Sandro tiene el corazón de alcachofa. Hay algo que logra delatarlo en la forma en que nos mira.Sobre la mesa, sus dedos sostienen una lucha silenciosa. Se aferran por el borde y resiguen las irregularidades de la mantelería. Sus labios no se mueven; sin embargo, son sus dedos los que nos dicen. Los que ahora se agitan, temblorosos, mientras deshojan la hortaliza.Al final, cuando ya no puede resistirse, deja que sus dedos tomen la iniciativa: espolvorean una pizca de pimienta blanca y, en silencio, comienzan a hablar. * * *Viñeta II para 'Una historia diaria' de Creación literaria.