A pesar del dolor y la soledad, seguimos aquí y en pie, aunque nos duela continuar, y cada paso al caminar sea tan doloroso que no podamos avanzar, debemos continuar, porque llegados a este punto, no nos queda más que seguir avanzando y caminar. Buttercup, el gato de mi hermana Prim, su más grande tesoro, a quien yo intente matar en tantas ocasiones, que ya no las recuerdo, es el único recuerdo vivo que tengo de ella. Aunque lo odie, aunque el gato me odie, con el paso de los días, aprendimos a querernos, a aceptarnos. El pobre infeliz regresó, completamente destrozado, pero regresó, hallo su camino de vuelta desde el escondido distrito trece, luchó por volver, las claras muestras de luchas feroces y varias heridas en su pequeño cuerpecito eran la evidencia. Al igual que yo, mirando al gato recostado en el umbral de la ventana me doy cuenta de ello. Ese odioso gato y yo compartimos tanto, ambos tenemos cicatrices tan marcadas en nuestro cuerpo, mente, alma y corazón que dudo mucho que el tiempo las pueda borrar. Ellas siempre estarán allí, recordándonos lo que pasó, lo que vivimos y a quien perdimos. Odio verlo rondando por la casa, tirándose en cualquier lugar, siguiéndome siempre, odio verlo, pero a la vez no puedo estar sin saber de él, se convirtió en mi mal necesario. Mis hijos lo adoran, lo miman y lo consienten igual que lo hizo Prim, yo no lo hago, con que lo acepte ya es más que suficiente para ese mugroso gato. Extraño a Prim, como desearía que mi pequeña hermanita estuviera aquí conmigo, viendo como sus sobrinos juegan con su gato, ¿estaría feliz? ¿O se pondría histérica como Peeta cada que mi pequeño trata de comerse su cola? ―¡El gato no es comida! ―le había regañado su papá. Aún recuerdo como mi bebé me miro intrigado y con los ojos vidriosos preguntándome la razón, yo no pude más que devolverle una sonrisa. ―Eso será mientras tengamos que comer ―sonreí guiñándole el ojo. Peeta me miro molesto, y mi bebe brinco de contento en sus brazos, mirando al gato caminar de aquí para allá desconfiado de mi niño. Cuantos dicha, cuanta nostalgia y cuantos recuerdos, bellos y amargos, pero mis recuerdos al final. Los que me hicieron quien soy, no puedo borrar el pasado, lo hecho, hecho está, pero si puedo hacer algo con mi futuro, tal como lo dijo el doctor, puedo mirar a mi futuro, y aunque con inseguridad, tomar fuertemente la mano de Peeta y caminar a su lado día a día, y paso a paso, porque un futuro grandioso no se construye de la noche a la mañana, y nosotros tenemos tanto que ensenar a nuestros hijos. Que por ellos seguiremos firmes, seguiremos fuertes, y seguiremos en pie. Fin
¡Es hermoso tu texto! ¡Lo amé! Cuando estaba leyendo los libros yo sufría porque Katniss no amaba a Peeta. Él es tan dulce, bueno y a su vez siempre trataba de sacar la mejor parte de ella, no importaba si Katniss se veía como un ser despreciable, frío y calculador, él siempre la vio como su heroína. Y el gato... Plasmaste muy bien esa relación de amor-odio que existe entre esos dos. Simpre estarán unidos, tienen en común ese amor que no se desvanece con el tiempo y ese dolor que les dejo la perdida de Prim. Y a su vez, en ese gato vive Prim y por eso lo soporta Katniss y el gato soporta a la chica en llamas porque debe encontrar un eco de su amada dueña en ella. También es muy gracioso que el niño quiera comerse al gato xD Abordando ahora un aspecto más técnico, vi que se te fueron algunos acentos (bebé y lo colocaste como bebe). Y creo que eso es todo :D Un saludo.
Gracias por tu comentario. Casi había olvidado la existencia de esta historia. Lo escribí hace siglos. Me alegro que te guste. Yo también sufrí como tu al leer los libros. Pero en parte entendía el carácter de Katniss. (creo que soy un tanto parecida a ella por la frivolidad de carácter) y me encantó la trilogía. Un gusto leerte y gracias por las correcciones!!