Trató de huir de ciudad en ciudad, de país en país y por más que lo intentara, siempre lo encontraban. Se escondió entre la gente y usó los más parafernálicos disfraces, pero terminaba siempre por ser reconocido y entonces tenía que seguir huyendo. Finalmente y de modo trágico, se le encontró en un barrio pobre de la India vestido de comerciante, tirado sobre un cajón de fruta con una estocada en el corazón y un cuchillo en la mano. No fue suicidio, según se cuenta, sino asesinato, pero uno muy peculiar, porque, por más que intentó escabullirse, fue muerto a manos de sí mismo.
No sabría exactamente cómo explicar el sabor tan extraño que me ha dejado este relato, la verdad, es que creo que es fascinación. Ese final, me ha encantado, aunque en realidad, fue todo en sí, fascinante. Da que pensar.