pero poco a poco, comenzó a flaquear; había oído el canto mortal. Comenzó a estremecerse, hasta que finalmente salió a flote, debilitado.
    Una derrota exprés.
    —¿Y ahora qué ha hecho? ¿Cómo es que Lapras no ha caído? —Lionell no entendía nada.
    —Lapras tenía sus oídos dentro del agua. No oiría con claridad los ruidos que se produjesen fuera del agua, por eso el canto mortal no le afectó —argumentó el padre de Melly.
    —Gelia es toda una estratega, es fría como el hielo, calmada, tranquila, analiza con detenimiento los movimientos de su enemigo, hasta que los alcanza y los congela —explicó Melly, sonriente.
    Leo y Kari parecían no entender nada de la actitud de Melly.
    —Melly, tu madre ha perdido. Gelia le ha ganado todas las rondas, ¿cómo es que te alegras por ella? —se extrañó Kari.
    —Repito que lo normal era que Gelia ganase —contestó ella—, al fin y al cabo, es mucho mejor que una líder de gimnasio. Gelia es una del Alto Mando.
    Los otros dos se sobresaltaron.
    —Pero no lo digáis por ahí —pidió el padre de Melly—. Gelia es una buena amiga de nuestra familia, pero como miembro del Alto Mando prefiere pasar desapercibida.
    Melly sonrió mirando como su madre y Gelia estrechaban sus manos tras ese amistoso combate.
    Ella nunca le confesó a Kyle que conocía a una compañera de su hermano en el Alto Mando. Después de todo, ¿por qué Kyle se lo contó tan libremente? A Melly siempre le habían dicho que no debía contar a nadie quien era Gelia en realidad, y por consiguiente, el hermano de Kyle no debía ser una excepción. Aunque en realidad, él nunca le dijo el nombre de su hermano. Después de todo, sí que mantuvo en secreto su identidad.
    —El Alto Mando, guau —exclamó Leo.
    Melly se levantó de las gradas y, alzando su mano para saludar cordialmente desde lejos, dijo:
    —¡Mami! ¡Gelia!
    Ellas se voltearon a mirarla, y la sonrisa se dibujó en sus rostros.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  11.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    4876
    Capítulo 76 — Brilla el sol (Byron VS Leaff)

    A lomos de Aerodactyl, Byron y Gallade observaban la inmensidad del mar. Ya no aguantaban más, ¡deseaban llegar cuanto antes al gimnasio! Pero para eso, era necesario atravesar aquel precioso mar, que reflejaba los rayos del sol en sus aguas.
    El gimnasio se encontraba en una isla, pues casi toda Nova Este (Hoenn) estaba compuesta por islas; en concreto, Isla Rocamar (Azuliza), era donde se encontraba el sexto gimnasio, la sexta medalla a ganar, el sexto líder al que vencer.

    Sin duda la motivación era grande, pues pelear una buena batalla era lo que llevaban él y todo su equipo esperando por bastante tiempo.

    —¡Por allí Aero! —exclamó Byron, señalando con su dedo índice las rocas que se empezaban a divisar en el horizonte, no muy lejos—. Veo muchas rocas marinas por allá, esa debe ser la isla —su mirada se iluminó, y sus pokémon se agitaron dentro de las pokéball, viendo cercana la esperada batalla.

    El mar sacudía con sus fuertes olas las sólidas y grandes rocas que bordeaban la isla. Y es que es por eso que recibía el nombre de Rocamar; por la multitud de rocas que parecían protegerla, como si fuese un campo de minas, sobresaliendo las montañas submarinas del agua alrededor de la isla. Por eso era complicado el tránsito marino para entrar y salir de la isla.

    Hubo un tiempo en el que, con máquinas, se intentó destrozar algunas de las rocas, único objetivo de facilitar el paso a los barcos. Pero, a los pocos días de manejar la compleja maquinaria y limpiar el mar de rocas, éstas volvían a emerger, como si las subacuáticas montañas fuesen lagartos que pierden la cola y luego la regeneran.

    Con el tiempo se dieron cuenta de algo; las rocas no se “regeneraban”. Era, simplemente, que el nivel del mar bajaba, hasta lograr que sobresaliesen nuevos extremos del rocaje marino. Ese descubrimiento supuso un problema muy grave que conmocionó a los medios; si seguían cortando los extremos de las rocas, el mar seguiría bajando, y eso podría acabar siendo nefasto para el medio ambiente marino, además de que los defensores del océano estaban en contra de que sus amadas aguas “encogiesen”.
    Hubo quien intentó explicar el fenómeno de la bajada de las aguas en algún fenómeno natural, teoría endeble que no acababa de encontrarse a sí misma. Por otra parte, muchos creían que, en el fondo del mar, justo debajo de la isla Rocamar, donde nadie pudo llegar por la inmensa profundidad y fortísimas corrientes, descansaba el gran Kyogre, quien controla las aguas. Se creía que, para Kyogre, esas montañas eran su escudo, una barrera natural para evitar que se acercase la gente. Y por eso manipulaba el agua para que siempre vieran la superficie.

    Sea como fuere, desde entonces nunca se volvió a tratar de limpiar el camino de rocas, y por tanto cesaron los viajes en grandes en barcos. Es por eso que Isla Rocamar es el único lugar de toda Nova en contar con un aeropuerto. Los pequeños aviones salían desde la isla hacia puntos clave de Nova; al fin y al cabo, el aire era la manera más práctica de llegar a Rocamar.
    En cualquier caso, Byron se bajaba con algo de torpeza del gran Aerodactyl, seguido de Gallade, que de un salto se colocó a su altura. Regresando al pájaro rocoso a su ball, no tardaron en encaminarse al destino que realmente le interesaba; el gimnasio.
    —Mm, me pregunto dónde se encontrará el gimnasio —dijo Byron mientras caminaba por la isla que, aunque no era excesivamente grande, la ciudad allí situada tenía multitud de calles y era bastante intrincada.
    Mientras caminaban pasaron justo al lado del aclamado aeropuerto.

    —Aviones —sonrió Byron—. Nunca he montado en uno. Pero bueno, los aviones son para quienes no tienen pokémon voladores como Aerodactyl, ¿o no, Gallade?
    Gallade asintió alegre, y su entrenador se dispuso a girarse cuando chocó de bruces con un hombre alto y musculoso, cayendo de inmediato Byron de espaldas con el impacto.
    —¡Eh, mocoso, mira por dónde andas! —exclamó con una ruda voz el hombre.
    Byron se levantó, mientras se sacudía el polvo. Alzó la mirada dispuesto a recriminarle al hombre que la culpa fue suya, pero en seguida cambió de idea al percatarse de que le llegaba a aquel hombre a la altura del pecho, y que su brazo era casi tan ancho como su cabeza.

    —Eh, perdón, lo siento mucho, señor —se disculpó temeroso Byron.

    El hombre, de cabello moreno y puntiagudo y un extraño artefacto en su ojo izquierdo, lo miró en silencio.

    —¡Oh! Así que tú eres ese chico —enfatizó la palabra “ese” sonriendo de manera malévola, algo que, sumado a su imponente aspecto, asustó a Byron—. Mm, Byron, Byron —el entrenador se extrañó de que lo conociese, pero, al mirarlo más detenidamente, se percató de que en sus ropas había algo que le escamaba—. Ya veo —parecía estar leyendo algún tipo de información sobre él; Byron dedujo que el aparatito que llevaba sobre un ojo le revelaba de alguna manera información sobre lo que tenía delante; era como una especie de “escáner” —. Bueh, mientras no me estorbes —concluyó, como hablando solo, y comenzó a caminar, apartando a Byron con un brazo, y a punto estuvo éste de caer al suelo nuevamente.
    Byron quedó mirándolo mientras caminaba fijándose en cada persona con la que se cruzaba.
    —Ese… ese traje —suspiró Byron, acariciándose la espalda por el golpe de la caída de antes—. Algo en él me resulta familiar.

    —Señor —decía firmemente aquel hombre rudo de pelo corto, mostrando respeto militar al chico rubio que no era ni la mitad de fuerte que él.

    Zeus caminó alrededor suyo.
    —¿Cómo cuanto hace que trabajas en la patrulla aérea, soldado? —preguntó sin dejar de dar vueltas, incomodando al hombre.

    —Fui uno de los primeros integrantes —afirmó.
    —Bien —sonrió Zeus, mientras cogía unos informes y los leía detenidamente—. Soldado tal y tal, número tal, bla, bla, bla —leyó en voz alta, irónicamente—. “Fuertes dotes de liderazgo. Cualidades físicas innegables. Siempre actúa como el cabecilla de los escuadrones”. Un buen currículum en el equipo, sí señor.
    El rudo hombre sonrió levemente, halagado.
    —A partir de ahora, soldado —dijo Zeus, parando frente a él—, olvidarás por completo tu anterior nombre y serás rescindido de tus labores como soldado. Enorgullécete, porque has sido elegido para ser Soldado de élite de la patrulla aérea del Equipo Neutrón. A partir del día de hoy, serás superior a tus compañeros, cubrirás funciones mucho más importantes y, sobre todo, serás el segundo al mando (obviamente por debajo de mí) de la patrulla. Y a partir de hoy, tu nombre será “Hércules”.
    Hércules agarró la camisa negra que le ofrecía su jefe. Ésta tenía un grueso rayo de color amarillo en un lado, y un escudo con la letra “N” en el lado opuesto. Sonrió, aunque no comprendía muy bien por qué todo aquello.
    —Son órdenes de Apolo, como siempre —afirmó Zeus—. “Seleccionen a alguno de sus soldados para que ocupe el título de soldado de élite”, decía. “Vamos a necesitar más gente que esté al mando si queremos que todo salga bien y rápido”. Ya sabes, está obsesionado con el orden.
    Hércules rió, siempre quedando firme.
    —Ahora ven —ordenó Zeus—. Apolo quiere que los soldados de élite de cada patrulla se conozca.
    Guiado a través del largo pasillo, Hércules llegó a la famosa sala de reuniones de los comandantes. El que una vez fue el atril y la zona azul de Poseidón ahora era la zona roja de Vesta, la comandante que lo sustituiría.
    —Llegas tarde —recriminó Deméter, al lado de la cual estaba una anciana que portaba un largo kimono marrón, al lado derecho del cual se podían apreciar adornos de raíces y hojas, y al otro lado el escudo de los Neutrón.
    —…—Vesta, con su media máscara, no medio palabra. Tenía una mujer a cada lado, ambas con pelos rojizos y extravagantemente peinados, que llevaban una blusa roja con dibujos de llamas anaranjadas saliendo desde la parte de abajo, y, obviamente, el escudo Neutrón en la manga izquierda de la camiseta.
    —Dejémonos de memeces, y hagan las presentaciones —se irritó Hades. Lo acompañaba un joven de bastante corta edad, unos quince años, el cual portaba una chaqueta gris sin abrochar completamente, y debajo de esta se podía ver una camiseta negra. Obviamente, la chaqueta llevaba impreso el escudo Neutrón, además de una especie de estampado fantasmal—. Esto me parece ridículo. Acabemos ya.
    La anciana fue la primera en dar un paso. Tal vez la mujer tuviese más de setenta años, pero aún así se mantenía bastante ágil para su edad. Con su bastón en la mano, caminó y dijo, haciendo una cordial reverencia:
    —Soy Baubó, la élite de la patrulla terrestre. Un gusto.
    Los otros soldados de élite se extrañaron de que alguien tan mayor fuese de la élite. Es más, era extraño que fuese soldado, a secas. Pero después de todo, la mujer era bastante imponente: ojos negros y grandes, fosas nasales muy abiertas, profundas pero rígidas arrugas y pelo blanquecino recogido en un moño muy bajo.
    El siguiente en dar un paso fue el joven soldado de élite que acompañaba a Hades. Llevaba el pelo algo largo, de un color muy oscuro, casi del color del cielo de noche. Sus ojos eran igualmente negros, y su piel pálida hacía un escalofriante contraste con éstos.
    —Caronte, he sido bautizado. A mí me han seleccionado como la élite de los subterráneos.
    Orgullosas, las mujeres que acompañaban a Vesta avanzaron al unísono.
    —Somos las Vestales, y…
    —… ambas, por nuestras habilidades de equipo y nuestras capacidades…
    —…hemos sido elegidas por la ama Vesta…
    —…como las soldados de élite de la patrulla volcánica —una acababa las frases de la otra, alzándose sus voces de manera frívola y arrogante.
    Hércules miró a aquel extraño elenco que eran los soldados de élite. Dos “siamesas” que parecían no poder separarse la una de la otra; un crío, con aires y formas de adulto; una anciana con cara de pocos amigos pero exquisitos modales; y luego estaba él, un hombre fuerte, alto e imponente, que en nada se parecía a ninguno de los otros cuatro.
    —Hércules —dijo al fin, riendo cínicamente, en parte por el orgullo de ser seleccionado como la élite, en parte por la extraña apariencia de sus semejantes.


    Seguía avanzando Hércules mientras recordaba con orgullo como fue nombrado hace apenas dos semanas como soldado de élite. Y ahora tenía una importante misión que antes solo era encargada a comandantes: ¡encontrar a un pokémon legendario que se oculta entre la gente adoptando forma humana! Gracias al escáner que llevaba en su ojo izquierdo, podría ver con solo mirar a una persona sus datos, nombre y demás. Era tan fácil como buscar por la zona hasta dar con una persona de la que no se tengan datos.
    Y si no está registrada como persona, ¡es porque ese será el pokémon que busca!
    Byron se colocó su gorra mientras veía perderse a lo lejos al rudo hombre.
    —Bah, serían imaginaciones mías. De todas formas, no creo que me convenga enfrentarme a él —tragó saliva con fuerza, casi obligando a su garganta a trabajar—. ¡En fin! —gritó, dispuesto a seguir su camino en busca del gimnasio.
    No pasó mucho tiempo cuando el joven entrenador se fijó en que frente a él se alzaba un edificio cuadrado y completamente hecho de cristal transparente a través de los cuales se podían apreciar multitud de árboles, plantas y demás: era un invernadero. Lo curioso es que en la parte frontal del edificio, muy grande, estaba grabado el símbolo de los gimnasios pokémon.
    —¿Este lugar es un gimnasio? —se preguntaba el chico, mientras avanzaba hacia la puerta, abriéndola sin problemas; desde luego, el lugar no cerraba sus puertas al público.
    Avanzó por el camino que había entre exóticos árboles y flores de todos los tipos, percatándose de que entre ellos jugueteaban varios pokémon de tipo planta tales como Oddish, Hoppip, algún Budew, Roselia, y hasta un gran Tropius se podía ver dormitando, simulando ser un platanero más.
    Al fondo del gran edificio, regando con energía unas plantas, se encontraba sonriente una mujer con una banda verde anudada en su frente. Llevaba gafas y una especie de delantal. Obviamente, estaba trabajando duramente en sus labores botánicas.
    —Eh, hola —dijo Byron, acercándose a ella—. ¿Es este el gimnasio? ¿Dónde puedo encontrar al líder?
    —¡Oh! —exclamó ella, incorporándose de su posición en cuclillas—. ¿Eres un retador? ¡Avisaré a la líder, entonces! —sonrió, mientras se quitaba sus gafas, la banda que le cubría la frente y el delantal, dejando ver un traje de color verde juvenil y un pelo castaño largo y rizado. Sonriente dijo—: ¡Aquí llegó la líder!
    —¿Tú eres la líder?
    La mujer sonrió y asintió repetedamente.
    —Mi nombre es Leaff, ¡la encargada de este edificio! Y al igual que el edificio es al mismo tiempo gimnasio e invernadero, ¡al mismo tiempo yo soy líder y botánica!
    Una gota de sudor recorrió la frente de Byron. Era una mujer peculiar, con un entusiasmo bastante… injustificado.
    —Eh, bueno —dijo—. Y, ¿dónde combatiremos? Aquí no hay mucho espacio, con las plantas.
    Ella guiñó un ojo.
    —¡Oh, no te preocupes! —agarrando un pequeño mando que llevaba entre sus pantalones, presionó un botón, y los parterres y porciones de terreno dónde estaban las plantas se fueron moviendo por sí solos, acumulándose en los bordes del gimnasio, como una decoración floral.
    Byron estaba atónito: el edificio pasó de ser un laberinto de plantas a ser un espacio libre y amplio, perfecto para un combate.
    —¡Ups! —decía Leaff, mientras miraba su mando—. Se me olvidaba —presionó otro botón y una gran ruleta emergió de la tierra en el extremo izquierdo del gimnasio. Luego, Leaff se aclaró la garganta con exagerada fuerza—. ¡Bien! Aspirante, ¡debes girar la ruleta para decidir cómo será nuestra batalla! ¡Son las reglas del gimnasio Rocamar!
    Byron miró la ruleta extrañado. En ella había varias secciones, en las cuales aparecían números y Oddish dibujados. Un uno acompañado de tres Oddish y un uno acompañado de otro Oddish en otra sección, un dos más dos Oddish en otra…
    —No lo entiendo —dijo Byron—, ¿para qué?
    Leaff no dejaba de sonreír enérgicamente.
    —¡Está clarinete, amiguete! —rimó ridículamente—. Tira la ruleta para decidir la modalidad de combates que vamos a realizar. Usaremos cuatro pokémon. Los Oddish de la ruleta simbolizan la modalidad de cobate. Un Oddish quiere decir un combate individual, dos, combate doble, y tres triple. Y el número indica la cantidad de combates de ese tipo, es decir, un Oddish y un cuatro al lado quiere decir que haremos cuatro combates individuales. ¡Así que, según la ruleta, combatiremos de una manera distinta! Un individual y un triple, dos dobles, un doble y dos individuales… ¡a ver que sale!
    Al aspirante le resultó cuanto menos curioso el mecanismo de aquel gimnasio. Parado frente a la ruleta, comenzó a analizar qué preferiría él que saliese.
    —“Por un lado —pensó—, Mudkip no es especialmente bueno en combates dobles, él se defiende mejor en un uno contra uno. Pero Skorupi, por ejemplo, es aún algo débil, y necesitaría apoyo de otro de mis pokémon para pelear. También Gallade, Chandelure y Aerodactyl harían un equipo formidable, puesto que son los más veteranos de mi equipo y se complementan bien entre ellos”.
    —¡Venga, que no tenemos todo el día! —presionó la líder.
    Alzando su brazo, Byron agarró la ruleta y, con un fuerte impulso, ésta empezó a girar. Mientras giraba, Byron seguía meditando.
    —“Desde luego, Leaff tiene que ser buena. No le preocupa qué modalidad salga, por lo tanto, debe de dominarlas todas. Me pregunto qué pokémon usará, aunque es obvio el tipo en el que se especializa”.
    Finalmente, la ruleta fue frenando, y poco a poco, la pequeña flechita que señalaba la casilla seleccionaba apuntó a la elección del combate. Dos + Oddish, y Uno + Dos Oddish. Es decir, dos combates individuales y uno doble.
    —¡Bien! —sonrió Leaff—. Pues, entonces, ¡cuando quieras empezamos!
    Mientras Byron tomaba su posición en el estadio, Leaff seguía hablando.
    —Primero comenzaremos con una de las rondas individuales; luego la doble y luego la otra individual. No se puede cambiar de pokémon; los pokémon usados en cada ronda no pueden ser usados en otra. Ganará el que de los dos gane más rondas; en caso de empatar, lucharíamos una tercera ronda individual de desempate con otros pokémon.
    Byron tomó su sitio, asintió, y miró decidido a su contrincante.
    —Bien, ¡adelante, Leafeon!
    —¡Sal, Fraxure!
    Ambos pokémon se encararon. Y Leaff parecía sumamente confiada y relajada.
    —Está bien —decidió empezar Byron, a la vista de que su rival no se inmutaba—. ¡Frax, danza dragón!
    El aura rojiza del ataque rodeó a Fraxure, fortaleciéndose éste. Su ataque y su velocidad crecían por cada minuto que pasaba, pero Leafeon parecía seguir sin hacer nada para remediarlo.
    Byron seguía extrañado, era raro que ni se moviese, parecía estar esperando a ser atacado por un fortísimo ataque, sin siquiera tratar de evitar que su rival se fortaleciese. Por un momento dudó, pensando que tenía algo preparado, alguna estratagema lista. Pero por más que Byron analizó, no descubrió qué podía estar haciendo, qué estaba esperando.
    —¡Tijera X! —ordenó finalmente Byron, y Fraxure, que había potenciado enormemente su velocidad y fuerza, se abalanzó como un relámpago contra Leafeon.
    Y, justo en el último momento, la voz de Leaff se alzó serena.
    —Rayo solar.
    De la boca de Leafeon surgió una ráfaga de luz que nunca antes había apreciado Byron; el rayo solar más potente que había visto nunca, lanzando a Fraxure por los aires y, una vez estrellado contra uno de los árboles de los límites del lugar, el rayo solar siguió golpeándolo. Parecía que el ataque no iba a cesar nunca.
    —¡Fraxure! —gritó Byron, tapándose con su brazo los ojos, debido al gran destello del ataque—. ¡Sal de ahí!
    Leaff sonreía.
    —Para —ordenó, y el ataque cesó.
    Como resultado, Fraxure cayó al suelo, muy malherido.
    —Y, ¡hoja aguda! —exclamó Leaff mientras Leafeon corría hacia Fraxure, alcanzándolo mientras trataba de incorporarse y aniquilándolo con un fuerte corte. Luego, cayó elegantemente al suelo, con cara soberbia.
    Byron no daba crédito.
    —¿Cómo has usado un rayo solar tan potente, así, de repente? —se preguntó el aspirante mientras regresaba a su lastimado dragón.
    —De “de repente”, nada —explicó Leaff, también devolviendo a su pokéball a su triunfante Leafeon—. Todo el tiempo que te tomaste en potenciar a Fraxure estuvo Leafeon acumulando luz solar.
    —Pero, ¿cómo? Cuando un pokémon absorbe la luz solar, se rodea de luz. ¡Y tu pokémon ha estado igual todo el tiempo!
    Ella sonrió.
    —Estamos en un invernadero, recuérdalo —declaró—. Los cristales de este invernadero están especialmente diseñados para ampliar los rayos del sol dirigidos a las plantas y alimentar adecuadamente a éstas. Así, no es necesario que mis pokémon hagan el esfuerzo de cargar por sí mismos la energía solar, ¡con un pequeñísimo esfuerzo ya podrían obtenerla directamente! Es por eso que el ataque ha sido tan fuerte y duradero. Me has dejado demasiado margen para que mi Leafeon acumulase energía.
    Byron tragó saliva mientras analizaba la estrategia de su rival. Sin duda, merecía el título de líder de gimnasio.
    —Vamos uno a cero. ¡Empecemos con el combate doble, pues! Ya sabes que si gano esta ronda, ganaré la batalla, amigo —agarró dos balls y dijo, mientras liberaba a sus pokémon—. ¡Vamos, mis amigas! ¡Salid, Vileplume y Bellosom!
    Los dos pokémon salieron entonces de sus balls. Uno lucía pequeño, adorable y hasta inofensivo, mientras que el otro, más grande y sombrío, resultaba imponente. Una curiosa pareja.
    —“Bien —meditó Byron—, obviamente son de tipo planta, pero, ¿de algún tipo más? Tche, ¡qué útil sería algún tipo de aparato que analizase a los pokémon con solo acercarse! Pero en fin, siendo del tipo planta —miró tres balls en sus manos—, estos tres tendrían ventaja, pero… Skorupi aún no es muy fuerte. Mejor ir a lo seguro” —al fin habló, lanzando las dos balls al aire—. ¡Salid, Chandelure y Aerodactyl!
    Sin duda, Byron tenía clara ventaja de tipo, pero aún así, su oponente seguía profundamente calmada. Esta vez, Byron no iba a permitirle cargar sus rayos solares.
    —¡Atacad! ¡Lanzallamas y ataque ala, vamos! —ordenó sin perder ni un instante.
    Aerodactyl golpeó sin problemas a Vileplume, que pareció no molestarse en esquivarle. Por su parte, Bellosom se rodeó de un manto de flores que la protegió de las llamas.
    De repente, Aerodactyl comenzó a tambalearse en el aire; su rostro se veía congestionado.
    —¿Qué pasa Aero? —preguntó Byron, mirando a su pájaro rocoso.
    —Yo que tú no me despistaría ni un instante. ¡Danza Pétalo, Bello! —y Bellosom, aún entre las llamas, se abalanzó contra su atacante, atravesando éstas, como si las flores que lo rodeaban al danzar repeliesen el fuego. Golpeó con fuerza a Chandelure, y Aerodactyl cayó al suelo por alguna razón.
    —¡Oh! —se percató Byron al ver el rostro de Aerodactyl—. Ese Vileplume usó Tóxico en cuanto Aero le alcanzó.
    Leaff guiñó un ojo.
    —Bingo. Pero esto no es lo mejor que puedo hacer —miró al techo acristalado—. Si con un día normal, el sol ya es fuerte aquí dentro por los cristales, dime —miró amenazante a Byron—, ¿cómo será de fuerte en un “Día Soleado”?
    Alzando sus manos, ambos, Vileplume y Bellosom, llamaron al Sol con su ataque, y la luz que se filtraba por los cristales se hizo tan intensa que deslumbraba a cualquiera.
    —Grr —gruñía Byron, al ver como Aerodactyl se debilitaba lentamente por el tóxico—. Debo pensar algo.
    —¿Te imaginas el poder de mi rayo solar ahora? —sonrió ella—. ¿Y de dos a la vez? —los dos pokémon de Leaff permanecieron quietos unos segundos, obviamente dispuestos a lanzar dos rayos solares combinados.
    —“¡Vamos, algo!” —gritó: — ¡Levanta, por favor, Aerodactyl!
    Aerodactyl, con esfuerzo alzó las alas y comenzó a volar lentamente. Pero justo entonces.
    —Demasiado tarde —pronunció con desdén Leaff, y Vileplume y Bellosom arrojaron un rayo solar combinado de proporciones inimaginables que obligó a Byron a tirarse al suelo para evitarlo. Sus dos pokémon se desvanecieron en la luz del ataque…
    Cuando cesó el rayo solar, Leaff abrió sus ojos lentamente y no vio nada en el campo, solo a Byron, sonriente y de brazos cruzados. Sus pokémon no estaban.
    —Ahora dime —dijo Byron—, ¿te imaginas la fuerza del fuego con semejante sol? ¡Sería como un —abrió sus ojos mucho al decir la siguiente palabra— “Infierno”!
    Y, desde detrás de Leaff, llegó volando con pesadez Aerodactyl, a punto de caer. Cabalgándolo estaba Chandelure, que se dejó caer sobre sus dos enemigos usando su más poderoso ataque de fuego: Infierno. Con la potencia del sol, el ataque vio su poder multiplicado, y Vileplume y Bellosom se vieron rodeadas de llamas.
    —¡Ahh, no, fuego no, mis plantitas! —gritó Leaff mientras gritaba, recuperando su actitud infantil y animada de antes. Bellosom y Vileplume estaban inconscientes en el suelo, junto con Aerodactyl, que no pudo con el veneno. Únicamente quedaba en pie Chandelure.
    El mecanismo antiincendios del lugar se activó y del techo cayeron multitud de gotas. Byron extendió sus brazos mientras miraba al techo, notando como la artificial “lluvia” recorría su cuerpo.
    Leaff estaba contrariada. Regresó a sus pokémon debilitados mientras preguntaba.
    —¿Cómo has evitado el ataque? ¡Vi perfectamente cómo tu Aerodactyl trataba de cubrir a Chandelure, y justo en el último momento, el rayo solar les dio! ¡Yo misma vi entre los destellos como ellos dos recibían el ataque.
    —Viste mal —contestó Byron—. Lo que recibió el ataque no fue más que un Sustituto que Aero creó con sus últimas energías. El verdadero Aerodactyl eludió el ataque, llevándose a Chanderule y aprovechando el resplandor para pasar desapercibido.
    Leaff se quitó el agua que seguía cayendo de la cara con su mano.
    —Ya veo. Entonces, ahora mismo empatamos a una victoria —agarró su última pokéball—. Este último combate será el decisivo.
    Byron sonreía al seguir sintiendo el agua caer. Era una oportunidad única. Agarró él su ball también, y encaró a Leaff.
    —¡Venusaur! —sacó ella.
    —A por todas, mi pequeña bestia. ¡Mudkip! —presentó cómicamente Byron.
    La líder no daba crédito.
    —¿Vas a combatir en la última batalla, la decisiva, a un Venusaur de tipo planta con un pequeño Mudkip?
    Byron arqueó las cejas.
    —¿Subestimas a Mudkip? Yo no lo haría.
    —Bah, basta de tonterías. Esto será rápido —afirmó Leaff—. ¡Prepárate para sufrir en tus carnes el ataque definitivo de los pokémon planta! ¡¡Planta Feroz!!
    El devastador ataque golpeó con extremo poder al pobre Mudkip, estampándose éste contra un árbol. Sin embargo, Mudkip resistió, con apenas fuerzas. Parecía estar muy concentrado por alguna razón: su cara estaba muy roja, y caminaba hacia el cansado Venusaur (quien tenía que descansar tras usar ese ataque) con pesadez, como aguantándose algo.
    —¿Ha soportado el ataque? —se sorprendió Leaff.
    —Y eso no es todo —rió Byron—. Vamos, Mud. ¡Ejecuta tu “Venganza”!
    Y Mudkip, liberando todo el poder acumulado, dio un fuerte golpe con su cabeza a Venusaur, lanzándolo, con todo su peso, hacia arriba. A su paso, rompió algunos cristales del techo.
    —¿Q-Qué? —Leaff permanecía anonadada.
    —Y eso no es todo, todavía —Byron sonreía—. ¿Lluvia artificial? —dijo sonriente, mientras dejaba que en la palma de sus manos cayesen gotas de agua—. Aprovechémosla, ¿no crees? ¡Hidrobomba!
    Mudkip apuntó hacia arriba, y justo cuando Venusaur iba a caer sobre él, un fortísimo hidrobomba potenciado por la falsa lluvia lo mandó a volar en otra dirección, rompiendo otros cristales del techo y cayendo mucho más lejos de donde ellos estaban.
    —Ups, creo que te has pasado, Mudkip —dijo su entrenador con una gota de sudor en la cabeza.
    —¡¡Serás animal!! —Leaff estaba muy irritada, mientras corría para ir en busca de Venusaur.
    Byron agarró a Mudkip, y ambos se encogieron de hombros, mientras salieron a correr tras ella.
    Mucho más lejos de allí, en la orilla, Venusaur estaba debilitado, con la cabeza inmersa en la arena de la playa.
    —¡Ay, Venusaur, pobrecito! —dijo ella, mientras lo acariciaba y lo devolvía a la pokéball. Luego dirigió una mirada asesina a Byron.
    —Ey, ¡perdón si me he pasado! —se disculpó vagamente.
    Ella lo miró de cerca, y luego cambió su ira por un largo suspiro.
    —Y encima me has roto el techo del invernadero —suspiró resignada—. Ya es la tercera vez que lo reparo.
    —Es que un invernadero de cristal, no sé yo si es muy buena idea usarlo de estadio, ¿eh?
    La mirada asesina volvió a Byron.
    —¡Si la gente no fuese tan bruta como tú, no pasaría nada! —gritó, haciendo que Byron se encogiese.
    —¡Vale, vale, perdón!
    Finalmente, recuperó la compostura, y miró a Byron con una sonrisa algo forzada. De su bolsillo sacó una medalla con forma de árbol pequeño.
    —En fin, me has ganado, por muy bruto que hayas sido. Así que te mereces la medalla Raíz.
    Byron sonrió.
    —Gracias —dijo, mientras orgullosamente la colocaba en su medallero junto a las otras cinco. Ya solo dos gimnasios lo separaban de su objetivo: la Liga Pokémon.
    Mientras Leaff se alejaba hacia su gimnasio, el quedó un rato de cara al mar, mirando su mapa, para pensar en la ruta más práctica.
    —¡Vaya! —exclamó—. El siguiente gimnasio está en Isla Acantilado, ¡a poquísimos kilómetros de aquí! Vamos a llegar antes de lo que creíamos, ¿eh, Gallade? —Gallade asintió, mientras ambos se alejaban de allí.
    Pero repentinamente, cuando se iban a marchar, el entrenador paró y se giró, notando algo. Y, como un rayo, un pokémon voló muy cerca de ellos, lanzando un gritito mientras volaba en círculos. Byron contempló su color rojiblanco y sus grandes ojos amarillos sonriente, mirando al cielo. El pokémon pareció sonreírle.
    —¿Qué clase de pokémon eres tú? —preguntó.
    Pero el pokémon solo alzó su mano y Byron oyó en su cabeza.
    —“Gracias por ayudarme, aunque fuese inconscientemente”
    —¿Eh? —se preguntó. ¿Ese pokémon se comunicó por telepatía? Alzó la mirada, y cuando se quiso dar cuenta, ya no estaba—. Bueno, no sé cómo lo ayudamos, pero, ¡de nada! —rió junto a Gallade, y ambos se alejaron.
    Pero en la arena de la playa, una mano asomó. Con mucho es fuerzo logró desenterrarse: se había hundido muy profundamente en la arena. Jadeó, recostado sobre la costa cuando logró salir. Luego se incorporó y gruñó al cielo aquel robusto hombre.
    —Grr, ¿desde cuándo caen Venusaurs del cielo? ¡Y justo sobre mi cabeza! —miró a su alrededor—. Estaba a punto de darle caza a ese elemento, ¡maldición!
    Agarró entonces su “móvil”, ese que los miembros de los Neutrón usaban para comunicarse.
    —Señor Zeus, aquí Hércules. He perdido de vista al Elemento que se escapó de la base, el Elemento L-F. ¿Qué debería hacer?
    Desde la otra línea, el comandante dijo:
    —Pues sigue buscándolo. No quiero que pases por aquí hasta que no lo tengas en tu poder. Tche, esperaba mejores resultados de ti. Caronte ya ha atrapado hace horas al Elemento L-M.
    —L-Le juro que no volveré a fallarle —dijo, mientras colgaba y sacaba a tres Farfetch’d, que con sus patas sujetaron sus hombros y cabeza y alzaron el vuelo llevándolo a cuestas—. Maldita pokémon, ¡te cazaré, por muy astuta que seas, como lo han hecho con tu amiguito! —gritó al aire, enfurecido.
     
  12.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    2192
    Antes de comenzar, os voy a decir algo importante: ya que se acerca (no demasiado, pues aún queda un poco lejos, pero bueno, se acerca después de todo) el final, os aconsejo firmemente que leáis otros fics que tienen relación (uno más directa que otros) de una u otra forma con éste, y si no los leéis quizá no terminéis de entenderlo todo. Os los dejo en spoiler, aunque dos de ellos casi seguro los conoceréis:





    Capítulo 77 — (Jake)

    El hombre quedó estupefacto ante la declaración de aquella joven. Sus músculos parecían incapaces de moverse, no podía gesticular ni articular palabra; lo único que era capaz de hacer era permanecer quieto, con los ojos bien abiertos y la boca entreabierta.
    El gran Chamder rió.

    —Respira, chico —dijo, acercándosele y apoyando su mano en el hombre descompuesto—. ¡Es una gran noticia! Vas a tener un hijo.

    Jake respiró hondamente.

    —¿Y cómo puede usted saber que no es una falsa alarma? —exclamó Jake.

    Chamder rió.

    —Podría explicártelo, pero prefiero no hacerlo —luego miró a Laia—. Te ves muy bien, jovencita. Hace mucho que no nos vemos.

    Ella sonrió alegre. Jake seguía estupefacto.

    —Lo mismo digo, Chamder —saludó ella. Aunque también tenía la curiosidad por saber cómo podía afirmar que estaba embarazada con toda seguridad, cuando ni ella misma lo tenía claro, ella confiaba en su palabra, pues él no mentiría. De la forma que fuese, él lo sabía, y si lo afirmaba, era cierto—. Jake —le dijo ella al otro, mirándolo extrañada.

    Jake negó con la cabeza antes de que pudiese hablar.

    —No, no hace falta que digas nada. Nunca pensé que algo así sucedería… la verdad que no esperaba ser padre tan pronto —agachó la cabeza—, y no sé si estoy preparado —finalmente alzó su cabeza, miró a Laia, y agarró sus manos, sonriendo—. Pero bueno, será cosa del destino. ¡Vamos a tener un hijo!

    Laia también estaba confusa por todo aquello. Era tan repentino, sonaba a locura. Instintivamente se llevó las manos a su estómago. Pensar que una vida crecía dentro de ella, era algo que la inquietaba, la preocupaba. Tampoco creía estar preparada, pero tener al lado a Jake era tan reconfortante que finalmente asintió, sonriendo.

    Y entonces Jake le impidió articular palabra, robándole un tierno beso.

    —Tranquila —dijo cuando se separaron, agarrando suavemente las mejillas de ella con sus manos—. Yo voy a estar contigo.

    Chamder comenzó a aclarar su garganta fuertemente, tratando de indicarle a la pareja que él se encontraba allí.

    —Oh, es cierto —dijo Jake, soltando lentamente el delicado rostro de la morena—. Señor Chamder, yo quería hablar con usted sobre algo.

    —Sobre mi alto mando, ¿cierto? —preguntó sonriente.

    —Así es —a Jake le sorprendía cómo Chamder podía anticiparse a todo, era capaz de deducir lo que iba a suceder en todo momento.

    Bastante tiempo hacía que Jake lo conocía, y nunca hubiera dicho que Laia lo conocía también. ¿Pero de qué? Chamder poco se dejaba ver en su tiempo como campeón, poco más que para retar a sus rivales en la liga. Y aunque fue retado varias veces, solo perdió en tres ocasiones, siendo una de ellas excepcional, fuera de la celebración de la Liga, pero la que le “costó” su puesto de Campeón.
    ¿En serio Laia lo conocía? ¿Tal vez fue… una aspirante? Pero ella no tiene pokémon. ¿Alguna vez tuvo? Sin duda la madre del que sería su hijo tenía aún muchas cosas que contarle. Casi tantas como él a ella.
    Sea como fuere, Jake buscaba a Chamder para conseguir información.

    —Señor Chamder —dijo Jake seriamente—, he descubierto algo importante. He descubierto que los comandantes del equipo malvado que amenaza en las sombras a nuestra querida Nova son seres queridos del antiguo Alto Mando. Eso hace pensar que existe una clara conexión entre ambos criminales. ¡Puede que uno de sus Titanes sea el que una vez lideró al Alto Mando, cuando cometieron fechorías! Tal vez sea la mente maestra detrás de todos los planes de los Neutrón —meditó un momento—. Pero, por alguna razón, los del viejo Alto Mando dicen que tienen un plan “distinto” a los Neutrón, y que es su jefe quien lo va a cumplir.

    El ex campeón sonrió con algo de melancolía.

    —Lo que quiero preguntarle es: ¿quién es él? ¿Quién es el que está detrás del Alto Mando? Si alguien lo sabe, ese es usted.

    Por alguna razón que Jake no entendió, Laia agachó la cabeza con tristeza al oír todo aquello.

    —Buscas respuestas en mí, y es obvio que las tengo —afirmó Chamder—. Pero podrías haber hallado las respuestas mucho más cerca de lo que crees —con su bastón, el anciano señaló a Laia. Jake la miró sin entender—. Tal vez yo tenga la solución a todo. Podría hablar, y podría poner fin a tus dudas definitivamente, y darte la clave para vencer definitivamente al Equipo Neutrón y al jefe del ex Alto Mando.

    —¿Y bien? —preguntó Jake.

    —No puedo hacer eso —contestó con pesadez Chamder—. No debo hacerlo, más bien. Y con el tiempo entenderás por qué. Por ahora, solo puedo decirte que ella tiene respuestas que tú anhelas, aunque no sean todas —dijo refiriéndose a Laia, mientras se aferraba a su Claydol, quien usó teletransportación y se llevó a su entrenador de allá.

    Quedaron en un pequeño silencio en aquel entonces. Luego, Jake posó su mirada en los profundos ojos de Laia, y dijo con seriedad:

    —¿Qué respuestas puedes darme tú, Laia? ¿Quién eres?

    Laia, quien hasta entonces tenía la cabeza gacha, la alzó con lentitud y miró seriamente al padre de su futuro hijo.

    —Él se hace llamar “Sombra”. La última vez que lo vi fue hace diez años, o incluso un poco más. Él es… espeluznante. Alto, moreno y de unos ojos amenazantes y color sangre. Siempre iba trajeado. Porque él era en realidad el presidente de una empresa que cerró hace ya mucho, cuando él despareció: “Silph SA”. No sé de dónde vino. No sé qué quería exactamente. Pero intentó entrar en una sala, en un templo que se encontraba bajo tierra. Una sala que estaba sellada, y cuyo sello estaba a punto de romperse: la sala que, supuestamente, alberga descansando al mismísimo Arceus.

    Jake había escuchado con atención la declaración de Laia, pero ésta aún no había respondido a su segunda pregunta.

    —¿Cómo puedes saber todo eso? —quiso saber él.

    —Porque yo le detuve —alzó su mirada con fiereza, mostrando fuego en ella. Sin duda recordar aquello le producía todo un tsunami de sentimientos en su interior.

    Jake exclamó al oír aquello.

    —¿Cómo dices? —logró preguntar, aún sorprendido.

    —Que yo ayudé a Chamder a frustrar sus planes, Jake. Yo y más gente, más… amigos. Amigos que ahora no están —derramó una lágrima—. Prefiero no hablar de ello. La cuestión es que no entró. No logró entrar en la sala, Jake. Nunca lo hizo, porque el sello pudo regenerarse a tiempo.

    Jake meditó en silencio.

    —Probablemente, ese malnacido quiera volver a romper el sello. Pero éste tardará mil años en volver a romperse por el paso del tiempo, así que si lo que pretende es controlar a Arceus, debe tener otro plan en mente para romper el sello. ¿Pero cómo podrá hacerlo? ¿Es posible? —Laia se mordía los labios mientras pensaba en ello.

    —La Ofrenda —dijo Jake con los ojos muy abiertos, como teniendo una revelación—. ¡Claro! Con los pokémon legendarios, podrían, quizá, romper el sello. ¡Debe ser eso!

    —¿Sigues pensando que Sombra es el líder de ese equipo Neutrón? —preguntó la joven.

    —No lo sé —respondió Jake—, pero algo me dice que tiene más relación de la que creemos con ellos. Sin duda, él y los del antiguo Alto Mando, de alguna manera están “usando” al equipo Neutrón para que logren alcanzar su objetivo.

    Laia agarró el brazo de Jake.

    —¿Por qué te interesa tanto descubrir a esta gente? ¿Por qué tanta implicación con ellos? ¿Quién eres tú, Jake? —preguntó esta vez ella.

    —Yo solo soy alguien que se preocupa por sus tierras, que las adora, a ellas y a los pokémon que la habitan, y que no va a permitir que nadie le haga ni el más mínimo daño a ninguna de los dos —dijo él. Luego miró muy de cerca a Laia—. Y también soy el padre de tu hijo. Tu pareja.

    —¿M-Mi pareja? —se preguntó ella, sonrojada.

    Jake sonrió.

    —Claro que sí. Siempre que tú quieras claro —Jake se aclaró la voz y juntó las dos manos de Laia entre las suyas—. Pero bueno, hagamos esto formalmente. Laia, ¿quieres ser mi novia? —dijo de forma tierna, siempre sin dejar de sonreír.

    Ella simplemente asintió, sonriendo.



    En otra parte, muy lejos de allí.

    Un hombre anciano, el excampeón Chamder, miraba desde lo alto de un edificio, acompañado de su Claydol, cómo el agua inundaba aquella ciudad, aquella tan famosa por ser una de las más exóticas de Nova, Ciudad Marea.

    Justo salía entonces del edificio sobre el que se encontraba una chica rubia acompañada de otros dos niños más jóvenes que ella.

    —Justo como debía ser —comentó al aire, en voz baja, Chamder. Sonrió—. Manaphy se ve muy feliz —miró al cielo—. Supongo que es la única manera que tengo de ayudar. De arreglar las cosas. `

    Y recordó.



    El ya mayor Manaphy, acompañado de sus Phione, estaba dando las últimas bocanadas de aire, dando un último paseo por las profundidades de los mares. Cargaba un huevo, un huevo muy especial; el huevo del que sería el nuevo Manaphy, el que sería el nuevo jefe de aquellos Phione.
    Debía encontrar un lugar seguro para que el huevo creciese, un lugar donde los Phione pudieran cuidar de él hasta que nazca sin ningún problema. Y debía encontrarlo antes de que su vida se apagase. ¿Y qué mejor lugar para cuidar al huevo que en el mismo templo de Kyogre, el supremo soberano del mar?
    Así que, atravesando por la parte más profunda del océano las montañas que se alzaban alrededor del Templo, bajo la Isla Rocamar. Pero entonces, un profundo estruendo los asustó, y los tres Phione se abrazaron a Manaphy y al huevo, temerosos: los humanos estaban golpeando y destrozando las montañas desde arriba, y eso hacía temblar todo el fondo marino.
    Hasta que, en un estruendo, una roca cayó sobre ellos, aplastando a dos de los tres Phione y al viejo Manaphy, que logró soltar el huevo a tiempo.
    Viendo como la roca aplastaba a sus amigos, el Phione que se salvó trató de levantar ésta, ignorando que el huevo marchaba con la corriente.
    Pero era tarde; otro derrumbe se producía, y más rocas caían sobre ellos. El pobre Phione no pudo hacer otra cosa que huir, perdiendo de vista el huevo y viendo cómo sus amigos eran aplastados hasta que no pudo vérselos más, hasta que no respiraron.




    Así, el anciano paseaba por las costas mirando el nocturno cielo, cuando notó que algo se acercaba. Mirando al mar, contempló con la dificultad de la noche cómo un extraño objeto se aproximaba.

    —¡Es el huevo de Manaphy! —exclamó cuando ya estaba cerca, agarrándolo—. Así que, después de todo, todo se repite —sonrió melancólicamente—. Bien, no debes estar aquí, pequeñajo —dijo mientras sacaba a su Claydol y se marchaba de allí usando teletransporte.

    Esa noche, la marea estaba muy alta en la ciudad que recibía el nombre de ésta. Acercándose volando con su pokémon, Chamder colocó con sumo cuidado el huevo sobre el agua enfrente de un gran edificio: el gimnasio pokémon. La tranquilidad de aquellas aguas hizo que el huevo flotase con serenidad cerca de la puerta de éste.

    Chamder se quedó un rato arriba, en el aire, observando. Y entonces se encendió una luz, y el rostro soñoliento de una niña de unos trece o catorce años se asomó por una ventana. Ella se había desvelado. Miraba el agua con tranquilidad, parecía que eso la relajaba cuando no podía dormir.

    —¿Huh? —dijo ella al ver el objeto que flotaba cerca del gimnasio. Rápidamente, se metió dentro del lugar y salió a la puerta. Miró a ambos lados, como buscando a su dueño, pero al no ver a nadie, se agachó, extendiéndose para poder cogerlo sin caer al agua. Lo abrazó y lo miró—. Es un huevo de un pokémon —dijo finalmente, sonriendo ampliamente.

    Chamder no pudo evitar contagiarse de la alegría de aquella niña, y sonrió desde las alturas del cielo.

    —Así debe ser, Melly. Ese será tu pokémon, así está escrito —dijo sin que ella lograse oírlo ni verlo, más bien para sí mismo. Su pokémon comenzó a aletear—. Mi trabajo aquí está hecho.

    Y se marchó, perdiéndose en el horizonte del oscuro cielo.
     
  13.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    3201
    ¡Guau! ¿Cuántos meses hace que no publico? xD En fin, no quiero que esto muera, así que voy a subir otro capítulo aquí y ahora, aunque me tarde en subir el siguiente.
    Así que, ahora, voy a poner el número 78, un capítulo muy especial, uno en el que se revela otro secreto (que creo que se hace ya algo obvio xD) y además uno "doble", como aquel del encuentro Byron/Melly.

    CAPÍTULO 78– Apolo (Byron/Jake)

    –Pero, ¿¡por qué no lo haces bien!? ¿Es que no entiendes que no me vale con una llamita? ¡Nada de compasión! ¡¡Que arda, calcínalo!!

    Ella agachaba la cabeza.

    –Pero padre –dijo, junto a su Ninetales–, esos Wurmples ya están debilitados.

    El hombre, muy enchaquetado y cuya mirada profunda y siniestra se clavaba, junto a esa sonrisa tenebrosa, en ella, dijo:

    –No basta con que estén debilitados. Tienen que ser pasto de las llamas. ¡¡Usa llamarada con tu Ninetales, y esta vez, hazlos cenizas!!

    Ella cerró los ojos, y alzó la voz temblorosa. A su Ninetales también le temblaban las patas.

    –¡L-Llamarada! –gritó, y una lágrima derramó cuando oyó el crepitar de las llamas.

    –Así… tú serás mi mano ejecutora –reía él, en voz baja, cuando, de repente, se alertó y miró hacia atrás–. ¡Niña! Escóndete, vamos. Nadie debe verte.

    Ella, aún sollozando, se escondió con su Ninetales, mientras el humo que había provocado la fogata de los Wurmple.

    El hombre se giró definitivamente cuando su “hija” se hubo escondido tras los árboles, y dijo:

    –¿Quién anda ahí?

    Mientras eso sucedía, ella miraba desde su escondite.

    Un Ambipom salió de entre los árboles, portando una especie de colgante con forma de esfera al cual le faltaba un pequeño fragmento. Su mirada furiosa hacia el hombre, acumulando lágrimas en sus ojos, le dejó clara al hombre enchaquetado cual era el motivo de su irritación. Había sido atraído por el humo provocado en plena zona safari, y, al ver la identidad de su creador y de lo que había hecho, quemar a varios Wurmple, su irritación se volvió en auténtica ira.

    Mas, ante su presencia, el enchaquetado solo pudo reír maniáticamente.

    –¿Otra vez tú, mono? Es irónico, ¡parece que quieres perseguir tu propia desgra…! –no pudo terminar la frase, pues oyó una voz en su cabeza, como si ésta perforase su cerebro<<Tiene gracia. Pensaba que las leyes de tu tribu eran no hacer ningún tipo de daño a la naturaleza>>

    Él comenzó a mirar a su alrededor, buscando de dónde provenía esa voz que parecía horadarle directo en su cerebro.

    <<Así que tu plan consiste en manipular a una pobre chica para que ella haga las atrocidades que tu estúpida ley moral no te permite hacer como “ex Lumíneo”, ¿no? Sinceramente, me pareces patético. No te sientas mejor, aquí el que en realidad mata y el que en realidad destruye eres tú, no esa chica a la que manipulas>>

    –Tú… –dijo él, al darse cuenta de dónde provenía la voz. La chica que se escondía tras los árboles y ese Ambipom, inconscientes de lo que sucedía en su mente, miraban extrañados cómo hablaba solo.

    <<¿Sorprendido? Después de todo, en cierta manera estamos conectados>>

    –Sigues ahí, ¿eh? –dijo, mirando a Ambipom–. Pues no por mucho tiempo.



    Vesta despertó de sus recuerdos cuando oyó que pronunciaban su nombre.

    –¿Sucede algo, jefa? –dijeron, al mismo tiempo, dos jóvenes que llevaban un uniforme más estilizado que el que acostumbraban los de la patrulla volcánica. Eran las dos Vestales.

    –Nada –comentó la jefa con rostro vacío–. ¿Qué queríais?

    –Apolo nos ha dicho que os informemos. Quiere que la patrulla volcánica sea la que se encargue de recoger al Elemento-T –comentó la primera de las Vestales.

    Una sonrisa se dibujó en su rostro.

    –Piensa que los de nuestra patrulla somos los más indicados para atrapar a ese –explicó la otra.

    Vesta rió de nuevo mientras andaba alrededor de sus dos subordinadas.

    –El Elemento-T, ¿eh? Interesante –murmuró–. Muy interesante.


    [Byron]

    Byron se estiraba, siendo imitado por Gallade. Acababa de llegar, tras volar con Aerodactyl, a su próximo destino, donde aguardaba su séptima medalla de gimnasio: Isla Acantilado.

    Haciendo honor a su nombre, la isla se situaba en lo alto de un gran acantilado, es por eso que solo desde aire podía llegarse con facilidad; nada que a Byron y su Aerodactyl les supusiese un problema.

    Contemplando las calles de la Isla, Byron iba conversando con Gallade con ambas manos en su nuca, mientras caminaban.

    –A ver, Gallade, ¿a qué pokémon crees que debería usar en este gimnasio?

    El pokémon tipo psíquico se encogió de hombros.

    –La verdad es que no sé en qué tipo se especializa este líder, pero por lo pronto, le daré un descanso a Mud. Ha peleado en todos los combates de gimnasio desde que nació. Y creo que probaré a Skorupi, que aún no ha podido lucirse, y a Tangela, que tampoco la he usado mucho. ¿No?

    Gallade suspiró.

    –No seas egoísta, ¡que tú ya has combatido muchas veces! Para el próximo, te prometo que te usaré.

    Siguieron caminando, y la cercanía de la Liga pokémon era algo que no podía quitarse Byron de la cabeza. No podía dejar de pensar en qué pokémon usaría para la Liga, no podía dejar de pensar en qué tipo de rivales serán los del Alto Mando, ¡y el propio Campeón! ¿Cómo serían sus caras? ¿Qué tipo de pokémon usarían? Nova llevaba tan en secreto el tema de la Liga… además, más lo motivaba el hecho de que aún, nadie, había logrado destronar al Campeón. ¡Él sería el primero! De eso estaba convencido. Costase lo que costase.

    Iban caminando cuando, de repente, una chica conocida se cruzó en su camino.

    –¿R-Regina…?


    [Jake]

    Jake acababa de desembarcar de lomos de su Charizard en la Isla Acantilado. Un amigo le esperaba allí, donde habían quedado para reunirse.

    Zoroark le acompañaba, de brazos cruzados.

    –¿Sucede algo? –decía sonriente Jake.

    Zoroark lo miró y suspiró.

    –¡Alégrate! Tenemos mucho que hacer por delante. Lo primero es encontrar a Wing. Imagino que estará en el gimnasio, ¿no?

    Zoroark negó con la cabeza.

    –¿Qué te preocupa?

    Zoroark lo miró seriamente y comenzó a transformarse. Adquirió la forma de una chica que Jake conocía muy bien: Laia.

    –…¿Qué sucede con ella? No me digas que estás celoso. ¡Zoroark, que va a ser la madre de mi hijo!

    El siniestro pokémon volvió a negar con la cabeza. Volvió a cambiar de forma, esta vez adquirió la forma de Zeus.

    –Vale, ya te entiendo. No, tranquilo, no voy a descuidar por ella mis obligaciones ni al equipo Neutrón… pero entiende que voy a ser padre, y, ¡no pasa nada porque un día lo tomemos libre!

    El zorro sonrió, aún con la cabeza gacha, ya en su forma original.

    De repente, su marcha se vio interrumpida, ya que se encontraron con un joven que buscaba desesperadamente a alguien.

    –Ey, ese es…


    [Byron]

    Byron salió a correr hasta alcanzar a Regina, que miraba al frente sin mediar palabra. Llevaba unas extrañas ropas y en su mano, un antifaz blanco.

    –¡Regina! Has vuelto… ¿y Meloetta? ¡¿Pudiste rescatarlo?!

    Ella lo miraba con los ojos vacíos, callada, y meditativa.

    –R-Regina –murmuró–. ¿Regina es mi nombre? ¿No soy… Artemisa?

    Byron echó su cabeza a un lado.

    –¿Qué dices? ¿Qué te sucede?

    Regina se agachó y se agarró la cabeza.

    –¡Pero qué me pasa! –exclamó, como si una batalla dentro de ella se estuviese llevando a cabo de manera muy brusca.

    –¡Regina, espabila! –decía Byron, zarandeándola.

    –¿Q-Qué me hizo ese viejo…? –murmuraba. Luego, alzó la vista de nuevo, para toparse con la mirada de Byron–. No conozco a ninguna Regina –sus ojos habían cambiado de nuevo, ahora, no mostraban ninguna expresión, eran vacíos y negros–. Soy Artemisa –se colocó el antifaz blanco–, ¡líder de la División Blanca del Equipo Neutrón! –sonrió mientras sacaba tres Smeargles que miraron amenazantes a Byron.

    –¿Qué dices, Regina? –Byron, estupefacto, liberó a Skorupi y a Tangela, que encararon, junto a Gallade, a los tres rivales.


    [Jake]


    –¿A dónde va? –se preguntó Jake, al ver como ese chico de antes buscaba desesperadamente a alguien corría en una dirección–. Zoroark, vamos tras él.

    Zoroark lo miró, dando a entender que veía absurdo perseguir a ese chico.

    –Tengo un mal presentimiento. Es solo eso –reconoció Jake mientras se apresuraba tras el joven.

    El chico al que perseguían parecía haber encontrado a la joven a quien buscaba, pero ésta, para sorpresa de Jake, era alguien ya conocida por él hace relativamente poco tiempo, y estaba teniendo una batalla con un joven.

    Por suerte, él parecía estar ganándola por bastante diferencia.

    –Esa es… la tal Artemisa, la comandante nueva de los Neutrón. Pero, ¿por qué la estaba buscando él? –meditó, oculto tras un edificio, esperando a ver qué sucedía.

    El joven al que perseguían decidió esperarse a que ella terminase su combate.


    [Byron]

    Pese a la gran versatilidad de los tres Smeargles, Byron, Tangela y Gallade demostraban una coordinación y fuerza muy superior. Sin embargo, no sucedía lo mismo con Skorupi, que tenía ciertos problemas con uno de los Smeargles. Pendiente de las batallas de Gallade y Tangela, Byron apenas se fijó en Skorupi, y ya fue demasiado tarde.

    –¡Skorupi! –exclamó, al darse cuenta de que Smeargle cargaba con su Lanzallamas contra él. El ataque de fuego impactó y Skorupi cayó al suelo. Byron, resignado, sacó su ball y se dispuso a regresarlo a su ball–. Vuel… –iba a decir Byron, pero, en ese momento, el pequeño alacrán se levantó y, haciendo de tripas corazón, cargó contra su rival, y, en ese momento, un brillo lo rodeó y Skorupi evolucionó.

    El ahora fuerte Drapion golpeó con su Veneno X a Smeargle, tumbándolo, y dándole así la victoria a Byron.

    –¡Genial, Drapion! Enhorabuena, ha sido una excelente batalla –le felicitó, alegre. Luego miró a Regina, y se percató de que un joven se acercaba–. ¡Oh! Tú también estás aquí, …

    [Jake]

    –Ese chico y sus pokémon son muy buenos –meditó Jake–. Qué bueno que ganase a esa del equipo Neutrón. Pero me pregunto qué tiene que ver él en todo esto… ¿por qué la perseguía? En fin, Zoroark, estate preparado para lo que pueda pasar.

    Asomándose un poco más, pudo ver como la supuesta Artemisa se volteaba a mirar al recién llegado. El joven que había peleado con ella estaba alegre de verle allí. Pero, de repente, por algo que no alcanzó a oír Jake, el victorioso de la batalla se sorprendió y dio un paso atrás: el recién llegado acababa de noquear a Artemisa e, inconsciente, ésta se precipitó al suelo. Luego, el recién llegado la agarró entre sus brazos, sacando un gran Dragonite el cual la recogió, esperando a la orden de su entrenador para alzar el vuelo.

    –¿Qué demonios… significa esto? –dijo Jake, mientras se acercaba un poco más para lograr oír lo que decían.


    [Byron]

    –¡Tú! ¿Qué estás haciendo? ¡Creía que fuiste con ella para ayudarla a rescatar a Meloetta!

    El recién llegado sonrió, mirando a Byron con malicia.

    –Chico, me hubiese gustado guardar el suspense más aún, pero comenzabas a ser peligroso. Algo le han hecho a Regina, que ha provocado que recuperase parte de sus recuerdos… ¡y casualmente, te ha recordado a ti! Por eso ahora se empeña en seguirte.

    –¿¡Qué demonios hablas de unos recuerdos!?

    El otro rió.

    –¿No lo entiendes aún? Aquel día, en el Centro Comercial, Meloetta desapareció de golpe. Todo aquello de los del equipo Neutrón, esa persecución que hicimos ella y yo, ¡vamos! No era más que una treta. A Meloetta la atrapé yo desde el principio. Todo eso era para acercarla a la base principal. Allí, le arrebatamos los recuerdos que nos interesó con nuestra tecnología y logramos “transformarla” en una nueva comandante, una valiosa ayuda que estaría dedicada a colaborar en la captura de los legendarios. Así, dos pájaros de un tiro: teníamos a un nuevo legendario, Meloetta, y a una nueva comandante. Y dime, ¿quién mejor para ejecutar ese plan que su querido hermanito? Nunca desconfiaría de mí.

    –Tú… –gruñó Byron–. Tú eres… ¡eres despreciable! ¿Cómo pudiste hacer eso?

    –Sí, sí, ya sé –dijo, encogiéndose de hombros–. Mancharme yo las manos, con tantos subordinados a mi cargo. Pero, al fin y al cabo, ella, como ya he dicho, nunca habría sospechado de mí.

    Byron apretó su puño con rabia.

    –¿Por qué, Eric? Creía que eras un amante de los pokémon, un experto en concursos, ¿por qué haces esto?

    Eric rió de manera algo maniática.

    –Prefiero que me llames Apolo. Suena más elegante –dijo, mientras agarraba una ball–. ¿Por qué, preguntas? Dime, cuando lo has conseguido todo, cuando te cubres de gloria y llegas a lo más alto, en mi caso, de los concursos, ¿qué te queda por hacer? Nada. Por eso, aspiro a algo más… y con el equipo Neutrón, lo puedo conseguir. Por eso yo mismo lo fundé. Porque yo soy, y no lo olvides, muchacho, Apolo, el líder del equipo Neutrón, por mucho que oigas que hay tres líderes. Yo soy el cerebro del equipo, chico.


    [Jake]

    –¿A-Apolo? –Jake no daba crédito de lo que estaba escuchando–. Ese discurso… “cuando lo has conseguido todo”, es el mismo que usó Lydia, o, bueno, Hera. ¿Es que los tres Titanes son celebridades? Eric, el Gran Coordinador, ¿Apolo? –miró a Zoroark, y ambos asintieron–. No podemos quedarnos de brazos cruzados.

    Mientras Jake decía esto, Eric, o Apolo, había sacado de su ball a su imponente Sceptile.


    [Byron/Jake]

    –Alguien logró despertar los recuerdos de mi hermanita –siguió Apolo–, y ella te ha buscado a ti para lograr con tu ayuda recomponerlos completamente. Empiezas a ser demasiado molesto, chico. Así que, ya que estoy haciendo el trabajo sucio, me encargaré por siempre de ti –Sceptile se puso en guardia–. Después de todo, las cosas, como mejor salen, es haciéndolas uno mismo –miró a Dragonite, que aún cargaba a Regina–. ¡Vamos, Dragonite! Llévatela, habrá que borrarle la memoria de nuevo.

    Dragonite comenzó a volar, y, pese a que Byron pretendió ir a ayudarla, Sceptile, que lanzó un hoja afilada contra él, hizo que éste tuviese que esquivarla saltando hacia atrás, evitando que sacase a Aerodactyl.

    –Regina… –gruñó al ver, impotente, como se la llevaba Dragonite.

    El silencio se hizo un momento, mientras Sceptile y Drapion se encaraban, analizándose con furia. Pero entonces, una voz resonó en la zona:

    –¡Pulso umbrío!

    Centenares de esferas oscuras golpearon a Dragonite, que dejó caer a Regina al mar; pero en ese momento, antes de rozar el agua, como un rayo, un Charizard la recogió al vuelo, posándose luego en el suelo, dejándola a salvo junto a Jake.

    –Tranquilo, chico –dijo Jake–. No estás solo.

    Byron asintió, sonriente. No sabía de dónde salió ese tipo, pero sin duda era de ayuda.

    –¡Gracias, tío! –le dijo desde lejos, alzando su pulgar derecho hacia arriba, y miró luego al Sceptile que le amenzaba.

    “Apolo” miró hacia atrás.

    –¡Vaya! La otra rata entrometida –entonces, se percató de algo–. ¡Ah! Bonita estampa la de hoy, ¡el esperado encuentro! –y rió.

    Jake inclinó la cabeza sin entender muy bien, y el pelirrubio reaccionó de la misma manera. Pero Byron no estaba dispuesto a hablar.

    –¡Vamos, Drapion! ¡Veneno X!

    Las afiladas garras del escorpión se tiñeron de veneno, y amenazaron al pokémon planta con entoxicarle. Pero, al atacarle, el Sceptile simplemente desapareció. Apolo comenzó a reír ante la cara de desconcierto de su rival y de Jake.

    –Después de todo, se pueden aprender cosas de los amateurs –comentó, al recordar la técnica de ese coordinador de nombre Kyle, consistente en usar doble equipo desde el momento en que sale a escena el pokémon y hacer creer al rival que la réplica es el verdadero–. ¡Excavar!

    Con energía, Sceptile emergió justo de debajo de Drapion, mandándolo a volar con el golpe. Y, desde abajo, cargó un potente rayo solar dispuesto a ser lanzado, pero…

    –¡Ya basta, Eric! –gritó Jake, y su Zoroark, usando protección, se interpuso en la trayectoria del Rayo solar, para luego convertirse en Snorlax y servir de “colchoneta” a Drapion, que cayó con suavidad sobre su panza–. ¡Lárgate de aquí si no quieres ser despedazado tú, y no él!

    Eric miró a Jake: tras él estaban su Garchomp, su Metagross, su Snorlax, su Lucario y su Charizard, éste último cargando a la desmayada Regina.

    –Sabes que no tienes oportunidad contra mí, y menos si me ayuda alguien más. Eres uno contra dos, tus esbirros no están para ayudarte.

    Apolo comenzó a reír levemente, mientras se agarraba a la pata de su Dragonite.

    –Tranquilo, algún día el equipo Neutrón te demostrará que no te tiene miedo.

    Y se perdió en el horizonte, volando.


    Byron corrió a ver cómo se encontraba Regina, acercándose a ella, que estaba en brazos de ese Charizard negro tan veloz.

    –¿Está bien? –preguntó.

    Jake asintió.

    –Muchas gracias –agradeció el rubio, recolocándose la gorra–. No sé de dónde sales, pero nos has sido de mucha ayuda. ¡Tus pokémon son la bomba! –sonrió.

    –No hay de qué –agradeció éste–. Aunque deberías tener más cuidado, ese equipo Neutrón no va en broma.

    –Nah, tranquilo, sé lo que hago, no es la primera vez que encaro a uno de esos –sonrió, mientras extendía la mano para decir: –me llamo Byron, ¿y tú?

    Al oír aquello, Jake quedó paralizado. Lo miró fijamente, sin poder creer lo que veía. ¿Byron? Es solo una coincidencia de nombre, pero, ¿ya ha enfrentado más veces al equipo Neutrón? Como Hera dijo que había hecho su hermano.

    Comenzó a mirarlo, y recordó en su mente la imagen de aquel niño que era su hermano. Había cambiado muchísimo, sí, y nunca lo hubiese dicho a simple vista; pero aquel niño y ese joven eran la misma persona. Byron, su hermano pequeño.

    No pudo evitar derramar una lágrima.

    –¿Estás bien? –dijo Byron–. ¿Sucede algo? ¿Estás… llorando?

    Jake se secó la lágrima y sonrió.

    –Tranquilo, solo es que algo se me metió en el ojo. Encantado de conocerte yo también. Mi nombre es Ja…–por un momento, pensó en revelarle que era su hermano. Pero, ¿cómo reaccionaría él? ¿Qué haría? Tal vez ya lo haya olvidado. Tal vez no le crea. Tal vez se enfade por saber que nunca se preocupó por regresar. Así, acabó mintiendo–. James. Mi nombre es James.

    –Pues encantado, James. Siento no poder quedarme más, pero llevo algo de prisa. ¡Tengo que llevar a Regina al Centro Pokémon y conseguir mi séptima medalla de gimnasio –dijo mientras montaba en sus espaldas a la debilitada chica ¡Hasta la vista! –y comenzó a correr, pero Jake lo detuvo.

    –¡Espera! Yo también voy al gimnasio, el líder es un conocido mío. ¿Puedo… acompañarte?

    Byron volvió a sonreír, seguido de Gallade.

    –¡Claro! Venga, no perdamos más el tiempo.

    Y siguió corriendo.

    Antes de que Jake lo siguiese, Zoroark lo miró. No hicieron falta gestos ni transformaciones: simplemente lo miró, y Jake asintió, a lo que su pokémon sonrió con alegría.

    Luego, Jake corrió tras él.

    Mientras Byron avanzaba a ritmo rápido con Regina en su espalda, pensó:

    –“Tranquila, Regina. Vuelves a estar conmigo. Recuperaré a tu Meloetta, y nunca, nunca más volveré a dejar que te pase nada. Y, si es cierto que has perdido la memoria… yo haré que la recuperes”.
     
  14.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    2192
    CAPÍTULO 79— Visiones (Melly)

    Acababan de desembarcar Melly, Leo y Kari en el Puerto Mayor (Portual), la última de las zonas de Nova que a nuestra coordinadora le quedaba por recorrer. Había aprovechado la influencia de su madre en Ciudad Marea para montar en el primer barco que les llevase hasta allá.

    Había sido un breve pero intenso reencuentro con su familia, y claro, también con Gelia, amiga de la familia desde siempre.

    Pero Melly tenía algo de prisa, pues en diez días comenzaba el concurso de Calagua más próximo, y antes quería pasar por ciertos sitios de Nova Este.

    —Es increíble toda la familia famosa que tienes —comentó Leo mientras atravesaban el enorme puerto donde habían desembarcado, el más grande embarcadero de toda Nova, de donde partían centenares de barcos día tras día, con fines tanto comerciales como transportistas.

    —Bah, no es para tanto —dijo ella, modestamente—. Tan solo soy hija de una líder de gimnasio, amiga de una miembro del alto mando, amiga del hermano de otro miembro del alto mando, conocida de Eric, el rey de los coordinadores…

    —¡Para, para! —exclamó alucinado Leo, cuyo Zubat, en su cabeza, agitaba las alas, pareciendo responder al estado de asombro de su entrenador—. ¿Y dices que no conoces a muchos?

    Kari se rió un poco.

    —Bueno, eso es lo de menos, ¿no? —comentó ella, sonriente y tranquila, como solía ser siempre—. Después de todo, lo importante es que ella misma intente ser famosa algún día, ganando el Gran Festival.

    —Exacto —afirmó ella.

    Continuaron la amena charla por unos minutos, y en poco tiempo se encontraban en la larga ruta que unía el Puerto Mayor con el próximo destino, Pueblo Núcleo, el centro de la zona Este de Nova.

    La ruta era ligeramente boscosa, con más arbustos que árboles. El sonido de los Starlys que sobrevolaban la zona junto con el característico “canto” de los Kriketot y Kriketune hacían agradable pasear por esa zona.

    Habían sacado a todos sus pokémon para que pudiesen caminar libremente.

    La conversación de los jóvenes pasó por un tema interesante: sus pokémon.

    —Yo estoy muy orgullosa de todos mis pokémon. Conozco a Manaphy desde hace mucho… —comentaba Melly mientras miraba sonriente a su legendario, que hacía lo mismo desde su hombro—. Lo encontré cuando era un huevo, y desde entonces he estado con ella. Servine y Magmortar eran amigos antes de que yo los conociese, cuando aún eran un Magby y un Snivy. Los conocí poco después de iniciar mi aventura, así que ambos fueron mis primeras capturas —miró a los dos pokémon mencionados, que discutían alegremente sobre quién sabe qué—. Luego, Mothim… —miró a su polilla, que se posó sobre su cabeza—. Bueno, se podría decir que salvó a Manaphy aún siendo un Burmy. Hippopotas —el pokémon bostezaba mientras caminaban— estaba montando escándalo en Ciudad Madera, ¡pero era para ayudar a su madre! Por suerte, pudimos aclararlo todo. También está Strahl, al cual parece que lo conociese desde siempre —el Pichu picoreja caminaba a su lado, alegre y vivaz, dando saltitos de vez en cuando—. Luego… —miró al pequeño Togepi que bailoteaba alegre en sus brazos—. Este pequeño, bueno, ya lo vistéis, nació de un huevo que me dio la madre de Jeray. Pronto será un pokémon Volador, aunque ahora me conformo con que sea de tipo normal, ¿eh, pequeño?

    —No es de tipo normal —comentó instintivamente Kari, tras lo cual se percató de lo que acababa de hacer.

    —¿Qué dices, Kari? Debe haberte entrado fiebre —bromeó Leo.

    Ella rió de manera algo forzada.

    —Sí, supongo que ha sido una confusión. Son demasiados tipos, entre los dieciocho tipos elementales me he liado —y de nuevo volvió a abrir mucho los ojos, dándose cuenta de su fallo—. Eh, digo, diecisiete, sí, diecisiete tipos. Normal, lucha, volador, fuego, planta, bicho, agua, dragón, psíquico, siniestro, fantasma, eléctrico…

    —…veneno, tierra, roca, acero, hielo —completó Leo.

    —Y… y ya está, diecisiete —concluyó la más joven de los tres.

    Pero Melly se dio cuenta de que algo raro había en Kari. Desde que la conoció lo sospechó. Era como si ocultase algo, sin duda.

    Y entonces se percató del detalle que observó la otra vez. De sus Eevee cuyos nombres, en referencia a un color concreo, y accesorios representaban la evolución que iban a alcanzar. Y de ese Pinky, el que siempre iba fuera de su ball, el Eevee que llevaba un lazo rosa y cuyo nombre, precisamente, se identificaba con ese color.

    —¿Y tú, Kari? —quiso saber Melly—. ¿Por qué solo Eevees?

    Ella se emocionó de que le hiciesen esa pregunta. Pero quiso reservarse y guardar el suspense.

    —Es solo que pienso dar una gran sorpresa si llego al Gran Festival. Hacer algo que nunca nadie haya visto.

    Melly asintió.

    —Pero tus Eevee —comentó— van a evolucionar cada uno a un pokémon distinto, ¿no? A Vaporeon, Jolteon, Flareon, Glaceon, Leafeon, Umbreon y Espeon.

    —Así es, supongo que era obvio, por los motes y los complementos —se sonrojó un poco.

    Melly la miró, decidida a hacer la pregunta que le inquietaba.

    —¿Y qué hay de Pinky? Que yo sepa, solo hay siete evoluciones de Eevee, y ninguna es rosa, que si no me equivoco, es el color que representa su mote. ¿A quién evolucionará ella?

    Leo silbó.

    —Guao, buena detective —dijo medio en broma—. No había pensado eso. ¡Venga, sácanos de dudas, Kari!

    Kari miró al suelo, acorralada, mientras pensaba qué contestar a eso.

    —Eh, yo, bueno, ¡Pinky no va a evolucionar! Ella será la única que se quedará en Eevee.

    A Melly pareció no convencerle la explicación.

    —¿Y por qué un lazo y el color rosa?

    Kari, con la voz muy baja, dio la excusa más increíble que pudiese dar, tras la cual Melly siguió sin quedar satisfecha, pero decidió dejar de preguntar, al ver que eso incomodaba a su compañera.

    —Porque… me gusta el rosa —sonrió de manera muy extraña.

    Continuaron su viaje tranquilamente, y durante un tiempo reinó el silencio. Todos deseaban llegar cuanto antes al próximo de sus destinos: las ruinas de Lavacalda, otra de las ruinas de una de las ciudades antiguas, que permanece así desde el Choque. Por lo visto, Kari necesitaba algo que allí había. Y, para llegar ahí, primero había que llegar a Pueblo Núcleo.

    Aburrida de la caminata sin charla que estaba alargándose más de la cuenta, Melly, con Togepi sonriendo entre sus brazos, rompió el hielo.

    —¿Sabéis…? Hay algo que me inquieta —se decidió a contar—. Vais a pensar que estoy loca, pero es verdad.

    —Venga, habla, no creo que estés más loca que yo —bromeó el del Zubat en la cabeza.

    —Esto, ¿cómo explicarlo? Desde hace algún tiempo, diría que poco después de ganar mi primera cinta, comencé a tener… ¿visiones? Sí, podríamos llamarlo visiones.

    Leo alzó las cejas.

    —Hala. ¿Ves el futuro?

    Melly rió.

    —No, no es eso… creo. Es como si viese la vida desde otros ojos. En todas mis “visiones” veo a un hombre, o bien oigo su voz y siento como si yo fuese él, como si viese lo que él veía. A veces me pasa estando despierta. Pero el otro día, por ejemplo, tuve un sueño en el que veía como sufría un accidente de tráfico. ¡Juro que podía sentir el dolor! Él era un padre de familia, y su mujer y uno de sus hijos iban con “él”. El coche, por alguna razón se cayó por un barranco.

    —¿Murieron? —preguntó preocupada Kari.

    Melly, con la cabeza gacha, se encogió de hombros.

    —No lo sé. Supongo que sí. Al menos, él sí que murió. Lo último que recuerdo es la voz de un hombre y un golpe en la cabeza. El accidente no lo mató, o eso creo; fue alguien el que lo hizo.

    —Eso es… raro. Raro y escalofriante —afirmó Leo.

    Melly suspiró, y luego sonrió.

    —Supongo que solo sería un sueño, solo eso.

    —Pero, ¿y las visiones? ¿cómo las explicas?

    —No lo sé, Kari. Quizá, después de todo, solo sean imaginaciones mías.

    Leo intervino.

    —¿Y las tienes cuando quieres? Las visiones, digo.

    —No, no. Me vienen esporádicamente. Supongo que es al azar, o eso creo. Aunque, no sé. Quizá se me vengan a la mente por algún estímulo que las provoca. Quiero decir, por ejemplo, en un concurso combatí contra un tal Mask, y estaba perdida, iba a perder, claramente. Pero tuve una visión en la que vi como el tal Mask peleaba contra el hombre de mis visiones con el mismo pokémon que yo estaba combatiendo, Bisharp. Entonces, el hombre le ganó gracias a que encontró su punto débil, el sonido. De esa forma, yo supe su punto débil, ¡y efectivamente gané gracias a eso!

    —¡Ya lo tengo, pregúntale a ese Mask por el hombre de tus visiones! —propuso Leo.

    Melly tuvo un escalofrío en ese instante.

    —No creo que sea buena idea. Quiero decir, Mask da bastante miedo. Su forma de actuar… no me transmite confianza. Además, no he coincidido con él en mucho tiempo.

    Hubo unos segundos de silencio. Melly volvió a reír ligeramente.

    —Y, ¿sabéis qué? Conocí a un chico, se llamaba Byron. Nuestro encuentro fue muy breve, apenas intercambiamos unas palabras. Pero pude sentir algo, como si lo conociese desde siempre. No sé. Fue una sensación muy extraña. Creo que fue a partir de ese momento que empezaron las visiones. Y a veces se me viene el nombre de Byron a la mente, sin motivo lógico —miró al suelo y se detuvo—. ¿Creéis que pueda ser aquel hombre el que lo conociese desde antes? ¿El hombre de mis visiones?

    Los otros dos se miraron, aturdidos.

    —Je —dijo Melly, aún con la cabeza agachada—. Supongo que le doy demasiadas vueltas. No hay ninguna explicación racional para todo esto, será mi mente, que me juega malas pasadas.

    Y siguió andando, pero Kari la agarró del brazo.

    —No creo que sea casualidad, Melly. Es decir, ¡te creo! Es posible que, de algún modo, estés ligada a ese hombre. El destino puede haberos encadenado.

    Melly la miró dubitativa.

    —O quizás sea un recuerdo latente que tienes —propuso Leo—. Eso sería más racional. Quizá conocías a ese hombre, y lo que ves son recuerdos que tienes sobre él. Pero puede que fueses muy pequeña cuando todo aquello pasó, y no eres capaz de asociarlo con nadie. Y quizá, al conocer al tal Byron, que tenía alguna relación con el hombre de tus visiones, comenzaron a aflorar esos recuerdos —de repente se sorprendió de sí mismo—. ¡Tiene sentido, eh! Y lo he pensado yo solo —sonrió ampliamente.

    —¿Lo conocía… de antes? Antes del coma… —murmuró Melly.


    Una madre de Melly muy angustiada agarraba la mano de su inconsciente hija pequeña, de unos cinco años en ese momento. Llevaba mucho tiempo en un coma profundo del que no iba a despertar, según afirmaban los médicos. Pero la madre nunca perdió la esperanza.

    Azuliza iba día a día a contarle a su hija lo que había sucedido, como si pudiera escucharla. Sin nunca perder la esperanza, esperando el milagro.

    El padre decía que lo mejor era desconectarla de la máquina que, en aquel hospital, la mantenía viva, aunque eso no fuese una vida. Después de todo, era lo mejor. Más de una vez lo propuso, pero la madre se negaba. Ansiaba ver a su hija volver a despertar, pese a las súplicas de su marido de continuar con sus vidas y superar ese bache.

    Melly era una niña muy controvertida, que no solía hablar con nadie, no solía sonreír. Era una niña callada, triste y solitaria. Pero aún así, era su niña. La niña de Azuliza.

    Poco a poco, los días pasaban, y con ellos las semanas. Y un día, uno de tantos, la madre visitó a su hija a aquel hospital.

    ¿Sabes, querida? Voy a volver al trabajo de líder. Gelia ha ayudado mucho en el gimnasio todo este tiempo, pero… ya es hora de que vuelva. Así que vendré menos a verte. Pero siempre voy a estar contigo, ¿vale? una lágrima se derramó por su rostro. Cuando despiertes, si no estoy aquí, ven a buscarme, ¿vale? Me encontrarás… en el gimnasio.

    Su hija no respondía. No podía responder.

    Un eco se alzaba en la mente de Azuliza. “Su hija no va a despertar”. “Es un coma irreversible”. “Es como si estuviera muerta”. “No va a despertar, nunca”. “Cariño, cuanto antes lo superemos mejor. Es mejor desconectarla. Podemos hacerlo. Los médicos lo han sugerido”.

    “Es mejor desconectarla”.

    Bañada en llanto, comprendió al fin que no había vuelta atrás, que había perdido a su hija, y que no iba a despertar. Agarró con una mano los cables que la conectaban con la máquina, y, antes de desenchufarlos, agarró la mano de su hija con la otra mano y dijo:

    Adiós… hija mía. Siempre estarás conmigo.

    Pero entonces, notó como la mano de Melly hacía presión en la suya. Bajó la madre su mirada y vio como su hija movía levemente los dedos.

    ¡M-Melly! ¡Hija!

    La joven comenzó a abrir los ojos lentamente.

    ¿M-Mamá…? dijo ella.

    El milagro se había producido.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  15.  
    juan camilo

    juan camilo Iniciado

    Virgo
    Miembro desde:
    19 Diciembre 2013
    Mensajes:
    1
    me alegra que no te rindas,tienes una asombrosa y super trabajada historia que demuestra tus dotes de escritor,continua a ese ritmo.bendiciones y paz contigo
     
  16.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    3464
    CAPÍTULO 80 — Volemos juntos (Byron VS Wing) (Byron/Jake)

    Byron entró en la habitación lentamente. La joven abría los ojos después de varias horas en observación.

    —¿Dónde estoy? —dijo ella, al despertar. No tenía fuerzas ni para moverse un centímetro.

    Byron sonrió mientras se sentaba a su lado.

    —¿Me recuerdas, Regina?

    Ella lo miró. Sus ojos aún seguían de ese color rojjizo, lo que a Byron no le gustaba en absoluto. ¿Significaba que seguía creyendo ser Artemisa?

    —¡Eres tú, el mocoso del Gallade! —gruñó, esforzándose por levantarse para enfrentarse a él, pero su cuerpo se lo impedía—. ¡Yo… Artemisa… voy… —poco a poco, sus ojos se cerraron—. Voy a… —y cayó dormida de nuevo.

    Byron suspiró. Regina parecía seguir sin acordarse de quien era. Pero antes, cuando se encontraron, por unos segundos ella volvió en sí. Estaba convencido de que recuperaría la memoria.

    —Gallade, ¿te importa quedarte con ella mientras no estoy?

    Gallade asintió.

    —Tranquilo, ganaré esa medalla, dalo por hecho —dijo, haciendo un gesto


    Salió rápidamente de allí, y fuera le esperaba aquel hombre que hace poco conoció, el tal “James”.

    —¿Cómo está? —le preguntó.

    Byron suspiró.

    —Su salud no corre peligro, pero… es como si le hubiesen lavado el cerebro. Cree que es una comandante del equipo Neutrón, aunque le hayamos quitado el antifaz, que parecía que era lo que la controlaba. Solo espero que con el tiempo recupere su antiguo yo. No me explico qué clase de tecnología han empleado para lograr esa manipulación, ¡es como si tuviesen ciencia ultramoderna, o algo de eso! ¿Quién demonios hará esos aparatos?

    “James” suspiró, y luego murmuró:

    —Lydia…

    —¿Has dicho algo? —preguntó Byron.

    —No, no, no es nada —respiró hondo. Aún le costaba creer todo lo que estaba sucediendo últimamente: iba a tener un hijo, descubrió que Lydia Oak era una Titán de los Neutrón, y ahora encuentra a su hermano, y él no le reconoce—. Bueno, ¿vamos al gimnasio? —dijo, mientras con un gesto invitaba a empezar a andar.

    —¡Claro! —Byron comenzó a seguirle, situándose a su lado mientras ambos andaban—. Ya sería mi séptima medalla de gimnasio, ¡estoy deseando llegar a la Liga Pokémon y vencer al Campeón!

    Jake se sorprendió de eso.

    —¿Ya has conseguido seis medallas?

    Byron asintió. Hurgó en el bolsillo de su chaqueta, y abrió el medallero, lleno de medallas, salvo por dos huecos vacíos. Con orgullo, comenzó a decir:

    —¡Medalla Blindaje! Obtenida al vencer al líder Stephan. Fue mi primera medalla. Su gimnasio era cuanto menos sorprendente, y ese funcionamiento que tenía, cambiando el escenario de batalla… fue complicado, supo aprovechar muy bien el agua, y su Ferrothorn casi acaba con Ralts. Pero, ¡en ese preciso momento evolucionó a Kirlia, y un potente Onda Voltio me dio la victoria!

    Jake sonrió.

    —¡Medalla Burbuja! Ah, fue una gran batalla. La tensión del nivel del agua creciendo poco a poco, lo cual sentenciaría mi combate, pues solo me quedaba Litwick. Aún recuerdo que acabó hundido en el agua, y su llamita se apagó… pero, justo entonces, ¡evolucionó! Y gracias a su capacidad de levitar, Lampent dio un gran combate. Aun así, el Politoed de Azuliza lo tenía fácil con el agua a su favor, e iba a gran velocidad —sonrió—. Pero el movimiento espacio raro me ayudó mucho, en ese momento.

    El otro escuchaba atento.

    —¡Medalla Mente! Ja, ja, ja, sin duda fue el combate más extraño que tuve en toda mi vida. En ese momento, Mudkip aún no había nacido del huevo, y Mindy estaba pegándome una auténtica paliza, gracias a su habilidad especial para leer mi mente y la de mis pokémon. Pero, cuando iba a sacar al último pokémon, ¡Mudkip nació! Y no me obedecía, hacía lo que le daba la gana. ¡Para él era un juego! Él solito pudo con los tres pokémon de Mindy. Desde aquel día, cuando vi los movimientos que usaba, supe que Mudkip era especial. Y no, no me equivocaba.

    —Ja, ya me gustaría ver a ese Mudkip contra un líder de gimnasio.

    Byron sonrió.

    —¡Medalla Centella! —continuó—. Tronlek lo hizo muy bien. La verdad es que me costó bastante. Además, no estaba familiarizado con los combates dobles. Pero una vez más, Mukip ayudó, esta vez en compañía de Fraxure, que, con su ataque enfado, tumbó a los dos rivales. ¡Aún recuerdo esa enorme espiral de hielo! Fue como rememorar viejos tiempos, je.

    Jake meditó. ¿Espiral de hielo? ¿Y el movimiento espacio raro? Todo eso le sonaba mucho.

    —¡Medalla Rocaje! Guau, fue un combate raro. También usé a Mudkip, y vencimos rápidamente, aunque reconozco que ese líder y sus pokémon fósiles debían ser todos muy fuertes. El pobre Broco parecía no estar del todo contento con su trabajo. Suerte que parece que por fin se ha decidido a dejar el gimnasio en manos de otra persona.

    —Oh, así que tú fuiste el que logró convencerlo para que lo dejase —murmuró Jake, entre risas.

    Byron asintió.

    —Y… ¡Medalla Raíz! Sin duda uno de los combates más movidos que he tenido. Al final logré ganar a Leaff y a su Venusaur, otra vez gracias al pequeño Mudkip. Aunque, bueno… hubo “daños colaterales”. Je, rompí el gimnasio, ¡pero fue sin querer!

    Jake rió.

    —Conociendo a Leaff, no le haría mucha gracia que rompieses su invernadero.

    —Ey, ¡conoces a un montón de líderes! Conoces al líder de esta ciudad, a Leaff, y ¡sabías que Broco lo había dejado, así que a él también!

    Jake rió.

    —Bueno, no los conozco mucho, pero sí, sí sé de ellos. Wing es la excepción, a él lo conozco más que al resto; y Fogo, el líder de ciudad Sol, también es un buen amigo.

    —¿Peleaste contra ellos alguna vez, no? —curioseó Byron.

    —Bueno, podría decirse que sí.

    —Entonces, ¿has recolectado las ocho medallas? No me extrañaría, ¡menuda fuerza la de tus pokémon!

    Jake quedó en silencio unos segundos antes de contestar:

    —Sí… sí, hace algún tiempo recolecté las ocho medallas, y me enfrenté a la Liga.

    —¡¿Bromeas?! ¡Hala! —exclamó Byron—. ¿Y qué tal te fue en la Liga?

    —Eh, ¿cómo decirlo? —dijo Jake con una mano en su nuca.

    —Te ganaron, ¿verdad? —adivinó Byron—. Dicen que son brutales, tanto los cuatro del Alto Mando como el líder de la liga, el Campeón… bueno, o quién sabe, quizá Campeona. Son muy reservados con eso.

    —Sí… son muy fuertes —dijo Jake, sonriendo.

    —Y… ¿cómo son? ¿Podrías decirme algo sobre el Alto Mando, James?

    —Eh, bueno, son bastante fuertes. Sabes, en realidad a penas los recuerdo, yo —justo entonces, vio un edificio frente a ellos, no muy lejos—. ¡Mira, hemos llegado! He aquí el gimnasio.

    Byron alzó la mirada, agarró su gorra, y dijo:

    —Séptima medalla, aquí llego.


    El edificio por dentro era como una especie de ring de boxeo. Un hombre meditaba en una de las esquinas; su pelo era plateado, unas gafas de sol de aviador cubrían sus ojos. Llevaba una chaqueta de cuero color negro, y un cigarrillo en su boca.

    —Ajá. Ya veo, tiene toda la pinta de ser un gimnasio de tipo lucha —propuso Byron, mientras entraba seguido de Jake observando el lugar.

    Jake rió y luego dijo:

    —No, no, no, frío. El antiguo líder sí que usaba pokémon tipo lucha, pero Wing no los usa. Lo único que no ha cambiado el gimnasio desde entonces, y claro, sigue teniendo aspecto de ser de tipo lucha.

    —Ah. Entonces, mmm, ¿tipo normal? ¿Quizá fuego? ¿O tal vez bicho…?

    —No, no, nada de eso. De hecho, ¡mira!

    En ese momento, en lo alto, en el ring, vieron desde lejos como en el “lado rojo” un joven de cabellera de igual color se levantaba. Parecía hablar con el hombre del cigarro, pareciendo ser el líder. Éste sacó un Altaria, y el otro chico pelirrojo, a un Swablu. El líder pareció alegrarse de ver al pequeño pokémon.

    —¿Tipo Volador, eh? —sugirió Byron—. O quizá dragón…

    —No, es volador, es volador —confirmó Jake—. Y ese chico, ¿será…?


    En el ring:

    —Ya ha crecido mucho, ¿eh? ¿No te alegras de ver a tu hijo, Alta?

    Altaria sonrió, y con su largo cuello y sus alas envolvió a su hijo.

    —He cuidado de él como mejor he sabido, Wing —dijo el joven pelirrojo.

    —Je. Tu hermano estaría orgulloso, eres un gran entrenador —piropeó.

    —Ja, ja, ja, supongo —se sonrojó él.

    Wing saltó de la esquina sobre la que estaba apoyado, y se acercó al joven pelirrojo.

    —Jeray —dijo extendiendo la mano, buscando un apretón—, es bueno verte de nuevo, y ver que estás cuidando del Swablu que te di. Te deseo suerte.

    Jeray respondió al apretón de manos.

    —Gracias, Wing. Y gracias por el combate, ha sido genial pelear contigo.

    —Je. Tú sí que has estado genial. Hacía tiempo que no me vencía nadie con tanta “facilidad”. Supongo que has heredado la fuerza de tu hermano.

    —Oh, ahora que hablas de hermanos —dijo el pelirrojo—, ¿ha pasado por aquí mi hermano Kyle?

    Wing separó el cigarrillo de su boca y expulsó su humo muy despacio.

    —No, tienes suerte. Le llevas ventaja. ¿Cuántas medallas tienes?

    —Tan solo cinco.

    —Eso está genial, chico. Mucha suerte —en ese momento, se percató de la presencia de los visitantes—. ¡Oh, mira quién tenemos aquí!

    Jeray miró a los visitantes también que subían al ring.

    —¡Wing, cuánto tiempo! —dijo Jake, que zarandeaba la mano de Wing con alegría.

    —¡Y que lo digas, Ja…! —pero el hombre le interrumpió antes de que pronunciase su nombre.

    —Eh, este chico es Byron —Jake no se percató de que Wing podría decir su nombre en cualquier momento, lo cual era algo que no había pensado. Así que decidió que luego hablaría con él, que primero debía Byron acabar sus asuntos para poder luego hablar tranquilamente con su viejo amigo—. Él, huh, ¡quiere una batalla!

    Wing miró a Byron, y luego arrojó su cigarrillo al suelo, acto que Byron vio con un poco de asco.

    Recolocándose su gorra, un hombre dio varios pasos hasta acercarse al ring.

    —Encantado pues, aspirante. Jake, entonces, échate a un lado —dijo mientras encendía otro cigarrillo. Byron solo asintió ante aquel extraño líder de gimnasio—. Este hombre verá la batalla desde fuera, y él evaluará los combates. Aquí, en mi gimnasio, el sistema de batalla precisa de un juez. Él valorará la batalla en base a la habilidad, el manejo del combate y demás, y, pasados diez minutos desde cada batalla, ésta se interrumpirá y el juez decidirá quién ganará.

    Byron se extrañó de aquel sistema de batalla tan curioso.

    —Entonces, ¿no es necesario debilitar al otro pokémon?

    El Juez negó con la cabeza.

    —No —intervino Wing—, aunque si lo haces antes de diez minutos, ganas la ronda, también. Gana el mejor de tres —dio una profunda calada a su cigarro—. Y, como es habitual aquí, yo elijo primero —dicho eso, manteniendo su cigarrillo entre sus labios, agarró una ball de su cinturón y la arrojó al aire.

    —¡Skar! —gritó el Skarmory que salió al ring, posándose elegantemente y mirando con orgullo a Byron.

    Jake, ya fuera del ring, dijo:

    —¡Suerte, Byron!

    Byron respondió a los ánimos con un gesto, alzando su pulgar derecho. Luego, bajó su gorra hasta que le tapó los ojos, reflexionando sobre qué pokémon era el más adecuado para esa batalla. Tras un corto tiempo de meditación, decidió sacar a:

    —¡Chandelure!

    El pokémon salió de la ball, estirando sus “brazos”. Era el primer combate que iba a tener en su nueva forma evolucionada. Y pensaba demostrar lo mucho que había aumentado su poder.

    No olvidaba que había evolucionado con una piedra noche muy importante para Byron, una piedra que podría haber contenido el espíritu de su abuelo, su tío, o su padre o madre. Quizá ahora su alma estaba con él. Quizá su alma le daba fuerza.

    Fuese así o no, debía demostrar esa fuerza.

    —Bien —dijo Wing aún con su cigarro en la boca—. Viento afín.

    Un fuerte viento comenzó a soplar en dirección a Chandelure.

    —Viento aciago —respondió Byron, generando su pokémon un viento oscuro en la dirección contraria. Ahora los dos vientos chocaban, mientras los pokémon intensificaban su fuerza.

    Wing miraba sonriente como Skarmory agitaba sus alas con fuerza y superaba la velocidad de la corriente de aire de su oponente. Pero Byron solo sonreía.

    Por alguna razón, el viento aciago golpeó al pájaro de metal desde arriba, y Chanderule se elevó ligeramente para evitar el viento afín, que pasó por debajo de él con mucha fuerza.

    —¿Cómo has…? —quiso saber Wing.

    —Un experto en pokémon volador como tú debería saberlo. Si Chandelure emite aire y lo calienta sin que te des cuenta… ¿qué sucede?

    Jake sonrió desde su sitio, y murmuró para sí mismo.

    —El aire caliente asciende, el frío desciende. Je.

    —Bueno, bueno, eso ha estado bien. Pero, ¿qué me dices de esto?

    Sin que Byron se diese cuenta, Skarmory arremetió con un fuerte pájaro osado contra Chandelure, para luego volar sobre el pokémon.

    —Vaya, es raro ver a un Skarmory tan rápido —dijo Byron, mirando fijamente a su rival—. ¡Giro fuego! —Chandelure se rodeó de un manto de llamas que se alzaron hacia el cielo, obligando a Skarmory a retroceder. Tras eso, comenzó a bombardear con pirotecnias, provocando un “baile” aéreo que hacía el pájaro para evitarlas. Byron lo tenía donde quería; a tiro.

    —¡Usa ala de acero!

    —¡De eso nada, lanzallamas! —en el momento justo en el que Skarmory pretendía arremeter de frente, el lanzallamas le golpeó, hiriéndole.

    Entonces, el sonido de un silbato se oyó.

    —Acaba la primera ronda —dijo el juez—, y el ganador es… ¡el aspirante!

    Byron sonrió a Chandelure, y éste se ruborizó. Había hecho un combate excepcional.

    —Me… me has cogido de improviso. No esperaba tal habilidad en el combate —comentó el líder, devolviendo a su ball a Skarmory.

    Byron rió.

    —Será porque ese humo que tienes en la cara no te deja ver con claridad —dijo de forma algo arrogante el aspirante.

    Wing lo miró por encima del hombro, mientras arrojaba su cigarrillo al suelo y lo pisoteaba.

    —De acuerdo. Dejaré de fumar en lo que queda de batalla. Espero poder ver mejor con un aire más “limpio”. ¡Swellow! —el nuevo pokémon de Wing permaneció sereno en el aire, agitando las alas lentamente, como si pudiese levitar en el aire sin apenas impulso.

    Jake miró a Zoroark.

    —Je, Byron está muy confiado. Eso seguro que no le agrada del todo a Wing.

    —Bien, gracias por esa victoria, Chan. Ahora, ¡te toca a ti, Aerodactyl!

    Aero hizo lo mismo que Swellow, colocándose a su nivel, ambos mirándose en silencio. No se movieron hasta que ambos entrenadores gritaron:

    —¡Pájaro Osado!

    Pero, consciente de que el cuerpo pétreo de Aero dañaría más a Swellow, justo cuando fueron a impactar, éste se desvió de la trayectoria, impactando contra él desde arriba.

    Aerodactyl cayó al suelo, impactando contra éste.

    —Vamos, ahora doble equipo, ¡y golpea en picado! —Swellow obedeció, y al menos seis Swellows se lanzaron contra Aero en picado, girando conforme caían.

    —¡Avalancha! —ordenó a la desesperada Byron, y Aero hizo caer varias rocas que eliminaron a muchas de las copias, pero no lograron darle al original. Swellow golpeó a Aero, dejándolo bastante dañado.

    —¡Tiempo! —gritó el Juez, acompañado de un pitido de su silbato—. El ganador de la ronda es… ¡el Líder Wing!

    Byron sonrió mientras devolvía a Aero a su ball.

    —¿Ves? El humo te nublaba la vista. Esta ronda ha estado mucho mejor.

    —Je. Así que la cosa se pone tensa, ¿eh, muchacho? Pues sigamos, entonces. No me gusta perder el tiempo.

    Jake rió.

    —Definitivamente, Byron ha hecho enfadar a Wing.

    —Vale, vale, sin prisas. Saca al próximo pokémon, entonces.

    —Hmpf. Es la hora de que Altaria muestre su poder. ¡Vamos, sal!

    La imponente Altaria salió al campo de batalla, con sus alas de algodón hondeando al viento. Su largo cuello azul se alzó apuntando al techo mientras cerraba los ojos, meditativa.

    Pero eso no imponía a Byron. El sistema de batalla de ese gimnasio, que no daba lugar a combates muy largos, hacía que tuviese que pensar en estrategias distintas a las que normalmente haría. Aquí no valía utilizar a pokémon que pudiesen aguantar bien los ataques o que puedan debilitar al rival. Hace falta golpear rápido, atacar lo más rápido posible y lograr herir al rival y dominar el combate antes de que suene el silbato.

    —“Gallade sería perfecto para esta batalla, pero no está. Ya han combatido Aero y Chan; y dije que Mudkip no iba a combatir hoy. Solo quedan Drapion, Tangela y Fraxure. ¿Quién de ellos sería la mejor opción?” —finalmente, imitó a Altaria, y cerró los ojos, extendiendo su cuello hacia arriba. Luego, agarró la ball del elegido y la arrojó al aire.

    —¡Tangela! —gritó el pokémon al pisar tierra.

    —Vaya —comentó Jake junto con Zoroark, que miraban ambos con los brazos cruzados la escena—. Nunca pensé que se le fuese a ocurrir usar a un pokémon planta contra uno volador, y en una situación así. Definitivamente, tiene que tener algo planeado, ¿no crees, Zoro? —sonrió, y luego murmuró—. Vamos, hermanito.

    —¡Látigo cepa! —el ataque logró agarrar una de las patas de Altaria, que ni se movió; en su lugar permaneció parada en el suelo, aún con sus ojos cerrados.

    —¡Vamos, lánzalo! —gritó Wing, y acto seguido, Altaria alzó su pata atada y, con impresionante fuerza, arrojó, aún sin abrir los ojos, por los aires a Tangela. Ahora, la tenía a su disposición.

    —¡Oh, no, Tangela! —gritó Byron, con una gota de sudor que caía de su frente.

    —¡Dragoaliento! —esta vez, Altaria abrió repentinamente los ojos y, atrayendo hacia sí a Tangela, usó el ataque de cerca, hiriendo mucho a Tangela.

    Con algo de esfuerzo, Tangela se levantó, y entonces, dolorida, miró a Byron sonriendo. Éste asintió.

    —De acuerdo, ¡látigo cepa! ¡Otra vez! —una vez más, ató la pata de Altaria. Y, una vez más…

    —Bah, ¡lánzalo! —repitió el mismo proceso, la arrojó al aire y la acercó, para utilizar dragoaliento justo cuando estaba muy cerca. Pero antes de que eso sucediese.

    —Ahora, Tangela… —Tangela comenzó a generar rocas a su alrededor, al tiempo que su cuerpo brillaba. Era un poder pasado. Y Tangela evolucionaba al tiempo que Altaria la atraía hacia ella—, o mejor dicho, Tangrowth.

    Las piedras golpearon duramente contra el pokémon pájaro, que cayó hacia atrás. Entonces, el ahora Tangrowth cayó sobre el tumbado Altaria,y, con sus nuevos brazos, la agarró, lanzándola hacia atrás. Usando el látigo cepa que aún las unía, la hizo regresar y retroceder una y otra vez, golpeándola cada vez que se acercaba.

    El Juez, algo tenso, pitó de forma discontinua, y en ese momento, Tangrowth paró de golpear.

    —E-El ganador es… ¡el aspirante!

    Byron sonrió, mientras se acercaba a su nuevo Tangrowth y chocaba con ella su mano derecha.

    —¿C-cómo…?

    Al ver que Wing se acercaba algo descolocado por la ronda y la batalla que acababa de perder, Byron le dijo:

    —Tangela estaba retrasando su aprendizaje del movimiento poder pasado hasta que fuese el momento oportuno. Ese ataque la haría evolucionar, como ya sabrás. Decidí esperar a ver cómo actuabas frente al Látigo Cepa, para así saber cómo actuar de la mejor manera posible cuando repitieses el proceso una segunda vez. Por eso, al ver que tu plan era acercar a Tangela para hacerle más daño, decidí aprovechar la situación para herir a Altaria en su mismo juego —tras eso, Byron regresó a Tangrowth—. Me fijé en que tu estilo de batalla es… repetitivo. Muy repetitivo. No te preocupas por anticiparte a tu oponente. Quieres acabar cuanto antes los combates, ¿me equivoco? De ahí también las reglas de este gimnasio, que hace los combates más breves de lo normal. Consideras una pérdida de tiempo combatir contra aspirantes. Algo muy arrogante por tu parte —se puso las manos en la nuca—. Espero que este combate te haya servido para darte cuenta de dos cosas: que no debes subestimar a los entrenadores que te retan y que el humo de tu cigarro te nubla la vista.

    Wing rió ante aquello. Mientras Byron hablaba, Jake ya estaba junto a los dos.

    —Enhorabuena, Byron. ¡Gran batalla! El viejo Wing ya no está para estos trotes.

    —¿A quién llamas viejo?

    Todos rieron en ese momento. Después de todo, pensó Byron, Wing era arrogante, callado, y misterioso, pero era una buena persona.

    —Bueno, Wing, debería hablar contigo —intervino Jake—. Es bastante importante.

    —Claro. Ten, mocoso. Tu medalla Ala.

    Byron asintió mientras recogía la medalla, colocándola en su medallero y sonriendo al ver que solo faltaba un hueco por rellenar.

    —Si no te importa, Byron…

    —Oh, claro. ¡Te esperaré en el Centro Pokémon, James! Estaré con Regina —dijo el joven mientras salía del gimnasio apresuradamente.

    —¿James? —se extrañó el líder.

    —Es una larga historia. Yo venía a hablarte de otra cosa. ¿Has oído hablar del equipo Neutrón?
     
  17.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    1291
    Lo sé, es un capítulo muy corto, pero tampoco deba mucho más de sí:

    CAPÍTULO 81 — Las ruinas de Lavacalda (Melly)

    La cuenta atrás para el comienzo del próximo concurso en Nueva Calagua bajaba a ocho días. Ocho días era el tiempo que tenían Melly, Kari y Leo para recorrer media región de Hoenn; muchos kilómetros bordeando lo que antaño fue una isla tropical.

    El camino que debían recorrer los coordinadores no era complicado, pero tampoco era corto: tras pasar la noche en el concurrido pueblo núcleo, habían puesto ya rumbo hacia las ruinas de Lavacalda. De ahí, girarían al este, hasta llegar al Desierto, que tendrían que atravesar; de seguro esa travesía les costaría unos tres días. Al concluir ese viaje, una larga ruta conectaría al fin con Ciudad Calagua, teniendo a mitad de camino el gran Safari de Nova, que debían atravesar si deseaban avanzar rápido, pues un rodeo supondría mucho tiempo. Con suerte, estarían en Calagua con uno o dos días extra para prepararse, y, si Melly tendría suerte, estaría ya preparada para el Gran Festival que acontecería a los tres meses siguientes, por fin, nombrándose con el al nuevo Rey de los Coordinadores: el sueño de nuestra protagonista.

    Una ambiciosa meta, que parecía poder rozarse ya con los dedos.

    —¿Falta mucho? —preguntó el más pequeño, con los hombros agachados y Bulbasaur en su cabeza, dormido, mientras un cansado Zubat revoloteaba torpemente a su alrededor.

    Melly, que llevaba el mapa abierto, en su cabeza a Strahl, y en el suelo a Manaphy dándole la mano al pequeño Togepi, dijo:

    —Mm… diría que estamos cerca de las ruinas de Lavacalda. En uno o dos kilómetros más llegaremos a un cruce, y nosotros deberíamos seguir a la derecha, al este, y atravesar el Gran Desierto. Pero, si en el cruce giramos a la izquierda encontraremos de inmediato las ruinas.

    —Pues podríamos descansar allí —propuso Leo—. Yo no puedo más.

    —Por mí no hay problema —dijo con una sonrisa Kari.

    Melly asintió.

    Siguieron así la caminata, que no duró demasiado hasta encontrarse ante el susodicho cruce. Girando, pues, como le prometieron a Leo, a la izquierda, entraron en las ruinas, y, ubicándose en una especie de agujero rocoso en el suelo, colocaron sus tiendas de campaña para tomar un descanso.

    —¿Qué creéis que será este agujero? —preguntó Kari, mientras Leo, a su lado, estaba completamente dormido.

    —En el mapa dice que Lavacalda era famosa por sus aguas termales. Deduzco que aquí había aguas termales, sería, por el tamaño, un baño público, ¿no crees?

    —Desde luego, no parece un hueco natural.

    Melly se recostó de espaldas y miró al cielo.

    —Mirad, Strahl, Togepi, Manaphy, está comenzando a atardecer… ¿qué hora podría ser?

    Kari, mirando su reloj de muñeca, dijo:

    —Son casi las ocho.

    Al oír la hora, Melly suspiró.

    —Los atardeceres son preciosos, ¿no creéis? —Strahl, acostumbrado a la naturaleza, miraba encandilado—. Supongo que por hoy podríamos quedarnos aquí. No es muy buena idea ir de noche por el desierto; deberíamos salir mañana temprano, ¿qué decís, Kari, Leo?

    —Por mí, perfecto; Leo no creo que te responda, jajaja.

    Melly rió, y volvió a recostarse.


    Aburridas, las dos chicas decidieron dar un paseo por las ruinas nocturnas, recién acabado el atardecer. Hablaban bajo la luna, con el bello y a la vez triste paisaje de los edificios derruidos.

    —Kari —comenzó Melly—, ¿qué es lo que intentas esconder?

    La otra se sorprendió mucho, y comenzó a titubear.

    —Tranquila —volvió a intervenir la mayor—, no tienes que contármelo si no quieres. Es solo que… noto como si ocultases algo. Como si supieses algo que nadie de nosotros sabe. La otra vez, cuando te preguntamos por tu lugar de origen… dijiste Porcelana, pero, ¿de verdad vives allí? Y sobre Pinky, aún no me creo que sea el único Eevee al que no planeas evolucionar, pero no existen más evoluciones. ¡Lo mismo cuando Leo habló del tipo de Togepi! Afirmaste que no era de tipo Normal, y que hay dieciocho tipos elementales, lo cual nos resulta absurdo. Dime, solo si quieres, claro, ¿existe… algún pokémon que no conozcamos? ¿Algún lugar que no conozcamos? ¿Algún tipo elemental que no conozcamos?

    Tras unos segundos de silencio, Kari dijo finalmente:

    —No me creerías si te lo dijese, y de todas formas, va contra las reglas decírtelo. Pero tranquila —miró al cielo, a la luna— pienso cambiar las cosas. Cuando llegue al Gran Festival, lograré que se nos conozca. Lograré la unión. Me ha costado mucho trabajo llegar hasta aquí, y posiblemente pronto vengan a buscarme y quieran llevarme de vuelta, pero, con suerte, podré antes lograr mi sueño: un mundo mejor, donde podamos vivir todos juntos —sonrió mirando a Melly—. Por eso quiero llegar al Gran Festival. Es un evento retransmitido a toda Nova. Si participo, todos verán mi actuación. Y eso es lo que pretendo. Y, si lograse ganar… mi sueño estaría un poquito más cerca.

    Melly no comprendía muy bien en aquel entonces lo que las palabras de aquella chica escondían detrás, pero aún así, decidió que no la presionaría más con más preguntas.

    Pero, al oír hablar de su objetivo para llegar al Gran Festival, algo que se veía tan noble y tan valiente, ella misma se planteó: ¿por qué querría ella llegar allí y ganar el torneo, más que por superarse a sí misma y por la más pura satisfacción y realización personal? ¿Cuál era su objetivo, su meta, más que esa? Kyle y Jeray también tenían una meta más allá; demostrar su superioridad frente a su hermano.

    Una lo veía más como una misión que debía cumplir, como un bien común. Otros lo llevaban a la esfera de la competencia y de la superación. Pero Melly, ¿qué quería Melly?

    —En el fondo, las dos somos especiales —comentó la más pequeña—. Yo por mi parte, y tú por tu unión con ese hombre, por tur visiones.

    Es cierto. Casi olvidaba Melly sus visiones, sus sueños, esos momentos extraños. Aún no podía explicarse bien por qué, pero estaba claro algo; ese hombre, fuese quien fuese, está de alguna manera unido a ella.

    —Bueno, ¿volvemos ya y dormimos un poco? Se hace tarde.


    Mientras, en la base Neutrón…

    —Señor Apolo.

    Apolo apartó su ocupada mirada de sus papeles y miró con desdén a aquel chico rubio que se le acercaba.

    —¿Qué hace el comandante Zeus aquí?

    Zeus sonrió.

    —Quería darle las buenas noticias personalmente. Mi patrulla ha logrado atrapar al Elemento M-Ph.

    Una cara de júbilo iluminó el rostro de Apolo.

    —Eso… ¡eso es una noticia genial! ¡Fantástica! ¿Dónde fue encontrado?

    —En unas ruinas del fondo marino, en el mar cercano a Isla Rocamar. Se encontraba solo, e indefenso, no fue demasiado complicado. Deduzco que en ningún momento tuvo contacto con el Elemento M, aquel que está con la chica.

    —Así que el plan de Hades era completamente inútil… —se rascó su barbilla, antes de decir—. Lo siento por él, pero, Zeus, en reconocimiento a tan noble acto, proclamaré a la patrulla aérea como la patrulla de superior rango dentro de las cuatro facciones. La subterránea tendrá que quedar relegada a comandancia normal; demasiados disgustos me ha dado ya ese Hades.

    —Mil gracias, señor —dijo Zeus con una pequeña reverencia, abandonando la sala.

    Eric, recostándose en el sillón de Titán que le era asignado como Apolo, sonreía, mientras de su chaqueta sacaba una carta, que comenzó a leer entre risas. Al terminar, inclinó su cabeza hacia atrás, y dijo en voz alta.

    —Ya tengo prácticamente a toda la mitología de Nova en mi poder; solo me faltan los más importantes: Dialga, Palkia y Giratina, y esos tres escurridizos, Mew, Jirachi, Latias y… Manaphy. Dentro de poco, la ofrenda podrá llevarse a cabo. Y todo gracias a ti, padre. Hahaha.
     
  18.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    1759
    CAPÍTULO 82 - Vacaciones (Byron/Jake)

    Un Byron en extremo relajado, vestido en bañador, con gafas de sol, y un flamante cóctel a su izquierda, tumbado en una hamaca, era lo que podía encontrarse entre tantos otros turistas, en la isla que, precisamente por ellos, recibía el nombre de “Isla Turismo” (Algaria).

    Un lugar paradisíaco que siempre estaba lleno de turistas, más aún en época de concursos, cuando se celebraba el Gran Festival, alojándose allí, por encontrarse entre la Isla Festival (Colosalia) y Nueva Calagua, sede del Festival en sí.

    Byron había gastado casi la mitad de sus ahorros en pasar una semana de relax en un buen hotel de la zona, y aprovechaba, junto a sus pokémon, a “James” y a una amnésica Regina de unas merecidas vacaciones.

    Gallade, tumbado en frente de él, imitaba a su entrenador, bebiendo cóctel y con gafas de sol, y junto a él, en hamacas distintas, descansaban el resto de sus pokémon, a excepción de Mudkip que, con la gorra de su entrenador a cuestas, correteaba por todo el lugar, saltando de cuando en cuando a la piscina y chapoteando, molestando a veces al resto de hospedados.

    El rubio entrenador se recolocó las gafas y miró a su derecha, donde se encontraba Regina, en bikini, y con la mirada perdida, sentada en su hamaca.

    —¿Te encuentras bien, Regina?

    Ella asintió.

    Byron suspiró, mientras meditaba en lo que le había sucedido a su amiga.

    A Regina por fin se le olvidó que era Artemisa, por fin esos falsos recuerdos y falsa identidad habían desaparecido de su cerebro. Pero, a cambio, tampoco habían vuelto los de la antigua Regina. Ahora, era un recipiente vacío, un receptáculo sin recuerdos, que no tenía identidad, que solo decía algunos monosílabos y seguía a Byron allá donde fuese, sin expresión, sin un solo soplo de aire.

    Luego Byron giró su cabeza hacia la izquierda, y vio a “James” descansar plácidamente. Sus dos brazos en su nuca, en bañador, con gafas de sol, el entrenador de pelos morenos estaba al borde del sueño.

    —James.

    —¿Hmm? —se preguntó él.

    —¿Qué es lo que buscas tú? ¿A dónde te diriges, qué quieres? Ya sabes… ¿por qué me acompañas, después de todo, si ya tienes todas las medallas de gimnasio?

    Jake meditó un momento la pregunta, mientras se incorporaba lentamente. Era cierto, no tenía motivo aparente para estar ahí con Byron, simplemente, quería estar con él. Pero él tenía unas obligaciones, obligaciones que estaba descuidando. Tenía una chica embarazada a la que llevaba varios días sin siquiera pasar a ver, y tenía una serie de obligaciones que estaba ignorando por ir con su hermano. Se había tomado esa semana de vacaciones sin siquiera pararse a pensar en todo lo que dejaba atrás. ¡Se había olvidado de que el motivo último de su viaje era hablar con Wing, cosa que había hecho hacía bastante tiempo!

    —Pues… no lo sé. Supongo que quiero ver mundo —mintió.

    Byron sonrió, y entonces hizo la pregunta que Jake quería evitar a toda costa.

    —¿Tienes familia? ¿Padres, mujer, hijos? ¿Hermanos?

    Por un momento estuvo a punto de decirle la verdad, pero luego rectificó y pensó que no era el momento. Así que decidió contarle la verdad, omitiendo que él fuese su hermano.

    —No tengo padres, los perdí hace ya unos ocho o nueve años. Pero tengo una novia que es la mejor del mundo. Y está embarazada —dijo con una sonrisa en su rostro—. De hace un mes, casi.

    Era cierto, también; el sobrino o la sobrina de Byron; su hijo. Él merecía conocer a su sobrino, y su hijo merecería conocer a su tío. Tarde o temprano, Jake sabía que debería decirle la verdad a Byron. Pero era tan difícil… daba tanto miedo.

    —Oh, me alegro mucho —contestó jovialmente Byron—. Pero, ¿qué edad tienes? Digo, eres muy joven, ¿unos veinticinco?

    —Veintitrés —contestó Jake. Sí, en realidad tenía veintitrés años si hablábamos de tiempo cronológico; porque biológicamente, tenía veinticuatro años, al fin y al cabo, pasó un año en el Limbo. Un año extra que él vivió mientras en Nova no transcurría ni un segundo, porque en el Limbo no había ni tiempo, ni espacio.

    Byron lo miró fijamente por unos segundos.

    —¿Y ya vas a ser padre? Jo, qué suerte. Yo no creo que vaya a tener un hijo en mi vida, ¡no tengo suerte con las chicas!

    Jake rió, y luego dijo:

    —¡Aún eres muy joven! Lo mío… ha sido diferente —miró entonces el cocktail de Byron, y dijo—. Me estás dando mucha envidia, creo que iré a por uno yo también.

    Y se levantó, sin darse cuenta de que al hacerlo, de su bolsillo se resbaló el fragmento de cristal que siempre llevaba encima. Byron, que sí vio cómo cayó, dijo, mirando el trozo extrañado:

    —¡Ey, James!… se te ha caído —pero Jake ya se había alejado demasiado como para oírle. Sin poder evitar sentir familiar aquel fragmento, lo cogió en sus manos, y lo miró de cerca. ¿De qué le sonaba tanto? Era un simple trozo de cristal…

    Pero, por alguna razón, tenerlo en sus manos le hacía sentirse bien. Sentía como si un bienestar recorriese su cuerpo. Lo sentía cálido, como si hubiese sido creado en exclusiva para él.

    Sin comprender muy bien qué era ese fragmento, ni por qué le sonaba tanto, decidió dejarlo en la hamaca de James mientras volvía a tomar el sol.


    Mientras Jake iba a pedir su cóctel, Zoroark, que estaba junto al resto de pokémon de Byron, se levantó y lo acompañó. No hacía falta que se entendiesen lingüísticamente, una extraña conexión entre pokémon y entrenador hacía que siempre supiesen lo que el otro quería decir.

    —Ya lo sé, sé que debería decírselo, Zoro, pero es que… ¿y si no me lo perdona? Después de todo, nunca me atreví a volver, pude hacerlo, y no lo hice, cuando volví del Limbo. Él se ha criado sin hermano, pero, ¿cómo se sentirá si descubre que siempre lo ha tenido, que nunca lo perdió, pero que su hermano no quiso ir con él? No sé, Zoroark, no me atrevo a hacerlo —pagó con un billete el cóctel y lo cogió mientras volvía a la hamaca.

    Al llegar, vio su fragmento de cristal en su hamaca, y lo cogió, preguntándose si se le habría caído.

    Byron volvió a girarse mientras se colocaba Jake en su posición.

    —¿Qué… le pasó a tus padres, James? —preguntó Byron.

    Esa pregunta sí que no sabía cómo responderla Jake. Debía inventarse algo, lo que fuese.

    —Mi madre murió en mi parto y mi padre… murió de depresión cuando solo tenía seis años. Me crió mi abuelo —inventó, cuando sabía de sobra que eso no era así y que, para más inri, no tenía abuelo—. ¿Y qué hay de tu familia?

    —Tuve un padre, una madre, y un hermano. Pero los tres murieron en un accidente de coche. Yo solo tenía diez años en ese momento. Desde entonces, me crió mi tía —sonrió.

    Jake no pudo evitar mirarle con ternura; se notaba la pena en su mirada.

    —¿Les echas de menos?

    —Sí. Lo cierto es que mucho. Pero bueno, he aprendido a vivir sin ellos.


    Así, los tres días de vacaciones que les quedaba a nuestros héroes transcurrieron con tranquilidad: fueron unas vacaciones bien merecidas que sirvieron para relajarse a ambos. Pero, una vez acabadas, tocaba colocarse las ropas de viaje y volver a comenzar la caminata.

    Claro, esta vez, probablemente cada uno por su lado.

    En la costa, mirando Byron la lejana ciudad de Calagua, que se veía a lo lejos, suspiró, pensando que estaba cerca su destino: La Liga Pokémon. Todos esos meses de viaje iban a llegar pronto a un fin. Estaba a solo un par de pasos de su destino, de su sueño.

    Jake, por su parte, pensaba que era hora de volver a ver a Laia, a sus obligaciones, a su vida. Pero el hecho de pensar que puede que no volviese a ver a su hermano en mucho tiempo, le hacía sentirse mal. Así, mirando él también al horizonte, dijo:

    —¿Cuál es tu próximo destino?

    Byron, que mantenía a Regina a su lado agarrándole la mano, dijo:

    —Mi próximo objetivo es ir al Gran Safari. Quiero que Regina vaya allí, quizá, al ver a todos esos pokémon, al ver esa naturaleza… quizá, solo quizá, vuelva un poco más a ser ella.

    —A… ser yo —dijo con esfuerzo una Regina de mirada seca y vacía.

    —Y después, partiré a Nova Norte, a Ciudad Sol: a por mi última batalla de gimnasio.

    Jake sonrió.

    —Y después… a la Liga Pokémon, ¿no?

    —Exacto. ¡A derrocar al Campeón!

    Jake rió.

    —Genial. Entonces, puedo llevarte si quieres volando hasta el Gran Safari. Tardaremos minutos.

    —¿M-Minutos? —dijo Byron, extrañado. Él pensaba ir en Aero hasta Calagua, para lo que tardaría una media hora, y allí seguir a pie; calculaba más o menos cinco horas en llegar, ¿cómo llegar en minutos?

    Jake solo sonrió mientras liberaba a un pokémon que, con velocidad de vértigo, montó sobre su lomo a los tres presentes y a Gallade y Zoroark y partió impulsado por su llama en su cola, a una velocidad que no era natural.


    Algo mareado, Byron, con Regina y Gallade, se bajaron del Charizard negro en las puertas del Gran Safari. Aquel viaje había sido un viaje “movido”, nunca mejor dicho.

    —Gu…au. Qué velocidad tiene ese Charizard.

    —Je. Bueno —Jake extendió su mano, conteniendo sus lágrimas—. Confío en que volveré a verte.

    —Ya te vas, ¿huh? —dijo Byron, mientras estrechaba su mano, sonriendo—. Espero volver a verte algún día.

    Jake devolvió la sonrisa.

    —Si sigues con esa fuerza y ese entusiasmo… estoy seguro de que volverás a verme. Seguro —dijo, mientras volvía a montar en Charizard y éste comenzaba a aletear. Desde lejos, agitaba su mano, ya en el aire—. ¡Suerte, Byron! —gritó, mientras se perdía Jake en el aire.

    Byron lo vio marcharse y sintió una extraña pena cuyo origen no comprendía muy bien. ¡Solo lo había conocido por unos días! Poco más de una semana, no es motivo para llorar, ¿no? Pero por algún motivo sentía ganas de hacerlo.

    —Regina —le dijo a su amiga, tratando de quitarse ese extraño sentimiento de la cabeza—, este es el Safari. Quizá aquí recuerdes algo… estoy seguro que verás algún pokémon o algún entorno que te haga recordar. ¡Aquí hay todos los ecosistemas que puedas imaginarte!

    Regina solo asintió, como una marioneta de la que tiran para que se mueva, mientra seguía, agarrada de la mano, a Byron.
     
    • Me gusta Me gusta x 2
  19.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    3096
    CAPÍTULO 83—Un viejo conocido (Byron)

    Caminó el entrenador lentamente hasta entrar en el recinto que sería el Gran Safari, una zona paradisíaca, donde se recreaban todos los ecosistemas: desde praderas, bosques y montañas hasta mares, ríos y lagos de lava. Todo creaciones artificiales del hombre para acoger a la mayor variedad de pokémon posible. Se decía que era una “Llanura Paradise pequeña”, pues en dicha Llanura, había gran cantidad de ecosistemas y por tanto más de cien especies de pokémon distintas.

    Byron pagó al guarda del Safari la cantidad precisa para que los dos, él y Regina, pudiesen entrar. Amablemente, el hombre indicó a Byron las instrucciones del Safari.

    —Por la tarifa que has pagado, recibes veinte safariballs, con la que podrás atrapar a todos los pokémon que quieras y puedas. Está prohibido combatir en el Safari, así que debes atrapar a los pokémon por ti mismo. En el centro del safari está la llanura, atravesando el bosque, que es lo que encontrarás ahora. Una vez allí, verás al guía del Safari. No te extrañes cuando lo veas, es un excelente trabajador. Le reconocerás fácilmente por su llamativo colgante, él te podrá orientar en lo que quieras.

    Byron inclinó la cabeza a un lado.

    —Gracias, pero, huh, ¿por qué dices que no me extrañe cuando vea al guía?

    El guarda rió y luego dijo mostrando su sonrisa:

    —Ve a la llanura y lo entenderás, lo verás rápidamente, ¡y evita confusiones! No sería la primera vez que alguien intenta… bueno, ¡no diré nada más! ¡Pásalo bien!

    Byron, extrañado por las palabras del hombre, comenzó a adentrarse en la zona, junto a Gallade y a Regina, a la cual llevaba dándole la mano.

    Comenzaron a caminar por el frondoso bosque, donde había desde Wurmples hasta Munchlax que lamían la miel de los árboles. Fascinado, Byron dijo:

    —En este sitio habrá montones de pokémon. ¡Hey! Ese Munchlax parece ser fuerte, quizá sea buena idea capturarlo. Después de todo, ¡me falta un pokémon para completar mi equipo! Y un tipo normal podría ser útil, ¿qué dices, Gallade?

    Gallade asintió.

    Luego Byron miró a Regina, esperando que los pokémon y el ambiente natural ayudasen en algo a su memoria. Pero ella parecía tan absorta como siempre.

    —Gallade —dijo tras un largo suspiro—, cuida de Regina, ¡voy a por ese Munchlax!

    Dicho eso, el entrenador dejó a la chica con su pokémon mientras corría, escondiéndose tras los árboles, detrás del Munchlax que se alejaba con miel en sus zarpas, las cuales lamía con gula.

    Llegados a un punto, Byron preparó su safariball, pero justo cuando la arrojó, el pokémon se agachó, cayendo entre los arbustos la ball. Suspirando, el entrenador decidió acercarse más para que el tiro fuese más preciso… pero pareció que Munchlax olió a lo lejos algo, y salió corriendo emocionado tras ello, obligando a Byron a acelerar el ritmo. Sin darse cuenta, había llegado a la Llanura, donde no había sitio para esconderse.

    Se percató el entrenador de que Munchlax tenía su cabeza totalmente metida en una especie de baúl grande lleno de bayas.

    —Supongo que ahí reponen la comida… ¿huh?

    En ese momento vio que no era Munchlax el único pokémon que se zambullía en las bayas, sino que había otro que parecía estar comiendo. Byron distinguió desde lejos una gran mano amarillenta, y emocionado, lanzó la ball hacia allá, oyendo cómo impactó, ahuyentando eso a Byron.

    —¡Genial! Ese tiene que ser un pokémon raro, ¡veamos si lo atrapo! —exclamó mientras corría hacia el lugar para ver atrapado al pokémon extraño… encontrándose que un Ambipom se encontraba noqueado por el golpe de la pokéball, tirado en el suelo, con un amplio colgante de cristal colgando del cuello, y, junto a él, un saco lleno de bayas y una especie de pizarra—. ¿Eh? ¿Un Ambipom?

    Ambipom zarandeó la cabeza, y se levantó irritado. Agarró su pizarra con una de las manos de su cola y con la otra escribió algo en ella. Luego se la enseñó a Byron.

    ¡Soy el guía, tonto! ¡Ten más cuidado, eso ha dolido!

    Una gota de sudor recorrió la nuca de Byron, al entender ahora por qué el guarda le advirtió que se sorprendería al ver al guía: ¡era un pokémon!

    Tal y como dijo el guarda, llevaba colgando un enorme colgante, no tan grande en realidad, pero a él se le hacía extraordinariamente grande. Al mirar la esfera de dicho colgante, una gran bola de cristal ligeramente rota, Byron miró con rostro de incredulidad al Ambipom.

    —¡No puede ser! —dijo sonriendo ampliamente—. ¡¿Ambipom?! ¡¿Eres tú?!

    Ambipom inclinó la cabeza a un lado, extrañado.

    —¡S-Soy Byron! ¡El hijo de Flint!

    Ambipom se sorprendió mucho, y agarró su rotulador y pizarra para volver a escribir un mensaje que mostró al entrenador.

    No me tomes el pelo, ¿en serio eres tú? ¿Cómo puedo saberlo?

    Byron sonrió al leer aquello.

    —¡El gran Ambipom, el Rey de los Movimientos! ¡No hay movimiento que se le escape!... Eso solía decir papá sobre ti, ¿te acuerdas? Justo lo que te decía tu primer entrenador.

    Ambipom no daba crédito, ¡realmente era el hijo de su segundo entrenador! Con lágrimas en los ojos, lo abrazó con fuerza, emocionado de reencontrarlo.

    —¿Cómo es que acabaste aquí? Recuerdo que cuando papá murió, decidiste partir de viaje tú solo.

    Ambipom escribió:

    Llegué hasta aquí y decidí quedarme y ayudar.

    —Ya veo, ¿pero cómo es que la pokéball no llegó a atraparte? Que yo sepa, desde que murió mi padre, vuelves a ser salvaje.

    Ambipom sonrió tras escuchar esas palabras, y una vez más escribió:

    Porque ahora tengo un nuevo entrenador, el Guarda del Safari.

    —Oh, ya entiendo. Tu tercer entrenador, ¿huh?

    Ambipom fue pokémon de su padre desde que Byron tenía, ¿cuántos, unos… nueve años? No lo recordaba del todo bien, porque su padre nunca le dio demasiados detalles al respecto, pero sabía que Ambipom era el mejor amigo y compañero pokémon de su fallecido tío, y su padre lo acogió en su equipo cuando éste murió. Y él acabó por morir también…

    Deprimido, Ambipom partió pensando que atraía la mala suerte a sus entrenadores y les buscaba la muerte. No quería hacer más daño a la familia de Byron, así que se alejó. Y con él, se llevó ese colgante que siempre llevaba su padre, y que, supuestamente, antes perteneció a su tío, y antes, a su abuelo. Una joya que, sin tener valor aparente, se transmitió de generación en generación. Desde que Byron la recuerda, estaba quebrada, ligeramente al menos. Pero Ambipom la seguía manteniendo intacta desde entonces, demostrando el gran apego que tenía al objeto.

    —Me alegro de que hayas encontrado tu sitio, Ambipom. Después de lo de papá, mamá, y mi hermano, bueno, yo… pensé que nunca te volvería a ver. Igual que nunca volvería a verles a ellos.

    Ambipom frunció el ceño, recordando entonces lo que sucedió hace algunos años antes.


    Caminaban un Zorua y un joven de unos quince años por la región enorme de Nova. Ya la habían recorrido durante varios años, desde que salieron del Limbo. Habían derrotado a todos los líderes, habían visitado cada rincón, y no terminaban de encontrar su lugar. Solo recorrían los lugares de Nova una y otra vez, explorando cada vez uno de los rincones que olvidaron visitar la vez pasada.

    —Zorua, ¿qué me dices de entrar al Safari? Hasta ahora siempre lo hemos rodeado, ¡podríamos entrar a verlo!

    Zorua asintió, sonriente, posándose en la cabeza del joven moreno.

    —Hola —le dijo al Guarda, una vez ya en la recepción que daba paso al recinto del Safari—, ¿podríamos pasar? —mostró Jake el dinero correspondiente, que el Guarda agarró con sonrisa en la cara

    —Claro. Pasad, pero recordad, ¡prohibido batallas pokémon! Y ten, 20 safari ba…

    —No, gracias —negó amablemente Jake—, no quiero capturar ningún pokémon, solo vine a ver el Safari, nada más.

    —Oh, bien, entonces. Vayan al centro, allí encontrarán al guía. No te extrañes cuando lo veas, chico. Lo reconocerás por llevar un gran colgante colgado del cuello, es bastante peculiar… —rió ligeramente—, en realidad, no te costará distinguirlo.

    Algo inquieto por las palabras del hombre, se adentró Jake, dispuesto a encontrarse con el supuesto guía.

    Allí en la llanura pudo apreciar cómo un Ambipom, pizarra y rotulador en manos, daba indicaciones a una pareja que parecía andar algo desorientada. Tras indicarle su camino, partieron en dirección a la zona del río, mientras Jake se acercaba sorprendido.

    —¡Vaya, Zoru! ¡Parece que el guía es un pokémon!

    Zorua asintió, viendo el efectivamente grande colgante de Ambipom. En ese momento, notó el pokémon siniestro, mientras se acercaban al despistado guía, algo raro en él. Concretamente, en su colgante.

    —¿Hmm? ¿Qué sucede? —preguntó Jake al ver inquieto a su pokémon, deteniéndose en su marcha. Él señaló el collar del Ambipom—. Sí, es un colgante muy grande, justo como nos dijo el… eh, un momento —sacó de su bolsillo el fragmento de cristal que siempre llevaba consigo, y entonces, al mirarlo, se percató de algo—. ¡Él es… no puede ser!

    Corrió hasta alcanzarlo, golpeándole suavemente la espalda para llamar su atención. Al voltear, el pokémon normal reconoció fácilmente al chico, pues no habían pasado apenas tres años desde aquella desgracia, la segunda que le tocaba vivir, y no había cambiado nada, ¡era Jake, el hijo de Flint!

    Pero, ¡no era posible! Él murió en aquel accidente, junto a su madre y a su padre. El incendio y la explosión del automóvil carbonizó los cuerpos y no se encontraron restos fiables de ninguno, sí, pero… ¡estaba claro que él murió!

    ¿Jake? ¿Jake, el hijo de Flint?

    Jake se sorprendió al leer el mensaje de Ambipom. Era cierto, ¡su padre le enseñó a escribir! Desde entonces le era más fácil comunicarse con los humanos, aunque él no había necesitado nunca de capacidad de escritura para expresarse.

    —Sí, ¡soy yo! ¡Soy Jake! —miró una vez más el colgante roto que llevaba el pokémon en el cuello—. Mira —sacó su fragmento de cristal, y se lo enseñó—, ese colgante era el que llevaba papá. Y este es el trozo que él me dio, ya estaba roto desde que él lo tenía. ¡Encajan!

    Impresionado, Ambipom agarró el fragmento y repentinamente se sobresaltó al tocarlo. Una lágrima recorrió su rostro mientras se acercaba para mirar de cerca el trozo. Luego, con sus manos mayores, volvió a escribir.

    Pero, ¿cómo es posible? ¡Moriste en ese accidente!

    Jake negó con la cabeza.

    —No, eso no fue así. Yo… yo no morí. Celebi me salvó cuando estaba a punto de hacerlo. Me llevó al Limbo. Allí la muerte no existe, ¡mis heridas sanaron! Era un paraíso. Donde no corría el tiempo, y todo era felicidad —miró al cielo, con ojos iluminados—. Pero hubo un momento en el que quise volver. Volver a Nova. A casa. Aunque —su mirada bajó al suelo—, cuando llegué aquí, acompañado de Zorua, ni se me pasó por la cabeza volver a casa. ¡Estaba solo, y era libre, con tan solo 13 años físicos, y 12 biológicos! Mi tía nunca me hubiese dejado ir solo. Y quería ver mundo. Así que lo decidí, ¡recorrería Nova y luego volvería! Pero… la cosa se m e fue de las manos. Cuando me quise dar cuenta, había recorrido toda la región, pero pasaron dos años casi. Y no me atrevía a volver a casa.

    Ambipom inclinó la cabeza a la izquierda.

    —¿Qué diría Byron? ¿No se enfadaría porque no volví antes? ¡¿Y si no quería volver a verme?! ¡Llevaba dos años, dos años vivo y creyendo él que estaba muerto! Tenía miedo, miedo a su reacción. Y seguí viajando. Viajar es lo único que me consuela. Pero ahora, ahora no tengo nada que hacer salvo recorrer los pocos lugares que aún no visité. Ya vencí a todos los líderes, ¿y qué? La Liga Pokémon lleva algún tiempo inactiva; Chamder, el campeón, busca a un nuevo Alto Mando para, bueno, ya sabes, sustituir a los otros cuatro.

    Al oír las palabras “Alto Mando”, Ambipom apretó con fuerza sus puños, iracundo.

    —Así que, eso es todo, Ambipom. Por eso estoy aquí, ¡no puedo creerme que haya vuelto a verte!

    Ambipom le sonrió, y escribió en su pizarra una frase más.

    Él no te rechazaría. Puedes estar tranquilo, puedes volver a casa.

    Un suspiro emanó de la boca de Jake.

    —Es cierto, puede que tengas razón. Pero, ¿y si no la tienes? ¡No podría soportarlo, Ambipom! A partir de ahora, que este sea nuestro secreto, ¿vale? Si en algún momento vuelves a ver a Byron, no le cuentes que sigo vivo. Si alguna vez regreso, si volvemos a vernos, quiero que sea porque yo mismo logro reunir el valor para hacerlo.

    Ambipom asintió lentamente, y estrechó su mano, para sellar esa promesa.


    Por las palabras de Byron, Ambipom dedujo acertadamente que en esos casi siete años, aún Jake no tuvo el valor de mostrarse ante Byron. Por un momento, deseó escribir en la pizarra que su hermano estaba vivo. Pero hizo una promesa con Jake, y por mucho que Byron mereciese la verdad, cumpliría su palabra.

    ¿Qué has estado haciendo?

    —Oh, pues, ¡si parase a contarte, podría llevarme mucho tiempo! —sonrió el rubio entrenador. En ese momento, oyó cómo un pokémon familiar gritaba de lejos. Se giró, y vio a Gallade, corriendo tras él y acompañando a Regina—. ¡Mira quién está aquí! ¡Gallade, te presento! ¡Éste es Ambipom! Ambipom, ese es Gallade, ¡mi pokémon inicial!

    Ambos estrecharon sus manos, y Ambipom no pudo evitar fijarse en Regina.

    ¿Quién es ella?

    Una mirada triste de Byron a la bailarina de rostro vacío le hizo suspirar.

    —Ella…

    Byron contó a Ambipom todo su viaje, a raíz de lo que le sucedió a Regina. Le habló del equipo Neutrón, le habló de Eric y su verdadera identidad, de Fangy, o mejor dicho Cronos, de todo. Le habló de que debían luchar, por salvar a Meloetta, por hacer pagar a Fangy y al equipo sus crímenes. Y le contó su objetivo de llegar a lo más alto de la Liga Pokémon.

    Vaya… podríamos dar un paseo por el Safari, si crees que eso ayudará a Regina.

    Byron asintió, y así, comenzaron un recorrido guiado por la zona. Vieron praderas, lagos, ríos, mares artificiales; un emplazamiento similar a un volcán, zona desértica y montañosa, casi todos los ecosistemas imaginables. Fueron unas horas de paseo entre pokémon de múltiples especies y ambientes de todo tipo.

    Pero pareciese que nada de eso sirvió a Regina a volver a la normalidad.

    —Regina… —suspiró Byron. Le habían robado los recuerdos, y con ello, habían dañado seriamente su alma. Ahora luchaba por seguir manteniendo parte de su voluntad, pero casi era como una muñeca de trapo, manejable, y fácil de dirigir a donde quisieses.

    Ambipom no podía evitar mirar con lástima cómo Byron hacía lo que podía por no decaer en su empeño de lograr recuperar a la antigua Regina. Entre las cosas de su viaje que le contó, venía incluida la historia de Kattie, cómo él presenció la explosión y perdió allí a una amiga.

    Byron sufrió y sufre mucho. Y aun así, mantenía la sonrisa, la cabeza alta y plena energía. Sin duda estaba reteniendo todo eses sufrimiento, por Regina, por Kattie, por sus pokémon. Él cargaba con todo en su conciencia. Pero nunca se rendiría.

    Por eso, cuando anocheció, y fue momento de salir del safari, por el lado contrario a donde entró, el Guarda se acercó a él tras una charla con Ambipom

    —Así que eres un viejo amigo de Ambipom, ¡el hijo de su antiguo entrenador!

    Byron asintió.

    El guarda se mordió el labio con fuerza, conteniendo sus lágrimas. Ambipom también tenía rostro cabizbajo. Le entregó el guarda una pokéball a Byron.

    —Es tuya.

    —¿Q-Qué es? —preguntó el entrenador.

    —La ball de Ambipom. Ahora te pertenece.

    —¿¡Cómo!? —Byron se sorprendió sobremanera, con su boca abierta de par en par.

    —Lo que oyes. Él nunca la usa, pero teniendo su ball te reafirmas como su entrenador. ¡Asegúrate de tratarlo bien! Él me ha ayudado todos estos años, e insiste en que desea acompañarte. Quiere ayudarte en tu viaje.

    —Ambipom…

    El pokémon sonrió con amabilidad.

    —Es lo justo, ¿no? —dijo el Guarda, sonriendo con algo de pesar—. De tu padre, debe pasar a ti. ¡Cuídate, mono bobo! —le dijo mientras lo abrazaba con ternura.

    Byron agarró la ball de Ambipom.

    —De acuerdo, entonces, ¡tenemos un nuevo compañero! —Gallade asintió alegre ante la noticia—. No se preocupe, señor Guarda, ¡Ambipom será como uno más de la familia! Y tranquilo, no le obligaré a meterse en la ball si no está acostumbrado a esto.

    Al pokémon mono le hizo feliz oír esa noticia, no acostumbraba a meterse en esos cacharros; su primer entrenador nunca lo metió en una, y su segundo solo lo hacía en ocasiones indispensables.

    —Por favor, y deja de llamarme “Guarda”, tengo nombre —concluyó con una sonrisa—. ¡Mi nombre es Alejandro! —volvió a mirar a Ambipom—. Y digamos que este Ambipom y yo ya éramos viejos conocidos desde antes de trabajar juntos. A propósito, ¿a dónde te diriges?

    —Mmm, pues pretendo ir a Nova Norte, pero no sé exactamente por dónde debería ir para llegar más rápido.

    —¡Oh, pues es muy sencillo! Yo vivo allí, tengo un hijo pequeño y una mujer en Nueva Porcelana. Vengo aquí en mi pokémon volador cuando me toca trabajar. Para llegar sin volar, si pretendes ir a Pueblo Cabo (Arcilla), atraviesa el desierto y en la próxima ciudad podrás coger un barco directo hacia allá.

    —¡Genial!

    —Dile al capitán que vas de parte de Alejandro “el del Lucario”, seguro que te dejará entrar gratis, ja, ja, ja.

    —¡Oh, excelente! Muchas gracias, Alejandro. ¡Hasta otra!

    —Hasta luego, chaval —dijo el Guarda mientras veía marcharse a Byron y Ambipom—. Cuídate, mono bobo —susurró.

    Entonces, miró hacia atrás y dijo:

    —Sal ya, Lucario. Recuerda que puedo leer el aura, como tú, ¡llevas espiando ahí desde que empezamos a hablar!

    El inseparable Lucario de Alejandro salió de su escondite. Se mostraba cabizbajo.

    —¿Tan orgulloso eres que no pudiste despedirte de Ambipom? —Lucario giró la cabeza con brusquedad a su derecha—. Bueno, qué más da. Es el destino, parece, ¿no? Si ese chico es el hijo del segundo entrenador de Byron… ¿crees que es él sea el sobrino de él?

    Lucario asintió, con ojos cerrados.

    —Ya es hora de cerrar el safari. Hoy no nos toca turno de noche, volvamos a casa —y de una ball que sacó, surgió un Unfezant sobre el que ambos se montaron, partiendo raudo hacia Ciudad Nueva Porcelana.
     
    • Me gusta Me gusta x 2
  20.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,315
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    86
     
    Palabras:
    2565
    CAPÍTULO 85 — Tres deseos (Melly/Byron)


    Caminaban Melly, Leo y Kari por el Desierto del Este. Al atravesarlo, llegarían al Gran Safari, y solo tendrían que cruzarlo para llegar a Nueva Calagua, donde esperaba el último concurso… ¡y el Gran Festival!


    Las cintas de Melly se reducían a dos… lo que implicaba que ella necesitaba ganar sí o sí el próximo concurso. El Gran Festival estaba cerca, a solo algunos meses, y puesto que se celebraba un concurso por cada mes, Melly tenía pocas oportunidades para ganar el de Calagua. De hecho, debía llegar en menos de tres días para poder concursar en el concurso de este mes… por eso, andaban con velocidad, sin prisa, pero sin pausa.


    —¡Qué calor! ¿Falta mucho? —se quejaba el más pequeño, con su Zubat sobre su cabeza, usando sus alas a modo de gorra para darle sombra a su acalorado entrenador.


    Melly se rió, y Kari hizo lo mismo.


    —Llevamos solo cinco minutos andando, Leo, ¡no te quejes tanto! ¡Flojo! —regañó Kari.


    —Uf, quiero llegar ya…


    Melly sonrió mientras Manaphy, sobre su cabeza también, se agazapaba, falto de energías por el fuerte calor. Mientras, Strahl correteaba con energía a su alrededor. Togepi, por su parte, estaba durmiendo tranquilamente en la paz de los brazos de Melly.


    La joven seguía sin poder dejar de darle vueltas al tema de sus visiones. No olvidaba lo que había hablado con Kari y Leo sobre ellas: probablemente, ese hombre del que ella recuerda algo sea alguien a quien ella conoció antes de entrar en el coma, y por lo tanto casi no recordaba. Y ese chico que conoció en la cueva Chispeante cuyo nombre pronunciaba sin motivo a veces, Byron, sería alguien de su familia, ¿quizá su hijo, ese que no montó en el coche que tuvo el accidente?


    Aun si fuese verdad que simplemente lo que ella pensaba que eran recuerdos de otra persona infiltrados en su mente no eran más que recuerdos suyos sobre otra persona, ¿por qué él? ¿Qué importancia puede tener como para llevar todo este tiempo sufriendo esas visiones?


    Todo comenzó cuando se cruzó con Byron en la cueva… quizá la solución a todo sea preguntarle al mismo Byron. Pero, ¿qué mínima probabilidad había de que volviesen a encontrarse?


    [Byron]


    El entrenador, enérgico, caminaba adentrándose en el desierto. Atravesándolo de este a oeste, llegaría a la siguiente ciudad, donde el barco que le dijo el Guarda, Alejandro, le llevaría Pueblo Cabo, y así estaría más cerca de su octava y última medalla de gimnasio, y por tanto, más cerca de la Liga Pokémon.


    Pero… algo no le dejaba avanzar tranquilo. Y ese algo era Regina.


    Byron no podía seguir por más tiempo su viaje sabiendo que no está haciendo nada para ayudarla, solo arrastrarla allá donde va él. La miró un momento, parando en seco. Ahora ya caminaba sin necesidad de agarrarla de la mano, y había desarrollado un cierto apego con Byron, siguiéndole a todas partes. Pero seguía con ojos sin alma, con rostro vacío, sin decir casi nada… sin recuerdos, porque su propio hermano, Eric, se los arrebató.


    —¿Qué puedo hacer para ayudarte, Regina?


    Gallade y Ambipom se miraron apenados. Querían hacer algo para ayudar a Regina, y así ayudar al mismo tiempo a su entrenador. Pero, ¿el qué?


    Entonces, Ambipom pensó en algo. Pizarra siempre en mano, rotulador en la otra, escribió:


    A Regina le robaron los recuerdos y a Meloetta, ¿no? ¡Meloetta es importante para ella! ¡Hay que recuperarla!


    Byron leyó con atención y pensó seriamente en la idea del mono.


    —Sí. Quizá funcione. ¡Claro! Si rescatamos a Meloetta, quizá Regina recupere sus recuerdos. Meloetta estaba muy unida a ella, era como su otra mitad. ¡Regina! ¡Meloetta! ¿Recuerdas a Meloetta?


    —Me… ¿loetta? —pronunció con dificultad la chica—. Meloetta…


    —Ajá —asintió Byron, con sus manos en los hombros de la joven—. Ella era tu amiga, tu compañera. Hay que rescatarla de esos indeseables de los Neutrón. Pero —apartó sus manos poco a poco y agachó la mirada— hace tiempo que no vemos a ninguno de los reclutas de ese equipo, y aunque lo hagamos, no nos van a revelar tan fácilmente dónde está su guarida. ¡Agh, mierda!

    Entonces, Ambipom tuvo otra idea.


    ¡Chamder! Chamder sabe muchas cosas. Quizá sepa algo de los Neutrón.


    —Mm, sí, es buena idea, pero aún así, ¿cómo encontramos a Chamder?


    Él era el antiguo Campeón. Quizá el Campeón actual sepa dónde encontrarlo, ¡puede que él mismo sepa algo sobre los Neutrón!


    En ese instante, Byron alzó la mirada, sonriendo.


    —Es cierto. ¡Es cierto! —agarró de las manos a Regina—. El Campeón, o la Campeona, ¡esa es la clave! Si llegamos hasta él, puede que estemos más cerca de encontrar a Meloetta.


    No pudo evitar sentirse aliviado. Ahora sabía que podía continuar con su viaje y no por ello dejaba de ayudar a Regina; de hecho, debía proseguir su camino si quería ayudarla. Al final, siempre estuvo haciendo lo correcto.


    —Está bien. ¡Vamos, Regina! ¡Gallade, Ambipom! Tenemos un líder de gimnasio al que vence… —algo perturbó su marcha, cuando vio a lo lejos lo que parecía ser una chica tumbada en la arena—. Ey, ahí hay alguien. ¿Estará herida? —dijo, mientras se lanzaba a correr en su auxilio.


    [Melly]


    —¿¡Falta muchooooo!? —exclamó pesadamente Lionell.


    —No, Leo, no falta mucho —sonrió Melly.


    El camino en aquel desierto resultaba monótono y confuso. Llegó un momento en el que tuvieron que descansar a petición de Leo. Cuando reiniciaron la marcha, ya no sabían cuál era el norte y cuál el sur.


    Por suerte, Melly se había percatado de algo: ¡este lugar era el hogar de uno de sus compañeros! Él serviría de guía, y así además disfrutaría de estar de nuevo en su tierra natal.


    Así, Hippopotas guiaba a los coordinadores, feliz de estar una vez más en el Desierto donde nació, en su hogar.


    —¿Vamos bien entonces por aquí, Hippo? —preguntó la rubia entrenadora.


    El pokémon tierra asintió, mientras seguía caminando alegremente, disfrutando de la leve tormenta de arena que tanto incomodaba a los demás.


    —¡Eh! —se escuchó a lo lejos, volteándose así los entrenadores. Un hombre corpulento, con una bandana en la cabeza, pelos castaños sobresaliendo ligeramente de ésta y ojos color chocolate se acercaba corriendo. Vestía una camiseta blanca apretada y llevaba encima, abierta, una chaqueta azul y sin mangas, a juego con su bandana. Unos vaqueros pirata viejos vestían sus piernas, y de zapatos calzaba unas tenis azules muy grandes. A sus pies le acompañaba un Growlithe.


    Cuando logró alcanzar a los coordinadores, tomó aire para decir:


    —¿Habéis visto a una niña por aquí? ¡Tiene solo cinco años, es rubia y con el pelo muy largo, y vestía un vestidito corto blanco con un lazo azul a la cintura y en el pelo! Es mi hija, y le he perdido de vista.


    Melly no pudo evitar pensar, pese a la gravedad de la situación, que ese atuendo que el padre decía que llevaba la chica no era el más adecuado para atravesar un desierto.


    —No, no la hemos visto —contestó la mayor—. Pero no se preocupe, le ayudaremos a buscarla, ¿por dónde se separaron?


    —No lo sé, ella salió corriendo de casa para buscar a su pokémon y, cuando me di cuenta, ya estaba en el desierto según el rastro que olfateó mi Growlithe. Pero aquí es incapaz de localizarla por el olfato.


    —Bueno —meditó Kari—, podemos buscarla desde el cielo, ¡así será más fácil encontrarla!


    —¡Gran idea! Zubat, ve.


    —Mothim, sal, ayuda tú también —liberó Melly—, nosotros busquemos también por tierra.


    El padre, aún muy nervioso y agitado, respiró hondo y dijo sonriente:


    —Mil gracias.



    [Byron]


    —¡Ey, chica! ¿Estás bien?


    La niña, acurrucada en el suelo, se había desmayado. El chico la cogió en brazos; era muy pequeña en estatura, así como en edad.


    —¿Qué hará una niña tan pequeña en mitad del desierto?


    Ambipom y Gallade se miraron, extrañados. Definitivamente, había algo extraño en que esa niña estuviese ahí sola.


    Entonces, un pequeño Zubat llegó hasta Byron, colcándose sobre su cabeza.


    —¡Ey! ¿Qué hace un pokémon como tú en un sitio como éste? —preguntó Byron. El pequeño pokémon solo aleteó alarmado mientras echaba a volar hacia delante.


    ¡Quiere que le sigamos! ¡El padre de esa niña la está buscando!—tradujo Ambipom, enseñándole la pizarra antes de echar a correr detrás de el Zubat.


    [Melly/Byron]


    —¡Ey, ahí viene Zubat! —exclamó Leo.


    Entre la ligera tormenta de arena lograron divisar que, a poca distancia de Zubat, se acercaban corriendo dos personas y dos pokémon, cargando uno de los jóvenes con algo entre sus brazos.


    Aun cuando todavía no estaban cerca, el corazón de Melly comenzó a palpitar con fuerza.


    —¡Stella! ¡Stella, hija! —gritó el padre en cuanto distinguió a la chica que cargaba Byron. Éste, al ser abordado por el hombre, le entregó a la desmayada joven y dijo.


    —Supongo que usted es su padre —dijo Byron—. Estaba desmayada en el suelo.


    —Stella… —acarició el padre el cabello de la niña, que poco a poco abría sus ojos.


    —Papá, Jirachi… Jirachi no está.


    ¿Jirachi? Byron se sobresaltó al oírla pronunciar ese nombre, pero no pudo evitar desviar su atención a una de las chicas que acompañaban al padre.


    —¿M-Melly? —musitó Byron, ojos abiertos como platos. Su corazón latía fuerte.


    —¡B-Byron! —exclamó la coordinadora, con igual estupor. También su corazón latía con mucha fuerza, de forma inexplicable—. ¿Qué haces aquí?


    Byron sonrió.


    —Pues pensaba atravesar el desierto para tomar un barco hacia pueblo Cabo, ¡me espera mi última medalla! ¡Incluso vencí a tu madre, jaja! ¿Y tú? Es una alegría volver a coincidir.


    —Yo pensaba ir a Nueva Calagua, ¡el último concurso, y después de eso el Gran Festival, me esperan!


    Ambos estuvieron por un rato mirándose, sonriendo. Era de nuevo esa extraña sensación. Algo incómodo, Byron decidió voltear a mirar a la niña rescatada, y le preguntó a su padre qué tal estaba. Mientras, Ambipom se acercaba lentamente, mirando a Melly. Por alguna extraña razón, sentía algo extraño al mirarla.


    Hasta que Strahl, el pequeño Pichu, saltó alegremente frente a Ambipom, abrazándolo. El pokémon mono no daba crédito.


    —¡Anda! ¿Os conocéis? —preguntó sonriente Melly.


    Ambipom sonrió ampliamente mientras el Pichu saltaba alegre. Ambos intercambiaron algunas palabras, y entonces, Picu le contó el motivo por el que él ahora estaba con Melly. Ambipom asintió, expresando su conformidad con el pokémon eléctrico. Era como si ella…


    Justo entonces, Byron y el padre y la hija se acercaron.


    —Fueron esos Neutrón, ¿lo recuerdas, Melly? Intentaron robar a tu Manaphy aquella vez.


    —Sí, claro que los recuerdo —comentó Melly—, ¿qué es lo que han hecho?


    Byron miró a la niña, que ya caminaba, al cual miraba al suelo, callada y meditativa, agarrando la mano de su padre.


    —Por lo visto, esta niña era la entrenadora de Jirachi, un pokémon que se dice puede conceder tres deseos cuando despierta… pero solo lo hace una vez cada mil años. Aun así, incluso estando dormido, puede moverse y actúa como si estuviese despierto.


    —Y… ¿crees que ellos lo robaron?


    Byron asintió.


    —Estoy seguro.


    —Stella —dijo el padre— dice que Jirachi salió atraído por una sensación extraña. Cuando se dio cuenta, ella la siguió; siempre han estado muy unidas.


    —Yo ya no percibo a Jirachi —murmuró Stella.


    ¿Percibir?, se preguntó Melly. Esa niña era especial, ¿podía “percibir” la presencia de Jirachi? ¿Tan fuerte era el vínculo entre ambos, o era algo más?


    —Seguro —continuó Byron— que los del equipo Neutrón lo secuestraron usando algún truco.


    Definitivamente, Melly estaba de acuerdo.


    —¡Malnacidos! —gruñó el padre—. ¡Os atraparé! ¿¡Dónde puedo encontrarlos!?


    —Tranquilo, yo los venceré —dijo Byron, al unísono junto a Melly. Ambos se miraron y sonrieron.


    —Stella… ¿te llamas así, no? —la niña asintió a las palabras de Byron—. ¿Ves a esta chica tan calladla? Es mi amiga, y se llama Regina. A ella también le robaron a su pokémon. ¡Voy a ir y voy a liberarlos a todos! A Jirachi, a Meloetta, a todos. Esos del equipo Neutrón lo pagarán.


    —Gracias —dijo ella, muy seria.


    —No se preocupe —dijo Byron—. Doy mi palabra de que llegaré hasta ellos y le traeré de vuelta a Jirachi. Usted debe cuidar de su hija.


    El padre, que al principio dudó, mordiéndose el labio, dijo:


    —Tienes razón, chico. Entonces… confío en ti.


    —¡En cuanto llegue a la Liga pokémon, atravesando el mar, podré saber dónde están los del Equipo Neutrón!


    —¿Cruzar el mar? —dijo el padre—. ¿Quieres llegar a Pueblo Cabo?


    Byron asintió.


    —De hecho, el guarda del Safari, Alejandro, me dijo que podría viajar sin problemas en un barco de un amigo suyo.


    El hombre se rió.


    —¡Hombre, qué casualidad! Rudy, para servirte, ¡dueño del barco del que me hablas! Estaré encantado de llevarte, chico.


    Las casualidades parecían estar sucediéndose una tras otra ese día.


    —¡Genial! —sonrió Byron—. Entonces, más que nunca le debo una—. Vamos, Regina, Gallade, Ambipom. Sigamos avanzando.


    Melly quiso detenerle, pero por algún motivo no se atrevió a preguntarle nada. Justo entonces, Ambipom, antes de ir con su nuevo entrenador, mirada clavada en Pichu y en su entrenadora, dibujó en su pizarra y la enseñó a Byron.


    —¿Hm? ¿Qué sucede Ambi…? —al ver a ese Pichu, con su oreja de tres picos y su flequillo, lo supo reconocer al instante: ¡era…! —¡S-Strahl! ¡Eres Strahl!


    Al pokémon le costó reconocerlo en un principio, pero no tardó en identificarlo como un viejo conocido.


    —¿Estás con Melly…? ¿Pero cómo…?


    Melly miró a Byron.


    —Así que, ¿lo conoces?


    El entrenador asintió.


    —Era el primer pokémon de mi padre, Flint.


    Flint. Flint. El nombre se clavó en la memoria de Melly como una flecha.


    —Yo lo encontré cuando me dirigía al concurso de Nueva Rocavelo, y desde entonces no me he separado de él —sonrió—. Es como si lo conociese desde siempre.


    —Es extraño —comentó Byron—, Strahl no iría con nadie que no sea mi padre.


    Eso hizo a Melly pensar. Entonces, ¿por qué iba Strahl con ella? Más y más incógnitas sobre ese hombre… sobre Flint... surgían en su mente. Deseaba preguntarle a Byron, pero se veía incapaz de hacerlo por algún motivo.


    —En fin, tenemos que irnos. Kari, Leo y yo tenemos que llegar al concurso de Calagua rápido, o no podremos inscribirnos.


    —Oh, bueno —sonrió Byron—. En fin, un placer haberte visto de nuevo, Melly. ¡Suerte los tres!


    —¡Gracias! —exclamaron Leo y Kari.


    —Suerte también a ti con el gimnasio y con la Liga —deseó ella tímidamente—, y con… lo de tu amiga.


    Byron asintió.


    —Vamos, chico, el barco espera —dijo Rudy, avanzando dirección al oeste.


    —¡Espero volver a verte! ¡Y a ti también Strahl! ¡Has encontrado una buena compañera!—fueron las últimas palabras de Byron antes de alejarse él, Regina y sus pokémon, no sin antes quedarse Ambipom por unos segundos observando a Melly, meditando sobre lo que Strahl le dijo.


    Melly quedó también un rato mirando al pokémon y a su entrenador, hasta que Leo tuvo que hacerla volver en sí.


    —¡Ey, Melly! Espabila. ¡Guau, estabas hipnotizada!


    —Ese era Byron, ¿verdad? El mismo que encontraste y que creías que estaba relacionado con tus visiones —preguntó Kari.


    Melly asintió, cabeza gacha.


    —¿Por qué no le has preguntado acerca de tus visiones? —quiso saber la entrenadora de Eevees.


    —Yo… no lo sé —Melly se veía taciturna y meditativa. Por su cabeza, solo una frase pasaba: “Strahl no va con nadie que no sea Flint”.
     
    • Me gusta Me gusta x 3
Estado del tema:
No se permiten más respuestas.

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso