No lloraré por ella...

Hola perdón por tardar es que no encontraba la manera de describir este capítulo xD espero les gusté ya que me costó mucho trabajo terminarlo :( gracias a mis hermanas Abril y Sol Taisho, todas mis amigas, que las adoro: Alexa, Karolay, Dark Angel, Anna Y, Eternity, Katitaw, Almee, Kasumi-san, inuloversixx, julieta taisho, Akane-sama, Allizon, inu-sister, Fer-chan, Yuuki, Trini, Yui, etc (aunque no lean este fic jeje) a mis betas favoritas Fernandha y Miss Love, mi yerno Nico, mi hija Hetalia y todos los lectores gracias n.n.
Advertencias: extremo Ooc (un hechizo). Lean con cuidado o no le entenderán xD.

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CAPÍTULO 11 EL BESO DE LA PRINCESA…

— ¿Cómo dices?—preguntó Aome totalmente desconcertada al borde de la desesperación roja
como un tomate— ¿Qué yo soy tu futura esposa?

No hubo respuesta alguna porque otra llamarada de fuego aterrizó suavemente desde el
horizonte tornando el lugar de un resplandor verde-azul seguido de una cálida brisa incitante e
irresistible. El cielo cada vez era más oscuro, el sol comenzaba a ocultarse y posiblemente esa
sería la noche más larga que Aome viviera; justo como el sueño que había tenido en la mañana,
la hacía perder la cabeza, la noción de su existencia. La llamarada de fuego se detuvo a escasos
metros de Sesshomaru que aún sangraba con ímpetu intentando mantenerse de pie. La llama se
desvaneció dejando ver a una persona:

—Así que has venido viejo hechicero—murmuró el chico de impactante belleza. La persona que
estaba delante de ellos llevaba una túnica blanca que irradiaba luz y esperanza. Era alta, les dio
la espalda mirando solamente al joven de cabellera negra que tenía delante, se sumía en la
oscuridad, ¿era su salvación o su perdición? No podía permitirse pensar en eso; si era alguien que
pudiera ser una pequeña luz de esperanza con eso bastaba. El demonio siguió hablando— dejaste
a la otra sacerdotisa por venir aquí a proteger a este youkai, o mejor dicho a mi primo humano
¿no es verdad?

¿Primo humano? ¿Qué quería decir con eso? ¿Acaso era…? No, no podía ser, pero daba la
casualidad de que ese chico de cabellos oscuros y piel albina tenía un parecido con Sesshomaru
excepcional, excepto por su cabello y porque era menor que él, también era tan o más atractivo
y emitía un aura de encanto, eso ella no lo podía negar.

—Sí, he venido—contestó una voz grave y a la vez débil y cansada, dirigió la cabeza hacía
Sesshomaru que al observar su rostro sus pupilas se dilataron de rencor y reconocimiento; era un
anciano de cabello plateado y expresión serena, sus labios se curvaron al mirar su semblante y se
volvió hacía Aome dándole a entender que debía cuidar de él y atender sus heridas—y sin duda
alguna le pediste a “La Hechicera” que sellará los poderes del príncipe Sesshomaru y lo
convirtiera en humano, y encima de eso lo trajera a esta época…algo verdaderamente
despreciable, eres tan cobarde para enfrentarte a tu propio primo, además…me pregunto ¿cuál
fue el precio que tuviste que pagar?

Aome no entendía ni media palabra, se acercó a Sesshomaru para examinar su herida con
extremo sigilo. Justo en el momento que ella se levantó y caminó con suavidad hacía él, el
demonio de cabello plateado ya no pudo mantenerse en pie y cerró los ojos con indignación
cayendo limpiamente en sus brazos con una expresión seria y dolorosa a la vez. Ambos
terminaron en el césped abrazados. La blusa de Aome comenzó a mancharse de sangre cálida y
espesa. Su contacto le permitió sentir el mismo dolor en el vientre como si fuera una maldición,
una tortura abominable y llena de aflicción, una transformación lenta y dolorosa, le impedía
moverse, le impedía separarse de la realidad. Ella también sentía el coraje y desesperación por la
que el ex-demonio estaba pasando, pero lo extraño era que no estaba herida ni sangraba por sí
sola, se mantenían unidos únicamente por ese dolor, el cuerpo de Aome se contaminaba con la
sangre de Sesshomaru, ¿qué estaba pasando? Tenía miedo y desesperación y ni el hechicero ni
el primo extravagante de Sesshomaru se habían percatado de lo que pasaba; no podía soltarlo,
parecía alimentarlo con la calidez de sus brazos y la esencia de su alma, le proporcionaba vida y
energía para mantenerse vivo, o al menos eso creía ella… no podía pensar…

—Eso no te incumbe anciano—dijo con frialdad y dulzura el demonio de ojos grises—además mi
primo está a punto de morir… lo he atravesado con la katana de Scherler, la katana…

—…La katana maldita…—completó el hechicero mirando con fiereza a aquel demonio que había
traicionado al propio príncipe— la katana maldita de Scherler, una herida que nunca sanará…
¿cómo pudiste hacerle esto alguien de tu propia familia? ¿Acaso era para cumplir la profecía?

—Acertaste viejo—rió macabramente el demonio elevándose en los aires con una imagen
radiante, el más hermoso de los ángeles, el más cruel y despiadado de los demonios—seré yo el
único que capturé el corazón de la princesa Aome, y sólo yo…

—Permíteme recordarte—intervino el anciano con un gesto de asco en la cara; había muchas
cosas que deseaba decirle en ese parque vacío y suspendido en el tiempo— que él es
Sesshomaru Taisho, uno de los herederos de Azur Taisho… tú no eres el verdadero heredero; el
verdadero heredero será aquel que se gané el corazón de la princesa y definitivamente ese no
serás tú…

—Ya sé que la princesa tiene que escoger a uno de los tres—¡¡¡ ¿Qué?!!! ¿Qué demonios estaba
diciendo? Mantenía una sonrisa malévola en el rostro; Aome no entendía ni una sola palabra,
¿acaso la habían llamado princesa? ¿Cómo que tenía que escoger a uno de los tres? Todo aquello
no tenía sentido, temblaba, ¿por qué tenía que pasarle eso a ella? No lo entendía; no podía
soportarlo por más tiempo, deseaba gritarle a ese engendro y que supiera que ella no era ningún
juguete para manejarlo como quisiera, quería matarlo por haberle hecho eso a un miembro de su
familia; pero la unión que tenía con Sesshomaru le impedía moverse; estaba en un estado
delicado, sentía que si se desprendía un centímetro de él, sus heridas no sanarían —y sin duda
alguna seré yo… lo sabrás en el momento indicado anciano, debo regresar así que por el momento
sólo tengo que dar el pésame por la muerte de mi primo… ¡Descansa en paz Sesshomaru Taisho!
Mi precioso primo… y adiós mi hermosa princesa, vendré por ti te lo juro…

― ¿A dónde crees que vas Kenshi Taisho?—Gritó el anciano con voz potente, pero el chico de

cabellos del color de la noche se alejaba con sigilo y velocidad— ¡¡¡Esto lo pagarás con el dolor
de tu carne!!!

Una luz roja se dispersó en el ambiente y el chico se esfumó con una rapidez insólita. El cielo ya
estaba oscuro, tan oscuro y sin luz; no había aparecido la luz de la luna, era una noche
misteriosa y fría. Una ira desmedida reinaba en la cabeza de Aome, no había logrado comprender
la situación ni palabra alguna y desconfiaba de todo lo que había presenciado; de pronto se dio
cuenta…

― ¡Oh no!— musitó ella con desesperación mirando sus manos manchadas de sangre, había
logrado separarse de Sesshomaru. Se acercó a su pecho para escuchar los latidos de su
corazón, pero no detectó ningún sonido, su respiración se hizo entrecortada, todo era su culpa,
todo era su culpa— ¿qué hago? ¡¡¡Mi madre me matará!!!

—Mi señora Aome— murmuró el anciano con indignación ante su reacción se dirigió a ella con
suavidad y gentileza— no hay por qué preocuparse, está bajo un hechizo; pero para que
funcioné necesito de su ayuda…

― ¿Mi ayuda?— preguntó ella con un enorme nudo en la garganta, todo eso era su culpa por
haber permitido que Sesshomaru se adentrara en un mundo desconocido para él y ahora tenía
que enfrentar la ira de su madre.

—El amo Sesshomaru perdió sus poderes y no hay nada más que yo pueda hacer para que los
recupere— murmuró el hechicero hincándose ante su cuerpo— además su cuerpo sufrió una
herida irremediable por una katana maldita, la katana de Scherler, las heridas hechas por esa
arma nunca sanarán, el cuerpo, aunque sea el de un demonio, morirá desangrado, es una
maldición imperdonable…

—Entonces…—Aome estaba pasmada al escuchar el relato, no sabía si desesperarse o comenzar
a cavar una tumba para ella— ¿qué pasará con Sesshomaru? ¿Va a morir de esta manera? ¿No
hay nada qué hacer?

La brisa comenzó a circular por el parque y unas cuantas luces cercanas comenzaron a centellar
anunciando la noche con prosperidad y regocijo, tan natural era la reacción del exterior ante lo
ocurrido, el ruido de los autos se escuchaba cerca, todo volvía a la normalidad en una noche tan
silenciosa como esa.

—En el momento que usted estaba unida con el amo Sesshomaru hubo una conexión con la luna
nueva—comenzó a decir el hechicero abriendo un frasquito pequeño que contenía un líquido
rosado, ella lo miró y un aroma invadió su mente, un aroma muy sutil y dulce.

― ¿Y eso para qué es?—preguntó ella con picardía, deseaba ese líquido y no sabía por qué— ¿y
qué quiere decir con eso de la luna nueva?

—Me temo que las explicaciones tendrán que esperar mi señora, el príncipe Sesshomaru se
encuentra muy mal— añadió mirando al pálido y casi muerto Sesshomaru, extendió la mano y le
ofreció el frasquito con el líquido rosa—para ayudar al amo debe ingerir este líquido…

― ¿Qué es esto? ¿Debo tomarlo?—Preguntó con desconfianza, pero el aroma que desprendía le
decía que no era necesario desconfiar, que sólo lo bebiera sin replicar— es tan cálido, creo que
no hay tiempo para replicar está bien lo tomaré…

Hizo caso y bebió unas gotas de aquel líquido, era una sensación tan hermosa la que recorrió su
cuerpo, su mente se aclaró; pero algo cambió. Al abrir los ojos pudo observar el semblante de
Sesshomaru y sintió una punzada de dolor en el vientre, donde también había sido herido
también; pero además sintió una calidez agradable, deseaba abrazar a la persona que tenía
delante todo el tiempo, sus mejillas se sonrojaron ¿acaso fue por el sabor de aquel líquido?

—Para salvar al príncipe Sesshomaru tuve que darle una pócima poderosa—dijo el anciano
alejándose poco a poco de ellos con temor y gotitas de sudor en la frente, estaba muy nervioso—
la pócima dejará de hacerle efecto mañana mismo no se preocupe…

—Sí, está bien pero dígame ya ¿qué necesita de mí?—Preguntó con una voz tierna, miró de
nuevo el rostro de Sesshomaru y comenzó a acariciarlo, era tan suave, tan delicado— su rostro
es tan hermoso…

—Bien, la pócima… es muy poderosa, pero los efectos se irán mañana mismo se lo juro —
comenzó el ancianito a retirarse un poco más de ese lugar esperando que no estallará en cólera
la señora Aome—… es… “una pócima de amor”…

―Qué bien es una pócima de… una pócima de…— Aome sonreía con satisfacción y de repente
captó las palabras que escuchaba—¡¡¡ ¿Una pócima de qué?!!!

Aome gritó por todo el parque, aún no había nadie y eso era extraño, pero ¿qué demonios había
ingerido? ¿Acaso se había vuelto loca? Tenía una mirada espectral y con deseo de venganza que
cada vez se extendía más:

— ¡¡¡ ¿Qué ha dicho?!!! ¡¡Repítalo, repítalo!! ¡¡ ¿Cómo que una pócima de amor?!!

—Pero es una pócima que dejara de hacer efecto hoy mismo, no debe preocuparse por nada en
serio…—añadió el ancianito con una sonrisita tratando de apaciguar el carácter de Aome con su
comentario— no se enojé conmigo por favor todavía hay algo más…

― ¡¡¡ ¿Y ahora qué es?!!!—gritó ella con serpientes saliendo de su cabeza, pero la pócima le
impedía moverse al querer estar al lado de Sesshomaru, ¡maldita pócima! En opinión suya,
comenzaba a tener sentimientos falsos por él— ¡¡¡dígalo no sea cobarde!!!

—Sí, ya voy…— dijo con temor, estaba tan enojada que daba tanto miedo verla a la cara, y el
pobre de Sesshomaru aún no despertaba, miró a la chica y con miedo continuó— bueno, para
que la herida se cierre por completo y la maldición de la katana termine… mi amo debe recibir el
beso de la sacerdotisa Aome, la que poseyó alguna vez la perla de Shikon…

—¡¡¡BUM!!!

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No me odien por favor xDD les juro que tendrán la continuación de la época de Aome en unos
días, por el momento quería despejarles algunas intrigas, espero les guste este capítulo, bueno
como sea xDDD. ¿De casualidad no se han percatado de que el título no tiene que ver con la
historia? Bueno sabrán después por qué lol jeje xDD. Saludos a todos.

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CAPÍTULO 12 LA VERDAD

― ¿Cómo que quién más?― se extrañó el hechicero mirando con sorpresa al semblante pálido de
Kikyo apuntando a la puerta― por supuesto los herederos de Azur, la línea de sangre continúo
porque él no murió debido el sacrificio de su amada… la existencia de la perla dorada es conocida
únicamente por el heredero de la familia de Azur Taishio, Sesshomaru Taishio…

―Sesshomaru…― la puerta se abrió y una flecha salió disparada…

Una sombra se proyectó desde las profundidades y absorbió la poca paz que había en la
habitación. La atmósfera se tornó más oscura de lo que era, y la luz de la vela que había en la
habitación se tornó azul intenso irradiando un resplandor turquesa. Kikyo apenas se había salvado
de ser herida por esa flecha. Esa flecha que estaba en el piso del mismo color de la débil luz
azulada. Desesperada por la trampa se volvió hacia el anciano que misteriosamente había
desaparecido dejándola completamente sola. Esa sombra oscura comenzó a invadir sus sentidos,
acosándola poco a poco con suma delicadeza. Emergió con rapidez, trayendo consigo un frío y
ventisca inusuales. Kikyo tomó el arco y comenzó a disparar hacía la sombra que emergía con
intensos resplandores y susurros indescifrables.

—Así que eras tú—murmuró una voz ininteligible. El corazón de Kikyo dio un vuelco y su
respiración se acortó… sabía que en algún lugar había escuchado esa voz—. Mucho gusto en
verte de nuevo, mi adorada Kikyo…

—¿Quién demonios eres tú?—preguntó sosteniendo el arco en lo alto; la sombra la observaba con
sólo unos ojos amarillentos; era la silueta de un hombre de cabello largo—. ¿Qué haces aquí?

—Mmm…pobre Kikyo—musitó la voz.

La sombra se desvaneció, pero para comenzar a rodear a Kikyo con una rapidez increíble; ella no
sabía hacia qué lugar apuntar con el arco; era demasiado rápido para la vista y sus sentidos
eran demasiado limitados por ser humana. La sombra recorría las paredes cada vez con más
rapidez murmurando cosas que hacían temblar el orgullo de Kikyo:

—Sólo quería verificar que la sacerdotisa Kikyo conociera la leyenda. Bien sabes que todo lo que
vives ahora es una mentira—sintió el aliento del demonio detrás de ella, pero no logró ni siquiera
rozarlo con una de sus flechas —. ¿Sabías que ese hanyou… Inuyasha también es heredero de
Azur…?

—¿Qué?— preguntó Kikyo desconcertada; escuchaba la sangre en sus oídos—. ¿Te refieres a que
Inuyasha…?

—Eres tan ingenua Kikyo…Sesshomaru Taisho, ¿acaso te has olvidado del hermano mayor de ese
inepto?— sombras recorrían su cuerpo; no podía creer que unos días antes estuviera todo tan
tranquilo, su cabeza comenzó a arder de dolor—. Gracias a los conjuros de mi hermosa dama,
lograste olvidar todo tu pasado y construir un mundo donde sólo viven Inuyasha y tú…

—¿Acaso…? ¿Qué es lo que pretendes con todo esto sombra?

—Hmp…bien sabes que tu cuerpo es un juguete que vive gracias a los cuidados de mi hechicera…
sabes que tus recuerdos y los de tus allegados fueron removidos y reemplazados… lo presientes,
y no quieres aceptarlo…

¿Qué estaba pasando? El anciano había desaparecido y esa voz sólo murmuraba cosas sin
sentido para ella; la enajenaba con sus palabras febriles y sedosas; hacía que temblara de ira. Le
estaba quitando un tiempo muy preciado… la perla dorada debía ser encontrada inmediatamente.
No estaba ella ahí por casualidad ¿o sí? Por más que murmurara cosas ese demonio, ella mantenía
firme su voluntad.

—¿Por qué dices eso?—sonrío con afán, tenía que distraerlo para salir de ese lugar donde la
encerró con su oscuridad—. ¿Acaso sabes algo que yo no sé?

—Ya que lo mencionas…—murmuró la sombra con suma pasión y esos ojos amarillentos se
abrieron un poco más dejándole ver una realidad que no quería descubrir—. Ella está aquí, te
trajo un muy preciado regalo…

—¿Cómo…?

La luz se extinguió y todo se volvió negro ante los ojos de Kikyo. Lo último que alcanzó a ver fue
a una mujer vestida de ropas extravagantes, color rojo y negro. El cabello era largo y era negro;
en menos delo que esperaba sus sentidos no le respondieron y su mente se desvaneció. Sólo
hubo un enorme vacío sin algún sonido, sin ningún dolor.

***​

Kikyo despertó en un prado muy hermoso; su cuerpo se encontraba cansado, como si hubiera
peleado durante días, como si hubiera peleado durante siglos. No le respondía; intentó abrir los
ojos con dificultad y sólo vislumbró una mariposa azul que se posó en su mano derecha, parecía
observar y comprender su dolor. Su vista era borrosa, se sentía pesada, apenas podía parpadear
y respirar con dificultad y la cabeza le dolía muchísimo.

Intentó incorporarse poco a poco. La mariposa voló por encima de su cabeza y se posó de
nuevo en la hierba. Ella parpadeó un par de veces y vio el horizonte. Estaba por anochecer; al
menos los colores que veía eran rojos y naranjas, con suaves destellos rosados. Abrió un poco
más los ojos y su vista mejoró. Pudo observar que se encontraba al borde de un acantilado, pero
la vista era hermosa; estaba rodeada de flores silvestres de diferentes colores, y eso por un
momento le agradó y la llenó de vitalidad; el aroma que llegaba era dulce y melancólico a la vez.
Se sentó sobre la hierba contemplando el paisaje con la mirada perdida y el pulso lento… o al
menos hasta que...

—¿Qué hago aquí?— se preguntó mirando la hermosa mariposa—. No recuerdo haber estado aquí…
lo último que recuerdo… lo que recuerdo…

Un terror inaudito recorrió sus pensamientos y su cuerpo quedó frío como el hielo; en lo más
profundo de su alma esa esperanza que mantenía sus anhelos vivos, respondió ante su pregunta.
Había dormido por mucho tiempo, perdida y vacía luchando contra esa imagen falsa que le
impusieron con fervor; su alma estaba tan cansada y desgastada por el rencor; y ahora, la
cabeza le daba vueltas y despedazaba sus más dulces sueños como una noche de ventisca y
una tormenta de fuego. Esa confusión y choque temerario, hicieron que de su boca saliera un
grito de dolor, un grito desgarrador y peligroso.

Ni siquiera se había dado percatado de que la cara la tenía arañada de tanta desesperación y de
tanta ira, sus labios temblaban tratando de amortiguar el sonido de sus sollozos; se repugnaba a
sí misma y a su existencia; ¿cuántas veces había sido el juego de todos? ¿Hasta cuándo podría
descansar en paz?

Odio a sí misma, odio a la vida; odio a la muerte misma que no la dejaba morir con tranquilidad;
siempre siendo el punto sustancial, no tenía paz ni en la vida ni en la muerte; un cruel destino,
un alma sin principio ni final…

Una mujer llena de dolor y sufrimiento; los recuerdos fluían con intensidad, verdaderos, tan
transparentes y reales; todo volvía a comenzar.

—Ya lo recuerdo…—de sus mejillas caían lágrimas con intensidad, ahora lo comprendía todo; una
repentina ráfaga de viento hizo que sus cabellos ondearan con soltura y belleza; en su corazón
una batalla dio comienzo y le provocó el dolor más vehemente que había tenido en su vida—
¿Ahora qué voy a hacer?

—Debes tomar una decisión—murmuró una voz dulce y gentil. Un canto que a pesar de su
hermosura no le devolvió la tranquilidad— si decides decirle a Inuyasha quién es Aome y que sus
vidas fueron separadas, debes preparar tu corazón, porque sabes perfectamente que él sólo ama
a esa sacerdotisa…

—Eso lo sé—cerró los ojos con fuerza y su alma no pudo más, cayó en ese prado lleno de flores
llena de desesperación y angustia.

—Así es dulce Kikyo…—murmuró esa voz. La mariposa se transformó en una mujer de piel blanca
como la de ella, pero una belleza más deslumbrante que la de su corazón— debes ser fuerte,
ahora que sabes la verdad, duerme un poco más o no lo resistirás… y… gracias por dejarme salir…

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